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LUCHA IDEOLÓGICA, GUERRA
POPULAR Y CONVERSACIONES
DE PAZ EN EL PERÚ
Hugo van Oordt Huldisch
LUCHA IDEOLÓGICA, GUERRA
POPULAR Y CONVERSACIONES
DE PAZ EN EL PERÚ
Hugo van Oordt Huldisch
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LUCHA IDEOLÓGICA, GUERRA
POPULAR Y CONVERSACIONES
DE PAZ EN EL PERÚ
Hugo van Oordt Huldisch
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DEDICATORIA
A todas las personas que se interesan en la lucha
del pueblo del Perú por lograr su libertad definiti-
va. Y para aquellos que no han perdido aún las es-
peranzas de avanzar hacia la sociedad de la eterna
armonía, el comunismo.
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AGRADECIMIENTOS
A todos los compañeros peruanos radicados en
México, que me alentaron en la realización del pre-
sente trabajo, infundiéndome ánimos, aún en los
momentos más difíciles.
Un agradecimiento especial al Maestro Reynaldo
Olivares del Taller de Gráfica Popular, gran artista,
que preserva el sentido social de la plástica mexi-
cana, por su desinteresada colaboración al ilustrar
con un magnifico grabado del Presidente Gonzalo,
la portada del presente trabajo.
8
9
PROLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN
Cuando en abril de 1997, luego de que el Dr. Abimael Guzmán
Reynoso, propusiera al gobierno de Alberto Fujimori iniciar
una serie de rondas de conversaciones para arribar a un
acuerdo de paz, creí necesario publicar la primera edición de
LUCHA DEOLÓGICA, GUERRA POPULAR Y CONVERSACIONES DE
PAZ EN EL PERÚ, donde se vivía un clima de tensión pocas ve-
ces visto en su historia.
La derecha festejaba histéricamente la captura del dirigente
histórico del Partido Comunista del Perú y anunciaba con
bombos y platillos la pacificación del país, mientras que sus
cuerpos de elite continuaban masacrando al pueblo.
Consideré necesario hacerlo porque el tema podía ser intere-
sante para algunos e intrascendente para otros, por decirlo de
alguna manera. Era la época en que los adoradores de la tec-
nocracia y el pragmatismo declaraban pomposamente “la de-
rrota definitiva de la política” y la inoperancia de los partidos,
sea cuales fueran sus matices ideológicos.
Escribir en aquel entonces sobre un tema político social; sobre
un sucinto análisis histórico de un Partido Comunista que
asumiendo el marxismo-leninismo-maoísmo —considerado
por ellos como la tercera, nueva y superior etapa del marxis-
mo— generó el movimiento social más importante de la histo-
ria republicana del Perú, sólo comparable con la rebelión de
Tupac Amaru II durante la colonia y que fuera tipificado por
“intelectuales” irresponsables —que obviamente respondían a
un especifico carácter de clase— como el “movimiento terro-
rista más letal del planeta”.
10
Escribir específicamente acerca del desarrollo del Partido Co-
munista del Perú (conocido por la prensa como “Sendero Lu-
minoso”) fue un intento de analizar una experiencia inédita en
las luchas revolucionarias en América Latina.
La aplicación a la realidad peruana —siguiendo el camino de
Mariátegui— de los principios universales de la Guerra Popu-
lar; hecho que el PCP en su Primer Congreso denominó “Pen-
samiento Gonzalo”, así como la constitución de un ejército
guerrillero que llegó a contar con 60,000 hombres en armas, —
según declaraciones de Elena Iparraguirre Revoredo a una
revista limeña— casi a partir de la nada y su marcha hacia la
captura del poder a través de planes y campañas militares, la
posterior captura de la dirección histórica y el planteamiento
del Dr. Guzmán de llevar adelante conversaciones de paz, ante
el estancamiento de la guerra y la notable falta de una direc-
ción proletaria, hace que la práctica del PCP, fuera altamente
esclarecedor.
La “izquierda parlamentaria” se convierte en el más claro
enemigo del PCP, llegando a implementar —a instancias del
Alcalde de Lima Alfonso Barrantes Lingán— un llamado
“Frente Anti-terrorista”, junto con la derecha más reaccionaria.
Consideré en aquel momento y creo seriamente que aquello
sigue siendo vigente hasta la fecha, que era imposible com-
prender la lucha del PCP, tanto en situaciones cruentas como
incruentas, si no paríamos de sus propios orígenes ni analizá-
bamos su línea política tanto a nivel nacional como internacio-
nal.
Quise mostrar al público mexicano la génesis, el desarrollo y
consolidación del partido como una maquinaria de guerra y
11
enfocar el pedido de conversaciones de paz planteado por el
Dr. Guzmán dentro del marco de la guerra popular y las nue-
vas circunstancias que le tocó vivir al PCP después de la cap-
tura de su dirección histórica.
Hacer este sucinto recuento histórico de más de setenta años,
me llevó a tocar el enfrentamiento del PCP —aún en vida de
Mariátegui— a corrientes no proletarias como la polémica con
la llamada Alianza Popular Revolucionaria Americana
(APRA) en 1924.
No podía dejar de lado por simple honestidad intelectual, in-
cidir en la crítica a los planteamientos “foquistas” de Regis
Debray y Ernesto “Che” Guevara, que fueran apoyados por el
liderazgo cubano y el fracaso de la experiencia guerrillera,
encabezada por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de 1965.
Tampoco dejé fuera del análisis la “revolución de los milita-
res” encabezados por Juan Velasco Alvarado y Francisco Mo-
rales Bermúdez del 68 al 80, a quienes el PCP tipificó como un
régimen “social-corporativo”. En lo internacional, no podía
dejar de incidir en acontecimientos como la Gran Revolución
Cultural Proletaria y la defensa del Pensamiento Mao Testung.
Este planteamiento de llevar adelante una serie de reuniones
que condujeran a un acuerdo de paz, hizo agudizarse las con-
tradicciones a nivel internacional. El Movimiento Revolucio-
nario Internacionalista (MRI), agrupación de organizaciones
maoístas que pretendían constituirse en una nueva internacio-
nal, con hegemonía del partido Comunista Revolucionario de
Estados Unidos (PCR), que propugnaba la continuación de la
12
guerra, entra en conflicto con otros partidos entre los que se
encontraba el Partido Comunista Reconstituido de España.
Ahora que han pasado muchas aguas bajo los puentes, el diri-
gente Ramírez Durán “Feliciano” que se supone dirigía un tal
“Sendero Rojo” contrario a las conversaciones, es capturado y
en la práctica se convierte en un vulgar delator dispuesto a
entregarse a la reacción con armas y bagajes.
Ahora que en el Perú se vive la segunda crisis económica ge-
neral de la globalización, la más grave del sistema capitalista y
cuyas consecuencias las sufre principalmente el pueblo. Cuan-
do Alan García sigue aplicando el neoliberalismo, restringien-
do el mercado interno y sirviendo así a los intereses de la gran
burguesía compradora, del capitalismo burocrático y el impe-
rialismo, principalmente norteamericano, se hace importante
esta reedición.
Ahora que en el campo popular hay una gran resistencia con-
tra la opresión y explotación. Cuando nuevamente Alan Gar-
cía Pérez tiñe sus manos de sangre asesinado a pobladores
amazónicos. Cuando el centro de las luchas populares es por
derechos fundamentales del pueblo trabajador y explotado
exigiendo: Trabajo y producción nacional, derecho a trabajar,
aumento de salarios, estabilidad laboral, mejores condiciones
de trabajo, reposición de los despedidos; salud, educación y
seguridad públicas gratuitas; real igualdad de la mujer ante la
ley; protección de la tierra y el derecho inalienable del agua
para los campesinos; defensa de los recursos naturales y liber-
tades de expresión, opinión, organización y movilización, se
hace imprescindible propiciar un clima de reconciliación na-
cional, otorgando una Amnistía Política General para los Pri-
sioneros de Guerra y su contraparte (los militares y soldados,
13
aunque en ínfimo número sentenciados) se vuelve necesario
releer, este ajustado ensayo y evaluar hasta que punto la de-
mocracia representativa tiene capacidad real para solucionar
los problemas fundamentales del pueblo.
La claridad ideológica, —tanto en situaciones cruentas como
incruentas— del PCP, su incuestionable posición de ponerse al
servicio del pueblo y bregar sin arriar principios, me obliga a
asumir esta nueva posición. Como lo manifestó el Presidente
Gonzalo… “todo es cuestión de tiempo”, si ahora hay que lu-
char contra una modalidad capitalista, el “neo-librelismo” con
el conjunto de los pueblos de América Latina que optan por
ese camino, hagámoslo, para que el marxismo-leninismo-
maoísmo-pensamiento Gonzalo, juegue el papel que le corres-
ponde en este nuevo, difícil y complicado camino, con todas
las reservas que se pudiera tener en del caso.
Ahora que surge en el Perú un Movimiento Pro Amnistía y
Derechos Fundamentales, que gana las calles exhibiendo imá-
genes de Marx, Lenin, Mao y el Dr. Abimael Guzmán y plan-
tea la participación de sus militantes en política, en elecciones
y movilización popular para contribuir a esta reconciliación,
después que el Perú se hundió en un laberinto de corrupción y
desgobierno, me obligan a la republicación de Lucha Ideológi-
ca, Guerra Popular y Conversaciones de Paz en el Perú.
La influencia ideológica del PCP en zonas como Ayacucho,
Cajamarca, Puno y otras más y la posibilidad de que a través
del sistema democrático liberal, se pueda convertir a las insti-
tuciones democráticas en tribunas de denuncia sin perder el
espíritu conspirativo del Partido, donde sólo elementos cono-
cidos “puedan sacar cabeza”, como lo planteara Lenin en la
necesidad de que los bolcheviques participaran en la Segunda
14
Duma (especie de parlamento ruso), también me obligan a la
republicación.
¿Continuar o no la guerra? Ha sido el centro de la contradic-
ción entre los maoístas peruanos. Todos aceptamos que el
maoísmo es, la nueva, tercera y superior etapa del marxismo.
La polémica está abierta ¿Quién puede determinar lo correcto
de sus apreciaciones? ¿Quién se siente la varita mágica para
pretender afirmar que los demás están equivocados, cuando
con argumentos que parten de los mismos principios ideológi-
cos nos queremos hacer trizas? Sometamos nuestras posiciones
al desarrollo de la historia.
Lo que tenemos que hacer es tratar de interpretar la realidad, y
esa realidad nos da la oportunidad de tener una orientación,
un punto de vista y será la historia, el desarrollo de la lucha de
clases quienes nos darán o nos negarán la razón, es un camino
largo, complejo y no exento de dificultades.
Cada quien pone en práctica sus puntos de vista y será la lu-
cha de clases quien nos indique cual de los caminos o aplica-
ciones se ajustaron a las necesidades del pueblo, de las masas.
Sujetemos pues al los términos con que José Carlos Mariátegui
planteó la unidad entre “hombres de principios e ideales nobles”
para poder lograr trabajos conjuntos a favor de la causa prole-
taria en “que podamos entendernos aún combatiéndonos”, pero
teniendo en cuanta y esto es determinante: que con el sector
con el que no habrá compresión posible es con los que forman
parte “del socialismo domesticado, el fariseo, el mediocre”. Ellos no
valen nada, sólo sirven a las clases enemigas, no pertenecen a
nuestras filas, no son marxistas ni mucho menos maoístas.
15
Al fin y al cabo, los que estamos en el campo popular, como
decía el Amauta: “Somos muy pocos para dividirnos”.
Siguiendo la moda neoliberal (insaturada por Fujimori) las
elecciones y la práctica parlamentaria se ha convertido en un
verdadero circo donde se combinan estrellas de la farándula,
mediocres dirigentes políticos y oportunistas de toda laya,
para viciar una práctica histórica de debate y lucha de ideas.
La participación de este movimiento en la política peruana
significaría retomar esta práctica concreta que aún dentro de
los parámetros de la democracia burguesa, elevaría a otro ni-
vel el desgastado parlamentarismo actual.
Sin abundar más sobre la captura y sentencia del tirano Alber-
to Fujimori, (y su socio corruptor y espía norteamericano Vla-
dimiro Montesinos), considerado por algunos elementos de-
mócratas como el único proceso rescatable en América Latina
en los últimos veinte años, —después de la “payasada del jui-
cio pinochetista”—nos hacen recordar que la frase de don Ma-
nuel González Prada, que comparaba al Perú con un cadáver
insepulto y afirmaba que “donde se aplica el dedo brota el pus”
sigue vigente, hecho que me obliga ideológicamente a publicar
la segunda edición de este trabajo que fundamentalmente es la
reproducción textual de la primera edición, salvo algunos
cambios en el estilo y actualización de fechas, pero guardando
siempre en lo posible, el contenido original.
El Autor.
16
17
FUNDACIÓN Y RECONSTITUCIÓN DEL PCP.
El Partido Comunista del Perú, en el documento RETOMEMOS
A MARIÁTEGUI Y RECONSTITUYAMOS SU PARTIDO, publicado
en 1975 por acuerdo de su Comité Central, estableció tres eta-
pas en el proceso de su reconstitución partidaria, como aplica-
ción especifica de la lucha entre dos líneas al interior del Parti-
do: 1) El del surgimiento del camino de Mariátegui; 2) El de la
búsqueda del camino de Mariátegui; 3) El de retomar el ca-
mino de Mariátegui. Por lo tanto no podemos hablar del Par-
tido y de sus orígenes sin hablar de Mariátegui su fundador y
guía, de la línea política que planteó y de la lucha de los co-
munistas peruanos para retomar su legado.
José Carlos Mariátegui (1892-1930), intelectual peruano auto-
didacta, es sin lugar a dudas el principal teórico marxista que
ha producido América Latina; aplicó a la realidad peruana y
latinoamericana los principios generales del marxismo leni-
nismo y asumió su defensa, enfrentando a corrientes pequeño-
burguesas que negaban la necesidad del partido del proleta-
riado.
Participó dictando un ciclo de conferencias en las llamadas
“Universidades Populares González Prada” sobre la crisis eu-
ropea. Se separa de este foro intelectual después de una polé-
mica ideológica con el APRA y se aboca a trabajar incansable-
mente por la centralización obrera y campesina, culminando
este proceso con la fundación del Partido Comunista, van-
guardia política del proletariado peruano.
Sin embrago, no podríamos estudiar esta etapa de la vida par-
tidaria sin tener una visión aunque sea sucinta de los hechos
18
históricos ocurridos en la década de los veinte, particularmen-
te en el Perú y en América Latina.
La primera guerra mundial y la triunfante revolución de octu-
bre de 1917, crearon las condiciones tanto objetivas como sub-
jetivas para el surgimiento de movimientos obreros y la consti-
tución de varios partidos comunistas en América Latina.
El primer gran impacto de la guerra de 1914-1917, se sintió en
el descenso de las importaciones y la inversión de capitales. La
escasez de bienes de consumo propició en América Latina cier-
to desarrollo de la industria ligera (particularmente la textil),
que contribuyó a un proceso limitado reindustrialización y por
ende de concentración obrera, consolidando el surgimiento de
una clase que se venía produciendo desde las últimas décadas
del siglo anterior: El Proletariado.
Este crecimiento de la industria ligera originó lógicamente,
que la producción artesanal en pequeña escala sea sustituida
por la gran producción, generando la concentración de traba-
jadores, motivando la perdida de terreno a las corrientes anar-
cosindicalistas, que hasta entonces mantenían la hegemonía en
los movimientos obreros.
La Primera Guerra ocasionó asimismo, la sustitución de la
inversión europea por la norteamericana. Un imperialismo
viejo y cansado era sustituido por un imperialismo joven y
agresivo. La inversión de capitales de procedencia norteameri-
cana había sido relativamente escasa a nivel continental. A
excepción de México y algunos países de Centro América, el
capital norteamericano era prácticamente desconocido.
19
Esta sustitución de inversiones y la aplicación de nuevos mé-
todos de dominación imperialista por parte de Estados Uni-
dos de Norteamérica, estimula el surgimiento de sentimientos
nacionales y una poderosa corriente antiimperialista.
El triunfo proletario en la Unión Soviética y la constitución de
la Internacional Comunista en 1920, encausan estos sentimien-
tos y posibilitan la creación de partidos comunistas, que in-
teresados en la causa de la revolución proletaria mundial, se
afilian a la III Internacional de Lenin y Stalin.
Es particularmente importante analizar el surgimiento del
movimiento aprista, fundado en 1924 en la ciudad de México
por Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979), exiliado en aquel
país por el gobierno del dictador Augusto B. Laguia, debido a
su participación en el movimiento estudiantil peruano, y es
importante porque como veremos más adelante, la polémica
entre José Carlos Mariátegui (PCP) y Víctor Raúl Haya de la
Torre (APRA), marca el deslinde entre la posición proletaria y
la posición del nacionalismo pequeño burgués.
La concepción primigenia de la Alianza Popular Revoluciona-
ria Americana (APRA), proponía para oponerse a la constitu-
ción de un partido obrero, la formación de un partido pluri-
clasista, un llamado “Frente de Trabajadores Manuales e Inte-
lectuales”, en el cual no se definía cual de las clases que lo con-
formaban ejercía el papel dirigente y que rechazaba totalmente
el principio de la lucha de clases.
Haya insistía en la necesidad de un partido férreamente disci-
plinado, que actuara bajo una dirección y control centralizado;
él mismo era un líder autocrático e intransigente; característi-
20
cas orgánicas y partidarias que se ajustan a los partidos y líde-
res fascistas europeos.
Los más remotos antecedentes apristas se podrían situar en el
movimiento estudiantil que luchó por la abolición del sistema
de enseñanza feudal, exigiendo la “Reforma Universitaria”,
contagiados sin duda por los vientos reformistas que soplaban
desde Córdoba, Argentina.
La realización del Congreso Nacional de Estudiantes realizado
en la ciudad de Cuzco en 1920, pone sobre el tapete las reivin-
dicaciones de la pequeña burguesía intelectualizada.
Mariátegui constata que lo único trascendente de este evento
fue el acuerdo de impulsar la creación de las “Universidades
Populares”; destinadas a vincular a los estudiantes universita-
rios con el proletariado y dar un vasto alcance a la agitación
estudiantil.
Su participación a través de una serie de conferencias en las
Universidades Populares González Prada; así como la inclu-
sión de personalidades apristas entre los colaboradores de la
Revista Amauta, no ligan en ningún momento a Mariátegui
con esta tendencia; tal como la han tratado de insinuar los
propios apristas.
La política del APRA definida por Haya de la Torre, giraba en
torno a cinco puntos esenciales: 1) Lucha contra el imperialis-
mo (yanqui) 2) Unidad política indo América 3) socialización
de la tierra y grandes industrias 4) Internacionalización del
canal de Panamá 5) Solidaridad mundial con todos los pueblos
y clases oprimidas.
21
Estos planteamientos de Haya fueron criticados durante el
desarrollo de la polémica que sostuviera con él, arremetiendo
contra el llamado “Grupo de México”, que elevaron el antiim-
perialismo a la categoría de programa, de una actitud política
que se basta así misma y que conduce espontáneamente, no
sabemos en virtud de que proceso, al socialismo, a la revolu-
ción social. Mariátegui desenmascaró las tesis apristas de “que
somos de izquierda (o socialistas) por que somos antiimperialistas”
manifestando que sólo el proletariado unido al campesinado,
pueden conducir a un antiimperialismo consecuente.
En correspondencia con un grupo de peruanos residentes en
París, Mariátegui precisó sus puntos de vista con claridad me-
ridiana: “Cualquiera que sea el sesgo —afirmó— de la política na-
cional en particular de los elementos con quines hasta ayer habíamos
colaborado, identificados en apariencia (hemos descubierto ahora que
sólo era en apariencia), los intelectuales que nos hemos entregado al
socialismo, tenemos la obligación de reivindicar el derecho de la clase
obrera a organizarse en partido autónomo. Por parte de Haya y sus
amigos de México hay una desviación evidente. Negarse a admitirla
por motivos solamente sentimentales, no sólo sería indigno de una
inteligencia crítica, sino de una elemental honradez. Haya sufre de-
masiado el demonio del caudillismo, del personalismo”.
Mariátegui continúa marcando sus diferencias: “Yo no he veni-
do al socialismo por el camino de las Universidades Populares y me-
nos todavía de la camaradería estudiantil con Haya… no tengo por-
que atenerme a su inspiración providencial de caudillo… no suscribo
asimismo la esperanza en la pequeña burguesía súper valorizada por
el aprismo…no creo como algunos de nuestros amigos que la ambi-
ción —la noble ambición política— de Haya sea desmedida. Me pare-
ce más bien descentrada, desviada. Yo creo que el verdadero, el nuevo
22
sentido de la sociedad contemporánea está orientado hacia el interna-
cionalismo, en oposición a toda clase de nacionalismos. De tal mane-
ra que no es posible cortar los nexos que nos unen a las clases explo-
tadas de los países imperialistas. La independencia económica de
nuestra América se deberá, en gran parte, al poderío que estas ad-
quieran dentro de sus propias naciones”.
Después de plantear en términos generales la importancia del
desarrollo de la revolución proletaria mundial y la relación
que esta tiene con las revoluciones especificas, particularmente
en los países semi-coloniales y semi-feudales; Mariátegui
arremete contra la posición pequeño burguesa que comanda
Haya de la Torre: “Pero hay algo más grave aún: Haya rechaza de
plano la idea de una alianza de partidos y reclama un partido único,
tendiendo así a una especie de totalitarismo que me parece sumamen-
te peligroso. Alega para eso que en América no existe proletariado.
¿Cómo es posible decir semejante cosa cuando en Argentina y en
Chile existen ya desde hace años partidos específicos del proletariado,
con líderes de renombre continental? Y su desarrollo en nuestros
días se hará vertiginosamente. Este proletariado no podrá aceptar
jamás renunciar a su partido específico y si se viera obligado a reali-
zar alianzas, lo hará así de partido a partido… cosa totalmente dis-
tinta a la que Haya pretende. Mi posición está completamente defini-
da: soy internacionalista ante todo y sobre todo. Si Haya va por otro
camino no tendré más remedio que separarme de él, aunque sea muy
a mi pesar”.
Este “antiimperialismo aprista” perdió fuerza considerable
cuando en la década de los treinta, Franklin D. Roosevelt pro-
clamó la “política del buen vecino”, pasando a partir de la dé-
cada de los cincuenta a convertirse en un aliado y propagandi-
zador del imperialismo norteamericano, implementando un
23
anticomunismo hepático y viseral, que inculcado a su militan-
cia los empujaba a combatir cualquier forma de protesta popu-
lar.
Las tesis de Mariátegui respecto a la realidad peruana incidie-
ron en el problema del indio y de la tierra, que están ligados a
una estructura semi-feudal, que pese a algunos cambios debi-
do al desarrollo capitalista, está vigente hasta la fecha. “El pro-
blema del indio —planteaba Mariátegui— es el problema de las ¾
partes de la población del Perú. Es el problema de la mayoría, es el
problema de la nacionalidad… sin el indio no hay nacionalidad posi-
ble. El problema del indio es la cuestión clave y forma parte del pro-
blema de la tierra, del problema agrario y del problema nacional”.
Lo expuesto por Mariátegui se manifiesta en pobreza rural,
inmensos contingentes de campesinos pobres sometidos y
tratados como bestias de carga, sin acceso a una sola pulgada
de tierra. En el área andina la desnutrición, la mortalidad, el
analfabetismo son alarmantes; la esperanza de vida en el área
rural es de 40 años y la tercera parte de los niños nacidos allí,
mueren antes de cumplir el primer año.
La lucha del campesinado peruano tiene raíces históricas y
comienza con la implantación de la feudalidad por los con-
quistadores españoles. Sin pretender tocar el problema desde
sus inicios, me concretaré a analizar el movimiento campesino
y su lucha por la tierra, durante el periodo en que Mariátegui
se aboca al trabajo de centralización en la perspectiva de la
alianza obrero campesina.
Esta lucha campesina corre paralela a lo que el PCP llama “El
surgimiento del Camino de Mariátegui” y podríamos definirla
como de movilización espontánea y organización embrionaria
24
del campesinado en el periodo de inicio del capitalismo agra-
rio —particularmente en la costa— y cuando las formas prin-
cipales de organización tienen un marcado carácter anarcosin-
dicalista.
Es en la costa norte del Perú —donde se producía mayormente
caña de azúcar— en departamentos de Lambayeque y La li-
bertad estas luchas campesinas cobran gran impulso, se inten-
sifican. Particularmente en el Valle de Chicama donde los sin-
dicatos existentes impulsan una gigantesca huelga por mejoras
salariales.
No podemos referirnos a estas acciones como si se tratara de
un movimiento obrero propiamente dicho ya que aún en la
costa donde se había asentado el capitalismo, prevalecían ca-
racterísticas de semi-feudalidad: las masas eran en su mayoría
campesinos emigrantes enganchados en la sierra mediante
“cebo” adelantado, empleando inclusive la coacción física.
El hacendado costeño, aseguraba la permanencia en su feudo,
utilizando grupos de vigilancia particulares y la perpetuaba
endeudando al trabajador en el “Tambo” (Tienda de Raya en
México) que ejercía el monopolio del comercio en la hacienda.
Así como en las haciendas ubicadas al norte del Perú, las plan-
taciones algodoneras situadas al sur de Lima, el proceso de
proletarización era igualmente insipiente. Pocos eran los traba-
jadores asalariados. En su gran mayoría eran “yanacones”:
colonos que recibían una parcela de tierra y en algunos casos
semillas para dividir la cosecha “al partir” con el hacendado.
Si bien era cierto que de daba el inicio de un capitalismo agra-
rio, este nacía atado a intereses terratenientes e incapacitado
25
por ellos para que se pudiera cumplir con la misión histórica
de terminar con la feudalidad, hecho que fue nítidamente ana-
lizado por Mariátegui: “El capitalismo se desarrolló en un pueblo
semi-feudal, en instantes que llegada la etapa de los monopolios y el
imperialismo, toda ideología liberal correspondiente a la época de la
libre concurrencia, ha cesado de ser válida”.
La histórica tradición de lucha del campesinado peruano no
podía ser ajena a las nuevas circunstancias. Su lucha por la
tierra está en ascenso. La gigantesca insurrección de Rumi-
Maqui se extiende por la sierra y marca el inicio de grandes
levantamientos armados en Cuzco, Puno y Ayacucho. levan-
tamientos e insurrecciones campesinas que son fácilmente ani-
quiladas por las fuerzas represivas generan el surgimiento de
corrientes “indigenistas”, que pretendían una idealista recons-
trucción del Tahuantinsuyo, hecho que fuera criticado dura-
mente por Mariátegui, que participó en varios congresos indi-
genistas.
Antes que un retorno antihistórico, Mariátegui basó sus postu-
lados en posprincipios de la alianza obrero-campesina.
En la solución de los problemas de la tierra rechazaba la idea
que pudiera hacerse reivindicando las tradiciones del primiti-
vo comunismo agrario que floreció en América antes de la
conquista, e insistía en la diferencia entre este y el comunismo
moderno: “La doctrina socialista —afirmó— es la única que puede
dar un sentido moderno y constructivo a la causa indígena, que si-
tuada en su verdadero terreno social y económico y elevada al plano
de política creadora y realista, cuenta para la realización de esta em-
presa, con la disciplina y la voluntad de una clase que hoy hace su
aparición en nuestro proceso histórico: El Proletariado”.
26
Paralelamente el APRA consolida su hegemonía en el movi-
miento campesino costeño del norte del país, aprovechando
los vestigios de organizaciones anarcosindicalistas, que son
absorbidas fácilmente por sus planteamientos de populismo
agrario.
La reiterada defensa de la comunidad indígena hecha por Ma-
riátegui, sirvió de pretexto para que sus detractores lo moteja-
ran de “indigenista”, sin tomar en cuenta que su pretendido
indigenismo a diferencia de posiciones utópicas que eran
compartidas por el APRA, Mariátegui sentó caramente su po-
sición: “Y el fenómeno nacional no se diferencia ni se desconecta en
su espíritu del fenómeno mundial. Por el contrario, de él recibe su
fermento y su impulso. La levadura de las nueva reivindicaciones
indígenas es la idea socialista, no como la henos heredado instintiva-
mente del extinto incario, sino como la hemos aprendido de la civili-
zación occidental, cuya ciencia y cuya técnica sólo romanticismos
utopistas pueden dejar de ver adquisiciones irrenunciables y magni-
ficas del hombre moderno”.
En la discusión que sostuviera con los dirigentes apristas re-
vocando la propuesta de que ese partido se convirtiese en un
Kuo Ming Tang latinoamericano (supuestamente para evitar la
imitación europeísta) y acomodar su acción a una aplicación
exacta de la realidad peruana, Mariátegui desenmascaró la
posición pequeño burguesa del aprismo: “La colaboración con la
burguesía y aún incluso con muchos elementos feudales en la lucha
antiimperialista china, se aplica por razones de raza, de civilización
nacional, que entre nosotros no existe. El chino noble o burgués se
siente entrañablemente chino. Al desprecio del blanco por su cultura
estatificada y decrépita, corresponde con el desprecio y el orgullo de
su tradición milenaria. El antiimperialismo en la China pude descan-
27
sar en el sentimiento y el factor nacionalista. En América Latina las
circunstancias no son las mismas. La aristocracia y la burguesía no
se sienten solidarias con el pueblo por el lazo de una historia y una
cultura comunes. En el Perú el aristócrata y el burgués blanco des-
precian lo popular, lo nacional. Se sienten ante todo blancos. El pe-
queño burgués mestizo imita su ejemplo. La burguesía limeña frater-
niza con los capitalistas yanquis y aún con sus simples empleados, en
el Country Club, en el tenis y en las calles. El yanqui desposa sin
inconveniente de raza, ni de religión a la señorita criolla, y esta no
siente escrúpulo de raza, nacionalidad ni de cultura, al permitir el
matrimonio con un individuo de la raza invasora. Tampoco tiene
escrúpulo la muchacha de clase media. La “huachafita” que puede
atrapar a un yanqui empleado de la Grace o de la Fundation, lo hace
con la satisfacción de quien asiente elevar su condición social. El
factor nacionalista por razones objetivas, que a ninguno de ustedes
escapa seguramente, no es decisivo ni fundamental en la lucha anti-
imperialista en nuestro medio”:
Cuando Mariátegui cuestionaba las tesis apristas y la quiebra
del Kuo Ming Tang, no eran conocidos todavía en su verdade-
ra dimensión. Un conocimiento capitalista y no por razones de
justicia social y doctrinaria, demostró cuan poco se podía con-
fiar, aún en países como China, en el sentimiento “nacionalista
revolucionario” de la burguesía”: “La esperanza en el Kuo Ming
Tang —escribiría Mariátegui posteriormente— se ha desvanecido
completamente. El gobierno nacionalista de Nan King, no es sino un
instrumento del imperialismo”.
La fundación del PCP no fue producto de un conciliábulo aca-
démico, del cual Mariátegui era un declarado enemigo, surgió
del torbellino de la lucha de clases contra el orden social exis-
tente; hubo que luchar a través de publicaciones políticas y de
28
clase contra el orden que imponía el sistema reaccionario de
ideas imperantes y batallar fundamentalmente contra el
APRA, que negaba la necesidad de un partido proletario.
Fue la lucha de la clase obrera la que determinó la fundación
del partido; Mariátegui estableció la línea política general de la
revolución en el Perú; en concreto, sentó las leyes de la lucha
de clases en el país. Así el proletariado peruano devino en cla-
se mayor de edad, conformándose como partido político inde-
pendiente; planteándose como meta: “la emancipación económica
de la clase obrera”.
Al escribir el “Prefacio a El Amauta Astuparia”; crónica de la
sublevación indígena de 1855, escrito por Alberto Reyna, Ma-
riátegui establece la necesidad de la constitución del partido, el
Frente y el Ejército Popular, como única garantía del triunfo
revolucionario; visión que coincide con los planteamientos del
Presidente Mao Tse-tung: “La insurrección —escribe Mariátegui
en el mencionado prefacio— una clara motivación económico-
social, pero cuando la revuelta aspiró a transformarse en una revolu-
ción, se sintió impotente por falta de fusiles (EJERCITO), programa
(FRENTE UNICO) y doctrina (PARTIDO). La imaginación del perio-
dista Montesquerque (uno de los personajes de la crónica), criollo
romántico y mimetista, pretendió remediar la carencia con la utopía
de un retorno: la restauración del Imperio de los Incas. Este retorno
romántico al Imperio Incaico no era como plan más anacrónico que la
honda y le rajón como armas para vences a la Republica. El programa
del movimiento era tan viejo e impotente como su parque bélico”.
(LAS PALABRAS ENTRE PARÉNTESIS SON NUESTRAS)
El PCP, durante el proceso de retomar el legado de su funda-
dor, fue la única organización política que realimente se preo-
cupó por hacer un estudio sistemático de la realidad peruana,
29
para no errar respecto a la categorización de la sociedad y el
carácter de la revolución, logrando mediante esta práctica
desarrollar a Mariátegui y situarlo en el centro del debate cua-
renta años después de su desaparición física.Por eso el docu-
mento RETOMEMOS A MARIATEGUI Y RECONSTITUYAMOS SU
PARTIDO, tiene vital importancia para comprender su devenir
político: “El imperialismo —se afirma en ese documento— no
consiente a ninguno de estos pueblos semi-coloniales que explota
como mercados de su capital y sus mercancías; como deposito de ma-
terias primas, un programa de nacionalización e industrialismo, nos
obliga a la especificación a la nomenclatura (petróleo, cobre, algodón,
azúcar en el Perú) sufriendo una permanente crisis que se deriva de
su rígida determinación de la producción nacional, por factores del
mercado mundial capitalista”
Aquí el PCP, analiza a quien al atar nuestras fuerzas producti-
vas y no permitir el desarrollo independiente del país y es el
enemigo principal de los pueblos y naciones oprimidas: el im-
perialismo.
“Al abordar el problema de la semi-feudalidad —continúa el PCP—
no debe ser buscada ciertamente en la subsistencia de instituciones y
formas políticas o jurídicas del orden feudal. Formalmente el Perú es
un Estado Republicano y demo-burgués. La feudalidad o la semi-
feudalidad supervive en la estructura de nuestra economía agraria,
formas de trabajo gratuito, obligación familiar y trabajos diferidos,
prestaciones personales, manutención y fusión de viejos latifundios y
predominio del gamonalismo, solo que cubierto bajo nuevas condi-
ciones y rimbombantes palabras… En el Perú se desarrolla un capi-
talismo, pero un capitalismo sometido al control imperialista princi-
palmente norteamericano, no un capitalismo que ermita una econo-
mía nacional y una industrialización independiente, implicando am-
30
bas el quebrantamiento del dominio imperialista. Mariátegui no nie-
ga pues el desarrollo capitalista en el país, sino que precisa el tipo de
capitalismo que engendra una burguesía compradora ligada al impe-
rialismo norteamericano. En síntesis, un capitalismo burocrático,
desde el punto de vista de Mao Tsetung…A partir de la condición
semi-colonial y semi-feudal del país, Mariátegui analizó las fuerzas
de la producción, sentando que hay dos clases básicas: el proletariado
y el campesinado, que mientras que esta es la fuerza principal por ser
mayoría y soportar el peso semi-feudal, la clase obrera es la clase
dirigente, más aún, resaltó que sólo con la aparición del proletariado
el campesinado podría cumplir su pape, que al proletariado y al cam-
pesinado se les une la pequeña burguesía que si bien ha jugado un
papel subsidiado y desorientado en el Perú, puesta bajo la presión del
capitalismo extranjero parece destinada a asumir a medida que pros-
pere su organización y orientación una actitud nacionalista revolu-
cionaria. Fuerzas motrices a las que se junta en ciertas circunstan-
cias y condiciones la burguesía nacional, a laque Mariátegui llamara
“izquierda burguesa”. Cuatro clases que al unirse apuntan contra los
blancos de la revolución: la semi feudalidad y el dominio imperialis-
ta”.
El PCP, estudiando a Mariátegui y desarrollando su pensa-
miento para aplicarlo en la práctica, condensó el problema de
la revolución peruana y sus etapas: la democrático-nacional o
democrático burguesa de nuevo tipo, en el lenguaje de Mao
Tsetung y la revolución proletaria. Dos etapas ininterrumpidas
en un mismo proceso revolucionario que no pueden confun-
dirse en su carácter y su contenido. Los planteamientos de
Mariátegui unidos al carácter de nuestra sociedad, después de
ser debatidos al interior del PCP, sirvieron para entender más
cabalmente la verdad fundamental de las leyes que rigen la
revolución y la necesidad histórica de aplicar la violencia revo-
31
lucionaria: “A través de sus obras Mariátegui resalta la importancia
que dio a la utilización de la violencia revolucionaria, a la guerra y a
la organización militar. Ya en 1921 escribía “no hay revolución
mesurada, equilibrada, blanda, serena y pacifica. En 1923: El
poder se conquista a través de la violencia y se defiende sólo a
través de la dictadura. En 1925: Mientras la reacción es el ins-
tinto de conservación, el estertor agónico del pasado, la revo-
lución es la gestación dolorosa, el parto sangriento del presen-
te. Y en 1927: Si la revolución exige violencia, autoridad y dis-
ciplina; estoy por la violencia, por la autoridad, por la disci-
plina. Las acepto en bloque, con todos sus horrores sin reser-
vas cobardes”.
La tesis de la utilización de la violencia revolucionaria es pues,
una constante en el pensamiento de Mariátegui y sentó clara-
mente el carácter prolongado de la guerra en países de carac-
terísticas semi-coloniales y semi-feudales: “Una revolución —
afirmó— no es un golpe de estado, no es una insurrección, no es una
de aquellas cosas que aquí llamamos “revolución” por el uso arbitra-
rio de la palabra, una revolución no se cumple sino en muchos años,
con frecuencia tiene periodos de predominio de las fuerzas reacciona-
rias y predominio de las fuerzas revolucionarias”.
Mariátegui comprendió nítidamente que el proceso de la gue-
rra revolucionaria es un proceso de ofensivas y contraofensi-
vas, de victorias y derrotas, mientras uno de los bandos com-
batientes no capitule definitivamente, mientras no renuncie a
la lucha, no está vencido. Su derrota es transitoria pero no total
y conforme a esta interpretación de la historia, la reacción, el
terror blanco, no son sino episodios de la lucha de clases, un
capítulo ingrato de la revolución. El pensamiento de Mariáte-
gui asume la defensa de la posición de una línea de masas.
32
Mariátegui considera que la presencia de las masas llena la
época contemporánea, que las muchedumbres —como las lla-
maba— son las protagonistas de la escena actual; que las in-
mensas mayorías cuajadas como clase obrera tienen un mito,
una meta, la revolución social, meta que el proletariado enar-
bola y hacia la cual marcha “con una fe vehemente y activa” con-
trastando con el escepticismo y decadencia de la burguesía.
Esta fe en las masas que plantea el fundador del PCP, marcan
el deslinde con posiciones anarquizantes y otras encuadradas
dentro de la gama del tercerismo pequeño-burgués.
En la Admonición del 1° de Mayo, escribiría Mariátegui: “La
lucha por el socialismo no se nutre de evocaciones dolientes o coléri-
cas, ni de esperanzas exaltadas. Es antes que nada acción concreta,
realidad presente. Trabajan por el advenimiento de una sociedad
nueva los que todo el año, disciplinada, ordenadamente, combaten
por el socialismo, no los que en esta u otra fecha sienten un momen-
táneo impulso de motín o asonada”.
El camino de Mariátegui surgió como producto de la lucha de
clases al interior del propio partido de él fundara. Su lucha por
adherirlo al marxismo-leninismo y a la Internacional Comu-
nista de Lenin y Stalin, nos muestran claramente la existencia
de dos líneas al interior del partido Comunista del Perú, una
que encarnaba la posición proletaria que era difundida por
Mariátegui y otra oportunista y traidora que luego fuera in-
fluenciada por la corriente denominada como “browderismo”,
en relación a los planteamientos de Eral Browder —Secretario
General del Partido Comunista de los Estados Unidos de Nor-
teamérica— que planteaba la legalización de los partidos co-
munistas y una abierta colaboración con la burguesía que ha-
33
bía ya influenciado a varios partidos comunistas en América
Latina.
La temprana desaparición del “Amauta” (como llamaban a
Mariátegui sus discípulos rescatando en el leguaje de los Incas,
al sabio, al maestro, al poeta del Tahuantisnsuyo) a escasos
dos años después de la constitución de la vanguardia política
del proletariado peruano, privó al Perú y a América de su más
claro conductor.
El 9 de abril de 1930, el pueblo peruano acompañó sus restos
mortales con la pesadumbre implacable de no tenerlo más
entre nosotros, pero poseídos también de la voluntad afirma-
tiva de sostener colectivamente la bandera de la cual José Car-
los, fue su insigne portador. El clamor popular de “Adiós ca-
marada”, Adiós Maestro” y “Adiós Jefe”, retumbó durante la
marcha final al cementerio Presbítero Maestro en la ciudad de
Lima.
Al poco tiempo de su muerte, el crecimiento de la línea opor-
tunista al interior del PCP, propició una nefasta corriente que
comenzó a plantear la “proletarización y superación de Mariá-
tegui”, mientras que al exterior del partido, la crítica aprista lo
tildaba de “intelectualizado y europeísta”, con el propósito de
negar su línea y destruir su partido.
La crítica aprista se había iniciado en vida de Mariátegui, para
descalificar la necesidad histórica del partido del proletariado:
“Usted está lleno de europeísmo —le había encarado durante
una polémica el fundador del APRA— póngase en la realidad y
trate de disciplinarse no con la Europa revolucionaria, sino con la
América revolucionaria”. Frente a lo cual Mariátegui le respon-
de enunciando esta definitoria declaración: “No queremos que el
34
socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica.
Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, nuestro propio
lenguaje, al socialismo indo americano”.
A mediados de los treinta. Surge más abiertamente el cuestio-
namiento al basamento marxista de Mariátgui, a la vez que se
le reconocía gran calidad intelectual. La intención era conver-
tirlo en un “intelectual inofensivo” y ocultar a las masas su gran
realización en el terreno de la práctica revolucionaria. Jorge de
Prado —enquistado en la Secretaría General del PCP— y sus
aláteres que se autodenominaban “discípulos de Mariátegui”,
lo envolvían en incienso, mientras renunciaban abiertamente a
su camino.
Sin embargo la línea roja siguió siendo encarnada en la lucha
de las masas. Los comunistas peruanos levantaron en alto sus
banderas y jalonaron la lucha al interior del partido en la bús-
queda de su camino.
Alianzas con personajes de la burguesía, caracterizaron la polí-
tica de la dirección revisionista del PCP, durante el periodo
correspondiente a la segunda guerra mundial y la lucha mun-
dial antifascista.
Al respecto creo es importante tocar el problema del Movi-
miento Comunista Internacional durante este periodo. La III
Internacional había dejado de existir, siendo sustituida por el
Cominter, una especie de Comité Central que asumió sus fun-
ciones. El hecho que las discusiones a nivel amplio desapare-
cieran motivó una aplicación burocratizada de los acuerdos y
disposiciones que asumieran.
35
Un caso típico que no puede dejarse de lado fue la imposición
de políticas antifascistas, tales como considerar a este fenó-
meno como representante del sector más reaccionario de la
burguesía monopolista tomando como base los planteamien-
tos de de Jorge Dimitrov, en que plantea El frente Único Anti-
fascista lo que propició la desmovilización del proletariado
internacional a través de alianzas antinaturales con personajes
de la más rancia aristocracia.
En marzo de 1984 se constituye el llamado Movimiento Revo-
lucionario Internacionalista, agrupación de organizaciones y
partidos que asumen el Pensamiento Mao, fieles al marxismo
y al proletariado, que en su Declaración tocan el tema del Co-
minter en esa etapa: “Puesto que el VII Congreso del Cominter, ha
tenido tan profunda influencia sobre la historia del Movimiento In-
ternacional, es necesario hacer una valoración serena y científica del
Informe de este Congreso a la luz de las condiciones históricas exis-
tentes en ese entonces… la distinción entre fascismo y democracia
burguesa en los países imperialistas, ciertamente es de real importan-
cia para los Partidos Comunistas, se trató de hacer un absoluto de la
diferencia entre estas dos formad de dictadura burguesa y también
hacer de la lucha contra el fascismo una estrategia aparte… se desa-
rrolló una tesis que sostenía que la creciente pauperización del prole-
tariado crearía la base material para remediar la escisión de la clase
obrera en los países avanzados… cuando el fascismo se definió como
el régimen del sector más reaccionario de la burguesía monopolista
en los países imperialistas; esto dejó la puerta abierta a la peligrosa
corriente reformista y pacifista de identificar a un sector de la bur-
guesía monopolista como progresista”.
Esta tendencia de colaboracionismo burgués, tomo cuerpo en
la dirección del PCP, que abandonando el trabajo en el seno de
36
las masas obreras y campesinas y manteniéndolo tan sólo co-
mo una relación burocrática con las mismas, buscaron su lega-
lización y reconocimiento; entregando el movimiento en ma-
nos del APRA, mientras que ellos pugnaban por participar en
procesos electorales montados por la burguesía. Es alecciona-
dora la anécdota en la que Jorge del Prado, llamó “El Stalin
Peruano” al entonces presidente Manuel Prado Ugarteche ,
nítido representante de la oligarquía peruana.
La década de los sesenta, caracterizada a nivel interno como
de un gran ascenso en la lucha de las masas, fundamentalmen-
te campesinas, es la etapa en que los comunistas peruanos re-
toman el camino de su fundador.
Coincidentemente este ascenso popular, , marchó paralelo a la
Gran Polémica en el seno del Movimiento Comunista Interna-
cional, con el enfrentamiento entre el marxismo-leninismo y el
revisionismo contemporáneo, hecho que tiene una vital impor-
tancia en la lucha por retomar a Mariátegui, ya que las publi-
caciones y difusión de las obras del Presidente Mao Tsetung,
posibilitaron comprobar la similitud de planteamientos del
líder chino y el fundador del PCP.
El conflicto de fondo comenzó a manifestarse en 1956 ya que
antes las posiciones divergentes entre China y la URSS, se re-
ferían a detalles de interés nacional de cada uno, que no tuvie-
ron mayor trascendencia en la marcha del Movimiento Comu-
nista Internacional.
Fue a raiz del “Informe Secreto de Kruschev”, en el XX Con-
greso del PCUS, donde se denuncia “los crímenes de Stalin”,
iniciando consecuentemente una campaña de “desestaliniza-
ción” dentro de la URSS, imponiendo esta posición por medio
37
del chantaje económico y político en los demás países euro-
peos, logrando el sometimiento de la mayoría, a excepción de
China y la República Democrática de Albania. Las posiciones
cercanas a Stalin sufrieron lógicamente las consecuencias de
dicha campaña, tanto dentro de la Unión Soviética, como en
los “partidos hijos” en Europa del Este.
Mao Testung y el Partido Comunista de China, enarbolando la
bandera de Lenin y Stalin, reaccionaron lógicamente, ante el
intento de liquidar a uno de los más grandes dirigentes del
proletariado internacional.
Sin embargo, es necesario precisar, que si bien es cierto el Pre-
sidente Mao, salió en defensa de Stalin ante las calumnias de
Kruschov, también hizo serias y correctas criticas a sus errores:
“En Stalin —afirmó el dirigente chino— hubo mucho de metafísi-
ca, además que él enseñó a mucha gente a ponerla en práctica…A
Stalin se le escapó la conexión existente entre la lucha y la unidad de
los contrarios. La mentalidad de muchas personas en la Unión Sovié-
tica es metafísica, es tan rígida que, para ellos esto es esto y lo otro es
lo otro, sin que reconozcan la unidad de los contrarios. De ahí sus
errores en lo político. El error fundamental de Stalin, fue no aplicar a
fondo la dialéctica en todas las esferas y, de este modo sacó conclu-
siones seriamente equivocadas sobre la naturaleza de las clases bajo el
socialismo y los medios de prevenir la restauración capitalista”.
Pese a estas las críticas hechas indiscutiblemente desde el seno
del pueblo, el Presidente Mao consideró a Stalin como uno de
los más grandes dirigentes del proletariado, y haciendo un
balance entre sus virtudes y sus defectos, consideró que Stalin
tuvo un 70% de virtudes, contra un 30% de errores.
38
Las críticas chinas a la posición adoptada por la URSS se pue-
den resumir en los siguientes puntos: 1) El PCUS no hizo un
análisis correcto de la situación. (Si bien Stalin cometió errores,
hay que admitir que también ha tenido grandes méritos). 2) El
PCUS no hizo ninguna autocrítica. 3) El PCUS no consultó a
los demás partidos hermanos, antes de tomar una decisión tan
grave como la condenación de Stalin. (Lo que provocó una
serie de desajustes en los países socialistas).
Estas divergencias se acrecentaron durante la celebración en
Moscú de una reunión realizada en 1957, entre representantes
de Partidos Comunistas, en la que le propio Mao Tsetung, se-
ñaló la oposición del partido Comunista de China a las tesis de
Kruschov, sobre la posibilidad de la “transición pacífica” al
comunismo, tachándolas de derechistas.
Los puntos doctrinales defendidos por China se resumen en
un artículo publicado en Pekín bajo el título de VIVA EL
LENINISMO, donde se ataca al revisionismo y se reclama para
el Partido Comunista de China (PCCH), el hecho de ser el he-
redero del pensamiento leninista.
Los temas planteados fueron los siguientes:
1. DICTADURA DEL PROLETARIADO. El PCUS afirma que
no constituye sino una etapa el desarrollo del Estado
Socialista. El PCCH, sostiene que lejos de ser una etapa
abarca toda la etapa de la construcción de la sociedad
comunista, ya que las contradicciones de clase se man-
tienen aún después de los grupos explotadores.
2. LA TRANSICIÓN PACÍFICA AL SOCIALISMO, sostenida
por el PCUS, no hace según el PCCH, sino debilitar la
39
lucha revolucionaria; la violencia reaccionaria debe ser
combatida con la violencia revolucionaria; los explora-
dores no vacilan en emplear la fuerza.
3. CULTO A LA PERSONALIDAD Denunciado por Kruschov
en contra de Stalin, significó la negación de este; China
acepta la crítica a Stalin, pero siguiendo métodos ade-
cuados, buscando un balance necesario y serio. La ne-
gación de Stalin, implica negar la dictadura del prole-
tariado y las tesis fundamentales del marxismo-
leninismo, defendidas por él.
4. RELACIONES ENTRE PARTIDOS China señala que en la
relación entre partidos hermanos no debe haber “par-
tido dirigente” y “partidos dirigidos” y menos aún
“Partido padre” y “Partidos hijos”. La cuestión que se
plantea en el Movimiento Comunista Internacional, no
es si uno u otro partido debe asumir la dirección, sino
si debe obedecer al bastón de mando del revisionismo
o atenerse a los principios revolucionarios del marxis-
mo-leninismo.
5. LA GUERRA Y LA PAZ La URSS sostiene que, dado el es-
tallido de una guerra que sería de consecuencias catas-
tróficas, la contradicción entre socialismo y capitalis-
mo, debe llevarse al terreno de la competencia ideoló-
gica y económica; que el socialismo debe ganar por ser
el mejor sistema. China sostiene que no debe reprimir-
se la guerra revolucionaria, que es el único medio para
la liberación de los pueblos; aún aceptando la conve-
niencia de conseguir la paz mundial, los chinos no sa-
crificarán en tal sentido, la necesidad de liberación de
40
los diferentes países, que siempre se manifiestan en lu-
cha.
Como afirmamos anteriormente, en forma paralela a estos
importantes acontecimientos a nivel internacional, en el Perú,
la década de los sesentas significó la agudización de la lucha
de clases y un gran auge del movimiento de masas principal-
mente campesinas, que se caracterizó por la constitución ma-
siva de sindicatos rurales y la lucha generalizada del campesi-
nado por la tierra. Las luchas registradas durante este periodo,
son las más importantes dentro de la historia de los movimien-
tos rurales con masas desarmadas.
En el norte del país, en las haciendas cañeras, se da un proceso
de mecanización y racionalización, impulsando a los hacenda-
dos a reducir la mano de obra. El campesinado cañero asume
la huelga para enfrentar a esta política, que tiene ya marcadas
características capitalistas.
El sindicalismo costeño que estuvo tradicionalmente dirigido
por el APRA, dentro de los parámetros del “Sindicalismo Li-
bre Norteamericano” con sus “federaciones” ligadas a la “Or-
ganización Regional Interamericana de Trabajadores” (ORIT),
organismo imperialista para América Latina, que tiene claras
vinculaciones con la Agencia Central de Inteligencia America-
na (CIA), más la creciente conciliación del APRA con la patro-
nal, desmoviliza al campesinado cañero del norte del país, que
lentamente comienza a deshacerse de esas peligrosas ataduras.
El APRA se ha convertido ya abiertamente en un partido pro-
imperialista y burgués que abandonando sus postulados pri-
migenios de “nacionalización de la tierra y la industria”, es-
grime ahora demagógicamente una descabellada tesis de “na-
41
cionalización progresiva” y apoya las colonizaciones en la sel-
va amazónica impulsadas por la “Alianza para el Progreso”,
con el fin de trasladar la demanda de tierras otras zonas de-
jando intacta la estructura agraria existente.
La perdida total de su influencia en el campesinado se mate-
rializa aproximadamente en 1964: “Nuestra lucha contra la venta
de nuestros países al imperialismo —opinaba Haya de la Torre
allá por 1927— lleva en sus banderas la palabra salvadora: Naciona-
lización. La nacionalización de nuestras riquezas es la única garantía
de nuestra libertad”. Así pensaba el fogoso líder estudiantil,
convertido ahora en un incondicional defensor del capital mo-
nopólico norteamericano. Con su planeamiento de “nacionali-
zación progresiva”, Haya se quitaba definitivamente la careta
progresista.
Para ocultar su entreguismo, Haya desempolva y reedita su
trasnochada teoría que llamó “Espacio-Tiempo-Histórico” un
intento filosófico “indo americano”, en oposición al marxismo-
leninismo.
En esta teoría Haya afirma que el socialismo no es aplicable en
América Latina. Si bien es cierto —razona— que el imperia-
lismo en Europa es la última etapa del capitalismo, en nuestro
continente se convierte en la primera. Todo para justificar el
ingreso del capital extranjero, que según su concepción no
traba el desarrollo sino que por el contrario posibilita el desa-
rrollo de las fuerzas productivas.
La movilización campesina se traslada a la región andina. El
desarrollo de la Confederación Campesina del Perú (CCP) y su
trabajo en el seno del campesinado, logra algunas bases en la
sierra central y en la costa, rebasando las concepciones conci-
42
liadoras y reformistas opuestas a la toma de tierras. Poste-
riormente importantes bases de la CCP, se integrarían a la
Unión de Campesinos Pobres, para fortalecer el trabajo del
PCP en el campo.
Paralelamente se vive la profundización del capitalismo buro-
crático; los obreros desarrollan grandes movimientos huelguís-
ticos y avanzan en su organización sindical. La pequeña bur-
guesía principalmente maestros y estudiantes se incorpora
cada vez más a las luchas populares. El ordenamiento parla-
mentario entraba en crisis y sus partidos se empeñaban en
febril pugna por ganar posiciones y cosechar prebendas.
Fue en estas condiciones tanto nacionales como internaciona-
les, en que se desenvolvió la acción teórica y práctica de los
comunistas peruanos, que asumiendo el pensamiento Mao
Tsetung, pugnaron por retomar el camino de Mariátegui e
iniciar el proceso de reconstitución partidaria, que podríamos
definirlo como el proceso de acondicionar las organizaciones
del Partido y de las masas a las necesidades y perspectivas de
la guarra popular.
Este proceso de retomar a Mariátegui, tuvo su punto más alto
de desarrollo durante la realización de la IV Conferencia Na-
cional, exigida por la base partidaria y postergada en más de
una oportunidad por la dirigencia revisionista. No podríamos
dejar de mencionar la importancia en este proceso del Comité
Regional de Ayacucho y la fracción roja dirigida por el Dr.
Abimael Guzmán Reynoso (Presidente Gonzalo).
La lucha orgánica en contra del llamado “revisionismo criollo”
encabezado por el encallecido revisionista Del Prado se culmi-
na en esta Conferencia con su expulsión.
43
Pero el enfrentamiento entre posiciones contrarias a la fracción
roja de Guzmán continúa. Un grupo dirigido por Sotomayor,
que se oponía a la realización de otra Conferencia en septiem-
bre del 65, cuando tergiversando la realidad, tipifica errónea-
mente a personajes de la política criolla, que amerita su expul-
sión. La fracción roja sale fortalecida con la incorporación de
un nutrido grupo de militantes de la Juventud Comunista.
Finalmente las corrientes que enfrentan a la fracción roja del
Comité regional de Ayacucho José Carlos Mariátegui. 1) El
grupo comandado por Saturnino Paredes Macedo, que se
desenvuelve hacia el liquidacionismo de derecha 2) Patria Ro-
ja, que estando en la República Popular China crean un grupo
denominado Ching Kan y confabulan para usurpar la direc-
ción del Partido y 3) La llamada fracción bolchevique, que
posteriormente se opondría al inicio de la lucha armada y que
al ser derrotada se desintegra, huyendo sus principales cabe-
zas al extranjero.
Después de la expulsión del revisionismo de las filas del par-
tido —que es conocido como PCP (Bandera Roja) por el nom-
bre de su vocero periodístico— la nueva dirigencia plantea
tareas revolucionarias y la implementación de nuevos estilos
de trabajo. Era lógico que una militancia formada en las filas
del “revisionismo criollo” debiera de buscar urgentemente
formas y estilos de trabajo cualitativamente distintos a los em-
pleados anteriormente. Durante esta etapa se presenta en cier-
ta medida algo de mecanicismo y repetición libresca del Pen-
samiento Mao Tse-tung. Fenómeno no generalizado, pues
otros sectores se abocan al estudio de la realidad peruana,
desarrollando a Mariátegui y buscando como aplicar careado-
44
ramente el maoísmo a la realidad peruana. Se hacía necesario
convocar a una nueva Conferencia.
Meses antes de su realización, el Perú se siente remecido por el
estallido de la lucha armada encabezada por el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR) y la participación posterior
del Ejército de Liberación Nacional (ELN), este último de clara
definición “foquista” y que obedecía al bastón de mando de la
Habana.
El MIR en cambio podríamos definirlo como la culminación de
una disputa ideológica que desde hacía unos seis años se venía
presentando al interior del APRA. Cuando un grupo de jóve-
nes apristas luchan por restituir una supuesta democracia in-
terna, exigiendo la aplicación del programa aprista de 1931.
La estructura vertical, autocrática y autoritaria impuesta por
Haya de la Torre en su condición de “Jefe Máximo”, era soca-
vada por estos jóvenes que aún creían es su partido. Por temor
a que su ejemplo se expandiera, Haya ordena a las fuerzas de
choque la eliminación del grupo. Luís de la Puente Uceda —
posteriormente Comandante general del MIR— pasa dos años
en la cárcel de Trujillo —lugar de nacimiento de Haya y gran
bastión aprista— al liquidar en legítima defensa a uno de los
matones enviados por Haya de la Torre.
La posterior adhesión al marxismo leninismo (aunque sea sólo
en el enunciado teórico) y su conversión de “Apra Rebelde” en
Movimiento de Izquierda Revolucionaria, marca la definitiva
separación orgánica con el aprismo. La proximidad de De la
Puente a posiciones cercanas a la guerra popular, no impide
que en la práctica caigan en la aplicación del “foquismo”, teo-
ría apoyada por el liderazgo cubano.
45
Sería necesario precisar algunas consideraciones respecto al
“foquismo”, para poder comprender a cabalidad, la línea polí-
tica y militar del PCP, que a diferencia de otras corrientes re-
volucionarias en América Latina, optó por aplicar la teoría
militar del proletariado: la Guerra Popular, en contraposición
a lo enunciado por Regis Debray —autor de la teoría foquis-
ta— que rechaza como válidas las experiencias de China y
Viet-nam.
Quienes se han pronunciado teórica y prácticamente a favor
de un camino de esta naturaleza, resumen con pequeñas va-
riantes su accionar alrededor de los siguientes puntos: 1) Es
necesario el desarrollar una capacidad de respuesta a la vio-
lencia de las clases dominantes; 2) La violencia organizada de
pequeños grupos constituye un ejemplo que insita a la pobla-
ción; 3) El deber de un revolucionario es hacer la revolución; 4)
No es necesaria la existencia de un Partido Proletario.
Al margen de la personalidad y acciones heroicas de Ernesto
“Che” Guevara —coparticipe en la elaboración de esa teoría—
es necesario fijar una posición clara al respecto: Guevara-
Debray anteponen al análisis de las condiciones históricas con-
cretas su “voluntarismo pequeño-burgués” debiera ser obvio
que después de la experiencia revolucionaria internacional,
reconocer que los revolucionarios no hacen la revolución. La
revolución la hacen las masas en determinadas condiciones
históricas, bajo la dirección de un partido proletario, con una
clara posición política, tanto en lo nacional como en lo interna-
cional. El papel del revolucionario se circunscribe a organizar
y dirigir la revolución.
Una revolución no se hace como resultado de la decisión in-
quebrantable de realizarla, sino que se organiza en función del
46
desarrollo de las circunstancias históricas, no se hace porque la
revolución no es un acto mágico que modifique las relaciones
sociales de producción, sino que se organiza en función del
desarrollo de un proceso prolongado de lucha de clases, que
culminará necesariamente en formas superiores de organiza-
ción y de lucha. “El paso de la lucha política a la lucha armada —
escribe Vo Nguyen Giap, estratega militar vietnamita— consti-
tuye un gran cambio que exige una gran preparación. Si la insurrec-
ción es un arte, un punto esencial del contenido de ese arte, es dirigir
el paso a nuevas formas de lucha adaptadas a la situación política de
cada periodo y mantener una relación exacta entre la lucha política y
la lucha armada. La acción política siempre es un elemento esencial y
la lucha armada queda en segundo plano”. Palabras que coinciden
con el pensamiento Mao, cuando el líder chino sentenció que:
“El partido manda al fusil”
No analizar correctamente si existe o no situación revoluciona-
ria y el grado de desarrollo de las condiciones objetivas y sub-
jetivas, o en el mejor de los casos interpretando estas de mane-
ra antojadiza, empujan a los “militaristas pequeño-burgueses”
a emprender la aventura. Ellos consideran que las condiciones
objetivas, esto es que la opresión y la explotación alcanzan
grados suficientes para producir un estallido revolucionario, el
cual no se da por ausencia de condiciones subjetivas, vale de-
cir: falta de trabajo en el seno de las masas, existencia de un
Partido de estructura clandestina, militarizado o en proceso de
militarización, cabal comprensión contra quien se lucha y
quienes son los enemigos principales.
La célebre frase de “la guerrilla es el pequeño motor que echa
a andar el gran motor de la revolución”, equivale a decir que
la acción decidida de un pequeño grupo de hombres armados,
47
suplanta el trabajo político-organizativo de las masas. No se
pueden crear condiciones subjetivas (organización, conciencia,
disciplina, etc.) de la noche a la mañana, ni lo va a lograr la
acción audaz de un grupo de hombres decididos a “hacer la
revolución”. Esto demuestra una profunda incomprensión de
la historia. Sólo partiendo de sólidas organizaciones políticas,
es posible edificar sólidas organizaciones militares con pers-
pectivas de capturar el poder.
A partir de esta visión unilateral y a menudo distorsionada del
proceso cubano, llevó a una generación de revolucionarios
latinoamericanos —entre ellos los del MIR y los del ELN— a
imitar como una consecuencia lógica de la desesperación de
grupos que se encontraban aislados del movimiento popular,
que subestimaban y hasta despreciaban a las masas.
La práctica política y social —que en última instancia es el
único criterio de la verdad— de estos grupos y la historia del
período, se han encargado hasta la saciedad de probar lo erra-
do de esta concepción, que llevó a la muerte y al desgaste a
muchos honestos pero equivocados jóvenes latinoamericanos.
Esta desconfianza en el campesinado y la evaluación subjetiva
de los doce hombres valientes que hicieron la revolución en
Cuba, popularizada por Debray en su pasquín “Revolución en
la Revolución”, donde oculta situaciones que negarían sus
postulados, como aquella de que el Movimiento 26 de Julio,
era un movimiento político, sino ciertamente marxista, si una
organización democrática y anti-dictatorial que abastecía a la
guerrilla con recursos y hombres desde las ciudades. Hecho
que al parecer para Debray carecía de importancia.
48
El MIR ante la desconfianza en las masas y los bombardeos
que hace la Aviación sobre poblados serranos, los obliga a
buscar “zonas inexpugnables” donde no pudieran ser ubica-
dos. Craso error militar: “Por donde pasa un chivo, pasa un hom-
bre” escribió Klausewisch es sus tratados militares.
La eliminación del MIR y el ELN en tan sólo ocho meses por
fuerzas militares combinadas (Ejército, Aviación y Fuerzas
Auxiliares) demostraron una vez más que la tan publicitada
teoría del foco guerrillero, no funcionó en América Latina.
Pero la experiencia guerrillera del MIR constituye una fuente
inagotable de estudio. Así lo consideran los comunistas pe-
ruanos, al analizar la lucha armada como parte del temario de
su V Conferencia Nacional, donde se analizan los orígenes
pequeño burgués del MIR, se desenmascara lo errado del fo-
quismo y se rinde homenaje a su Comandante General Luís de
la Puente Uceda, caído en combate. Se comenta que Abimael
Guzmán, en aquel momento conocido como el camarada “Ál-
varo” sentenció: “No permitiremos que se extinga el fuego de la
lucha armada iniciada por el MIR”
El traslado de la Dirección Nacional al campo; asumir el pen-
samiento Mao y reconocer el legado de Mariátegui así como la
necesidad de la construcción de las Fuerzas Armadas Revolu-
cionarias, como forma principal de organización, son los
acuerdos más relevantes de dicha Conferencia.
La destrucción de las guerrillas del MIR y del ELN, con bom-
bardeos inmisericordes contra poblaciones campesinas, donde
se utilizaron bombas Napalm, proporcionadas los Estados
Unidos, indigna a la población y las masas se movilizan exi-
giendo el cambio social. El vacío de poder se muestra más ní-
49
tido en las postrimerías del primer periodo presidencial de
Fernando Belaúnde Ferry.
Los mismos militares asesinos que combatieron las guerrillas,
que y descargaron su odio de clase contra poblaciones campe-
sinas desarmadas, propician un Golpe de Estado, instaurando
la modalidad de “golpe institucional” (acción conjunta de las
tres armas) en sustitución del desprestigiado cuartelazo.
Es necesario dejar claramente establecido que esta modalidad
tuvo una experiencia anterior, con el golpe del General Pérez
Godoy en 1962 que podemos considerarla como un “Plan Pilo-
to experimental” de tan sólo un año de duración.
Cuando en octubre del 68, las Fuerzas Armadas del Perú de-
rrocan a Belaúnde, el país vivía un ascenso de lucha proletaria,
es por esto que este golpe militar tiene un carácter preventivo.
Luego de largos años de dominio, el movimiento obrero se
desata de nocivas influencias y en sectores cada vez crecientes,
se va imponiendo un sindicalismo de clase, que materializa su
existencia en la reconstrucción de la Confederación General de
Trabajadores del Perú (CGTP), aún a pesar de su dirigencia
revisionista. El PCP trabaja en el seno de las masas obreras a
través de un organismo generado: Movimiento Obrero de
Trabajadores Clasistas (MOTC), que no forma parte de la
CGTP, en defensa de la independencia política de la clase
obrera peruana.
Al día siguiente del golpe la camarilla revisionista expulsada
—que sigue manteniendo apócrifamente el membrete de
PCP— saca a luz un comunicado señalando que las Fuerzas
Armadas no toman el poder en contra del APRA, cuyo anta-
gonismo se remonta a insurrecciones apristas traicionadas por
50
su dirigencia, sino con la finalidad de detener el movimiento
obrero.
Con la “nacionalización de la International Petroleun Com-
pany (IPC), que explotaba yacimientos casi agotados, utilizan-
do equipos obsoletos, los “moscovitas” agregan un nuevo
punto a su ya larga lista de traiciones. De buenas a primeras
pasa a convertirse en el partido que más apoyó y sostuvo a los
militares golpistas.
Por su parte los militares no esperan mucho para a través de la
represión, demostrar a los ilusos, que sólo ellos iban a solucio-
nar los problemas del Perú. Antes de cumplir el primer año de
gobierno, las emprenden contra el movimiento campesino,
magisterial y estudiantil en las ciudades de Huanta y Ayacu-
cho (Lugar histórico de inicio de la Guerra Popular en el Perú).
Cabe indicar que las movilizaciones estaban dirigidas por el
Frente de defensa del Pueblo de Huanta y Ayacucho, orga-
nismo generado por el PCP. El combate popular que adoptó
nuevas formas de organización, en defensa de la gratuidad de
la enseñanza, amenazada por un decreto gubernamental, ter-
mina en una masacre de pobladores desarmados.
A partir de este hecho, la política gubernamental está marcada
por la misma tendencia represiva pero cubierta de rimbom-
bantes palabras de “soberanía e independencia”. La imple-
mentación de una demagógica “Reforma Agraria”, que tenía
por objeto el ilegalizar los sindicatos independientes y parali-
zar a los campesinos que pugnaban por la entrega de la tierra
sin pago a los terratenientes; clase a los que los militares le
posibilitaron el traslado de su poder a sectores más modernos
y productivos.
51
Como medida paralela a su “Reforma Agraria”, los militares
montan desde la cúspide del poder un organismo de claro
carácter corporativo que llamaron “Confederación Nacional
Agraria”, en un intento de ligar directamente a las organiza-
ciones campesinas a los aparatos del Estado.
El PCP denuncia el carácter social-corporativo (fascista) del
régimen, convirtiéndose esta tipificación en punto de deslinde
entre la posición revolucionaria y la posición colaboracionista.
En este contexto se lleva a cabo la VI Conferencia Nacional: EN
DEFENSA DE LOS ACUERDOS Y RESOLUCIONES DE LA V
CONFERENCIA NACIONAL; evento en el cual se sanciona la re-
constitución partidaria a partir de los siguientes puntos: 1) El
marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung; 2) Línea polí-
tica general, cuya piedra angular es Mariátegui; 3) Reconstruc-
ción partidaria (que como se sancionó, implicaba reconstruir el
Partido para la Guerra Popular).
La VI Conferencia Nacional del PCP, marca el inicio del proce-
so de reconstitución y cierra la etapa de búsqueda del camino
de Mariátegui; liquida asimismo la lucha que la fracción roja
llevaba a cabo contra una línea oportunista de derecha disfra-
zada de izquierda, encabezada por saturnino Paredes Macedo,
que posteriormente negando el pensamiento Mao se pasara
con armas y bagajes a defender la posición albanesa de Hoxa y
terminara como candidato a la elección de la Asamblea Consti-
tuyente de 1978 por el Frente Obrero, Campesino, Estudiantil
y Popular (FOCEP), que aglutinaba a disímiles y fragmentadas
corrientes trotskistas.
Los planes conciliatorios de los militares no dan los resultados
que ellos esperaban. La lucha de clases es un fenómeno que se
da al margen de la voluntad de los hombres y no puede su-
52
primirse por “decretos”. El incontenible ascenso de las luchas
proletarias continúa. Se estima que el índice de huelgas en
relación con las efectuadas durante el gobierno anterior, se
incrementaron en más del 200%.
La respuesta militar a todas las huelgas es declararlas ilegales,
orquestando paralelamente una campaña en que se acusa al
APRA, a la CIA y a la “Ultra-izquierda” de ser los enemigos
de una “revolución que era para todos los peruanos”. Frente a
esta escalada huelguística el gobierno acentúa sus planes cor-
porativos con una ley que normara el funcionamiento de los
sindicatos con intenciones claramente manipuladoras y termi-
nar en convertirlos en cuerpos complementarios del Estado. La
creación de la llamada “Central de Trabajadores de la Revolu-
ción Peruana” (CTRP), que agrupa a líderes desclasados y
oportunistas, fue el mayor intento de llevar adelante su pro-
yecto reaccionario.
El discurso antiparlamentario, antidemocrático y antisocialita,
unido a sus intentos de corporativización de la sociedad, con
planteamientos de conciliación de clases y movilizaciones de
carácter reaccionario, muestran de cuerpo entero a los milita-
res a los que el PCP tipifica de fascistas.
Contrariamente a esta posición el APRA, a la vez que reclama
la reimplantación de un régimen demo-burgués y parlamenta-
rio, se declara como el padre ideológico de los militares golpis-
tas: “Están aplicando el programa aprista de 1931” dice desde una
tribuna levantada frente a su local partidario, su viejo y decre-
pito líder. La tan pomposamente enunciada “revolución no
capitalista ni comunista” de los militares, coincidía cabalmente
con el propósito de Haya de la Torre de buscar caminos terce-
ristas.
53
Es aleccionadora la claridad con que José Carlos Mariátegui
veía al aprismo: “La primera obligación —escribió cuando cerró
las páginas de su revista a colaboradores apristas— de toda obra
del género de Amauta se ha impuesto es precisamente esta: durar. La
historia es duración. No vale el grito aislado, por más largo que sea
su eco. No vale la idea perfecta, absoluta, abstracta, indiferente a los
hechos, a la realidad cambiante y móvil; vale la idea germinal, con-
creta, dialéctica, operante, rica en potencia y capaz de movimiento.
Amauta no es una diversión ni un juego de intelectuales puros, con-
fiesa una idea histórica, confiesa una fe activa y multitudinaria, obe-
dece a un movimiento social contemporáneo. En la lucha entre dos
sistemas, entre dos ideas, no se nos ocurre sentirnos espectadores, ni
inventar un tercer término. La originalidad a ultranza es una preo-
cupación literaria y anárquica. En nuestra bandera escribimos esta
sola, sencilla y grande palabra: Socialismo. (Con este lema afirmamos
nuestra absoluta independencia, frente a un partido político naciona-
lista, pequeño burgués y demagógico.
La represión continúa: los obreros mineros de Cobriza (Huan-
cavelica), ven asesinar a sus dirigentes en su propio local sin-
dical. La intervención de los “Sinchis” (cuerpo anti-subversivo
de la Guardia Civil), y la muerte de su Secretario General Pa-
blo Inza, nos mostraban nuevamente el carácter altamente
represivo del régimen “antiimperialista” de Velasco y compa-
ñía.
Los trabajadores siderúrgicos de la empresa estatal Sider-Perú
son atacados y arrojados de su centro de trabajo por las bandas
paramilitares —camisas negras en el fascismo italiano— que
respondían al membrete de “Movimiento Laboral Revolucio-
nario” (MLR), integrado en un buen porcentaje por ex-
54
convictos, escogidos por su crueldad y hasta liberados de las
cárceles del Perú.
Ante un intento de definición ideológica y organizativa del
Magisterio Nacional, el gobierno responde nuevamente con la
represión, deteniendo y enviándolos a “El Sepa” (una prisión
en la selva amazónica), a toda su dirigencia.
Mientras el gobierno persigue y reprime culquier caso de opo-
sición, el PCP despliega un intenso trabajo entre las masas,
principalmente campesinas, a través de la Federación de
Campesinos Pobres que se nutre con sectores inconformes de
la CCP, que constituyen su principal base de apoyo, movili-
zándose en contra del marco corporativo de someter al campe-
sinado a una “Reforma Agraria” marcadamente autoritaria.
Estas acciones se inician como una acción espontánea en con-
tra del verticalismo que revestía la formación de nuevas
cooperativas y en contra de los intentos de evasión de la re-
forma agraria, durante el periodo comprendido entre 1970 a
1972, para pasar a una fase en que las masas pugnaron por una
radicalización de la reforma, que mantenía bajo nuevas for-
mas, las mismas relaciones de semi-feudalidad anteriormente
existentes. Estas movilizaciones se centraron casi exclusiva-
mente en la sierra.
Si bien es cierto que el PCP centra su trabajo en el campesina-
do pobre de la región serrana, no descuida los otros frentes de
lucha. El MOTC, libra una batalla ideológica con la CGTP, que
se mantiene en base a “rublos social-imperialistas” bajo la égi-
da del revisionismo criollo. El Frente Estudiantil Revoluciona-
rio (FER) se convierte en una tribuna de denuncia contra el
social-corporativismo gobiernista, a la vez que lucha por la
55
defensa de la universidad peruana frente a los intentos eliti-
zantes del gobierno. El trabajo entre los metalúrgicos y el ma-
gisterio, tampoco es descuidado por el PCP.
¿Qué ha sido de la dirigencia revisionista que domina la
CGTP? Ellos fueron sin lugar a dudas, el aliado más fiel de la
política gubernamental. Ante la ola de huelgas los dirigentes
traidores hicieron el papel de amarillos. Ante las masacres
calmaron los ánimos. Frente a la beligerancia obrera hicieron
llamados para evitar huelgas y ante el alza del costo de la vida
llamaron a la austeridad, justificando el peso de la crisis que
era descargada sin misericordia sobre los hombros de los tra-
bajares.
1975, marca el quiebre total de la utopía del “proyecto social”
elaborado en 1968 por los “militares concientizados”. El paro
por mejoras salariales de las Fuerzas Policiales en Lima, de-
mandando mejores salarios y el cese de maltratos de parte de
la oficialidad, termina en una masacre al interior de un cuartel.
En las calles las masas de desocupados asaltan mercados y
comercios, incendian el Círculo Militar —ostentoso club de la
oficialidad— y el diario “Correo” manifiestamente pro-
gobiernista.
La CGTP a través de la radio y la televisión, llama a la clase
obrera a movilizarse y defender “el proceso revolucionario de
Fuerza Armada”.
Nadie, absolutamente nadie acude al llamado; la “revolución”
era solamente defendida por los tanques. Los acribillados en
las calles sumaron varios cientos.
56
El año 1976 enluta a la humanidad. La desaparición física del
Presidente Mao Tsetung, causa una profunda conmoción entre
los auténticos marxistas-leninistas.
Los seguidores del camino capitalista al interior del Partido
Comunista de China no esperaron mucho para dar un reaccio-
nario golpe de estado, negando públicamente el pensamiento
Mao al que acusaron de extremista, iniciando una salvaje per-
secución contra los auténticos comunistas chinos, encabezados
por el Grupo Changay motejada por la nueva dirigencia china
como la “Banda de los Cuatro”.
Liquidando la oposición ideológica, les fue fácil destruir la
colectivización en el campo, restituyendo el capitalismo y
desmontando las conquistas de la Gran Revolución Cultural
Proletaria. Se imponía una nueva dictadura burguesa en con-
tra del pueblo chino.
El PCP, es el primer partido Comunista en denunciar el golpe
reaccionario y declara que el Presidente Mao, vivirá eterna-
mente en los verdaderos marxistas-leninistas, reafirmando su
compromiso de impulsar la Guerra Popular en el Perú.
Aunque parezca extraño, este tipo de demacraciones públicas
no preocupaban mayormente a los cuerpos de la inteligencia
militar, acostumbrados ya a los excesos verbales del radicalis-
mo de izquierda.
En cumplimiento de los acuerdos de la V Conferencia, la Di-
rección ya se encuentra instalada en el campo, particularmente
en Ayacucho y los departamentos de la sierra central. Se traba-
ja desde la Universidad San Cristóbal de Humanga en Ayacu-
57
cho, a la que el reformismo llama despectivamente “el feudo
de Guzmán.
El gobierno militar da marcha atrás en su proyecto corporativo
por presión de las masas y la realización exitosa de dos paros
nacionales que paralizan más de la mitad del país. Francisco
Morales Bermúdez que había sustituido a Juan Velasco Alva-
rado en la dirección de la “Junta Revolucionaria de Go-
bierno”, anuncia el retorno a la democracia a través de una
convocatoria para elegir representantes a la Asamblea Consti-
tuyente de 1978. Su última jugada consistía en incorporar a la
Carta Magna “sus reformas sociales”.
La nueva coyuntura política es analizada por el PCP en abril
de ese mismo año, cuando se publica por acuerdo de su Comi-
té Central el documento: CONTRA LAS ILUSIONES
CONSTITUCIONALES Y POR EL ESTADO DE NUEVA DEMOCRACIA;
afirmando que la nueva constitución era una forma de legali-
zación fascista.
Siguiendo su trayectoria de oportunismo y traición al pueblo,
la mal llamada izquierda, se alista para la competencia electo-
ral. Hasta los partidos aparentemente radicalizados, como el
MIR y Patria Roja, aceptan la coyuntura argumentando que
esto posibilitaba un proceso de “acumulación de fuerzas”. La
Juventud de Paria Roja rechaza la propuesta. Pucallacta —
como se le denominaba— se separa del partido y posterior-
mente se integrarían a la guerra popular.
Los caminos se separan. La participación o no se convierte en
la práctica en un punto de deslinde, produciéndose una nueva
y definitiva polarización en el campo popular. Mientras los
partidos “parlamentarios” desarticulan sus pequeños aparatos
58
clandestinos y se abren al trabajo legal; el PCP comienza a reti-
rar sus cuadros visibles, particularmente aquellos que trabaja-
ban en el Movimiento Estudiantil.
En el documento: CONTRA LAS ILUSIONES CONSTITUCIONALES
Y POR EL ESTADO DE NUEVA DEMOCRACIA; se especifica cual es
el camino del pueblo y cual el de las clases dominantes, segui-
das ahora como furgón de cola, por una amplia gama de orga-
nizaciones reformistas de diferentes matices.
El documento analiza, que en momentos de crisis sumamente
agudas, las clases dominantes tienen que tomar decisiones
políticas que marcan la actividad de los partidos y organiza-
ciones políticas hasta por decenios. Considera que la convoca-
toria a elecciones para formular una nueva Constitución que
reemplazaría a la de 1933 iniciaría LA TERCERA
REESTRUCTURACIÓN DEL ESTADO PERUANO: “En la Segunda
Guerra Mundial se desarrolla la burguesía burocrática y apunta a
dirigir el Estado, su presencia es notoria en los gobiernos de Busta-
mante y Belaúnde, sin embargo, es recién en octubre de 1968 cuando
asume el gobierno a través de las Fuerzas Armadas, desplazando a la
burguesía compradora, que desde la década de los veinte se entroniza
como clase dirigente del campo reaccionario…
(…)¿En qué condiciones se produce este ascenso? En medio de la
crisis de la llamada democracia representativa. El Estado peruano se
formó como una democracia burguesa formal, sistemáticamente, con
la Constitución de 1920, bajo la dirección de la burguesía comprado-
ra o “mercantil” como la llamaba Mariátegui, esto sirvió al desarro-
llo del capitalismo burocrático, proceso que a través del oncenio de
Leguia, bajo el manto del imperialismo yanqui va consolidando su
poder. Sin embargo la crisis 29-34 y el desarrollo de la lucha popular,
principalmente del proletariado con la fundación del Partido Comu-
59
nista, general un convulso período de nuestra historia contemporá-
nea; en él se cumplirán las elecciones del 31 de la que se deriva la
constitución aún vigente, por lo menos en las palabras….
(…) La constitución del 33 tiene las características que magistral-
mente señalara Marx 1) si bien reconoce derechos y libertades de
índole demo-burgués, cada artículo que sanciona tiene en sí mismo
su contradicción esto es a la vez que los reconoce los sujeta a la res-
tricción legal. Basta esta muestra que es uno de los ejemplos de
Marx, Art. 62: Todos tienen el derecho a reunirse pacíficamente y sin
armas sin comprometer el orden público. La ley regulará el derecho
de reunión. 2) presenta la contradicción entre el Poder Ejecutivo y el
Poder Legislativo y si bien este pretende sujetar aquel en las palabras,
el Ejecutivo en los hechos se ha ido imponiendo cada vez más, refle-
jando el proceso del Estado Burgués que lleva al fortalecimiento
inevitable del Poder Ejecutivo y como su sustento, al Ejército… cues-
tiones que es previsible volverán a darse en la nueva constitución
entre democracia representativa y corporativismo…
(…) Todas estas contradicciones constitucionales se agudizarán en la
lucha entre la burguesía compradora y la burocrática y aún más por
el desarrollo creciente de la fuerza del pueblo y de la clase obrera pos-
terior al 45… sobre la base de la profundización del capitalismo bu-
rocrático, la contradicción en el seno de la gran burguesía entre la
fracción compradora y burocrática y, sobretodo, el desarrollo del pro-
letariado (su vuelta al marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tse-
tung y el camino de Mariátegui) y el auge del movimiento campesino
que remeció profundamente a la sociedad peruana y la lucha guerri-
llera del 65, llevó a la crisis de democracia representativa…
(…) En estas circunstancias las fuerzas armadas tomaron la direc-
ción del Estado en función, principalmente de los intereses de la bur-
guesía burocrática con dos tareas que cumplir: primera la de llevar
60
adelante la profundización del capitalismo burocrático y, segunda
reorganizar la sociedad peruana. Así se inicia el actual régimen que
guiándose por una concepción política fascista, desarrolla la corpora-
tivización de la sociedad peruana, proceso que se ha desenvuelto has-
ta hoy en tres partes: 1) bases y desarrollo de la corporativización, se
cuestiona todo lo anterior tildándolo de “viejo orden pre-
revolucionario” se sientan bases organizativas y se establecen bases
ideológicas. Esto duró hasta el 75. 2) reajuste general corporativo,
evaluación de un camino en cuanto a bases y problemas a fin de con-
siderar posiciones y avanzar hacia el Estado Corporativo presentando
como “democracia social de participación plena”, se inició con el
desplazamiento de Velasco por Morales Bermúdez, agosto del 75;
3)tercera reestructuración del Estado peruano, de julio del 77en ade-
lante, estableciendo un programa político con elecciones para una
Constituyente, sanción de una nueva carta constitucional que debe
“institucionalizarlas transformaciones estructurales llevada a cabo
desde el 3 de octubre de 1968”y la celebración de elecciones generales,
lo que debe cumplirse según el Plan Tupac Amaru hasta 1980…
(…) He aquí en términos generales la corporativización seguida en
10 años, ¿Y en ese decenio cómo se ha desenvuelto la contradicción
entre la burguesía burocrática y el proletariado? La burguesía buro-
crática encabeza el campo de la contrarrevolución, comandada por los
terratenientes feudales y la burguesía compradora, que está ligada al
imperialismo yanqui principalmente, aunque en la última década el
social imperialismo comienza su penetración estableciendo lazos con
la burguesía burocrática. El campo del pueblo tiene un centro: el
proletariado, que es la única clase capaz de conducirlo a condición
que desarrolle su vanguardia y en los hechos dirija la lucha armada;
así podrá forjar la alianza obrero-campesina con su gran aliado, ga-
narse a la pequeña burguesía y, en determinadas condiciones, unir
hasta a la burguesía nacional. Pues bien, en la primera parte de la
61
corporativización, la burguesía burocrática consiguió aislar al prole-
tariado y hasta atarlo parcialmente presentándose como fuerza avan-
zada y vistiéndose re “revolucionaria” con la ayuda del oportunismo,
principalmente del revisionismo social-corporativista de “Unidad”;
en la segunda parte, del reajuste general corporativo, más y más cla-
ro fue quedando el papel de la burguesía burocrática y perdió sus
falsas vestiduras, haciéndose más difícil para el oportunismo atar al
proletariado a la cola de su enemigo; en la tercera parte de a corpora-
tivización, en la reestructuración del Estado, la contradicción entre
burguesía burocrática y proletariado vuelve a lucir más nítida en su
antagonismo, más aún, en ambas clases antagónicas comienzan a
polarizarse más crecientemente una contra la otra y el proletariado
cobra mayor dimisión como la única clase dirigente de la revolución
de nueva democracia…
(…) ¿Cuál es pues, el período político en qué vivimos? Desde el 77
vivimos un período político de unos 4 o 5 años de duración, caracte-
rizado por la tercera reestructuración del Estado peruano del siglo
XX y por el desarrollo de las luchas de las masas populares hacia el
inicio de la lucha armada. Período que se da en el segundo momento
de la historia contemporánea del país; esto es de la Segunda Guerra
Mundial a la actualidad; momento en el cual se profundiza el capita-
lismo burocrático y se desarrolla la corporativización bajo la direc-
ción de la burguesía burocrática; momento en el cual, por otro lado,
maduran las condiciones de la revolución democrática y esta ingresa
a definirse como la fuerza de las armas ara crear un Estado de Nueva
Democracia. ¿Pero cuál es la situación inmediata del período que
vivimos? Para el imperialismo las clases explotadoras y la burguesía
burocrática que dirige el proceso se presentan os cuestiones: llevar
adelante las elecciones a la Asamblea Constituyente y abrir el camino
que concrete la tercera reestructuración del Estado peruano; la se-
gunda es la principal por ser más compleja y de mayor trascendencia
62
y de la que espera derivar, la burocrática y su asentamiento de su
condición dirigente y porque además la primera está en su parte fi-
nal, contando con el apoyo de la mayoría de los partidos que ven a la
Constituyente su re-flotamiento y perspectiva. Al pueblo, a los explo-
tados y al proletariado se les plantea no dejarse atar al proceso elec-
cionario que es la puerta de la reestructuración del Estado y desarro-
llar la creciente protesta popular, para movilizar, politizar y organi-
zar a las masas, especialmente al campesinado, este segundo aspecto
es el principal…
El PCP finaliza su documento haciendo un análisis de la situa-
ción política concreta dentro de la perspectiva del camino del
pueblo, pasando a la convergencia de clases, fracciones y par-
tidos en el campo de la reacción y concluye, que el camino
democrático del pueblo peruano, se desarrolla a través del
inicio de las acciones armadas.
Todo este análisis partidario fue el resultado de un minucioso
estudio de la lucha de clases en el Perú, proceso que se da du-
rante el lapso de tiempo en que se lleva a cabo la reconstitu-
ción en la búsqueda y el desarrollo del legado de Mariátegui.
Para tener una compresión más cabal de este proceso, voy a
incluir fragmentos de un documento posterior, publicado ya
cuando el PCP se encontraba en plena guerra popular, en 1986,
y lo hago a pesar de adelantarme en el tiempo y saltar etapas
cronológicas, para ver a cabalidad como se abocaron no sólo a
estudiar el avance del camino popular, sino el del enemigo.
63
DESARROLLAR LA GUERRA POPULAR SIRVIENDO
A LA REVOLUCIÓN MUNDIAL
“A comienzos de los años setenta, en el Comité Regional de Ayacu-
cho, se inició el desarrollo de una fracción fundada por el Presidente
Gonzalo, entendiéndose por tal, lo que Lenin enseñara: en el partido
la fracción es un grupo de hombres unidos por la comunidad de ideas,
creada con el objetivo primordial de influir sobre el Partido en deter-
minada dirección, con el objetivo de aplicar en el Partido, sus propios
principios de la forma más pura posible. Para eso es necesaria una
auténtica comunidad de ideas. La fracción surgió como producto del
desarrollo de la lucha de clases a nivel mundial, especialmente de la
gran lucha entre el marxismo y el revisionismo que sirvió a la difu-
sión del pensamiento Mao Tsetung, como a mediados de la década se
denominaba el desarrollo del marxismo-leninismo por el Presidente
Mao Tsetung, él fue principal y decisivo para la fracción; concomi-
tante y con base sustantiva, el propio proceso de la sociedad peruana,
con su desarrollo del capitalismo burocrático, la agudización de la
lucha de las masas, la intensificación de la actividad política con cre-
ciente propaganda sobre la Lucha Armada y además, la región en la
cual se desenvolvía, donde la semi-fuedalidad mostraba su caducidad
y el campesino despertaba notablemente combatiente; expresión de
similar proceso en todo el país. Dentro del Partido por entonces, se
profundizó la lucha entre el marxismo y el revisionismo; la fracción
encabezada por el Comité Regional, combatió contra el revisionismo
de Del Prado y sus secuaces, participando en la IV Conferencia Na-
cional, donde aquellos fueron expulsados; de ahí en adelante su de-
senvolvimiento de da a nivel partidario nacional”.
“Después de la V Conferencia Nacional, noviembre del 65, la frac-
ción en la lucha de dos líneas en el Partido se abocó a bregar por la
construcción de los tres instrumentos de la revolución: partido, fuer-
64
za armada y frente único, demandando ajustarnos a la línea política
de la Conferencia, que estableció como tarea principal, construir las
fuerzas armadas revolucionarias para la lucha armada. Pero el lastre
del revisionismo, entorpecía y se oponía de mil maneras al cumpli-
miento de la tarea principal; en estas circunstancias, la fracción,
retomando posiciones de la necesidad de contar con un Partido ideo-
lógicamente unido y orgánicamente centralizado, centra en el “heroi-
co combatiente”, planteándose la “Reconstitución del Partido”. Este
se llevó en tres períodos con su correspondencia estrategia política
cada uno: 1) Determinación de la Reconstitución, se guió por la re-
comendación de “seguir el camino de cercar las ciudades desde el
campo” como estrategia política; en ese momento la cuestión era
construir un partido que dirigiera la lucha armada siguiendo este
camino, el camino campesino y el de la tierra adquirían gran impor-
tancia y poner el peso del Partido en el campo era de trascendencia;
además de la línea ideológica política, como decisiva, centró en “ba-
sarse en el pensamiento Mao Tsetung y como se decía entonces y en
“retomar el camino de Mariátegui y su desarrollo”, lo saltante era
desarrollarlo, pues no bastaba con retomarlo, dos razones claves lo
exigían, el desarrollo del marxismo-leninismo por el Presidente Mao
Tsetung y el desarrollo del capitalismo burocrático en el país; en este
momento se dio la lucha contra el revisionismo en su forma “jru-
chovista” y su manifestaciones en diversos planos de la vida partida-
ria, que terminó en la VI Conferencia del 69, aprobándose la “Re-
constitución del Partido” teniendo como base la unidad partidaria, el
marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung (como se decía en-
tonces, hoy maoísmo) pensamiento de Mariátegui y línea política
general”.
“El siguiente período, 2) Aplicación de la Reconstitución se guió por
la estrategia política de “Reconstituir el Partido” según la base de
unidad partidaria. En octubre de 1968 se dio el golpe de Estado de
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  • 1. LUCHA IDEOLÓGICA, GUERRA POPULAR Y CONVERSACIONES DE PAZ EN EL PERÚ Hugo van Oordt Huldisch LUCHA IDEOLÓGICA, GUERRA POPULAR Y CONVERSACIONES DE PAZ EN EL PERÚ Hugo van Oordt Huldisch
  • 2. 2
  • 3. 3 LUCHA IDEOLÓGICA, GUERRA POPULAR Y CONVERSACIONES DE PAZ EN EL PERÚ Hugo van Oordt Huldisch
  • 4. 4
  • 5. 5 DEDICATORIA A todas las personas que se interesan en la lucha del pueblo del Perú por lograr su libertad definiti- va. Y para aquellos que no han perdido aún las es- peranzas de avanzar hacia la sociedad de la eterna armonía, el comunismo.
  • 6. 6
  • 7. 7 AGRADECIMIENTOS A todos los compañeros peruanos radicados en México, que me alentaron en la realización del pre- sente trabajo, infundiéndome ánimos, aún en los momentos más difíciles. Un agradecimiento especial al Maestro Reynaldo Olivares del Taller de Gráfica Popular, gran artista, que preserva el sentido social de la plástica mexi- cana, por su desinteresada colaboración al ilustrar con un magnifico grabado del Presidente Gonzalo, la portada del presente trabajo.
  • 8. 8
  • 9. 9 PROLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN Cuando en abril de 1997, luego de que el Dr. Abimael Guzmán Reynoso, propusiera al gobierno de Alberto Fujimori iniciar una serie de rondas de conversaciones para arribar a un acuerdo de paz, creí necesario publicar la primera edición de LUCHA DEOLÓGICA, GUERRA POPULAR Y CONVERSACIONES DE PAZ EN EL PERÚ, donde se vivía un clima de tensión pocas ve- ces visto en su historia. La derecha festejaba histéricamente la captura del dirigente histórico del Partido Comunista del Perú y anunciaba con bombos y platillos la pacificación del país, mientras que sus cuerpos de elite continuaban masacrando al pueblo. Consideré necesario hacerlo porque el tema podía ser intere- sante para algunos e intrascendente para otros, por decirlo de alguna manera. Era la época en que los adoradores de la tec- nocracia y el pragmatismo declaraban pomposamente “la de- rrota definitiva de la política” y la inoperancia de los partidos, sea cuales fueran sus matices ideológicos. Escribir en aquel entonces sobre un tema político social; sobre un sucinto análisis histórico de un Partido Comunista que asumiendo el marxismo-leninismo-maoísmo —considerado por ellos como la tercera, nueva y superior etapa del marxis- mo— generó el movimiento social más importante de la histo- ria republicana del Perú, sólo comparable con la rebelión de Tupac Amaru II durante la colonia y que fuera tipificado por “intelectuales” irresponsables —que obviamente respondían a un especifico carácter de clase— como el “movimiento terro- rista más letal del planeta”.
  • 10. 10 Escribir específicamente acerca del desarrollo del Partido Co- munista del Perú (conocido por la prensa como “Sendero Lu- minoso”) fue un intento de analizar una experiencia inédita en las luchas revolucionarias en América Latina. La aplicación a la realidad peruana —siguiendo el camino de Mariátegui— de los principios universales de la Guerra Popu- lar; hecho que el PCP en su Primer Congreso denominó “Pen- samiento Gonzalo”, así como la constitución de un ejército guerrillero que llegó a contar con 60,000 hombres en armas, — según declaraciones de Elena Iparraguirre Revoredo a una revista limeña— casi a partir de la nada y su marcha hacia la captura del poder a través de planes y campañas militares, la posterior captura de la dirección histórica y el planteamiento del Dr. Guzmán de llevar adelante conversaciones de paz, ante el estancamiento de la guerra y la notable falta de una direc- ción proletaria, hace que la práctica del PCP, fuera altamente esclarecedor. La “izquierda parlamentaria” se convierte en el más claro enemigo del PCP, llegando a implementar —a instancias del Alcalde de Lima Alfonso Barrantes Lingán— un llamado “Frente Anti-terrorista”, junto con la derecha más reaccionaria. Consideré en aquel momento y creo seriamente que aquello sigue siendo vigente hasta la fecha, que era imposible com- prender la lucha del PCP, tanto en situaciones cruentas como incruentas, si no paríamos de sus propios orígenes ni analizá- bamos su línea política tanto a nivel nacional como internacio- nal. Quise mostrar al público mexicano la génesis, el desarrollo y consolidación del partido como una maquinaria de guerra y
  • 11. 11 enfocar el pedido de conversaciones de paz planteado por el Dr. Guzmán dentro del marco de la guerra popular y las nue- vas circunstancias que le tocó vivir al PCP después de la cap- tura de su dirección histórica. Hacer este sucinto recuento histórico de más de setenta años, me llevó a tocar el enfrentamiento del PCP —aún en vida de Mariátegui— a corrientes no proletarias como la polémica con la llamada Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en 1924. No podía dejar de lado por simple honestidad intelectual, in- cidir en la crítica a los planteamientos “foquistas” de Regis Debray y Ernesto “Che” Guevara, que fueran apoyados por el liderazgo cubano y el fracaso de la experiencia guerrillera, encabezada por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de 1965. Tampoco dejé fuera del análisis la “revolución de los milita- res” encabezados por Juan Velasco Alvarado y Francisco Mo- rales Bermúdez del 68 al 80, a quienes el PCP tipificó como un régimen “social-corporativo”. En lo internacional, no podía dejar de incidir en acontecimientos como la Gran Revolución Cultural Proletaria y la defensa del Pensamiento Mao Testung. Este planteamiento de llevar adelante una serie de reuniones que condujeran a un acuerdo de paz, hizo agudizarse las con- tradicciones a nivel internacional. El Movimiento Revolucio- nario Internacionalista (MRI), agrupación de organizaciones maoístas que pretendían constituirse en una nueva internacio- nal, con hegemonía del partido Comunista Revolucionario de Estados Unidos (PCR), que propugnaba la continuación de la
  • 12. 12 guerra, entra en conflicto con otros partidos entre los que se encontraba el Partido Comunista Reconstituido de España. Ahora que han pasado muchas aguas bajo los puentes, el diri- gente Ramírez Durán “Feliciano” que se supone dirigía un tal “Sendero Rojo” contrario a las conversaciones, es capturado y en la práctica se convierte en un vulgar delator dispuesto a entregarse a la reacción con armas y bagajes. Ahora que en el Perú se vive la segunda crisis económica ge- neral de la globalización, la más grave del sistema capitalista y cuyas consecuencias las sufre principalmente el pueblo. Cuan- do Alan García sigue aplicando el neoliberalismo, restringien- do el mercado interno y sirviendo así a los intereses de la gran burguesía compradora, del capitalismo burocrático y el impe- rialismo, principalmente norteamericano, se hace importante esta reedición. Ahora que en el campo popular hay una gran resistencia con- tra la opresión y explotación. Cuando nuevamente Alan Gar- cía Pérez tiñe sus manos de sangre asesinado a pobladores amazónicos. Cuando el centro de las luchas populares es por derechos fundamentales del pueblo trabajador y explotado exigiendo: Trabajo y producción nacional, derecho a trabajar, aumento de salarios, estabilidad laboral, mejores condiciones de trabajo, reposición de los despedidos; salud, educación y seguridad públicas gratuitas; real igualdad de la mujer ante la ley; protección de la tierra y el derecho inalienable del agua para los campesinos; defensa de los recursos naturales y liber- tades de expresión, opinión, organización y movilización, se hace imprescindible propiciar un clima de reconciliación na- cional, otorgando una Amnistía Política General para los Pri- sioneros de Guerra y su contraparte (los militares y soldados,
  • 13. 13 aunque en ínfimo número sentenciados) se vuelve necesario releer, este ajustado ensayo y evaluar hasta que punto la de- mocracia representativa tiene capacidad real para solucionar los problemas fundamentales del pueblo. La claridad ideológica, —tanto en situaciones cruentas como incruentas— del PCP, su incuestionable posición de ponerse al servicio del pueblo y bregar sin arriar principios, me obliga a asumir esta nueva posición. Como lo manifestó el Presidente Gonzalo… “todo es cuestión de tiempo”, si ahora hay que lu- char contra una modalidad capitalista, el “neo-librelismo” con el conjunto de los pueblos de América Latina que optan por ese camino, hagámoslo, para que el marxismo-leninismo- maoísmo-pensamiento Gonzalo, juegue el papel que le corres- ponde en este nuevo, difícil y complicado camino, con todas las reservas que se pudiera tener en del caso. Ahora que surge en el Perú un Movimiento Pro Amnistía y Derechos Fundamentales, que gana las calles exhibiendo imá- genes de Marx, Lenin, Mao y el Dr. Abimael Guzmán y plan- tea la participación de sus militantes en política, en elecciones y movilización popular para contribuir a esta reconciliación, después que el Perú se hundió en un laberinto de corrupción y desgobierno, me obligan a la republicación de Lucha Ideológi- ca, Guerra Popular y Conversaciones de Paz en el Perú. La influencia ideológica del PCP en zonas como Ayacucho, Cajamarca, Puno y otras más y la posibilidad de que a través del sistema democrático liberal, se pueda convertir a las insti- tuciones democráticas en tribunas de denuncia sin perder el espíritu conspirativo del Partido, donde sólo elementos cono- cidos “puedan sacar cabeza”, como lo planteara Lenin en la necesidad de que los bolcheviques participaran en la Segunda
  • 14. 14 Duma (especie de parlamento ruso), también me obligan a la republicación. ¿Continuar o no la guerra? Ha sido el centro de la contradic- ción entre los maoístas peruanos. Todos aceptamos que el maoísmo es, la nueva, tercera y superior etapa del marxismo. La polémica está abierta ¿Quién puede determinar lo correcto de sus apreciaciones? ¿Quién se siente la varita mágica para pretender afirmar que los demás están equivocados, cuando con argumentos que parten de los mismos principios ideológi- cos nos queremos hacer trizas? Sometamos nuestras posiciones al desarrollo de la historia. Lo que tenemos que hacer es tratar de interpretar la realidad, y esa realidad nos da la oportunidad de tener una orientación, un punto de vista y será la historia, el desarrollo de la lucha de clases quienes nos darán o nos negarán la razón, es un camino largo, complejo y no exento de dificultades. Cada quien pone en práctica sus puntos de vista y será la lu- cha de clases quien nos indique cual de los caminos o aplica- ciones se ajustaron a las necesidades del pueblo, de las masas. Sujetemos pues al los términos con que José Carlos Mariátegui planteó la unidad entre “hombres de principios e ideales nobles” para poder lograr trabajos conjuntos a favor de la causa prole- taria en “que podamos entendernos aún combatiéndonos”, pero teniendo en cuanta y esto es determinante: que con el sector con el que no habrá compresión posible es con los que forman parte “del socialismo domesticado, el fariseo, el mediocre”. Ellos no valen nada, sólo sirven a las clases enemigas, no pertenecen a nuestras filas, no son marxistas ni mucho menos maoístas.
  • 15. 15 Al fin y al cabo, los que estamos en el campo popular, como decía el Amauta: “Somos muy pocos para dividirnos”. Siguiendo la moda neoliberal (insaturada por Fujimori) las elecciones y la práctica parlamentaria se ha convertido en un verdadero circo donde se combinan estrellas de la farándula, mediocres dirigentes políticos y oportunistas de toda laya, para viciar una práctica histórica de debate y lucha de ideas. La participación de este movimiento en la política peruana significaría retomar esta práctica concreta que aún dentro de los parámetros de la democracia burguesa, elevaría a otro ni- vel el desgastado parlamentarismo actual. Sin abundar más sobre la captura y sentencia del tirano Alber- to Fujimori, (y su socio corruptor y espía norteamericano Vla- dimiro Montesinos), considerado por algunos elementos de- mócratas como el único proceso rescatable en América Latina en los últimos veinte años, —después de la “payasada del jui- cio pinochetista”—nos hacen recordar que la frase de don Ma- nuel González Prada, que comparaba al Perú con un cadáver insepulto y afirmaba que “donde se aplica el dedo brota el pus” sigue vigente, hecho que me obliga ideológicamente a publicar la segunda edición de este trabajo que fundamentalmente es la reproducción textual de la primera edición, salvo algunos cambios en el estilo y actualización de fechas, pero guardando siempre en lo posible, el contenido original. El Autor.
  • 16. 16
  • 17. 17 FUNDACIÓN Y RECONSTITUCIÓN DEL PCP. El Partido Comunista del Perú, en el documento RETOMEMOS A MARIÁTEGUI Y RECONSTITUYAMOS SU PARTIDO, publicado en 1975 por acuerdo de su Comité Central, estableció tres eta- pas en el proceso de su reconstitución partidaria, como aplica- ción especifica de la lucha entre dos líneas al interior del Parti- do: 1) El del surgimiento del camino de Mariátegui; 2) El de la búsqueda del camino de Mariátegui; 3) El de retomar el ca- mino de Mariátegui. Por lo tanto no podemos hablar del Par- tido y de sus orígenes sin hablar de Mariátegui su fundador y guía, de la línea política que planteó y de la lucha de los co- munistas peruanos para retomar su legado. José Carlos Mariátegui (1892-1930), intelectual peruano auto- didacta, es sin lugar a dudas el principal teórico marxista que ha producido América Latina; aplicó a la realidad peruana y latinoamericana los principios generales del marxismo leni- nismo y asumió su defensa, enfrentando a corrientes pequeño- burguesas que negaban la necesidad del partido del proleta- riado. Participó dictando un ciclo de conferencias en las llamadas “Universidades Populares González Prada” sobre la crisis eu- ropea. Se separa de este foro intelectual después de una polé- mica ideológica con el APRA y se aboca a trabajar incansable- mente por la centralización obrera y campesina, culminando este proceso con la fundación del Partido Comunista, van- guardia política del proletariado peruano. Sin embrago, no podríamos estudiar esta etapa de la vida par- tidaria sin tener una visión aunque sea sucinta de los hechos
  • 18. 18 históricos ocurridos en la década de los veinte, particularmen- te en el Perú y en América Latina. La primera guerra mundial y la triunfante revolución de octu- bre de 1917, crearon las condiciones tanto objetivas como sub- jetivas para el surgimiento de movimientos obreros y la consti- tución de varios partidos comunistas en América Latina. El primer gran impacto de la guerra de 1914-1917, se sintió en el descenso de las importaciones y la inversión de capitales. La escasez de bienes de consumo propició en América Latina cier- to desarrollo de la industria ligera (particularmente la textil), que contribuyó a un proceso limitado reindustrialización y por ende de concentración obrera, consolidando el surgimiento de una clase que se venía produciendo desde las últimas décadas del siglo anterior: El Proletariado. Este crecimiento de la industria ligera originó lógicamente, que la producción artesanal en pequeña escala sea sustituida por la gran producción, generando la concentración de traba- jadores, motivando la perdida de terreno a las corrientes anar- cosindicalistas, que hasta entonces mantenían la hegemonía en los movimientos obreros. La Primera Guerra ocasionó asimismo, la sustitución de la inversión europea por la norteamericana. Un imperialismo viejo y cansado era sustituido por un imperialismo joven y agresivo. La inversión de capitales de procedencia norteameri- cana había sido relativamente escasa a nivel continental. A excepción de México y algunos países de Centro América, el capital norteamericano era prácticamente desconocido.
  • 19. 19 Esta sustitución de inversiones y la aplicación de nuevos mé- todos de dominación imperialista por parte de Estados Uni- dos de Norteamérica, estimula el surgimiento de sentimientos nacionales y una poderosa corriente antiimperialista. El triunfo proletario en la Unión Soviética y la constitución de la Internacional Comunista en 1920, encausan estos sentimien- tos y posibilitan la creación de partidos comunistas, que in- teresados en la causa de la revolución proletaria mundial, se afilian a la III Internacional de Lenin y Stalin. Es particularmente importante analizar el surgimiento del movimiento aprista, fundado en 1924 en la ciudad de México por Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979), exiliado en aquel país por el gobierno del dictador Augusto B. Laguia, debido a su participación en el movimiento estudiantil peruano, y es importante porque como veremos más adelante, la polémica entre José Carlos Mariátegui (PCP) y Víctor Raúl Haya de la Torre (APRA), marca el deslinde entre la posición proletaria y la posición del nacionalismo pequeño burgués. La concepción primigenia de la Alianza Popular Revoluciona- ria Americana (APRA), proponía para oponerse a la constitu- ción de un partido obrero, la formación de un partido pluri- clasista, un llamado “Frente de Trabajadores Manuales e Inte- lectuales”, en el cual no se definía cual de las clases que lo con- formaban ejercía el papel dirigente y que rechazaba totalmente el principio de la lucha de clases. Haya insistía en la necesidad de un partido férreamente disci- plinado, que actuara bajo una dirección y control centralizado; él mismo era un líder autocrático e intransigente; característi-
  • 20. 20 cas orgánicas y partidarias que se ajustan a los partidos y líde- res fascistas europeos. Los más remotos antecedentes apristas se podrían situar en el movimiento estudiantil que luchó por la abolición del sistema de enseñanza feudal, exigiendo la “Reforma Universitaria”, contagiados sin duda por los vientos reformistas que soplaban desde Córdoba, Argentina. La realización del Congreso Nacional de Estudiantes realizado en la ciudad de Cuzco en 1920, pone sobre el tapete las reivin- dicaciones de la pequeña burguesía intelectualizada. Mariátegui constata que lo único trascendente de este evento fue el acuerdo de impulsar la creación de las “Universidades Populares”; destinadas a vincular a los estudiantes universita- rios con el proletariado y dar un vasto alcance a la agitación estudiantil. Su participación a través de una serie de conferencias en las Universidades Populares González Prada; así como la inclu- sión de personalidades apristas entre los colaboradores de la Revista Amauta, no ligan en ningún momento a Mariátegui con esta tendencia; tal como la han tratado de insinuar los propios apristas. La política del APRA definida por Haya de la Torre, giraba en torno a cinco puntos esenciales: 1) Lucha contra el imperialis- mo (yanqui) 2) Unidad política indo América 3) socialización de la tierra y grandes industrias 4) Internacionalización del canal de Panamá 5) Solidaridad mundial con todos los pueblos y clases oprimidas.
  • 21. 21 Estos planteamientos de Haya fueron criticados durante el desarrollo de la polémica que sostuviera con él, arremetiendo contra el llamado “Grupo de México”, que elevaron el antiim- perialismo a la categoría de programa, de una actitud política que se basta así misma y que conduce espontáneamente, no sabemos en virtud de que proceso, al socialismo, a la revolu- ción social. Mariátegui desenmascaró las tesis apristas de “que somos de izquierda (o socialistas) por que somos antiimperialistas” manifestando que sólo el proletariado unido al campesinado, pueden conducir a un antiimperialismo consecuente. En correspondencia con un grupo de peruanos residentes en París, Mariátegui precisó sus puntos de vista con claridad me- ridiana: “Cualquiera que sea el sesgo —afirmó— de la política na- cional en particular de los elementos con quines hasta ayer habíamos colaborado, identificados en apariencia (hemos descubierto ahora que sólo era en apariencia), los intelectuales que nos hemos entregado al socialismo, tenemos la obligación de reivindicar el derecho de la clase obrera a organizarse en partido autónomo. Por parte de Haya y sus amigos de México hay una desviación evidente. Negarse a admitirla por motivos solamente sentimentales, no sólo sería indigno de una inteligencia crítica, sino de una elemental honradez. Haya sufre de- masiado el demonio del caudillismo, del personalismo”. Mariátegui continúa marcando sus diferencias: “Yo no he veni- do al socialismo por el camino de las Universidades Populares y me- nos todavía de la camaradería estudiantil con Haya… no tengo por- que atenerme a su inspiración providencial de caudillo… no suscribo asimismo la esperanza en la pequeña burguesía súper valorizada por el aprismo…no creo como algunos de nuestros amigos que la ambi- ción —la noble ambición política— de Haya sea desmedida. Me pare- ce más bien descentrada, desviada. Yo creo que el verdadero, el nuevo
  • 22. 22 sentido de la sociedad contemporánea está orientado hacia el interna- cionalismo, en oposición a toda clase de nacionalismos. De tal mane- ra que no es posible cortar los nexos que nos unen a las clases explo- tadas de los países imperialistas. La independencia económica de nuestra América se deberá, en gran parte, al poderío que estas ad- quieran dentro de sus propias naciones”. Después de plantear en términos generales la importancia del desarrollo de la revolución proletaria mundial y la relación que esta tiene con las revoluciones especificas, particularmente en los países semi-coloniales y semi-feudales; Mariátegui arremete contra la posición pequeño burguesa que comanda Haya de la Torre: “Pero hay algo más grave aún: Haya rechaza de plano la idea de una alianza de partidos y reclama un partido único, tendiendo así a una especie de totalitarismo que me parece sumamen- te peligroso. Alega para eso que en América no existe proletariado. ¿Cómo es posible decir semejante cosa cuando en Argentina y en Chile existen ya desde hace años partidos específicos del proletariado, con líderes de renombre continental? Y su desarrollo en nuestros días se hará vertiginosamente. Este proletariado no podrá aceptar jamás renunciar a su partido específico y si se viera obligado a reali- zar alianzas, lo hará así de partido a partido… cosa totalmente dis- tinta a la que Haya pretende. Mi posición está completamente defini- da: soy internacionalista ante todo y sobre todo. Si Haya va por otro camino no tendré más remedio que separarme de él, aunque sea muy a mi pesar”. Este “antiimperialismo aprista” perdió fuerza considerable cuando en la década de los treinta, Franklin D. Roosevelt pro- clamó la “política del buen vecino”, pasando a partir de la dé- cada de los cincuenta a convertirse en un aliado y propagandi- zador del imperialismo norteamericano, implementando un
  • 23. 23 anticomunismo hepático y viseral, que inculcado a su militan- cia los empujaba a combatir cualquier forma de protesta popu- lar. Las tesis de Mariátegui respecto a la realidad peruana incidie- ron en el problema del indio y de la tierra, que están ligados a una estructura semi-feudal, que pese a algunos cambios debi- do al desarrollo capitalista, está vigente hasta la fecha. “El pro- blema del indio —planteaba Mariátegui— es el problema de las ¾ partes de la población del Perú. Es el problema de la mayoría, es el problema de la nacionalidad… sin el indio no hay nacionalidad posi- ble. El problema del indio es la cuestión clave y forma parte del pro- blema de la tierra, del problema agrario y del problema nacional”. Lo expuesto por Mariátegui se manifiesta en pobreza rural, inmensos contingentes de campesinos pobres sometidos y tratados como bestias de carga, sin acceso a una sola pulgada de tierra. En el área andina la desnutrición, la mortalidad, el analfabetismo son alarmantes; la esperanza de vida en el área rural es de 40 años y la tercera parte de los niños nacidos allí, mueren antes de cumplir el primer año. La lucha del campesinado peruano tiene raíces históricas y comienza con la implantación de la feudalidad por los con- quistadores españoles. Sin pretender tocar el problema desde sus inicios, me concretaré a analizar el movimiento campesino y su lucha por la tierra, durante el periodo en que Mariátegui se aboca al trabajo de centralización en la perspectiva de la alianza obrero campesina. Esta lucha campesina corre paralela a lo que el PCP llama “El surgimiento del Camino de Mariátegui” y podríamos definirla como de movilización espontánea y organización embrionaria
  • 24. 24 del campesinado en el periodo de inicio del capitalismo agra- rio —particularmente en la costa— y cuando las formas prin- cipales de organización tienen un marcado carácter anarcosin- dicalista. Es en la costa norte del Perú —donde se producía mayormente caña de azúcar— en departamentos de Lambayeque y La li- bertad estas luchas campesinas cobran gran impulso, se inten- sifican. Particularmente en el Valle de Chicama donde los sin- dicatos existentes impulsan una gigantesca huelga por mejoras salariales. No podemos referirnos a estas acciones como si se tratara de un movimiento obrero propiamente dicho ya que aún en la costa donde se había asentado el capitalismo, prevalecían ca- racterísticas de semi-feudalidad: las masas eran en su mayoría campesinos emigrantes enganchados en la sierra mediante “cebo” adelantado, empleando inclusive la coacción física. El hacendado costeño, aseguraba la permanencia en su feudo, utilizando grupos de vigilancia particulares y la perpetuaba endeudando al trabajador en el “Tambo” (Tienda de Raya en México) que ejercía el monopolio del comercio en la hacienda. Así como en las haciendas ubicadas al norte del Perú, las plan- taciones algodoneras situadas al sur de Lima, el proceso de proletarización era igualmente insipiente. Pocos eran los traba- jadores asalariados. En su gran mayoría eran “yanacones”: colonos que recibían una parcela de tierra y en algunos casos semillas para dividir la cosecha “al partir” con el hacendado. Si bien era cierto que de daba el inicio de un capitalismo agra- rio, este nacía atado a intereses terratenientes e incapacitado
  • 25. 25 por ellos para que se pudiera cumplir con la misión histórica de terminar con la feudalidad, hecho que fue nítidamente ana- lizado por Mariátegui: “El capitalismo se desarrolló en un pueblo semi-feudal, en instantes que llegada la etapa de los monopolios y el imperialismo, toda ideología liberal correspondiente a la época de la libre concurrencia, ha cesado de ser válida”. La histórica tradición de lucha del campesinado peruano no podía ser ajena a las nuevas circunstancias. Su lucha por la tierra está en ascenso. La gigantesca insurrección de Rumi- Maqui se extiende por la sierra y marca el inicio de grandes levantamientos armados en Cuzco, Puno y Ayacucho. levan- tamientos e insurrecciones campesinas que son fácilmente ani- quiladas por las fuerzas represivas generan el surgimiento de corrientes “indigenistas”, que pretendían una idealista recons- trucción del Tahuantinsuyo, hecho que fuera criticado dura- mente por Mariátegui, que participó en varios congresos indi- genistas. Antes que un retorno antihistórico, Mariátegui basó sus postu- lados en posprincipios de la alianza obrero-campesina. En la solución de los problemas de la tierra rechazaba la idea que pudiera hacerse reivindicando las tradiciones del primiti- vo comunismo agrario que floreció en América antes de la conquista, e insistía en la diferencia entre este y el comunismo moderno: “La doctrina socialista —afirmó— es la única que puede dar un sentido moderno y constructivo a la causa indígena, que si- tuada en su verdadero terreno social y económico y elevada al plano de política creadora y realista, cuenta para la realización de esta em- presa, con la disciplina y la voluntad de una clase que hoy hace su aparición en nuestro proceso histórico: El Proletariado”.
  • 26. 26 Paralelamente el APRA consolida su hegemonía en el movi- miento campesino costeño del norte del país, aprovechando los vestigios de organizaciones anarcosindicalistas, que son absorbidas fácilmente por sus planteamientos de populismo agrario. La reiterada defensa de la comunidad indígena hecha por Ma- riátegui, sirvió de pretexto para que sus detractores lo moteja- ran de “indigenista”, sin tomar en cuenta que su pretendido indigenismo a diferencia de posiciones utópicas que eran compartidas por el APRA, Mariátegui sentó caramente su po- sición: “Y el fenómeno nacional no se diferencia ni se desconecta en su espíritu del fenómeno mundial. Por el contrario, de él recibe su fermento y su impulso. La levadura de las nueva reivindicaciones indígenas es la idea socialista, no como la henos heredado instintiva- mente del extinto incario, sino como la hemos aprendido de la civili- zación occidental, cuya ciencia y cuya técnica sólo romanticismos utopistas pueden dejar de ver adquisiciones irrenunciables y magni- ficas del hombre moderno”. En la discusión que sostuviera con los dirigentes apristas re- vocando la propuesta de que ese partido se convirtiese en un Kuo Ming Tang latinoamericano (supuestamente para evitar la imitación europeísta) y acomodar su acción a una aplicación exacta de la realidad peruana, Mariátegui desenmascaró la posición pequeño burguesa del aprismo: “La colaboración con la burguesía y aún incluso con muchos elementos feudales en la lucha antiimperialista china, se aplica por razones de raza, de civilización nacional, que entre nosotros no existe. El chino noble o burgués se siente entrañablemente chino. Al desprecio del blanco por su cultura estatificada y decrépita, corresponde con el desprecio y el orgullo de su tradición milenaria. El antiimperialismo en la China pude descan-
  • 27. 27 sar en el sentimiento y el factor nacionalista. En América Latina las circunstancias no son las mismas. La aristocracia y la burguesía no se sienten solidarias con el pueblo por el lazo de una historia y una cultura comunes. En el Perú el aristócrata y el burgués blanco des- precian lo popular, lo nacional. Se sienten ante todo blancos. El pe- queño burgués mestizo imita su ejemplo. La burguesía limeña frater- niza con los capitalistas yanquis y aún con sus simples empleados, en el Country Club, en el tenis y en las calles. El yanqui desposa sin inconveniente de raza, ni de religión a la señorita criolla, y esta no siente escrúpulo de raza, nacionalidad ni de cultura, al permitir el matrimonio con un individuo de la raza invasora. Tampoco tiene escrúpulo la muchacha de clase media. La “huachafita” que puede atrapar a un yanqui empleado de la Grace o de la Fundation, lo hace con la satisfacción de quien asiente elevar su condición social. El factor nacionalista por razones objetivas, que a ninguno de ustedes escapa seguramente, no es decisivo ni fundamental en la lucha anti- imperialista en nuestro medio”: Cuando Mariátegui cuestionaba las tesis apristas y la quiebra del Kuo Ming Tang, no eran conocidos todavía en su verdade- ra dimensión. Un conocimiento capitalista y no por razones de justicia social y doctrinaria, demostró cuan poco se podía con- fiar, aún en países como China, en el sentimiento “nacionalista revolucionario” de la burguesía”: “La esperanza en el Kuo Ming Tang —escribiría Mariátegui posteriormente— se ha desvanecido completamente. El gobierno nacionalista de Nan King, no es sino un instrumento del imperialismo”. La fundación del PCP no fue producto de un conciliábulo aca- démico, del cual Mariátegui era un declarado enemigo, surgió del torbellino de la lucha de clases contra el orden social exis- tente; hubo que luchar a través de publicaciones políticas y de
  • 28. 28 clase contra el orden que imponía el sistema reaccionario de ideas imperantes y batallar fundamentalmente contra el APRA, que negaba la necesidad de un partido proletario. Fue la lucha de la clase obrera la que determinó la fundación del partido; Mariátegui estableció la línea política general de la revolución en el Perú; en concreto, sentó las leyes de la lucha de clases en el país. Así el proletariado peruano devino en cla- se mayor de edad, conformándose como partido político inde- pendiente; planteándose como meta: “la emancipación económica de la clase obrera”. Al escribir el “Prefacio a El Amauta Astuparia”; crónica de la sublevación indígena de 1855, escrito por Alberto Reyna, Ma- riátegui establece la necesidad de la constitución del partido, el Frente y el Ejército Popular, como única garantía del triunfo revolucionario; visión que coincide con los planteamientos del Presidente Mao Tse-tung: “La insurrección —escribe Mariátegui en el mencionado prefacio— una clara motivación económico- social, pero cuando la revuelta aspiró a transformarse en una revolu- ción, se sintió impotente por falta de fusiles (EJERCITO), programa (FRENTE UNICO) y doctrina (PARTIDO). La imaginación del perio- dista Montesquerque (uno de los personajes de la crónica), criollo romántico y mimetista, pretendió remediar la carencia con la utopía de un retorno: la restauración del Imperio de los Incas. Este retorno romántico al Imperio Incaico no era como plan más anacrónico que la honda y le rajón como armas para vences a la Republica. El programa del movimiento era tan viejo e impotente como su parque bélico”. (LAS PALABRAS ENTRE PARÉNTESIS SON NUESTRAS) El PCP, durante el proceso de retomar el legado de su funda- dor, fue la única organización política que realimente se preo- cupó por hacer un estudio sistemático de la realidad peruana,
  • 29. 29 para no errar respecto a la categorización de la sociedad y el carácter de la revolución, logrando mediante esta práctica desarrollar a Mariátegui y situarlo en el centro del debate cua- renta años después de su desaparición física.Por eso el docu- mento RETOMEMOS A MARIATEGUI Y RECONSTITUYAMOS SU PARTIDO, tiene vital importancia para comprender su devenir político: “El imperialismo —se afirma en ese documento— no consiente a ninguno de estos pueblos semi-coloniales que explota como mercados de su capital y sus mercancías; como deposito de ma- terias primas, un programa de nacionalización e industrialismo, nos obliga a la especificación a la nomenclatura (petróleo, cobre, algodón, azúcar en el Perú) sufriendo una permanente crisis que se deriva de su rígida determinación de la producción nacional, por factores del mercado mundial capitalista” Aquí el PCP, analiza a quien al atar nuestras fuerzas producti- vas y no permitir el desarrollo independiente del país y es el enemigo principal de los pueblos y naciones oprimidas: el im- perialismo. “Al abordar el problema de la semi-feudalidad —continúa el PCP— no debe ser buscada ciertamente en la subsistencia de instituciones y formas políticas o jurídicas del orden feudal. Formalmente el Perú es un Estado Republicano y demo-burgués. La feudalidad o la semi- feudalidad supervive en la estructura de nuestra economía agraria, formas de trabajo gratuito, obligación familiar y trabajos diferidos, prestaciones personales, manutención y fusión de viejos latifundios y predominio del gamonalismo, solo que cubierto bajo nuevas condi- ciones y rimbombantes palabras… En el Perú se desarrolla un capi- talismo, pero un capitalismo sometido al control imperialista princi- palmente norteamericano, no un capitalismo que ermita una econo- mía nacional y una industrialización independiente, implicando am-
  • 30. 30 bas el quebrantamiento del dominio imperialista. Mariátegui no nie- ga pues el desarrollo capitalista en el país, sino que precisa el tipo de capitalismo que engendra una burguesía compradora ligada al impe- rialismo norteamericano. En síntesis, un capitalismo burocrático, desde el punto de vista de Mao Tsetung…A partir de la condición semi-colonial y semi-feudal del país, Mariátegui analizó las fuerzas de la producción, sentando que hay dos clases básicas: el proletariado y el campesinado, que mientras que esta es la fuerza principal por ser mayoría y soportar el peso semi-feudal, la clase obrera es la clase dirigente, más aún, resaltó que sólo con la aparición del proletariado el campesinado podría cumplir su pape, que al proletariado y al cam- pesinado se les une la pequeña burguesía que si bien ha jugado un papel subsidiado y desorientado en el Perú, puesta bajo la presión del capitalismo extranjero parece destinada a asumir a medida que pros- pere su organización y orientación una actitud nacionalista revolu- cionaria. Fuerzas motrices a las que se junta en ciertas circunstan- cias y condiciones la burguesía nacional, a laque Mariátegui llamara “izquierda burguesa”. Cuatro clases que al unirse apuntan contra los blancos de la revolución: la semi feudalidad y el dominio imperialis- ta”. El PCP, estudiando a Mariátegui y desarrollando su pensa- miento para aplicarlo en la práctica, condensó el problema de la revolución peruana y sus etapas: la democrático-nacional o democrático burguesa de nuevo tipo, en el lenguaje de Mao Tsetung y la revolución proletaria. Dos etapas ininterrumpidas en un mismo proceso revolucionario que no pueden confun- dirse en su carácter y su contenido. Los planteamientos de Mariátegui unidos al carácter de nuestra sociedad, después de ser debatidos al interior del PCP, sirvieron para entender más cabalmente la verdad fundamental de las leyes que rigen la revolución y la necesidad histórica de aplicar la violencia revo-
  • 31. 31 lucionaria: “A través de sus obras Mariátegui resalta la importancia que dio a la utilización de la violencia revolucionaria, a la guerra y a la organización militar. Ya en 1921 escribía “no hay revolución mesurada, equilibrada, blanda, serena y pacifica. En 1923: El poder se conquista a través de la violencia y se defiende sólo a través de la dictadura. En 1925: Mientras la reacción es el ins- tinto de conservación, el estertor agónico del pasado, la revo- lución es la gestación dolorosa, el parto sangriento del presen- te. Y en 1927: Si la revolución exige violencia, autoridad y dis- ciplina; estoy por la violencia, por la autoridad, por la disci- plina. Las acepto en bloque, con todos sus horrores sin reser- vas cobardes”. La tesis de la utilización de la violencia revolucionaria es pues, una constante en el pensamiento de Mariátegui y sentó clara- mente el carácter prolongado de la guerra en países de carac- terísticas semi-coloniales y semi-feudales: “Una revolución — afirmó— no es un golpe de estado, no es una insurrección, no es una de aquellas cosas que aquí llamamos “revolución” por el uso arbitra- rio de la palabra, una revolución no se cumple sino en muchos años, con frecuencia tiene periodos de predominio de las fuerzas reacciona- rias y predominio de las fuerzas revolucionarias”. Mariátegui comprendió nítidamente que el proceso de la gue- rra revolucionaria es un proceso de ofensivas y contraofensi- vas, de victorias y derrotas, mientras uno de los bandos com- batientes no capitule definitivamente, mientras no renuncie a la lucha, no está vencido. Su derrota es transitoria pero no total y conforme a esta interpretación de la historia, la reacción, el terror blanco, no son sino episodios de la lucha de clases, un capítulo ingrato de la revolución. El pensamiento de Mariáte- gui asume la defensa de la posición de una línea de masas.
  • 32. 32 Mariátegui considera que la presencia de las masas llena la época contemporánea, que las muchedumbres —como las lla- maba— son las protagonistas de la escena actual; que las in- mensas mayorías cuajadas como clase obrera tienen un mito, una meta, la revolución social, meta que el proletariado enar- bola y hacia la cual marcha “con una fe vehemente y activa” con- trastando con el escepticismo y decadencia de la burguesía. Esta fe en las masas que plantea el fundador del PCP, marcan el deslinde con posiciones anarquizantes y otras encuadradas dentro de la gama del tercerismo pequeño-burgués. En la Admonición del 1° de Mayo, escribiría Mariátegui: “La lucha por el socialismo no se nutre de evocaciones dolientes o coléri- cas, ni de esperanzas exaltadas. Es antes que nada acción concreta, realidad presente. Trabajan por el advenimiento de una sociedad nueva los que todo el año, disciplinada, ordenadamente, combaten por el socialismo, no los que en esta u otra fecha sienten un momen- táneo impulso de motín o asonada”. El camino de Mariátegui surgió como producto de la lucha de clases al interior del propio partido de él fundara. Su lucha por adherirlo al marxismo-leninismo y a la Internacional Comu- nista de Lenin y Stalin, nos muestran claramente la existencia de dos líneas al interior del partido Comunista del Perú, una que encarnaba la posición proletaria que era difundida por Mariátegui y otra oportunista y traidora que luego fuera in- fluenciada por la corriente denominada como “browderismo”, en relación a los planteamientos de Eral Browder —Secretario General del Partido Comunista de los Estados Unidos de Nor- teamérica— que planteaba la legalización de los partidos co- munistas y una abierta colaboración con la burguesía que ha-
  • 33. 33 bía ya influenciado a varios partidos comunistas en América Latina. La temprana desaparición del “Amauta” (como llamaban a Mariátegui sus discípulos rescatando en el leguaje de los Incas, al sabio, al maestro, al poeta del Tahuantisnsuyo) a escasos dos años después de la constitución de la vanguardia política del proletariado peruano, privó al Perú y a América de su más claro conductor. El 9 de abril de 1930, el pueblo peruano acompañó sus restos mortales con la pesadumbre implacable de no tenerlo más entre nosotros, pero poseídos también de la voluntad afirma- tiva de sostener colectivamente la bandera de la cual José Car- los, fue su insigne portador. El clamor popular de “Adiós ca- marada”, Adiós Maestro” y “Adiós Jefe”, retumbó durante la marcha final al cementerio Presbítero Maestro en la ciudad de Lima. Al poco tiempo de su muerte, el crecimiento de la línea opor- tunista al interior del PCP, propició una nefasta corriente que comenzó a plantear la “proletarización y superación de Mariá- tegui”, mientras que al exterior del partido, la crítica aprista lo tildaba de “intelectualizado y europeísta”, con el propósito de negar su línea y destruir su partido. La crítica aprista se había iniciado en vida de Mariátegui, para descalificar la necesidad histórica del partido del proletariado: “Usted está lleno de europeísmo —le había encarado durante una polémica el fundador del APRA— póngase en la realidad y trate de disciplinarse no con la Europa revolucionaria, sino con la América revolucionaria”. Frente a lo cual Mariátegui le respon- de enunciando esta definitoria declaración: “No queremos que el
  • 34. 34 socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, nuestro propio lenguaje, al socialismo indo americano”. A mediados de los treinta. Surge más abiertamente el cuestio- namiento al basamento marxista de Mariátgui, a la vez que se le reconocía gran calidad intelectual. La intención era conver- tirlo en un “intelectual inofensivo” y ocultar a las masas su gran realización en el terreno de la práctica revolucionaria. Jorge de Prado —enquistado en la Secretaría General del PCP— y sus aláteres que se autodenominaban “discípulos de Mariátegui”, lo envolvían en incienso, mientras renunciaban abiertamente a su camino. Sin embargo la línea roja siguió siendo encarnada en la lucha de las masas. Los comunistas peruanos levantaron en alto sus banderas y jalonaron la lucha al interior del partido en la bús- queda de su camino. Alianzas con personajes de la burguesía, caracterizaron la polí- tica de la dirección revisionista del PCP, durante el periodo correspondiente a la segunda guerra mundial y la lucha mun- dial antifascista. Al respecto creo es importante tocar el problema del Movi- miento Comunista Internacional durante este periodo. La III Internacional había dejado de existir, siendo sustituida por el Cominter, una especie de Comité Central que asumió sus fun- ciones. El hecho que las discusiones a nivel amplio desapare- cieran motivó una aplicación burocratizada de los acuerdos y disposiciones que asumieran.
  • 35. 35 Un caso típico que no puede dejarse de lado fue la imposición de políticas antifascistas, tales como considerar a este fenó- meno como representante del sector más reaccionario de la burguesía monopolista tomando como base los planteamien- tos de de Jorge Dimitrov, en que plantea El frente Único Anti- fascista lo que propició la desmovilización del proletariado internacional a través de alianzas antinaturales con personajes de la más rancia aristocracia. En marzo de 1984 se constituye el llamado Movimiento Revo- lucionario Internacionalista, agrupación de organizaciones y partidos que asumen el Pensamiento Mao, fieles al marxismo y al proletariado, que en su Declaración tocan el tema del Co- minter en esa etapa: “Puesto que el VII Congreso del Cominter, ha tenido tan profunda influencia sobre la historia del Movimiento In- ternacional, es necesario hacer una valoración serena y científica del Informe de este Congreso a la luz de las condiciones históricas exis- tentes en ese entonces… la distinción entre fascismo y democracia burguesa en los países imperialistas, ciertamente es de real importan- cia para los Partidos Comunistas, se trató de hacer un absoluto de la diferencia entre estas dos formad de dictadura burguesa y también hacer de la lucha contra el fascismo una estrategia aparte… se desa- rrolló una tesis que sostenía que la creciente pauperización del prole- tariado crearía la base material para remediar la escisión de la clase obrera en los países avanzados… cuando el fascismo se definió como el régimen del sector más reaccionario de la burguesía monopolista en los países imperialistas; esto dejó la puerta abierta a la peligrosa corriente reformista y pacifista de identificar a un sector de la bur- guesía monopolista como progresista”. Esta tendencia de colaboracionismo burgués, tomo cuerpo en la dirección del PCP, que abandonando el trabajo en el seno de
  • 36. 36 las masas obreras y campesinas y manteniéndolo tan sólo co- mo una relación burocrática con las mismas, buscaron su lega- lización y reconocimiento; entregando el movimiento en ma- nos del APRA, mientras que ellos pugnaban por participar en procesos electorales montados por la burguesía. Es alecciona- dora la anécdota en la que Jorge del Prado, llamó “El Stalin Peruano” al entonces presidente Manuel Prado Ugarteche , nítido representante de la oligarquía peruana. La década de los sesenta, caracterizada a nivel interno como de un gran ascenso en la lucha de las masas, fundamentalmen- te campesinas, es la etapa en que los comunistas peruanos re- toman el camino de su fundador. Coincidentemente este ascenso popular, , marchó paralelo a la Gran Polémica en el seno del Movimiento Comunista Interna- cional, con el enfrentamiento entre el marxismo-leninismo y el revisionismo contemporáneo, hecho que tiene una vital impor- tancia en la lucha por retomar a Mariátegui, ya que las publi- caciones y difusión de las obras del Presidente Mao Tsetung, posibilitaron comprobar la similitud de planteamientos del líder chino y el fundador del PCP. El conflicto de fondo comenzó a manifestarse en 1956 ya que antes las posiciones divergentes entre China y la URSS, se re- ferían a detalles de interés nacional de cada uno, que no tuvie- ron mayor trascendencia en la marcha del Movimiento Comu- nista Internacional. Fue a raiz del “Informe Secreto de Kruschev”, en el XX Con- greso del PCUS, donde se denuncia “los crímenes de Stalin”, iniciando consecuentemente una campaña de “desestaliniza- ción” dentro de la URSS, imponiendo esta posición por medio
  • 37. 37 del chantaje económico y político en los demás países euro- peos, logrando el sometimiento de la mayoría, a excepción de China y la República Democrática de Albania. Las posiciones cercanas a Stalin sufrieron lógicamente las consecuencias de dicha campaña, tanto dentro de la Unión Soviética, como en los “partidos hijos” en Europa del Este. Mao Testung y el Partido Comunista de China, enarbolando la bandera de Lenin y Stalin, reaccionaron lógicamente, ante el intento de liquidar a uno de los más grandes dirigentes del proletariado internacional. Sin embargo, es necesario precisar, que si bien es cierto el Pre- sidente Mao, salió en defensa de Stalin ante las calumnias de Kruschov, también hizo serias y correctas criticas a sus errores: “En Stalin —afirmó el dirigente chino— hubo mucho de metafísi- ca, además que él enseñó a mucha gente a ponerla en práctica…A Stalin se le escapó la conexión existente entre la lucha y la unidad de los contrarios. La mentalidad de muchas personas en la Unión Sovié- tica es metafísica, es tan rígida que, para ellos esto es esto y lo otro es lo otro, sin que reconozcan la unidad de los contrarios. De ahí sus errores en lo político. El error fundamental de Stalin, fue no aplicar a fondo la dialéctica en todas las esferas y, de este modo sacó conclu- siones seriamente equivocadas sobre la naturaleza de las clases bajo el socialismo y los medios de prevenir la restauración capitalista”. Pese a estas las críticas hechas indiscutiblemente desde el seno del pueblo, el Presidente Mao consideró a Stalin como uno de los más grandes dirigentes del proletariado, y haciendo un balance entre sus virtudes y sus defectos, consideró que Stalin tuvo un 70% de virtudes, contra un 30% de errores.
  • 38. 38 Las críticas chinas a la posición adoptada por la URSS se pue- den resumir en los siguientes puntos: 1) El PCUS no hizo un análisis correcto de la situación. (Si bien Stalin cometió errores, hay que admitir que también ha tenido grandes méritos). 2) El PCUS no hizo ninguna autocrítica. 3) El PCUS no consultó a los demás partidos hermanos, antes de tomar una decisión tan grave como la condenación de Stalin. (Lo que provocó una serie de desajustes en los países socialistas). Estas divergencias se acrecentaron durante la celebración en Moscú de una reunión realizada en 1957, entre representantes de Partidos Comunistas, en la que le propio Mao Tsetung, se- ñaló la oposición del partido Comunista de China a las tesis de Kruschov, sobre la posibilidad de la “transición pacífica” al comunismo, tachándolas de derechistas. Los puntos doctrinales defendidos por China se resumen en un artículo publicado en Pekín bajo el título de VIVA EL LENINISMO, donde se ataca al revisionismo y se reclama para el Partido Comunista de China (PCCH), el hecho de ser el he- redero del pensamiento leninista. Los temas planteados fueron los siguientes: 1. DICTADURA DEL PROLETARIADO. El PCUS afirma que no constituye sino una etapa el desarrollo del Estado Socialista. El PCCH, sostiene que lejos de ser una etapa abarca toda la etapa de la construcción de la sociedad comunista, ya que las contradicciones de clase se man- tienen aún después de los grupos explotadores. 2. LA TRANSICIÓN PACÍFICA AL SOCIALISMO, sostenida por el PCUS, no hace según el PCCH, sino debilitar la
  • 39. 39 lucha revolucionaria; la violencia reaccionaria debe ser combatida con la violencia revolucionaria; los explora- dores no vacilan en emplear la fuerza. 3. CULTO A LA PERSONALIDAD Denunciado por Kruschov en contra de Stalin, significó la negación de este; China acepta la crítica a Stalin, pero siguiendo métodos ade- cuados, buscando un balance necesario y serio. La ne- gación de Stalin, implica negar la dictadura del prole- tariado y las tesis fundamentales del marxismo- leninismo, defendidas por él. 4. RELACIONES ENTRE PARTIDOS China señala que en la relación entre partidos hermanos no debe haber “par- tido dirigente” y “partidos dirigidos” y menos aún “Partido padre” y “Partidos hijos”. La cuestión que se plantea en el Movimiento Comunista Internacional, no es si uno u otro partido debe asumir la dirección, sino si debe obedecer al bastón de mando del revisionismo o atenerse a los principios revolucionarios del marxis- mo-leninismo. 5. LA GUERRA Y LA PAZ La URSS sostiene que, dado el es- tallido de una guerra que sería de consecuencias catas- tróficas, la contradicción entre socialismo y capitalis- mo, debe llevarse al terreno de la competencia ideoló- gica y económica; que el socialismo debe ganar por ser el mejor sistema. China sostiene que no debe reprimir- se la guerra revolucionaria, que es el único medio para la liberación de los pueblos; aún aceptando la conve- niencia de conseguir la paz mundial, los chinos no sa- crificarán en tal sentido, la necesidad de liberación de
  • 40. 40 los diferentes países, que siempre se manifiestan en lu- cha. Como afirmamos anteriormente, en forma paralela a estos importantes acontecimientos a nivel internacional, en el Perú, la década de los sesentas significó la agudización de la lucha de clases y un gran auge del movimiento de masas principal- mente campesinas, que se caracterizó por la constitución ma- siva de sindicatos rurales y la lucha generalizada del campesi- nado por la tierra. Las luchas registradas durante este periodo, son las más importantes dentro de la historia de los movimien- tos rurales con masas desarmadas. En el norte del país, en las haciendas cañeras, se da un proceso de mecanización y racionalización, impulsando a los hacenda- dos a reducir la mano de obra. El campesinado cañero asume la huelga para enfrentar a esta política, que tiene ya marcadas características capitalistas. El sindicalismo costeño que estuvo tradicionalmente dirigido por el APRA, dentro de los parámetros del “Sindicalismo Li- bre Norteamericano” con sus “federaciones” ligadas a la “Or- ganización Regional Interamericana de Trabajadores” (ORIT), organismo imperialista para América Latina, que tiene claras vinculaciones con la Agencia Central de Inteligencia America- na (CIA), más la creciente conciliación del APRA con la patro- nal, desmoviliza al campesinado cañero del norte del país, que lentamente comienza a deshacerse de esas peligrosas ataduras. El APRA se ha convertido ya abiertamente en un partido pro- imperialista y burgués que abandonando sus postulados pri- migenios de “nacionalización de la tierra y la industria”, es- grime ahora demagógicamente una descabellada tesis de “na-
  • 41. 41 cionalización progresiva” y apoya las colonizaciones en la sel- va amazónica impulsadas por la “Alianza para el Progreso”, con el fin de trasladar la demanda de tierras otras zonas de- jando intacta la estructura agraria existente. La perdida total de su influencia en el campesinado se mate- rializa aproximadamente en 1964: “Nuestra lucha contra la venta de nuestros países al imperialismo —opinaba Haya de la Torre allá por 1927— lleva en sus banderas la palabra salvadora: Naciona- lización. La nacionalización de nuestras riquezas es la única garantía de nuestra libertad”. Así pensaba el fogoso líder estudiantil, convertido ahora en un incondicional defensor del capital mo- nopólico norteamericano. Con su planeamiento de “nacionali- zación progresiva”, Haya se quitaba definitivamente la careta progresista. Para ocultar su entreguismo, Haya desempolva y reedita su trasnochada teoría que llamó “Espacio-Tiempo-Histórico” un intento filosófico “indo americano”, en oposición al marxismo- leninismo. En esta teoría Haya afirma que el socialismo no es aplicable en América Latina. Si bien es cierto —razona— que el imperia- lismo en Europa es la última etapa del capitalismo, en nuestro continente se convierte en la primera. Todo para justificar el ingreso del capital extranjero, que según su concepción no traba el desarrollo sino que por el contrario posibilita el desa- rrollo de las fuerzas productivas. La movilización campesina se traslada a la región andina. El desarrollo de la Confederación Campesina del Perú (CCP) y su trabajo en el seno del campesinado, logra algunas bases en la sierra central y en la costa, rebasando las concepciones conci-
  • 42. 42 liadoras y reformistas opuestas a la toma de tierras. Poste- riormente importantes bases de la CCP, se integrarían a la Unión de Campesinos Pobres, para fortalecer el trabajo del PCP en el campo. Paralelamente se vive la profundización del capitalismo buro- crático; los obreros desarrollan grandes movimientos huelguís- ticos y avanzan en su organización sindical. La pequeña bur- guesía principalmente maestros y estudiantes se incorpora cada vez más a las luchas populares. El ordenamiento parla- mentario entraba en crisis y sus partidos se empeñaban en febril pugna por ganar posiciones y cosechar prebendas. Fue en estas condiciones tanto nacionales como internaciona- les, en que se desenvolvió la acción teórica y práctica de los comunistas peruanos, que asumiendo el pensamiento Mao Tsetung, pugnaron por retomar el camino de Mariátegui e iniciar el proceso de reconstitución partidaria, que podríamos definirlo como el proceso de acondicionar las organizaciones del Partido y de las masas a las necesidades y perspectivas de la guarra popular. Este proceso de retomar a Mariátegui, tuvo su punto más alto de desarrollo durante la realización de la IV Conferencia Na- cional, exigida por la base partidaria y postergada en más de una oportunidad por la dirigencia revisionista. No podríamos dejar de mencionar la importancia en este proceso del Comité Regional de Ayacucho y la fracción roja dirigida por el Dr. Abimael Guzmán Reynoso (Presidente Gonzalo). La lucha orgánica en contra del llamado “revisionismo criollo” encabezado por el encallecido revisionista Del Prado se culmi- na en esta Conferencia con su expulsión.
  • 43. 43 Pero el enfrentamiento entre posiciones contrarias a la fracción roja de Guzmán continúa. Un grupo dirigido por Sotomayor, que se oponía a la realización de otra Conferencia en septiem- bre del 65, cuando tergiversando la realidad, tipifica errónea- mente a personajes de la política criolla, que amerita su expul- sión. La fracción roja sale fortalecida con la incorporación de un nutrido grupo de militantes de la Juventud Comunista. Finalmente las corrientes que enfrentan a la fracción roja del Comité regional de Ayacucho José Carlos Mariátegui. 1) El grupo comandado por Saturnino Paredes Macedo, que se desenvuelve hacia el liquidacionismo de derecha 2) Patria Ro- ja, que estando en la República Popular China crean un grupo denominado Ching Kan y confabulan para usurpar la direc- ción del Partido y 3) La llamada fracción bolchevique, que posteriormente se opondría al inicio de la lucha armada y que al ser derrotada se desintegra, huyendo sus principales cabe- zas al extranjero. Después de la expulsión del revisionismo de las filas del par- tido —que es conocido como PCP (Bandera Roja) por el nom- bre de su vocero periodístico— la nueva dirigencia plantea tareas revolucionarias y la implementación de nuevos estilos de trabajo. Era lógico que una militancia formada en las filas del “revisionismo criollo” debiera de buscar urgentemente formas y estilos de trabajo cualitativamente distintos a los em- pleados anteriormente. Durante esta etapa se presenta en cier- ta medida algo de mecanicismo y repetición libresca del Pen- samiento Mao Tse-tung. Fenómeno no generalizado, pues otros sectores se abocan al estudio de la realidad peruana, desarrollando a Mariátegui y buscando como aplicar careado-
  • 44. 44 ramente el maoísmo a la realidad peruana. Se hacía necesario convocar a una nueva Conferencia. Meses antes de su realización, el Perú se siente remecido por el estallido de la lucha armada encabezada por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y la participación posterior del Ejército de Liberación Nacional (ELN), este último de clara definición “foquista” y que obedecía al bastón de mando de la Habana. El MIR en cambio podríamos definirlo como la culminación de una disputa ideológica que desde hacía unos seis años se venía presentando al interior del APRA. Cuando un grupo de jóve- nes apristas luchan por restituir una supuesta democracia in- terna, exigiendo la aplicación del programa aprista de 1931. La estructura vertical, autocrática y autoritaria impuesta por Haya de la Torre en su condición de “Jefe Máximo”, era soca- vada por estos jóvenes que aún creían es su partido. Por temor a que su ejemplo se expandiera, Haya ordena a las fuerzas de choque la eliminación del grupo. Luís de la Puente Uceda — posteriormente Comandante general del MIR— pasa dos años en la cárcel de Trujillo —lugar de nacimiento de Haya y gran bastión aprista— al liquidar en legítima defensa a uno de los matones enviados por Haya de la Torre. La posterior adhesión al marxismo leninismo (aunque sea sólo en el enunciado teórico) y su conversión de “Apra Rebelde” en Movimiento de Izquierda Revolucionaria, marca la definitiva separación orgánica con el aprismo. La proximidad de De la Puente a posiciones cercanas a la guerra popular, no impide que en la práctica caigan en la aplicación del “foquismo”, teo- ría apoyada por el liderazgo cubano.
  • 45. 45 Sería necesario precisar algunas consideraciones respecto al “foquismo”, para poder comprender a cabalidad, la línea polí- tica y militar del PCP, que a diferencia de otras corrientes re- volucionarias en América Latina, optó por aplicar la teoría militar del proletariado: la Guerra Popular, en contraposición a lo enunciado por Regis Debray —autor de la teoría foquis- ta— que rechaza como válidas las experiencias de China y Viet-nam. Quienes se han pronunciado teórica y prácticamente a favor de un camino de esta naturaleza, resumen con pequeñas va- riantes su accionar alrededor de los siguientes puntos: 1) Es necesario el desarrollar una capacidad de respuesta a la vio- lencia de las clases dominantes; 2) La violencia organizada de pequeños grupos constituye un ejemplo que insita a la pobla- ción; 3) El deber de un revolucionario es hacer la revolución; 4) No es necesaria la existencia de un Partido Proletario. Al margen de la personalidad y acciones heroicas de Ernesto “Che” Guevara —coparticipe en la elaboración de esa teoría— es necesario fijar una posición clara al respecto: Guevara- Debray anteponen al análisis de las condiciones históricas con- cretas su “voluntarismo pequeño-burgués” debiera ser obvio que después de la experiencia revolucionaria internacional, reconocer que los revolucionarios no hacen la revolución. La revolución la hacen las masas en determinadas condiciones históricas, bajo la dirección de un partido proletario, con una clara posición política, tanto en lo nacional como en lo interna- cional. El papel del revolucionario se circunscribe a organizar y dirigir la revolución. Una revolución no se hace como resultado de la decisión in- quebrantable de realizarla, sino que se organiza en función del
  • 46. 46 desarrollo de las circunstancias históricas, no se hace porque la revolución no es un acto mágico que modifique las relaciones sociales de producción, sino que se organiza en función del desarrollo de un proceso prolongado de lucha de clases, que culminará necesariamente en formas superiores de organiza- ción y de lucha. “El paso de la lucha política a la lucha armada — escribe Vo Nguyen Giap, estratega militar vietnamita— consti- tuye un gran cambio que exige una gran preparación. Si la insurrec- ción es un arte, un punto esencial del contenido de ese arte, es dirigir el paso a nuevas formas de lucha adaptadas a la situación política de cada periodo y mantener una relación exacta entre la lucha política y la lucha armada. La acción política siempre es un elemento esencial y la lucha armada queda en segundo plano”. Palabras que coinciden con el pensamiento Mao, cuando el líder chino sentenció que: “El partido manda al fusil” No analizar correctamente si existe o no situación revoluciona- ria y el grado de desarrollo de las condiciones objetivas y sub- jetivas, o en el mejor de los casos interpretando estas de mane- ra antojadiza, empujan a los “militaristas pequeño-burgueses” a emprender la aventura. Ellos consideran que las condiciones objetivas, esto es que la opresión y la explotación alcanzan grados suficientes para producir un estallido revolucionario, el cual no se da por ausencia de condiciones subjetivas, vale de- cir: falta de trabajo en el seno de las masas, existencia de un Partido de estructura clandestina, militarizado o en proceso de militarización, cabal comprensión contra quien se lucha y quienes son los enemigos principales. La célebre frase de “la guerrilla es el pequeño motor que echa a andar el gran motor de la revolución”, equivale a decir que la acción decidida de un pequeño grupo de hombres armados,
  • 47. 47 suplanta el trabajo político-organizativo de las masas. No se pueden crear condiciones subjetivas (organización, conciencia, disciplina, etc.) de la noche a la mañana, ni lo va a lograr la acción audaz de un grupo de hombres decididos a “hacer la revolución”. Esto demuestra una profunda incomprensión de la historia. Sólo partiendo de sólidas organizaciones políticas, es posible edificar sólidas organizaciones militares con pers- pectivas de capturar el poder. A partir de esta visión unilateral y a menudo distorsionada del proceso cubano, llevó a una generación de revolucionarios latinoamericanos —entre ellos los del MIR y los del ELN— a imitar como una consecuencia lógica de la desesperación de grupos que se encontraban aislados del movimiento popular, que subestimaban y hasta despreciaban a las masas. La práctica política y social —que en última instancia es el único criterio de la verdad— de estos grupos y la historia del período, se han encargado hasta la saciedad de probar lo erra- do de esta concepción, que llevó a la muerte y al desgaste a muchos honestos pero equivocados jóvenes latinoamericanos. Esta desconfianza en el campesinado y la evaluación subjetiva de los doce hombres valientes que hicieron la revolución en Cuba, popularizada por Debray en su pasquín “Revolución en la Revolución”, donde oculta situaciones que negarían sus postulados, como aquella de que el Movimiento 26 de Julio, era un movimiento político, sino ciertamente marxista, si una organización democrática y anti-dictatorial que abastecía a la guerrilla con recursos y hombres desde las ciudades. Hecho que al parecer para Debray carecía de importancia.
  • 48. 48 El MIR ante la desconfianza en las masas y los bombardeos que hace la Aviación sobre poblados serranos, los obliga a buscar “zonas inexpugnables” donde no pudieran ser ubica- dos. Craso error militar: “Por donde pasa un chivo, pasa un hom- bre” escribió Klausewisch es sus tratados militares. La eliminación del MIR y el ELN en tan sólo ocho meses por fuerzas militares combinadas (Ejército, Aviación y Fuerzas Auxiliares) demostraron una vez más que la tan publicitada teoría del foco guerrillero, no funcionó en América Latina. Pero la experiencia guerrillera del MIR constituye una fuente inagotable de estudio. Así lo consideran los comunistas pe- ruanos, al analizar la lucha armada como parte del temario de su V Conferencia Nacional, donde se analizan los orígenes pequeño burgués del MIR, se desenmascara lo errado del fo- quismo y se rinde homenaje a su Comandante General Luís de la Puente Uceda, caído en combate. Se comenta que Abimael Guzmán, en aquel momento conocido como el camarada “Ál- varo” sentenció: “No permitiremos que se extinga el fuego de la lucha armada iniciada por el MIR” El traslado de la Dirección Nacional al campo; asumir el pen- samiento Mao y reconocer el legado de Mariátegui así como la necesidad de la construcción de las Fuerzas Armadas Revolu- cionarias, como forma principal de organización, son los acuerdos más relevantes de dicha Conferencia. La destrucción de las guerrillas del MIR y del ELN, con bom- bardeos inmisericordes contra poblaciones campesinas, donde se utilizaron bombas Napalm, proporcionadas los Estados Unidos, indigna a la población y las masas se movilizan exi- giendo el cambio social. El vacío de poder se muestra más ní-
  • 49. 49 tido en las postrimerías del primer periodo presidencial de Fernando Belaúnde Ferry. Los mismos militares asesinos que combatieron las guerrillas, que y descargaron su odio de clase contra poblaciones campe- sinas desarmadas, propician un Golpe de Estado, instaurando la modalidad de “golpe institucional” (acción conjunta de las tres armas) en sustitución del desprestigiado cuartelazo. Es necesario dejar claramente establecido que esta modalidad tuvo una experiencia anterior, con el golpe del General Pérez Godoy en 1962 que podemos considerarla como un “Plan Pilo- to experimental” de tan sólo un año de duración. Cuando en octubre del 68, las Fuerzas Armadas del Perú de- rrocan a Belaúnde, el país vivía un ascenso de lucha proletaria, es por esto que este golpe militar tiene un carácter preventivo. Luego de largos años de dominio, el movimiento obrero se desata de nocivas influencias y en sectores cada vez crecientes, se va imponiendo un sindicalismo de clase, que materializa su existencia en la reconstrucción de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), aún a pesar de su dirigencia revisionista. El PCP trabaja en el seno de las masas obreras a través de un organismo generado: Movimiento Obrero de Trabajadores Clasistas (MOTC), que no forma parte de la CGTP, en defensa de la independencia política de la clase obrera peruana. Al día siguiente del golpe la camarilla revisionista expulsada —que sigue manteniendo apócrifamente el membrete de PCP— saca a luz un comunicado señalando que las Fuerzas Armadas no toman el poder en contra del APRA, cuyo anta- gonismo se remonta a insurrecciones apristas traicionadas por
  • 50. 50 su dirigencia, sino con la finalidad de detener el movimiento obrero. Con la “nacionalización de la International Petroleun Com- pany (IPC), que explotaba yacimientos casi agotados, utilizan- do equipos obsoletos, los “moscovitas” agregan un nuevo punto a su ya larga lista de traiciones. De buenas a primeras pasa a convertirse en el partido que más apoyó y sostuvo a los militares golpistas. Por su parte los militares no esperan mucho para a través de la represión, demostrar a los ilusos, que sólo ellos iban a solucio- nar los problemas del Perú. Antes de cumplir el primer año de gobierno, las emprenden contra el movimiento campesino, magisterial y estudiantil en las ciudades de Huanta y Ayacu- cho (Lugar histórico de inicio de la Guerra Popular en el Perú). Cabe indicar que las movilizaciones estaban dirigidas por el Frente de defensa del Pueblo de Huanta y Ayacucho, orga- nismo generado por el PCP. El combate popular que adoptó nuevas formas de organización, en defensa de la gratuidad de la enseñanza, amenazada por un decreto gubernamental, ter- mina en una masacre de pobladores desarmados. A partir de este hecho, la política gubernamental está marcada por la misma tendencia represiva pero cubierta de rimbom- bantes palabras de “soberanía e independencia”. La imple- mentación de una demagógica “Reforma Agraria”, que tenía por objeto el ilegalizar los sindicatos independientes y parali- zar a los campesinos que pugnaban por la entrega de la tierra sin pago a los terratenientes; clase a los que los militares le posibilitaron el traslado de su poder a sectores más modernos y productivos.
  • 51. 51 Como medida paralela a su “Reforma Agraria”, los militares montan desde la cúspide del poder un organismo de claro carácter corporativo que llamaron “Confederación Nacional Agraria”, en un intento de ligar directamente a las organiza- ciones campesinas a los aparatos del Estado. El PCP denuncia el carácter social-corporativo (fascista) del régimen, convirtiéndose esta tipificación en punto de deslinde entre la posición revolucionaria y la posición colaboracionista. En este contexto se lleva a cabo la VI Conferencia Nacional: EN DEFENSA DE LOS ACUERDOS Y RESOLUCIONES DE LA V CONFERENCIA NACIONAL; evento en el cual se sanciona la re- constitución partidaria a partir de los siguientes puntos: 1) El marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung; 2) Línea polí- tica general, cuya piedra angular es Mariátegui; 3) Reconstruc- ción partidaria (que como se sancionó, implicaba reconstruir el Partido para la Guerra Popular). La VI Conferencia Nacional del PCP, marca el inicio del proce- so de reconstitución y cierra la etapa de búsqueda del camino de Mariátegui; liquida asimismo la lucha que la fracción roja llevaba a cabo contra una línea oportunista de derecha disfra- zada de izquierda, encabezada por saturnino Paredes Macedo, que posteriormente negando el pensamiento Mao se pasara con armas y bagajes a defender la posición albanesa de Hoxa y terminara como candidato a la elección de la Asamblea Consti- tuyente de 1978 por el Frente Obrero, Campesino, Estudiantil y Popular (FOCEP), que aglutinaba a disímiles y fragmentadas corrientes trotskistas. Los planes conciliatorios de los militares no dan los resultados que ellos esperaban. La lucha de clases es un fenómeno que se da al margen de la voluntad de los hombres y no puede su-
  • 52. 52 primirse por “decretos”. El incontenible ascenso de las luchas proletarias continúa. Se estima que el índice de huelgas en relación con las efectuadas durante el gobierno anterior, se incrementaron en más del 200%. La respuesta militar a todas las huelgas es declararlas ilegales, orquestando paralelamente una campaña en que se acusa al APRA, a la CIA y a la “Ultra-izquierda” de ser los enemigos de una “revolución que era para todos los peruanos”. Frente a esta escalada huelguística el gobierno acentúa sus planes cor- porativos con una ley que normara el funcionamiento de los sindicatos con intenciones claramente manipuladoras y termi- nar en convertirlos en cuerpos complementarios del Estado. La creación de la llamada “Central de Trabajadores de la Revolu- ción Peruana” (CTRP), que agrupa a líderes desclasados y oportunistas, fue el mayor intento de llevar adelante su pro- yecto reaccionario. El discurso antiparlamentario, antidemocrático y antisocialita, unido a sus intentos de corporativización de la sociedad, con planteamientos de conciliación de clases y movilizaciones de carácter reaccionario, muestran de cuerpo entero a los milita- res a los que el PCP tipifica de fascistas. Contrariamente a esta posición el APRA, a la vez que reclama la reimplantación de un régimen demo-burgués y parlamenta- rio, se declara como el padre ideológico de los militares golpis- tas: “Están aplicando el programa aprista de 1931” dice desde una tribuna levantada frente a su local partidario, su viejo y decre- pito líder. La tan pomposamente enunciada “revolución no capitalista ni comunista” de los militares, coincidía cabalmente con el propósito de Haya de la Torre de buscar caminos terce- ristas.
  • 53. 53 Es aleccionadora la claridad con que José Carlos Mariátegui veía al aprismo: “La primera obligación —escribió cuando cerró las páginas de su revista a colaboradores apristas— de toda obra del género de Amauta se ha impuesto es precisamente esta: durar. La historia es duración. No vale el grito aislado, por más largo que sea su eco. No vale la idea perfecta, absoluta, abstracta, indiferente a los hechos, a la realidad cambiante y móvil; vale la idea germinal, con- creta, dialéctica, operante, rica en potencia y capaz de movimiento. Amauta no es una diversión ni un juego de intelectuales puros, con- fiesa una idea histórica, confiesa una fe activa y multitudinaria, obe- dece a un movimiento social contemporáneo. En la lucha entre dos sistemas, entre dos ideas, no se nos ocurre sentirnos espectadores, ni inventar un tercer término. La originalidad a ultranza es una preo- cupación literaria y anárquica. En nuestra bandera escribimos esta sola, sencilla y grande palabra: Socialismo. (Con este lema afirmamos nuestra absoluta independencia, frente a un partido político naciona- lista, pequeño burgués y demagógico. La represión continúa: los obreros mineros de Cobriza (Huan- cavelica), ven asesinar a sus dirigentes en su propio local sin- dical. La intervención de los “Sinchis” (cuerpo anti-subversivo de la Guardia Civil), y la muerte de su Secretario General Pa- blo Inza, nos mostraban nuevamente el carácter altamente represivo del régimen “antiimperialista” de Velasco y compa- ñía. Los trabajadores siderúrgicos de la empresa estatal Sider-Perú son atacados y arrojados de su centro de trabajo por las bandas paramilitares —camisas negras en el fascismo italiano— que respondían al membrete de “Movimiento Laboral Revolucio- nario” (MLR), integrado en un buen porcentaje por ex-
  • 54. 54 convictos, escogidos por su crueldad y hasta liberados de las cárceles del Perú. Ante un intento de definición ideológica y organizativa del Magisterio Nacional, el gobierno responde nuevamente con la represión, deteniendo y enviándolos a “El Sepa” (una prisión en la selva amazónica), a toda su dirigencia. Mientras el gobierno persigue y reprime culquier caso de opo- sición, el PCP despliega un intenso trabajo entre las masas, principalmente campesinas, a través de la Federación de Campesinos Pobres que se nutre con sectores inconformes de la CCP, que constituyen su principal base de apoyo, movili- zándose en contra del marco corporativo de someter al campe- sinado a una “Reforma Agraria” marcadamente autoritaria. Estas acciones se inician como una acción espontánea en con- tra del verticalismo que revestía la formación de nuevas cooperativas y en contra de los intentos de evasión de la re- forma agraria, durante el periodo comprendido entre 1970 a 1972, para pasar a una fase en que las masas pugnaron por una radicalización de la reforma, que mantenía bajo nuevas for- mas, las mismas relaciones de semi-feudalidad anteriormente existentes. Estas movilizaciones se centraron casi exclusiva- mente en la sierra. Si bien es cierto que el PCP centra su trabajo en el campesina- do pobre de la región serrana, no descuida los otros frentes de lucha. El MOTC, libra una batalla ideológica con la CGTP, que se mantiene en base a “rublos social-imperialistas” bajo la égi- da del revisionismo criollo. El Frente Estudiantil Revoluciona- rio (FER) se convierte en una tribuna de denuncia contra el social-corporativismo gobiernista, a la vez que lucha por la
  • 55. 55 defensa de la universidad peruana frente a los intentos eliti- zantes del gobierno. El trabajo entre los metalúrgicos y el ma- gisterio, tampoco es descuidado por el PCP. ¿Qué ha sido de la dirigencia revisionista que domina la CGTP? Ellos fueron sin lugar a dudas, el aliado más fiel de la política gubernamental. Ante la ola de huelgas los dirigentes traidores hicieron el papel de amarillos. Ante las masacres calmaron los ánimos. Frente a la beligerancia obrera hicieron llamados para evitar huelgas y ante el alza del costo de la vida llamaron a la austeridad, justificando el peso de la crisis que era descargada sin misericordia sobre los hombros de los tra- bajares. 1975, marca el quiebre total de la utopía del “proyecto social” elaborado en 1968 por los “militares concientizados”. El paro por mejoras salariales de las Fuerzas Policiales en Lima, de- mandando mejores salarios y el cese de maltratos de parte de la oficialidad, termina en una masacre al interior de un cuartel. En las calles las masas de desocupados asaltan mercados y comercios, incendian el Círculo Militar —ostentoso club de la oficialidad— y el diario “Correo” manifiestamente pro- gobiernista. La CGTP a través de la radio y la televisión, llama a la clase obrera a movilizarse y defender “el proceso revolucionario de Fuerza Armada”. Nadie, absolutamente nadie acude al llamado; la “revolución” era solamente defendida por los tanques. Los acribillados en las calles sumaron varios cientos.
  • 56. 56 El año 1976 enluta a la humanidad. La desaparición física del Presidente Mao Tsetung, causa una profunda conmoción entre los auténticos marxistas-leninistas. Los seguidores del camino capitalista al interior del Partido Comunista de China no esperaron mucho para dar un reaccio- nario golpe de estado, negando públicamente el pensamiento Mao al que acusaron de extremista, iniciando una salvaje per- secución contra los auténticos comunistas chinos, encabezados por el Grupo Changay motejada por la nueva dirigencia china como la “Banda de los Cuatro”. Liquidando la oposición ideológica, les fue fácil destruir la colectivización en el campo, restituyendo el capitalismo y desmontando las conquistas de la Gran Revolución Cultural Proletaria. Se imponía una nueva dictadura burguesa en con- tra del pueblo chino. El PCP, es el primer partido Comunista en denunciar el golpe reaccionario y declara que el Presidente Mao, vivirá eterna- mente en los verdaderos marxistas-leninistas, reafirmando su compromiso de impulsar la Guerra Popular en el Perú. Aunque parezca extraño, este tipo de demacraciones públicas no preocupaban mayormente a los cuerpos de la inteligencia militar, acostumbrados ya a los excesos verbales del radicalis- mo de izquierda. En cumplimiento de los acuerdos de la V Conferencia, la Di- rección ya se encuentra instalada en el campo, particularmente en Ayacucho y los departamentos de la sierra central. Se traba- ja desde la Universidad San Cristóbal de Humanga en Ayacu-
  • 57. 57 cho, a la que el reformismo llama despectivamente “el feudo de Guzmán. El gobierno militar da marcha atrás en su proyecto corporativo por presión de las masas y la realización exitosa de dos paros nacionales que paralizan más de la mitad del país. Francisco Morales Bermúdez que había sustituido a Juan Velasco Alva- rado en la dirección de la “Junta Revolucionaria de Go- bierno”, anuncia el retorno a la democracia a través de una convocatoria para elegir representantes a la Asamblea Consti- tuyente de 1978. Su última jugada consistía en incorporar a la Carta Magna “sus reformas sociales”. La nueva coyuntura política es analizada por el PCP en abril de ese mismo año, cuando se publica por acuerdo de su Comi- té Central el documento: CONTRA LAS ILUSIONES CONSTITUCIONALES Y POR EL ESTADO DE NUEVA DEMOCRACIA; afirmando que la nueva constitución era una forma de legali- zación fascista. Siguiendo su trayectoria de oportunismo y traición al pueblo, la mal llamada izquierda, se alista para la competencia electo- ral. Hasta los partidos aparentemente radicalizados, como el MIR y Patria Roja, aceptan la coyuntura argumentando que esto posibilitaba un proceso de “acumulación de fuerzas”. La Juventud de Paria Roja rechaza la propuesta. Pucallacta — como se le denominaba— se separa del partido y posterior- mente se integrarían a la guerra popular. Los caminos se separan. La participación o no se convierte en la práctica en un punto de deslinde, produciéndose una nueva y definitiva polarización en el campo popular. Mientras los partidos “parlamentarios” desarticulan sus pequeños aparatos
  • 58. 58 clandestinos y se abren al trabajo legal; el PCP comienza a reti- rar sus cuadros visibles, particularmente aquellos que trabaja- ban en el Movimiento Estudiantil. En el documento: CONTRA LAS ILUSIONES CONSTITUCIONALES Y POR EL ESTADO DE NUEVA DEMOCRACIA; se especifica cual es el camino del pueblo y cual el de las clases dominantes, segui- das ahora como furgón de cola, por una amplia gama de orga- nizaciones reformistas de diferentes matices. El documento analiza, que en momentos de crisis sumamente agudas, las clases dominantes tienen que tomar decisiones políticas que marcan la actividad de los partidos y organiza- ciones políticas hasta por decenios. Considera que la convoca- toria a elecciones para formular una nueva Constitución que reemplazaría a la de 1933 iniciaría LA TERCERA REESTRUCTURACIÓN DEL ESTADO PERUANO: “En la Segunda Guerra Mundial se desarrolla la burguesía burocrática y apunta a dirigir el Estado, su presencia es notoria en los gobiernos de Busta- mante y Belaúnde, sin embargo, es recién en octubre de 1968 cuando asume el gobierno a través de las Fuerzas Armadas, desplazando a la burguesía compradora, que desde la década de los veinte se entroniza como clase dirigente del campo reaccionario… (…)¿En qué condiciones se produce este ascenso? En medio de la crisis de la llamada democracia representativa. El Estado peruano se formó como una democracia burguesa formal, sistemáticamente, con la Constitución de 1920, bajo la dirección de la burguesía comprado- ra o “mercantil” como la llamaba Mariátegui, esto sirvió al desarro- llo del capitalismo burocrático, proceso que a través del oncenio de Leguia, bajo el manto del imperialismo yanqui va consolidando su poder. Sin embargo la crisis 29-34 y el desarrollo de la lucha popular, principalmente del proletariado con la fundación del Partido Comu-
  • 59. 59 nista, general un convulso período de nuestra historia contemporá- nea; en él se cumplirán las elecciones del 31 de la que se deriva la constitución aún vigente, por lo menos en las palabras…. (…) La constitución del 33 tiene las características que magistral- mente señalara Marx 1) si bien reconoce derechos y libertades de índole demo-burgués, cada artículo que sanciona tiene en sí mismo su contradicción esto es a la vez que los reconoce los sujeta a la res- tricción legal. Basta esta muestra que es uno de los ejemplos de Marx, Art. 62: Todos tienen el derecho a reunirse pacíficamente y sin armas sin comprometer el orden público. La ley regulará el derecho de reunión. 2) presenta la contradicción entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo y si bien este pretende sujetar aquel en las palabras, el Ejecutivo en los hechos se ha ido imponiendo cada vez más, refle- jando el proceso del Estado Burgués que lleva al fortalecimiento inevitable del Poder Ejecutivo y como su sustento, al Ejército… cues- tiones que es previsible volverán a darse en la nueva constitución entre democracia representativa y corporativismo… (…) Todas estas contradicciones constitucionales se agudizarán en la lucha entre la burguesía compradora y la burocrática y aún más por el desarrollo creciente de la fuerza del pueblo y de la clase obrera pos- terior al 45… sobre la base de la profundización del capitalismo bu- rocrático, la contradicción en el seno de la gran burguesía entre la fracción compradora y burocrática y, sobretodo, el desarrollo del pro- letariado (su vuelta al marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tse- tung y el camino de Mariátegui) y el auge del movimiento campesino que remeció profundamente a la sociedad peruana y la lucha guerri- llera del 65, llevó a la crisis de democracia representativa… (…) En estas circunstancias las fuerzas armadas tomaron la direc- ción del Estado en función, principalmente de los intereses de la bur- guesía burocrática con dos tareas que cumplir: primera la de llevar
  • 60. 60 adelante la profundización del capitalismo burocrático y, segunda reorganizar la sociedad peruana. Así se inicia el actual régimen que guiándose por una concepción política fascista, desarrolla la corpora- tivización de la sociedad peruana, proceso que se ha desenvuelto has- ta hoy en tres partes: 1) bases y desarrollo de la corporativización, se cuestiona todo lo anterior tildándolo de “viejo orden pre- revolucionario” se sientan bases organizativas y se establecen bases ideológicas. Esto duró hasta el 75. 2) reajuste general corporativo, evaluación de un camino en cuanto a bases y problemas a fin de con- siderar posiciones y avanzar hacia el Estado Corporativo presentando como “democracia social de participación plena”, se inició con el desplazamiento de Velasco por Morales Bermúdez, agosto del 75; 3)tercera reestructuración del Estado peruano, de julio del 77en ade- lante, estableciendo un programa político con elecciones para una Constituyente, sanción de una nueva carta constitucional que debe “institucionalizarlas transformaciones estructurales llevada a cabo desde el 3 de octubre de 1968”y la celebración de elecciones generales, lo que debe cumplirse según el Plan Tupac Amaru hasta 1980… (…) He aquí en términos generales la corporativización seguida en 10 años, ¿Y en ese decenio cómo se ha desenvuelto la contradicción entre la burguesía burocrática y el proletariado? La burguesía buro- crática encabeza el campo de la contrarrevolución, comandada por los terratenientes feudales y la burguesía compradora, que está ligada al imperialismo yanqui principalmente, aunque en la última década el social imperialismo comienza su penetración estableciendo lazos con la burguesía burocrática. El campo del pueblo tiene un centro: el proletariado, que es la única clase capaz de conducirlo a condición que desarrolle su vanguardia y en los hechos dirija la lucha armada; así podrá forjar la alianza obrero-campesina con su gran aliado, ga- narse a la pequeña burguesía y, en determinadas condiciones, unir hasta a la burguesía nacional. Pues bien, en la primera parte de la
  • 61. 61 corporativización, la burguesía burocrática consiguió aislar al prole- tariado y hasta atarlo parcialmente presentándose como fuerza avan- zada y vistiéndose re “revolucionaria” con la ayuda del oportunismo, principalmente del revisionismo social-corporativista de “Unidad”; en la segunda parte, del reajuste general corporativo, más y más cla- ro fue quedando el papel de la burguesía burocrática y perdió sus falsas vestiduras, haciéndose más difícil para el oportunismo atar al proletariado a la cola de su enemigo; en la tercera parte de a corpora- tivización, en la reestructuración del Estado, la contradicción entre burguesía burocrática y proletariado vuelve a lucir más nítida en su antagonismo, más aún, en ambas clases antagónicas comienzan a polarizarse más crecientemente una contra la otra y el proletariado cobra mayor dimisión como la única clase dirigente de la revolución de nueva democracia… (…) ¿Cuál es pues, el período político en qué vivimos? Desde el 77 vivimos un período político de unos 4 o 5 años de duración, caracte- rizado por la tercera reestructuración del Estado peruano del siglo XX y por el desarrollo de las luchas de las masas populares hacia el inicio de la lucha armada. Período que se da en el segundo momento de la historia contemporánea del país; esto es de la Segunda Guerra Mundial a la actualidad; momento en el cual se profundiza el capita- lismo burocrático y se desarrolla la corporativización bajo la direc- ción de la burguesía burocrática; momento en el cual, por otro lado, maduran las condiciones de la revolución democrática y esta ingresa a definirse como la fuerza de las armas ara crear un Estado de Nueva Democracia. ¿Pero cuál es la situación inmediata del período que vivimos? Para el imperialismo las clases explotadoras y la burguesía burocrática que dirige el proceso se presentan os cuestiones: llevar adelante las elecciones a la Asamblea Constituyente y abrir el camino que concrete la tercera reestructuración del Estado peruano; la se- gunda es la principal por ser más compleja y de mayor trascendencia
  • 62. 62 y de la que espera derivar, la burocrática y su asentamiento de su condición dirigente y porque además la primera está en su parte fi- nal, contando con el apoyo de la mayoría de los partidos que ven a la Constituyente su re-flotamiento y perspectiva. Al pueblo, a los explo- tados y al proletariado se les plantea no dejarse atar al proceso elec- cionario que es la puerta de la reestructuración del Estado y desarro- llar la creciente protesta popular, para movilizar, politizar y organi- zar a las masas, especialmente al campesinado, este segundo aspecto es el principal… El PCP finaliza su documento haciendo un análisis de la situa- ción política concreta dentro de la perspectiva del camino del pueblo, pasando a la convergencia de clases, fracciones y par- tidos en el campo de la reacción y concluye, que el camino democrático del pueblo peruano, se desarrolla a través del inicio de las acciones armadas. Todo este análisis partidario fue el resultado de un minucioso estudio de la lucha de clases en el Perú, proceso que se da du- rante el lapso de tiempo en que se lleva a cabo la reconstitu- ción en la búsqueda y el desarrollo del legado de Mariátegui. Para tener una compresión más cabal de este proceso, voy a incluir fragmentos de un documento posterior, publicado ya cuando el PCP se encontraba en plena guerra popular, en 1986, y lo hago a pesar de adelantarme en el tiempo y saltar etapas cronológicas, para ver a cabalidad como se abocaron no sólo a estudiar el avance del camino popular, sino el del enemigo.
  • 63. 63 DESARROLLAR LA GUERRA POPULAR SIRVIENDO A LA REVOLUCIÓN MUNDIAL “A comienzos de los años setenta, en el Comité Regional de Ayacu- cho, se inició el desarrollo de una fracción fundada por el Presidente Gonzalo, entendiéndose por tal, lo que Lenin enseñara: en el partido la fracción es un grupo de hombres unidos por la comunidad de ideas, creada con el objetivo primordial de influir sobre el Partido en deter- minada dirección, con el objetivo de aplicar en el Partido, sus propios principios de la forma más pura posible. Para eso es necesaria una auténtica comunidad de ideas. La fracción surgió como producto del desarrollo de la lucha de clases a nivel mundial, especialmente de la gran lucha entre el marxismo y el revisionismo que sirvió a la difu- sión del pensamiento Mao Tsetung, como a mediados de la década se denominaba el desarrollo del marxismo-leninismo por el Presidente Mao Tsetung, él fue principal y decisivo para la fracción; concomi- tante y con base sustantiva, el propio proceso de la sociedad peruana, con su desarrollo del capitalismo burocrático, la agudización de la lucha de las masas, la intensificación de la actividad política con cre- ciente propaganda sobre la Lucha Armada y además, la región en la cual se desenvolvía, donde la semi-fuedalidad mostraba su caducidad y el campesino despertaba notablemente combatiente; expresión de similar proceso en todo el país. Dentro del Partido por entonces, se profundizó la lucha entre el marxismo y el revisionismo; la fracción encabezada por el Comité Regional, combatió contra el revisionismo de Del Prado y sus secuaces, participando en la IV Conferencia Na- cional, donde aquellos fueron expulsados; de ahí en adelante su de- senvolvimiento de da a nivel partidario nacional”. “Después de la V Conferencia Nacional, noviembre del 65, la frac- ción en la lucha de dos líneas en el Partido se abocó a bregar por la construcción de los tres instrumentos de la revolución: partido, fuer-
  • 64. 64 za armada y frente único, demandando ajustarnos a la línea política de la Conferencia, que estableció como tarea principal, construir las fuerzas armadas revolucionarias para la lucha armada. Pero el lastre del revisionismo, entorpecía y se oponía de mil maneras al cumpli- miento de la tarea principal; en estas circunstancias, la fracción, retomando posiciones de la necesidad de contar con un Partido ideo- lógicamente unido y orgánicamente centralizado, centra en el “heroi- co combatiente”, planteándose la “Reconstitución del Partido”. Este se llevó en tres períodos con su correspondencia estrategia política cada uno: 1) Determinación de la Reconstitución, se guió por la re- comendación de “seguir el camino de cercar las ciudades desde el campo” como estrategia política; en ese momento la cuestión era construir un partido que dirigiera la lucha armada siguiendo este camino, el camino campesino y el de la tierra adquirían gran impor- tancia y poner el peso del Partido en el campo era de trascendencia; además de la línea ideológica política, como decisiva, centró en “ba- sarse en el pensamiento Mao Tsetung y como se decía entonces y en “retomar el camino de Mariátegui y su desarrollo”, lo saltante era desarrollarlo, pues no bastaba con retomarlo, dos razones claves lo exigían, el desarrollo del marxismo-leninismo por el Presidente Mao Tsetung y el desarrollo del capitalismo burocrático en el país; en este momento se dio la lucha contra el revisionismo en su forma “jru- chovista” y su manifestaciones en diversos planos de la vida partida- ria, que terminó en la VI Conferencia del 69, aprobándose la “Re- constitución del Partido” teniendo como base la unidad partidaria, el marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung (como se decía en- tonces, hoy maoísmo) pensamiento de Mariátegui y línea política general”. “El siguiente período, 2) Aplicación de la Reconstitución se guió por la estrategia política de “Reconstituir el Partido” según la base de unidad partidaria. En octubre de 1968 se dio el golpe de Estado de