Este documento resume las verdades sobre la crisis política generada por la elección de miembros del Tribunal Constitucional en Perú. Señala que aunque el TC necesita reformas, la "repartija" propuesta fue un despropósito que ignoró las advertencias de la sociedad civil. Critica la mediocridad de las bancadas oficialista y fujimorista en el Congreso y sus malas nominaciones. Finalmente, sugiere que el presidente Humala debe rearmar a su gabinete para superar la crisis.
1. MARTES 23 DE JULIO DEL 2013
FERNANDO VIVAS
Repartija de verdades
La gran pregunta es: si los políticos no son brutos, ¿por qué insistieron en el despropósito de la repartija? ¿No
vieron el curso de colisión entre el poder y la sociedad civil en todas las pantallas de TV? ¿No oyeron las
alertas que les gritábamos? Claro que nos oyeron. Nos ignoraron porque la angurria los aturdió. Hagamos la
repartija de unas cuantas verdades.
1. El TC es un mamarracho, pero es nuestro y necesario. Se ha convertido en una cuarta instancia donde
llegan solo los lobbies y abogados más empilados, haciendo más larga y azarosa la administración de justicia.
Se ha excedido en sus fallos, imponiendo interpretaciones que han frustrado la ejecución de políticas públicas
y hasta de políticas económicas, con ingentes costos al erario nacional. Ha cobijado fanatismos confesionales,
como el de su ex presidente Carlos Mesía, que justificó con argumentos deplorables el echarse abajo la
distribución de la píldora del día después. Por todo esto, es comprensible que el Gobierno bregara por
controlar al mamarracho, ya que no podía disolverlo como hizo Fujimori. ¡Pero, salvo Francisco Eguiguren,
qué malas cartas jugaron!
2. El sistema de repartija congresal para elegir los cargos al TC, la defensoría y el BCR ya existía, y bien que
lo aplicó el Apra, que hoy lo critica desde el balcón. Aunque fue costumbre que cada fuerza propusiera
profesionales afines ideológicamente o ex militantes, ninguna osó plantear a cuadros de su cogollo partidario,
como lo es Pilar Freitas para el toledismo, Rolando Sousa para el fujimorismo o Víctor Mayorga y Cayo
Galindo para el humalismo. Esta vez, se pasaron.
3. La bancada humalista es otro mamarracho, con una congénita debilidad de operadores y voceros políticos.
Debieron convencer al Ejecutivo de conjurar la barbaridad antes de la votación. En lugar de eso, se quedaron
pasmados y esperaron que el propio Humala lo hiciera a sus expensas. La única con muñeca, en medio de
ese páramo político, fue Ana Jara, que hizo un gesto contra Freitas, anticipando el desastre, y motivó que el
pepecista Alberto Beingolea se picara y le subiera la presión hasta reventarle unas cuantas burbujas.
4. Víctor Isla es un digno representante de la mediocridad de su bancada. Es el principal responsable del
desmadre, pues, como presidente del Congreso tuvo varias oportunidades para detener el coche antes de la
colisión. Es inaudito que pretenda ir a la reelección. Su carta de declinación a ese inmerecido honor debe
acompañar a la de Freitas, Sousa y compañía.
5. Los pepecistas propusieron mejor gente pero igual se cegaron y continuaron hasta el final con el acuerdo.
¿Por qué? Porque son un partido de abogados, muchos de ellos lobbistas,que anhelan tener un TC lleno de
jueces conversables.
6. El fujimorismo erró de plano con Sousa. José Luis Sardón sí es un jurista de carrera, pero Sousa es del
entorno íntimo de los Fujimori (es parte del equipo de defensa de Alberto) y la angurria por meterlo al TC
revela el fuerte núcleo de sangre de un partido que no trata por igual a sus cuadros.
7. El Twitter no solo sirvió para ‘trollear’ y urdir memes vacilones, sino, ¡por fin!, para poner hora, lugar y
consignas a la protesta.
Humala está aprendiendo a leer encuestas y a dosificar a Nadine. Por eso salió él mismo y no ella a apurar el
desenlace. Sin embargo, la crisis lo sigue salpicando. Tiene que rearmar a su gente y a su Gabinete.