Queridas semillas, os enviamos el Mensaje que hoy nos regala La Jardinera.
Ella siempre esta deseosa de recibir vuestras reflexiones y vuestros comentarios.
Un abrazo de oro,
El Grupo de La Jardinera
1. Casa Templaria, 07 diciembre de 2011
La Vanidad y el rey
¡Buenos días mis semillas! buenas noticias, a ver si habéis preparado
bien vuestro jardín, vuestro terreno, una parcela de la montaña donde habéis
ido muchas veces a visitar, puede ser alrededor de un árbol, coger una semillas
y plantarlas, sean las que sean. La historia de hoy empieza así:
Érase una vez un rey que vivía en un palacio
precioso y decidió tener el parque más bonito del
mundo y para ello hizo venir toda clase de árboles,
flores, a cual más bella, una vez que habían plantado
era hermosísimo y todos los reinos, reyes, reinas,
duques y princesas venían a visitarlo, los grandes
pintores venían a pintar los cuadros más bellos, los
más imaginativos, con coloridos que parecían que venían del cielo, los poetas
al contemplar tanta hermosura estaban inspirados y escribían libros y uno de
los lados más bonitos venían chicos y chicas, esas doncellas tan lindas y sus
príncipes que declaraban su amor y hacían paseos románticos, era el amor y la
belleza.
Un día nuestro Rey se levantó y vio que los árboles habían caído
muertos, que las flores estaban secas y todo aquel bello jardín estaba muerto.
El Rey no comprendió y entonces dijo ¡que desolación! ¿Qué ha pasado? Se
acercó a los árboles y al roble o “encina” le preguntó ¿qué te ha pasado? Mi
señor rey quería ser tan alto como el pino, tan alto y poder ver y dominar el
bosque y el jardín, viendo que no podía ser tan alto dije, no valgo para nada me
dejo morir; el pino, y tu pino que eres tan alto ¿qué te ha pasado? Y contestó,
contemplé la vid (la viña) y al ver que no podía dar las uvas como la vid me
2. dejé morir. Y a ti “vid” (viñas) ¿qué pasó? Contemplé un rosal y solamente doy
uvas pero yo quería dar la belleza del rosal; los rosales me contestaron
“queríamos dar frutos como los mangos, los aguacates, como esas frutas
buenas” nos dejamos morir; así les fue preguntando a todos, al ciprés le dijo, tu
tan digno que tu copa de árbol siempre contempla el cielo, dijo “sí, pero yo
quería ser como un roble y dar su fruto, las bellotas, porque de ahí se
alimentan muchos animales y en la antigüedad en el Medioevo, el pueblo y por
eso me dejé morir” . El rey estaba desesperado y fue a consultar a un sabio.
Pregunto al sabio ¿qué debo de hacer?
Ven conmigo, me subió a la montaña más alta y dijo, siéntate, contempla
de aquí y dijo, ¿tú ves las nubes que se parecen, son iguales? No. ¿Ves todas
las especies de árboles son iguales? No. Mira en el prado, ¿las vacas son del
mismo color? No. Y has visto las flores, son diferentes, cada río, cada torrente,
cada mar es diferente ¿por qué no miras con los ojos de tu corazón? Que son
igual que los humanos, cualidades de los que dan frutas es una riqueza, el
cedro es estéril no da frutos pero contempla a Dios; las flores, las más bellas,
sólo dan flores y aromas pero tienen espinas y dañan; pero que tal los mangos
y las frutas, ofrecen al hombre su amor, generosidad y su corazón porque
cuando la comen continúa su vida dentro de ellos, ¡así somos los hombres, así
es la humanidad! No quieren ver la riqueza que tienen dentro, las cualidades
que poseen, la fuerza que tienen y sobre todo esa dignidad y ese amor propio
tan grande y ¿sabes por qué? Hombre vanidoso, porque no ayudas a tu
pueblo, habla a tu pueblo y les dices “hombres generosos, trabajadores que
siempre habéis trabajado para los reyes, para los castillos, para las guerras y
sin ser carpinteros, habéis hecho mi castillo, sin ser albañiles, habéis levantado
los muros de defensa, sin conocer habéis buscado a poceros, que con un rama
de avellano o de olmo han encontrado agua que es el mejor tesoro; el que ha
sembrado el trigo o las semillas han cosechado harina y los que no sabían
hacer el pan se han convertido en panaderos; te das cuenta que es el jardín
más bello de Dios, que es el jardín más grande de nuestro planeta: el hombre.”
Los hombres se olvidan que antes que nosotros, en la Tierra, ellos ya
vivían, ellos han luchado, y siempre fue en armonía, es el hombre que tala el
3. árbol, es el hombre que no aprecia la esencia de rosa, de las flores y es la
VANIDAD de la humanidad que sólo lo hace por la belleza y no por el corazón,
o por esa esencia tan profunda que lleva dentro el alma ¿cómo ves desde aquí
ahora el valle, las montañas. No me atrevo a mirarte, sólo estoy mirando la
pobreza de mi pueblo, mi orgullo, mi prepotencia, mis celos, mis enojos y sobre
todo MI VANIDAD, no tengo humildad porque sólo hice mi jardín para hacer ver
mi VANIDAD y que yo tenía más que los otros, olvidé que muchos de los niños
están muriendo porque no tienen para comer, es lo único que estoy viendo.
Sin levantar la mirada el rey bajó de rodillas la montaña, cuando llegó a
su castillo, dio la orden “que abran las arcas, que abran los silos, que abran las
puertas del trigo, del arroz, de las legumbres, que vacíen todos los armarios de
ropa” y los llevó al pueblo y fue distribuyendo; la gente humilde y otros menos
humildes lo miraban y tenían miedo, porque pensaron “nunca ha sido así el rey,
qué querrá a cambio” y se escondían. El rey tuvo que llamar puerta a puerta y
les dijo “no tengáis miedo, no os ocultéis, soy el peor enemigo de vosotros, a
partir de hoy se os invitará al castillo, a partir de hoy participaréis de las fiestas
porque me habéis mostrado que vosotros tenéis corazón y me amáis y me
respetáis. El vivir toda la miseria que tengo es vuestra y vuestro es el valor y
Dios sólo ama a vosotros y hasta ahora sólo creía que era yo el más grande y
me he dado cuenta que siempre me he alejado del camino de la Luz, tomarlo
con mucha prudencia”, lo aceptaron. Cuando se fue el rey, aquella gente pobre,
que sólo había trabajado para el castillo, nunca habían visto esas ropas, esas
telas doradas tan hermosas, dijeron “¿qué vamos a hacer?” y las mujeres
dijeron “para nuestras hijas para darles el dote, la herencia para mañana” y
guardaron todo, con prudencia. Tuvieron manjares, comidas, eran tan felices
que dijeron “si hasta ahora hemos dado lo máximo de nosotros, ahora daremos
más, porque Dios nos ha recompensado” se pusieron de rodillas, bajaron la
cabeza, juntaron las manos y dieron Gracias a Dios, aquel día fue la fiesta más
grande de ese pueblo, porque comieron con saciedad. El rey fue a pie hasta su
castillo, llorando y cuando le abrieron las puertas, dijo “me voy, quiero llorar es
lo único que me queda, por ese jardín y esos árboles que tanto han sufrido por
MI VANIDAD”.
4. Cuando entró en el jardín, fue
andando y dijo “quiero ir a mi banco
preferido” y de ahí bajó la cabeza y dijo
“todo lo tengo bien merecido, qué me
costaba abrir mi corazón y amar a mi
gente, qué costaba saber si lloraban mis
obreros o si mis soldados habían
abandonado a sus madres por mí,
cuando me harté de llorar, me levanté y
contemplé el sol, brillaba más que nunca,
calentaba más que nunca y dije, algo va mal en mi cabeza, ¿qué me pasa? Y
oí una música y quería saber de dónde era. Todo el jardín estaba vivo y la
música eran los pinos que con el viento y la brisa, iban dando palmaditas ¡esa
era la música! Que de nuevo las rosas, las flores emitían su perfume, la encina
o roble al moverse de alegría, sus bellotas caían y en el río que pasaba hacía
¡clickclop, clikclop! Era la música más bella de mi vida, las uvas las miré y ya
estaban maduras ¡eran miel! Y eran tan felices y generosos y comprendí que
cuanto menos tienes más rico eres, que cuando abres tu corazón más amor
recibes y cuando ayudas a los otros, esa generosidad es la Corona Divina que
te ponen pero no en tu cabeza sino en tu corazón y tu ALMA regocija de
alegría. Me quedé sin palabras, me quedé mudo y así duró muchos años de
felicidad y nunca más faltó nada a mi pueblo porque ese jardín, después de
tantos siglos, continúa vivo y hermoso como nadie ha visto”.
¡Ese jardín eres tú
¡Ese jardín son ellos!
¡Ese jardín, he comprendido, que también puedo ser yo!
Con todo mi amor
La Jardinera