Este documento presenta los principios bíblicos del matrimonio y la familia. Explica que Dios creó originalmente al hombre y la mujer para completarse mutuamente y formar una unión. También describe cómo la Biblia ve al matrimonio como compuesto de tres partes fundamentales: las personas individuales, su relación como pareja y su papel como padres. Finalmente, enfatiza que para resolver los problemas en un matrimonio, cada persona debe comenzar trabajando en sí misma antes que culpar a su cónyuge.
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INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO SEIS
MATRIMONIO Y FAMILIA
(Primera parte)
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Capítulo 1
La ley del matrimonio y la familia
Hace muchos años, en Estados Unidos, un hombre estaba
teniendo problemas mecánicos con su auto, que era muy viejo, así
que tuvo que detenerse a un costado del camino. Un hombre bien
vestido, que pasaba en un auto nuevo y muy caro, se detuvo para
ayudarlo. Salió de su auto y abrió la capota del auto roto, que era
un Ford, un auto muy popular en Estados Unidos. El hombre
comenzó a trabajar en el motor y pronto logró arreglarlo. El dueño
del Ford le preguntó: “¿Cómo es que usted sabe tanto de este
auto?” El otro le respondió: “Yo soy Henry Ford. Yo diseñé este
auto y soy el dueño de la empresa que lo fabrica”.
Así como es de esperar que Henry Ford pueda arreglar uno de
los autos que él creó, podemos esperar que Dios pueda decirnos
cómo arreglar un matrimonio, porque Él lo creó. Esta presentación
de los principios del matrimonio y la familia está basada en la
Biblia. Parte de la base de que, dado que Dios creó el matrimonio y
la familia, Él puede decirnos cómo arreglar un matrimonio
destruido. Dios también puede decirnos qué es el matrimonio, el
propósito del matrimonio y cuál es su plan para el matrimonio y la
familia.
¿Qué enseñó Jesús acerca del matrimonio y la familia?
Nosotros, que somos discípulos de Jesucristo, siempre
deberíamos comenzar cada estudio preguntándonos: “¿Qué enseñó
Jesús sobre este tema?”. Cuando los fariseos le preguntaron sobre
el matrimonio y el divorcio, Jesús respondió con otra pregunta:
“¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra
los hizo?” (Mateo 19:4). Básicamente, Jesús estaba diciendo: “Si
quieren comprender el matrimonio, tienen que volver al principio y
estudiar cómo Dios quiso que fuera el matrimonio”.
El plan de Dios para el matrimonio
“En el principio [...] dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza; [...]. Y creó Dios al hombre
a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó.
Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la
tierra, y sojuzgadla” (Génesis 1:1, 26–28).
A lo largo de todo el relato de la creación, Dios mira lo que ha
creado y dice: “Es bueno”. Pero cuando llegamos al capítulo 2,
encontramos que Dios dice: “No es bueno”. ¿Qué es lo que no era
bueno? Que el hombre estuviera solo. “Entonces Jehová Dios hizo
caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una
de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que
Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.
Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de
mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada.
Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su
mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:21–24).
Dios vio que el hombre, solo, estaba incompleto. La redacción
del texto hebreo original sugiere algo así como: “Voy a hacer a
alguien que lo complete”. Esto es lo que significa la expresión
“ayuda idónea” en hebreo: la persona que completa. Desde el
comienzo, Dios nos dio definiciones de roles para el matrimonio y
la familia. Un hombre está incompleto sin una mujer. La mujer fue
diseñada para completar al hombre.
El relato de la creación se repite en el capítulo 2 y, por tercera
vez, se presenta en Génesis 5:1–2, donde se hace énfasis en que
Dios creó al hombre como varón y mujer. No olvide que, en
Génesis 5, Dios no los llama “los Adanes”, sino “Adán”. Dado que
el nombre “Adán” significa ‘hombre’, esto nos enseña, sutilmente,
que el hombre y la mujer que se unen en santo matrimonio son un
hombre completo. Es otra manera de decir que los dos fueron
creados para ser uno.
Personas, pareja y padres
Lo que vemos hasta ahora en la Biblia es una ley de la vida.
Podríamos llamarla “la ley del matrimonio y la familia”. Para que
este plan funcione, Dios debe contar con un padre y una madre
adecuados. Para que los padres sean adecuados, tienen que tener
una relación de pareja adecuada. Para tener esta relación, tienen
que ser personas adecuadas.
3. 3
La relación que Dios ideó cuando creó a Adán y Eva no era
la de dos parásitos que tratan de absorber cada uno la vida del otro.
Tampoco se trata de la relación entre una persona y un parásito, en
la que uno le absorbe la vida al otro. El plan era (y es) que sean dos
personas plenas que construyan mutuamente la vida del otro y
construyan una vida juntos, como Dios lo quiso cuando creó al
hombre y a la mujer. El principio sigue siendo tan válido hoy como
lo fue en la creación.
Pero este plan está sufriendo serios ataques en la actualidad.
Por ejemplo, el plan aceptado para la relación entre un hombre y
una mujer en la actualidad dice que la mujer tiene que demostrar
que es igual al hombre, haciendo todo lo que el hombre hace. La
teoría es que si ella no tiene el mismo rol y la misma función que el
hombre, no tiene el mismo valor que él.
Los machistas proclaman la superioridad de los hombres,
mientras que las feministas proclaman la supremacía de las
mujeres, como si la relación entre hombres y mujeres fuera de “uno
u otro”. Según el modelo bíblico, la relación hombre-mujer es de
“uno y otro”, una relación de unidad. Si estas dos personas fueran
exactamente iguales, una de ellas sería innecesaria. Dios,
deliberadamente, nos creó singularmente hombres, por un lado, y
singularmente mujeres, por otro, porque cada uno complementa al
otro. La cultura está decidida a minimizar las diferencias entre los
sexos haciendo que el rol y la función del hombre sean
exactamente los mismos que los de la mujer. Pero existe una
hermosa diversidad y un maravilloso propósito en la forma en que
Dios creó al ser humano como varón y mujer.
Una forma de ilustrar esta ley básica del matrimonio y la
familia es imaginar una pirámide dividida en tercios. En la parte de
la base escriba “personas”; en la parte media escriba “pareja”; y, en
la punta, escriba “padres”.
No se puede comenzar a construir una pirámide a partir del
tercio superior. De la misma manera, no es el plan de Dios
comenzar a construir un hogar con dos padres adecuados, si ellos
no conforman una pareja ordenada por Él. Además, no es el plan de
Dios que exista la parte del medio de la pirámide sin la base. El
fundamento que hace que esas dos personas formen una buena
pareja es que sean dos personas adecuadas. La base de la pirámide
es fundamental. De la misma manera, la parte vital de un
matrimonio son las dos personas que lo conforman.
Por dónde comenzar
Hay cuatro áreas problemáticas en todo matrimonio. En un
matrimonio entre Juan y María, el primer problema es Juan. El
segundo problema es María. El tercer problema es Juan y María
con todos sus problemas de compatibilidades. Los hijos de Juan y
María son el cuarto problema de este matrimonio.
Si Juan tiene cincuenta problemas, y María tiene cincuenta
problemas, entonces su matrimonio tiene cien problemas, aun antes
de enfrentar todos los problemas que tienen como Juan y María. Si
Juan decide trabajar por su matrimonio, debe comenzar por el
problema número uno: él mismo. María debería comenzar por el
problema número dos: ella misma. Si usted no es capaz de
reconocer o aceptar el hecho de que es parte del problema, ningún
consejero matrimonial en todo el mundo podrá ayudar a su
matrimonio. Pero si usted resuelve los problemas que hay en su
vida, habrá solucionado muchos de los problemas de la pareja.
Quisiera compartirle un relato que ilustra precisamente esto.
Un hombre fue a ver a su psiquiatra con una hoja de lechuga y tres
huevos en la cabeza y una feta de tocino en cada oreja. El médico
le dijo que pasara y se sentara. El hombre se sentó, con mucho
cuidado, para que los huevos no se le cayeran de la cabeza. El
médico le dijo: “¿Quiere hablarme de algo?”. Y el hombre
respondió: “Sí, doctor, quiero hablarle de mi hermano. Ese
muchacho realmente tiene problemas”.
Los pastores y los consejeros matrimoniales encuentran
gente así todos los días: personas que no reconocen la posibilidad
de que ellas mismas sean parte del problema. Como dijo Jesús:
Padres
Pareja
Personas
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“Tienen una viga en su propio ojo, y andan por ahí buscando la
paja en los ojos de los demás” (Mateo 7:3, parafraseado). Las
personas hipercríticas son expertas en detectar los problemas que
tienen todos los demás, especialmente en sus propios hogares y
matrimonios. Ellas les echan la culpa a todos los demás y nunca se
les ocurre que pueden ser parte del problema, aunque para todos los
demás sea evidente que son la parte más grande del problema.
El mejor aconsejamiento matrimonial del mundo se
encuentra en la Biblia. En este fascículo veremos algunos de los
consejos que ella ofrece. Al hacerlo, descubriremos algunas pautas
y principios. Una de estas pautas es: Cada vez que la Biblia habla
de un matrimonio, separa a los cónyuges como personas. Le habla
al hombre de su rol. Le dice cuáles son sus responsabilidades.
Cuando habla a la mujer, la Biblia le indica cuáles son sus
responsabilidades en el matrimonio.
Por ejemplo: 1 Pedro 3 comienza hablándoles a las mujeres,
particularmente a aquellas cuyos esposos no obedecen a la Palabra.
Durante los siguientes seis versículos, Pedro no dice nada a los
esposos o acerca de ellos. Más bien, instruye a las esposas en
diversos asuntos, incluyendo la pureza, la forma de vestir y la
sumisión. Le está diciendo a la esposa que comience por el
segundo problema. La mujer debe pedir a Dios que haga de ella
todo lo que Él desea que sea y lo que desea que haga en su
matrimonio.
Después, Pedro habla a los esposos sobre el primer
problema. La Biblia siempre trata los problemas en forma realista y
práctica. Incluso les habla a los hijos de sus roles y
responsabilidades hacia sus padres. Y es realista al hacerlo, ya que
la única persona por la que usted puede hacer algo es aquella por la
que es responsable: usted mismo.
A algunas personas casadas les lleva mucho tiempo
aprenderlo, pero al final, usted lo aprenderá y dirá: “No puedo
hacer nada con respecto a mi cónyuge”. En realidad, no puede.
Usted no tendrá que responder por su cónyuge delante de Dios en
el juicio. No será responsable de dar cuenta de él o ella. En cambio,
deberá dar cuenta de aquella persona por la que es responsable:
deberá responder por usted mismo. Lo mejor será que comience a
hacerse responsable ahora por la única persona de su matrimonio
que puede controlar.
En las sesiones de aconsejamiento con matrimonios, hay
muchas ocasiones en que un pastor no puede reunirse con el esposo
y la esposa juntos, porque esto implicaría actuar como árbitro en
sus peleas. Lo mejor es reunirse con cada uno por separado.
Después de ayudar a cada persona a solucionar sus problemas,
puede pasar a los temas de compatibilidad y relación. Si cada una
de estas personas no es creyente y tiene una relación personal con
Jesucristo, la prioridad, para el pastor, es llevar al esposo o la
esposa a la salvación y a tener una relación con Dios a través de
Cristo. El aconsejamiento matrimonial puede ser una herramienta
evangelística muy fructífera para un consejero espiritual o un
pastor.
Un pastor le dijo una vez a un hombre: “El matrimonio no
es una relación de 50/50; ni siquiera es dos personas 100% para el
otro. Se trata de dos personas 100% para Dios”. El hombre fue a su
casa y le dijo a su esposa: “El pastor dijo que el matrimonio es de
100 contra nada; yo soy el 100 y tú, nada”. A algunos les cuesta
reconocer la dura realidad de que las “personas” son la parte
fundamental de la pirámide. Allí es donde comienzan los
problemas maritales y donde debe comenzar la solución para esos
problemas. Cuando aceptan esa realidad, deben comprender que la
persona con quien deben comenzar es aquella acerca de la cual
pueden hacer algo, es decir, ellos mismos.
Lo que el matrimonio significa para Dios
Si usted llega a este estudio sobre el matrimonio y la familia
preguntándose: “¿En qué me beneficia esto?”, la respuesta es que
puede beneficiarlo mucho. Después de la salvación, un hogar feliz
es lo más maravilloso del mundo. Pero si realmente quiere tener
una perspectiva bíblica de este estudio sobre el matrimonio y la
familia, debería preguntarse: “¿En qué beneficia esto a Dios? ¿Qué
significa el matrimonio para Él? ¿Por qué lo instituyó? ¿Por qué
creó a los seres humanos como hombres y mujeres?”. La respuesta
es que Dios quería poblar la tierra con buenas personas.
5. 5
El Salmo 128 es una de las mayores y más elocuentes
expresiones de este plan divino. “Bienaventurado todo aquel que
teme a Jehová, que anda en sus caminos. Cuando comieres el
trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien” (vv.1-2).
Muchas personas quisieran transformar el comienzo de este Salmo
y poner un punto después de la segunda palabra: “Bienaventurados
todos”. Hoy, muchas personas predican el universalismo, que dice,
en parte, que dado que Dios es un Dios de amor, todos somos
bienaventurados. Pero la Biblia no enseña eso. Este es uno de los
Salmos que habla del “hombre bienaventurado”, uno de los temas
del Libro de los Salmos. Estos Salmos enseñan que las bendiciones
que disfruta el hombre bienaventurado no son producto de la
coincidencia o el azar. Son consecuencia de tener fe en Dios y
obedecerle.
El énfasis de este Salmo sobre el “hombre bienaventurado”
es mostrarnos cómo Dios lo usa, cómo él encaja en el plan total de
Dios. El salmista continúa: “Tu mujer será como vid que lleva fruto
a los lados de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de
tu mesa. [...] Bendígate Jehová desde Sion, y veas el bien de
Jerusalén todos los días de tu vida, y veas a los hijos de tus hijos”
(vv. 3,5-6).
Este es un ejemplo de la forma en que Dios obra en el
mundo: a través de la ley del matrimonio y la familia. Dios
encuentra a un hombre que cree en Él y sigue sus caminos, y lo
bendice. Cuando lleva a una mujer a la vida de ese hombre y lo
completa, hace de ese hombre un padre. Entonces, estas dos
personas, que se convierten en una pareja, producen una familia.
Los hijos permanecen con ellos unos veinte años, durante los
cuales son criados y preparados para enfrentar la vida. Esta unidad,
la familia, se convierte en parte de Sion (la comunidad espiritual
del Antiguo Testamento), para hacer impacto en su ciudad
(Jerusalén), su nación (Israel) y, finalmente, el mundo.
En el Antiguo Testamento, la palabra “Sion” es equivalente
al concepto de Iglesia en el Nuevo Testamento. ¿Cómo obra Dios
en el mundo? Los seguidores de Cristo generalmente piensan que
trabaja principalmente a través de la Iglesia. Dios y Cristo trabajan
a través de la Iglesia, pero ella está formada por unidades de
familias. La unidad más básica del mundo es la familia. Dios usa a
la familia para hacer impacto en Sion (la Iglesia). Cuando estas
unidades familiares se reúnen en la comunidad espiritual, hacen
impacto en la ciudad, en la nación y, finalmente, en el mundo.
Ahora bien, si las cosas no andan bien en el mundo, si no andan
bien en la nación, si no andan bien en la ciudad, ¿dónde
encontraremos el problema, y dónde aplicaremos la solución?
Debemos buscar y solucionar el problema donde Dios coloca a los
solitarios: en las familias (Salmos 68:6).
Hace años, una revista dedicó todo un número al problema
de la delincuencia juvenil. Los expertos que escribieron los
diversos artículos estudiaron diferentes posibilidades. ¿Sería culpa
del gobierno? ¿Sería la falta de educación? ¿O el problema es la
cultura? Algunos hasta cuestionaron a las iglesias, sinagogas y
mezquitas; quizá estas instituciones no estaban haciendo lo que se
suponía que debían hacer. Pero, finalmente, todos los sociólogos y
jueces de tribunales de menores llegaron a la misma conclusión: el
problema es la familia.
La responsabilidad del hombre
Según la ley bíblica del matrimonio y la familia, la
responsabilidad comienza en el hombre. Al estudiar los problemas
del matrimonio y la familia en la actualidad, creo que el mayor
problema es el de los hombres que no aceptan la responsabilidad de
ser lo que Dios desea que el varón sea como cabeza del hogar: el
sacerdote espiritual de su familia. Según el Salmo 128, la bendición
de Dios en este mundo comienza cuando el hombre cree en Dios y
anda en sus caminos. Cuando un hombre confía en Dios y anda en
sus caminos, Dios tiene un fundamento sobre el cual edificar su
pirámide familiar, y puede poner en funcionamiento la ley del
matrimonio y la familia, porque tiene un hombre bienaventurado.
Dios puede, ahora, unir a este hombre bienaventurado con una
mujer bienaventurada, para que tengan hijos bienaventurados.
Ahora, Dios puede hacer impacto en un hogar, en una iglesia, en
una ciudad, en un país, en el mundo.
Todo comienza con un hombre bienaventurado.
6. 6
Pero el número sin precedentes de rupturas matrimoniales y
familiares en la actualidad ha dejado a muchos adultos jóvenes sin
modelos que seguir. Podría hablarles de una docena de hombres
que me han pedido que yo fuera su padre, porque no lo tenían. Un
hombre joven, de contextura grande y aspecto temible, que estaba
casado hacía varios años, me dijo: “No quiero tener hijos hasta que
sepa cómo ser un padre. ¿Quisieras ser mi padre por un tiempo?”.
Hay parejas que me han dicho, en sesiones de consejería
prematrimonial: “Estamos muy preocupados por el éxito de nuestro
matrimonio. Muchos matrimonios terminan en divorcio, y nosotros
no hemos visto nunca un buen matrimonio. Nuestros padres se
separaron y nosotros ni siquiera sabemos cómo es un matrimonio
cristiano y una familia cristiana. ¿Cómo podemos estar seguros de
que podremos tener un matrimonio y una familia felices?”.
Entonces, ¿cómo podemos construir y criar un hogar feliz?
Salomón, el hombre más sabio que haya vivido jamás, usa una de
sus palabras favoritas al escribir, en el Salmo 127: “Si Jehová no
edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no
guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Por demás es que os
levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan
de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño”.
Estos dos versículos constituyen una autobiografía
resumida, las palabras de sabiduría de Salomón en su lecho de
muerte. Este breve Salmo es una versión abreviada de su gran
sermón llamado “Eclesiastés”. Su palabra favorita, en ambos
resúmenes de su historia con Dios, es “vano”.
Salomón era el clásico epítome del adicto al trabajo, pero
aquí reconoce que es posible trabajar en vano. Seguramente él se
había preocupado por muchas cosas, pero aquí nos dice que es en
vano que nos levantemos temprano, nos acostemos tarde y
comamos pan de dolores. También nos dice que es posible edificar
en vano. Salomón era un gran edificador. No sólo edificó un
templo; construyó ciudades, parques y establos. Una vez construyó
una flota de barcos simplemente para ir a saludar a una reina. Sus
construcciones eran numerosísimas.
Pero Salomón también nos dice que es posible preocuparse
en vano, cuando nos preocupamos por cosas equivocadas. Es
posible trabajar en vano, cuando trabajamos para las cosas
equivocadas. Es posible construir en vano, cuando construimos
cosas equivocadas.
Después, Salomón pasa al tema de los hijos. ¿Qué tienen
que ver sus comentarios anteriores con los hijos? Todo. Salomón
comprendió que había edificado todo, excepto las vidas de sus
hijos. Ahora, el sabio rey dice: “He aquí, herencia de Jehová son
los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano
del valiente, así son los hijos habidos en la juventud.
Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será
avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta” (vv. 3–
5).
Este Salmo es una excelente aplicación negativa de la ley
del matrimonio y la familia. Salomón está diciendo: “No hagas lo
que yo hice, porque yo trabajé en vano, y edifiqué en vano, y me
preocupé en vano. Lo único por lo que necesitas preocuparte,
realmente, es por tus hijos”. Y concluye este Salmo con una
profunda metáfora en la que nos dice que los padres son para los
hijos como el arco a las flechas de un poderoso guerrero. El
impulso y la dirección con que la flecha deja el arco dependen del
impulso y la dirección que el arco le imprima.
Nuestros hijos son las flechas, y nosotros, sus padres,
somos el arco desde el cual nuestros hijos son lanzados al mundo.
Cuando comprendemos el desafío que esto implica para nosotros
como padres, debemos volver a los dos primeros versículos y
recordar que no podemos construir una familia a menos que sea el
Señor quien la construya.
Otra hermosa metáfora ilustra esta verdad de que nosotros
no podemos construir un matrimonio y una familia, pero Dios, sí.
Él da a su amado el sueño, según Salomón. Mientras estamos
despiertos y tratamos de ayudar a Dios a poner energía en nuestro
cuerpo, Dios no puede restaurarnos físicamente. Pero cuando
estamos en un estado pasivo y vamos a dormir, Dios puede entrar
en actividad y restaurar nuestros cuerpos, mentes, emociones y
espíritus cansados.
7. 7
Un matrimonio de calidad
Como lo ilustra nuestra pirámide, la buena calidad de los
padres es consecuencia de que éstos sean personas temerosas de
Dios que han entrado en una relación de pareja ordenada por Él.
Para que el matrimonio se mantenga fuerte -y para que, por lo
tanto, los padres críen bien a sus hijos- Dios debe estar en el centro
de la relación matrimonial. No podemos cumplir eficazmente
nuestros roles como esposos o padres a menos que Dios nos ayude.
Esto se ve claramente en Mateo 19, donde le preguntan a
Jesús sobre el matrimonio y el divorcio. Jesús reconoce que Moisés
permitió el divorcio, pero eso era para proteger a las mujeres cuyos
esposos las echaban a la calle. En esa época, las mujeres no tenían
derechos. No tenían posibilidad de reclamar justicia. Así que, por
compasión por estas mujeres, Moisés dio a los israelitas el decreto
del divorcio; pero esa jamás fue la intención de Dios, según dijo
Jesús. La intención de Dios en el principio fue que no existiera el
divorcio.
Entonces, uno de los discípulos -imagino que fue Pedro-dijo:
“Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene
casarse” (Mateo 19:10).
Jesús respondió: “No todos son capaces de recibir esto, sino
aquellos a quienes es dado” (v. 11), queriendo decir que solo
aquellos a quienes el Espíritu Santo ilumina pueden comprender y
aplicar esta enseñanza. Sin la ayuda de Dios, quiso decir Jesús, es
imposible ser un buen cónyuge.
Salomón y Jesús nos están diciendo que, sin Dios, es
imposible construir nuestro hogar. Sin Él, trabajamos en vano. No
podemos ser padres adecuados sin la ayuda de Dios. No podemos
ser cónyuges adecuados sin la ayuda de Dios. La Biblia nos enseña
que no podemos ser personas adecuadas sin la ayuda de Dios. Lo
que es nacido de la carne es simplemente carne, dice Jesús (Juan
3:6). La carne es la naturaleza humana que funciona sin la ayuda de
Dios. Jesús dijo también que, sin Él, nada podemos hacer (Juan
15:5).
Si usted desea tener un matrimonio verdadero a los ojos de
Dios, un matrimonio formado por Dios, un matrimonio que
continúa unido por Dios, un matrimonio que cumple con los
propósitos de Dios, haga esta oración:
Oh amado Padre Celestial, bendice esta casa.
Bendice nuestra casa con la luz de tu presencia.
Con el amor de tu Espíritu, fortalece las relaciones
que hacen que esta casa sea un hogar.
Sánanos como personas, para que tengamos una
relación sana
Y seamos padres sabios y amorosos.
Muéstranos cómo acceder a tu gracia todo el día,
todos los días.
Rogamos que todo lo que hagamos aquí sea hecho
en Cristo, por Cristo, y para Cristo.
Que la luz, la vida y el poder del Cristo vivo y
resucitado nos capaciten y nos controlen
para que seamos representantes de Cristo
al salir, al entrar y, especialmente,
al vivir juntos dentro de estas paredes.
Haz de este hogar un símbolo de esperanza
Que señale a Aquel
Que creó este hogar en su Palabra,
Que lo unió por medio de su Espíritu,
Y lo mantiene unido por su gracia.
En el nombre de Jesús, Padre, bendice nuestro
hogar. Amén.
Capítulo 2
El matrimonio ante los ojos de Dios
8. 8
Hay un pasaje en los evangelios en el que encontramos una
clara enseñanza de Jesús sobre el tema del matrimonio y el
divorcio. Ya hemos mencionado este pasaje, pero debo regresar a
él ahora, porque Jesús cita a Moisés y nos da las respuestas del
Antiguo y del Nuevo Testamento para la pregunta: “¿Qué es el
matrimonio ante los ojos de Dios?”.
“Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y
diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier
causa? Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los
hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el
hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán
una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por
tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
“Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de
divorcio, y repudiarla? El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón
Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no
fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo
por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se
casa con la repudiada, adultera.
“Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del
hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces él les dijo: No
todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado”
(Mateo 19:3-11).
El matrimonio es una relación providencial
La primera de las siete dimensiones de esta relación, como
expliqué en el capítulo 1, es la dimensión providencial de la
relación entre un hombre y una mujer. En el capítulo de la Biblia
que relata la creación, vemos que el Creador une a un hombre y
una mujer en una “unidad”. Jesús definió lo que es el matrimonio
ante los ojos de Dios cuando declaró: “Por tanto, lo que Dios juntó,
no lo separe el hombre”. Un matrimonio es un matrimonio ante los
ojos de Dios cuando podemos decir que el Señor unió a un hombre
y una mujer. Por lo tanto, la guía divina debe ser la base de nuestra
decisión de contraer matrimonio.
La relación es providencial, porque Dios creó esa relación
cuando nos dio el plan para ella en su Palabra. Dios unió a esta
pareja cuando los hizo ser una sola carne, y Jesús nos dice que solo
Dios puede mantener juntos a este hombre y esta mujer.
Dado que cada cónyuge trae sus propios problemas a la
relación matrimonial, el desafío es vernos dentro del matrimonio;
los roles, funciones y responsabilidades que se nos ordena asumir.
Debemos ver la contribución que se espera que hagamos al
matrimonio y reflexionar sobre si estamos haciendo tal
contribución o no. De la misma manera, tenemos que aceptar
nuestra responsabilidad por los problemas que traemos al
matrimonio.
El matrimonio es una relación permanente
En la enseñanza de Jesús en Mateo 19 vemos que el
matrimonio es, necesariamente, una relación permanente. ¿Por qué
debe ser una relación permanente? La respuesta puede resumirse en
una simple frase: los derechos de los niños.
¿Recuerda usted la ilustración del matrimonio que Salomón
nos da en el Salmo 127? Los padres son a los hijos como el arco es
a la flecha. El impulso y la dirección con los cuales los hijos salen a
la vida dependen del arco del que han sido lanzados. Ahora bien, si
usted fuera el diablo y quisiera destruir a la familia, ¿qué haría?
¿Acaso no cortaría la cuerda de ese arco? ¿No querría romper el
arco? Eso es exactamente lo que está haciendo Satanás. Está
trabajando para destruir las familias, cortando la cuerda del arco.
La ley de la vida que Dios ideó para el matrimonio y la
familia es una de las más antiguas y mejores leyes divinas de la
Biblia, porque crea un hogar que automáticamente brinda a los
hijos unos veinte años de maduración antes de salir al mundo a
enfrentar la vida. Ellos necesitan esa crianza y esa seguridad. Pero
cuando cortamos la cuerda del arco, cuando un matrimonio se
termina, les estamos robando a los hijos ese cuidado, esa seguridad,
ese sentido de dirección que Dios tuvo en mente cuando escribió la
ley del matrimonio y la familia en los dos primeros capítulos de la
Biblia. Este es uno de los mayores problemas de niños y jóvenes en
la actualidad. Un consejero de 78 años de edad que ha aconsejado a
adolescentes toda la vida dijo: “Por primera vez en mi experiencia
como consejero, la pregunta más importante que me están
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formulando los jóvenes es: ‘¿Cómo puedo hacer para que mis
padres permanezcan juntos?’”.
Por eso Jesús dijo que el matrimonio debe ser una relación
permanente. Sus hijos tendrán la misma seguridad que tenga su
matrimonio e, intuitivamente, lo saben. Si usted quiere ver una
mirada de terror en los rostros de sus hijos, mírelos cuando se está
peleando con su cónyuge. Cuando ellos ven pelear a sus padres, se
sienten menos seguros. Por otro lado, si quiere verlos felices, sea
afectuoso con su cónyuge -por ejemplo, dele un beso- delante de
ellos. Quizá hagan bromas al respecto, pero no se deje engañar. ¡A
sus hijos les encanta eso! Cuando ven expresiones de afecto y
ternura, ven que su matrimonio anda bien, y eso los ayuda a
sentirse seguros.
Algunas veces, las personas llegan a la fe en Cristo cuando
ya van por su segundo o tercer matrimonio. Cuando se entregan a
Cristo, están en otro matrimonio y ya tienen hijos de parejas
anteriores. ¿Cómo se aplica a estas personas la enseñanza de Jesús
sobre el matrimonio y el divorcio?
Jesús siempre pasó la ley de Dios por el prisma del amor de
Dios antes de aplicarla a las vidas de las personas. La diferencia
entre Él y los religiosos de su época era que Él nunca perdía de
vista el hecho de que la ley de Dios había brotado del corazón de
Dios, de su amor por el hombre. La intención de la ley de Dios, en
la Biblia, es expresar el amor de Dios por el hombre. Dios desea
que la pasemos lo mejor posible. Por eso nos dio su Santa Palabra.
No estaba tratando de ver cuán infelices podía hacernos creando un
montón de reglas. Él desea que seamos felices. Siempre hay un
propósito para cada ley de Dios en la Biblia y, finalmente, todo se
resume en el bienestar del hombre, porque Dios ama al hombre.
Los fariseos, que formaban el establishment religioso,
habían perdido de vista el espíritu de la ley. Les encantaba
perseguir a las personas que habían tropezado y habían
quebrantado aunque solo fuera una partecita de la ley. Pero Jesús
nunca perdía de vista el propósito de su Padre cuando dio la ley a
través de Moisés. Siempre se concentraba en el tema: “¿Por qué
Dios dio esa ley? ¿En qué sentido esta ley expresa el amor de Dios
y su interés por el hombre y su bienestar?”.
El propósito de la ley del matrimonio y la familia, por
ejemplo, es que podamos tener un hogar feliz, centrado en Cristo.
Leemos en el relato de la creación que no es bueno que un ser
humano esté solo, y eso motivó a Dios a poner a los solitarios en
familias (Salmos 68:6). Él no desea que estemos solos. (Para mayor
información sobre este tema, ver el capítulo 6 de este fascículo).
El matrimonio es una relación exclusiva
El matrimonio no solo es una relación providencial y
permanente sino, según Jesús y Moisés, también debe ser,
necesariamente, exclusiva. La unidad entre un hombre y una mujer
es exclusiva en, al menos, dos sentidos. Moisés escribió: “Por esto
el hombre dejará padre y madre...” Jesús estuvo de acuerdo con
Moisés cuando dio su definitiva declaración sobre el matrimonio y
el divorcio (Mateo 19:5). El matrimonio excluye a los padres de los
cónyuges. Ahora bien, esto no significa que usted no pueda tener
una buena relación con sus padres después de casado. Pero sí
significa que ya no vivirá en la casa de ellos. Y si usted es mujer,
su padre ya no es su cabeza en un sentido espiritual; ahora lo es su
esposo.
El matrimonio también es exclusivo en un sentido íntimo.
Jesús dijo que el matrimonio es como un contrato entre un hombre
y una mujer. Una de las condiciones en que se basa ese contrato es
la exclusividad. Cuando se viola esta exclusividad, el contrato
matrimonial puede ser considerado nulo. No necesariamente tiene
que ser así, pero puede serlo. Dios no diseñó el matrimonio para
que alguien viva con un cónyuge que no respeta la exclusividad de
esa relación. Dios no le pide que haga eso. Si su cónyuge no vive
esta relación con usted en exclusividad, entonces usted puede
declarar anulado el contrato, según Jesús, porque el matrimonio es
una relación exclusiva.
Un día vino a verme un hombre que trabajaba en un hotel
cerca del mar, no lejos de donde yo era pastor. Había conocido a
una joven durante el verano y se enamoró profundamente de ella.
Tuvieron una relación física, prematrimonial, muy fogosa, durante
todo el verano. Cuando terminó el verano, ella regresó a la
universidad, pero cada fin de semana que podía, volvía a visitarlo.
10. 10
Hasta que un fin de semana no fue a verlo. Lo llamó por teléfono y
le dijo que ya no lo vería más.
Ahora este hombre estaba sentado en mi oficina, llorando,
literalmente, como si su corazón estuviera destrozado. Estaba
destruido. Finalmente me dijo: “Sabe, una relación como esta, con
sentimientos tan íntimos y profundos, debería tener cierta
protección”. Entre sollozos, decía que no quería poner todos sus
sentimientos en algo que no fuera seguro, algo que pudiera
terminar simplemente con una nota debajo de la puerta o un
llamado telefónico... o aun con la ausencia de una nota o un
llamado. Ese hombre estaba en condiciones de escuchar que la
relación matrimonial perfilada por Moisés y Jesús ordenaba que
existiera precisamente la garantía que él tan elocuentemente estaba
describiendo.
Dios no quiere que usted esté inseguro en una relación tan
íntima como es un matrimonio. Por eso Jesús y Moisés hicieron de
la exclusividad una condición para el contrato matrimonial.
Capítulo 3
Los siete eslabones de la unidad
Un devoto creyente africano esculpió en madera un
hermoso símbolo que representa la relación que Dios tenía en
mente cuando creó a la primera pareja y declaró que ellos dos eran
“una sola carne”. Cuando este talentoso creyente hizo su obra,
estaba ilustrando siete maneras en que un hombre y su esposa
deben ser una carne.
La hermosa escultura, hecha de un solo trozo de madera,
representa a un hombre y una mujer que están unidos por una
cadena de cinco eslabones dobles. Esta cadena que los une está, a
su vez, unida a un eslabón que cada uno tiene sobre su cabeza.
Cada uno de los cinco eslabones representa una dimensión de la
unidad que Dios quiso que tuvieran el esposo y la esposa. Los
eslabones que están sobre sus cabezas representan la relación
espiritual que cada uno tiene con Dios. El hecho de que todos los
demás eslabones están unidos a estos dos representa el hecho de
que su relación espiritual es el fundamento de su unidad.
El primer eslabón doble representa la comunicación, que es
la herramienta que hace posible que ellos cultiven y mantengan su
unidad. El siguiente eslabón es la compatibilidad, que es la
evidencia de su unidad. El eslabón medio representa el amor, que
es la dinámica de su unidad. A este le sigue el eslabón de la
comprensión, que representa el crecimiento de su unidad. El último
de estos eslabones dobles que los hace una sola carne es el sexo,
que constituye la gozosa expresión de su unidad. El hecho de que
todos estos eslabones sean dobles presenta la realidad de que todas
estas dimensiones de la unidad son recíprocas, es decir, que
implican un dar y recibir entre ambos. Cuando agregamos estos
cinco eslabones a los que cada uno tiene en su cabeza, tenemos los
siete eslabones de la unidad.
Nuestros programas radiales sobre el matrimonio y la
familia estaban basados en las siete dimensiones del matrimonio
que son representadas por los eslabones que hacen de este hombre
y esta mujer una sola carne. Quisiera resumir, en dos fascículos, lo
que ustedes han escuchado en esos programas sobre la ley del
matrimonio y la familia.
El eslabón espiritual
Muchos eruditos bíblicos creen que Salomón se refiere al
matrimonio cuando dice que un cordón de tres dobleces no se
rompe pronto (Eclesiastés 4:12). Un cable o una cuerda de tres
hilos es difícil de romper, porque los hilos están entrelazados, y eso
le da gran fortaleza.
Cuando Dios diseñó la unidad entre un hombre y una mujer,
que es providencial, permanente y exclusiva, quiso que ellos fueran
uno entre sí y uno con su Creador. Así quiso Dios que fuera el
matrimonio. Hay una hermosa metáfora que aún hoy puede
encontrarse en las lápidas de los niños judíos: “Ligado en el haz de
los que viven delante de Jehová tu Dios” (1 Samuel 25:29). Sería
una etiqueta apropiada para colocar sobre cada matrimonio ante los
ojos de Dios en la actualidad. Los tres hilos de la hermosa metáfora
11. 11
de Salomón representan al matrimonio de esta forma: el esposo, la
esposa y Cristo.
En el gran capítulo sobre el matrimonio escrito por el
apóstol Pablo, este exhorta a las parejas temerosas de Dios a
separarse por breves períodos de tiempo para poder dedicarse a la
oración y el ayuno. En realidad, está tratando el tema de la relación
sexual de esa pareja. Su razonamiento es, obviamente, que su
relación sexual y su unidad son fortalecidas por su unidad espiritual
con su Creador (1 Corintios 7:3-5).
Hablaré luego sobre la unidad física, pero ahora quisiera
hacer algunas observaciones sobre lo que Pablo sugiere en este
pasaje acerca de la relación más íntima y privada de nuestras vidas.
La relación más íntima y privada que usted puede tener en su vida
no es la que tiene con su cónyuge, sino su relación con Dios. Pablo
enseña que nuestra relación con Dios es íntima, individual y
privada.
Si el matrimonio se fortalece cuando nos separamos para
presentarnos ante Dios individualmente, esto significa que nos
relacionamos con Dios en forma individual, aun cuando seamos un
matrimonio. Si lo pensamos un poco, cuando nos presentemos
delante de Dios en el juicio, todos deberemos responder ante Dios
por nosotros mismos, no por nuestro cónyuge. Compareceremos
ante el trono de Dios como individuos, no como matrimonio. El
matrimonio de dos creyentes tiene la fortaleza o la debilidad que
tenga la relación individual del hombre y de la mujer con Dios. Si
el hombre tiene una fe y una relación con Cristo firmes, y la mujer
también, entonces, cuando se unen, tienen algo en común: en su
matrimonio hay una dimensión espiritual que fortalecerá en gran
manera su relación entre sí.
Cuando un esposo y una esposa tienen sus propios
momentos privados de oración, Biblia y lectura devocional, esto los
ayudará a atravesar los tiempos difíciles. Algunas veces se
molestarán el uno con el otro por algo que han dicho o hecho, pero
cuando vuelvan de sus tiempos privados con Dios, estarán en paz
con el Señor... y con el otro. A medida que ambos se acercan más
al Señor y transcurre el día, experimentarán una cercanía cada vez
mayor con Dios y también entre sí.
Si ustedes no tienen entre sí la cercanía que desearían tener,
acérquense más a Dios. Así es como el eslabón espiritual de la
unidad fortalece el matrimonio. Dado que tanto el esposo como la
esposa tienen esta unión espiritual con Dios, yo diría que estos
eslabones espirituales son el fundamento del matrimonio que Dios
nos presenta como modelo en la Biblia.
Capítulo 4
El eslabón de la comunicación
Cuando una pareja va a ver a su pastor o a un consejero
matrimonial, uno de los primeros problemas que mencionan es la
comunicación. Generalmente comienzan la sesión de
aconsejamiento diciendo: “No tenemos comunicación. No nos
comunicamos”.
La comunicación es una dimensión del matrimonio que
puede ayudar dinámicamente a que los dos se conviertan en una
sola carne, porque es una herramienta que les permite trabajar en
esa unidad. Como creyentes nacidos de nuevo, somos uno con
Cristo. La unidad con el Salvador no es algo que se mantiene solo.
Tiene que ser conservada y cultivada. Por eso debemos pasar un
tiempo con el Señor en oración y lectura bíblica diariamente. En
otras palabras, mantenemos y cultivamos nuestra relación con
Cristo comunicándonos con Él en oración y escuchando su voz
cuando abrimos la Biblia.
Lo mismo se aplica al matrimonio. Debemos mantener y
cultivar nuestra relación. La comunicación es una herramienta que
la pareja puede utilizar para cultivar y mantener su unidad. Las
bacterias se multiplican en la oscuridad, pero no pueden vivir en la
luz. Si dos personas no se comunican, entre ellas crecen un montón
de “bacterias”. Por eso Pablo nos exhorta a renunciar “a lo oculto y
vergonzoso” (2 Corintios 4:2). Cuando no somos sinceros y nos
escondemos cosas, mantenemos las “bacterias” en la oscuridad. La
comunicación es como prender la luz sobre nuestra relación.
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Cuando lo hacemos, muchas de nuestras “bacterias” mueren. Con
una buena comunicación, podemos enfrentar aquellas que no han
muerto, y la “luz” de nuestra comunicación se convierte en una
herramienta que cultiva y mantiene nuestra unidad.
El diccionario define a la comunicación como ‘dar y recibir
información, ideas y mensajes por medio del habla, los gestos, u
otros medios’. Esto nos indica varias cosas acerca de la
comunicación. Primero, que no existe eso de “no comunicarse”.
Cuando la gente dice: “No tenemos comunicación”, no es cierto.
Siempre estamos comunicándonos; la pregunta es qué y cómo nos
estamos comunicando. ¿Estamos comunicándonos por medio del
habla, de los gestos o de otros medios?
Esta definición nos dice también que hay dos dimensiones
en la comunicación: dar y recibir. Cierta vez, una mujer dijo: “Es
como si mi esposo viviera en una isla misteriosa. Hace veinte años
que rodeo esa isla, pero no puedo encontrar ningún lugar donde
amarrar mi bote”.
Imagine que usted y su cónyuge están en dos islas
diferentes y solo pueden comunicarse por radio. Para comunicarse
por este medio, uno de los dos debe encender el transmisor y enviar
un mensaje, y el otro debe encender el receptor y recibir ese
mensaje. Algunas veces, los problemas de comunicación se deben a
que uno o ambos cónyuges no encienden el transmisor para enviar
una comunicación al otro. Otras veces, cuando transmiten, su
mensaje sale distorsionado y confuso. También hay veces en que
los problemas de comunicación radican en que uno o ambos no
encienden el receptor o, cuando lo hacen, el receptor no está
conectado en la frecuencia correcta.
La forma en que se recibe una comunicación es tan
importante como la forma en que se envía. Si pisamos una tortuga
cuando sale de su caparazón, ésta se retraerá nuevamente y no
volverá a salir por un largo tiempo. Nosotros, los seres humanos,
actuamos igual. Imagine que usted comparte algo realmente
profundo con su cónyuge. Si esa comunicación no es recibida
adecuadamente, usted se meterá dentro de su caparazón y no
volverá a salir por un largo tiempo.
Si ustedes no pueden comunicarse, no tienen la herramienta
necesaria para cultivar y mantener su unidad y, por consiguiente,
no pueden trabajar en la relación. Es posible mejorar drásticamente
su comunicación y tener esta herramienta que hace posible que
realmente puedan trabajar en su matrimonio.
Contrariamente a lo que sucede en la relación entre padres e
hijos, que desde el momento que comienza está destinada a la
separación, la relación matrimonial une a dos personas. Es como
los lados de una pirámide que se unen. El esposo y la esposa deben
estar cada vez más y más unidos. La comunicación es la
herramienta que nos permite hacerlo. Si una pareja no tiene una
buena comunicación, no tiene la herramienta que Dios diseñó para
que tuvieran lo necesario para trabajar en mejorar su relación.
Los problemas de comunicación vienen al menos en dos
formas. Una son las discusiones. Algunas parejas no pueden
comunicarse durante cinco minutos sin discutir por algo. La otra
forma es la opuesta: el silencio. Ahora bien, el silencio no siempre
indica que exista un problema de comunicación, pero con
frecuencia es así. Las personas son diferentes. Muchas se sienten
incómodas cuando hay silencio. Para ellas, el silencio es molesto.
Otras son del “tipo silencioso”, y simplemente no sienten la
necesidad de hablar.
Un buen amigo mío es el hombre más callado que conozco.
Un día, una mujer le dijo: “Usted no tiene mucho que decir, ¿no?”.
Mi amigo le dijo: “Cuando las aguas son profundas, son quietas y
silenciosas. Pero cuando no tienen profundidad, borbotean”. Mi
amigo no estaba siendo desconsiderado con la señora; simplemente
estaba haciéndose entender.
Así que si usted está casado con una persona del “tipo
silencioso”, esto no significa, necesariamente, que tenga un
problema de comunicación. Una de las formas más bellas de estar
juntos es tener comunión, que es la raíz de la palabra
comunicación. Pueden estar tan cómodos juntos que no sea
necesario hablar. El silencio no siempre indica un problema de
comunicación.
Sin embargo, el “desprecio silencioso” es una forma de
comunicación, y puede significar que hay un problema de
13. 13
comunicación. Si su cónyuge lo trata con silencioso desprecio,
significa que usted lo ha hecho sentir molesto y, por lo tanto, está
usando ese silencio para comunicarse con usted. Una mujer cuyo
esposo hacía esto con frecuencia decía: “Tengo que prestar mucha
atención cuando él no habla, para escuchar lo que está diciendo”.
Nos comunicamos por medio del habla, de los gestos, y por
otros medios también. Estos otros medios de comunicación pueden
ser el silencio, arrojar un plato, dar un portazo, o golpear la pared o
la puerta con el puño. Desde un punto de vista positivo, una
sonrisa, una mano sobre el hombro, un abrazo o las lágrimas
también son formas de comunicación. Así que, como verá, no
existe eso de “no comunicarse”. Algunas veces nos comunicamos
con gestos u otros medios, sin palabras, pero esos medios pueden
ser muy elocuentes. Francisco de Asís dijo: “En todas las cosas,
predica a Cristo. Cuando sea absolutamente necesario, usa las
palabras”. La comunicación eficaz, ya sea positiva o negativa, no
siempre requiere de palabras.
Una vez, nuestro profesor de oratoria entró al aula, donde
los alumnos estábamos haciendo muchísimo ruido. Fue
directamente hacia el frente del aula, y golpeó el escritorio con la
palma de la mano abierta. El golpe sonó como un disparo. Mientras
golpeaba la mesa, el profesor dijo: “¡Quiero absoluta anarquía!”.
Todos callamos de inmediato. Entonces él nos explicó lo que
acababa de hacer. Las palabras conforman el 7% de la
comunicación. La inflexión de la voz al decir esas palabras es un
55% de la comunicación, y el otro 38% es el lenguaje corporal que
las acompaña. Él había dicho: “Quiero absoluta anarquía”. Pero eso
no fue lo que controló la situación; en realidad, si los alumnos
hubiéramos entendido las palabras que dijo, habría logrado el
efecto opuesto. Por su tono de voz, entendimos que estaba
diciendo: “¡Orden en la clase!”. Y ese significado fue reforzado por
el golpe sobre el escritorio.
En resumen
La comunicación no es solo lo que se dice; también es lo
que se escucha. La comunicación no es solo lo que se dice; también
es lo que se recibe. La comunicación no es solo lo que se dice;
también es lo que se siente, según los gestos y otros medios que se
utilicen. La comunicación no es solo lo que se dice; es el concepto
total que se desea transmitir. La comunicación no es solo lo que se
dice; algunas veces es, también, lo que el otro quiere oír. Todas
estas cosas le dan al receptor la “impresión total” de lo que se ha
comunicado por medio del habla, de los gestos y otros medios.
Problemas de comunicación
Como pastor, a lo largo de muchos años, he preguntado a
diferentes parejas: “¿Alguna vez tuvieron buena comunicación?”.
La respuesta, casi sin excepciones, era que sí. Entonces yo les daba
una tarea para hacer. Si su problema era que ya no hablaban, les
pedía que hicieran una lista de todos los motivos por los que habían
dejado de hablarle a su cónyuge. Si su problema era que no podían
comunicarse sin enfadarse, les pedía que hicieran una lista de todas
las razones por las que se enfadaban al hablar con su cónyuge. A
estos problemas los llamé “disyuntores de la comunicación”.
Durante varios años coleccioné estas listas, y las estudié.
Descubrí más de veinte problemas comunes de comunicación que
se repetían en la mayoría de esas listas. He aquí algunos de esos
problemas. Fíjese si alguno le resulta conocido:
1. Falta de interés. Una esposa comentaba que un día le
dijo a su esposo: “Hoy el bebé se descubrió el pulgar”. Ella estaba
entusiasmada por el progreso del bebé, pero su esposo no le prestó
atención. Mentalmente, todavía estaba en su trabajo o leyendo el
periódico. Nadie quiere comunicarse si se da cuenta de que se está
hablando a sí mismo. Peor aún, no escuchar significa algo más
serio: que no hay interés. Es como decirle a la mujer: “No me
interesan ni tú ni los niños”. Según esta mujer, el hecho de que él
no se interesaba significaba que no la amaba a ella, ni al bebé.
2. Falta de iniciativa. Recuerde: la comunicación es dar y
recibir. Un día, una persona se da cuenta: “Yo soy quien siempre
da. Él (o ella) nunca da nada. Lo único que hace es responder”. Si
la comunicación es un puente, esposo y esposa deben encontrarse a
mitad de camino. Si siempre es uno solo el que está trabajando para
construir todo el puente, esa persona se desalienta y dejar de tratar
de comunicarse.
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3. Un cónyuge contencioso e irritable. Salomón dijo que
una mujer rencillosa (peleadora) es como una gotera continua en un
día de lluvia (Proverbios 27:15). En realidad, es tan posible que un
hombre sea rencilloso como que lo sea una mujer. Una persona
rencillosa siempre se opone o desafía todo lo que su cónyuge
propone. Es muy difícil, si no imposible, comunicarse con una
persona rencillosa.
4. No reconocer que su cónyuge necesita estar solo. El
hecho de que su cónyuge aún necesite de cierto espacio para sí
mismo no significa nada malo para la intimidad del matrimonio.
No se sienta amenazado por ese hecho. Recuerde que aunque los
dos “son uno” en el matrimonio, hay un sentido muy práctico en
que siguen siendo dos.
5. Algunas veces, los problemas de comunicación son
causados por problemas físicos, emocionales y espirituales de
alguno de los cónyuges o de ambos. Cuando esto sucede, ningún
estudio sobre la comunicación podrá resolverlos. Las soluciones
para esos problemas son espirituales, físicas y emocionales, y
deben ser halladas fuera de la relación.
6. Los problemas de salud tienen un profundo impacto
sobre la comunicación y la relación de un matrimonio. Siempre
tenga en cuenta que las dificultades en la comunicación pueden ser
ocasionadas por un problema físico. Esto se aplica especialmente a
los casos en que la persona con la que es difícil comunicarse no
siempre haya actuado de esa forma. Si su cónyuge tiene problemas
de salud o emocionales serios, debe buscar la ayuda adecuada.
Soluciones bíblicas
Algunas veces, el problema subyacente es, simplemente, el
egoísmo. Uno o ambos cónyuges no están centrados en el otro, sino
en sí mismos. Por eso no se interesan. Por eso no escuchan. Cuando
el problema es el egoísmo, la solución es la falta de egoísmo. La
solución es la Regla de Oro. Jesús nos dijo que pensemos lo que
quisiéramos que los demás hicieran por nosotros, y hagamos eso
por ellos (Mateo 7:12). Esta gran enseñanza de Jesús puede
transformar la comunicación de un matrimonio. Cada cónyuge
debe estar centrado en los demás y estar genuinamente interesado
en lo que le importa a su pareja.
Muchos problemas de comunicación pueden ser
solucionados pidiéndole sabiduría a Dios. Uno de mis versículos
preferidos es Santiago 1:5, que dice: “Si alguno de vosotros tiene
falta de sabiduría, pídala a Dios”. Una y otra vez debemos orar a
Dios diciendo: “No sé qué hacer. Necesito sabiduría y no la tengo.
Tú dijiste que la pidiéramos, así que eso hago”. Así que, cuando los
problemas de comunicación lo lleven a un punto en que no sepa
qué hacer, pídale sabiduría a Dios.
Cómo comunicarse con una persona difícil
Hay otro pasaje bíblico que nos muestra cómo resolver
difíciles problemas de comunicación. Escuchen este consejo que
Pablo da a Timoteo: “Pero desecha las cuestiones necias e
insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del
Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto
para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se
oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para
conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están
cautivos a voluntad de él” (2 Timoteo 2:23–26).
Si su cónyuge es una “persona difícil”, es como si hubiera
sido tomado cautivo por Satanás. Está en la prisión de Satanás, y
no puede salir. Solo Dios puede liberarlo.
Pero esto es lo que usted puede hacer para mantener el fruto
del Espíritu. Tres frutos del Espíritu se mencionan en este pasaje:
mansedumbre, bondad, paciencia. Si guardamos el fruto del
Espíritu, dejamos la puerta abierta para que Dios obre, y la
cerramos al demonio. Esto le dará a usted la oportunidad de
ganarse el derecho a ser escuchado y vivir delante de su cónyuge la
verdad que puede hacerlo libre. Pablo advierte enfáticamente al
siervo de Dios (usted) que no debe pelear ni contender, porque eso
cierra la puerta a Dios y le abre la puerta al diablo.
Cuando aplique, en oración, esta receta de Pablo para
comunicarse con una persona difícil, tenga siempre en cuenta que
el “cónyuge difícil” puede muy bien ser usted mismo. Jesús dijo, en
Mateo 7:5: “Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás
15. 15
bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”. Tener una viga o un
tronco en el ojo puede cegarnos de tal modo que sea imposible para
nosotros comprender que somos la “persona difícil” que describe
Pablo en ese pasaje.
Otra solución bíblica, especialmente cuando su cónyuge
tiene problemas físicos o psíquicos, es orar como Jesús oró desde la
cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas
23:34). Solo piense en esto: En medio del dolor insoportable de su
muerte, Jesús oró con esas palabras por sus enemigos. Si Jesús oró
así por sus enemigos, ¿no podrá usted orar así por su cónyuge? Si
su cónyuge no es responsable por lo que hace, porque tiene
problemas realmente serios, orar como Jesús por él hará milagros.
La comunicación en la familia
Si usted y su cónyuge tienen hijos, la comunicación va
mucho más allá de ustedes dos. Es importante reconocer las
muchas “combinaciones de comunicación” que se dan en su
familia, y tomarse el tiempo necesario para cada una de ellas. Por
ejemplo, la comunicación entre esposo y esposa es la más
importante de todas. Otra es la comunicación como padre y madre,
que suelo llamar “reunión de junta directiva”. Estas dos no deben
mezclarse. Háganse de tiempo para hablar el uno con el otro como
esposos, y dediquen otro momento a su comunicación como
padres.
Además, existen todas las demás combinaciones de
comunicación entre los padres y los hijos. Algunas veces será
necesario dar prioridad al lugar y el tiempo para comunicarse
individualmente con cada hijo, y otras para comunicarse todos
juntos como familia. Y no olvide la necesidad de los hijos de
comunicarse entre sí, sin sus padres. En nuestra casa, cuando mi
esposa y yo escuchábamos a nuestros hijos comunicándose entre sí,
lo llamábamos “sonidos de hermanos”, y era música para nuestros
oídos.
El ciclo de la vida
Imagine una torta cortada en tres porciones. Cada porción
representa un tercio de nuestras vidas como matrimonio con hijos.
En el ciclo normal de la vida, pasamos un tercio de nuestra vida
siendo criados por nuestros padres, otro tercio criando a nuestros
propios hijos con nuestro cónyuge, y otro tercio con el “nido
vacío”, una vez que los hijos han dejado el hogar. Esto significa
que pasamos las dos terceras partes de nuestra vida con nuestro
cónyuge. La relación de comunicación a la que debemos dar
prioridad es la que tenemos con nuestro cónyuge, ya que continuará
mucho después de que nuestros hijos, ya crecidos, se hayan ido.
Otra razón por la que debe ser nuestra prioridad en la comunicación
es que todas las demás relaciones sufren graves daños si se rompe
la comunicación entre esposo y esposa.
Muchos padres cometen el error de poner primero a los
hijos. Si ellos descuidan su relación mutua, cuando el nido esté
vacío, pueden llegar a darse cuenta de que ya no tienen una
relación. Es trágico cuando los matrimonios se separan en ese
momento, porque los padres y madres olvidaron que también eran
esposos. La comunicación es la herramienta para fortalecer la
relación más importante de nuestro hogar.
Capítulo 5
El eslabón de la compatibilidad
La compatibilidad es la evidencia de la unidad que Dios
ideó para el esposo y la esposa. El concepto de compatibilidad hace
pensar a muchos en la compatibilidad física, el enamoramiento. La
compatibilidad física es importante, pero la compatibilidad no es
solamente “química”; también implica cosas como nuestros
valores. ¿Son compatibles sus valores? Aquí es donde los
matrimonios se meten en problemas. Algunas veces los jóvenes se
casan, y ni siquiera han hablado sobre si son espiritualmente
compatibles. Y después de casarse descubren que sus valores
espirituales son incompatibles.
Por ejemplo, una joven queda embarazada, y su esposo le
dice que se haga un aborto. Ella dice: “No haré eso. Va en contra
16. 16
de mi fe”. Él responde: “¿Qué tiene que ver la fe con eso? No
podemos costear la crianza de un bebé. ¡Tienes que abortar!”.
Finalmente, ella se divorcia de él. Otra área de clarificación de
valores que generalmente es causa de divorcios en la actualidad es
la definición de roles del esposo y la esposa. Es imperativo que,
antes de contraer el compromiso del matrimonio, ambos estén de
acuerdo sobre los roles y la responsabilidades que cada uno piensa
asumir y que espera del otro.
Debemos tener valores compatibles con la persona que será
nuestro cónyuge. Si ambos son uno en Cristo y sus valores están
basados en la Palabra de Dios, ¡piense la compatibilidad que esto
implica! Su compatibilidad espiritual definirá los roles y las
responsabilidades que cada uno debe cumplir en su relación. Su
fundamento espiritual definirá asuntos espirituales y morales, cómo
pasar el tiempo y gastar el dinero, lo que ustedes quieren para sus
hijos, y todas las demás áreas de su vida juntos.
La historia de la palabra “compatibilidad” se remonta a una
época en que la gente seguramente tenía otro concepto de la vida en
común. “Compatibilidad” proviene de dos palabras que significan
‘con’ y ‘sufrir’. Hace años, se consideraba que dos personas eran
compatibles para casarse cuando decidían “sufrir juntas”. Parece un
enfoque bastante negativo de la vida, pero era real. En esos
tiempos, la vida era muy difícil. ¿Alguna vez ha visitado el
cementerio de una vieja iglesia y ha visto en cuántas de esas tumbas
hay niños enterrados? En las generaciones pasadas, muchas veces,
las familias eran muy numerosas. Una razón para ello era que se
pensaba que si uno tenía diez hijos, quizá podrían sobrevivir cinco
de ellos.
La compatibilidad es una de las muchas razones por las que
la relación de comunicación más importante de una familia es la
existente entre el esposo y la esposa. Si pierden un hijo, es una
prueba que deben atravesar los dos. Ambos sufren el duelo. Pero si
usted pierde a su cónyuge, sufre solo. He escuchado a muchos
esposos o esposas devotos que confirman esta realidad de que
cuando están en buena relación con el Señor y con su cónyuge,
pueden soportar cualquier dificultad. Es una buena paráfrasis
resumida del significado original de la palabra “compatibilidad”.
Pero, en la actualidad, el uso común de la palabra
“compatibilidad” nos lleva al significado actual que se le da, que
es: ‘dos personas que se ajustan bien la una a la otra’. Tienen rasgos
de personalidad, valores y propósitos similares. Las personas
descubren, después de casarse, que cada ser humano tiene sus
puntos fuertes y sus puntos débiles. Generalmente los puntos
débiles no se ven al principio del matrimonio. Pero, después de un
tiempo de casados, comenzamos a darnos cuenta de que estamos
conviviendo con un conjunto de puntos fuertes y puntos débiles.
Lamentablemente, cuando comprenden esta dura realidad, muchas
personas llegan a la siguiente conclusión: “Creo que nosotros ya no
somos compatibles y he encontrado alguien con quien sí soy
compatible”.
En esta época, el divorcio y la separación son comunes,
porque la sociedad dice que la incompatibilidad es razón para
terminar un matrimonio. En realidad, en varias culturas se pueden
encontrar toda clase de razones legales para el divorcio. Pero la
Biblia da solo un motivo para divorciarse, y no es la
incompatibilidad. Es la infidelidad. Como he mencionado
anteriormente, el contrato del matrimonio tiene una condición: la
exclusividad. Esta condición significa que Dios no requiere que
usted viva con alguien en esa relación si la exclusividad ha sido
quebrantada.
Aceptación
Para comprender la compatibilidad, debemos incluir el
concepto de la aceptación. En un matrimonio, hay muchas cosas
que debemos aceptar de nuestro cónyuge. Él o ella no va a cambiar.
Muchas personas son ingenuas; piensan que una vez que estén
casadas, podrán cambiar las características que no les agradan de su
pareja. Esto se aplica especialmente a las mujeres. Tienen la
ingenuidad de pensar: “Una vez que estemos casados, usaré mis
encantos para convencerlo de ser el hombre que quiero que sea”.
Pero esta es una forma de pensar inmadura. Después de casarse, el
hombre seguirá siendo la persona con la que ella se casó, y no va a
cambiar.
17. 17
La Biblia se ríe de las personas que dicen que pueden
cambiar por sí solas. Por ejemplo, Jeremías pregunta: “¿Mudará...
el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer
bien, estando habituados a hacer mal?” (Jeremías 13:23). La Biblia
es demasiado realista como para decirnos que cambiemos.
Pero lo que la Biblia sí dice es que, si cumplimos ciertas
condiciones, Dios puede cambiarnos. Si usted necesita
desesperadamente cambiar, o está convencido de que su cónyuge
debe cambiar, la única esperanza de cambio es que usted y su
cónyuge nazcan de nuevo. Por medio del nuevo nacimiento, Dios
puede cambiarnos, y hacernos nuevas criaturas en Cristo y por
medio de Él (2 Corintios 5:17).
Salvo por esa excepción, las personas no cambian. Es
inmaduro pensar que usted puede cambiar a su cónyuge y es aún
más inmaduro pensar que cambiar de pareja solucionará su
problema. Pronto descubrirá que solamente se ha unido a un nuevo
conjunto de puntos fuertes y débiles. Lo maduro es pedir a Dios
que le dé la gracia para aceptar las fortalezas y las debilidades de su
compañero para toda la vida.
Cuando ustedes estudien su compatibilidad como cónyuges,
no se concentren en los aspectos negativos, o los puntos en que son
incompatibles. Esa visión negativa puede destruir un matrimonio.
Por el contrario, concéntrense en los aspectos positivos de su
compatibilidad. Un joven nació de nuevo cuando tenía diecinueve
años. Cuando le dijo al sabio pastor que lo llevó a Cristo que le
resultaba difícil mantenerse puro sexualmente, este pastor le dio un
buen consejo. Le dijo: “Dios tiene una mujer para ti, y esa es la
solución definitiva para todas tus luchas con la pureza sexual”.
El recién convertido preguntó: “¿Cómo sabré cuando haya
conocido a esa mujer?”. El pastor le dijo: “Te lo diré. Toma una
hoja de papel y traza una línea vertical de arriba abajo. A la
izquierda de esa línea, haz una lista de todos los atributos que
quisieras hallar en una mujer: espirituales, intelectuales, físicos, etc.
Ahora, junto a esa columna de cualidades y virtudes que quieres
que tenga tu esposa, haz una lista de las cualidades que esa clase de
mujer buscará en un hombre. Después estudia esa lista con mucho
cuidado y pregúntate: ‘¿Soy yo esa clase de hombre?’. Si no lo
eres, entonces ya sabes lo que tienes que hacer mientras oras y
buscas a la mujer ideal”.
Si uno hace esas listas, reconocerá a su cónyuge al verlo,
porque sabrá qué es lo que está buscando. Así sucedió conmigo.
Hice las listas, y las memoricé. Cuando conocí a mi esposa, podría
haberle pedido que se casara conmigo de inmediato, pero esperé
hasta la segunda cita porque no quería que pensara que me estaba
apresurando demasiado. Aunque usted quizá no tenía en la mano,
literalmente, las dos listas, cuando conoció a su cónyuge,
básicamente, quizá haya hecho lo mismo.
Una vez que esté casado, pregúntese: “¿Qué cualidades de
mi cónyuge me atrajeron desde el principio e hicieron que yo lo
eligiera para casarme con él o ella?”. Algunas veces las personas
están casadas hace tanto tiempo que olvidan qué fue lo que
inicialmente los atrajo de su cónyuge. ¿Qué cualidades buscaba
usted? ¿Cuántas de esas cualidades tiene aún su cónyuge? Después
pregúntese qué cualidades suyas atrajeron a su cónyuge. ¿Cuántas
de esas cualidades posee usted aún? Ahora haga una lista de todas
las cualidades de su cónyuge que admira, y otra lista de las
cualidades que su cónyuge admira de usted.
El pastor Dick Woodward tiene una piedra grande y pulida
que su hija le regaló, y que usa como pisapapeles. Esta hermosa
piedra tiene la siguiente pregunta inconclusa escrita en la parte
superior: “Si no estás tan cerca de Dios como solías estar,...” y
debajo del pisapapeles dice: “...¿quién se movió?”.
Ahora formúlese esa pregunta con respecto de usted y su
cónyuge. Si no está tan cerca de su cónyuge como estaba antes,
¿quién se movió? ¿Fue usted? ¿Fue su cónyuge? Nunca se olvide
de las cualidades que los atrajeron mutuamente al comienzo.
Áreas de compatibilidad
Para ayudarle a definir mejor sus viejas “listas” de
compatibilidad, veamos algunas importantes áreas de
compatibilidad que son básicas.
Una es la compatibilidad física. En un buen matrimonio, el
sexo, si es lo que Dios quiso que fuera, constituye
aproximadamente un 10% de la relación. Pero si no es lo que Dios
18. 18
quiso que fuera, el sexo puede llegar a ser el 90% del problema.
Muchos son los matrimonios que se separan por incompatibilidad
física. ¿En qué medida su incompatibilidad física, si la hubiera, se
solucionaría si usted se concentrara en su cónyuge en lugar de en sí
mismo; si pusiera a la otra persona y la gratificación de ella en el
centro de la relación?
La compatibilidad también involucra valores. El diccionario
dice que un valor es ‘la cualidad por la cual determinamos si algo
es más o menos importante, útil, beneficioso, y, por lo tanto,
deseable’. Todos tenemos valores, ya sea que podamos definirlos o
no. Cuando dos personas se casan, esta es un área en que realmente
puede verse si existe incompatibilidad. Nuestros valores determinan
muchas cosas; por ejemplo, cómo empleamos nuestro tiempo.
¿Tiene usted conflictos con su cónyuge por este tema?
Nuestros valores también determinan la forma en que
gastamos el dinero. Nuestro dinero y nuestras posesiones reflejan la
manera en que usamos el tiempo. Así que cuando gastamos dinero,
en cierto modo, estamos gastamos nuestra vida. ¿Alguna vez tienen
desacuerdos sobre el manejo del dinero usted y su cónyuge?
Cuando una pareja no está de acuerdo sobre la forma en que debe
gastar su dinero, encontramos una pauta que puede ser una buena
medida de su compatibilidad.
La manera de criar a los hijos es otra área donde se reflejan
nuestros valores y se mide la compatibilidad de la pareja. Juntos,
ustedes deben determinar qué desean para sus hijos, qué clase de
educación prefieren para ellos, y cómo van a disciplinarlos. Cuando
un hombre y su esposa tienen trasfondos muy diferentes, es muy
posible que tengan conflictos al tratar de resolver estas cuestiones
juntos.
Una última área de compatibilidad especialmente
importante en la actualidad es la compatibilidad de roles. ¿Cómo
percibe usted el rol de esposo y padre? ¿Cómo percibe el rol de
esposa y madre? Cuando definan sus roles, quisiera hacerles dos
preguntas: ¿Toman su definición de roles de su cultura, o de la
Biblia? Si toman su definición de roles de su cultura, ¿cómo van las
cosas en su matrimonio y su familia?
Si ustedes creen que Dios creó el matrimonio y nos dio un
modelo de cómo debe ser, la forma en que definan los roles en su
relación debe estar basada en la Biblia. Recuerden: la premisa con
la cual comenzamos estos estudios del matrimonio y la familia es
que son una ley de la vida que Dios estableció cuando creó al ser
humano como hombre y mujer. En su Palabra, Él nos ha dejado el
modelo de cómo deben funcionar las parejas y las familias. Si
ustedes creen que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios, deben
acudir a ella para conocer el plan divino para esta definición de
roles. Si el esposo y la esposa se ponen de acuerdo en tomar su
definición de roles del modelo de Dios, tienen un gran potencial de
compatibilidad.
Roles bíblicos
En la actualidad, la definición de roles en el matrimonio
conlleva otro asunto, que podríamos llamar “el argumento de la
cultura”. Hay personas que dicen que un pasaje particular de la
Biblia no se aplica en la actualidad, debido a la cultura existente en
el momento en que se escribió la Biblia. Este factor cultural
invalidaría, entonces, la verdad que se enseña en la Biblia.
Es cierto que muchos pasajes deben ser interpretados
dentro del contexto de la cultura correspondiente, como 1 Corintios
11, donde Pablo dice que si una mujer, al cortarse el cabello, estaba
dando a entender que era prostituta, entonces, la mujer cristiana
debe usar el cabello largo. Si no existe esa costumbre, entonces, el
largo del cabello de la mujer no importa.
Pero muchos pasajes bíblicos son “supraculturales”; es
decir, no deben ser interpretados a la luz de la cultura en que fueron
escritos. Debemos interpretar nuestra cultura según las Escrituras,
no permitir que la cultura interprete las Escrituras. La Biblia fue
dada para que se estableciera una cultura temerosa de Dios. Un
pasaje tal es el de Génesis en que Dios crea a la mujer como ayuda
del hombre, para completarlo. La mujer estaba incompleta sin un
hombre al que completar. El hombre y la mujer, unidos, son
llamados “Adán” (no “los Adanes”).
Sin una esposa, el hombre es solo un fragmento de lo que
debe ser. Sin un esposo, la mujer, ciertamente, está incompleta.
19. 19
Pero Dios une a los dos y ellos se convierten en una persona
completa. Esta es una definición de roles supracultural, es decir, no
afectada por el contexto cultural.
El modelo de matrimonio de Pedro
Otro pasaje “supracultural” es el de 1 Pedro 3. En el
capítulo anterior, Pedro hace referencia al hecho de que, antes de
ser cristianos, éramos como ovejas descarriadas. Pero “ahora
habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas” (2:25).
Después comienza el capítulo 3 con un consejo para las
mujeres cuyos esposos no obedecen a la Palabra. Les dice:
“Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos;
para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin
palabra por la conducta de sus esposas” (3:1). A los esposos, les
dice: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente,
dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a
coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no
tengan estorbo” (3:7).
Las expresiones clave en los versículos 1 y 7 son
“asimismo” e “igualmente”. ¿A qué se refiere Pedro con estas
palabras? Se refiere a la expresión “el Pastor y Obispo de vuestras
almas”. Tanto Pedro como Pablo presentan vez tras vez en sus
escritos un modelo para esposos y esposas: Cristo y la Iglesia.
Pedro señala a Cristo y la Iglesia y pregunta a esposos y
esposas: “¿Quieren ver el modelo supracultural de Dios para los
roles de esposo y esposa? Esposo, pastorea a tu esposa, así como
Cristo es el Pastor de la Iglesia. Esposa, ¿quieres saber cuál es tu
rol como tal? Mira este modelo de Cristo y la Iglesia. Mientras tu
esposo te pastorea, mientras es como Cristo para ti, sé como la
Iglesia es para Cristo en tu relación con tu esposo”.
En ese espíritu es que Pedro escribe este pasaje.
Básicamente, está diciendo: “Esposa, permite que tu esposo sea
como Cristo para ti. Permite que él te pastoree. Permite que te ame
como Cristo amó a la Iglesia”. Eso es, realmente, lo que significa la
sumisión de la esposa: permitir que su esposo la pastoree de la
misma manera que Cristo pastorea a la Iglesia.
La razón por la que no vemos con frecuencia este modelo
en muchos matrimonios de creyentes en la actualidad no es que la
esposa no se someta al esposo, si bien ese problema existe. El
obstáculo principal para que este modelo de matrimonio se
implemente y se muestre hoy es que el hombre no es como Cristo
para su esposa. No es el sacerdote del hogar; no asume la
responsabilidad de pastorear y guiar a su esposa y su familia.
El modelo de matrimonio de Pablo
En el quinto capítulo de Efesios, Pablo muestra un modelo de
definición de roles de esposo y esposa similar al de Pedro. En el
versículo 21, dice: “Someteos unos a otros en el temor de Dios”.
Observemos que Pablo pide sumisión mutua. Esposos y esposas
deben someterse mutuamente, porque por naturaleza somos
egoístas. Algunos matrimonios temerosos de Dios, cuando leen que
los dos deben ser uno, pasan muchos años preguntándose: “¿Cuál
de los dos?”. Para que dos se conviertan en uno, para que el
matrimonio funcione, tanto el esposo como la esposa deben
someterse mutuamente. Esa es la esencia del amor.
Pablo continúa: “Las casadas estén sujetas a sus propios
maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así
como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su
Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también
las casadas lo estén a sus maridos en todo”(22–24).
Obviamente, Pablo hace lo mismo que hizo Pedro en su
inspirado consejo sobre el matrimonio. Pedro y Pablo presentan el
paradigma de Cristo y la Iglesia, y ambos escriben su definición de
roles para esposos y esposas usando a Cristo y la Iglesia como
modelo. Este modelo de Cristo y la Iglesia no tiene nada que ver
con las culturas de Asia Menor o Roma. Estos modelos para el
matrimonio revolucionaron las culturas corruptas y pecaminosas de
su época. Debemos recordar que Jesús no enseñó a sus apóstoles y
discípulos que se acomodaran a los valores de sus culturas; los
desafió a que revolucionaran sus culturas.
Ahora bien, la tarea que se les encomienda a las mujeres en
el consejo matrimonial de Pablo requiere una gracia sobrenatural.
Pero la tarea que se encomienda a los hombres requiere mucha más
20. 20
gracia sobrenatural. Porque a nosotros, como hombres, se nos
ordena que amemos a nuestras esposas “como Cristo amó a la
iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (v. 25). Exactamente de la
misma forma que Cristo ama a la Iglesia, el esposo debe amar a su
esposa y su familia. Así como Cristo se entregó por la Iglesia, al
esposo se le ordena que se entregue por su esposa y su familia.
Jesús ordenó a los hombres que fueran “perfectos, como vuestro
Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Pablo
escribió a los colosenses que nuestra única esperanza es el milagro
de que Cristo vive en nosotros. Si Cristo vive en nosotros, es
posible –y hasta natural- que seamos como Cristo es, amando y
entregándonos a nuestra esposa (Colosenses 1:27).
Mujeres, si tuvieran un esposo que las amara a ustedes y a
sus hijos exactamente de la misma manera que Cristo ama a la
iglesia, ¿sería tan difícil permitir que él las pastoreara? ¿Sería tan
difícil permitir que sea la cabeza del hogar y que asuma la
responsabilidad de dirigirlo?
En algunos aspectos, a las mujeres les toca la parte más
fácil. Básicamente, lo que Pedro dice es: “Permite que tu esposo te
pastoree, y tómalo con dulzura”. Esto es lo que quiere decir cuando
menciona que “...sean ganados [...] por la conducta de sus esposas,
considerando vuestra conducta casta y respetuosa”. Sométase
dulcemente a su esposo. Hay muchas mujeres que se someten
exteriormente, pero se resisten en su interior. Pero Pedro dice: “Tu
sumisión debe ser genuina; debe salir de adentro. Tómalo con
dulzura, y en silencio. Simplemente vive la Palabra delante de tu
esposo. Si algo lo desafiará a tomar su lugar, será verte a ti tomar el
tuyo”.
Recordemos que Pedro dirige estas palabras a mujeres que
tienen esposos que no obedecen a la Palabra. Esto puede significar
que sus esposos no son creyentes. También podría significar que
son creyentes, pero no son con sus esposas como Cristo es con la
Iglesia. Hay un lugar en que el esposo y la esposa deben ubicarse
en el matrimonio, según Jesús, Pedro y Pablo. Debemos recordar
que Pedro dirige estas palabras a esposas cuyos maridos no están
ocupando el lugar que les fue asignado.
En resumen
Básicamente, lo que Pedro les dice a estas esposas es que no
lograrán que sus esposos ocupen su lugar sermoneándolos, ni
empujándolos, ni arrastrándolos. Por la gracia de Dios, ellas deben
ocupar su lugar. No les dice que esta instrucción siempre dará como
resultado la conversión o el cambio de comportamiento de sus
esposos. Su consejo es que, si existe algo que pueda resolver su
problema, es el ejemplo que ellas sean para sus esposos; y que ese
ejemplo puede ser un desafío para que estos hombres ocupen el rol
que realmente les corresponde.
Capítulo 6
El eslabón del amor
La dimensión espiritual es el fundamento de la unidad que
Dios ha designado para un esposo y su esposa. La comunicación es
la herramienta con la cual una pareja casada puede cultivar y
mantener su unidad. La compatibilidad es la evidencia de su
unidad. El amor es la mayor fuerza dinámica de la unidad que Dios
tenía en mente cuando declaró que los dos deben ser una sola carne.
Una buena pregunta para que se formule la pareja antes de
entrar en el matrimonio es: “Cuando ustedes se dicen ‘Te amo’,
¿qué quieren decir?”. ¿Quieren decir: “Yo tengo esta necesidad y tú
puedes satisfacerla mejor que nadie que yo haya conocido”?
Cuando dicen “te amo”, ¿están diciendo, en realidad: “Te
necesito”? Si esta es su interpretación del concepto del amor, no
tienen una perspectiva bíblica sobre el significado de la palabra
“amor”.
Cuando usted dice “te amo”, ¿quiere decir: “Tu bienestar es
tan importante para mí como mi propio bienestar”? Eso es mejor,
pero tampoco llega a definir el amor bíblico, el amor de Cristo.
El problema mayor en el matrimonio es el egoísmo. Por el
contrario, la mayor fuerza dinámica del matrimonio es la falta de
egoísmo, el estar centrado en el otro, la capacidad de poner a la otra
persona en el centro y pensar cómo podemos satisfacer sus
necesidades. Cuando descubrimos la definición bíblica del amor,
21. 21
veremos que el amor como el de Cristo es la fuerza más dinámica
en el matrimonio, porque el amor de Cristo hace posible que
seamos verdaderamente desinteresados.
Jesús dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos
20:35). Cuando se aplica esa enseñanza de Jesús, se produce una
revolución en el matrimonio. Muchas personas llegan al
matrimonio pensando en recibir. Tratan de tomar el uno del otro
para satisfacer sus propias necesidades. Si ambos quieren recibir y
ninguno quiere dar, ninguno recibe nada. Pero ¡cómo cambian las
cosas cuando ambos comprenden que es más bienaventurado dar
que recibir!
Si no han aprendido a poner a otra persona en el centro, no
tengan hijos. Así como el compromiso de casarse debe estar basado
en la guía de Dios, los matrimonios devotos no deberían tener
descendencia hasta que Dios los motive a traer hijos a su
matrimonio y a este mundo. Tener hijos es el acto más
desinteresado que puede realizar una pareja. Durante los veinte o
veinticinco años que crían a sus hijos, deben dar, dar y dar, sin
recibir nada a cambio. Si son buenos padres, cuando los hijos dejen
el hogar, se casarán y también serán generosos con sus propios
hijos. Es una decisión que requiere gran desinterés.
Soy de una especie que posiblemente esté en extinción en
este tiempo. Tuve la bendición de tener una madre devota que creía
en el modelo de Dios para el matrimonio y la familia. Mi piadosa
madre tuvo once hijos. Un día le pregunté: “Si tuvieras que volver a
vivir, ¿volverías a tenernos a todos tus hijos?”. Ella contestó: “Sí, lo
haría, pero antes tomaría la decisión de renunciar a tener una vida
propia”. Quizá a usted le suene extraño que mi madre decidiera no
tener una “vida propia”.
Uno de los absolutos para el adulto joven del siglo XXI es
su derecho a “hacer su propia vida” y vivirla a su gusto. Es por eso
que a muchas mujeres las ofende la idea de que deben completar a
un hombre. A los hombres también los ofende la idea de que deben
amar a sus esposas y entregarse a ellas como Cristo amó a la Iglesia
y se entregó por ella. ¿Cómo puede uno hacer su propia vida y al
mismo tiempo entregarse a su esposa y su familia? La respuesta es
que no se puede.
Algunos dijeron de Cristo: “A otros salvó, a sí mismo no se
puede salvar” (Mateo 27:42). Para amar con el amor de Cristo,
debemos sacrificar nuestra vida por aquellos que amamos. Mi
madre amó a su esposo y a sus hijos con el amor de Cristo. Por eso
no tuvo vida propia. ¡Pero fue feliz! Estuvo casada durante mucho
tiempo, y nunca leyó un solo libro sobre el matrimonio. Solo leía la
Biblia. Y era una esposa y madre feliz, porque encontró la dinámica
de su matrimonio en su Biblia.
El “estilo de amor” que ella decidió vivir contradice la
actitud de la generación del “yo”. También la contradice esta
afirmación de Jesús: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno
ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13). O esta enseñanza del
Señor: “Todo aquel que quiera salvar su vida, la perderá” (Lucas
9:24). Un misionero que fue martirizado por su fe escribió: “No es
necio quien entrega lo que no puede conservar para ganar lo que no
puede perder”. Sacrificar deliberadamente nuestra vida por otra
persona es el mayor amor que pueda existir. Esa es precisamente la
clase de amor que vemos en la definición del rol de un hombre y
una mujer que se unen en el matrimonio cuyo modelo se presenta
en la Biblia.
Yo llamo a esta cualidad del amor “la dinámica de la
unidad”. Resumiendo: La relación espiritual que el matrimonio
tiene con Cristo, individualmente y juntos, es el fundamento de la
unidad; la comunicación es la herramienta que conserva la unidad;
la compatibilidad es la evidencia de la unidad, y el amor es la
fuerza dinámica que moviliza esa unidad.
Entonces, ¿qué es el amor?
“¿Qué quiere decir usted cuando le dice a ella: ‘Te amo’?”.
Al formularles esta pregunta a diversos hombres, me ha
sorprendido cómo les cuesta encontrar las palabras justas, o no
pueden explicar lo que ellos creen que es el amor. La verdad es que
cuando nos casamos jóvenes, quizá no sepamos nada del amor.
Cuando un hombre joven le dice: “Te amo” a una atractiva y joven
mujer, probablemente, lo que le está diciendo en realidad es: “Yo
me amo a mí mismo, y a ti te deseo”. Si eso es lo único que el
hombre quiere decir cuando le dice “te amo” a su esposa, ella se
22. 22
sentirá muy insegura, porque más adelante quizá él encuentre
alguien que satisfaga mejor su necesidad.
El capítulo del amor en la Biblia
Quisiera compartirle lo que yo creo que es la más grande
afirmación jamás escrita sobre el amor de Dios y de Cristo. Está
escrita en el capítulo 13 de 1 Corintios, un pasaje que usted
probablemente conoce bien. Cuando Pablo escribió estas inspiradas
palabras a los corintios, el amor no era su tema principal. En
realidad, estaba escribiendo acerca de los dones espirituales, y fue
para poner los dones espirituales en perspectiva que escribió este
inspirado capítulo acerca del amor.
Comparación del amor
“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo
amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.Y
si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia,
y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no
tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de
comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y
no tengo amor, de nada me sirve” (1-3).
En los primeros tres versículos de este gran capítulo, Pablo
dice que el amor es incomparable e irremplazable. Básicamente,
Pablo dice: “Nada de lo que yo tengo, nada de lo que soy, nada de
lo que puedo llegar a ser, tener o hacer puede ocupar el lugar del
amor en mi vida”. En su época, los que vivían dentro de la cultura
griega de los corintios eran famosos por su elocuente oratoria y su
énfasis en las búsquedas intelectuales, especialmente la filosofía.
Los creyentes de Corinto también valoraban en gran manera los
dones espirituales, especialmente el don de lenguas. Por eso Pablo
compara al amor con la elocuencia, con las lenguas angelicales, y
con tener todo el conocimiento, para dar prioridad al incomparable
e irremplazable amor sobre el cual escribe.
Después Pablo menciona el don de profecía, al que llamará
más adelante el más grande de los dones espirituales (1 Corintios
14). También compara el amor con la fe y concluye el capítulo
diciendo que la fe es uno de los tres valores eternos más
importantes. Pablo fue el misionero más importante que haya
tenido jamás la Iglesia, por lo cual entendemos la gran importancia
que adjudica a la fe. Sin embargo, él escribe que, si tenemos fe sin
amor, no somos nada. Al comparar el amor con esos valores que los
corintios estimaban tanto, Pablo llega a la conclusión: “Ninguno de
ellos puede remplazar al amor en nuestra vida, por lo que el amor
significa”.
El contraste del amor (8-13)
“El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán,
y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte
conocemos, y en parte profetizamos;mas cuando venga lo perfecto,
entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba
como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya
fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo,
oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en
parte; pero entonces conoceré como fui conocido. Y ahora
permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor
de ellos es el amor” (vv. 8-13).
Al final de este capítulo, Pablo resume sus comparaciones
del amor cuando comparte con nosotros que hay tres cosas que
realmente permanecen, que son valores eternos: la esperanza, la fe
y el amor. Pero concluye que el más grande de estos valores eternos
es el amor. La esperanza es un valor duradero, porque nos lleva a la
fe. Un día nuestra esperanza, es decir, la convicción de que hay
algo bueno en esta vida, recibe contenido cuando nos lleva a la fe
(Hebreos 11:1). La fe es uno de los valores duraderos, porque nos
lleva a Dios. Pero cuando descubrimos el amor, no hemos
descubierto algo que nos lleva a algo que nos lleva a Dios. Hemos
descubierto a Dios, porque hay una cualidad del amor que es Dios.
Por eso el amor es irremplazable e incomparable. Dios es amor (1
Juan 4.16).
Las virtudes del amor (4-7)
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el
amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no
busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la
23. 23
injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta” (vv. 4-7).
En su clásico devocional, titulado The Greatest Thing in the
World (La cosa más grande del mundo), Henry Drummond
escribió, acerca de los versículos 4 al 7: “En estos versículos, el
Espíritu Santo pasa el concepto del amor divino a través del prisma
del inspirado intelecto de Pablo, y lo hace aparecer del otro lado
como un racimo de virtudes”. En estos cuatro versículos de 1
Corintios se detallan quince virtudes. Si las examinamos, estaremos
examinando la “estructura” del amor divino, un análisis de la
naturaleza misma de Dios, dado que se nos dice que Dios es amor
(1 Juan 4:16).
Es muy difícil definir a Dios, o el amor que es Dios. Con
gran sabiduría, e inspirado por el Espíritu Santo, Pablo nos dice
cómo se comporta el amor divino. Básicamente, está diciendo: “Si
ustedes tienen este amor acerca del cual escribo, se relacionarán
con las personas que se cruzan en su vida de esta manera”. En otra
inspirada carta, Pablo nos dice que esta cualidad del amor es el
fruto, la evidencia, o la prueba de que el Espíritu Santo vive en
nosotros (Gálatas 5:22). En estos cuatro versículos ubicados en el
corazón del capítulo sobre el amor, Pablo hace un estudio espiritual
“microscópico” del amor.
Quisiera desafiarlo a hacer lo siguiente. Estudie
cuidadosamente estas quince virtudes que reflejan el amor divino.
Al hacerlo, ponga a su cónyuge, a sus hijos, y a los demás, en el
centro de cada una de estas virtudes que expresan el fruto del
Espíritu que brota de su vida. La gente tiene una extraña habilidad
para dar vuelta este pasaje y pensar: “Así es como mi cónyuge y los
demás creyentes deberían amarme”. No; Pablo nos está diciendo:
“Así es como tú debes amar a tu cónyuge y a los demás”.
Hace años, cuando nuestra hija mayor tenía dos años, la
observé secretamente mientras estaba en la guardería de nuestra
iglesia. Me sorprendió cuando tomó un juguete de plástico de la
mano de un bebé y le dijo: “Jesús dijo que debemos compartir, así
que ¡dame eso!”. Estaba claro que no había comprendido aún el
verdadero significado del amor que Pablo nos presenta en este
capítulo. Los adultos solemos hacer lo mismo, solo que de forma
más disimulada. Cuando estudiamos este pasaje sobre el amor,
muchos decimos: “¡Así debería amarme mi cónyuge!”. Al estudiar
estas virtudes del amor, no piense cómo se supone que debe amarlo
su cónyuge. Pregúntese: “¿Estoy amando yo así a mi cónyuge?”.
Ahora veamos estas virtudes una por una:
El amor “es sufrido”. La palabra griega que Pablo utiliza
aquí significa que el amor es misericordioso. Nunca busca
venganza. El amor no “busca revancha”, aunque tenga el derecho y
la oportunidad de hacerlo.
El amor “no tiene envidia”. Un sinónimo de la palabra
griega que Pablo usó aquí sería la palabra “generoso”. Esto se
refiere al compromiso desinteresado de una persona para con otra:
un altruismo santificado. ¿Está usted comprometido por completo a
dar desinteresadamente su tiempo, su energía y todo lo que sea
necesario para que todas las necesidades y deseos de su cónyuge
sean satisfechas? Eso es lo que significa “no tiene envidia” en el
idioma original.
El amor “no es jactancioso, no se envanece”. Esta es la
traducción de una palabra griega que significa que quien ama de
esta manera no hace alarde. No necesita impresionar a otras
personas. No tiene ideas exageradas acerca de su propia
importancia, porque este amor lo hace humilde. Es exactamente lo
contrario de los orgullosos y arrogantes de este mundo.
Las dos dimensiones del amor divino
Todas estas virtudes tienen una dimensión exterior y una
dimensión interior. El amor se comporta exteriormente de esta
forma, porque hay una realidad interna que produce la expresión
externa del amor. Lo vemos en el versículo 5: el amor “no hace
nada indebido”. En lo externo, el amor no se comporta en forma
indebida. Se comporta en forma amable, cortés, educada, porque,
en su interior, “no busca lo suyo”. Gracias a esa misma realidad
interior, “no se irrita” (v. 5). No es “quisquilloso”, no se “pone
nervioso”, porque no trabaja para que se cumplan sus propios
planes, ni insiste en hacer las cosas a su manera. Es difícil hacer
enfadar a una persona que ama y está centrada en los demás. Esa es
la expresión exterior del hecho de que, en su interior, esa persona
24. 24
no está consumida por el egoísmo, el egocentrismo, el orgullo y la
actitud del que quiere siempre que las cosas se hagan a su manera o
nada.
El amor “no guarda rencor”. Esta es la traducción de una
palabra que Pablo utiliza para implicar que el amor no registra cada
falla ni hace una lista de las ofensas cometidas por el objeto de su
amor. ¿Lleva usted un registro de cada ofensa cometida por su
cónyuge? Si es así, esto no proviene del amor de Cristo en su
corazón. La razón por la que este amor no hace una lista de ofensas
en lo externo, es que internamente “no se goza de la injusticia”, lo
cual significa que quien ama con el amor de Cristo no se complace
cuando el objeto del amor falla. Si el objeto de su amor falla, el que
ama sufre, porque no desea que falle. En su interior, esa persona se
regocija cuando el objeto de su amor tiene éxito. Eso es lo que
significa “se goza en la verdad”. El hecho de que una persona se
complazca cuando la verdad prevalece en la vida del objeto de su
amor es una expresión del amor de Cristo.
El versículo 7 dice que el amor “todo lo sufre, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta”. Cuando el objeto del amor falla, el
que ama guarda silencio. Eso significa “todo lo sufre”. El amor
tiene fe para ver y creer en el potencial del objeto de su amor. ¡Esto
les hace tanto bien a las personas!
Cuando yo era adolescente, y aparentemente no tenía gran
potencial, mi pastor hizo esto por mí, y significó mucho para mi
vida. Él solía decirme: “Creo en lo que llegarás a ser”. En ese
momento yo no creía en mí mismo, y tampoco conocía a nadie más
que lo hiciera. Que él creyera en mí fue muy importante. Al
principio, pensé que él estaba bromeando, pero no era así.
Realmente creía en mí. Él “todo lo creía”.
Dado que tiene la fe de ver el potencial en el otro, el amor
“todo lo espera”, lo cual significa que espera gozosamente el
cumplimiento de lo que ve y cree. Y mientras cree y espera el
cumplimiento de lo que ve en el objeto de su amor, todo lo soporta.
Puede tolerar cualquier cosa. La palabra griega que se utiliza en el
original significa ‘perseverar mientras cree y espera’. Todo esto se
expresa en lo exterior, porque interiormente el amor tiene esa
confianza santificada. Su confianza no está en el objeto de su amor
tanto como en lo que cree que Cristo puede hacer en, con y a través
del objeto de su amor.
Finalmente, Pablo nos asegura que el amor “nunca deja de
ser”. Nosotros dejamos de amar, pero el amor nunca deja de ser. El
que ama sabe que el amor que entrega nunca pierde poder, ni deja
de influir, en última instancia, sobre el objeto de su amor. En otras
palabras, el amante dice al amado: “Nada que tú hagas o digas
jamás puede hacer que deje de amarte, porque te amo con el amor
de Cristo, y ese amor es fuerte; todo lo soporta”.
A la luz de estas quince virtudes, mire a su cónyuge y
pregúntese: “Cuando digo que lo (o la) amo, ¿qué quiero decir?”. Si
el Espíritu Santo está en usted, tendrá la capacidad de amar a su
cónyuge con este racimo de virtudes. Esta es la dinámica que Dios
diseñó para impulsar la unidad de dos personas que conforman el
matrimonio que Dios tenía en su corazón cuando hizo a Adán varón
y mujer. Sin esta dinámica, su unidad es solo un fragmento del
espíritu de la ley del matrimonio y la familia. Pero si, por la gracia
de Dios, ustedes tienen esta dinámica, ese amor puede hacer que su
unidad sea todo lo que Dios quiso que fuera.