Este documento resume la historia de la familia Patiño, quienes emigraron de Argentina a Paraguay durante la crisis económica de 1989. Años después, cuando compraron su primer televisor, este les permitió mantenerse conectados con su cultura argentina a través de los programas de televisión y canales por cable de Argentina. El televisor se convirtió en una ventana que les permitió a la familia sentirse más cerca de su país de origen a pesar de la distancia geográfica.
2. MEMORIAS
“Dos mundos conectados por la televisión…
La Familia Patiño”
La realización artística y gráfica de este impreso ha sido efectuada por el equipo
de alumnas en la Carrera de Comunicación Social de la Facultad de
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3. Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones, para la
Cátedra de Historia de los Medios integrado por:
Larisa María Isabel Patiño Garcete
Dalma Carolina Tamis
Elida Beatriz Rodríguez
Lidia Isabel Villalba
Copyright
Posadas -Misiones- Argentina
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4. Agradecemos a:
Doña Tranquilina Cantero de Garcete, a la Señora Adelma Garcete de
Patiño y a la Señorita María Clara Patiño Garcete, por abrirnos la puerta
a su pasado y contarnos su historia.
Alexandra Ramírez, por las ilustraciones.
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8. Adelma Garcete de Patiño, madre de una familia sin
fronteras, te invita a conocer su historia. Una historia
diferente...
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9. V
iernes otra vez. Al fin llego a casa, agotada después de un día laboral. Es de
noche, es tarde. Con cuidado acomodo la cartera sobre la mesa y tropiezo con
la silla que estaba a un lado. No importa, mamá y las nenas duermen. Me
preparo un mate y de a poco voy relajándome,
bajando el ritmo de la calle. El dolor
de espalda me obliga a usar el sillón
de mamá y con el
cansancio que tengo parece
estar más cómodo que nunca…
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10. ¿Qué hora será?, ya habrá empezado la película que quería ver hoy. Enciendo
la televisión -mi fiel compañera de todas las noches- y en lugar de mi película
¿están pasando un documental sobre la crisis argentina del ´89? ¡No puedo
creer! Rápidamente cientos de recuerdos vienen a mi cabeza. ¡Qué crisis
aquella! Tuvimos que salir de nuestro propio país en busca de una mejor
situación.
Mientras Alfonsín, en el balcón de la Casa Rosada, pronunciaba discursos
sobre la hiperinflación, nosotros “los de abajo” la sufríamos en persona. A tal
punto llegó la situación que la gente salía desesperada a comprar, no importaba
qué objeto ni para qué, sólo porque sabía que en unas horas –ó minutos- los
precios se irían al cielo. En tiempos difíciles como aquellos la propia vida entra
en juego. Subsistir, aguantar, eso teníamos que hacer, pero no teníamos tiempo,
era necesario decidir. ¡Nos vamos!, dijimos. Paraguay, la tierra de mis padres,
fue el lugar para iniciar una nueva vida.
Cuando partimos hacia Asunción, salimos con lo que teníamos puesto. Nos
fuimos en el auto, ya habíamos perdido uno y era muy probable que siguiéramos
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11. perdiendo otras cosas. A pesar de todo permanecimos juntos. Ya en San
Lorenzo, localidad de Asunción, las cosas se fueron dando, lentamente. Belén,
la mayor de mis hijas, era muy chiquita, y Clarita estaba en camino. No teníamos
muchos muebles, ni electrodomésticos, nada para el entretenimiento como un
televisor por ejemplo, y claro… la prioridad no era esa, la prioridad era comer.
Muchos años de sacrificio pasamos para empezar a estabilizarnos
económicamente. A la cuna y la cama le sumamos otras cosas, amoblamos la
casa, compramos electrodomésticos, y hasta también el televisor. ¡Ese
televisor!... Colores brillantes, 22 pulgadas, el más grande que había, toda una
novedad. Ya estábamos en el año 1993, Era extraño que una casa no tenga
televisor, era un elemento más de cualquier casa, menos la nuestra. Pero al fin
lo teníamos. Lo colocamos en el living, como a un invitado especial, ¡eso sí! Yo
tenía el mismo criterio que mis viejos: almuerzo y cena… televisión apagada.
Fuera de eso no hubo problemas. Al principio, cuando recién lo compramos,
Belén, Clara y Larisa no se despegaban de la pantalla, ni salían a jugar. Eran
auténticas “niñas con juguete nuevo”, además no podíamos sacarlas porque
habían estado privadas de eso por mucho tiempo. Estábamos en un mundo
extraño, veníamos de otro lado. Al comienzo pudimos subsistir, ahora
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12. necesitábamos socializar, adaptarnos, vivir y gracias a este aparato hemos
logrado pasar una frontera simbólica que debíamos traspasar a pesar de ya
estar viviendo del “otro lado”.
Siempre había creído que uno es el producto de su historia. Ahora estaba
convencida de ello. Yo salí de mi país con mi personalidad definida. Si bien me
adapté a la sociedad a la que fui a vivir, nunca me sentí parte de ella. Teníamos
un trabajo estable, convivíamos con los vecinos pero las diferencias culturales
existían y reclamaban su presencia. Cuando las niñas fueron a la escuela se
notaron los cambios entre las diferentes culturas: Argentina y Paraguay. Si bien
ellas se criaron mayormente en Asunción de algún modo logré transmitirle mi
personalidad y cultura. Las comidas, las palabras, cosas simples y cotidianas
nos recordaban donde estábamos pero también de dónde veníamos; a esto la
televisión contribuyó. Yo más que nadie sentía esa añoranza de la salida.
Estaba lejos de mi país y necesitaba un contacto. Y así fue que la televisión por
cable apareció.
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13. ¡Eso sí que fue un cambio! Lo que parecía una novedad tecnológica más, se
transformó en un puente de miles de kilómetros. Ese invitado especial, testigo
de mi nostalgia, ya no era un solo
un aparato, era ahora una ventana
a mi país. Una ventana y dos
mundos, yo en el medio o más bien
frente a la pantalla. Miraba, junto a
mis hijas, todos los programas
argentinos que podía, miraba
aquellos programas que había visto
en mi adolescencia. Miraba y
escuchaba a otros hablar como yo.
Me gustaban los programas de chimentos, películas, buscaba siempre cosas de
antes, que me recuerden la época en la que viví en Buenos Aires. ¡Uhh me
encantaba! Me conectaba con todo. Me conectaba con mi país, con mi pasado,
con mi patria. Sé muy bien que esta novedad no modificó entonces a la familia
completa, pero a mí sí, porque me trasladaba imaginariamente a la Argentina, y
refractaba en las acciones de mis hijas.
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14. Definitivamente, aquellos días en asunción, los empecé a ver con ojos de
optimismo. A pesar de los miles de kilómetros, ya no estaba tan lejos. Mis niñas
lograran un equilibrio entre las costumbres del país donde crecían los primeros
años de su vida, y aquel lugar… en el que yo crecí. Las mañanas ya pasaban
diferentes. Primero unos mates, luego encender la televisión para estar al tanto
de lo que nos esperaba durante el día, y otra vez, viendo que pasaba en Buenos
Aires. A partir de eso ir a trabajar, y las nenas a la escuela, y así aquello que en
un momento fue toda una novedad, simplemente ahora era no solo eso, sino un
símbolo de conexión. Las tardes tampoco eran iguales, los dibujos, los
programas de cocina argentinos, “Buenas tardes, mucho gusto”, las noticias…
eran parte del día.
De repente ¡Crash!, el ruido de la caída de un vaso me devuelve al sillón y al
parecer también despierta a mamá.
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15. -Disculpa Mamá no me di cuenta. El vaso estaba al lado de la pava y sin querer
lo empuje- le digo mientras me reacomodo en el tiempo.- Esta bien hija, no te
preocupes- responde un tanto dormida-te noto algo distraída ¿que te pasa?-
pregunta intuitiva de una buena madre. –Nada mamá, mientras miraba un
documental del `89 recordaba aquel tiempo cuando nos tuvimos que ir al
Paraguay… ¿te acordáis?-. -si querida, yo también lo tengo en mi memoria. Lo
que más me acuerdo es cuando vos y Adolfo compraron el primer televisor. Lo
trajeron para el día del niño no?-
responde mamá acercándose
para bajar la voz. ¡Cierto!
era el día del niño- le digo
sin disimular mi sorpresa
por esas cosas que ella
recuerda.
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16. -Ellas estaban durmiendo, las llamamos, las despertamos y la trajimos a las tres
con los ojos tapados, las pusimos en frente y abrieron los ojos. Hasta hoy se
acuerdan de eso. Esos programas de dibujitos, te acordás vos cuales eran?-
pregunta mamá para continuar la charla, aunque en el fondo lo recuerda muy
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17. bien. Dejame pensar-le digo- ah! Si…Topoyiyo y la pantera rosa. ¡Infaltables!
¡Qué increíble! ¿No Mamá? Vivimos tantas cosas a través de ese aparato sin
darnos cuenta. Alegría, cambios, Adolfo con sus partidos de fútbol, esas viejas
películas argentinas ó mis clásico programas de cocina… argentinos!
…Los viejos muebles, los electrodomésticos, fueron los compañeros de esos
kilómetros, para tu padre y para mi, hasta llegar a la capital paraguaya, esas
horas de viaje, en un camión, con toda la tristeza en el fondo del alma, es
imposible borrar de la memoria, sin embargo, la necesidad de tenerlos cerca fue
lo que nos llevó a dejar atrás, toda nuestra historia, y empezar de nuevo, junto a
ustedes…
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18. Viejita, te sentís bien?, disculpa si
obligué a recordar todo esto- le
digo al ver que acerca su mano
a los ojos para disimular una
lágrima .
–No querida- insiste en
disimular- mi silencio es de
respeto al pasado. No se
puede perder la
memoria, ella está
presente en los
sentimientos, como la
nostalgia, recordar todo eso, me hace valorar aun más el
presente que tenemos, ¿Cómo nos imaginaríamos en el ´89, que después de
21 años, estaríamos en la cocina de una casa, juntas, mirando nuevamente en
la televisión, tantos problemas de inseguridad, eso es lo que hace que no se
pueda olvidar lo pasado, simplemente porque la inestabilidad aun no se ha ido,
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19. es como un fantasma que vive entre los argentinos, y no se va, pasa lo mismo,
sin embargo, la diferencia es que están a mi lado, y eso me hace muy feliz…
El orgullo que me provoca ver a mis nietas, tan grandes, y que todas estén
construyendo su futuro, es inexplicable, y sé que en eso la mayor influencia es
tuya, es un logro que has obtenido, mostrándole a través del equilibrio entre las
cosas que estaban a su alcance con la rutina de todos los días, y con las
grandes y maravillosas cosas que lograran, abriéndoles la visión, mira vos que
irónico no?, en eso otra vez se hace presente la televisión como vos lo decías, le
permitió compartir, indispensable para el crecimiento de los chicos, yo lo sé,
recordá que soy tu madre y en la forma en que te crié es como lo has hecho tu –
me dice riéndose como aliviada- marcando valores, ¡inclusive querida!, tan sólo
con enseñarles a elegir, un programa, la posibilidad de tener una perspectiva
diferente del mundo, de las cosas como decimos los viejos, “de allá afuera”... El
televisor quizás no cambió la rutina pero si la forma de mirar, los horizontes, eso
sí… levantarse cada mañana ya no era lo mismo, el entusiasmo en sus rostros
por ir a la escuela y contar…lo que había pasado en tal u otro programa, o si
vieron que en tal ciudad paso tal cosa, son realidades que no tienen precio.
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20. -Bueno, a esta edad no me puedo dar el lujo de dormir tarde, por eso te dejo con
tu mate y tu programa que todavía no terminó- me dice mientras camina hacia la
habitación y continúa hablando pero ya no la oigo más. Bueno mamá, que
descanses… - le respondo aunque no se si me escuchó. El programa sigue…
miro el reloj y sé que es tarde.- Tenés razón mamá… como ha pasado la hora…
mejor es descansar, apagaré el televisor, y me iré a dormir.
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30. Este material se terminó de imprimir en el mes de noviembre de 2010 en
Posadas, Misiones, República Argentina.
“Ese invitado especial, testigo de mi
nostalgia, ya no era un solo un aparato,
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31. era ahora una ventana a mi país. Una
ventana y dos mundos, yo en el medio o
más bien frente a la pantalla”
Adelma
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