Este documento discute el problema de la violencia en Puerto Rico y la responsabilidad compartida en abordarlo. Señala que la exposición continua de los niños a la violencia a través de los medios y en la vida real los lleva a aprender y reproducir patrones violentos. También critica la doble moral de condenar la violencia de unos pero aceptar la de otros, como las peleas de boxeo. Finalmente, argumenta que para erradicar la violencia se requiere que toda la sociedad asuma responsabilidad en la educación de valores y en promover
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La Resaca De La Violencia Social, ArtíC.
1. La resaca de la violencia social toca a
nuestros niños
Gilvic Carmona-De Jesús
Psicólogo
“Niños con arma de fuego en las manos graban video con episodios violentos”
”Hablando palabras soeces” “Cometiendo actos en contra de la Ley” “¿Dónde estaban
los padres de esos niños? “ “¿Hasta dónde habrá de llegar esta sociedad? “¿Qué hará el
Departamento de la Familia?” “…Haremos un comité para investigar, señala la
alcaldesa de Ponce”
Expresiones como éstas fueron escuchadas repetidamente a través de los medios
noticiosos de Puerto Rico el pasado jueves 12 de noviembre de 2009. No se hicieron
esperar las reacciones de los políticos, religiosos y líderes de la sociedad civil
acusándose unos a los otros, como aquel padre divorciado que responsabiliza al otro
por las bajas calificaciones o el mal comportamiento los hijos. Siempre hay ocasión para
señalar a alguien, para responsabilizar a los demás, aliviando así el propio sentimiento
de culpa.
Por otro lado vimos a la Secretaria del Departamento de la Familia, Yanitza Irizarry,
sugiriendo entre líneas que los padres de los niños protagonistas del video podrían
enfrentar consecuencias graves, incluso la remoción de sus hogares. Mientras esto
ocurría en la Ciudad Señorial de Ponce, se anuncia con bombos y platillos “la pelea del
siglo” a celebrase el sábado cuando Miguel Cotto de enfrentará a otro púgil. Vemos
entonces las dos caras de la moneda, la primera condenada, penalizada a toda costa y la
otra objeto de una aceptación generalizada entre los seguidores del boxeo. Un doble
mensaje contradictorio acerca de la violencia que pudiera representar una gran
paradoja.
Por otra parte, desde siempre la representación dramática ha incluido la producción de
escenas violentas. ¿Cuántas obras maestras no han presentado crímenes horrendos? No
es su mera imitación en la escena lo que constituye un hecho negativo, aunque el
regodeo de actores y espectadores en la acción mala puede tener efectos deletéreos y
deformar sensibilidades. Ni siquiera el hecho de que la dramatización termine en un
triunfo del mal, como tantas veces ocurre en la vida real, convierte de suyo la pieza
dramática en negativa. Pero para que la representación del mal tenga una finalidad
constructiva, es preciso que ayude a abrir los ojos a la reflexión sobre la dimensión ética
2. de los actos humanos. Esto es lo que falta, y hace nocivo, esta y tantas otras
producciones que hasta pudieran tener cierta excelencia artística. En este caso, con el
agravante de que permitimos la contaminación y endurecimiento moral de nuestros
niños.
Entonces debemos cuestionarnos ¿Qué estamos dispuestos a hacer para erradicar la
violencia? ¿Qué responsabilidades estamos dispuestos a asumir sobre este problema?
¿Cuántas veces miramos para el otro lado cuando vemos situaciones violentas a nuestro
alrededor, con el argumento de “ese no es mi asunto”? ¿Están los niños reflejando el
caos imperante en nuestro país? ¿Dónde están los programas de prevención de
violencia en las comunidades? ¿Cuál es la responsabilidad de los medios en todo esto?
¿Podremos dejar a un lado, nuestro color político, nuestras creencias religiosas, nuestros
propios intereses económicos, para preocuparnos un poco más por los demás? Nos
planteamos además, en el caso de una dirección escénica por parte de un adulto, la falta
total de propósito educativo y de responsabilidad asumida sobre la posible
deformación de la conciencia infantil.
Cuando ocurren situaciones estremecedoras como las presentadas por este video es
que salimos de nuestra caja de cristal, alarmados al percatarnos de los problemas
existentes en el entorno que vivimos. Rápidamente queremos una reacción de los
políticos, religiosos, del Departamento de la Familia. Buscamos culpar a los demás,
señalar lo que otro no hizo. Somos tan duros con nuestra crítica que terminamos siendo
también violentos. Y luego al cabo de un par de semanas se olvidan esas imágenes.
Aceptamos que es problema social de otros y que a alguien seguramente le tocará
resolverlo. Así que no pasa más allá de un mal momento y continuamos viviendo
nuestra propia vida, hasta que ocurra otra situación violenta para reaccionar.
Las múltiples investigaciones realizadas por la psicología social han demostrado que la
exposición continua de los niños a la violencia hace que éstos aprendan patrones de
comportamiento similares para resolver los problemas a los que se enfrentan. Además,
aquellos que son considerados como ejemplos de comportamiento social, presentados a
través de los medios –como políticos, artistas y figuras importantes- hace que los niños
tiendan a fantasear con el ejemplo de la conducta que tales personas muestran, sobre
todo si perciben que la violencia los premia al conseguir lo que exigen.
Es por eso que tenemos que reconocer que la violencia es un problema de todos. Que la
indiferencia ante los problemas sociales también constituye violencia. La sociedad es
sociedad digna, no tanto por los grandes avances tecnológicos, por las grandes
3. edificaciones, ni por los excelentes sistemas de salud. La sociedad es sociedad por su
gente, por la calidad humana de quienes la conforman, por la responsabilidad de
educar en los valores. Es sociedad aquella que le enseña a las próximas generaciones la
obligación del respeto a sí mismo, el respeto a la dignidad del otro y la aceptación de la
responsabilidad por los actos propios.
Por otro lado debemos aprender a mirar los problemas desde una óptica positiva. Una
situación como la que comentamos en este artículo nos permite reflexionar (ojalá que
pueda ser junto a la familia) sobre las fuertes escenas que se muestran en el video. El
estado también tiene la gran oportunidad de llevar a las comunidades programas que
promuevan una cultura de paz, que promuevan las bellas artes y el deporte. Pero sobre
todo que permita el empoderamiento de estas comunidades enseñándoles a manejar los
conflictos; identificando sus necesidades y tomando sus propias decisiones, aportando
al crecimiento de esta patria. Esta es una excelente oportunidad para que el gobierno
sirva como facilitador del proceso educador y edificante, observando que frente al
incidente no basta con exigir reacciones administrativas y jurídicas, sino dejándole saber
a estas comunidades que pone toda la confianza en ellos para resolver la violencia en la
sociedad.