1. Escala para detectar la situación de un
grupo.
Instrumento de reflexión sincera y
crítica.
Vamos a analizar la situación de nuestro grupo. La
escala se constituye por medio de hechos reales
(que no preguntas), que forman parte de la vida de
todos los grupos de profundización en la fe.
Comprobarás que unos ya los tenéis superados,
otros los vivís como algo problemático, otros quizás
sean un objetivo más o menos próximo o lejano.
Para utilizar convenientemente esta escala, es mejor hacerla cada uno
por separado, situándose “fuera” del grupo, como un observador imparcial y objetivo,
para puntuar la realidad de cada hecho. Piensa: ¿Cómo ves tú actualmente al grupo?
NORMAS: Lee despacio cada uno de los hechos, procurando captar bien de qué se
trata. Puntúa los hechos de 0 a 5, según veas que se da este hecho en tu grupo. El 0
significa que no se da este hecho y el 5 que se da plenamente. No olvides: SÉ
OBJETIVO, no te quedes en impresiones, opiniones ni deseos.
0 1 2 3 4 5
Hay un buen clima de confianza en el grupo, nos sentimos libres y a gusto unos
con otros.
Cada vez nos sentimos menos incómodos al comunicarnos en el grupo; vamos
perdiendo la timidez y el miedo al ridículo.
Sabemos dialogar en el grupo: escuchar, participar, respetar la opinión de los
demás, llegar a conclusiones, acuerdos…
Hemos logrado que unos pocos, ellos solos, no sean el centro de la reunión.
Dentro del grupo no se distinguen grupitos aislados.
Nuestra relación con el animador es como con otro miembro del grupo.
El conocernos, aceptarnos, comprendernos, sentirnos unidos… no es lo que más
nos preocupa ahora en el grupo.
Nos preocupamos de acercarnos a los miembros del grupo que se sienten
aislados abandonados o rechazados.
Tenemos planteados en el grupo una serie de objetivos, unos medios y un
programa para irlos consiguiendo.
Hay una mínima estructura de organización clara en el grupo: reuniones,
preparación, metodología, contenidos, función de cada uno.
Somos un grupo abierto que vive para los demás, más que una pandilla de
buenos amigos que lo pasan muy bien.
Compartimos nuestra vida en el grupo: no sólo nuestras ideas, teorías, juicios,
opiniones, sino también nuestros sentimientos, actitudes, valores.
2. Somos capaces de comprometernos y trabajar personalmente no necesitando ir
siempre en grupo.
Revisamos las reuniones y evaluamos la marcha del grupo periódicamente.
El grupo nos ayuda a aprender a ser auténticos.
El animador no es el único que coordina, no lo hace todo.
En el grupo se favorece el mostrarnos como somos, sin miedos, porque tenemos
la seguridad de ser aceptados y queridos.
Van desapareciendo actitudes de orgullo, cabezonería, egoísmo.
Nos vamos ayudando a descubrir nuestras cualidades personales, para que cada
uno pueda dar lo mejor de sí enriqueciendo al grupo.
Los objetivos del grupo están bastante claros y nos sentimos unidos en torno a
ellos.
Aceptamos personalmente una disciplina de grupo, o normas que hemos ido
descubriendo y elaborando como necesarias para el funcionamiento del grupo.
El grupo nos ayuda a elegir y revisar nuestra escala de valores personales.
Todos nos vamos sintiendo responsables del grupo y de su tarea. Preparamos
rotativamente las reuniones. Nos distribuimos el trabajo.
Nuestro objetivo no es sólo perfeccionar el grupo, sino ir construyendo la
Comunidad Cristiana.
Nuestros fines u objetivos personales se satisfacen en el grupo.
El grupo nos ayuda a tomar compromisos personales sin imponerlos, respetando
el proceso de cada persona.
En las relaciones entre los miembros del grupo llegamos a un encuentro
profundo con facilidad.
Nos advertimos nuestros defectos unos a otros, amistosamente, y lo deseamos.
Nos relacionamos con otros grupos cristianos para intercambiar experiencias,
trabajar unidos con unos mismos objetivos.
Las crisis y conflictos en el grupo, sin desaparecer, se solucionan cada vez más
fácilmente y nos ayudan a avanzar.
Tenemos planteada la necesidad de la oración y cómo incorporarla a la marcha
del grupo.
Tenemos experiencias de celebraciones vivas, creativas.
Procuramos un acercamiento al Evangelio en nuestras reuniones.
Fomentamos revisiones profundas y sinceras del grupo: objetivos, relaciones
interpersonales, acciones, valorando lo positivo y asumiendo lo negativo.
Vamos descubriendo el compromiso como llamada de Jesús a colaborar en su
Misión: construir una nueva sociedad de hermanos.
Tenemos experiencias vivas de oración y nos va constando menos trabajo el
participar.
En el grupo hemos hecho opción por vivir las Bienaventuranzas como el
proyecto de vida que nos entusiasma.
Hemos descubierto la necesidad de la oración personal.
Vamos tomando compromisos concretos de ayuda a gente necesitada.
Nos planteamos nuestro futuro de una manera exigente, como servicio a los
demás, y como respuesta a la llamada de Dios.