La Escuela Rural tenía hermosos juegos infantiles en su patio, como columpios y resbalines, donde los alumnos se divertían durante los recreos. Cada año pintaban los juegos para que no se echaran a perder. Los alumnos cuidaban los juegos para que después los usaran sus hermanos menores. Un día, unos bueyes y un toro destruyeron el resbalín favorito de un niño, aunque luego los padres lo repararon.