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La
Cenicienta
Había una vez una bella joven que, después de quedarse huérfana
de padre y madre, tuvo que vivir con su madrastra y las dos hijas que
tenía ésta.
Las tres mujeres eran tan malas y tan egoístas que se quedaban cada día
más feas. La bella joven era explotada por ellas. Era ella quien hacía
todo el trabajo más duro de la casa. Además de cocinar, fregar, etc.,
ella también tenía que cortar leña y encender la chimenea. Así sus
vestidos estaban siempre manchados de ceniza, por lo que todos la
llamaban Cenicienta.
Un día se oía por todas partes de la ciudad que el príncipe de aquel
país había regresado.
El rey, muy contento, iba a dar una gran fiesta a la que iba a invitar a
todas las jóvenes del reino, con la esperanza de que el príncipe
encontrara en una de ellas, la esposa que deseaba.
En la casa de Cenicienta, sus hermanastras empezaban a prepararse
para la gran fiesta. Y decían a Cenicienta:
- Tú, no irás. Te quedarás limpiando la casa y preparando la cena para
cuando volvamos.
El día del baile había llegado. Cenicienta vio partir a sus hermanastras al
Palacio Real y se puso a llorar porque se sentía muy triste y sola. Pero,
de pronto, se le apareció un Hada que le dijo:
- Querida niña, sécate tus lágrimas porque tú también irás al baile.
Y le dijo Cenicienta:
- Pero, ¿cómo?, si no tengo vestido ni zapatos, ni carruaje para llevarme?
Y el hada, con su varita mágica, transformó una calabaza en carruaje,
unos ratoncillos en preciosos caballos, y a Cenicienta en una maravillosa
joven que más se parecía a una princesa.
Y le avisó:
- Tú irás al baile, pero con una condición: cuando el reloj del Palacio dé
las doce campanadas, tendrás que volver enseguida porque el hechizo se
acabará.
Hermosa y feliz, Cenicienta llegó al Palacio. Y cuando entró al salón de
baile, todos se pararon para mirarla. El príncipe se quedó enamorado de
su belleza y bailó con ella toda la noche.
Pero, al cabo de algunas horas, el reloj del Palacio empezó a sonar y
Cenicienta se despidió del príncipe, cruzó el salón, bajó la escalera y
entró en el carruaje en dirección a su casa.
Con las prisas, ella perdió uno de sus zapatos de cristal que el príncipe
recogió sin entender nada.
Al día siguiente, el príncipe ordenó a los guardias que encontraran a la
señorita que pudiera calzar el zapato. Los guardias recorrieron todo el
reino.
Todas las doncellas se probaron el zapato pero a nadie le sirvió. Al fin
llegaron a la casa de Cenicienta. Y cuando ésta se lo puso todos vieron
que le estaba perfecto.
Y fue así cómo Cenicienta volvió a encontrarse con el príncipe, se
casaron, y vivieron muy felices.

FIN
Blancanives
y los
Siete
enanitos
En un lugar muy lejano vivía una hermosa princesa que se llamaba
Blancanieves. Vivía en un castillo con su madrastra, una mujer muy mala
y vanidosa, que lo único que quería era ser la mujer más hermosa del
reino.
Todos los días preguntaba a su espejo mágico quién era la más bella del
reino, al que el espejo contestaba:
- Tú eres la más hermosa de todas las mujeres, reina mía.
El tiempo fue pasando hasta que un día el espejo mágico contestó
que la más bella del reino era Blancanieves. La reina, llena de furia y de
rabia, ordenó a un cazador que llevase a Blancanieves al bosque y que la
matara. Y como prueba traería su corazón en un cofre.
El cazador llevó a Blancanieves al bosque pero cuando allí llegaron él
sintió lástima de la joven y le aconsejó que se marchara muy lejos del
castillo, llevando en el cofre el corazón de un jabalí.
Blancanieves, al verse sola, sintió mucho miedo porque tuvo que pasar la
noche andando por la oscuridad del bosque. Al amanecer, descubrió
una preciosa casita. Entró sin pensarlo dos veces. Los muebles y objetos
de la casita eran pequeñísimos. Había siete platitos en la mesa, siete
vasitos, y siete camitas en la alcoba, dónde Blancanieves, después de
juntarlas, se acostó quedando profundamente dormida durante todo el
día.
Al atardecer, llegaron los dueños de la casa. Eran siete enanitos que
trabajaban en unas minas. Se quedaron admirados al descubrir a
Blancanieves. Ella les contó toda su triste historia y los enanitos la
abrazaron y suplicaron a la niña que se quedase con ellos. Blancanieves
aceptó y se quedó a vivir con ellos. Eran felices.
Mientras tanto, en el castillo, la reina se puso otra vez muy furiosa al
descubrir, a través de su espejo mágico, que Blancanieves todavía vivía
y que aún era la más bella del reino. Furiosa y vengativa, la cruel
madrastra se disfrazó de una inocente viejecita y partió hacia la casita
del bosque.
Allí, cuando Blancanieves estaba sola, la malvada se acercó y
haciéndose pasar por buena ofreció a la niña una manzana envenenada.
Cuando Blancanieves dio el primer bocado, cayó desmayada, para
felicidad de la reina mala.
Por la tarde, cuando los enanitos volvieron del trabajo, encontraron a
Blancanieves tendida en el suelo, pálida y quieta, y creyeron que estaba
muerta. Tristes, los enanitos construyeron una urna de cristal para que
todos los animalitos del bosque pudiesen despedirse de Blancanieves.
Unos días después, apareció por allí un príncipe a lomos de un caballo.
Y nada más contemplar a Blancanieves, quedó prendado de ella. Al
despedirse besándola en la mejilla, Blancanieves volvió a la vida, pues el
beso de amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la
malvada reina.
La malvada reina, al ver esto por su espejo mágico, se puso muy nerviosa,
tanto, que se le cayó al suelo el espejo. Al romperse, la malvada reina
desapareció al igual que sus hechizos.
Blancanieves se casó con el príncipe y desde entonces todos pudieron
vivir felices.

FIN
La ratita
presumida
Érase una vez, una ratita que era muy presumida. Un día la ratita estaba
barriendo su casita, cuando de repente en el suelo vio algo que
brillaba... era una moneda de oro.
La ratita la recogió del suelo y se puso a pensar qué se compraría con la
moneda. "Ya sé me compraré caramelos... ¡uy, no, que me dolerán los
dientes!. Pues me compraré pasteles... ¡uy no que me dolerá la
barriguita!. Ya lo sé me compraré un lacito de color rojo para mi rabito."
La ratita se guardó su moneda en el bolsillo y se fue al mercado. Una vez
en el mercado le pidió al tendero un trozo de su mejor cinta roja. La
compró y volvió a su casita. Al día siguiente cuando la ratita presumida
se levantó se puso su lacito en la colita y salió al balcón de su casa. En
eso que aparece un gallo y le dice: "Ratita, ratita tú que eres tan bonita,
¿te quieres casar conmigo?". Y la ratita le respondió: "No sé, no sé, ¿tú
por las noches qué ruido haces?"
Y el gallo le dice: "quiquiriquí". "Ay no, contigo no me casaré que no me
gusta el ruido que haces". Se fue el gallo y apareció un perro. "Ratita,
ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?". Y la ratita le
dijo: "No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces?". "Guau, guau".
"Ay no, contigo no me casaré que ese ruido me asusta". Se fue el perro y
apareció un cerdo. "Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres
casar conmigo?". Y la ratita le dijo: "No sé, no sé, ¿y tú por las noches
qué ruido haces?". "Oink, oink". "Ay no, contigo no me casaré que ese
ruido es muy ordinario".
El cerdo desaparece por donde vino y llega un gato blanco.Y le dice a la
ratita: "Ratita, ratita tú que eres tan bonita ¿te quieres casar conmigo?".
Y la ratita le dijo: "No sé, no sé, ¿y tú qué ruido haces por las noches?". Y
el gatito con voz suave y dulce le dice: "Miau, miau". "Ay sí contigo me
casaré que tu voz es muy dulce." Y así se casaron la ratita presumida y el
gato blanco de dulce voz.
Los dos juntos fueron felices y comieron perdices y colorín colorado
este cuento se ha acabado.

FIN
La
Sirenita
En el fondo de los océanos había un precioso palacio en el cual vivía el
Rey del Mar junto a sus cinco hijas, bellísimas sirenas. La más joven, la
Sirenita, además de ser la más hermosa, poseía una voz maravillosa.
Cuando cantaba, todos los habitantes del fondo del mar acudían para
escucharla. Además de cantar, Sirenita soñaba con salir a la superficie
para ver el cielo y conocer el mundo de los hombres, como lo relataban
sus hermanas.
Pero su padre le decía que solo cuando cumpliera los 15 años tendría su
permiso para hacerlo. Pasados los años, finalmente llegaron el
cumpleaños y el regalo tan deseados.
Sirenita por fin pudo salir a respirar el aire y ver el cielo, después de oír
los consejos de su padre: "Recuerda que el mundo de arriba no es el
nuestro, sólo podemos admirarlo. Somos hijos del mar. Sé prudente y no
te acerques a los hombres".
Y al emergerse del agua Sirenita se quedó de boca abierta. Todo era
nuevo para ella. Y todo era hermoso, ¡fascinante! Sirenita era
feliz. Pasados unos minutos, Sirenita pudo observar, con asombro, que
un barco se acercaba y paraba.
Se puso a escuchar voces. Y pensó en lo cuanto le gustaría hablar con
ellos.
Pero miró a su larga cola y comprendió que eso era imposible. Continuó
mirando al barco. A bordo había una gran fiesta de aniversario. El
capitán del barco cumplía veinte años de edad.
Sirenita se quedó atónita al ver el joven. Era alto, moreno, de porte real,
y sonreía feliz. La sirenita sintió una extraña sensación de alegría y
sufrimiento a la vez.
Algo que jamás había sentido en su corazón. La fiesta seguía hasta que
repentinamente un viento fuerte agitó las olas, sacudiendo y
posteriormente volcando el barco. Sirenita vio como el joven capitán
caía al mar.
Nadó lo que pudo para socorrerlo, hasta que le tuvo en sus brazos.
El joven estaba inconsciente, pero Sirenita nadó lo que pudo para
llevarlo hasta tierra. Depositó el cuerpo del joven sobre la arena de la
playa y estuvo frotando sus manos intentando despertarlo.
Pero un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a refugiarse
en el mar. Desde el mar, vio como el joven recobraba el conocimiento y
agradecía, equivocadamente, a una joven dama por haberle salvado la
vida.
Sirenita volvió a la mansión paterna y les contó toda su experiencia.
Después pasó días llorando en su habitación. Se había enamorado del
joven capitán pero sentía que jamás podría estar con él.
Días después, Sirenita acudió desesperada a la casa de la Hechicera de
los Abismos. Quería deshacerse de su cola de pez a cualquier precio. E
hicieron un trato: Sirenita tendría dos piernas a cambio de regalar su
hermosa voz a la hechicera que le advirtió: "Si el hombre que amas se
casa con otra, tu cuerpo desaparecerá en el agua como la espuma de
una ola".
Asintiendo a las condiciones de la hechicera, Sirenita bebió la pócima
mágica e inmediatamente perdió el conocimiento. Cuando despertó se
encontraba tendida en la arena de la playa, y a su lado estaba el joven
capitán que intentaba ayudarla a levantarse. Y le dijo: "te llevaré al
castillo y te curaré".
Durante los días siguientes, Sirenita pasó a vestirse como una dama, y
acompañaba al príncipe en sus paseos. Era invitada a los bailes de la
corte pero como no podía hablar, no podía explicar al príncipe lo que
había sucedido en la noche que le salvó.
El príncipe no paraba de pensar en la dama que pensaba haber salvado
su vida y Sirenita se daba cuenta de eso. Pero el destino le reservaba
otra sorpresa.
Un día, avistaron un gran barco que se acercaba al puerto. El barco
traía una desconocida que enseguida llamó la atención del príncipe.
Sirenita sintió un agudo dolor en su corazón, y sintió que perdería a su
príncipe para siempre.
El príncipe quedó prendado de la joven desconocida, que no era otra
que la bruja disfrazada, y al haberle robado su voz, el príncipe creyó que
era su salvadora y se enamoró de ella.
Le pidió matrimonio, y para celebrarlo fueron invitados a hacer un gran
viaje por mar al día siguiente, acompañados también por la Sirenita.
Al caer la noche, Sirenita, recordando el acuerdo que había hecho con
la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el
mar, hasta que escuchó la llamada de sus hermanas.
- ¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus hermanas!. Escucha con
atención, hay una forma de romper el hechizo y recuperar la voz que la
bruja te ha robado. Si besas al príncipe conseguirás que se enamore de
ti y se rompa el encantamiento.
La Sirenita corrió y corrió hasta el gran salón donde iba a comenzar la
ceremonia de boda. Se lanzó a los brazos del príncipe y le besó, dejando
a todos boquiabiertos.
La hechicera recuperó su desagradable voz y aspecto, y la Sirenita pudo
explicar lo que había ocurrido realmente. La bruja fue encerrada en el
calabozo, y el príncipe se disculpó con la Sirenita.
Esa misma tarde se celebró la boda entre la Sirenita y el príncipe, y
todos cantaron para celebrar su amor.

FIN
La bella
Y
La bestia
Erase una vez un mercader que antes de irse para un largo viaje de
negocios, llamó a sus tres hijas para preguntarles qué querían que les
trajera a cada una como regalo.
La primera pidió un vestido de brocado, la segunda un collar de perlas y
la tercera, que se llamaba Bella y era la más gentil, le dijo a su padre: "Me
bastará una rosa cortada con tus manos."
El mercader partió y, una vez ultimados sus asuntos, se dispuso a volver
cuando una tormenta le pilló desprevenido. El viento soplaba gélido y su
caballo avanzaba fatigosamente. Muerto de cansancio y de frío, el
mercader de improviso vio brillar una luz en medio del bosque.
A medida que se acercaba a ella, se dio cuenta que estaba llegando a un
castillo iluminado. "Confío en que puedan ofrecerme hospitalidad", dijo
para sí esperanzado. Pero al llegar junto a la entrada, se dio cuenta de
que la puerta estaba entreabierta y, por más que llamó, nadie acudió a
recibirlo.
Entró decidido y siguió llamando. En el salón principal había una mesa
iluminada con dos candelabros y llena de ricos manjares dispuestos para
la cena. El mercader, tras meditarlo durante un rato, decidió sentarse a
la mesa; con el hambre que tenía consumió en breve tiempo una
suculenta cena. Después, todavía intrigado, subió al piso superior. A
uno y otro lado de un pasillo largísimo, asomaban salones y habitaciones
maravillosos.
En la primera de estas habitaciones chisporroteaba alegremente una
lumbre y había una cama mullida que invitaba al descanso. Era tarde y el
mercader se dejó tentar; se echó sobre la cama y quedó dormido
profundamente.
Al despertar por la mañana, una mano desconocida había depositado a
su lado una bandeja de plata con una cafetera humeante y fruta.
El mercader desayunó y, después de asearse un poco, bajó para darle las
gracias a quien generosamente lo había hospedado. Pero al igual que la
noche anterior, no encontró a nadie y, agitando la cabeza ante tan
extraña situación, se dirigió al jardín en busca de su caballo que había
dejado atado a un árbol, cuando un hermoso rosal atrajo su atención.
Se acordó entonces de la promesa hecha a Bella, e inclinándose cortó
una rosa.
Inesperadamente, de entre la espesura del rosal, apareció una bestia
horrenda que iba vestida con un bellísimo atuendo; con voz profunda y
terrible le amenazó: " ¡Desagradecido! Te he dado hospitalidad, has
comido en mi mesa y dormido en mi cama y, en señal de agradecimiento,
¿vas y robas mis rosas preferidas? ¡Te mataré por tu falta de
consideración!"
El mercader, aterrorizado, se arrodilló temblando ante la fiera:
¡Perdóname! ¡Perdóname la vida! Haré lo que me pidas! ¡La rosa era para
mi hija Bella, a la que prometí llevársela de mi viaje!"
La bestia retiró su garra del desventurado. “Te dejaré marchar con la
condición de que me traigas a tu hija." El mercader, asustado, prometió
obedecerle y cumplir su orden. Cuando el mercader llegó a casa
llorando, fue recibido por sus tres hijas, pero después de haberles
contado su terrorífica aventura, Bella lo tranquilizó diciendo: " Padre
mío, haré cualquier cosa por ti.
No debes preocuparte, podrás mantener tu promesa y salvar así la vida!
¡Acompáñame hasta el castillo y me quedaré en tu lugar!" El padre
abrazó a su hija: "Nunca he dudado de tu amor por mí.
De momento te doy las gracias por haberme salvado la vida.
Esperemos que después..."
De esta manera, Bella llegó al castillo y la Bestia la acogió de forma
inesperada: fue extrañamente gentil con ella. Bella, que al principio
había sentido miedo y horror al ver a la Bestia, poco a poco se dio
cuenta de que, a medida que el tiempo transcurría, sentía menos
repulsión.
Le fue asignada la habitación más bonita del castillo y la muchacha
pasaba horas y horas bordando cerca del fuego. La Bestia, sentada
cerca de ella, la miraba en silencio durante largas veladas y, al cabo de
cierto tiempo empezó a decirles palabras amables, hasta que Bella se
apercibió sorprendida de que cada vez le gustaba más su conversación.
Los días pasaban y sus confidencias iban en aumento, hasta que un día
la Bestia osó pedirle a Bella que fuera su esposa. Bella, de momento
sorprendida, no supo qué responder.
Pero no deseó ofender a quien había sido tan gentil y, sobre todo, no
podía olvidar que fue ella precisamente quien salvó con su sacrificio la
vida de su padre.
"¡No puedo aceptar!" empezó a decirle la muchacha con voz temblorosa,
“Si tanto lo deseas..." "Entiendo, entiendo. No te guardaré rencor por tu
negativa."
La vida siguió como de costumbre y este incidente no tuvo mayores
consecuencias. Hasta que un día la Bestia le regaló a Bella un bonito
espejo de mágico poder. Mirándolo, Bella podía ver a lo lejos a sus seres
más queridos.
Al regalárselo, el monstruo le dijo: "De esta manera tu soledad no será
tan penosa". Bella se pasaba horas mirando a sus familiares. Al cabo de
un tiempo se sintió inquieta, y un día la Bestia la encontró derramando
lágrimas cerca de su espejo mágico. "¿Qué sucede?" quiso saber el
monstruo. "¡ Mi padre está muy enfermo, quizá muriéndose! ¡Oh!
Desearía tanto poderlo ver por última vez!" "¡Imposible! ¡Nunca dejarás
este castillo!" gritó fuera de sí la Bestia, y se fue.
Al poco rato volvió y con voz grave le dijo a Bella: "Si me prometes que a
los siete días estarás de vuelta, te dejaré marchar para que puedas ver a
tu padre." ¡Qué bueno eres conmigo! Has devuelto la felicidad a una hija
devota." le agradeció Bella feliz.
El padre, que estaba enfermo más que nada por el desasosiego de tener
a su hija prisionera de la Bestia en su lugar, cuando la pudo abrazar, de
golpe se sintió mejor, y poco a poco se fue recuperando.
Los días transcurrían deprisa y el padre finalmente se levantó de la
cama curado. Bella era feliz y se olvidó por completo de que los siete
días habían pasado desde su promesa. Una noche se despertó
sobresaltada por un sueño terrible. Había visto a la Bestia muriéndose,
respirando con estertores en su agonía, y llamándola: "¡Vuelve! ¡Vuelve
conmigo!" Fuese por mantener la promesa que había hecho, fuese por un
extraño e inexplicable afecto que sentía por el monstruo, el caso es que
decidió marchar inmediatamente. "¡Corre, corre caballito!" decía
mientras fustigaba al corcel por miedo de no llegar a tiempo…
Al llegar al castillo subió la escalera y llamó. Nadie respondió; todas las
habitaciones estaban vacías. Bajó al jardín con el corazón encogido por
un extraño presentimiento. La Bestia estaba allí, reclinada en un árbol,
con los ojos cerrados, como muerta. Bella se abalanzó sobre el monstruo
abrazándolo: "No te mueras! No te mueras! Me casaré contigo!"
Tras esas palabras, aconteció un prodigio: el horrible hocico de la Bestia
se convirtió en la figura de un hermoso joven.
"¡Cuánto he esperado este momento! Una bruja maléfica me transformó
en un monstruo y sólo el amor de una joven que aceptara casarse
conmigo, tal cual era, podía devolverme mi apariencia normal.
Se celebró la boda, y el joven príncipe quiso que, para conmemorar
aquel día, se cultivasen en su honor sólo rosas en el jardín. He aquí
porqué todavía hoy aquel castillo se llama "El Castillo de la Rosa".

FIN
La bella
durmiente
Hace muchos años, en un reino lejano, una reina dio a luz una hermosa
niña. Para la fiesta del bautizo, los reyes invitaron a todas las hadas del
reino pero, desgraciadamente, se olvidaron de invitar a la más malvada.
Aunque no haya sido invitada, la hada maligna se presentó al castillo y, al
pasar delante de la cuna de la pequeña, le puso un maleficio diciendo: "
Al cumplir los dieciséis años te pincharás con un huso y morirás".
Al oír eso, un hada buena que estaba cerca, pronunció un
encantamiento a fin de mitigar la terrible condena: "Al pincharse en vez
de morir, la muchacha permanecerá dormida durante cien años y sólo el
beso de un buen príncipe la despertará."
Pasaron los años y la princesita se convirtió en una muchacha muy
hermosa. El rey había ordenado que fuesen destruidos todos los husos
del castillo con el fin de evitar que la princesa pudiera pincharse.
Pero eso de nada sirvió. Al cumplir los dieciséis años, la princesa acudió
a un lugar desconocido del castillo y allí se encontró con una vieja sorda
que estaba hilando.
La princesa le pidió que le dejara probar. Y ocurrió lo que el hada mala
había previsto: la princesa se pinchó con el huso y cayó fulminada al
suelo.
Después de variadas tentativas nadie consiguió vencer el maleficio y la
princesa fue tendida en una cama llena de flores. Pero el hada buena no
se daba por vencida.
Tuvo una brillante idea. Si la princesa iba a dormir durante cien años,
todos del reino dormirían con ella. Así, cuando la princesa despertarse
tendría a todos a su alrededor.
Y así lo hizo. La varita dorada del hada se alzó y trazó en el aire una
espiral mágica. Al instante todos los habitantes del castillo se
durmieron.
En el castillo todo había enmudecido. Nada se movía, ni el fuego ni el
aire. Todos dormidos.
Alrededor del castillo, empezó a crecer un extraño y frondoso bosque
que fue ocultando totalmente el castillo en el transcurso del tiempo.
Pero al término del siglo, un príncipe, que estaba de caza por allí, llegó
hasta sus alrededores. El animal herido, para salvarse de su perseguidor,
no halló mejor escondite que la espesura de los zarzales que rodeaban el
castillo.
El príncipe descendió de su caballo y, con su espada, intentó abrirse
camino. Avanzaba lentamente porque la maraña era muy densa.
Descorazonado, estaba a punto de retroceder cuando, al apartar una
rama, vio algo...
Siguió avanzando hasta llegar al castillo. El puente levadizo estaba
bajado. Llevando al caballo sujeto por las riendas, entró, y cuando vio a
todos los habitantes tendidos en las escaleras, en los pasillos, en el patio,
pensó con horror que estaban muertos.
Luego se tranquilizó al comprobar que sólo estaban dormidos.
"¡Despertad! ¡Despertad!", chilló una y otra vez, pero fue en vano. Cada
vez más extrañado, se adentró en el castillo hasta llegar a la habitación
donde dormía la princesa.
Durante mucho rato contempló aquel rostro sereno, lleno de paz y
belleza; sintió nacer en su corazón el amor que siempre había esperado
en vano.
Emocionado, se acercó a ella, tomó la mano de la muchacha y
delicadamente la besó... Con aquel beso, de pronto la muchacha se
despertó y abrió los ojos, despertando del larguísimo sueño.
Al ver frente a sí al príncipe, murmuró: “¡Por fin habéis llegado! En mis
sueños acariciaba este momento tanto tiempo esperado". El
encantamiento se había roto.
La princesa se levantó y tendió su mano al príncipe. En aquel momento
todo el castillo despertó. Todos se levantaron, mirándose sorprendidos y
diciéndose qué era lo que había sucedido.
Al darse cuenta, corrieron locos de alegría junto a la princesa, más
hermosa y feliz que nunca. Al cabo de unos días, el castillo, hasta
entonces inmerso en el silencio, se llenó de música y de alegres risas con
motivo de la boda.

FIN
Peter Pan
En las afueras de la ciudad de Londres, vivían tres hermanos: Wendy,
Juan, y Miguel. A Wendy, la hermana mayor, le encantaba contar
historias a sus hermanitos.
Y casi siempre eran sobre las aventuras de Peter Pan, un amigo que de
vez en cuando la visitaba. Una noche, cuando estaban a punto de
acostarse, una preciosa lucecita entró en la habitación.
Y dando saltos de alegría, los niños gritaron:
- ¡¡Es Peter Pan y Campanilla!!
Después de los saludos, Campanilla echó polvitos mágicos en los
tres hermanos y ellos empezaron a volar mientras Peter Pan les decía:
- ¡Nos vamos al País de Nunca Jamás!
Los cinco niños volaron, volaron, como las cometas por el cielo. Y
cuando se encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les
señaló:
- Allí está el barco del temible Capitán Garfio.
Y dijo a Campanilla:
- Por favor, Campanilla, lleva a mis amiguitos a un sitio más abrigado,
mientras yo me libro de este pirata pesado.
Pero Campanilla se sentía celosa de las atenciones que Peter tenía para
con Wendy. Así que llevó a los niños a la isla y mintió a los Niños
Perdidos diciendo que Wendy era mala. Creyendo las palabras del hada,
ellos empezaron a decir cosas desagradables a la niña. Menos mal que
Peter llegó a tiempo para pararles. Y les preguntó:
- ¿Por qué tratan mal a mi amiga Wendy?
Y ellos contestaron:
- Es que Campanilla nos dijo que ella era mala.
Peter Pan se quedó muy enfadado con Campanilla y le pidió
explicaciones. Campanilla, colorada y arrepentida, pidió perdón a Peter
y a sus amigos por lo que hizo.
Pero la aventura en el País de Nunca Jamás solo acababa de empezar.
Peter llevó a sus amiguitos a visitaren la aldea de los indios Sioux. Allí,
encontraron al gran jefe muy triste y preocupado. Y después de que
Peter Pan le preguntara sobre lo sucedido, el gran jefe le dijo:
- Estoy muy triste porque mi hija Lili salió de casa por la mañana y hasta
ahora no la hemos encontrado.
Como Peter era el que cuidaba de todos en la isla, se comprometió con
el Gran Jefe de encontrar a Lili. Con Wendy, Peter Pan buscó a la india
por toda la isla hasta que la encontró prisionera del Capitán Garfio, en
la playa de las sirenas.
Lili estaba amarrada a una roca, mientras Garfio le amenazaba con
dejarla allí hasta que la marea subiera, si no le contaba donde estaba la
casa de Peter Pan. La pequeña india, muy valiente, le contestaba que no
iba a decírselo. Lo que ponía furioso al Capitán.
Y cuando parecía que nada podía salvarla, de repente oyeron una voz:
- ¡Eh, Capitán Garfio, eres un bacalao, un cobarde! ¡A ver si te atreves
conmigo!
Era Peter pan, que venía a rescatar a la hija del Gran jefe indio.
Después de liberar a Lili de las cuerdas, Peter empezó a luchar contra
Garfio. De pronto, el Capitán empezó a oír el tic tac que tanto le
horrorizaba.
Era el cocodrilo que se acercaba dejando a Garfio nervioso. Temblaba
tanto que acabó cayéndose al mar. Y jamás se supo nada más del
Capitán Garfio.
Peter devolvió a Lili a su aldea y el padre de la niña, muy contento, no
sabía cómo dar las gracias a él. Así que preparó una gran fiesta para sus
amiguitos, quiénes bailaron y pasaron muy bien.
Pero ya era tarde y los niños tenían que volver a su casa para dormir.
Peter Pan y Campanilla los acompañaron en el viaje de vuelta. Y al
despedirse, Peter les dijo:
- Aunque crezcáis, no perdáis nunca vuestra fantasía ni
vuestra imaginación. Volveré para llevaros a una nueva aventura. ¡Adiós
amigos!
- ¡Hasta luego Peter Pan! gritaron los niños mientras se metían debajo de
la mantita porque hacía muchísimo frío.

FIN
Alicia en el
país de las
maravillas
¿Sabéis queridos amiguitos, dónde se encuentra el país de las maravillas?
El país de las maravillas es ese delicioso lugar al que nos trasladamos
todos cuando soñamos. Y a ese país encantador se encaminó nuestra
buena Alicia un día de verano, cuando se encontraba leyendo un libro
en compañía de su hermana mayor a la sombra de un frondoso árbol a la
orilla de un arroyuelo. De pronto, vio pasar delante de ella a un conejito
blanco que muy malhumorado, miraba un gran reloj que había sacado del
bolsillo de su levita.
-Voy a llegar tarde, sé que voy tarde, son ya las cinco y a las cinco y
media tengo que estar, sé que no llego.
Y siguió corriendo refunfuñando para sus adentros; Alicia se quedó
maravillada.
-Qué cosa más rara, un conejo que anda por ahí vestido con una levita,
mirando un reloj de bolsillo y diciendo que llega tarde... ¿Dónde irá? ¡Ah!
Pues yo no me quedo sin saberlo, voy tras él.
Y sin pensarlo más siguió al conejo blanco que, un poco más lejos, se
metió en un gran agujero que había en el hueco de un árbol.
-Se ha escondido en ese árbol, pues yo le sigo........no quiero perderme la
fiesta a la que seguro se dirige el conejo.
Dicho y hecho. Alicia se introdujo en el hueco del árbol, pero de pronto
notó que caía en el vacío.
-¡Ay, que me caigo! Qué raro, caigo pero despacito, despacito, como si
bajara en un paracaídas.
Efectivamente, Alicia flotaba en su descenso como las hojas cuando en
otoño se desprenden de los árboles lentamente, lentamente. Y así, fue a
parar a una estancia llena de muebles parecida a una estancia llena de
muebles parecida a un comedor de una casa cualquiera.
-Esta debe ser la casa del conejito.
Al posarse sobre el suelo, vio al conejo blanco que desaparecía por una
puerta chiquitita que había en un rincón de la habitación.
-¡Oh, qué pena, y soy demasiado grande para pasar por esa puerta.....!
Voy a quedarme sin ver la fiesta.
Antes dijimos que Alicia había caído en el comedor de una casa
cualquiera, pero no debemos olvidar que ahora se hallaba en el País de
las Maravillas, donde todas las cosas son maravillosas, diferentes a la
forma en que nosotros estamos acostumbrados a verlas.
Así, las sillas estaban apoyadas en el techo, colgando cabeza abajo, las
macetas eran las flores de las plantas mientras que las flores, hacían las
veces de macetas. Dando vueltas por la habitación, vio un plato con
bizcochos, unos eran de vainilla y otros de chocolate.
Tomó unos cuantos y se los echó al bolsillo. Mordió uno de vainilla
y..................
-¡Ah! Me estoy haciendo tan pequeñita como un conejo, ahora podré el
fin ir tras el conejito blanco y ver qué hay detrás de esa puerta
chiquitina.
Así lo hizo y se encontró en un jardín maravilloso, vio infinidad de
enanitos y animalillos; También llamó su atención el ver que los
jardineros se entretenían pintando las flores de muchos colores.
A todos, preguntó Alicia por la dirección que había tomado el conejito,
pero nadie supo darle razón.
-Pues yo tengo que encontrarle, seguiré por ese caminito de la
derecha,.... yo no me quedo sin ver la fiesta.
Luego de andar un buen rato, llegó a un claro del bosque, y allí vio una
casita extrañísima, con forma de cafetera. Por una ventana vio al
conejito blanco.
-Por los pelos de mis bigotes, que llego tarde. ¿Dónde habré puesto mis
guantes? Lo que me faltaba ahora. ¡Eh! ¿Qué haces tú aquí? Anda
búscame mis guantes de ceremonia......Vamos deprisa que llego
tarde.....niña entrometida. No los encontrarás no.....
-¿Cómo son tus guantes? Si no me dices como son, no los podré
encontrar.
-¡Oh, qué niña más inútil!¿Cómo van a ser? Blancos ¿Cómo quieres que
sean unos guantes de ceremonia?.
Alicia entró en la casa a cumplir el encargo del conejito y tuvo la suerte
de encontrarlos enseguida.
-Aquí están, ¿Son estos?.
-Sí, sí, corre dámelos, veremos si llego.
El conejillo tomó los guantes, y a la carrera se alejó por un sendero del
bosque como alma que lleva al diablo. Alicia trató de seguirle, pero de
pronto se perdió de vista detrás de un seto.
-Espérame, amigo conejo espérame, quiero ir contigo, ya no se le ve........
Desilusionada, Alicia siguió su camino en pos del conejito malhumorado.
Un poco más allá se encontró a un sombrero de copa que estaba
tomando el té con una liebre saltarina.
Le invitaron a compartir su merienda, pero no pudieron darle indicación
alguna que sirviera para conocer la dirección que había tomado el
conejo. De pronto, en el recodo del camino se oyeron los agudos sones
unos clarines.
-¿Qué será eso? Voy a ver....
Alicia aligero el paso y.......¡Oh sorpresa! ¿Qué diréis que vio? Un cortejo
de cartas de jugar al póquer armadas con unas lanzas que desfilaban
marcialmente entonando cantos guerreros. Al frente del cortejo y
tocando un clarín muy reluciente, se hallaba el conejo blanco en traje de
gala y con el borlón de su cola desplegado.
-"......Somos los naipes de la baraja,......yo soy el rombo,.......y yo el
corazón........yo soy el trébol........y yo el as de picas...........somos
guardianes de la ilusión, a nuestra reina damos escolta, la defendemos
con gran fervor, si alguien pretende causarle daño le propinamos un
coscorrón........."
-¿Qué haces tú aquí Alicia?
-¡Vaya!, ¿con que por esto era tu prisa?......Qué elegante vas conejito.....
-Soy el mayordomo mayor de la reina de corazones. Ahora tendrás que
jugar una partida de cartas con ella y si ganas, te mandará cortar la
cabeza, pero si nota que haces trampas para perder, te cortará la
cabeza también. ¿Ves ahora porque no quería que vinieras?
Alicia se echó a temblar y trató de esconderse detrás de una de las
cartas, pero la reina la vio enseguida.
-¡Eh, tú, niña, ven aquí! ¿Quién eres tú?
-Pues.....yo majestad.....yo soy Alicia.
-Pues bien Alicia, vamos a jugar una partida de cartas.
Alicia se asustó, sin embargo comenzó la partida tratando por todos los
medios de perder todas las bazas con el fin de no enojar a la reina, pero
ésta que era muy astuta, se diño cuenta enseguida.
-¿Qué haces, por qué echas esa carta, es que quieres perder, crees que
soy tonta? Pues no te librarás de mi castigo por haber venido a mi país
sin mi permiso.
-Yo majestad......la verdad es que............
-¡Soldados, prendedla!
Alicia se vio perdida, echó a correr perseguida por los soldados. Ya la
alcanzaban, cuando se acordó de los bizcochos de chocolate.
-Comeré uno a ver si recupero mi tamaño normal.
Alicia tomó un bizcocho y empezó a crecer y a crecer.......hasta alcanzar
su estatura y entonces pudo escapar, pero no tan aprisa como para
evitar que una flecha lanzada por el cinco de trébol la alcanzara en la
palma de la mano.
-¡Ay, mi mano!
Entonces despertó, estaba en el prado reclinada en su hermana, un
mosquito la había picado en la palma de su mano y ésta fue la causa de
su despertar, asociando el picotazo con el dolor de la flecha del cinco
de trébol.
-¡Oh, pero si todo ha sido un sueño! Qué cosas se sueñan............
Alicia se quedó mirando el horizonte recordando su aventura en el País
de las Maravillas, mientras maquinalmente se rascaba la palma de la
mano, donde se le había formado un circulito rojo producido por la
picadura del mosquito.

FIN
Pinocho
Hace mucho tiempo, un carpintero llamado Gepeto, como se sentía muy
solo, cogió de su taller un trozo de madera y construyó un muñeco
llamado Pinocho.
-¡Qué bien me ha quedado! -exclamó-. Lástima que no tenga vida. Cómo
me gustaría que mi Pinocho fuese un niño de verdad.
Tanto lo deseaba que un hada fue hasta allí y con su varita dio vida al
muñeco.
-¡Hola, padre! -saludó Pinocho.
-¡Eh! ¿Quién habla? -gritó Gepeto mirando a todas partes.
-Soy yo, Pinocho. ¿Es que ya no me conoces?
-¡Parece que estoy soñando! ¡Por fin tengo un hijo!
Gepeto pensó que aunque su hijo era de madera tenía que ir al colegio.
Pero no tenía dinero, así que decidió vender su abrigo para comprar los
libros.
Salía Pinocho con los libros en la mano para ir al colegio y pensaba:
-Ya sé, estudiaré mucho para tener un buen trabajo y ganar dinero, y con
ese dinero compraré un buen abrigo a Gepeto.
De camino, pasó por la plaza del pueblo y oyó:
-¡Entren, señores y señoras! ¡Vean nuestro teatro de títeres!
Era un teatro de muñecos como él y se puso tan contento que bailó con
ellos. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no tenían vida y
bailaban movidos por unos hilos que llevaban atados a las manos y los
pies.
-¡Bravo, bravo! -gritaba la gente al ver a Pinocho bailar sin hilos.
-¿Quieres formar parte de nuestro teatro? -le dijo el dueño del
teatro al acabar la función.
-No porque tengo que ir al colegio.
-Pues entonces, toma estas monedas por lo bien que has bailado
-le dijo un señor.
Pinocho siguió muy contento hacia el cole, cuando de pronto:
-¡Vaya, vaya! ¿Dónde vas tan deprisa, jovencito? -dijo un gato muy
mentiroso que se encontró en el camino.
-Voy a comprar un abrigo a mi padre con este dinero.
-¡Oh, vamos! -exclamó el zorro que iba con el gato-. Eso es poco dinero
para un buen abrigo. ¿No te gustaría tener más?
-Sí, pero ¿cómo? -contestó Pinocho.
-Es fácil -dijo el gato-. Si entierras tus monedas en el Campo de los
Milagros crecerá una planta que te dará dinero.
-¿Y dónde está ese campo?
-Nosotros te llevaremos -dijo el zorro.
Así, con mentiras, los bandidos llevaron a Pinocho a un lugar lejos de la
ciudad, le robaron las monedas y le ataron a un árbol.
Gritó y gritó pero nadie le oyó, tan sólo el Hada Azul.
-¿Dónde perdiste las monedas?
-Al cruzar el río -dijo Pinocho mientras le crecía la nariz.
Se dio cuenta de que había mentido y, al ver su nariz, se puso a llorar.
-Esta vez tu nariz volverá a ser como antes, pero te crecerá si vuelves a
mentir -dijo el Hada Azul.
Así, Pinocho se fue a la ciudad y se encontró con unos niños que reían
y saltaban muy contentos.
-¿Qué es lo que pasa? -preguntó.
-Nos vamos de viaje a la Isla de la Diversión, donde todos los días son
fiesta y no hay colegios ni profesores. ¿Te quieres venir?
-¡Venga, vamos!
Entonces, apareció el Hada Azul.
-¿No me prometiste ir al colegio? -preguntó.
-Sí -mintió Pinocho-, ya he estado allí.
Y, de repente, empezaron a crecerle unas orejas de burro. Pinocho se
dio cuenta de que le habían crecido por mentir y se arrepintió de
verdad. Se fue al colegio y luego a casa, pero Gepeto había ido a
buscarle a la playa con tan mala suerte que, al meterse en el agua, se lo
había tragado una ballena.
-¡Iré a salvarle! -exclamó Pinocho.
Se fue a la playa y esperó a que se lo tragara la ballena. Dentro vio a
Gepeto, que le abrazó muy fuerte.
-Tendremos que salir de aquí, así que encenderemos un fuego para que
la ballena abra la boca.
Así lo hicieron y salieron nadando muy deprisa hacia la orilla. El papá del
muñeco no paraba de abrazarle.
De repente, apareció el Hada Azul, que convirtió el sueño de Gepeto en
realidad, ya que tocó a Pinocho y lo convirtió en un niño de verdad.

FIN
Bambi
Había llegado la primavera. El bosque estaba muy lindo. Los animalitos
despertaban del largo invierno y esperaban todos un feliz
acontecimiento.
- ¡Ha nacido el cervatillo! ¡El príncipe del bosque ha nacido! -anunciaba
Tambor el conejito, mientras corría de un lado a otro.
Todos los animalitos fueron a visitar al pequeño ciervo, a quien su mamá
puso el nombre de Bambi.
El cervatillo se estiró e intentó levantarse. Sus patas largas y delgadas le
hicieron caer una y otra vez. Finalmente, consiguió mantenerse en pie.
Tambor se convirtió en un maestro para el pequeño. Con él aprendió
muchas cosas mientras jugaban en el bosque.
Pasó el verano y llegó el tan temido invierto. Al despertar una mañana,
Bambi descubrió que todo el bosque estaba cubierto de nieve. Era muy
divertido tratar de andar sobre ella. Pero también descubrió que el
invierno era muy triste, pues apenas había comida.
Cierto día vio cómo corría un grupo de ciervos mayores. Se quedó
admirado al ver al que iba delante de todos. Era más grande y fuerte
que los demás. Era el Gran Príncipe del Bosque.
Aquel día la mamá de Bambi se mostraba inquieta. Olfateaba el
ambiente tratando de descubrir qué ocurría. De pronto, oyó un disparo
y dijo a Bambi que corriera sin parar. Bambi corrió y corrió hasta lo más
espeso del bosque. Cuando se volvió para buscar a su mamá vio que ya
no venía. El pobre Bambi lloró mucho.
- Debes ser valiente porque tu mamá no volverá. Vamos, sígueme -le dijo
el Gran Príncipe del Bosque.
Bambi había crecido mucho cuando llegó la primavera. Cierto día,
mientras bebía agua en el estanque, vio reflejada en el agua una cierva
detrás de él. Era bella y ágil y pronto se hicieron amigos.
Una mañana, Bambi se despertó asustado. Desde lo alto de la montaña
vio un campamento de cazadores. Corrió haciá allá y encontró a su
amiga rodeada de perros. Bambi le ayudó a escapar y ya no se separaron
más.
Cuando llegó la primavera, Falina, que así se llamaba la cierva, tuvo dos
crías. Eran los hijos de Bambi que, con el tiempo, llegó a ser el Gran
Príncipe del Bosque.

FIN
El patito
feo
En una hermosa mañana de verano, los huevos que habían empollado la
mamá Pata empezaban a romperse, uno a uno.
Los patitos fueron saliendo poquito a poco, llenando de felicidad a los
papás y a sus amigos. Estaban tan contentos que casi no se dieron
cuenta de que un huevo, el más grande de todos, aún permanecía
intacto.
Todos, incluso los patitos recién nacidos, concentraron su atención en
el huevo, a ver cuando se rompería. Al cabo de algunos minutos, el
huevo empezó a moverse, y luego se pudo ver el pico, luego el cuerpo, y
las patas del sonriente pato. Era el más grande, y para sorpresa de todos,
muy distinto de los demás. Y como era diferente, todos empezaron a
llamarle el Patito Feo.
La mamá Pata, avergonzada por haber tenido un patito tan feo, le
apartó con el ala mientras daba atención a los otros patitos. El patito
feo empezó a darse cuenta de que allí no le querían. Y a medida que
crecía, se quedaba aún más feo, y tenía que soportar las burlas de
todos.
Entonces, en la mañana siguiente, muy temprano, el patito decidió irse
de la granja. Triste y solo, el patito siguió un camino por el bosque hasta
llegar a otra granja. Allí, una vieja granjera le recogió, le dio de comer y
beber, y el patito creyó que había encontrado a alguien que le quería.
Pero, al cabo de algunos días, él se dio cuenta de que la vieja era mala y
sólo quería engordarle para transformarlo en un segundo plato.
El patito salió corriendo como pudo de allí.
El invierno había llegado, y con él, el frío, el hambre y la persecución de
los cazadores para el patito feo. Lo pasó muy mal. Pero sobrevivió hasta
la llegada de la primavera. Los días pasaron a ser más calurosos y llenos
de colores. Y el patito empezó a animarse otra vez.
Un día, al pasar por un estanque, vio las aves más hermosas que jamás
había visto. Eran elegantes, delicadas, y se movían como verdaderas
bailarinas, por el agua.
El patito, aún acomplejado por la figura y la torpeza que tenía, se
acercó a una de ellas y le preguntó si podía bañarse también en el
estanque. Y uno de los cisnes le contestó:
- Pues, ¡claro que sí! Eres uno de los nuestros.
Y le dijo el patito:
- ¿Cómo que soy uno de los vuestros? Yo soy feo y torpe, todo lo
contrario de vosotros.
Y ellos le dijeron:
- Entonces, mira tú reflejo en el agua del estanque y verás cómo no te
engañamos.
El patito se miró y lo que vio le dejó sin habla. ¡Había crecido y se
transformado en un precioso cisne! Y en este momento, él supo que
jamás había sido feo. Él no era un pato sino un cisne. Y así, el nuevo
cisne se unió a los demás y vivió feliz para siempre.

FIN

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Cuentos clasicos maria

  • 2. Había una vez una bella joven que, después de quedarse huérfana de padre y madre, tuvo que vivir con su madrastra y las dos hijas que tenía ésta. Las tres mujeres eran tan malas y tan egoístas que se quedaban cada día más feas. La bella joven era explotada por ellas. Era ella quien hacía todo el trabajo más duro de la casa. Además de cocinar, fregar, etc., ella también tenía que cortar leña y encender la chimenea. Así sus vestidos estaban siempre manchados de ceniza, por lo que todos la llamaban Cenicienta. Un día se oía por todas partes de la ciudad que el príncipe de aquel país había regresado. El rey, muy contento, iba a dar una gran fiesta a la que iba a invitar a todas las jóvenes del reino, con la esperanza de que el príncipe encontrara en una de ellas, la esposa que deseaba. En la casa de Cenicienta, sus hermanastras empezaban a prepararse para la gran fiesta. Y decían a Cenicienta: - Tú, no irás. Te quedarás limpiando la casa y preparando la cena para cuando volvamos. El día del baile había llegado. Cenicienta vio partir a sus hermanastras al Palacio Real y se puso a llorar porque se sentía muy triste y sola. Pero, de pronto, se le apareció un Hada que le dijo: - Querida niña, sécate tus lágrimas porque tú también irás al baile. Y le dijo Cenicienta: - Pero, ¿cómo?, si no tengo vestido ni zapatos, ni carruaje para llevarme? Y el hada, con su varita mágica, transformó una calabaza en carruaje, unos ratoncillos en preciosos caballos, y a Cenicienta en una maravillosa joven que más se parecía a una princesa. Y le avisó: - Tú irás al baile, pero con una condición: cuando el reloj del Palacio dé las doce campanadas, tendrás que volver enseguida porque el hechizo se acabará.
  • 3. Hermosa y feliz, Cenicienta llegó al Palacio. Y cuando entró al salón de baile, todos se pararon para mirarla. El príncipe se quedó enamorado de su belleza y bailó con ella toda la noche. Pero, al cabo de algunas horas, el reloj del Palacio empezó a sonar y Cenicienta se despidió del príncipe, cruzó el salón, bajó la escalera y entró en el carruaje en dirección a su casa. Con las prisas, ella perdió uno de sus zapatos de cristal que el príncipe recogió sin entender nada. Al día siguiente, el príncipe ordenó a los guardias que encontraran a la señorita que pudiera calzar el zapato. Los guardias recorrieron todo el reino. Todas las doncellas se probaron el zapato pero a nadie le sirvió. Al fin llegaron a la casa de Cenicienta. Y cuando ésta se lo puso todos vieron que le estaba perfecto. Y fue así cómo Cenicienta volvió a encontrarse con el príncipe, se casaron, y vivieron muy felices. FIN
  • 5. En un lugar muy lejano vivía una hermosa princesa que se llamaba Blancanieves. Vivía en un castillo con su madrastra, una mujer muy mala y vanidosa, que lo único que quería era ser la mujer más hermosa del reino. Todos los días preguntaba a su espejo mágico quién era la más bella del reino, al que el espejo contestaba: - Tú eres la más hermosa de todas las mujeres, reina mía. El tiempo fue pasando hasta que un día el espejo mágico contestó que la más bella del reino era Blancanieves. La reina, llena de furia y de rabia, ordenó a un cazador que llevase a Blancanieves al bosque y que la matara. Y como prueba traería su corazón en un cofre. El cazador llevó a Blancanieves al bosque pero cuando allí llegaron él sintió lástima de la joven y le aconsejó que se marchara muy lejos del castillo, llevando en el cofre el corazón de un jabalí. Blancanieves, al verse sola, sintió mucho miedo porque tuvo que pasar la noche andando por la oscuridad del bosque. Al amanecer, descubrió una preciosa casita. Entró sin pensarlo dos veces. Los muebles y objetos de la casita eran pequeñísimos. Había siete platitos en la mesa, siete vasitos, y siete camitas en la alcoba, dónde Blancanieves, después de juntarlas, se acostó quedando profundamente dormida durante todo el día. Al atardecer, llegaron los dueños de la casa. Eran siete enanitos que trabajaban en unas minas. Se quedaron admirados al descubrir a Blancanieves. Ella les contó toda su triste historia y los enanitos la abrazaron y suplicaron a la niña que se quedase con ellos. Blancanieves aceptó y se quedó a vivir con ellos. Eran felices. Mientras tanto, en el castillo, la reina se puso otra vez muy furiosa al descubrir, a través de su espejo mágico, que Blancanieves todavía vivía y que aún era la más bella del reino. Furiosa y vengativa, la cruel madrastra se disfrazó de una inocente viejecita y partió hacia la casita del bosque. Allí, cuando Blancanieves estaba sola, la malvada se acercó y haciéndose pasar por buena ofreció a la niña una manzana envenenada. Cuando Blancanieves dio el primer bocado, cayó desmayada, para felicidad de la reina mala.
  • 6. Por la tarde, cuando los enanitos volvieron del trabajo, encontraron a Blancanieves tendida en el suelo, pálida y quieta, y creyeron que estaba muerta. Tristes, los enanitos construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudiesen despedirse de Blancanieves. Unos días después, apareció por allí un príncipe a lomos de un caballo. Y nada más contemplar a Blancanieves, quedó prendado de ella. Al despedirse besándola en la mejilla, Blancanieves volvió a la vida, pues el beso de amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la malvada reina. La malvada reina, al ver esto por su espejo mágico, se puso muy nerviosa, tanto, que se le cayó al suelo el espejo. Al romperse, la malvada reina desapareció al igual que sus hechizos. Blancanieves se casó con el príncipe y desde entonces todos pudieron vivir felices. FIN
  • 8. Érase una vez, una ratita que era muy presumida. Un día la ratita estaba barriendo su casita, cuando de repente en el suelo vio algo que brillaba... era una moneda de oro. La ratita la recogió del suelo y se puso a pensar qué se compraría con la moneda. "Ya sé me compraré caramelos... ¡uy, no, que me dolerán los dientes!. Pues me compraré pasteles... ¡uy no que me dolerá la barriguita!. Ya lo sé me compraré un lacito de color rojo para mi rabito." La ratita se guardó su moneda en el bolsillo y se fue al mercado. Una vez en el mercado le pidió al tendero un trozo de su mejor cinta roja. La compró y volvió a su casita. Al día siguiente cuando la ratita presumida se levantó se puso su lacito en la colita y salió al balcón de su casa. En eso que aparece un gallo y le dice: "Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?". Y la ratita le respondió: "No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces?" Y el gallo le dice: "quiquiriquí". "Ay no, contigo no me casaré que no me gusta el ruido que haces". Se fue el gallo y apareció un perro. "Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?". Y la ratita le dijo: "No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces?". "Guau, guau". "Ay no, contigo no me casaré que ese ruido me asusta". Se fue el perro y apareció un cerdo. "Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?". Y la ratita le dijo: "No sé, no sé, ¿y tú por las noches qué ruido haces?". "Oink, oink". "Ay no, contigo no me casaré que ese ruido es muy ordinario". El cerdo desaparece por donde vino y llega un gato blanco.Y le dice a la ratita: "Ratita, ratita tú que eres tan bonita ¿te quieres casar conmigo?". Y la ratita le dijo: "No sé, no sé, ¿y tú qué ruido haces por las noches?". Y el gatito con voz suave y dulce le dice: "Miau, miau". "Ay sí contigo me casaré que tu voz es muy dulce." Y así se casaron la ratita presumida y el gato blanco de dulce voz. Los dos juntos fueron felices y comieron perdices y colorín colorado este cuento se ha acabado. FIN
  • 10. En el fondo de los océanos había un precioso palacio en el cual vivía el Rey del Mar junto a sus cinco hijas, bellísimas sirenas. La más joven, la Sirenita, además de ser la más hermosa, poseía una voz maravillosa. Cuando cantaba, todos los habitantes del fondo del mar acudían para escucharla. Además de cantar, Sirenita soñaba con salir a la superficie para ver el cielo y conocer el mundo de los hombres, como lo relataban sus hermanas. Pero su padre le decía que solo cuando cumpliera los 15 años tendría su permiso para hacerlo. Pasados los años, finalmente llegaron el cumpleaños y el regalo tan deseados. Sirenita por fin pudo salir a respirar el aire y ver el cielo, después de oír los consejos de su padre: "Recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo podemos admirarlo. Somos hijos del mar. Sé prudente y no te acerques a los hombres". Y al emergerse del agua Sirenita se quedó de boca abierta. Todo era nuevo para ella. Y todo era hermoso, ¡fascinante! Sirenita era feliz. Pasados unos minutos, Sirenita pudo observar, con asombro, que un barco se acercaba y paraba. Se puso a escuchar voces. Y pensó en lo cuanto le gustaría hablar con ellos. Pero miró a su larga cola y comprendió que eso era imposible. Continuó mirando al barco. A bordo había una gran fiesta de aniversario. El capitán del barco cumplía veinte años de edad. Sirenita se quedó atónita al ver el joven. Era alto, moreno, de porte real, y sonreía feliz. La sirenita sintió una extraña sensación de alegría y sufrimiento a la vez. Algo que jamás había sentido en su corazón. La fiesta seguía hasta que repentinamente un viento fuerte agitó las olas, sacudiendo y posteriormente volcando el barco. Sirenita vio como el joven capitán caía al mar. Nadó lo que pudo para socorrerlo, hasta que le tuvo en sus brazos.
  • 11. El joven estaba inconsciente, pero Sirenita nadó lo que pudo para llevarlo hasta tierra. Depositó el cuerpo del joven sobre la arena de la playa y estuvo frotando sus manos intentando despertarlo. Pero un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a refugiarse en el mar. Desde el mar, vio como el joven recobraba el conocimiento y agradecía, equivocadamente, a una joven dama por haberle salvado la vida. Sirenita volvió a la mansión paterna y les contó toda su experiencia. Después pasó días llorando en su habitación. Se había enamorado del joven capitán pero sentía que jamás podría estar con él. Días después, Sirenita acudió desesperada a la casa de la Hechicera de los Abismos. Quería deshacerse de su cola de pez a cualquier precio. E hicieron un trato: Sirenita tendría dos piernas a cambio de regalar su hermosa voz a la hechicera que le advirtió: "Si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo desaparecerá en el agua como la espuma de una ola". Asintiendo a las condiciones de la hechicera, Sirenita bebió la pócima mágica e inmediatamente perdió el conocimiento. Cuando despertó se encontraba tendida en la arena de la playa, y a su lado estaba el joven capitán que intentaba ayudarla a levantarse. Y le dijo: "te llevaré al castillo y te curaré". Durante los días siguientes, Sirenita pasó a vestirse como una dama, y acompañaba al príncipe en sus paseos. Era invitada a los bailes de la corte pero como no podía hablar, no podía explicar al príncipe lo que había sucedido en la noche que le salvó. El príncipe no paraba de pensar en la dama que pensaba haber salvado su vida y Sirenita se daba cuenta de eso. Pero el destino le reservaba otra sorpresa. Un día, avistaron un gran barco que se acercaba al puerto. El barco traía una desconocida que enseguida llamó la atención del príncipe. Sirenita sintió un agudo dolor en su corazón, y sintió que perdería a su príncipe para siempre.
  • 12. El príncipe quedó prendado de la joven desconocida, que no era otra que la bruja disfrazada, y al haberle robado su voz, el príncipe creyó que era su salvadora y se enamoró de ella. Le pidió matrimonio, y para celebrarlo fueron invitados a hacer un gran viaje por mar al día siguiente, acompañados también por la Sirenita. Al caer la noche, Sirenita, recordando el acuerdo que había hecho con la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar, hasta que escuchó la llamada de sus hermanas. - ¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus hermanas!. Escucha con atención, hay una forma de romper el hechizo y recuperar la voz que la bruja te ha robado. Si besas al príncipe conseguirás que se enamore de ti y se rompa el encantamiento. La Sirenita corrió y corrió hasta el gran salón donde iba a comenzar la ceremonia de boda. Se lanzó a los brazos del príncipe y le besó, dejando a todos boquiabiertos. La hechicera recuperó su desagradable voz y aspecto, y la Sirenita pudo explicar lo que había ocurrido realmente. La bruja fue encerrada en el calabozo, y el príncipe se disculpó con la Sirenita. Esa misma tarde se celebró la boda entre la Sirenita y el príncipe, y todos cantaron para celebrar su amor. FIN
  • 14. Erase una vez un mercader que antes de irse para un largo viaje de negocios, llamó a sus tres hijas para preguntarles qué querían que les trajera a cada una como regalo. La primera pidió un vestido de brocado, la segunda un collar de perlas y la tercera, que se llamaba Bella y era la más gentil, le dijo a su padre: "Me bastará una rosa cortada con tus manos." El mercader partió y, una vez ultimados sus asuntos, se dispuso a volver cuando una tormenta le pilló desprevenido. El viento soplaba gélido y su caballo avanzaba fatigosamente. Muerto de cansancio y de frío, el mercader de improviso vio brillar una luz en medio del bosque. A medida que se acercaba a ella, se dio cuenta que estaba llegando a un castillo iluminado. "Confío en que puedan ofrecerme hospitalidad", dijo para sí esperanzado. Pero al llegar junto a la entrada, se dio cuenta de que la puerta estaba entreabierta y, por más que llamó, nadie acudió a recibirlo. Entró decidido y siguió llamando. En el salón principal había una mesa iluminada con dos candelabros y llena de ricos manjares dispuestos para la cena. El mercader, tras meditarlo durante un rato, decidió sentarse a la mesa; con el hambre que tenía consumió en breve tiempo una suculenta cena. Después, todavía intrigado, subió al piso superior. A uno y otro lado de un pasillo largísimo, asomaban salones y habitaciones maravillosos. En la primera de estas habitaciones chisporroteaba alegremente una lumbre y había una cama mullida que invitaba al descanso. Era tarde y el mercader se dejó tentar; se echó sobre la cama y quedó dormido profundamente. Al despertar por la mañana, una mano desconocida había depositado a su lado una bandeja de plata con una cafetera humeante y fruta. El mercader desayunó y, después de asearse un poco, bajó para darle las gracias a quien generosamente lo había hospedado. Pero al igual que la noche anterior, no encontró a nadie y, agitando la cabeza ante tan extraña situación, se dirigió al jardín en busca de su caballo que había dejado atado a un árbol, cuando un hermoso rosal atrajo su atención. Se acordó entonces de la promesa hecha a Bella, e inclinándose cortó una rosa.
  • 15. Inesperadamente, de entre la espesura del rosal, apareció una bestia horrenda que iba vestida con un bellísimo atuendo; con voz profunda y terrible le amenazó: " ¡Desagradecido! Te he dado hospitalidad, has comido en mi mesa y dormido en mi cama y, en señal de agradecimiento, ¿vas y robas mis rosas preferidas? ¡Te mataré por tu falta de consideración!" El mercader, aterrorizado, se arrodilló temblando ante la fiera: ¡Perdóname! ¡Perdóname la vida! Haré lo que me pidas! ¡La rosa era para mi hija Bella, a la que prometí llevársela de mi viaje!" La bestia retiró su garra del desventurado. “Te dejaré marchar con la condición de que me traigas a tu hija." El mercader, asustado, prometió obedecerle y cumplir su orden. Cuando el mercader llegó a casa llorando, fue recibido por sus tres hijas, pero después de haberles contado su terrorífica aventura, Bella lo tranquilizó diciendo: " Padre mío, haré cualquier cosa por ti. No debes preocuparte, podrás mantener tu promesa y salvar así la vida! ¡Acompáñame hasta el castillo y me quedaré en tu lugar!" El padre abrazó a su hija: "Nunca he dudado de tu amor por mí. De momento te doy las gracias por haberme salvado la vida. Esperemos que después..." De esta manera, Bella llegó al castillo y la Bestia la acogió de forma inesperada: fue extrañamente gentil con ella. Bella, que al principio había sentido miedo y horror al ver a la Bestia, poco a poco se dio cuenta de que, a medida que el tiempo transcurría, sentía menos repulsión. Le fue asignada la habitación más bonita del castillo y la muchacha pasaba horas y horas bordando cerca del fuego. La Bestia, sentada cerca de ella, la miraba en silencio durante largas veladas y, al cabo de cierto tiempo empezó a decirles palabras amables, hasta que Bella se apercibió sorprendida de que cada vez le gustaba más su conversación. Los días pasaban y sus confidencias iban en aumento, hasta que un día la Bestia osó pedirle a Bella que fuera su esposa. Bella, de momento sorprendida, no supo qué responder. Pero no deseó ofender a quien había sido tan gentil y, sobre todo, no podía olvidar que fue ella precisamente quien salvó con su sacrificio la vida de su padre.
  • 16. "¡No puedo aceptar!" empezó a decirle la muchacha con voz temblorosa, “Si tanto lo deseas..." "Entiendo, entiendo. No te guardaré rencor por tu negativa." La vida siguió como de costumbre y este incidente no tuvo mayores consecuencias. Hasta que un día la Bestia le regaló a Bella un bonito espejo de mágico poder. Mirándolo, Bella podía ver a lo lejos a sus seres más queridos. Al regalárselo, el monstruo le dijo: "De esta manera tu soledad no será tan penosa". Bella se pasaba horas mirando a sus familiares. Al cabo de un tiempo se sintió inquieta, y un día la Bestia la encontró derramando lágrimas cerca de su espejo mágico. "¿Qué sucede?" quiso saber el monstruo. "¡ Mi padre está muy enfermo, quizá muriéndose! ¡Oh! Desearía tanto poderlo ver por última vez!" "¡Imposible! ¡Nunca dejarás este castillo!" gritó fuera de sí la Bestia, y se fue. Al poco rato volvió y con voz grave le dijo a Bella: "Si me prometes que a los siete días estarás de vuelta, te dejaré marchar para que puedas ver a tu padre." ¡Qué bueno eres conmigo! Has devuelto la felicidad a una hija devota." le agradeció Bella feliz. El padre, que estaba enfermo más que nada por el desasosiego de tener a su hija prisionera de la Bestia en su lugar, cuando la pudo abrazar, de golpe se sintió mejor, y poco a poco se fue recuperando. Los días transcurrían deprisa y el padre finalmente se levantó de la cama curado. Bella era feliz y se olvidó por completo de que los siete días habían pasado desde su promesa. Una noche se despertó sobresaltada por un sueño terrible. Había visto a la Bestia muriéndose, respirando con estertores en su agonía, y llamándola: "¡Vuelve! ¡Vuelve conmigo!" Fuese por mantener la promesa que había hecho, fuese por un extraño e inexplicable afecto que sentía por el monstruo, el caso es que decidió marchar inmediatamente. "¡Corre, corre caballito!" decía mientras fustigaba al corcel por miedo de no llegar a tiempo… Al llegar al castillo subió la escalera y llamó. Nadie respondió; todas las habitaciones estaban vacías. Bajó al jardín con el corazón encogido por un extraño presentimiento. La Bestia estaba allí, reclinada en un árbol, con los ojos cerrados, como muerta. Bella se abalanzó sobre el monstruo abrazándolo: "No te mueras! No te mueras! Me casaré contigo!" Tras esas palabras, aconteció un prodigio: el horrible hocico de la Bestia se convirtió en la figura de un hermoso joven.
  • 17. "¡Cuánto he esperado este momento! Una bruja maléfica me transformó en un monstruo y sólo el amor de una joven que aceptara casarse conmigo, tal cual era, podía devolverme mi apariencia normal. Se celebró la boda, y el joven príncipe quiso que, para conmemorar aquel día, se cultivasen en su honor sólo rosas en el jardín. He aquí porqué todavía hoy aquel castillo se llama "El Castillo de la Rosa". FIN
  • 19. Hace muchos años, en un reino lejano, una reina dio a luz una hermosa niña. Para la fiesta del bautizo, los reyes invitaron a todas las hadas del reino pero, desgraciadamente, se olvidaron de invitar a la más malvada. Aunque no haya sido invitada, la hada maligna se presentó al castillo y, al pasar delante de la cuna de la pequeña, le puso un maleficio diciendo: " Al cumplir los dieciséis años te pincharás con un huso y morirás". Al oír eso, un hada buena que estaba cerca, pronunció un encantamiento a fin de mitigar la terrible condena: "Al pincharse en vez de morir, la muchacha permanecerá dormida durante cien años y sólo el beso de un buen príncipe la despertará." Pasaron los años y la princesita se convirtió en una muchacha muy hermosa. El rey había ordenado que fuesen destruidos todos los husos del castillo con el fin de evitar que la princesa pudiera pincharse. Pero eso de nada sirvió. Al cumplir los dieciséis años, la princesa acudió a un lugar desconocido del castillo y allí se encontró con una vieja sorda que estaba hilando. La princesa le pidió que le dejara probar. Y ocurrió lo que el hada mala había previsto: la princesa se pinchó con el huso y cayó fulminada al suelo. Después de variadas tentativas nadie consiguió vencer el maleficio y la princesa fue tendida en una cama llena de flores. Pero el hada buena no se daba por vencida. Tuvo una brillante idea. Si la princesa iba a dormir durante cien años, todos del reino dormirían con ella. Así, cuando la princesa despertarse tendría a todos a su alrededor. Y así lo hizo. La varita dorada del hada se alzó y trazó en el aire una espiral mágica. Al instante todos los habitantes del castillo se durmieron. En el castillo todo había enmudecido. Nada se movía, ni el fuego ni el aire. Todos dormidos.
  • 20. Alrededor del castillo, empezó a crecer un extraño y frondoso bosque que fue ocultando totalmente el castillo en el transcurso del tiempo. Pero al término del siglo, un príncipe, que estaba de caza por allí, llegó hasta sus alrededores. El animal herido, para salvarse de su perseguidor, no halló mejor escondite que la espesura de los zarzales que rodeaban el castillo. El príncipe descendió de su caballo y, con su espada, intentó abrirse camino. Avanzaba lentamente porque la maraña era muy densa. Descorazonado, estaba a punto de retroceder cuando, al apartar una rama, vio algo... Siguió avanzando hasta llegar al castillo. El puente levadizo estaba bajado. Llevando al caballo sujeto por las riendas, entró, y cuando vio a todos los habitantes tendidos en las escaleras, en los pasillos, en el patio, pensó con horror que estaban muertos. Luego se tranquilizó al comprobar que sólo estaban dormidos. "¡Despertad! ¡Despertad!", chilló una y otra vez, pero fue en vano. Cada vez más extrañado, se adentró en el castillo hasta llegar a la habitación donde dormía la princesa. Durante mucho rato contempló aquel rostro sereno, lleno de paz y belleza; sintió nacer en su corazón el amor que siempre había esperado en vano. Emocionado, se acercó a ella, tomó la mano de la muchacha y delicadamente la besó... Con aquel beso, de pronto la muchacha se despertó y abrió los ojos, despertando del larguísimo sueño. Al ver frente a sí al príncipe, murmuró: “¡Por fin habéis llegado! En mis sueños acariciaba este momento tanto tiempo esperado". El encantamiento se había roto. La princesa se levantó y tendió su mano al príncipe. En aquel momento todo el castillo despertó. Todos se levantaron, mirándose sorprendidos y diciéndose qué era lo que había sucedido.
  • 21. Al darse cuenta, corrieron locos de alegría junto a la princesa, más hermosa y feliz que nunca. Al cabo de unos días, el castillo, hasta entonces inmerso en el silencio, se llenó de música y de alegres risas con motivo de la boda. FIN
  • 23. En las afueras de la ciudad de Londres, vivían tres hermanos: Wendy, Juan, y Miguel. A Wendy, la hermana mayor, le encantaba contar historias a sus hermanitos. Y casi siempre eran sobre las aventuras de Peter Pan, un amigo que de vez en cuando la visitaba. Una noche, cuando estaban a punto de acostarse, una preciosa lucecita entró en la habitación. Y dando saltos de alegría, los niños gritaron: - ¡¡Es Peter Pan y Campanilla!! Después de los saludos, Campanilla echó polvitos mágicos en los tres hermanos y ellos empezaron a volar mientras Peter Pan les decía: - ¡Nos vamos al País de Nunca Jamás! Los cinco niños volaron, volaron, como las cometas por el cielo. Y cuando se encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les señaló: - Allí está el barco del temible Capitán Garfio. Y dijo a Campanilla: - Por favor, Campanilla, lleva a mis amiguitos a un sitio más abrigado, mientras yo me libro de este pirata pesado. Pero Campanilla se sentía celosa de las atenciones que Peter tenía para con Wendy. Así que llevó a los niños a la isla y mintió a los Niños Perdidos diciendo que Wendy era mala. Creyendo las palabras del hada, ellos empezaron a decir cosas desagradables a la niña. Menos mal que Peter llegó a tiempo para pararles. Y les preguntó: - ¿Por qué tratan mal a mi amiga Wendy? Y ellos contestaron: - Es que Campanilla nos dijo que ella era mala. Peter Pan se quedó muy enfadado con Campanilla y le pidió explicaciones. Campanilla, colorada y arrepentida, pidió perdón a Peter y a sus amigos por lo que hizo. Pero la aventura en el País de Nunca Jamás solo acababa de empezar. Peter llevó a sus amiguitos a visitaren la aldea de los indios Sioux. Allí, encontraron al gran jefe muy triste y preocupado. Y después de que Peter Pan le preguntara sobre lo sucedido, el gran jefe le dijo: - Estoy muy triste porque mi hija Lili salió de casa por la mañana y hasta ahora no la hemos encontrado.
  • 24. Como Peter era el que cuidaba de todos en la isla, se comprometió con el Gran Jefe de encontrar a Lili. Con Wendy, Peter Pan buscó a la india por toda la isla hasta que la encontró prisionera del Capitán Garfio, en la playa de las sirenas. Lili estaba amarrada a una roca, mientras Garfio le amenazaba con dejarla allí hasta que la marea subiera, si no le contaba donde estaba la casa de Peter Pan. La pequeña india, muy valiente, le contestaba que no iba a decírselo. Lo que ponía furioso al Capitán. Y cuando parecía que nada podía salvarla, de repente oyeron una voz: - ¡Eh, Capitán Garfio, eres un bacalao, un cobarde! ¡A ver si te atreves conmigo! Era Peter pan, que venía a rescatar a la hija del Gran jefe indio. Después de liberar a Lili de las cuerdas, Peter empezó a luchar contra Garfio. De pronto, el Capitán empezó a oír el tic tac que tanto le horrorizaba. Era el cocodrilo que se acercaba dejando a Garfio nervioso. Temblaba tanto que acabó cayéndose al mar. Y jamás se supo nada más del Capitán Garfio. Peter devolvió a Lili a su aldea y el padre de la niña, muy contento, no sabía cómo dar las gracias a él. Así que preparó una gran fiesta para sus amiguitos, quiénes bailaron y pasaron muy bien. Pero ya era tarde y los niños tenían que volver a su casa para dormir. Peter Pan y Campanilla los acompañaron en el viaje de vuelta. Y al despedirse, Peter les dijo: - Aunque crezcáis, no perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación. Volveré para llevaros a una nueva aventura. ¡Adiós amigos! - ¡Hasta luego Peter Pan! gritaron los niños mientras se metían debajo de la mantita porque hacía muchísimo frío. FIN
  • 25. Alicia en el país de las maravillas
  • 26. ¿Sabéis queridos amiguitos, dónde se encuentra el país de las maravillas? El país de las maravillas es ese delicioso lugar al que nos trasladamos todos cuando soñamos. Y a ese país encantador se encaminó nuestra buena Alicia un día de verano, cuando se encontraba leyendo un libro en compañía de su hermana mayor a la sombra de un frondoso árbol a la orilla de un arroyuelo. De pronto, vio pasar delante de ella a un conejito blanco que muy malhumorado, miraba un gran reloj que había sacado del bolsillo de su levita. -Voy a llegar tarde, sé que voy tarde, son ya las cinco y a las cinco y media tengo que estar, sé que no llego. Y siguió corriendo refunfuñando para sus adentros; Alicia se quedó maravillada. -Qué cosa más rara, un conejo que anda por ahí vestido con una levita, mirando un reloj de bolsillo y diciendo que llega tarde... ¿Dónde irá? ¡Ah! Pues yo no me quedo sin saberlo, voy tras él. Y sin pensarlo más siguió al conejo blanco que, un poco más lejos, se metió en un gran agujero que había en el hueco de un árbol. -Se ha escondido en ese árbol, pues yo le sigo........no quiero perderme la fiesta a la que seguro se dirige el conejo. Dicho y hecho. Alicia se introdujo en el hueco del árbol, pero de pronto notó que caía en el vacío. -¡Ay, que me caigo! Qué raro, caigo pero despacito, despacito, como si bajara en un paracaídas. Efectivamente, Alicia flotaba en su descenso como las hojas cuando en otoño se desprenden de los árboles lentamente, lentamente. Y así, fue a parar a una estancia llena de muebles parecida a una estancia llena de muebles parecida a un comedor de una casa cualquiera. -Esta debe ser la casa del conejito. Al posarse sobre el suelo, vio al conejo blanco que desaparecía por una puerta chiquitita que había en un rincón de la habitación. -¡Oh, qué pena, y soy demasiado grande para pasar por esa puerta.....! Voy a quedarme sin ver la fiesta. Antes dijimos que Alicia había caído en el comedor de una casa cualquiera, pero no debemos olvidar que ahora se hallaba en el País de las Maravillas, donde todas las cosas son maravillosas, diferentes a la forma en que nosotros estamos acostumbrados a verlas.
  • 27. Así, las sillas estaban apoyadas en el techo, colgando cabeza abajo, las macetas eran las flores de las plantas mientras que las flores, hacían las veces de macetas. Dando vueltas por la habitación, vio un plato con bizcochos, unos eran de vainilla y otros de chocolate. Tomó unos cuantos y se los echó al bolsillo. Mordió uno de vainilla y.................. -¡Ah! Me estoy haciendo tan pequeñita como un conejo, ahora podré el fin ir tras el conejito blanco y ver qué hay detrás de esa puerta chiquitina. Así lo hizo y se encontró en un jardín maravilloso, vio infinidad de enanitos y animalillos; También llamó su atención el ver que los jardineros se entretenían pintando las flores de muchos colores. A todos, preguntó Alicia por la dirección que había tomado el conejito, pero nadie supo darle razón. -Pues yo tengo que encontrarle, seguiré por ese caminito de la derecha,.... yo no me quedo sin ver la fiesta. Luego de andar un buen rato, llegó a un claro del bosque, y allí vio una casita extrañísima, con forma de cafetera. Por una ventana vio al conejito blanco. -Por los pelos de mis bigotes, que llego tarde. ¿Dónde habré puesto mis guantes? Lo que me faltaba ahora. ¡Eh! ¿Qué haces tú aquí? Anda búscame mis guantes de ceremonia......Vamos deprisa que llego tarde.....niña entrometida. No los encontrarás no..... -¿Cómo son tus guantes? Si no me dices como son, no los podré encontrar. -¡Oh, qué niña más inútil!¿Cómo van a ser? Blancos ¿Cómo quieres que sean unos guantes de ceremonia?. Alicia entró en la casa a cumplir el encargo del conejito y tuvo la suerte de encontrarlos enseguida. -Aquí están, ¿Son estos?. -Sí, sí, corre dámelos, veremos si llego. El conejillo tomó los guantes, y a la carrera se alejó por un sendero del bosque como alma que lleva al diablo. Alicia trató de seguirle, pero de pronto se perdió de vista detrás de un seto. -Espérame, amigo conejo espérame, quiero ir contigo, ya no se le ve........ Desilusionada, Alicia siguió su camino en pos del conejito malhumorado. Un poco más allá se encontró a un sombrero de copa que estaba tomando el té con una liebre saltarina.
  • 28. Le invitaron a compartir su merienda, pero no pudieron darle indicación alguna que sirviera para conocer la dirección que había tomado el conejo. De pronto, en el recodo del camino se oyeron los agudos sones unos clarines. -¿Qué será eso? Voy a ver.... Alicia aligero el paso y.......¡Oh sorpresa! ¿Qué diréis que vio? Un cortejo de cartas de jugar al póquer armadas con unas lanzas que desfilaban marcialmente entonando cantos guerreros. Al frente del cortejo y tocando un clarín muy reluciente, se hallaba el conejo blanco en traje de gala y con el borlón de su cola desplegado. -"......Somos los naipes de la baraja,......yo soy el rombo,.......y yo el corazón........yo soy el trébol........y yo el as de picas...........somos guardianes de la ilusión, a nuestra reina damos escolta, la defendemos con gran fervor, si alguien pretende causarle daño le propinamos un coscorrón........." -¿Qué haces tú aquí Alicia? -¡Vaya!, ¿con que por esto era tu prisa?......Qué elegante vas conejito..... -Soy el mayordomo mayor de la reina de corazones. Ahora tendrás que jugar una partida de cartas con ella y si ganas, te mandará cortar la cabeza, pero si nota que haces trampas para perder, te cortará la cabeza también. ¿Ves ahora porque no quería que vinieras? Alicia se echó a temblar y trató de esconderse detrás de una de las cartas, pero la reina la vio enseguida. -¡Eh, tú, niña, ven aquí! ¿Quién eres tú? -Pues.....yo majestad.....yo soy Alicia. -Pues bien Alicia, vamos a jugar una partida de cartas. Alicia se asustó, sin embargo comenzó la partida tratando por todos los medios de perder todas las bazas con el fin de no enojar a la reina, pero ésta que era muy astuta, se diño cuenta enseguida. -¿Qué haces, por qué echas esa carta, es que quieres perder, crees que soy tonta? Pues no te librarás de mi castigo por haber venido a mi país sin mi permiso. -Yo majestad......la verdad es que............ -¡Soldados, prendedla! Alicia se vio perdida, echó a correr perseguida por los soldados. Ya la alcanzaban, cuando se acordó de los bizcochos de chocolate.
  • 29. -Comeré uno a ver si recupero mi tamaño normal. Alicia tomó un bizcocho y empezó a crecer y a crecer.......hasta alcanzar su estatura y entonces pudo escapar, pero no tan aprisa como para evitar que una flecha lanzada por el cinco de trébol la alcanzara en la palma de la mano. -¡Ay, mi mano! Entonces despertó, estaba en el prado reclinada en su hermana, un mosquito la había picado en la palma de su mano y ésta fue la causa de su despertar, asociando el picotazo con el dolor de la flecha del cinco de trébol. -¡Oh, pero si todo ha sido un sueño! Qué cosas se sueñan............ Alicia se quedó mirando el horizonte recordando su aventura en el País de las Maravillas, mientras maquinalmente se rascaba la palma de la mano, donde se le había formado un circulito rojo producido por la picadura del mosquito. FIN
  • 31. Hace mucho tiempo, un carpintero llamado Gepeto, como se sentía muy solo, cogió de su taller un trozo de madera y construyó un muñeco llamado Pinocho. -¡Qué bien me ha quedado! -exclamó-. Lástima que no tenga vida. Cómo me gustaría que mi Pinocho fuese un niño de verdad. Tanto lo deseaba que un hada fue hasta allí y con su varita dio vida al muñeco. -¡Hola, padre! -saludó Pinocho. -¡Eh! ¿Quién habla? -gritó Gepeto mirando a todas partes. -Soy yo, Pinocho. ¿Es que ya no me conoces? -¡Parece que estoy soñando! ¡Por fin tengo un hijo! Gepeto pensó que aunque su hijo era de madera tenía que ir al colegio. Pero no tenía dinero, así que decidió vender su abrigo para comprar los libros. Salía Pinocho con los libros en la mano para ir al colegio y pensaba: -Ya sé, estudiaré mucho para tener un buen trabajo y ganar dinero, y con ese dinero compraré un buen abrigo a Gepeto. De camino, pasó por la plaza del pueblo y oyó: -¡Entren, señores y señoras! ¡Vean nuestro teatro de títeres! Era un teatro de muñecos como él y se puso tan contento que bailó con ellos. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no tenían vida y bailaban movidos por unos hilos que llevaban atados a las manos y los pies. -¡Bravo, bravo! -gritaba la gente al ver a Pinocho bailar sin hilos. -¿Quieres formar parte de nuestro teatro? -le dijo el dueño del teatro al acabar la función. -No porque tengo que ir al colegio. -Pues entonces, toma estas monedas por lo bien que has bailado -le dijo un señor. Pinocho siguió muy contento hacia el cole, cuando de pronto: -¡Vaya, vaya! ¿Dónde vas tan deprisa, jovencito? -dijo un gato muy mentiroso que se encontró en el camino. -Voy a comprar un abrigo a mi padre con este dinero. -¡Oh, vamos! -exclamó el zorro que iba con el gato-. Eso es poco dinero para un buen abrigo. ¿No te gustaría tener más? -Sí, pero ¿cómo? -contestó Pinocho. -Es fácil -dijo el gato-. Si entierras tus monedas en el Campo de los Milagros crecerá una planta que te dará dinero.
  • 32. -¿Y dónde está ese campo? -Nosotros te llevaremos -dijo el zorro. Así, con mentiras, los bandidos llevaron a Pinocho a un lugar lejos de la ciudad, le robaron las monedas y le ataron a un árbol. Gritó y gritó pero nadie le oyó, tan sólo el Hada Azul. -¿Dónde perdiste las monedas? -Al cruzar el río -dijo Pinocho mientras le crecía la nariz. Se dio cuenta de que había mentido y, al ver su nariz, se puso a llorar. -Esta vez tu nariz volverá a ser como antes, pero te crecerá si vuelves a mentir -dijo el Hada Azul. Así, Pinocho se fue a la ciudad y se encontró con unos niños que reían y saltaban muy contentos. -¿Qué es lo que pasa? -preguntó. -Nos vamos de viaje a la Isla de la Diversión, donde todos los días son fiesta y no hay colegios ni profesores. ¿Te quieres venir? -¡Venga, vamos! Entonces, apareció el Hada Azul. -¿No me prometiste ir al colegio? -preguntó. -Sí -mintió Pinocho-, ya he estado allí. Y, de repente, empezaron a crecerle unas orejas de burro. Pinocho se dio cuenta de que le habían crecido por mentir y se arrepintió de verdad. Se fue al colegio y luego a casa, pero Gepeto había ido a buscarle a la playa con tan mala suerte que, al meterse en el agua, se lo había tragado una ballena. -¡Iré a salvarle! -exclamó Pinocho. Se fue a la playa y esperó a que se lo tragara la ballena. Dentro vio a Gepeto, que le abrazó muy fuerte. -Tendremos que salir de aquí, así que encenderemos un fuego para que la ballena abra la boca. Así lo hicieron y salieron nadando muy deprisa hacia la orilla. El papá del muñeco no paraba de abrazarle. De repente, apareció el Hada Azul, que convirtió el sueño de Gepeto en realidad, ya que tocó a Pinocho y lo convirtió en un niño de verdad. FIN
  • 33. Bambi
  • 34. Había llegado la primavera. El bosque estaba muy lindo. Los animalitos despertaban del largo invierno y esperaban todos un feliz acontecimiento. - ¡Ha nacido el cervatillo! ¡El príncipe del bosque ha nacido! -anunciaba Tambor el conejito, mientras corría de un lado a otro. Todos los animalitos fueron a visitar al pequeño ciervo, a quien su mamá puso el nombre de Bambi. El cervatillo se estiró e intentó levantarse. Sus patas largas y delgadas le hicieron caer una y otra vez. Finalmente, consiguió mantenerse en pie. Tambor se convirtió en un maestro para el pequeño. Con él aprendió muchas cosas mientras jugaban en el bosque. Pasó el verano y llegó el tan temido invierto. Al despertar una mañana, Bambi descubrió que todo el bosque estaba cubierto de nieve. Era muy divertido tratar de andar sobre ella. Pero también descubrió que el invierno era muy triste, pues apenas había comida. Cierto día vio cómo corría un grupo de ciervos mayores. Se quedó admirado al ver al que iba delante de todos. Era más grande y fuerte que los demás. Era el Gran Príncipe del Bosque. Aquel día la mamá de Bambi se mostraba inquieta. Olfateaba el ambiente tratando de descubrir qué ocurría. De pronto, oyó un disparo y dijo a Bambi que corriera sin parar. Bambi corrió y corrió hasta lo más espeso del bosque. Cuando se volvió para buscar a su mamá vio que ya no venía. El pobre Bambi lloró mucho. - Debes ser valiente porque tu mamá no volverá. Vamos, sígueme -le dijo el Gran Príncipe del Bosque. Bambi había crecido mucho cuando llegó la primavera. Cierto día, mientras bebía agua en el estanque, vio reflejada en el agua una cierva detrás de él. Era bella y ágil y pronto se hicieron amigos. Una mañana, Bambi se despertó asustado. Desde lo alto de la montaña vio un campamento de cazadores. Corrió haciá allá y encontró a su amiga rodeada de perros. Bambi le ayudó a escapar y ya no se separaron más.
  • 35. Cuando llegó la primavera, Falina, que así se llamaba la cierva, tuvo dos crías. Eran los hijos de Bambi que, con el tiempo, llegó a ser el Gran Príncipe del Bosque. FIN
  • 37. En una hermosa mañana de verano, los huevos que habían empollado la mamá Pata empezaban a romperse, uno a uno. Los patitos fueron saliendo poquito a poco, llenando de felicidad a los papás y a sus amigos. Estaban tan contentos que casi no se dieron cuenta de que un huevo, el más grande de todos, aún permanecía intacto. Todos, incluso los patitos recién nacidos, concentraron su atención en el huevo, a ver cuando se rompería. Al cabo de algunos minutos, el huevo empezó a moverse, y luego se pudo ver el pico, luego el cuerpo, y las patas del sonriente pato. Era el más grande, y para sorpresa de todos, muy distinto de los demás. Y como era diferente, todos empezaron a llamarle el Patito Feo. La mamá Pata, avergonzada por haber tenido un patito tan feo, le apartó con el ala mientras daba atención a los otros patitos. El patito feo empezó a darse cuenta de que allí no le querían. Y a medida que crecía, se quedaba aún más feo, y tenía que soportar las burlas de todos. Entonces, en la mañana siguiente, muy temprano, el patito decidió irse de la granja. Triste y solo, el patito siguió un camino por el bosque hasta llegar a otra granja. Allí, una vieja granjera le recogió, le dio de comer y beber, y el patito creyó que había encontrado a alguien que le quería. Pero, al cabo de algunos días, él se dio cuenta de que la vieja era mala y sólo quería engordarle para transformarlo en un segundo plato. El patito salió corriendo como pudo de allí. El invierno había llegado, y con él, el frío, el hambre y la persecución de los cazadores para el patito feo. Lo pasó muy mal. Pero sobrevivió hasta la llegada de la primavera. Los días pasaron a ser más calurosos y llenos de colores. Y el patito empezó a animarse otra vez. Un día, al pasar por un estanque, vio las aves más hermosas que jamás había visto. Eran elegantes, delicadas, y se movían como verdaderas bailarinas, por el agua. El patito, aún acomplejado por la figura y la torpeza que tenía, se acercó a una de ellas y le preguntó si podía bañarse también en el estanque. Y uno de los cisnes le contestó: - Pues, ¡claro que sí! Eres uno de los nuestros.
  • 38. Y le dijo el patito: - ¿Cómo que soy uno de los vuestros? Yo soy feo y torpe, todo lo contrario de vosotros. Y ellos le dijeron: - Entonces, mira tú reflejo en el agua del estanque y verás cómo no te engañamos. El patito se miró y lo que vio le dejó sin habla. ¡Había crecido y se transformado en un precioso cisne! Y en este momento, él supo que jamás había sido feo. Él no era un pato sino un cisne. Y así, el nuevo cisne se unió a los demás y vivió feliz para siempre. FIN