El niño buscaba en la ciudad al vendedor de algodones de caramelo a pesar de que le habían dicho que le hacían daño a sus dientes. Juntaba el dinero guardando la moneda que le daban. Una noche sintió un fuerte dolor en un molar, y al día siguiente el dentista quebró el diente de un golpe porque estaba podrido debido a los caramelos.