Este documento trata sobre la inteligencia emocional. Explica que consiste en apreciar y expresar emociones propias y ajenas para motivar y planificar la vida. Luego describe los orígenes del concepto desde 1920 cuando Thorndike introdujo la inteligencia social, hasta 1995 cuando Goleman popularizó el término inteligencia emocional en su libro. Finalmente, explica brevemente cómo ha evolucionado el cerebro con regiones primitivas que regulan emociones y regiones más nuevas para el pensamiento racional.
1. Inteligencia emocional
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La inteligencia emocional consiste en una serie de actividades que sirven para apreciar y expresar
de manera justa nuestras propias emociones y las de otros y para emplear nuestra sensibilidad a
fin de motivarnos, planificar y realizar de manera cabal nuestra vida.
Con un beso manifestamos nuestros sentimientos y evocamos emociones.
Orígenes del concepto
Aunque las definiciones populares de inteligencia hacen hincapié en los aspectos cognitivos, tales
como la memoria y la capacidad de resolver problemas, varios influyentes investigadores en el
ámbito del estudio de la inteligencia comienzan a reconocer la importancia de los aspectos no
cognitivos. Thorndike, en 1920, utilizó el término inteligencia social para describir la habilidad de
comprender y motivar a otras personas.1 David Wechsler en 1940, describe la influencia de
factores no intelectivos sobre el comportamiento inteligente, y sostiene, además, que nuestros
modelos de inteligencia no serán completos hasta que no puedan describir adecuadamente estos
factores. Esto implica, tanto el conocimiento y como el manejo de sus emociones; y su importancia
radica en que le permite expresar sus emociones de forma sana y satisfactoria, y es que cualquier
decisión que este tome por trivial que esta parezca, como: comer, comprar o hasta con quien
relacionarse sentimentalmente son actividades que involucran las emociones. 1
En 1983, Howard Gardner, dentro de su Teoría de las inteligencias múltiples expresa en su libro
Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences,2 introdujo la idea de incluir tanto la
inteligencia interpersonal (la capacidad para comprender las intenciones, motivaciones y deseos
de otras personas) y la inteligencia intrapersonal (la capacidad para comprenderse uno mismo,
apreciar los sentimientos, temores y motivaciones propios). Para Gardner, los indicadores de
inteligencia, como el CI, no explican plenamente la capacidad cognitiva.3 Por lo tanto, aunque los
nombres dados al concepto han variado, existe una creencia común de que las definiciones
tradicionales de inteligencia no dan una explicación exhaustiva de sus características. Otro de los
orígenes de la inteligencia emocional está en Joseph Ledoux, como influencia más reciente, a
partir de su libro El cerebro emocional (1996), en él divulga sus hallazgos acerca de los circuitos
neuronales del cerebro y afirma que la emoción precede al pensamiento, también explica por qué
los procesos de raciocinio que tienen lugar en el neocórtex van muchas veces a la zaga o en contra
de los impulsos de la amígdala.
2. El primer uso del término inteligencia emocional generalmente es atribuido a Wayne Payne, citado
en su tesis doctoral: Un estudio de las emociones: El desarrollo de la inteligencia emocional
(1985).4 Sin embargo, el término "inteligencia emocional" había aparecido antes en textos de
Leuner (1966). Greenspan también presentó en 1989 un modelo de IE, seguido por Salovey y
Mayer (1990) y Goleman (1995).
La relevancia de las emociones en los resultados del trabajo y la investigación sobre el tema siguió
ganando impulso, pero no fue hasta la publicación del célebre libro de Daniel Goleman Inteligencia
emocional: ¿Por qué puede importar más que el concepto de cociente intelectual?, cuando se
popularizó.5 En 1995, la revista "Time" fue el primer medio de comunicación interesado en la IE
que publicó un relevante artículo de Nancy Gibbs sobre el libro de Goleman. A partir de entonces
comenzaron a aparecer cada vez con mayor frecuencia artículos sobre el tema, desde muy
diversas entidades académicas y puntos de venta populares.
Imagen esquemática del cerebro.
Para comprender el gran poder de las emociones sobre la mente pensante —y la causa del
frecuente conflicto existente entre los sentimientos y la razón— debemos considerar la forma en
que ha evolucionado el cerebro.6
La región más primitiva del cerebro es el tronco encefálico, que regula las funciones vitales
básicas, como la respiración o el metabolismo, y lo compartimos con todas aquellas especies que
disponen de sistema nervioso, aunque sea muy rudimentario. De este cerebro primitivo
emergieron los centros emocionales que, millones de años más tarde, dieron lugar al cerebro
pensante: el neocórtex. El hecho de que el cerebro emocional sea muy anterior al racional y que
éste sea una derivación de aquél, revela con claridad las auténticas relaciones existentes entre el
pensamiento y el sentimiento.7
El neocórtex permite un aumento de la sutileza y la complejidad de la vida emocional, aunque
no gobierna la totalidad de la vida emocional porque, en estos asuntos, delega su cometido en el
sistema límbico. Esto es lo que confiere a los centros de la emoción un poder extraordinario para
influir en el funcionamiento global del cerebro, incluyendo a los centros del pensamiento.
Autoestima
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3. Pirámide de Maslow: Jerarquía de las necesidades humanas postulada por Abraham Maslow.
La autoestima es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y
tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de
comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter. En resumen, es la
percepción evaluativa de nosotros mismos.1
La importancia de la autoestima estriba en que concierne a nuestro ser, a nuestra manera de ser y
al sentido de nuestra valía personal. Por lo tanto, puede afectar a nuestra manera de estar y
actuar en el mundo y de relacionarnos con los demás. Nada en nuestra manera de pensar, de
sentir, de decidir y de actuar escapa a la influencia de la autoestima.1
Abraham Maslow, en su jerarquía de las necesidades humanas, describe la necesidad de aprecio,
que se divide en dos aspectos, el aprecio que se tiene uno mismo (amor propio, confianza, pericia,
suficiencia, etc.), y el respeto y estimación que se recibe de otras personas (reconocimiento,
aceptación, etc.). La expresión de aprecio más sana según Maslow es la que se manifiesta «en el
respeto que le merecemos a otros, más que el renombre, la celebridad y la adulación».2
Carl Rogers, máximo exponente de la psicología humanista, expuso que la raíz de los problemas de
muchas personas es que se desprecian y se consideran seres sin valor e indignos de ser amados;
de ahí la importancia que le concedía a la aceptación incondicional del cliente.1 En efecto, el
concepto de autoestima se aborda desde entonces en la escuela humanista como un derecho
inalienable de toda persona, sintetizado en el siguiente «axioma»:
Todo ser humano, sin excepción, por el mero hecho de serlo, es digno del respeto incondicional
de los demás y de sí mismo; merece estimarse a sí mismo y que se le estime.1
En virtud de este razonamiento, incluso los seres humanos más viles merecen un trato humano y
considerado. Esta actitud, no obstante, no busca entrar en conflicto con los mecanismos que la
sociedad tenga a su disposición para evitar que unos individuos causen daño a otros—sea del tipo
que sea—.1
4. El concepto de autoestima varía en función del paradigma psicológico que lo aborde (psicología
humanista, psicoanálisis, o conductismo). Desde el punto de vista del psicoanálisis, la autoestima
está íntimamente relacionada con el desarrollo del ego; por otro lado, el conductismo se centra en
conceptos tales como «estímulo», «respuesta», «refuerzo», «aprendizaje», con lo cual el concepto
holístico de autoestima no tiene sentido. La autoestima es además un concepto que ha traspasado
frecuentemente el ámbito exclusivamente científico para formar parte del lenguaje popular. El
budismo considera al ego una ilusión de la mente, de tal modo que la autoestima, e incluso el
alma, son también ilusiones; el amor y la compasión hacia todos los seres con sentimientos y la
nula consideración del ego, constituyen la base de la felicidad absoluta. En palabras de Buda, «no
hay un camino hacia la felicidad, la felicidad es el camino».3