2. EL CRECIMIENTO MORAL.
No solo es difícil, sino peligroso, querer separar la vida
espiritual de la vida moral. El progreso espiritual va
acompañado de un progreso moral.
No olvidemos que la vida espiritual es siempre concreta:
comprende el camino de la persona hacia Dios.
Toda persona humana participa del mundo del pecado y
experimenta que su impulso hacia Dios se vea
obstaculizado por dentro y por fuera; según San Pablo.
(Rom 7, 14s).
Intentemos precisar no solo el punto de partida del hombre
hacia Dios sino también su progreso (Rom 8, 2-5).
3. 1. PRESENCIA DEL PECADO EN NOSOTROS.
Son varias las formas de pecado en nosotros: el pecado
fuera de nosotros, el pecado de la humanidad, el
pecado personal.
En la teología espiritual importa señalar los efectos del
pecado en la vida cristiana: existe en nosotros una
inclinación perversa, contraída desde nuestros
padres y alimentada por nuestros pecados. A esta
inclinación llamada concupiscencia, no es el pecado
puro y simple, sino la manifestación en nosotros de
la fuerza del pecado.
4. En sentido teológico la concupiscencia es la tendencia
desordenada tanto sensible como racional, en cuanto
que se opone a la ley de la sana razón y del espíritu.
No es solo la sensualidad, sino toda inclinación
natural que resiste y se rebela contra la vida
espiritual: la sensualidad, la avaricia, la violencia, la
soberbia.
5. LA CONCUPISCENCIA.
En la vida espiritual no se vive nunca la experiencia de
la concupiscencia original pura, ya que el hombre
concreto depende, del patrimonio hereditario y de la
primera educación.
La experiencia de la concupiscencia aparece más clara:
no es solo una disposición de la naturaleza mal
adaptada al dinamismo de la gracia, sino que lleva
consigo una repugnancia activa.
La pulsación sexual es el signo privilegiado de la
concupiscencia.
6. EL ESTADO PERSONAL DEL PECADOR.
El adulto que se dedica a la vida espiritual esta frente a
las disposiciones pecaminosas que actúan en su
comportamiento.
El grado más elevado es el vicio. Este impide el
desarrollo de la vida espiritual y requiere una
conversión moral previa.
El segundo grado es hábito malo. Se diferencial del
vicio en cuanto a que no se acepta con buena
voluntad, sino que supone una cierta resistencia de
la conciencia y no se opone a los esfuerzos morales y
espirituales.
7. El tercer grado tiene que ver con la imperfección, se
trata entonces, no de manifestaciones de debilidad,
sino de imperfecciones voluntarias o al menos
aceptadas en materias que no afectan directamente
al pecado: la pereza en la vida de oración, o una
desidia habitual en las cosas que se les es indiferente
a la persona.
8. LA ASCESIS CRISTIANA
Después de la comparación que acabamos de hacer del
hombre pecador que vive en un mundo de pecado
surge la necesidad de la ascesis, es decir, de un
ejercicio voluntario que intente subordinar las
tendencias negativas a la luz de la razón y al
dinamismo de la gracia.
9. ALGUNOS ASPECTOS
La necesidad del evangelio en la lucha espiritual que
forma parte del mensaje de la Iglesia primitiva: en
toda vida moral y religiosa va incluido un esfuerzo de
ascesis. Con esta necesidad va unida concretamente
al sentido de la penitencia, necesaria para la
reparación de los pecados y para la obtención de
gracias particulares.
10. Si de la consideración de la lucha contra el mundo del
pecado pasamos a la del progreso espiritual y moral,
encontramos otros motivos válidos para justificar la
práctica de la mortificación en nuestras vidas:
El primer motivo se refiere a la liberación de la caridad: el
ejercicio de la caridad implica el dominio del cuerpo y
pide que se pueda exigir de el cosas fatigosas. (Y. de
Montcheuil).
El segundo motivo es que el ejercicio de la mortificación
corporal, es una manera de remachar en nosotros
mismos la mayor estima en que tenemos a los valores
espirituales respecto a los corporales o a otros valores
secundarios.
11. 3. LA PRIMICIA DE LA CARIDAD
Para todos está claro que la caridad es el centro de
toda la vida cristiana ( Mt 22, 36-40).
La teología espiritual se interesa por un problema más
concreto: ¿cómo se desarrolla la vida moral cristiana
bajo el impulso de la vida espiritual?
Todos los teólogos admiten dos momentos en la vida
moral cristiana: un primer momento de conversión y
un segundo momento de comunión, y otro momento
que podríamos llamar de autonomía racional.
12. EL MOMENTO DE LA CONVERSIÓN
Es el momento que el evangelio describe con mayor
claridad y que se presenta ante todo como acogida en
la fe.
El hombre espiritual tiene que situar su propia vida
delante de Dios y buscar en él su sentido.
Las disposiciones interiores son el arrepentimiento de
los pecados cometidos en el pasado y el
reconocimiento de la propia debilidad e insuficiencia
en el orden espiritual.
En este primer momento se considera a Dios como
creador y legislador.
13. EL MOMENTO DE LA AUTONOMÍA
Este se desarrolla bajo la presión de varias
necesidades: tomar las riendas del propio
crecimiento espiritual, responden a las pruebas que
constituye la duración misma de la vida, prolongar la
propia acción en el ambiente.
La autonomía es doble: poner orden en la propia vida
de oración y de insertarse en el mund0.
El sentido de Dios, propio de este momento ético, es el
de Dios creador y providencial, que a dejado al
hombre la tarea de continuar la obra de la creación.
14. EL MOMENTO DE LA COMUNIÓN.
Es el momento de la vida moral más original de la
revelación de Cristo: es la toma de conciencia de la
realidad de la Santísima Trinidad, el objetivo de este
momento es ocupar la totalidad de la conciencia
espiritual.
Todo el designio de Dios consiste en establecer una
comunión en el amor.
Al participar del amor de cristo, toda la vida espiritual
se transforma y llega a una verdadera conversion el
movimiento natural, siempre presente en la
conciencia.
15. EL AMOR AL PRÓJIMO.
El amor al prójimo brota de la caridad divina que ha
derramado en nuestros corazones el Espíritu Santo y
que encuentra su modelo en Cristo, cuyo corazón es
totalmente amor.
Se ama al prójimo con la misma caridad que se ama a
Dios. (1 Jn 4, 11-12. 20.)
El objeto de la caridad es el prójimo en su realidad
concreta y que posee en sí su propia razón de ser.
16. ALGUNAS FORMAS DE CARIDAD.
La caridad invisible, que se despliega a través de la
oración y del ofrecimiento.
La caridad intelectual, cuando se ilumina al prójimo
con la palabra, el ejemplo, los escritos.
La caridad colectiva, que procura mejorar las
condiciones objetivas de la vida de los hombres, a
través de las instituciones y de las leyes.
La caridad interpersonal, de la que nunca podemos
sustraernos, ya que es la manifestación más concreta
e inmediata del amor.