1. Editorial: Al otro lado del Pacífico<br />Las posibilidades de inversión de China a Colombia no se darían si siguen 'los cuellos de botella'.<br />Un par de noticias que conciernen a las relaciones entre Colombia y China han ocupado en días recientes los titulares de la prensa. La primera informó del anuncio del presidente Juan Manuel Santos en una entrevista con el Financial Times. Según lo dicho por el mandatario al diario londinense, el Gobierno ha recibido una propuesta del país oriental, que incluye la construcción de un ferrocarril que conectaría a Buenaventura con un punto al sur de Cartagena, el cual sería una alternativa para los buques que hoy utilizan el canal de Panamá.<br />Con el paso de los días se ha sabido que la idea está todavía en borrador y que falta mucho tiempo para que se determine si tiene alguna viabilidad económica, dadas las complejidades geográficas y ambientales existentes. Los más escépticos afirman que la iniciativa acabará durmiendo el sueño de los justos, al lado de otras tan audaces como la que hace dos décadas largas lanzara el entonces presidente, Virgilio Barco, de construir una vía férrea a través del Tapón del Darién, que recibiría el nombre de Puente Terrestre Interoceánico.<br />El segundo asunto, en cambio, tiene un asidero más real. Se trata de la llegada de China al segundo lugar como destino de las exportaciones colombianas, algo a todas luces notable cuando se tiene en cuenta que, al comenzar este siglo, ese mercado no estaba dentro de los 30 primeros del país. Según el Dane, dichas ventas ascendieron a 1.966 millones de dólares, 107 por ciento más que en el 2009 y cuatro veces las de hace un lustro. Aunque tal cifra palidece frente a los 16.918 millones de dólares facturados a Estados Unidos, la tendencia es indiscutible y apunta a un peso cada vez mayor de un cliente aún nuevo para muchos.<br />Lo sucedido en Colombia también ha pasado en otros países. En apenas una década, los chinos se han vuelto uno de los principales compradores de los productos primarios que se explotan en América Latina y que incluyen, entre otros, hidrocarburos, mineral de hierro, cobre, carbón y soya. Tal circunstancia ha disparado las exportaciones regionales, pues la elevada demanda ha servido para hacer crecer las cotizaciones de dichos bienes, con lo cual una parte importante de la buena salud económica que se encuentra en la zona tiene que ver con lo que ocurre al otro lado del Pacífico.<br />Esa importancia no hará más que crecer en el futuro. Según la Cepal, China ya es el principal mercado externo de Brasil, Perú y Chile, mientras que el peso de dicha nación en las exportaciones latinoamericanas es cercano al 8 por ciento, un nivel muy superior al 5 por ciento de Colombia. A ese ritmo, el organismo mencionado calcula que su participación llegará a finales de la presente década a cerca del 20 por ciento, siete puntos por encima de lo que hoy representa la Unión Europea.<br />Semejante proyección constituye un cambio fundamental en un periodo relativamente corto. Ante esa perspectiva, Colombia debe preguntarse si está haciendo la tarea que le corresponde, con el fin de aprovechar las oportunidades que le ofrece el mercado asiático en general y el chino en particular. <br />Y es que el ritmo de crecimiento del país más populoso del planeta se mantiene con tasas anuales cercanas al 10 por ciento, una velocidad que no solo es envidiable, sino que parece constante. Debido a ello, el Producto Interno Bruto de China ya superó al de Japón y está apenas por debajo del de Estados Unidos. Si bien la magnitud de la economía norteamericana es todavía más del doble que la de la oriental, se piensa que para el 2025 podría haber cambio en el liderazgo mundial.<br />Tan descomunal avance modificará no solo el centro de gravedad global, sino que vendrá acompañado de un aumento del tamaño de la clase media china, a la que se sumarían más de 500 millones de personas prontamente. Una sociedad más rica demandará más comida y utilizará más energía en su vida diaria, algo que a su vez ocurrirá en India, en donde también hay una gran dinámica y cuya población superará a la de China en los próximos años.<br />Todo lo anterior quiere decir que Colombia está llamada a ser un proveedor importante en esas latitudes. Dueño de importantes recursos mineros, el país tiene, igualmente, grandes posibilidades de desarrollo agrícola, pues apenas cultiva una quinta parte del área apta para producir alimentos, sin contar lo que le destina a la ganadería. <br />Pero ese potencial no se podrá concretar si los cuellos de botella siguen siendo los mismos. De manera que hay que acelerar las inversiones en infraestructura, así como la transformación productiva del campo, al tiempo que se examina la eventualidad de que China financie grandes emprendimientos, pues su interés es el de asegurarse un adecuado abastecimiento.<br />Tales propósitos requieren pensar en grande y con visión de largo plazo, para así ampliar los horizontes. Por eso se equivocan quienes creen que aquí simplemente se trata de jugar la carta de Pekín para enviarle un mensaje a Washington, en donde languidece el Tratado de Libre Comercio. Dicho de otra manera: Colombia no tiene que cambiar de órbita, sino reconocer que un mundo multipolar debe explotar sus ventajas, sin desechar mercados conocidos, pero con la meta de aprovechar una locomotora que ya arrancó y que conduce a la otra orilla del océano.<br />