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Guatemala: mujeres contra la criminalización de la protesta
1. Guatemala: mujeres contra la criminalización de la protesta
Natalia Atz y Paula del Cid, activistas guatemaltecas, en una de sus
conferencias. (Entrepobles)
Activistas guatemaltecas rompen el silencio y denuncian en Europa la
matanza, desaparición y represión de cientos de miles de indígenas
por reivindicar sus derechos
Representantes de los movimientos sociales en el país
centroamericano, estas mujeres señalan a las fuerzas de seguridad
del Estado y al presidente del país, Otto Pérez Molina, como
responsables de estos delitos
Guatemala, aseguran, practica además el 'etnocidio estadístico', es
decir, el exterminio de los indígenas por vía estadística: el Estado
reduce sistemáticamente su número en los datos oficiales
Noelia Román - Barcelona. 20/05/2013
Paula Irene del Cid, Natalia Azt y Lorena Cabnal son mujeres,
activistas y dos de ellas, indígenas, una combinación arriesgada
cuando a la descripción se añade un cuarto elemento: las tres son
guatemaltecas. El país centroamericano es hoy en día un territorio
peligroso para todos los que, a través de los movimientos sociales,
luchan por los derechos de los pueblos indígenas, mayoritarios entre
la población de Guatemala.
“Desde el año pasado, asistimos a persecuciones penales, a órdenes
de captura, a secuestros y a asesinatos por parte de las fuerzas
estatales cuando la gente se manifiesta para reivindicar sus derechos,
2. porque sus vidas se están viendo afectadas”, cuenta Natalia Azt,
coordinadora general de Ceiba, una asociación que promueve y
acompaña a grupos de base comunitaria en aspectos técnicos,
políticos, sociales y ambientales. “Es una situación nueva, casi de
guerra, para la que no estábamos preparados y que nos obligó a
plantearnos qué hacer y por dónde comenzar”, abunda Paula Irene
del Cid, psicóloga, feminista y fundadora de la asociación La Cuerda.
Y lo que decidieron fue “romper el cerco mediático” y denunciar la
realidad de su país más allá de sus fronteras. De momento, lo han
hecho en el Parlamento Europeo y ante la Comisión de Asuntos
Exteriores del Parlament catalán. Y el mensaje ha sido claro:
“Venimos a denunciar la criminalización de los actos de lucha y
protesta, y la utilización del aparato del Estado contra la población
que batalla por sus derechos”, expone Paula, la única que no es
indígena.
Así expresado, su objetivo hace pensar en la criminalización que de la
Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) ha hecho el Gobierno
del PP tras sus acciones de escrache. “¿No me diga que acá le llaman
fascismo al escrache? Para nosotras, el fascismo es no poder decir lo
que pensás”, se extraña Paula, que conoce perfectamente a la PAH y
a los indignados del 15M.
“Nos sentimos muy identificadas con ellos porque mantenemos
discursos de interpelación y propuesta muy similares”, afirma la
fundadora de La Cuerda. “Además de denunciar, también
pretendemos articular una solidaridad recíproca porque lo que pasa
acá nos afecta allá también”, prosigue. “Ya no es la cuestión de la
colonia; hablamos de las barbaridades que se cometen hoy día”.
Los abusos de las multinacionales españolas
Armadas de valor, estas mujeres ponen nombre y apellidos a los
abusos que, desde hace años, cometen las multinacionales –
españolas y de otras nacionalidades- en Guatemala, el segundo país,
tras Bolivia, con mayor número de población indígena. Arrasan
bosques y reservas naturales; botan a los indígenas de sus tierras;
implantan cultivos, como la palma africana, que no son endémicos…
“Existe una componenda directa entre el partido del presidente del
país [Otto Pérez Molina] y las transnacionales que financiaron su
campaña”, afirma Lorena Cabnal. “Él, que es un exmilitar, está
utilizando una estrategia militar par captar recursos extranjeros:
aumenta el presupuesto en seguridad para atraer a las empresas de
fuera, que ahorita dominan el país”, explica Cabnal, integrante de la
asociación de mujeres indígenas xinkas, Amismaxaj.
3. De las vastas extensiones de palma africana y de caña de azúcar se
obtiene el etanol que las multinacionales venden en Europa y América
del Norte como combustible ecológico. “Pero no es para nada
ecológico porque acaba con el agua de las familias y provoca
problemas de salud a la gente que está en contacto con los
pesticidas”, denuncia Natalia Azt. “Eso, por no hablar de las
‘carreteras del comercio’ y de las infraestructuras que se están
construyendo teniendo en cuenta sólo las necesidades de las
transnacionales y no las de la gente”, abunda.
En este punto, Paula del Cid remite a Europa y al lazo de unión los
movimientos sociales que se están generando. “No podemos regresar
al modelo de bienestar europeo que nos vendieron como ideal,
porque ese modelo de desarrollo no es sostenible”, afirma la
fundadora de La Cuerda. “Necesitaríamos cuatro planetas Tierra para
sostenerlo y eso no es posible”, ilustra. “Necesitamos nuevas formas
de organización”.
En esa búsqueda, andan también metidas estas mujeres, aun a
riesgo de poner su vida en juego. Antes de abandonar Guatemala, no
fueron pocos los que les preguntaron si eran conscientes de las
posibles consecuencias que su gira, apoyada por la ONG catalana
Entrepobles, podía tener. Según denuncian, se cuentan por millares
los guatemaltecos –básicamente indígenas- que, tras luchar por sus
derechos, han sido víctimas de violencia sexual, de desapariciones o
de asesinatos.
La violencia sexual, un arma de represión contra las mujeres
“Como mujeres, nacemos con el miedo a la violencia sexual instalado
en el cuerpo”, admite Paula del Cid. “Pero sabemos que eso es una
estrategia de represión y de terror que funcionó durante la guerra”.
“Y cuando vemos que se utiliza, no podemos caer en la parálisis.
Tampoco podemos dejar de sentir miedo, pero tenemos que ver qué
podemos hacer”, prosigue. “También como mujeres, por la violencia
doméstica, sabemos que hay que romper el silencio. Así que no nos
paralizamos sino que seguimos adelante y hablamos”, añade.
Hablar y promover consultas comunitarias, denuncian estas tres
mujeres risueñas y chaparritas, mantiene preso a Rubén Herrera,
integrante de la Asamblea de Pueblos de Huehuetenango y uno de los
protagonistas de la resistencia a proyectos como los de la
multinacional española Hidro Santa Cruz (Hidralia SA). Hablar,
aseguran, también ha dejado sin fondos a sus organizaciones. “La
derecha europea, incluida la española, también hizo su gira para que
nos ahogaran económicamente”, revelan.
Callar, contraponen, ha permitido el racismo estructural contra los
indígenas, víctimas también de un “etnocidio estadístico” –“Nos
4. exterminan hasta por vía estadística”-, y unas cifras escalofriantes:
200.000 muertos, 45.000 desaparecidos, 250.000 desplazados
internos.
Pero, acostumbradas a convivir con el horror y la injusticia, estas
mujeres, con sonrisa y energía contagiosas, prosiguen con su misión:
acercar la dramática realidad de los indígenas guatemaltecos a quien
la quiera escuchar.