2. 1
ÍNDICE
Presentación 2
El pintor de los puertos 3
Elvira Rawson 6
Sábato, la gran estrella escritora 9
Ellas pueden lograrlo todo 14
El orador de Mayo 19
La primera feminista, revolucionaria y educadora
de las Provincias Unidas del Río de La Plata 22
Las hazañas de Ignacio Pirovano 24
Las aventuras de Alicia Moreau de Justo 27
Aimé Painé: su música, su arma 31
3. 2
PRESENTACIÓN
Siempre nos preguntamos: - ¿Qué sentido tiene aprender esto o aquello?
Frente a este interrogante existencial: HISTORIA Y LENGUA se propusieron
trabajar en un proyecto en común.
Para ello los chicos de 3º año:
Seleccionaron personajes que formaron parte de
nuestra historia nacional y de su cultura, pero que
generalmente no aparecen en los libros de historia.
Investigaron sobre sus vidas personales, su contex-to
histórico, trabajos, logros, valores, etc.
Leyeron diferentes tipos de Biografías, realistas o ficcionales, rea-lizadas
por autores conocidos.
Reconocieron la diferencia entre Biografía, Retrato,
Anécdota.
En base a lo aprendido, escribieron nuevas biogra-fías
de esos personajes que hacen al acervo cultural.
Utilizaron las nuevas tecnologías realizando videos o Powerpoint
para reflejar el espíritu de los mismos.
Armaron un libro virtual para que puedan disfrutar desde sus casas o compar-tiendo
un cafecito… buena lectura!
Las Profes
4. 3
Benito Quinquela Martín (1890-
1977), pintor argentino.
EL PINTOR DE LOS PUERTOS
Por Franco Janczewski y Marcos Questa
Estaba caminando por el puerto, lugar donde paso
la mayor parte de los días de mi vida ya que este es mi
lugar de trabajo, cuando de repente vi a lo lejos algo que
me llamó la atención. Era un hombre que se encontraba
pintando. Luego de verlo por primera vez se me hizo
imposible seguir trabajando sin darme vuelta para ver si
el pintor seguía estando detrás de mí. Cuando tuve la
oportunidad de descansar, me acerqué lentamente para
intentar ver quién era este personaje. Mientras acortaba
la distancia me di cuenta de quien se trataba. ¡Era Benito Quinquela Martin! Tome coraje y
fui a hablarle.
-¿Qui… Quinquela?- Pregunté con los nervios a flor de piel.
-El mismo ¿y usted?- Me preguntó el mismísimo Benito Quinquela.
-Mi nombre es Giovanni, soy un gran admirador de su obra- Agregué.
-Me es magnífico encontrar alguien que aprecie mi obra- Me contestó con una sonri-sa
de oreja a oreja.
Entre mis nervios y mi timidez comenzamos a hablar y me tomé el atrevimiento de
preguntarle cuándo comenzó a pintar, y por qué había elegido los puertos como paisaje
para sus cuadros. Benito me contó que comenzó a pintar cuando era chico con carbón
inspirado por las escenas de los puertos, y que a los 14 comenzó a asistir a la escuela
nocturna de pintura en la Sociedad Unión de la Boca, donde conoció a su amigo Juan de
Dios Filiberto. Mientras estudiaba, luego de trabajar, visitaba frecuentemente la biblioteca,
5. 4
para cubrir su falta de educación. De todos los libros que leyó le llamó la atención fue “El
arte del escritor” de Agusto Rodin, que decía que el arte debía ser sencillo y natural para
el artista, y tomó una frase que decía: “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, por eso eligió
pintar a su barrio, La Boca.
Su respuesta fue increíble, una sonrisa dibujada en su rostro demostraba su amor y
cariño por el barrio de La Boca; también demostró públicamente su cariño con sus
importantes donaciones para el vecindario, como la escuela en Pedro de Mendoza, el
Jardín de Infantes número 6, el Lactario Municipal Nº4, la Escuela de Artes Gráficas y el
Instituto Odontológico Infantil.
Le comenté cuánto me habían gustado sus primeras obras presentadas en el Salón
Nacional de las Artes, y que a partir de ese momento comencé a admirar su obra. Benito
me preguntó si tenía tiempo para escuchar una anécdota sobre esa exposición. Esto me
produjo una alegría enorme y obviamente le dije que sí. Me comentó que luego de enviar
varias de sus obras durante mucho tiempo, el jurado del Salón Nacional de las Artes,
principal galería de la ciudad, aceptó una de las dos obras que había enviado. Esto enojó
mucho tanto a Benito Quinquela como su amigo Filiberto. Tanto que este último le
propuso que se presentaran armados con cuchillos para robar lambas pinturas y llevarlas
al Salón de los Recusados, galería dedicada a los artistas que no estaban admitidos en el
Salón Nacional. Él aceptó, pero al llegar al Salón se encontraron con que las obras de
Benito ya habían sido expuestas, ya que su amigo Eduardo Talladrid les había ganado de
mano y había convencido a sus influencias de presentar las dos obras.
Su relato me había atrapado a tal punto que olvidé que faltaba poco para que mi
descanso terminara. Mientras me contaba su anécdota sobre el Salón Nacional de las Artes
recordé que una noche mientras caminaba por las calles del barrio me pareció verlo
vestido con un traje extraño, como el de un capitán de un barco, invitando a entrar, a lo
que supuse que era su casa, a un gran grupo de personas. Esperé a que terminara para
preguntarle si había sido él y cuál era el motivo de esa reunión. A lo que él contestó:
-Muchos de mis amigos artistas se juntaban en el Café Tortoni y cuando regresé de
Paris me uní a ellos. Decidí fundar la Peña del Tortoni y el dueño del café nos ofreció el
6. 5
sótano de su negocio para nuestras reuniones. La finalidad de La Peña era fomentar la
protección de las artes. Las peñas se realizaron por casi dos décadas hasta que el dueño
del café decidió clausurar el sótano donde estas se hacían. Tiempo después de esto mis
amigos me ofrecieron organizar reuniones en mi taller. En una oportunidad mi amigo
Lucio Rodríguez me regaló un tornillo atado con un cordón. Ya que él consideraba que los
locos debíamos ser merecedores de honores y agasajos. Gracias a esto se me ocurrió
fundar la “La Orden del Tornillo”. Donde los locos, aquellas personas cultoras de la
verdad, del bien, y de la belleza de espíritu, son agasajados y homenajeados.-
Cuando termino de contarme la anécdota se oyó un grito que llamaba a todos los
trabajadores para retomar la jornada.
-Veo que tiene que continuar con su deber- Me dijo Benito.
-Muchas gracias por este tiempo y por las historias- Agregué.
-Gracias a usted por escucharme, son pocos los que quieren escuchar a un anciano-
Me contestó y me dio la mano cordialmente.
Le di la mano y asentí con la cabeza agradeciendo nuevamente por el rato del que
tuve la suerte de disfrutar. Todavía recuerdo la energía que me transmitió. Me di media
vuelta y con una sonrisa volví a trabajar.
7. 6
Elvira Rawson de Dellepiane
(1867- 1954), segunda médica en
recibirse en la Argentina
ELVIRA RAWSON
Por Florencia Chacón y Manuel Müller.
Primero viene la ignorancia, esa de la que nadie tiene
la culpa, pero todos son responsables. De esta sale la
injusticia, siempre acompañada de los injustos. Por cada
injusticia hay una víctima, los cuales mueren cada día.
Algún día las víctimas igualarán a los injustos y entonces
vendrá la guerra.
¿Fue la ignorancia lo que hizo que sus padres la des-conocieron
al enterarse que se inscribiría en la facultad de
medicina? ¿O acaso fue su “amor”? Su enojo no le dejaba
distinguirlo.
El ruido atropellaba los pensamientos de Elvira Raw-son.
Mientras estudiaba, trataba de mantener su mente clara, sin embargo, últimamente no
podía conseguirlo, por alguna razón esta se trasladaba a la Revolución del Parque.
Imaginó por un momento los cuerpos sangrientos de civiles y militares; sus boinas blancas
caídas en el suelo manchadas de sangre, estallidos de mosquete saturando el aire… La
imagen se tornó muy dura. Las directivas de sus superiores eran simples; no podía
atender a ningún herido en el Hospital Rivadavia.
No la estaba pasando bien. No le importaba que sus padres le cortaran los víveres al
enterarse de que se había inscripto en la facultad de medicina. Tampoco le importaban las
miradas torcidas y las malas maneras. Incluso no le importaba la risa del decano al admitir
su inscripción. “Otra Grierson…” le dijeron. Pero lo que no podía dejar pasar, lo que no
podía llevar en su conciencia, eran inocentes muriendo, y eso era lo que estaba pasando,
había civiles peleando.
Era de mañana. No podían ser más de las diez. Elvira estaba cambiándole las sábanas
a una mujer que acababa de tener un hijo. Un niño sano, por suerte, pensó mientras se
8. 7
llevaba la vasija con agua. También la mujer sobrevivió. Se nota que hoy es un buen día para
estar vivo. Esas palabras retumbaron en su cabeza. “Estar vivo”.
Había quien decía que la revolución estaba en las calles, buscando quien la dirija. Tal
vez de manera ingenua, ella esperaba que no hubiera guerra. Y sus pensamientos volvían
a los ojos del recién nacido.
Entonces, un salto a la realidad. Un estallido de voces, un manojo de gritos pela-dos….
Entre los “Muerte a Cellman”, Elvira encontró su misión. La frase parecía llegada
del cielo, pidiendo que alguien interviniera. “Tomaron el Parque de Artillería”. El tiempo
se detuvo, el sonido cesó, el reloj murió. Estos fenómenos escaparon de la atención de
Elvira, puesto que ella estaba corriendo hacia la puerta. En el camino encontró a un
hombre entrado en años, de bata blanca al igual que su poco pelo.
— ¿A dónde Rawson? –le preguntó con impertinencia.
— ¡Al Parque de Artillería! Esa gente se muere.
—Por eso es que usted se queda, para atender a los heridos del gobierno. ¿Se cree
acaso la dueña, que sale y entra cuando quiere? Que novedad, una mujer que se va a
pasear. No se preocupe, que yo me quedo cerca de la puerta, me fijo que no pase nadie
que no merezca ser atendido.
Sentir la hiel subir del estómago, dejando un amargo sabor en la garganta, en su ca-mino
hacia la cabeza, era algo a lo que Elvira estaba acostumbrada. Lo miró muy fijo,
como queriendo encontrar una salida a su problema. Entonces, un milagro. Muy distraída
y corriendo como corrió, olvidó dejar las sábanas del parto en la lavandería. Esbozó una
sonrisa pícara, casi macabra, justo antes de tirar las sábanas inmundas sobre ese imponen-te
hombre, dejando nada más que un alto y mugroso fantasma. Entre que el hombre
peleaba con la pegajosidad de la tela, Elvira pasó por su lado hacia la puerta. Se hubiera
ido, pero no resistió la tentación. Se dio media vuelta en los escalones de que iban a la
calle, y encarando el hospital gritó con todas sus fuerzas: “¡Los hospitales son del pueblo,
no del gobierno!”. Como su corazón era más fuerte que su cabeza, desobedeció las órdenes
arriesgando su propia vida, y aunque adhería a la Unión Cívica Radical, ayudó a ambos
bandos.
9. 8
Dos años después, se transformó en la segunda mujer en graduarse de la facultad. En
el futuro guardaría su título junto al reloj de oro que el Sr. Alem le había dado por su
ayuda en el Parque de Artillería.
Al poco tiempo, su tesis “Apuntes sobre la higiene de la mujer” le otorgaría su docto-rado.
Este trabajo marcaría un comienzo en lo que sería una larga carrera dedicada a la
mujer.
En esta se puede destacar el año 1907 en el cual fundó el Centro Feminista, cuyos
propósitos eran propender a la emancipación intelectual, moral y material de la mujer
cualesquiera sean sus condiciones sociales; sería una falta de respeto olvidarse de la Liga
Feminista Nacional de la República y del Primer Centro Feminista del Libre Pensamiento.
Cinco años más tarde, de modo paralelo a sus numerosas luchas y actividades, en-contró
el tiempo para casarse con Manuel Dellepiane Sasso con quien tuvo siete hijos. Esto
apoyaba su postura contra el casamiento precoz y los daños fisiológicos que causaba en las
mujeres inmaduras, ya que se casó a los treinta y tres años. En el mismo año milito en la
Unión Cívica Radical Yrigoyenista, aunque sólo contó de ella de modo episódico e
inorgánico.
En 1912 el Sufragio Universal Masculino en la Ley Sáenz Peña no pasó desapercibido
por ella, debido a que siete años después fundó la Asociación Pro Derechos de la Mujer, la
cual llegó a tener once mil afiliados.
Entre los innumerables congresos de los cuales participó, estalló la guerra civil espa-ñola,
esto la llevó a ser impulsora de una importante cantidad de actividades solidarias
para con España.
Durante una época repleta de presidentes de facto y ya entrada en años, no descansó
hasta que en un gobierno constitucional vio concretada su pelea por el voto femenino en
1951.
Después de una vida plena viendo crecer a sus hijos y luchando por las mujeres, fa-lleció
a los ochenta y siete años en Buenos Aires.
10. 9
SÁBATO, LA GRAN ESTRELLA ESCRITORA
Buenos Aires, 31 de diciembre del 2010
Señor Héctor Rodríguez
Entrevistador de Clarín
Asunto: Entrevista
Nos comunicamos con usted con el fin de ofrecerle la oportunidad de entrevistar a
un famoso escritor de nuestro país, Ernesto Sábato, celebrando así sus casi 100 años.
Esperamos contar con una buena crítica y desde ya Ud. tendrá un merecido recono-cimiento.
El domicilio es: Langeri 3135 en Santos lugares, Provincia de Buenos Aires. Al llegar al
lugar lo atenderá su secretaria, Raquel. Deberá presentarse el día 26 de enero del 2011
en el horario de las 15:00 hs.
Esperamos su grata concurrencia.
Saludos cordiales,
Roberto Alaya,
Representante de la revista Clarín.
Ernesto Sábato (1911-2011),
escritor argentino
Por Ian Álvarez y Juan Manuel Tomaselli
Estaba tranquilo en mi sala de estar leyendo, como de
costumbre, has ta que un ruido molesto perturbó mi lectura.
Era el timbre de mi casa el cual estaba averiado y debía
arreglarlo. Coloqué el señalador, me levanté del sillón, ca-miné
hacia la puerta, miré por la perilla y observé a mi ve-cina
vestida formalmente para irse al trabajo con cara de
enojo. Le abrí la puerta y me dijo:
-¡Basta, basta!, no se lo digo más o arregla ese timbre o
vas a tener que vivir a golpe de palmas
Reaccioné de forma indiferente-bueno, luego lo arreglo.
De repente, se acerca a mí y estira su brazo derecho en
el cual sostenía un sobre de mi actual trabajo, Clarín. Un
silencio incómodo nos molestaba, hasta que cerré la puerta de un portazo. Tranquilo me
senté en una silla en la mesa del comedor y la abrí:
11. 10
Al terminar de leer la carta la solté y salté de la alegría ya que era un gran seguidor
de él. Tomé papel y lápiz y rápidamente les respondí de forma afirmativa. Preparé los
materiales para realizar la entrevista y su libro más famoso “El túnel” para que lo
autografiara. Llegó el día de la entrevista, fui a la estación Retiro y tomé la línea San
Martin con rumbo a Santos Lugares. Bajé del tren y me dirigí hacia su hogar. Cuando
llegué a la dirección lo único que veía era una gran cantidad de vegetación y apenas unas
manchas blancas y amarillas que mientras atravesaba el gran follaje tomaba forma de
casa. Toqué el timbre y me abrió la puerta una bella mujer de unos 20 años de cabello
rubio y hermosos ojos celestes, su belleza me atontó.
-Usted es quien viene a entrevistar a Ernes ¿Me equivoco?
-No se equivoca- le respondí con la vista perdida.
-Pase.
Al poner un pie en la casa me asombré por la gran cantidad de libros que poseía, los
premios que él había ganado y una gran cantidad de hermosas pinturas con gran cantidad
de tonos de grises, algo que solo él hacía.
-Preparé los materiales, yo ya lo traigo- Me dijo la hermosa Raquel.
Tomé asiento, tome papel y lápiz y mantuve cerca de mí su libro. Levante la vista y
observé un gran paquete, el cual me llamó la atención. La joven muchacha llegó con
Sábato trayéndolo por el codo y él con un bastón. Tomó asiento, ella se retiró y me
presenté.
-Buenas tardes, me llamo Héctor y soy corresponsal del diario Clarín; afortunada-mente
he sido seleccionado para entrevistarlo en una fecha tan especial… cumplir 100
años no es algo de todos los días- le dije conteniendo la emoción. Estaba vestido de traje,
pelo hacia atrás y unos anteojos oscuros.
-Sólo Dios sabe cuánto tiempo me queda por vivir. Mucho gusto Héctor, ya veo que
me debe conocer, he visto el libro que trajiste, con la poca vista que me queda pude
observarlo-me contestó- Dame que te lo firmo. Y agregó: -¿perdón puedo tutearte? ¡Podés
ser mi hijo!
12. 11
Se lo acerqué con una felicidad que no podía contener y le contesté:-¡claro es un ho-nor!
-Antes de comenzar, le podría ¿preguntar qué es ese gran paquete? Tengo curiosi-dad
desde que puse un pie en esta habitación.
-Es una moderna computadora con una gran pantalla para que yo pudiera ver, que
me mandó una editorial que ya no recuerdo el nombre, pero la voy a devolver porque no
hay como escribir en mi vieja Olivetti donde ya conozco las teclas como a mi casa.
¿Empezamos con las preguntas?- me dijo entusiasmado mientras tocía.
-¡Cómo no!- le respondí- ¿Cómo llega al movimiento surrealista?
- Una pregunta muy típica. Cuando estaba en Curie tuve contacto con un grupo de
artistas surrealistas tales como Domínguez y Breton, con el que tuve una gran amistad,
con los cuales firmé el primer manifiesto donde veíamos a la expresión del pensamiento
sin la necesidad de la intervención de la razón esto lo transmití mucho en “El túnel”,
“Antes del fin”, “Abbadon el Exterminador”.
-¿Qué es lo que lo llevo a escribir “El túnel”?
Quería mostrar lo oscuro del alma y lo que el hombre quiere conocer como la ver-dad.
En el amor no hay esperanza, no se puede alcanzar el amor absoluto a nivel humano,
la escribí de forma pesimista.
-Esta pregunta poca gente se la debió hacer. ¿Qué lo llevó a cambiar la Ciencia por la
Literatura?
-¡Es la primera vez que me hacen esta pregunta!- cambiando a una cara de asombro
y hablándome de forma irónica-Fue una crisis existencial, en el laboratorio Curie me sentí
vacío de sentido. Golpeado por el descreimiento, seguí en la ciencia por inercia. Veía a la
ciencia como moral y que llevaría al mundo hacia el desastre. Esto, en parte, lo demuestro
en mi primera publicación “Uno y el Universo”.
-Interesante. ¿Cuáles fueron sus inicios en la política?
-Fui militante del movimiento de reforma universitaria la cual tenía tendencia co-munista,
donde conocí a mi mujer-cambiando su cara a una más triste- fui enviado a
13. 12
Moscú como delegado del partido comunista, empecé a tener dudas sobre seguir este
partido y me escapé a París.
- Manteniéndonos en el tema político ¿Qué lo hizo escribir “El otro rostro del Pero-nismo”?
¿Por qué se dice antiperonista?
Muy poca gente se interesa en esta cuestión. Con este libro quería demostrar mi an-tipatía
por el General Perón, ya que me molestaba sus injusticias, su despotismo, pero sí
quería defender la tarea social de Evita. Me llamó la atención todo su trabajo y el amor
que cosechó con su pueblo. Defendí el anhelo de justicia y de dignidad para su pueblo,
hecho que fue criticado por muchos intelectuales de aquel tiempo. Estoy en contra del
peronismo por sus defectos, no por sus privilegios; no soportaba la expulsión de maestros
y profesores por no someterse a las directivas del gobierno, cosa que luego les ocurrió a
ellos en 1955.
-Todos sabemos que tuvo algunas peleas con otro gran escritor, Jorge Luis Borges,
pero ¿Por qué su pelea eterna?
- Si bien los dos estábamos en contra del peronismo, él no me perdono el que yo en
una entrevista radial haya difundido los aprietes a los obreros y mi simpatía por toda la
obra de su esposa, Eva.
-Hagamos un cambio, vayamos a lo familiar. ¿Cómo era su vida en el pueblo de Ro-jas?
¿Cómo era usted de chico?
- Soy hijo de Juana María Ferrari y Francisco Sábato, el décimo de once hermanos.
Tengo pocos recuerdos de aquellos tiempos ya más de 90 años pasaron de aquel entonces-riéndose-.
Tengo el triste recuerdo de cuando de pequeño me escondía por temor a mi
padre. Era un niño tímido y cerrado, pasaba las tardes observando a los otros chicos cómo
se divertían por la ventana, aunque siempre me vi como un niño-problema.
-¿Qué importancia tuvo su esposa Matilde en sus obras?
Ella fue mi compañera de toda la vida-mientras miraba al cielo recordándola-, fue la
que me obligaba a escribir cuando no tenía ganas. Fue mi correctora, mi sostén y la que
revisaba todo aquello que yo tiraba, ya nadie ve los dibujos que tiro. Ella muchas veces
14. 13
llevaba mis escritos para presentarlas en las editoriales. Yo siempre creí que debía
aparecer su nombre junto al mío en los libros, pero ella nunca lo aceptó.
-Hablando de esas tan interesantes pinturas ¿Qué lo llevo a comenzar a pintar?
-Fue mi primera pasión desde mi niñez. Por cuestiones médicas me vi obligado a
dejar las letras, mi falta visual hizo que las pequeñas letras ya no las vea entonces volví a
mi primer amor, la pintura, que me calma los nervios y me volví autodidacta.
-Me contaron que usted es muy obsesivo por el orden. ¿Es cierto?
Le cuento para que me conozca un poco más que soy muy obsesivo con el orden,
mis nietos se ríen porque en este mueble-señalándolo- tengo todo clasificado. En cada
cajón guardo cartas de lectores, en otro declaraciones políticas traducciones, trabajos,
entre otras cosas, y me molesta de sobremanera que toquen mis cosas. El orden suele
tranquilizarme.
-Última pregunta, señor. ¿Qué sintió el momento de la muerte de su hijo?
Su cara de interés cambio a una cara larga y llena de tristeza, se produjo un silencio
que parecía eterno hasta que me dijo:-Podríamos omitir esta pregunta. Por favor retírese,
le agradezco el haber venido. Sentí que mi pregunta había arruinado los recuerdos
cuando vi que una lágrima caía de sus ojos- y agregó:- Raquel guie al joven a la salida.
Tomé mi equipo y Raquel me llevó afuera. Con vergüenza agregué: no quise ser
cruel. Ella me miró e hizo una mueca irónica, entendí. Le pedí su número de celular para
poder estar en contacto con ella, me lo dio y me retiré.
15. 14
ELLAS PUEDEN LOGRARLO TODO
Por Milagros Canedo Pero y Fernando Niño Rodríguez Bontempi
Cecilia Grierson (1859-1934),
primera médica argentina.
Había imaginado este día en mi mente. Lo había pen-sado
más como una fantasía imposible, como un anhelo
inalcanzable, una alucinación. Esa misma palabra había
usado mi padre:-Estas alucinando-.
Nos encontrábamos sentados en el comedor, compar-tiendo
una cena con la familia lejana de mi madre, aquella
de gran linaje a la cual veíamos solo escasas veces al año.
En esas ocasiones la fina platería era colocada en la mesa,
mi madre se vestía con uno de sus mejores vestidos de Eu-ropa
y se cocinaban las más exquisitas delicias. Mi padre
me había suplicado que me comportase como una señorita y que no dijera cosas inade-cuadas,
sin duda esto se debía a las fuertes discusiones que habíamos adquirido los
últimos meses por mis pensamientos “inmensamente liberales y de carácter feminista”
para esta sociedad. No entiendo todavía porque, luego de tales advertencias, creí que era
el momento indicado para soltarle lo que me estaba guardando en mi interior desde hace
mucho tiempo:-Quiero estudiar medicina- dije, y las palabras salieron de mi boca como un
grito, con orgullo. La charla ligera que se estaba llevando a cabo hace unos minutos sobre
la increíble inauguración de la Avenida de Mayo y el último terremoto en San Juan ahora
se convertía en un silencio lúgubre.
La Escuela de Enfermeras del Circulo Medico Argentino era, extrañamente para la
sociedad del momento, un mar de mujeres. Estudiar enfermería no era mi gran aspiración
en la vida, pero en defensa de la carrera, la infraestructura del lugar era decente, los
educadores grandes expertos y a decir verdad, el pensamiento de socorrer y auxiliar al
prójimo cuando lo precisaban me cautivaba y atraía. Además mi padre no me había dado
16. 15
mucha opción. Él era un hombre cordial y cariñoso pero también, muy recto y estricto, a
quien le concernía mucho lo que pensaran los demás. Aun así valoraba el esfuerzo que
había realizado para que yo ingresara a la escuela; esta era la única en el país y al ser
escasos los cupos, eran pocos los afortunados en recibir esta educación. Él tampoco
vacilaba en machacarme con esto a todo momento. Pero era cierto detalle el que le irritaba
como piedra en bota. –Es delirante que a una señora se le encomiende la tarea de dirigir
una escuela tan importante, no quiero que Amelia tome estúpidas ideas feministas- eso
había escuchado un mes antes de incorporarme a la escuela, con la oreja pegada a la
puerta de mi habitación, mientras mi padre discutía con mi madre. De la misma manera
pude oír el ultimátum: – Aceptare que ingrese a la escuela pero a la primera tontería que
surja de su boca, analizaremos las posibilidades de otra universidad en el exterior. Así se
hará, sin alteraciones- había expresado firmemente luego de la insistencia de mi madre.
Estábamos en las clases de preparación de Obstetricia cuando una noticia nos asom-bró
y emociono a todas:–Este mes gozaremos del honor de contar con cinco cursos
dictados por la virtuosa Doctora Cecilia Grierson, honrada fundadora de la escuela y
especialista en la Catedra- había anunciado el profesor con entusiasmo. Esto me produjo
mucha intriga, había oído sobre esa gran mujer y las hazañas que había realizado: ser la
primera mujer con un título universitario en toda Latino América, haber participado de la
primera cesárea en el país y claro de lo que todos estábamos al tanto, había fundado esta
escuela aun antes de consagrarse como doctora. Pero, ¿Qué haría mi padre al enterarse?
Grierson y sus ideologías no le agradaban en absoluto… Debía mantener esto en secreto,
bajo todas las circunstancias.
Era lunes en la mañana y me encontraba en la entrada de la sala de Obstetricia, don-de
se llevarían a cabo los cursos. Aguardaba la llegada de las demás estudiantes y claro, de
la mismísima Doctora Grierson. No lograba ocultar mi emoción; había pasado todo el fin
de semana cuestionándome que nos enseñaría esta mujer o si nos platicaría de sus
proezas. Hasta me había tomado la precaución de repasar los temas primordiales de la
catedra ya que, me aterraba la idea de lucir como una ignorante frente a tal importante
17. 16
persona. Ya estábamos ubicadas en la sala, cuando un portazo nos tomó por sorpresa a
todas. Entro una mujer que rondaba los treinta y tantos años, de cara redonda, cabello
castaño recogido y penetrantes ojos azules vestida en un uniforme de enfermera. Tenía
una expresión severa y se había apresurado a sentarse en su escritorio de manera
alborotada. No parecía de ánimos para saludar o presentarse, parecía casi obligada a estar
allí. Repentinamente sus ojos se desviaron hacia mí con una cara de disgusto–Usted- dijo-parece
que se ha tomado la libertad de asistir sin uniforme de enfermera a los cursos de la misma
persona que ha reglamentado su uso obligatorio en esta escuela-. Mi rostro adquirió un rojo
escarlata de la vergüenza. ¿Cómo no había notado que todas se hallaban con sus unifor-mes
excepto yo? No fue, en definitiva, un gran comienzo. Aparentemente no fui la única
que no adoptó una mueca de su parte, parecía ser que su mal genio se debía a su resultado
en el concurso para cubrir el cargo de Profesor Sustituto de la Cátedra de Obstetricia para
Parteras. Así lo expresó con disgusto durante la hora transcurrida:-Fue únicamente a causa
de mi condición de mujer, según refirieron oyentes de los miembros de la mesa examinadora, que el
jurado dio en este concurso de competencia por examen, un extraño y único fallo: no conceder la
cátedra ni a mí ni a mi competidor, un distinguido colega.- Luego nos pidió que leyéramos los
capítulos Uno y Dos del Volumen Uno de Obstetricia y allí concluyo la primera clase.
Debo aceptar mi decepción en aquel momento, no era lo que me había imaginado, en
absoluto.
La segunda clase, el lunes siguiente, Grierson se presentó de mejor humor, probando
que, la hipótesis de que el tiempo sana gran parte de los enojos, era verdadera. Esta vez
comenzó con más optimismo y algún que otro recuerdo melancólico: -Creo que nací para ser
maestra, recuerdo algunas escenas desde los dos años de edad, donde siempre en mis juegos era una
maestra- había comentado con una sonrisa en el rostro- Sin embargo, un penoso episodio
transformo mi deseo. Tenía una amiga, Amelia Kenig, distinguida compañera, de noble espíritu,
cuyo organismo se hallaba minado por una lenta enfermedad. Creía que podría salvarla poseyendo
los conocimientos necesarios, es decir, siendo médica ¡Vana ilusión! Murió algunos años después
que obtuve el diploma anhelado.- Aquel hecho me había llegado al corazón y también
18. 17
comprendí porque Cecilia había sonreído cuando le dije mi nombre al principio de la
clase. Esta mujer era realmente sabia, era extraordinaria la inmensidad de conocimientos
que poseía, de igual forma exigente, a la tercera clase ya contábamos con más de la mitad
de los conocimientos de la Catedra.
En la cuarta clase compartió con nosotros sus experiencias vividas a principios de
1886, cuando la ciudad de Buenos Aires fue azotada por la tercera epidemia de cólera del
siglo y la Asistencia Pública requirió la colaboración de todos los estudiantes de medicina.
En la Casa de Aislamiento Cecilia había trabajado como ayudante junto al Dr. Penna y el
Dr. Estévez:-"Los días agotadores pasados en la casa de Aislamiento me hicieron concebir la idea de
educar a enfermeras, puesto que no había quien respondiera a las necesidades de los enfermos.- dijo.
Había resaltado también que el mejor medio de proporcionar alivio a los que sufren era
colocar a su lado personas comprensivas, afables y capacitadas que puedan colaborar con
el médico en la lucha por recobrar la salud. En la sexta clase Cecilia había fomentado su
pensamiento sobre la posibilidad de que las mujeres pudiesen disponer de sus propias
ganancias o formasen parte de sociedades civiles o mercantiles, lo que me parecía muy
coherente. Admiraba la valentía que poseía para dialogar y discutir sobre lo que nadie se
animaba a hablar. Yo había comentado al pasar sobre estos pensamientos en la cena y a mi
padre no pareció agradarle mucho el hecho. Me había fulminado con la mirada y mi
madre se había mostrado indiferente mientras se levantaba para dirigirse a su habitación.
Era la última clase y todos nos descubríamos con cierta nostalgia, funcionábamos
bien como grupo y finalmente, a pesar de haber iniciado con el pie incorrecto nos
habíamos encariñado con la presencia de Grierson. Ya habíamos entregado nuestros
trabajos finales y cada uno tomaba sus materiales para retirarse cuando Cecilia me llamo a
su pupitre: ¿Hay algo mal en el reporte?- pregunte preocupada. –No- contesto ella sonriendo-es
solo que quería decirte algo importante antes de que te retiraras. Amelia, eres buena como
enfermera, pero, ¿Es eso lo que verdaderamente anhelas? Yo creo que tienes la valentía necesaria
para lograr ser una médica, aunque no te prometeré que será un camino fácil, yo veo en ti, un reflejo
de mí, yo misma sufrí la ridiculización y el aislamiento por ser la única mujer de la Facultad y hasta
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el día de hoy sigo pasando por esto, intenté inútilmente ingresar al Profesorado de la Facultad en la
sección en la que podía enseñar pero ya sabes, para las mujeres esto es una batalla y yo creo que tú
puedes vencerla. ¿Por qué no lo intentas?- Se me llenaron los ojos de lágrimas, solo logre decir
gracias y retirarme.
María Amelia del Valle. Es entonces cuando oigo mi nombre y eso me trae de vuelta al
presente, a donde estoy ahora. Me aterro, mis piernas comienzan a temblar y no compren-do
cómo estoy llegando al escenario. Es allí donde me encuentro con rostros conocidos, los
cuales he visto repetidas ocasiones en los últimos meses. Allí está el director de la
Universidad, varios de mis profesores y para mi sorpresa, la Doctora Grierson. No puede
ser, pensé, ella se encontraba en Europa desde hace mucho tiempo participando de
Congresos de Mujeres y desempeñando cursos de perfeccionamiento allí; froté mis ojos,
talvez las largas noches de estudio estos últimos días estaban afectando mi vista. Pero no,
Cecilia estaba allí verdaderamente y ahora extendía su brazo hacia mi entregándome mi
diploma. Lo tome con mis manos temblorosas, lo tome con todas mis fuerzas, con
desesperación, como si de eso dependiese mi vida. En parte así lo era, la medicina y todo
lo que brotaba de ella era parte de mí, el hecho de sanar a los demás, el maravilloso acto de
salvarle la vida a una persona era lo que llenaba mi espíritu. Cecilia me abraza con alegría
y puedo notar el orgullo en su mirada, me habla el oído para que solo yo pueda oírla:
“Amelia del Valle, enfermera y médica, nosotras, las mujeres, sí que podemos lograrlo
todo”.
20. 19
Juan José Castelli (1764- 1812), abogado
y político argentino.
EL ORADOR DE MAYO
Por Mora Antunez y Tomás Moirón
Mi nombre es Pedro Castelli y vengo a contarles
un poco de la vida de mi padre, Juan José Castelli.
Él nació en Buenos Aires el 19 de julio de 1764.
Fue el primero de los ocho hijos de mis abuelos Ángel
Castelli Salomón y Josefa Villarino, a través de la cual
estaba emparentado con Manuel Belgrano, de quien
era primo.
Se casó con mi madre María Rosa Lynch con
quien tuvo seis hijos.
Mi padre, un hombre culto y polifacético, entró
en contacto con los patriotas revolucionarios y colaboró en el Semanario de Agricultura, en
la Sociedad Patriótica y en la Real Sociedad Universal de la Argentina. Se lo reconocía
como el “orador de mayo” por una fuerte participación en dicha revolución. Cuando llegó
la noticia de la caída de la Junta de Sevilla en poder de los franceses, el grupo de mi padre
y Belgrano dirigió el proceso que llevaría a la nombrada como “Revolución de Mayo”. Él y
Saavedra eran los líderes más notorios de esos días, lo que hicieron en primer lugar fue
descartar la idea de expulsar a Cisneros por la fuerza.
Esa semana de Mayo testigos y protagonistas de esos días lo mencionaron en multi-tudes
de distintos lugares y actividades, negociaron con los hombres del Cabildo en casa
de los Rodríguez Peña participando de la planificación de los pasos a seguir por los
criollos, en los cuarteles arengando a las milicias, visitaron el Fuerte para que su presencia
sirviera como presión a Cisneros. El mismo Cisneros, al describir los acontecimientos al
Consejo de Regencia, lo llamó “el principal interesado en la novedad”, es decir, en la
revolución.
21. 20
Mi padre, insistía en todas sus reuniones con la idea de que, a falta de una autoridad
legítima, la soberanía regresaba al pueblo y este debía gobernarse a sí mismo. Más
adelante se impuso la idea de destituir al virrey, pero como Buenos Aires no tenía
autoridad para decidir unilateralmente la nueva forma de gobierno, se elegiría a un
gobierno provisorio, en tanto se solicitaban diputados a las demás ciudades para tomar la
decisión definitiva. Sé que hubo diferencias sobre quién debía ejercer ese gobierno
provisorio, algunos sostenían que debía hacerlo el cabildo, y otros que debía elegirse
una junta de gobierno. La tensión crecía, el mal humor y la desconfianza enarbolaban la
bandera del fracaso. Para unificar criterios en dichos momentos desesperantes, mi padre
se plegó a la propuesta de Saavedra de formar una junta, pero con el añadido de que el
síndico procurador del cabildo, Julián de Leiva, tuviese voto decisivo en su formación.
Con esto buscaba sumar a los antiguos partidarios de Álzaga, como Mariano Mo-reno,
Domingo Matheu y el propio Leiva.
Sin embargo, el poder que recibió Leiva le permitió realizar una maniobra que mi
padre no había previsto. Aunque se aprobó el cese de Cisneros como virrey, Leiva
conformó una Junta con Cisneros como presidente. Los otros miembros habrían sido el
cura Juan Nepomuceno Solá, el comerciante José Santos de Inchaurregui, del partido
español, y Saavedra, junto con mi padre en representación de los criollos. El grueso de los
criollos rechazó el proyecto, no aceptaban que Cisneros permaneciera en el poder aunque
fuera bajo otro título; desconfiaban de las intenciones de Saavedra y estimaban que mi
padre, solo en la junta, poco y nada podría lograr. Él y Saavedra renunciaron ese mismo
día y la Junta organizada por Leiva no llegó a gobernar.
Recuerdo que una noche los dirigentes criollos se reunieron en la casa de Rodríguez
Peña y redactaron una lista de integrantes para una junta de gobierno que se presentó el 25
de mayo, mientras que French, Beruti, Donado y Aparicio ocuparon con gente armada, la
plaza y sus accesos. La lista agrupaba a representantes de las distintas extracciones de la
política local. Lezica informó finalmente a Cisneros que había dejado de mandar. En su
lugar asumió la Primera Junta, Saavedra.
22. 21
Mi padre y Moreno se habían vuelto grandes amigos ya que juntos encabezaron las
posturas más radicales de la junta.
Siempre contaba que la primera medida que tomaría en la junta seria expulsar a Cis-neros
y a los oidores de la real audiencia diciéndoles que sus vidas corrían peligro,
enviándolos de regreso a España.
Esto fue un poco de su participación en la Revolución de Mayo, ahora solo me queda
contarles un breve y triste fin de esta historia, o por lo menos yo lo escribo así.
Lamentablemente, por la noche del 11 de octubre de 1812, en la parroquia de la Mer-ced,
recibió todos los sacramentos, pidió papel y lápiz y escribió: “Si ves al futuro, dile que
no venga”. Así, “el orador de la revolución” murió de cáncer de lengua en las primeras
horas del 12 de octubre.
23. 22
LA PRIMERA FEMINISTA, REVOLUCIONARIA Y EDUCADORA DE LAS PROVIN-CIAS
Juana Paula Manso (1819- 1875),
escritora y activista del feminismo
en la Argentina
UNIDAS DEL RÍO DE LA PLATA.
Por Martín Castro y Daniela Hammerschmidt
Juana Manso falleció el 24 de Abril de 1875 y sus dos
hijas Eulalia y Herminia, en 1885 (a diez años de su
fallecimiento), quisieron rendirle homenaje a su madre
organizando una reunión, en la casa de su hija mayor,
Eulalia. Concurrieron familiares, discípulos, conocidos e
incluso Sarmiento; quienes buscaron exaltar las virtudes
maternas: amor a la educación y libertad de la mujer, que
hasta esa época no se tenían en cuenta.
Sus hijas en dicha reunión, decidieron narrar los he-chos
más destacados de su madre.
-Ella dedicó toda su vida a mejorar la educación.- Ex-preso
Herminia, mientras servía té a los invitados. –creía
que con una escuela limpia, alegre y luminosa, ayudaría a despertar el interés por
aprender, a los niños.
-Cuando se exilió a Brasil, luego de haber estado en Montevideo, dictó clases a fami-lias
acomodadas, como la mía.- Explicó unos de los discípulos de Juana.
-Cuando nos conocimos, fui quien la ayudó y apoyó, nombrándola directora de una
escuela de niños y niñas.- expresó Sarmiento, mientras buscaba algunos papeles que había
traído con él.
-También le presentó a Domingo nuevos planes de estudio y la idea de crear jardines
infantiles y bibliotecas populares, para así ayudar a los niños en su estudio.- Explicó
Eulalia luego de sentarse en uno de los sillones libres.
-Escribió libros, como “El compendio de la historia Argentina del Río de la Plata”, y
tradujo obras de educación.
24. 23
-Dirigió los “Anales de la Educación Común”, que fue una publicación que había
creado para fomentar la educación.- dijo Domingo estirando, unos ya doblados, recortes
de diarios.
- Creó un periódico, de poco éxito, “El Álbum de Señoritas”, donde expresó sus
ideas de educación, igualdad de sexo, libertad religiosa y defensa de los pueblos origina-rios.-
comentó la menos de las hermanas mientras mostraba algunas de las publicaciones.
- Desde joven fue independiente y participaba de reuniones con escritores, donde
exponía sus opiniones e ideas.- opinó unos de los familiares más cercanos a ella.
-Cuando ya faltaban pocos días para que falleciera y aunque ya no tuviese fuerzas,
nos leyó y escribió, en una ya vieja hoja que todavía guardamos, las palabras que quería
que grabásemos en su lápida:”Aquí yace una argentina que, en medio de la noche de la
indiferencia que envolvía a la Patria, prefirió ser enterrada entre extranjeros antes que
profanar en santuario de su consciencia”.
- Dos días antes de su muerte, el mismo día en que le pidieron que negara su fe, a lo
cual ella rechazó, prefirió ser enterrada en el Cementerio Inglés, nos volvió a recordar
aquellas palabras…, con una sonrisa se despidió involuntariamente de nosotras.
Juana Manso, maestra por excelencia, la cual tuvo que luchar con enjundia para imponer sus
ideas.
25. 24
LAS HAZAÑAS DE IGNACIO PIROVANO
Ignacio Pirovano (1844- 1895),
cirujano argentino.
Por Constanza Ferraro y Fabricio Pastor
Todas las tardes se desarrollaban con tranquilidad,
el sol escondiéndose tras los árboles dejando sus últimos
rayos sobre la terraza, los infaltables mates, las anécdotas
y largas charlas; pero esta tarde, las cosas no fluyeron
con normalidad.
Había pasado unos veinte, veinticinco minutos in-tentando
tranquilizarlo, rescatarlo de aquella situación.
Alcanzó altas temperaturas de fiebre, tuvo alucinaciones,
pasó largos períodos llorando, gritó hasta cansarse, reali-zó
movimientos bruscos… estaba bajo un comportamien-to
que, si mi memoria no falla, jamás había tenido, exceptuando la muerte de su madre,
pero ese es mi único recuerdo de un estado semejante. Claro que tras haber compartido
con él años de trabajo, estudio, además de observaciones y conocimiento acerca de cómo
tratar este y muchísimos tipos de problemas respecto a la salud, y teniendo en cuenta toda
su sabiduría que me compartía diariamente yo, era quien mejor que nadie, sabía tratar la
situación manifestada.
Mi cariño hacia su persona era inmenso, y por todos aquellos motivos y este, era que
había aceptado este tan importante papel en su vida que llegaba a su fin con el paso de los
días; ser quien cuidara a Ignacio Pirovano hasta que llegara su momento final. Lo cierto es
que tras grandes épocas de trabajar juntos, yo sabía perfectamente la forma en la que
hubiese reaccionado él frente a un hecho de este tipo, pero aún así, no comprendía qué
podría llegar a estar pasando en su interior que le causase tal malestar. Y es que era
exactamente en esos momentos en los que en mi mente transcurrían los pensamientos que
justificaban todas mis preguntas, ya que fue uno de los médicos más prestigiosos de
nuestro país, y al haber tenido que retirarse tras el cáncer que lo atormentaba día a día, y el
26. 25
cual ya había debilitado toda esperanza posible por recuperarse, no me quedaban dudas
acerca de su actitud, y su visión negativa ante la situación que estaba viviendo.
Lo entendía, respetaba e intentaba de ayudar como pudiese. Realmente, quien quiera
que lo piense, es irónico cómo un médico de su clase, que dedicó todos y cada uno de sus
días buscando un avance, un progreso, un nuevo descubrimiento para la ciencia, una
ayuda hacia los demás, una nueva cura, una persona que no pasó ni un momento sin
encabezar un nuevo estudio, que contó con el apoyo de su familia, quien consiguió
innumerables premios y distinciones, el que tuvo el apoyo del gobierno para poder
realizar avances y estudios en otros países, en fin e intentando de resumirles una pequeñí-sima
porción de todo lo que logró Ignacio, alguien que se dedicó exclusivamente a lo que
amara, se encontrara luchando por el resto de su vida, con el peor final anunciado posible
para un médico; morir por una enfermedad terminal, incurable, irreversible. Al fin y al
cabo, logre tranquilizarlo, como acostumbraba a hacer, recordándole todo lo que le había
dejado a este mundo y todos los logros que había conseguido.
Sentía ir y venir las palabras y pensamientos que fluían por mí, como en microse-gundos,
hasta que, de repente, fueron interrumpidos por un extraño y fuerte ruido.
Inmediatamente, salí disparado del comedor, subí la escalera lo más rápido que pude y
abrí la puerta de la habitación principal, su habitación. Mi instinto me decía que se había
roto algún objeto, o caído alguna vasija, y que mi compañero continuaría durmiendo con
tranquilidad. Fallé. Al ingresar a la habitación, me encontré con una situación que
realmente me paralizó; se había caído de la cama, estaba llorando desconsoladamente,
recuerdo ese momento como uno de los más tristes que viví. Sinceramente, pensé que no
había marcha atrás. Lo tomé entre mis brazos, lo acomodé nuevamente en su cama, e inicié
otra de nuestras largas conversaciones, esta vez le pregunté qué le estaba ocurriendo con
sus comportamientos, a lo que me respondió:
“¿Cómo? ¿Cómo me voy a sentir? Si pasé cada día de mi vida entregándolo todo por
mi meta, mi sueño, mi carrera. Llegué al país en busca de trabajo, y traigo conmigo
muchísimo más que eso. Lo que estoy pasando es de lo más complicado que he pasado,
luego de entregarlo todo, e incluso habiendo alcanzado muchos de mis sueños, tener que
27. 26
renunciar a ellos por una enfermedad de la cual no puedo hacer nada al respecto, me mata
más que ella en sí. Siento una gran presión por salir adelante, lo necesito. Es una gran
responsabilidad para mí poder seguir logrando beneficios en las personas, curándolas,
salvándolas, o mínimamente apoyándolas. Que tanto mi padre como mi abuelo hayan
sido médicos aumenta este deseo aún más, me da más auto exigencia, pero todo es inútil,
nada puedo hacer ya. Hice todo lo que tuve a mi alcance a lo largo de toda mi vida, desde
trabajar como farmacéutico, hasta llegar a ser practicante del Doctor Francisco Muñiz en la
Guerra del Paraguay en 1865, incluso durante las epidemias de cólera y fiebre amarilla.
Lo que más marcó mi vida fue mi logro de perfeccionar la utilización de la
asepsia en la cirugía argentina y realizar la primera laparotomía del país, y haber educado
y formado como personas a un gran número de gente, lo que me valió el título de ser el
“Padre de la Cirugía Argentina”. Cada vez que cuento esto se me llena de orgullo el alma.
Mi mayor agradecimiento, además de a mi familia y personas cercanas, se lo
debo a las instituciones que me enseñaron y formaron, a el Colegio Nacional de Buenos
Aires, y a la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, en donde
realicé mis estudios.
Me especialicé en cirugías de cabeza, cuello y extremidades, pero mi trabajo
no solo trascendió en quirófanos, sino en mi vida en sí.
No tengo nada que reprochar en tanto a mi estilo de vida, mis logros, mi desa-rrollo.
Considero haber tenido una vida muy exitosa y ejemplar, claro que antes que se
haya manifestado mi cáncer. Conté con todo el sostén posible de muchísimas personas,
hasta del Estado, que me garantizó becas y permisos para realizar estudios en Europa,
donde también logré avances…”
No dejaba de pensar por qué me estaba contando fragmentos de su vida sin parar, ya
estaba comenzando a creer que había perdido la razón, especialmente porque yo ya sabía
absolutamente toda su vida, y no lograba comprender lo que estaba ocurriendo. Y sí…no
lo pude evitar, me emocioné, un lagrimón recorrió mi mejilla sin disimulación. Para
procurar aclarar mis dudas, inquieto le pregunté si se sentía bien, por qué estaba tan
28. 27
emocionado, hasta le coloqué mi palma en la frente para asegurarme que no tuviera fiebre.
Lamentablemente, las historias felices no siempre tienen un final feliz, y esta resultó ser
una de ellas.
Volteó su mirada hacia mí, era un nuevo recuerdo, estaba perdido en otro tiempo.
Sus pupilas cambiaron de rumbo y se perdieron en mi mirada. De repente cayó en mis
brazos. Lo perdí debajo de una lágrima.
LAS AVENTURAS DE ALICIA MOREAU DE JUSTO
Por Carolina Rodríguez y Matías Pacheco
Alicia Moreau de Justo (1885 Londres- 1986),
médica y política argentina.
Era una fría mañana de invierno en Buenos
Aires. En una pequeña casa pero cálida, vivía
Alicia y sus tres hijos, Juan, Luis y Alicia; con
María y Jorge, ambos nietos de su única hija.
Hacía muchos años ya que Juan Bautista
Justo, su esposo, había fallecido, así que los úni-cos
hombres de la casa trabajaban desde muy
temprano hasta el anochecer, todos los días, ex-ceptuando
los domingos.
Ali, su hija menor, se encargaba de cuidar a su madre, limpiar la casa. Se levantaba
bien temprano para preparar el desayuno. Aunque para ese entonces ya la mayoría sus
vecinos ocupaban las modernas cafeteras de la época, Juan prefería no gastar sus pocos
ingresos en bobos electrodomésticos; por lo que Ali ponía el café molido en la media, la
colocaba en una hermosa jarra de porcelana, heredada de su madre, y la colaba con agua
caliente. Y sobre la mesa, junto al café, un gran paquete de galletitas Chocolinas, las
preferidas de los hombres de la casa.
Cuando Juan y Luis se marchaban, Alicia preparaba en una mesita plegable, un ter-mo
de agua caliente, una bombilla y un mate, que cebaba con la mejor de las yerba
29. 28
comprada por sus hermanos; dos tarritos de azúcar y un gran platón con bizcochitos de
grasa, completaban la mesita que subía, rutinariamente, al cuarto de su madre.
Pasaban horas hablando de varias cosas sin sentido y tomando mate. Era algo que
ambas tenían en común y les encantaba.
Un día, María, buscando una pelota para jugar con su hermano encontró una caja en
el sótano de la casa con varias revistas del nombre Socialista Internacional. Donde Alicia,
su abuela, había publicado artículos sobre educación y política. También había un título en
medicina y muchos diarios con el titulo de: “El voto femenino ya es legal” en los cuales
aparecía el nombre de su abuela y ella no entendía por qué. Así que muy intrigada se
levantó del suelo, limpió sus pantalones llenos de polvo, y, rápidamente tomó la caja. Bajó
por las escaleras, y corriendo hacia el cuarto de Alicia, entró sin pensarlo, sin previo aviso.
Alcanzándole a su abuela la vieja caja, muy curiosa, preguntó sobre las revistas que había
dentro. Y fue cuando notó que una sonrisa más emocional de lo normal, se reflejaba en su
rostro.
Alicia, con una mirada orgullosa, la incentivó a sentarse a un costado de la cama.
Con los ojos iluminados, sacó las cosas de la caja y empezó a contarle un sin fin de
historias…
“En el año 1890 con mi familia nos mudamos de Londres y partimos hacia argentina.
Con tan solo once años, participé en el primer congreso internacional del libre pensamien-to
con un trabajo sobre “educación y revolución”. Obviamente era un caso especial, pero
mi padre quien inició un negocio en una biblioteca, me daba acceso a los libros que
quisiera, era una oportunidad única, por lo que me pasaba mi tiempo leyendo y apren-diendo.
Ingresé a la Facultad de Medicina, siguiendo el ejemplo de Cecilia Grierson la prime-ra
médica argentina.
Publiqué varios artículos sobre educación y política en la Revista Socialista Interna-cional,
como habrás visto.
30. 29
Obtuve el título de médica graduándome con honor con mi famosa tesis: "La función
endócrina del ovario". A pesar de que no fue uno de mis mayores logros, fue una meta
más que pude cumplir, y algo de lo que estoy muy orgullosa.
Me desempeñé como ginecóloga y profesora de la Universidad Nacional de La Plata.
Luego, me convertí en cofundadora de la Unión Feminista Nacional que tenía como idea
organizar a las mujeres para obtener la igualdad de derechos que los hombres. Cree el
Comité Femenino de Higiene Social, con el fin de combatir la trata de blancas. Este
progreso me hizo muy feliz, era un logro más, cada vez más cerca de mis expectativas.
Me casé con tu abuelo en el año 1921, Juan Bautista Justo, todo un hombre. Aunque
no llegaste a conocerlo puedo asegurarte que era un gran hombre y hubiera sido también,
un gran abuelo, contento de compartir recuerdos con su hermosa nieta.”
Sonriendo muy contenta, acarició la delicada y bella cabellera de su nieta, quien ha-bía
enrojecido de felicidad con apenas unos cariños de su abuela.
María con una cara de intriga tratando de imaginar a su difunto abuelo, se atrevió a
preguntar cuántos años habían estado casados.
Alicia cerró los ojos, como si la nostalgia la perdiera en la realidad e hiciera que olvidara la
pregunta de su nieta pero al cabo de unos segundos contestó:- Fueron tan solo siete cortos
años, pero los mejores de mi vida y aunque esa felicidad haya sido corta, me ha dejado al
cuidado de tres hermosos ángeles.
Se quedó pensando con la mirada perdida y agregó:
“Comencé un proyecto, que fue presentado por el socialista Mario Bravo, en la Cá-mara
de Diputados para establecer el sufragio femenino, pero fue rechazado por la amplia
mayoría de los conservadores.
En mi lucha pacífica, viajé a París, en representación de Argentina, a las Primeras
Conferencias Internacionales de Mujeres por la Paz. Ese mismo año se aprobó la Ley que
permitía el voto femenino. Al fin, había logrado mi principal objetivo y mis ideales como
cofundadora del Unión Feminista Nacional.”
“Y esa fue una breve historia sobre mi larga vida”, comentó Alicia.
31. 30
María quien con dificultad había logrado entender toda su historia, había quedado
maravillada y orgullosa de tener a una abuela tan intelectual e importante para la historia
y la sociedad igualitaria, de la que ahora disfrutaba y nada más y nada menos, gracias a
ella.
En un día caluroso, exactamente el 12 de mayo de 1986, Alicia dio su último suspiro
y sus palabras finales dirigidas sus amados nietos. Ellos no supieron qué pasaba en el
momento, pero al ver su rostro de satisfacción y su reposo en la cama, donde no salía
desde hace meses, sonrieron agradecidos y orgullosos de su abuela. Así, dejando la mesita
plegable al lado de su lecho, con el típico desayuno, se retiraron de la habitación esperan-do
volver a verla al despertar de una siesta de la cual, aunque no supieron en ese entonces,
jamás despertaría.
Años más tarde, la ciudad de Buenos Aires la homenajeó dando su nombre a una de
las avenidas más importantes de Puerto Madero y otorgándole el título de Ciudadana
ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.
La Fundación Alicia Moreau de Justo estableció el premio Alicia Moreau de Justo
para la Mujer del Año, que se ha transformado en uno de los más prestigiosos del país.
En la actualidad, múltiples organizaciones, entidades, escuelas y hospitales llevan su
nombre.
Moreau es consideraba como una «luchadora incansable» por los derechos de las
mujeres.
En un reportaje a la revista Gente en mayo de 1974, el entrevistador le preguntó:-
¿Qué le gustaría que le escribieran algún día como epitafio?, a lo que Moreau respondió:
«Aquí yace una gran luchadora contra molinos de viento».
32. 31
Aimé Painé (1943-1987), cantante
mapuche-argentina
AIMÉ PAINÉ: SU MÚSICA, SU ARMA
Por Maite Alvarez y Erik Klausch
En una región de la provincia de Río Negro, se daba
origen a una antigua tribu mapuche, donde vivía Aiwé,
quien se destacaba por sus artesanías, viuda y madre de dos
niños, tejía recostada sobre una pila de paja.
Su día se desarrollaba con normalidad, sus hijos co-rrían
de un lado a otro, junto a los demás pequeños de la
tribu y los hombres se distribuían cada uno en sus tareas.
No esperaba que nada la sorprendiera aquella tarde,
pero cerca del atardecer recibió una visita inesperada.
Aimé Painé, su prima, regresaba de Bueno Aires.
Aiwé permaneció en silencio unos cuantos segundos.
Inmediatamente la hizo pasar a su choza. No sabía qué
decir, su curiosidad la abrumaba, quería saber todo sobre la vida de su prima en Buenos
Aires, pero también deseaba conocer el motivo de su visita.
-¡Siéntate prima querida! - Exclamó Aiwé todavía asombrada - ¿Cómo has estado
todo este tiempo? A esta antigua tribu han llegado muchos rumores sobre tus andanzas,
me alegra que estés aquí y espero que me cuente todo, ya que, si te acuerdas, no pude
hablar mucho contigo la primera vez que viniste, debido a que tuve que asistir al funeral
de mi marido..
Aimé se acomodó en un viejo banco y comenzó su relato:
-Tú sabes, luego de ser adoptada, a los tres años, mi vida cambió su rumbo y fui
criada en Buenos Aires, en la ciudad de Mar del Plata.
Aquella era una pequeña ciudad, atestada sus calles de, si mal no recuerdo, Fords
modelo T, los autos más populares en ese entonces, ¡Hasta mi padre tenía uno!. En los días
libres, los adultos se reunían en Riñas de Gallos, donde realizaban apuestas. Mi padre
33. 32
siempre asistía a esos eventos. Por otro lado, mi madre y yo concurríamos a diario al
Almacén Lafranconi, que era muy popular en aquella época. Pero esta ciudad cambiaba
considerablemente cuando era Enero o Febrero; se podía ver muchas personas caminado
sobre la nueva rambla con sus sombrillas japonesas y visitando el Hotel Bristol en donde
se brindaban conciertos a los turistas que visitaban esta ciudad.
En un momento Aiwé interrumpe y pregunta con un tono de intriga:
-Pero… ¿Qué es Rambla y dónde queda el Hotel Bristol?
Aimé respondió esbozando una pequeña sonrisa:
-Bien, la rambla es un paseo donde hay comercios de ropa, lugares para comer y
también para tomar algo, un lindo paseo para disfrutar y, retomando la pregunta del
Hotel Bristol, es un hotel muy famoso que queda muy cerca de la playa, pero antes de
llegar a ella uno tiene que atravesar una gran avenida.
Aiwé la interrumpe nuevamente y, por un tema que la aqueja, pregunta:
-¿Cómo era tu relación con tus padres y amigos? .Porque he sabido que la gente de
afuera nos margina
Por lo que Aimé responde:
Con mi familia éramos unidos y pasábamos buenos momentos, pero a medida que
crecía, en el colegio todo cambiaba.
Mis compañeros me aislaban por ser aborigen, de lo cual yo estaba orgullosa, pero
para una niña tan pequeña recibir ese maltrato era agobiante. Por mucho tiempo me sentí
ahogada en mí misma, hasta que recibí la ayuda de Sor María y descubrí que mi refugio se
encontraba en la música, más específicamente en los cantos gregorianos.
Cuando terminé mis estudios, a los 29 años, viajé a la capital de Buenos Aires, en
donde formé parte del Coro Polifónico. Pensé que aquella, sería la mejor etapa de mi vida,
ya que mi sueño siempre había sido poder dedicarme a la música.
Sin embargo, no fue así, Los demás integrantes del coro, me despreciaban por mis
raíces mapuches, pero ello nunca me afectó, me daba fuerzas y me alentaba a querer saber
más sobre mi familia biológica.
34. 33
Fue entonces cuando emprendí mi primer viaje a estas tierras ¿recuerdas?. Ese año
supe que mi abuelo, perdón, nuestro abuelo, era el gran Cacique Lonco Painé. También te
conocí a tí, a tu maravillosa familia y me sentí orgullosa de ser una más de ustedes. Todos
los días agradezco su aceptación y su disposición a enseñarme sus costumbres. Luego de
esto, cambié mi nombre de Olga a Aimé. Quería llevar siempre conmigo algo que me
identificara como lo que verdaderamente era, una integrante de la tribu mapuche.
Lamentablemente ,tuve que regresar a Buenos Aires, en tiempos difíciles para el
país..
-¡Cierto! - Interrumpe Aiwé con el ceño fruncido - Fue la época de la dictadura mili-tar,
en el año 1970 si mal no recuerdo. Tiempos complicados para nuestra tribu...Tú sabes
las injusticias que vivimos…
-Claro que lo sé Aiwé, por eso mismo me enfrenté a ellos con mi música, no podía
quedarme de brazos cruzados sabiendo que nos quitaban nuestras tierras y faltaban el
respeto a nuestras culturas. - Añadió Aimé.
Un profundo silencio ahogó aquel cuarto, justo cuando entraron Newén y Suyay, los
hijos de Aiwé, que peleaban por quien había ganado en el Awarken, un antiguo juego
mapuche.
-¡Niños, basta ya! ¿No ven que hay visitas? -Exclamo Aiwé enojada.
Los niños se disculparon y salieron rápidamente.
-Discúlpalos - Aiwé vuelve la vista a Aimé - aún son pequeños...
-No te disculpes, son adorables - se reincorpora Aimé - ¿En qué estábamos?
-No lo recuerdo. Cuéntame sobre tus viajes -Dijo Aiwé emocionada.
-En el año 1987,si mi memoria no falla, emprendí un gran viaje a Europa, allí visité
las ciudades de Ginebra en Suiza y Londres, para debatir sobre las poblaciones indígenas.
Fue una gran experiencia ya que nunca había salido del país. -Cuenta Aimé
-Qué increíble que puedas representarnos por todo el mundo de esta forma, es un
verdadero orgullo para todos nosotros -Interrumpe Aiwé -y dime ¿qué te trae hoy por
estos rumbos?
35. 34
-Además de que extrañaba estas tierras, vine a contarte que fui convocada para hacer
un programa en Paraguay -Explica Aimé - y no me han dicho por cuánto tiempo debo
quedarme. No quería irme sin despedirme de ti.
A los 44 años, Aimé Painé muere grabando un programa en Asunción, Paraguay,
debido a una hemorragia cerebral.
Cuando su prima Aiwé, recibe esta dolorosa noticia, pide que sea sepultada junto a la
tumba de su padre, Don Segundo Painé. En los últimos tiempos, los mapuches continúan
su lucha por el reconocimiento de sus legítimos derechos sobre su territorio, por la
protección de sus costumbres tradicionales y por la recuperación de su identidad como
pueblo indígena.
36. 35
3°año INSC
Algo Habrán Hecho- 1° ed. Buenos Aires, INSC, 2014.
ISBN XXX-WWW-BBB-ZZZ-AAA
1. Antología literaria
2014, INSC Ediciones SA
Edición al cuidado de Solange Bartos y Patricia Golan
Diseño de Tapa: Solange Bartos
ISBN: XXX-WWW-BBB-ZZZ-AAA
Impreso en Impresiones INSC// Roque Pérez, Coghlan
en el mes de noviembre de 2014.
Hecho el depósito que marca la ley 00.000
Impreso en Argentina