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IV to 2015
1. Domingo IV del Tiempo Ordinario. Evangelio (Marcos 1,21-28). 1 de febrero 2015.
Publicado por LMV en http://erealcala.blogspot.com por el Departamento de Jóvenes de Cáritas Diocesana de Alcalá de Henares.
LA PALABRA ES VIDA
La vida que nace del Evangelio para cada semana …
CÁRITAS DIOCESANA DE ALCALÁ DE HENARES
Lectura del santo evangelio según san Marcos:
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue
a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los
escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a
gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé
quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron
estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus
inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
Érase una vez un cartero…
Érase una vez un cartero enamorado, como pocos, de su profesión. ¡Cómo le gustaba a aquel
hombre su oficio!: ver iluminarse los ojos de las chicas al entregarles carta de su novio, o el
abrazo emocionado de aquellas madres cuando les llevó la primera carta de su hijo, o la alegre
sorpresa de aquel anciano cuando, por una carta, se dio cuenta de que no estaba solo como
creía… Era verdad que, algunas veces, las cartas que él entregaba traían malas noticias. Pero
eso no quitaba que él se sintiera muy feliz llevándolas y trayéndolas: se sentía importante, útil.
Un cierto día aparecieron en el pueblo unos obreros, que empezaron a cavar unos postes y a
tender unos hilos: era el teléfono que llegaba. El pueblo entero se alegró; bueno, todos…,
menos el cartero. El hombre dio en pensar que, con el teléfono, la correspondencia escrita
estaba recibiendo un golpe de muerte. Él no pensaba en el progreso del pueblo, ni en la alegría
de la gente; él sólo pensaba en que la llegada de aquel adelanto acabaría convirtiéndole a él en
un trasto inútil. Y una sombra de tristeza le cerró el horizonte.
Donde digo cartero, poned, si os parece, profeta. ¡Qué alegría la del profeta al sentirse
instrumento para hacer llegar la voz del Señor a su pueblo! Un pueblo que había pedido en el
Horeb: “No quiero volver a escuchar la voz del Señor… no quiero morir”; y que había recibido la
respuesta de Dios: “Suscitaré un profeta entre tus hermanos…; les dirá lo que yo le mande”.
Por eso, el profeta, a pesar de los quebraderos de cabeza que su profesión le traía, se sentía
feliz al saberse útil, necesario.
Pero llega un día en que el Padre, en lugar de seguir comunicándonos su Palabra a través de los
profetas, la hace carne y sangre nuestra, la convierte en palabra humana que nos trae, en
directo, el latido de su corazón. El pueblo, al oír hablar a Jesús, empieza a decirse: “¿Qué es
esto? Este enseñar con autoridad es nuevo”; y nos cuenta el Evangelio que “su fama se
extendió en seguida por todas partes”. Es natural. Y, con la fama, la Buena Noticia de que Dios
es un Padre que nos ama, de que ya hay esperanza para nuestros sinsabores. Pero… ¿y el
profeta?; ¿qué pensará mientras tanto el profeta, al ver declinar su estrella ante el empuje de
este nuevo amanecer?...
Moraleja: No olvides profeta, que el mejor fruto de tu misión es, precisamente, ese, llegar a no
ser necesario. ¿Acaso la misión del cristiano no es precisamente esa: darle paso a Él, hacer
presente a Jesús? ¡Alegra, pues, esa cara, “cartero-profeta”, y únete a la fiesta!; porque Dios ya
ha amanecido y está presente en medio de su pueblo.
PARA TU REFLEXIÓN Y COLOQUIO:
¿De qué noticias eres portador para los demás?
¿Sabes llevar el mensaje de quien es la Buena Noticia que libera?