Aunque pueda parecer de un grupo o de un territorio concreto, la lucha de los indígenas del Cauca va más allá. Pone de manifiesto la vigencia de las causas de fondo de la violencia estructural en Colombia
Informe Estudio de Opinión en Zapopan Jalisco - ABRIL
Azúcar manchado de sangre del norte del Cauca
1. Azúcar manchado de sangre del norte del Cauca
Aunque pueda parecer de un grupo o de un territorio concreto, la
lucha de los indígenas del Cauca va más allá. Pone de manifiesto la
vigencia de las causas de fondo de la violencia estructural en
Colombia
Tomàs Gisbert / María Jesús Pinto - Centre Delàs d'Estudis per la Pau
11/03/2015 eldiario.es
En català a:
http://www.eldiario.es/catalunyaplural/adeu_a_les_armes/Sucre-
tacat-sang-nord-Cauca_6_365073506.html
La ocupación de tierras, los indígenas nasa del norte del Cauca,
Colombia, en siete haciendas de caña de azúcar de Corinto, ha
desencadenado un fuerte represión del gobierno Santos, con un
despliegue desorbitado de unidades del brutal cuerpo antidisturbios
ESMAD (Escuadrón Móvil antidisturbios), que no han dudado en
utilizar todos los medios de última generación con que el gobierno ha
dotado estas unidades de élite de la altamente militarizada policía
colombiana, haciendo gala de una respuesta absolutamente
desproporcionada con lo que es una protesta firme pero pacífica. A
pesar de esta brutalidad los 20 cabildos indígenas del norte del Cauca
resisten el desalojo de las tierras ocupadas.
Las organizaciones indígenas del Cauca estiman que tienen necesidad
como mínimo de 140.000 ha para sus familias. Según datos de 2010,
en el Cauca 51.000 familias indígenas comparten 201.987 ha, que
2. con una media de 6 personas por familia da un ratio de 0,66 ha por
persona. El mismo INCODER, el oficial Instituto Colombiana de
Desarrollo Rural, estimaba en 2007 un déficit para las comunidades
indígenas agrupadas en el CRIC (Consejo Regional Indígena del
Cauca) de 170.932 ha. Las comunidades indígenas están
reivindicando que el estado les otorgue 20.000 ha en el municipio de
Corinto, a un ritmo de 5.000 ha por año. Exigen, con medidas de
hecho, que el Estado cumpla de manera real con los diferentes
acuerdos de restitución de tierras que, producto de las
movilizaciones, se ha comprometido desde 2009 y que cumpla la
sentencia que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH )
emitió en "reparación" por la masacre de El Nilo ocurrida hace 23
años cuando 20 indígenas fueron asesinados a sangre fría para
desposeerlos de 500 has que ocupaban desde hacía cuatro años.
Pero los compromisos del gobierno de Santos no van en esta línea. Ni
las políticas de restitución de tierras a los pueblos indígenas, ni la
restitución de tierras a las víctimas del desplazamiento forzado
establecida en la Ley de víctimas, ni el reconocimiento de las
solicitudes de creación de Zonas de Reserva Campesina son las
prioridades de este gobierno.
El gobierno Santos está del lado de la agroindustria y del latifundio y,
a pesar de las negociaciones de paz en la Habana o la negociación del
pliego de peticiones de la Cumbre agraria, Étnica y Popular surgido de
las movilizaciones agrarias del 2014, está legislando en un sentido
totalmente contrario que compromete seriamente las posibilidades de
llegar a una paz con justicia. En Colombia el 1,5 de los propietarios,
3. latifundistas y empresas agroindustriales acaparan el 52% de la
tierra, mientras que el 93% de pequeños propietarios y minifundistas
-comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas- sólo tiene
el 29,6%. Todos los proyectos gubernamentales están orientados en
la dirección de seguir aumentando aún más la concentración de la
tierra en favor de los terratenientes y de la agroindustria, los cultivos
para la exportación y para los agrocombustibles. Los proyectos del
nuevo "Plan Nacional de Desarrollo" y de la Ley de Baldíos
profundizan la intención del gobierno de entregar tierras a los
grandes empresarios, contraviniendo la propia Constitución y
sentencias de la Corte Constitucional. El gobierno prioriza de forma
descarada los agronegocios, los megaproyectos viales e
hidroeléctricos y el extractivismo (como el petróleo, la minería, los
cultivos de caña y palma africana) por delante de la restitución de
tierras a las víctimas y la agricultura campesina dedicada a la
producción de alimentos. Insiste en proseguir una contrarreforma
agraria que concentra en pocas manos, de terratenientes e
inversionistas especulativos nacionales y extranjeros, el uso y la
posesión de la tierra y en hacer avanzar, a costa de quien sea, su
modelo de desarrollo y los objetivos que imponen los Tratados de
Libre Comercio.
4. Lo que hoy están reclamando las comunidades indígenas del norte del
Cauca es la recuperación de tierras planas, la restitución de los
territorios ancestrales arrebatados hace más de 100 años en un
proceso de violencia persistente que, al igual que a las comunidades
campesinas y las afrodescendientes, las han ido desplazando de las
tierras planas para arrinconarlas en las tierras menos fértiles, en las
faldas de las montañas. En tierras que ahora, con la promoción de la
minería que impulsa el gobierno, son codiciadas por las
multinacionales amenazando con ello el territorio y la pervivencia
misma de las comunidades.
Lo que están haciendo las comunidades indígenas es liberar la madre
tierra de los monocultivos que la empobrecen e intoxican para
beneficio de unos pocos. Mujeres y hombres de las Comunidades
indígenas cansadas de promesas y de acuerdos incumplidos, hartas
de pasar hambre y con un futuro que les amenaza con el
desplazamiento forzado, desde hace tres meses ocupan siete fincas
plantadas con caña de azúcar, "propiedad" del multimillonarioCarlos
Ardila Lule, uno de los grandes empresarios del país.
Y el gobierno, mientras simula negociar con los ocupantes, para
doblegar la resistencia indígenaha dado respuesta militar a un
conflicto pacífico. Más de 100 indígenas han sido heridos, el ESMAD
está actuando con tanquetas y helicópteros con una gran violencia,
utilizando armas reglamentarias como armas letales (hay heridos con
graves lesiones por impactos directos de los cartuchos de gases).
Pero también utilizando armas no legales que, aunque lo nieguen,
tienen su demostración en las personas heridas por metralla y bolas
de cristal con que la policía ha recargado los cartuchos de gases; han
disparado fusiles, bastantes heridos son por balas, y también hay
fotografías que muestran a la policía atacándolos con machetes y
otros con piedras lanzadas con enormes hondas. Asimismo están
filmando y fotografiando las personas para judicializar a su gusto a
las mujeres y hombres de las comunidades, criminalizando así la
lucha indígena, de hecho en este momento ya han retenido a cinco
miembros de la guardia indígena. Esta represión salvaje del estado
ataca una población indígena que tiene en la palabra, la firmeza y los
bastones de las autoridades y de la guardia indígena su fuerza.
Y toda esta violencia del estado es para defender los intereses de los
grandes latifundistas. Este gobierno a través de su fuerza pública,
actúa rápidamente a petición de los "grandes propietarios" para
desalojar a los indígenas de los grandes latifundios. Esta "diligencia"
contrasta con la inacción o ineficacia de la policía para encontrar a los
asesinos de dos indígenas nasa del resguardo Toéz de Caloto (Cauca)
en febrero, del comunero del resguardo Pitayo y de tantas otras
muertes que sin tregua vienen sufriendo los indígenas o a los autores
5. de las últimas amenazas de muerte contra líderes nasa del norte del
Cauca el pasado 5 de febrero.
Aunque pueda parecer de un grupo o de un territorio concreto, la
lucha de los indígenas del Cauca va más allá. Pone de manifiesto la
vigencia de las causas de fondo de la violencia estructural en
Colombia, la voluntad de las clases dominantes de seguir con un
modelo económico de expolio y despilfarro de la naturaleza, que
margina y excluye las comunidades, y es, a la vez una gran
demostración de las reivindicaciones, esperanzas y deseos que en
toda Colombia confrontan con el gobierno las comunidades
campesinas, indígenas y afrodescendientes. La lucha de los hombres
y mujeres indígenas del norte del Cauca es nuestra lucha, de todas
las personas que creemos que hay que liberar la Madre Tierra y
entregarla a quien cuidará de ella y al que, a la vez, la “UmaKiwe”
alimentará los hijos y las hijas ahora y en el futuro.
Más fotografías:
6.
7.
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9. ESMAD filmando a todas las personas que circulan a la entrada de las
fincas. Foto Maria Jesus Pinto
ESMAD insultando mientras se les filma a ellos. Foto Maria Jesús
Pinto