Este documento describe la historia de Laísa Santos Sampaio, cuya hermana María fue asesinada junto a su esposo José Cláudio Ribeiro da Silva en 2011. Laísa ha recibido amenazas de muerte desde entonces por defender la tierra y la memoria de su hermana. A pesar de los riesgos, continúa luchando por la justicia y los derechos de los pobladores locales. El documento también proporciona antecedentes sobre la historia de violencia, migraciones y conflictos agrarios en la región del sureste de
Red de Fraude de Markus Schad Müller en Fondos de Inversión.pdf
Ellas, Marcadas para morir
1. Marcadas para morir
Laísa lucha por la tierra y por la memoria de su hermana
Agência Pública. Adital
Por Ismael Machado *
Hermana de María, asesinada junto a Zé Cláudio, explica que el juicio
de los acusados fue peor que el asesinato: "Están sellando tres
ataúdes".
En la periferia de Marabá, ciudad del sureste de Pará, el proyecto
inicial para el trazado de calles y la ubicación casas preveía la forma
de un árbol de castaña, con un gran tallo y hojas apuntando en
diferentes direcciones. Sería una forma de hacer un homenaje al
árbol símbolo de las primeras ocupaciones en Marabá y alrededores.
Como de costumbre, el plan original piloto fue convirtiéndose en un
revoltijo de casas, calles estrechas y callejones, con el crecimiento
poblacional amontonando más y más personas en zonas casi
insalubres. Es en un laberinto de 'hojas', manzanas y lotes en Nova
Marabá donde Laísa Santos Sampaio pasa la mayor parte del día,
junto a algunos de sus los 12 hijos — cuatro biológicos, los otros
adoptados – y cuatro perros pequeños que recogió de las calles. Ha
sido así desde la mañana del martes, 24 de mayo de 2011.
Ese día, se han cumplido diez años de amenazas. La pareja de José
Cláudio Ribeiro da Silva y María Espírito Santo da Silva, ambos
extractivitas del Proyecto del Asentamiento Praia Alta/Piranheira, en
2. el municipio de Nova Ipixuna, mantenían el equilibrio en una
motocicleta en el fangoso y sinuoso camino de tierra que conecta el
asentamiento con el centro de Nova Ipixuna, también ubicado en el
sureste de Pará, cuando fueron sorprendidos por disparos que venían
de la selva.
José Cláudio Ribeiro y María do Espírito Santo fueron emboscados al
pasar en moto por un caminito de tierra que conecta el centro del
municipio de Nova Ipixuna a la casa que habitaban. A él le cortaron la
oreja, tal vez como prueba de que el crimen había sido ejecutado. Los
cuerpos arrastrados, permanecieron durante horas al lado del
camino.
Dos años más tarde, el crimen fue a juicio. Sólo el autor de los
disparos, Alberto Lopes do Nascimento y su ayudante Lindonjonson
Silva Rocha fueron condenados. Nascimento recibió una pena de 45
años en régimen cerrado. Silva Rocha, fue condenado a 42 años y
ocho meses. El principal acusado de haber sido el autor intelectual del
crimen, José Rodrigues Moreira, fue absuelto.
Sellando el tercer ataúd
Hermana de María do
Espírito Santo, Laísa
recibió el resultado del
juicio casi como una
sentencia de muerte. A
sus 47 años, sabe que su
propia vida está en grave
peligro. Las amenazas a la
pareja asesinada fueron
extensivas también a ella "Yo defino el final del juicio como el peor
día de mi vida", dice Laísa en la sala de su casa en Marabá, casi sin
decoración. "El juicio fue peor, porque en el día del asesinato, nadie
sabía nada. Solo sentimos el dolor. Cuando llega el pronunciamiento
de la Justicia y el resultado es lo que hemos visto, el dolor es mucho
más fuerte que el día del asesinato. Estamos sellando tres ataúdes,
dice.
Como es sabido, Laísa Santos Sampaio y su marido, José María
Gomes Sampaio, conocido como Zé Rondon, están siendo
amenazados de muerte desde el asesinato de su hermana y cuñado.
Las amenazas provienen de personas que probablemente eran parte
del consorcio de terratenientes, madereros y carboneros que
asesinaron a la pareja.
3. Profesora en el proyecto del asentamiento, Laísa tuvo que alterar
dramáticamente su rutina. Cuando va a Nova Ipixuna, necesita avisar
a la policía. Un coche la acompaña. Evita quedarse en casa; y sola
tampoco sale de casa. En Nova Ipixuna, rechazó protección porque
"hay sólo un coche policial en la ciudad, no puedo pretender que me
cuide solo a mí’’.
La parcela de Laísa y Zé Rondon está a 50 km del centro del
municipio de Nova Ipixuna. Área de antiguas castañares, cada vez
más raras. El marido se queda allí. En el proyecto de asentamiento,
coordina el Grupo de Trabajadores Extractivistas, fabricantes de
productos sacados directamente de lo que el bosque ofrece: jabones,
aceites, hierbas medicinales, cremas. Los productos han sido
probados y aprobados por la Universidad de São Paulo, una prueba
concreta de la posibilidad de dar otros usos al bosque, diferentes de
la extracción ilegal de madera y carboneras.
En el momento de la entrevista, Zé Rondon llama; en el breve diálogo
a Laísa, y dice estar bien, hablando con los periodistas.
Sólo después del asesinato de su hermana y del cuñado de Laísa,
debido al fuerte impacto que el caso tuvo en Brasil y en el exterior, el
Ibama desarrolló una operación en el asentamiento para destruir
hornos de fabricación de carbón y cerrar los siete aserraderos
clandestinos ubicados en el municipio. A partir de este momento, han
aumentado las amenazas a Laísa. Dispararon a un perro suyo. Y un
pequeño memorial en homenaje a los parientes asesinados, situado
en el lugar de emboscada, un día amaneció perforado por balas.
Una trayectoria de migraciones y conflictos
La violencia no es tan extraña a la familia de Laísa, desde que el
padre dejó el Maranhão tras de la tierra prometida por el gobierno
militar al inicio de los años 70. Vinieron a trabajar en la agricultura,
pero el padre, ensayando en las actividades típicas de la región,
arriesgó a ser castañero y garimpeiro [buscador artesanal de metales
preciosos]. Llegaron como agregados a la tierra de un conocido.
Tierra era un articulo barato en aquel período, y pronto la familia
logró 20 alqueires [unidad de superficie de unos 27.225 metros
cuadrados] de tierra, próxima a la carretera PA-70, en São João do
Araguaia.
Época de guerrilla, enfrentamientos de militares y militante de PCdoB
(Partido Comunista del Brasil). Tiempo de toque de queda, miedo y
prisiones. Aún así, había confianza y esperanza en los migrantes que
llegaban al Pará. El padre de Laísa logró la tierra dando como primera
4. cuota una máquina de coser Vigorelli. Y consiguió terminar de pagar
con la producción de la primera cosecha de arroz.
"Tenía ocho años y mucho miedo de salir de la casa, porque mi padre
hablaba de 'terroristas'. Él decía 'tevorista'. Mi padre defendía a los
militares. Es curioso, porque el padre de mi compañero escondía a los
guerrilleros. Mi madre siempre recordaba un dicho de Padre Cícero,
diciendo que al final de los tiempos aparecerían los que tomarían la
tierra de los otros. Mi padre pensaba que los guerrilleros iban realizar
[ese anuncio]".
La historia y las historias de migración en Pará, principalmente a
partir del establecimiento de la dictadura militar, se reflejan en
proyectos grandilocuentes y en incentivos a las prácticas de
monocultivo. Explotaciones madereras y ganaderas tuvieron todo el
apoyo oficial para instalarse en el sur y sureste del estado. Al mismo
tiempo, los hombres sin tierra, principalmente del nordeste, eran
animados a establecerse en la 'tierra de leche y miel', nombre dado a
la Amazonía en la propaganda oficial.
Pero la historia de la violencia en la región viene de antes. Desde la
deforestación en los bosques del sur del Pará, con los ciclos de
castaña y de búsqueda de metales preciosos, la bala fue parte de la
apertura de caminos.
Medio siglo atrás, el Proyecto de Asentamiento Praia Alta/Piranheira
era solo una extensa área de castañeras, donde indios de la etnia
Gavião, fueron aniquilados por gente como Coriolano de Sousa
Milhomem, el Coriolano, nombre legendario, en Marabá, por ser
considerado uno de los mayores exterminadores de indios en la
región. Tenía por compañero un hombre llamado Argemiro que, dice
la leyenda, alimentaba a los perros con el hígado de los indios
asesinados por él. Estos fueron los 'pioneros' que expulsaron a la
etnia Gavião y comenzaron a dividir las parcelas de tierra.
El padre de José Cláudio Ribeiro adquirió un lote de un hombre que
había comprado la tierra directamente a Argemiro. En 1991, una
investigación socio-económica hecha en la región por una agencia del
Gobierno Federal constató la aún fuerte presencia de castaña, açaí y
cupuaçu. Con estos datos en mano, entidades como la Comisión
Pastoral de la Tierra y Fetagri (Federación de los Trabajadores en
Agricultura) comenzaron la idea de implementar un proyecto
extractivista que hiciera uso de los recursos forestales sin deforestar.
En 1997, el proyecto fue implantado. Las tierras ya no fueron más
consideradas propiedad pública.
5. José Cláudio y María estaban entre los incluidos en el proyecto, y Zé
Cláudio se convirtió en Presidente de la asociación que reunía a los
extractivitas. "Fue en esa ocasión cuando María dijo que 'nació' para
el movimiento social," recuerda Laísa. Comenzaría la lucha contra los
terratenientes, pues cinco grandes áreas habían sido ocupadas por
las haciendas. Tres de las cuales fueron pronto desocupadas por el
Incra, en un intenso proceso de negociación. Pero fueron el detonante
para que las tensiones se fuesen acumulando gradualmente.
En 2005 el área del proyecto ha sido el blanco de las invasiones por
la extracción ilegal de madera. Los mismos colonos también
comenzaron a vender maderas preciosas que todavía existían en el
bosque. Los conflictos han adquirido grandes proporciones cuando
entraron en escena las carboneras "Los madereros todavía dejan una
parte de la selva, pero las carboneras destruyen todo," dice Laísa.
Más enfrentamientos, más enemigos. Zé Cláudio y María empezaron
a recibir amenazas de muerte reiteradamente. En 2001, Laísa
también adquirió un lote en el proyecto e, invitada por María, pasó a
enseñar en la escuela multidisciplinar del asentamiento. El nombre de
la escuela fue una idea de María do Espírito Santo: en lugar del
nombre anterior, Costa e Silva, lograron cambiarlo para Chico
Mendes.
Fue en una mañana de 2003, Laísa sintió que la hermana realmente
podría tener un final trágico. En la chabola de la escuela cuya pared
alcanza la mitad de su altura, mientras daba clases, Laísa captó una
moto que se acercaba. El uso de casco protector de la cabeza, algo
inusual en los caminos de tierra de los municipios de Pará, llamó su
atención. La camisa ancha del hombre en parte de atrás, también.
"Maestra, no vaya, que es pistolero," le advirtió un alumno. "Fui a
hablar con ellos. Era todo o nada. Di buenos días y ellos preguntaron
por María do Espírito Santo. Dije que ella no estaba allí, pero como
nuestro tono de voz es semejante, percibí que ellos pensaron que tal
vez podría ser ella. Hicieron preguntas para ver si yo entraba en
contradicción". El conductor de la motocicleta quedaba acelerando,
mientras que fijaba los ojos en Laísa. "Diga a Zé Cláudio que nosotros
volveremos el sábado", advirtió antes de salir.
Al ser informado, Zé Cláudio dijo que estaría esperando.
La morte anunciada
Ocho años más tarde, en 24 de mayo de 2011, la muerte anunciada
se cumplió. Laísa recuerda: "eran ocho horas cuando el bus se detuvo
y la sirvienta de la escuela vino con las manos en la cabeza, diciendo
6. ‘él acabó de morir, es José Cláudio'. No lloro fácilmente, pero quedé
temblando. Pedí de favor un viaje en motocicleta a un alumno y fui a
hasta el lugar. Lo primero que vi fue el cuerpo de Zé Cláudio. Creo
que intenté engañarme, porque pensé que María no había muerto. Vi
un charco de sangre delante del cuerpo de Claudio, pero no era de él.
¿"Dónde está ella?", pregunté. Entonces volví la vista y vi su pie”.
"Fue un asesinato. Tu hermana está muerta’’, escuchó decir no sabe
a quién. "El sentimiento de desamparo fue grande, pero en el
momento pensé: ‘tenía que ser así. Dos meses antes, ella había me
dicho que si encontraba un pistolero quería que él la matara primero
para no ver a Zé Cláudio caer”.
A partir de allí, Laísa relata que "todo mal" comenzó a ocurrir. Ella y
su marido comenzaron a recibir mensajes. Personas del interior del
asentamiento que conocían a los que vendrían a ser acusados, decían
que ella debería tener cuidado. "Nosotros no hemos dado marcha
atrás, pero las personas del asentamiento pedían que me callase,
sino terminaría como mi hermana".
Tuvo que salir del asentamiento, pasó siete meses en Marabá.
Después de ese período volvió a la parcela. Regresó a dar clases, sin
saber si regresaría viva a casa al final de cada día. Vivía bajo tensión.
Un día, una alumna le preguntó si no podía dejar de desplazarse en
motocicleta en el trayecto, por lo menos una vez. "Le pregunté por
qué y ella dijo que después yo iba saber". Al día siguiente, Laísa salió
de casa a las cuatro de la mañana, "antes de que los pistoleros
despertaran".
Amnistía Internacional supo de la situación de Laísa Sampaio, y ella
entró en el Programa de Protección de Defensores de Derechos
Humanos. Siempre que tiene que ir a algún lugar más lejos, como su
mismo asentamiento, es acompañada por agentes de la policía. En
casa rechazó protección permanente, por creer que 'eso no es' vida.
No hay nada que le de tranquilidad. Pero Laísa permanece firme. Aun
en el 2011 tuvo una sorpresa no deseada: descubrió un aneurisma en
el lado izquierdo de su cerebro. Especialistas en Belém y Recife, al
analizar los exámenes, llegaron a la misma conclusión. Una
intervención quirúrgica puede producir secuelas como ceguera, sin
que las posibilidades de cura del mal lleguen a 40%.
Laísa sigue adelante. Es activa tanto en casa como en el
asentamiento. Organiza a las mujeres extractivitas, toma la primera
línea que ocupó su hermana. Sabe que el tiempo puede ser poco para
tantas cosas que necesita realizar. "En 2012, estuve el año huyendo
7. de la muerte. En 2013 estoy corriendo en busca de vida. Sé que ante
las amenazas y todo lo demás hay que tener fe y coraje", expresó.
"En este momento sólo tengo fe".
Marcadas para morir:
Maria Joel da Costa heredó la lucha y las amenazas de muerte
Agência Pública. Adital
Por Ismael Machado
La camisa relativamente holgada permite ver por debajo la pistola. El
hombre que viene a abrir el portón, mira antes hacia los dos lados de
la calle casi desierta, tiene puesta su atención las 24 horas del día en
las personas que viven en la casa. Es uno de los guardaespaldas de
Maria Joel da Costa, conocida por amigos como Joelma. En Rondon
do Pará, a 532 km de Belém, en el sureste del estado, la historia de
Maria Joel es conocida por casi todos. Es la viuda del sindicalista José
Dutra da Costa, conocido como "Dezinho", asesinado en Rondon do
Pará el 21 de noviembre de 2000, por orden, según las
investigaciones policiales, de los terratenientes José Décio Barroso
Nunes y Lourival de Sousa Costa. Dezinho era Presidente del
Sindicato de Trabajadores Rurales de Rondon do Pará y comenzó la
lucha por la regularización de tierras consideradas improductivas para
hacerlas disponibles a la reforma agraria.
8. Después de la muerte de Dezinho, Maria Joel asumió la dirección del
sindicato en sustitución de su marido. Continuó apoyando la lucha de
las familias de campesinos sin tierra por la expropiación de tierras
improductivas y la identificación de las tierras ‘griladas’ (ocupadas
violentamente e ilegalmente) del municipio. El mismo grupo que
organizó el plan para matar a José Dutra, ahora también amenaza a
Maria Joel.
Es una mujer pequeña, con una voz apacible y calma. El cabello
peinado partido al medio y amarrados detrás, típico de las mujeres
evangélicas. En la pared de la sala, que forma un solo espacio con la
cocina, está la foto de Dezinho y otra, con toda la familia reunida.
Hace tres años, Maria Joel asumió la coordinación de la Federación de
Trabajadores Agrícolas (Fetagri) en Marabá. Continúa viviendo en
Rondon do Pará, pero disminuyó las actividades en el sindicato local
debido a la inestabilidad a la que está sometida su vida.
Entre mayo y junio de este año, María Joel nuevamente tuvo días
tensos, por la orden de desalojo contra los campesinos de la hacienda
Aguas Blancas, donde se encuentra el campamento ‘Rayo de Luz’.
Hace seis años 64 familias ocuparon una hacienda de poco más de 60
hectáreas, equivalente de 60 campos de fútbol. "La policía vino a
hacer el desalojo, fue una situación muy tensa, mucha lucha,
estuvimos al borde de una confrontación muy grave", relata Mary
Joel. La confrontación no se materializó porque el Sindicato de
Trabajadores la Rural de Rondon do Pará y la Comisión Pastoral de la
Tierra obtuvieron una orden judicial suspendiendo el desalojo, el
mismo día que estaba programado. Pero la tensión persiste.
Actualmente hay tres campamentos a la espera de la regularización
[de sus tierras] en Rondon do Pará. El mayor y más antiguo está en
la hacienda Santa Mónica, con 104 hectáreas ocupadas hace diez
años por 58 familias. María Joel no deja de acompañar a todos ellos;
así ha sido, desde que una bala se atravesó en su camino.
De Maranhão al Pará
María Joel llegó a Rondon do Pará en 1984, viniendo de Maranhão, en
otra trayectoria típica de inmigrantes atraídos por las promesas de
abundantes tierras en Pará y de trabajo. Desde los años 70, los
gobiernos federal y estadual, atrajeron directamente e indirectamente
a estos migrantes. Cuatro años antes, sus padres se habían
trasladado de Maranhão a Rondon, en busca de tierras.
"Aquí se agarra dinero con las manos", exclamó exagerando la madre
de Maria Joel, animando el traslado de su hija. Su marido José Dutra
9. estaba desempleado en São Luís, capital de Maranhão, por eso la
invitación sonó más fuerte. Entonces la familia se ‘movió’ para
Rondon do Pará.
María traía en las manos, además del pequeño equipaje, una hija de
dos años y otro de 15 días. Y fue un viaje, de más un día, entre el
asfalto y caminos de tierra y lodo.
María extrañó la tierra que encontró. "Una arcilla roja que yo no
conocía, todo lleno de polvo, muchas casas de madera, cubiertas no
con tejas, sino también con madera. Los caminos eran malos, la
hierba cubría todo, había mucho pasto, mucho ganado".
La tierra prometida parecía un poco comenzar a realizarse. Había
muchos aserraderos, madereras y mucha ganadería. Y un montón de
gente pobre en la periferia. No había tierra para todos, y la
agricultura era difícil [trabajo pesado]. Muchos migrantes corrían a
los garimpos [espacios de tierra donde sacan oro de forma
artesanal], como Serra Pelada, no lejos de Rondon do Pará.
"Dios del cielo, lloré mucho en los primeros días", recuerda Maria
Joel. Sus tres hermanos encontraron trabajo en los aserraderos.
Trabajo duro, muy diferente de las promesas de su madre. "Todo fue
lo contrario de lo que había contado mi madre, explicó. Mi marido fue
a trabajar en un aserradero. Ese era el camino, no podíamos quedar
pasando hambre”.
Y muchas personas continuaron llegando. Coterráneos en busca de
trabajo. En la casa de José y María, llegaron a quedarse hasta 32
personas distribuidas en habitaciones repletas de gente. Echar abajo
el monte era la prioridad en Rondon do Pará a principios de los 80,
pero muchos trabajos, al final no fueron pagados. Quién se rebelaba
podía morir. "Mataban a muchas personas”, dice María. "Los
pistoleros andaban armados en la calle, sin que les importara nada,
haciendo ostentación de fuerza".
Dezinho había trabajado casi tres años en los aserraderos. Hasta que
un vecino le cedió un terreno para que trabajara en la zona rural de
Rondon. Volvió a trabajar en agricultura, actividad que practicaba
desde la infancia. En los dos años siguientes estableció contacto con
personas vinculadas al naciente Sindicato de trabajadores rurales que
comenzaba a surgir para tratar de reducir la violencia contra los
campesinos. "El se juntó al PT y comenzó a comprometerse en las
cuestiones de la tierra”, recuerda Maria Joel.
Con las demandas de los asentamientos vinieron las amenazas
10. En los 90 Dezinho ya era
un líder natural
reconocido. En 1990 se
convirtió en miembro del
Consejo Fiscal del
Sindicato de Trabajadores
Rurales. Tres años más
tarde asumió la
Presidencia del sindicato.
Dezinho comenzó a observar las tierras improductivas, las cuales
podrían tener una función social. Empezó a exigir a las autoridades la
creación de asentamientos de reforma agraria. "Fue allí que
comenzaron los conflictos", dice Maria Joel. El consiguió escapar de
tres emboscadas. Después tuvo que andar siempre protegido por sus
compañeros de sindicato. Denunciaba las amenazas. Confrontaba a
los hacendados.
En casa, María Joel lloraba y oraba. "Todos en la familia estaban en
contra de su participación en estas cosas del sindicato. Al principio
me fue difícil aceptar su compromiso", explica.
Fueron siete años de amenazas y emboscadas. La situación llegó a un
punto donde los mismos policías militares encargados de proteger a
Dezinho, se mancomunaban con los pistoleros. Una mañana,
mientras se dirigía al sindicato flanqueado por un PM, Dezinho notó
que el policía le hizo señas a un pistolero que venía en dirección
opuesta, que indicó tener descargada el arma. El movimiento intenso
de la calle en aquel momento, impidió el asesinato.
En 1997 Dezinho tuvo que pasar un tiempo fuera Rondon debido a las
frecuentes amenazas. Permaneció seis meses entre Belén y el
municipio de Bragança, situado a 228 km de la capital, en el nordeste
del Pará. Cuando regresó, reasumió las funciones de dirigente en el
sindicato. Más aún: fue elegido concejal. Y se convirtió, en presidente
del Consejo Municipal, gracias a su popularidad.
Una tarde recibió una llamada telefónica advirtiéndole que: no
pasaría la Navidad con la familia. Dias más tarde, un pistolero fue
asesinado. Un hermano del pistolero buscó a Dezinho para informarle
que lo sucedido había sido una ‘quema archivo’. El pistolero había
desistido de matar a José Dutra y fue ‘apagado’. Pero quince días
después de la amenaza telefónica, la promesa fue cumplida.
María Joel pasa una pequeña toalla rosada en el rostro antes de
comenzar a relatar la muerte de su marido. Ofrece primero café,
después agua. Permanece en silencio por unos segundos. "Era de
11. noche, a las 19 horas. Tocaron la puerta, fui a atender y era un
hombre joven, que no tenía la apariencia de pistolero. El contó una
historia de una abuela que necesita arreglar unos documentos para
poder recibir una pensión. Se sentó en el sofá junto a mí, pidió agua".
Convencida de las buenas intenciones del muchacho, María envió la
hija cumiche [más joven] a llamar a su marido, que estaba cenando
en la casa de un vecino, también coterráneo de Maranhão. Unos
minutos más tarde el pistolero al ver que Dezinho estaba demorando,
dijo iba a comprar cigarrillos, y que volvería. Encontró al sindicalista
casi en la puerta de la casa. María Joel oyó como empezó a contar la
misma historia que ya había escuchado antes. Entró, cerró la puerta
y oyó el disparo. A partir de ahora, el mundo no sería el mismo.
Ante la impunidad, Joelma asume la causa del marido
asesinado
María Joel pudo ver a su compañero todavía agarrando al pistolero,
ambos cayendo en una zanja, la sangre empezando a cubrir el cuerpo
de Dezinho, el pistolero tratando de escapar, siendo agarrado por los
vecinos, el intento de linchamiento del criminal. "Yo no lo permití,
porque quería saber quien había mandado matar a mi marido”.
Después del asesinato, esta búsqueda se convirtió en la mayor lucha
de María Joel. Acompaño todo el desarrollo de las investigaciones
sobre la muerte de su esposo. Apresado in fraganti, Wellington de
Jesús Silva, el pistolero, dijo que había recibido R$2 mil reales y un
revólver para ejecutar al dirigente sindical. Las investigaciones
condujeron al terrateniente José Barroso Décio Nunes, el Delsão.
Testigos oídos por la policía, dijeron que el hacendado ya había
encargado el asesinato de Dezinho a otro pistolero, el mismo que fue
asesinado poco antes de José Dutra.
El pistolero fue declarado culpable en un primer juicio, en noviembre
de 2006. Tuvo derecho a un nuevo juicio, porque su pena superaba
los 20 años. Cuatro meses más tarde iría al nuevo juicio y la
sentencia se repite, 29 años de reclusión en régimen cerrado.
El mismo año, le fue concedido el cambio de régimen penitenciario,
de cerrado a semi-abierto, argumentando [falsamente] el
cumplimiento de más de 1/6 de la pena. El 18 de diciembre de 2007,
a menos de dos meses del cambio de régimen, Wellington de Jesús
fue autorizado por la jueza del Juzgado de Ejecuciones Penales de
Belém, Tania Batistello a pasar el fin de año fuera de la prisión.
12. Nunca más regreso. Hay una orden de captura expedida en enero de
2008, pero nunca fue ejecutada.
Acusados de ser intermediarios del crimen, Ygoismar Mariano y
Rogerio Días recibieron orden de prisión preventiva, pero nunca
fueron detenidos. El acusado de ser autor intelectual del crimen, José
Décio Barroso Nunes, responde el proceso en libertad y no existe
ninguna previsión de fecha para que vaya a jurado de conciencia.
Pero María Joel no se amedrentó. Dos años después de la muerte de
su esposo asumió el sindicato. Comenzaron a llegar mensajes
anónimos. "Decían que yo debía salir, debía marcharme. Yo respondí
me quedaría y cobraría lo había pasado. Asumí los trabajo de Dezinho
y la lucha por la justicia", afirma.
A veces miraba a la calle y veía a un hombre parado frente a la casa,
observando. En otras ocasiones, una camioneta de vidrios oscuros
rondaba mi casa. Se detenía en frente, con la ventana del vehículo
abierta y un desconocido la quedaba mirando fijamente. En dos
ocasiones un pistolero entró en la sede del sindicato, pero la cantidad
de personas ahí presentes, impidió que el crimen se realizara.
Toda esa intimidación, porque al igual que su marido, María Joel
denunciaba el trabajo esclavo en las haciendas de Rondon do Pará.
Los hacendados fueron multados y el teléfono del sindicato llegó a ser
receptáculo de las amenazas. "Dijeron que matarían a una persona
muy cercana a mí. Quedé loca de temor, pensando que sería uno de
mis hijos. En realidad, fue el director del sindicato”.
Ribamar Francisco dos Santos fue asesinado en 2004. "Fue un golpe
muy grande", dice María Joel. "Ribamar fue uno de los grandes
compañeros y consejeros que tenía". Las constantes amenazas
recibidas por María José han sido remitidas a la Secretaría de
Seguridad Pública del Estado de Pará y han producido la apertura de
algunas investigaciones de la policía, pero nada que tenga como
resultado el efectivo castigo de los crímenes.
El programa de Defensores de Derechos Humanos ha asegurado
protección permanente a María Joel. Dos agentes permanecen las 24
horas del día cuidando su seguridad. Ella ya se acostumbró, pero
sabe que es prisionera de la vida que lleva.
La lentitud de la justicia de Pará en juzgar a los autores intelectuales
del crimen motivó la apertura de un proceso contra el Estado
Brasileño ante la Organización de Estados Americanos (OEA). El caso
fue denunciado ante la Comisión Interamericana de Derechos
13. Humanos de la OEA en 2004, por medio de una acción conjunta de la
ONG Justicia Global y de la Comisión Pastoral de la Tierra de Marabá.
La OEA reconoce que hay indicios claros que agentes del Estado
deliberadamente han obstaculizado la definición de responsabilidades
de los autores intelectuales e intermediarios del crimen.
María Joel Dias da Costa sigue esperando justicia. Ha visto que los
caminos recorridos por ella y su marido rindieron frutos. Su hija
mayor ha sido elegida concejal por PT. Así lucha por la tenencia de la
tierra se convirtió en misión de María. "Todavía estoy de pie. A los 50
años aún no me doblegaron, ni me van a doblegar”, expresa con la
misma voz apacible de siempre.
La serie Marcadas para Morir es una colaboración de la
Agencia Pública con el Diário do Pará, con reportajes de
Ismael Machado y fotos de Antonio Cícero.
Adital la reproduce los viernes con la autorización de la
Agencia Pública.
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Traducción: ricazuga51@yahoo.com