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INTRODUCCIÓNA LA FILOSOFÍA 3
Dr. Javier Aldama
La Filosofía Moderna (el tema del conocimiento)
Francis Bacon
Rene Descartes
John Locke
George Berkeley
David Hume
Immanuel Kant
Francis Bacon (1561- 1626, Inglaterra)
Barón deVerulam
El Novum organum (1620) se presenta en principio como
una crítica a la dialéctica aristotélica que pretende
impedir que la inteligencia quede abandonada así
misma, lo cual supone una regulación: el uso de
instrumentos.
Si se quiere ir más allá de la dialéctica (que sirve para
vencer al adversario, mas no a la Naturaleza), se
requiere un nuevo método diferente al de la Anticipación
de la inteligencia, y este es la Interpretación de la
naturaleza.
(Libro primero)
(1)El hombre, servidor e interprete de la naturaleza,
ni obra ni comprende más que en proporción de sus
descubrimientos experimentales y racionales sobre
las leyes de esta naturaleza; fuera de ahí, nada sabe
ni nada puede.
(2)Ni la mano sola ni el espíritu abandonado a sí
mismo tienen gran potencia; para realizar la obra
se requieren instrumentos y auxilios que tan
necesarios son a la inteligencia como a la mano (…)
(8) Hasta aquí todos nuestros descubrimientos se
deben más bien a la casualidad y a las enseñanzas
de la práctica que a las ciencias; pues las ciencias
que hoy poseemos no son otra cosa que cierto
arreglo de descubrimientos realizados. Las ciencias
hoy no nos enseñan ni a hacer nuevas conquistas ni
a extender nuestra industria.
(11) De la propia suerte que las ciencias en su estado
actual no pueden servir para el progreso de la
industria, la lógica que hoy tenemos no puede servir
para el adelanto de la ciencia.
(13) No se pide al silogismo los principios de la
ciencia; en vano se le pide las leyes intermedias,
porque es incapaz de abarcar la naturaleza en su
sutilidad; liga el espíritu, pero no las cosas.
(14) El silogismo se compone de proposiciones, las
proposiciones de términos; los términos no tienen
otro valor que el de las nociones. He aquí por qué si
las nociones (y este es un punto fundamental), son
confusas debidas a una abstracción precipitada, lo
que sobre ellas se edifica carece de solidez; no
tenemos, pues, confianza más que en una legítima
inducción.
19. Ni hay ni puede haber más que dos vías para la
investigación y descubrimiento de la verdad: una
que partiendo de los hechos, se remonta en seguida
a los principios más generales, y en virtud de esos
principios que adquieren una autoridad
incontestable, juzga y establece las leyes
secundarias (cuya vía es la que ahora se sigue), y
otra, que de la experiencia y de los hechos deduce
las leyes, elevándose progresivamente y sin
sacudidas hasta los principios más generales que
alcanza en último término. Esta es la verdadera vía;
pero jamás se la ha puesto en práctica.
25. Los principios hoy imperantes tienen origen en una
experiencia superficial y vulgar, y en el reducido
número de hechos que por sí mismos se presentan a
la vista; no tienen otra profundidad ni extensión
más que de la experiencia; no siendo, pues de
extrañar que carezcan de virtud creadora (…)
26. Para hacer comprender bien nuestro pensamiento,
damos a estas nociones racionales que se
transportan al estudio de la naturaleza, el nombre
de Prenociones de la naturaleza (porque son modos
de entender temerarios y prematuros), y a la ciencia
que deriva de
la experiencia por legítima vía, el nombre de
Interpretaciones de la naturaleza.
28. (…) las prenociones subyugan nuestro
asentimiento con más imperio que las
interpretaciones, porque recogidas sobre un
reducido número de hechos, y sobre aquellos que
más familiares nos son, hieren in continenti el
espíritu y llenan la imaginación, mientras que las
interpretaciones, recogidas aquí y allí sobre hechos
muy variados y diseminados, no pueden
impresionar súbitamente el espíritu, y deben
sucesivamente parecernos muy penosas y extrañas
de recibir (…)
38. Los ídolos y las nociones falsas que han invadido
ya la humana inteligencia, echando en ella hondas
raíces, ocupan la inteligencia de tal suerte, que la
verdad solo puede encontrar a ella difícil acceso; y
no solo esto: sino que, obtenido el acceso, esas
falsas nociones, concurrirán a la restauración de las
ciencias, y suscitarán a dicha obra obstáculos mil, a
menos que, prevenidos los hombres, se pongan en
guardia contra ellos (…)
39. Hay cuatro especies de ídolos que llenan el
espíritu humano. Para hacernos inteligibles, los
designamos con los siguientes nombres: la primera
especie de
ídolos, es la de los de la tribu; la segunda, los ídolos
de caverna; la tercera, los ídolos del foro; la cuarta,
los ídolos del teatro.
41. Los ídolos de la tribu tienen su fundamento en la
misma naturaleza del hombre, y en la tribu o el
género humano.Se afirma erroneamente que el
sentido humano es la medida de las cosas; muy al
contrario, todas las percepciones, tanto de los
sentidos como del espíritu, tiene más relación con
nosotros que con la naturaleza. El entendimiento
humano es con respecto a las cosas, como un espejo
infiel, que, recibiendo sus rayos, mezcla su propia
naturaleza a la de ellos, y de esta suerte los desvía y
corrompe.
42. Los ídolos de la caverna tienen su fundamento en
la naturaleza individual de cada uno; pues todo
hombre independientemente de los errores
comunes a todo el género humano, lleva en sí cierta
caverna en que la luz de la naturaleza se quiebra y es
corrompida, sea a causa de disposiciones naturales
particulares de cada uno, sea en virtud de la
educación y del comercio con los otros hombres,
sea a consecuencia de las lecturas y de la autoridad
de aquellos a quienes cada uno reverencia y admira,
ya sea en razón de la diferencia de las impresiones,
según que hiera un espíritu prevenido y agitado, o
un espíritu apacible y tranquilo y en otras
circunstancias; de suerte que el espíritu humano, tal
como está dispuesto en cada uno de los hombres,
es cosa en extremo variable (…9
43. Existen también ídolos que provienen de la reunión y
de la sociedad de los hombres, a los que designamos
con el nombre de ídolos del foro, para significar el
comercio y la comunidad de los hombres de que tienen
origen. Los hombres se comunican entre sí por el
lenguaje; pero el sentido de las palabras se regula por el
concepto del vulgo. (…) las palabras hacen violencia al
espíritu y lo turban todo, y los hombres se ven lanzados
por las palabras a controversias e imaginaciones
innumerables y vanas.
44. Hay, finalmente, ídolos introducidos en el espíritu
por los diversos sistemas de los filósofos y los malos
métodos de demostración, llamémosles ídolos del
teatro, porque cuantas filosofías hay hasta la fecha
inventadas o acreditadas, son, según nosotros, otras
tantas piezas creadas y representadas cada una de
las que contiene un mundo imaginario y teatral. No
hablamos solo de los sistemas actualmente
extendidos, y de las antiguas sectas de filosofía.
45. El espíritu humano se siente inclinado
naturalmente a suponer en las cosas más orden y
semejanza del que en ella encuentra; y mientras
que la naturaleza está llena de excepciones y de
diferencias, el espíritu ve por doquier armonía,
acuerdo y similitud. De ahí la ficción de que todos
los cuerpos celestes describen al moverse círculos
perfectos (…) De ahí la introducción del elemento
del fuego y de su órbita, para completar la simetría
con los otros tres que descubre la experiencia. De
ahí también la suposición
de que son los elementos , siguiendo una escala de
progresión ascendente, diez veces más ligeros unos
que otros (…)
46. El espíritu humano, una vez que lo han reducido
ciertas ideas, ya sea por su encanto, ya por el
imperio de la tradición y de la fe que se le presta, se
ve obligado a ceder a esas ideas poniéndose de
acuerdo con ellas ; y aunque las pruebas que
desmienten esas ideas sean muy numerosas y
concluyentes, el espíritu o las olvida, o las
desprecia, o por una distinción las aparta y rechaza,
no sin grave daño; pero preciso le es conservar
incólume toda autoridad de sus queridos prejuicios.
Me agrada mucho la respuesta de aquel a quien
ensenándole colgados en la pared de un templo los
los cuadros votivos de los que habían escapado del
peligro de naufragar, como se le apremiara a
declarar en presencia de tales testimonios si
reconocía la providencia de los dioses, contestó:
«Pero dónde se han pintado los que, a pesar de sus
oraciones, perecieron?» Así es como procede toda
superstición, astrología, interpretación de los
ensueños, adivinación, presagios; los hombres,
maravillados de esas especies de quimeras, toman
nota de las predicciones realizadas; pero de las otras
más numerosas, en que el hecho no se no se
realizan, prescinden por completo . Y aun cuando el
espíritu no tuviere ni ligereza, ni debilidad, conserva
siempre una
Peligrosa propensión a ser más vivamente
impresionado por un hecho positivo, que por un
experimento negativo, mientras que regularmente
debería prestar tanto crédito a uno como a otro, y
que por lo contrario, es principalmente en la
experiencia negativa donde se encuentra el
fundamento de los verdaderos principios.
47. Maravillase el espíritu humano sobre todo de los
hechos que se le presentan juntos e
instantáneamente, y que de ordinario está llena la
imaginación; una tendencia cierta, pero
imperceptible, le inclina a suponer y a creer que
todo lo demás se asemeja a aquellos hechos que le
asedian; por naturaleza es
poco afecto a abordar aquellos experimentos
desusados y que se apartan de las sendas trazadas
en que los principios vienen a probarse como al
fuego; es además poco hábil para tratarlos a menos
que reglas de hierro, y una autoridad inexorable no
le obliguen a ello.
48. El espíritu humano se escapa sin cesar y jamás
puede encontrar ni descanso ni límites; siempre
busca más allá, pero en vano. Por eso es por lo que
no puede comprenderse que el mundo termine en
alguna parte, e imaginar límites sin concebir alguna
cosa al otro lado. (…) al dirigirse a las causas
desciende hacia el hombre, al dirigirse a las causas
finales, causas que existen más en nuestras mente
que en la realidad, y cuyo estudio ha corrompido de
rara manera la filosofía.
49. El espíritu humano no recibe con sinceridad la luz
de las cosas, sino que mezcla a ella su voluntad y sus
pasiones; así es como se hace una ciencia a su
gusto, pues la verdad que más fácilmente admite el
hombre, es la que desea. Rechaza las verdades
difíciles de alcanzar, a causa de su impaciencia por
llegar el resultado; los principios que le restringen
porque ponen límites a su esperanzas, las más altas
leyes de la naturaleza, porque contrarían sus
supersticiones; la luz de la experiencia, por la
soberbia, arrogancia, porque no aparezca su
inteligencia ocupándose en objetos despreciables y
fugitivos; las ideas extraordinarias, porque hieren
las opiniones vulgares; en fin, innumerables y
secretas pasiones llegan
Al espíritu por todas partes y corrompen al juicio.
50. Pero la fuente más grande de errores y dificultades
para el espíritu humano se encuentra en la grosería,
la imbecilidad y las aberraciones de los sentidos,
que dan a las cosas que les llama la atención más
importancia que a aquellas que no se la llaman
inmediatamente, aunque las últimas la tengan en
realidad mayor que las otras. . No va más allá el
espíritu que el ojo, también la observación de lo que
es invisible es completamente nula o poco menos
(…) No advertimos tampoco en las cosas visibles los
cambios insensibles de estado, que de ordinario
llamamos alteraciones, y que son en efecto un
transporte de las partes más tenues.Y sin embargo,
si no se conoce y saca a luz esas operaciones y esos
cambios , nada grande puede producirse en la
naturaleza en materia de industria. Por otra parte, la
naturaleza del aire y de todos los cuerpos más
ligeros que el aire (y hay muchos) nos es casi por
completo desconocida. Los sentidos por sí mismos
son muy limitados y con frecuencia nos engañan, y
los instrumentos no pueden darles mucho alcance y
finura, pero toda verdadera interpretación de la
naturaleza descansa sobre el examen de los hechos
y sobre las experiencias preparadas y concluyentes;
en este método, los sentidos juzgan de la
experiencia solamente, y la experiencia de la
naturaleza y del objeto por conocer.
51. El espíritu humano por naturaleza , es inclinado a
las abstracciones y considera como estable lo que
está en continuo cambio. Es preferible fraccionar la
naturaleza que abstraerla; esto es lo que hace la
escuela de Demócrito, que ha penetrado mejor que
cualquier otro en la naturaleza. Lo que hay
considerar es la materia, sus estados y sus cambios
de estado, sus operaciones fundamentales y las
leyes de la operación o del movimiento; en cuanto a
las formas, son invenciones del espíritu humano, a
menos que se quiera dar el nombre a formas a esas
leyes de las operaciones corporales.
52. He ahí los ídolos que nosotros llamamos de la
tribu, que tienen su origen o en la regularidad
inherente a la esencia del humano espíritu, en sus
prejuicios, en su limitado alcance, en su continua
inestabilidad, en su comercio con las pasiones, en la
imbecilidad de los sentidos, o en el modo de
impresión que recibimos de las cosas.
53. Los ídolos de la caverna provienen de la
constitución de espíritu y de cuerpo particular a
cada uno, y también de la educación de la
costumbre, de las circunstancias. Esta especie de
errores es muy numerosa y variada (…)
54. Gustan los hombres de las ciencias y los estudios
especiales, bien porque se crean sus autores o
inventores, o bien porque les hayan consagrado muchos
esfuerzos y se hayan familiarizado particularmente con
ellos. Cuando los hombres de esta clase se inclinan hacia
la filosofía y las teorías generales, las corrompen y
alteran a consecuencia de sus estudios favoritos,
observase esto claramente en Aristóteles, que esclavizó
de tal suerte la filosofía natural a su lógica, que hizo de
la primera una ciencia poco menos que vana y un campo
de discusiones.
Los químicos, con algunos ensayos en el hornillo, han
construido una filosofía imaginaria y de limitado
alcance; aún más, Gilberto, después de haber observado
las propiedades las propiedades del imán con atención
exquisita, se hizo in continenti una
filosofía en armonía perfecta con el objeto de que su
espíritu estaba poseído.
55. (…) en las inteligencias (…)unos tienen mayor
actitud y habilidad para apreciar las diferencias de
las cosas, y otros para apreciar las semejanzas (…)
56. Hay espíritus llenos de admiración por todo lo
antiguo, otros de pasión y arrastrados por la
novedad; pocos hay de tal suerte constituidos que
puedan mantenerse en un justo medi y que no
vayan a batir en brecha lo que los antiguos fundaron
de bueno y se abstengan de despreciar lo que de
razonable aportan a su vez los modernos.
57. El estudio exclusivo de la naturaleza y de los
cuerpos
y de los cuerpos en su composición y en su disposición
general, sume al espíritu en una admiración que le
enerva. Esto se ve bien claro comparando la escuela de
Leucipo y Demócrito con las otras sectas filosóficas:
aquella se preocupa de modo tal de los elementos de las
cosas, que olvida los compuestos; las otras, tan
extasiadas se quedan ante los compuestos, que no
pueden llegar a los elementos. Conviene, pues, que
estos estudios sucedan unos a otros y cultivarlos
alternativamente , para que la inteligencia sea a la vez
vasta y penetrante (…)
58. He aquí las precauciones que es necesario tomar
para alejar y disipar los ídolos de la caverna, que
provienen ante todo del predominio de ciertos gustos
, de la observación excesiva de las desemejanzas o
de las semejanzas, de la excesiva admiración a
ciertas épocas; en fin, de considerar demasiado
estrechamente , o de un modo con exceso parcial
las cosas. En general, toda inteligencia, al estudiar
la naturaleza, debe desconfiar de sus tendencias y
de sus predilecciones, y poner en cuanto a ellas se
refiera, extrema reserva, para conservar a la
inteligencia toda su sinceridad y pureza.
59. Los más peligrosos de todos los ídolos, son los del
foro, que llegan al espíritu por su alianza con el
lenguaje. Los hombres creen que su razón manda
en las palabras; pero las palabras ejercen a menudo
a su
una influencia poderosa sobre la inteligencia, lo que
hace la filosofía y las ciencias sofisticadas y ociosas.
El sentido de las palabras es determinado según el
alcance de la inteligencia vulgar, y el lenguaje corta
la naturaleza por las líneas que dicha inteligencia
aprecia con mayor facilidad (…) valdría mucho más
comenzar siguiendo la prudente costumbre de los
matemáticos, por cerrar la puerta a toda discusión,
definiendo rigurosamente los términos. Sin
embargo, en cuanto a las cosas materiales, las
definiciones no pueden remediar este mal, porque
las definiciones se hacen con palabras , y las
palabras engendran las palabras; de tal suerte, que
es necesario recurrir a los hechos, a sus
a sus series y a sus órdenes (…)
60. Los ídolos que son impuestos a la inteligencia por el
lenguaje, son de dos especies: o son nombres de cosas
que no existen (…hay nombres que carecen de cosa y no
designan más que sueños de nuestra imaginación), o
son nombres de cosas que existen, pero confusas y mal
definidas, que reposan en una apreciación de la
naturaleza demasiado ligera e incompleta; de la
primera especie son las expresiones siguientes: fortuna,
primer móvil, orbes planetarios(…) y otras ficciones de
idéntica naturaleza (…)
Esta especie de ídolos, es la que con mayor facilidad se
destruye, pues se puede la puede reducir a la nada,
permaneciendo resuelta y constantemente alejada de
las teorías.
Pero la otra especie, formada por una abstracción
torpe y viciosa, ata más perfectamente nuestro
espíritu en el que tiene hondas raíces. Escojamos,
p.e., esta expresión, lo húmedo, y veamos que
relación existe entre los diversos objetos que
significa; veremos que esa expresión es el signo
confuso de diversas acciones que no tienen relación
verdadera y no pueden reducirse a una sola.
Pues entendemos con ella, lo que en sí es
indeterminado y carece de consistencia; lo que se
extiende fácilmente alrededor de otro cuerpo, lo
que fácilmente cede de todos lados, lo que se divide
y se dispersa con facilidad; lo que se une y se reúne
fácilmente, lo que fácilmente corre y se pone en
movimiento; lo que se adhiere fácilmente a otro
cuerpo y lo humedece; lo que se funde fácilmente y
se reduce a líquido, cuando ha tomado una forma
sólida. He aquí por qué cuando se aplica esta
expresión, si la tomáis en un sentido, la llama es
húmeda, si en otro, el aire no es húmedo; en un
tercero, el polvillo es húmedo; en otro, el vidrio es
húmedo; de manera que se reconoce sin esfuerzo
que esta noción ha sido tomada del agua y de los
líquidos comunes y vulgares, precipitadamente y sin
ninguna precaución para comprobar su propiedad.
En las palabras hay ciertos grados de imperfección y
de error. El género menos imperfecto de todos es el
de los
nombres que designan alguna substancia
determinada , sobre todo en las especies inferiores,
y cuya existencia está bien establecida [ejm. creta];
una clase más imperfecta es la de los nombres de
acciones, como engendrar, corromper (…); la más
imperfecta de todas es la de los nombres de
cualidades (a excepción de los objetos inmediatos
de nuestras sensaciones) como lo grave, lo blando,
lo ligero, etc. Sin embargo, entre todas esas
diversas clases, no es difícil encontrar nociones
mejores unas que otras, según la extensión de la
experiencia que ha impresionado los sentidos.
61. En cuanto a los ídolos del teatro, no son innatos en
nosotros, ni furtivamente introducidos en el
espíritu,
sino que son las fábulas de los sistemas y los malos
métodos de demostración los que nos los imponen.
(…)Y en nada atacamos su mérito, puesto que aquí
se trata exclusivamente de una cuestión de método.
(…)
Es tal nuestro método de descubrimiento
científicos, que no deja gran cosa a la penetración y
al vigor de las inteligencias, antes bien las hace a
todas aproximadamente iguales. Para trazar una
línea recta o describir un círculo perfecto, la
seguridad de la mano y el ejercicio, entran por
mucho en ello, si nos servimos de la mano sola;
pero son de poca o ninguna importancia si
empleamos la regla o el compás: así ocurre en
nuestro método (…).
62. Los ídolos del teatro, o de los sistemas, son
numerosos (…) Así, pues, todas las falsas filosofías
se reducen a tres clases: la sofística, la empírica y la
supersticiosa.
63. un ejemplo muy manifiesto del primer género,
se observa en Aristóteles que ha corrompido la
filosofía natural por su dialéctica; construye el
mundo con sus categorías (…) Siempre ha atendido
más a dar cierto aparato de lógica a sus respuestas y
dar al espíritu algo de positivo en los términos, que
de penetrar en la realidad, esto es lo que más llama
la atención comparando su filosofía con los otros
sistemas en predicamento entre los griegos (los
presocráticos).
64. Pero la filosofía empírica ha dado a luz opiniones
más extrañas y monstruosas que la filosofía sofística
y racionalista [pues se fundan ] en los límites
estrechos y oscuros de un reducido número de
experimentos (…) Encontramos de ello un ejemplo
notable en los sistemas de los químicos; pero en la
época presente en parte alguna se encontraría, a no
ser en la filosofía de Gilberto.
65. La filosofía corrompida por la superstición e
invadida por la teología, es el peor de todos los
azotes, y el más temible para los sistemas en
conjunto o para sus diversas partes. El espíritu
humano no es menos accesible a las impresiones de
la imaginación que a las de las nociones vulgares
[con esto se refiere a la fil. Racionalista]. La filosofía
sofística es
otra filosofía, hinchada de imaginación, y que se
asemeja a la poesía, engaña mucho más el
espíritu (…) Se encuentran en Grecia ejemplos
palpables de ese género de filosofías,
particularmente en Pitágoras, en el que la
superstición es de las más grandes y groseras; en
Platón y en su escuela, en que es a la vez más
manifiesta y peligrosa.
René Descartes (1596, La Haye-1650,
Estocolmo)
René Descartes es considerado como el iniciador
de la filosofía moderna así como del idealismo
moderno. Lo primero se explica con relación al
enfoque que plantea, mientras que en la filosofía
antigua el tema principal es el tema del ser (así
para Platón la pregunta por el ser lleva a la
presentación de las Ideas y en Aristóteles al
análisis de la substancia), en la filosofía moderna
el tema principal es el tema del conocimiento y
con esto adquiere especial relevancia el papel del
sujeto
cognoscente (yo).
El idealismo moderno ya no se refiere a entidades
subsistentes por sí mismas, sino a las ideas de una
mente, como las ideas del calor, del frío o de Dios.
Para conocer se requiere averiguar cuál es el medio
y los pasos a seguir, para Descartes el medio (el
único medio) es la razón, la cual es una capacidad
que está en todos los seres humanos: «El buen
sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues
cada cual piensa que posee tan buena provisión de
él que aun los más descontentadizos respecto a
cualquier otra cosa, no suelen apetecer más de lo
que ya tienen.
En lo cual no es verosímil que todos se engañen,
sino que más bien esto demuestra que la facultad
de juzgar y distinguir lo verdadero, que es
propiamente lo que llamamos buen sentido o razón,
es naturalmente igual en todos los hombres, y, por
lo tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no
proviene de que unos sean más razonables que
otros, sino tan solo de que dirigimos nuestros
pensamientos por derroteros diferentes y no
consideramos las mismas cosas. No basta, en
efecto, tener el ingenio bueno: lo principal es
aplicarlo bien.» (Discurso del método, Primera
parte). Por tanto, es posible conocer, siempre y
cuando
nuestra razón esté bien orientada, esto lo lleva a
evaluar aquellas ciencias a las que consideraba más
fiables: «Había estudiado un poco, cuando era más
joven, de las partes de la filosofía, la lógica, y de las
matemáticas, el análisis de los geómetras y el
álgebra, tres artes o ciencias que debían, al parecer,
contribuir algo a mi propósito. Pero cuando las
examiné, hube de notar que, en lo tocante a la
lógica, sus silogismos y la mayor parte de las demás
instrucciones que da, más sirven para explicar a
otros las cosas ya sabidas o incluso, como el arte de
Lulio, para hablar sin juicio de las ignoradas, que
para aprenderlas.Y si bien contiene,
en verdad, muchos buenos y verdaderos preceptos,
hay, sin embargo, mezclados con ellos, tantos otros
nocivos o superfluos, que separarlos es casi tan
difícil como sacar una Diana o una Minerva de un
bloque de mármol sin desbastar. Luego, en lo
tocante al análisis de los antiguos y al álgebra de los
modernos, aparte de que no se refieren sino a muy
abstractas materias, que no parecen ser de ningún
uso, el primero está siempre tan constreñido a
considerar las figuras, que no puede ejercitar el
entendimiento sin cansar grandemente la
imaginación; y en la segunda, tanto se han sujetado
sus cultivadores a ciertas reglas y a ciertas cifras,
que han hecho de ella un arte confuso y oscuro,
bueno para enredar el ingenio, en lugar de una
ciencia que lo cultive.» (Discurso del método,
Segunda Parte)
Debido a que la evaluación que ha realizado
Descartes de las ciencias más fiables ha sido
negativa, considera la necesidad de un método que
tomase la ventajas de las tres ciencias vistas, pero
que excluyese sus defectos. Así plantea las
siguientes cuatro reglas o preceptos:
«…el primero, no admitir como verdadera cosa
alguna como no supiese con evidencia que lo es; es
decir evitar
cuidadosamente la precipitación y la prevención, y
no comprender en mis juicios nada más que lo que
se presentase tan clara y distintamente a mi
espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo
en duda. El segundo, dividir cada una de las
dificultades que examinare, en cuantas partes fuere
posible y en cuantas requiriese su mejor solución.
El tercero, conducir ordenadamente mis
pensamientos, empezando por los objetos más
simples y más fáciles de conocer, para ir
ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el
conocimiento de los más compuestos, e incluso
suponiendo un orden entre los que no preceden
naturalmente.
Y el último, hacer en todos unos recuentos tan
integrales y unas revisiones tan generales, que
llegase a estar seguro de no omitir nada.» (Discurso
del método, Segunda Parte).
Toda vez que el propósito de Descartes es lograr el
conocimiento que se caracterice por su certeza va a
buscar aquel fundamento indubitable que le
permita levantar “el edificio del conocimiento”, toda
vez que considera que lo aprendido hasta entonces
debe ser derruido: «Hace ya mucho tiempo que me
he dado cuenta de que, desde mi niñez, he admitido
como verdaderas una porción de opiniones falsas, y
que todo
lo que después he ido edificando sobre tan endebles
principios no puede ser sino muy dudoso e incierto;
desde entonces he juzgado que era preciso
seriamente acometer, una vez en mi vida, la
empresa de deshacerme de todas las opiniones a
que había dado crédito, y empezar de nuevo, desde
los fundamentos , si quería establecer algo firme y
constante en las ciencias.» Para esta labor
destructiva no requiere ir a examinar opinión por
opinión, sino dirigirse a los cimientos del edificio:
«puesto que la ruina de los cimientos arrastra
necesariamente consigo la del edificio todo, bastará
que dirija primero mis ataques contra los principios
sobre que descansaban mis
opiniones antiguas».
Así en primer lugar somete a cuestionamiento los
datos de los sentidos, estos datos cuando se trata
de cosas remotas es fácil ponerlos en duda, no así si
se trata de datos referidos a cosas cercanas: «¿cómo
negar que estas manos y este cuerpo sean míos… »
De todas maneras encuentra Descartes un resquicio
de duda cuando considera que el ver sus manos y
otros cosas semejantes podría ser un sueño y que no
hay indicios ciertos para distinguir el sueño de la
vigilia, sin embargo, aunque cosas (compuestas)
como las manos y la cabeza sean imaginarias, esto
supone que hay otras cosas más simples y
universales que sí serían
verdaderas y existentes, tales como la extensión, la
figura, la cantidad , el número, el lugar y el tiempo.
Estas consideraciones lo llevan a pensar a Descartes
que hay ciencias como la aritmética y la geometría
que contienen algo cierto e indudable: «pues
duerma yo o esté despierto, siempre dos y tres
sumarán cinco y el cuadrado no tendrá más de
cuatro lados; y no parece posible que unas
verdaderas tan claras y tan aparentes puedan ser
sospechosas de falsedad o de incertidum-bre». De
todas maneras, hay una forma de poner en duda
esto y ocurre en cuanto considera que no conoce la
voluntad de Dios: «¿qué se yo si Dios no ha querido
que yo también me engañe cuando
adiciono dos o tres, o enumero los lados de un
cuadrado…?» Incluso, Dios mismo, es puesto en
duda antes del término de la Primera Meditación
Metafísica: «hagamos, en su obsequio (de los
ateos), la suposición de que todo cuanto se ha dicho
aquí de Dios es pura fábula». Posteriormente, para
mantener la creencia en Dios como un ente
perfecto, bondadoso y fuente suprema de la verdad,
plantea Descartes la hipótesis del genio maligno,
está hipótesis le permite mantener la radicalidad de
la duda y el cuestionamiento de todo cuanto antes
creía ser verdadero: «Supongo, pues, que todas las
cosas que veo son falsas; estoy persuadido de que
nada de lo que mi memoria, llena de mentiras, me
representa, ha existido jamás; pienso que no tengo
sentidos; creo que el cuerpo, la figura, la extensión,
el movimiento y el lugar son ficciones de mi
espíritu. ¿Qué, pues, podrá estimarse verdadero?
Acaso nada más sino esto: que nada hay cierto en el
mundo» (Meditación Segunda). Mas llevada a este
punto la duda, Descartes encuentra el punto de
apoyo firme e inmóvil, lo cierto e indudable, lo que
le permitiría reconstruir “el edificio del
conocimiento”: «¿Soy yo tan dependiente del
cuerpo y de los sentidos que, sin ellos, no pueda ser?
Pero ya estoy persuadido de que no hay nada en el
mundo: ni cielos, ni tierra, ni tierra, ni espíritu, ni
cuerpos; ¿estaré, pues, persuadido también
de que yo no soy? Ni mucho menos; si he llegado a
persuadirme de algo o solamente se he pensado
alguna cosa, es sin duda porque yo era. Pero hay
cierto burlador muy poderoso y astuto que dedica
su industria toda a engañarme siempre. No cabe,
pues, duda alguna de que yo soy, puesto que me
engaña, y, por mucho que me engañe, nunca
conseguirá hacer que yo no sea nada, mientras yo
esté pensando que soy algo. De suerte que,
habiéndolo pensado bien y habiendo examinado
cuidadosamente todo, hay que concluir por último y
tener por constante que la proposición siguiente:
“yo soy, yo existo”, es necesariamente verdadera,
mientras la estoy pronunciando o concibiendo en mi
espíritu.
John Locke (1632-1704, Inglaterra)
Antes de ver la crítica de Locke a Descartes y el
planteamiento del empirismo, señalaremos la división de
que hace Descartes con respecto a las ideas según su
origen:
- Ideas innatas: Ideas que ya vienen en la mente
humana como la idea del yo, de Dios, de que el todo es
mayor que la parte o que es imposible que una cosa sea
y no sea a la vez.
- Ideas adventicias. Ideas que provienen de fuera del
sujeto como la idea de un color, un sabor , un olor o una
textura determinada.
Ideas facticias . Son ideas producidas por nuestra propia
mente (por nuestra imaginación) a partir de otras ideas,
por ejemplo, la idea de una sirena o un hipogrifo.
Locke cuestiona el planteamiento de las “ideas
innatas”. Así en Ensayo sobre el entendimiento
humano escribe:
No hay principios innatos en la mente:
-Esta es una opinión mantenida por algunos que
existen en el entendimiento ciertos principios
innatos, algunas nociones primarias, que el alma
recibe desde el primer momento de su existencia y
trae al mundo con ella. Sin embargo, se puede
suponer que los hombres por el sólo
uso de sus facultades naturales, puede adquirir los
conocimientos que tienen, sin la ayuda de ninguna
impresión innata; por ejemplo, las ideas de los
colores.
- “Lo que es, es” y “es imposible que una misma cosa
sea y no sea” no son proposiciones universalmente
aceptadas. El mismo argumento del consentimiento
universal no demuestra nada porque no hay
principio que se acepte universalmente. Es el caso
de los principios especulativos citados (principio de
identidad y de no contradicción), estas
proposiciones gran parte de la humanidad ni
siquiera los conoce.
- (Otro argumento) Estos principios no están
grabados en la
mente, pues es evidente que todos los niños y los
idiotas no tienen la menor aprehensión o
pensamiento de ellos. De ninguna proposición se
puede decir que está en la mente si esta no la
conoce, si nunca es consciente de ella. Se dice
también que la capacidad es innata, pero el
conocimiento adquirido; en este caso: si hay
verdades que pueden ser impresas en el
entendimiento sin ser percibidas, entonces ¿qué
diferencia puede haber, en cuanto su origen, entre
ellas y otras verdades que la mente es capaz de
conocer? Así todas tendrían que ser innatas o
adventicias, en vano se pretendería distinguirlas.
¿Cómo llega la mente a conocer?
Al principio, los sentidos reciben ideas
particulares y proveen de ellas a la mente, vacía
de ellas, y, haciéndoselas poco a poco familiares,
las va colocando en la memoria y les impone
nombres; después, avanzando más, las hace
abstractas y aprende gradualmente el uso de los
nombres generales. De esa manera la mente
llega a estar provista de ideas y palabras, que
son los materiales sobre los que ejercita su
facultad discursiva; y el uso de la razón se hace
por días más visible a medida que va
acrecentándose esos
materiales sobre los que se ejercita. El conocimiento
de algunas verdades se halla en la mente muy
temprano, pero se trata de ideas adquiridas, pues
las primeras ideas que ocupan a los niños son las
que son impresas por las cosas exteriores y que
hacen más frecuentes impresiones en sus sentidos.
Antes de que un niño aprenda a hablar, conoce la
diferencia entre lo dulce y lo amargo.
Las ideas en general
Siendo todo hombre consciente de que él piensa y
siendo las ideas que están en su mente aquello en
que, cuando piensa, se ocupa, está fuera de toda
duda que el
hombre tiene en su mente muchas ideas,
expresadas en los términos: dureza, dulzura,
movimiento, elefante, ejército, etc. Lo primero que
hay que inquirir es cómo llega el hombre tener estar
ideas.
Supongamos pues que la mente es como un papel
en blanco, de dónde entonces provienen las ideas?
De la experiencia, en ella se funda todo nuestro
conocimiento, este es su origen.
-Existen dos fuentes de las que dimanan todas las
ideas que tenemos:
a) Adquirimos las ideas de amarillo, blanco, calor,
frío, blando, amargo, y todas aquellas que llamamos
cualidades sensibles. Como esta gran fuente
depende
de nuestros sentidos se le denomina sensación.
b) Nuestros sentidos, puestos en comunicación con
los objetos particulares sensibles, transmiten a la
mente muchas percepciones distintas de las cosas.
Así la otra fuente es la percepción de las
operaciones de nuestra mente cuando se ocupa de
las ideas que ha recibido; operaciones que, cuando
el alma se pone a considerarlas o a reflexionar sobre
ellas, suministra al entendimiento otra clase de
ideas que no las había podido recibir de los objetos
exteriores; y tales son la percepción, el pensar, el
dudar , el creer, el razonar, el conocer, el querer, y
también ciertas pasiones como el placer y el
desagrado. A esta otra fuente se le denomina
reflexión.
Las ideas simples
Aunque las cualidades que afectan a nuestros
sentidos se hallan tan unidas y combinadas entre sí
que no hay ninguna separación ni distancia entre
ellas, sin embargo, es evidente que las ideas que
ellas producen en la mente entran por los sentidos
de una manera simple y sin mezcla alguna. Porque,
aunque la vista y el tacto excitan del mismo objeto
diferentes ideas al mismo tiempo, como cuando
uno ve a la vez el movimiento y el color, y la mano
siente la blandura y el calor en el mismo pedazo de
cera, Sin embargo, las
ideas simples, unidas así en el mismo sujeto, son tan
perfectamente distintas como las que vienen por
diversos sentidos; y así, el frío y dureza que se
sienten en un trozo de hielo son ideas tan distintas
como el olor y la blancura de un lirio, o como el
sabor del azúcar o el olor de una rosa, y nada hay
más evidente para un hombre que la percepción
clara y distinta que él tiene de esas ideas simples,
cada una de las cuales está exenta de composición.
La idea, cualidades primarias y secundarias
Llamo idea a todo lo que la mente percibe en sí
misma,
o es objeto inmediato de percepción, del
pensamiento , o del entendimiento; y al poder de
producir alguna idea en nuestra mente lo llamo
cualidad del sujeto en el cual reside ese poder. Se
llama cualidad al poder que tiene una bola de nieve
de producir en nosotros las ideas de blanco, frío y
redondo, como se hallan en la bola misma; y en
cuanto que son sensaciones o percepciones en
nuestro entendimiento, las llamo ideas.
Cualidades primarias. Establecidas así las
cualidades en los cuerpos, las hay, en primer lugar,
tales que son inseparables del cuerpo en cualquier
estado en que se
halle; de suerte que las conserva siempre. Y son de
tal naturaleza, que los sentidos las encuentran
siempre en cada partícula de materia que tenga el
suficiente tamaño para poder ser percibida, y la
mente ve que son inseparables de cada partícula de
materia. Tomad, por ejemplo, un grano de trigo y
divididlo en dos partes; cada parte tiene todavía
solidez, extensión, figura y movilidad.
Son cualidades primarias u originarias de los
cuerpos, que producen en nosotros ideas simples, la
extensión, la figura, el movimiento, el reposo y el
número.
Cualidades secundarias. Llamo cualidades
secundarias a aquellas que no están exactamente en
los objetos
pero que tienen el poder de producir en nosotros
diversas sensaciones por medio de las cualidades
primarias, esto es, por el tamaño, figura, contextura
y movimiento de sus partes insensibles, como son
los colores, sonidos, sabores, etc. Son como
poderes que tienen que tienen los cuerpos. Las
ideas de las cualidades primarias de lo cuerpos se
asemejan a ellas, pero las cualidades secundarias no
se asemejan. No hay nada en los cuerpos mismos
que se asemeje a esas ideas. En los cuerpos, a los
que damos las denominaciones
provenientes de ellas, no hay más que el poder
de producir esas sensaciones en nosotros; de
suerte que lo que es dulce, azul o caliente en la
idea, no es más que un cierto tamaño, figura y
movimiento de las partes insensibles de los
cuerpos mismos.
George Berkeley (1685, Irlanda- 1735,
Oxford)
En los Comentarios filosóficos (1707-1708, publicado
recién en 1871)Berkeley nota que las matemáticas
tienen la ventaja sobre la metafísica y la ética de
que sus definiciones definen palabras no conocidas
de antemano por el lector, pero los términos de la
metafísica y la ética son conocidos por la mayoría
por lo que se tiene que vencer ideas preconcebidas y
prejuicios acerca de sus significados, Berkeley
atribuye la dificultad para definir y hablar con
claridad acerca
de los entes a la “insuficiencia del lenguaje” y a
la confusión de la inteligencia. Por lo tanto, el
análisis lingüístico reviste gran importancia para
la filosofía, no son términos como “sustancia” o
“ente” los que han dado lugar a errores, sino “la
falta de reflexión acerca de sus significados.
Pretendo conservar las palabras y solo deseo
que los hombres piensen antes de hablar y
establezcan con precisión el significado de las
palabras que utilizan”. Algunas palabras no
tienen ningún significado, su pretendido
significado se desvanece cuando se analiza.
Berkeley aplicó así el análisis a la doctrina de Locke
sobre la sustancia material y sostuvo que el análisis
del significado de las proposiciones con términos
que designen objetos sensibles rechaza la
concepción según la cual existiría un sustrato oculto
e incognoscible. Los entes son solamente lo que
percibimos que son. Para Berkeley los entes
sensibles son “ideas”, no niega que haya cosas, pero
si niega que haya la sustancia en sentido filosófico.
En cuanto al análisis de la palabra “existencia”
referido a los entes sensibles señala que su
existencia consiste en ser percibidos (“esse est
percipi”), este es el
significado de decir que los entes sensibles existen.
En la introducción a los Principios (Tratado sobre los
principios del conocimiento humano , 1710) destaca
que la función del lenguaje no es solo la
comunicación de ideas, sino que existen otros fines:
la manifestación de una pasión, el impulsar o
disuadir a alguien a una acción. Por lo que es
necesario distinguir entre las funciones o fines del
lenguaje y las categorías especiales de palabras. Es
en este marco que cuestiona y niega las llamadas
ideas generales abstractas, aunque acepta que hay
ideas generales, este también es un ataque contra
Locke.
No formamos imágenes generales abstractas. “La
idea de hombre que construyo debe ser de un
hombre blanco o negro, firme o encorvado, alto,
bajo o de mediana estatura. Yo no puedo, por más
que me esfuerce de todas las maneras posibles,
construir la idea abstracta a que me refiero” Es
decir, no puedo construir una imagen de un hombre
que omita o incluya a la vez todas las características
singulares de los hombres reales individuales. Igual
ocurre con la idea general de triángulo, no puedo
pensar en un triángulo que no sea ya oblicuo,
rectángulo, equilátero, isósceles o escaleno; no
puedo tener una idea
(una imagen) de un triángulo que incluya todas las
características de los diferentes tipos de triángulo y
que al mismo tiempo no pueda ser clasificada como
la imagen de un tipo particular de triángulo. En
cuanto a la idea general se trata de una idea que en
sí misma es particular, se convierte en general
cuando es construida para representar o significar
todas las demás ideas particulares de la misma
especie.
Si no hay ideas generales abstractas, es obvio que
el razonamiento se realiza sobre ideas particulares.
El geómetra construye un triángulo particular para
significar o representar a todos los triángulos,
atendiendo a su triangularidad más que a sus
características particulares. Y en este caso las
propiedades demostradas en este triángulo
particular valen para todos los triángulos.
También en el comienzo de los Principios plantea
que los objetos sensoriales del conocimiento son
“ideas”. Toda persona puede darse cuenta de
que los entes sensibles no existen ni pueden
existir con independencia del ser percibidos. “La
mesa sobre la que escribo digo que existe, esto
es, que la veo y la
toco”. Berkeley desafía al lector a que encuentre un
significado para la proposición “la mesa existe” que
no equivalga a “la mesa es percibida o perceptible”.
Es cierto que puede decirse que la mesa existe
cuando no hay nadie en la habitación, pero con esto
se quiere decir que si yo u otra persona entrara en la
habitación, percibiría la mesa. Incluso cuando
intento imaginar la mesa existiendo fuera de toda
percepción, imagino necesariamente que yo mismo
o algún otro la percibe, es decir, introduzco
subrepticiamente un sujeto perceptor. Por tanto,
“la existencia absoluta de entes no pensantes
sin relación alguna con el ser percibido, es
…ininteligible. Su esse es percipi, y no es posible
que puedan tener existencia alguna fuera de las
mentes o de los entes espirituales que los
perciben”. Decir de un ente u objeto sensible que
existe equivale a afirmar que es percibido o
perceptible, pero aclara en los Comentarios “No
debe afirmarse que rechazo la Existencia. Sólo
intento aclarar el sentido del término en la
medida de mi comprensión”.
Además considera que su análisis de las
proposiciones de existencia sobre los entes
sensibles, está de acuerdo con el punto de vista
común que no ha sido seducido por las
abstracciones metafísicas.
Hay otros dos puntos relacionados con lo
manifestado. Cuando Berkeley dice esse est percipi
se refiere solo a los entes u objetos sensibles. La
fórmula completa es esse est aut percipi aut
percipere, la existencia es ser percibido o percibir.
Aparte de los entes sensibles, cuya existencia
consiste en ser percibidos, hay mentes o sujetos de
la percepción, que son activos y cuya existencia
consiste más bien en percibir que en ser
percibidos.
En los Comentarios se encuentra una formulación de
la teoría de que los entes sensibles son ideas o
colecciones de ideas, y que por tanto no pueden
existir independientemente de las mentes. “Todas
las palabras significantes significan ideas. Todo
conocimiento (versa) sobre nuestras ideas. Todas las
ideas vienen del interior o del exterior”. En el primer
caso, las ideas reciben el nombre de sensaciones, y
en el segundo, de pensamientos. Percibir es tener
una idea. Cuando percibimos colores, por ejemplo,
estamos percibiendo ideas, y como esas mismas
ideas nos vienen de fuera
son sensaciones. Pero “no puede haber ninguna
sensación en un ente no dotado de sensación”. Por
consiguiente, las ideas que son los colores no
pueden estar radicadas en la sustancia material, que
es un sustrato inerte. De aquí se sigue el carácter
innecesario del postulado de la sustancia. “Nada
semejante a una idea puede ser un ente
imperceptivo”. Ser percibido implica la dependencia
de un perceptor. Y existen significa o percibir o ser
percibido. “Nada existe con propiedad salvo las
personas, es decir, los entes conscientes; todos los
otros entes no son tanto existencia como modos de
existencia de las personas”.
La noción de que los entes (sensibles) puedan existir
por sí mismos, independientemente de la
percepción, “depende en el fondo de la doctrina de
las ideas abstractas”. Se distingue entre cualidades
secundarias y primarias, se acepta la subjetividad de
las primeras, pero se sostiene que nuestras ideas de
las cualidades primarias son patrones e imágenes de
cosas que existen sin la mente en una sustancia no-
pensante llamada materia. Por consiguiente
entienden por materia una sustancia inerte, privada
de sensación en la que subsisten realmente
extensión, forma y movimiento. Pero esta distinción
no es válida, es imposible concebir cualidades
primarias enteramente separadas de las
secundarias. La extensión
,la forma, el movimiento, abstraídas de las demás
cualidades, son inconcebibles.
La forma o figura, por ejemplo, depende de la
posición del perceptor mientras que el movimiento
es lento o rápido, términos que son relativos. La
extensión en general y el movimiento en general
son términos sin significado, ambas son ideas y si
son ideas no pueden existir o radicar en un sustrato
o sustancia no pensante. Luego, no existen
cualidades en general por encima o fuera de las
cualidades particulares. [Esta parte sobre Berkeley
es un resumen del capítulo XII (Berkeley II) del vol. V
de la obra de F. Copleston. Historia de la Filosofía].
David Hume (1711-1776,
Edimburgo)
A continuación presentaremos algunos extractos de
Investigación sobre el entendimiento humano
(1748)que nos permitirá establecer la continuidad de
Hume con los empiristas anteriores (Locke y
Berkeley), así como establecer el puente con el
criticismo (Kant).
Sección 2. El origen de las ideas
Así es que podemos dividir las percepciones de la
mente en dos clases, con base en los distintos grados
de su fuerza y vivacidad. Las menos fuertes y vivaces
son comúnmente llamados ‘pensamientos’ o ‘ideas’.
Las otras no tienen un nombre específico en nuestra
lengua o en la mayoría de las otras,
presumiblemente porque no se necesita de un
término general para ellas salvo cuando se está
haciendo filosofía. Permitámonos, pues, la libertad
de llamarlas ‘impresiones’, utilizando esa palabra en
un sentido ligeramente inusual. Con el término
‘impresión’, pues, me refiero a todas nuestras
percepciones más vivaces cuando oímos o vemos o
sentimos o amamos u odiamos o deseamos. Éstas
deben ser distinguidas de las ideas, que son las
percepciones más débiles o menos intensas de las
que tenemos conciencia una vez que reflexionamos
sobre nuestras impresiones.
A primera vista puede parecer que el pensamiento
humano es totalmente ilimitado: no sólo escapa a
todo poder humano y a toda autoridad, como
cuando un hombre pobre piensa en convertirse en
rey de la noche a la mañana, o cuando un ciudadano
ordinario piensa en que es un rey, sino que además
no está confinado dentro de los límites de la
naturaleza y la realidad.
Pero aunque nuestro pensamiento parece ser tan
libre, cuando observamos más atentamente
encontraremos que en realidad está confinado
dentro de límites bastante
estrechos, y que toda la potencia creativa de la mente
consiste meramente en su habilidad de combinar,
trasponer, agrandar o encoger los materiales que le son
provistos por los sentidos y la experiencia. Cuando
pensamos en una montaña dorada, lo único que
hacemos es combinar dos ideas consistentes –oro y
montaña– con las que ya estamos familiarizados.
En suma, todos los materiales del pensar son derivados
o bien de nuestros sentidos externos o bien de nuestros
sentimientos internos: todo lo que la mente y la
voluntad hacen es mezclar y combinar dichos
materiales. Puesto en terminología filosófica: todas
nuestras ideas o percepciones endebles son copias de
nuestras impresiones, o percepciones más vivaces.
He aquí dos argumentos que espero sean
suficientes para demostrar esto. (1) Cuando
analizamos nuestros pensamientos o ideas —no
importa qué tan complejas o elevadas sean—
siempre encontramos que están compuestas por
ideas simples que fueron copiadas de sentimientos
o sensaciones previas. Incluso las ideas que a
primera vista parecen estar alejadas en grado
máximo de ese origen resultan haber derivado de él
si se les examina más de cerca. La idea de Dios —es
decir un Ser infinitamente inteligente, sabio y
bueno— viene de extender más allá de todo límite
las cualidades de la
bondad y la sabiduría que encontramos en nuestras
propias mentes. No importa qué tan lejos llevemos
esta pesquisa, encontraremos que toda idea que
examinemos fue copiada de una impresión similar.
(2) Si un hombre no puede tener un tipo de
sensación porque ocurre algo malo con sus ojos,
oídos, etc., jamás tendrá ideas correspondientes. Un
hombre ciego no puede formarse una noción de los
colores, o un hombre sordo de los sonidos. Si alguno
se cura de su sordera o su ceguera, tal que las
sensaciones puedan entonces llegarle, las ideas
podrán también llegarle; y entonces se le hará fácil
concebir aquellos objetos.
Lo mismo pasa con alguien que nunca haya tenido
experiencia de un objeto que dé un cierto tipo de
sensación: un lapón o un negro no tienen noción del
sabor del vino porque nunca han tenido la sensación
dada al saborear el vino. Es similar el caso de los
sentimientos internos. Muy pocas veces, si acaso,
sucede que una persona nunca haya sentido o sea
enteramente incapaz de algún sentimiento o
emoción humanos, pero el fenómeno que estoy
describiendo sí ocurre de igual manera con los
sentimientos, si bien en un grado menor. Una
persona mansa no puede formarse ninguna idea de
venganza empecinada o crueldad; tampoco puede
una egoísta concebir
fácilmente los alcances de la amistad y la
generosidad. Todos están de acuerdo en que los
seres no-humanos pueden tener muchos
sentidos de los cuales no podemos tener
concepción alguna, puesto que la idea de ellos
jamás nos ha sido introducida mediante la única
manera en que una idea puede entrar a la
mente, a decir, a través del sentimiento y la
sensación efectivos.
Así es que se tiene aquí una proposición que no
sólo parece ser simple e inteligible por sí sola,
sino que podría además, si se le utiliza
adecuadamente, hacer que toda disputa
se haga igualmente inteligible, aboliendo toda esa
jerga sin sentido que por tanto tiempo ha dominado
los razonamientos metafísicos. Esos razonamientos
están agobiados por tres problemas(1) Todas las
ideas, sobre todo las abstractas, son naturalmente
pálidas y obscuras, tal que la mente sólo ejerce un
dominio débil sobre ellas. (2) Las ideas son
propensas a ser confundidas con otras ideas que se
les parecen. (3) Tendemos a asumir que una cierta
palabra dada está asociada con una determinada
idea solamente porque la hemos usado muy a
menudo, incluso si al usarla no hemos tenido un
significado distinto y claro para ella.
En contraste con esto, (1) Todas nuestras
impresiones –esto es todas nuestras sensaciones
internas o externas– son fuertes y vivaces. (2) Las
fronteras entre ellas están puestas de forma más
exacta, y (3) es más difícil cometer errores cuando
se trata de ellas. Así es que cuando llegamos a
sospechar que un determinado término filosófico
está siendo usado sin un significado o idea de fondo
(como sucede tantas veces), tan sólo necesitamos
preguntarnos: ¿De qué impresión se derivó esa
supuesta idea? Si no se puede señalar ninguna para
responder, eso confirmará nuestra sospecha de que
el término carece de significado,
esto es, de que no tiene una idea asociada a él.
Trayendo de esta manera a las ideas a la luz y la
claridad, podemos esperar razonablemente resolver
las disputas que se originen con respecto a si existen
y cómo son.
Sección III. La asociación de ideas
Los pensamientos o ideas de la mente obviamente
están interconectados de alguna manera
sistemática: existe un cierto orden y regularidad en
cómo, en la memoria y la imaginación, una idea
conduce a otra. Esto es tan claramente verdadero
en nuestro pensamiento o discurso más serios que
cuando un pensamiento particular irrumpe en la
secuencia
regular de ideas, inmediatamente es identificado y
rechazado como irrelevante. Incluso en nuestras
más locas y errantes fantasías y sueños
encontraremos, si reflexionamos en torno a ello,
que la imaginación no corre enteramente según su
capricho, sino que las distintas ideas que la ocupan
se siguen unas a otras de una manera hasta cierto
punto regular, o siguiendo un cierto orden.
El hecho de que distintas ideas están conectadas es
demasiado obvio para ser pasado por alto; y sin
embargo no he encontrado ningún filósofo que
haya intentado clasificar o hacer un listado de todas
las fuentes y tipos de asociación.
Esa tarea parece valer la pena. En lo personal, me
parece que sólo hay tres factores que conectan
ideas las unas con las otras, a decir, la semejanza, la
contigüidad [proximidad] en el tiempo o el espacio,
y la causa o el efecto.
No creo que vaya a haber mucha duda de que
nuestras ideas están conectadas por estos factores.
Una pintura de manera natural conduce nuestros
pensamientos a la cosa que está en ella plasmada; la
mención de un cuarto o habitación naturalmente
introduce comentarios o preguntas sobre los otros
cuartos que pertenecen al mismo edificio; y si
pensamos en una herida, difícilmente podemos
abstenernos de pensar en el dolor que procede de
ella.
Sección IV. Dudas escépticas sobre las operaciones
del entendimiento
Todos los objetos de la razón o preguntar humanos
caben ser divididos naturalmente en dos tipos, a
saber: relaciones de ideas y cuestiones de hecho. La
primera clase incluye la geometría, el álgebra y la
aritmética, y efectivamente toda demostración que
es intuitivamente o demostrativamente cierta. Que
el cuadrado de la hipotenusa equivale a la suma de
los cuadrados de los catetos es una proposición que
expresa cómo es la relación entre aquellas partes
del triángulo. Que tres veces cinco equivale a la
mitad de treinta expresa una relación entre esos
números.
Proposiciones de esta clase se pueden descubrir
meramente pensando, sin necesidad alguna de
atender a algo que de hecho exista en alguna parte
del universo. Las verdades que Euclides demostró
seguirían siendo ciertas y autoevidentes aun si
jamás hubieran existido un círculo o un triángulo en
la naturaleza.
En cambio las cuestiones de hecho, que son los
objetos de la razón humana del segundo tipo, no se
establecen de la misma manera; y no podemos
tener bases tan sólidas para considerarlas
verdaderas. Lo contrario de toda cuestión de hecho
sigue siendo posible, porque no implica una
contradicción y puede ser concebido
por la mente tan fácil y claramente como si se
ajustara perfectamente a la realidad. Que el sol no
se levantará el día de mañana es tan inteligible
como –y para nada más contradictorio que– la
proposición que el sol se va a levantar el día de
mañana. Por lo tanto sería una pérdida de tiempo
intentar demostrar su falsedad. Si fuera
demostrativamente falso, implicaría una
contradicción y entonces jamás podría ser
concebido de forma clara por la mente.
Todos los razonamientos sobre las cuestiones de
hecho parecen estar basados sobre la relación de
causa y efecto, que es la única relación que nos
puede llevar
más allá de la evidencia dada por nuestra memoria y
nuestros sentidos. Si se le pregunta a alguien por
qué cree en cierta cuestión de hecho que no está en
ese momento presente para él –por ejemplo que su
amigo está en ese momento en Francia– te
proporcionará una razón; y esta razón será otro
hecho, tal como que acaba de recibir una carta de su
amigo, o que su amigo había planeado ir a Francia.
Alguien que encuentre un reloj o alguna otra
máquina en una isla desierta concluirá que ha
habido hombres en la isla. Todos nuestros
razonamientos acerca de hechos son de tal suerte.
Cuando razonamos de esta manera, suponemos
que el hecho presente está conectado con aquél que
inferimos a partir de él. Si no hubiera nada
que ligara los dos hechos, la inferencia de uno a otro
sería totalmente endeble. Escuchar el sonido de
alguien hablando racionalmente en la oscuridad nos
asegura que existe la presencia de otra persona.
¿Por qué? Porque tales sonidos son efectos de la
constitución humana, y están íntimamente ligados
o conectados a ella.
Todos nuestros demás razonamientos de este tipo,
si se les considera detalladamente, resultan estar
basados en la relación de causa y efecto. La cadena
causal que va de la evidencia a la conclusión de la
‘cuestión de hecho’ puede ser corta o larga. O puede
ser que la conexión causal entre ellas no sea directa
sino colateral
–como cuando uno ve luz e infiere calor, no porque
ninguno de los dos cause al otro, sino porque ambos
son los efectos colaterales de una única causa, a
decir: el fuego.
Así, si queremos entender la base y fuente de
nuestra confianza acerca de cuestiones de hecho,
debemos descubrir cómo llegamos a saber sobre
causas y efectos.
Me atrevo a afirmar, como verdadero sin excepción,
que el conocimiento sobre las causas nunca se
adquiere a través del razonamiento a priori, y que
siempre viene de haber encontrado en nuestra
experiencia que determinados objetos particulares
están constantemente asociados el uno con el otro.
Preséntesele un objeto a un hombre cuya habilidad
e inteligencia sea tan grande como se quiera; si el
objeto es de tal clase que sea totalmente nuevo
para él, ningún estudio de sus cualidades
perceptibles le permitirá descubrir ninguna de sus
causas o efectos. Adán, incluso si sus habilidades de
razonamiento fueran perfectas desde el principio,
no pudo haber inferido a partir de la transparencia y
fluidez del agua que podía ahogarse en ella; o a
partir de la luz y el calor del fuego que éste lo podía
quemar. Las cualidades de un objeto que se le
presentan a los sentidos jamás revelan las causas
que produjeron el objeto ni los efectos que éste
tendrá; tampoco puede nuestra razón, sin ayuda de
la experiencia, llegar a cualquier
conclusión acerca de la existencia real y de las
cuestiones de hecho.
La proposición de que las causas y efectos son sujetos
de ser descubiertos no por la razón sino por la
experiencia será libremente admitida (1) con respecto a
objetos sobre los cuales nos acordemos haber estado
alguna vez completamente sin conocimiento de ellos;
pues en esos casos nos acordamos de cuando éramos
completamente incapaces de decir qué procedería de
tales objetos. Preséntesele dos piezas lisas de mármol a
un hombre que no tiene conocimientos de física –no
podrá saber que los pedazos se mantendrán juntos de
tal forma que será muy difícil y requerirá mucha fuerza
separarlos tirando de cada uno directamente en
sentidos opuestos, mientras que será fácil
separarlos si se les desliza el uno sobre el otro, uno
para un lado y el otro para el otro lado. (2) También
los eventos que no se adecuan mucho al curso
normal de la naturaleza son fácilmente aceptados
como cosas que sólo puede conocerse mediante la
experiencia; y nadie piensa que la explosión de la
pólvora, o la atracción de un imán, podrían llegar a
ser descubiertas por medio de argumentos a priori
,esto es, simplemente pensando sobre la pólvora o
los imanes, sin traer a colación nada que haya sido
aprendido en la experiencia. (3) De igual forma,
cuando consideramos que un efecto depende
de una maquinaria intrincada, o una estructura secreta
de partes, no dudamos en atribuir todo nuestro
conocimiento de ello a la experiencia. Nadie afirmaría
poder ofrecer la razón última por la cual la leche o el pan
son nutritivos y provechosos para el hombre pero no así
para un león o un tigre.
Pero esta misma proposición –que las causas y efectos
no pueden ser descubiertas por la razón– puede resultar
menos obvia cuando se le aplica a eventos del tipo (1)
con el que hemos estado familiarizados toda nuestra
vida, (2) que son muy semejantes o acordes al curso
general de la naturaleza, y (3) que se supone que
dependen de las simples cualidades perceptibles de los
objetos y no de alguna estructura secreta de partes.
Somos susceptibles de imaginar que podemos
descubrir estos efectos meramente con la razón, sin
experiencia alguna. Creemos que si hubiéramos sido
traídos repentinamente al mundo, podríamos haber
sabido de inmediato en ese instante que cuando
una bola de billar golpea a otra provocará que esta
última se mueva –saberlo con certeza, sin tener que
ensayarlo con las bolas de billar. ¡Y es que qué gran
influencia ejerce el hábito! Cuando más fuertemente
actúa, no sólo esconde nuestra natural ignorancia,
sino que incluso se tapa él mismo; justo porque el
hábito funciona de manera tan potente, no nos
damos cuenta en lo absoluto de que está
funcionando.
Immanuel Kant (1724-1804,
Königsberg)
De Kant consideraremos la Introducción a la Crítica de
Razón Pura (1781).
I. De la distinción del conocimiento puro y el empírico
“No hay duda alguna de que todo nuestro conocimien-
to comienza con la experiencia.”
Pero si todo nuestro conocimiento comienza con la
experiencia, no por eso originase todo él en la
experiencia.
Habría conocimientos a priori, distintos de los empíri-
cos que tienen sus fuentes a posteriori.
Se puede llamar a priori a un conocimiento
derivado de una regla universal, obtenida a su
vez de la experiencia, por ejemplo, sabemos que
si se debilita los cimientos de un edifico, este se
caerá. Pero esto no es totalmente a priori.
Por tanto, Kant considera un conocimiento a
priori, absolutamente libre de toda experiencia;
a los conocimientos a priori de esta condición los
denomina puros, por ejemplo, todo cambio
tiene su causa, es una proposición a priori, mas
no es pura, porque el cambio es un concepto que
no puede ser sacado más que de la experiencia.
II. Estamos en posesión de ciertos conocimientos a
priori
Se trata de buscar una característica (método) que
permita distinguir un conocimiento puro de uno
empírico. Si se encuentra una proposición que sea
pensada al mismo tiempo con su necesidad, es a
priori.
La experiencia no da jamás a sus juicios
universalidad verdadera o estricta, por ejemplo,
cuando decimos: “todos los cuerpos son pesados”.
Cuando un juicio tiene universalidad estricta, esta
señala una fuente de conocimiento: una facultad de
conocimiento a priori. Los conocimientos a priori
presentan necesidad y universalidad.
Un ejemplo del uso ordinario del entendimiento:
todo cambio tiene que tener una causa. Aquí el
concepto de causa conlleva la necesidad del enlace
con un efecto, así como la universalidad de la regla.
Esto se perdería si como hizo Hume derivase la
causa de una conjunción frecuente entre lo que
ocurre y lo que precede, y de una costumbre nacida
de enlazar representaciones(una necesidad
meramente subjetiva). ¿De dónde iba a sacar la
experiencia su certeza si todas las reglas, por las
cuales progresa, fueran empíricas y por ende
contingentes?
No sólo en juicios, sino también en los conceptos se
nota que algunos tienen un origen a priori. Si se
prescinde poco a poco, en el concepto que la
experiencia ofrece de un cuerpo, de todo lo que
es en él empírico: color, dureza o blandura, peso,
impenetrabilidad; siempre queda el espacio que
aquel cuerpo ocupaba, de este no se puede
prescindir. De igual modo, si en el concepto
empírico de todo objeto, corporal o incorporal,
se prescinde de todas las propiedades que nos
enseña la experiencia, no se puede ,sin
embargo, suprimir aquella por la cual se lo
piensa como sustancia o como adherente a una
sustancia.
III. La filosofía necesita una ciencia que determine los
conocimientos a priori.
Hay conceptos para los cuales no puede ser dado en
la experiencia ningún objeto correspondiente y que
amplificarían la extensión de nuestros juicios por
encima de todos los límites de la experiencia. Este
es el tema de la investigación, pero se presentan
aquí problemas inevitables como Dios, la libertad y
la inmortalidad. La ciencia que pretende dar
solución a estos problemas es la metafísica, cuyo
proceder, al comenzar es dogmático, es decir, que
sin previo examen de la capacidad o incapacidad de
la razón pura emprende la tarea.
Primero, entonces, se debe ver lo de la fundamenta-
ción del edificio: “cómo el entendimiento puede
llegar a todos esos conocimientos a priori, y qué
extensión, validez y valor pueden tener.” Pero, esto
es lo que no se ha hecho.
[Cómo se ha procedido]El encanto que nos produce
ampliar nuestros conocimientos es tan grande, que
no nos detiene en nuestra marcha más que el
tropiezo con una contradicción clara. Esta, empero,
puede evitarse; basta con hacer cuidadosamente las
invenciones, que no por eso dejan de ser
invenciones. La matemática nos da un brillante
ejemplo de cuán lejos podemos ir en el
conocimiento a priori. Ella se ocupa sólo de
objetos y conocimientos que se pueden exponer en la
intuición. Pero esta circunstancia pasa fácilmente
desapercibida, porque esta intuición puede ella misma
ser dada a priori y por tanto se distingue apenas de un
mero concepto puro.
IV. De la distinción de los juicios analíticos y sintéticos
En todos los juicios en donde se piensa la relación de un
sujeto con el predicado es esa relación posible de dos
maneras. O bien el predicado B pertenece al sujeto A
como algo contenido (ocultamente) en ese concepto A;
o bien B está enteramente fuera del concepto A, si bien
en enlace con el mismo.
1) S es P ( P ⊂ S): juicio analítico. El enlace es
pensado mediante identidad, es un juicio de
explicación, no añade nada el predicado. Ejemplo:
Todos los cuerpos son extensos. Es una proposición
que subsiste a priori , antes de ir a la experiencia,
tengo ya en el concepto todas las condiciones para
mi juicio, y del concepto puedo sacar el predicado
por medio del principio de contradicción, pudiendo
asimismo tomar conciencia al mismo tiempo, de la
necesidad del juicio.
2) S es P ( P ⊄ S) : juicio sintético, es un juicio de
ampliación, añade al concepto del sujeto un
predicado que no estaba pensado en él y no hubiera
podido sacarse por análisis alguno. Ejemplo: todos
los cuerpos son pesados. Puedo conocer antes
analíticamente el concepto de cuerpo, mediante los
caracteres de la extensión, de la figura, etc. …que
todos son pensados en ese concepto. Ahora bien, si
amplifico mi conocimiento y me vuelvo hacia la
experiencia de donde había separado ese concepto
de cuerpo, encuentro unida siempre con las
anteriores caracteres también la pesantez, y la
añado, pues, como predicado,
sintéticamente a aquel concepto. Es pues en la
experiencia en donde se funda la posibilidad de
la síntesis del predicado de la pesantez con el
concepto de cuerpo, porque ambos conceptos ,
aun cuando el uno no está contenido en el otro,
sin embargo como partes de un todo pertenecen
uno a otro, si bien sólo por modo contingente.
Pero en los juicios sintéticos a priori falta
enteramente esta ayuda. Si he de salir del
concepto A para conocer otro B, como enlazado
con él, ¿en qué me apoyo? ¿Mediante qué es
posible la síntesis, ya que aquí no
tengo la ventaja de volverme hacia el campo de la
experiencia para buscarlo? Tómese esta
proposición: todo lo que sucede tiene una causa. En
el concepto de algo que sucede pienso ciertamente
una existencia, antes de la cual precede un tiempo,
etc.… Pero el concepto de una causa me ofrece algo
distinto del concepto de lo que sucede y no está por
tanto contenido en esta última representación.
¿Cuál es aquí la incógnita x, sobre la cual se apoya el
entendimiento cuando cree encontrar fuera del
concepto A un predicado B extraño a aquel
concepto y lo considera, sin embargo, enlazado con
él? La experiencia no puede
ser, porque el principio citado añade esta segunda
representación a la primera, no sólo con más
universalidad de la que la experiencia puede
proporcionar, sino también con la expresión de la
necesidad y, por tanto, enteramente a priori y por
meros conceptos. Ahora bien, en semejantes
principio sintéticos, es decir, de ampliación,
descansa todo el propósito último de nuestro
conocimiento especulativo a priori; pues los
analíticos, si bien altamente importantes y
necesarios, lo son tan sólo para alcanzar aquella
claridad de los conceptos, que se exige para una
síntesis segura y extensa, que sea una adquisición
verdaderamente nueva.
V. En todas las ciencias teóricas de la razón están los
juicios sintéticos a priori
Los juicios matemáticos son todos ellos sintéticos.
Esta proposición parece haber escapado hasta
ahora a los analíticos de la razón humana. Pues
habiendo encontrado que las conclusiones de los
matemáticos se hacen todas según el principio de
contradicción, persuadiéronse de que también los
principios eran conocidos por el principio de
contradicción; en lo que anduvieron errados, pues
una proposición sintética, si bien puede ser
conocida por medio del principio de contradicción,
no lo es nunca en sí misma, sino sólo
presuponiendo otra proposición sintética de la cual
puede ser deducida.
Hay que notar que las proposiciones matemáticas
son siempre juicios sintéticos a priori, pues llevan
consigo necesidad.
Podría pensarse al principio que 7 + 5 = 12, es una
proposición meramente analítica, que se sigue del
concepto de una suma de siete y cinco, según el
principio de contradicción. Pero, cuando se
considera más de cerca, se encuentra que el
concepto de la suma de 7 y 5 no encierra nada más
que la reunión de ambos números en uno solo, con
lo cual no se piensa de ningún modo cuál sea ese
número único que
comprende los otros dos. Que 5 ha de añadirse a 7,
es cierto que lo he pensado en el concepto de una
suma
= 7+ 5 ; pero no que esa suma sea igual al número
12. La proposición aritmética es, por tanto, siempre
sintética.
De igual modo, ningún principio de la geometría
pura es analítico. Que la línea recta es la más corta
entre dos puntos, es una proposición sintética. Pues
mi concepto de recta no encierra nada de magnitud,
sino sólo una cualidad. El concepto de lo más corto
es enteramente añadido y no puede sacarse por
medio de ningún análisis, del concepto de línea
recta.
Algunos pocos principios que los geómetras
presuponen, son ciertamente analíticos y descansan
en el principio de contradicción; pero, como las
proposiciones idénticas, tampoco sirven más que
como cadena de método y no como principios, por
ejemplo, a=a, el todo es igual a sí mismo, o bien
(a+b) > a…Y aun estos mismos, aunque valen según
meros conceptos, no son admitidos en la
matemática más que porque pueden ser expuestos
en la intuición.
Lo que comúnmente nos hace creer aquí que el
predicado de esos juicios apodícticos está ya en
nuestro concepto y que el juicio es, por tanto,
analítico,
es tan sólo la ambigüedad de la expresión. La
cuestión no es qué debemos pensar en el concepto
dado, sino qué es lo que pensamos realmente en él; y
entonces se muestra que el predicado pende de
aquel concepto necesariamente, pero no como
pensado en el concepto mismo, sino por medio de
una intuición, que tiene que añadirse al concepto.
La ciencia de la naturaleza (physica) contiene juicios
sintéticos a priori como principios. Ejemplos: “ En
todas las transformaciones del mundo corporal la
cantidad de materia permanece inalterada” y “En
toda comunicación del movimiento tienen que ser
siempre iguales la acción y la reacción.” En ambos
casos, no
sólo la necesidad y por ende el origen a priori
está claro, sino que se ve claramente también
que son proposiciones sintéticas. Pues en el
concepto de materia no pienso la permanencia,
sino sólo la presencia de la materia en el espacio,
llenándolo. Así, pues, salgo realmente del
concepto de materia, para pensar a priori unido a
él, algo que no pensaba en él.

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  • 1. INTRODUCCIÓNA LA FILOSOFÍA 3 Dr. Javier Aldama La Filosofía Moderna (el tema del conocimiento) Francis Bacon Rene Descartes John Locke George Berkeley David Hume Immanuel Kant
  • 2. Francis Bacon (1561- 1626, Inglaterra) Barón deVerulam El Novum organum (1620) se presenta en principio como una crítica a la dialéctica aristotélica que pretende impedir que la inteligencia quede abandonada así misma, lo cual supone una regulación: el uso de instrumentos. Si se quiere ir más allá de la dialéctica (que sirve para vencer al adversario, mas no a la Naturaleza), se requiere un nuevo método diferente al de la Anticipación de la inteligencia, y este es la Interpretación de la naturaleza.
  • 3. (Libro primero) (1)El hombre, servidor e interprete de la naturaleza, ni obra ni comprende más que en proporción de sus descubrimientos experimentales y racionales sobre las leyes de esta naturaleza; fuera de ahí, nada sabe ni nada puede. (2)Ni la mano sola ni el espíritu abandonado a sí mismo tienen gran potencia; para realizar la obra se requieren instrumentos y auxilios que tan necesarios son a la inteligencia como a la mano (…)
  • 4. (8) Hasta aquí todos nuestros descubrimientos se deben más bien a la casualidad y a las enseñanzas de la práctica que a las ciencias; pues las ciencias que hoy poseemos no son otra cosa que cierto arreglo de descubrimientos realizados. Las ciencias hoy no nos enseñan ni a hacer nuevas conquistas ni a extender nuestra industria. (11) De la propia suerte que las ciencias en su estado actual no pueden servir para el progreso de la industria, la lógica que hoy tenemos no puede servir para el adelanto de la ciencia.
  • 5. (13) No se pide al silogismo los principios de la ciencia; en vano se le pide las leyes intermedias, porque es incapaz de abarcar la naturaleza en su sutilidad; liga el espíritu, pero no las cosas. (14) El silogismo se compone de proposiciones, las proposiciones de términos; los términos no tienen otro valor que el de las nociones. He aquí por qué si las nociones (y este es un punto fundamental), son confusas debidas a una abstracción precipitada, lo que sobre ellas se edifica carece de solidez; no tenemos, pues, confianza más que en una legítima inducción.
  • 6. 19. Ni hay ni puede haber más que dos vías para la investigación y descubrimiento de la verdad: una que partiendo de los hechos, se remonta en seguida a los principios más generales, y en virtud de esos principios que adquieren una autoridad incontestable, juzga y establece las leyes secundarias (cuya vía es la que ahora se sigue), y otra, que de la experiencia y de los hechos deduce las leyes, elevándose progresivamente y sin sacudidas hasta los principios más generales que alcanza en último término. Esta es la verdadera vía; pero jamás se la ha puesto en práctica.
  • 7. 25. Los principios hoy imperantes tienen origen en una experiencia superficial y vulgar, y en el reducido número de hechos que por sí mismos se presentan a la vista; no tienen otra profundidad ni extensión más que de la experiencia; no siendo, pues de extrañar que carezcan de virtud creadora (…) 26. Para hacer comprender bien nuestro pensamiento, damos a estas nociones racionales que se transportan al estudio de la naturaleza, el nombre de Prenociones de la naturaleza (porque son modos de entender temerarios y prematuros), y a la ciencia que deriva de
  • 8. la experiencia por legítima vía, el nombre de Interpretaciones de la naturaleza. 28. (…) las prenociones subyugan nuestro asentimiento con más imperio que las interpretaciones, porque recogidas sobre un reducido número de hechos, y sobre aquellos que más familiares nos son, hieren in continenti el espíritu y llenan la imaginación, mientras que las interpretaciones, recogidas aquí y allí sobre hechos muy variados y diseminados, no pueden impresionar súbitamente el espíritu, y deben sucesivamente parecernos muy penosas y extrañas de recibir (…)
  • 9. 38. Los ídolos y las nociones falsas que han invadido ya la humana inteligencia, echando en ella hondas raíces, ocupan la inteligencia de tal suerte, que la verdad solo puede encontrar a ella difícil acceso; y no solo esto: sino que, obtenido el acceso, esas falsas nociones, concurrirán a la restauración de las ciencias, y suscitarán a dicha obra obstáculos mil, a menos que, prevenidos los hombres, se pongan en guardia contra ellos (…) 39. Hay cuatro especies de ídolos que llenan el espíritu humano. Para hacernos inteligibles, los designamos con los siguientes nombres: la primera especie de
  • 10. ídolos, es la de los de la tribu; la segunda, los ídolos de caverna; la tercera, los ídolos del foro; la cuarta, los ídolos del teatro. 41. Los ídolos de la tribu tienen su fundamento en la misma naturaleza del hombre, y en la tribu o el género humano.Se afirma erroneamente que el sentido humano es la medida de las cosas; muy al contrario, todas las percepciones, tanto de los sentidos como del espíritu, tiene más relación con nosotros que con la naturaleza. El entendimiento humano es con respecto a las cosas, como un espejo infiel, que, recibiendo sus rayos, mezcla su propia naturaleza a la de ellos, y de esta suerte los desvía y corrompe.
  • 11. 42. Los ídolos de la caverna tienen su fundamento en la naturaleza individual de cada uno; pues todo hombre independientemente de los errores comunes a todo el género humano, lleva en sí cierta caverna en que la luz de la naturaleza se quiebra y es corrompida, sea a causa de disposiciones naturales particulares de cada uno, sea en virtud de la educación y del comercio con los otros hombres, sea a consecuencia de las lecturas y de la autoridad de aquellos a quienes cada uno reverencia y admira, ya sea en razón de la diferencia de las impresiones, según que hiera un espíritu prevenido y agitado, o un espíritu apacible y tranquilo y en otras circunstancias; de suerte que el espíritu humano, tal como está dispuesto en cada uno de los hombres, es cosa en extremo variable (…9
  • 12. 43. Existen también ídolos que provienen de la reunión y de la sociedad de los hombres, a los que designamos con el nombre de ídolos del foro, para significar el comercio y la comunidad de los hombres de que tienen origen. Los hombres se comunican entre sí por el lenguaje; pero el sentido de las palabras se regula por el concepto del vulgo. (…) las palabras hacen violencia al espíritu y lo turban todo, y los hombres se ven lanzados por las palabras a controversias e imaginaciones innumerables y vanas. 44. Hay, finalmente, ídolos introducidos en el espíritu por los diversos sistemas de los filósofos y los malos métodos de demostración, llamémosles ídolos del teatro, porque cuantas filosofías hay hasta la fecha inventadas o acreditadas, son, según nosotros, otras
  • 13. tantas piezas creadas y representadas cada una de las que contiene un mundo imaginario y teatral. No hablamos solo de los sistemas actualmente extendidos, y de las antiguas sectas de filosofía. 45. El espíritu humano se siente inclinado naturalmente a suponer en las cosas más orden y semejanza del que en ella encuentra; y mientras que la naturaleza está llena de excepciones y de diferencias, el espíritu ve por doquier armonía, acuerdo y similitud. De ahí la ficción de que todos los cuerpos celestes describen al moverse círculos perfectos (…) De ahí la introducción del elemento del fuego y de su órbita, para completar la simetría con los otros tres que descubre la experiencia. De ahí también la suposición
  • 14. de que son los elementos , siguiendo una escala de progresión ascendente, diez veces más ligeros unos que otros (…) 46. El espíritu humano, una vez que lo han reducido ciertas ideas, ya sea por su encanto, ya por el imperio de la tradición y de la fe que se le presta, se ve obligado a ceder a esas ideas poniéndose de acuerdo con ellas ; y aunque las pruebas que desmienten esas ideas sean muy numerosas y concluyentes, el espíritu o las olvida, o las desprecia, o por una distinción las aparta y rechaza, no sin grave daño; pero preciso le es conservar incólume toda autoridad de sus queridos prejuicios. Me agrada mucho la respuesta de aquel a quien ensenándole colgados en la pared de un templo los
  • 15. los cuadros votivos de los que habían escapado del peligro de naufragar, como se le apremiara a declarar en presencia de tales testimonios si reconocía la providencia de los dioses, contestó: «Pero dónde se han pintado los que, a pesar de sus oraciones, perecieron?» Así es como procede toda superstición, astrología, interpretación de los ensueños, adivinación, presagios; los hombres, maravillados de esas especies de quimeras, toman nota de las predicciones realizadas; pero de las otras más numerosas, en que el hecho no se no se realizan, prescinden por completo . Y aun cuando el espíritu no tuviere ni ligereza, ni debilidad, conserva siempre una
  • 16. Peligrosa propensión a ser más vivamente impresionado por un hecho positivo, que por un experimento negativo, mientras que regularmente debería prestar tanto crédito a uno como a otro, y que por lo contrario, es principalmente en la experiencia negativa donde se encuentra el fundamento de los verdaderos principios. 47. Maravillase el espíritu humano sobre todo de los hechos que se le presentan juntos e instantáneamente, y que de ordinario está llena la imaginación; una tendencia cierta, pero imperceptible, le inclina a suponer y a creer que todo lo demás se asemeja a aquellos hechos que le asedian; por naturaleza es
  • 17. poco afecto a abordar aquellos experimentos desusados y que se apartan de las sendas trazadas en que los principios vienen a probarse como al fuego; es además poco hábil para tratarlos a menos que reglas de hierro, y una autoridad inexorable no le obliguen a ello. 48. El espíritu humano se escapa sin cesar y jamás puede encontrar ni descanso ni límites; siempre busca más allá, pero en vano. Por eso es por lo que no puede comprenderse que el mundo termine en alguna parte, e imaginar límites sin concebir alguna cosa al otro lado. (…) al dirigirse a las causas desciende hacia el hombre, al dirigirse a las causas finales, causas que existen más en nuestras mente que en la realidad, y cuyo estudio ha corrompido de rara manera la filosofía.
  • 18. 49. El espíritu humano no recibe con sinceridad la luz de las cosas, sino que mezcla a ella su voluntad y sus pasiones; así es como se hace una ciencia a su gusto, pues la verdad que más fácilmente admite el hombre, es la que desea. Rechaza las verdades difíciles de alcanzar, a causa de su impaciencia por llegar el resultado; los principios que le restringen porque ponen límites a su esperanzas, las más altas leyes de la naturaleza, porque contrarían sus supersticiones; la luz de la experiencia, por la soberbia, arrogancia, porque no aparezca su inteligencia ocupándose en objetos despreciables y fugitivos; las ideas extraordinarias, porque hieren las opiniones vulgares; en fin, innumerables y secretas pasiones llegan
  • 19. Al espíritu por todas partes y corrompen al juicio. 50. Pero la fuente más grande de errores y dificultades para el espíritu humano se encuentra en la grosería, la imbecilidad y las aberraciones de los sentidos, que dan a las cosas que les llama la atención más importancia que a aquellas que no se la llaman inmediatamente, aunque las últimas la tengan en realidad mayor que las otras. . No va más allá el espíritu que el ojo, también la observación de lo que es invisible es completamente nula o poco menos (…) No advertimos tampoco en las cosas visibles los cambios insensibles de estado, que de ordinario llamamos alteraciones, y que son en efecto un transporte de las partes más tenues.Y sin embargo,
  • 20. si no se conoce y saca a luz esas operaciones y esos cambios , nada grande puede producirse en la naturaleza en materia de industria. Por otra parte, la naturaleza del aire y de todos los cuerpos más ligeros que el aire (y hay muchos) nos es casi por completo desconocida. Los sentidos por sí mismos son muy limitados y con frecuencia nos engañan, y los instrumentos no pueden darles mucho alcance y finura, pero toda verdadera interpretación de la naturaleza descansa sobre el examen de los hechos y sobre las experiencias preparadas y concluyentes; en este método, los sentidos juzgan de la experiencia solamente, y la experiencia de la naturaleza y del objeto por conocer.
  • 21. 51. El espíritu humano por naturaleza , es inclinado a las abstracciones y considera como estable lo que está en continuo cambio. Es preferible fraccionar la naturaleza que abstraerla; esto es lo que hace la escuela de Demócrito, que ha penetrado mejor que cualquier otro en la naturaleza. Lo que hay considerar es la materia, sus estados y sus cambios de estado, sus operaciones fundamentales y las leyes de la operación o del movimiento; en cuanto a las formas, son invenciones del espíritu humano, a menos que se quiera dar el nombre a formas a esas leyes de las operaciones corporales.
  • 22. 52. He ahí los ídolos que nosotros llamamos de la tribu, que tienen su origen o en la regularidad inherente a la esencia del humano espíritu, en sus prejuicios, en su limitado alcance, en su continua inestabilidad, en su comercio con las pasiones, en la imbecilidad de los sentidos, o en el modo de impresión que recibimos de las cosas. 53. Los ídolos de la caverna provienen de la constitución de espíritu y de cuerpo particular a cada uno, y también de la educación de la costumbre, de las circunstancias. Esta especie de errores es muy numerosa y variada (…) 54. Gustan los hombres de las ciencias y los estudios
  • 23. especiales, bien porque se crean sus autores o inventores, o bien porque les hayan consagrado muchos esfuerzos y se hayan familiarizado particularmente con ellos. Cuando los hombres de esta clase se inclinan hacia la filosofía y las teorías generales, las corrompen y alteran a consecuencia de sus estudios favoritos, observase esto claramente en Aristóteles, que esclavizó de tal suerte la filosofía natural a su lógica, que hizo de la primera una ciencia poco menos que vana y un campo de discusiones. Los químicos, con algunos ensayos en el hornillo, han construido una filosofía imaginaria y de limitado alcance; aún más, Gilberto, después de haber observado las propiedades las propiedades del imán con atención exquisita, se hizo in continenti una
  • 24. filosofía en armonía perfecta con el objeto de que su espíritu estaba poseído. 55. (…) en las inteligencias (…)unos tienen mayor actitud y habilidad para apreciar las diferencias de las cosas, y otros para apreciar las semejanzas (…) 56. Hay espíritus llenos de admiración por todo lo antiguo, otros de pasión y arrastrados por la novedad; pocos hay de tal suerte constituidos que puedan mantenerse en un justo medi y que no vayan a batir en brecha lo que los antiguos fundaron de bueno y se abstengan de despreciar lo que de razonable aportan a su vez los modernos. 57. El estudio exclusivo de la naturaleza y de los cuerpos
  • 25. y de los cuerpos en su composición y en su disposición general, sume al espíritu en una admiración que le enerva. Esto se ve bien claro comparando la escuela de Leucipo y Demócrito con las otras sectas filosóficas: aquella se preocupa de modo tal de los elementos de las cosas, que olvida los compuestos; las otras, tan extasiadas se quedan ante los compuestos, que no pueden llegar a los elementos. Conviene, pues, que estos estudios sucedan unos a otros y cultivarlos alternativamente , para que la inteligencia sea a la vez vasta y penetrante (…) 58. He aquí las precauciones que es necesario tomar para alejar y disipar los ídolos de la caverna, que provienen ante todo del predominio de ciertos gustos
  • 26. , de la observación excesiva de las desemejanzas o de las semejanzas, de la excesiva admiración a ciertas épocas; en fin, de considerar demasiado estrechamente , o de un modo con exceso parcial las cosas. En general, toda inteligencia, al estudiar la naturaleza, debe desconfiar de sus tendencias y de sus predilecciones, y poner en cuanto a ellas se refiera, extrema reserva, para conservar a la inteligencia toda su sinceridad y pureza. 59. Los más peligrosos de todos los ídolos, son los del foro, que llegan al espíritu por su alianza con el lenguaje. Los hombres creen que su razón manda en las palabras; pero las palabras ejercen a menudo a su
  • 27. una influencia poderosa sobre la inteligencia, lo que hace la filosofía y las ciencias sofisticadas y ociosas. El sentido de las palabras es determinado según el alcance de la inteligencia vulgar, y el lenguaje corta la naturaleza por las líneas que dicha inteligencia aprecia con mayor facilidad (…) valdría mucho más comenzar siguiendo la prudente costumbre de los matemáticos, por cerrar la puerta a toda discusión, definiendo rigurosamente los términos. Sin embargo, en cuanto a las cosas materiales, las definiciones no pueden remediar este mal, porque las definiciones se hacen con palabras , y las palabras engendran las palabras; de tal suerte, que es necesario recurrir a los hechos, a sus
  • 28. a sus series y a sus órdenes (…) 60. Los ídolos que son impuestos a la inteligencia por el lenguaje, son de dos especies: o son nombres de cosas que no existen (…hay nombres que carecen de cosa y no designan más que sueños de nuestra imaginación), o son nombres de cosas que existen, pero confusas y mal definidas, que reposan en una apreciación de la naturaleza demasiado ligera e incompleta; de la primera especie son las expresiones siguientes: fortuna, primer móvil, orbes planetarios(…) y otras ficciones de idéntica naturaleza (…) Esta especie de ídolos, es la que con mayor facilidad se destruye, pues se puede la puede reducir a la nada, permaneciendo resuelta y constantemente alejada de las teorías.
  • 29. Pero la otra especie, formada por una abstracción torpe y viciosa, ata más perfectamente nuestro espíritu en el que tiene hondas raíces. Escojamos, p.e., esta expresión, lo húmedo, y veamos que relación existe entre los diversos objetos que significa; veremos que esa expresión es el signo confuso de diversas acciones que no tienen relación verdadera y no pueden reducirse a una sola. Pues entendemos con ella, lo que en sí es indeterminado y carece de consistencia; lo que se extiende fácilmente alrededor de otro cuerpo, lo que fácilmente cede de todos lados, lo que se divide y se dispersa con facilidad; lo que se une y se reúne fácilmente, lo que fácilmente corre y se pone en
  • 30. movimiento; lo que se adhiere fácilmente a otro cuerpo y lo humedece; lo que se funde fácilmente y se reduce a líquido, cuando ha tomado una forma sólida. He aquí por qué cuando se aplica esta expresión, si la tomáis en un sentido, la llama es húmeda, si en otro, el aire no es húmedo; en un tercero, el polvillo es húmedo; en otro, el vidrio es húmedo; de manera que se reconoce sin esfuerzo que esta noción ha sido tomada del agua y de los líquidos comunes y vulgares, precipitadamente y sin ninguna precaución para comprobar su propiedad. En las palabras hay ciertos grados de imperfección y de error. El género menos imperfecto de todos es el de los
  • 31. nombres que designan alguna substancia determinada , sobre todo en las especies inferiores, y cuya existencia está bien establecida [ejm. creta]; una clase más imperfecta es la de los nombres de acciones, como engendrar, corromper (…); la más imperfecta de todas es la de los nombres de cualidades (a excepción de los objetos inmediatos de nuestras sensaciones) como lo grave, lo blando, lo ligero, etc. Sin embargo, entre todas esas diversas clases, no es difícil encontrar nociones mejores unas que otras, según la extensión de la experiencia que ha impresionado los sentidos. 61. En cuanto a los ídolos del teatro, no son innatos en nosotros, ni furtivamente introducidos en el espíritu,
  • 32. sino que son las fábulas de los sistemas y los malos métodos de demostración los que nos los imponen. (…)Y en nada atacamos su mérito, puesto que aquí se trata exclusivamente de una cuestión de método. (…) Es tal nuestro método de descubrimiento científicos, que no deja gran cosa a la penetración y al vigor de las inteligencias, antes bien las hace a todas aproximadamente iguales. Para trazar una línea recta o describir un círculo perfecto, la seguridad de la mano y el ejercicio, entran por mucho en ello, si nos servimos de la mano sola; pero son de poca o ninguna importancia si empleamos la regla o el compás: así ocurre en nuestro método (…).
  • 33. 62. Los ídolos del teatro, o de los sistemas, son numerosos (…) Así, pues, todas las falsas filosofías se reducen a tres clases: la sofística, la empírica y la supersticiosa. 63. un ejemplo muy manifiesto del primer género, se observa en Aristóteles que ha corrompido la filosofía natural por su dialéctica; construye el mundo con sus categorías (…) Siempre ha atendido más a dar cierto aparato de lógica a sus respuestas y dar al espíritu algo de positivo en los términos, que de penetrar en la realidad, esto es lo que más llama la atención comparando su filosofía con los otros sistemas en predicamento entre los griegos (los presocráticos).
  • 34. 64. Pero la filosofía empírica ha dado a luz opiniones más extrañas y monstruosas que la filosofía sofística y racionalista [pues se fundan ] en los límites estrechos y oscuros de un reducido número de experimentos (…) Encontramos de ello un ejemplo notable en los sistemas de los químicos; pero en la época presente en parte alguna se encontraría, a no ser en la filosofía de Gilberto. 65. La filosofía corrompida por la superstición e invadida por la teología, es el peor de todos los azotes, y el más temible para los sistemas en conjunto o para sus diversas partes. El espíritu humano no es menos accesible a las impresiones de la imaginación que a las de las nociones vulgares [con esto se refiere a la fil. Racionalista]. La filosofía sofística es
  • 35. otra filosofía, hinchada de imaginación, y que se asemeja a la poesía, engaña mucho más el espíritu (…) Se encuentran en Grecia ejemplos palpables de ese género de filosofías, particularmente en Pitágoras, en el que la superstición es de las más grandes y groseras; en Platón y en su escuela, en que es a la vez más manifiesta y peligrosa.
  • 36. René Descartes (1596, La Haye-1650, Estocolmo) René Descartes es considerado como el iniciador de la filosofía moderna así como del idealismo moderno. Lo primero se explica con relación al enfoque que plantea, mientras que en la filosofía antigua el tema principal es el tema del ser (así para Platón la pregunta por el ser lleva a la presentación de las Ideas y en Aristóteles al análisis de la substancia), en la filosofía moderna el tema principal es el tema del conocimiento y con esto adquiere especial relevancia el papel del sujeto
  • 37. cognoscente (yo). El idealismo moderno ya no se refiere a entidades subsistentes por sí mismas, sino a las ideas de una mente, como las ideas del calor, del frío o de Dios. Para conocer se requiere averiguar cuál es el medio y los pasos a seguir, para Descartes el medio (el único medio) es la razón, la cual es una capacidad que está en todos los seres humanos: «El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él que aun los más descontentadizos respecto a cualquier otra cosa, no suelen apetecer más de lo que ya tienen.
  • 38. En lo cual no es verosímil que todos se engañen, sino que más bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres, y, por lo tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan solo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas. No basta, en efecto, tener el ingenio bueno: lo principal es aplicarlo bien.» (Discurso del método, Primera parte). Por tanto, es posible conocer, siempre y cuando
  • 39. nuestra razón esté bien orientada, esto lo lleva a evaluar aquellas ciencias a las que consideraba más fiables: «Había estudiado un poco, cuando era más joven, de las partes de la filosofía, la lógica, y de las matemáticas, el análisis de los geómetras y el álgebra, tres artes o ciencias que debían, al parecer, contribuir algo a mi propósito. Pero cuando las examiné, hube de notar que, en lo tocante a la lógica, sus silogismos y la mayor parte de las demás instrucciones que da, más sirven para explicar a otros las cosas ya sabidas o incluso, como el arte de Lulio, para hablar sin juicio de las ignoradas, que para aprenderlas.Y si bien contiene,
  • 40. en verdad, muchos buenos y verdaderos preceptos, hay, sin embargo, mezclados con ellos, tantos otros nocivos o superfluos, que separarlos es casi tan difícil como sacar una Diana o una Minerva de un bloque de mármol sin desbastar. Luego, en lo tocante al análisis de los antiguos y al álgebra de los modernos, aparte de que no se refieren sino a muy abstractas materias, que no parecen ser de ningún uso, el primero está siempre tan constreñido a considerar las figuras, que no puede ejercitar el entendimiento sin cansar grandemente la imaginación; y en la segunda, tanto se han sujetado sus cultivadores a ciertas reglas y a ciertas cifras,
  • 41. que han hecho de ella un arte confuso y oscuro, bueno para enredar el ingenio, en lugar de una ciencia que lo cultive.» (Discurso del método, Segunda Parte) Debido a que la evaluación que ha realizado Descartes de las ciencias más fiables ha sido negativa, considera la necesidad de un método que tomase la ventajas de las tres ciencias vistas, pero que excluyese sus defectos. Así plantea las siguientes cuatro reglas o preceptos: «…el primero, no admitir como verdadera cosa alguna como no supiese con evidencia que lo es; es decir evitar
  • 42. cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mi espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda. El segundo, dividir cada una de las dificultades que examinare, en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución. El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no preceden naturalmente.
  • 43. Y el último, hacer en todos unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada.» (Discurso del método, Segunda Parte). Toda vez que el propósito de Descartes es lograr el conocimiento que se caracterice por su certeza va a buscar aquel fundamento indubitable que le permita levantar “el edificio del conocimiento”, toda vez que considera que lo aprendido hasta entonces debe ser derruido: «Hace ya mucho tiempo que me he dado cuenta de que, desde mi niñez, he admitido como verdaderas una porción de opiniones falsas, y que todo
  • 44. lo que después he ido edificando sobre tan endebles principios no puede ser sino muy dudoso e incierto; desde entonces he juzgado que era preciso seriamente acometer, una vez en mi vida, la empresa de deshacerme de todas las opiniones a que había dado crédito, y empezar de nuevo, desde los fundamentos , si quería establecer algo firme y constante en las ciencias.» Para esta labor destructiva no requiere ir a examinar opinión por opinión, sino dirigirse a los cimientos del edificio: «puesto que la ruina de los cimientos arrastra necesariamente consigo la del edificio todo, bastará que dirija primero mis ataques contra los principios sobre que descansaban mis
  • 45. opiniones antiguas». Así en primer lugar somete a cuestionamiento los datos de los sentidos, estos datos cuando se trata de cosas remotas es fácil ponerlos en duda, no así si se trata de datos referidos a cosas cercanas: «¿cómo negar que estas manos y este cuerpo sean míos… » De todas maneras encuentra Descartes un resquicio de duda cuando considera que el ver sus manos y otros cosas semejantes podría ser un sueño y que no hay indicios ciertos para distinguir el sueño de la vigilia, sin embargo, aunque cosas (compuestas) como las manos y la cabeza sean imaginarias, esto supone que hay otras cosas más simples y universales que sí serían
  • 46. verdaderas y existentes, tales como la extensión, la figura, la cantidad , el número, el lugar y el tiempo. Estas consideraciones lo llevan a pensar a Descartes que hay ciencias como la aritmética y la geometría que contienen algo cierto e indudable: «pues duerma yo o esté despierto, siempre dos y tres sumarán cinco y el cuadrado no tendrá más de cuatro lados; y no parece posible que unas verdaderas tan claras y tan aparentes puedan ser sospechosas de falsedad o de incertidum-bre». De todas maneras, hay una forma de poner en duda esto y ocurre en cuanto considera que no conoce la voluntad de Dios: «¿qué se yo si Dios no ha querido que yo también me engañe cuando
  • 47. adiciono dos o tres, o enumero los lados de un cuadrado…?» Incluso, Dios mismo, es puesto en duda antes del término de la Primera Meditación Metafísica: «hagamos, en su obsequio (de los ateos), la suposición de que todo cuanto se ha dicho aquí de Dios es pura fábula». Posteriormente, para mantener la creencia en Dios como un ente perfecto, bondadoso y fuente suprema de la verdad, plantea Descartes la hipótesis del genio maligno, está hipótesis le permite mantener la radicalidad de la duda y el cuestionamiento de todo cuanto antes creía ser verdadero: «Supongo, pues, que todas las cosas que veo son falsas; estoy persuadido de que nada de lo que mi memoria, llena de mentiras, me
  • 48. representa, ha existido jamás; pienso que no tengo sentidos; creo que el cuerpo, la figura, la extensión, el movimiento y el lugar son ficciones de mi espíritu. ¿Qué, pues, podrá estimarse verdadero? Acaso nada más sino esto: que nada hay cierto en el mundo» (Meditación Segunda). Mas llevada a este punto la duda, Descartes encuentra el punto de apoyo firme e inmóvil, lo cierto e indudable, lo que le permitiría reconstruir “el edificio del conocimiento”: «¿Soy yo tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que, sin ellos, no pueda ser? Pero ya estoy persuadido de que no hay nada en el mundo: ni cielos, ni tierra, ni tierra, ni espíritu, ni cuerpos; ¿estaré, pues, persuadido también
  • 49. de que yo no soy? Ni mucho menos; si he llegado a persuadirme de algo o solamente se he pensado alguna cosa, es sin duda porque yo era. Pero hay cierto burlador muy poderoso y astuto que dedica su industria toda a engañarme siempre. No cabe, pues, duda alguna de que yo soy, puesto que me engaña, y, por mucho que me engañe, nunca conseguirá hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo. De suerte que, habiéndolo pensado bien y habiendo examinado cuidadosamente todo, hay que concluir por último y tener por constante que la proposición siguiente: “yo soy, yo existo”, es necesariamente verdadera, mientras la estoy pronunciando o concibiendo en mi espíritu.
  • 50. John Locke (1632-1704, Inglaterra) Antes de ver la crítica de Locke a Descartes y el planteamiento del empirismo, señalaremos la división de que hace Descartes con respecto a las ideas según su origen: - Ideas innatas: Ideas que ya vienen en la mente humana como la idea del yo, de Dios, de que el todo es mayor que la parte o que es imposible que una cosa sea y no sea a la vez. - Ideas adventicias. Ideas que provienen de fuera del sujeto como la idea de un color, un sabor , un olor o una textura determinada.
  • 51. Ideas facticias . Son ideas producidas por nuestra propia mente (por nuestra imaginación) a partir de otras ideas, por ejemplo, la idea de una sirena o un hipogrifo. Locke cuestiona el planteamiento de las “ideas innatas”. Así en Ensayo sobre el entendimiento humano escribe: No hay principios innatos en la mente: -Esta es una opinión mantenida por algunos que existen en el entendimiento ciertos principios innatos, algunas nociones primarias, que el alma recibe desde el primer momento de su existencia y trae al mundo con ella. Sin embargo, se puede suponer que los hombres por el sólo
  • 52. uso de sus facultades naturales, puede adquirir los conocimientos que tienen, sin la ayuda de ninguna impresión innata; por ejemplo, las ideas de los colores. - “Lo que es, es” y “es imposible que una misma cosa sea y no sea” no son proposiciones universalmente aceptadas. El mismo argumento del consentimiento universal no demuestra nada porque no hay principio que se acepte universalmente. Es el caso de los principios especulativos citados (principio de identidad y de no contradicción), estas proposiciones gran parte de la humanidad ni siquiera los conoce. - (Otro argumento) Estos principios no están grabados en la
  • 53. mente, pues es evidente que todos los niños y los idiotas no tienen la menor aprehensión o pensamiento de ellos. De ninguna proposición se puede decir que está en la mente si esta no la conoce, si nunca es consciente de ella. Se dice también que la capacidad es innata, pero el conocimiento adquirido; en este caso: si hay verdades que pueden ser impresas en el entendimiento sin ser percibidas, entonces ¿qué diferencia puede haber, en cuanto su origen, entre ellas y otras verdades que la mente es capaz de conocer? Así todas tendrían que ser innatas o adventicias, en vano se pretendería distinguirlas.
  • 54. ¿Cómo llega la mente a conocer? Al principio, los sentidos reciben ideas particulares y proveen de ellas a la mente, vacía de ellas, y, haciéndoselas poco a poco familiares, las va colocando en la memoria y les impone nombres; después, avanzando más, las hace abstractas y aprende gradualmente el uso de los nombres generales. De esa manera la mente llega a estar provista de ideas y palabras, que son los materiales sobre los que ejercita su facultad discursiva; y el uso de la razón se hace por días más visible a medida que va acrecentándose esos
  • 55. materiales sobre los que se ejercita. El conocimiento de algunas verdades se halla en la mente muy temprano, pero se trata de ideas adquiridas, pues las primeras ideas que ocupan a los niños son las que son impresas por las cosas exteriores y que hacen más frecuentes impresiones en sus sentidos. Antes de que un niño aprenda a hablar, conoce la diferencia entre lo dulce y lo amargo. Las ideas en general Siendo todo hombre consciente de que él piensa y siendo las ideas que están en su mente aquello en que, cuando piensa, se ocupa, está fuera de toda duda que el
  • 56. hombre tiene en su mente muchas ideas, expresadas en los términos: dureza, dulzura, movimiento, elefante, ejército, etc. Lo primero que hay que inquirir es cómo llega el hombre tener estar ideas. Supongamos pues que la mente es como un papel en blanco, de dónde entonces provienen las ideas? De la experiencia, en ella se funda todo nuestro conocimiento, este es su origen. -Existen dos fuentes de las que dimanan todas las ideas que tenemos: a) Adquirimos las ideas de amarillo, blanco, calor, frío, blando, amargo, y todas aquellas que llamamos cualidades sensibles. Como esta gran fuente depende
  • 57. de nuestros sentidos se le denomina sensación. b) Nuestros sentidos, puestos en comunicación con los objetos particulares sensibles, transmiten a la mente muchas percepciones distintas de las cosas. Así la otra fuente es la percepción de las operaciones de nuestra mente cuando se ocupa de las ideas que ha recibido; operaciones que, cuando el alma se pone a considerarlas o a reflexionar sobre ellas, suministra al entendimiento otra clase de ideas que no las había podido recibir de los objetos exteriores; y tales son la percepción, el pensar, el dudar , el creer, el razonar, el conocer, el querer, y también ciertas pasiones como el placer y el desagrado. A esta otra fuente se le denomina reflexión.
  • 58. Las ideas simples Aunque las cualidades que afectan a nuestros sentidos se hallan tan unidas y combinadas entre sí que no hay ninguna separación ni distancia entre ellas, sin embargo, es evidente que las ideas que ellas producen en la mente entran por los sentidos de una manera simple y sin mezcla alguna. Porque, aunque la vista y el tacto excitan del mismo objeto diferentes ideas al mismo tiempo, como cuando uno ve a la vez el movimiento y el color, y la mano siente la blandura y el calor en el mismo pedazo de cera, Sin embargo, las
  • 59. ideas simples, unidas así en el mismo sujeto, son tan perfectamente distintas como las que vienen por diversos sentidos; y así, el frío y dureza que se sienten en un trozo de hielo son ideas tan distintas como el olor y la blancura de un lirio, o como el sabor del azúcar o el olor de una rosa, y nada hay más evidente para un hombre que la percepción clara y distinta que él tiene de esas ideas simples, cada una de las cuales está exenta de composición. La idea, cualidades primarias y secundarias Llamo idea a todo lo que la mente percibe en sí misma,
  • 60. o es objeto inmediato de percepción, del pensamiento , o del entendimiento; y al poder de producir alguna idea en nuestra mente lo llamo cualidad del sujeto en el cual reside ese poder. Se llama cualidad al poder que tiene una bola de nieve de producir en nosotros las ideas de blanco, frío y redondo, como se hallan en la bola misma; y en cuanto que son sensaciones o percepciones en nuestro entendimiento, las llamo ideas. Cualidades primarias. Establecidas así las cualidades en los cuerpos, las hay, en primer lugar, tales que son inseparables del cuerpo en cualquier estado en que se
  • 61. halle; de suerte que las conserva siempre. Y son de tal naturaleza, que los sentidos las encuentran siempre en cada partícula de materia que tenga el suficiente tamaño para poder ser percibida, y la mente ve que son inseparables de cada partícula de materia. Tomad, por ejemplo, un grano de trigo y divididlo en dos partes; cada parte tiene todavía solidez, extensión, figura y movilidad. Son cualidades primarias u originarias de los cuerpos, que producen en nosotros ideas simples, la extensión, la figura, el movimiento, el reposo y el número. Cualidades secundarias. Llamo cualidades secundarias a aquellas que no están exactamente en los objetos
  • 62. pero que tienen el poder de producir en nosotros diversas sensaciones por medio de las cualidades primarias, esto es, por el tamaño, figura, contextura y movimiento de sus partes insensibles, como son los colores, sonidos, sabores, etc. Son como poderes que tienen que tienen los cuerpos. Las ideas de las cualidades primarias de lo cuerpos se asemejan a ellas, pero las cualidades secundarias no se asemejan. No hay nada en los cuerpos mismos que se asemeje a esas ideas. En los cuerpos, a los que damos las denominaciones
  • 63. provenientes de ellas, no hay más que el poder de producir esas sensaciones en nosotros; de suerte que lo que es dulce, azul o caliente en la idea, no es más que un cierto tamaño, figura y movimiento de las partes insensibles de los cuerpos mismos.
  • 64. George Berkeley (1685, Irlanda- 1735, Oxford) En los Comentarios filosóficos (1707-1708, publicado recién en 1871)Berkeley nota que las matemáticas tienen la ventaja sobre la metafísica y la ética de que sus definiciones definen palabras no conocidas de antemano por el lector, pero los términos de la metafísica y la ética son conocidos por la mayoría por lo que se tiene que vencer ideas preconcebidas y prejuicios acerca de sus significados, Berkeley atribuye la dificultad para definir y hablar con claridad acerca
  • 65. de los entes a la “insuficiencia del lenguaje” y a la confusión de la inteligencia. Por lo tanto, el análisis lingüístico reviste gran importancia para la filosofía, no son términos como “sustancia” o “ente” los que han dado lugar a errores, sino “la falta de reflexión acerca de sus significados. Pretendo conservar las palabras y solo deseo que los hombres piensen antes de hablar y establezcan con precisión el significado de las palabras que utilizan”. Algunas palabras no tienen ningún significado, su pretendido significado se desvanece cuando se analiza.
  • 66. Berkeley aplicó así el análisis a la doctrina de Locke sobre la sustancia material y sostuvo que el análisis del significado de las proposiciones con términos que designen objetos sensibles rechaza la concepción según la cual existiría un sustrato oculto e incognoscible. Los entes son solamente lo que percibimos que son. Para Berkeley los entes sensibles son “ideas”, no niega que haya cosas, pero si niega que haya la sustancia en sentido filosófico. En cuanto al análisis de la palabra “existencia” referido a los entes sensibles señala que su existencia consiste en ser percibidos (“esse est percipi”), este es el
  • 67. significado de decir que los entes sensibles existen. En la introducción a los Principios (Tratado sobre los principios del conocimiento humano , 1710) destaca que la función del lenguaje no es solo la comunicación de ideas, sino que existen otros fines: la manifestación de una pasión, el impulsar o disuadir a alguien a una acción. Por lo que es necesario distinguir entre las funciones o fines del lenguaje y las categorías especiales de palabras. Es en este marco que cuestiona y niega las llamadas ideas generales abstractas, aunque acepta que hay ideas generales, este también es un ataque contra Locke.
  • 68. No formamos imágenes generales abstractas. “La idea de hombre que construyo debe ser de un hombre blanco o negro, firme o encorvado, alto, bajo o de mediana estatura. Yo no puedo, por más que me esfuerce de todas las maneras posibles, construir la idea abstracta a que me refiero” Es decir, no puedo construir una imagen de un hombre que omita o incluya a la vez todas las características singulares de los hombres reales individuales. Igual ocurre con la idea general de triángulo, no puedo pensar en un triángulo que no sea ya oblicuo, rectángulo, equilátero, isósceles o escaleno; no puedo tener una idea
  • 69. (una imagen) de un triángulo que incluya todas las características de los diferentes tipos de triángulo y que al mismo tiempo no pueda ser clasificada como la imagen de un tipo particular de triángulo. En cuanto a la idea general se trata de una idea que en sí misma es particular, se convierte en general cuando es construida para representar o significar todas las demás ideas particulares de la misma especie. Si no hay ideas generales abstractas, es obvio que el razonamiento se realiza sobre ideas particulares. El geómetra construye un triángulo particular para
  • 70. significar o representar a todos los triángulos, atendiendo a su triangularidad más que a sus características particulares. Y en este caso las propiedades demostradas en este triángulo particular valen para todos los triángulos. También en el comienzo de los Principios plantea que los objetos sensoriales del conocimiento son “ideas”. Toda persona puede darse cuenta de que los entes sensibles no existen ni pueden existir con independencia del ser percibidos. “La mesa sobre la que escribo digo que existe, esto es, que la veo y la
  • 71. toco”. Berkeley desafía al lector a que encuentre un significado para la proposición “la mesa existe” que no equivalga a “la mesa es percibida o perceptible”. Es cierto que puede decirse que la mesa existe cuando no hay nadie en la habitación, pero con esto se quiere decir que si yo u otra persona entrara en la habitación, percibiría la mesa. Incluso cuando intento imaginar la mesa existiendo fuera de toda percepción, imagino necesariamente que yo mismo o algún otro la percibe, es decir, introduzco subrepticiamente un sujeto perceptor. Por tanto,
  • 72. “la existencia absoluta de entes no pensantes sin relación alguna con el ser percibido, es …ininteligible. Su esse es percipi, y no es posible que puedan tener existencia alguna fuera de las mentes o de los entes espirituales que los perciben”. Decir de un ente u objeto sensible que existe equivale a afirmar que es percibido o perceptible, pero aclara en los Comentarios “No debe afirmarse que rechazo la Existencia. Sólo intento aclarar el sentido del término en la medida de mi comprensión”.
  • 73. Además considera que su análisis de las proposiciones de existencia sobre los entes sensibles, está de acuerdo con el punto de vista común que no ha sido seducido por las abstracciones metafísicas. Hay otros dos puntos relacionados con lo manifestado. Cuando Berkeley dice esse est percipi se refiere solo a los entes u objetos sensibles. La fórmula completa es esse est aut percipi aut percipere, la existencia es ser percibido o percibir. Aparte de los entes sensibles, cuya existencia consiste en ser percibidos, hay mentes o sujetos de la percepción, que son activos y cuya existencia consiste más bien en percibir que en ser
  • 74. percibidos. En los Comentarios se encuentra una formulación de la teoría de que los entes sensibles son ideas o colecciones de ideas, y que por tanto no pueden existir independientemente de las mentes. “Todas las palabras significantes significan ideas. Todo conocimiento (versa) sobre nuestras ideas. Todas las ideas vienen del interior o del exterior”. En el primer caso, las ideas reciben el nombre de sensaciones, y en el segundo, de pensamientos. Percibir es tener una idea. Cuando percibimos colores, por ejemplo, estamos percibiendo ideas, y como esas mismas ideas nos vienen de fuera
  • 75. son sensaciones. Pero “no puede haber ninguna sensación en un ente no dotado de sensación”. Por consiguiente, las ideas que son los colores no pueden estar radicadas en la sustancia material, que es un sustrato inerte. De aquí se sigue el carácter innecesario del postulado de la sustancia. “Nada semejante a una idea puede ser un ente imperceptivo”. Ser percibido implica la dependencia de un perceptor. Y existen significa o percibir o ser percibido. “Nada existe con propiedad salvo las personas, es decir, los entes conscientes; todos los otros entes no son tanto existencia como modos de existencia de las personas”.
  • 76. La noción de que los entes (sensibles) puedan existir por sí mismos, independientemente de la percepción, “depende en el fondo de la doctrina de las ideas abstractas”. Se distingue entre cualidades secundarias y primarias, se acepta la subjetividad de las primeras, pero se sostiene que nuestras ideas de las cualidades primarias son patrones e imágenes de cosas que existen sin la mente en una sustancia no- pensante llamada materia. Por consiguiente entienden por materia una sustancia inerte, privada de sensación en la que subsisten realmente extensión, forma y movimiento. Pero esta distinción no es válida, es imposible concebir cualidades primarias enteramente separadas de las secundarias. La extensión
  • 77. ,la forma, el movimiento, abstraídas de las demás cualidades, son inconcebibles. La forma o figura, por ejemplo, depende de la posición del perceptor mientras que el movimiento es lento o rápido, términos que son relativos. La extensión en general y el movimiento en general son términos sin significado, ambas son ideas y si son ideas no pueden existir o radicar en un sustrato o sustancia no pensante. Luego, no existen cualidades en general por encima o fuera de las cualidades particulares. [Esta parte sobre Berkeley es un resumen del capítulo XII (Berkeley II) del vol. V de la obra de F. Copleston. Historia de la Filosofía].
  • 78. David Hume (1711-1776, Edimburgo) A continuación presentaremos algunos extractos de Investigación sobre el entendimiento humano (1748)que nos permitirá establecer la continuidad de Hume con los empiristas anteriores (Locke y Berkeley), así como establecer el puente con el criticismo (Kant). Sección 2. El origen de las ideas Así es que podemos dividir las percepciones de la mente en dos clases, con base en los distintos grados de su fuerza y vivacidad. Las menos fuertes y vivaces
  • 79. son comúnmente llamados ‘pensamientos’ o ‘ideas’. Las otras no tienen un nombre específico en nuestra lengua o en la mayoría de las otras, presumiblemente porque no se necesita de un término general para ellas salvo cuando se está haciendo filosofía. Permitámonos, pues, la libertad de llamarlas ‘impresiones’, utilizando esa palabra en un sentido ligeramente inusual. Con el término ‘impresión’, pues, me refiero a todas nuestras percepciones más vivaces cuando oímos o vemos o sentimos o amamos u odiamos o deseamos. Éstas deben ser distinguidas de las ideas, que son las percepciones más débiles o menos intensas de las
  • 80. que tenemos conciencia una vez que reflexionamos sobre nuestras impresiones. A primera vista puede parecer que el pensamiento humano es totalmente ilimitado: no sólo escapa a todo poder humano y a toda autoridad, como cuando un hombre pobre piensa en convertirse en rey de la noche a la mañana, o cuando un ciudadano ordinario piensa en que es un rey, sino que además no está confinado dentro de los límites de la naturaleza y la realidad. Pero aunque nuestro pensamiento parece ser tan libre, cuando observamos más atentamente encontraremos que en realidad está confinado dentro de límites bastante
  • 81. estrechos, y que toda la potencia creativa de la mente consiste meramente en su habilidad de combinar, trasponer, agrandar o encoger los materiales que le son provistos por los sentidos y la experiencia. Cuando pensamos en una montaña dorada, lo único que hacemos es combinar dos ideas consistentes –oro y montaña– con las que ya estamos familiarizados. En suma, todos los materiales del pensar son derivados o bien de nuestros sentidos externos o bien de nuestros sentimientos internos: todo lo que la mente y la voluntad hacen es mezclar y combinar dichos materiales. Puesto en terminología filosófica: todas nuestras ideas o percepciones endebles son copias de
  • 82. nuestras impresiones, o percepciones más vivaces. He aquí dos argumentos que espero sean suficientes para demostrar esto. (1) Cuando analizamos nuestros pensamientos o ideas —no importa qué tan complejas o elevadas sean— siempre encontramos que están compuestas por ideas simples que fueron copiadas de sentimientos o sensaciones previas. Incluso las ideas que a primera vista parecen estar alejadas en grado máximo de ese origen resultan haber derivado de él si se les examina más de cerca. La idea de Dios —es decir un Ser infinitamente inteligente, sabio y bueno— viene de extender más allá de todo límite las cualidades de la
  • 83. bondad y la sabiduría que encontramos en nuestras propias mentes. No importa qué tan lejos llevemos esta pesquisa, encontraremos que toda idea que examinemos fue copiada de una impresión similar. (2) Si un hombre no puede tener un tipo de sensación porque ocurre algo malo con sus ojos, oídos, etc., jamás tendrá ideas correspondientes. Un hombre ciego no puede formarse una noción de los colores, o un hombre sordo de los sonidos. Si alguno se cura de su sordera o su ceguera, tal que las sensaciones puedan entonces llegarle, las ideas podrán también llegarle; y entonces se le hará fácil concebir aquellos objetos.
  • 84. Lo mismo pasa con alguien que nunca haya tenido experiencia de un objeto que dé un cierto tipo de sensación: un lapón o un negro no tienen noción del sabor del vino porque nunca han tenido la sensación dada al saborear el vino. Es similar el caso de los sentimientos internos. Muy pocas veces, si acaso, sucede que una persona nunca haya sentido o sea enteramente incapaz de algún sentimiento o emoción humanos, pero el fenómeno que estoy describiendo sí ocurre de igual manera con los sentimientos, si bien en un grado menor. Una persona mansa no puede formarse ninguna idea de venganza empecinada o crueldad; tampoco puede una egoísta concebir
  • 85. fácilmente los alcances de la amistad y la generosidad. Todos están de acuerdo en que los seres no-humanos pueden tener muchos sentidos de los cuales no podemos tener concepción alguna, puesto que la idea de ellos jamás nos ha sido introducida mediante la única manera en que una idea puede entrar a la mente, a decir, a través del sentimiento y la sensación efectivos. Así es que se tiene aquí una proposición que no sólo parece ser simple e inteligible por sí sola, sino que podría además, si se le utiliza adecuadamente, hacer que toda disputa
  • 86. se haga igualmente inteligible, aboliendo toda esa jerga sin sentido que por tanto tiempo ha dominado los razonamientos metafísicos. Esos razonamientos están agobiados por tres problemas(1) Todas las ideas, sobre todo las abstractas, son naturalmente pálidas y obscuras, tal que la mente sólo ejerce un dominio débil sobre ellas. (2) Las ideas son propensas a ser confundidas con otras ideas que se les parecen. (3) Tendemos a asumir que una cierta palabra dada está asociada con una determinada idea solamente porque la hemos usado muy a menudo, incluso si al usarla no hemos tenido un significado distinto y claro para ella.
  • 87. En contraste con esto, (1) Todas nuestras impresiones –esto es todas nuestras sensaciones internas o externas– son fuertes y vivaces. (2) Las fronteras entre ellas están puestas de forma más exacta, y (3) es más difícil cometer errores cuando se trata de ellas. Así es que cuando llegamos a sospechar que un determinado término filosófico está siendo usado sin un significado o idea de fondo (como sucede tantas veces), tan sólo necesitamos preguntarnos: ¿De qué impresión se derivó esa supuesta idea? Si no se puede señalar ninguna para responder, eso confirmará nuestra sospecha de que el término carece de significado,
  • 88. esto es, de que no tiene una idea asociada a él. Trayendo de esta manera a las ideas a la luz y la claridad, podemos esperar razonablemente resolver las disputas que se originen con respecto a si existen y cómo son. Sección III. La asociación de ideas Los pensamientos o ideas de la mente obviamente están interconectados de alguna manera sistemática: existe un cierto orden y regularidad en cómo, en la memoria y la imaginación, una idea conduce a otra. Esto es tan claramente verdadero en nuestro pensamiento o discurso más serios que cuando un pensamiento particular irrumpe en la secuencia
  • 89. regular de ideas, inmediatamente es identificado y rechazado como irrelevante. Incluso en nuestras más locas y errantes fantasías y sueños encontraremos, si reflexionamos en torno a ello, que la imaginación no corre enteramente según su capricho, sino que las distintas ideas que la ocupan se siguen unas a otras de una manera hasta cierto punto regular, o siguiendo un cierto orden. El hecho de que distintas ideas están conectadas es demasiado obvio para ser pasado por alto; y sin embargo no he encontrado ningún filósofo que haya intentado clasificar o hacer un listado de todas las fuentes y tipos de asociación.
  • 90. Esa tarea parece valer la pena. En lo personal, me parece que sólo hay tres factores que conectan ideas las unas con las otras, a decir, la semejanza, la contigüidad [proximidad] en el tiempo o el espacio, y la causa o el efecto. No creo que vaya a haber mucha duda de que nuestras ideas están conectadas por estos factores. Una pintura de manera natural conduce nuestros pensamientos a la cosa que está en ella plasmada; la mención de un cuarto o habitación naturalmente introduce comentarios o preguntas sobre los otros cuartos que pertenecen al mismo edificio; y si pensamos en una herida, difícilmente podemos abstenernos de pensar en el dolor que procede de ella.
  • 91. Sección IV. Dudas escépticas sobre las operaciones del entendimiento Todos los objetos de la razón o preguntar humanos caben ser divididos naturalmente en dos tipos, a saber: relaciones de ideas y cuestiones de hecho. La primera clase incluye la geometría, el álgebra y la aritmética, y efectivamente toda demostración que es intuitivamente o demostrativamente cierta. Que el cuadrado de la hipotenusa equivale a la suma de los cuadrados de los catetos es una proposición que expresa cómo es la relación entre aquellas partes del triángulo. Que tres veces cinco equivale a la mitad de treinta expresa una relación entre esos números.
  • 92. Proposiciones de esta clase se pueden descubrir meramente pensando, sin necesidad alguna de atender a algo que de hecho exista en alguna parte del universo. Las verdades que Euclides demostró seguirían siendo ciertas y autoevidentes aun si jamás hubieran existido un círculo o un triángulo en la naturaleza. En cambio las cuestiones de hecho, que son los objetos de la razón humana del segundo tipo, no se establecen de la misma manera; y no podemos tener bases tan sólidas para considerarlas verdaderas. Lo contrario de toda cuestión de hecho sigue siendo posible, porque no implica una contradicción y puede ser concebido
  • 93. por la mente tan fácil y claramente como si se ajustara perfectamente a la realidad. Que el sol no se levantará el día de mañana es tan inteligible como –y para nada más contradictorio que– la proposición que el sol se va a levantar el día de mañana. Por lo tanto sería una pérdida de tiempo intentar demostrar su falsedad. Si fuera demostrativamente falso, implicaría una contradicción y entonces jamás podría ser concebido de forma clara por la mente. Todos los razonamientos sobre las cuestiones de hecho parecen estar basados sobre la relación de causa y efecto, que es la única relación que nos puede llevar
  • 94. más allá de la evidencia dada por nuestra memoria y nuestros sentidos. Si se le pregunta a alguien por qué cree en cierta cuestión de hecho que no está en ese momento presente para él –por ejemplo que su amigo está en ese momento en Francia– te proporcionará una razón; y esta razón será otro hecho, tal como que acaba de recibir una carta de su amigo, o que su amigo había planeado ir a Francia. Alguien que encuentre un reloj o alguna otra máquina en una isla desierta concluirá que ha habido hombres en la isla. Todos nuestros razonamientos acerca de hechos son de tal suerte. Cuando razonamos de esta manera, suponemos que el hecho presente está conectado con aquél que inferimos a partir de él. Si no hubiera nada
  • 95. que ligara los dos hechos, la inferencia de uno a otro sería totalmente endeble. Escuchar el sonido de alguien hablando racionalmente en la oscuridad nos asegura que existe la presencia de otra persona. ¿Por qué? Porque tales sonidos son efectos de la constitución humana, y están íntimamente ligados o conectados a ella. Todos nuestros demás razonamientos de este tipo, si se les considera detalladamente, resultan estar basados en la relación de causa y efecto. La cadena causal que va de la evidencia a la conclusión de la ‘cuestión de hecho’ puede ser corta o larga. O puede ser que la conexión causal entre ellas no sea directa sino colateral
  • 96. –como cuando uno ve luz e infiere calor, no porque ninguno de los dos cause al otro, sino porque ambos son los efectos colaterales de una única causa, a decir: el fuego. Así, si queremos entender la base y fuente de nuestra confianza acerca de cuestiones de hecho, debemos descubrir cómo llegamos a saber sobre causas y efectos. Me atrevo a afirmar, como verdadero sin excepción, que el conocimiento sobre las causas nunca se adquiere a través del razonamiento a priori, y que siempre viene de haber encontrado en nuestra experiencia que determinados objetos particulares están constantemente asociados el uno con el otro.
  • 97. Preséntesele un objeto a un hombre cuya habilidad e inteligencia sea tan grande como se quiera; si el objeto es de tal clase que sea totalmente nuevo para él, ningún estudio de sus cualidades perceptibles le permitirá descubrir ninguna de sus causas o efectos. Adán, incluso si sus habilidades de razonamiento fueran perfectas desde el principio, no pudo haber inferido a partir de la transparencia y fluidez del agua que podía ahogarse en ella; o a partir de la luz y el calor del fuego que éste lo podía quemar. Las cualidades de un objeto que se le presentan a los sentidos jamás revelan las causas que produjeron el objeto ni los efectos que éste tendrá; tampoco puede nuestra razón, sin ayuda de la experiencia, llegar a cualquier
  • 98. conclusión acerca de la existencia real y de las cuestiones de hecho. La proposición de que las causas y efectos son sujetos de ser descubiertos no por la razón sino por la experiencia será libremente admitida (1) con respecto a objetos sobre los cuales nos acordemos haber estado alguna vez completamente sin conocimiento de ellos; pues en esos casos nos acordamos de cuando éramos completamente incapaces de decir qué procedería de tales objetos. Preséntesele dos piezas lisas de mármol a un hombre que no tiene conocimientos de física –no podrá saber que los pedazos se mantendrán juntos de tal forma que será muy difícil y requerirá mucha fuerza separarlos tirando de cada uno directamente en
  • 99. sentidos opuestos, mientras que será fácil separarlos si se les desliza el uno sobre el otro, uno para un lado y el otro para el otro lado. (2) También los eventos que no se adecuan mucho al curso normal de la naturaleza son fácilmente aceptados como cosas que sólo puede conocerse mediante la experiencia; y nadie piensa que la explosión de la pólvora, o la atracción de un imán, podrían llegar a ser descubiertas por medio de argumentos a priori ,esto es, simplemente pensando sobre la pólvora o los imanes, sin traer a colación nada que haya sido aprendido en la experiencia. (3) De igual forma, cuando consideramos que un efecto depende
  • 100. de una maquinaria intrincada, o una estructura secreta de partes, no dudamos en atribuir todo nuestro conocimiento de ello a la experiencia. Nadie afirmaría poder ofrecer la razón última por la cual la leche o el pan son nutritivos y provechosos para el hombre pero no así para un león o un tigre. Pero esta misma proposición –que las causas y efectos no pueden ser descubiertas por la razón– puede resultar menos obvia cuando se le aplica a eventos del tipo (1) con el que hemos estado familiarizados toda nuestra vida, (2) que son muy semejantes o acordes al curso general de la naturaleza, y (3) que se supone que dependen de las simples cualidades perceptibles de los objetos y no de alguna estructura secreta de partes.
  • 101. Somos susceptibles de imaginar que podemos descubrir estos efectos meramente con la razón, sin experiencia alguna. Creemos que si hubiéramos sido traídos repentinamente al mundo, podríamos haber sabido de inmediato en ese instante que cuando una bola de billar golpea a otra provocará que esta última se mueva –saberlo con certeza, sin tener que ensayarlo con las bolas de billar. ¡Y es que qué gran influencia ejerce el hábito! Cuando más fuertemente actúa, no sólo esconde nuestra natural ignorancia, sino que incluso se tapa él mismo; justo porque el hábito funciona de manera tan potente, no nos damos cuenta en lo absoluto de que está funcionando.
  • 102. Immanuel Kant (1724-1804, Königsberg) De Kant consideraremos la Introducción a la Crítica de Razón Pura (1781). I. De la distinción del conocimiento puro y el empírico “No hay duda alguna de que todo nuestro conocimien- to comienza con la experiencia.” Pero si todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, no por eso originase todo él en la experiencia. Habría conocimientos a priori, distintos de los empíri- cos que tienen sus fuentes a posteriori.
  • 103. Se puede llamar a priori a un conocimiento derivado de una regla universal, obtenida a su vez de la experiencia, por ejemplo, sabemos que si se debilita los cimientos de un edifico, este se caerá. Pero esto no es totalmente a priori. Por tanto, Kant considera un conocimiento a priori, absolutamente libre de toda experiencia; a los conocimientos a priori de esta condición los denomina puros, por ejemplo, todo cambio tiene su causa, es una proposición a priori, mas no es pura, porque el cambio es un concepto que no puede ser sacado más que de la experiencia.
  • 104. II. Estamos en posesión de ciertos conocimientos a priori Se trata de buscar una característica (método) que permita distinguir un conocimiento puro de uno empírico. Si se encuentra una proposición que sea pensada al mismo tiempo con su necesidad, es a priori. La experiencia no da jamás a sus juicios universalidad verdadera o estricta, por ejemplo, cuando decimos: “todos los cuerpos son pesados”. Cuando un juicio tiene universalidad estricta, esta señala una fuente de conocimiento: una facultad de conocimiento a priori. Los conocimientos a priori presentan necesidad y universalidad.
  • 105. Un ejemplo del uso ordinario del entendimiento: todo cambio tiene que tener una causa. Aquí el concepto de causa conlleva la necesidad del enlace con un efecto, así como la universalidad de la regla. Esto se perdería si como hizo Hume derivase la causa de una conjunción frecuente entre lo que ocurre y lo que precede, y de una costumbre nacida de enlazar representaciones(una necesidad meramente subjetiva). ¿De dónde iba a sacar la experiencia su certeza si todas las reglas, por las cuales progresa, fueran empíricas y por ende contingentes? No sólo en juicios, sino también en los conceptos se
  • 106. nota que algunos tienen un origen a priori. Si se prescinde poco a poco, en el concepto que la experiencia ofrece de un cuerpo, de todo lo que es en él empírico: color, dureza o blandura, peso, impenetrabilidad; siempre queda el espacio que aquel cuerpo ocupaba, de este no se puede prescindir. De igual modo, si en el concepto empírico de todo objeto, corporal o incorporal, se prescinde de todas las propiedades que nos enseña la experiencia, no se puede ,sin embargo, suprimir aquella por la cual se lo piensa como sustancia o como adherente a una sustancia.
  • 107. III. La filosofía necesita una ciencia que determine los conocimientos a priori. Hay conceptos para los cuales no puede ser dado en la experiencia ningún objeto correspondiente y que amplificarían la extensión de nuestros juicios por encima de todos los límites de la experiencia. Este es el tema de la investigación, pero se presentan aquí problemas inevitables como Dios, la libertad y la inmortalidad. La ciencia que pretende dar solución a estos problemas es la metafísica, cuyo proceder, al comenzar es dogmático, es decir, que sin previo examen de la capacidad o incapacidad de la razón pura emprende la tarea.
  • 108. Primero, entonces, se debe ver lo de la fundamenta- ción del edificio: “cómo el entendimiento puede llegar a todos esos conocimientos a priori, y qué extensión, validez y valor pueden tener.” Pero, esto es lo que no se ha hecho. [Cómo se ha procedido]El encanto que nos produce ampliar nuestros conocimientos es tan grande, que no nos detiene en nuestra marcha más que el tropiezo con una contradicción clara. Esta, empero, puede evitarse; basta con hacer cuidadosamente las invenciones, que no por eso dejan de ser invenciones. La matemática nos da un brillante ejemplo de cuán lejos podemos ir en el conocimiento a priori. Ella se ocupa sólo de
  • 109. objetos y conocimientos que se pueden exponer en la intuición. Pero esta circunstancia pasa fácilmente desapercibida, porque esta intuición puede ella misma ser dada a priori y por tanto se distingue apenas de un mero concepto puro. IV. De la distinción de los juicios analíticos y sintéticos En todos los juicios en donde se piensa la relación de un sujeto con el predicado es esa relación posible de dos maneras. O bien el predicado B pertenece al sujeto A como algo contenido (ocultamente) en ese concepto A; o bien B está enteramente fuera del concepto A, si bien en enlace con el mismo.
  • 110. 1) S es P ( P ⊂ S): juicio analítico. El enlace es pensado mediante identidad, es un juicio de explicación, no añade nada el predicado. Ejemplo: Todos los cuerpos son extensos. Es una proposición que subsiste a priori , antes de ir a la experiencia, tengo ya en el concepto todas las condiciones para mi juicio, y del concepto puedo sacar el predicado por medio del principio de contradicción, pudiendo asimismo tomar conciencia al mismo tiempo, de la necesidad del juicio.
  • 111. 2) S es P ( P ⊄ S) : juicio sintético, es un juicio de ampliación, añade al concepto del sujeto un predicado que no estaba pensado en él y no hubiera podido sacarse por análisis alguno. Ejemplo: todos los cuerpos son pesados. Puedo conocer antes analíticamente el concepto de cuerpo, mediante los caracteres de la extensión, de la figura, etc. …que todos son pensados en ese concepto. Ahora bien, si amplifico mi conocimiento y me vuelvo hacia la experiencia de donde había separado ese concepto de cuerpo, encuentro unida siempre con las anteriores caracteres también la pesantez, y la añado, pues, como predicado,
  • 112. sintéticamente a aquel concepto. Es pues en la experiencia en donde se funda la posibilidad de la síntesis del predicado de la pesantez con el concepto de cuerpo, porque ambos conceptos , aun cuando el uno no está contenido en el otro, sin embargo como partes de un todo pertenecen uno a otro, si bien sólo por modo contingente. Pero en los juicios sintéticos a priori falta enteramente esta ayuda. Si he de salir del concepto A para conocer otro B, como enlazado con él, ¿en qué me apoyo? ¿Mediante qué es posible la síntesis, ya que aquí no
  • 113. tengo la ventaja de volverme hacia el campo de la experiencia para buscarlo? Tómese esta proposición: todo lo que sucede tiene una causa. En el concepto de algo que sucede pienso ciertamente una existencia, antes de la cual precede un tiempo, etc.… Pero el concepto de una causa me ofrece algo distinto del concepto de lo que sucede y no está por tanto contenido en esta última representación. ¿Cuál es aquí la incógnita x, sobre la cual se apoya el entendimiento cuando cree encontrar fuera del concepto A un predicado B extraño a aquel concepto y lo considera, sin embargo, enlazado con él? La experiencia no puede
  • 114. ser, porque el principio citado añade esta segunda representación a la primera, no sólo con más universalidad de la que la experiencia puede proporcionar, sino también con la expresión de la necesidad y, por tanto, enteramente a priori y por meros conceptos. Ahora bien, en semejantes principio sintéticos, es decir, de ampliación, descansa todo el propósito último de nuestro conocimiento especulativo a priori; pues los analíticos, si bien altamente importantes y necesarios, lo son tan sólo para alcanzar aquella claridad de los conceptos, que se exige para una síntesis segura y extensa, que sea una adquisición verdaderamente nueva.
  • 115. V. En todas las ciencias teóricas de la razón están los juicios sintéticos a priori Los juicios matemáticos son todos ellos sintéticos. Esta proposición parece haber escapado hasta ahora a los analíticos de la razón humana. Pues habiendo encontrado que las conclusiones de los matemáticos se hacen todas según el principio de contradicción, persuadiéronse de que también los principios eran conocidos por el principio de contradicción; en lo que anduvieron errados, pues una proposición sintética, si bien puede ser conocida por medio del principio de contradicción, no lo es nunca en sí misma, sino sólo
  • 116. presuponiendo otra proposición sintética de la cual puede ser deducida. Hay que notar que las proposiciones matemáticas son siempre juicios sintéticos a priori, pues llevan consigo necesidad. Podría pensarse al principio que 7 + 5 = 12, es una proposición meramente analítica, que se sigue del concepto de una suma de siete y cinco, según el principio de contradicción. Pero, cuando se considera más de cerca, se encuentra que el concepto de la suma de 7 y 5 no encierra nada más que la reunión de ambos números en uno solo, con lo cual no se piensa de ningún modo cuál sea ese número único que
  • 117. comprende los otros dos. Que 5 ha de añadirse a 7, es cierto que lo he pensado en el concepto de una suma = 7+ 5 ; pero no que esa suma sea igual al número 12. La proposición aritmética es, por tanto, siempre sintética. De igual modo, ningún principio de la geometría pura es analítico. Que la línea recta es la más corta entre dos puntos, es una proposición sintética. Pues mi concepto de recta no encierra nada de magnitud, sino sólo una cualidad. El concepto de lo más corto es enteramente añadido y no puede sacarse por medio de ningún análisis, del concepto de línea recta.
  • 118. Algunos pocos principios que los geómetras presuponen, son ciertamente analíticos y descansan en el principio de contradicción; pero, como las proposiciones idénticas, tampoco sirven más que como cadena de método y no como principios, por ejemplo, a=a, el todo es igual a sí mismo, o bien (a+b) > a…Y aun estos mismos, aunque valen según meros conceptos, no son admitidos en la matemática más que porque pueden ser expuestos en la intuición. Lo que comúnmente nos hace creer aquí que el predicado de esos juicios apodícticos está ya en nuestro concepto y que el juicio es, por tanto, analítico,
  • 119. es tan sólo la ambigüedad de la expresión. La cuestión no es qué debemos pensar en el concepto dado, sino qué es lo que pensamos realmente en él; y entonces se muestra que el predicado pende de aquel concepto necesariamente, pero no como pensado en el concepto mismo, sino por medio de una intuición, que tiene que añadirse al concepto. La ciencia de la naturaleza (physica) contiene juicios sintéticos a priori como principios. Ejemplos: “ En todas las transformaciones del mundo corporal la cantidad de materia permanece inalterada” y “En toda comunicación del movimiento tienen que ser siempre iguales la acción y la reacción.” En ambos casos, no
  • 120. sólo la necesidad y por ende el origen a priori está claro, sino que se ve claramente también que son proposiciones sintéticas. Pues en el concepto de materia no pienso la permanencia, sino sólo la presencia de la materia en el espacio, llenándolo. Así, pues, salgo realmente del concepto de materia, para pensar a priori unido a él, algo que no pensaba en él.