1. DOS MÁS
Cuento Ariqueño
José Maldonado Segovia
2012.
2. La noche ariqueña, en pleno verano, invita a tomarse unas
buenas heladas. Vamos con un paisano (hermano) al local de
siempre. Al poco rato de pedir las dos cervezas de marca
extranjera (bueno ya, Arequipeña) llega un conocido, un
compañero que no veía hace rato y lo invitamos a la mesa, quien
pide dos más.
Tiempo que no veía al “Brujo” Cohailar. En el Servicio Militar los
clases lo habían apodado “El Brujo”, ya que tenía la costumbre
de predecir el clima. Nunca fallaba. Recuerdo que una vez contó
que su abuelo, quien era Yatiri (religioso y curandero aymara) le
había enseñado sobre el clima, los animales, las cosechas y
todo lo que un hombre de la precordillera debía conocer. Incluso
pensó en seguir la senda de su abuelo y convertirse también en
un Yatiri, pero por más que trató, nunca pudo lograr que un rayo
le cayera encima, condición con la que el mito dice que es
bautizado un sabio Yatiri.
3. - Y que es de tu vida pos, Brujo. ¿Sigues buscando el rayo? - le
pregunto, mientras voy sirviendo las espumosas.
- Jajaja bien po, compadre, trabajando de técnico eléctrico en
Calama, así que ahora busco cortocircuitos nomás – dice
riendo. El primer Jallalla (Salud, Enhorabuena) es por los
tiempos del Servicio Militar y sus anécdotas.
En eso a mi otro compadre lo llaman al celu. Se disculpa con
nosotros pero debe retirarse para evitar la pelea de turno con su
señora, según nos cuenta. Obligados a creerle, pero los
“mandarina” y “macabeo” son poco para despedir al pobre
perseguido, quien nos deja dos heladitas más pagadas y en la
mesa como una forma de compensar tamaña ofensa al círculo
de la masculinidad bohemia.
4. - Fome que te anden llamando todo el día y te mandoneen
así, jajajaja – se ríe el Brujo. Río por lo mismo, y brindamos
nuevamente, mientras disimuladamente voy apagando mi
celular.
Pongo tres temas por 500 pesos en el Wurlitzer de la
chopería. Mientras esperamos los temas cortavenas de
“Los Kjarkas”, detrás del rock intrascendente e insípido de
Madonna agregados por los jipis ochenteros de la mesa de
más allá, el Brujo me cuenta que trabajaba hace tiempo ya
en la minería calameña. Tenía tres hijos y señora, claro que
el primer niño no era de él, pero si asumido al casarse.
Apenas nombra a su jefa, saca de la billetera la foto a todo
color del rostro de su mujer, una rubia de ojos claros y
bastante guapa que trabajaba en una clínica de Calama,
según un orgulloso Cohailar.
- Meritorio para un indio tan feo, compadre – le digo,
elevando mi vaso lleno.
5. - Jallalla pos, Maldonado – me dice brindando, el Brujo - y no
me la mires mucho tampoco -, mientras se guarda la foto y
challa (agradecimiento a la Pacha Mama) en el piso plástico, el
cual difícilmente absorberá tanto copete.
En verdad me alegro por su familia y también challo el piso de
aquel distinguido local.
Pedimos dos más. Cohailar me cuenta que extrañaba
Chapiquiña, su pueblo natal. Había estado en Caspana, Tocanao
y otros pueblos del interior de la segunda, pero sintiéndose
ajeno, casi como un turista. Así que pidió unos días de
vacaciones en el trabajo para estar en el Carnaval de
Chapiquiña, con el calor afectivo de su pueblo, con su gente. De
hecho sus padres vivían aún allá. Alcanzó a estar solo un día del
Carnaval, lo suficiente para empaparse del sentimiento andino,
como cuando era niño, donde se compartía con todos y se
festejaba a la Pacha Mama.
6. - ¿Y no viniste con tu familia, compadre? – le pregunto, mientras
le hago la seña a una mesera made in Colombia para que nos
traiga dos cervezas más con ese afable acento caribeño.
- Pues resulta que el próximo año vendrán, compañero
Maldonado – me contesta un entusiasta Cohailar. - En la fiesta
se me pasaron las copas parece, y cuando preguntaron quien se
ofrecía para pasar la fiesta al otro año, yo levanté la mano y
anuncié que me pondría con todo, así como alguna vez pasaron
la fiesta mis padres y abuelos también. Algunas viejas dijeron
que curado no vale, que no me consideraran, pero como mi
familia siempre ha cumplido con el pueblo, aceptaron. Después
me dieron más trago y seguí bailando. Al otro día un almuerzo
entres los pasantes que despedían la fiesta y los nuevos. Así
que mis viejitos y yo ahí, orgullosos de que su hijo siga
conservando las tradiciones. Mis viejos se preocuparon en
verdad y dijeron que me iban a apoyar, como son los viejos…
No, viejitos, les dije, perdonen por ser tan ingrato, ya vendré con
la familia y los llevaré a Calama donde vivo. Jallalla por eso,
markamasi (coterráneo, paisano) Maldonado.
7. - Jallalla, markamasi – le digo, esperando que se acuerde e
invite a la fiesta.
- Lo que si, como te conté, compadre. Mi primer hijo, el rubiecito
no tiene mi apellido, solo tiene el de mi señora. Pero sabes, hace
poco mi niño me preguntó que si podíamos hacer trámites para
adoptar mi apellido. El quiere ser un Cohailar, imagínate. Obvio
que le dije que sí. Ahora pienso que pucha que me van a
molestar en el pueblo, cuando vean a un hijo mío y rubio mas
encima jajajaja – me cuenta el emocionado Cohailar, casi hasta
las lágrimas.
- Te felicito compadre, a fin de cuentas, padre es el que cría.
¡Jallalla paisano y dos más por eso! - Le digo, mientras
brindamos al seco, y comienzo a buscar los esquivos billetes
que me quedan en algún bolsillo de la camisa o el pantalón…