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1 
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO SEIS 
MATRIMONIO Y FAMILIA 
(Primera parte)
2 
Capítulo 1 
La ley del matrimonio y la familia 
Hace muchos años, en Estados Unidos, un hombre estaba 
teniendo problemas mecánicos con su auto, que era muy viejo, así 
que tuvo que detenerse a un costado del camino. Un hombre bien 
vestido, que pasaba en un auto nuevo y muy caro, se detuvo para 
ayudarlo. Salió de su auto y abrió la capota del auto roto, que era 
un Ford, un auto muy popular en Estados Unidos. El hombre 
comenzó a trabajar en el motor y pronto logró arreglarlo. El dueño 
del Ford le preguntó: “¿Cómo es que usted sabe tanto de este 
auto?” El otro le respondió: “Yo soy Henry Ford. Yo diseñé este 
auto y soy el dueño de la empresa que lo fabrica”. 
Así como es de esperar que Henry Ford pueda arreglar uno de 
los autos que él creó, podemos esperar que Dios pueda decirnos 
cómo arreglar un matrimonio, porque Él lo creó. Esta presentación 
de los principios del matrimonio y la familia está basada en la 
Biblia. Parte de la base de que, dado que Dios creó el matrimonio y 
la familia, Él puede decirnos cómo arreglar un matrimonio 
destruido. Dios también puede decirnos qué es el matrimonio, el 
propósito del matrimonio y cuál es su plan para el matrimonio y la 
familia. 
¿Qué enseñó Jesús acerca del matrimonio y la familia? 
Nosotros, que somos discípulos de Jesucristo, siempre 
deberíamos comenzar cada estudio preguntándonos: “¿Qué enseñó 
Jesús sobre este tema?”. Cuando los fariseos le preguntaron sobre 
el matrimonio y el divorcio, Jesús respondió con otra pregunta: 
“¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra 
los hizo?” (Mateo 19:4). Básicamente, Jesús estaba diciendo: “Si 
quieren comprender el matrimonio, tienen que volver al principio y 
estudiar cómo Dios quiso que fuera el matrimonio”. 
El plan de Dios para el matrimonio 
“En el principio [...] dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra 
imagen, conforme a nuestra semejanza; [...]. Y creó Dios al hombre 
a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó. 
Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la 
tierra, y sojuzgadla” (Génesis 1:1, 26–28). 
A lo largo de todo el relato de la creación, Dios mira lo que ha 
creado y dice: “Es bueno”. Pero cuando llegamos al capítulo 2, 
encontramos que Dios dice: “No es bueno”. ¿Qué es lo que no era 
bueno? Que el hombre estuviera solo. “Entonces Jehová Dios hizo 
caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una 
de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que 
Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. 
Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de 
mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. 
Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su 
mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:21–24). 
Dios vio que el hombre, solo, estaba incompleto. La redacción 
del texto hebreo original sugiere algo así como: “Voy a hacer a 
alguien que lo complete”. Esto es lo que significa la expresión 
“ayuda idónea” en hebreo: la persona que completa. Desde el 
comienzo, Dios nos dio definiciones de roles para el matrimonio y 
la familia. Un hombre está incompleto sin una mujer. La mujer fue 
diseñada para completar al hombre. 
El relato de la creación se repite en el capítulo 2 y, por tercera 
vez, se presenta en Génesis 5:1–2, donde se hace énfasis en que 
Dios creó al hombre como varón y mujer. No olvide que, en 
Génesis 5, Dios no los llama “los Adanes”, sino “Adán”. Dado que 
el nombre “Adán” significa ‘hombre’, esto nos enseña, sutilmente, 
que el hombre y la mujer que se unen en santo matrimonio son un 
hombre completo. Es otra manera de decir que los dos fueron 
creados para ser uno. 
Personas, pareja y padres 
Lo que vemos hasta ahora en la Biblia es una ley de la vida. 
Podríamos llamarla “la ley del matrimonio y la familia”. Para que 
este plan funcione, Dios debe contar con un padre y una madre 
adecuados. Para que los padres sean adecuados, tienen que tener 
una relación de pareja adecuada. Para tener esta relación, tienen 
que ser personas adecuadas.
3 
La relación que Dios ideó cuando creó a Adán y Eva no era 
la de dos parásitos que tratan de absorber cada uno la vida del otro. 
Tampoco se trata de la relación entre una persona y un parásito, en 
la que uno le absorbe la vida al otro. El plan era (y es) que sean dos 
personas plenas que construyan mutuamente la vida del otro y 
construyan una vida juntos, como Dios lo quiso cuando creó al 
hombre y a la mujer. El principio sigue siendo tan válido hoy como 
lo fue en la creación. 
Pero este plan está sufriendo serios ataques en la actualidad. 
Por ejemplo, el plan aceptado para la relación entre un hombre y 
una mujer en la actualidad dice que la mujer tiene que demostrar 
que es igual al hombre, haciendo todo lo que el hombre hace. La 
teoría es que si ella no tiene el mismo rol y la misma función que el 
hombre, no tiene el mismo valor que él. 
Los machistas proclaman la superioridad de los hombres, 
mientras que las feministas proclaman la supremacía de las 
mujeres, como si la relación entre hombres y mujeres fuera de “uno 
u otro”. Según el modelo bíblico, la relación hombre-mujer es de 
“uno y otro”, una relación de unidad. Si estas dos personas fueran 
exactamente iguales, una de ellas sería innecesaria. Dios, 
deliberadamente, nos creó singularmente hombres, por un lado, y 
singularmente mujeres, por otro, porque cada uno complementa al 
otro. La cultura está decidida a minimizar las diferencias entre los 
sexos haciendo que el rol y la función del hombre sean 
exactamente los mismos que los de la mujer. Pero existe una 
hermosa diversidad y un maravilloso propósito en la forma en que 
Dios creó al ser humano como varón y mujer. 
Una forma de ilustrar esta ley básica del matrimonio y la 
familia es imaginar una pirámide dividida en tercios. En la parte de 
la base escriba “personas”; en la parte media escriba “pareja”; y, en 
la punta, escriba “padres”. 
No se puede comenzar a construir una pirámide a partir del 
tercio superior. De la misma manera, no es el plan de Dios 
comenzar a construir un hogar con dos padres adecuados, si ellos 
no conforman una pareja ordenada por Él. Además, no es el plan de 
Dios que exista la parte del medio de la pirámide sin la base. El 
fundamento que hace que esas dos personas formen una buena 
pareja es que sean dos personas adecuadas. La base de la pirámide 
es fundamental. De la misma manera, la parte vital de un 
matrimonio son las dos personas que lo conforman. 
Por dónde comenzar 
Hay cuatro áreas problemáticas en todo matrimonio. En un 
matrimonio entre Juan y María, el primer problema es Juan. El 
segundo problema es María. El tercer problema es Juan y María 
con todos sus problemas de compatibilidades. Los hijos de Juan y 
María son el cuarto problema de este matrimonio. 
Si Juan tiene cincuenta problemas, y María tiene cincuenta 
problemas, entonces su matrimonio tiene cien problemas, aun antes 
de enfrentar todos los problemas que tienen como Juan y María. Si 
Juan decide trabajar por su matrimonio, debe comenzar por el 
problema número uno: él mismo. María debería comenzar por el 
problema número dos: ella misma. Si usted no es capaz de 
reconocer o aceptar el hecho de que es parte del problema, ningún 
consejero matrimonial en todo el mundo podrá ayudar a su 
matrimonio. Pero si usted resuelve los problemas que hay en su 
vida, habrá solucionado muchos de los problemas de la pareja. 
Quisiera compartirle un relato que ilustra precisamente esto. 
Un hombre fue a ver a su psiquiatra con una hoja de lechuga y tres 
huevos en la cabeza y una feta de tocino en cada oreja. El médico 
le dijo que pasara y se sentara. El hombre se sentó, con mucho 
cuidado, para que los huevos no se le cayeran de la cabeza. El 
médico le dijo: “¿Quiere hablarme de algo?”. Y el hombre 
respondió: “Sí, doctor, quiero hablarle de mi hermano. Ese 
muchacho realmente tiene problemas”. 
Los pastores y los consejeros matrimoniales encuentran 
gente así todos los días: personas que no reconocen la posibilidad 
de que ellas mismas sean parte del problema. Como dijo Jesús: 
Padres 
Pareja 
Personas
4 
“Tienen una viga en su propio ojo, y andan por ahí buscando la 
paja en los ojos de los demás” (Mateo 7:3, parafraseado). Las 
personas hipercríticas son expertas en detectar los problemas que 
tienen todos los demás, especialmente en sus propios hogares y 
matrimonios. Ellas les echan la culpa a todos los demás y nunca se 
les ocurre que pueden ser parte del problema, aunque para todos los 
demás sea evidente que son la parte más grande del problema. 
El mejor aconsejamiento matrimonial del mundo se 
encuentra en la Biblia. En este fascículo veremos algunos de los 
consejos que ella ofrece. Al hacerlo, descubriremos algunas pautas 
y principios. Una de estas pautas es: Cada vez que la Biblia habla 
de un matrimonio, separa a los cónyuges como personas. Le habla 
al hombre de su rol. Le dice cuáles son sus responsabilidades. 
Cuando habla a la mujer, la Biblia le indica cuáles son sus 
responsabilidades en el matrimonio. 
Por ejemplo: 1 Pedro 3 comienza hablándoles a las mujeres, 
particularmente a aquellas cuyos esposos no obedecen a la Palabra. 
Durante los siguientes seis versículos, Pedro no dice nada a los 
esposos o acerca de ellos. Más bien, instruye a las esposas en 
diversos asuntos, incluyendo la pureza, la forma de vestir y la 
sumisión. Le está diciendo a la esposa que comience por el 
segundo problema. La mujer debe pedir a Dios que haga de ella 
todo lo que Él desea que sea y lo que desea que haga en su 
matrimonio. 
Después, Pedro habla a los esposos sobre el primer 
problema. La Biblia siempre trata los problemas en forma realista y 
práctica. Incluso les habla a los hijos de sus roles y 
responsabilidades hacia sus padres. Y es realista al hacerlo, ya que 
la única persona por la que usted puede hacer algo es aquella por la 
que es responsable: usted mismo. 
A algunas personas casadas les lleva mucho tiempo 
aprenderlo, pero al final, usted lo aprenderá y dirá: “No puedo 
hacer nada con respecto a mi cónyuge”. En realidad, no puede. 
Usted no tendrá que responder por su cónyuge delante de Dios en 
el juicio. No será responsable de dar cuenta de él o ella. En cambio, 
deberá dar cuenta de aquella persona por la que es responsable: 
deberá responder por usted mismo. Lo mejor será que comience a 
hacerse responsable ahora por la única persona de su matrimonio 
que puede controlar. 
En las sesiones de aconsejamiento con matrimonios, hay 
muchas ocasiones en que un pastor no puede reunirse con el esposo 
y la esposa juntos, porque esto implicaría actuar como árbitro en 
sus peleas. Lo mejor es reunirse con cada uno por separado. 
Después de ayudar a cada persona a solucionar sus problemas, 
puede pasar a los temas de compatibilidad y relación. Si cada una 
de estas personas no es creyente y tiene una relación personal con 
Jesucristo, la prioridad, para el pastor, es llevar al esposo o la 
esposa a la salvación y a tener una relación con Dios a través de 
Cristo. El aconsejamiento matrimonial puede ser una herramienta 
evangelística muy fructífera para un consejero espiritual o un 
pastor. 
Un pastor le dijo una vez a un hombre: “El matrimonio no 
es una relación de 50/50; ni siquiera es dos personas 100% para el 
otro. Se trata de dos personas 100% para Dios”. El hombre fue a su 
casa y le dijo a su esposa: “El pastor dijo que el matrimonio es de 
100 contra nada; yo soy el 100 y tú, nada”. A algunos les cuesta 
reconocer la dura realidad de que las “personas” son la parte 
fundamental de la pirámide. Allí es donde comienzan los 
problemas maritales y donde debe comenzar la solución para esos 
problemas. Cuando aceptan esa realidad, deben comprender que la 
persona con quien deben comenzar es aquella acerca de la cual 
pueden hacer algo, es decir, ellos mismos. 
Lo que el matrimonio significa para Dios 
Si usted llega a este estudio sobre el matrimonio y la familia 
preguntándose: “¿En qué me beneficia esto?”, la respuesta es que 
puede beneficiarlo mucho. Después de la salvación, un hogar feliz 
es lo más maravilloso del mundo. Pero si realmente quiere tener 
una perspectiva bíblica de este estudio sobre el matrimonio y la 
familia, debería preguntarse: “¿En qué beneficia esto a Dios? ¿Qué 
significa el matrimonio para Él? ¿Por qué lo instituyó? ¿Por qué 
creó a los seres humanos como hombres y mujeres?”. La respuesta 
es que Dios quería poblar la tierra con buenas personas.
5 
El Salmo 128 es una de las mayores y más elocuentes 
expresiones de este plan divino. “Bienaventurado todo aquel que 
teme a Jehová, que anda en sus caminos. Cuando comieres el 
trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien” (vv.1-2). 
Muchas personas quisieran transformar el comienzo de este Salmo 
y poner un punto después de la segunda palabra: “Bienaventurados 
todos”. Hoy, muchas personas predican el universalismo, que dice, 
en parte, que dado que Dios es un Dios de amor, todos somos 
bienaventurados. Pero la Biblia no enseña eso. Este es uno de los 
Salmos que habla del “hombre bienaventurado”, uno de los temas 
del Libro de los Salmos. Estos Salmos enseñan que las bendiciones 
que disfruta el hombre bienaventurado no son producto de la 
coincidencia o el azar. Son consecuencia de tener fe en Dios y 
obedecerle. 
El énfasis de este Salmo sobre el “hombre bienaventurado” 
es mostrarnos cómo Dios lo usa, cómo él encaja en el plan total de 
Dios. El salmista continúa: “Tu mujer será como vid que lleva fruto 
a los lados de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de 
tu mesa. [...] Bendígate Jehová desde Sion, y veas el bien de 
Jerusalén todos los días de tu vida, y veas a los hijos de tus hijos” 
(vv. 3,5-6). 
Este es un ejemplo de la forma en que Dios obra en el 
mundo: a través de la ley del matrimonio y la familia. Dios 
encuentra a un hombre que cree en Él y sigue sus caminos, y lo 
bendice. Cuando lleva a una mujer a la vida de ese hombre y lo 
completa, hace de ese hombre un padre. Entonces, estas dos 
personas, que se convierten en una pareja, producen una familia. 
Los hijos permanecen con ellos unos veinte años, durante los 
cuales son criados y preparados para enfrentar la vida. Esta unidad, 
la familia, se convierte en parte de Sion (la comunidad espiritual 
del Antiguo Testamento), para hacer impacto en su ciudad 
(Jerusalén), su nación (Israel) y, finalmente, el mundo. 
En el Antiguo Testamento, la palabra “Sion” es equivalente 
al concepto de Iglesia en el Nuevo Testamento. ¿Cómo obra Dios 
en el mundo? Los seguidores de Cristo generalmente piensan que 
trabaja principalmente a través de la Iglesia. Dios y Cristo trabajan 
a través de la Iglesia, pero ella está formada por unidades de 
familias. La unidad más básica del mundo es la familia. Dios usa a 
la familia para hacer impacto en Sion (la Iglesia). Cuando estas 
unidades familiares se reúnen en la comunidad espiritual, hacen 
impacto en la ciudad, en la nación y, finalmente, en el mundo. 
Ahora bien, si las cosas no andan bien en el mundo, si no andan 
bien en la nación, si no andan bien en la ciudad, ¿dónde 
encontraremos el problema, y dónde aplicaremos la solución? 
Debemos buscar y solucionar el problema donde Dios coloca a los 
solitarios: en las familias (Salmos 68:6). 
Hace años, una revista dedicó todo un número al problema 
de la delincuencia juvenil. Los expertos que escribieron los 
diversos artículos estudiaron diferentes posibilidades. ¿Sería culpa 
del gobierno? ¿Sería la falta de educación? ¿O el problema es la 
cultura? Algunos hasta cuestionaron a las iglesias, sinagogas y 
mezquitas; quizá estas instituciones no estaban haciendo lo que se 
suponía que debían hacer. Pero, finalmente, todos los sociólogos y 
jueces de tribunales de menores llegaron a la misma conclusión: el 
problema es la familia. 
La responsabilidad del hombre 
Según la ley bíblica del matrimonio y la familia, la 
responsabilidad comienza en el hombre. Al estudiar los problemas 
del matrimonio y la familia en la actualidad, creo que el mayor 
problema es el de los hombres que no aceptan la responsabilidad de 
ser lo que Dios desea que el varón sea como cabeza del hogar: el 
sacerdote espiritual de su familia. Según el Salmo 128, la bendición 
de Dios en este mundo comienza cuando el hombre cree en Dios y 
anda en sus caminos. Cuando un hombre confía en Dios y anda en 
sus caminos, Dios tiene un fundamento sobre el cual edificar su 
pirámide familiar, y puede poner en funcionamiento la ley del 
matrimonio y la familia, porque tiene un hombre bienaventurado. 
Dios puede, ahora, unir a este hombre bienaventurado con una 
mujer bienaventurada, para que tengan hijos bienaventurados. 
Ahora, Dios puede hacer impacto en un hogar, en una iglesia, en 
una ciudad, en un país, en el mundo. 
Todo comienza con un hombre bienaventurado.
6 
Pero el número sin precedentes de rupturas matrimoniales y 
familiares en la actualidad ha dejado a muchos adultos jóvenes sin 
modelos que seguir. Podría hablarles de una docena de hombres 
que me han pedido que yo fuera su padre, porque no lo tenían. Un 
hombre joven, de contextura grande y aspecto temible, que estaba 
casado hacía varios años, me dijo: “No quiero tener hijos hasta que 
sepa cómo ser un padre. ¿Quisieras ser mi padre por un tiempo?”. 
Hay parejas que me han dicho, en sesiones de consejería 
prematrimonial: “Estamos muy preocupados por el éxito de nuestro 
matrimonio. Muchos matrimonios terminan en divorcio, y nosotros 
no hemos visto nunca un buen matrimonio. Nuestros padres se 
separaron y nosotros ni siquiera sabemos cómo es un matrimonio 
cristiano y una familia cristiana. ¿Cómo podemos estar seguros de 
que podremos tener un matrimonio y una familia felices?”. 
Entonces, ¿cómo podemos construir y criar un hogar feliz? 
Salomón, el hombre más sabio que haya vivido jamás, usa una de 
sus palabras favoritas al escribir, en el Salmo 127: “Si Jehová no 
edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no 
guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Por demás es que os 
levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan 
de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño”. 
Estos dos versículos constituyen una autobiografía 
resumida, las palabras de sabiduría de Salomón en su lecho de 
muerte. Este breve Salmo es una versión abreviada de su gran 
sermón llamado “Eclesiastés”. Su palabra favorita, en ambos 
resúmenes de su historia con Dios, es “vano”. 
Salomón era el clásico epítome del adicto al trabajo, pero 
aquí reconoce que es posible trabajar en vano. Seguramente él se 
había preocupado por muchas cosas, pero aquí nos dice que es en 
vano que nos levantemos temprano, nos acostemos tarde y 
comamos pan de dolores. También nos dice que es posible edificar 
en vano. Salomón era un gran edificador. No sólo edificó un 
templo; construyó ciudades, parques y establos. Una vez construyó 
una flota de barcos simplemente para ir a saludar a una reina. Sus 
construcciones eran numerosísimas. 
Pero Salomón también nos dice que es posible preocuparse 
en vano, cuando nos preocupamos por cosas equivocadas. Es 
posible trabajar en vano, cuando trabajamos para las cosas 
equivocadas. Es posible construir en vano, cuando construimos 
cosas equivocadas. 
Después, Salomón pasa al tema de los hijos. ¿Qué tienen 
que ver sus comentarios anteriores con los hijos? Todo. Salomón 
comprendió que había edificado todo, excepto las vidas de sus 
hijos. Ahora, el sabio rey dice: “He aquí, herencia de Jehová son 
los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano 
del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. 
Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será 
avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta” (vv. 3– 
5). 
Este Salmo es una excelente aplicación negativa de la ley 
del matrimonio y la familia. Salomón está diciendo: “No hagas lo 
que yo hice, porque yo trabajé en vano, y edifiqué en vano, y me 
preocupé en vano. Lo único por lo que necesitas preocuparte, 
realmente, es por tus hijos”. Y concluye este Salmo con una 
profunda metáfora en la que nos dice que los padres son para los 
hijos como el arco a las flechas de un poderoso guerrero. El 
impulso y la dirección con que la flecha deja el arco dependen del 
impulso y la dirección que el arco le imprima. 
Nuestros hijos son las flechas, y nosotros, sus padres, 
somos el arco desde el cual nuestros hijos son lanzados al mundo. 
Cuando comprendemos el desafío que esto implica para nosotros 
como padres, debemos volver a los dos primeros versículos y 
recordar que no podemos construir una familia a menos que sea el 
Señor quien la construya. 
Otra hermosa metáfora ilustra esta verdad de que nosotros 
no podemos construir un matrimonio y una familia, pero Dios, sí. 
Él da a su amado el sueño, según Salomón. Mientras estamos 
despiertos y tratamos de ayudar a Dios a poner energía en nuestro 
cuerpo, Dios no puede restaurarnos físicamente. Pero cuando 
estamos en un estado pasivo y vamos a dormir, Dios puede entrar 
en actividad y restaurar nuestros cuerpos, mentes, emociones y 
espíritus cansados.
7 
Un matrimonio de calidad 
Como lo ilustra nuestra pirámide, la buena calidad de los 
padres es consecuencia de que éstos sean personas temerosas de 
Dios que han entrado en una relación de pareja ordenada por Él. 
Para que el matrimonio se mantenga fuerte -y para que, por lo 
tanto, los padres críen bien a sus hijos- Dios debe estar en el centro 
de la relación matrimonial. No podemos cumplir eficazmente 
nuestros roles como esposos o padres a menos que Dios nos ayude. 
Esto se ve claramente en Mateo 19, donde le preguntan a 
Jesús sobre el matrimonio y el divorcio. Jesús reconoce que Moisés 
permitió el divorcio, pero eso era para proteger a las mujeres cuyos 
esposos las echaban a la calle. En esa época, las mujeres no tenían 
derechos. No tenían posibilidad de reclamar justicia. Así que, por 
compasión por estas mujeres, Moisés dio a los israelitas el decreto 
del divorcio; pero esa jamás fue la intención de Dios, según dijo 
Jesús. La intención de Dios en el principio fue que no existiera el 
divorcio. 
Entonces, uno de los discípulos -imagino que fue Pedro-dijo: 
“Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene 
casarse” (Mateo 19:10). 
Jesús respondió: “No todos son capaces de recibir esto, sino 
aquellos a quienes es dado” (v. 11), queriendo decir que solo 
aquellos a quienes el Espíritu Santo ilumina pueden comprender y 
aplicar esta enseñanza. Sin la ayuda de Dios, quiso decir Jesús, es 
imposible ser un buen cónyuge. 
Salomón y Jesús nos están diciendo que, sin Dios, es 
imposible construir nuestro hogar. Sin Él, trabajamos en vano. No 
podemos ser padres adecuados sin la ayuda de Dios. No podemos 
ser cónyuges adecuados sin la ayuda de Dios. La Biblia nos enseña 
que no podemos ser personas adecuadas sin la ayuda de Dios. Lo 
que es nacido de la carne es simplemente carne, dice Jesús (Juan 
3:6). La carne es la naturaleza humana que funciona sin la ayuda de 
Dios. Jesús dijo también que, sin Él, nada podemos hacer (Juan 
15:5). 
Si usted desea tener un matrimonio verdadero a los ojos de 
Dios, un matrimonio formado por Dios, un matrimonio que 
continúa unido por Dios, un matrimonio que cumple con los 
propósitos de Dios, haga esta oración: 
Oh amado Padre Celestial, bendice esta casa. 
Bendice nuestra casa con la luz de tu presencia. 
Con el amor de tu Espíritu, fortalece las relaciones 
que hacen que esta casa sea un hogar. 
Sánanos como personas, para que tengamos una 
relación sana 
Y seamos padres sabios y amorosos. 
Muéstranos cómo acceder a tu gracia todo el día, 
todos los días. 
Rogamos que todo lo que hagamos aquí sea hecho 
en Cristo, por Cristo, y para Cristo. 
Que la luz, la vida y el poder del Cristo vivo y 
resucitado nos capaciten y nos controlen 
para que seamos representantes de Cristo 
al salir, al entrar y, especialmente, 
al vivir juntos dentro de estas paredes. 
Haz de este hogar un símbolo de esperanza 
Que señale a Aquel 
Que creó este hogar en su Palabra, 
Que lo unió por medio de su Espíritu, 
Y lo mantiene unido por su gracia. 
En el nombre de Jesús, Padre, bendice nuestro 
hogar. Amén. 
Capítulo 2 
El matrimonio ante los ojos de Dios
8 
Hay un pasaje en los evangelios en el que encontramos una 
clara enseñanza de Jesús sobre el tema del matrimonio y el 
divorcio. Ya hemos mencionado este pasaje, pero debo regresar a 
él ahora, porque Jesús cita a Moisés y nos da las respuestas del 
Antiguo y del Nuevo Testamento para la pregunta: “¿Qué es el 
matrimonio ante los ojos de Dios?”. 
“Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y 
diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier 
causa? Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los 
hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el 
hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán 
una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por 
tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. 
“Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de 
divorcio, y repudiarla? El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón 
Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no 
fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo 
por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se 
casa con la repudiada, adultera. 
“Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del 
hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces él les dijo: No 
todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado” 
(Mateo 19:3-11). 
El matrimonio es una relación providencial 
La primera de las siete dimensiones de esta relación, como 
expliqué en el capítulo 1, es la dimensión providencial de la 
relación entre un hombre y una mujer. En el capítulo de la Biblia 
que relata la creación, vemos que el Creador une a un hombre y 
una mujer en una “unidad”. Jesús definió lo que es el matrimonio 
ante los ojos de Dios cuando declaró: “Por tanto, lo que Dios juntó, 
no lo separe el hombre”. Un matrimonio es un matrimonio ante los 
ojos de Dios cuando podemos decir que el Señor unió a un hombre 
y una mujer. Por lo tanto, la guía divina debe ser la base de nuestra 
decisión de contraer matrimonio. 
La relación es providencial, porque Dios creó esa relación 
cuando nos dio el plan para ella en su Palabra. Dios unió a esta 
pareja cuando los hizo ser una sola carne, y Jesús nos dice que solo 
Dios puede mantener juntos a este hombre y esta mujer. 
Dado que cada cónyuge trae sus propios problemas a la 
relación matrimonial, el desafío es vernos dentro del matrimonio; 
los roles, funciones y responsabilidades que se nos ordena asumir. 
Debemos ver la contribución que se espera que hagamos al 
matrimonio y reflexionar sobre si estamos haciendo tal 
contribución o no. De la misma manera, tenemos que aceptar 
nuestra responsabilidad por los problemas que traemos al 
matrimonio. 
El matrimonio es una relación permanente 
En la enseñanza de Jesús en Mateo 19 vemos que el 
matrimonio es, necesariamente, una relación permanente. ¿Por qué 
debe ser una relación permanente? La respuesta puede resumirse en 
una simple frase: los derechos de los niños. 
¿Recuerda usted la ilustración del matrimonio que Salomón 
nos da en el Salmo 127? Los padres son a los hijos como el arco es 
a la flecha. El impulso y la dirección con los cuales los hijos salen a 
la vida dependen del arco del que han sido lanzados. Ahora bien, si 
usted fuera el diablo y quisiera destruir a la familia, ¿qué haría? 
¿Acaso no cortaría la cuerda de ese arco? ¿No querría romper el 
arco? Eso es exactamente lo que está haciendo Satanás. Está 
trabajando para destruir las familias, cortando la cuerda del arco. 
La ley de la vida que Dios ideó para el matrimonio y la 
familia es una de las más antiguas y mejores leyes divinas de la 
Biblia, porque crea un hogar que automáticamente brinda a los 
hijos unos veinte años de maduración antes de salir al mundo a 
enfrentar la vida. Ellos necesitan esa crianza y esa seguridad. Pero 
cuando cortamos la cuerda del arco, cuando un matrimonio se 
termina, les estamos robando a los hijos ese cuidado, esa seguridad, 
ese sentido de dirección que Dios tuvo en mente cuando escribió la 
ley del matrimonio y la familia en los dos primeros capítulos de la 
Biblia. Este es uno de los mayores problemas de niños y jóvenes en 
la actualidad. Un consejero de 78 años de edad que ha aconsejado a 
adolescentes toda la vida dijo: “Por primera vez en mi experiencia 
como consejero, la pregunta más importante que me están
9 
formulando los jóvenes es: ‘¿Cómo puedo hacer para que mis 
padres permanezcan juntos?’”. 
Por eso Jesús dijo que el matrimonio debe ser una relación 
permanente. Sus hijos tendrán la misma seguridad que tenga su 
matrimonio e, intuitivamente, lo saben. Si usted quiere ver una 
mirada de terror en los rostros de sus hijos, mírelos cuando se está 
peleando con su cónyuge. Cuando ellos ven pelear a sus padres, se 
sienten menos seguros. Por otro lado, si quiere verlos felices, sea 
afectuoso con su cónyuge -por ejemplo, dele un beso- delante de 
ellos. Quizá hagan bromas al respecto, pero no se deje engañar. ¡A 
sus hijos les encanta eso! Cuando ven expresiones de afecto y 
ternura, ven que su matrimonio anda bien, y eso los ayuda a 
sentirse seguros. 
Algunas veces, las personas llegan a la fe en Cristo cuando 
ya van por su segundo o tercer matrimonio. Cuando se entregan a 
Cristo, están en otro matrimonio y ya tienen hijos de parejas 
anteriores. ¿Cómo se aplica a estas personas la enseñanza de Jesús 
sobre el matrimonio y el divorcio? 
Jesús siempre pasó la ley de Dios por el prisma del amor de 
Dios antes de aplicarla a las vidas de las personas. La diferencia 
entre Él y los religiosos de su época era que Él nunca perdía de 
vista el hecho de que la ley de Dios había brotado del corazón de 
Dios, de su amor por el hombre. La intención de la ley de Dios, en 
la Biblia, es expresar el amor de Dios por el hombre. Dios desea 
que la pasemos lo mejor posible. Por eso nos dio su Santa Palabra. 
No estaba tratando de ver cuán infelices podía hacernos creando un 
montón de reglas. Él desea que seamos felices. Siempre hay un 
propósito para cada ley de Dios en la Biblia y, finalmente, todo se 
resume en el bienestar del hombre, porque Dios ama al hombre. 
Los fariseos, que formaban el establishment religioso, 
habían perdido de vista el espíritu de la ley. Les encantaba 
perseguir a las personas que habían tropezado y habían 
quebrantado aunque solo fuera una partecita de la ley. Pero Jesús 
nunca perdía de vista el propósito de su Padre cuando dio la ley a 
través de Moisés. Siempre se concentraba en el tema: “¿Por qué 
Dios dio esa ley? ¿En qué sentido esta ley expresa el amor de Dios 
y su interés por el hombre y su bienestar?”. 
El propósito de la ley del matrimonio y la familia, por 
ejemplo, es que podamos tener un hogar feliz, centrado en Cristo. 
Leemos en el relato de la creación que no es bueno que un ser 
humano esté solo, y eso motivó a Dios a poner a los solitarios en 
familias (Salmos 68:6). Él no desea que estemos solos. (Para mayor 
información sobre este tema, ver el capítulo 6 de este fascículo). 
El matrimonio es una relación exclusiva 
El matrimonio no solo es una relación providencial y 
permanente sino, según Jesús y Moisés, también debe ser, 
necesariamente, exclusiva. La unidad entre un hombre y una mujer 
es exclusiva en, al menos, dos sentidos. Moisés escribió: “Por esto 
el hombre dejará padre y madre...” Jesús estuvo de acuerdo con 
Moisés cuando dio su definitiva declaración sobre el matrimonio y 
el divorcio (Mateo 19:5). El matrimonio excluye a los padres de los 
cónyuges. Ahora bien, esto no significa que usted no pueda tener 
una buena relación con sus padres después de casado. Pero sí 
significa que ya no vivirá en la casa de ellos. Y si usted es mujer, 
su padre ya no es su cabeza en un sentido espiritual; ahora lo es su 
esposo. 
El matrimonio también es exclusivo en un sentido íntimo. 
Jesús dijo que el matrimonio es como un contrato entre un hombre 
y una mujer. Una de las condiciones en que se basa ese contrato es 
la exclusividad. Cuando se viola esta exclusividad, el contrato 
matrimonial puede ser considerado nulo. No necesariamente tiene 
que ser así, pero puede serlo. Dios no diseñó el matrimonio para 
que alguien viva con un cónyuge que no respeta la exclusividad de 
esa relación. Dios no le pide que haga eso. Si su cónyuge no vive 
esta relación con usted en exclusividad, entonces usted puede 
declarar anulado el contrato, según Jesús, porque el matrimonio es 
una relación exclusiva. 
Un día vino a verme un hombre que trabajaba en un hotel 
cerca del mar, no lejos de donde yo era pastor. Había conocido a 
una joven durante el verano y se enamoró profundamente de ella. 
Tuvieron una relación física, prematrimonial, muy fogosa, durante 
todo el verano. Cuando terminó el verano, ella regresó a la 
universidad, pero cada fin de semana que podía, volvía a visitarlo.
10 
Hasta que un fin de semana no fue a verlo. Lo llamó por teléfono y 
le dijo que ya no lo vería más. 
Ahora este hombre estaba sentado en mi oficina, llorando, 
literalmente, como si su corazón estuviera destrozado. Estaba 
destruido. Finalmente me dijo: “Sabe, una relación como esta, con 
sentimientos tan íntimos y profundos, debería tener cierta 
protección”. Entre sollozos, decía que no quería poner todos sus 
sentimientos en algo que no fuera seguro, algo que pudiera 
terminar simplemente con una nota debajo de la puerta o un 
llamado telefónico... o aun con la ausencia de una nota o un 
llamado. Ese hombre estaba en condiciones de escuchar que la 
relación matrimonial perfilada por Moisés y Jesús ordenaba que 
existiera precisamente la garantía que él tan elocuentemente estaba 
describiendo. 
Dios no quiere que usted esté inseguro en una relación tan 
íntima como es un matrimonio. Por eso Jesús y Moisés hicieron de 
la exclusividad una condición para el contrato matrimonial. 
Capítulo 3 
Los siete eslabones de la unidad 
Un devoto creyente africano esculpió en madera un 
hermoso símbolo que representa la relación que Dios tenía en 
mente cuando creó a la primera pareja y declaró que ellos dos eran 
“una sola carne”. Cuando este talentoso creyente hizo su obra, 
estaba ilustrando siete maneras en que un hombre y su esposa 
deben ser una carne. 
La hermosa escultura, hecha de un solo trozo de madera, 
representa a un hombre y una mujer que están unidos por una 
cadena de cinco eslabones dobles. Esta cadena que los une está, a 
su vez, unida a un eslabón que cada uno tiene sobre su cabeza. 
Cada uno de los cinco eslabones representa una dimensión de la 
unidad que Dios quiso que tuvieran el esposo y la esposa. Los 
eslabones que están sobre sus cabezas representan la relación 
espiritual que cada uno tiene con Dios. El hecho de que todos los 
demás eslabones están unidos a estos dos representa el hecho de 
que su relación espiritual es el fundamento de su unidad. 
El primer eslabón doble representa la comunicación, que es 
la herramienta que hace posible que ellos cultiven y mantengan su 
unidad. El siguiente eslabón es la compatibilidad, que es la 
evidencia de su unidad. El eslabón medio representa el amor, que 
es la dinámica de su unidad. A este le sigue el eslabón de la 
comprensión, que representa el crecimiento de su unidad. El último 
de estos eslabones dobles que los hace una sola carne es el sexo, 
que constituye la gozosa expresión de su unidad. El hecho de que 
todos estos eslabones sean dobles presenta la realidad de que todas 
estas dimensiones de la unidad son recíprocas, es decir, que 
implican un dar y recibir entre ambos. Cuando agregamos estos 
cinco eslabones a los que cada uno tiene en su cabeza, tenemos los 
siete eslabones de la unidad. 
Nuestros programas radiales sobre el matrimonio y la 
familia estaban basados en las siete dimensiones del matrimonio 
que son representadas por los eslabones que hacen de este hombre 
y esta mujer una sola carne. Quisiera resumir, en dos fascículos, lo 
que ustedes han escuchado en esos programas sobre la ley del 
matrimonio y la familia. 
El eslabón espiritual 
Muchos eruditos bíblicos creen que Salomón se refiere al 
matrimonio cuando dice que un cordón de tres dobleces no se 
rompe pronto (Eclesiastés 4:12). Un cable o una cuerda de tres 
hilos es difícil de romper, porque los hilos están entrelazados, y eso 
le da gran fortaleza. 
Cuando Dios diseñó la unidad entre un hombre y una mujer, 
que es providencial, permanente y exclusiva, quiso que ellos fueran 
uno entre sí y uno con su Creador. Así quiso Dios que fuera el 
matrimonio. Hay una hermosa metáfora que aún hoy puede 
encontrarse en las lápidas de los niños judíos: “Ligado en el haz de 
los que viven delante de Jehová tu Dios” (1 Samuel 25:29). Sería 
una etiqueta apropiada para colocar sobre cada matrimonio ante los 
ojos de Dios en la actualidad. Los tres hilos de la hermosa metáfora
11 
de Salomón representan al matrimonio de esta forma: el esposo, la 
esposa y Cristo. 
En el gran capítulo sobre el matrimonio escrito por el 
apóstol Pablo, este exhorta a las parejas temerosas de Dios a 
separarse por breves períodos de tiempo para poder dedicarse a la 
oración y el ayuno. En realidad, está tratando el tema de la relación 
sexual de esa pareja. Su razonamiento es, obviamente, que su 
relación sexual y su unidad son fortalecidas por su unidad espiritual 
con su Creador (1 Corintios 7:3-5). 
Hablaré luego sobre la unidad física, pero ahora quisiera 
hacer algunas observaciones sobre lo que Pablo sugiere en este 
pasaje acerca de la relación más íntima y privada de nuestras vidas. 
La relación más íntima y privada que usted puede tener en su vida 
no es la que tiene con su cónyuge, sino su relación con Dios. Pablo 
enseña que nuestra relación con Dios es íntima, individual y 
privada. 
Si el matrimonio se fortalece cuando nos separamos para 
presentarnos ante Dios individualmente, esto significa que nos 
relacionamos con Dios en forma individual, aun cuando seamos un 
matrimonio. Si lo pensamos un poco, cuando nos presentemos 
delante de Dios en el juicio, todos deberemos responder ante Dios 
por nosotros mismos, no por nuestro cónyuge. Compareceremos 
ante el trono de Dios como individuos, no como matrimonio. El 
matrimonio de dos creyentes tiene la fortaleza o la debilidad que 
tenga la relación individual del hombre y de la mujer con Dios. Si 
el hombre tiene una fe y una relación con Cristo firmes, y la mujer 
también, entonces, cuando se unen, tienen algo en común: en su 
matrimonio hay una dimensión espiritual que fortalecerá en gran 
manera su relación entre sí. 
Cuando un esposo y una esposa tienen sus propios 
momentos privados de oración, Biblia y lectura devocional, esto los 
ayudará a atravesar los tiempos difíciles. Algunas veces se 
molestarán el uno con el otro por algo que han dicho o hecho, pero 
cuando vuelvan de sus tiempos privados con Dios, estarán en paz 
con el Señor... y con el otro. A medida que ambos se acercan más 
al Señor y transcurre el día, experimentarán una cercanía cada vez 
mayor con Dios y también entre sí. 
Si ustedes no tienen entre sí la cercanía que desearían tener, 
acérquense más a Dios. Así es como el eslabón espiritual de la 
unidad fortalece el matrimonio. Dado que tanto el esposo como la 
esposa tienen esta unión espiritual con Dios, yo diría que estos 
eslabones espirituales son el fundamento del matrimonio que Dios 
nos presenta como modelo en la Biblia. 
Capítulo 4 
El eslabón de la comunicación 
Cuando una pareja va a ver a su pastor o a un consejero 
matrimonial, uno de los primeros problemas que mencionan es la 
comunicación. Generalmente comienzan la sesión de 
aconsejamiento diciendo: “No tenemos comunicación. No nos 
comunicamos”. 
La comunicación es una dimensión del matrimonio que 
puede ayudar dinámicamente a que los dos se conviertan en una 
sola carne, porque es una herramienta que les permite trabajar en 
esa unidad. Como creyentes nacidos de nuevo, somos uno con 
Cristo. La unidad con el Salvador no es algo que se mantiene solo. 
Tiene que ser conservada y cultivada. Por eso debemos pasar un 
tiempo con el Señor en oración y lectura bíblica diariamente. En 
otras palabras, mantenemos y cultivamos nuestra relación con 
Cristo comunicándonos con Él en oración y escuchando su voz 
cuando abrimos la Biblia. 
Lo mismo se aplica al matrimonio. Debemos mantener y 
cultivar nuestra relación. La comunicación es una herramienta que 
la pareja puede utilizar para cultivar y mantener su unidad. Las 
bacterias se multiplican en la oscuridad, pero no pueden vivir en la 
luz. Si dos personas no se comunican, entre ellas crecen un montón 
de “bacterias”. Por eso Pablo nos exhorta a renunciar “a lo oculto y 
vergonzoso” (2 Corintios 4:2). Cuando no somos sinceros y nos 
escondemos cosas, mantenemos las “bacterias” en la oscuridad. La 
comunicación es como prender la luz sobre nuestra relación.
12 
Cuando lo hacemos, muchas de nuestras “bacterias” mueren. Con 
una buena comunicación, podemos enfrentar aquellas que no han 
muerto, y la “luz” de nuestra comunicación se convierte en una 
herramienta que cultiva y mantiene nuestra unidad. 
El diccionario define a la comunicación como ‘dar y recibir 
información, ideas y mensajes por medio del habla, los gestos, u 
otros medios’. Esto nos indica varias cosas acerca de la 
comunicación. Primero, que no existe eso de “no comunicarse”. 
Cuando la gente dice: “No tenemos comunicación”, no es cierto. 
Siempre estamos comunicándonos; la pregunta es qué y cómo nos 
estamos comunicando. ¿Estamos comunicándonos por medio del 
habla, de los gestos o de otros medios? 
Esta definición nos dice también que hay dos dimensiones 
en la comunicación: dar y recibir. Cierta vez, una mujer dijo: “Es 
como si mi esposo viviera en una isla misteriosa. Hace veinte años 
que rodeo esa isla, pero no puedo encontrar ningún lugar donde 
amarrar mi bote”. 
Imagine que usted y su cónyuge están en dos islas 
diferentes y solo pueden comunicarse por radio. Para comunicarse 
por este medio, uno de los dos debe encender el transmisor y enviar 
un mensaje, y el otro debe encender el receptor y recibir ese 
mensaje. Algunas veces, los problemas de comunicación se deben a 
que uno o ambos cónyuges no encienden el transmisor para enviar 
una comunicación al otro. Otras veces, cuando transmiten, su 
mensaje sale distorsionado y confuso. También hay veces en que 
los problemas de comunicación radican en que uno o ambos no 
encienden el receptor o, cuando lo hacen, el receptor no está 
conectado en la frecuencia correcta. 
La forma en que se recibe una comunicación es tan 
importante como la forma en que se envía. Si pisamos una tortuga 
cuando sale de su caparazón, ésta se retraerá nuevamente y no 
volverá a salir por un largo tiempo. Nosotros, los seres humanos, 
actuamos igual. Imagine que usted comparte algo realmente 
profundo con su cónyuge. Si esa comunicación no es recibida 
adecuadamente, usted se meterá dentro de su caparazón y no 
volverá a salir por un largo tiempo. 
Si ustedes no pueden comunicarse, no tienen la herramienta 
necesaria para cultivar y mantener su unidad y, por consiguiente, 
no pueden trabajar en la relación. Es posible mejorar drásticamente 
su comunicación y tener esta herramienta que hace posible que 
realmente puedan trabajar en su matrimonio. 
Contrariamente a lo que sucede en la relación entre padres e 
hijos, que desde el momento que comienza está destinada a la 
separación, la relación matrimonial une a dos personas. Es como 
los lados de una pirámide que se unen. El esposo y la esposa deben 
estar cada vez más y más unidos. La comunicación es la 
herramienta que nos permite hacerlo. Si una pareja no tiene una 
buena comunicación, no tiene la herramienta que Dios diseñó para 
que tuvieran lo necesario para trabajar en mejorar su relación. 
Los problemas de comunicación vienen al menos en dos 
formas. Una son las discusiones. Algunas parejas no pueden 
comunicarse durante cinco minutos sin discutir por algo. La otra 
forma es la opuesta: el silencio. Ahora bien, el silencio no siempre 
indica que exista un problema de comunicación, pero con 
frecuencia es así. Las personas son diferentes. Muchas se sienten 
incómodas cuando hay silencio. Para ellas, el silencio es molesto. 
Otras son del “tipo silencioso”, y simplemente no sienten la 
necesidad de hablar. 
Un buen amigo mío es el hombre más callado que conozco. 
Un día, una mujer le dijo: “Usted no tiene mucho que decir, ¿no?”. 
Mi amigo le dijo: “Cuando las aguas son profundas, son quietas y 
silenciosas. Pero cuando no tienen profundidad, borbotean”. Mi 
amigo no estaba siendo desconsiderado con la señora; simplemente 
estaba haciéndose entender. 
Así que si usted está casado con una persona del “tipo 
silencioso”, esto no significa, necesariamente, que tenga un 
problema de comunicación. Una de las formas más bellas de estar 
juntos es tener comunión, que es la raíz de la palabra 
comunicación. Pueden estar tan cómodos juntos que no sea 
necesario hablar. El silencio no siempre indica un problema de 
comunicación. 
Sin embargo, el “desprecio silencioso” es una forma de 
comunicación, y puede significar que hay un problema de
13 
comunicación. Si su cónyuge lo trata con silencioso desprecio, 
significa que usted lo ha hecho sentir molesto y, por lo tanto, está 
usando ese silencio para comunicarse con usted. Una mujer cuyo 
esposo hacía esto con frecuencia decía: “Tengo que prestar mucha 
atención cuando él no habla, para escuchar lo que está diciendo”. 
Nos comunicamos por medio del habla, de los gestos, y por 
otros medios también. Estos otros medios de comunicación pueden 
ser el silencio, arrojar un plato, dar un portazo, o golpear la pared o 
la puerta con el puño. Desde un punto de vista positivo, una 
sonrisa, una mano sobre el hombro, un abrazo o las lágrimas 
también son formas de comunicación. Así que, como verá, no 
existe eso de “no comunicarse”. Algunas veces nos comunicamos 
con gestos u otros medios, sin palabras, pero esos medios pueden 
ser muy elocuentes. Francisco de Asís dijo: “En todas las cosas, 
predica a Cristo. Cuando sea absolutamente necesario, usa las 
palabras”. La comunicación eficaz, ya sea positiva o negativa, no 
siempre requiere de palabras. 
Una vez, nuestro profesor de oratoria entró al aula, donde 
los alumnos estábamos haciendo muchísimo ruido. Fue 
directamente hacia el frente del aula, y golpeó el escritorio con la 
palma de la mano abierta. El golpe sonó como un disparo. Mientras 
golpeaba la mesa, el profesor dijo: “¡Quiero absoluta anarquía!”. 
Todos callamos de inmediato. Entonces él nos explicó lo que 
acababa de hacer. Las palabras conforman el 7% de la 
comunicación. La inflexión de la voz al decir esas palabras es un 
55% de la comunicación, y el otro 38% es el lenguaje corporal que 
las acompaña. Él había dicho: “Quiero absoluta anarquía”. Pero eso 
no fue lo que controló la situación; en realidad, si los alumnos 
hubiéramos entendido las palabras que dijo, habría logrado el 
efecto opuesto. Por su tono de voz, entendimos que estaba 
diciendo: “¡Orden en la clase!”. Y ese significado fue reforzado por 
el golpe sobre el escritorio. 
En resumen 
La comunicación no es solo lo que se dice; también es lo 
que se escucha. La comunicación no es solo lo que se dice; también 
es lo que se recibe. La comunicación no es solo lo que se dice; 
también es lo que se siente, según los gestos y otros medios que se 
utilicen. La comunicación no es solo lo que se dice; es el concepto 
total que se desea transmitir. La comunicación no es solo lo que se 
dice; algunas veces es, también, lo que el otro quiere oír. Todas 
estas cosas le dan al receptor la “impresión total” de lo que se ha 
comunicado por medio del habla, de los gestos y otros medios. 
Problemas de comunicación 
Como pastor, a lo largo de muchos años, he preguntado a 
diferentes parejas: “¿Alguna vez tuvieron buena comunicación?”. 
La respuesta, casi sin excepciones, era que sí. Entonces yo les daba 
una tarea para hacer. Si su problema era que ya no hablaban, les 
pedía que hicieran una lista de todos los motivos por los que habían 
dejado de hablarle a su cónyuge. Si su problema era que no podían 
comunicarse sin enfadarse, les pedía que hicieran una lista de todas 
las razones por las que se enfadaban al hablar con su cónyuge. A 
estos problemas los llamé “disyuntores de la comunicación”. 
Durante varios años coleccioné estas listas, y las estudié. 
Descubrí más de veinte problemas comunes de comunicación que 
se repetían en la mayoría de esas listas. He aquí algunos de esos 
problemas. Fíjese si alguno le resulta conocido: 
1. Falta de interés. Una esposa comentaba que un día le 
dijo a su esposo: “Hoy el bebé se descubrió el pulgar”. Ella estaba 
entusiasmada por el progreso del bebé, pero su esposo no le prestó 
atención. Mentalmente, todavía estaba en su trabajo o leyendo el 
periódico. Nadie quiere comunicarse si se da cuenta de que se está 
hablando a sí mismo. Peor aún, no escuchar significa algo más 
serio: que no hay interés. Es como decirle a la mujer: “No me 
interesan ni tú ni los niños”. Según esta mujer, el hecho de que él 
no se interesaba significaba que no la amaba a ella, ni al bebé. 
2. Falta de iniciativa. Recuerde: la comunicación es dar y 
recibir. Un día, una persona se da cuenta: “Yo soy quien siempre 
da. Él (o ella) nunca da nada. Lo único que hace es responder”. Si 
la comunicación es un puente, esposo y esposa deben encontrarse a 
mitad de camino. Si siempre es uno solo el que está trabajando para 
construir todo el puente, esa persona se desalienta y dejar de tratar 
de comunicarse.
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3. Un cónyuge contencioso e irritable. Salomón dijo que 
una mujer rencillosa (peleadora) es como una gotera continua en un 
día de lluvia (Proverbios 27:15). En realidad, es tan posible que un 
hombre sea rencilloso como que lo sea una mujer. Una persona 
rencillosa siempre se opone o desafía todo lo que su cónyuge 
propone. Es muy difícil, si no imposible, comunicarse con una 
persona rencillosa. 
4. No reconocer que su cónyuge necesita estar solo. El 
hecho de que su cónyuge aún necesite de cierto espacio para sí 
mismo no significa nada malo para la intimidad del matrimonio. 
No se sienta amenazado por ese hecho. Recuerde que aunque los 
dos “son uno” en el matrimonio, hay un sentido muy práctico en 
que siguen siendo dos. 
5. Algunas veces, los problemas de comunicación son 
causados por problemas físicos, emocionales y espirituales de 
alguno de los cónyuges o de ambos. Cuando esto sucede, ningún 
estudio sobre la comunicación podrá resolverlos. Las soluciones 
para esos problemas son espirituales, físicas y emocionales, y 
deben ser halladas fuera de la relación. 
6. Los problemas de salud tienen un profundo impacto 
sobre la comunicación y la relación de un matrimonio. Siempre 
tenga en cuenta que las dificultades en la comunicación pueden ser 
ocasionadas por un problema físico. Esto se aplica especialmente a 
los casos en que la persona con la que es difícil comunicarse no 
siempre haya actuado de esa forma. Si su cónyuge tiene problemas 
de salud o emocionales serios, debe buscar la ayuda adecuada. 
Soluciones bíblicas 
Algunas veces, el problema subyacente es, simplemente, el 
egoísmo. Uno o ambos cónyuges no están centrados en el otro, sino 
en sí mismos. Por eso no se interesan. Por eso no escuchan. Cuando 
el problema es el egoísmo, la solución es la falta de egoísmo. La 
solución es la Regla de Oro. Jesús nos dijo que pensemos lo que 
quisiéramos que los demás hicieran por nosotros, y hagamos eso 
por ellos (Mateo 7:12). Esta gran enseñanza de Jesús puede 
transformar la comunicación de un matrimonio. Cada cónyuge 
debe estar centrado en los demás y estar genuinamente interesado 
en lo que le importa a su pareja. 
Muchos problemas de comunicación pueden ser 
solucionados pidiéndole sabiduría a Dios. Uno de mis versículos 
preferidos es Santiago 1:5, que dice: “Si alguno de vosotros tiene 
falta de sabiduría, pídala a Dios”. Una y otra vez debemos orar a 
Dios diciendo: “No sé qué hacer. Necesito sabiduría y no la tengo. 
Tú dijiste que la pidiéramos, así que eso hago”. Así que, cuando los 
problemas de comunicación lo lleven a un punto en que no sepa 
qué hacer, pídale sabiduría a Dios. 
Cómo comunicarse con una persona difícil 
Hay otro pasaje bíblico que nos muestra cómo resolver 
difíciles problemas de comunicación. Escuchen este consejo que 
Pablo da a Timoteo: “Pero desecha las cuestiones necias e 
insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del 
Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto 
para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se 
oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para 
conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están 
cautivos a voluntad de él” (2 Timoteo 2:23–26). 
Si su cónyuge es una “persona difícil”, es como si hubiera 
sido tomado cautivo por Satanás. Está en la prisión de Satanás, y 
no puede salir. Solo Dios puede liberarlo. 
Pero esto es lo que usted puede hacer para mantener el fruto 
del Espíritu. Tres frutos del Espíritu se mencionan en este pasaje: 
mansedumbre, bondad, paciencia. Si guardamos el fruto del 
Espíritu, dejamos la puerta abierta para que Dios obre, y la 
cerramos al demonio. Esto le dará a usted la oportunidad de 
ganarse el derecho a ser escuchado y vivir delante de su cónyuge la 
verdad que puede hacerlo libre. Pablo advierte enfáticamente al 
siervo de Dios (usted) que no debe pelear ni contender, porque eso 
cierra la puerta a Dios y le abre la puerta al diablo. 
Cuando aplique, en oración, esta receta de Pablo para 
comunicarse con una persona difícil, tenga siempre en cuenta que 
el “cónyuge difícil” puede muy bien ser usted mismo. Jesús dijo, en 
Mateo 7:5: “Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás
15 
bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”. Tener una viga o un 
tronco en el ojo puede cegarnos de tal modo que sea imposible para 
nosotros comprender que somos la “persona difícil” que describe 
Pablo en ese pasaje. 
Otra solución bíblica, especialmente cuando su cónyuge 
tiene problemas físicos o psíquicos, es orar como Jesús oró desde la 
cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 
23:34). Solo piense en esto: En medio del dolor insoportable de su 
muerte, Jesús oró con esas palabras por sus enemigos. Si Jesús oró 
así por sus enemigos, ¿no podrá usted orar así por su cónyuge? Si 
su cónyuge no es responsable por lo que hace, porque tiene 
problemas realmente serios, orar como Jesús por él hará milagros. 
La comunicación en la familia 
Si usted y su cónyuge tienen hijos, la comunicación va 
mucho más allá de ustedes dos. Es importante reconocer las 
muchas “combinaciones de comunicación” que se dan en su 
familia, y tomarse el tiempo necesario para cada una de ellas. Por 
ejemplo, la comunicación entre esposo y esposa es la más 
importante de todas. Otra es la comunicación como padre y madre, 
que suelo llamar “reunión de junta directiva”. Estas dos no deben 
mezclarse. Háganse de tiempo para hablar el uno con el otro como 
esposos, y dediquen otro momento a su comunicación como 
padres. 
Además, existen todas las demás combinaciones de 
comunicación entre los padres y los hijos. Algunas veces será 
necesario dar prioridad al lugar y el tiempo para comunicarse 
individualmente con cada hijo, y otras para comunicarse todos 
juntos como familia. Y no olvide la necesidad de los hijos de 
comunicarse entre sí, sin sus padres. En nuestra casa, cuando mi 
esposa y yo escuchábamos a nuestros hijos comunicándose entre sí, 
lo llamábamos “sonidos de hermanos”, y era música para nuestros 
oídos. 
El ciclo de la vida 
Imagine una torta cortada en tres porciones. Cada porción 
representa un tercio de nuestras vidas como matrimonio con hijos. 
En el ciclo normal de la vida, pasamos un tercio de nuestra vida 
siendo criados por nuestros padres, otro tercio criando a nuestros 
propios hijos con nuestro cónyuge, y otro tercio con el “nido 
vacío”, una vez que los hijos han dejado el hogar. Esto significa 
que pasamos las dos terceras partes de nuestra vida con nuestro 
cónyuge. La relación de comunicación a la que debemos dar 
prioridad es la que tenemos con nuestro cónyuge, ya que continuará 
mucho después de que nuestros hijos, ya crecidos, se hayan ido. 
Otra razón por la que debe ser nuestra prioridad en la comunicación 
es que todas las demás relaciones sufren graves daños si se rompe 
la comunicación entre esposo y esposa. 
Muchos padres cometen el error de poner primero a los 
hijos. Si ellos descuidan su relación mutua, cuando el nido esté 
vacío, pueden llegar a darse cuenta de que ya no tienen una 
relación. Es trágico cuando los matrimonios se separan en ese 
momento, porque los padres y madres olvidaron que también eran 
esposos. La comunicación es la herramienta para fortalecer la 
relación más importante de nuestro hogar. 
Capítulo 5 
El eslabón de la compatibilidad 
La compatibilidad es la evidencia de la unidad que Dios 
ideó para el esposo y la esposa. El concepto de compatibilidad hace 
pensar a muchos en la compatibilidad física, el enamoramiento. La 
compatibilidad física es importante, pero la compatibilidad no es 
solamente “química”; también implica cosas como nuestros 
valores. ¿Son compatibles sus valores? Aquí es donde los 
matrimonios se meten en problemas. Algunas veces los jóvenes se 
casan, y ni siquiera han hablado sobre si son espiritualmente 
compatibles. Y después de casarse descubren que sus valores 
espirituales son incompatibles. 
Por ejemplo, una joven queda embarazada, y su esposo le 
dice que se haga un aborto. Ella dice: “No haré eso. Va en contra
16 
de mi fe”. Él responde: “¿Qué tiene que ver la fe con eso? No 
podemos costear la crianza de un bebé. ¡Tienes que abortar!”. 
Finalmente, ella se divorcia de él. Otra área de clarificación de 
valores que generalmente es causa de divorcios en la actualidad es 
la definición de roles del esposo y la esposa. Es imperativo que, 
antes de contraer el compromiso del matrimonio, ambos estén de 
acuerdo sobre los roles y la responsabilidades que cada uno piensa 
asumir y que espera del otro. 
Debemos tener valores compatibles con la persona que será 
nuestro cónyuge. Si ambos son uno en Cristo y sus valores están 
basados en la Palabra de Dios, ¡piense la compatibilidad que esto 
implica! Su compatibilidad espiritual definirá los roles y las 
responsabilidades que cada uno debe cumplir en su relación. Su 
fundamento espiritual definirá asuntos espirituales y morales, cómo 
pasar el tiempo y gastar el dinero, lo que ustedes quieren para sus 
hijos, y todas las demás áreas de su vida juntos. 
La historia de la palabra “compatibilidad” se remonta a una 
época en que la gente seguramente tenía otro concepto de la vida en 
común. “Compatibilidad” proviene de dos palabras que significan 
‘con’ y ‘sufrir’. Hace años, se consideraba que dos personas eran 
compatibles para casarse cuando decidían “sufrir juntas”. Parece un 
enfoque bastante negativo de la vida, pero era real. En esos 
tiempos, la vida era muy difícil. ¿Alguna vez ha visitado el 
cementerio de una vieja iglesia y ha visto en cuántas de esas tumbas 
hay niños enterrados? En las generaciones pasadas, muchas veces, 
las familias eran muy numerosas. Una razón para ello era que se 
pensaba que si uno tenía diez hijos, quizá podrían sobrevivir cinco 
de ellos. 
La compatibilidad es una de las muchas razones por las que 
la relación de comunicación más importante de una familia es la 
existente entre el esposo y la esposa. Si pierden un hijo, es una 
prueba que deben atravesar los dos. Ambos sufren el duelo. Pero si 
usted pierde a su cónyuge, sufre solo. He escuchado a muchos 
esposos o esposas devotos que confirman esta realidad de que 
cuando están en buena relación con el Señor y con su cónyuge, 
pueden soportar cualquier dificultad. Es una buena paráfrasis 
resumida del significado original de la palabra “compatibilidad”. 
Pero, en la actualidad, el uso común de la palabra 
“compatibilidad” nos lleva al significado actual que se le da, que 
es: ‘dos personas que se ajustan bien la una a la otra’. Tienen rasgos 
de personalidad, valores y propósitos similares. Las personas 
descubren, después de casarse, que cada ser humano tiene sus 
puntos fuertes y sus puntos débiles. Generalmente los puntos 
débiles no se ven al principio del matrimonio. Pero, después de un 
tiempo de casados, comenzamos a darnos cuenta de que estamos 
conviviendo con un conjunto de puntos fuertes y puntos débiles. 
Lamentablemente, cuando comprenden esta dura realidad, muchas 
personas llegan a la siguiente conclusión: “Creo que nosotros ya no 
somos compatibles y he encontrado alguien con quien sí soy 
compatible”. 
En esta época, el divorcio y la separación son comunes, 
porque la sociedad dice que la incompatibilidad es razón para 
terminar un matrimonio. En realidad, en varias culturas se pueden 
encontrar toda clase de razones legales para el divorcio. Pero la 
Biblia da solo un motivo para divorciarse, y no es la 
incompatibilidad. Es la infidelidad. Como he mencionado 
anteriormente, el contrato del matrimonio tiene una condición: la 
exclusividad. Esta condición significa que Dios no requiere que 
usted viva con alguien en esa relación si la exclusividad ha sido 
quebrantada. 
Aceptación 
Para comprender la compatibilidad, debemos incluir el 
concepto de la aceptación. En un matrimonio, hay muchas cosas 
que debemos aceptar de nuestro cónyuge. Él o ella no va a cambiar. 
Muchas personas son ingenuas; piensan que una vez que estén 
casadas, podrán cambiar las características que no les agradan de su 
pareja. Esto se aplica especialmente a las mujeres. Tienen la 
ingenuidad de pensar: “Una vez que estemos casados, usaré mis 
encantos para convencerlo de ser el hombre que quiero que sea”. 
Pero esta es una forma de pensar inmadura. Después de casarse, el 
hombre seguirá siendo la persona con la que ella se casó, y no va a 
cambiar.
17 
La Biblia se ríe de las personas que dicen que pueden 
cambiar por sí solas. Por ejemplo, Jeremías pregunta: “¿Mudará... 
el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer 
bien, estando habituados a hacer mal?” (Jeremías 13:23). La Biblia 
es demasiado realista como para decirnos que cambiemos. 
Pero lo que la Biblia sí dice es que, si cumplimos ciertas 
condiciones, Dios puede cambiarnos. Si usted necesita 
desesperadamente cambiar, o está convencido de que su cónyuge 
debe cambiar, la única esperanza de cambio es que usted y su 
cónyuge nazcan de nuevo. Por medio del nuevo nacimiento, Dios 
puede cambiarnos, y hacernos nuevas criaturas en Cristo y por 
medio de Él (2 Corintios 5:17). 
Salvo por esa excepción, las personas no cambian. Es 
inmaduro pensar que usted puede cambiar a su cónyuge y es aún 
más inmaduro pensar que cambiar de pareja solucionará su 
problema. Pronto descubrirá que solamente se ha unido a un nuevo 
conjunto de puntos fuertes y débiles. Lo maduro es pedir a Dios 
que le dé la gracia para aceptar las fortalezas y las debilidades de su 
compañero para toda la vida. 
Cuando ustedes estudien su compatibilidad como cónyuges, 
no se concentren en los aspectos negativos, o los puntos en que son 
incompatibles. Esa visión negativa puede destruir un matrimonio. 
Por el contrario, concéntrense en los aspectos positivos de su 
compatibilidad. Un joven nació de nuevo cuando tenía diecinueve 
años. Cuando le dijo al sabio pastor que lo llevó a Cristo que le 
resultaba difícil mantenerse puro sexualmente, este pastor le dio un 
buen consejo. Le dijo: “Dios tiene una mujer para ti, y esa es la 
solución definitiva para todas tus luchas con la pureza sexual”. 
El recién convertido preguntó: “¿Cómo sabré cuando haya 
conocido a esa mujer?”. El pastor le dijo: “Te lo diré. Toma una 
hoja de papel y traza una línea vertical de arriba abajo. A la 
izquierda de esa línea, haz una lista de todos los atributos que 
quisieras hallar en una mujer: espirituales, intelectuales, físicos, etc. 
Ahora, junto a esa columna de cualidades y virtudes que quieres 
que tenga tu esposa, haz una lista de las cualidades que esa clase de 
mujer buscará en un hombre. Después estudia esa lista con mucho 
cuidado y pregúntate: ‘¿Soy yo esa clase de hombre?’. Si no lo 
eres, entonces ya sabes lo que tienes que hacer mientras oras y 
buscas a la mujer ideal”. 
Si uno hace esas listas, reconocerá a su cónyuge al verlo, 
porque sabrá qué es lo que está buscando. Así sucedió conmigo. 
Hice las listas, y las memoricé. Cuando conocí a mi esposa, podría 
haberle pedido que se casara conmigo de inmediato, pero esperé 
hasta la segunda cita porque no quería que pensara que me estaba 
apresurando demasiado. Aunque usted quizá no tenía en la mano, 
literalmente, las dos listas, cuando conoció a su cónyuge, 
básicamente, quizá haya hecho lo mismo. 
Una vez que esté casado, pregúntese: “¿Qué cualidades de 
mi cónyuge me atrajeron desde el principio e hicieron que yo lo 
eligiera para casarme con él o ella?”. Algunas veces las personas 
están casadas hace tanto tiempo que olvidan qué fue lo que 
inicialmente los atrajo de su cónyuge. ¿Qué cualidades buscaba 
usted? ¿Cuántas de esas cualidades tiene aún su cónyuge? Después 
pregúntese qué cualidades suyas atrajeron a su cónyuge. ¿Cuántas 
de esas cualidades posee usted aún? Ahora haga una lista de todas 
las cualidades de su cónyuge que admira, y otra lista de las 
cualidades que su cónyuge admira de usted. 
El pastor Dick Woodward tiene una piedra grande y pulida 
que su hija le regaló, y que usa como pisapapeles. Esta hermosa 
piedra tiene la siguiente pregunta inconclusa escrita en la parte 
superior: “Si no estás tan cerca de Dios como solías estar,...” y 
debajo del pisapapeles dice: “...¿quién se movió?”. 
Ahora formúlese esa pregunta con respecto de usted y su 
cónyuge. Si no está tan cerca de su cónyuge como estaba antes, 
¿quién se movió? ¿Fue usted? ¿Fue su cónyuge? Nunca se olvide 
de las cualidades que los atrajeron mutuamente al comienzo. 
Áreas de compatibilidad 
Para ayudarle a definir mejor sus viejas “listas” de 
compatibilidad, veamos algunas importantes áreas de 
compatibilidad que son básicas. 
Una es la compatibilidad física. En un buen matrimonio, el 
sexo, si es lo que Dios quiso que fuera, constituye 
aproximadamente un 10% de la relación. Pero si no es lo que Dios
18 
quiso que fuera, el sexo puede llegar a ser el 90% del problema. 
Muchos son los matrimonios que se separan por incompatibilidad 
física. ¿En qué medida su incompatibilidad física, si la hubiera, se 
solucionaría si usted se concentrara en su cónyuge en lugar de en sí 
mismo; si pusiera a la otra persona y la gratificación de ella en el 
centro de la relación? 
La compatibilidad también involucra valores. El diccionario 
dice que un valor es ‘la cualidad por la cual determinamos si algo 
es más o menos importante, útil, beneficioso, y, por lo tanto, 
deseable’. Todos tenemos valores, ya sea que podamos definirlos o 
no. Cuando dos personas se casan, esta es un área en que realmente 
puede verse si existe incompatibilidad. Nuestros valores determinan 
muchas cosas; por ejemplo, cómo empleamos nuestro tiempo. 
¿Tiene usted conflictos con su cónyuge por este tema? 
Nuestros valores también determinan la forma en que 
gastamos el dinero. Nuestro dinero y nuestras posesiones reflejan la 
manera en que usamos el tiempo. Así que cuando gastamos dinero, 
en cierto modo, estamos gastamos nuestra vida. ¿Alguna vez tienen 
desacuerdos sobre el manejo del dinero usted y su cónyuge? 
Cuando una pareja no está de acuerdo sobre la forma en que debe 
gastar su dinero, encontramos una pauta que puede ser una buena 
medida de su compatibilidad. 
La manera de criar a los hijos es otra área donde se reflejan 
nuestros valores y se mide la compatibilidad de la pareja. Juntos, 
ustedes deben determinar qué desean para sus hijos, qué clase de 
educación prefieren para ellos, y cómo van a disciplinarlos. Cuando 
un hombre y su esposa tienen trasfondos muy diferentes, es muy 
posible que tengan conflictos al tratar de resolver estas cuestiones 
juntos. 
Una última área de compatibilidad especialmente 
importante en la actualidad es la compatibilidad de roles. ¿Cómo 
percibe usted el rol de esposo y padre? ¿Cómo percibe el rol de 
esposa y madre? Cuando definan sus roles, quisiera hacerles dos 
preguntas: ¿Toman su definición de roles de su cultura, o de la 
Biblia? Si toman su definición de roles de su cultura, ¿cómo van las 
cosas en su matrimonio y su familia? 
Si ustedes creen que Dios creó el matrimonio y nos dio un 
modelo de cómo debe ser, la forma en que definan los roles en su 
relación debe estar basada en la Biblia. Recuerden: la premisa con 
la cual comenzamos estos estudios del matrimonio y la familia es 
que son una ley de la vida que Dios estableció cuando creó al ser 
humano como hombre y mujer. En su Palabra, Él nos ha dejado el 
modelo de cómo deben funcionar las parejas y las familias. Si 
ustedes creen que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios, deben 
acudir a ella para conocer el plan divino para esta definición de 
roles. Si el esposo y la esposa se ponen de acuerdo en tomar su 
definición de roles del modelo de Dios, tienen un gran potencial de 
compatibilidad. 
Roles bíblicos 
En la actualidad, la definición de roles en el matrimonio 
conlleva otro asunto, que podríamos llamar “el argumento de la 
cultura”. Hay personas que dicen que un pasaje particular de la 
Biblia no se aplica en la actualidad, debido a la cultura existente en 
el momento en que se escribió la Biblia. Este factor cultural 
invalidaría, entonces, la verdad que se enseña en la Biblia. 
Es cierto que muchos pasajes deben ser interpretados 
dentro del contexto de la cultura correspondiente, como 1 Corintios 
11, donde Pablo dice que si una mujer, al cortarse el cabello, estaba 
dando a entender que era prostituta, entonces, la mujer cristiana 
debe usar el cabello largo. Si no existe esa costumbre, entonces, el 
largo del cabello de la mujer no importa. 
Pero muchos pasajes bíblicos son “supraculturales”; es 
decir, no deben ser interpretados a la luz de la cultura en que fueron 
escritos. Debemos interpretar nuestra cultura según las Escrituras, 
no permitir que la cultura interprete las Escrituras. La Biblia fue 
dada para que se estableciera una cultura temerosa de Dios. Un 
pasaje tal es el de Génesis en que Dios crea a la mujer como ayuda 
del hombre, para completarlo. La mujer estaba incompleta sin un 
hombre al que completar. El hombre y la mujer, unidos, son 
llamados “Adán” (no “los Adanes”). 
Sin una esposa, el hombre es solo un fragmento de lo que 
debe ser. Sin un esposo, la mujer, ciertamente, está incompleta.
19 
Pero Dios une a los dos y ellos se convierten en una persona 
completa. Esta es una definición de roles supracultural, es decir, no 
afectada por el contexto cultural. 
El modelo de matrimonio de Pedro 
Otro pasaje “supracultural” es el de 1 Pedro 3. En el 
capítulo anterior, Pedro hace referencia al hecho de que, antes de 
ser cristianos, éramos como ovejas descarriadas. Pero “ahora 
habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas” (2:25). 
Después comienza el capítulo 3 con un consejo para las 
mujeres cuyos esposos no obedecen a la Palabra. Les dice: 
“Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; 
para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin 
palabra por la conducta de sus esposas” (3:1). A los esposos, les 
dice: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, 
dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a 
coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no 
tengan estorbo” (3:7). 
Las expresiones clave en los versículos 1 y 7 son 
“asimismo” e “igualmente”. ¿A qué se refiere Pedro con estas 
palabras? Se refiere a la expresión “el Pastor y Obispo de vuestras 
almas”. Tanto Pedro como Pablo presentan vez tras vez en sus 
escritos un modelo para esposos y esposas: Cristo y la Iglesia. 
Pedro señala a Cristo y la Iglesia y pregunta a esposos y 
esposas: “¿Quieren ver el modelo supracultural de Dios para los 
roles de esposo y esposa? Esposo, pastorea a tu esposa, así como 
Cristo es el Pastor de la Iglesia. Esposa, ¿quieres saber cuál es tu 
rol como tal? Mira este modelo de Cristo y la Iglesia. Mientras tu 
esposo te pastorea, mientras es como Cristo para ti, sé como la 
Iglesia es para Cristo en tu relación con tu esposo”. 
En ese espíritu es que Pedro escribe este pasaje. 
Básicamente, está diciendo: “Esposa, permite que tu esposo sea 
como Cristo para ti. Permite que él te pastoree. Permite que te ame 
como Cristo amó a la Iglesia”. Eso es, realmente, lo que significa la 
sumisión de la esposa: permitir que su esposo la pastoree de la 
misma manera que Cristo pastorea a la Iglesia. 
La razón por la que no vemos con frecuencia este modelo 
en muchos matrimonios de creyentes en la actualidad no es que la 
esposa no se someta al esposo, si bien ese problema existe. El 
obstáculo principal para que este modelo de matrimonio se 
implemente y se muestre hoy es que el hombre no es como Cristo 
para su esposa. No es el sacerdote del hogar; no asume la 
responsabilidad de pastorear y guiar a su esposa y su familia. 
El modelo de matrimonio de Pablo 
En el quinto capítulo de Efesios, Pablo muestra un modelo de 
definición de roles de esposo y esposa similar al de Pedro. En el 
versículo 21, dice: “Someteos unos a otros en el temor de Dios”. 
Observemos que Pablo pide sumisión mutua. Esposos y esposas 
deben someterse mutuamente, porque por naturaleza somos 
egoístas. Algunos matrimonios temerosos de Dios, cuando leen que 
los dos deben ser uno, pasan muchos años preguntándose: “¿Cuál 
de los dos?”. Para que dos se conviertan en uno, para que el 
matrimonio funcione, tanto el esposo como la esposa deben 
someterse mutuamente. Esa es la esencia del amor. 
Pablo continúa: “Las casadas estén sujetas a sus propios 
maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así 
como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su 
Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también 
las casadas lo estén a sus maridos en todo”(22–24). 
Obviamente, Pablo hace lo mismo que hizo Pedro en su 
inspirado consejo sobre el matrimonio. Pedro y Pablo presentan el 
paradigma de Cristo y la Iglesia, y ambos escriben su definición de 
roles para esposos y esposas usando a Cristo y la Iglesia como 
modelo. Este modelo de Cristo y la Iglesia no tiene nada que ver 
con las culturas de Asia Menor o Roma. Estos modelos para el 
matrimonio revolucionaron las culturas corruptas y pecaminosas de 
su época. Debemos recordar que Jesús no enseñó a sus apóstoles y 
discípulos que se acomodaran a los valores de sus culturas; los 
desafió a que revolucionaran sus culturas. 
Ahora bien, la tarea que se les encomienda a las mujeres en 
el consejo matrimonial de Pablo requiere una gracia sobrenatural. 
Pero la tarea que se encomienda a los hombres requiere mucha más
20 
gracia sobrenatural. Porque a nosotros, como hombres, se nos 
ordena que amemos a nuestras esposas “como Cristo amó a la 
iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (v. 25). Exactamente de la 
misma forma que Cristo ama a la Iglesia, el esposo debe amar a su 
esposa y su familia. Así como Cristo se entregó por la Iglesia, al 
esposo se le ordena que se entregue por su esposa y su familia. 
Jesús ordenó a los hombres que fueran “perfectos, como vuestro 
Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Pablo 
escribió a los colosenses que nuestra única esperanza es el milagro 
de que Cristo vive en nosotros. Si Cristo vive en nosotros, es 
posible –y hasta natural- que seamos como Cristo es, amando y 
entregándonos a nuestra esposa (Colosenses 1:27). 
Mujeres, si tuvieran un esposo que las amara a ustedes y a 
sus hijos exactamente de la misma manera que Cristo ama a la 
iglesia, ¿sería tan difícil permitir que él las pastoreara? ¿Sería tan 
difícil permitir que sea la cabeza del hogar y que asuma la 
responsabilidad de dirigirlo? 
En algunos aspectos, a las mujeres les toca la parte más 
fácil. Básicamente, lo que Pedro dice es: “Permite que tu esposo te 
pastoree, y tómalo con dulzura”. Esto es lo que quiere decir cuando 
menciona que “...sean ganados [...] por la conducta de sus esposas, 
considerando vuestra conducta casta y respetuosa”. Sométase 
dulcemente a su esposo. Hay muchas mujeres que se someten 
exteriormente, pero se resisten en su interior. Pero Pedro dice: “Tu 
sumisión debe ser genuina; debe salir de adentro. Tómalo con 
dulzura, y en silencio. Simplemente vive la Palabra delante de tu 
esposo. Si algo lo desafiará a tomar su lugar, será verte a ti tomar el 
tuyo”. 
Recordemos que Pedro dirige estas palabras a mujeres que 
tienen esposos que no obedecen a la Palabra. Esto puede significar 
que sus esposos no son creyentes. También podría significar que 
son creyentes, pero no son con sus esposas como Cristo es con la 
Iglesia. Hay un lugar en que el esposo y la esposa deben ubicarse 
en el matrimonio, según Jesús, Pedro y Pablo. Debemos recordar 
que Pedro dirige estas palabras a esposas cuyos maridos no están 
ocupando el lugar que les fue asignado. 
En resumen 
Básicamente, lo que Pedro les dice a estas esposas es que no 
lograrán que sus esposos ocupen su lugar sermoneándolos, ni 
empujándolos, ni arrastrándolos. Por la gracia de Dios, ellas deben 
ocupar su lugar. No les dice que esta instrucción siempre dará como 
resultado la conversión o el cambio de comportamiento de sus 
esposos. Su consejo es que, si existe algo que pueda resolver su 
problema, es el ejemplo que ellas sean para sus esposos; y que ese 
ejemplo puede ser un desafío para que estos hombres ocupen el rol 
que realmente les corresponde. 
Capítulo 6 
El eslabón del amor 
La dimensión espiritual es el fundamento de la unidad que 
Dios ha designado para un esposo y su esposa. La comunicación es 
la herramienta con la cual una pareja casada puede cultivar y 
mantener su unidad. La compatibilidad es la evidencia de su 
unidad. El amor es la mayor fuerza dinámica de la unidad que Dios 
tenía en mente cuando declaró que los dos deben ser una sola carne. 
Una buena pregunta para que se formule la pareja antes de 
entrar en el matrimonio es: “Cuando ustedes se dicen ‘Te amo’, 
¿qué quieren decir?”. ¿Quieren decir: “Yo tengo esta necesidad y tú 
puedes satisfacerla mejor que nadie que yo haya conocido”? 
Cuando dicen “te amo”, ¿están diciendo, en realidad: “Te 
necesito”? Si esta es su interpretación del concepto del amor, no 
tienen una perspectiva bíblica sobre el significado de la palabra 
“amor”. 
Cuando usted dice “te amo”, ¿quiere decir: “Tu bienestar es 
tan importante para mí como mi propio bienestar”? Eso es mejor, 
pero tampoco llega a definir el amor bíblico, el amor de Cristo. 
El problema mayor en el matrimonio es el egoísmo. Por el 
contrario, la mayor fuerza dinámica del matrimonio es la falta de 
egoísmo, el estar centrado en el otro, la capacidad de poner a la otra 
persona en el centro y pensar cómo podemos satisfacer sus 
necesidades. Cuando descubrimos la definición bíblica del amor,
21 
veremos que el amor como el de Cristo es la fuerza más dinámica 
en el matrimonio, porque el amor de Cristo hace posible que 
seamos verdaderamente desinteresados. 
Jesús dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 
20:35). Cuando se aplica esa enseñanza de Jesús, se produce una 
revolución en el matrimonio. Muchas personas llegan al 
matrimonio pensando en recibir. Tratan de tomar el uno del otro 
para satisfacer sus propias necesidades. Si ambos quieren recibir y 
ninguno quiere dar, ninguno recibe nada. Pero ¡cómo cambian las 
cosas cuando ambos comprenden que es más bienaventurado dar 
que recibir! 
Si no han aprendido a poner a otra persona en el centro, no 
tengan hijos. Así como el compromiso de casarse debe estar basado 
en la guía de Dios, los matrimonios devotos no deberían tener 
descendencia hasta que Dios los motive a traer hijos a su 
matrimonio y a este mundo. Tener hijos es el acto más 
desinteresado que puede realizar una pareja. Durante los veinte o 
veinticinco años que crían a sus hijos, deben dar, dar y dar, sin 
recibir nada a cambio. Si son buenos padres, cuando los hijos dejen 
el hogar, se casarán y también serán generosos con sus propios 
hijos. Es una decisión que requiere gran desinterés. 
Soy de una especie que posiblemente esté en extinción en 
este tiempo. Tuve la bendición de tener una madre devota que creía 
en el modelo de Dios para el matrimonio y la familia. Mi piadosa 
madre tuvo once hijos. Un día le pregunté: “Si tuvieras que volver a 
vivir, ¿volverías a tenernos a todos tus hijos?”. Ella contestó: “Sí, lo 
haría, pero antes tomaría la decisión de renunciar a tener una vida 
propia”. Quizá a usted le suene extraño que mi madre decidiera no 
tener una “vida propia”. 
Uno de los absolutos para el adulto joven del siglo XXI es 
su derecho a “hacer su propia vida” y vivirla a su gusto. Es por eso 
que a muchas mujeres las ofende la idea de que deben completar a 
un hombre. A los hombres también los ofende la idea de que deben 
amar a sus esposas y entregarse a ellas como Cristo amó a la Iglesia 
y se entregó por ella. ¿Cómo puede uno hacer su propia vida y al 
mismo tiempo entregarse a su esposa y su familia? La respuesta es 
que no se puede. 
Algunos dijeron de Cristo: “A otros salvó, a sí mismo no se 
puede salvar” (Mateo 27:42). Para amar con el amor de Cristo, 
debemos sacrificar nuestra vida por aquellos que amamos. Mi 
madre amó a su esposo y a sus hijos con el amor de Cristo. Por eso 
no tuvo vida propia. ¡Pero fue feliz! Estuvo casada durante mucho 
tiempo, y nunca leyó un solo libro sobre el matrimonio. Solo leía la 
Biblia. Y era una esposa y madre feliz, porque encontró la dinámica 
de su matrimonio en su Biblia. 
El “estilo de amor” que ella decidió vivir contradice la 
actitud de la generación del “yo”. También la contradice esta 
afirmación de Jesús: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno 
ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13). O esta enseñanza del 
Señor: “Todo aquel que quiera salvar su vida, la perderá” (Lucas 
9:24). Un misionero que fue martirizado por su fe escribió: “No es 
necio quien entrega lo que no puede conservar para ganar lo que no 
puede perder”. Sacrificar deliberadamente nuestra vida por otra 
persona es el mayor amor que pueda existir. Esa es precisamente la 
clase de amor que vemos en la definición del rol de un hombre y 
una mujer que se unen en el matrimonio cuyo modelo se presenta 
en la Biblia. 
Yo llamo a esta cualidad del amor “la dinámica de la 
unidad”. Resumiendo: La relación espiritual que el matrimonio 
tiene con Cristo, individualmente y juntos, es el fundamento de la 
unidad; la comunicación es la herramienta que conserva la unidad; 
la compatibilidad es la evidencia de la unidad, y el amor es la 
fuerza dinámica que moviliza esa unidad. 
Entonces, ¿qué es el amor? 
“¿Qué quiere decir usted cuando le dice a ella: ‘Te amo’?”. 
Al formularles esta pregunta a diversos hombres, me ha 
sorprendido cómo les cuesta encontrar las palabras justas, o no 
pueden explicar lo que ellos creen que es el amor. La verdad es que 
cuando nos casamos jóvenes, quizá no sepamos nada del amor. 
Cuando un hombre joven le dice: “Te amo” a una atractiva y joven 
mujer, probablemente, lo que le está diciendo en realidad es: “Yo 
me amo a mí mismo, y a ti te deseo”. Si eso es lo único que el 
hombre quiere decir cuando le dice “te amo” a su esposa, ella se
22 
sentirá muy insegura, porque más adelante quizá él encuentre 
alguien que satisfaga mejor su necesidad. 
El capítulo del amor en la Biblia 
Quisiera compartirle lo que yo creo que es la más grande 
afirmación jamás escrita sobre el amor de Dios y de Cristo. Está 
escrita en el capítulo 13 de 1 Corintios, un pasaje que usted 
probablemente conoce bien. Cuando Pablo escribió estas inspiradas 
palabras a los corintios, el amor no era su tema principal. En 
realidad, estaba escribiendo acerca de los dones espirituales, y fue 
para poner los dones espirituales en perspectiva que escribió este 
inspirado capítulo acerca del amor. 
Comparación del amor 
“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo 
amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.Y 
si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, 
y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no 
tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de 
comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y 
no tengo amor, de nada me sirve” (1-3). 
En los primeros tres versículos de este gran capítulo, Pablo 
dice que el amor es incomparable e irremplazable. Básicamente, 
Pablo dice: “Nada de lo que yo tengo, nada de lo que soy, nada de 
lo que puedo llegar a ser, tener o hacer puede ocupar el lugar del 
amor en mi vida”. En su época, los que vivían dentro de la cultura 
griega de los corintios eran famosos por su elocuente oratoria y su 
énfasis en las búsquedas intelectuales, especialmente la filosofía. 
Los creyentes de Corinto también valoraban en gran manera los 
dones espirituales, especialmente el don de lenguas. Por eso Pablo 
compara al amor con la elocuencia, con las lenguas angelicales, y 
con tener todo el conocimiento, para dar prioridad al incomparable 
e irremplazable amor sobre el cual escribe. 
Después Pablo menciona el don de profecía, al que llamará 
más adelante el más grande de los dones espirituales (1 Corintios 
14). También compara el amor con la fe y concluye el capítulo 
diciendo que la fe es uno de los tres valores eternos más 
importantes. Pablo fue el misionero más importante que haya 
tenido jamás la Iglesia, por lo cual entendemos la gran importancia 
que adjudica a la fe. Sin embargo, él escribe que, si tenemos fe sin 
amor, no somos nada. Al comparar el amor con esos valores que los 
corintios estimaban tanto, Pablo llega a la conclusión: “Ninguno de 
ellos puede remplazar al amor en nuestra vida, por lo que el amor 
significa”. 
El contraste del amor (8-13) 
“El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, 
y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte 
conocemos, y en parte profetizamos;mas cuando venga lo perfecto, 
entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba 
como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya 
fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, 
oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en 
parte; pero entonces conoceré como fui conocido. Y ahora 
permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor 
de ellos es el amor” (vv. 8-13). 
Al final de este capítulo, Pablo resume sus comparaciones 
del amor cuando comparte con nosotros que hay tres cosas que 
realmente permanecen, que son valores eternos: la esperanza, la fe 
y el amor. Pero concluye que el más grande de estos valores eternos 
es el amor. La esperanza es un valor duradero, porque nos lleva a la 
fe. Un día nuestra esperanza, es decir, la convicción de que hay 
algo bueno en esta vida, recibe contenido cuando nos lleva a la fe 
(Hebreos 11:1). La fe es uno de los valores duraderos, porque nos 
lleva a Dios. Pero cuando descubrimos el amor, no hemos 
descubierto algo que nos lleva a algo que nos lleva a Dios. Hemos 
descubierto a Dios, porque hay una cualidad del amor que es Dios. 
Por eso el amor es irremplazable e incomparable. Dios es amor (1 
Juan 4.16). 
Las virtudes del amor (4-7) 
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el 
amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no 
busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la
23 
injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, 
todo lo espera, todo lo soporta” (vv. 4-7). 
En su clásico devocional, titulado The Greatest Thing in the 
World (La cosa más grande del mundo), Henry Drummond 
escribió, acerca de los versículos 4 al 7: “En estos versículos, el 
Espíritu Santo pasa el concepto del amor divino a través del prisma 
del inspirado intelecto de Pablo, y lo hace aparecer del otro lado 
como un racimo de virtudes”. En estos cuatro versículos de 1 
Corintios se detallan quince virtudes. Si las examinamos, estaremos 
examinando la “estructura” del amor divino, un análisis de la 
naturaleza misma de Dios, dado que se nos dice que Dios es amor 
(1 Juan 4:16). 
Es muy difícil definir a Dios, o el amor que es Dios. Con 
gran sabiduría, e inspirado por el Espíritu Santo, Pablo nos dice 
cómo se comporta el amor divino. Básicamente, está diciendo: “Si 
ustedes tienen este amor acerca del cual escribo, se relacionarán 
con las personas que se cruzan en su vida de esta manera”. En otra 
inspirada carta, Pablo nos dice que esta cualidad del amor es el 
fruto, la evidencia, o la prueba de que el Espíritu Santo vive en 
nosotros (Gálatas 5:22). En estos cuatro versículos ubicados en el 
corazón del capítulo sobre el amor, Pablo hace un estudio espiritual 
“microscópico” del amor. 
Quisiera desafiarlo a hacer lo siguiente. Estudie 
cuidadosamente estas quince virtudes que reflejan el amor divino. 
Al hacerlo, ponga a su cónyuge, a sus hijos, y a los demás, en el 
centro de cada una de estas virtudes que expresan el fruto del 
Espíritu que brota de su vida. La gente tiene una extraña habilidad 
para dar vuelta este pasaje y pensar: “Así es como mi cónyuge y los 
demás creyentes deberían amarme”. No; Pablo nos está diciendo: 
“Así es como tú debes amar a tu cónyuge y a los demás”. 
Hace años, cuando nuestra hija mayor tenía dos años, la 
observé secretamente mientras estaba en la guardería de nuestra 
iglesia. Me sorprendió cuando tomó un juguete de plástico de la 
mano de un bebé y le dijo: “Jesús dijo que debemos compartir, así 
que ¡dame eso!”. Estaba claro que no había comprendido aún el 
verdadero significado del amor que Pablo nos presenta en este 
capítulo. Los adultos solemos hacer lo mismo, solo que de forma 
más disimulada. Cuando estudiamos este pasaje sobre el amor, 
muchos decimos: “¡Así debería amarme mi cónyuge!”. Al estudiar 
estas virtudes del amor, no piense cómo se supone que debe amarlo 
su cónyuge. Pregúntese: “¿Estoy amando yo así a mi cónyuge?”. 
Ahora veamos estas virtudes una por una: 
El amor “es sufrido”. La palabra griega que Pablo utiliza 
aquí significa que el amor es misericordioso. Nunca busca 
venganza. El amor no “busca revancha”, aunque tenga el derecho y 
la oportunidad de hacerlo. 
El amor “no tiene envidia”. Un sinónimo de la palabra 
griega que Pablo usó aquí sería la palabra “generoso”. Esto se 
refiere al compromiso desinteresado de una persona para con otra: 
un altruismo santificado. ¿Está usted comprometido por completo a 
dar desinteresadamente su tiempo, su energía y todo lo que sea 
necesario para que todas las necesidades y deseos de su cónyuge 
sean satisfechas? Eso es lo que significa “no tiene envidia” en el 
idioma original. 
El amor “no es jactancioso, no se envanece”. Esta es la 
traducción de una palabra griega que significa que quien ama de 
esta manera no hace alarde. No necesita impresionar a otras 
personas. No tiene ideas exageradas acerca de su propia 
importancia, porque este amor lo hace humilde. Es exactamente lo 
contrario de los orgullosos y arrogantes de este mundo. 
Las dos dimensiones del amor divino 
Todas estas virtudes tienen una dimensión exterior y una 
dimensión interior. El amor se comporta exteriormente de esta 
forma, porque hay una realidad interna que produce la expresión 
externa del amor. Lo vemos en el versículo 5: el amor “no hace 
nada indebido”. En lo externo, el amor no se comporta en forma 
indebida. Se comporta en forma amable, cortés, educada, porque, 
en su interior, “no busca lo suyo”. Gracias a esa misma realidad 
interior, “no se irrita” (v. 5). No es “quisquilloso”, no se “pone 
nervioso”, porque no trabaja para que se cumplan sus propios 
planes, ni insiste en hacer las cosas a su manera. Es difícil hacer 
enfadar a una persona que ama y está centrada en los demás. Esa es 
la expresión exterior del hecho de que, en su interior, esa persona
24 
no está consumida por el egoísmo, el egocentrismo, el orgullo y la 
actitud del que quiere siempre que las cosas se hagan a su manera o 
nada. 
El amor “no guarda rencor”. Esta es la traducción de una 
palabra que Pablo utiliza para implicar que el amor no registra cada 
falla ni hace una lista de las ofensas cometidas por el objeto de su 
amor. ¿Lleva usted un registro de cada ofensa cometida por su 
cónyuge? Si es así, esto no proviene del amor de Cristo en su 
corazón. La razón por la que este amor no hace una lista de ofensas 
en lo externo, es que internamente “no se goza de la injusticia”, lo 
cual significa que quien ama con el amor de Cristo no se complace 
cuando el objeto del amor falla. Si el objeto de su amor falla, el que 
ama sufre, porque no desea que falle. En su interior, esa persona se 
regocija cuando el objeto de su amor tiene éxito. Eso es lo que 
significa “se goza en la verdad”. El hecho de que una persona se 
complazca cuando la verdad prevalece en la vida del objeto de su 
amor es una expresión del amor de Cristo. 
El versículo 7 dice que el amor “todo lo sufre, todo lo cree, 
todo lo espera, todo lo soporta”. Cuando el objeto del amor falla, el 
que ama guarda silencio. Eso significa “todo lo sufre”. El amor 
tiene fe para ver y creer en el potencial del objeto de su amor. ¡Esto 
les hace tanto bien a las personas! 
Cuando yo era adolescente, y aparentemente no tenía gran 
potencial, mi pastor hizo esto por mí, y significó mucho para mi 
vida. Él solía decirme: “Creo en lo que llegarás a ser”. En ese 
momento yo no creía en mí mismo, y tampoco conocía a nadie más 
que lo hiciera. Que él creyera en mí fue muy importante. Al 
principio, pensé que él estaba bromeando, pero no era así. 
Realmente creía en mí. Él “todo lo creía”. 
Dado que tiene la fe de ver el potencial en el otro, el amor 
“todo lo espera”, lo cual significa que espera gozosamente el 
cumplimiento de lo que ve y cree. Y mientras cree y espera el 
cumplimiento de lo que ve en el objeto de su amor, todo lo soporta. 
Puede tolerar cualquier cosa. La palabra griega que se utiliza en el 
original significa ‘perseverar mientras cree y espera’. Todo esto se 
expresa en lo exterior, porque interiormente el amor tiene esa 
confianza santificada. Su confianza no está en el objeto de su amor 
tanto como en lo que cree que Cristo puede hacer en, con y a través 
del objeto de su amor. 
Finalmente, Pablo nos asegura que el amor “nunca deja de 
ser”. Nosotros dejamos de amar, pero el amor nunca deja de ser. El 
que ama sabe que el amor que entrega nunca pierde poder, ni deja 
de influir, en última instancia, sobre el objeto de su amor. En otras 
palabras, el amante dice al amado: “Nada que tú hagas o digas 
jamás puede hacer que deje de amarte, porque te amo con el amor 
de Cristo, y ese amor es fuerte; todo lo soporta”. 
A la luz de estas quince virtudes, mire a su cónyuge y 
pregúntese: “Cuando digo que lo (o la) amo, ¿qué quiero decir?”. Si 
el Espíritu Santo está en usted, tendrá la capacidad de amar a su 
cónyuge con este racimo de virtudes. Esta es la dinámica que Dios 
diseñó para impulsar la unidad de dos personas que conforman el 
matrimonio que Dios tenía en su corazón cuando hizo a Adán varón 
y mujer. Sin esta dinámica, su unidad es solo un fragmento del 
espíritu de la ley del matrimonio y la familia. Pero si, por la gracia 
de Dios, ustedes tienen esta dinámica, ese amor puede hacer que su 
unidad sea todo lo que Dios quiso que fuera.

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  • 1. 1 INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO SEIS MATRIMONIO Y FAMILIA (Primera parte)
  • 2. 2 Capítulo 1 La ley del matrimonio y la familia Hace muchos años, en Estados Unidos, un hombre estaba teniendo problemas mecánicos con su auto, que era muy viejo, así que tuvo que detenerse a un costado del camino. Un hombre bien vestido, que pasaba en un auto nuevo y muy caro, se detuvo para ayudarlo. Salió de su auto y abrió la capota del auto roto, que era un Ford, un auto muy popular en Estados Unidos. El hombre comenzó a trabajar en el motor y pronto logró arreglarlo. El dueño del Ford le preguntó: “¿Cómo es que usted sabe tanto de este auto?” El otro le respondió: “Yo soy Henry Ford. Yo diseñé este auto y soy el dueño de la empresa que lo fabrica”. Así como es de esperar que Henry Ford pueda arreglar uno de los autos que él creó, podemos esperar que Dios pueda decirnos cómo arreglar un matrimonio, porque Él lo creó. Esta presentación de los principios del matrimonio y la familia está basada en la Biblia. Parte de la base de que, dado que Dios creó el matrimonio y la familia, Él puede decirnos cómo arreglar un matrimonio destruido. Dios también puede decirnos qué es el matrimonio, el propósito del matrimonio y cuál es su plan para el matrimonio y la familia. ¿Qué enseñó Jesús acerca del matrimonio y la familia? Nosotros, que somos discípulos de Jesucristo, siempre deberíamos comenzar cada estudio preguntándonos: “¿Qué enseñó Jesús sobre este tema?”. Cuando los fariseos le preguntaron sobre el matrimonio y el divorcio, Jesús respondió con otra pregunta: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo?” (Mateo 19:4). Básicamente, Jesús estaba diciendo: “Si quieren comprender el matrimonio, tienen que volver al principio y estudiar cómo Dios quiso que fuera el matrimonio”. El plan de Dios para el matrimonio “En el principio [...] dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; [...]. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla” (Génesis 1:1, 26–28). A lo largo de todo el relato de la creación, Dios mira lo que ha creado y dice: “Es bueno”. Pero cuando llegamos al capítulo 2, encontramos que Dios dice: “No es bueno”. ¿Qué es lo que no era bueno? Que el hombre estuviera solo. “Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:21–24). Dios vio que el hombre, solo, estaba incompleto. La redacción del texto hebreo original sugiere algo así como: “Voy a hacer a alguien que lo complete”. Esto es lo que significa la expresión “ayuda idónea” en hebreo: la persona que completa. Desde el comienzo, Dios nos dio definiciones de roles para el matrimonio y la familia. Un hombre está incompleto sin una mujer. La mujer fue diseñada para completar al hombre. El relato de la creación se repite en el capítulo 2 y, por tercera vez, se presenta en Génesis 5:1–2, donde se hace énfasis en que Dios creó al hombre como varón y mujer. No olvide que, en Génesis 5, Dios no los llama “los Adanes”, sino “Adán”. Dado que el nombre “Adán” significa ‘hombre’, esto nos enseña, sutilmente, que el hombre y la mujer que se unen en santo matrimonio son un hombre completo. Es otra manera de decir que los dos fueron creados para ser uno. Personas, pareja y padres Lo que vemos hasta ahora en la Biblia es una ley de la vida. Podríamos llamarla “la ley del matrimonio y la familia”. Para que este plan funcione, Dios debe contar con un padre y una madre adecuados. Para que los padres sean adecuados, tienen que tener una relación de pareja adecuada. Para tener esta relación, tienen que ser personas adecuadas.
  • 3. 3 La relación que Dios ideó cuando creó a Adán y Eva no era la de dos parásitos que tratan de absorber cada uno la vida del otro. Tampoco se trata de la relación entre una persona y un parásito, en la que uno le absorbe la vida al otro. El plan era (y es) que sean dos personas plenas que construyan mutuamente la vida del otro y construyan una vida juntos, como Dios lo quiso cuando creó al hombre y a la mujer. El principio sigue siendo tan válido hoy como lo fue en la creación. Pero este plan está sufriendo serios ataques en la actualidad. Por ejemplo, el plan aceptado para la relación entre un hombre y una mujer en la actualidad dice que la mujer tiene que demostrar que es igual al hombre, haciendo todo lo que el hombre hace. La teoría es que si ella no tiene el mismo rol y la misma función que el hombre, no tiene el mismo valor que él. Los machistas proclaman la superioridad de los hombres, mientras que las feministas proclaman la supremacía de las mujeres, como si la relación entre hombres y mujeres fuera de “uno u otro”. Según el modelo bíblico, la relación hombre-mujer es de “uno y otro”, una relación de unidad. Si estas dos personas fueran exactamente iguales, una de ellas sería innecesaria. Dios, deliberadamente, nos creó singularmente hombres, por un lado, y singularmente mujeres, por otro, porque cada uno complementa al otro. La cultura está decidida a minimizar las diferencias entre los sexos haciendo que el rol y la función del hombre sean exactamente los mismos que los de la mujer. Pero existe una hermosa diversidad y un maravilloso propósito en la forma en que Dios creó al ser humano como varón y mujer. Una forma de ilustrar esta ley básica del matrimonio y la familia es imaginar una pirámide dividida en tercios. En la parte de la base escriba “personas”; en la parte media escriba “pareja”; y, en la punta, escriba “padres”. No se puede comenzar a construir una pirámide a partir del tercio superior. De la misma manera, no es el plan de Dios comenzar a construir un hogar con dos padres adecuados, si ellos no conforman una pareja ordenada por Él. Además, no es el plan de Dios que exista la parte del medio de la pirámide sin la base. El fundamento que hace que esas dos personas formen una buena pareja es que sean dos personas adecuadas. La base de la pirámide es fundamental. De la misma manera, la parte vital de un matrimonio son las dos personas que lo conforman. Por dónde comenzar Hay cuatro áreas problemáticas en todo matrimonio. En un matrimonio entre Juan y María, el primer problema es Juan. El segundo problema es María. El tercer problema es Juan y María con todos sus problemas de compatibilidades. Los hijos de Juan y María son el cuarto problema de este matrimonio. Si Juan tiene cincuenta problemas, y María tiene cincuenta problemas, entonces su matrimonio tiene cien problemas, aun antes de enfrentar todos los problemas que tienen como Juan y María. Si Juan decide trabajar por su matrimonio, debe comenzar por el problema número uno: él mismo. María debería comenzar por el problema número dos: ella misma. Si usted no es capaz de reconocer o aceptar el hecho de que es parte del problema, ningún consejero matrimonial en todo el mundo podrá ayudar a su matrimonio. Pero si usted resuelve los problemas que hay en su vida, habrá solucionado muchos de los problemas de la pareja. Quisiera compartirle un relato que ilustra precisamente esto. Un hombre fue a ver a su psiquiatra con una hoja de lechuga y tres huevos en la cabeza y una feta de tocino en cada oreja. El médico le dijo que pasara y se sentara. El hombre se sentó, con mucho cuidado, para que los huevos no se le cayeran de la cabeza. El médico le dijo: “¿Quiere hablarme de algo?”. Y el hombre respondió: “Sí, doctor, quiero hablarle de mi hermano. Ese muchacho realmente tiene problemas”. Los pastores y los consejeros matrimoniales encuentran gente así todos los días: personas que no reconocen la posibilidad de que ellas mismas sean parte del problema. Como dijo Jesús: Padres Pareja Personas
  • 4. 4 “Tienen una viga en su propio ojo, y andan por ahí buscando la paja en los ojos de los demás” (Mateo 7:3, parafraseado). Las personas hipercríticas son expertas en detectar los problemas que tienen todos los demás, especialmente en sus propios hogares y matrimonios. Ellas les echan la culpa a todos los demás y nunca se les ocurre que pueden ser parte del problema, aunque para todos los demás sea evidente que son la parte más grande del problema. El mejor aconsejamiento matrimonial del mundo se encuentra en la Biblia. En este fascículo veremos algunos de los consejos que ella ofrece. Al hacerlo, descubriremos algunas pautas y principios. Una de estas pautas es: Cada vez que la Biblia habla de un matrimonio, separa a los cónyuges como personas. Le habla al hombre de su rol. Le dice cuáles son sus responsabilidades. Cuando habla a la mujer, la Biblia le indica cuáles son sus responsabilidades en el matrimonio. Por ejemplo: 1 Pedro 3 comienza hablándoles a las mujeres, particularmente a aquellas cuyos esposos no obedecen a la Palabra. Durante los siguientes seis versículos, Pedro no dice nada a los esposos o acerca de ellos. Más bien, instruye a las esposas en diversos asuntos, incluyendo la pureza, la forma de vestir y la sumisión. Le está diciendo a la esposa que comience por el segundo problema. La mujer debe pedir a Dios que haga de ella todo lo que Él desea que sea y lo que desea que haga en su matrimonio. Después, Pedro habla a los esposos sobre el primer problema. La Biblia siempre trata los problemas en forma realista y práctica. Incluso les habla a los hijos de sus roles y responsabilidades hacia sus padres. Y es realista al hacerlo, ya que la única persona por la que usted puede hacer algo es aquella por la que es responsable: usted mismo. A algunas personas casadas les lleva mucho tiempo aprenderlo, pero al final, usted lo aprenderá y dirá: “No puedo hacer nada con respecto a mi cónyuge”. En realidad, no puede. Usted no tendrá que responder por su cónyuge delante de Dios en el juicio. No será responsable de dar cuenta de él o ella. En cambio, deberá dar cuenta de aquella persona por la que es responsable: deberá responder por usted mismo. Lo mejor será que comience a hacerse responsable ahora por la única persona de su matrimonio que puede controlar. En las sesiones de aconsejamiento con matrimonios, hay muchas ocasiones en que un pastor no puede reunirse con el esposo y la esposa juntos, porque esto implicaría actuar como árbitro en sus peleas. Lo mejor es reunirse con cada uno por separado. Después de ayudar a cada persona a solucionar sus problemas, puede pasar a los temas de compatibilidad y relación. Si cada una de estas personas no es creyente y tiene una relación personal con Jesucristo, la prioridad, para el pastor, es llevar al esposo o la esposa a la salvación y a tener una relación con Dios a través de Cristo. El aconsejamiento matrimonial puede ser una herramienta evangelística muy fructífera para un consejero espiritual o un pastor. Un pastor le dijo una vez a un hombre: “El matrimonio no es una relación de 50/50; ni siquiera es dos personas 100% para el otro. Se trata de dos personas 100% para Dios”. El hombre fue a su casa y le dijo a su esposa: “El pastor dijo que el matrimonio es de 100 contra nada; yo soy el 100 y tú, nada”. A algunos les cuesta reconocer la dura realidad de que las “personas” son la parte fundamental de la pirámide. Allí es donde comienzan los problemas maritales y donde debe comenzar la solución para esos problemas. Cuando aceptan esa realidad, deben comprender que la persona con quien deben comenzar es aquella acerca de la cual pueden hacer algo, es decir, ellos mismos. Lo que el matrimonio significa para Dios Si usted llega a este estudio sobre el matrimonio y la familia preguntándose: “¿En qué me beneficia esto?”, la respuesta es que puede beneficiarlo mucho. Después de la salvación, un hogar feliz es lo más maravilloso del mundo. Pero si realmente quiere tener una perspectiva bíblica de este estudio sobre el matrimonio y la familia, debería preguntarse: “¿En qué beneficia esto a Dios? ¿Qué significa el matrimonio para Él? ¿Por qué lo instituyó? ¿Por qué creó a los seres humanos como hombres y mujeres?”. La respuesta es que Dios quería poblar la tierra con buenas personas.
  • 5. 5 El Salmo 128 es una de las mayores y más elocuentes expresiones de este plan divino. “Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos. Cuando comieres el trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien” (vv.1-2). Muchas personas quisieran transformar el comienzo de este Salmo y poner un punto después de la segunda palabra: “Bienaventurados todos”. Hoy, muchas personas predican el universalismo, que dice, en parte, que dado que Dios es un Dios de amor, todos somos bienaventurados. Pero la Biblia no enseña eso. Este es uno de los Salmos que habla del “hombre bienaventurado”, uno de los temas del Libro de los Salmos. Estos Salmos enseñan que las bendiciones que disfruta el hombre bienaventurado no son producto de la coincidencia o el azar. Son consecuencia de tener fe en Dios y obedecerle. El énfasis de este Salmo sobre el “hombre bienaventurado” es mostrarnos cómo Dios lo usa, cómo él encaja en el plan total de Dios. El salmista continúa: “Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. [...] Bendígate Jehová desde Sion, y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida, y veas a los hijos de tus hijos” (vv. 3,5-6). Este es un ejemplo de la forma en que Dios obra en el mundo: a través de la ley del matrimonio y la familia. Dios encuentra a un hombre que cree en Él y sigue sus caminos, y lo bendice. Cuando lleva a una mujer a la vida de ese hombre y lo completa, hace de ese hombre un padre. Entonces, estas dos personas, que se convierten en una pareja, producen una familia. Los hijos permanecen con ellos unos veinte años, durante los cuales son criados y preparados para enfrentar la vida. Esta unidad, la familia, se convierte en parte de Sion (la comunidad espiritual del Antiguo Testamento), para hacer impacto en su ciudad (Jerusalén), su nación (Israel) y, finalmente, el mundo. En el Antiguo Testamento, la palabra “Sion” es equivalente al concepto de Iglesia en el Nuevo Testamento. ¿Cómo obra Dios en el mundo? Los seguidores de Cristo generalmente piensan que trabaja principalmente a través de la Iglesia. Dios y Cristo trabajan a través de la Iglesia, pero ella está formada por unidades de familias. La unidad más básica del mundo es la familia. Dios usa a la familia para hacer impacto en Sion (la Iglesia). Cuando estas unidades familiares se reúnen en la comunidad espiritual, hacen impacto en la ciudad, en la nación y, finalmente, en el mundo. Ahora bien, si las cosas no andan bien en el mundo, si no andan bien en la nación, si no andan bien en la ciudad, ¿dónde encontraremos el problema, y dónde aplicaremos la solución? Debemos buscar y solucionar el problema donde Dios coloca a los solitarios: en las familias (Salmos 68:6). Hace años, una revista dedicó todo un número al problema de la delincuencia juvenil. Los expertos que escribieron los diversos artículos estudiaron diferentes posibilidades. ¿Sería culpa del gobierno? ¿Sería la falta de educación? ¿O el problema es la cultura? Algunos hasta cuestionaron a las iglesias, sinagogas y mezquitas; quizá estas instituciones no estaban haciendo lo que se suponía que debían hacer. Pero, finalmente, todos los sociólogos y jueces de tribunales de menores llegaron a la misma conclusión: el problema es la familia. La responsabilidad del hombre Según la ley bíblica del matrimonio y la familia, la responsabilidad comienza en el hombre. Al estudiar los problemas del matrimonio y la familia en la actualidad, creo que el mayor problema es el de los hombres que no aceptan la responsabilidad de ser lo que Dios desea que el varón sea como cabeza del hogar: el sacerdote espiritual de su familia. Según el Salmo 128, la bendición de Dios en este mundo comienza cuando el hombre cree en Dios y anda en sus caminos. Cuando un hombre confía en Dios y anda en sus caminos, Dios tiene un fundamento sobre el cual edificar su pirámide familiar, y puede poner en funcionamiento la ley del matrimonio y la familia, porque tiene un hombre bienaventurado. Dios puede, ahora, unir a este hombre bienaventurado con una mujer bienaventurada, para que tengan hijos bienaventurados. Ahora, Dios puede hacer impacto en un hogar, en una iglesia, en una ciudad, en un país, en el mundo. Todo comienza con un hombre bienaventurado.
  • 6. 6 Pero el número sin precedentes de rupturas matrimoniales y familiares en la actualidad ha dejado a muchos adultos jóvenes sin modelos que seguir. Podría hablarles de una docena de hombres que me han pedido que yo fuera su padre, porque no lo tenían. Un hombre joven, de contextura grande y aspecto temible, que estaba casado hacía varios años, me dijo: “No quiero tener hijos hasta que sepa cómo ser un padre. ¿Quisieras ser mi padre por un tiempo?”. Hay parejas que me han dicho, en sesiones de consejería prematrimonial: “Estamos muy preocupados por el éxito de nuestro matrimonio. Muchos matrimonios terminan en divorcio, y nosotros no hemos visto nunca un buen matrimonio. Nuestros padres se separaron y nosotros ni siquiera sabemos cómo es un matrimonio cristiano y una familia cristiana. ¿Cómo podemos estar seguros de que podremos tener un matrimonio y una familia felices?”. Entonces, ¿cómo podemos construir y criar un hogar feliz? Salomón, el hombre más sabio que haya vivido jamás, usa una de sus palabras favoritas al escribir, en el Salmo 127: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño”. Estos dos versículos constituyen una autobiografía resumida, las palabras de sabiduría de Salomón en su lecho de muerte. Este breve Salmo es una versión abreviada de su gran sermón llamado “Eclesiastés”. Su palabra favorita, en ambos resúmenes de su historia con Dios, es “vano”. Salomón era el clásico epítome del adicto al trabajo, pero aquí reconoce que es posible trabajar en vano. Seguramente él se había preocupado por muchas cosas, pero aquí nos dice que es en vano que nos levantemos temprano, nos acostemos tarde y comamos pan de dolores. También nos dice que es posible edificar en vano. Salomón era un gran edificador. No sólo edificó un templo; construyó ciudades, parques y establos. Una vez construyó una flota de barcos simplemente para ir a saludar a una reina. Sus construcciones eran numerosísimas. Pero Salomón también nos dice que es posible preocuparse en vano, cuando nos preocupamos por cosas equivocadas. Es posible trabajar en vano, cuando trabajamos para las cosas equivocadas. Es posible construir en vano, cuando construimos cosas equivocadas. Después, Salomón pasa al tema de los hijos. ¿Qué tienen que ver sus comentarios anteriores con los hijos? Todo. Salomón comprendió que había edificado todo, excepto las vidas de sus hijos. Ahora, el sabio rey dice: “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta” (vv. 3– 5). Este Salmo es una excelente aplicación negativa de la ley del matrimonio y la familia. Salomón está diciendo: “No hagas lo que yo hice, porque yo trabajé en vano, y edifiqué en vano, y me preocupé en vano. Lo único por lo que necesitas preocuparte, realmente, es por tus hijos”. Y concluye este Salmo con una profunda metáfora en la que nos dice que los padres son para los hijos como el arco a las flechas de un poderoso guerrero. El impulso y la dirección con que la flecha deja el arco dependen del impulso y la dirección que el arco le imprima. Nuestros hijos son las flechas, y nosotros, sus padres, somos el arco desde el cual nuestros hijos son lanzados al mundo. Cuando comprendemos el desafío que esto implica para nosotros como padres, debemos volver a los dos primeros versículos y recordar que no podemos construir una familia a menos que sea el Señor quien la construya. Otra hermosa metáfora ilustra esta verdad de que nosotros no podemos construir un matrimonio y una familia, pero Dios, sí. Él da a su amado el sueño, según Salomón. Mientras estamos despiertos y tratamos de ayudar a Dios a poner energía en nuestro cuerpo, Dios no puede restaurarnos físicamente. Pero cuando estamos en un estado pasivo y vamos a dormir, Dios puede entrar en actividad y restaurar nuestros cuerpos, mentes, emociones y espíritus cansados.
  • 7. 7 Un matrimonio de calidad Como lo ilustra nuestra pirámide, la buena calidad de los padres es consecuencia de que éstos sean personas temerosas de Dios que han entrado en una relación de pareja ordenada por Él. Para que el matrimonio se mantenga fuerte -y para que, por lo tanto, los padres críen bien a sus hijos- Dios debe estar en el centro de la relación matrimonial. No podemos cumplir eficazmente nuestros roles como esposos o padres a menos que Dios nos ayude. Esto se ve claramente en Mateo 19, donde le preguntan a Jesús sobre el matrimonio y el divorcio. Jesús reconoce que Moisés permitió el divorcio, pero eso era para proteger a las mujeres cuyos esposos las echaban a la calle. En esa época, las mujeres no tenían derechos. No tenían posibilidad de reclamar justicia. Así que, por compasión por estas mujeres, Moisés dio a los israelitas el decreto del divorcio; pero esa jamás fue la intención de Dios, según dijo Jesús. La intención de Dios en el principio fue que no existiera el divorcio. Entonces, uno de los discípulos -imagino que fue Pedro-dijo: “Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse” (Mateo 19:10). Jesús respondió: “No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado” (v. 11), queriendo decir que solo aquellos a quienes el Espíritu Santo ilumina pueden comprender y aplicar esta enseñanza. Sin la ayuda de Dios, quiso decir Jesús, es imposible ser un buen cónyuge. Salomón y Jesús nos están diciendo que, sin Dios, es imposible construir nuestro hogar. Sin Él, trabajamos en vano. No podemos ser padres adecuados sin la ayuda de Dios. No podemos ser cónyuges adecuados sin la ayuda de Dios. La Biblia nos enseña que no podemos ser personas adecuadas sin la ayuda de Dios. Lo que es nacido de la carne es simplemente carne, dice Jesús (Juan 3:6). La carne es la naturaleza humana que funciona sin la ayuda de Dios. Jesús dijo también que, sin Él, nada podemos hacer (Juan 15:5). Si usted desea tener un matrimonio verdadero a los ojos de Dios, un matrimonio formado por Dios, un matrimonio que continúa unido por Dios, un matrimonio que cumple con los propósitos de Dios, haga esta oración: Oh amado Padre Celestial, bendice esta casa. Bendice nuestra casa con la luz de tu presencia. Con el amor de tu Espíritu, fortalece las relaciones que hacen que esta casa sea un hogar. Sánanos como personas, para que tengamos una relación sana Y seamos padres sabios y amorosos. Muéstranos cómo acceder a tu gracia todo el día, todos los días. Rogamos que todo lo que hagamos aquí sea hecho en Cristo, por Cristo, y para Cristo. Que la luz, la vida y el poder del Cristo vivo y resucitado nos capaciten y nos controlen para que seamos representantes de Cristo al salir, al entrar y, especialmente, al vivir juntos dentro de estas paredes. Haz de este hogar un símbolo de esperanza Que señale a Aquel Que creó este hogar en su Palabra, Que lo unió por medio de su Espíritu, Y lo mantiene unido por su gracia. En el nombre de Jesús, Padre, bendice nuestro hogar. Amén. Capítulo 2 El matrimonio ante los ojos de Dios
  • 8. 8 Hay un pasaje en los evangelios en el que encontramos una clara enseñanza de Jesús sobre el tema del matrimonio y el divorcio. Ya hemos mencionado este pasaje, pero debo regresar a él ahora, porque Jesús cita a Moisés y nos da las respuestas del Antiguo y del Nuevo Testamento para la pregunta: “¿Qué es el matrimonio ante los ojos de Dios?”. “Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. “Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera. “Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces él les dijo: No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado” (Mateo 19:3-11). El matrimonio es una relación providencial La primera de las siete dimensiones de esta relación, como expliqué en el capítulo 1, es la dimensión providencial de la relación entre un hombre y una mujer. En el capítulo de la Biblia que relata la creación, vemos que el Creador une a un hombre y una mujer en una “unidad”. Jesús definió lo que es el matrimonio ante los ojos de Dios cuando declaró: “Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”. Un matrimonio es un matrimonio ante los ojos de Dios cuando podemos decir que el Señor unió a un hombre y una mujer. Por lo tanto, la guía divina debe ser la base de nuestra decisión de contraer matrimonio. La relación es providencial, porque Dios creó esa relación cuando nos dio el plan para ella en su Palabra. Dios unió a esta pareja cuando los hizo ser una sola carne, y Jesús nos dice que solo Dios puede mantener juntos a este hombre y esta mujer. Dado que cada cónyuge trae sus propios problemas a la relación matrimonial, el desafío es vernos dentro del matrimonio; los roles, funciones y responsabilidades que se nos ordena asumir. Debemos ver la contribución que se espera que hagamos al matrimonio y reflexionar sobre si estamos haciendo tal contribución o no. De la misma manera, tenemos que aceptar nuestra responsabilidad por los problemas que traemos al matrimonio. El matrimonio es una relación permanente En la enseñanza de Jesús en Mateo 19 vemos que el matrimonio es, necesariamente, una relación permanente. ¿Por qué debe ser una relación permanente? La respuesta puede resumirse en una simple frase: los derechos de los niños. ¿Recuerda usted la ilustración del matrimonio que Salomón nos da en el Salmo 127? Los padres son a los hijos como el arco es a la flecha. El impulso y la dirección con los cuales los hijos salen a la vida dependen del arco del que han sido lanzados. Ahora bien, si usted fuera el diablo y quisiera destruir a la familia, ¿qué haría? ¿Acaso no cortaría la cuerda de ese arco? ¿No querría romper el arco? Eso es exactamente lo que está haciendo Satanás. Está trabajando para destruir las familias, cortando la cuerda del arco. La ley de la vida que Dios ideó para el matrimonio y la familia es una de las más antiguas y mejores leyes divinas de la Biblia, porque crea un hogar que automáticamente brinda a los hijos unos veinte años de maduración antes de salir al mundo a enfrentar la vida. Ellos necesitan esa crianza y esa seguridad. Pero cuando cortamos la cuerda del arco, cuando un matrimonio se termina, les estamos robando a los hijos ese cuidado, esa seguridad, ese sentido de dirección que Dios tuvo en mente cuando escribió la ley del matrimonio y la familia en los dos primeros capítulos de la Biblia. Este es uno de los mayores problemas de niños y jóvenes en la actualidad. Un consejero de 78 años de edad que ha aconsejado a adolescentes toda la vida dijo: “Por primera vez en mi experiencia como consejero, la pregunta más importante que me están
  • 9. 9 formulando los jóvenes es: ‘¿Cómo puedo hacer para que mis padres permanezcan juntos?’”. Por eso Jesús dijo que el matrimonio debe ser una relación permanente. Sus hijos tendrán la misma seguridad que tenga su matrimonio e, intuitivamente, lo saben. Si usted quiere ver una mirada de terror en los rostros de sus hijos, mírelos cuando se está peleando con su cónyuge. Cuando ellos ven pelear a sus padres, se sienten menos seguros. Por otro lado, si quiere verlos felices, sea afectuoso con su cónyuge -por ejemplo, dele un beso- delante de ellos. Quizá hagan bromas al respecto, pero no se deje engañar. ¡A sus hijos les encanta eso! Cuando ven expresiones de afecto y ternura, ven que su matrimonio anda bien, y eso los ayuda a sentirse seguros. Algunas veces, las personas llegan a la fe en Cristo cuando ya van por su segundo o tercer matrimonio. Cuando se entregan a Cristo, están en otro matrimonio y ya tienen hijos de parejas anteriores. ¿Cómo se aplica a estas personas la enseñanza de Jesús sobre el matrimonio y el divorcio? Jesús siempre pasó la ley de Dios por el prisma del amor de Dios antes de aplicarla a las vidas de las personas. La diferencia entre Él y los religiosos de su época era que Él nunca perdía de vista el hecho de que la ley de Dios había brotado del corazón de Dios, de su amor por el hombre. La intención de la ley de Dios, en la Biblia, es expresar el amor de Dios por el hombre. Dios desea que la pasemos lo mejor posible. Por eso nos dio su Santa Palabra. No estaba tratando de ver cuán infelices podía hacernos creando un montón de reglas. Él desea que seamos felices. Siempre hay un propósito para cada ley de Dios en la Biblia y, finalmente, todo se resume en el bienestar del hombre, porque Dios ama al hombre. Los fariseos, que formaban el establishment religioso, habían perdido de vista el espíritu de la ley. Les encantaba perseguir a las personas que habían tropezado y habían quebrantado aunque solo fuera una partecita de la ley. Pero Jesús nunca perdía de vista el propósito de su Padre cuando dio la ley a través de Moisés. Siempre se concentraba en el tema: “¿Por qué Dios dio esa ley? ¿En qué sentido esta ley expresa el amor de Dios y su interés por el hombre y su bienestar?”. El propósito de la ley del matrimonio y la familia, por ejemplo, es que podamos tener un hogar feliz, centrado en Cristo. Leemos en el relato de la creación que no es bueno que un ser humano esté solo, y eso motivó a Dios a poner a los solitarios en familias (Salmos 68:6). Él no desea que estemos solos. (Para mayor información sobre este tema, ver el capítulo 6 de este fascículo). El matrimonio es una relación exclusiva El matrimonio no solo es una relación providencial y permanente sino, según Jesús y Moisés, también debe ser, necesariamente, exclusiva. La unidad entre un hombre y una mujer es exclusiva en, al menos, dos sentidos. Moisés escribió: “Por esto el hombre dejará padre y madre...” Jesús estuvo de acuerdo con Moisés cuando dio su definitiva declaración sobre el matrimonio y el divorcio (Mateo 19:5). El matrimonio excluye a los padres de los cónyuges. Ahora bien, esto no significa que usted no pueda tener una buena relación con sus padres después de casado. Pero sí significa que ya no vivirá en la casa de ellos. Y si usted es mujer, su padre ya no es su cabeza en un sentido espiritual; ahora lo es su esposo. El matrimonio también es exclusivo en un sentido íntimo. Jesús dijo que el matrimonio es como un contrato entre un hombre y una mujer. Una de las condiciones en que se basa ese contrato es la exclusividad. Cuando se viola esta exclusividad, el contrato matrimonial puede ser considerado nulo. No necesariamente tiene que ser así, pero puede serlo. Dios no diseñó el matrimonio para que alguien viva con un cónyuge que no respeta la exclusividad de esa relación. Dios no le pide que haga eso. Si su cónyuge no vive esta relación con usted en exclusividad, entonces usted puede declarar anulado el contrato, según Jesús, porque el matrimonio es una relación exclusiva. Un día vino a verme un hombre que trabajaba en un hotel cerca del mar, no lejos de donde yo era pastor. Había conocido a una joven durante el verano y se enamoró profundamente de ella. Tuvieron una relación física, prematrimonial, muy fogosa, durante todo el verano. Cuando terminó el verano, ella regresó a la universidad, pero cada fin de semana que podía, volvía a visitarlo.
  • 10. 10 Hasta que un fin de semana no fue a verlo. Lo llamó por teléfono y le dijo que ya no lo vería más. Ahora este hombre estaba sentado en mi oficina, llorando, literalmente, como si su corazón estuviera destrozado. Estaba destruido. Finalmente me dijo: “Sabe, una relación como esta, con sentimientos tan íntimos y profundos, debería tener cierta protección”. Entre sollozos, decía que no quería poner todos sus sentimientos en algo que no fuera seguro, algo que pudiera terminar simplemente con una nota debajo de la puerta o un llamado telefónico... o aun con la ausencia de una nota o un llamado. Ese hombre estaba en condiciones de escuchar que la relación matrimonial perfilada por Moisés y Jesús ordenaba que existiera precisamente la garantía que él tan elocuentemente estaba describiendo. Dios no quiere que usted esté inseguro en una relación tan íntima como es un matrimonio. Por eso Jesús y Moisés hicieron de la exclusividad una condición para el contrato matrimonial. Capítulo 3 Los siete eslabones de la unidad Un devoto creyente africano esculpió en madera un hermoso símbolo que representa la relación que Dios tenía en mente cuando creó a la primera pareja y declaró que ellos dos eran “una sola carne”. Cuando este talentoso creyente hizo su obra, estaba ilustrando siete maneras en que un hombre y su esposa deben ser una carne. La hermosa escultura, hecha de un solo trozo de madera, representa a un hombre y una mujer que están unidos por una cadena de cinco eslabones dobles. Esta cadena que los une está, a su vez, unida a un eslabón que cada uno tiene sobre su cabeza. Cada uno de los cinco eslabones representa una dimensión de la unidad que Dios quiso que tuvieran el esposo y la esposa. Los eslabones que están sobre sus cabezas representan la relación espiritual que cada uno tiene con Dios. El hecho de que todos los demás eslabones están unidos a estos dos representa el hecho de que su relación espiritual es el fundamento de su unidad. El primer eslabón doble representa la comunicación, que es la herramienta que hace posible que ellos cultiven y mantengan su unidad. El siguiente eslabón es la compatibilidad, que es la evidencia de su unidad. El eslabón medio representa el amor, que es la dinámica de su unidad. A este le sigue el eslabón de la comprensión, que representa el crecimiento de su unidad. El último de estos eslabones dobles que los hace una sola carne es el sexo, que constituye la gozosa expresión de su unidad. El hecho de que todos estos eslabones sean dobles presenta la realidad de que todas estas dimensiones de la unidad son recíprocas, es decir, que implican un dar y recibir entre ambos. Cuando agregamos estos cinco eslabones a los que cada uno tiene en su cabeza, tenemos los siete eslabones de la unidad. Nuestros programas radiales sobre el matrimonio y la familia estaban basados en las siete dimensiones del matrimonio que son representadas por los eslabones que hacen de este hombre y esta mujer una sola carne. Quisiera resumir, en dos fascículos, lo que ustedes han escuchado en esos programas sobre la ley del matrimonio y la familia. El eslabón espiritual Muchos eruditos bíblicos creen que Salomón se refiere al matrimonio cuando dice que un cordón de tres dobleces no se rompe pronto (Eclesiastés 4:12). Un cable o una cuerda de tres hilos es difícil de romper, porque los hilos están entrelazados, y eso le da gran fortaleza. Cuando Dios diseñó la unidad entre un hombre y una mujer, que es providencial, permanente y exclusiva, quiso que ellos fueran uno entre sí y uno con su Creador. Así quiso Dios que fuera el matrimonio. Hay una hermosa metáfora que aún hoy puede encontrarse en las lápidas de los niños judíos: “Ligado en el haz de los que viven delante de Jehová tu Dios” (1 Samuel 25:29). Sería una etiqueta apropiada para colocar sobre cada matrimonio ante los ojos de Dios en la actualidad. Los tres hilos de la hermosa metáfora
  • 11. 11 de Salomón representan al matrimonio de esta forma: el esposo, la esposa y Cristo. En el gran capítulo sobre el matrimonio escrito por el apóstol Pablo, este exhorta a las parejas temerosas de Dios a separarse por breves períodos de tiempo para poder dedicarse a la oración y el ayuno. En realidad, está tratando el tema de la relación sexual de esa pareja. Su razonamiento es, obviamente, que su relación sexual y su unidad son fortalecidas por su unidad espiritual con su Creador (1 Corintios 7:3-5). Hablaré luego sobre la unidad física, pero ahora quisiera hacer algunas observaciones sobre lo que Pablo sugiere en este pasaje acerca de la relación más íntima y privada de nuestras vidas. La relación más íntima y privada que usted puede tener en su vida no es la que tiene con su cónyuge, sino su relación con Dios. Pablo enseña que nuestra relación con Dios es íntima, individual y privada. Si el matrimonio se fortalece cuando nos separamos para presentarnos ante Dios individualmente, esto significa que nos relacionamos con Dios en forma individual, aun cuando seamos un matrimonio. Si lo pensamos un poco, cuando nos presentemos delante de Dios en el juicio, todos deberemos responder ante Dios por nosotros mismos, no por nuestro cónyuge. Compareceremos ante el trono de Dios como individuos, no como matrimonio. El matrimonio de dos creyentes tiene la fortaleza o la debilidad que tenga la relación individual del hombre y de la mujer con Dios. Si el hombre tiene una fe y una relación con Cristo firmes, y la mujer también, entonces, cuando se unen, tienen algo en común: en su matrimonio hay una dimensión espiritual que fortalecerá en gran manera su relación entre sí. Cuando un esposo y una esposa tienen sus propios momentos privados de oración, Biblia y lectura devocional, esto los ayudará a atravesar los tiempos difíciles. Algunas veces se molestarán el uno con el otro por algo que han dicho o hecho, pero cuando vuelvan de sus tiempos privados con Dios, estarán en paz con el Señor... y con el otro. A medida que ambos se acercan más al Señor y transcurre el día, experimentarán una cercanía cada vez mayor con Dios y también entre sí. Si ustedes no tienen entre sí la cercanía que desearían tener, acérquense más a Dios. Así es como el eslabón espiritual de la unidad fortalece el matrimonio. Dado que tanto el esposo como la esposa tienen esta unión espiritual con Dios, yo diría que estos eslabones espirituales son el fundamento del matrimonio que Dios nos presenta como modelo en la Biblia. Capítulo 4 El eslabón de la comunicación Cuando una pareja va a ver a su pastor o a un consejero matrimonial, uno de los primeros problemas que mencionan es la comunicación. Generalmente comienzan la sesión de aconsejamiento diciendo: “No tenemos comunicación. No nos comunicamos”. La comunicación es una dimensión del matrimonio que puede ayudar dinámicamente a que los dos se conviertan en una sola carne, porque es una herramienta que les permite trabajar en esa unidad. Como creyentes nacidos de nuevo, somos uno con Cristo. La unidad con el Salvador no es algo que se mantiene solo. Tiene que ser conservada y cultivada. Por eso debemos pasar un tiempo con el Señor en oración y lectura bíblica diariamente. En otras palabras, mantenemos y cultivamos nuestra relación con Cristo comunicándonos con Él en oración y escuchando su voz cuando abrimos la Biblia. Lo mismo se aplica al matrimonio. Debemos mantener y cultivar nuestra relación. La comunicación es una herramienta que la pareja puede utilizar para cultivar y mantener su unidad. Las bacterias se multiplican en la oscuridad, pero no pueden vivir en la luz. Si dos personas no se comunican, entre ellas crecen un montón de “bacterias”. Por eso Pablo nos exhorta a renunciar “a lo oculto y vergonzoso” (2 Corintios 4:2). Cuando no somos sinceros y nos escondemos cosas, mantenemos las “bacterias” en la oscuridad. La comunicación es como prender la luz sobre nuestra relación.
  • 12. 12 Cuando lo hacemos, muchas de nuestras “bacterias” mueren. Con una buena comunicación, podemos enfrentar aquellas que no han muerto, y la “luz” de nuestra comunicación se convierte en una herramienta que cultiva y mantiene nuestra unidad. El diccionario define a la comunicación como ‘dar y recibir información, ideas y mensajes por medio del habla, los gestos, u otros medios’. Esto nos indica varias cosas acerca de la comunicación. Primero, que no existe eso de “no comunicarse”. Cuando la gente dice: “No tenemos comunicación”, no es cierto. Siempre estamos comunicándonos; la pregunta es qué y cómo nos estamos comunicando. ¿Estamos comunicándonos por medio del habla, de los gestos o de otros medios? Esta definición nos dice también que hay dos dimensiones en la comunicación: dar y recibir. Cierta vez, una mujer dijo: “Es como si mi esposo viviera en una isla misteriosa. Hace veinte años que rodeo esa isla, pero no puedo encontrar ningún lugar donde amarrar mi bote”. Imagine que usted y su cónyuge están en dos islas diferentes y solo pueden comunicarse por radio. Para comunicarse por este medio, uno de los dos debe encender el transmisor y enviar un mensaje, y el otro debe encender el receptor y recibir ese mensaje. Algunas veces, los problemas de comunicación se deben a que uno o ambos cónyuges no encienden el transmisor para enviar una comunicación al otro. Otras veces, cuando transmiten, su mensaje sale distorsionado y confuso. También hay veces en que los problemas de comunicación radican en que uno o ambos no encienden el receptor o, cuando lo hacen, el receptor no está conectado en la frecuencia correcta. La forma en que se recibe una comunicación es tan importante como la forma en que se envía. Si pisamos una tortuga cuando sale de su caparazón, ésta se retraerá nuevamente y no volverá a salir por un largo tiempo. Nosotros, los seres humanos, actuamos igual. Imagine que usted comparte algo realmente profundo con su cónyuge. Si esa comunicación no es recibida adecuadamente, usted se meterá dentro de su caparazón y no volverá a salir por un largo tiempo. Si ustedes no pueden comunicarse, no tienen la herramienta necesaria para cultivar y mantener su unidad y, por consiguiente, no pueden trabajar en la relación. Es posible mejorar drásticamente su comunicación y tener esta herramienta que hace posible que realmente puedan trabajar en su matrimonio. Contrariamente a lo que sucede en la relación entre padres e hijos, que desde el momento que comienza está destinada a la separación, la relación matrimonial une a dos personas. Es como los lados de una pirámide que se unen. El esposo y la esposa deben estar cada vez más y más unidos. La comunicación es la herramienta que nos permite hacerlo. Si una pareja no tiene una buena comunicación, no tiene la herramienta que Dios diseñó para que tuvieran lo necesario para trabajar en mejorar su relación. Los problemas de comunicación vienen al menos en dos formas. Una son las discusiones. Algunas parejas no pueden comunicarse durante cinco minutos sin discutir por algo. La otra forma es la opuesta: el silencio. Ahora bien, el silencio no siempre indica que exista un problema de comunicación, pero con frecuencia es así. Las personas son diferentes. Muchas se sienten incómodas cuando hay silencio. Para ellas, el silencio es molesto. Otras son del “tipo silencioso”, y simplemente no sienten la necesidad de hablar. Un buen amigo mío es el hombre más callado que conozco. Un día, una mujer le dijo: “Usted no tiene mucho que decir, ¿no?”. Mi amigo le dijo: “Cuando las aguas son profundas, son quietas y silenciosas. Pero cuando no tienen profundidad, borbotean”. Mi amigo no estaba siendo desconsiderado con la señora; simplemente estaba haciéndose entender. Así que si usted está casado con una persona del “tipo silencioso”, esto no significa, necesariamente, que tenga un problema de comunicación. Una de las formas más bellas de estar juntos es tener comunión, que es la raíz de la palabra comunicación. Pueden estar tan cómodos juntos que no sea necesario hablar. El silencio no siempre indica un problema de comunicación. Sin embargo, el “desprecio silencioso” es una forma de comunicación, y puede significar que hay un problema de
  • 13. 13 comunicación. Si su cónyuge lo trata con silencioso desprecio, significa que usted lo ha hecho sentir molesto y, por lo tanto, está usando ese silencio para comunicarse con usted. Una mujer cuyo esposo hacía esto con frecuencia decía: “Tengo que prestar mucha atención cuando él no habla, para escuchar lo que está diciendo”. Nos comunicamos por medio del habla, de los gestos, y por otros medios también. Estos otros medios de comunicación pueden ser el silencio, arrojar un plato, dar un portazo, o golpear la pared o la puerta con el puño. Desde un punto de vista positivo, una sonrisa, una mano sobre el hombro, un abrazo o las lágrimas también son formas de comunicación. Así que, como verá, no existe eso de “no comunicarse”. Algunas veces nos comunicamos con gestos u otros medios, sin palabras, pero esos medios pueden ser muy elocuentes. Francisco de Asís dijo: “En todas las cosas, predica a Cristo. Cuando sea absolutamente necesario, usa las palabras”. La comunicación eficaz, ya sea positiva o negativa, no siempre requiere de palabras. Una vez, nuestro profesor de oratoria entró al aula, donde los alumnos estábamos haciendo muchísimo ruido. Fue directamente hacia el frente del aula, y golpeó el escritorio con la palma de la mano abierta. El golpe sonó como un disparo. Mientras golpeaba la mesa, el profesor dijo: “¡Quiero absoluta anarquía!”. Todos callamos de inmediato. Entonces él nos explicó lo que acababa de hacer. Las palabras conforman el 7% de la comunicación. La inflexión de la voz al decir esas palabras es un 55% de la comunicación, y el otro 38% es el lenguaje corporal que las acompaña. Él había dicho: “Quiero absoluta anarquía”. Pero eso no fue lo que controló la situación; en realidad, si los alumnos hubiéramos entendido las palabras que dijo, habría logrado el efecto opuesto. Por su tono de voz, entendimos que estaba diciendo: “¡Orden en la clase!”. Y ese significado fue reforzado por el golpe sobre el escritorio. En resumen La comunicación no es solo lo que se dice; también es lo que se escucha. La comunicación no es solo lo que se dice; también es lo que se recibe. La comunicación no es solo lo que se dice; también es lo que se siente, según los gestos y otros medios que se utilicen. La comunicación no es solo lo que se dice; es el concepto total que se desea transmitir. La comunicación no es solo lo que se dice; algunas veces es, también, lo que el otro quiere oír. Todas estas cosas le dan al receptor la “impresión total” de lo que se ha comunicado por medio del habla, de los gestos y otros medios. Problemas de comunicación Como pastor, a lo largo de muchos años, he preguntado a diferentes parejas: “¿Alguna vez tuvieron buena comunicación?”. La respuesta, casi sin excepciones, era que sí. Entonces yo les daba una tarea para hacer. Si su problema era que ya no hablaban, les pedía que hicieran una lista de todos los motivos por los que habían dejado de hablarle a su cónyuge. Si su problema era que no podían comunicarse sin enfadarse, les pedía que hicieran una lista de todas las razones por las que se enfadaban al hablar con su cónyuge. A estos problemas los llamé “disyuntores de la comunicación”. Durante varios años coleccioné estas listas, y las estudié. Descubrí más de veinte problemas comunes de comunicación que se repetían en la mayoría de esas listas. He aquí algunos de esos problemas. Fíjese si alguno le resulta conocido: 1. Falta de interés. Una esposa comentaba que un día le dijo a su esposo: “Hoy el bebé se descubrió el pulgar”. Ella estaba entusiasmada por el progreso del bebé, pero su esposo no le prestó atención. Mentalmente, todavía estaba en su trabajo o leyendo el periódico. Nadie quiere comunicarse si se da cuenta de que se está hablando a sí mismo. Peor aún, no escuchar significa algo más serio: que no hay interés. Es como decirle a la mujer: “No me interesan ni tú ni los niños”. Según esta mujer, el hecho de que él no se interesaba significaba que no la amaba a ella, ni al bebé. 2. Falta de iniciativa. Recuerde: la comunicación es dar y recibir. Un día, una persona se da cuenta: “Yo soy quien siempre da. Él (o ella) nunca da nada. Lo único que hace es responder”. Si la comunicación es un puente, esposo y esposa deben encontrarse a mitad de camino. Si siempre es uno solo el que está trabajando para construir todo el puente, esa persona se desalienta y dejar de tratar de comunicarse.
  • 14. 14 3. Un cónyuge contencioso e irritable. Salomón dijo que una mujer rencillosa (peleadora) es como una gotera continua en un día de lluvia (Proverbios 27:15). En realidad, es tan posible que un hombre sea rencilloso como que lo sea una mujer. Una persona rencillosa siempre se opone o desafía todo lo que su cónyuge propone. Es muy difícil, si no imposible, comunicarse con una persona rencillosa. 4. No reconocer que su cónyuge necesita estar solo. El hecho de que su cónyuge aún necesite de cierto espacio para sí mismo no significa nada malo para la intimidad del matrimonio. No se sienta amenazado por ese hecho. Recuerde que aunque los dos “son uno” en el matrimonio, hay un sentido muy práctico en que siguen siendo dos. 5. Algunas veces, los problemas de comunicación son causados por problemas físicos, emocionales y espirituales de alguno de los cónyuges o de ambos. Cuando esto sucede, ningún estudio sobre la comunicación podrá resolverlos. Las soluciones para esos problemas son espirituales, físicas y emocionales, y deben ser halladas fuera de la relación. 6. Los problemas de salud tienen un profundo impacto sobre la comunicación y la relación de un matrimonio. Siempre tenga en cuenta que las dificultades en la comunicación pueden ser ocasionadas por un problema físico. Esto se aplica especialmente a los casos en que la persona con la que es difícil comunicarse no siempre haya actuado de esa forma. Si su cónyuge tiene problemas de salud o emocionales serios, debe buscar la ayuda adecuada. Soluciones bíblicas Algunas veces, el problema subyacente es, simplemente, el egoísmo. Uno o ambos cónyuges no están centrados en el otro, sino en sí mismos. Por eso no se interesan. Por eso no escuchan. Cuando el problema es el egoísmo, la solución es la falta de egoísmo. La solución es la Regla de Oro. Jesús nos dijo que pensemos lo que quisiéramos que los demás hicieran por nosotros, y hagamos eso por ellos (Mateo 7:12). Esta gran enseñanza de Jesús puede transformar la comunicación de un matrimonio. Cada cónyuge debe estar centrado en los demás y estar genuinamente interesado en lo que le importa a su pareja. Muchos problemas de comunicación pueden ser solucionados pidiéndole sabiduría a Dios. Uno de mis versículos preferidos es Santiago 1:5, que dice: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios”. Una y otra vez debemos orar a Dios diciendo: “No sé qué hacer. Necesito sabiduría y no la tengo. Tú dijiste que la pidiéramos, así que eso hago”. Así que, cuando los problemas de comunicación lo lleven a un punto en que no sepa qué hacer, pídale sabiduría a Dios. Cómo comunicarse con una persona difícil Hay otro pasaje bíblico que nos muestra cómo resolver difíciles problemas de comunicación. Escuchen este consejo que Pablo da a Timoteo: “Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él” (2 Timoteo 2:23–26). Si su cónyuge es una “persona difícil”, es como si hubiera sido tomado cautivo por Satanás. Está en la prisión de Satanás, y no puede salir. Solo Dios puede liberarlo. Pero esto es lo que usted puede hacer para mantener el fruto del Espíritu. Tres frutos del Espíritu se mencionan en este pasaje: mansedumbre, bondad, paciencia. Si guardamos el fruto del Espíritu, dejamos la puerta abierta para que Dios obre, y la cerramos al demonio. Esto le dará a usted la oportunidad de ganarse el derecho a ser escuchado y vivir delante de su cónyuge la verdad que puede hacerlo libre. Pablo advierte enfáticamente al siervo de Dios (usted) que no debe pelear ni contender, porque eso cierra la puerta a Dios y le abre la puerta al diablo. Cuando aplique, en oración, esta receta de Pablo para comunicarse con una persona difícil, tenga siempre en cuenta que el “cónyuge difícil” puede muy bien ser usted mismo. Jesús dijo, en Mateo 7:5: “Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás
  • 15. 15 bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”. Tener una viga o un tronco en el ojo puede cegarnos de tal modo que sea imposible para nosotros comprender que somos la “persona difícil” que describe Pablo en ese pasaje. Otra solución bíblica, especialmente cuando su cónyuge tiene problemas físicos o psíquicos, es orar como Jesús oró desde la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Solo piense en esto: En medio del dolor insoportable de su muerte, Jesús oró con esas palabras por sus enemigos. Si Jesús oró así por sus enemigos, ¿no podrá usted orar así por su cónyuge? Si su cónyuge no es responsable por lo que hace, porque tiene problemas realmente serios, orar como Jesús por él hará milagros. La comunicación en la familia Si usted y su cónyuge tienen hijos, la comunicación va mucho más allá de ustedes dos. Es importante reconocer las muchas “combinaciones de comunicación” que se dan en su familia, y tomarse el tiempo necesario para cada una de ellas. Por ejemplo, la comunicación entre esposo y esposa es la más importante de todas. Otra es la comunicación como padre y madre, que suelo llamar “reunión de junta directiva”. Estas dos no deben mezclarse. Háganse de tiempo para hablar el uno con el otro como esposos, y dediquen otro momento a su comunicación como padres. Además, existen todas las demás combinaciones de comunicación entre los padres y los hijos. Algunas veces será necesario dar prioridad al lugar y el tiempo para comunicarse individualmente con cada hijo, y otras para comunicarse todos juntos como familia. Y no olvide la necesidad de los hijos de comunicarse entre sí, sin sus padres. En nuestra casa, cuando mi esposa y yo escuchábamos a nuestros hijos comunicándose entre sí, lo llamábamos “sonidos de hermanos”, y era música para nuestros oídos. El ciclo de la vida Imagine una torta cortada en tres porciones. Cada porción representa un tercio de nuestras vidas como matrimonio con hijos. En el ciclo normal de la vida, pasamos un tercio de nuestra vida siendo criados por nuestros padres, otro tercio criando a nuestros propios hijos con nuestro cónyuge, y otro tercio con el “nido vacío”, una vez que los hijos han dejado el hogar. Esto significa que pasamos las dos terceras partes de nuestra vida con nuestro cónyuge. La relación de comunicación a la que debemos dar prioridad es la que tenemos con nuestro cónyuge, ya que continuará mucho después de que nuestros hijos, ya crecidos, se hayan ido. Otra razón por la que debe ser nuestra prioridad en la comunicación es que todas las demás relaciones sufren graves daños si se rompe la comunicación entre esposo y esposa. Muchos padres cometen el error de poner primero a los hijos. Si ellos descuidan su relación mutua, cuando el nido esté vacío, pueden llegar a darse cuenta de que ya no tienen una relación. Es trágico cuando los matrimonios se separan en ese momento, porque los padres y madres olvidaron que también eran esposos. La comunicación es la herramienta para fortalecer la relación más importante de nuestro hogar. Capítulo 5 El eslabón de la compatibilidad La compatibilidad es la evidencia de la unidad que Dios ideó para el esposo y la esposa. El concepto de compatibilidad hace pensar a muchos en la compatibilidad física, el enamoramiento. La compatibilidad física es importante, pero la compatibilidad no es solamente “química”; también implica cosas como nuestros valores. ¿Son compatibles sus valores? Aquí es donde los matrimonios se meten en problemas. Algunas veces los jóvenes se casan, y ni siquiera han hablado sobre si son espiritualmente compatibles. Y después de casarse descubren que sus valores espirituales son incompatibles. Por ejemplo, una joven queda embarazada, y su esposo le dice que se haga un aborto. Ella dice: “No haré eso. Va en contra
  • 16. 16 de mi fe”. Él responde: “¿Qué tiene que ver la fe con eso? No podemos costear la crianza de un bebé. ¡Tienes que abortar!”. Finalmente, ella se divorcia de él. Otra área de clarificación de valores que generalmente es causa de divorcios en la actualidad es la definición de roles del esposo y la esposa. Es imperativo que, antes de contraer el compromiso del matrimonio, ambos estén de acuerdo sobre los roles y la responsabilidades que cada uno piensa asumir y que espera del otro. Debemos tener valores compatibles con la persona que será nuestro cónyuge. Si ambos son uno en Cristo y sus valores están basados en la Palabra de Dios, ¡piense la compatibilidad que esto implica! Su compatibilidad espiritual definirá los roles y las responsabilidades que cada uno debe cumplir en su relación. Su fundamento espiritual definirá asuntos espirituales y morales, cómo pasar el tiempo y gastar el dinero, lo que ustedes quieren para sus hijos, y todas las demás áreas de su vida juntos. La historia de la palabra “compatibilidad” se remonta a una época en que la gente seguramente tenía otro concepto de la vida en común. “Compatibilidad” proviene de dos palabras que significan ‘con’ y ‘sufrir’. Hace años, se consideraba que dos personas eran compatibles para casarse cuando decidían “sufrir juntas”. Parece un enfoque bastante negativo de la vida, pero era real. En esos tiempos, la vida era muy difícil. ¿Alguna vez ha visitado el cementerio de una vieja iglesia y ha visto en cuántas de esas tumbas hay niños enterrados? En las generaciones pasadas, muchas veces, las familias eran muy numerosas. Una razón para ello era que se pensaba que si uno tenía diez hijos, quizá podrían sobrevivir cinco de ellos. La compatibilidad es una de las muchas razones por las que la relación de comunicación más importante de una familia es la existente entre el esposo y la esposa. Si pierden un hijo, es una prueba que deben atravesar los dos. Ambos sufren el duelo. Pero si usted pierde a su cónyuge, sufre solo. He escuchado a muchos esposos o esposas devotos que confirman esta realidad de que cuando están en buena relación con el Señor y con su cónyuge, pueden soportar cualquier dificultad. Es una buena paráfrasis resumida del significado original de la palabra “compatibilidad”. Pero, en la actualidad, el uso común de la palabra “compatibilidad” nos lleva al significado actual que se le da, que es: ‘dos personas que se ajustan bien la una a la otra’. Tienen rasgos de personalidad, valores y propósitos similares. Las personas descubren, después de casarse, que cada ser humano tiene sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Generalmente los puntos débiles no se ven al principio del matrimonio. Pero, después de un tiempo de casados, comenzamos a darnos cuenta de que estamos conviviendo con un conjunto de puntos fuertes y puntos débiles. Lamentablemente, cuando comprenden esta dura realidad, muchas personas llegan a la siguiente conclusión: “Creo que nosotros ya no somos compatibles y he encontrado alguien con quien sí soy compatible”. En esta época, el divorcio y la separación son comunes, porque la sociedad dice que la incompatibilidad es razón para terminar un matrimonio. En realidad, en varias culturas se pueden encontrar toda clase de razones legales para el divorcio. Pero la Biblia da solo un motivo para divorciarse, y no es la incompatibilidad. Es la infidelidad. Como he mencionado anteriormente, el contrato del matrimonio tiene una condición: la exclusividad. Esta condición significa que Dios no requiere que usted viva con alguien en esa relación si la exclusividad ha sido quebrantada. Aceptación Para comprender la compatibilidad, debemos incluir el concepto de la aceptación. En un matrimonio, hay muchas cosas que debemos aceptar de nuestro cónyuge. Él o ella no va a cambiar. Muchas personas son ingenuas; piensan que una vez que estén casadas, podrán cambiar las características que no les agradan de su pareja. Esto se aplica especialmente a las mujeres. Tienen la ingenuidad de pensar: “Una vez que estemos casados, usaré mis encantos para convencerlo de ser el hombre que quiero que sea”. Pero esta es una forma de pensar inmadura. Después de casarse, el hombre seguirá siendo la persona con la que ella se casó, y no va a cambiar.
  • 17. 17 La Biblia se ríe de las personas que dicen que pueden cambiar por sí solas. Por ejemplo, Jeremías pregunta: “¿Mudará... el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?” (Jeremías 13:23). La Biblia es demasiado realista como para decirnos que cambiemos. Pero lo que la Biblia sí dice es que, si cumplimos ciertas condiciones, Dios puede cambiarnos. Si usted necesita desesperadamente cambiar, o está convencido de que su cónyuge debe cambiar, la única esperanza de cambio es que usted y su cónyuge nazcan de nuevo. Por medio del nuevo nacimiento, Dios puede cambiarnos, y hacernos nuevas criaturas en Cristo y por medio de Él (2 Corintios 5:17). Salvo por esa excepción, las personas no cambian. Es inmaduro pensar que usted puede cambiar a su cónyuge y es aún más inmaduro pensar que cambiar de pareja solucionará su problema. Pronto descubrirá que solamente se ha unido a un nuevo conjunto de puntos fuertes y débiles. Lo maduro es pedir a Dios que le dé la gracia para aceptar las fortalezas y las debilidades de su compañero para toda la vida. Cuando ustedes estudien su compatibilidad como cónyuges, no se concentren en los aspectos negativos, o los puntos en que son incompatibles. Esa visión negativa puede destruir un matrimonio. Por el contrario, concéntrense en los aspectos positivos de su compatibilidad. Un joven nació de nuevo cuando tenía diecinueve años. Cuando le dijo al sabio pastor que lo llevó a Cristo que le resultaba difícil mantenerse puro sexualmente, este pastor le dio un buen consejo. Le dijo: “Dios tiene una mujer para ti, y esa es la solución definitiva para todas tus luchas con la pureza sexual”. El recién convertido preguntó: “¿Cómo sabré cuando haya conocido a esa mujer?”. El pastor le dijo: “Te lo diré. Toma una hoja de papel y traza una línea vertical de arriba abajo. A la izquierda de esa línea, haz una lista de todos los atributos que quisieras hallar en una mujer: espirituales, intelectuales, físicos, etc. Ahora, junto a esa columna de cualidades y virtudes que quieres que tenga tu esposa, haz una lista de las cualidades que esa clase de mujer buscará en un hombre. Después estudia esa lista con mucho cuidado y pregúntate: ‘¿Soy yo esa clase de hombre?’. Si no lo eres, entonces ya sabes lo que tienes que hacer mientras oras y buscas a la mujer ideal”. Si uno hace esas listas, reconocerá a su cónyuge al verlo, porque sabrá qué es lo que está buscando. Así sucedió conmigo. Hice las listas, y las memoricé. Cuando conocí a mi esposa, podría haberle pedido que se casara conmigo de inmediato, pero esperé hasta la segunda cita porque no quería que pensara que me estaba apresurando demasiado. Aunque usted quizá no tenía en la mano, literalmente, las dos listas, cuando conoció a su cónyuge, básicamente, quizá haya hecho lo mismo. Una vez que esté casado, pregúntese: “¿Qué cualidades de mi cónyuge me atrajeron desde el principio e hicieron que yo lo eligiera para casarme con él o ella?”. Algunas veces las personas están casadas hace tanto tiempo que olvidan qué fue lo que inicialmente los atrajo de su cónyuge. ¿Qué cualidades buscaba usted? ¿Cuántas de esas cualidades tiene aún su cónyuge? Después pregúntese qué cualidades suyas atrajeron a su cónyuge. ¿Cuántas de esas cualidades posee usted aún? Ahora haga una lista de todas las cualidades de su cónyuge que admira, y otra lista de las cualidades que su cónyuge admira de usted. El pastor Dick Woodward tiene una piedra grande y pulida que su hija le regaló, y que usa como pisapapeles. Esta hermosa piedra tiene la siguiente pregunta inconclusa escrita en la parte superior: “Si no estás tan cerca de Dios como solías estar,...” y debajo del pisapapeles dice: “...¿quién se movió?”. Ahora formúlese esa pregunta con respecto de usted y su cónyuge. Si no está tan cerca de su cónyuge como estaba antes, ¿quién se movió? ¿Fue usted? ¿Fue su cónyuge? Nunca se olvide de las cualidades que los atrajeron mutuamente al comienzo. Áreas de compatibilidad Para ayudarle a definir mejor sus viejas “listas” de compatibilidad, veamos algunas importantes áreas de compatibilidad que son básicas. Una es la compatibilidad física. En un buen matrimonio, el sexo, si es lo que Dios quiso que fuera, constituye aproximadamente un 10% de la relación. Pero si no es lo que Dios
  • 18. 18 quiso que fuera, el sexo puede llegar a ser el 90% del problema. Muchos son los matrimonios que se separan por incompatibilidad física. ¿En qué medida su incompatibilidad física, si la hubiera, se solucionaría si usted se concentrara en su cónyuge en lugar de en sí mismo; si pusiera a la otra persona y la gratificación de ella en el centro de la relación? La compatibilidad también involucra valores. El diccionario dice que un valor es ‘la cualidad por la cual determinamos si algo es más o menos importante, útil, beneficioso, y, por lo tanto, deseable’. Todos tenemos valores, ya sea que podamos definirlos o no. Cuando dos personas se casan, esta es un área en que realmente puede verse si existe incompatibilidad. Nuestros valores determinan muchas cosas; por ejemplo, cómo empleamos nuestro tiempo. ¿Tiene usted conflictos con su cónyuge por este tema? Nuestros valores también determinan la forma en que gastamos el dinero. Nuestro dinero y nuestras posesiones reflejan la manera en que usamos el tiempo. Así que cuando gastamos dinero, en cierto modo, estamos gastamos nuestra vida. ¿Alguna vez tienen desacuerdos sobre el manejo del dinero usted y su cónyuge? Cuando una pareja no está de acuerdo sobre la forma en que debe gastar su dinero, encontramos una pauta que puede ser una buena medida de su compatibilidad. La manera de criar a los hijos es otra área donde se reflejan nuestros valores y se mide la compatibilidad de la pareja. Juntos, ustedes deben determinar qué desean para sus hijos, qué clase de educación prefieren para ellos, y cómo van a disciplinarlos. Cuando un hombre y su esposa tienen trasfondos muy diferentes, es muy posible que tengan conflictos al tratar de resolver estas cuestiones juntos. Una última área de compatibilidad especialmente importante en la actualidad es la compatibilidad de roles. ¿Cómo percibe usted el rol de esposo y padre? ¿Cómo percibe el rol de esposa y madre? Cuando definan sus roles, quisiera hacerles dos preguntas: ¿Toman su definición de roles de su cultura, o de la Biblia? Si toman su definición de roles de su cultura, ¿cómo van las cosas en su matrimonio y su familia? Si ustedes creen que Dios creó el matrimonio y nos dio un modelo de cómo debe ser, la forma en que definan los roles en su relación debe estar basada en la Biblia. Recuerden: la premisa con la cual comenzamos estos estudios del matrimonio y la familia es que son una ley de la vida que Dios estableció cuando creó al ser humano como hombre y mujer. En su Palabra, Él nos ha dejado el modelo de cómo deben funcionar las parejas y las familias. Si ustedes creen que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios, deben acudir a ella para conocer el plan divino para esta definición de roles. Si el esposo y la esposa se ponen de acuerdo en tomar su definición de roles del modelo de Dios, tienen un gran potencial de compatibilidad. Roles bíblicos En la actualidad, la definición de roles en el matrimonio conlleva otro asunto, que podríamos llamar “el argumento de la cultura”. Hay personas que dicen que un pasaje particular de la Biblia no se aplica en la actualidad, debido a la cultura existente en el momento en que se escribió la Biblia. Este factor cultural invalidaría, entonces, la verdad que se enseña en la Biblia. Es cierto que muchos pasajes deben ser interpretados dentro del contexto de la cultura correspondiente, como 1 Corintios 11, donde Pablo dice que si una mujer, al cortarse el cabello, estaba dando a entender que era prostituta, entonces, la mujer cristiana debe usar el cabello largo. Si no existe esa costumbre, entonces, el largo del cabello de la mujer no importa. Pero muchos pasajes bíblicos son “supraculturales”; es decir, no deben ser interpretados a la luz de la cultura en que fueron escritos. Debemos interpretar nuestra cultura según las Escrituras, no permitir que la cultura interprete las Escrituras. La Biblia fue dada para que se estableciera una cultura temerosa de Dios. Un pasaje tal es el de Génesis en que Dios crea a la mujer como ayuda del hombre, para completarlo. La mujer estaba incompleta sin un hombre al que completar. El hombre y la mujer, unidos, son llamados “Adán” (no “los Adanes”). Sin una esposa, el hombre es solo un fragmento de lo que debe ser. Sin un esposo, la mujer, ciertamente, está incompleta.
  • 19. 19 Pero Dios une a los dos y ellos se convierten en una persona completa. Esta es una definición de roles supracultural, es decir, no afectada por el contexto cultural. El modelo de matrimonio de Pedro Otro pasaje “supracultural” es el de 1 Pedro 3. En el capítulo anterior, Pedro hace referencia al hecho de que, antes de ser cristianos, éramos como ovejas descarriadas. Pero “ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas” (2:25). Después comienza el capítulo 3 con un consejo para las mujeres cuyos esposos no obedecen a la Palabra. Les dice: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas” (3:1). A los esposos, les dice: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (3:7). Las expresiones clave en los versículos 1 y 7 son “asimismo” e “igualmente”. ¿A qué se refiere Pedro con estas palabras? Se refiere a la expresión “el Pastor y Obispo de vuestras almas”. Tanto Pedro como Pablo presentan vez tras vez en sus escritos un modelo para esposos y esposas: Cristo y la Iglesia. Pedro señala a Cristo y la Iglesia y pregunta a esposos y esposas: “¿Quieren ver el modelo supracultural de Dios para los roles de esposo y esposa? Esposo, pastorea a tu esposa, así como Cristo es el Pastor de la Iglesia. Esposa, ¿quieres saber cuál es tu rol como tal? Mira este modelo de Cristo y la Iglesia. Mientras tu esposo te pastorea, mientras es como Cristo para ti, sé como la Iglesia es para Cristo en tu relación con tu esposo”. En ese espíritu es que Pedro escribe este pasaje. Básicamente, está diciendo: “Esposa, permite que tu esposo sea como Cristo para ti. Permite que él te pastoree. Permite que te ame como Cristo amó a la Iglesia”. Eso es, realmente, lo que significa la sumisión de la esposa: permitir que su esposo la pastoree de la misma manera que Cristo pastorea a la Iglesia. La razón por la que no vemos con frecuencia este modelo en muchos matrimonios de creyentes en la actualidad no es que la esposa no se someta al esposo, si bien ese problema existe. El obstáculo principal para que este modelo de matrimonio se implemente y se muestre hoy es que el hombre no es como Cristo para su esposa. No es el sacerdote del hogar; no asume la responsabilidad de pastorear y guiar a su esposa y su familia. El modelo de matrimonio de Pablo En el quinto capítulo de Efesios, Pablo muestra un modelo de definición de roles de esposo y esposa similar al de Pedro. En el versículo 21, dice: “Someteos unos a otros en el temor de Dios”. Observemos que Pablo pide sumisión mutua. Esposos y esposas deben someterse mutuamente, porque por naturaleza somos egoístas. Algunos matrimonios temerosos de Dios, cuando leen que los dos deben ser uno, pasan muchos años preguntándose: “¿Cuál de los dos?”. Para que dos se conviertan en uno, para que el matrimonio funcione, tanto el esposo como la esposa deben someterse mutuamente. Esa es la esencia del amor. Pablo continúa: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo”(22–24). Obviamente, Pablo hace lo mismo que hizo Pedro en su inspirado consejo sobre el matrimonio. Pedro y Pablo presentan el paradigma de Cristo y la Iglesia, y ambos escriben su definición de roles para esposos y esposas usando a Cristo y la Iglesia como modelo. Este modelo de Cristo y la Iglesia no tiene nada que ver con las culturas de Asia Menor o Roma. Estos modelos para el matrimonio revolucionaron las culturas corruptas y pecaminosas de su época. Debemos recordar que Jesús no enseñó a sus apóstoles y discípulos que se acomodaran a los valores de sus culturas; los desafió a que revolucionaran sus culturas. Ahora bien, la tarea que se les encomienda a las mujeres en el consejo matrimonial de Pablo requiere una gracia sobrenatural. Pero la tarea que se encomienda a los hombres requiere mucha más
  • 20. 20 gracia sobrenatural. Porque a nosotros, como hombres, se nos ordena que amemos a nuestras esposas “como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (v. 25). Exactamente de la misma forma que Cristo ama a la Iglesia, el esposo debe amar a su esposa y su familia. Así como Cristo se entregó por la Iglesia, al esposo se le ordena que se entregue por su esposa y su familia. Jesús ordenó a los hombres que fueran “perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Pablo escribió a los colosenses que nuestra única esperanza es el milagro de que Cristo vive en nosotros. Si Cristo vive en nosotros, es posible –y hasta natural- que seamos como Cristo es, amando y entregándonos a nuestra esposa (Colosenses 1:27). Mujeres, si tuvieran un esposo que las amara a ustedes y a sus hijos exactamente de la misma manera que Cristo ama a la iglesia, ¿sería tan difícil permitir que él las pastoreara? ¿Sería tan difícil permitir que sea la cabeza del hogar y que asuma la responsabilidad de dirigirlo? En algunos aspectos, a las mujeres les toca la parte más fácil. Básicamente, lo que Pedro dice es: “Permite que tu esposo te pastoree, y tómalo con dulzura”. Esto es lo que quiere decir cuando menciona que “...sean ganados [...] por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa”. Sométase dulcemente a su esposo. Hay muchas mujeres que se someten exteriormente, pero se resisten en su interior. Pero Pedro dice: “Tu sumisión debe ser genuina; debe salir de adentro. Tómalo con dulzura, y en silencio. Simplemente vive la Palabra delante de tu esposo. Si algo lo desafiará a tomar su lugar, será verte a ti tomar el tuyo”. Recordemos que Pedro dirige estas palabras a mujeres que tienen esposos que no obedecen a la Palabra. Esto puede significar que sus esposos no son creyentes. También podría significar que son creyentes, pero no son con sus esposas como Cristo es con la Iglesia. Hay un lugar en que el esposo y la esposa deben ubicarse en el matrimonio, según Jesús, Pedro y Pablo. Debemos recordar que Pedro dirige estas palabras a esposas cuyos maridos no están ocupando el lugar que les fue asignado. En resumen Básicamente, lo que Pedro les dice a estas esposas es que no lograrán que sus esposos ocupen su lugar sermoneándolos, ni empujándolos, ni arrastrándolos. Por la gracia de Dios, ellas deben ocupar su lugar. No les dice que esta instrucción siempre dará como resultado la conversión o el cambio de comportamiento de sus esposos. Su consejo es que, si existe algo que pueda resolver su problema, es el ejemplo que ellas sean para sus esposos; y que ese ejemplo puede ser un desafío para que estos hombres ocupen el rol que realmente les corresponde. Capítulo 6 El eslabón del amor La dimensión espiritual es el fundamento de la unidad que Dios ha designado para un esposo y su esposa. La comunicación es la herramienta con la cual una pareja casada puede cultivar y mantener su unidad. La compatibilidad es la evidencia de su unidad. El amor es la mayor fuerza dinámica de la unidad que Dios tenía en mente cuando declaró que los dos deben ser una sola carne. Una buena pregunta para que se formule la pareja antes de entrar en el matrimonio es: “Cuando ustedes se dicen ‘Te amo’, ¿qué quieren decir?”. ¿Quieren decir: “Yo tengo esta necesidad y tú puedes satisfacerla mejor que nadie que yo haya conocido”? Cuando dicen “te amo”, ¿están diciendo, en realidad: “Te necesito”? Si esta es su interpretación del concepto del amor, no tienen una perspectiva bíblica sobre el significado de la palabra “amor”. Cuando usted dice “te amo”, ¿quiere decir: “Tu bienestar es tan importante para mí como mi propio bienestar”? Eso es mejor, pero tampoco llega a definir el amor bíblico, el amor de Cristo. El problema mayor en el matrimonio es el egoísmo. Por el contrario, la mayor fuerza dinámica del matrimonio es la falta de egoísmo, el estar centrado en el otro, la capacidad de poner a la otra persona en el centro y pensar cómo podemos satisfacer sus necesidades. Cuando descubrimos la definición bíblica del amor,
  • 21. 21 veremos que el amor como el de Cristo es la fuerza más dinámica en el matrimonio, porque el amor de Cristo hace posible que seamos verdaderamente desinteresados. Jesús dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). Cuando se aplica esa enseñanza de Jesús, se produce una revolución en el matrimonio. Muchas personas llegan al matrimonio pensando en recibir. Tratan de tomar el uno del otro para satisfacer sus propias necesidades. Si ambos quieren recibir y ninguno quiere dar, ninguno recibe nada. Pero ¡cómo cambian las cosas cuando ambos comprenden que es más bienaventurado dar que recibir! Si no han aprendido a poner a otra persona en el centro, no tengan hijos. Así como el compromiso de casarse debe estar basado en la guía de Dios, los matrimonios devotos no deberían tener descendencia hasta que Dios los motive a traer hijos a su matrimonio y a este mundo. Tener hijos es el acto más desinteresado que puede realizar una pareja. Durante los veinte o veinticinco años que crían a sus hijos, deben dar, dar y dar, sin recibir nada a cambio. Si son buenos padres, cuando los hijos dejen el hogar, se casarán y también serán generosos con sus propios hijos. Es una decisión que requiere gran desinterés. Soy de una especie que posiblemente esté en extinción en este tiempo. Tuve la bendición de tener una madre devota que creía en el modelo de Dios para el matrimonio y la familia. Mi piadosa madre tuvo once hijos. Un día le pregunté: “Si tuvieras que volver a vivir, ¿volverías a tenernos a todos tus hijos?”. Ella contestó: “Sí, lo haría, pero antes tomaría la decisión de renunciar a tener una vida propia”. Quizá a usted le suene extraño que mi madre decidiera no tener una “vida propia”. Uno de los absolutos para el adulto joven del siglo XXI es su derecho a “hacer su propia vida” y vivirla a su gusto. Es por eso que a muchas mujeres las ofende la idea de que deben completar a un hombre. A los hombres también los ofende la idea de que deben amar a sus esposas y entregarse a ellas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella. ¿Cómo puede uno hacer su propia vida y al mismo tiempo entregarse a su esposa y su familia? La respuesta es que no se puede. Algunos dijeron de Cristo: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar” (Mateo 27:42). Para amar con el amor de Cristo, debemos sacrificar nuestra vida por aquellos que amamos. Mi madre amó a su esposo y a sus hijos con el amor de Cristo. Por eso no tuvo vida propia. ¡Pero fue feliz! Estuvo casada durante mucho tiempo, y nunca leyó un solo libro sobre el matrimonio. Solo leía la Biblia. Y era una esposa y madre feliz, porque encontró la dinámica de su matrimonio en su Biblia. El “estilo de amor” que ella decidió vivir contradice la actitud de la generación del “yo”. También la contradice esta afirmación de Jesús: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13). O esta enseñanza del Señor: “Todo aquel que quiera salvar su vida, la perderá” (Lucas 9:24). Un misionero que fue martirizado por su fe escribió: “No es necio quien entrega lo que no puede conservar para ganar lo que no puede perder”. Sacrificar deliberadamente nuestra vida por otra persona es el mayor amor que pueda existir. Esa es precisamente la clase de amor que vemos en la definición del rol de un hombre y una mujer que se unen en el matrimonio cuyo modelo se presenta en la Biblia. Yo llamo a esta cualidad del amor “la dinámica de la unidad”. Resumiendo: La relación espiritual que el matrimonio tiene con Cristo, individualmente y juntos, es el fundamento de la unidad; la comunicación es la herramienta que conserva la unidad; la compatibilidad es la evidencia de la unidad, y el amor es la fuerza dinámica que moviliza esa unidad. Entonces, ¿qué es el amor? “¿Qué quiere decir usted cuando le dice a ella: ‘Te amo’?”. Al formularles esta pregunta a diversos hombres, me ha sorprendido cómo les cuesta encontrar las palabras justas, o no pueden explicar lo que ellos creen que es el amor. La verdad es que cuando nos casamos jóvenes, quizá no sepamos nada del amor. Cuando un hombre joven le dice: “Te amo” a una atractiva y joven mujer, probablemente, lo que le está diciendo en realidad es: “Yo me amo a mí mismo, y a ti te deseo”. Si eso es lo único que el hombre quiere decir cuando le dice “te amo” a su esposa, ella se
  • 22. 22 sentirá muy insegura, porque más adelante quizá él encuentre alguien que satisfaga mejor su necesidad. El capítulo del amor en la Biblia Quisiera compartirle lo que yo creo que es la más grande afirmación jamás escrita sobre el amor de Dios y de Cristo. Está escrita en el capítulo 13 de 1 Corintios, un pasaje que usted probablemente conoce bien. Cuando Pablo escribió estas inspiradas palabras a los corintios, el amor no era su tema principal. En realidad, estaba escribiendo acerca de los dones espirituales, y fue para poner los dones espirituales en perspectiva que escribió este inspirado capítulo acerca del amor. Comparación del amor “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1-3). En los primeros tres versículos de este gran capítulo, Pablo dice que el amor es incomparable e irremplazable. Básicamente, Pablo dice: “Nada de lo que yo tengo, nada de lo que soy, nada de lo que puedo llegar a ser, tener o hacer puede ocupar el lugar del amor en mi vida”. En su época, los que vivían dentro de la cultura griega de los corintios eran famosos por su elocuente oratoria y su énfasis en las búsquedas intelectuales, especialmente la filosofía. Los creyentes de Corinto también valoraban en gran manera los dones espirituales, especialmente el don de lenguas. Por eso Pablo compara al amor con la elocuencia, con las lenguas angelicales, y con tener todo el conocimiento, para dar prioridad al incomparable e irremplazable amor sobre el cual escribe. Después Pablo menciona el don de profecía, al que llamará más adelante el más grande de los dones espirituales (1 Corintios 14). También compara el amor con la fe y concluye el capítulo diciendo que la fe es uno de los tres valores eternos más importantes. Pablo fue el misionero más importante que haya tenido jamás la Iglesia, por lo cual entendemos la gran importancia que adjudica a la fe. Sin embargo, él escribe que, si tenemos fe sin amor, no somos nada. Al comparar el amor con esos valores que los corintios estimaban tanto, Pablo llega a la conclusión: “Ninguno de ellos puede remplazar al amor en nuestra vida, por lo que el amor significa”. El contraste del amor (8-13) “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (vv. 8-13). Al final de este capítulo, Pablo resume sus comparaciones del amor cuando comparte con nosotros que hay tres cosas que realmente permanecen, que son valores eternos: la esperanza, la fe y el amor. Pero concluye que el más grande de estos valores eternos es el amor. La esperanza es un valor duradero, porque nos lleva a la fe. Un día nuestra esperanza, es decir, la convicción de que hay algo bueno en esta vida, recibe contenido cuando nos lleva a la fe (Hebreos 11:1). La fe es uno de los valores duraderos, porque nos lleva a Dios. Pero cuando descubrimos el amor, no hemos descubierto algo que nos lleva a algo que nos lleva a Dios. Hemos descubierto a Dios, porque hay una cualidad del amor que es Dios. Por eso el amor es irremplazable e incomparable. Dios es amor (1 Juan 4.16). Las virtudes del amor (4-7) “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la
  • 23. 23 injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (vv. 4-7). En su clásico devocional, titulado The Greatest Thing in the World (La cosa más grande del mundo), Henry Drummond escribió, acerca de los versículos 4 al 7: “En estos versículos, el Espíritu Santo pasa el concepto del amor divino a través del prisma del inspirado intelecto de Pablo, y lo hace aparecer del otro lado como un racimo de virtudes”. En estos cuatro versículos de 1 Corintios se detallan quince virtudes. Si las examinamos, estaremos examinando la “estructura” del amor divino, un análisis de la naturaleza misma de Dios, dado que se nos dice que Dios es amor (1 Juan 4:16). Es muy difícil definir a Dios, o el amor que es Dios. Con gran sabiduría, e inspirado por el Espíritu Santo, Pablo nos dice cómo se comporta el amor divino. Básicamente, está diciendo: “Si ustedes tienen este amor acerca del cual escribo, se relacionarán con las personas que se cruzan en su vida de esta manera”. En otra inspirada carta, Pablo nos dice que esta cualidad del amor es el fruto, la evidencia, o la prueba de que el Espíritu Santo vive en nosotros (Gálatas 5:22). En estos cuatro versículos ubicados en el corazón del capítulo sobre el amor, Pablo hace un estudio espiritual “microscópico” del amor. Quisiera desafiarlo a hacer lo siguiente. Estudie cuidadosamente estas quince virtudes que reflejan el amor divino. Al hacerlo, ponga a su cónyuge, a sus hijos, y a los demás, en el centro de cada una de estas virtudes que expresan el fruto del Espíritu que brota de su vida. La gente tiene una extraña habilidad para dar vuelta este pasaje y pensar: “Así es como mi cónyuge y los demás creyentes deberían amarme”. No; Pablo nos está diciendo: “Así es como tú debes amar a tu cónyuge y a los demás”. Hace años, cuando nuestra hija mayor tenía dos años, la observé secretamente mientras estaba en la guardería de nuestra iglesia. Me sorprendió cuando tomó un juguete de plástico de la mano de un bebé y le dijo: “Jesús dijo que debemos compartir, así que ¡dame eso!”. Estaba claro que no había comprendido aún el verdadero significado del amor que Pablo nos presenta en este capítulo. Los adultos solemos hacer lo mismo, solo que de forma más disimulada. Cuando estudiamos este pasaje sobre el amor, muchos decimos: “¡Así debería amarme mi cónyuge!”. Al estudiar estas virtudes del amor, no piense cómo se supone que debe amarlo su cónyuge. Pregúntese: “¿Estoy amando yo así a mi cónyuge?”. Ahora veamos estas virtudes una por una: El amor “es sufrido”. La palabra griega que Pablo utiliza aquí significa que el amor es misericordioso. Nunca busca venganza. El amor no “busca revancha”, aunque tenga el derecho y la oportunidad de hacerlo. El amor “no tiene envidia”. Un sinónimo de la palabra griega que Pablo usó aquí sería la palabra “generoso”. Esto se refiere al compromiso desinteresado de una persona para con otra: un altruismo santificado. ¿Está usted comprometido por completo a dar desinteresadamente su tiempo, su energía y todo lo que sea necesario para que todas las necesidades y deseos de su cónyuge sean satisfechas? Eso es lo que significa “no tiene envidia” en el idioma original. El amor “no es jactancioso, no se envanece”. Esta es la traducción de una palabra griega que significa que quien ama de esta manera no hace alarde. No necesita impresionar a otras personas. No tiene ideas exageradas acerca de su propia importancia, porque este amor lo hace humilde. Es exactamente lo contrario de los orgullosos y arrogantes de este mundo. Las dos dimensiones del amor divino Todas estas virtudes tienen una dimensión exterior y una dimensión interior. El amor se comporta exteriormente de esta forma, porque hay una realidad interna que produce la expresión externa del amor. Lo vemos en el versículo 5: el amor “no hace nada indebido”. En lo externo, el amor no se comporta en forma indebida. Se comporta en forma amable, cortés, educada, porque, en su interior, “no busca lo suyo”. Gracias a esa misma realidad interior, “no se irrita” (v. 5). No es “quisquilloso”, no se “pone nervioso”, porque no trabaja para que se cumplan sus propios planes, ni insiste en hacer las cosas a su manera. Es difícil hacer enfadar a una persona que ama y está centrada en los demás. Esa es la expresión exterior del hecho de que, en su interior, esa persona
  • 24. 24 no está consumida por el egoísmo, el egocentrismo, el orgullo y la actitud del que quiere siempre que las cosas se hagan a su manera o nada. El amor “no guarda rencor”. Esta es la traducción de una palabra que Pablo utiliza para implicar que el amor no registra cada falla ni hace una lista de las ofensas cometidas por el objeto de su amor. ¿Lleva usted un registro de cada ofensa cometida por su cónyuge? Si es así, esto no proviene del amor de Cristo en su corazón. La razón por la que este amor no hace una lista de ofensas en lo externo, es que internamente “no se goza de la injusticia”, lo cual significa que quien ama con el amor de Cristo no se complace cuando el objeto del amor falla. Si el objeto de su amor falla, el que ama sufre, porque no desea que falle. En su interior, esa persona se regocija cuando el objeto de su amor tiene éxito. Eso es lo que significa “se goza en la verdad”. El hecho de que una persona se complazca cuando la verdad prevalece en la vida del objeto de su amor es una expresión del amor de Cristo. El versículo 7 dice que el amor “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Cuando el objeto del amor falla, el que ama guarda silencio. Eso significa “todo lo sufre”. El amor tiene fe para ver y creer en el potencial del objeto de su amor. ¡Esto les hace tanto bien a las personas! Cuando yo era adolescente, y aparentemente no tenía gran potencial, mi pastor hizo esto por mí, y significó mucho para mi vida. Él solía decirme: “Creo en lo que llegarás a ser”. En ese momento yo no creía en mí mismo, y tampoco conocía a nadie más que lo hiciera. Que él creyera en mí fue muy importante. Al principio, pensé que él estaba bromeando, pero no era así. Realmente creía en mí. Él “todo lo creía”. Dado que tiene la fe de ver el potencial en el otro, el amor “todo lo espera”, lo cual significa que espera gozosamente el cumplimiento de lo que ve y cree. Y mientras cree y espera el cumplimiento de lo que ve en el objeto de su amor, todo lo soporta. Puede tolerar cualquier cosa. La palabra griega que se utiliza en el original significa ‘perseverar mientras cree y espera’. Todo esto se expresa en lo exterior, porque interiormente el amor tiene esa confianza santificada. Su confianza no está en el objeto de su amor tanto como en lo que cree que Cristo puede hacer en, con y a través del objeto de su amor. Finalmente, Pablo nos asegura que el amor “nunca deja de ser”. Nosotros dejamos de amar, pero el amor nunca deja de ser. El que ama sabe que el amor que entrega nunca pierde poder, ni deja de influir, en última instancia, sobre el objeto de su amor. En otras palabras, el amante dice al amado: “Nada que tú hagas o digas jamás puede hacer que deje de amarte, porque te amo con el amor de Cristo, y ese amor es fuerte; todo lo soporta”. A la luz de estas quince virtudes, mire a su cónyuge y pregúntese: “Cuando digo que lo (o la) amo, ¿qué quiero decir?”. Si el Espíritu Santo está en usted, tendrá la capacidad de amar a su cónyuge con este racimo de virtudes. Esta es la dinámica que Dios diseñó para impulsar la unidad de dos personas que conforman el matrimonio que Dios tenía en su corazón cuando hizo a Adán varón y mujer. Sin esta dinámica, su unidad es solo un fragmento del espíritu de la ley del matrimonio y la familia. Pero si, por la gracia de Dios, ustedes tienen esta dinámica, ese amor puede hacer que su unidad sea todo lo que Dios quiso que fuera.