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EL CRECIMIENTO MORAL.



   FABIAN ARLEY ARENAS ARENAS.
EL CRECIMIENTO MORAL.

 No solo es difícil, sino peligroso, querer separar la vida
  espiritual de la vida moral. El progreso espiritual va
  acompañado de un progreso moral.
No olvidemos que la vida espiritual es siempre concreta:
  comprende el camino de la persona hacia Dios.
Toda persona humana participa del mundo del pecado y
  experimenta que su impulso hacia Dios se vea
  obstaculizado por dentro y por fuera; según San Pablo.
  (Rom 7, 14s).
Intentemos precisar no solo el punto de partida del hombre
  hacia Dios sino también su progreso (Rom 8, 2-5).
1. PRESENCIA DEL PECADO EN NOSOTROS.

Son varias las formas de pecado en nosotros: el pecado
 fuera de nosotros, el pecado de la humanidad, el
 pecado personal.
En la teología espiritual importa señalar los efectos del
 pecado en la vida cristiana: existe en nosotros una
 inclinación perversa, contraída desde nuestros
 padres y alimentada por nuestros pecados. A esta
 inclinación llamada concupiscencia, no es el pecado
 puro y simple, sino la manifestación en nosotros de
 la fuerza del pecado.
En sentido teológico la concupiscencia es la tendencia
 desordenada tanto sensible como racional, en cuanto
 que se opone a la ley de la sana razón y del espíritu.
 No es solo la sensualidad, sino toda inclinación
 natural que resiste y se rebela contra la vida
 espiritual: la sensualidad, la avaricia, la violencia, la
 soberbia.
LA CONCUPISCENCIA.

En la vida espiritual no se vive nunca la experiencia de
 la concupiscencia original pura, ya que el hombre
 concreto depende, del patrimonio hereditario y de la
 primera educación.
La experiencia de la concupiscencia aparece más clara:
 no es solo una disposición de la naturaleza mal
 adaptada al dinamismo de la gracia, sino que lleva
 consigo una repugnancia activa.
La pulsación sexual es el signo privilegiado de la
 concupiscencia.
EL ESTADO PERSONAL DEL PECADOR.

El adulto que se dedica a la vida espiritual esta frente a
  las disposiciones pecaminosas que actúan en su
  comportamiento.
El grado más elevado es el vicio. Este impide el
  desarrollo de la vida espiritual y requiere una
  conversión moral previa.
El segundo grado es hábito malo. Se diferencial del
  vicio en cuanto a que no se acepta con buena
  voluntad, sino que supone una cierta resistencia de
  la conciencia y no se opone a los esfuerzos morales y
  espirituales.
El tercer grado tiene que ver con la imperfección, se
  trata entonces, no de manifestaciones de debilidad,
  sino de imperfecciones voluntarias o al menos
  aceptadas en materias que no afectan directamente
  al pecado: la pereza en la vida de oración, o una
  desidia habitual en las cosas que se les es indiferente
  a la persona.
LA ASCESIS CRISTIANA

Después de la comparación que acabamos de hacer del
 hombre pecador que vive en un mundo de pecado
 surge la necesidad de la ascesis, es decir, de un
 ejercicio voluntario que intente subordinar las
 tendencias negativas a la luz de la razón y al
 dinamismo de la gracia.
ALGUNOS ASPECTOS

La necesidad del evangelio en la lucha espiritual que
 forma parte del mensaje de la Iglesia primitiva: en
 toda vida moral y religiosa va incluido un esfuerzo de
 ascesis. Con esta necesidad va unida concretamente
 al sentido de la penitencia, necesaria para la
 reparación de los pecados y para la obtención de
 gracias particulares.
Si de la consideración de la lucha contra el mundo del
  pecado pasamos a la del progreso espiritual y moral,
  encontramos otros motivos válidos para justificar la
  práctica de la mortificación en nuestras vidas:
El primer motivo se refiere a la liberación de la caridad: el
  ejercicio de la caridad implica el dominio del cuerpo y
  pide que se pueda exigir de el cosas fatigosas. (Y. de
  Montcheuil).
El segundo motivo es que el ejercicio de la mortificación
  corporal, es una manera de remachar en nosotros
  mismos la mayor estima en que tenemos a los valores
  espirituales respecto a los corporales o a otros valores
  secundarios.
3. LA PRIMICIA DE LA CARIDAD

Para todos está claro que la caridad es el centro de
 toda la vida cristiana ( Mt 22, 36-40).
La teología espiritual se interesa por un problema más
 concreto: ¿cómo se desarrolla la vida moral cristiana
 bajo el impulso de la vida espiritual?
Todos los teólogos admiten dos momentos en la vida
 moral cristiana: un primer momento de conversión y
 un segundo momento de comunión, y otro momento
 que podríamos llamar de autonomía racional.
EL MOMENTO DE LA CONVERSIÓN

Es el momento que el evangelio describe con mayor
  claridad y que se presenta ante todo como acogida en
  la fe.
El hombre espiritual tiene que situar su propia vida
  delante de Dios y buscar en él su sentido.
Las disposiciones interiores son el arrepentimiento de
  los pecados cometidos en el pasado y el
  reconocimiento de la propia debilidad e insuficiencia
  en el orden espiritual.
En este primer momento se considera a Dios como
  creador y legislador.
EL MOMENTO DE LA AUTONOMÍA

Este se desarrolla bajo la presión de varias
  necesidades: tomar las riendas del propio
  crecimiento espiritual, responden a las pruebas que
  constituye la duración misma de la vida, prolongar la
  propia acción en el ambiente.
La autonomía es doble: poner orden en la propia vida
  de oración y de insertarse en el mund0.
El sentido de Dios, propio de este momento ético, es el
  de Dios creador y providencial, que a dejado al
  hombre la tarea de continuar la obra de la creación.
EL MOMENTO DE LA COMUNIÓN.

Es el momento de la vida moral más original de la
 revelación de Cristo: es la toma de conciencia de la
 realidad de la Santísima Trinidad, el objetivo de este
 momento es ocupar la totalidad de la conciencia
 espiritual.
Todo el designio de Dios consiste en establecer una
 comunión en el amor.
Al participar del amor de cristo, toda la vida espiritual
 se transforma y llega a una verdadera conversion el
 movimiento natural, siempre presente en la
 conciencia.
EL AMOR AL PRÓJIMO.


El amor al prójimo brota de la caridad divina que ha
  derramado en nuestros corazones el Espíritu Santo y
  que encuentra su modelo en Cristo, cuyo corazón es
  totalmente amor.
Se ama al prójimo con la misma caridad que se ama a
  Dios. (1 Jn 4, 11-12. 20.)
El objeto de la caridad es el prójimo en su realidad
  concreta y que posee en sí su propia razón de ser.
ALGUNAS FORMAS DE CARIDAD.

La caridad invisible, que se despliega a través de la
 oración y del ofrecimiento.
La caridad intelectual, cuando se ilumina al prójimo
 con la palabra, el ejemplo, los escritos.
La caridad colectiva, que procura mejorar las
 condiciones objetivas de la vida de los hombres, a
 través de las instituciones y de las leyes.
La caridad interpersonal, de la que nunca podemos
 sustraernos, ya que es la manifestación más concreta
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El crecimiento moral

  • 1. EL CRECIMIENTO MORAL. FABIAN ARLEY ARENAS ARENAS.
  • 2. EL CRECIMIENTO MORAL. No solo es difícil, sino peligroso, querer separar la vida espiritual de la vida moral. El progreso espiritual va acompañado de un progreso moral. No olvidemos que la vida espiritual es siempre concreta: comprende el camino de la persona hacia Dios. Toda persona humana participa del mundo del pecado y experimenta que su impulso hacia Dios se vea obstaculizado por dentro y por fuera; según San Pablo. (Rom 7, 14s). Intentemos precisar no solo el punto de partida del hombre hacia Dios sino también su progreso (Rom 8, 2-5).
  • 3. 1. PRESENCIA DEL PECADO EN NOSOTROS. Son varias las formas de pecado en nosotros: el pecado fuera de nosotros, el pecado de la humanidad, el pecado personal. En la teología espiritual importa señalar los efectos del pecado en la vida cristiana: existe en nosotros una inclinación perversa, contraída desde nuestros padres y alimentada por nuestros pecados. A esta inclinación llamada concupiscencia, no es el pecado puro y simple, sino la manifestación en nosotros de la fuerza del pecado.
  • 4. En sentido teológico la concupiscencia es la tendencia desordenada tanto sensible como racional, en cuanto que se opone a la ley de la sana razón y del espíritu. No es solo la sensualidad, sino toda inclinación natural que resiste y se rebela contra la vida espiritual: la sensualidad, la avaricia, la violencia, la soberbia.
  • 5. LA CONCUPISCENCIA. En la vida espiritual no se vive nunca la experiencia de la concupiscencia original pura, ya que el hombre concreto depende, del patrimonio hereditario y de la primera educación. La experiencia de la concupiscencia aparece más clara: no es solo una disposición de la naturaleza mal adaptada al dinamismo de la gracia, sino que lleva consigo una repugnancia activa. La pulsación sexual es el signo privilegiado de la concupiscencia.
  • 6. EL ESTADO PERSONAL DEL PECADOR. El adulto que se dedica a la vida espiritual esta frente a las disposiciones pecaminosas que actúan en su comportamiento. El grado más elevado es el vicio. Este impide el desarrollo de la vida espiritual y requiere una conversión moral previa. El segundo grado es hábito malo. Se diferencial del vicio en cuanto a que no se acepta con buena voluntad, sino que supone una cierta resistencia de la conciencia y no se opone a los esfuerzos morales y espirituales.
  • 7. El tercer grado tiene que ver con la imperfección, se trata entonces, no de manifestaciones de debilidad, sino de imperfecciones voluntarias o al menos aceptadas en materias que no afectan directamente al pecado: la pereza en la vida de oración, o una desidia habitual en las cosas que se les es indiferente a la persona.
  • 8. LA ASCESIS CRISTIANA Después de la comparación que acabamos de hacer del hombre pecador que vive en un mundo de pecado surge la necesidad de la ascesis, es decir, de un ejercicio voluntario que intente subordinar las tendencias negativas a la luz de la razón y al dinamismo de la gracia.
  • 9. ALGUNOS ASPECTOS La necesidad del evangelio en la lucha espiritual que forma parte del mensaje de la Iglesia primitiva: en toda vida moral y religiosa va incluido un esfuerzo de ascesis. Con esta necesidad va unida concretamente al sentido de la penitencia, necesaria para la reparación de los pecados y para la obtención de gracias particulares.
  • 10. Si de la consideración de la lucha contra el mundo del pecado pasamos a la del progreso espiritual y moral, encontramos otros motivos válidos para justificar la práctica de la mortificación en nuestras vidas: El primer motivo se refiere a la liberación de la caridad: el ejercicio de la caridad implica el dominio del cuerpo y pide que se pueda exigir de el cosas fatigosas. (Y. de Montcheuil). El segundo motivo es que el ejercicio de la mortificación corporal, es una manera de remachar en nosotros mismos la mayor estima en que tenemos a los valores espirituales respecto a los corporales o a otros valores secundarios.
  • 11. 3. LA PRIMICIA DE LA CARIDAD Para todos está claro que la caridad es el centro de toda la vida cristiana ( Mt 22, 36-40). La teología espiritual se interesa por un problema más concreto: ¿cómo se desarrolla la vida moral cristiana bajo el impulso de la vida espiritual? Todos los teólogos admiten dos momentos en la vida moral cristiana: un primer momento de conversión y un segundo momento de comunión, y otro momento que podríamos llamar de autonomía racional.
  • 12. EL MOMENTO DE LA CONVERSIÓN Es el momento que el evangelio describe con mayor claridad y que se presenta ante todo como acogida en la fe. El hombre espiritual tiene que situar su propia vida delante de Dios y buscar en él su sentido. Las disposiciones interiores son el arrepentimiento de los pecados cometidos en el pasado y el reconocimiento de la propia debilidad e insuficiencia en el orden espiritual. En este primer momento se considera a Dios como creador y legislador.
  • 13. EL MOMENTO DE LA AUTONOMÍA Este se desarrolla bajo la presión de varias necesidades: tomar las riendas del propio crecimiento espiritual, responden a las pruebas que constituye la duración misma de la vida, prolongar la propia acción en el ambiente. La autonomía es doble: poner orden en la propia vida de oración y de insertarse en el mund0. El sentido de Dios, propio de este momento ético, es el de Dios creador y providencial, que a dejado al hombre la tarea de continuar la obra de la creación.
  • 14. EL MOMENTO DE LA COMUNIÓN. Es el momento de la vida moral más original de la revelación de Cristo: es la toma de conciencia de la realidad de la Santísima Trinidad, el objetivo de este momento es ocupar la totalidad de la conciencia espiritual. Todo el designio de Dios consiste en establecer una comunión en el amor. Al participar del amor de cristo, toda la vida espiritual se transforma y llega a una verdadera conversion el movimiento natural, siempre presente en la conciencia.
  • 15. EL AMOR AL PRÓJIMO. El amor al prójimo brota de la caridad divina que ha derramado en nuestros corazones el Espíritu Santo y que encuentra su modelo en Cristo, cuyo corazón es totalmente amor. Se ama al prójimo con la misma caridad que se ama a Dios. (1 Jn 4, 11-12. 20.) El objeto de la caridad es el prójimo en su realidad concreta y que posee en sí su propia razón de ser.
  • 16. ALGUNAS FORMAS DE CARIDAD. La caridad invisible, que se despliega a través de la oración y del ofrecimiento. La caridad intelectual, cuando se ilumina al prójimo con la palabra, el ejemplo, los escritos. La caridad colectiva, que procura mejorar las condiciones objetivas de la vida de los hombres, a través de las instituciones y de las leyes. La caridad interpersonal, de la que nunca podemos sustraernos, ya que es la manifestación más concreta e inmediata del amor.