El poema le pide a María que le enseñe a practicar el silencio interior y exterior para cultivar la paz, la aceptación, el amor y la caridad; y evitar la crítica destructiva, la difamación y los pensamientos inútiles. El silencio es necesario para la oración, la limosna oculta, entenderse a sí mismo y escuchar a los demás, y es la única forma de encontrarse con Dios.
1. SANTA MARÍA DEL SILENCIO.
“Enséñame oh Madre del Señor a callar
si la caridad va a quedar dañada si hablo.
Enséñame a no hablar nunca mal de nadie,
a no hacer crítica destructiva o difamación del hermano.
Enséñame el silencio de la aceptación interior
sin rebelión interior y en la paz del corazón.
Enséñame a callar, a sufrir, a amar,
a aceptar en el silencio que se confía en Dios.
Enséñame a orar en lo escondido, a dar limosna en lo oculto,
a vivir santamente en el decoro del silencio de corazón.
Enséñame a caminar entre silencios, aunque no a solas,
que no olvide nunca que a Dios se va por el hermano
y con el hermano.
Enséñame a hacer silencio exterior, e interior
de pensamientos inútiles, ilusiones imaginarias, deseos irrealizables,
preocupaciones y agobios excesivos.
Enséñame a cultivar el silencio, fuente de inmensas energías
y ambiente necesario para arriesgadas decisiones.
Enséñame el silencio para poder entenderme a mí.
Enséñame el silencio para escuchar y entender al hermano.
Enséñame el silencio, los desiertos, las pobladas soledades,
donde únicamente me puedo encontrar con Dios.
Enséñame oh María, los silencios fecundos,
el silencio permanente, enséñame a contemplarte.
Amén”.