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¿AUGCignorancia, asepsia o amnesia?

San Sebastián (España), 30 de junio de 2010

     Carta abierta al teniente de la Escala Facultativa de la Guardia Civil D. Jesús Padilla
Ortega, Director adjunto de la revista “Guardia Civil”.

     Mi respetado teniente:

      Leo en la última revista del Cuerpo,
la número 794, de junio del presente año,
un reportaje titulado “Orden y esplendor
romero” (ocho páginas, con abundante
material gráfico incluido), firmado por
usted, en el cual se nos informa, deta-
lladamente, de los actos organizados, el
pasado mes de abril, con motivo de la
celebración del Año Jubilar en honor a la
Virgen de la Cabeza y del amplio dis-
positivo de seguridad dispuesto por la
Guardia Civil para “compaginar el
bienestar de los romeros con su propia
seguridad […] y con la conservación del
singular paraje en el que se celebra”.

      Atraído por el título, fue el primer
artículo que leí, y al sobresalto de lo que
oculta se añade el susto por lo que no
dice. Leo y releo el artículo, pues no
puedo creérmelo, pero al final me rindo a
la evidencia:

     Es posible escribir un artículo de
ocho páginas, en la revista oficial de la
Guardia Civil, sobre unos actos cele-
brados en el Santuario de la Virgen de la
Cabeza y los servicios prestados por la Guardia Civil con ocasión de los mismos y no hacer
ninguna referencia a los hechos que, protagonizados por la Guardia Civil, allí ocurrieron hace ya
más de setenta años.

    Es posible incluir diecisiete fotografías para ilustrar el artículo y no incluir entre las mismas la
imagen de la Virgen sosteniendo la Cruz Laureada y a sus pies el lema y emblema de la
Guardia Civil.

     Es posible describir el itinerario de los romeros, citar “de pasada” el cementerio y no reparar
que al mismo se accede bajo un cartel que reza “La Guardia Civil muere, pero no se rinde”.

     Es posible no reparar que en ese mismo cementerio figuran los nombres de varias docenas
de guardias civiles y no preguntarse tan siquiera, en un simple ejercicio de periodismo elemental
¿cómo, cuándo y por qué habrán muerto estos guardias civiles?.
Es posible escribir
                                                                          el artículo y no citar al
                                                                          capitán Cortés, a los
                                                                          tenientes Porto y Rua-
                                                                          no, al alférez Carbonell,
                                                                          al brigada Gila y a su
                                                                          “tropa de niños”, al Cerro
                                                                          de la Cuarta, los bombar-
                                                                          deos, la artillería, los
                                                                          suministros del capitán
                                                                          Haya, el heliógrafo, las
                                                                          palomas mensajeras, el
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                                                                          que habla, …

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                                                                        recordar que el San-
                                                                        tuario de la Virgen de la
                                                                        Cabeza fue el “esce-
                                                                        nario” en el que muchas
                                                                        promociones de guardias
civiles juraron bandera, algunos de los cuales aún hoy se encuentran en activo.

      Sí, aunque todo lo anterior parezca inverosímil teniendo en cuenta la naturaleza y el carácter
de la publicación y sus presumibles lectores, es posible, y a lo publicado me remito.

      No pretendo, nada más lejos de mi intención y de mi pobre pluma, dar lecciones de nada a
nadie, y tampoco pretendo, y ruego que nadie lo interprete así, realizar la defensa apologética de
unas determinadas opciones políticas. No, por favor, nada más lejos de mi intención.
Simplemente pido que nadie, por ignorancia, desmemoria o, lo que sería peor, subrepticia y
maliciosamente y por que no sea del agrado de ciertas asociaciones “profesionales”, hurte a los
guardias civiles el conocimiento imparcial y objetivo de su propia historia. Pido, apelando al
principio de honestidad
intelectual, que nadie
manipule, oculte, tergi-
verse o desvirtúe esa
historia, escrita las más
de las veces con su
propia sangre.

      En los trágicos días
de julio de 1936, como
sin duda usted sabrá, mi
respetado teniente, la
Guardia Civil, al igual
que el resto de la
sociedad española, se
dividió, dejando en terri-
torio republicano catorce
de las cabeceras de sus
entonces       veinticuatro
Tercios, veintisiete de
sus cincuenta y ocho
Comandancias,   ciento
veinticuatro de    sus
doscientas Compañías y
ocho de sus nueve
Escuadrones de Caba-
llería.

      Desgraciadamente
para la República, por
Decreto de 30 de agosto
de 1936, apenas cua-
renta días después de
iniciada la contienda, la
Guardia      Civil   sería
suprimida, creando en su
lugar un nuevo cuerpo
de seguridad –la Guardia
Nacional Republicana- la
cual progresivamente iría
diluyéndose en la marea
revolucionaria, entre las
unidades de milicias y con la inestimable labor de los comités anarco-sindicalistas y las
comisiones depuradoras. Por eso, mi teniente, apenas podemos rememorar ningún hecho
histórico relevante protagonizado por la Guardia Civil “republicana”, aunque, al igual que las
“meigas”, “haberlos, si los hubo”.

     Así, mi teniente, cuando “toque” puede usted rememorar la figura y la actuación ejemplar del
coronel Escobar y del Tercio de Barcelona en la Vía Layetana, puede usted, y creo que debe,
cuando “toque”, reivindicar las meritorias actuaciones del general Aranguren, Jefe de la Zona de
Cataluña, del comandante Rodríguez-Medel, de la Comandancia de Navarra, del comandante
García Ezcurra, de la Comandancia de Guipúzcoa, del capitán Ibarrola, de la Comandancia de
Vizcaya o la del también capitán Alonso Nart, en Sama de Langreo. A estos nombres habría que
                                                                        sumar una larga lista de
                                                                        anónimos guardias civi-
                                                                        les de empleos más
                                                                        modestos, cuyos nom-
                                                                        bres no pasaron a las
                                                                        páginas de la historia,
                                                                        pero que los secundaron
                                                                        en tan adversas circuns-
                                                                        tancias.

                                                                             Todos ellos, mi
                                                                       teniente, guardias civiles,
                                                                       que vestían nuestro mis-
                                                                       mo uniforme y se toca-
                                                                       ban con nuestro mismo
                                                                       sombrero. Y todos ellos,
                                                                       guardias     civiles     al
                                                                       servicio de la República
                                                                       Española.

                                                                            Cuando “toque”, mi
teniente, puede evocar su figura y su actuación ejemplar en la revista del Cuerpo, para que esta
actuación sirva de guía y ejemplo a aquellos que hoy ocupamos sus puestos en el escalafón y a
todas las generaciones de futuros guardias civiles, pero en esta ocasión, mi teniente, yo creo que
“tocaba” hablar, o siquiera citar, los del Santuario.

      Por todo ello, adjunto a la presente, a la cual pretendo darle la difusión que se merece entre
los amigos y compañeros que considere acreedores a ello y para intentar paliar, en la medida de
lo posible las, en mi modesta opinión, carencias de su artículo, inserto varias fotografías de una
visita reciente al Santuario de la Virgen de la Cabeza que bien pudieran haber servido, al menos
alguna de ellas, para ser publicadas en lugar de las que, más que ilustrar, tan sólo amenizan su
reportaje.

     Y nada más. Le ruego perdone el atrevimiento por haber tenido la osadía de dirigirme a
usted utilizando el expeditivo método de la “carta abierta” y tan sólo le pido que considere la
presente como lo que es, una simple crítica de un ex lector, a la cual, cualquier “profesional” del
periodismo puede verse expuesto en su labor informativa. Por último, y para dar término a la
presente, reciba usted, mi teniente, un respetuoso saludo de este su subordinado que, como no
podría ser de otra manera, queda siempre a sus órdenes.

                 Fdo. Juan Manuel Álvarez Guerra. Cabo 1º de la Guardia Civil.

                                         ¡---oOo---¡

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Vigen de la Cabeza

  • 1. ¿AUGCignorancia, asepsia o amnesia? San Sebastián (España), 30 de junio de 2010 Carta abierta al teniente de la Escala Facultativa de la Guardia Civil D. Jesús Padilla Ortega, Director adjunto de la revista “Guardia Civil”. Mi respetado teniente: Leo en la última revista del Cuerpo, la número 794, de junio del presente año, un reportaje titulado “Orden y esplendor romero” (ocho páginas, con abundante material gráfico incluido), firmado por usted, en el cual se nos informa, deta- lladamente, de los actos organizados, el pasado mes de abril, con motivo de la celebración del Año Jubilar en honor a la Virgen de la Cabeza y del amplio dis- positivo de seguridad dispuesto por la Guardia Civil para “compaginar el bienestar de los romeros con su propia seguridad […] y con la conservación del singular paraje en el que se celebra”. Atraído por el título, fue el primer artículo que leí, y al sobresalto de lo que oculta se añade el susto por lo que no dice. Leo y releo el artículo, pues no puedo creérmelo, pero al final me rindo a la evidencia: Es posible escribir un artículo de ocho páginas, en la revista oficial de la Guardia Civil, sobre unos actos cele- brados en el Santuario de la Virgen de la Cabeza y los servicios prestados por la Guardia Civil con ocasión de los mismos y no hacer ninguna referencia a los hechos que, protagonizados por la Guardia Civil, allí ocurrieron hace ya más de setenta años. Es posible incluir diecisiete fotografías para ilustrar el artículo y no incluir entre las mismas la imagen de la Virgen sosteniendo la Cruz Laureada y a sus pies el lema y emblema de la Guardia Civil. Es posible describir el itinerario de los romeros, citar “de pasada” el cementerio y no reparar que al mismo se accede bajo un cartel que reza “La Guardia Civil muere, pero no se rinde”. Es posible no reparar que en ese mismo cementerio figuran los nombres de varias docenas de guardias civiles y no preguntarse tan siquiera, en un simple ejercicio de periodismo elemental ¿cómo, cuándo y por qué habrán muerto estos guardias civiles?.
  • 2. Es posible escribir el artículo y no citar al capitán Cortés, a los tenientes Porto y Rua- no, al alférez Carbonell, al brigada Gila y a su “tropa de niños”, al Cerro de la Cuarta, los bombar- deos, la artillería, los suministros del capitán Haya, el heliógrafo, las palomas mensajeras, el doctor Liébana, la piedra que habla, … Es posible no recordar que el San- tuario de la Virgen de la Cabeza fue el “esce- nario” en el que muchas promociones de guardias civiles juraron bandera, algunos de los cuales aún hoy se encuentran en activo. Sí, aunque todo lo anterior parezca inverosímil teniendo en cuenta la naturaleza y el carácter de la publicación y sus presumibles lectores, es posible, y a lo publicado me remito. No pretendo, nada más lejos de mi intención y de mi pobre pluma, dar lecciones de nada a nadie, y tampoco pretendo, y ruego que nadie lo interprete así, realizar la defensa apologética de unas determinadas opciones políticas. No, por favor, nada más lejos de mi intención. Simplemente pido que nadie, por ignorancia, desmemoria o, lo que sería peor, subrepticia y maliciosamente y por que no sea del agrado de ciertas asociaciones “profesionales”, hurte a los guardias civiles el conocimiento imparcial y objetivo de su propia historia. Pido, apelando al principio de honestidad intelectual, que nadie manipule, oculte, tergi- verse o desvirtúe esa historia, escrita las más de las veces con su propia sangre. En los trágicos días de julio de 1936, como sin duda usted sabrá, mi respetado teniente, la Guardia Civil, al igual que el resto de la sociedad española, se dividió, dejando en terri- torio republicano catorce de las cabeceras de sus entonces veinticuatro Tercios, veintisiete de sus cincuenta y ocho
  • 3. Comandancias, ciento veinticuatro de sus doscientas Compañías y ocho de sus nueve Escuadrones de Caba- llería. Desgraciadamente para la República, por Decreto de 30 de agosto de 1936, apenas cua- renta días después de iniciada la contienda, la Guardia Civil sería suprimida, creando en su lugar un nuevo cuerpo de seguridad –la Guardia Nacional Republicana- la cual progresivamente iría diluyéndose en la marea revolucionaria, entre las unidades de milicias y con la inestimable labor de los comités anarco-sindicalistas y las comisiones depuradoras. Por eso, mi teniente, apenas podemos rememorar ningún hecho histórico relevante protagonizado por la Guardia Civil “republicana”, aunque, al igual que las “meigas”, “haberlos, si los hubo”. Así, mi teniente, cuando “toque” puede usted rememorar la figura y la actuación ejemplar del coronel Escobar y del Tercio de Barcelona en la Vía Layetana, puede usted, y creo que debe, cuando “toque”, reivindicar las meritorias actuaciones del general Aranguren, Jefe de la Zona de Cataluña, del comandante Rodríguez-Medel, de la Comandancia de Navarra, del comandante García Ezcurra, de la Comandancia de Guipúzcoa, del capitán Ibarrola, de la Comandancia de Vizcaya o la del también capitán Alonso Nart, en Sama de Langreo. A estos nombres habría que sumar una larga lista de anónimos guardias civi- les de empleos más modestos, cuyos nom- bres no pasaron a las páginas de la historia, pero que los secundaron en tan adversas circuns- tancias. Todos ellos, mi teniente, guardias civiles, que vestían nuestro mis- mo uniforme y se toca- ban con nuestro mismo sombrero. Y todos ellos, guardias civiles al servicio de la República Española. Cuando “toque”, mi
  • 4. teniente, puede evocar su figura y su actuación ejemplar en la revista del Cuerpo, para que esta actuación sirva de guía y ejemplo a aquellos que hoy ocupamos sus puestos en el escalafón y a todas las generaciones de futuros guardias civiles, pero en esta ocasión, mi teniente, yo creo que “tocaba” hablar, o siquiera citar, los del Santuario. Por todo ello, adjunto a la presente, a la cual pretendo darle la difusión que se merece entre los amigos y compañeros que considere acreedores a ello y para intentar paliar, en la medida de lo posible las, en mi modesta opinión, carencias de su artículo, inserto varias fotografías de una visita reciente al Santuario de la Virgen de la Cabeza que bien pudieran haber servido, al menos alguna de ellas, para ser publicadas en lugar de las que, más que ilustrar, tan sólo amenizan su reportaje. Y nada más. Le ruego perdone el atrevimiento por haber tenido la osadía de dirigirme a usted utilizando el expeditivo método de la “carta abierta” y tan sólo le pido que considere la presente como lo que es, una simple crítica de un ex lector, a la cual, cualquier “profesional” del periodismo puede verse expuesto en su labor informativa. Por último, y para dar término a la presente, reciba usted, mi teniente, un respetuoso saludo de este su subordinado que, como no podría ser de otra manera, queda siempre a sus órdenes. Fdo. Juan Manuel Álvarez Guerra. Cabo 1º de la Guardia Civil. ¡---oOo---¡