HISPANIDAD - La cultura común de la HISPANOAMERICA
Hume
1. COLEGIO ECOLE. DPTO. FILOSOFÍA Pág. 1
DAVID HUME (1711-1776): LA CRÍTICA A LA METAFÍSICA Y A LA
FUNDAMENTACIÓN DE LA CIENCIA
0.- VIDA Y OBRA (Libro de texto pág. 243)
D. Hume nace en 1711 en Edimburgo. A instancias de su familia
estudia jurisprudencia, pero su verdadera pasión es la literatura y la
filosofía, por lo que marcha a Francia para estudiar estas disciplinas en
La Flèche. Posteriormente desempeñó los cargos de bibliotecario de la
Facultad de Derecho de Edimburgo secretario de la Embajada inglesa
en París y subsecretario de Estado. Murió en Edimburgo en 1776.
OBRAS principales:
Tratado sobre la naturaleza humana (1738) (Resumen, 1740)
Investigación sobre el entendimiento humano (1748)
Investigación sobre los principios de la moral (1752)
I.- TEORÍA DEL CONOCIMIENTO (libro punto 6.1.)
Experiencia, origen y límite del conocimiento.
Ideas e impresiones, objeto directo del conocimiento.
Asociación de ideas.
Tipos de conocimiento: relaciones de ideas y cuestiones de
hecho.
II.- CRÍTICA A LA METAFÍSICA (Libro pág. 246-248)
Crítica a la idea de causa
Crítica a la idea de substancia
Crítica a la idea de yo
Crítica a la idea de Dios
III.- CRÍTICA A LA FUNDAMENTACIÓN DE LA CIENCIA (Libro 6.3 y 6.4)
Problema lógico del método inductivo
Fenomenismo
Escepticismo
IV.- ÉTICA Y POLÍTICA (Libro 6.5 y 6.6)
Emotivismo moral: sentimiento determina conducta moral
Naturaleza humana, origen de los sentimientos morales
Utilitarismo social: perjuicio o beneficio social
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II – HUME (1711-1776) CRÍTICA A LA METAFÍSICA Y A LA
FUNDAMENTACIÓN DE LA CIENCIA.
I – EL CONOCIMIENTO
Al igual que Locke, Hume defiende que todo nuestro conocimiento
procede y se limita en/y por la experiencia, pero a diferencia de Locke
afirma que las ideas, objeto directo de conocimiento (contenido
inmediato de conocimiento), no se legitiman por proceder directamente
de la realidad externa. Así:
El conocimiento se estructura en:
- impresiones originales: percepciones fuertes y nítidas
- ideas, copias de impresiones: percepciones débiles y tenues
Toda idea (copia) tiene como original una impresión. Pero hay
muchas más ideas que impresiones. ¿Cómo explicarlo?
Si partimos de que la impresión es el criterio de validez de la
correspondiente idea, debemos admitir que nuestro conocimiento
fáctico se reduce a:
-impresiones actuales: de sensación y de reflexión
-ideas actuales de impresiones pretéritas: de memoria y de
imaginación
Pero ocurre que ciertos mecanismos mentales de asociación y
combinación entre ideas aumentan notablemente el número de éstas.
Los más conocidos mecanismos asociativos son:
-asociación por semejanza; asociación por contraste; asociación
por contigüidad (espacial).
Pero sobre todo hay otro tipo de asociación, no estudiado hasta ahora,
la que origina la relación entre la causa y el efecto. Por ejemplo,
percibimos la fluidez y profundidad del agua y la asociamos con el
consiguiente accidente mortal por ahogamiento (asociación por
conclusión causal).
Antes de examinar las consecuencias de esa problemática relación
causa/efecto, Hume aclara que nuestro conocimiento en general,
además del carácter fáctico o empírico, también comprende el
denominado conocimiento basado en las relaciones entre ideas. Este
tipo de relaciones se formula en proposiciones tautológicas (analíticas y
necesarias), cuya verdad puede ser conocida a priori, por lo que este
conocimiento queda exento de la crítica de Hume. Es el caso de las
matemáticas o la lógica, porque aunque las ideas que relaciona
proceden de la experiencia, como toda idea, sus relaciones son
independientes de la experiencia (p.ej. todo/partes).
Estudio aparte merecen las “cuestiones de hecho” cuya verdad sólo es
conocida “a posteriori” y sólo se justifican en las impresiones. A este
conocimiento pertenecen las ciencias empíricas, la filosofía moral, la
ética y todas las disciplinas relativas a los hechos.
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II - CRÍTICA DE LA METAFÍSICA.
En relación con su crítica causal, Hume comienza su demoledora
destrucción de la metafísica, terminando con una tradición de siglos
desde Heráclito hasta Leibniz. Esta destrucción supone:
-la crítica a la idea de causa.
-la crítica a la idea de substancia.
-la crítica a la idea de Dios.
-la crítica a la idea de yo.
CRÍTICA A LA IDEA DE CAUSA:
Para intentar legitimar la idea de “causalidad” o relación necesaria entre
causa (fenómeno antecedente) y efecto (fenómeno consecuente) debemos
acudir como siempre a la correspondiente impresión. Así, ¿de qué
tenemos impresión en una relación causal’? Por ejemplo, entre una
cuerda y una campana.
- Tenemos impresión de prioridad temporal; antes se da la causa y
después el efecto. O bien
- Tenemos impresión de contigüidad espacial: se da un contacto entre
causa y efecto. O bien
- Tenemos impresión de conjunción constante: en el pasado siempre
ocurrió así.
¿Bastan estas tres impresiones para legitimar la causalidad? Hume
piensa que no, pues haría falta además una cuarta impresión: la de la
conexión necesaria entre causa y efecto, y no tenemos impresión de
necesidad alguna.
Al no existir impresión de necesidad, la idea de causa no es válida
desde el punto de vista del conocimiento fáctico. ¿Será acaso la
causalidad una relación entre ideas? No es posible, pues tendría que
existir demostración categórica de esa relación. Y en este caso y en
otros similares de carácter empírico, nunca será demostración, pues allí
donde algo se demuestra, lo contrario es siempre imposible y absurdo,
condiciones que no se dan en las cuestiones de hecho, en las que
siempre se puede imaginar un efecto contrario o distinto al previsto, o lo
que es lo mismo, pensar que el futuro no deba necesariamente
ajustarse al presente, con lo cual no es posible demostrar nada en el
terreno de los hechos.
Si la causalidad no es cuestión de hecho constatada mediante
impresión, ni relación entre ideas, no tiene valor lógico alguno.
CRÍTICA A LA IDEA DE SUBSTANCIA:
Entendida la substancia como realidad externa independiente de
nuestras impresiones, Hume considera que esta idea no se legitima en
ninguna impresión: no tenemos impresión alguna de substancia; sólo
de múltiples accidentes o modificaciones (ej. del melocotón). Lo único
que conocemos, de lo que recibimos impresiones, son esos accidentes,
que nos llevan a imaginar o suponer que por debajo de ellos hay eso
que llamamos substancia. Quien crea esta idea ficticia de substancia es
nuestra imaginación, que integra la pluralidad de accidentes y los
predica o atribuye a ese pretendido soporte o substancia (queda la
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substancia reducida a una idea compleja y abstracta que no se
corresponde con ninguna impresión). Donde Locke decía que la
substancia es un no sé qué, Hume afirma que sé que no.
CRÍTICA A LA IDEA DE YO O RES COGITANS
Tampoco tenemos impresión alguna que se refiera a la identidad o
permanencia de la substancia pensante o mente.
También aquí nuestra imaginación, pero sobre todo nuestra memoria,
pone identidad y permanencia donde sólo hay sucesión: así, las
afecciones o modificaciones mentales (pasiones, emociones) “aparecen y
desaparecen en nuestra mente como los actores en el escenario de un
teatro”; pero nosotros agavillamos (trigo) con nuestra imaginación
(cuerda) esos diferentes estados psíquicos y les atribuimos permanencia
y estabilidad en todo tiempo. “Como aquel barquero que tras hacer a lo
largo del tiempo modificaciones y reparar absolutamente su barca,
sigue creyendo que es la misma de siempre”.
CRÍTICA A LA IDEA DE DIOS O RES INFINITA
Tampoco tenemos forma de legitimar la idea de un ser infinito,
transcendente al mundo y omnipotente (Dios); en efecto, tal idea de la
existencia divina es necesariamente cuestión de hecho (la existencia de
un ser va ligada a la impresión correspondiente) y necesita identificar
tal impresión para justificar la idea correspondiente.
Además y en relación a las pruebas a posteriori de tal existencia divina,
todas ellas basadas en el principio de causalidad, si este principio no se
legitima entre fenómenos físico-naturales, mucho menos se puede
aplicar a razonamientos donde la pretendida relación causa/efecto no
es directamente observable.
Como conclusión, declaradas ilegítimas las tres substancias
cartesianas (y de toda la metafísica occidental), la metafísica es un
saber imposible, incluso nefasto, que debe ser desterrado cuanto antes
del mundo de las ciencias.
III – CRÍTICA A LA FUNDAMENTACIÓN DE LA CIENCIA
Destruido uno de los pilares de la ciencia (el principio de causalidad),
queda por liquidar otro pilar importante: el método inductivo.
La inducción es un procedimiento lógico que permite generalizar
resultados y comportamientos a partir de la abstracción de ciertos
fenómenos o hechos particulares. Este paso de lo particular
(uno/alguno) a lo general (todos) no está justificado desde el punto de
vista lógico según Hume; pues lo que se dice o atribuye a una parte no
se puede atribuir sin más al todo; no vale tampoco acudir al principio
de “uniformidad” de la naturaleza (ante las mismas causas se siguen los
mismos efectos) pues estamos ante otro caso de generalización
infundada.
Desde la crítica de Hume a la inducción, el problema lógico subyacente se
denomina Problema de Hume o Problema de Inducción.
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Despojada la ciencia natural de sus dos grandes apoyos (la causalidad y
la inducción) pierde rigor lógico y las características de necesidad y
universalidad (todo lo que ocurre en la experiencia puede ocurrir de
forma diferente), quedando así reducido el conocimiento científico al
hábito o costumbre de creer que las cosas en el futuro van a ocurrir
como en el presente o en el pasado. Esta creencia o fe (belief) en todo el
universo de la ciencia queda así equiparada a una especie de religión o
ideología.
Desemboca así este radical empirismo de Hume en un absoluto
fenomenismo y un extremado escepticismo (el problema excede la
capacidad de nuestro entendimiento).
Fenomenismo porque desconocemos el origen y fundamento de
nuestras impresiones; sólo podemos conocer lo que se nos aparece, el
fenómeno. Las posiciones empiristas llevadas por Hume nos ponen en
situación de no poder fundamentar el conocimiento. Sólo tiene valor lo
obtenido a través de las impresiones pero no conocemos la procedencia
de éstas. Se entiende por escepticismo la incapacidad del entendimiento
humano para llegar al fundamento del conocimiento.
IV- LA ÉTICA
Entendido el conocimiento como relaciones entre ideas o cuestiones de
hecho, encontramos que los juicios morales no pretenden ser una cosa ni la
otra, pues someten los hechos a una valoración, no se limitan a enunciarlos.
Para Hume la valoración procede de la interioridad del individuo, pero dado
que no hay yo, lo único propio del sujeto son impresiones de reflexión, en su
mayoría sentimientos. Éstos son la única base sobre la que se puede
fundamentar la moral. Cuando emitimos un juicio de valor sobre un hecho, lo
único que hacemos es expresar los sentimientos que nos produce ese hecho,
sean de agrado o desagrado. A esta postura se la conoce como emotivismo
moral.
El motivo del agrado o desagrado de las acciones viene dado por su
utilidad social: nos agrada lo que resulta socialmente útil y nos desagrada lo
que es socialmente perjudicial. La felicidad y bienestar individual es
inseparable de la felicidad y el bienestar común, y es esta comunidad el
fundamento y raíz de la moral. A las posturas que pretenden fundamentar la
moral en base a la utilidad que reporta se las conoce como utilitaristas.
En su teoría sobre el origen de la sociedad Hume considera que ésta
surge por utilidad a partir de la familia. No cree que tenga un origen natural,
sino como administrador de justicia para una sociedad. La obediencia política
de los súbditos a un régimen establecido o a un jefe viene dado también por la
utilidad.
Un elemento importante en la concepción de la moral de Hume es la
simpatía. La comunicación de estados de ánimos entre los hombres es un
hecho, que según Hume surge como una impresión de reflexión por
contigüidad o por semejanza. El hecho de pertenecer a la naturaleza humana
nos aporta una serie de semejanzas con otros hombres que nos permiten
hacernos cargo de su estado de ánimo. Esto sucede aún más si estamos en
relación con las personas, es decir, que exista una contigüidad entre ellas y
nosotros.