1. Lecciones de Liderazgo desde el hielo
Historia de una aventura imposible
“Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo.
Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro
constante. No se asegura el retorno con vida. Honor y
reconocimiento en caso de éxito”.
Éste era parte del texto que el explorador Ernest
Shackleton insertó en la prensa británica en 1913, buscando
reclutar una tripulación con la que afrontar un enorme desafío:
atravesar por primera vez la Antártida. Pese a la crudeza y
sinceridad del anuncio, Shackleton recibió unas 5.000
solicitudes, lo que es una buena muestra del interés que
despertó el reto. Sin embargo, la expedición jamás consiguió su
objetivo, pues lo que inicialmente serían 120 días de marcha
sobre el hielo, acabó convirtiéndose en un calvario de 21 meses
en condiciones extremas y privaciones inimaginables.
Afortunadamente, los 28 hombres que partieron consiguieron
volver, escribiendo una de las páginas más extraordinarias de la
exploración polar.
Ernest Shackleton no era un explorador novel. En 1909 él y otros tres compañeros habían quedado a
tan sólo 180 kilómetros del Polo Sur, con lo que establecieron una nueva marca de aproximación al polo
magnético, aunque debieron desistir por el frío y la falta de alimentos. En esta travesía Shackleton
demostró sus dotes de líder y forjó una tremenda camaradería con su tripulación, por lo que adquirió el
sobrenombre de “El Jefe”. A su vuelta fue nombrado caballero y recibido como héroe.
El logro de llegar al Polo Sur no fue para un británico, ya que en 1911 Roald Amundsen, un explorador
noruego, batió por 35 días a Robert Scott el enviado por los británicos para conseguirlo. Amundsen
alcanzó el éxito gracias a una cuidadosa preparación previa y a una gran estrategia, pues utilizó para el
transporte perros de raza groenlandesa que se adaptaron sin dificultad al medio. Además, no dudó en
sacrificar algunos canes a mitad de expedición para alimentar al resto y dejar un depósito de carne para
consumir a la vuelta; así, aminoró el peso en el trineo, pues no necesitaba tantas raciones de alimento.
De hecho, partió con 52 perros y volvió con sólo 11, tras 99 días de viaje de ida y vuelta. Un trabajo
sencillamente impecable. Mientras, Scott utilizó principalmente caballos mongoles que debían de
acarrear su avena en el trineo, lo que exigía un mayor esfuerzo de los animales. Desgraciadamente, los
caballos murieron, pues el sudor se les quedaba en la piel y se les congelaba, lo que condenó a los
expedicionarios a arrastrar sus trineos. Scott y su equipo llegaron al Polo Sur, donde encontraron una
2. carta de Amundsen y la bandera noruega, lo que les desmoralizó. A la vuelta perecieron todos. Al
menos, Inglaterra los aclamó como héroes.
La llegada al Polo Sur no rebajó el interés del público en la expedición antártica. En ese escenario
Shackleton lanzó una idea que encandiló a los medios de comunicación: llevar la bandera británica a
través del continente, desde el mar de Weddell hasta el mar de Ross, lo que disparó el entusiasmo y le
permitió recabar los fondos necesarios. Así, el 8 de agosto de 1914 partieron del puerto de Plymouth a
bordo del navío Endurance, un nombre escogido en homenaje al profético lema de la familia de
Shackleton, “By endurance we overcome”, “por la resistencia, vencemos”. Todo fue bien hasta que, en
enero de 1915, antes de alcanzar la costa antártica, la temperatura cayó bruscamente y el mar se heló,
lo que dejó atrapado el barco durante los nueve meses siguientes. En octubre de 1915 la situación
empeoró, pues las corrientes marinas provocaron que los bloques de hielo que aprisionaban la nave
acabaron por partirla como una nuez. Durante los seis meses siguientes, se vieron forzados a caminar
sobre un mar helado con sus trineos y sus perros. La comida menguaba, pero sobrevivieron al
convertirse en avezados cazadores de los animales que se cruzaba en su camino, especialmente focas
y pingüinos. La plataforma de hielo sobre la que caminaban vagaba sobre el mar hasta que la
temperatura subió y en marzo de 1916 comenzó a resquebrajarse.
3. Por ello, el 9 de abril tuvieron que embarcarse en sus botes con la intención de alcanzar algunas de las
pequeñas islas de la costa antártica. Para ese momento ya se habían comido a sus 79 perros. Tras
siete días y noches sin dormir, en las cuales lucharon con los bloques de hielo y con tormentas, lograron
alcanzar tierra, concretamente la deshabitada isla Elefante.
Ocho días después, Shackleton tomó cinco hombres y el mejor de los botes, de siete metros, y se
dirigió a la isla de Georgia del Sur, situada a nada menos que 650 millas náuticas. Tras enfrentarse a un
mar embravecido, en uno de los lugares más peligrosos del planeta y con grandes dificultades para
orientarse, consiguieron alcanzar su objetivo 16 días después. Este viaje fue calificado como “sin rival”
en la historia de la navegación. Sin embargo, pusieron pie en la parte deshabitada de la isla, por lo que
sin otra opción, Shackleton la cruzó con dos de los hombres en 36 horas, con la particularidad de que el
terreno era inexplorado, montañoso y lleno de glaciares. Por fin, llegaron al otro lado, a la bahía de
Stromness donde estaban las bases balleneras. Los marinos de la isla rescataron al día siguiente a los
tres hombres que se habían quedado en el bote.
No obstante, aún se tardaron cuatro meses en rescatar a los 22 hombres que permanecían en la Isla
Elefante, pues las malas condiciones meteorológicas frustraron tres intentos. Finalmente, el 30 de
agosto de 1916 el buque chileno Yelcho, con Shackleton a bordo, alcanzó la isla. Todos sobrevivieron.
Características de un líder
La expedición de Shackleton afrontó numerosas situaciones que parecían fatales. Pero, en cada
ocasión jugaron sus cartas y salieron adelante. Parte de su éxito se debe a la suerte, es cierto, porque,
por ejemplo, una ola de 16 metros podía haber acabado con ellos en el camino a la isla de Georgia del
Sur. Pero, también hay que reconocer el mérito de Shackleton y su liderazgo, que en situaciones
extremas consiguió llevar a sus hombres hacia delante. ¿Qué lecciones podemos extraer?
Si el escenario cambia, sé flexible con los objetivos. El barco en el que veníamos
acaba de ser aplastado por el hielo. El plan inicial, cruzar la Antártida, queda descartado. No hay
rescate posible. Nuevo objetivo: hay que regresar. Actualmente, muchas empresas se ven sacudidas
por un escenario nuevo en el que la desaceleración golpea sus resultados, lo que se traduce en un
cambio de objetivos. Como dice Antonio Catalá, creador de AC Hoteles, “tienes derecho a meter la pata.
Pero, si te equivocas, hay que sacar la pata cuanto antes”. ¿Qué se ha de hacer cuando los objetivos
empresariales se cambian? COMUNICAR el nuevo rumbo al equipo. Si la idea sólo permanece en la
cabeza del líder, el equipo no reaccionara bien pues considerará que la decisión es una imposición. El
líder ha cambiado su visión, a la luz de las nuevas circunstancias, y suya es la misión de volver a hacer
creer al equipo en ella.
El discurso equilibrado. En las situaciones de crisis, Shackleton habla con su tripulación y les
transmite “ideas fuertes”. No se debe alarmar por la pérdida del barco, pues con trabajo duro y una
4. cooperación leal, serán capaces de volver. El discurso sirve para devolver la calma y la confianza, a
través de una exposición realista de los hechos. Shackleton adoptaba siempre un tono sincero y
resolutivo, lejos de los histrionismos.
El líder guía con su ejemplo. El trabajo más pesado corresponde al líder. Él los metió en la
aventura y él los sacará. Él encabezará todas las partidas del rescate. Además, cada vez que había
problemas Shackleton re-dirigía el esfuerzo de sus hombres a tareas cercanas, para evitar el
desfallecimiento moral. Levantar un campamento, salir a cazar, arrastrar el equipo una milla por el
hielo... Objetivos a corto plazo, fáciles de conseguir, pero, sin olvidar el objetivo a largo plazo, volver.
Además, sus declaraciones y sus acciones posteriores eran coherentes. Por ejemplo, tras recordar a
sus hombres que cualquier peso superfluo les restaría posibilidades de sobrevivir, se abrió la parca,
sacó una pitillera de oro y la dejó caer sobre la nieve, abandonándola.
Pensamiento en positivo. Podemos. La fortaleza mental y la paciencia son dos características
básicas de todo líder. Cuarenta grados bajo cero, a más de 1.600 kilómetros de toda civilización, las
reservas de comida se agotan.
Todo eso y mucho más, pero, Shackleton no
sucumbe. Sigue pensando en positivo. Tim Gallwey,
ex capitán del equipo de tenis de Harvard y hoy
consultor, explica en su libro “The Inner Game of
Work”, “El partido interior del trabajo”, que en una
situación de crisis se juega un partido contra uno
mismo “contra obstáculos de concentración,
nerviosismo, dudas sobre uno mismo, auto-
sabotaje... en resumen, se juega para superar los
viejos hábitos de la mente, que inhiben o bloquean
la excelencia del jugador”. Shackleton no pierde el
tiempo en auto-cuestionarse. Está convencido de sus
posibilidades y lucha solamente contra elementos externos, ya de por sí suficientemente duros.
Para acabar, un consejo. Si en esta coyuntura económica sienten miedo ante lo que se avecina,
imaginen lo que debieron sentir los tripulantes del Endurance la noche que escucharon desde sus
tiendas el crujido de las tablas de su barco cuando las placas de hielo lo partieron. Piensen en su
situación y compárenla con la suya. Si todavía no se sienten aliviados, imaginen lo que Shackleton les
diría... Y háganlo.
Tomado de: http://www.rankia.com/blog/sanchezcoll/357169-lecciones-liderazgo-hielo