Notas de Elena | Lección 11 | Vivir por fe | Escuela Sabática
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I Trimestre de 2015
Proverbios
Notas de Elena G. de White
Lección 11
14 de marzo 2015
Vivir por fe:
Sábado 7 de marzo
Hay pocos que realmente aprecian y aprovechan el precioso privilegio
de la oración. Deberíamos ir a Jesús y contarle todas nuestras necesidades.
Podemos llevarle nuestras cargas y problemas, pequeños y grandes. Todo lo
que pueda causamos dificultades, deberíamos llevarlo al Señor en oración.
Perdemos muchas preciosas bendiciones al dejar de llevar nuestras nece-
sidades, problemas y pesares a nuestro Salvador. Él es el admirable Conse-
jero. Vela sobre su iglesia con intenso interés, y con un corazón lleno de
tierna simpatía se impone de la hondura de nuestras necesidades. Pero nues-
tros caminos no son siempre sus caminos. Él ve el resultado de cada acción
y nos pide que confiemos con paciencia en su sabiduría, no en los supues-
tamente sabios planes de nuestra propia hechura.
No ceséis de orar. Si la respuesta se tarda, esperadla. Poned todos vues-
tros planes a los pies del Redentor. Asciendan vuestras oraciones importu-
nas a Dios. Si es para la gloria de su nombre, oiréis las confortantes pala-
bras: “Sea hecho conforme a tu palabra".
No podemos cansar a Cristo con fervientes súplicas. No dependemos de
Dios tanto como debiéramos. Dejemos sin pronunciar toda palabra de que-
ja. Hablemos de fe y de ánimo mientras esperamos a Dios... Tened temor
de la duda, para que no llegue a ser un hábito que destruya la fe. El proce-
der del Padre celestial puede parecemos oscuro, misterioso e inexplicable,
sin embargo debemos confiar en él.
Poda oración sincera que se eleva es mezclada con la eficacia de la san-
gre de Cristo. Si la respuesta tarda es porque Dios desea que mostremos una
santa osadía en reclamar la palabra que él empeñó. Fiel es el que prometió.
Nunca abandonará al alma que se entrega plenamente a él (En lugares ce-
lestiales, p. 74).
Dios no desea que quedemos abrumados de tristeza, con el corazón an-
gustiado y quebrantado. Quiere que alcemos los ojos y veamos su rostro
amante. El bendito Salvador está cerca de muchos cuyos ojos están tan lle-
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nos de lágrimas que no pueden percibirlo. Anhela estrechar nuestra mano:
desea que lo miremos con fe sencilla y que le permitamos que nos guíe. Su
corazón conoce nuestras pesadumbres, adicciones y pruebas. Nos ha amado
con un amor sempiterno y nos ha rodeado de misericordia. Podemos apoyar
el corazón en él y meditar a todas horas en su bondad. El elevará el alma
más allá de la tristeza y perplejidad cotidianas, hasta un reino de paz (Refle-
jemos a Jesús, p. 356).
Domingo 8 de marzo: Guardar la ley
Las leyes que Dios dio antaño a su pueblo eran más sabias, mejores y
más humanas que las de las naciones más civilizadas de la tierra. Las leyes
de las naciones tienen las características de las debilidades y pasiones del
corazón irregenerado, mientras que la ley de Dios lleva el sello divino.
Dice el salmista: “La ley de Jehová es perfecta’1. ¡Cuán maravillosa en
su sencillez, en lo fácil de comprender, y en su perfección es la ley de
Jehová! Es tan breve que fácilmente se puede aprender de memoria cada
precepto de ella, y no obstante tan abarcante que expresa toda la voluntad
de Dios y tiene que ver no solamente con los actos externos, sino con los
pensamientos y las intenciones, los deseos y las emociones del corazón. Las
leyes humanas no pueden hacer esto. Solo pueden referirse a los actos ex-
ternos. Un hombre puede ser transgresor, y a pesar de eso, ocultar sus deli-
tos de los ojos humanos; puede ser criminal, ladrón, asesino o adúltero,
pero mientras no se lo descubra, la ley no lo puede condenar como culpa-
ble...
La ley de Dios es sencilla y fácil de comprender. Si los hijos de los
hombres quisieran obedecer esta ley de la mejor manera posible, obtendrían
fortaleza mental y capacidad de discernimiento para comprender aun más
los propósitos y los planes de Dios. Y este progreso continuaría no sola-
mente durante la vida actual, sino durante las edades eternas; porque no
importa cuánto se avance en el conocimiento de la sabiduría y del poder de
Dios, siempre hay una infinidad por delante
que recorrer (Hijos e hijas de Dios, p. 41).
Todo aquel que rehúsa entregarse a Dios está bajo el dominio de otro
poder. No es su propio dueño. Puede hablar de libertad, pero está en la más
abyecta esclavitud. No le es dado ver la belleza de la verdad, porque su
mente está bajo el dominio de Satanás. Mientras se lisonjea de estar si-
guiendo los dictados de su propio juicio, obedece la voluntad del príncipe
de las tinieblas. Cristo vino a romper las cadenas de la esclavitud del peca-
do para el alma. “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente
libres". “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús -se nos dice- me
ha librado de la ley del pecado y de la muerte'’...
La única condición bajo la cual es posible la libertad del hombre, es que
éste llegue a ser uno con Cristo. “La verdad os libertará"; y Cristo es la
verdad. El pecado puede triunfar solamente debilitando la mente y destru-
yendo la libertad del alma. La sujeción a Dios significa la rehabilitación de
uno mismo, de la verdadera gloria y dignidad del hombre. La ley divina, a
la cual somos inducidos a sujetamos, es “la ley de libertad" (El Deseado de
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todas las gentes, pp. 431,432).
Dios ama a sus criaturas con un amor a la vez tierno y fuerte. Ha esta-
blecido las leyes de la naturaleza; pero sus leyes no son exigencias
arbitrarias. Cada: “No harás", sea en la ley física o moral, contiene o im-
plica una promesa. Si obedecemos, las bendiciones acompañarán a nuestros
pasos; si desobedecemos, habrá como resultado peligro y desgracia. Las
leyes de Dios están destinadas a acercar más a sus hijos a él. Los salvará del
mal y los conducirá al bien, si quieren ser conducidos; pero nunca los obli-
gará. No podemos discernir los planes de Dios, pero debemos confiar en él
y mostrar nuestra fe por nuestras obras (Joyas de los íes timón ios y t. 2, pp.
144, 145).
Lunes 9 de marzo: Buscad al Señor
Nuestro Redentor declara: “He aquí, he puesto una puerta abierta delante
de ti, la cual ninguno puede cerrar" (Apocalipsis 3:8). A través de esta puer-
ta abierta que da al templo de Dios, vemos la ley real, depositada en el arca
del testamento. A través de esta puerta abierta la luz brilla desde esa ley,
santa, justa y buena, presentando al hombre la verdadera norma de justicia,
para que no cometa error en la formación de un carácter que cumplirá los
requerimientos de Dios. Esa ley condena el pecado, y debemos desecharlo.
El orgullo y el egoísmo no pueden encontrar lugar en el carácter sin expul-
sar a Aquel que fue manso y humilde de corazón...
La ley de Dios dada en el Sinai es una copia de la mente y la voluntad
del Dios infinito. Los santos ángeles la reverencian como sagrada, Sus re-
quisitos perfeccionarán el carácter cristiano y restaurarán al hombre, men-
diante Cristo, a la condición en que se encontraba antes de la caída. Los
pecados prohibidos por la ley, nunca podrán encontrar lugar en el cielo.
Fue el amor de Dios al hombre lo que lo indujo a expresar su voluntad
en los diez preceptos del Decálogo... La ley envía a los hombres a Cristo, y
Cristo les señala la ley (Nuestra elevada vocación, p. 140).
... Las leyes de Dios se fundan en una inmutable rectitud, y han sido
conformadas para promover la felicidad de los que las obedecen...
En la lección de fe que Cristo enseñó en el monte se revelan los princi-
pios de la verdadera religión. La religión conduce al hombre a una relación
personal con Dios, pero no exclusivamente con él; porque los principios del
cielo han de vivirse de manera que puedan ayudar y bendecir a la humani-
dad. Un verdadero hijo de Dios lo amará con todo su corazón, y amará a su
prójimo como a sí mismo. Se interesará en sus semejantes. La verdadera
religión es el resultado de la obra de la gracia en el corazón, que hace que la
vida fluya en forma de buenas obras, como lo hace una fuente alimentada
de comentes vivas. La religión no consiste meramente de meditación y ora-
ción. La luz del cristiano se manifiesta en buenas obras, y así lo reconocen
los demás. No habrá de divorciarse la religión de la vida de los negocios.
Debe penetrar y santificar sus compromisos y empresas. Si un hombre está
verdaderamente conectado con Dios y el cielo, el espíritu que mora en el
cielo influirá en todas sus palabras y acciones. Glorificará a Dios en sus
obras y conducirá a otros a honrarle (Dios nos cuida, p. 34).
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Dios es omnipotente, omnisciente, inmutable. Siempre sigue un camino
recto. Su ley es verdad inmutable, eterna. Sus preceptos están en consonan-
cia con sus atributos. Pero Satanás los hace aparecer bajo una falsa luz. Al
pervertirlos trata de dar a los seres humanos una impresión desfavorable del
Dador de la ley. Mediante su rebelión ha tratado de hacer aparecer a Dios
como un ser injusto y tiránico... Ha cegado los ojos de los hombres para
que no puedan ver debajo de la superficie y discernir su verdadero propósi-
to (En lugares celestiales, p. 146).
Martes 10 de marzo: Palabras a los ricos
Los cuidados, las riquezas, los placeres, todos son usados por Satanás en
el juego de la vida para conquistar el alma humana. Se nos da la amonesta-
ción: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno
ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el
mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la
soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo”. Aquel que lee el
corazón de los hombres como un libro abierto dice: “Mirad por vosotros,
que vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez, y de
los cuidados de esta vida”. V el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu
Santo, escribe: “Los que quieren enriquecerse, caen en tentación y lazo, y
en muchas codicias locas y dañosas, que hunden a los hombres en perdición
y muerte. Porque el amor del dinero es la raíz de todos los males: el cual
codiciando algunos, se descaminaron de la fe, y fueron traspasados de mu-
chos dolores” (Palabras de vida del Gran Maestro, p. 36).
Muchos que profesan creer en la palabra de Dios parecen no comprender
el engañoso trabajo del enemigo. No se dan cuenta de que el fin del tiempo
está cerca. Pero Satanás lo sabe y, mientras los hombres duermen, él traba-
ja. Los deseos de la carne, los deseos de los ojos, la vanagloria de la vida
dominan a hombres y mujeres... Egoísmo, corrupción y maldad de toda
clase han tomado firme arraigo sobre los corazones. Muchos desdeñan la
preciosa Palabra de Dios. Una novela o un libro de cuentos ocupan la aten-
ción y fascinan la mente. Lo que estimula la imaginación es ansiosamente
devorado, mientras la Palabra de Dios es rechazada (En lugares celestiales,
p. 309).
Malgastar el tiempo y despreciar nuestra inteligencia resulta pecamino-
so. Perdemos todo momento que dedicamos a nuestros intereses egoístas. Si
supiéramos apreciar cada momento y dedicarlo a cosas buenas, tendríamos
tiempo para hacer todo lo que necesitamos hacer para nosotros mismos o
para los demás. Al desembolsar dinero, al hacer uso del tiempo, de las fuer-
zas y oportunidades, mire todo cristiano a Dios y pídale que le dirija. “Si
alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, demándela a Dios, el cual da a
todos abundantemente, y no zahiere, y le será dada” (Santiago 1:5) (El mi-
nisterio de curación, p 159).
... Muchos están determinados a ser ricos; esta es su preocupación, y en
su celo no ven valores eternos. Son cegados por Satanás y se convencen a sí
mismos que es para un buen propósito que desean esta ganancia; constriñen
sus conciencias, se engañan ellos mismos, y constantemente codician las
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riquezas. Los tales se han apartado de la fe y se han traspasado con muchos
dolores. Han sacrificado sus principios de elevada nobleza, han entregado
su fe por riquezas. Y si no se frustran en su propósito, se desaniman en la
felicidad que pensaron que las riquezas le traerían (Testimonios para la
iglesia, t. 1, pp. 472, 473).
Cristo señala la forma como los que poseen riquezas y sin embargo no
son ricos delante de Dios pueden obtener las riquezas verdaderas. El ha
dicho: “Vended lo que poseéis y dad limosna” (S. Lucas 12:33), y haceos
tesoros en el cielo. El remedio que él propone es una transferencia de sus
afectos a la herencia eterna. Al invertir sus recursos en la causa de Dios
para ayudar en la salvación de las almas y aliviar a los necesitados, se enri-
quecen en buenas obras y atesoran “para sí buen fundamento para lo por
venir” para “que echen mano de la vida eterna" (1 Timoteo 6:19). Esto re-
sultará una inversión segura (Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 157).
Miércoles 11 de marzo: Manual para los pobres
Los pobres fieles y confiados se hacen ricos delante de Dios utilizando
juiciosamente lo poco que poseen para bendecir a otros. Sienten que tienen
obligaciones hacia su prójimo que no pueden descartar si quieren obedecer
el mandamiento de Dios: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Consi-
deran la salvación de sus semejantes de más importancia que todo el oro y
la plata contenidos en el mundo (Consejos sobre mayordomía cristiana, p.
157).
Vi que los que no tienen propiedades, pero poseen fuerza física, son res-
ponsables delante de Dios por su fuerza. Deberían ser diligentes en los ne-
gocios y tener un espíritu ferviente; no deberían dejar que los que tienen
recursos realicen todo el sacrificio. Vi que ellos también pueden sacrificar-
se, y que es su deber hacerlo así, lo mismo que los que tienen posesiones.
Pero con frecuencia los que carecen de bienes no comprenden que pueden
negarse a sí mismos en muchas formas, que pueden gastar menos en sus
cuerpos, y para complacer sus gustos y apetitos, y encontrar más a fin de
ahorrar para la causa, y en esta forma hacerse tesoros en el cielo.
Los que poseen fuerza física deben emplearla en el servicio de Dios.
Deben trabajar con sus manos y ganar dinero para utilizarlo en la causa de
Dios. Los que pueden trabajar deben hacerlo fielmente, y aprovechar las
oportunidades de ayudar a los que no pueden conseguir trabajo (Consejos
sobre mayordomía cristiana, pp. 127, 128).
Hace unos años algunos hermanos de los más pobres estaban en peligro
de perder sus almas por impresiones equivocadas. Satanás los tentaba por
todas partes con respecto a los ricos. Estos pobres hermanos estaban cons-
tantemente esperando ser favorecidos, cuando era su deber poner su espe-
ranza en sus propias energías; y si hubieran sido favorecidos, habría sido lo
peor que se habría hecho por ellos... Satanás estaba buscando derribar la
clase pobre por medio de sus tentaciones. Algunos faltos de juicio y sabidu-
ría han seguido sus propias inclinaciones, no dispuestos a buscar consejo y
a seguirlo. Algunos han tenido que sufrir por sus miserables cálculos, y no
obstante, estas mismas personas estaban propensas a creer que sus herma-
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nos dueños de propiedades tenían el deber de ayudarles...
Algunos que profesan creer la verdad carecen de discernimiento y no lo-
gran apreciar el valor moral. Las personas que hacer alarde de su fidelidad a
la causa y hablan como que piensan que saben todo lo que es de valor co-
nocer, no son humildes de corazón. Pueden poseer dinero y propiedades, y
esto es suficiente para darles influencia sobre otros; pero esto no les dará ni
un ápice de ventaja delante de Dios. El dinero tiene dominio y ejerce una
poderosa influencia. La excelencia de carácter y el valor moral son a menu-
do pasados por alto si los poseen personas de escasos recursos. Pero, ¿está
Dios preocupado por dinero o posesiones?... No hace acepción de personas
(Testimonios para la iglesia, t. 1, pp. 467, 468).
Jueves 12 de marzo: Amar la verdad
Padres, al educar a vuestros hijos, estudiad las lecciones que Dios ha da-
do en la naturaleza. Si queréis cultivar un clavel, o una rosa, o un lirio,
¿cómo lo hacéis? Preguntad al jardinero por medio de qué proceso logra
que prosperen gloriosamente toda rama y hoja y se desarrollen con simetría
y hermosura. Él os dirá que no es mediante un trato rudo ni un esfuerzo
violento; porque eso no haría sino romper los delicados tallos. Es por medio
de pequeñas atenciones repetidas con frecuencia. Riega el suelo y protege
las crecientes plantas del viento impetuoso y del sol abrasador, y Dios las
hace prosperar y florecer con hermosura. Al tratar con vuestros hijos, se-
guid el método del jardinero. Por toques suaves, por un ministerio amante,
tratad de moldear su carácter según el carácter de Cristo.
Estimulad la expresión del amor hacia Dios y de unos hacia otros. La ra-
zón por la cual hay tantos hombres y mujeres de corazón duro en el mundo
es porque el verdadero afecto ha sido considerado como debilidad, y ha
sido desalentado y reprimido. La mejor naturaleza de estas personas fue
ahogada en la infancia; y a menos que la luz del amor divino derrita su frío
egoísmo, su felicidad quedará arruinada para siempre. Si queremos que
nuestros hijos posean el tierno espíritu de Jesús y la simpatía que los ánge-
les manifiestan por nosotros, debemos estimular los impulsos generosos y
amantes de la infancia (El Deseado de todas las gentes, p. 475).
La vida es una disciplina. Mientras esté en el mundo, el creyente arros-
trará influencias adversas. Habrá provocaciones que prueben su genio; y es
afrontándolas con el espíritu debido como se desarrollan las gracias cristia-
nas. Si se soportan mansamente injurias e insultos, si se responde a ellos
con contestaciones amables, y a los actos de opresión con la bondad, se dan
evidencias de que el Espíritu de Cristo mora en el corazón, y de que fluye la
savia de la Vid viviente por los pámpanos. En esta vida estamos en la es-
cuela de Cristo, donde hemos de aprender a ser mansos y humildes de cora-
zón; en el día del ajuste final de cuentas veremos que todos los obstáculos
que encontramos, todas las penurias y molestias que fuimos llamados a
soportar, eran lecciones prácticas en la aplicación de los principios de la
vida cristiana. Si se soportan bien, desarrollan en el carácter virtudes como
las de Cristo, y distinguen al cristiano del mundano (Joyas de los testimo-
nios, t. 2, p. 113).