El documento describe el Mar Mediterráneo y su importancia histórica. Se divide en varios mares como el Mar Jónico, Mar Tirreno, etc. Explica que el atún ha sido una especie emblemática del Mediterráneo desde la antigüedad. Finalmente, habla sobre el concepto de "duende" en el arte flamenco según Federico García Lorca, como una inspiración sublime que trasciende la realidad.
9. El Mediterráneo cubre una extensión de unos
2.510.000 km2. Tiene una longitud de este a
oeste de 3.860 km y una anchura máxima de
1.600 km. En general poco profundo 1.370 m
de media, el Mediterráneo alcanza una
profundidad máxima de 5.121 m frente a la
costa sur de Grecia.
10. El Mediterráneo se puede considerar la suma de diferentes mares que
continúan conservando su nombre a través de los siglos;
Mar Jónico, está localizado desde el sur de Italia a Grecia.
Mar Tirreno, localizado entre Cerdeña y Nápoles aprox.
Mar de Liguria, abarca desde Niza en Francia y costa noroeste de Italia.
Mar Adriática, Toda la costa este de Italia y la antigua Yugoslavia y Albania.
Mar Egeo, entre costa oeste de Turquía Las Cícladas y Tesalónica en Grecia.
Mar de Creta, como su propio nombre indica entre Creta y las islas Cícladas
11. El Mar Mediterráneo es un mar interior de Europa, Asia y
Africa, unido al océano Atlántico en su extremo
occidental por el estrecho de Gibraltar. Conocido por
los romanos como el Mare Nostrum "Mar Nuestro", el
Mediterráneo es casi un mar cerrado. Tiene una gran
importancia política como salida marítima para los
países de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas a través del Bósforo, el mar de Mármara, los
Dardanelos y el mar Negro, y para el acceso de Europa
y América al petróleo de Libia, Argelia y de la región
del golfo Pérsico a través del canal de Suez y los
oleoductos terrestres.
12. El Mediterráneo baña las costas de estos países:
España, Francia, Italia, Croacia, Albania, Grecia
y Turquía en la costa norte,
Líbano, Siria e Israel en el este,
Egipto, Libia, Túnez, Argelia y Marruecos en el
sur.
13. El atún, su representante
Descritos por Aristóteles hace 2.000 años, los
atunes han sido siempre una de las especies
más conocidas y apreciadas en el
Mediterráneo. Estos peces de gran tamaño,
que pueden superar los 600 kilos de peso,
realizan a lo largo de su vida largas
migraciones, y se localizan preferentemente
en todo el Atlántico norte y en el
Mediterráneo.
14. El atún desde la antigüedad fue muy apreciado en
todo el Mediterráneo. Aristóteles cuenta que se
decía que los Fenicios, desde Cádiz, viajaban con
vientos del este por cuatro días más allá de los
pilares de Hércules hasta un sitio con muchas
algas y donde se encontraban en extraordinaria
cantidad atunes de increíble tamaño, que una vez
pescados, los preservaban, los ponían en jarros y
los llevaban a Cartago, donde no sólo lo
consumían ya que era muy apreciado como una
delicadez epicúrea, sino que de allí lo exportaban
por todo el Mediterráneo.
15. Sobre el atún se estableció una verdadera mitología precisamente
difundida por Aristóteles que le dedicó gran interés y que duraría
por más de 1.000 años.
Decía que llegaba a pesar hasta seiscientos kilos durante su vida que
duraba dos años y que desovaba en el Mar Negro adonde el pez
llegaba manteniendo la tierra a la vista con la ayuda de la poderosa
vista de su ojo derecho. Asimismo que dormía tan profundamente
que ni siquiera un arpón lo despertaría, que en ese caso,
sonámbulo se hundiría para flotar y hundirse nuevamente, lo que
hacía que fuera difícil de pescar, especialmente los más jóvenes
pues a los más grandes los excitaba un pequeño gusano o
escorpión, el "asillo", que se les adhería a las aletas en ciertas
épocas del año que coincidían precisamente con la época pico del
desove cuando era más vulnerable.
16. Fue en cierto modo un catalizador de la civilización,
en algunos casos los puertos sobre los arrecifes
de esas costas desde Gilbraltar hasta el Mar
Negro y el Imperio Oriental de Bizancio, donde
los observadores en sitios altos podían ver las
migraciones de ellos y avisaban a los pescadores
para que desplegaran sus redes, dieron origen a
la formación de ciudades y fue tan importante
por su valor comercial que estaba grabado en
viejas monedas Púnicas.
17. KAVAFIS
VIAJE A ITACA
Cuando salgas para hacer el viaje hacia Ítaca
has de rogar que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de conocimiento.
Has de rogar que el camino sea largo,
que sean muchas las madrugadas
que entrarás en un puerto que tus ojos ignoraban
y vayas a ciudades a aprender de los que saben.
Ten siempre en el corazón la idea de Ítaca.
Has de llegar a ella, es tu destino,
pero no fuerces nada la travesía.
Es preferible que dure muchos años,
que seas viejo cuando fondees en la isla,
rico de todo lo que habrás ganado haciendo el camino,
sin esperar a que te dé más riquezas.
Ítaca te ha dado el bello viaje,
sin ella no habrías salido.
Y si la encuentras pobre, no es que Ítaca
te haya engañado. Sabio como ya eres,
sabrás lo que significan las Ítacas.
33. Con respecto a la etimología de la palabra “duende”, indica que
la palabra proviene del latín domus, que significa “casa”. Vale
con el significado de “doméstico” o “casero” y alude a
aquellos espíritus traviesos que viven dentro de las casas.
La descripción más temprana de los duendes proviene de la
mitología nórdica. De allí se conserva el nombre “álfar”,
aunque la creencia en estas criaturas maravillosas era muy
común entre las tribus germánicas y los antiguos
escandinavos.
Otra explicación:
Un duende es una criatura mítica perteneciente a la mitología
pagana germánica que todavía sobrevive en el folclore de
Europa del norte. En la mitología de los nórdicos, estas
criaturas eran originalmente consideradas como una raza de
dioses de la naturaleza y de la fertilidad, aunque de menor
importancia.
Los duendes son representados a menudo como hombres y
mujeres jóvenes de gran belleza que viven en bosques y otros
lugares naturales subterráneos, así como en pozos y fuentes.
34. Los duendes parecen compartir muchas características
con los seres humanos, con la diferencia de que
aquéllos son siempre muy hermosos.
Suele aludirse a estas criaturas como seres semi-divinos
asociados a la fertilidad y al culto de los antepasados.
Se los relaciona con la creencia animista y espiritista de
la naturaleza y de los difuntos, muy común en casi
todas las religiones humanas. Allí se remonta la vieja
creencia nórdica en los fylgjur y vörðar, espíritus
protectores.
35. La palabra duende es una contracción del
castellano antiguo duen de casa (dueño de la
casa)
Duendes son espíritus o fantasmas que habitan
en una casa. La palabra duende es una
contracción del castellano antiguo /"duen de
casa"/
("dueño de una casa").
36. El origen remoto de la palabra "duende" es la
raíz indogermánica /demd/ que designaba lo
relacionado con la casa u hogar. De ahí
/domicilio/ e incluso *Don* en castellano.
El duende es ese genio que inspira al cante
flamenco.
•
37. Algunos investigadores sostienen que los
duendes son el equivalente germánico de las
ninfas de la mitología griega y romana, así
como el “vili” y el “rusalki” de la mitología
Eslavita.
38. Es interesante constatar que en la lengua sueca
existe la palabra tomte/, que designa
exactamente lo mismo que ese duende en
español. El tomte/ sueco es una figura de
carácter mágico que protege el hogar.
Pero también se aplica a una manera especial de
comportamiento. "Eres un duende", decimos a
un niño que anda enredando con ideas y
actividades
fuera de lo corriente. También los suecos dicen a
los niños: "/Du är en tomte"/ (Eres un duende).
39. Han sido retratados como seres longevos o
inmortales que gozan de energías mágicas
innatas. Después del éxito de la obra épica de
J.R.R. Tolkien “El señor de los anillos”, donde
existen personas sabias y angelicales llamadas
duendes, estas criaturas juegan un rol cultural
significativo y se han convertido en personajes
obligados de la fantasía
40. Los duendes pueden ser clasificados en “duendes”
y “elfos”. Cualidades extraordinarias asociadas a
los duendes se califican a través de los adjetivos
elfo o elfin, que significa “mágico”.
Con respecto a la pronunciación, la v de “elven” se
refiere a los duendes clasificados como humanos
(se les dice así por su menor estatura, y son
propios de la mitología vikinga) mientras que la f
en “elfin” alude a los elfos minúsculos (asociados
fundamentalmente al folklore del Renacimiento y
del Romanticismo).
41. Duendes y elfos adquieren también los siguientes nombres:
- En Alemania: Elfen, Elben.
- En Gran Bretaña: addler (aunque el vocablo ha quedado
obsoleto).
- En Países Bajos: Elfen, Alfen, Elven.
- En Dinamarca: alfer, elvere, elverfolk, ellefolk o huldrer.
- En Islandia: álfar, álfafólk y huldufólk (significa “gente que
se oculta”).
- En Noruega: alver, alfer o elvefolk.
- En Suecia: alfer, alver o älvor (Älvor es también atribuido
a las hadas).
- En Italia: elfo o fata (Fata se atribuye solamente a las
hadas).
42. Tras numerosos debates, el consenso de duende
es álf mientras que las palabras relacionadas
derivan de la raíz proto-indo-europea albh,
que significa “blanco”. De allí surgió la voz
latina albus para el color blanco, que se usa
también en portugués. En la lengua inglesa ha
adquirido la forma de albino.
44. "El muletazo que brota pringado en duende es
siempre, siempre, una revelación de la divinidad,
un túnel o agujero que momentáneamente une a
dos mundos incomunicados y extraños entre si
(...) El Duende surge cuando el hombre pisa
durante esa milésima de segundo territorios del
más allá.“
Joaquín Albacín
46. cuando el olé se queda atrapado en la garganta
y sale humedecido por los ojos.
47. • ¿Cuántas veces te has quedado con las ganas de vitorear una
buena interpretación y la emoción es tanta que simplemente
la voz no sale por quedar aprisionada?
Cuando las cuerdas vocales se quedan congeladas y la mirada
se inunda; cuando por cada poro de tu piel respiras el olor del
actor y el aliento del autor y tu mundo se reduce al portal de
tiempo y espacio que existe entre la dicción y el texto; cuando
en el andar del bailarín que sigue como hipnotizado la
trayectoria de la coreógrafo tu mirada sigue igual el correr de
la mano del danzante; cuando sientes en el rostro el viento
que arroja una buena actuación; cuando acto es melodía y el
oscuro poesía...Cuando sientes todo eso, el duende, te
susurra al oído "no digas bravo, no es necesario"
48. Federico García Lorca señala en su Teoría y Juego del Duende:
"Así, pues, el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un
pensar. Yo he oído decir a un viejo maestro guitarrista: «El duende no está
en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies». Es
decir, no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir,
de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto.
Este «poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica»
es, en suma, el espíritu de la sierra, el mismo duende que abrazó el
corazón de Nietzsche, que lo buscaba en sus formas exteriores sobre el
puente Rialto o en la música de Bizet, sin encontrarlo y sin saber que el
duende que él perseguía había saltado de los misteriosos griegos a las
bailarinas de Cádiz o al dionisíaco grito degollado de la siguiriya de
Silverio."
En lo particular siento que es la exaltación sublime de los sentidos,
rebasando la realidad misma, encontrándose el espíritu en un estado
intermedio entre el cielo y las tierra.
49. Al terminar esta fundamentación quedará claro el
concepto de este diseño que por ahora explicito
como:
El duende se adueña de la casa, significada aquí
como el cuerpo del artista.
El duende está ahí, escondido, a la vista de todos,
pero en la mirada de unos pocos…y en el
sentimiento de todos, todos lo perciben, pocos
pueden discriminarlo, pero sienten la emoción…
51. Vivir
La mayor parte de los hombres no hacemos sino querer
en el sentido económico de la palabra: resbalamos de
objeto en objeto, de acto en acto, sin tener el valor de
exigir a ninguna cosa que se ofrezca como fin a
nosotros. Hay un talento del querer, como lo hay del
pensar, y son pocos los capaces de descubrir por
encima de las utilidades sociales que rigen nuestros
movimientos, que nos imponen esta o aquella actitud,
su querer personalísimo.
Solemos llamar vivir a sentirnos empujados por las
cosas en lugar de conducirnos por nuestra propia
mano.
52. Arte
La verdadera emoción estética, sólo se produce en quien no está
dispuesto a tenerla y no ha preformado el gesto de admiración. Se
hace uno el siguiente razonamiento: si, en efecto, hay tantas cosas
bellas como se dice, una de dos: o su belleza nos mataría de tanto
conmovernos, o es la belleza una sustancia tan tibia e inocua que
no merece la pena de hablar de ella. Yo creo que se ha perdido el
sentido del arte a fuerza de multiplicarlo y abaratarlo. Cuánto
mejor considerar el arte como una aventura que sobreviene alguna
que otra vez, muy raramente. Por lo pronto es una sorpresa. Vamos
por la vida ocupados en nuestros asuntos y de repente algo nos
arrebata, nos saca de nuestro quicio, nos infunde un frenesí, nos
arrastra como el vendaval divino a los profetas hacia una localidad
extramundana. No hay arte sin éxtasis en el sentido más riguroso
de la palabra, que es “estar fuera de sí”.
53. Lo Esencial
Cuando no sabemos bien qué hacer, lo mejor
que podemos hacer es ser sinceros, esto es,
cumplir con intensidad la tarea que la hora
nos presenta. Si lo hacemos hondamente,
seriamente, estemos seguros de que
toparemos con algo esencial. Y lo esencial es
siempre actual.
56. El ángel guía y regala como San Rafael, defiende y evita
como San Miguel, y previene como San Gabriel.
El ángel deslumbra, pero vuela sobre la cabeza del
hombre, está por encima, derrama su gracia, y el
hombre, sin ningún esfuerzo, realiza su obra o su
simpatía o su danza. El ángel del camino de Damasco y
el que entró por las rendijas del balconcillo de Asís, o el
que sigue los pasos de Enrique Susson, ordena y no
hay modo de oponerse a sus luces, porque agita sus
alas de acero en el ambiente del predestinado.
57. La musa dicta, y, en algunas ocasiones, sopla.
Puede relativamente poco, porque ya está
lejana y tan cansada (yo la he visto dos veces),
que tuve que ponerle medio corazón de
mármol. Los poetas de musa oyen voces y no
saben dónde, pero son de la musa que los
alienta y a veces se los merienda.
58. Ángel y musa vienen de fuera; el ángel da luces
y la musa da formas (Hesíodo aprendió de
ellas). Pan de oro o pliegue de túnicas, el
poeta recibe normas en su bosquecillo de
laureles. En cambio, al duende hay que
despertarlo en las últimas habitaciones de la
sangre.
59. Y rechazar al ángel y dar un puntapié a la musa,
y perder el miedo a la fragancia de violetas
que exhale la poesía del siglo XVIII y al gran
telescopio en cuyos cristales se duerme la
musa enferma de límites.
La verdadera lucha es con el duende.
60. Para buscar al duende no hay mapa ni ejercicio. Solo se
sabe que quema la sangre como un tópico de vidrios,
que agota, que rechaza toda la dulce geometría
aprendida, que rompe los estilos, que hace que Goya,
maestro en los grises, en los platas y en los rosas de la
mejor pintura inglesa, pinte con las rodillas y los puños
con horribles negros de betún; o que desnuda a Mosén
Cinto Verdaguer con el frío de los Pirineos, o lleva a
Jorge Manrique a esperar a la muerte en el páramo de
Ocaña, o viste con un traje verde de saltimbanqui el
cuerpo delicado de Rimbaud, o pone ojos de pez
muerto al conde Lautréamont en la madrugada del
boulevard.
61. Los grandes artistas del sur de España, gitanos o
flamencos, ya canten, ya bailen, ya toquen, saben
que no es posible ninguna emoción sin la llegada
del duende. Ellos engañan a la gente y pueden
dar sensación de duende sin haberlo, como os
engañan todos los días autores o pintores o
modistas literarios sin duende; pero basta fijarse
un poco, y no dejarse llevar por la indiferencia,
para descubrir la trampa y hacerle huir con su
burdo artificio.
62. La llegada del duende presupone siempre un
cambio radical en todas las formas sobre
planos viejos, da sensaciones de frescura
totalmente inéditas, con una calidad de rosa
recién creada, de milagro, que llega a producir
un entusiasmo casi religioso.
63. En toda la música árabe, danza, canción o elegía, la
llegada del duende es saludada con enérgicos "¡Alá,
Alá!", "¡Dios, Dios!", tan cerca del "¡Olé!" de los toros,
que quién sabe si será lo mismo; y en todos los cantos
del sur de España la aparición del duende es seguida
por sinceros gritos de "¡Viva Dios!", profundo,
humano, tierno grito de una comunicación con Dios
por medio de los cinco sentidos, gracias al duende que
agita la voz y el cuerpo de la bailarina, evasión real y
poética de este mundo, tan pura como la conseguida
por el rarísimo poeta del XVII Pedro Soto de Rojas a
través de siete jardines o la de Juan Calímaco por una
temblorosa escala de llanto.
64. Naturalmente, cuando esa evasión está lograda,
todos sienten sus efectos: el iniciado, viendo
cómo el estilo vence a una materia pobre, y el
ignorante, en el no sé qué de una autentica
emoción.
65. Todas las artes son capaces de duende, pero
donde encuentra más campo, como es
natural, es en la música, en la danza y en la
poesía hablada, ya que estas necesitan un
cuerpo vivo que interprete, porque son
formas que nacen y mueren de modo
perpetuo y alzan sus contornos sobre un
presente exacto.
66. Muchas veces el duende del músico pasa al
duende del intérprete y otras veces, cuando el
músico o el poeta no son tales, el duende del
intérprete, y esto es interesante, crea una
nueva maravilla que tiene en la apariencia,
nada más, la forma primitiva.
67. Todas las artes, y aun los países, tienen
capacidad de duende, de ángel y de musa; y
así como Alemania tiene, con excepciones,
musa, y la Italia tiene permanentemente
ángel, España está en todos tiempos movida
por el duende, como país de música y danza
milenaria, donde el duende exprime limones
de madrugada, y como país de muerte, como
país abierto a la muerte.
68. En todos los países la muerte es un fin. Llega y se corren
las cortinas. En España, no. En España se levantan.
Muchas gentes viven allí entre muros hasta el día en
que mueren y los sacan al sol. Un muerto en España
está más vivo como muerto que en ningún sitio del
mundo: hiere su perfil como el filo de una navaja
barbera. El chiste sobre la muerte y su contemplación
silenciosa son familiares a los españoles. Desde El
sueño de las calaveras, de Quevedo, hasta el Obispo
podrido, de Valdés Leal, y desde la Marbella del siglo
XVII, muerta de parto en mitad del camino, que dice:
69. La sangre de mis entrañas
cubriendo el caballo está.
Las patas de tu caballo
echan fuego de alquitrán...
al reciente mozo de Salamanca, muerto por el toro,
que clama:
Amigos, que yo me muero;
amigos, yo estoy muy malo.
Tres pañuelos tengo dentro
y este que meto son cuatro...
70. Las cabezas heladas por la luna que pintó Zurbarán, el amarillo
manteca con el amarillo relámpago del Greco, el relato del padre
Sigüenza, la obra íntegra de Goya, el ábside de la iglesia de El
Escorial, toda la escultura policromada, la cripta de la casa ducal de
Osuna, la muerte con la guitarra de la capilla de los Benaventes en
Medina de Rioseco, equivalen a lo culto en las romerías de San
Andrés de Teixido, donde los muertos llevan sitio en la procesión, a
los cantos de difuntos que cantan las mujeres de Asturias con
faroles llenos de llamas en la noche de noviembre, al canto y danza
de la sibila en las catedrales de Mallorca y Toledo, al oscuro In
Recort tortosino y a los innumerables ritos del Viernes Santo, que
con la cultísima fiesta de los toros forman el triunfo popular de la
muerte española. En el mundo, solamente Méjico puede cogerse de
la mano con mi país.
71. La Muerte, El Ángel, La Musa y El Duende
Cuando la musa ve llegar a la muerte cierra la puerta o levanta un plinto o
pasea una urna y escribe un epitafio con mano de cera, pero en seguida
vuelve a rasgar su laurel con un silencio que vacila entre dos brisas. Bajo el
arco truncado de la oda, ella junta con sentido fúnebre las flores exactas
que pintaron los italianos del xv y llama al seguro gallo de Lucrecio para
que espante sombras imprevistas.
Cuando ve llegar a la muerte, el ángel vuela en círculos lentos y teje con
lágrimas de hielo y narciso la elegía que hemos visto temblar en las manos
de Keats, y en las de Villasandino, y en las de Herrera, y en las de Bécquer
y en las de Juan Ramón Jiménez. Pero ¡qué horror el del ángel si siente
una arena, por diminuta que sea, sobre su tierno pie rosado!
72. En cambio, el duende no llega si no ve posibilidad
de muerte, si no sabe que ha de rondar su casa, si
no tiene seguridad de que ha de mecer esas
ramas que todos llevamos y que no tienen, que
no tendrán consuelo.
Con idea, con sonido o con gesto, el duende gusta
de los bordes del pozo en franca lucha con el
creador. Ángel y musa se escapan con violín o
compás, y el duende hiere, y en la curación de
esta herida, que no se cierra nunca, está lo
insólito, lo inventado de la obra de un hombre.
73. La virtud mágica del poema consiste en estar
siempre enduendado para bautizar con agua
oscura a todos los que lo miran, porque con
duende es más fácil amar, comprender, y es
seguro ser amado, ser comprendido, y esta
lucha por la expresión y por la comunicación
de la expresión adquiere a veces, en poesía,
caracteres mortales.
74. Hemos dicho que el duende ama el borde, la
herida, y se acerca a los sitios donde las
formas se funden en un anhelo superior a sus
expresiones visibles.
75. Parece como si todo el duende del mundo
clásico se agolpara en esta fiesta perfecta,
exponente de la cultura y de la gran
sensibilidad de un pueblo que descubre en el
hombre sus mejores iras, sus mejores bilis y su
mejor llanto. Ni en el baile español ni en los
toros se divierte nadie; el duende se encarga
de hacer sufrir por medio del drama, sobre
formas vivas, y prepara las escaleras para una
evasión de la realidad que circunda.
76. El duende opera sobre el cuerpo de la bailarina
como el aire sobre la arena. Convierte con
mágico poder una muchacha en paralítica de
la luna, o llena de rubores adolescentes a un
viejo roto que pide limosna por las tiendas de
vino, da con una cabellera olor de puerto
nocturno, y en todo momento opera sobre los
brazos con expresiones que son madres de la
danza de todos los tiempos.
77. En los toros adquiere sus acentos más impresionantes, porque tiene
que luchar, por un lado, con la muerte, que puede destruirlo, y por
otro lado, con la geometría, con la medida, base fundamental de la
fiesta.
El toro tiene su órbita; el torero, la suya, y entre órbita y órbita un
punto de peligro donde está el vértice del terrible juego.
Se puede tener musa con la muleta y ángel con las banderillas y pasar
por buen torero, pero en la faena de capa, con el toro limpio
todavía de heridas, y en el momento de matar, se necesita la ayuda
del duende para dar en el clavo de la verdad artística.
El torero que asusta al público en la plaza con su temeridad no torea,
sino que está en ese plano ridículo, al alcance de cualquier hombre,
de jugarse la vida; en cambio, el torero mordido por el duende da
una lección de música pitagórica y hace olvidar que tira
constantemente el corazón sobre los cuernos.
78. Pero imposible repetirse nunca, esto es muy
interesante de subrayar. El duende no se
repite, como no se repiten las formas del mar
en la borrasca.
79. El duende que llena de sangre, por vez primera
en la escultura, las mejillas de los santos del
maestro Mateo de Compostela, es el mismo
que hace gemir a San Juan de la Cruz o quema
ninfas desnudas por los sonetos religiosos de
Lope.
80. El duende que levanta la torre de Sahagún o
trabaja calientes ladrillos en Calatayud o
Teruel es el mismo que rompe las nubes del
Greco y echa a rodar a puntapiés alguaciles de
Quevedo y quimeras de Goya.
81. Cuando llueve saca a Velázquez enduendado, en
secreto, detrás de sus grises monárquicos;
cuando nieva hace salir a Herrera desnudo para
demostrar que el frío no mata; cuando arde,
mete en sus llamas a Berruguete y le hace
inventar un nuevo espacio para la escultura.
La musa de Góngora y el ángel de Garcilaso han de
soltar la guirnalda de laurel cuando pasa el
duende de San Juan de la Cruz, cuando
El ciervo vulnerado
por el otero asoma.
82. Duende de Quevedo y duende de Cervantes, con verdes
anémonas de fósforo el uno, y flores de yeso de
Ruidera el otro, coronan el retablo del duende de
España.
Cada arte tiene, como es natural, un duende de modo y
forma distinta, pero todos unen raíces en un punto de
donde manan los sonidos negros de Manuel Torres,
materia última y fondo común incontrolable y
estremecido de leño, son, tela y vocablo.
Sonidos negros detrás de los cuales están ya en tierna
intimidad los volcanes, las hormigas, los céfiros y la
gran noche apretándose la cintura con la Vía láctea.
83. Señoras y señores: He levantado tres arcos y con mano torpe he
puesto en ellos a la musa, al ángel y al duende.
La musa permanece quieta; puede tener la túnica de pequeños
pliegues o los ojos de vaca que miran en Pompeya a la narizota de
cuatro caras con que su gran amigo Picasso la ha pintado. El ángel
puede agitar cabellos de Antonello de Mesina, túnica de Lippi y
violín de Massolino o de Rousseau.
El duende... ¿Dónde está el duende? Por el arco vacío entra un aire
mental que sopla con insistencia sobre las cabezas de los muertos,
en busca de nuevos paisajes y acentos ignorados: un aire con olor
de saliva de niño, de hierba machacada y velo de medusa que
anuncia el constante bautizo de las cosas recién creadas.
Federico García Lorca
84. Como he expuesto más arriba los
duendes se esconden, se
adueñan de la casa, se adueña
del artista, del torero, del
público, siempre invisibles al ojo
y cerebro humano, pero se
encuentra ahí.
87. Imaginemos estar detrás de un fotógrafo, podrían
pasar horas y su trabajo; enfocar la lente,
hincarse para buscar el mejor ángulo; levantarse,
volverse a hincar, nos parecería tedioso, pero hay
dos dimensiones de un mismo hecho, esa donde
vemos al fotógrafo en la rutina, y otra que es la
más significativa, y está en la lente; en ese
minúsculo espacio de la mira, donde la realidad
habrá de ser atrapada en un instante, que vive y
languidece como un natural …
88. En el Festival Puerta del
Mediterráneo,
en
Mora de Rubielos de Mora
En
Rubielos de Mora de Rubielos