1. VISITA MATINAL
Mi último día en Guinea Ecuatorial fue muy especial. Había estado acogido
desde que llegué a Bata en el Convento de los HH. Capuchinos, inmerso en
un sorprendentey alegre ambiente familiar. Cuando estás como si fueras
alguien de la familia, todo se suaviza y parece hasta sencillo; y es esa la
sensación que tuve desde el primer al último día. El PadreWilson fue el
principal factor que lo hizo posible. Desdeese “cuartel general”, iba y
venía en la ciudad y a los distintos pueblos del interior del país.
El P.Wilson es párroco de la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, en el
barrio de Ncolmbong Bisila. Hace una esforzada y competente labor
pastoral, ayudado por sus hermanos conventuales. Cada día comienza a
las seis y media de la mañana con la celebración de la misa, ¡y cuánta
gente siempre!Hay varios grupos quedevota, alegre y periódicamente,
ayudan a vitalizar las celebraciones con cantos y bailes. Aferrándosecon
fuerza en lo más hondo de cada uno. Y así, sin prisas, alaban a Diosen
verdad…
Todas las mañanas Wilson visita a enfermos en compañía de Margarita,
catequista que siempre saca tiempo y ganas para dedicarlo a los más
necesitados (más que ella lo está). Le pedí a Wilson siera posible
acompañarle, y después de pensarlo me dijo que iríamos a visitar a un
enfermo a donde síllegaba el todoterreno. Para arribar a otras casas, él
tenía necesariamente que aparcar el vehículo y bajar o subir andando.
Evidentemente, esas visitas quedaban descartadas conmigo, por la
imposibilidad de acceder por caminos encrespados con mi silla de ruedas.
Era mi último día en Guinea, por lo que no tendría ya otra oportunidad. El
buen Wilson me ayudó a entrar en el 4x4, y a los pocos minutos de
marcha dejábamos las calles asfaltadas entrando en carriles de tierra con
baches. Recogimos en su casa a Margarita, que nos saludó con una sonrisa
franca y abierta. A unos 15 minutos de carril, pasando junto a casas la
mayoría con paredes de madera y techos de chapa, llegamos a la casa de
Pedro y su familia. Enseguida empezaron a sacar asientos “al porche” y
algunas vecinas ancianas y niños también los traían y se acomodaban
cerca.
2. Pedro no hablaba, apenas podía usar las manos y lo mismo caminar. Me
impresionó mucho sus ojos: miraban con tristeza. Pero él, su madrey
todos nos acogieron con humildad y amabilidad. Según supe, cuando
Pedro tenía 15 años era un estudiante notable; su familia estaba muy
contenta, ya que el muchacho podría tener un futuro alejado de esos
carriles enrevesados. En unas vacaciones vino a estar con su familia… Una
mañana, Pedro no pudo levantarse, ni hablar, ni utilizar bien sus manos.
Nadie sabequé le ocurrió realmente. Se piensa que alguien, por envidia,
buscó la ocasión y le envenenó. Y todos creen a pies juntillas que actos
trágicos parecidos al de Pedro ocurren de vez en cuando,
irremediablemente. Ocurrió hacemás años que los que tenía entonces.
Wilson es un sacerdoteexperimentado y sus habilidades las emplea con
delicadeza, buscando sanar corazones doloridos. Como, sin duda, la
palabra de Dios es viva y eficaz, leyó el evangelio del día e hizo un breve
comentario. Margarita luego lo tradujo todo al fang, ya que algunos de los
presentes no hablaban apenas español; no les hace falta donde viven. Al
canto “hoy, Señor, te damos gracias” y otros, acompañados por la guitarra
de Wilson, todos seguían el ritmo aplaudiendo. Pedro también; y aunque
no salía de su boca ningún sonido, en esos momentos convertía en canto
sus lágrimas, su tristeza, su estacionada y repetida historia… Hacía de su
vida un canto de alabanza.
Mientras, una hermana de Pedro daba de mamar a su bebé… Un reflejo
más del amor de Dios.
Cuando regresábamos al convento, yo tenía un rebujo de sensaciones.
Seguía viéndole, sentado en su blanca silla de plástico en el soportal
(como austero y riguroso horizonte) de su modesto hogar de maderas y
zinc. La mirada de Pedro permanecía fija en mi mente.
“Con toda seguridad, en ese rincón habitas, Dios mío”.
Julio Lozano
Cádiz, 17-11-2016