Según la historia, cuando Dios creó el mundo, dio a cada pueblo dos virtudes, pero a los asturianos les dio tres: ser inteligentes, buenas personas y del Real Oviedo. Para evitar que parecieran privilegiados, Dios decretó que los asturianos solo podrían disfrutar de dos virtudes a la vez: o ser del Oviedo y buenas personas pero no inteligentes, o ser inteligentes y del Oviedo pero no buenas personas, o ser inteligentes y buenas personas pero no del Oviedo.