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Recuerdo de Bruno Bettelheim

In memory of Bruno Bettelheim
Catherine Dreyfus, 1974

 Contemporáneo estricto de un ensayista y pensador tan rico como Elias Canetti, el destacado
psicólogo y analista cultural Bruno Bettelheim nació en Viena en 1903, y ha sido testigo
fundamental de un momento de gran esplendor en la ciencia y literatura centroeuropeas. De
antemano, fue un notable estudioso de temas estéticos, disciplina en la que se doctoró, antes de
ser instruido en el psicoanálisis por un discípulo de Sigmund Freud. Su experiencia psicológica y
vital se vio interrumpida por los desastres políticos del siglo XX. Tras la anexión austriaca,
Bettelheim fue recluido durante un año en los campos de Dachau y Buchenwald, una experiencia
sobre la que va a reflexionar de forma excepcional, como Primo Levi o como Jean Améry. Tras su
liberación temprana, al ser por fortuna reclamado, redactó un primer escrito importante, en 1943,
sobre el comportamiento individual y colectivo en situaciones límite (en Journal of Abnormal and
Social Psychology, 38, 1943), aunque su reflexión sobre las técnicas de degradación humana
hasta sus extremos más informes se halla en otros libros como El corazón bien informado (1960;
FCE, 1973); Sobrevivir, el holocausto una generación después (1952, Crítica, 1982). Se quitó la
vida, ya anciano, en Los Ángeles en 1990, como lo hicieron esos otros dos deportados.

Bettelheim logró emigrar a los Estados Unidos pronto. Allí inició una carrera distinta,
independiente en parte de la anterior. Se dedicó durante unos treinta años al tratamiento de
enfermedades mentales de la niñez, en la Escuela Ortogénica Sonia Shankman, dependiente de la
Universidad de Chicago, de la que fue profesor. Él reorganizó totalmente en 1944 esa escuela
dedicada al mundo infantil gravemente perturbado; y, de hecho, la dirigió hasta su jubilación, en
1973. Bettelheim -que también ha estudiado el mundo infantil en los kibbutz de Israel-, realizó
una labor pionera en el tratamiento de los niños autistas, de esos seres "incapaces de interacción
con el mundo" que renuncian a hablar y permanecen aislados de todo contacto afectivo con el
exterior, encerrados en un universo secreto. Hasta ser conocidas sus investigaciones se les
consideraba incurables, pero él logró devolver a muchos de ellos a la vida ordinaria, poniendo en
marcha un pensamiento optimista, atento a lo particular, paciente, respetuoso, como lo
demuestra su libro más conocido La fortaleza vacía. El autismo infantil y el nacimiento del yo
(1967; Paidós, 2001). Véase también, entre otros, Con el amor no basta (1950; Hogar del libro,
1983), Fugitivos de la vida (1955; Crítica, 1975).

Ha escrito además un texto polémico, invirtiendo (o completando o perturbando) el concepto
freudiano de envidia del pene: Heridas simbólicas. Los ritos de pubertad y el macho envidioso
(1954; Barral, 1974). En muy diversos trabajos suyos prevalece una interpretación a la vez
original en sus argumentos y clásica en el fondo dentro del primer psicoanálisis: Diálogos con las
madres de niños normales (Barral, 1973). Lo mismo sucede en un libro sobre la importancia de
los relatos clásicos, más o menos provenientes del folklore, Psicoanálisis de los cuentos de hadas
(1975; Crítica, 2005), que va desde la Biblia y las Mil y una noches hasta, especialmente, las
narraciones de los hermanos Grimm. Pero nunca estuvo ausente el mundo cultural de su
juventud, pues cinco años antes de su muerte, en 1985, escribió "La Viena de Freud" para la
exposición parisina Vienne, l'apocalypse joyeuse, 1880-1938, que se recogió entre los
importantes artículos recopilados al final de su vida: El peso de una vida (1989; Crítica, 1991).

No hace mucho se ha celebrado el centenario de su nacimiento. Por ello, recuperamos un retazo
de su memoria con esta entrevista, realizada un año después de dejar su trabajo clínico, y por
tanto una vez cerrada su experiencia central en el campo psiquiátrico.
Entrevista a Bettelheim I




¿Tiene alguna idea sobre cómo evitar que haya tantas enfermedades mentales?

Sería necesario que los padres y los profesores se decidieran a sacar provecho de las enseñanzas
del psicoanálisis, y ¡hasta ahora no lo han hecho! Toda la educación del inconsciente está aún por
inventar. Pero sólo puede lograrse acumulando experiencias...

¿Cómo pasó usted del psicoanálisis, su formación inicial, a la idea de un medio terapéutico como
el que creó en la escuela ortogénica?

Un poco por casualidad. En Viena, donde vivíamos antes de la guerra, habían llevado a Anna
Freud una niña que parecía demasiado enferma como para ser sometida con provecho a un
tratamiento analítico clásico. Cabía, sin embargo, alguna esperanza si se conseguía que pasase
las veinticuatro horas del día en un ambiente en el que incluso los gestos más cotidianos
estuviesen perfectamente calculados sobre la base de las enseñanzas del psicoanálisis. Con el
consentimiento de mi mujer, propuse acogerla en mi casa, se quedó con nosotros siete años y
realizó progresos que superaron todo lo previsto. Al mismo tiempo me convencí de la eficacia de
un ambiente terapéutico total y de la imposibilidad de exigir semejante esfuerzo a una familia
media.

También influyó mi experiencia en los campos de concentración: estuve preso durante un año en
Dachau; luego, en Buchenwald. Al ver hasta qué punto semejante entorno podía transformar la
personalidad de los prisioneros, comencé a pensar en lo contrario, a decirme a mí mismo que un
medio ambiente totalmente favorable debía probablemente suscitar modificaciones tan profundas
como esas, pero positivas.

Los niños que acoge la escuela ortogénica han sido enviados en su mayoría por médicos que los
juzgaban incurables. Según parece, el ochenta y cinco por ciento salen de su institución curados;
o, con palabras de Freud, "con capacidad para amar y para trabajar". ¿Cómo explica ese éxito?

Por el medio terapéutico total que hemos creado. Los psicóticos, sean niños o adultos, confían no
en lo que les decimos sino en lo que comprueban por su propia experiencia. El primer mensaje
que captan al entrar en un hospital psiquiátrico tradicional es: "Tienes que cambiar" y "La persona
importante aquí no eres tú, si no yo o nosotros que nos hacemos cargo de ti". Los edificios más
imponentes, mejor decorados, están reservados para la administración o para la recepción de
visitantes. La distribución de los locales y el reglamento interno están concebidos para comodidad
del personal, no para la de los enfermos. Además, a éstos se los alberga, o, mejor dicho, se los
encierra en dormitorios en los que la gente normal se negaría a vivir. Además, no se les encarga
nada que pudiera mantenerlos ocupados.

¿Qué conclusiones pueden extraer de todo ello? Nuestro enfoque es radicalmente diferente.
Tratamos de hacer comprender al enfermo que no le pedimos nada en absoluto, que sólo
deseamos que su estancia entre nosotros sea lo más confortable posible. Los niños están
distribuidos por grupos de seis en los dormitorios, en los que ellos mismos han elegido las
cortinas, el color de las paredes. Cada uno tiene un rincón personal, que nadie toca. Las duchas
son amplias y cómodas: los baños son un pretexto para volver a descubrir los placeres del
cuerpo; no tienen una función de limpieza, pues ello equivaldría a decir que se está "sucio". El
comedor es acogedor, y las salas de estar, numerosas; hay un gran terreno de juegos, y obras de
arte en todas partes. Una gigantesca estatua de mujer acostada, que llamamos "la señora", ha
permitido a más de uno de nuestros niños explorar, sin demasiados riesgos, sus relaciones con la
madre, golpean o acarician la estatua, se refugian en su regazo...


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Este decorado no basta para explicar su éxito, sino que traduce cierta actitud.

Los niños permanecen con nosotros tanto tiempo cuanto sea preciso: un promedio de tres a seis
años, pero a veces muchos más... Es un trabajo muy largo, a menudo penoso, el de reconstruir
su personalidad. La mayoría de los hospitales psiquiátricos tienen prisa porque sus enfermos
salgan. Nosotros, no. Apurar a alguien es darle la impresión de que se le trata con ligereza.
Nuestro objetivo es, antes al contrario, devolverles a los niños que nos confían el sentimiento de
su propia valía.

Además, respetamos sus síntomas, sean cuales fueren. Constituyen lo más importante, lo más
precioso que el enfermo mental ha construido, dado que eso es lo que le ha permitido defenderse,
sobrevivir. Reconocer el valor de un síntoma es un primer paso hacia su comprensión y su cura.
Recuerdo un niño pequeño -llamémosle John-, que llegó a nosotros prácticamente mudo,
totalmente replegado sobre sí mismo, incapaz de aprender nada en clase. Sus padres pensaban
que era un simple espíritu. Después de cinco años a nuestro lado, empezó a hacer progresos,
muy lentos: aprendía a leer algunas palabras, que olvidaba de inmediato. Nos contaba una serie
de sueños en los que caminaba por una carretera, que de pronto encontraba cortada por un muro
infranqueable.

Sentía, sin saber por qué, que le era esencial ir más lejos. Comenzó entonces por apartarse del
camino central para bordear el muro, pero, cuando trataba de continuar, surgía un nuevo muro,
que avanzaba hacia él y amenazaba con aplastarlo contra el primero. Se despertaba dando gritos
de terror. Luego trató de trepar el muro: al llegar arriba, perdía el equilibrio, y por poco se
estrellaba al caer. Durante todo ese tiempo continuaba aprendiendo a leer algunas palabras, que
olvidaba rápidamente. Luego llegó una segunda etapa, con progresos más evidentes: el contenido
del sueño había variado. Ahora John bordeaba el muro, pero antes de continuar su camino se
volvía para destruirlo, piedra a piedra. Cuando estaba despierto, comenzaba a salir del
aislamiento afectivo, pero aún tenía mucho camino que recorrer. Luego, el sueño experimentó
una tercera variación: con su montón de piedras, John se construyó una casa. Meses más tarde,
estaba curado.

Actualmente, "el simple de espíritu" es profesor de Universidad. Para salir adelante, tuvo que
reconocer el valor de su "muro", de sus bloqueos, aprenderlo a utilizar, de manera constructiva.
Bordearlo, franquearlo, limitarse a borrarlo no servía de nada; equivalía a dejarlo sin protección.

Ese respeto absoluto por los síntomas debe ser difícil, a veces, para el equipo de educadores y
profesores. Usted cita a una educadora a la que mordió un niño; y que estaba tan preocupada por
los problemas de éste que exclamó: "¡Cuidado, te harás daño en los dientes!". El niño soltó la
presa de inmediato... eso sí, ¡había que tenerlo en la cabeza!

El trabajo escolar es duro, pero aporta muchas satisfacciones: es esencialmente creador, casi una
obra de arte. La mayoría de los hospitales psiquiátricos encierran a los enfermeros y a los que se
ocupan de las curas, es decir, a aquellos que están más directamente en contacto con los
enfermos en una red de normas y prohibiciones que los paralizan. En la escuela ortogénica no
existen reglas; la seguridad y el bienestar de los niños está antes que nada.

El trabajo es también muy formador: nuestros educadores, aprenden tanto sobre sí mismos como
sobre los niños que atienden. Es imposible comprender a un enfermo mental si no se comienza
por comprenderse a uno mismo. Una de nuestras enfermeras se había dejado golpear por un niño
durante mucho más tiempo de lo que justificaba la crisis. Al preguntarse por qué, se dio cuenta
de que, inconscientemente, trataba de someterse a ciertos castigos porque en su acceso de celos,
olvidado hacía mucho tiempo, había perseguido a su hermana con un cuchillo de cocina...

Se le ha reprochado mucho la aplastante responsabilidad que atribuye a los padres en la aparición
del autismo infantil.




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Mis principales detractores son precisamente los padres de niños autistas incapaces de reconocer
su propia responsabilidad. Es mucho más fácil afirmar: "Es genético, es la fatalidad". Por supuesto
que esos niños son particularmente sensibles. Reinterpretan como una amenaza cada gesto de
sus padres, por los que se sienten rechazados, y optan por refugiarse en un aislamiento total. Un
niño menos sensible, en las mismas circunstancias, quizá se habría convertido simplemente en un
neurótico, un delincuente o un rebelde. Pero es ésta una disputa en la que no quiero enzarzarme.
Lo importante es ayudar a los niños. Los partidarios de la teoría genética son incapaces de
hacerlo.

Proponen algunos un sistema de reeducación que permita aprender los rudimentos del lenguaje,
los gestos más útiles para la vida cotidiana.

He visto niños sometidos a ese tratamiento. Parecían cambiar, pero lo hacían sólo
provisionalmente. Cuando he vuelto a verlos, su comportamiento era más autista que nunca.

La escuela ortogénica sólo puede acoger a cincuenta niños. Es un número escaso. Y resulta caro,
pues se quedan mucho tiempo.

La escuela depende de un organismo investigador. Su papel es dar un ejemplo, mostrar lo que se
puede hacer. Es la sociedad la que debe luego seguir el movimiento o hacerse cargo de sus
responsabilidades. No podemos preocuparnos por ese problema, ya que si no sería imposible
realizar nuestro trabajo. En cuanto al coste de la estancia entre nosotros, es de ocho mil dólares
por niño y por año. Menos que un hospital psiquiátrico normal. Los dos tercios de los niños
provienen de familias bastante acomodadas, que pueden pagar la totalidad o parte del
tratamiento. Los demás quedan a cargo de los poderes públicos.

Usted dejó la Escuela Ortogénica el año pasado[en 1973], después de haberla dirigido durante
treinta años.

Tengo setenta y dos años. A mi edad, uno se fatiga enseguida, lo cual resulta incompatible con un
trabajo que exige tamaña disponibilidad mental y afectiva... Preferí cerrar con calma la transición
de mi puesto, y hacerlo en una época en la que aún podía formar a mi sucesor y presentarlo a los
niños.



                                      Entrevista a Bettelheim II


                                        LOS CUENTOS DE HADAS.

                                   Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas.

                                              Bruno Bettelheim.

En 1943 fundó en Chicago la famosa Escuela Ontogénica consagrada a los niños considerados más
irrecuperables, los niños autísticos. Bruno Bettelheim obtiene en esto, resultados terapéuticos extraordinarios
gracias a los métodos personales que consisten, particularmente, en poner la institución al servicio del niño
enfermo y no a la inversa, como ocurre en la mayoría de los hospitales siquiátricos donde el respeto al
reglamento y los intereses de la institución priman sobre las necesidades del enfermo. El fue uno de los
primeros en denunciar este escándalo.

En 1973 Bruno Bettelheim y su escuela fueron objeto de una notable serie de emisiones televisivas,
programas que apasionaron a los telespectadores europeos. Aparecía un hombre de edad con una
maravillosa sonrisa y una extraordinaria alegría de vivir, tratando de explicar que la verdad de cada uno está
en primer lugar, en uno mismo: "Cuando nos hacemos una pregunta, es que tenemos la respuesta en


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alguna parte de nosotros mismos". Lo que nos falta aprender, y lo que Bettelheim nos enseña, es a
descubrirla, haciéndola salir desde dentro de nosotros. Ese mismo año, B.Bettelheim abandona totalmente la
Escuela Ontogénica que había fundado y decide retirarse a California para ahí terminar una gruesa obra que
le ha significado cinco años de trabajo: "Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas". Publicado con enorme éxito
en EE.UU., este apasionante libro explica como los cuentos antiguos son, a la vez, el mejor método
educacional y una terapéutica y un medio que proporcionan felicidad.

Un corresponsal de "Paula" entrevistó al célebre educador durante una breve y reciente estada en Paris.

ENTREVISTA.

-¿Qué le dio la idea de hacer un libro sobre los cuentos de hadas?

-En realidad, éste debió ser el primer capítulo de una obra que aconsejara a los padres sobre la manera de
educar a sus niños y donde yo quise mostrar mi experiencia adquirida en treinta años en la Escuela
Ontogénica de Chicago, con los niños autísticos, pero me apasioné tanto por lo que descubría leyendo los
cuentos de hadas que finalmente escribí ese volumen: "Psicoanálisis de los cuentos de hadas".

-¿Releyó Ud. todos los cuentos de hadas?

-¡Eso es imposible por la cantidad que hay! Hacia 1920, los alemanes comenzaron a reunir en una sola
colección todos los cuentos del mundo entero, limitándose a un volumen por cultura, con el propósito de
restringirse un poco. Actualmente van en el volumen 741. Una investigadora, Marian Cox, ha reunido ella
sola 324 versiones de La Cenicienta.

-Difieren mucho esos cuentos de una cultura y de una versión a otra?

-Se encuentran siempre los mismos temas y esto es lo que traté de investigar: ¿por qué los mismos temas y
qué aportan estos de esencial al desarrollo de un espíritu joven?

-¿Piensa que para desarrollarse bien un niño necesita la fantasía, lo irreal? ¿Y cómo ya no se cuentan
tantos cuentos de hadas a los niños?

-Es cierto, ¡Pero en ningún caso es porque los cuentos de hadas son irreales! Es justamente lo inverso:
presentan a los niños, por el contrario, la realidad tal cual es. El amor mezclado con el odio, la angustia, el
sufrimiento, el miedo a ser abandonado, la vejez, la muerte: el mundo en que vivimos y que muy a menudo
tratamos de ocultar a los niños. ¡Como si ellos no estuvieran en él!

-Pero ¿no hay en los cuentos de hadas muchos niños que son abandonados, que se pierden porque
sus padres los han dejado solos a propósito o que son echados de sus casas?

-¡Ser abandonados por sus padres es el temor más grande de todos los niños! ¡Los padres se van a morir!
¡Los padres se van a divorciar! Los cuentos de hadas toman muy en serio las angustias de los niños. No
debemos olvidar que fueron inventados principalmente en una época en la muchas mujeres morían de parto
y muchos niños quedaban huérfanos e incluso eran abandonados. Hoy en día los padres se separan y el
temor sigue siendo muy grande.

Los cuentos de hadas no dicen ¡Eso no es nada! Los cuentos de hadas dicen: ¡Es terrible! ¡Es sumamente
terrible! ¡Pero no desesperes! ¡En el mundo todos deben afrontar las dificultades y, curiosamente, no sólo
saldrás de ellas sino que llegarás incluso a ser superior a tus padres cuando crees que no puedes vivir sin
ellos!

-¿Incitan los cuentos de hadas al niño a explorar el mundo exterior?

-Lo ayudan, sobre todo, a explorar el mundo de la realidad interior, con el fin de permitirle salvar los
obstáculos difíciles que él va a encontrar en el camino de su desarrollo y de su madurez. No sólo es
necesario que él aprenda a arreglárselas sin depender totalmente de sus padres, sino que tendrá también



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que atravesar el espinoso camino del período edipiano, superar y soportar las rivalidades fraternales tan
duras durante la infancia, descubrir y aceptar como normal sentirse sucio, desordenado, perezoso, más
débil, más insignificante, más violento y lleno de malos pensamientos que los que lo rodean, eso cree él.

Porque si bien el niño ama a sus padres con una intensidad increíble ¡al mismo tiempo los detesta! Esto es lo
que los cuentos saben responder. El cuento le permite vivir su ambivalencia bajo forma de ficción. Y cuando
son sus padres quienes son los que los cuentan (lo que es muy importante), él tiene la impresión de que
aprueban sus pensamientos más íntimos y más indecibles, esos por los que él preferiría hacerse cortar en
pedazos antes que confesarlos...Esto es lo que lo va a ayudar a tener confianza en la vida, él debe primero
tener confianza en sí mismo.

Además, los cuentos de hadas son obras de arte, si no no agradarían al niño. Simplemente entreteniéndolo y
seduciéndolo, estos revelan verdades esenciales sobre la especie humana y sobre sí mismo.

-¿Usted cree que los cuentos de hadas pueden hacer todo eso?

-No me gusta la denominación "cuentos de hadas", un poco limitante y da una idea falsa. En muchos de
estos cuentos no hay hadas ni ese ser sobrenatural obligatorio que implica la palabra "hada". En muchos
cuentos de hadas hay más bien animales o viejos muy sabios. Yo prefiero la denominación de Rudyard
Kipling "historias simples" o la denominación de "cuento popular" que se usa en la mayoría de los otros
idiomas. De hecho, en su origen, un cuento de hadas es una historia contada por cualquier persona a
cualquier persona.

-¿Y qué pasa con los cuentos mitológicos?

-Hay una diferencia entre los cuentos mitológicos, las fábulas y los cuentos de hadas, si bien en un principio
el origen haya sido el mismo. El objetivo del cuento de hadas es dar confianza (tiene un desenlace feliz) con
una solución aceptable, mientras que el cuento mitológico tiene un final trágico. Y además, el cuento
mitológico se refiere a acontecimientos que no pueden aplicarse ni a Ud. ni a mí, con héroes que viven en un
universo de superhombres, como Hércules o Ulises. Ahora, bien, el niño es tan inseguro que necesita que le
den confianza en este mundo, en el que debe vivir, y no en un mundo mitológico en el que el héroe es, o
llega a ser, un semidiós.

-Pero ¿no comienzan siempre los cuentos de hadas con "érase una vez, en un país muy lejano?"

-Uno de los objetivos de los cuentos de hadas es dar confianza, y una similitud muy grande con lo que vive el
niño sólo lo inquietaría más, en lugar de tranquilizarlo. Es por eso que el cuento de hadas deja entender
desde el comienzo de la intriga que no nos habla de hechos tangibles, de personas y lugares reales. Esta
imprecisión hecha a propósito indica que dejamos el mundo concreto y de la realidad cotidiana. Los viejos
castillos, las cavernas profundas, los cuartos cerrados en los que está prohibido entrar y los bosques
impenetrables sugieren que se nos va a revelar una cosa que, normalmenta está oculta... La lógica y la
casualiadad se dejan de lado. En un período arcaico de nuestra existencia, pensábamos que todos nuestros
deseos podían ser satisfechos y que el sol se interesaba en primer lugar en nosotros. Así, la historia no se
sitúa en el espacio y en el tiempo sino en la "realidad interior del niño".

Luego, y finalmente, cuando se hayan solucionado los problemas, cuando el niño haya tomado conciencia de
su propio poder de dominar una situación y de llevar a un feliz desenlace todo lo que pasa en él, entonces el
niño volverá a las cosas de la realidad cotidiana que, de ahora en adelante, le darán menos miedo. El final de
los cuentos siempre está perfectamente situado en lo cotidiana y el mundo familiar.

-¿Y la diferencia entre el cuento de hadas y la fábula?

-La fábula es algo que pone en guardia. Es moralizadora y, en lugar de darle confianza en sí mismo a alguien
que está inseguro, le dice, por el contrario: "Desconfía de todos y sobre todo de ti mismo", lo que es
precisamente lo inverso del fin que se persigue.

Veamos "La Cigarra y la Hormiga", de La Fontaine, que tiene un objetivo muy moralista. Es muy amenazante
para un niño: la hormiga no siente ninguna simpatía por la cigarra, a ella le da lo mismo y la dejará morir de


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frío durante el invierno. El niño que quisiera cantar, bailar, jugar todo el día sin pensar en el invierno, se
siente mucho más cerca de la cigarra que de la hormiga. El juego, la alegría, sin pensar en el porvenir, son
naturales en el niño, Ahora bien, ésta fábula le dice que todo lo que le parece natural hacer, será
terriblemente castigado.

En "El zorro y el cuervo", este último no hace más que responder inconcientemente a los cumplidos que le
hace el zorro ( y, frecuentemente, se celebra a los niños incitándolos a mostrar lo que saben hacer: cantar,
bailar, recitar...). Enseguida, como recompensa por su confianza e ingenuidad (y todos los niños son
ingenuos y confiados por naturaleza), el cuervo pierde su queso.

Es una terrible voz de alerta que no incita a los niños a ir hacia un mundo que ya les da miedo y, según mi
opinión, esto no es lo que más necesitan. Esta es la razón por la que me gustaría separar las fábulas
moralizadoras de los cuentos de hadas.

-¿Quiere decir esto que el cuento de hadas aconseja a los niños a llevar una vida fácil,
abandonándose a su naturaleza?

De ninguna manera. El cuento de hadas dice, por el contrario, que es necesario trabajar y que no se obtiene
nada sin iniciativa y sin perseverancia en el esfuerzo. Vea "Blanca Nieves": es ella la mantiene limpia y
ordenada la casa de los siete enanos. Cenicienta es ella la que trabaja, mientras que sus hermanas, por el
contrario pasan todo el año frente al espejo y no hacen nada. El cuento no se contenta con decir que las
cosas que hoy le parecen tan terribles van a cambiar favorablemente para él y que va a triunfar. El cuento le
dice que para llegar a eso es necesario hacer algo positivo, constructivo y socialmente útil.

-¿Puede el niño muy pequeño comprender este mensaje?

-Lo que encuentro admirable en los cuentos de hadas es que toman al niño tal cual es, en su nivel de edad y
en su etapa actual y que, mediante una evolución muy lenta, lo llevan a una etapa de madurez superior,
permitiendo con esto la integración progresiva de su personalidad.

En el cuento todo está implícito, de manera que el niño pueda sacar lo que necesita, -y esto a su vez, está en
trozos muy pequeños- a medida que va creciendo. Esta es la razón por la que los niños leen y releen los
mismos cuentos, año tras año. Cada vez ellos encuentran algo nuevo, alguna cosa que va más lejos, a
medida que están en edad de captarla, de comprenderla y aprovecharla.

-¿Quiere darnos un ejemplo?

-Tomemos La Cenicienta. En la versión de los Grimm, porque la de Perrault me parece mucho más limitante.

¡En Francia, Perrault es un tema delicado! El tuvo, es verdad, el gran mérito de transcribir los cuentos que
estaban aún en la tradición oral. Pero yo creo que un cuento no tiene efecto total hasta que es contado.
Porque mientras lo cuenta, uno puede seguir lo que pasa por la cara del niño, suprimir o acortar si él se
inquieta, exagerar algo si, por el contrario, él rebosa de alegría, dándole más importancia al detalle,
prolongando la parte en la que él se ve más interesado.

Y Perrault, un cortesano que se dirigía a los adultos y que, por sobre todas las cosas, no quería lastimar a
nadie, a menudo suavizaba la historia, la moralizaba y le ponía límites que no estaban en la versión original,
cosa que no hacían los Grimm, que habían escrito muchos cuentos infantiles. Gimm me parece mucho más
fiel a la versión original. Pues bien, Cenicienta, dedicado a los niños más pequeños, comienza por decirles lo
que más les preocupa en ese momento. Todos los niños, cualquiera que sean, se sienten desprotegidos,
maltratados y es esa la edad en la que los hermanos y hermanas mayores les parecen mucho más eficaces
e inteligentes que ellos...

Cenicienta les dice: "No temas nada. Hoy estás sentada al lado del fogón (que por lo demás, es el símbolo
de la madre, de su regazo), tú estás en las cenizas, pero un día serás más que los que tanto admiras y
envidias hoy. ¿Tú los aventajarás!.




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Es cierto que muchos cuentos tienen por héroe al benjamín o al miembro más insignificante de la familia... O
incluso al retardado, a quien llaman "simple", al que le cuesta pensar y tiene dificultades para hacer las cosas
tan bien y tan rápido como los otros. Esto no impide que sea él quien finalmente triunfe. Se debe tener
presente que el niño atormentado por la rivalidad fraterna se siente no sólo rechazado por sus hermanos y
hermanas sino también inferior: ¡los adultos lo hacen sentirse disminuídos y se burlan de él! Esta es la razón
por la que él se identifica tan facilmente con un prófugo de la justicia. Podemos darnos cuenta de la fuerza de
su frustración en la terrible cólera que lo atormenta.

Asímismo, la suerte de Cenicienta, destinada a andar siempre andrajosa y a hacer trabajos más duros, no
tiene el fin de sorprender al niño. Ya sea niño o niña (puesto que en la infancia los dos sexos se identifican
mutuamente) el pequeño se reconoce fácilmente en ella: ¡Cenicienta soy yo! ¡Así es como ellos me maltratan
o querrían maltratarme! ¡Y ésta es la pobre opinión que tienen de mí!

Este es el primer mensaje del cuento que captan los niños: "no tú no eres el único que tienes que soportar
una suerte que te parece tan terrible. Mira a la Cenicienta, es la más insignificante, la más maltratada de la
casa y, finalmente, será superior a todos los demás. Tú también vas a salir de eso..."

-Y más tarde, cuando ellos crezcan, ¿qué les aportará La Cenicienta?

-Debemos saber que los niños, a partir de cierta edad, sienten un cariño especial por la madre y las niñas por
el padre y, al mismo tiempo, se sienten culpables del deseo de eliminar, entonces, al progenitor de su mismo
sexo, de reemplazarlo.

Cenicienta amaba a su padre, él amaba a su hija. Ahora bien, después de la muerte de su madre, ella cree
que será desplazada de su corazón por la llegada de su nueva esposa, la madrastra, y de sus dos hijas. Es
un triste destino.

-¿Y cuál es la enseñanza de La Cenicienta?

-Cenicienta era huérfana. En esa época muchos niños lo eran y hoy en día los padres están separados y el
cuento dice a los niños: "si conservan la imagen de su padre o de su madre desaparecidos, ésta imagen
interior no los abandonará jamás y los ayudará toda la vida. Lo que simbólicamente está expresado por la
realización de los deseos de Cenicienta que pensaba que su madre era muy bella y buena y había
conservado su imagen en su corazón, cultivándola con su recuerdo y sus oraciones. Con esta imagen de la
madre crece al mismo tiempo que ella y llega a ser todopoderosa.

Es una manera de decir: las imágenes que llevan en su corazón de madre o de otras personas queridas las
conducirán a la perfección, al triunfo, al amor, porque esto nadie se los puede quitar. Ni la madrastra ni las
malvadas hermanas pueden arrancarle a Cenicienta lo que ella ha construído en ella misma. Todo está allí.
Y, más tarde, Cenicienta no conquista al príncipe por sus vestidos sino por lo que ella realmente es. Así la
quiere el príncipe, por lo que verdaderamente es y cuando le reconocen su verdadero valor.

-¿No es terrible para los niños ver esos personajes que matan en los cuentos, esos que son
arrojados a fosas llenas de serpientes, que son devorados por dragones o por lobos?

-Debemos tener presente que, en los cuentos de hadas, la muerte jamás es real. Esta es simbólica: la
muerte en vida. Las hermanas de la Cenicienta tienen los ojos sin vida al final del cuento, lo que significa que
por haber preferido los hermosos vestidos al trabajo escrupuloso y a la virtud interior, ellas no vivirán en la
realidad del corazón y no llegarán a triunfar en el amor.

Sólo el amor, el Príncipe Encantado, puede despertar a la Bella Durmiente cuando ya ha pasado un tiempo,
en el que ella ha dejado de amar a su padre y está finalmente madura para el amor adulto. La Caperucita
Roja y su abuela salen vivas del vientre del lobo: para ellas la muerte era sólo una manera de decir que ellas
habían cometido un error. La Caperucita Roja, al escuchar muy pronta la conversación del "lobo" (el
seductor) y la abuela al abrir muy fácilmente la puerta al lobo, sin saber defenderse ni defender a su nieta de
sus manipuleos. Más tarde ellas tendrán la sabiduría de las que han nacido dos veces, de los que "renacen"
después de una crisis existencial en la que se han dado cuenta que ha sido su propia naturaleza la que los
ha hundido en la crisis.



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-¿Hay entonces sexualidad en los cuentos de hadas?

-En cierta forma, los cuentos de hadas son para el niño, una manera ideal de iniciarse en la sexualidad, de
acuerdo con las posibilidades de su edad y con la capacidad de comprensión a medida que se evoluciona.
Toda educación sexual más o menos directa y realista, incluso si esta se expresa en un lenguaje infantil y en
términos que el niño puede comprender, no le deja ninguna posibilidad de elección: el niño debe aceptarla,
aunque no esté preparado para recibirla y corra el riesgo de inquietarse y complicarse con esto.

Actualmente se reconoce, en efecto, que uno de los grandes defectos de la educación sexual es que ésta no
toma en cuenta los diferentes grados de maduración de los niños sino sólo su edad.

Además, los cuentos toman en cuenta el hecho de que los padres pueden estar errados en cuanto a la
sexualidad: hay padres demasiado encariñados con su hija, madres demasiado ávidas de conservar a sus
hijos para sí, pero también hay padres tentadores. Los que le dan al niño la llave de la decimotercera puerta
sólo con el objeto de ponerlo en guardia diciéndole: "No la abras". El cuento Barba Azul, por ejemplo, le dice,
entonces, a los padres y a los hijos: no tienten a los niños, porque éstos no tienen todavía los medios para
resistir y esto puede se nocivo para ellos... A la inversa, las mujeres de edad son las que, en la realidad,
frecuentemente le inculcan al niño el miedo a las cosas sexuales. Generalmente, las mujeres son las
responsables de los primeros tabúes sexuales y de todos los problemas que de esto se desprenden. De aquí
nace el personaje, siempre femenino, de la bruja.

Además, examinando bien los cuentos, uno se percata que es principalmente la mujer, la joven, la que debe
cambiar su actitud frente a la sexualidad: de hecho, es ella quien debe dejar de huir, como Cenicienta que
huye tres veces del Príncipe. Se comprende que sólo se puede llegar a ser una persona humana completa,
que aproveche todas las posibilidades, si es capaz de ser uno mismo con otra persona y de ser feliz. Y que
la felicidad conyugal exige la felicidad sexual. La Bella no debe separarse de la Bestia, el espíritu del cuerpo.

-¿Por qué las historias que actualmente se escriben para los niños evitan cuidadosamente hablar de
estos problemas?

Es una de las actitudes extrañas de nuestra era llamada "brillante". Por un lado, se dice que se desea
introducir a los niños lo más rápido posible en la realidad y, al mismo tiempo, se les quita toda realidad a las
historias que se les presentan.

¿Quizás los padres tienen miedo de enfrentarse con la realidad?

-Muchos cuentos infantiles comienzan así: "Un padre ya viejo se siente fatigado y comienza a preguntarse
cómo va a poder dividir su reino entre sus hijos y cómo va a poder compartir su poder. Enseguida uno se
encuentra enfrentado a problemas de sucesión de generaciones, de la enfermedad, de la vejez, de la
debilidad que la acompaña y de la muerte. Son cosas muy importantes para los niños, problemas a los
cuáles ellos pueden enfrentarse. Pero lo más importante es que, en el fondo de su corazón, todo niño desea
secretamente reemplazar a sus padres y él se siente terriblemente culpable de pensar una cosa así. Ahora
bien, ¿qué dice el cuento de hadas? Que es el curso natural de la vida, que así es como tiene que suceder y
que lo que él siente no tiene nada de anormal o de malo. Esto lo tranquiliza enormemente, sobre todo si son
sus mismos padres quienes le cuentan la historia.

-Usted dice que el cuento infantil le ayuda al niño a desarrollarse y a alcanzar la etapa de madurez.
Ahora bien, puesto que nosotros somos aún de una generación alimentada con cuentos de hadas,
¿Cómo se explica que tanta gente tenga problemas consigo mismo y con sus hijos?

-He podido constatar que, por no haber creído en lo mágico en un cierto período de su vida, por no haber
tenido bastantes sueños, fantasías y por no sentirse relacionado con lo imaginario a una edad en que esto es
beneficioso, muchos adolescentes o adultos son incapaces de afrontar los rigores de la vida adulta.

Muchos jóvenes de ésta época buscan de pronto la evasión en los sueños procurados por la droga, se
inician en todo tipo de prácticas, se entregan a la "magia negra", satanismo, etc. Todas éstas son formas de
huir de la realidad soñando despierto. Los jóvenes obligados prematuramente a conocer la realidad de una




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manera adulta, sin haber antes tenido la posibilidad de convencerse poco a poco y justamente a través del
sueño de que la vida debe tomarse de una manera realista, tendrán una adaptación mucho más difícil.

A veces, incluso algunos jóvenes no consiguen jamás adaptarse al medio y continúan indefinidamente,
refugiándose en este "mundo imaginario" que les faltó en el momento en que necesitaban y al que iban a
poder recurrir para responder a las interrogantes fundamentales de la existencia: ¿Qué es realmente el
mundo? ¿Cómo voy a vivir en él? ¿Qué hacer para ser realmente yo mismo? Las mismas preguntas que
saben y pueden responder los cuentos de hadas.




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Dos entrevistas a Bruno Bettelheim

  • 1. Recuerdo de Bruno Bettelheim In memory of Bruno Bettelheim Catherine Dreyfus, 1974 Contemporáneo estricto de un ensayista y pensador tan rico como Elias Canetti, el destacado psicólogo y analista cultural Bruno Bettelheim nació en Viena en 1903, y ha sido testigo fundamental de un momento de gran esplendor en la ciencia y literatura centroeuropeas. De antemano, fue un notable estudioso de temas estéticos, disciplina en la que se doctoró, antes de ser instruido en el psicoanálisis por un discípulo de Sigmund Freud. Su experiencia psicológica y vital se vio interrumpida por los desastres políticos del siglo XX. Tras la anexión austriaca, Bettelheim fue recluido durante un año en los campos de Dachau y Buchenwald, una experiencia sobre la que va a reflexionar de forma excepcional, como Primo Levi o como Jean Améry. Tras su liberación temprana, al ser por fortuna reclamado, redactó un primer escrito importante, en 1943, sobre el comportamiento individual y colectivo en situaciones límite (en Journal of Abnormal and Social Psychology, 38, 1943), aunque su reflexión sobre las técnicas de degradación humana hasta sus extremos más informes se halla en otros libros como El corazón bien informado (1960; FCE, 1973); Sobrevivir, el holocausto una generación después (1952, Crítica, 1982). Se quitó la vida, ya anciano, en Los Ángeles en 1990, como lo hicieron esos otros dos deportados. Bettelheim logró emigrar a los Estados Unidos pronto. Allí inició una carrera distinta, independiente en parte de la anterior. Se dedicó durante unos treinta años al tratamiento de enfermedades mentales de la niñez, en la Escuela Ortogénica Sonia Shankman, dependiente de la Universidad de Chicago, de la que fue profesor. Él reorganizó totalmente en 1944 esa escuela dedicada al mundo infantil gravemente perturbado; y, de hecho, la dirigió hasta su jubilación, en 1973. Bettelheim -que también ha estudiado el mundo infantil en los kibbutz de Israel-, realizó una labor pionera en el tratamiento de los niños autistas, de esos seres "incapaces de interacción con el mundo" que renuncian a hablar y permanecen aislados de todo contacto afectivo con el exterior, encerrados en un universo secreto. Hasta ser conocidas sus investigaciones se les consideraba incurables, pero él logró devolver a muchos de ellos a la vida ordinaria, poniendo en marcha un pensamiento optimista, atento a lo particular, paciente, respetuoso, como lo demuestra su libro más conocido La fortaleza vacía. El autismo infantil y el nacimiento del yo (1967; Paidós, 2001). Véase también, entre otros, Con el amor no basta (1950; Hogar del libro, 1983), Fugitivos de la vida (1955; Crítica, 1975). Ha escrito además un texto polémico, invirtiendo (o completando o perturbando) el concepto freudiano de envidia del pene: Heridas simbólicas. Los ritos de pubertad y el macho envidioso (1954; Barral, 1974). En muy diversos trabajos suyos prevalece una interpretación a la vez original en sus argumentos y clásica en el fondo dentro del primer psicoanálisis: Diálogos con las madres de niños normales (Barral, 1973). Lo mismo sucede en un libro sobre la importancia de los relatos clásicos, más o menos provenientes del folklore, Psicoanálisis de los cuentos de hadas (1975; Crítica, 2005), que va desde la Biblia y las Mil y una noches hasta, especialmente, las narraciones de los hermanos Grimm. Pero nunca estuvo ausente el mundo cultural de su juventud, pues cinco años antes de su muerte, en 1985, escribió "La Viena de Freud" para la exposición parisina Vienne, l'apocalypse joyeuse, 1880-1938, que se recogió entre los importantes artículos recopilados al final de su vida: El peso de una vida (1989; Crítica, 1991). No hace mucho se ha celebrado el centenario de su nacimiento. Por ello, recuperamos un retazo de su memoria con esta entrevista, realizada un año después de dejar su trabajo clínico, y por tanto una vez cerrada su experiencia central en el campo psiquiátrico.
  • 2. Entrevista a Bettelheim I ¿Tiene alguna idea sobre cómo evitar que haya tantas enfermedades mentales? Sería necesario que los padres y los profesores se decidieran a sacar provecho de las enseñanzas del psicoanálisis, y ¡hasta ahora no lo han hecho! Toda la educación del inconsciente está aún por inventar. Pero sólo puede lograrse acumulando experiencias... ¿Cómo pasó usted del psicoanálisis, su formación inicial, a la idea de un medio terapéutico como el que creó en la escuela ortogénica? Un poco por casualidad. En Viena, donde vivíamos antes de la guerra, habían llevado a Anna Freud una niña que parecía demasiado enferma como para ser sometida con provecho a un tratamiento analítico clásico. Cabía, sin embargo, alguna esperanza si se conseguía que pasase las veinticuatro horas del día en un ambiente en el que incluso los gestos más cotidianos estuviesen perfectamente calculados sobre la base de las enseñanzas del psicoanálisis. Con el consentimiento de mi mujer, propuse acogerla en mi casa, se quedó con nosotros siete años y realizó progresos que superaron todo lo previsto. Al mismo tiempo me convencí de la eficacia de un ambiente terapéutico total y de la imposibilidad de exigir semejante esfuerzo a una familia media. También influyó mi experiencia en los campos de concentración: estuve preso durante un año en Dachau; luego, en Buchenwald. Al ver hasta qué punto semejante entorno podía transformar la personalidad de los prisioneros, comencé a pensar en lo contrario, a decirme a mí mismo que un medio ambiente totalmente favorable debía probablemente suscitar modificaciones tan profundas como esas, pero positivas. Los niños que acoge la escuela ortogénica han sido enviados en su mayoría por médicos que los juzgaban incurables. Según parece, el ochenta y cinco por ciento salen de su institución curados; o, con palabras de Freud, "con capacidad para amar y para trabajar". ¿Cómo explica ese éxito? Por el medio terapéutico total que hemos creado. Los psicóticos, sean niños o adultos, confían no en lo que les decimos sino en lo que comprueban por su propia experiencia. El primer mensaje que captan al entrar en un hospital psiquiátrico tradicional es: "Tienes que cambiar" y "La persona importante aquí no eres tú, si no yo o nosotros que nos hacemos cargo de ti". Los edificios más imponentes, mejor decorados, están reservados para la administración o para la recepción de visitantes. La distribución de los locales y el reglamento interno están concebidos para comodidad del personal, no para la de los enfermos. Además, a éstos se los alberga, o, mejor dicho, se los encierra en dormitorios en los que la gente normal se negaría a vivir. Además, no se les encarga nada que pudiera mantenerlos ocupados. ¿Qué conclusiones pueden extraer de todo ello? Nuestro enfoque es radicalmente diferente. Tratamos de hacer comprender al enfermo que no le pedimos nada en absoluto, que sólo deseamos que su estancia entre nosotros sea lo más confortable posible. Los niños están distribuidos por grupos de seis en los dormitorios, en los que ellos mismos han elegido las cortinas, el color de las paredes. Cada uno tiene un rincón personal, que nadie toca. Las duchas son amplias y cómodas: los baños son un pretexto para volver a descubrir los placeres del cuerpo; no tienen una función de limpieza, pues ello equivaldría a decir que se está "sucio". El comedor es acogedor, y las salas de estar, numerosas; hay un gran terreno de juegos, y obras de arte en todas partes. Una gigantesca estatua de mujer acostada, que llamamos "la señora", ha permitido a más de uno de nuestros niños explorar, sin demasiados riesgos, sus relaciones con la madre, golpean o acarician la estatua, se refugian en su regazo... 2
  • 3. Este decorado no basta para explicar su éxito, sino que traduce cierta actitud. Los niños permanecen con nosotros tanto tiempo cuanto sea preciso: un promedio de tres a seis años, pero a veces muchos más... Es un trabajo muy largo, a menudo penoso, el de reconstruir su personalidad. La mayoría de los hospitales psiquiátricos tienen prisa porque sus enfermos salgan. Nosotros, no. Apurar a alguien es darle la impresión de que se le trata con ligereza. Nuestro objetivo es, antes al contrario, devolverles a los niños que nos confían el sentimiento de su propia valía. Además, respetamos sus síntomas, sean cuales fueren. Constituyen lo más importante, lo más precioso que el enfermo mental ha construido, dado que eso es lo que le ha permitido defenderse, sobrevivir. Reconocer el valor de un síntoma es un primer paso hacia su comprensión y su cura. Recuerdo un niño pequeño -llamémosle John-, que llegó a nosotros prácticamente mudo, totalmente replegado sobre sí mismo, incapaz de aprender nada en clase. Sus padres pensaban que era un simple espíritu. Después de cinco años a nuestro lado, empezó a hacer progresos, muy lentos: aprendía a leer algunas palabras, que olvidaba de inmediato. Nos contaba una serie de sueños en los que caminaba por una carretera, que de pronto encontraba cortada por un muro infranqueable. Sentía, sin saber por qué, que le era esencial ir más lejos. Comenzó entonces por apartarse del camino central para bordear el muro, pero, cuando trataba de continuar, surgía un nuevo muro, que avanzaba hacia él y amenazaba con aplastarlo contra el primero. Se despertaba dando gritos de terror. Luego trató de trepar el muro: al llegar arriba, perdía el equilibrio, y por poco se estrellaba al caer. Durante todo ese tiempo continuaba aprendiendo a leer algunas palabras, que olvidaba rápidamente. Luego llegó una segunda etapa, con progresos más evidentes: el contenido del sueño había variado. Ahora John bordeaba el muro, pero antes de continuar su camino se volvía para destruirlo, piedra a piedra. Cuando estaba despierto, comenzaba a salir del aislamiento afectivo, pero aún tenía mucho camino que recorrer. Luego, el sueño experimentó una tercera variación: con su montón de piedras, John se construyó una casa. Meses más tarde, estaba curado. Actualmente, "el simple de espíritu" es profesor de Universidad. Para salir adelante, tuvo que reconocer el valor de su "muro", de sus bloqueos, aprenderlo a utilizar, de manera constructiva. Bordearlo, franquearlo, limitarse a borrarlo no servía de nada; equivalía a dejarlo sin protección. Ese respeto absoluto por los síntomas debe ser difícil, a veces, para el equipo de educadores y profesores. Usted cita a una educadora a la que mordió un niño; y que estaba tan preocupada por los problemas de éste que exclamó: "¡Cuidado, te harás daño en los dientes!". El niño soltó la presa de inmediato... eso sí, ¡había que tenerlo en la cabeza! El trabajo escolar es duro, pero aporta muchas satisfacciones: es esencialmente creador, casi una obra de arte. La mayoría de los hospitales psiquiátricos encierran a los enfermeros y a los que se ocupan de las curas, es decir, a aquellos que están más directamente en contacto con los enfermos en una red de normas y prohibiciones que los paralizan. En la escuela ortogénica no existen reglas; la seguridad y el bienestar de los niños está antes que nada. El trabajo es también muy formador: nuestros educadores, aprenden tanto sobre sí mismos como sobre los niños que atienden. Es imposible comprender a un enfermo mental si no se comienza por comprenderse a uno mismo. Una de nuestras enfermeras se había dejado golpear por un niño durante mucho más tiempo de lo que justificaba la crisis. Al preguntarse por qué, se dio cuenta de que, inconscientemente, trataba de someterse a ciertos castigos porque en su acceso de celos, olvidado hacía mucho tiempo, había perseguido a su hermana con un cuchillo de cocina... Se le ha reprochado mucho la aplastante responsabilidad que atribuye a los padres en la aparición del autismo infantil. 3
  • 4. Mis principales detractores son precisamente los padres de niños autistas incapaces de reconocer su propia responsabilidad. Es mucho más fácil afirmar: "Es genético, es la fatalidad". Por supuesto que esos niños son particularmente sensibles. Reinterpretan como una amenaza cada gesto de sus padres, por los que se sienten rechazados, y optan por refugiarse en un aislamiento total. Un niño menos sensible, en las mismas circunstancias, quizá se habría convertido simplemente en un neurótico, un delincuente o un rebelde. Pero es ésta una disputa en la que no quiero enzarzarme. Lo importante es ayudar a los niños. Los partidarios de la teoría genética son incapaces de hacerlo. Proponen algunos un sistema de reeducación que permita aprender los rudimentos del lenguaje, los gestos más útiles para la vida cotidiana. He visto niños sometidos a ese tratamiento. Parecían cambiar, pero lo hacían sólo provisionalmente. Cuando he vuelto a verlos, su comportamiento era más autista que nunca. La escuela ortogénica sólo puede acoger a cincuenta niños. Es un número escaso. Y resulta caro, pues se quedan mucho tiempo. La escuela depende de un organismo investigador. Su papel es dar un ejemplo, mostrar lo que se puede hacer. Es la sociedad la que debe luego seguir el movimiento o hacerse cargo de sus responsabilidades. No podemos preocuparnos por ese problema, ya que si no sería imposible realizar nuestro trabajo. En cuanto al coste de la estancia entre nosotros, es de ocho mil dólares por niño y por año. Menos que un hospital psiquiátrico normal. Los dos tercios de los niños provienen de familias bastante acomodadas, que pueden pagar la totalidad o parte del tratamiento. Los demás quedan a cargo de los poderes públicos. Usted dejó la Escuela Ortogénica el año pasado[en 1973], después de haberla dirigido durante treinta años. Tengo setenta y dos años. A mi edad, uno se fatiga enseguida, lo cual resulta incompatible con un trabajo que exige tamaña disponibilidad mental y afectiva... Preferí cerrar con calma la transición de mi puesto, y hacerlo en una época en la que aún podía formar a mi sucesor y presentarlo a los niños. Entrevista a Bettelheim II LOS CUENTOS DE HADAS. Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas. Bruno Bettelheim. En 1943 fundó en Chicago la famosa Escuela Ontogénica consagrada a los niños considerados más irrecuperables, los niños autísticos. Bruno Bettelheim obtiene en esto, resultados terapéuticos extraordinarios gracias a los métodos personales que consisten, particularmente, en poner la institución al servicio del niño enfermo y no a la inversa, como ocurre en la mayoría de los hospitales siquiátricos donde el respeto al reglamento y los intereses de la institución priman sobre las necesidades del enfermo. El fue uno de los primeros en denunciar este escándalo. En 1973 Bruno Bettelheim y su escuela fueron objeto de una notable serie de emisiones televisivas, programas que apasionaron a los telespectadores europeos. Aparecía un hombre de edad con una maravillosa sonrisa y una extraordinaria alegría de vivir, tratando de explicar que la verdad de cada uno está en primer lugar, en uno mismo: "Cuando nos hacemos una pregunta, es que tenemos la respuesta en 4
  • 5. alguna parte de nosotros mismos". Lo que nos falta aprender, y lo que Bettelheim nos enseña, es a descubrirla, haciéndola salir desde dentro de nosotros. Ese mismo año, B.Bettelheim abandona totalmente la Escuela Ontogénica que había fundado y decide retirarse a California para ahí terminar una gruesa obra que le ha significado cinco años de trabajo: "Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas". Publicado con enorme éxito en EE.UU., este apasionante libro explica como los cuentos antiguos son, a la vez, el mejor método educacional y una terapéutica y un medio que proporcionan felicidad. Un corresponsal de "Paula" entrevistó al célebre educador durante una breve y reciente estada en Paris. ENTREVISTA. -¿Qué le dio la idea de hacer un libro sobre los cuentos de hadas? -En realidad, éste debió ser el primer capítulo de una obra que aconsejara a los padres sobre la manera de educar a sus niños y donde yo quise mostrar mi experiencia adquirida en treinta años en la Escuela Ontogénica de Chicago, con los niños autísticos, pero me apasioné tanto por lo que descubría leyendo los cuentos de hadas que finalmente escribí ese volumen: "Psicoanálisis de los cuentos de hadas". -¿Releyó Ud. todos los cuentos de hadas? -¡Eso es imposible por la cantidad que hay! Hacia 1920, los alemanes comenzaron a reunir en una sola colección todos los cuentos del mundo entero, limitándose a un volumen por cultura, con el propósito de restringirse un poco. Actualmente van en el volumen 741. Una investigadora, Marian Cox, ha reunido ella sola 324 versiones de La Cenicienta. -Difieren mucho esos cuentos de una cultura y de una versión a otra? -Se encuentran siempre los mismos temas y esto es lo que traté de investigar: ¿por qué los mismos temas y qué aportan estos de esencial al desarrollo de un espíritu joven? -¿Piensa que para desarrollarse bien un niño necesita la fantasía, lo irreal? ¿Y cómo ya no se cuentan tantos cuentos de hadas a los niños? -Es cierto, ¡Pero en ningún caso es porque los cuentos de hadas son irreales! Es justamente lo inverso: presentan a los niños, por el contrario, la realidad tal cual es. El amor mezclado con el odio, la angustia, el sufrimiento, el miedo a ser abandonado, la vejez, la muerte: el mundo en que vivimos y que muy a menudo tratamos de ocultar a los niños. ¡Como si ellos no estuvieran en él! -Pero ¿no hay en los cuentos de hadas muchos niños que son abandonados, que se pierden porque sus padres los han dejado solos a propósito o que son echados de sus casas? -¡Ser abandonados por sus padres es el temor más grande de todos los niños! ¡Los padres se van a morir! ¡Los padres se van a divorciar! Los cuentos de hadas toman muy en serio las angustias de los niños. No debemos olvidar que fueron inventados principalmente en una época en la muchas mujeres morían de parto y muchos niños quedaban huérfanos e incluso eran abandonados. Hoy en día los padres se separan y el temor sigue siendo muy grande. Los cuentos de hadas no dicen ¡Eso no es nada! Los cuentos de hadas dicen: ¡Es terrible! ¡Es sumamente terrible! ¡Pero no desesperes! ¡En el mundo todos deben afrontar las dificultades y, curiosamente, no sólo saldrás de ellas sino que llegarás incluso a ser superior a tus padres cuando crees que no puedes vivir sin ellos! -¿Incitan los cuentos de hadas al niño a explorar el mundo exterior? -Lo ayudan, sobre todo, a explorar el mundo de la realidad interior, con el fin de permitirle salvar los obstáculos difíciles que él va a encontrar en el camino de su desarrollo y de su madurez. No sólo es necesario que él aprenda a arreglárselas sin depender totalmente de sus padres, sino que tendrá también 5
  • 6. que atravesar el espinoso camino del período edipiano, superar y soportar las rivalidades fraternales tan duras durante la infancia, descubrir y aceptar como normal sentirse sucio, desordenado, perezoso, más débil, más insignificante, más violento y lleno de malos pensamientos que los que lo rodean, eso cree él. Porque si bien el niño ama a sus padres con una intensidad increíble ¡al mismo tiempo los detesta! Esto es lo que los cuentos saben responder. El cuento le permite vivir su ambivalencia bajo forma de ficción. Y cuando son sus padres quienes son los que los cuentan (lo que es muy importante), él tiene la impresión de que aprueban sus pensamientos más íntimos y más indecibles, esos por los que él preferiría hacerse cortar en pedazos antes que confesarlos...Esto es lo que lo va a ayudar a tener confianza en la vida, él debe primero tener confianza en sí mismo. Además, los cuentos de hadas son obras de arte, si no no agradarían al niño. Simplemente entreteniéndolo y seduciéndolo, estos revelan verdades esenciales sobre la especie humana y sobre sí mismo. -¿Usted cree que los cuentos de hadas pueden hacer todo eso? -No me gusta la denominación "cuentos de hadas", un poco limitante y da una idea falsa. En muchos de estos cuentos no hay hadas ni ese ser sobrenatural obligatorio que implica la palabra "hada". En muchos cuentos de hadas hay más bien animales o viejos muy sabios. Yo prefiero la denominación de Rudyard Kipling "historias simples" o la denominación de "cuento popular" que se usa en la mayoría de los otros idiomas. De hecho, en su origen, un cuento de hadas es una historia contada por cualquier persona a cualquier persona. -¿Y qué pasa con los cuentos mitológicos? -Hay una diferencia entre los cuentos mitológicos, las fábulas y los cuentos de hadas, si bien en un principio el origen haya sido el mismo. El objetivo del cuento de hadas es dar confianza (tiene un desenlace feliz) con una solución aceptable, mientras que el cuento mitológico tiene un final trágico. Y además, el cuento mitológico se refiere a acontecimientos que no pueden aplicarse ni a Ud. ni a mí, con héroes que viven en un universo de superhombres, como Hércules o Ulises. Ahora, bien, el niño es tan inseguro que necesita que le den confianza en este mundo, en el que debe vivir, y no en un mundo mitológico en el que el héroe es, o llega a ser, un semidiós. -Pero ¿no comienzan siempre los cuentos de hadas con "érase una vez, en un país muy lejano?" -Uno de los objetivos de los cuentos de hadas es dar confianza, y una similitud muy grande con lo que vive el niño sólo lo inquietaría más, en lugar de tranquilizarlo. Es por eso que el cuento de hadas deja entender desde el comienzo de la intriga que no nos habla de hechos tangibles, de personas y lugares reales. Esta imprecisión hecha a propósito indica que dejamos el mundo concreto y de la realidad cotidiana. Los viejos castillos, las cavernas profundas, los cuartos cerrados en los que está prohibido entrar y los bosques impenetrables sugieren que se nos va a revelar una cosa que, normalmenta está oculta... La lógica y la casualiadad se dejan de lado. En un período arcaico de nuestra existencia, pensábamos que todos nuestros deseos podían ser satisfechos y que el sol se interesaba en primer lugar en nosotros. Así, la historia no se sitúa en el espacio y en el tiempo sino en la "realidad interior del niño". Luego, y finalmente, cuando se hayan solucionado los problemas, cuando el niño haya tomado conciencia de su propio poder de dominar una situación y de llevar a un feliz desenlace todo lo que pasa en él, entonces el niño volverá a las cosas de la realidad cotidiana que, de ahora en adelante, le darán menos miedo. El final de los cuentos siempre está perfectamente situado en lo cotidiana y el mundo familiar. -¿Y la diferencia entre el cuento de hadas y la fábula? -La fábula es algo que pone en guardia. Es moralizadora y, en lugar de darle confianza en sí mismo a alguien que está inseguro, le dice, por el contrario: "Desconfía de todos y sobre todo de ti mismo", lo que es precisamente lo inverso del fin que se persigue. Veamos "La Cigarra y la Hormiga", de La Fontaine, que tiene un objetivo muy moralista. Es muy amenazante para un niño: la hormiga no siente ninguna simpatía por la cigarra, a ella le da lo mismo y la dejará morir de 6
  • 7. frío durante el invierno. El niño que quisiera cantar, bailar, jugar todo el día sin pensar en el invierno, se siente mucho más cerca de la cigarra que de la hormiga. El juego, la alegría, sin pensar en el porvenir, son naturales en el niño, Ahora bien, ésta fábula le dice que todo lo que le parece natural hacer, será terriblemente castigado. En "El zorro y el cuervo", este último no hace más que responder inconcientemente a los cumplidos que le hace el zorro ( y, frecuentemente, se celebra a los niños incitándolos a mostrar lo que saben hacer: cantar, bailar, recitar...). Enseguida, como recompensa por su confianza e ingenuidad (y todos los niños son ingenuos y confiados por naturaleza), el cuervo pierde su queso. Es una terrible voz de alerta que no incita a los niños a ir hacia un mundo que ya les da miedo y, según mi opinión, esto no es lo que más necesitan. Esta es la razón por la que me gustaría separar las fábulas moralizadoras de los cuentos de hadas. -¿Quiere decir esto que el cuento de hadas aconseja a los niños a llevar una vida fácil, abandonándose a su naturaleza? De ninguna manera. El cuento de hadas dice, por el contrario, que es necesario trabajar y que no se obtiene nada sin iniciativa y sin perseverancia en el esfuerzo. Vea "Blanca Nieves": es ella la mantiene limpia y ordenada la casa de los siete enanos. Cenicienta es ella la que trabaja, mientras que sus hermanas, por el contrario pasan todo el año frente al espejo y no hacen nada. El cuento no se contenta con decir que las cosas que hoy le parecen tan terribles van a cambiar favorablemente para él y que va a triunfar. El cuento le dice que para llegar a eso es necesario hacer algo positivo, constructivo y socialmente útil. -¿Puede el niño muy pequeño comprender este mensaje? -Lo que encuentro admirable en los cuentos de hadas es que toman al niño tal cual es, en su nivel de edad y en su etapa actual y que, mediante una evolución muy lenta, lo llevan a una etapa de madurez superior, permitiendo con esto la integración progresiva de su personalidad. En el cuento todo está implícito, de manera que el niño pueda sacar lo que necesita, -y esto a su vez, está en trozos muy pequeños- a medida que va creciendo. Esta es la razón por la que los niños leen y releen los mismos cuentos, año tras año. Cada vez ellos encuentran algo nuevo, alguna cosa que va más lejos, a medida que están en edad de captarla, de comprenderla y aprovecharla. -¿Quiere darnos un ejemplo? -Tomemos La Cenicienta. En la versión de los Grimm, porque la de Perrault me parece mucho más limitante. ¡En Francia, Perrault es un tema delicado! El tuvo, es verdad, el gran mérito de transcribir los cuentos que estaban aún en la tradición oral. Pero yo creo que un cuento no tiene efecto total hasta que es contado. Porque mientras lo cuenta, uno puede seguir lo que pasa por la cara del niño, suprimir o acortar si él se inquieta, exagerar algo si, por el contrario, él rebosa de alegría, dándole más importancia al detalle, prolongando la parte en la que él se ve más interesado. Y Perrault, un cortesano que se dirigía a los adultos y que, por sobre todas las cosas, no quería lastimar a nadie, a menudo suavizaba la historia, la moralizaba y le ponía límites que no estaban en la versión original, cosa que no hacían los Grimm, que habían escrito muchos cuentos infantiles. Gimm me parece mucho más fiel a la versión original. Pues bien, Cenicienta, dedicado a los niños más pequeños, comienza por decirles lo que más les preocupa en ese momento. Todos los niños, cualquiera que sean, se sienten desprotegidos, maltratados y es esa la edad en la que los hermanos y hermanas mayores les parecen mucho más eficaces e inteligentes que ellos... Cenicienta les dice: "No temas nada. Hoy estás sentada al lado del fogón (que por lo demás, es el símbolo de la madre, de su regazo), tú estás en las cenizas, pero un día serás más que los que tanto admiras y envidias hoy. ¿Tú los aventajarás!. 7
  • 8. Es cierto que muchos cuentos tienen por héroe al benjamín o al miembro más insignificante de la familia... O incluso al retardado, a quien llaman "simple", al que le cuesta pensar y tiene dificultades para hacer las cosas tan bien y tan rápido como los otros. Esto no impide que sea él quien finalmente triunfe. Se debe tener presente que el niño atormentado por la rivalidad fraterna se siente no sólo rechazado por sus hermanos y hermanas sino también inferior: ¡los adultos lo hacen sentirse disminuídos y se burlan de él! Esta es la razón por la que él se identifica tan facilmente con un prófugo de la justicia. Podemos darnos cuenta de la fuerza de su frustración en la terrible cólera que lo atormenta. Asímismo, la suerte de Cenicienta, destinada a andar siempre andrajosa y a hacer trabajos más duros, no tiene el fin de sorprender al niño. Ya sea niño o niña (puesto que en la infancia los dos sexos se identifican mutuamente) el pequeño se reconoce fácilmente en ella: ¡Cenicienta soy yo! ¡Así es como ellos me maltratan o querrían maltratarme! ¡Y ésta es la pobre opinión que tienen de mí! Este es el primer mensaje del cuento que captan los niños: "no tú no eres el único que tienes que soportar una suerte que te parece tan terrible. Mira a la Cenicienta, es la más insignificante, la más maltratada de la casa y, finalmente, será superior a todos los demás. Tú también vas a salir de eso..." -Y más tarde, cuando ellos crezcan, ¿qué les aportará La Cenicienta? -Debemos saber que los niños, a partir de cierta edad, sienten un cariño especial por la madre y las niñas por el padre y, al mismo tiempo, se sienten culpables del deseo de eliminar, entonces, al progenitor de su mismo sexo, de reemplazarlo. Cenicienta amaba a su padre, él amaba a su hija. Ahora bien, después de la muerte de su madre, ella cree que será desplazada de su corazón por la llegada de su nueva esposa, la madrastra, y de sus dos hijas. Es un triste destino. -¿Y cuál es la enseñanza de La Cenicienta? -Cenicienta era huérfana. En esa época muchos niños lo eran y hoy en día los padres están separados y el cuento dice a los niños: "si conservan la imagen de su padre o de su madre desaparecidos, ésta imagen interior no los abandonará jamás y los ayudará toda la vida. Lo que simbólicamente está expresado por la realización de los deseos de Cenicienta que pensaba que su madre era muy bella y buena y había conservado su imagen en su corazón, cultivándola con su recuerdo y sus oraciones. Con esta imagen de la madre crece al mismo tiempo que ella y llega a ser todopoderosa. Es una manera de decir: las imágenes que llevan en su corazón de madre o de otras personas queridas las conducirán a la perfección, al triunfo, al amor, porque esto nadie se los puede quitar. Ni la madrastra ni las malvadas hermanas pueden arrancarle a Cenicienta lo que ella ha construído en ella misma. Todo está allí. Y, más tarde, Cenicienta no conquista al príncipe por sus vestidos sino por lo que ella realmente es. Así la quiere el príncipe, por lo que verdaderamente es y cuando le reconocen su verdadero valor. -¿No es terrible para los niños ver esos personajes que matan en los cuentos, esos que son arrojados a fosas llenas de serpientes, que son devorados por dragones o por lobos? -Debemos tener presente que, en los cuentos de hadas, la muerte jamás es real. Esta es simbólica: la muerte en vida. Las hermanas de la Cenicienta tienen los ojos sin vida al final del cuento, lo que significa que por haber preferido los hermosos vestidos al trabajo escrupuloso y a la virtud interior, ellas no vivirán en la realidad del corazón y no llegarán a triunfar en el amor. Sólo el amor, el Príncipe Encantado, puede despertar a la Bella Durmiente cuando ya ha pasado un tiempo, en el que ella ha dejado de amar a su padre y está finalmente madura para el amor adulto. La Caperucita Roja y su abuela salen vivas del vientre del lobo: para ellas la muerte era sólo una manera de decir que ellas habían cometido un error. La Caperucita Roja, al escuchar muy pronta la conversación del "lobo" (el seductor) y la abuela al abrir muy fácilmente la puerta al lobo, sin saber defenderse ni defender a su nieta de sus manipuleos. Más tarde ellas tendrán la sabiduría de las que han nacido dos veces, de los que "renacen" después de una crisis existencial en la que se han dado cuenta que ha sido su propia naturaleza la que los ha hundido en la crisis. 8
  • 9. -¿Hay entonces sexualidad en los cuentos de hadas? -En cierta forma, los cuentos de hadas son para el niño, una manera ideal de iniciarse en la sexualidad, de acuerdo con las posibilidades de su edad y con la capacidad de comprensión a medida que se evoluciona. Toda educación sexual más o menos directa y realista, incluso si esta se expresa en un lenguaje infantil y en términos que el niño puede comprender, no le deja ninguna posibilidad de elección: el niño debe aceptarla, aunque no esté preparado para recibirla y corra el riesgo de inquietarse y complicarse con esto. Actualmente se reconoce, en efecto, que uno de los grandes defectos de la educación sexual es que ésta no toma en cuenta los diferentes grados de maduración de los niños sino sólo su edad. Además, los cuentos toman en cuenta el hecho de que los padres pueden estar errados en cuanto a la sexualidad: hay padres demasiado encariñados con su hija, madres demasiado ávidas de conservar a sus hijos para sí, pero también hay padres tentadores. Los que le dan al niño la llave de la decimotercera puerta sólo con el objeto de ponerlo en guardia diciéndole: "No la abras". El cuento Barba Azul, por ejemplo, le dice, entonces, a los padres y a los hijos: no tienten a los niños, porque éstos no tienen todavía los medios para resistir y esto puede se nocivo para ellos... A la inversa, las mujeres de edad son las que, en la realidad, frecuentemente le inculcan al niño el miedo a las cosas sexuales. Generalmente, las mujeres son las responsables de los primeros tabúes sexuales y de todos los problemas que de esto se desprenden. De aquí nace el personaje, siempre femenino, de la bruja. Además, examinando bien los cuentos, uno se percata que es principalmente la mujer, la joven, la que debe cambiar su actitud frente a la sexualidad: de hecho, es ella quien debe dejar de huir, como Cenicienta que huye tres veces del Príncipe. Se comprende que sólo se puede llegar a ser una persona humana completa, que aproveche todas las posibilidades, si es capaz de ser uno mismo con otra persona y de ser feliz. Y que la felicidad conyugal exige la felicidad sexual. La Bella no debe separarse de la Bestia, el espíritu del cuerpo. -¿Por qué las historias que actualmente se escriben para los niños evitan cuidadosamente hablar de estos problemas? Es una de las actitudes extrañas de nuestra era llamada "brillante". Por un lado, se dice que se desea introducir a los niños lo más rápido posible en la realidad y, al mismo tiempo, se les quita toda realidad a las historias que se les presentan. ¿Quizás los padres tienen miedo de enfrentarse con la realidad? -Muchos cuentos infantiles comienzan así: "Un padre ya viejo se siente fatigado y comienza a preguntarse cómo va a poder dividir su reino entre sus hijos y cómo va a poder compartir su poder. Enseguida uno se encuentra enfrentado a problemas de sucesión de generaciones, de la enfermedad, de la vejez, de la debilidad que la acompaña y de la muerte. Son cosas muy importantes para los niños, problemas a los cuáles ellos pueden enfrentarse. Pero lo más importante es que, en el fondo de su corazón, todo niño desea secretamente reemplazar a sus padres y él se siente terriblemente culpable de pensar una cosa así. Ahora bien, ¿qué dice el cuento de hadas? Que es el curso natural de la vida, que así es como tiene que suceder y que lo que él siente no tiene nada de anormal o de malo. Esto lo tranquiliza enormemente, sobre todo si son sus mismos padres quienes le cuentan la historia. -Usted dice que el cuento infantil le ayuda al niño a desarrollarse y a alcanzar la etapa de madurez. Ahora bien, puesto que nosotros somos aún de una generación alimentada con cuentos de hadas, ¿Cómo se explica que tanta gente tenga problemas consigo mismo y con sus hijos? -He podido constatar que, por no haber creído en lo mágico en un cierto período de su vida, por no haber tenido bastantes sueños, fantasías y por no sentirse relacionado con lo imaginario a una edad en que esto es beneficioso, muchos adolescentes o adultos son incapaces de afrontar los rigores de la vida adulta. Muchos jóvenes de ésta época buscan de pronto la evasión en los sueños procurados por la droga, se inician en todo tipo de prácticas, se entregan a la "magia negra", satanismo, etc. Todas éstas son formas de huir de la realidad soñando despierto. Los jóvenes obligados prematuramente a conocer la realidad de una 9
  • 10. manera adulta, sin haber antes tenido la posibilidad de convencerse poco a poco y justamente a través del sueño de que la vida debe tomarse de una manera realista, tendrán una adaptación mucho más difícil. A veces, incluso algunos jóvenes no consiguen jamás adaptarse al medio y continúan indefinidamente, refugiándose en este "mundo imaginario" que les faltó en el momento en que necesitaban y al que iban a poder recurrir para responder a las interrogantes fundamentales de la existencia: ¿Qué es realmente el mundo? ¿Cómo voy a vivir en él? ¿Qué hacer para ser realmente yo mismo? Las mismas preguntas que saben y pueden responder los cuentos de hadas. 10