La niña de una escuelita rural trajo un yo-yó que causó sensación porque era una novedad. Se lo había traído una tía desde Santiago. Otra niña, sintiendo atracción y envidia, le robó el yo-yó de su mochila. Cuando la otra niña lo llevó a su casa y su mamá se lo preguntó, no pudo dar una buena respuesta y fue obligada a devolverlo.