2. El preceptor se dirige al
curso, carpeta y birome
en mano, para tomar
asistencia. Metros antes
de llegar al aula escucha
un molesto bullicio que,
por ser el primer día, no
le gusta nada. Se pone
serio, saca pecho y piensa
en las primeras palabras,
duras, que dirigirá a sus
alumnos para que no se
crean, desde el primer
día, que la escuela es una
joda. Abre la puerta y el
silencio se hace como por
arte de magia