El Papa Francisco habla sobre el Evangelio del día que presenta el milagro de la multiplicación de los panes. Jesús alimenta a una gran multitud con solo cinco panes y dos pescados. El Papa explica que el pan de Dios es Jesús mismo y que al tomar la comunión con Él, recibimos su vida y nos hacemos hijos de Dios. El Papa insta a los fieles a ofrecer lo poco que tenemos, como el muchacho que ofreció sus panes y pescados, para que haya más amor y paz en el mundo.
Luisa de Marillac y cuidado de las personas ancianas
Folleto agosto
1. ADORACIÓN EUCARÍSTICA
VIERNES 7 DE AGOSTO DE 9 A 20 HORAS
Palabras del Papa Francisco antes de rezar el Ángelus
Domingo 26 de julio de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (Jn 6, 1-15) presenta el gran signo de la
multiplicación de los panes, en la narración del evangelista Juan. Jesús se
encuentra en la orilla del lago de Galilea, y está rodeado por “una gran
multitud”, atraída por los “signos que hacía curando a los enfermos” (v. 2).
En Él actúa el poder misericordioso de Dios, que cura todo mal del cuerpo y
del espíritu. Pero Jesús no es un sanador, es también maestro: en efecto sube
al monte y se si sienta, en la típica actitud del maestro cuando enseña: sube
sobre aquella “cátedra” natural creada por su Padre celestial. Llegado a este
punto Jesús, que sabe bien lo que está por hacer, pone a la prueba a sus
discípulos. ¿Qué hacer para dar de comer a toda aquella gente? Felipe, uno
de los Doce, hace un rápido cálculo: organizando una colecta, se podrán
recoger, al máximo, doscientos denarios para comprar el pan que, sin
embargo, no alcoganzaría para dar de comer a cinco mil personas.
Los discípulos razonan en términos de “mercado”, pero Jesús, a la lógica del comprar,
sustituye aquella otra lógica, la lógica del dar. Las dos lógicas, ¿no? La del comprar y la del
dar. Y he aquí que Andrés, otro de los Apóstoles, hermano de Simón Pedro, presenta a un
muchacho que pone a disposición todo lo que tiene: cinco panes y dos pescados; pero
ciertamente – dice Andrés – son nada para aquella gente (Cfr. v. 9).
Pero Jesús esperaba precisamente esto. Ordena a los discípulos que hagan sentar a la gente,
después tomó aquellos panes y aquellos pescados, dio gracias al Padre y los distribuyó (Cfr.
v. 11). Estos gestos anticipan aquellos de la Última Cena, que dan al pan de Jesús su
significado más verdadero.
El pan de Dios es Jesús mismo. Tomando la Comunión con Él, recibimos su
vida en nosotros y llegamos a ser hijos del Padre celestial y hermanos entre
nosotros. Tomando la Comunión nos encontramos con Jesús, realmente vivo y
resucitado. Participar en la Eucaristía significa entrar en la lógica de Jesús, la
lógica de la gratuidad, de la participación. Y por más pobres que seamos, todos
podemos dar algo. “Tomar la Comunión” también significa tomar de Cristo la
gracia que nos hace capaces de compartir con los demás lo que somos y lo que
tenemos.
La multitud está sorprendida por el prodigio de la multiplicación de los panes;
pero el don que Jesús ofrece es plenitud de vida para el hombre hambriento.
Jesús sacia no sólo el hambre material, sino aquella más profunda, el hambre
de sentido de la vida, el hambre de Dios.
Frente al sufrimiento, a la soledad, a la pobreza y a las dificultades de tanta
gente, ¿qué podemos hacer nosotros? Lamentarse no resuelve nada, pero
podemos ofrecer lo poco que tenemos. Como aquel muchacho. Ciertamente
tenemos alguna hora de tiempo, algún talento, alguna competencia... ¿Quién de
nosotros no tiene sus “cinco panes y dos pescados”? Todos tenemos.
Si estamos dispuestos a ponerlos en las manos del Señor, bastarán para que en
el mundo haya un poco más de amor, de paz, de justicia y, sobre todo, de
alegría. ¡Cuán necesaria es la alegría en el mundo! Dios es capaz de multiplicar
nuestros pequeños gestos. Gestos de solidaridad y hacernos partícipes de su
don.
Que nuestra oración sostenga el empeño común para que jamás falte a nadie el
Pan del cielo que da la vida eterna y lo necesario para una vida digna, y para
que se afirme la lógica del compartir y del amor. Que la Virgen María nos
acompañe con su intercesión maternal.
Los materiales y vivencias de esta experiencia comunitaria se están
publicando en el blog:
http://adoracioneucaristicasanjose.blogspot.com/
2. “Lo que se necesita es que cada Parroquia
visite a Jesús en el Santísimo Sacramento
durante Horas Santas de oración"
(Hermana Teresa de Calcuta)
Nuestras vidas deben estar entrelazadas con la Eucaristía.
El Cristo que se nos ofrece bajo las apariencias de pan, y el
Cristo que se oculta bajo las semblanzas doloridas del
pobre es el mismo Jesús.
La Eucaristía y el pobre no son más queun mismo amor.
Para ser capaces dever, para ser capaces de amar,
Tenemos necesidad de una profundaunidad con Cristo,
de unaoración intensa.
(Hermana Teresa de Calcuta) del libro de Oraciones
El alimento de la verdad y la indigencia del hombre
No podemos permanecerpasivos ante ciertos procesos de globalización que con
frecuencia hacen crecerdesmesuradamente en todo el mundo la diferencia entre ricos
y pobres. Debemos denunciara quien derrocha las riquezas de la tierra, provocando
desigualdades que claman al cielo (cf. St 5,4). Porejemplo, es imposible permanecer
callados ante « las imágenes sobrecogedoras de los grandes campos de prófugos o de
refugiados —en muchas partes del mundo— concentrados en precarias condiciones
para librarse de una suerte peor, pero necesitados de todo. Estos seres humanos, ¿no
son nuestros hermanos y hermanas? ¿Acasosus hijos no vienen al mundo con las
mismas esperanzas legítimas de felicidad que los demás? ».[246]
El Señor Jesús, Pan de vida eterna, nos apremia y nos hace estaratentos a las
situaciones de pobreza en que se halla todavía gran parte de la humanidad:son
situaciones cuya causa implica a menudo un clara e inquietante responsabilidadpor
parte de los hombres. Enefecto, « sobre la base de datos estadísticos disponibles,se
puede afirmarque menos de la mitad de las ingentes sumas destinadas globalmente a
armamento sería más que suficiente para sacarde manera estable de la indigencia al
inmenso ejército de los pobres. Esto interpela a la conciencia humana. Nuestro común
compromiso porla verdad puede y tiene que darnueva esperanza a estas poblaciones
que viven bajo el umbral de la pobreza, mucho más a causa de situaciones que
dependen de las relaciones internacionales políticas, comerciales y culturales, que a
causa de circunstancias incontroladas ».[247]
El alimento de la verdad nos impulsa a denunciarlas situaciones indignas del hombre,
en las que a causa de la injusticia yla explotación se muere porfalta de comida, ynos
da nueva fuerza yánimo para trabajarsin descanso en la construcción de la civilización
del amor. Los cristianos han procurado desde el principio compartirsus bienes (cf. Hch
4,32) yayudara los pobres (cf. Rm 15,26). La colecta enlas asambleas litúrgicas no
sólo nos lo recuerda expresamente, sino que es también una necesidad muyactual.
Las instituciones eclesiales de beneficencia, en particular Caritas ensus diversos
ámbitos, prestan el precioso servicio de ayudara las personas necesitadas,sobre todo
a los más pobres. Estas instituciones, inspirándose en la Eucaristía, que es el
sacramento de la caridad,se convierten en su expresión concreta;porello merecen
todo encomio yestímulo porsu compromisosolidario en el mundo.
Benedicto XVI Sacramentus Caritatis, n. 90