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ALGO LE VA A PASAR A TU MAMA Y A TU
HERMANITA... LA ESTRUCTURA DEL
SECRETO EN ABUSO SEXUAL INFANTIL
Liliana Edith Alvarez*
Resumen
Este artículo brinda un panorama de la estructura del secreto en las situaciones de
abuso sexual infantil intrafamiliar. El trabajo considera sobre todo el vínculo abusi-
vo padre-hija prepúber. Se analizan las estructuras de frase a través de las que se
efectiviza la imposición del secreto. Se exponen algunas puntuaciones acerca de la
estructura del secreto, y de la eficacia que tienen en la subjetividad de los niños las
frases de los padres con prácticas abusivas, a partir de las cuales la amenaza ope-
ra produciendo un acto sacrificial.
Palabras clave
Estructura del secreto; abuso sexual infantil; sacrificio; lenguajes del erotismo.
Summary
This article offers an overview of the secrecy structure in intrafamiliar child sexual
abuse situations. The analysis focuses on the abusive bond father-prepuberal daugh-
ter.
It analyzes phrase structures through with the imposition of the secrecy becomes ef-
fective. It exposes some punctuation about secrecy structure, and the efficacy in chil-
dren subjectivity of what their parents with abusive practices say, from with the me-
nace operates producing a sacrificial act.
Key words
Structure of the secret; child sexual abuse; sacrifice; language of the eroticism
Estructuras de frase, estructura de intimidación
El estudio del vínculo paterno filial en situaciones de abuso sexual hace trastabillar
nuestros saberes consolidados. La escucha se torna insoportable. La insistencia de
comportamientos y relatos que se recortan como “típicos” en el caso a caso da cuen-
ta de la demolición de la subjetividad en la práctica abusiva y nos impulsa a pregun-
tarnos acerca del significado de dicha repitencia temática.
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* Directora de la Carrera de Especialización en Psicología Forense, UCES. Docente de la Maestría en
Problemas y Patologías del Desvalimiento, UCES. E-mail: lialvarez@datamarkets.com.ar
Puntuaciones sobre el abuso y el incesto
La práctica con niños abusados nos enfrenta con estados de regresión fusional y ex-
trema dependencia del objeto que se expresan a través de una profunda vivencia de
desvalimiento. Son niños retraídos con una fachada de conexión que no los represen-
ta. Se podría hablar de un seudoself en el que no hay una identificación genuina que
sostenga su presentación. Entrampados en una situación arrasadora, se refieren a la
encerrona trágica diciendo: “No podía salir de esto”, en donde el verbo “salir” (con
el no poder) expresa la retracción narcisista del erotismo tóxico. La retracción narci-
sista se mantiene desde la suposición que deben apelar a toda la libido disponible pa-
ra evitar su desintegración. Si parte de la libido se dirige al mundo, los niños se va-
cían en el otro...
Nos encontramos con niños desvitalizados, con un tipo de vitalidad orgánica moto-
ra. Tienden a caer en sopor y tienen alteraciones del dormir. No dormir es la defensa
al acecho del padre abusador, no dormir para que la incongruencia parental, lo omi-
noso, no aparezca en el soñar...
Su malestar se expresa en un lenguaje somático o de acción. Muchas veces aparecen
derivaciones psicosomáticas como consecuencia de la supresión del sentimiento de fu-
ria. La furia no sentida es expresada fundamentalmente a través de trastornos de la piel,
cefaleas, trastornos gastrointestinales, enfermedades inmunológicas, perturbaciones
alimentarias: bulimia y anorexia, pero sobre todo esta última como forma de desapare-
cer ante la mirada ciega de goce, aniquiladora, del padre ... demasiada carne...
Advertimos pesadillas y accidentes, muestras de estados automáticos con supresión
de conciencia; masturbación compulsiva sin representación fantasmatica acompa-
ñante, a modo de procedimiento autocalmante; desvíos del erotismo como efectos de
la sobrestimulación traumática; prematurez.
Siguiendo a Ferenczi (1932), “Puede entonces hablarse simplemente (oponiéndola a
la regresión a la que tan a menudo nos referimos) de progresión traumática patológi-
ca o de prematuración patológica. Podemos pensar en los frutos que maduran en se-
guida cuando los hiere el pico de un pájaro y también en la temprana madurez de un
fruto agusanado” (pág. 147).
Son frecuentes las dificultades cognitivas como efecto del decreto de no saber, de no
darse cuenta, de callar y obedecer, que en estas familias rige la lógica del intercam-
bio. Se prohíbe pensar, se prohíbe conocer. Se trata de desvíos de la pulsión de saber.
Como forma de desmentir la realidad dolorosa inaceptable se deniega un sector de
ésta. La acomodación a la situación abusiva, la exigencia de la desmentida, produce
falta de credibilidad en la propia percepción. El incesto es la demolición del deseo y
del pensamiento del niño (Tesone, 1999).
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Nos sorprende que estos niños a veces parecieran no sentir angustia ni tristeza. Se
presentan permanentemente anegados por la angustia automática que hace tambalear
a las funciones del yo. Los sentimientos arrasadores se expresan catárticamente co-
mo estallidos. La situación abusiva perforó la coraza de protección antiestímulo, so-
brepasó lo procesable, arrasó el aparato psíquico y tornó al sistema “pasadero”
(Freud, 1895), circula entonces la energía arrasando las diferencias estructurales.
El dolor de la situación abusiva es tan intenso que se pierde la conciencia del dolor
y se vive en un estado de aturdimiento. El dolor se vuelve narcótico. El sórdido rela-
to de una mujer incestuada nos ilustrará esto (Harrison, 1997): “Dormida... vivo mis
días en una algodonosa somnolencia. Y con el truco de la amnesia selectiva que me
mantiene viva para ciertas cosas, y muerta para otras. Con drogas y alcohol; y la co-
mida, demasiada o muy poca, para aturdir los sentidos...” (pag. 130). Y más adelan-
te: “En los años venideros pensaré en ese beso como en una especie de picadura que
trastorna, como la de un escorpión: un narcótico que se extiende desde mi boca has-
ta el cerebro. A partir del beso empiezo, lenta, inexorablemente, a aletargarme, a en-
trenar mi voluntad, a paralizarme. Es la droga que me suministra mi padre para ha-
cerme suya. Para que yo desee que me haga suya” (pág. 70).
Se produce un colapso en el sentimiento de sí y por lo tanto una fijación al trauma.
Se construye una exterioridad contaminada, y aunque lo peligroso ominoso es lo fa-
miliar, el exterior es vivido como peligroso, el exterior a la célula mortuoria familiar,
el exterior al niño-padre, y el exterior a sí mismo. Y no hay mayor vulnerabilidad que
la de sólo contar con uno mismo, cuando el sí mismo no está disponible.
En estas estructuras familiares coexisten, con fragmentos anímicos más desarrolla-
dos, otros de franca indiscriminación. Son estructuras familiares que se caracterizan
desde la perspectiva dinámica por apelar enérgicamente a la desmentida y la deses-
timación y desde el punto de vista económico a la descarga. El pacto de secreto, las
alianzas y el sistema de fidelidades son fuertes. Es un pacto de sangre. El que rompe
el secreto es un traidor.
En la violencia despótica del padre abusador la sexualidad es usada como un medio,
una herramienta de dominación. “El abuso sexual sería entonces una forma sexual de
violencia, no ya una forma violenta de sexualidad.” (Contreras Jiménez). Disparo en
la cabeza, crimen de poder, asesinato del alma, la situación abusiva enfrenta a la ni-
ña en el corazón mismo de su vulnerabilidad y dependencia con la experiencia de lo
indecible, y no puede –no sabe– detener el acto abusivo.
La legalidad del silencio
El niño víctima de abuso se siente portador de un secreto del cual nadie puede redi-
mirlo, el adulto abusador seguramente intenta controlarlo a través de intimidaciones,
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manipulaciones, sobornos. “El secreto. Cualidad seductora, iniciática, de lo que no
puede ser dicho porque no tiene sentido, de lo que no es dicho y, sin embargo, circu-
la. Sé el secreto del otro, pero no lo digo y él sabe que yo lo sé, pero no corre el ve-
lo: la intensidad entre ambos no es otra cosa que ese secreto del secreto. Además, si
cualquiera de los implicados quisiera levantar el secreto no podría, pues no hay na-
da que decir” (Contreras Jiménez).
En realidad, más que “no hay nada que decir” podríamos pensar “cómo decir lo in-
decible”. Dice Barudi (1998) que en la mayoría de los casos los padres abusadores
temen las consecuencias legales de su accionar; por lo tanto, se protegen como todos
los transgresores de la ley para no ser descubiertos. “Al mismo tiempo, estos gestos
abusivos le son necesarios como solución a otros problemas, por lo que hará todo lo
que convenga para continuar sin ser sorprendido. Su alternativa es imponer la ley del
silencio. Para esto todas las fórmulas son posibles, desde la amenaza, la mentira, la
culpabilización, hasta el chantaje y la manipulación psicológica...
El abusador convence a su víctima del peligro que existe para ella, para él y para su
familia si se divulga lo que pasa entre ellos” (pág. 211).
Sigue comentando que en la dinámica abusiva los niños terminan aceptando esta si-
tuación y adaptándose a ella para sobrevivir. Algunas veces ingresan en la dinámica
del chantaje obteniendo favores, regalos y privilegios. Se cierra así un círculo mor-
tuorio, ya que estas respuestas adaptativas permiten la desculpabilización del abusa-
dor y aumentan su propia culpabilidad y vergüenza (Barudi, 1998).
La creencia de la niña de que es ella quien provocó estos dolorosos encuentros y la
esperanza de que aprendiendo a ser buena conseguirá ser amada y aceptada, fracasan
irremediablemente y constituyen las bases sobre las que se asienta el sentimiento de
odio a sí misma y lo que Shengold ha denominado fractura vertical en la prueba de
realidad (Summit, 1997).
Lealtad y secreto
Kari Killen (1991) sostiene que los niños saben lo que el mundo adulto no quiere es-
cuchar. Temen que se cumplan las amenazas del abusador, la desintegración de la fa-
milia. Siguiendo a esta autora, el secreto relativo al abuso sexual es más fuertemen-
te mantenido que en otras formas de abuso. La vulnerabilidad infantil es aún más vio-
lentada cuando se quebranta la ley fundante. Lo que ocurre en casa es encubierto. El
silencio es asegurado mediante amenazas y el propio sentimiento de vergüenza del
niño. Si el niño sobrevive, deberá guardar silencio. No tiene opción alguna. El man-
tenimiento del secreto crea un conflicto emocional insalvable, con una fuerte necesi-
dad de defenderse. Esto no es sin efectos para el proceso de incorporación de las nor-
mas y dificulta el desarrollo moral del niño pequeño, quien aprende que los adultos
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cubren lo malo. Así, lo malo deviene bueno. Los que a partir de la develación de la
situación en la que estaban envueltos registraron el rechazo y el descreimiento del
mundo adulto, llegaron a confirmar en su experiencia que es en ellos en quienes hay
algo malo.
El secreto
Según investigaciones recopiladas por Hindman (1990), existe una alta correlación
entre el ocultamiento de abuso sexual en la infancia y el trauma severo. Cuanto más
tiempo el niño mantenga el secreto del abuso, más traumático resultará el evento du-
rante su adultez.
El padre
“Tú lo eres todo en mi vida y yo debo ser lo mismo para ti. Me acusas de ser un car-
celero; tienes que aprender qué es la libertad. Me pides que sea un padre para ti. Yo
decidiré lo que es ser un padre” (Harrison, 1997, pag. 148). Hacedor de la ley, guar-
dián del secreto y aniquilador de la subjetividad, el padre abusador es al mismo tiem-
po aniquilador de la función parental.
La madre...
Activamente abandonantes algunas veces, retraídas otras. Sin capacidad de réverie,
eficientes pero no empáticas, francamente entregadoras. Otras, violentadas al igual
que sus hijos, con fuertes historias de victimización infantil. No pueden defenderse
ni defender. Otras cumplen funciones de sostén y de protección en medio de su pro-
pio desvalimiento, siendo el acto abusivo sexual hacia la hija aquello que las impul-
sa a denunciar: “Lo aguanté todo, lo toleré todo, le perdoné todo ,..pero que le haya
hecho esto a mi hija , no lo puedo soportar”. El análisis del papel jugado por la ma-
dre en las situaciones abusivas es fundamental.
Acomodarse, sobrevivir
¿Cómo sobreviven los niños? Sobreadaptándose. En algunos niños abusados suele
coexistir un fragmento de hipermadurez intelectual con otro de una fuerte inermidad.
Producto de la escisión interna, coexisten dos fragmentos: uno traumatizado y otro
hipermaduro.
Mucho se ha hablado de los comportamientos típicos que permiten que una niña o un
niño pueda sobrellevar situaciones de victimización reiteradas sin que se observen
trastornos significativos en la adaptación social. Summit (1997) ha descripto el co-
nocido síndrome de acomodación en abuso infantil compuesto por cinco categorías:
1. el secreto
2. la desprotección
3. el atrapamiento y la adaptación
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4. el develamiento tardío y poco convincente
5. la retracción
El secreto y la desprotección darían cuenta de la vulnerabilidad básica de los niños
en esta situación.
Me interesa formular cómo los procesos anímicos infantiles se transmudan en recur-
sos expresivos particulares en la situación traumática de abuso sexual infantil.
Expondré algunas puntuaciones acerca de la estructura del secreto y de la eficacia
que tienen en la subjetividad de los niños las frases de los padres con prácticas abu-
sivas, a partir de las cuales la amenaza opera produciendo un acto sacrificial. Me cir-
cunscribiré al vínculo abusivo padre-hija prepúber.
Frase canónica del secreto: Si... entonces
“Si le contás a alguien,
a tu madre le va a hacer muy mal”
algo le va a pasar a tu mamá”
algo le va a pasar a tu hermanito”
voy a matar a tu mamá”
voy a matar a tu hermanito”.
voy a matar a tu gato”
tu abuela se va a morir de dolor”
la familia se va a destruir”
voy a quemar la casa”
voy a matarlos a todos”.
Con menor frecuencia aparecen frases del tipo de:
“Si le contás a alguien,
nadie te va a creer”
te voy a matar”
te voy a pegar”
vas a ir internada”.
Y escasamente advertimos frases del tipo de:
“Si le contás a alguien,
no te voy a dejar salir”
te voy a poner en penitencia”.
Estas son algunas de las frases recogidas en mi práctica, a través de las cuales los pa-
dres impusieron el silencio a sus hijos. Se advierten muy pocas variaciones en las fra-
ses que se repiten en casi todos los textos de los niños abusados cuando se los inte-
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rroga acerca de su secreto. ¿Cómo se mantuvo éste?
Chantaje afectivo
Los relatos parecen los de las películas o las novelas policiales, en las que se toma a
alguien como rehén para ejercer cohesión sobre otro o en las que hay un rapto y un
chantaje. Podríamos interrogarnos acerca de lo que piensa y siente la niña que no
puede hablar de lo que le pasa. “Mi debilidad no soy yo misma. Es mi madre. Es mi
punto débil”, o “Mi hermana es mi punto débil”. El entramado amoroso rige la en-
trega. Son frases ligadas aparentemente al amor. El amor del chantajeado a ese otro.
No son frases ligadas al amor al padre abusador sino a otro significativo (la mayor
parte de las veces la madre). La estructura “si... entonces” se presenta como relación
causa- consecuencia en ambos relatos: en la niña que quedó paralizada y en la frase
de advertencia amenazante de quien la hubiera proferido. Podríamos plantearnos que
puede ser una frase supuesta, nunca dicha por el que abusa.
Podríamos entonces reflexionar acerca de la posición de la madre ¿entregadora? Mu-
chas veces esta frase “no lo digas porque...” es dicha por la madre, con lo cual le ge-
nera culpa a la hija: si ésta lo dice, la violencia recaerá sobre la madre o un herma-
no. Son frases, quizá, no del padre sino de la madre.
Está en juego el narcisismo de la madre y el dolor de ésta, que para su hija es inso-
portable. Para la hija es más importante el dolor de la madre que el propio.
La amenaza puede no haber sido proferida nunca, pero se construyó igual en la men-
te de la niña como aquella que viene desde un Superyó sádico. “No vayas a denun-
ciarme porque entonces...”. Cabe entonces construir la pregunta acerca de las estruc-
turas de intimidación en el psiquismo infantil. En algunos casos podríamos conjetu-
rar que su eficacia deriva de una relación madre-hija en que aquella induce al sacri-
ficio.
Se combina la lógica sacrificial y la lógica de la amenaza de quien abusa, y lo que
está en la base es la inermidad de la niña frente a la necesidad de convertirse en cui-
dadora de quien debería cuidarla y frente al temor a la pérdida de amor materno.
Otro interrogante sería acerca de lo proferido por el padre o la madre y lo escuchado
por la hija como eficaz. Muchas veces la frase “no lo digas porque” no es dicha, y se
estructura como gemidos, suspiros, expresiones faciales, posturas corporales.
Secreto, amenaza
“Secreto, -ta: 1 adj. Oculto, ignorado. 2 Callado, reservado. Secreto (l) 1 m. Lo que
cuidadosamente se tiene reservado y oculto. 2 Reserva, sigilo. 3 Conocimiento que
exclusivamente alguno posee de la virtud o propiedades de una cosa. 4 Escondrijo
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que tienen algunos muebles. 5 Misterio. 6 En algunas cerraduras, mecanismo cuyo
manejo es preciso conocer de antemano para poder abrirlas.”
El conocimiento que posee el padre, clave para mantener oculto lo ominoso, la ende-
ble cerradura, es el referido a la vulnerabilidad del niño ante la pérdida de amor de
otro significativo: se apela a su desvalimiento anímico.
Freud (1926) se refiere a la angustia de desamparo como equiparada a la impotencia
del recién nacido, el que por su inermidad es incapaz de emprender una acción coor-
dinada y eficaz frente al mundo externo y la propia pulsión. Lo nuclear sobre lo que
se monta el padre es la dependencia amorosa de la madre, una madre que reclama:
“sacrifícate por mí”. La amenaza de desorganización del Yo por temor al desamparo
se convierte en el prototipo de la situación traumática.
“Amenaza: 1. f. Acción de amenazar, 2 Dicho o hecho con que se amenaza. Ame-
nazar: 1 tr.-intr. Dar a entender [a uno] la intención de hacerle algún mal: ~ a alguien
al pecho; ~ con la espada; ~ de muerte. 2 Dar indicios de estar inminente [una cosa
mala o desagradable]: el edificio amenaza ruina”.
¿Cómo se mantiene el secreto? La espada de la muerte en el pecho, la caída del edi-
ficio subjetivo... Nos encontramos con un secreto guardado entre dos desde posicio-
nes psíquicas y con finalidades diferentes. Al padre incestuoso todo le pertenece. En
su posición particular frente a la legalidad, nada le está prohibido, pero sabe que su
accionar no debe ser conocido.
En su artículo “Confusión de las lenguas entre los adultos y los niños”, Ferenczi
(1932) refiere que el amor forzado, lo mismo que las medidas punitivas insoporta-
bles tienen un efecto de fijación. Plantea asimismo que al lado del amor apasionado
y de los castigos pasionales, existe un tercer medio de dominar a los niños y es el “te-
rrorismo del sufrimiento”. Los niños que soportan conflictos familiares lo hacen pa-
ra poder disfrutar de la paz desaparecida y la ternura que se deriva de ella (Ferenczi,
1932, pág. 148). El odio transforma a un ser que juega espontáneamente en un autó-
mata culpable del amor, que se olvida de sí mismo.
Los niños se esfuerzan en tratar de entender las situaciones en las que se ven envuel-
tos. Intentan dotar de un sentido al comportamiento del padre abusador, para poder
conservarlo en su psiquismo como “padre”, de modo que lo desculpabilizan, mien-
tras que se culpabilizan por lo que les sucede. Cabe mencionar que no me refiero a
la dimensión de la responsabilidad, sino a la de la culpa. Y esta experiencia de culpa
se expresa habitualmente en diferentes formas de autodestrucción.
Siguiendo las ideas de Ferenczi en el artículo citado, la primera reacción del niño an-
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te el abuso parental seria de rechazo, odio, desagrado; pero dicha reacción está inhi-
bida por un temor intenso. Por lo tanto, el niño quedará a merced del padre abusador,
el cual a través de sus argumentos destinados a la autoprotección o la justificación
imprime en el niño la impresión de que se trata de algo peligroso y temible que de-
be ser guardado en secreto. Es significativo que el juicio de atribución de peligroso
y temible es muchas veces hacia la situación y no hacia el padre. El secreto le de-
muestra que está sucediendo algo que, por sus características de malo y peligroso, no
debe ser develado. El secreto es la promesa de salvación. ¿Salva de qué? En la frase
intimidatoria la propuesta no es la de la propia salvación. Manteniendo el acto en se-
creto, éste no va a cesar. La esclavitud pareciera eternizarse. La preservación no es
la propia. El niño se olvida de sí mismo.
Podríamos reflexionar acerca de cómo opera la amenaza en relación a la posición pa-
dre (al modelo) y al vínculo paterno-filial. Con respecto a este padre hacedor de la
ley, podríamos recortar dos posiciones: la de acreedor y la de especulador. No se tra-
taría aquí de un especulador numérico, sino del que tiene una ganancia de goce or-
gánico a costa de otro, que se mantiene en permanente estado de tensión improcesa-
ble. En estos relatos que dan cuenta de la especulación paterna, a través del amor y
del temor, no se amenaza al niño con su muerte. ¿Será porque la muerte simbólica ya
fue perpetrada?
Personajes, héroes y villanos
En las situaciones de abuso sexual infantil, nos encontramos con los mismos tipos de
personajes de todas las situaciones de violencia de los adultos: los abusadores, que a
su vez fueron abusados cuando eran niños, los niños víctimas sometidos al poder de
los adultos y los terceros, los testigos, los cómplices, los indiferentes (Barudi, 1998).
Podríamos pensar en el relato infantil, en la diferenciación de ciertos personajes, ca-
da uno de los cuales ocupa determinada posición y tiene determinadas funciones: la
heroína (la niña abusada), el villano (el padre, el modelo), el secreto, la amenaza, el
destinatario del acto sacrificial (los ayudantes, madre, hermanos). Allí está la estruc-
tura de una novela.
Estos relatos son proferidos en tono monocorde, por niños que parecen muertos en
su sentir. Otras veces el relato toma la forma de una descarga catártica arrasadora.
Pocas veces lo hacen desde una situación de furia sin destinatario, la mayor parte de
las veces con una dócil apatía y amoldándose a la demanda del interlocutor. Pueden
manifestarse de modo fragmentado y entrecortado, pero en ellos siempre se observa
una coincidencia de contenido, trama y estilo. Detectamos repeticiones en el seno de
la narración que dan cuenta de relaciones sujeto-objeto significativas: la amenaza pa-
terna, la reacción del niño, guardar el secreto y la eficacia del secreto y de la devela-
ción.
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Se puede estudiar el lenguaje verbal en tres direcciones: el proceso de enunciación,
la estructura de la manifestación, la actividad de captación y transmisión por un re-
ceptor (Maldavsky, 1999). Siguiendo las ideas de este autor, en cada sujeto coexis-
ten varios lenguajes del erotismo, alguno de ellos puede aparecer inherente a quien
habla y otro interlocutor que aparece en su relato (Maldavsky, 1999).
En el relato de los niños acerca de la situación abusiva y especialmente en el relato
del decir del padre abusador, se advierte la lógica del erotismo sádico anal primario
y del erotismo tóxico tramitados por defensas del tipo de la desmentida y la desesti-
mación. Las palabras son tomadas como actos (figuras retóricas pragmáticas). Las le-
yes concernientes al respeto de los derechos del otro quedan cuestionadas o abolidas,
desmentidas o desestimadas. El impacto desconstituyente de la subjetividad propia
de la situación abusiva hace que, perforada la coraza de protección antiestimulos, el
niño opere como autómata. Sus manifestaciones se producen desde la lógica del ero-
tismo intrasomático, tóxico. El niño se convierte así en ayudante de la voluptuosidad
irrestricta del adulto, pero no en su cómplice.
La vulnerabilidad de la que se trata es la de la impunidad de una relación donde un
déspota colocado en lugar de amo se apodera del cuerpo del otro como propio, le qui-
ta y le otorga el ser. Le otorga, además, la posibilidad de ofrendarse para salvar a los
que ama. Si no lo hace, la niña será doblemente mala: por participar en el acto peli-
groso y por no proteger a los amados... el silencio de los inocentes, la fortaleza va-
cía. El sometimiento del niño implica una búsqueda desesperada de aceptación. La
niña deberá acomodarse a los requerimientos sexuales de otro ominoso cambiado de
signo en la encerrona trágica de ocupar los lugares argumentales de ser heroína o trai-
dora, como en los cuentos infantiles.
Decretar al padre en tanto malo y perjudicial equivale a sumirse en el abandono y en
el aniquilamiento. La opción aceptable resulta creer en la propia culpabilidad desde
una dócil apatía y esperar que, aprendiendo a ser buena, conseguirá ser amada y
aceptada, como en la estructura de los cuentos infantiles en que la niña tiranizada se
esfuerza en salvar a la madre esclavizada y aplacar al villano. A través del acto sacri-
ficial la heroína mantiene el secreto, “salva” al modelo (padre), al mismo tiempo que
lo sostiene en su impunidad, “salva” a sus hermanos (dobles) de padecer el mismo
infortunio y “salva” a la madre a través de la evitación del demoledor conocimiento
de la verdad. Este acto de salvataje del grupo familiar produce fracturas en la prue-
ba de realidad de la niña.
El modelo que tiene un liderazgo especulador ocupa el lugar del enemigo, villano o
verdugo. Esta particular posición del modelo y el objeto podemos pensarla como que
el líder especulador posee su delfín, su elegido que desarrolla una identificación con
el líder y alcanza así a consubstanciarse con la potencia de éste (Maldavsky, 1999).
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El predominio del erotismo intrasomático implica la aniquilación de la diferencia co-
mo efecto de la labor desdiferenciadora de la pulsión de muerte. Hay indiscrimina-
ción entre la hija y el padre, permanente confusión con el objeto. En el acto sacrifi-
cial del niño no hay conservación del sí mismo. Su sacrificio, lejos de mantener el
sentimiento de sí, lo lleva a la claudicación del mismo. La gesta heroica suele ser so-
litaria y singular.
Esta particularidad del vínculo del modelo y del objeto podría pensarse desde la pers-
pectiva de Ferenczi: “los niños se sienten física y moralmente indefensos, su perso-
nalidad es aún débil para protestar, incluso mentalmente, la fuerza y la autoridad
aplastante de los adultos los dejan mudos, e incluso pueden hasta perder la concien-
cia. Pero cuando este temor alcanza su punto culminante, los obliga a someterse au-
tomáticamente a la voluntad del agresor, a adivinar su mejor deseo, a obedecer olvi-
dándose totalmente de sí e identificándose por completo con el agresor. Por identifi-
cación, digamos que por introyección del agresor, éste desaparece en cuanto realidad
externa y se hace intrapsíquico. Lo que es intrapsíquico puede ser transformado de
una manera que puede ser alucinatoria...” (pág. 145).
Desde la perspectiva de Balier (2000) se podría incluir el concepto de perversidad en
tanto vínculo aniquilador de la subjetividad. Pensando acerca de la situación de en-
cierro, engolfamiento y fusión en el vinculo paterno-filial incestuoso, podríamos for-
mular el interrogante acerca de si se puede hablar del niño en lugar de objeto o más
bien el lugar de ayudante que sufre el soborno sin obtener a cambio rédito alguno.
Habría una liquidación de la propia subjetividad a fin de sostener la supuesta subje-
tividad de los otros (ayudantes). La posición de ayudante estaría ocupada por la ma-
dre, hermanos y otros significativos del niño. Podríamos describir a la posición de la
madre y hermanos (destinatarios del sacrificio) como dobles, los que obtiene como
recompensa una identificación.
Relatos de adultos que han sufrido episodios de abuso sexual en su infancia refieren
haber mantenido el secreto por temor a que se los culpara por lo sucedido o que su
madre o el adulto no abusivo no fueran lo suficientemente protectores para poner lí-
mite a la práctica violenta del otro, y a su venganza. La supuesta vulnerabilidad del
ayudante vuelve aun más inerme al niño. Implica una reduplicación de su vulnerabi-
lidad subjetiva. También lo vulnerabiliza la ambivalencia y la ambigüedad. ¿Cómo
decretar al modelo como villano? La ambivalencia que surge por la ambigüedad del
padre torna vulnerable al niño. Pero también lo torna vulnerable su propia fortaleza
en el acto mismo de la develación. Romper el secreto implica un intento de cualifi-
cación, una salida del entrampamiento hacia la exterioridad, una reacción resiliente
ante la adversidad. Pero también puede significar una condena de su grupo familiar.
El rechazo hacia el niño que rompe el silencio por parte de su familia marca la efi-
cacia de la desestimación: se mata al mensajero. Como transformación posible, el hé-
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roe niño se convierte en villano. Otros ayudantes del héroe, la justicia, la escuela al-
gunas veces, se vuelven en su contra.
Correspondería entonces diferenciar la situación del secreto y la de la develación del
mismo en relación a los cambios posicionales que se producen cuando se devela la
situación abusiva.
Cabe señalar que en la representación-grupo de la niña no queda lugar para la inclu-
sión de otros grupos, como el del rival, de objeto de deseo, sino que sólo hay lugar
para las posiciones ligadas al ser, a la identificación: modelo sujeto, doble de sujeto,
ayudante. Aparece toda la problemática del ser y la claudicación del mismo ante el
líder especulador, el déspota que otorga el ser o lo quita al sujeto tanto como aque-
llos a los que el acto sacrificial pretende salvar.
Con anterioridad me referí a la dificultad en el acto incestuoso de la constitución de
la posición de rival en la niña incestuada. Bajo la imaginería de ser la rival de la ma-
dre, no hay lugar para un tercero de la posición edípica sino sólo retorno a la madre
fálica (Alvarez, 2001).
En la representación-grupo del padre podríamos pensar en una articulación del len-
guaje del erotismo tóxico (intrasomático) con el lenguaje del erotismo anal primario:
opera la ganancia, con una máxima proximidad y anulación de la distancia con el
otro (el padre se mete, se infiltra bajo la piel de la hija).
Hemos descripto tres secuencias narrativas. En la escena del abuso, el padre tiene el
poder, escena de articulación de los lenguajes del erotismo intrasomático y sádico
anal primario. Esta escena tiene un desenlace disfórico. En la escena del secreto, sa-
crificial, con predominio de la desmentida, hay un entrampamiento paradojal y un su-
puesto desenlace eufórico ¿Qué sucede en la escena de la develación?
La develación, la Justicia...
Los niños que han sido abusados sexualmente llegan a sede judicial con un profun-
do grado de desvalimiento y vulnerabilidad psíquica. Muchas veces, la develación
del niño provocó la expulsión del padre del hogar, y el niño, desde su pequeña esta-
tura, deberá soportar, además de la pesada carga que implica la traición abusiva, la
de ser designado como el responsable de haber provocado el quiebre familiar. Doble
carga: su propia rotura y el fantasma de haber provocado la rotura familiar (Alvarez,
2002). Si un niño ha sido abusado y ha develado su situación, algo de la órbita de lo
privado saldrá a la luz. En este pasaje de lo privado a lo público podrá suscitarse, co-
mo una profecía autocumplida, el pasaje de las violencias privadas a las públicas. La
segregación del niño en su propio hogar, el “sentirse raro” ante la mirada social, el
soportar el descreimiento de los otros y la reiteración de exámenes médicos y psico-
20 “2003, 4”
SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003
Pag. 9-22
lógicos, constituyen victimizaciones secundarias, nuevas instancias de vulnerabiliza-
ción.
Necesaria aunque no suficiente, la intervención judicial debería tener el imperativo
ético de permitir una acción sostenedora a favor de la simbolización. Ninguna inter-
vención puede operar al servicio de la progresión traumática.
Se invoca a la justicia, y ésta no puede ni debe jamás ser villano. Al secreto del se-
creto debe abrirse la eficacia sostenedora de una escucha que restaure la intimidad
que fue arrasada por el chantaje y la intimidación. Al amor forzado, al terrorismo del
sufrimiento, al olvido de sí mismo, la otredad simbólica del límite.
Bibliografía
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Primera versión: 10 de febrero de 2003
Aprobado: 6 de junio de 2003
22 “2003, 4”
SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003
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Estructuras de frase y estructura de intimidación en el abuso sexual infantil

  • 1. ALGO LE VA A PASAR A TU MAMA Y A TU HERMANITA... LA ESTRUCTURA DEL SECRETO EN ABUSO SEXUAL INFANTIL Liliana Edith Alvarez* Resumen Este artículo brinda un panorama de la estructura del secreto en las situaciones de abuso sexual infantil intrafamiliar. El trabajo considera sobre todo el vínculo abusi- vo padre-hija prepúber. Se analizan las estructuras de frase a través de las que se efectiviza la imposición del secreto. Se exponen algunas puntuaciones acerca de la estructura del secreto, y de la eficacia que tienen en la subjetividad de los niños las frases de los padres con prácticas abusivas, a partir de las cuales la amenaza ope- ra produciendo un acto sacrificial. Palabras clave Estructura del secreto; abuso sexual infantil; sacrificio; lenguajes del erotismo. Summary This article offers an overview of the secrecy structure in intrafamiliar child sexual abuse situations. The analysis focuses on the abusive bond father-prepuberal daugh- ter. It analyzes phrase structures through with the imposition of the secrecy becomes ef- fective. It exposes some punctuation about secrecy structure, and the efficacy in chil- dren subjectivity of what their parents with abusive practices say, from with the me- nace operates producing a sacrificial act. Key words Structure of the secret; child sexual abuse; sacrifice; language of the eroticism Estructuras de frase, estructura de intimidación El estudio del vínculo paterno filial en situaciones de abuso sexual hace trastabillar nuestros saberes consolidados. La escucha se torna insoportable. La insistencia de comportamientos y relatos que se recortan como “típicos” en el caso a caso da cuen- ta de la demolición de la subjetividad en la práctica abusiva y nos impulsa a pregun- tarnos acerca del significado de dicha repitencia temática. 9“2003, 4” SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003 Pag. 9-22 * Directora de la Carrera de Especialización en Psicología Forense, UCES. Docente de la Maestría en Problemas y Patologías del Desvalimiento, UCES. E-mail: lialvarez@datamarkets.com.ar
  • 2. Puntuaciones sobre el abuso y el incesto La práctica con niños abusados nos enfrenta con estados de regresión fusional y ex- trema dependencia del objeto que se expresan a través de una profunda vivencia de desvalimiento. Son niños retraídos con una fachada de conexión que no los represen- ta. Se podría hablar de un seudoself en el que no hay una identificación genuina que sostenga su presentación. Entrampados en una situación arrasadora, se refieren a la encerrona trágica diciendo: “No podía salir de esto”, en donde el verbo “salir” (con el no poder) expresa la retracción narcisista del erotismo tóxico. La retracción narci- sista se mantiene desde la suposición que deben apelar a toda la libido disponible pa- ra evitar su desintegración. Si parte de la libido se dirige al mundo, los niños se va- cían en el otro... Nos encontramos con niños desvitalizados, con un tipo de vitalidad orgánica moto- ra. Tienden a caer en sopor y tienen alteraciones del dormir. No dormir es la defensa al acecho del padre abusador, no dormir para que la incongruencia parental, lo omi- noso, no aparezca en el soñar... Su malestar se expresa en un lenguaje somático o de acción. Muchas veces aparecen derivaciones psicosomáticas como consecuencia de la supresión del sentimiento de fu- ria. La furia no sentida es expresada fundamentalmente a través de trastornos de la piel, cefaleas, trastornos gastrointestinales, enfermedades inmunológicas, perturbaciones alimentarias: bulimia y anorexia, pero sobre todo esta última como forma de desapare- cer ante la mirada ciega de goce, aniquiladora, del padre ... demasiada carne... Advertimos pesadillas y accidentes, muestras de estados automáticos con supresión de conciencia; masturbación compulsiva sin representación fantasmatica acompa- ñante, a modo de procedimiento autocalmante; desvíos del erotismo como efectos de la sobrestimulación traumática; prematurez. Siguiendo a Ferenczi (1932), “Puede entonces hablarse simplemente (oponiéndola a la regresión a la que tan a menudo nos referimos) de progresión traumática patológi- ca o de prematuración patológica. Podemos pensar en los frutos que maduran en se- guida cuando los hiere el pico de un pájaro y también en la temprana madurez de un fruto agusanado” (pág. 147). Son frecuentes las dificultades cognitivas como efecto del decreto de no saber, de no darse cuenta, de callar y obedecer, que en estas familias rige la lógica del intercam- bio. Se prohíbe pensar, se prohíbe conocer. Se trata de desvíos de la pulsión de saber. Como forma de desmentir la realidad dolorosa inaceptable se deniega un sector de ésta. La acomodación a la situación abusiva, la exigencia de la desmentida, produce falta de credibilidad en la propia percepción. El incesto es la demolición del deseo y del pensamiento del niño (Tesone, 1999). 10 “2003, 4” SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003 Pag. 9-22
  • 3. Nos sorprende que estos niños a veces parecieran no sentir angustia ni tristeza. Se presentan permanentemente anegados por la angustia automática que hace tambalear a las funciones del yo. Los sentimientos arrasadores se expresan catárticamente co- mo estallidos. La situación abusiva perforó la coraza de protección antiestímulo, so- brepasó lo procesable, arrasó el aparato psíquico y tornó al sistema “pasadero” (Freud, 1895), circula entonces la energía arrasando las diferencias estructurales. El dolor de la situación abusiva es tan intenso que se pierde la conciencia del dolor y se vive en un estado de aturdimiento. El dolor se vuelve narcótico. El sórdido rela- to de una mujer incestuada nos ilustrará esto (Harrison, 1997): “Dormida... vivo mis días en una algodonosa somnolencia. Y con el truco de la amnesia selectiva que me mantiene viva para ciertas cosas, y muerta para otras. Con drogas y alcohol; y la co- mida, demasiada o muy poca, para aturdir los sentidos...” (pag. 130). Y más adelan- te: “En los años venideros pensaré en ese beso como en una especie de picadura que trastorna, como la de un escorpión: un narcótico que se extiende desde mi boca has- ta el cerebro. A partir del beso empiezo, lenta, inexorablemente, a aletargarme, a en- trenar mi voluntad, a paralizarme. Es la droga que me suministra mi padre para ha- cerme suya. Para que yo desee que me haga suya” (pág. 70). Se produce un colapso en el sentimiento de sí y por lo tanto una fijación al trauma. Se construye una exterioridad contaminada, y aunque lo peligroso ominoso es lo fa- miliar, el exterior es vivido como peligroso, el exterior a la célula mortuoria familiar, el exterior al niño-padre, y el exterior a sí mismo. Y no hay mayor vulnerabilidad que la de sólo contar con uno mismo, cuando el sí mismo no está disponible. En estas estructuras familiares coexisten, con fragmentos anímicos más desarrolla- dos, otros de franca indiscriminación. Son estructuras familiares que se caracterizan desde la perspectiva dinámica por apelar enérgicamente a la desmentida y la deses- timación y desde el punto de vista económico a la descarga. El pacto de secreto, las alianzas y el sistema de fidelidades son fuertes. Es un pacto de sangre. El que rompe el secreto es un traidor. En la violencia despótica del padre abusador la sexualidad es usada como un medio, una herramienta de dominación. “El abuso sexual sería entonces una forma sexual de violencia, no ya una forma violenta de sexualidad.” (Contreras Jiménez). Disparo en la cabeza, crimen de poder, asesinato del alma, la situación abusiva enfrenta a la ni- ña en el corazón mismo de su vulnerabilidad y dependencia con la experiencia de lo indecible, y no puede –no sabe– detener el acto abusivo. La legalidad del silencio El niño víctima de abuso se siente portador de un secreto del cual nadie puede redi- mirlo, el adulto abusador seguramente intenta controlarlo a través de intimidaciones, 11“2003, 4” SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003 Pag. 9-22
  • 4. manipulaciones, sobornos. “El secreto. Cualidad seductora, iniciática, de lo que no puede ser dicho porque no tiene sentido, de lo que no es dicho y, sin embargo, circu- la. Sé el secreto del otro, pero no lo digo y él sabe que yo lo sé, pero no corre el ve- lo: la intensidad entre ambos no es otra cosa que ese secreto del secreto. Además, si cualquiera de los implicados quisiera levantar el secreto no podría, pues no hay na- da que decir” (Contreras Jiménez). En realidad, más que “no hay nada que decir” podríamos pensar “cómo decir lo in- decible”. Dice Barudi (1998) que en la mayoría de los casos los padres abusadores temen las consecuencias legales de su accionar; por lo tanto, se protegen como todos los transgresores de la ley para no ser descubiertos. “Al mismo tiempo, estos gestos abusivos le son necesarios como solución a otros problemas, por lo que hará todo lo que convenga para continuar sin ser sorprendido. Su alternativa es imponer la ley del silencio. Para esto todas las fórmulas son posibles, desde la amenaza, la mentira, la culpabilización, hasta el chantaje y la manipulación psicológica... El abusador convence a su víctima del peligro que existe para ella, para él y para su familia si se divulga lo que pasa entre ellos” (pág. 211). Sigue comentando que en la dinámica abusiva los niños terminan aceptando esta si- tuación y adaptándose a ella para sobrevivir. Algunas veces ingresan en la dinámica del chantaje obteniendo favores, regalos y privilegios. Se cierra así un círculo mor- tuorio, ya que estas respuestas adaptativas permiten la desculpabilización del abusa- dor y aumentan su propia culpabilidad y vergüenza (Barudi, 1998). La creencia de la niña de que es ella quien provocó estos dolorosos encuentros y la esperanza de que aprendiendo a ser buena conseguirá ser amada y aceptada, fracasan irremediablemente y constituyen las bases sobre las que se asienta el sentimiento de odio a sí misma y lo que Shengold ha denominado fractura vertical en la prueba de realidad (Summit, 1997). Lealtad y secreto Kari Killen (1991) sostiene que los niños saben lo que el mundo adulto no quiere es- cuchar. Temen que se cumplan las amenazas del abusador, la desintegración de la fa- milia. Siguiendo a esta autora, el secreto relativo al abuso sexual es más fuertemen- te mantenido que en otras formas de abuso. La vulnerabilidad infantil es aún más vio- lentada cuando se quebranta la ley fundante. Lo que ocurre en casa es encubierto. El silencio es asegurado mediante amenazas y el propio sentimiento de vergüenza del niño. Si el niño sobrevive, deberá guardar silencio. No tiene opción alguna. El man- tenimiento del secreto crea un conflicto emocional insalvable, con una fuerte necesi- dad de defenderse. Esto no es sin efectos para el proceso de incorporación de las nor- mas y dificulta el desarrollo moral del niño pequeño, quien aprende que los adultos 12 “2003, 4” SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003 Pag. 9-22
  • 5. cubren lo malo. Así, lo malo deviene bueno. Los que a partir de la develación de la situación en la que estaban envueltos registraron el rechazo y el descreimiento del mundo adulto, llegaron a confirmar en su experiencia que es en ellos en quienes hay algo malo. El secreto Según investigaciones recopiladas por Hindman (1990), existe una alta correlación entre el ocultamiento de abuso sexual en la infancia y el trauma severo. Cuanto más tiempo el niño mantenga el secreto del abuso, más traumático resultará el evento du- rante su adultez. El padre “Tú lo eres todo en mi vida y yo debo ser lo mismo para ti. Me acusas de ser un car- celero; tienes que aprender qué es la libertad. Me pides que sea un padre para ti. Yo decidiré lo que es ser un padre” (Harrison, 1997, pag. 148). Hacedor de la ley, guar- dián del secreto y aniquilador de la subjetividad, el padre abusador es al mismo tiem- po aniquilador de la función parental. La madre... Activamente abandonantes algunas veces, retraídas otras. Sin capacidad de réverie, eficientes pero no empáticas, francamente entregadoras. Otras, violentadas al igual que sus hijos, con fuertes historias de victimización infantil. No pueden defenderse ni defender. Otras cumplen funciones de sostén y de protección en medio de su pro- pio desvalimiento, siendo el acto abusivo sexual hacia la hija aquello que las impul- sa a denunciar: “Lo aguanté todo, lo toleré todo, le perdoné todo ,..pero que le haya hecho esto a mi hija , no lo puedo soportar”. El análisis del papel jugado por la ma- dre en las situaciones abusivas es fundamental. Acomodarse, sobrevivir ¿Cómo sobreviven los niños? Sobreadaptándose. En algunos niños abusados suele coexistir un fragmento de hipermadurez intelectual con otro de una fuerte inermidad. Producto de la escisión interna, coexisten dos fragmentos: uno traumatizado y otro hipermaduro. Mucho se ha hablado de los comportamientos típicos que permiten que una niña o un niño pueda sobrellevar situaciones de victimización reiteradas sin que se observen trastornos significativos en la adaptación social. Summit (1997) ha descripto el co- nocido síndrome de acomodación en abuso infantil compuesto por cinco categorías: 1. el secreto 2. la desprotección 3. el atrapamiento y la adaptación 13“2003, 4” SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003 Pag. 9-22
  • 6. 4. el develamiento tardío y poco convincente 5. la retracción El secreto y la desprotección darían cuenta de la vulnerabilidad básica de los niños en esta situación. Me interesa formular cómo los procesos anímicos infantiles se transmudan en recur- sos expresivos particulares en la situación traumática de abuso sexual infantil. Expondré algunas puntuaciones acerca de la estructura del secreto y de la eficacia que tienen en la subjetividad de los niños las frases de los padres con prácticas abu- sivas, a partir de las cuales la amenaza opera produciendo un acto sacrificial. Me cir- cunscribiré al vínculo abusivo padre-hija prepúber. Frase canónica del secreto: Si... entonces “Si le contás a alguien, a tu madre le va a hacer muy mal” algo le va a pasar a tu mamá” algo le va a pasar a tu hermanito” voy a matar a tu mamá” voy a matar a tu hermanito”. voy a matar a tu gato” tu abuela se va a morir de dolor” la familia se va a destruir” voy a quemar la casa” voy a matarlos a todos”. Con menor frecuencia aparecen frases del tipo de: “Si le contás a alguien, nadie te va a creer” te voy a matar” te voy a pegar” vas a ir internada”. Y escasamente advertimos frases del tipo de: “Si le contás a alguien, no te voy a dejar salir” te voy a poner en penitencia”. Estas son algunas de las frases recogidas en mi práctica, a través de las cuales los pa- dres impusieron el silencio a sus hijos. Se advierten muy pocas variaciones en las fra- ses que se repiten en casi todos los textos de los niños abusados cuando se los inte- 14 “2003, 4” SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003 Pag. 9-22
  • 7. rroga acerca de su secreto. ¿Cómo se mantuvo éste? Chantaje afectivo Los relatos parecen los de las películas o las novelas policiales, en las que se toma a alguien como rehén para ejercer cohesión sobre otro o en las que hay un rapto y un chantaje. Podríamos interrogarnos acerca de lo que piensa y siente la niña que no puede hablar de lo que le pasa. “Mi debilidad no soy yo misma. Es mi madre. Es mi punto débil”, o “Mi hermana es mi punto débil”. El entramado amoroso rige la en- trega. Son frases ligadas aparentemente al amor. El amor del chantajeado a ese otro. No son frases ligadas al amor al padre abusador sino a otro significativo (la mayor parte de las veces la madre). La estructura “si... entonces” se presenta como relación causa- consecuencia en ambos relatos: en la niña que quedó paralizada y en la frase de advertencia amenazante de quien la hubiera proferido. Podríamos plantearnos que puede ser una frase supuesta, nunca dicha por el que abusa. Podríamos entonces reflexionar acerca de la posición de la madre ¿entregadora? Mu- chas veces esta frase “no lo digas porque...” es dicha por la madre, con lo cual le ge- nera culpa a la hija: si ésta lo dice, la violencia recaerá sobre la madre o un herma- no. Son frases, quizá, no del padre sino de la madre. Está en juego el narcisismo de la madre y el dolor de ésta, que para su hija es inso- portable. Para la hija es más importante el dolor de la madre que el propio. La amenaza puede no haber sido proferida nunca, pero se construyó igual en la men- te de la niña como aquella que viene desde un Superyó sádico. “No vayas a denun- ciarme porque entonces...”. Cabe entonces construir la pregunta acerca de las estruc- turas de intimidación en el psiquismo infantil. En algunos casos podríamos conjetu- rar que su eficacia deriva de una relación madre-hija en que aquella induce al sacri- ficio. Se combina la lógica sacrificial y la lógica de la amenaza de quien abusa, y lo que está en la base es la inermidad de la niña frente a la necesidad de convertirse en cui- dadora de quien debería cuidarla y frente al temor a la pérdida de amor materno. Otro interrogante sería acerca de lo proferido por el padre o la madre y lo escuchado por la hija como eficaz. Muchas veces la frase “no lo digas porque” no es dicha, y se estructura como gemidos, suspiros, expresiones faciales, posturas corporales. Secreto, amenaza “Secreto, -ta: 1 adj. Oculto, ignorado. 2 Callado, reservado. Secreto (l) 1 m. Lo que cuidadosamente se tiene reservado y oculto. 2 Reserva, sigilo. 3 Conocimiento que exclusivamente alguno posee de la virtud o propiedades de una cosa. 4 Escondrijo 15“2003, 4” SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003 Pag. 9-22
  • 8. que tienen algunos muebles. 5 Misterio. 6 En algunas cerraduras, mecanismo cuyo manejo es preciso conocer de antemano para poder abrirlas.” El conocimiento que posee el padre, clave para mantener oculto lo ominoso, la ende- ble cerradura, es el referido a la vulnerabilidad del niño ante la pérdida de amor de otro significativo: se apela a su desvalimiento anímico. Freud (1926) se refiere a la angustia de desamparo como equiparada a la impotencia del recién nacido, el que por su inermidad es incapaz de emprender una acción coor- dinada y eficaz frente al mundo externo y la propia pulsión. Lo nuclear sobre lo que se monta el padre es la dependencia amorosa de la madre, una madre que reclama: “sacrifícate por mí”. La amenaza de desorganización del Yo por temor al desamparo se convierte en el prototipo de la situación traumática. “Amenaza: 1. f. Acción de amenazar, 2 Dicho o hecho con que se amenaza. Ame- nazar: 1 tr.-intr. Dar a entender [a uno] la intención de hacerle algún mal: ~ a alguien al pecho; ~ con la espada; ~ de muerte. 2 Dar indicios de estar inminente [una cosa mala o desagradable]: el edificio amenaza ruina”. ¿Cómo se mantiene el secreto? La espada de la muerte en el pecho, la caída del edi- ficio subjetivo... Nos encontramos con un secreto guardado entre dos desde posicio- nes psíquicas y con finalidades diferentes. Al padre incestuoso todo le pertenece. En su posición particular frente a la legalidad, nada le está prohibido, pero sabe que su accionar no debe ser conocido. En su artículo “Confusión de las lenguas entre los adultos y los niños”, Ferenczi (1932) refiere que el amor forzado, lo mismo que las medidas punitivas insoporta- bles tienen un efecto de fijación. Plantea asimismo que al lado del amor apasionado y de los castigos pasionales, existe un tercer medio de dominar a los niños y es el “te- rrorismo del sufrimiento”. Los niños que soportan conflictos familiares lo hacen pa- ra poder disfrutar de la paz desaparecida y la ternura que se deriva de ella (Ferenczi, 1932, pág. 148). El odio transforma a un ser que juega espontáneamente en un autó- mata culpable del amor, que se olvida de sí mismo. Los niños se esfuerzan en tratar de entender las situaciones en las que se ven envuel- tos. Intentan dotar de un sentido al comportamiento del padre abusador, para poder conservarlo en su psiquismo como “padre”, de modo que lo desculpabilizan, mien- tras que se culpabilizan por lo que les sucede. Cabe mencionar que no me refiero a la dimensión de la responsabilidad, sino a la de la culpa. Y esta experiencia de culpa se expresa habitualmente en diferentes formas de autodestrucción. Siguiendo las ideas de Ferenczi en el artículo citado, la primera reacción del niño an- 16 “2003, 4” SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003 Pag. 9-22
  • 9. te el abuso parental seria de rechazo, odio, desagrado; pero dicha reacción está inhi- bida por un temor intenso. Por lo tanto, el niño quedará a merced del padre abusador, el cual a través de sus argumentos destinados a la autoprotección o la justificación imprime en el niño la impresión de que se trata de algo peligroso y temible que de- be ser guardado en secreto. Es significativo que el juicio de atribución de peligroso y temible es muchas veces hacia la situación y no hacia el padre. El secreto le de- muestra que está sucediendo algo que, por sus características de malo y peligroso, no debe ser develado. El secreto es la promesa de salvación. ¿Salva de qué? En la frase intimidatoria la propuesta no es la de la propia salvación. Manteniendo el acto en se- creto, éste no va a cesar. La esclavitud pareciera eternizarse. La preservación no es la propia. El niño se olvida de sí mismo. Podríamos reflexionar acerca de cómo opera la amenaza en relación a la posición pa- dre (al modelo) y al vínculo paterno-filial. Con respecto a este padre hacedor de la ley, podríamos recortar dos posiciones: la de acreedor y la de especulador. No se tra- taría aquí de un especulador numérico, sino del que tiene una ganancia de goce or- gánico a costa de otro, que se mantiene en permanente estado de tensión improcesa- ble. En estos relatos que dan cuenta de la especulación paterna, a través del amor y del temor, no se amenaza al niño con su muerte. ¿Será porque la muerte simbólica ya fue perpetrada? Personajes, héroes y villanos En las situaciones de abuso sexual infantil, nos encontramos con los mismos tipos de personajes de todas las situaciones de violencia de los adultos: los abusadores, que a su vez fueron abusados cuando eran niños, los niños víctimas sometidos al poder de los adultos y los terceros, los testigos, los cómplices, los indiferentes (Barudi, 1998). Podríamos pensar en el relato infantil, en la diferenciación de ciertos personajes, ca- da uno de los cuales ocupa determinada posición y tiene determinadas funciones: la heroína (la niña abusada), el villano (el padre, el modelo), el secreto, la amenaza, el destinatario del acto sacrificial (los ayudantes, madre, hermanos). Allí está la estruc- tura de una novela. Estos relatos son proferidos en tono monocorde, por niños que parecen muertos en su sentir. Otras veces el relato toma la forma de una descarga catártica arrasadora. Pocas veces lo hacen desde una situación de furia sin destinatario, la mayor parte de las veces con una dócil apatía y amoldándose a la demanda del interlocutor. Pueden manifestarse de modo fragmentado y entrecortado, pero en ellos siempre se observa una coincidencia de contenido, trama y estilo. Detectamos repeticiones en el seno de la narración que dan cuenta de relaciones sujeto-objeto significativas: la amenaza pa- terna, la reacción del niño, guardar el secreto y la eficacia del secreto y de la devela- ción. 17“2003, 4” SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003 Pag. 9-22
  • 10. Se puede estudiar el lenguaje verbal en tres direcciones: el proceso de enunciación, la estructura de la manifestación, la actividad de captación y transmisión por un re- ceptor (Maldavsky, 1999). Siguiendo las ideas de este autor, en cada sujeto coexis- ten varios lenguajes del erotismo, alguno de ellos puede aparecer inherente a quien habla y otro interlocutor que aparece en su relato (Maldavsky, 1999). En el relato de los niños acerca de la situación abusiva y especialmente en el relato del decir del padre abusador, se advierte la lógica del erotismo sádico anal primario y del erotismo tóxico tramitados por defensas del tipo de la desmentida y la desesti- mación. Las palabras son tomadas como actos (figuras retóricas pragmáticas). Las le- yes concernientes al respeto de los derechos del otro quedan cuestionadas o abolidas, desmentidas o desestimadas. El impacto desconstituyente de la subjetividad propia de la situación abusiva hace que, perforada la coraza de protección antiestimulos, el niño opere como autómata. Sus manifestaciones se producen desde la lógica del ero- tismo intrasomático, tóxico. El niño se convierte así en ayudante de la voluptuosidad irrestricta del adulto, pero no en su cómplice. La vulnerabilidad de la que se trata es la de la impunidad de una relación donde un déspota colocado en lugar de amo se apodera del cuerpo del otro como propio, le qui- ta y le otorga el ser. Le otorga, además, la posibilidad de ofrendarse para salvar a los que ama. Si no lo hace, la niña será doblemente mala: por participar en el acto peli- groso y por no proteger a los amados... el silencio de los inocentes, la fortaleza va- cía. El sometimiento del niño implica una búsqueda desesperada de aceptación. La niña deberá acomodarse a los requerimientos sexuales de otro ominoso cambiado de signo en la encerrona trágica de ocupar los lugares argumentales de ser heroína o trai- dora, como en los cuentos infantiles. Decretar al padre en tanto malo y perjudicial equivale a sumirse en el abandono y en el aniquilamiento. La opción aceptable resulta creer en la propia culpabilidad desde una dócil apatía y esperar que, aprendiendo a ser buena, conseguirá ser amada y aceptada, como en la estructura de los cuentos infantiles en que la niña tiranizada se esfuerza en salvar a la madre esclavizada y aplacar al villano. A través del acto sacri- ficial la heroína mantiene el secreto, “salva” al modelo (padre), al mismo tiempo que lo sostiene en su impunidad, “salva” a sus hermanos (dobles) de padecer el mismo infortunio y “salva” a la madre a través de la evitación del demoledor conocimiento de la verdad. Este acto de salvataje del grupo familiar produce fracturas en la prue- ba de realidad de la niña. El modelo que tiene un liderazgo especulador ocupa el lugar del enemigo, villano o verdugo. Esta particular posición del modelo y el objeto podemos pensarla como que el líder especulador posee su delfín, su elegido que desarrolla una identificación con el líder y alcanza así a consubstanciarse con la potencia de éste (Maldavsky, 1999). 18 “2003, 4” SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003 Pag. 9-22
  • 11. El predominio del erotismo intrasomático implica la aniquilación de la diferencia co- mo efecto de la labor desdiferenciadora de la pulsión de muerte. Hay indiscrimina- ción entre la hija y el padre, permanente confusión con el objeto. En el acto sacrifi- cial del niño no hay conservación del sí mismo. Su sacrificio, lejos de mantener el sentimiento de sí, lo lleva a la claudicación del mismo. La gesta heroica suele ser so- litaria y singular. Esta particularidad del vínculo del modelo y del objeto podría pensarse desde la pers- pectiva de Ferenczi: “los niños se sienten física y moralmente indefensos, su perso- nalidad es aún débil para protestar, incluso mentalmente, la fuerza y la autoridad aplastante de los adultos los dejan mudos, e incluso pueden hasta perder la concien- cia. Pero cuando este temor alcanza su punto culminante, los obliga a someterse au- tomáticamente a la voluntad del agresor, a adivinar su mejor deseo, a obedecer olvi- dándose totalmente de sí e identificándose por completo con el agresor. Por identifi- cación, digamos que por introyección del agresor, éste desaparece en cuanto realidad externa y se hace intrapsíquico. Lo que es intrapsíquico puede ser transformado de una manera que puede ser alucinatoria...” (pág. 145). Desde la perspectiva de Balier (2000) se podría incluir el concepto de perversidad en tanto vínculo aniquilador de la subjetividad. Pensando acerca de la situación de en- cierro, engolfamiento y fusión en el vinculo paterno-filial incestuoso, podríamos for- mular el interrogante acerca de si se puede hablar del niño en lugar de objeto o más bien el lugar de ayudante que sufre el soborno sin obtener a cambio rédito alguno. Habría una liquidación de la propia subjetividad a fin de sostener la supuesta subje- tividad de los otros (ayudantes). La posición de ayudante estaría ocupada por la ma- dre, hermanos y otros significativos del niño. Podríamos describir a la posición de la madre y hermanos (destinatarios del sacrificio) como dobles, los que obtiene como recompensa una identificación. Relatos de adultos que han sufrido episodios de abuso sexual en su infancia refieren haber mantenido el secreto por temor a que se los culpara por lo sucedido o que su madre o el adulto no abusivo no fueran lo suficientemente protectores para poner lí- mite a la práctica violenta del otro, y a su venganza. La supuesta vulnerabilidad del ayudante vuelve aun más inerme al niño. Implica una reduplicación de su vulnerabi- lidad subjetiva. También lo vulnerabiliza la ambivalencia y la ambigüedad. ¿Cómo decretar al modelo como villano? La ambivalencia que surge por la ambigüedad del padre torna vulnerable al niño. Pero también lo torna vulnerable su propia fortaleza en el acto mismo de la develación. Romper el secreto implica un intento de cualifi- cación, una salida del entrampamiento hacia la exterioridad, una reacción resiliente ante la adversidad. Pero también puede significar una condena de su grupo familiar. El rechazo hacia el niño que rompe el silencio por parte de su familia marca la efi- cacia de la desestimación: se mata al mensajero. Como transformación posible, el hé- 19“2003, 4” SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003 Pag. 9-22
  • 12. roe niño se convierte en villano. Otros ayudantes del héroe, la justicia, la escuela al- gunas veces, se vuelven en su contra. Correspondería entonces diferenciar la situación del secreto y la de la develación del mismo en relación a los cambios posicionales que se producen cuando se devela la situación abusiva. Cabe señalar que en la representación-grupo de la niña no queda lugar para la inclu- sión de otros grupos, como el del rival, de objeto de deseo, sino que sólo hay lugar para las posiciones ligadas al ser, a la identificación: modelo sujeto, doble de sujeto, ayudante. Aparece toda la problemática del ser y la claudicación del mismo ante el líder especulador, el déspota que otorga el ser o lo quita al sujeto tanto como aque- llos a los que el acto sacrificial pretende salvar. Con anterioridad me referí a la dificultad en el acto incestuoso de la constitución de la posición de rival en la niña incestuada. Bajo la imaginería de ser la rival de la ma- dre, no hay lugar para un tercero de la posición edípica sino sólo retorno a la madre fálica (Alvarez, 2001). En la representación-grupo del padre podríamos pensar en una articulación del len- guaje del erotismo tóxico (intrasomático) con el lenguaje del erotismo anal primario: opera la ganancia, con una máxima proximidad y anulación de la distancia con el otro (el padre se mete, se infiltra bajo la piel de la hija). Hemos descripto tres secuencias narrativas. En la escena del abuso, el padre tiene el poder, escena de articulación de los lenguajes del erotismo intrasomático y sádico anal primario. Esta escena tiene un desenlace disfórico. En la escena del secreto, sa- crificial, con predominio de la desmentida, hay un entrampamiento paradojal y un su- puesto desenlace eufórico ¿Qué sucede en la escena de la develación? La develación, la Justicia... Los niños que han sido abusados sexualmente llegan a sede judicial con un profun- do grado de desvalimiento y vulnerabilidad psíquica. Muchas veces, la develación del niño provocó la expulsión del padre del hogar, y el niño, desde su pequeña esta- tura, deberá soportar, además de la pesada carga que implica la traición abusiva, la de ser designado como el responsable de haber provocado el quiebre familiar. Doble carga: su propia rotura y el fantasma de haber provocado la rotura familiar (Alvarez, 2002). Si un niño ha sido abusado y ha develado su situación, algo de la órbita de lo privado saldrá a la luz. En este pasaje de lo privado a lo público podrá suscitarse, co- mo una profecía autocumplida, el pasaje de las violencias privadas a las públicas. La segregación del niño en su propio hogar, el “sentirse raro” ante la mirada social, el soportar el descreimiento de los otros y la reiteración de exámenes médicos y psico- 20 “2003, 4” SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003 Pag. 9-22
  • 13. lógicos, constituyen victimizaciones secundarias, nuevas instancias de vulnerabiliza- ción. Necesaria aunque no suficiente, la intervención judicial debería tener el imperativo ético de permitir una acción sostenedora a favor de la simbolización. Ninguna inter- vención puede operar al servicio de la progresión traumática. Se invoca a la justicia, y ésta no puede ni debe jamás ser villano. Al secreto del se- creto debe abrirse la eficacia sostenedora de una escucha que restaure la intimidad que fue arrasada por el chantaje y la intimidación. Al amor forzado, al terrorismo del sufrimiento, al olvido de sí mismo, la otredad simbólica del límite. Bibliografía Alvarez, L. (2001) “No puedo ser otra. Incesto otredad”, Actualidad Psicológica, XXVI, 289, 2001. Alvarez, L. (2002) “La evaluación psicológica en abuso sexual infantil”, en Interven- ciones en situaciones críticas. Prácticas interdisciplinarias, Buenos Aires, Catálogos. Balier, C. (2000) Psicoanálisis de los comportamientos sexuales. Una patología del inacabamiento. Buenos Aires, Amorrortu Editores. Barudi, J. (1998) El dolor invisible de la infancia. Una lectura ecosistémica del mal- trato infantil. Buenos Aires, Paidós. Bettelheim, B. (1975) Psicoanálisis de los cuentos de hadas. México, Ed. Grijalbo, 1988. Contreras, Jiménez “La seducción en el abuso sexual incestuoso”. Artículo de Inter- net en: http://www.nodo50.org/mujeresred/abusos-incesto.htm. s/f. Ferenczi, S. (1932) “Confusión de lengua entre los adultos y el niño. El lenguaje de la ternura y de la pasión”, Obras completas, tomo IV, Madrid, Espasa Calpe, 1984. Freud, S. (1895) “Proyecto de psicología”, Buenos Aires, Amorrortu Editores, TI. (1920) “Más allá del principio del placer”, AE, TXVIII. (1926) “Inhibición, síntoma y angustia”, AE, TXX. 21“2003, 4” SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003 Pag. 9-22
  • 14. Gutiérrez M. J. “Violencia familiar”, inédito. Harrison, K. (1997) El beso. Barcelona, Editorial Anagrama. Hindman, J. (1990) The mourning breaks, Ontario, Alexandria Associates. Killen, K. (1991) Understanding and dealing with abusive processes. Oslo, Hans Reitzels Forlag. Maldavsky, D. (1999) Lenguajes del erotismo. Buenos Aires, Nueva Visión. (2001) Investigaciones en procesos psicoanalíticos. Teoría y métodos: secuencias narrativas. Buenos Aires, Nueva Visión. Comunicación personal. Monzón, I. “El diablo se llama incesto”. Artículo de Internet en: http://www.imon- zon.com.ar/incestorev3.htm En revista Tertulia del 29 de abril de 2000. Monk, G., Winslade J., Crocket K., Epston, D. (1997) Narrative therapy in practice. The archaeology of hope, San Francisco, Jos- sey-Bass Publishers. Sánchez, M. Comunicación personal. Summit, R. (1997) “Comentarios sobre el síndrome de acomodación al abuso sexual infantil”, Selección de textos por I. Intebi, Temas de maltrato infantil, 1. Buenos Ai- res, Ed. Familias del nuevo siglo. Tesone, J. (1998) “Una actividad poco masculina: El incesto padre-hija”, Actualidad Psicológica, XXIII, 253, Buenos Aires. http://www.diccionarios.com/ Primera versión: 10 de febrero de 2003 Aprobado: 6 de junio de 2003 22 “2003, 4” SUBJETIVIDAD Y PROCESOS COGNITIVOS, 2003 Pag. 9-22