La carta es una inspiración de Santa Mónica a su hijo San Agustín desde el cielo para consolarlo ante la muerte con la perspectiva de la eternidad. Santa Mónica le pide a San Agustín que no llore si la ama y le describe las maravillas del cielo, asegurándole que se volverán a encontrar allí cuando él muera. Le pide que enjugue sus lágrimas y no llore, ya que si la ama la volverá a ver en el paraíso.