Esta investigación nace con la voluntad de aproximarnos a la comprensión de la construcción de la normalización del consumo de drogas, especialmente entre la población juvenil. El concepto de normalización ha sido y es ampliamente utilizado por profesionales y usuarios para referirse a la actual situación del consumo de drogas. No obstante, son pocas las investigaciones que han analizado con rigurosidad las implicaciones psicosociales de la normalización. ¿Para quién se ha normalizado? ¿Qué consumos son normalizados? ¿Qué riesgos entraña la normalización? Éstas y otras preguntas intentaremos responder en el presente informe.
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La normalización de los consumos de drogas en españa
1. LA NORMALIZACIÓN
SOCIAL DEL CONSUMO DE
DROGAS EN ESPAÑA
(alcohol, cannabis y cocaína)
Una aproximación psicosocial
David Pere Martínez-Oró
Joan Pallarés Gómez
Financia:
Barcelona, febrero de 2010
2. 1
ÍNDICE
1. INTRODUCCIÓN _____________________________________________________ 2
2. OBJETIVOS _______________________________________________________ 4
3. METODOLOGÍA____________________________________________________ 6
4. LO NORMAL Y LO DESVIADO. ________________________________________ 11
5. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CONSUMO RECREATIVO DE DROGAS EN
ESPAÑA. DE LA DESVIACIÓN A LA NORMALIZACIÓN. ___________________ 17
6. LA NORMALIZACIÓN DEL CONSUMO DE DROGAS. ______________________ 32
6.1 Funcionalidades y motivaciones para iniciarse y mantener los consumos. _ 37
6.2 La función del grupo en la normalización de los consumos ______________ 45
6.3 Los contextos y los tiempos normales de consumo.____________________ 49
7. ENTRE LA NORMALIDAD Y LA DESVIACIÓN ____________________________ 52
7.1 La visión sobre los efectos negativos.________________________________ 52
7.2 Cuestionarse los consumos.________________________________________ 55
7.3 Estrategias para evitar problemas.___________________________________ 62
8. LA DESVIACIÓN EN LOS CONSUMOS DE DROGAS ______________________ 72
8.1. Consecuencias del consumo problemático _______________________________ 74
8.2. Los contextos y los tiempos desviados de consumo._______________________ 76
9. CONCLUSIONES____________________________________________________ 79
10. REFERENCIAS BIBLIOGRÁGICAS_____________________________________ 84
3. La normalización social del consumo de drogas en España
2
1. INTRODUCCIÓN
Presentamos el informe de resultados de la investigación “La normalización social del
consumo de drogas en España”, realizada por el equipo de Investigación de la Fundación
IGenus, con el apoyo del Plan Nacional Sobre Drogas. Ministerio de Sanidad y Política
Social. Después de cotejar los consumos de cocaína entre los adolescentes y entre las
mujeres españolas (Martínez Oró y Pallarés, 2009; Pallarés y Martínez Oró, en prensa),
decidimos investigar sobre lo que los jóvenes entienden como “la normalización del
consumo de drogas”, puesto que la normalización del consumo de drogas se vislumbraba
en dichos trabajos como un elemento importante para poder explicar las prácticas y los
imaginarios sociales de los jóvenes consumidores de drogas.
Después de la denominada “crisis de heroína” acaecida entre finales de los setenta y
principios de los noventa, el alcohol, el cánnabis, la cocaína y la MDMA adquirieron una
especial centralidad en los consumos juveniles de drogas, relegando el de heroína a
contextos marginales. Los patrones de consumo variaron, pasando de un consumo
compulsivo y diario en el caso de la heroína, a uno experimental y recreativo durante los
tiempos de ocio para las otras drogas. También cambió el perfil del consumidor, pasando de
un joven marginal, a un joven integrado que compatibilizaba sus consumos con sus
quehaceres diarios. El cambio del perfil y del patrón de consumo, junto a cambios socio-
políticos, como la introducción de la reducción de daños, moderaron la desmedida alarma
social existente respecto al llamado <<problema de la droga>> y, en consecuencia, el
4. 3
fenómeno del consumo de drogas paso de ser un problema de seguridad ciudadana a un
problema de salud pública (Comas, 1994). No obstante, parte de las consecuencias de “la
crisis de la heroína” aún perduran en los imaginarios colectivos, como el estigma hacia los
usuarios de drogas, la asociación de todo consumo de drogas con la dependencia, o, hablar
estereotipadamente del problema de la droga para referirse al complejo fenómeno de los
consumos de drogas.
Esta investigación nace con la voluntad de aproximarnos a la comprensión de la
construcción de la normalización del consumo de drogas, especialmente entre la población
juvenil. El concepto de normalización ha sido y es ampliamente utilizado por profesionales y
usuarios para referirse a la actual situación del consumo de drogas. No obstante, son pocas
las investigaciones que han analizado con rigurosidad las implicaciones psicosociales de la
normalización. ¿Para quién se ha normalizado? ¿Qué consumos son normalizados? ¿Qué
riesgos entraña la normalización? Éstas y otras preguntas intentaremos responder en el
presente informe.
5. La normalización social del consumo de drogas en España
4
2. OBJETIVOS
Objetivo principal.
Describir cómo se construye la normalización social del consumo de drogas,
especialmente en el caso del alcohol, el cannabis y la cocaína, y conocer cuáles
son los significados asociados a dicha normalización.
Analizar cuáles son los mecanismos y las implicaciones que inciden en que unos
consumidores se mantengan normalizados en el seno de la sociedad y otros
desarrollen problemas severos derivados del consumo de drogas.
Objetivos específicos.
Analizar la influencia de los contextos de consumo en la conceptualización
normal/desviado del consumo de drogas.
Entender los significados asociados a la construcción de la normalidad en el
consumo de drogas.
Estudiar las implicaciones que tienen los efectos negativos del consumo de drogas
para hacer replantear o abandonar el consumo de drogas.
6. 5
Conocer la influencia del consumo de drogas en las prácticas relacionales de los
jóvenes consumidores.
Dilucidar cuáles son los mecanismos y estrategias que ponen en acción los
consumidores para evitar la desviación social.
Conocer cómo varia la opinión sobre el consumo de drogas en función del contexto.
Entender cómo se conceptualizan los consumidores de drogas a sí mismos a partir
del consumo de drogas
7. La normalización social del consumo de drogas en España
6
3. METODOLOGÍA
Estudiar cómo se construye el proceso de normalización del consumo de drogas en
profundidad requiere la utilización de una metodología cualitativa. La investigación
cualitativa se convierte en necesaria para la comprensión de la realidad en su conjunto y,
entre otros, para acercarse a los significados de la experiencia humana desde el punto de
vista del actor y captar la vertiente subjetiva y contextualizada de los procesos sociales
(Berg, 1998, Brunet et al, 2002). El análisis de las prácticas cotidianas nos permite
comprender cómo se construye el universo simbólico que ordena el sistema de significados
de los sujetos (Berger y Luckman, 1968; Denzin, 1970; Denzin y Lincoln, 1994)
Para cumplir los objetivos planteados en la presente investigación, la metodología cualitativa
sirve para profundizar en las percepciones y los comportamientos de los jóvenes
consumidores sobre la normalización de las drogas (Decorte, 2002; Decorte y Slock, 2005).
Metodología que nos permite conocer mediante el discurso de los implicados, los
significados asociados a la normalidad del consumo y todo aquello que se le relaciona,
como son: los contextos y tiempos de consumo, los consumos problemáticos, los efectos
deseados, las consecuencias negativas, la impronta del grupo y demás factores que iremos
desarrollando.
El trabajo de campo se basa en la técnica de los grupos de discusión (Ibáñez, 1986; Ortí,
1986; Alonso, 1998). Esto es, la reunión de grupos de siete u ocho personas, de
8. 7
características más o menos similares, a las que se les propone hablar libremente de un
tema que el propio grupo va desarrollando, bajo la coordinación de un moderador, a lo largo
de unas dos horas de conversación (Conde, 2002, Conde, 1999).
Complementariamente a los ocho grupos de discusión llevados a cabo, se han realizado
cinco entrevistas individuales en formato de historias de vida, esto es, mediante una serie
de entrevistas a una misma persona, se reconstruye su itinerario vital, poniendo especial
énfasis en los aspectos relacionados con la investigación (Ferraroti, 1981, Pujades, 2002)
en este caso, la percepción sobre la normalidad y la desviación en el consumo de drogas.
9. La normalización social del consumo de drogas en España
8
Ficha técnica de los grupos
EDAD SEXO
TIPO DE CONSUMO
DROGAS ILEGALES
CIUDAD
NÚMERO DE
PARTICIPANTES
25 - 30 años Mixto Recreativo Madrid 7
30 -39 años Mixto Semanal Barcelona1 6
18-25 años Mixto Recreativo Barcelona2 8
23-31 años Mujeres Recreativo Vitoria 6
24-37 años Hombres Semanal Pamplona 8
22-27 años Mixto Semanal Barcelona3 7
20-26 años Mixto No consumidores Madrid 8
23-29 años Mixto No consumidores Lleida 8
10. 9
Historias de Vida
Se realizaron cinco historias de vida a personas con una larga experiencia en el consumo
de drogas, aunque en la actualidad los han reducido y ya sólo lo hacen esporádicamente.
Pseudónimo Edad Sexo
Edad primer
consumo
1
Droga eje
Raver 34 Hombre 16 Ketamina y
speed
Gótico 33 Hombre 23 speed
Techno 30 Hombre 16
MDMA, GHB
y cocaína
Militante 42 Hombre 23
MDMA y
speed
Hippie 42 Mujer 24 Cocaína
1
Drogas ilegales que no fuesen cannabis.
11. La normalización social del consumo de drogas en España
10
Análisis de los datos
El análisis de los datos obtenidos se realizó mediante el método de análisis de la Grounded
Theory (Glaser y Strauss, 1967; Glasser 1978; Glaser,1992; Glaser, 1998; Strauss y Corbin
1990), que propone “un análisis paralelo a la recogida de los datos, para generar un
conjunto integrado de hipótesis conceptuales, sobre el área substantiva que es objeto de
estudio” (Glaser, 1992:16).
Para ayudarnos con el análisis hemos utilizado el programa Atlas ti. 5.2, como “una
herramienta informática, el objetivo de la cual es facilitar el análisis cualitativo de,
principalmente, grandes volúmenes de datos textuales” (Muñoz, 2005:2).
En los capítulos de resultados, el lector encontrará citas literales extraídas de la trascripción
de los grupos de discusión y de las historias de vida. Cada una de las intervenciones está
precedida por una M. cuando habla una mujer y por una H. cuando lo hace un hombre. Las
intervenciones del moderador están precedidas por una E. En cada una de las citas literales
se indica la ciudad del grupo o el pseudónimo del entrevistado. Los participantes catalanes
se expresaban indistintamente en lengua castellana y catalana. Para facilitar su
comprensión, hemos traducido al castellano la totalidad del texto.
12. 11
4. LO NORMAL Y LO DESVIADO.
Los conceptos de normalidad y desviación son utilizados cotidianamente. Las personas
calificamos las diferentes situaciones y experiencias sociales como normales o, por el
contrario, como “anormales” o desviadas. Lo que nos hace entenderlas como normales o
desviadas está determinado por los factores culturales, contextuales, políticos, históricos y
sociales (Silverman, 1993). Dichos factores moldean la expresión subjetiva de cada
persona, aunque suele existir consenso social sobre lo que es normal y lo que no. No
obstante, en el entramado social podemos encontrar diversas actitudes o preferencias
personales que no gozan del consenso social. En este sentido, para unos colectivos, ciertas
prácticas pueden llegar a entenderse como desviadas, mientras que para otros, las mismas,
se verán como normalizadas.
Entre las diferentes prácticas y fenómenos sociales que despiertan controversia,
destacamos el caso del consumo de drogas, el cual, a partir de finales del siglo XIX en los
EUA, se empezó a entender como una práctica desviada entre los anglosajones
protestantes. A lo largo del siglo XX se exportó la visión como desviados de los
consumidores de drogas a casi todo el planeta, puesto que se entiende que quebrantan una
serie de reglas sociales:
Cuando se impone una regla, la persona de quien se cree que la haya
quebrantado puede ser vista por los demás como un tipo especial de individuo,
13. La normalización social del consumo de drogas en España
12
alguien de quien no se puede esperar que viva de acuerdo con las reglas
acordadas por el resto del grupo. Se lo considera como marginal. El desviado es
una persona a quien se ha podido aplicar con éxito dicha calificación; la conducta
desviada es la conducta así llamada por la gente. (Becker: 1971:13)
La cuestión de la normalidad y la desviación han sido un campo frecuente de investigación
para las ciencias sociales. Éstas, nos dan cuenta de cómo las sociedades humanas
construyen normas sociales que ordenan las actividades humanas (Sheriff, 1936). Normas
dependientes del contexto cultural en el cual se inscriben (Mauss, 2007). En términos
genéricos, cumplir las normas sociales implica normalidad y quebrantarlas, desviación
(Matza, 1981). Por tanto, las normas sociales son una construcción social (Ibáñez, 1994,
2001) y se dividen en dos categorías: las formales y las informales. Las primeras hacen
referencia a las normas explícitas, es decir, la sociedad regula claramente la forma de
actuar en contextos y situaciones determinados a partir de cartas magnas y códigos de
leyes. Las normas informales son implícitas, es decir, no están institucionalizadas, pero
existe un consenso social oculto que rige sobre cómo se debe proceder durante la
interacción cotidiana.
“Las reglas pueden ser de muchos tipos. Pueden estar formalmente
promulgadas como leyes, y en este caso puede usarse la fuerza policial del
Estado para imponerlas. En otros casos, representan acuerdos informales,
recientemente alcanzados o, por el contrario, sancionados por los años y
14. 13
la tradición; las reglas de este tipo son impuestas a través de diversas
sanciones informales. (Becker: 1971:13)
Las personas, durante el proceso de aprendizaje, adquieren las habilidades necesarias para
manejar las normas sociales de acorde al contexto sociocultural en el cual se desenvuelven.
La correcta adquisición de la normas sociales, tanto implícitas como explícitas, hacen a la
persona competente en su entorno relacional y lo enmarcan dentro de una normalidad
aparente. Como señala Howard Becker:
En realidad, el desarrollo normal de una persona en nuestra sociedad (y
probablemente en cualquier sociedad) puede considerarse como una serie de
compromisos cada vez mayores con las normas e instituciones
convencionales. La persona “normal”, cuando descubre un impulso desviado
en sí misma, consigue controlar ese impulso pensando en las múltiples
consecuencias que tendría para él el actuarlo. Ha apostado demasiado en el
mantenimiento de su normalidad como para permitirse ser influido por impulsos
no convencionales. (Becker: 1971:35)
Las normas sociales varían y cambian con el paso del tiempo. En ocasiones, los procesos
de “modernización” de la sociedad han conducido a considerar obsoletas ciertas normas y,
en consecuencia, han quedado en desuso (Bauman, 1997). En otras, debido a procesos
políticos, sean democráticos, revoluciones, golpes de estado o reivindicaciones de
15. La normalización social del consumo de drogas en España
14
colectivos discriminados (mujeres, obreros, homosexuales, entre otros).
Las normas sociales explícitas pueden cambiar sin que esto se traduzca en un cambio
paralelo en las implícitas, de estos casos encontramos innumerables situaciones en la
sociedad actual, como es el caso de las mujeres que, aunque son iguales ante la ley,
obtienen peores trabajos y peor remunerados que los hombres.
En la actualidad, en el caso del consumidor de drogas, sucede a la inversa: aunque las
leyes fiscalicen las drogas, los consumidores gozan de cierta normalidad, especialmente
entre los consumidores. Aunque en ciertos contextos, cuando alguien es “descubierto”, le
puede acarrear problemas sociales.
Por tanto, la normalidad o la desviación es una construcción social y “los grupos sociales
crean la desviación al hacer las reglas cuya infracción constituye la desviación” (Becker:
1971:19). En este sentido y siguiendo a Becker el proceso de desviación lo debemos de
conceptualizar como una ruptura o quiebra con las normas sociales.
Un aspecto que agrava la vivencia de la desviación a nivel cotidiano y microsocial es la
estigmatización que puede sufrir la persona considerada como desviada. Los trabajos de
microsociología de Goffman sobre el manejo de las impresiones y la presentación en la vida
cotidiana, nos presentan cómo funciona el estigma y cómo se relaciona con la desviación
(Goffman, 1963, 1970, 1981, 2007). Goffman utiliza el término estigma “para hacer
16. 15
referencia a un atributo profundamente desacreditador pero lo que en realidad se necesita
es un lenguaje de relaciones, no de atributos. Un atributo que estigmatiza a un tipo
poseedor puede confirmar la normalidad de otro y, por consiguiente, no es honroso ni
ignominioso. (Goffman, 1963:15). Vista la definición sobre el estigma podemos observar que
es un producto de la sociedad, siendo de utilidad tanto para manifestar la normalidad de los
que no tienen el atributo, como de chivo expiatorio (los drogadictos).
Según Goffman existen tres tipos de estigmas claramente diferenciados. Los estigmas
físicos, los de carácter y los étnicos. Los primeros, hacen referencia a personas mutiladas o
deformadas en alguna parte de su cuerpo. Los segundos, hacen referencia a parados,
homosexuales, drogadictos, enfermos mentales, presidiarios, es decir, personas que sufren
estigmatización por sus atributos psicológicos o sociales, por quebrantar alguna norma de
tipo moral. Los terceros, hacen referencia a la pertenencia étnica, la nación o la religión.
Aunque es el segundo tipo de estigmatizados en los cuales se inscriben los consumidores
de drogas objeto de estudio de la presente investigación, no todos los consumidores son
estigmatizados, a nivel general como nos apunta Oriol Romaní puesto que <<droga remite a
estigma>>:
El campo de las drogas es una de estas zonas de la vida social que están
estigmatizadas, a través de la construcción social del “problema de la droga”.
Es evidente que esta estigmatización es también contextual y que puede tener
diversos grados, desde que se trate de drogas institucionalizadas o no
17. La normalización social del consumo de drogas en España
16
institucionalizadas, hasta cuál sea el ambiente que consideramos a nivel
microsocial: así en un ambiente contracultural, un fumador de marihuana
quizás no esté estigmatizado, y en cambio considerando también diversos
contextos, en alguno de ellos, un alcohólico puede estar estigmatizado. Pero,
sea como fuere, desde las representaciones sociales dominantes, droga remite
a un estigma (Romaní, 2004: 153).
En este sentido, cuando los consumidores son asociados a la desviación y al estigma, la
sociedad los etiqueta y los trata como tal, lo que refuerza el estigma.
De cualquier modelo, el ser descubierto y calificado de desviado tiene
importantes consecuencias para la participación social posterior y la imagen de
sí mismo de la persona afectada. La consecuencia más importante es un
cambio drástico en la identidad pública del individuo. El haber cometido un acto
prohibido y el haber sido públicamente descubierto le otorgan un nuevo status.
Se lo ha revelado como una persona de una clase diferente de la que se
pensaba que era. Se lo llama “puto”, “drogadicto” o chiflado”, y se lo trata en
consecuencia. (Becker: 1971:39)
18. 17
5. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CONSUMO RECREATIVO DE DROGAS EN
ESPAÑA. DE LA DESVIACIÓN A LA NORMALIZACIÓN.
En España, los usos recreativos de drogas aparecen en el primer tercio del siglo XX, poco
después de su introducción en el mercado farmacéutico. La mayoría de las sustancias
actualmente fiscalizadas eran utilizadas con finalidades terapéuticas, la heroína como
antitusígeno o la cocaína como anestésico. Durante la primera guerra mundial y durante los
años veinte, España vio aumentada su actividad económica y cultural. En el plano
económico, porque la industria española abasteció los mercados europeos durante la
contienda y años posteriores. En el ámbito cultural, porque recalaron en España
académicos, intelectuales y artistas procedentes de los países beligerantes. En
consecuencia, emergió en las grandes ciudades españolas un “circuito” de ocio nocturno,
caracterizado por los cuplés y los cabarets, donde se prodigaban artistas, clases pudientes,
músicos y personas de vida bohemia. Estos usaban el alcohol, la cocaína y también la
morfina y la heroína con finalidades recreativas. (Escohotado, 1989, Usó, 1996, 2001, Díaz,
1998)
Durante esos años, los Estados Unidos abanderaron el prohibicionismo mundial de ciertas
drogas y, para conseguirlo, se valieron de Convenios y Tratados Internacionales (Shanghái,
1909; La Haya 1912, 1913, 1914; Ginebra, 1925, 1931, 1936). España ratificó los convenios
internacionales que fiscalizaban drogas como la heroína, la cocaína y el cannabis, entre
otras, aunque en la práctica existía cierta laxitud en el control de las drogas (Usó,
19. La normalización social del consumo de drogas en España
18
1996), en consecuencia, era relativamente fácil comprar drogas “ilegales” en las oficinas de
farmacia, a un precio y calidad incomparable con el actual mercado ilegal de drogas. Los
consumos recreativos de la época, ateniéndonos a la poca preocupación social que
despertaban, no los podemos entender ni como normalizados ni como desviados, sino más
bien como una extravagancia más, producto del estilo de vida de sus consumidores.
Aunque están documentadas detenciones por compra-venta de drogas y casos de adicción
a la heroína, estas no despertaron mucha atención -ni alarma- en la opinión pública
(Escohotado, 1989, Usó, 1995, Díaz, 1998) por lo que, aunque a un nivel teórico el
consumidor de drogas era considerado un desviado, su estatus social y su estilo de vida
evitaban su estigmatización.
El consumo de drogas imbricado con la emergencia de los contextos recreativos se ve
truncado con el estallido de la guerra civil. El triunfo franquista y la posguerra hicieron
desaparecer casi por completo el consumo de drogas sin finalidades terapéuticas aunque,
como atestigua Usó (1995), en la prensa de la época aparecen noticias de incautaciones de
drogas ilegales. Por lo tanto, durante los años 40 y 50, aunque muy minoritarios, se
producían consumos recreativos.
Será necesario esperar hasta la década de los 60 para que florezca de nuevo un incipiente
consumo recreativo. A tenor del desarrollismo y de la expansión económica, España,
aunque tímidamente, empieza abrirse a la comunidad internacional. Un síntoma de apertura
fue la llegada masiva de turistas europeos, en su mayoría jóvenes. Estos jóvenes
20. 19
mostraron a la sociedad tradicional española los componentes de la modernización
europea, entre ellos las nuevas tendencias culturales y estéticas juveniles, así como la
experimentación del propio cuerpo a través del sexo y el consumo de drogas, primeramente
con cannabis y LSD y, posteriormente, con cocaína y heroína
2
.
Aunque en relación con el consumo de drogas, España brindaba a los jóvenes europeos el
hachís de Marruecos, mucho más accesible aquí que en el resto de Europa (Romaní, 1982),
así como una oferta casi ilimitada de anfetaminas en las oficinas de farmacia. A finales de
los años 60 el consumo recreativo de drogas, aunque minoritario, estaba en cierta difusión
entre los jóvenes vinculados a movimientos estéticos y políticos contraculturales, aunque sin
despertar alarma social, ni tampoco asociándolos a la desviación y la estigmatización (Gil
Muñoz, 1970).
Durante el tardofranquismo y la transición democrática, el consumo de drogas entronca
directamente con la contracultura, la agitación política y cultural y las ansias de transgresión.
A las autoridades de la época, más que los consumos de drogas de ciertos colectivos
jóvenes, les preocupaba su actividad política, así como las actividades culturales que
2
Aunque los turistas europeos mostraron algunas de las drogas ilegales a los jóvenes españoles, fueron éstos los
que se encargaron de importarlas a España en pequeñas cantidades, ya fuera hachís de Marruecos o heroína de
Ámsterdam e incluso, los más intrépidos, de Tailandia (García Prado, 2002)
21. La normalización social del consumo de drogas en España
20
planteaban como alternativas al orden establecido. Entre jóvenes -consumidores o no- con
ideologías heterodoxas y con pintas “extravagantes” el ir a contracorriente les acarreaba
inconvenientes en diferentes ámbitos. En el ámbito familiar, la estética, las ideas
“avanzadas” y romper con la moral establecida, podía suponer el desapego familiar -algunos
llevan dobles vidas para evitarlo-. En el ámbito laboral, podían ser rechazados o
despedidos. Y en el social, además de ser rechazados por los sectores más reaccionarios
de la sociedad, eran víctimas de la arbitrariedad policial amparada por la ley de peligrosidad
social. Por tanto, a nivel social, estos jóvenes eran ampliamente estigmatizados y
entendidos como desviados, simplemente por su posición ideológica y su estética. Aunque
si eran consumidores de drogas, este atributo era sólo un factor secundario en su
estigmatización. No obstante, entre estos jóvenes y en contextos recreativos, el fumar
porros y “viajar” con el LSD, se normalizaba y simbolizaba tanto una transgresión de las
normas sociales, como un indicador de ser un “enrollado”. (Romaní, 2004)
La droga que marcará el punto de inflexión en la historia de la normalidad/desviación en
España será la heroína, Oriol Romaní nos explica el proceso de la introducción de la
heroína entre los jóvenes contraculturales:
“Desde 1973, momento en que se detecta la llegada de la heroína a
España, hasta 1977, esta es una droga más y, como corresponde a
aquel momento, rodeada de un cierta aureola contracultural. Todavía no
hay pues, un discurso social específico sobre la misma. Su
22. 21
comercio funcionaba, como el del cannabis, a través de las redes
sociales de amigos y conocidos, y sus usuarios son, básicamente,
universitarios, artistas y profesionales: se trataría de individuos con ideas
progresistas, ideológicamente partidarios de una ruptura con la sociedad
establecida y sus normas, con ciertas insatisfacciones vitales… en este
contexto, el consumo de heroína sería una experiencia vital más de
trasgresión de los modelos culturales hegemónicos” (Romaní: 2004: 97)
A principios de los años 80 se desencadenó la crisis de la heroína debido a su difusión entre
ciertos colectivos de jóvenes, procedentes de diferentes estratos sociales y con diferentes
motivaciones para consumir heroína (Comas, 1989; Pallarés, 1995). Por una parte, jóvenes
desencantados de la transición democrática por los pobres resultados políticos obtenidos,
muchos de ellos militantes de partidos y sindicatos de izquierda subsanaron el desencanto
político con la heroína, así pasaron del compromiso político a la heroína (García Prado,
2002). El segundo colectivo que se incorpora al consumo serán jóvenes procedentes de
clases trabajadoras, pues la transición trajo consigo cambios económicos y políticos, el
proceso de desindustrialización (especialmente de la industria pesada en el Norte), así
como cambios en el mundo laboral, provocó que los hijos del <<baby-boom>> no pudieran
incorporarse satisfactoriamente al mercado laboral. Jóvenes proletarios que, mediante la
heroína, calmaron los males existenciales, además de ocuparles el tiempo (Gamella, 1992).
La asociación entre paro juvenil y heroína fue especialmente dramática en los barrios
23. La normalización social del consumo de drogas en España
22
proletarios de las grandes conurbaciones urbanas de España (Martí, 1998). Y el tercer
colectivo que se incorporó fue el de los jóvenes procedentes de las clases marginales, en
gran medida familiarizados con las actividades informales para los cuales la heroína fue un
medio de subsistencia más (Romaní, 2004).
Durante los 80, los consumos de heroína se desvincularon del componente contracultural y
dejaron de ser una herramienta de transgresión. Los consumos por vía inyectada
acostumbraban a ser de tipo compulsivo, provocando en poco tiempo un acentuado
<<enganche>>. Para evitar el temido síndrome de abstinencia los heroinómanos se
inyectaban varías veces al día, y cuando el dinero procedente del trabajo o de otras vías
legales no era suficiente, era muy frecuente realizar actividades informales (Romaní, et al,
1989). Los mecanismos informales para mantener los consumos eran diversos, vender
heroína u otras drogas, realizar hurtos (tirones de bolso, coches...), ejercer la prostitución y,
una minoría, también realizaban atracos con violencia a bancos, farmacias u otros negocios.
Los heroinómanos y estas actividades provocaron rápidamente una gran alarma social
(Pallarés, 1995), atizada por los medios de comunicación en las secciones de sucesos que,
a diario, mostraban las funestas consecuencias de la drogas (sobredosis, atracos,...)
(Hidalgo, 2007).
Producto de las actividades informales, los heroinómanos se asociaron rápidamente a la
delincuencia y a la marginalidad. Ya con la irrupción del VIH-SIDA, a la enfermedad. En
consecuencia, la heroína generó una gran alarma social, hasta el punto que en el
24. 23
imaginario colectivo “la droga” respondía al paradigma de la heroína, y se equiparaba
cualquier droga ilegal con la heroína. Como consecuencia, la heroína produjo en menos de
15 años un cambio radical en la percepción de la opinión pública sobre el consumo de
drogas, que pasó de ser una actividad minoritaria protagonizada por jóvenes
contraculturales, a ser uno de los mayores males que fustigaban a la juventud. A lo largo de
los años 80 y 90 el consumo de drogas fue una de las principales preocupaciones de la
opinión pública
3
. El heroinómano quedó rápidamente estigmatizado y entendido como un
desviado de las normas sociales. La desviación del heroinómano se manifiesta en 4
ámbitos:
Legal: El hecho de poseer y/o traficar con heroína es un delito punible. Además,
muchas actividades informales para mantener el coste del consumo eran también
punibles y perseguidas. De estas actividades, nace la asociación heroinómano-
delincuente. En este sentido, cabe recordar como, a lo largo de los años 80 y 90, las
cárceles españolas se llenaron de heroinómanos (Zino, 1996).
3
Según el Barómetro de la percepción de los principales problemas de España del CIS, “las drogas”
en mayo de 1985 (dato más antiguo) era la 5ª preocupación (17,5%); en junio del 88 (porcentaje más
elevado de la historia), era la 2ª preocupación (49%). Durante los años 90 se mantuvo en intervalos
entre el 35,8% y el 16%. Durante los 2000 el porcentaje fue disminuyendo progresivamente hasta
alcanzar en enero de 2010 (último dato disponible y que coincide con el dato más bajo de la historia)
el 1.1%. Fuente: www.cis.es
25. La normalización social del consumo de drogas en España
24
Sanitaria: Debido al consumo compulsivo de heroína son muchos los problemas
que pueden derivarse de éste. Por una parte, las enfermedades infecciosas
(Hepatitis, B y C, VIH-SIDA), así como los problemas derivados de la mala
alimentación (Hidalgo, 2007) y el estilo de vida (sin techo, barraquismo...) (Díaz, et
al, 2001). Estos problemas llevaron a la asociación heroinómano - enfermo,
especialmente a la de enfermo infeccioso, que como es de prever fue rápidamente
estigmatizado.
Moral: Aunque es un ámbito sutil y en parte oculto, para una parte importante de la
población, los “drogadictos” tendían a ser asociados a personas “viciosas” e
inmorales, por tanto éste es otro elemento que acentúa la estigmatización.
Social: Producto de los anteriores factores, la sociedad entendía al heroinómano
como una persona que quebrantaba las normas sociales y, por tanto, lo
consideraba como un desviado. Este es el que tiene más peso ya que por el simple
hecho de ser heroinómano se le atribuyen características estigmatizantes.
Para dar respuesta asistencial a los problemas sanitarios derivados de la heroína se
pusieron en marcha diversas estrategias asistenciales y preventivas. Los primeros
programas de desintoxicación de la heroína se aproximaban a la problemática desde una
visión prohibicionista, y planteaban como objetivo terapéutico la abstención absoluta, eran
los llamados <<libres de drogas>>, que incluso, no siempre, utilizaban alguna droga
26. 25
sustitutiva para mitigar el síndrome de abstinencia.
Estos programas libres de drogas no consideraban que los problemas sanitarios del
heroinómano requerían de objetivos intermedios antes de alcanzar la abstención a la
heroína.
Los problemas sanitarios de los consumidores se vieron agravados a mediados de los 80,
por el tipo de gestión social que se hacia del problema (Pallarés, 1995) y por la emergencia
del VIH-SIDA entre consumidores que compartían jeringuillas. Es en este contexto cuando
aparece la estrategia alternativa de la <<reducción de daños>>. Este paradigma persigue
diferentes objetivos con distintas implicaciones sociales (Higalgo et al, 2006; Grup IGIA,
2000). Por una parte, objetivos de tipo sanitario, como son el intercambio de jeringuillas. Por
otra, de tipo político ya que se trabaja contra la estigmatización del consumidor de drogas
(Romaní, et al 2005; Romaní, 2005). Aunque a finales de los 80 y durante los 90, la
reducción de daños trabajó para la normalización del consumo de drogas y para evitar la
estigmatización del heroinómano, el imaginario colectivo sobre el consumidor de drogas no
se movió ni un ápice (Méndez, 2001). Solo el paso del tiempo, los cambios de perfiles, de
patrones y de sustancias, han conducido a cierta normalización del consumo. Aún así, el
discurso estigmatizante está vivo en el imaginario colectivo.
El desconcierto que manifiestan los adultos lo podemos relacionar con las
incoherencias entre el discurso estigmatizante de «la droga» —que todavía
27. La normalización social del consumo de drogas en España
26
«goza de buena salud» por su apoyo institucional y mediático, básicamente—,
y que genera casi la obligación moral de mirar hacia cierto lado cuando
hablamos de drogas refiriéndonos a valores generales, y las realidades «más
normales» que ellos perciben en su entorno, aquello que nos afecta a nosotros
y a nuestros hijos, «a los nuestros», en definitiva. (Romaní, 2009)
Aunque la atención de la opinión pública respecto el consumo de drogas durante los años
80 recayó en la heroína, durante los años 80 emergieron consumos recreativos
desvinculados del mundo de la heroína, aunque fueron silenciados por los discursos
dominantes. La cocaína era consumida tanto por heroinómanos como por jóvenes de las
clases pudientes de la sociedad, el consumo de éstos hizo que se asociara al éxito social
(Díaz, et al, 1992). El cannabis era consumido por muchos sectores de la población juvenil.
Aparecieron consumos recreativos y compulsivos de alcohol durante los fines de semana.
En estos años y como producto de la modernización de España, se expande el modelo de
ocio nocturno de discotecas y bares juveniles, siendo uno de los sectores más en auge y
con mayor innovación.
Aunque de forma en cierto modo oculta, durante la epidemia de la heroína, ya se gestaba el
actual modelo de consumo recreativo de fin de semana que, no obstante, no despertó
demasiado interés social hasta que los consumos de heroína disminuyeron. En este punto,
apareció en un primer plano de la opinión pública, el consumo de pastillas en las grandes
28. 27
macrodiscotecas (Bouso, 2003, Caudevilla, 2007). Oriol Romaní nos los resume como
sigue:
La década de los noventa se caracterizaría por la pérdida de centralidad de la
heroína en el discurso social, tanto por el paso a un primer plano de la cocaína -
asociada al fenómeno del narcotráfico-, de los nuevos tipos de consumo de los
estimulantes en general, y más en concreto, de las llamadas drogas de diseño;
como por el surgimiento de usos problemáticos del alcohol -asociados a
patrones de consumo más arriesgados en poblaciones juveniles (Romaní, 2004:
106)
El año 92 debía ser el punto culminante de la modernización de España, con la organización
de los Juegos Olímpicos en Barcelona, la Exposición Universal en Sevilla y, aunque con una
menor trascendencia, Madrid como capital Europea de la Cultura.
Valencia fue el epicentro de la denominada <<ruta del Bacalao>>, caracterizada por largos
itinerarios tanto en distancia como en tiempo, asociados a las discotecas y al consumo de
pastillas. La movida valenciana empezó durante los 80 y se popularizó y difundió por toda la
geografía española durante los años 90. Este modelo de salida nocturna “atrapó” a miles de
jóvenes y funcionó como válvula de escape de los malestares juveniles. Se empezaba la
fiesta el viernes para terminarla el domingo, en este tiempo se visitaban diferentes
macrodiscotecas, a veces bastante distantes entre ellas, se bailaba y también se consumían
29. La normalización social del consumo de drogas en España
28
drogas. Estaban muy presentes también los consumos de cocaína y anfetaminas, así como
de alcohol y cannabis. El consumo de drogas en las macrodiscotecas despertó una nueva
alarma social hacia las drogas y los jóvenes. En este sentido, las drogas de diseño
(<<pastillas de la muerte>> según la prensa de la época) fueron el nuevo chivo expiatorio de
la opinión pública, que propició la continuación de la estigmatización del consumidor de
drogas.
La opinión pública construyó al consumidor de drogas a partir de la imagen de los
consumidores más intensivos de la ruta del Bacalao. Miles de jóvenes españoles
incorporaron, como <<normales>>, las salidas nocturnas durante los fines de semana,
buscando un espacio que se les negaba en otros ámbitos como el laboral, el político o el
cultural, que impedían incorporarse con éxito o sin excesivas dificultades al mundo adulto.
Drogas como la cocaína, la MDMA o las anfetaminas fueron consumidas experimentalmente
por los jóvenes de los 80 y 90 y, aunque algunos desarrollaron problemas derivados de sus
consumos, la inmensa mayoría de ellos se incorporaron al mundo adulto sin problemas y,
en la actualidad, son ciudadanos competentes, así como padres y madres de niños y
adolescentes. Estas generaciones, quizás, son las que más contribuyen a la normalización
del consumo de drogas ya que pueden abordar los consumos de drogas de sus hijos desde
una mirada plausible a la realidad del consumo, desvinculada del dramatismo y la alarma.
En este contexto los consumidores recreativos, aunque en cierta medida quebrantan
30. 29
algunas normas sociales, por sus pautas de consumo evitan la estigmatización, que sólo se
produce cuando los consumos se vuelven más intensivos y problemáticos:
“Los consumos se han ido «normalizando», en el sentido de que han pasado
de contextos marginales a pautas de uso en contextos de vida cotidiana y, más
en concreto, se identifican con espacios de ocio juvenil, en los que circulan
junto a la oferta de muchos otros consumos; de este modo, para amplios
sectores sociales, han perdido su virulencia como problema, pues forman parte
del modelo cultural hegemónico que insiste en que para existir en este mundo,
y para ser «normal» en él, debes consumir, lo que sea, pero sobre todo
consumir” (Romaní, 2009).
Llegado el siglo XXI y, tras disminuir la alarma sobre las pastillas, asistimos a la difusión y
normalización del consumo de drogas, especialmente de alcohol, cannabis, cocaína, y
MDMA en cristal. Para los jóvenes actuales, consumir drogas llega a ser una actividad en sí
misma, que no requiere ningún tipo de justificación, ya que es compatible con las
actividades que más valoran los jóvenes en su tiempo de ocio: sentirse libres, salir,
relacionarse, aguantar muchas horas, también bailar. Para los más jóvenes, puede jugar el
papel de indicador de cambios en la adolescencia, la cual cosa tiene que ver con la
vivencia, de una cierta independencia respecto a los padres y de mayor autonomía y
libertad (Díaz et al, 2000,2001, 2002, 2003, 2004). Los posibles riesgos que se pueden
generar a causa del consumo no superan les valoraciones positivas, excepto en
31. La normalización social del consumo de drogas en España
30
algunas mujeres que mantienen posturas más prudentes. Conocer los riesgos, a veces,
puede ser un estímulo más para consumir, sobre todo entre los más jóvenes, ya que forma
parte de su experimentación en los “rituales de paso” (de incorporación a otras esferas del
mundo social). Estos rituales, afectan más a los adolescentes (hombres), puesto que fumar
“porros”, las “borracheras”, atreverse a probar otras drogas más “fuertes”, puede significar
hacerse hombre, además de mantener un vínculo con el grupo, con lo prohibido y peligroso.
Para algunas mujeres, iniciarse o “dar el paso”, también significa establecer lazos de
identidad y relación con los hombres. (Pallarés, et al, 2005, 2006, 2007).
Aunque exista cierta preocupación hacia la asociación entre juventud, fiesta y drogas, cada
vez más hemos visto cómo disminuían los problemas graves derivados de este trinomio, al
menos en relación a la mortalidad y morbilidad, y a los actos delictivos. Para los jóvenes
consumidores que se incorporaron a lo largo de los 90 al consumo de drogas, la heroína
nunca fue una droga que entrara dentro del “juego de las drogas”, las consecuencias
sociales y sanitarias que acarreó su consumo y el tipo de gestión que se hizo de los
problemas, calaron en el imaginario juvenil e hicieron desestimar su consumo.
Aunque una parte importante de consumidores entienden los consumos recreativos como
compatibles con su entorno, saben que los consumos no están exentos de riesgos y que
pueden llegar a relacionarse con problemas más o menos severos. En este sentido, una
minoría, que realiza consumos más o menos intensivos, desarrollará problemas como
hemos visto en los últimos años en los recursos asistenciales de
32. 31
drogodependencias, dónde el número de heroinómanos ha disminuido a la vez que
aumentaban las demandas de tratamiento por cocaína y alcohol (Martínez Oró et al, 2008,
2009, 2010). Para finalizar este punto, terminamos con una cita de Ignacio Megías que
resume la situación actual de los jóvenes en relación a los consumos:
Asistimos actualmente a un proceso de lo que, desde los consumos, se
entiende como creciente normalización de la presencia de las drogas en la
sociedad, así como de su consumo en función de determinados contextos. La
situación establece el punto diferencial no tanto en el hecho de consumir o no
determinadas sustancias, sino en el cómo hacerlo. Es decir, que lo que para
las posiciones más alejadas de los consumos supone diferenciar entre
consumir o no consumir, desde los consumos se tiende a distinguir entre
consumir “bien” o consumir “mal”, situación muy similar a lo que (para la
población general) ocurre respecto al alcohol, cuyo consumo “controlado” está
alejado de cualquier atisbo de censura (mientras que su “mal uso” sí encarna
posiciones asumidas como más o menos problemáticas). Observar esto ha de
conducirnos invariablemente a intentar entender en base a qué elementos se
produce tal diferenciación entre buenos y malos usos de las drogas. (Megías
2008:77)
33. La normalización social del consumo de drogas en España
32
6. LA NORMALIZACIÓN DEL CONSUMO DE DROGAS.
A lo largo de los años 90, el consumo de heroína disminuyó y aumentaron los consumos
recreativos de cannabis, alcohol, cocaína y éxtasis. Estas nuevas pautas de consumo, a
priori, provocaban menos consecuencias negativas y problemas de marginación que la
heroína, y con el tiempo contribuyeron a la normalización del consumo de drogas.
Existen diferentes modelos de entender la normalización social del consumo de drogas. Un
modelo que da cuenta de la normalización de los consumos de drogas desde la sociología
es el propuesto por investigadores británicos (Parker et al, 1998, 2002, Parker, 2005;
Measham et al, 1995, 1998; Moore et al, 2005, 2004). Analizaremos los 6 aspectos
implicados en la normalización presentados en Parker et al. (1998: 151-149):
Disponibilidad de las drogas: Sin disponibilidad, no hay consumo y sin consumo,
no hay normalización. El control de la oferta y la demanda mediante estrategias
coercitivas acostumbra a provocar más efectos negativos que a evitar el consumo
de drogas.
Difusión de las drogas. La difusión de muchas drogas producida en las últimas
décadas ha supuesto que se incorporasen al consumo todo tipo de perfiles de
jóvenes. Además de estar presentes en la mayoría de los contextos recreativos,
34. 33
adquiriendo para muchos jóvenes centralidad en sus fiestas nocturnas.
Consumo responsable: La mayoría de los consumidores de drogas diferencian
entre los diferentes tipos de drogas, los diversos patrones de consumo y las
consecuencias que se derivan del consumo intensivo. En este sentido, la finalidad
del consumo para la mayoría de los consumidores, es obtener placer asumiendo el
mínimo riesgo posible. Por eso, una parte importante de los consumidores, intenta
controlar los consumos y regularlos.
Intenciones futuras: Una gran proporción de los consumidores, con los años,
moderan o abandonan el consumo de drogas. Esto, en parte, es debido a las
responsabilidades que van adquiriendo con la incorporación al mundo adulto y a la
motivación de querer invertir el tiempo de ocio en otras actividades más allá de las
salidas nocturnas. Esta población tiene un peso muy importante en la normalización
de los consumos ya que, con el tiempo, serán (y en algunos casos ya lo son) padres
y madres de adolescentes. Sus experiencias con las drogas recreativas, les
permitirán superar los tabúes morales y podrán realizar un análisis más cercano a la
realidad de los consumos de sus hijos. Asimismo, las intenciones futuras de los
jóvenes, conllevan que los consumos no adquieran centralidad en su vida porque
con el tiempo prefieren realizar otras actividades de ocio.
Acomodación cultural de lo ilícito: Históricamente, los consumidores de drogas
35. La normalización social del consumo de drogas en España
34
han sido conceptualizados como problemáticos, pero, para los actuales
consumidores de drogas ilegales el consumo de drogas es una parte más de su
vida, en la que los consumos aparecen enmarcados en unos tiempos y unos
contextos determinados. No obstante, el consumo de las drogas mencionadas, es
una actividad ilegal pero debido a los canales de distribución y a la escasa presión
que reciben en los contextos recreativos, la dimensión ilegal de las drogas queda en
un plano secundario. En consecuencia, el convivir con lo ilegal, no se asocia con la
desviación y entra a formar parte de la normalidad.
El atractivo del riesgo: El riesgo está presente en la vida cotidiana de las personas
y, en particular de los jóvenes, que además deben convivir con la incertidumbre
hacia el futuro. El riesgo asociado al consumo de drogas, ejerce un atractivo
importante para los jóvenes, para algunos se canaliza a través del alcohol, para
otros, mediante otras drogas ilegales. El riesgo de las drogas implica noches de
fiesta y de sociabilidad, así como compartir rituales y complicidades, por tanto, lo
que se asocia al riesgo es fuente de placer para los consumidores.
Aunque los 6 factores propuestos por Parker son válidos para dar cuenta de la
normalización del consumo de drogas desde una perspectiva sociológica, no obstante,
desde una mirada psicosocial, a partir de los discursos de los consumidores, se nos
presentan diversas preguntas ¿cuáles son los factores que hacen que los consumidores
entiendan los consumos como normales o desviados? ¿Cómo viven sus propios
36. 35
consumos? ¿Cuáles son las funcionalidades del consumo de drogas? ¿Qué papel juega el
contexto y el grupo en la normalización? ¿Qué consumos posibilitan la normalización y qué
consumos la estigmatización del consumidor?
Para dar respuesta a estas preguntas nos podemos ayudar de la mirada psicosocial
construccionista (Gergen, 1973, 1996, 1999). Una mirada comprensiva de la realidad de los
consumidores a partir de sus discursos que tenga en cuenta su punto de vista y las
experiencias subjetivas del consumo. Como resultado de la mirada psicosocial emergen
cuatro factores que pueden contribuir a dar cuenta de la normalización del consumo de
drogas por parte de los protagonistas del consumo. Estas son:
La funcionalidad y finalidad de los consumos: el consumo de drogas
está motivado por diversos factores, que se erigen como funcionales con
las actividades realizadas en los contextos y tiempos en que se producen.
Como veremos, no todas las funcionalidades y finalidades del consumo se
normalizan, sino que los consumidores también censuran ciertos consumos.
Los contextos y tiempos de consumo: el consumo se normaliza en los
contextos recreativos durante los tiempos de ocio. Aunque los consumos
más intensivos y que derivan en consecuencias negativas, más cuando son
severas, son mayoritariamente rechazados. Los consumos fuera de los
contextos y tiempos indicados, son censurados, especialmente, si se
37. La normalización social del consumo de drogas en España
36
producen regularmente.
El grupo como eje en los consumos: el grupo da significado a los
consumos, posibilita ciertas pautas y sustancias, y censura otras. El grupo
es fundamental para construir lo que se percibe como normal y desviado de
los consumos. No obstante, la comparación entre diferentes grupos de
jóvenes, nos enseña como, la normalidad y la desviación de los consumos,
varía en cada uno de ellos.
“Balance” de los consumos: Los consumos de drogas implican casi
inevitablemente experimentar ciertos efectos negativos, especialmente
durante las horas posteriores al consumo. El cómo se experimenta el post-
consumo y, también, las consecuencias negativas a medio y largo plazo,
posibilitan un momento de reflexión para el consumidor. En general, cuando
los efectos deseados superan los efectos y consecuencias negativas, los
consumos se refuerzan y normalizan; cuando se valoran negativamente, se
tienden a entender como problemáticos y se abandonan. No obstante, a
pesar de la valoración del consumidor, la influencia del grupo y del contexto
acostumbran a ser decisivos para posibilitar el consumo.
38. 37
6.1 Funcionalidades y motivaciones para iniciarse y mantener los consumos.
Iniciarse y mantener el consumo de drogas ha sido objeto de estudio por parte de diversas
disciplinas y paradigmas, cada uno de ellos pone énfasis en diversos factores para dar
cuenta de los consumos de drogas. No obstante, los podemos dividir en dos grandes
categorías. Por una parte, las corrientes de tipo determinista como las disciplinas biológico-
genéticas, psicoanálisis, psicología de la personalidad, entre otras, que otorgan más
importancia a las predisposiciones biológicas marcadas por el código genético de la persona
que a los factores ambientales. Y por otra parte, las corrientes de tipo ambientalista-cultural,
como el interaccionismo simbólico, la antropología cultural, el socioconstruccionismo, entre
otras, que ponen más énfasis en los factores culturales y contextuales para dar cuenta de
los consumos de drogas que a los factores biológicos.
Presentamos a continuación los motivos y las funcionalidades para consumir, expuestos por
los consumidores de drogas. Veremos que no hay un único factor que explique el porqué
del consumo de drogas, sino que son la imbricación de diversos factores los que posibilitan
dicha explicación.
Curiosidad: Las drogas, especialmente las ilegales, están rodeadas de un misterio que
despierta curiosidad entre muchos jóvenes. Los discursos sobre drogas, emitidos por
diferentes instancias sociales (medios de comunicación, padres y amigos), generan, en
ocasiones, confusión sobre “lo que son las drogas”. Esta situación, junto a la necesidad
39. La normalización social del consumo de drogas en España
38
propia de la adolescencia y la juventud de experimentar nuevas situaciones, puede propiciar
iniciarse en el consumo. Son muchos los jóvenes que se inician en el consumo de alcohol y
tabaco. Algunos, los menos, se inician en el consumo de sustancias ilegales como el
cannabis y otros, aún menos, consumen sustancias estimulantes o alucinógenas (OED,
2008). La curiosidad hacia una sustancia se despierta en función de diferentes factores,
como la información recibida de los iguales, así como de las atribuciones simbólicas
otorgadas a la sustancias.
“M. Recuerdo que uno de ellos consumía speed y me invitó y yo le dije que no
porque no había consumido nunca y no le conocía a él tampoco, no... pero
dentro sí que se te queda la curiosidad y las ganas. Entonces le comenté a una
amiga, a una de mis mejores amigas y dijimos bueno, pues vamos a intentar a
ver si encontramos en algún sitio...
E. ¿Coca?
M. Sí, bueno coca, en aquél momento queríamos algo, no sabíamos todavía el
qué… pero yo tenía contactos y era un contacto de un amigo de confianza y
fuimos donde él y en ese momento tenía cocaína y fue lo que probamos.
Conocía la cocaína de oídas, sabía de la coca que la gente la consumía y
tampoco me informé mucho antes porque ¡fue algo tan repentino! fue en la
misma noche que te entra la curiosidad en el momento y… y la verdad es que
40. 39
no me informé, ni pregunté, ni nada…” (Vitoria)
Transgredir: Consumir drogas con la finalidad de quebrantar las normas sociales, es un
argumento utilizado para hacer referencia a los consumos realizados durante la
adolescencia. En cierta medida, la adolescencia es una época de cambios, escenificados en
las nuevas relaciones y las actividades realizadas. Salir de noche y consumir drogas es una
de las nuevas actividades a las cuales muchos adolescentes se suman. En este sentido, la
necesidad de sentirse protagonista de su propia vida, puede motivar al consumo. Así, se
puede escenificar el malestar con el entorno, a veces difícil de comprender, utilizando las
drogas. Además, el consumo es funcional para escenificar una diferencia con los que no “se
han atrevido” a consumir drogas.
“M. El morbo de lo prohibido, lo diferente, que era como una droga así muy de
película, muy... todo el ritual, por ejemplo, me parece muy sugerente, muy
destroyer.” (Vitoria)
Placer: El placer es un motivo un tanto inespecífico para dar cuenta de los consumos,
aunque es uno de los motivos más argüidos por los jóvenes. En este sentido, podemos
entender el motivo del “placer” como las sensaciones subjetivas valoradas positivamente así
como, conseguir los efectos deseados percibidos como placenteros.
”M. Yo creo que prácticamente me aporta diversión y en aquel momento estar
41. La normalización social del consumo de drogas en España
40
súper bien” (Vitoria).
“H. Como un vehículo para cambiar la conciencia, es decir, estado dinámico y
bueno también como un tema hedonista porque te provocan placer, para
pasártelo bien.” (Pamplona).
“H. Muchas veces me apetece sentir lo que me provoca, los efectos de la
sustancia, depende de cual, pues que me apetece sentir eso.” (Madrid1).
“M. Te descubres a ti mismo o juegas tú un poquito con la droga y la... le sacas
más jugo, ¿no? Y a mí con los amigos me gusta hacer eso, me gusta
implicarlos mucho y hacerlo como en familia, ¿sabes? Y tener un momento,
pues que estemos todos dentro del tema, y tal...” (Barcelona2).
Evasión: Es uno de los factores más mencionados por los consumidores de drogas. Los
jóvenes, en ocasiones perciben sus quehaceres diarios como llenos de responsabilidades.
Durante los fines de semana y mediante los consumos de drogas, se evaden de esa “dura”
realidad. Los consumos con los amigos, potencian emociones con ellos. Así, las salidas
nocturnas y los consumos, son vividos como una estrategia para “recargar” las pilas:
“M. Yo, normalmente para salir de fiesta, no lo veo como una válvula de
escape. Pero, sí que tienes razón que si, por ejemplo, tengo una semana mala
o he tenido mucho trabajo, entonces en teoría estás más cansada y tienes
42. 41
menos ganas de salir, pero yo por lo menos no, tengo más ganas de salir. ¿Por
qué? porque estás por lo menos ¡pum! desconectada. Porque, cuando sales,
por lo menos te relacionas y bailas, aunque sea, bailas y quemas de todo.
H. En eso yo estoy de acuerdo, es salir para romper un poco la rutina diaria.
Porque puedes ver a tus amigos a diario, en tu vida normal y te cuentas tus
problemas o no. Pero luego, el fin de semana, o no el fin de semana, te vas de
fiesta, es como un ritual en el que rompes la rutina, la rutina de las cosas que
cansan... y vas a pasártelo bien. Hay gente que se lleva su rutina a la fiesta,
pero yo creo que es un error porque yo creo en salir de fiesta olvidándote de
las cosas más malas de la vida para hacer un ágape, un ritual, donde ahí
desconectamos del mundo un poco y nos vamos a disfrutar, es un poco
hedonista. Luego volvemos otra vez al mundo. No es despertar y... los
problemas en la vida normal continúan, pero tú, al menos, has desconectado y
eso está guay, a mí me sienta de puta madre. Y hay mucha gente que le sienta
muy bien. Y eso está muy bien hacerlo con los colegas, porque si no, no seria
ese ritual, dentro de ese ritual están eso, los colegas.” (Barcelona 2)
Los jóvenes actuales deben convivir con fenómenos sociales que les son poco favorables y
que dificultan su incorporación completa a la vida adulta. Fenómenos como los largos
itinerarios académicos, la precariedad laboral, el alto precio de la vivienda que dificulta la
emancipación de la casa de sus progenitores, entre otros, pueden provocar
43. La normalización social del consumo de drogas en España
42
en los jóvenes malestares emocionales. En general, a muchos jóvenes les cuesta encontrar
“un hueco” en la compleja sociedad actual. Los contextos recreativos son contextos
juveniles donde los jóvenes pueden manifestarse tal y como se sienten. En este sentido, los
consumos de drogas ayudan a mitigar los malestares provocados por los quehaceres
diarios, y posibilitan unas emociones que les ayudan a evadirse de la realidad.
“H. Hay muchas cosas de esta sociedad que son muy feas ¿no? Y que si te
paras a pensar, a veces te agobias... y es cuando quieres romper con todo,
dejarlo todo y no lo haces y no sé, las drogas te dan, al menos a mí me dan,
momentos en que... pues no pienso, o pienso en otras cosas, me dan otra
sensibilidad, pienso las cosas de otra manera que no lo sé ver sin estar bajo los
efectos de algunas sustancias... cosas que tenía dentro se me mueven, se me
activan.” (Madrid1).
No obstante, en ocasiones, la finalidad de evadirse de la realidad, puede ser entendido
como normal o desviado en función del contexto, los tiempos y la implicación del grupo. En
este sentido, se entienden como desviados los consumos desvinculados del grupo y con
una frecuencia de consumo elevada.
Aguantar: En ocasiones, algunos jóvenes valoran la calidad de la fiesta en función de su
duración. Para algunos jóvenes, parece clave poder permanecer de fiesta hasta la
madrugada o hasta la mañana siguiente, tanto en los propios contextos de fiesta como
44. 43
alargándola en otros contextos (casas particulares, playas…). Para conseguirlo, es
frecuente utilizar sustancias estimulantes, especialmente cocaína, aunque cada vez más se
utiliza el speed (Martínez et al, 2010). El uso de estimulantes, actúa tanto a nivel fisiológico,
permitiendo mitigar los efectos depresores del alcohol, permanecer despierto y no tener
hambre, como a nivel social, ya que estar tantas horas despierto y de fiesta, permite vivir
diferentes experiencias con el grupo de iguales, generalmente percibidas como positivas:
“M. He aprendido bastante a darle el uso que para mí tiene y es, que me dé
energía en un momento que me venga abajo, que tenga sueño, que esté muy
cansada por la semana. Que me haya pasado ya de cubatas y ya note que mis
facultades ya empiezan a bajar porque note que me he metido demasiados
cubatas, y quiero estar un poco en la fiesta y eso me lo impide, el alcohol me lo
impide.” (Barcelona2).
Centrándonos en la cocaína, muchos consumidores consideran que es “la reina de la
fiesta”, aunque consideran que es muy cara. Aprecian su capacidad estimulante que
permite aguantar muchas más horas hablando, bailando y saliendo con los amigos. Se
valora que no deja resaca y que es una sustancia “limpia” que combina perfectamente con
todas las sustancias, especialmente con el alcohol.
Relajarse: Relajarse es otra valoración positiva de las drogas. Este efecto positivo lo
atribuyen al cánnabis y, en menor medida, también se puede utilizar el alcohol con esta
45. La normalización social del consumo de drogas en España
44
finalidad. Los consumidores de cannabis, además, valoran muy positivamente compartirlo
con los amigos mientras hablan y se relajan. Algunos consumen cannabis en solitario con la
finalidad de relejarse. No obstante, este consumo en solitario no es entendido como
desviado, si no altera las relaciones sociales del consumidor.
“M. Estoy trabajando detrás de la barra y como es un trabajo tan mecánico,
porque llevo 7 años desempeñándolo, ya no tengo esa inseguridad en mí
misma y soy capaz de poder fumarme mi porro y relajarme en el momento que
pueda hacerlo porque, evidentemente, no todos los momentos son adecuados,
cuando puedo, fumo, salgo y no tengo ningún problema. Yo creo que fumo
porque lo tengo ya muy asimilado a ese trabajo. Por ejemplo, cuando trabajo
en la autopista, es una empresa que no tiene nada bien visto eso y allí no
fumo... es más, yo creo que me pondría nerviosa si fuese fumada. Sería capaz
de desempeñar el trabajo pero, seguramente, lo haría más estresada, peor y yo
me pondría mucho más nerviosa y prefiero no fumar. Lo hago en mis ratos de
ocio, libres y en ellos sí que fumo.” (Madrid1).
Ritual del grupo: El consumo de drogas genera afinidades entre los consumidores. El
hecho de consumir grupalmente, compartiendo el ritual de consumo, es valorado muy
positivamente por los consumidores, ya que hace que estén todos en la misma “onda”. Así,
se generan afinidades entre consumidores, además de una cierta solidaridad entre los que
46. 45
se invitan recíprocamente como símbolo de amistad.
6.2 La función del grupo en la normalización de los consumos
El grupo de iguales juega un papel central en la normalización del consumo de drogas. Para
los jóvenes y, en especial, para los adolescentes, el grupo de iguales adquiere una
centralidad notoria en la socialización y en su mundo relacional. Consumir drogas en
espacios festivos, es una acción que muchos jóvenes entienden como una práctica grupal
normalizada, “si la gente no me acompaña no me puedo drogar” (Pamplona). Y, por mucho
que las drogas ayuden a relacionarse con la gente, algunos jóvenes entienden que “no
saldría nunca a una discoteca y me comería una pastilla... yo sola, a conocer peña... por
mucho que te lo facilite. Me gusta más el rollo de..., o sea, con tus colegas” (Barcelona2).
Para la mayoría de los jóvenes, entonces, consumir drogas sólo adquiere sentido si se
realiza con amigos. Como resultado de este consumo compartido, los efectos de las drogas
permiten reafirmar las relaciones, haciendo que éstas se muestren con una intensidad más
elevada y que la experiencia de la fiesta sea vivida como más gratificante.
“H. Vas a buscar... muchas veces, un efecto, quiero decir, yo raramente,
bueno... creo que no lo he hecho nunca, ir con una bolsita de coca (cocaína) o
de speed (anfetamina) y me la meteré yo solo. Quiero decir un efecto. Que tú
quieres un estado y que tú quieres una compenetración, bueno una
compenetración... depende de la droga, más o menos, te alienas, pero buscas
47. La normalización social del consumo de drogas en España
46
un efecto compartido ¿no? un efecto social ¿no? estar allí con el colega ¡uha!
pues estamos todos a tope y con energía y jajá, y estás allí y no sé, la flipada
conjunta ¿no? también como una vivencia más, a veces, como si fuéramos al
cine, pero es un poco más, más intenso ¿no?” (Madrid1).
Las drogas funcionan como facilitadoras de las relaciones personales. Por eso son
apreciadas por los consumidores, ya que “de normal podrías tener ciertas barreras en la
cabeza ¿no? que fumando, o con el md (MDMA), rompes barreras” (Barcelona2). A algunos
jóvenes, consumir drogas les ayuda a superar la timidez. Por tanto, consumir drogas es una
herramienta que creen que les ayuda a mantener y potenciar las relaciones sociales porque
“es más fácil comunicarme” (Madrid1), y que tiene como resultado que “te abres mucho
más, te ayuda con la gente” (Pamplona). Esta intensificación de las relaciones personales
mediante las drogas puede llegar a situaciones que son vividas como si “te derrites, es
como una fusión.” (Barcelona1). Estar o no estar bajo los efectos de las sustancias, afecta
en cómo se vive la fiesta y las relaciones personales y, en ocasiones, puede tener como
resultado la modificación de los significados de las situaciones y relaciones que rodean al
consumidor. La próxima cita explica cómo una consumidora que está bajo los efectos de las
sustancias percibe una situación de fiesta concreta de manera diferente si está serena o no:
“M. A mí, más que nada, puede ser que me cambia el concepto, la visión ¿no?
lo que veo. Porque si estoy toda serena, pues estoy viendo a la gente con
todos los caretos ¿sabes? y me estoy muriendo de risa, de decir, ya ves
48. 47
¡qué personaje! en cambio, si yo voy de MDMA, todo súper bien ¿sabes?
Conectando con todo el mundo, en cambio si estás allá normal y te viene uno
con la cara descompuesta ¡eh! ¡no sé qué! pues...” (Barcelona 1).
La normalidad que puede adquirir el consumo de sustancias en algunos grupos, puede
conducir a que se instauren y normalicen una serie de prácticas que, a ojos de un profano,
pueden ser vistas como una desviación pero que, los miembros del grupo, entienden con
cierta normalidad. En este sentido, incluso, un consumo elevado ejercido en grupo también
puede ser vivido como normal:
“M. Lo que no me gusta es estar muy desfasada y estar sola. O sea, y ver que
con la gente con la que voy no están. Pero si todo el mundo está un poco
patrás, no me importa, me gusta.” (Barcelona 3).
El consumo de drogas se percibe como un acto que permite intensificar las relaciones y
vivirlas de forma que sin las drogas no sería posible. Por tanto, las sustancias son muy
apreciadas para compartir la fiesta con los amigos, hasta el punto de que, para muchos
jóvenes, el consumo no tiene sentido si no se hace con el grupo de iguales. Así, es el grupo
quien, en gran parte, crea la normalidad del consumo de drogas instaurándolo en las
relaciones de grupo, asimilándolo por parte de cada uno de los miembros como un
parámetro válido para valorar la idoneidad del consumo de los otros:
49. La normalización social del consumo de drogas en España
48
“M. Pues que me pasa el tiempo así, ¡plam! ¿no? Y a lo mejor te estás horas
bailando y te lo estás pasando súper bien, que no necesitas nada más que la
peña con la que estás y la música que tienes. Eso es lo que me gusta ¿no? el
disfrute máximo, hedonismo puro, sí
H. Sí, el disfrute máximo de en unas horas, estar... ¡vamos! ¡Que es que sea lo
mejor que te ha pasado en la vida!
M. O sea, a mí me encanta decirles a mis amigos que les quiero mucho cuando
estoy pedo. O sea, yo les quiero cuando no lo estoy ¿sabes? Pero a mí esto de
que se te... a mí me parece cojonudo ¡tío! Pues nos queremos muchísimo y
nos damos 40 besos más ¡pues perfecto!
H. Yo no soy tanto de me quiero, te quiero, me voy y te compro un loro, pero sí
que me gusta estar con la peña y reconocerte, aquello que te miras y piensas
“joder, vas como yo ¿eh?”.
M. Sí, bueno, es un poco, es un poco lo mismo.
M. Eso es lo que me gusta. Por eso me gustan las drogas, para compartir. O
sea, no saldría nunca a una discoteca y me comería una pastilla... yo sola, a
conocer a peña... por mucho que te lo facilite. Me gusta más el rollo de..., o
sea, con tus colegas, o con la peña que estás al lado, que a lo mejor acabas de
50. 49
conocer y estás de pajareo un día con una peña y te cuentas la vida ¿no? Pues
eso sí que me gusta. Y me gustan mucho los cuentistas y las historias
surrealistas que se crean y las cosas así.” (Barcelona2)
6.3 Los contextos y los tiempos normales de consumo.
Para los consumidores de drogas existe un gran consenso sobre cuáles son los tiempos y
los contextos donde se normaliza el consumo de drogas. Estos son los tiempos informales y
los contextos recreativos de ocio nocturno, ya que lo más frecuente entre los usuarios de
sustancias es que el consumo se reserve para los momentos de fiesta:
“M. No me voy al parque un rato y me meto tres rayas de MDMA y una de
farlopa (cocaína) supongo que como todos ¿no?” (Vitoria)
Aunque, una vez se está en el contexto de fiesta, muchos usuarios de drogas consideran
que no necesitan tomar para pasárselo bien y por ello en muchas ocasiones asisten a
fiestas sin tomar nada:
“H. No es que necesite drogarme para pasármelo bien.” (Pamplona)
“M. Sin drogarme. No necesito nada.” (Madrid1).
51. La normalización social del consumo de drogas en España
50
Pero para otros sí que ayudan a disfrutar más intensamente de la fiesta, convirtiéndose en
un instrumento para pasarlo bien:
“M. Si no hay drogas, pues me cuesta más ¿no? O, inconscientemente, salgo
igual pero después puede ser que no me lo pase tan bien o no estoy tan
motivada para la fiesta.” (Barcelona2).
En función del lugar en que se produce la fiesta, los jóvenes pueden considerar el espacio
como más o menos adecuado para consumir. No todos los espacios recreativos son
adecuados para consumir, ni todas las sustancias compatibles con todos los contextos:
“M. Fiesta en una casa de algún amigo y que no voy a salir de allí no me tomo
drogas a no ser que sea un día muy especial, que nos metemos todos unas
setas así y que sea divertido porque todos estamos allá iguales, pero que no
me dice nada ¿no? el drogarme allí en una casa, allí, donde estamos haciendo
unas birras, o lo que sea, que a mí si hemos de ir a bailar, sí que, que puedo ir
sin drogarme, pero que me motiva más si me drogo, la verdad.” (Barcelona3)
El contexto también ejerce influencia sobre los efectos que se perciben de las sustancias.
Las mismas sustancias en diferentes contextos pueden modificar la experiencia, dando
como resultado la percepción de diferentes efectos:
“M. Cuando lo disfruto más es cuando salgo, cuando bailo. Yo si es como una
52. 51
encerrona en una casa, como que no quemas la droga, me queda una
sensación como que no... que me cuesta más dormir, entonces a lo mejor...
pienso más, le doy más vueltas a la cabeza…” (Barcelona3).
53. La normalización social del consumo de drogas en España
52
7. ENTRE LA NORMALIDAD Y LA DESVIACIÓN
“H. pero lo que está claro es que las drogas son para estar mejor, si tú las tomas y no
estás mejor ya no tienen sentido, hay que utilizar las cosas para llegar a ese estado
positivo, si lo que necesitas es algo para estar normal ya hay un problema, y si
necesitas algo para mantenerte hay una cosa de las drogas y es que las drogas
hacen especiales momentos que no lo son.”(Madrid1)
Para la mayoría de los consumidores, sus consumos acostumbran a ser percibidos como
normales y compatibles con su entorno. Cuando el consumidor empieza a percibir sus
consumos como disfuncionales o que no le producen los efectos deseados, tiende a
replantearse el consumo o a abandonarlo.
7.1 La visión sobre los efectos negativos.
Existen diferentes tipos de efectos negativos producidos por las drogas y con diferentes
consecuencias a corto, medio y largo plazo. Los efectos negativos a corto plazo o post-
consumo son casi indisociables de los efectos positivos. Horas después, o a la mañana
siguiente, los consumidores experimentan efectos negativos no deseados. Éstos tienen
diferente naturaleza y varían en función de la sustancia. Por ejemplo, un consumo elevado
de alcohol provocará <<resaca>>, caracterizada por deshidratación y dolor de cabeza,
aunque también puede provocar dolores gastrointestinales, vómitos, diarrea y malestar en
54. 53
general. Los estimulantes provocan el llamado <<bajón>>, caracterizado por síntomas como
ansiedad, insomnio, irascibilidad, depresión emocional, cansancio físico, en ocasiones
aglutinados en un malestar en general.
Los efectos negativos tienden a ser evitados por los consumidores, aunque son conscientes
de que son indisociables al consumo de las sustancias. Para evitar los efectos indeseados a
corto plazo, los consumidores pueden poner en marcha ciertas estrategias durante las
salidas nocturnas para evitar problemas, como es controlar las dosis, retirarse antes a
dormir, beber agua y comer a lo largo de la fiesta, entre los más citados, así como espaciar
los consumos.
Los síntomas post-consumo remiten después de dormir, comer y descansar. Normalmente,
pasadas menos de 24 horas, el consumidor se encuentra, en cierta medida, recuperado de
los efectos negativos del consumo. No obstante, cuando persisten los efectos negativos
post-consumo, en especial el cansancio físico y la depresión emocional, los jóvenes pueden
preocuparse por sus consumos.
Los consumidores de drogas, aunque realicen unos consumos censurados socialmente,
mantienen la firme voluntad de ser miembros competentes de la sociedad. En general,
durante los tiempos formales estudian y trabajan, con mayor o menor devoción, y poseen en
cierta medida un gran interés por progresar socialmente, así como por realizar actividades
desvinculadas de los consumos de drogas, ya que temen sus consecuencias más negativas
55. La normalización social del consumo de drogas en España
54
y el consumo continuado:
“M. Es muy adictiva, porque te crea un estado de ansiedad y de... Creo que con
la cocaína tú nunca eres natural, porque es muy agresiva con tu cuerpo, estás
aceleradísima. Entonces, igual la disfrutas en el momento, porque... porque
estás con tus amigos, porque... Después tiene un problema: es que
inevitablemente bebes más, porque la cocaína corta el alcohol, y entonces
como… no sé, como que estás en un estado así de... de excitación.
M. Yo creo que depende de la persona ¿no? Hay personas que sí que lo
disfrutan de otra manera, a mí me pasa, por ejemplo con la cocaína me da otra
sensación, me da mucha ansiedad y no me sienta muy bien. Pero tengo
amigos que consumen, y ellos lo disfrutan mucho más que a lo mejor con
éxtasis, yo creo que depende un poco de lo que tú buscas y cómo eres...
M. Exactamente... y supongo porque… no es lo que busco yo. Lo que quiero
decir que, en su momento, cuando se te enciende la lucecita pues no... no te
apetezca, aunque te apetece, es una droga, es un clic que te hace la cabeza a
la cual no sabes resistir. Ahora mucho más que antes, evidentemente, las
cosas en tu cuerpo están de otra manera. Pero a mí no... Particularmente, a
parte, o sea, el perfil de gente que he visto pillada de la cocaína es
56. 55
absolutamente nefasto.” (Barcelona2)
Es frecuente que ciertos consumidores de drogas no desarrollen problemas severos, no
obstante, si analizamos los itinerarios vitales de los consumidores, especialmente de los que
han mantenido consumos intensivos, vemos claramente cómo han vivido situaciones
negativas provocadas por sus consumos y que, inevitablemente, han variado su posición en
el entramado relacional. Tal vez las consecuencias del consumo no los han conducido a la
estigmatización ni a la marginalidad social, pero sí que a nivel emocional les han provocado
problemas difícilmente reparables, especialmente entre las personas más cercanas, como
perder amigos por malentendidos, sufrimiento ocasionado a los padres, accidentes de
coche (que puede implicar la muerte de alguna persona), y otras experiencias traumáticas.
Así, estas situaciones, aunque no conduzcan a la desviación social, son vividas como
negativas:
“H. Están ahí para eso, esta naturaleza las creó por algo, si nos afectan el
cerebro es por algo, esa es su razón de ser que las tomemos de una forma
razonable y, sobre todo, evitando hacer daño a terceros en la medida de lo
posible, no podemos evitar el daño que se haga uno mismo emocionalmente, la
idea que se generen los demás de nosotros no la podemos evitar,
evidentemente, nuestros errores, asumirlos, ser responsables y reconocer los
errores, ‘perdona, te molesté, hice esto’ incentivar la comunicación ‘oye, si hay
algo que te molesta, dímelo.” (Gótico)
7.2 Cuestionarse los consumos.
Los consumidores, a priori, intentan mantener un equilibrio entre sus consumos y las
57. La normalización social del consumo de drogas en España
56
responsabilidades diarias. No obstante, es frecuente vivir momentos o etapas de
intensificación del consumo que pueden provocar ciertos desajustes con el entono
relacional, estos acontecimientos acostumbran a hacer reflexionar al consumidor sobre su
propio consumo. Producto de la reflexión, o se abandona el consumo o se modera la
frecuencia. Entre los consumidores que no perciben las disfunciones o que las viven como
“la inevitable cara B”, es frecuente que las disfunciones se conviertan en problemas
severos.
Los motivos por los cuales una persona disminuye o abandona el consumo de drogas los
podemos dividir en dos tipos. Por una parte, los problemas de tipo psicofisiológico y, por
otra, los de tipo social.
Tipo psicofisiológico: En esta categoría englobaríamos todos los problemas relacionados
tanto a nivel psicológico como fisiológico. Los problemas de tipo psicológico se pueden
manifestar después de un consumo intensivo puntual o después de cierto tiempo
efectuando consumos intensivos. Estos problemas, que hacen replantearse los consumos,
pueden ser de diverso tipo, como ataques de pánico, ansiedad, manías persecutorias u
otras dolencias psicológicas. Normalmente, después de abandonar el consumo remiten los
malestares psicóticos, por lo que es frecuente que no se precise de atención especializada.
El próximo texto nos ilustra del abandono temporal de las drogas por los problemas
psicóticos derivados del consumo de cocaína:
58. 57
“H. Hombre, yo estuve enganchado a la cocaína allá por el año 99 y me metía,
pues eso, el efecto que me hacía al principio que era de la seguridad que tú
hablabas, de sentirte tal, de bailar todas las noches de puta madre y pasártelo
bien a ir pasando... o sea, yo iba viendo cómo colegas que ya tenían un
consumo más avanzado, iban teniendo etapas que yo en ese momento ni me
imaginaba. El colega de toda la vida, pues él no bailaba, él estaba en la barra,
con la copa así y se pasaba las noches ahí y luego yo me vi que estaba en la
barra con él y ya no bailaba y luego teníamos otro colega que ese ya iba un
paso más adelante que nosotros que en los after nos decía: joder, es que la
gente nos mira, no sé qué ¡esto está lleno de secreta...! y nos despollábamos
de él y acabamos igual que él y entonces... estuve tres años y medio sin
consumir y a los tres años y medio volví a consumir y el efecto que me hizo no
fue aquél primero sino que fue el último ¿sabes? Yo, ya no he podido con el
consumo, a pesar de haber espaciado tanto tiempo el consumo, haber
retomado aquel primer efecto de seguridad, de qué bien estoy, de qué bien me
lo paso, de qué guay soy y qué de puta madre es todo, o sea, ese efecto ya no
se ha producido.” (Madrid1)
Los malestares emocionales también son un factor implicado en abandonar o disminuir los
consumos:
“H. Es porque a lo mejor estoy hecho polvo por otros motivos
59. La normalización social del consumo de drogas en España
58
emocionales, porque como creo que ha quedado presente en mi
historial, en mi vida, antes de consumir drogas, sobre todo las ilegales,
antes de consumirlas ya mi vida o mi estado estaba ya tocado, es decir,
lo que nos influye y lo que nos marca es asumir emocionalmente todos
esos desajustes estructurales que están tan presentes en la vida de todo
el mundo… habría que analizar por qué otras personas con una vida
fácil... yo creo que son otras vías… la ignorancia es muy grosera, es muy
insultante y todas estas cosas, podemos empezar por ahí pero en
cuestiones de tocado emocionalmente... del daño emocional que es lo
que te arrastra a cometer los errores y, sobre todo, a la vía de la
autodestrucción, del no quererse, del aniquilarse y utilizar las drogas
para ello, yo creo que, en gran medida no es, por las mismas drogas,
evidentemente, sino que son las herramientas, la justificación, la ‘pistola
cargada de balas de placer’ pero en ningún momento son ellas las que
generan el... la depresión o la obsesión por acabar con una vida.”
(Techno)
En casos más graves, los síntomas persisten sin haber consumido, por eso es frecuente
buscar la atención médica. En general, estos problemas o “sustos” hacen que los
consumidores replanteen sus consumos, disminuyéndolos o abandonándolos. En
ocasiones, los malestares psicológicos se asocian exclusivamente a una sustancia,
60. 59
especialmente a la cocaína, el cannabis o a los alucinógenos, por lo que algunos
consumidores evitan el consumo de la sustancia que les causa las dolencias, pero pueden
mantener consumos de otras drogas sin que les desencadene un episodio psicótico. El
próximo texto nos ilustra (extensamente) la historia de una exconsumidora y de como una
única experiencia traumática le hizo abandonar por completo los consumos:
“E. ¿Qué te llevó a dejarlo todo?
M. pues yo creo que estaba en una situación que trabajaba muchísimo e igual
un poco de estrés porque el estrés es algo que viene con la edad y con el ritmo
de vida de cada uno y yo creo que es una enfermedad adulta y cuando ya
empiezas a tener un poco más de conciencia real de todo, te agobias, no sé,
vas evolucionando a tener cada vez menos paciencia, a olvidarte más a pensar
más en todas esas cosas, y eso unido a que yo creo que con 12 años te
someten a estrés y no lo manifiestas igual de la misma manera pero yo ya con
22 años, teniendo mucho trabajo, estrés que todavía no sabía lo que era,
siguiendo drogándome comiendo mal y fumando porros constantemente pues
no dejas descansar a tu cabeza... realmente es que no descansas nunca, no
desconectas de nada en el fondo, aunque las drogas pienses que te hacen
desconectar, yo creo que es todo lo contrario, estás todo el rato consciente en
el fondo y eso acabó dándome un ataque de ansiedad un día en el trabajo y
que se manifestaba en tembleques y en mareos, pensaba que me iba a
61. La normalización social del consumo de drogas en España
60
desmayar... palpitaciones... Entre que pensaba que me iba a desmayar ahí en
medio, entre que no veía nada, se me acercaban las paredes, me faltaba el
aire, taquicardia y empecé a pensar que, a parte de que me podía desmayar,
igual me daba un ataque al corazón y me moría... bueno ¡una cosa! Una
mezcla de sensaciones horribles que luego supe que eran ataques de pánico y
lo pasé fatal... me tuvieron que sacar del trabajo, me dieron una tila, de ahí me
tuve que ir andando sola a casa súper lejos, que me tuve que parar dos veces
por el camino porque pensaba que me iba a morir… ¡malo! Fue de los días
más horribles de mi vida y ya casi cuando estaba en el sofá sola, claro, estaba
sola, eso también me daba miedo y paranoias... cosas que nunca antes había
sentido, situaciones normales que de repente se te hacen cuesta arriba, ir sola
por la calle, estar sola en casa, que me tiembla la pierna y no puedo parar y...
estaba, pues eso, muerta de miedo y dije me voy a hacer un porro a ver si me
relajo y fue hacerme el porro y eso se agudizó muchísimo más... claro, yo que
sé, no tenía ni idea... Paranoias, lo que se puede acercar más a una paranoia
era pensar que me iba a morir y eso a mí me embarullaba bastante, no veía
nada falso de me están mirando mal o me siguen u oigo voces... creo que no
tuve ningún brote psicótico en ese sentido que creo que sí que he oído gente
que puede despertarle algún pequeño brote psicótico en determinado momento
de su vida por abuso de drogas... a mí no me pasó nada de eso pero tenía un
miedo atroz a que me iba a morir... igual eso también es un brote psicótico
62. 61
¿no? No lo sé. Pero claro, después de esos estados yo... fumaba incluso
¡fíjate! Un cigarro y me volvía a temblar la mano y no podía dormirme, por las
mañanas me levantaba que me quería morir y por las noches me acostaba que
me quería morir ¡era horrible! Y encima ni siquiera podía seguir con mi vida
¿no? Porque mi vida era meterme lo que me daba la gana, agarrarme un pedo,
fumarme cuatro porros ¡no lo podía hacer! Y encima todo mi entorno fumaba
porros, pero todo el mundo.” (Hippie)
Los problemas de tipo físico acostumbran a ser más graves, como pueden ser dolencias
coronarias, ulceras de estomago. Estos problemas hacen abandonar los consumos casi de
manera inexcusable.
Tipo social: Existen diferentes motivos de tipo social relacionados con disminuir o
abandonar los consumos de drogas ilegales. Uno de éstos es la relación entre los
consumos y los contextos recreativos. Muchos jóvenes, al cambiar de hábitos de ocio y
disminuir las salidas a los contextos de ocio nocturno, disminuyen o abandonan el consumo
de drogas ilegales.
Algunos las siguen utilizando cuando salen, no obstante las salidas son más infrecuentes
por lo que los riesgos asociados al consumo también son menores. El cambio en los hábitos
de ocio, se imbrica con cambios personales de todo tipo, como la formalización de una
pareja, un trabajo estable o tener hijos. Estos cambios hacen aumentar las
63. La normalización social del consumo de drogas en España
62
responsabilidades, así como los gastos económicos, por tanto, abandonar las drogas -o que
pasen a ser consumidas muy esporádicamente- es, en cierta medida, debido a factores
estructurales, como el trabajo:
“M. La balanza donde pones la relación: satisfacción que vas a obtener
con lo que esto te va a suponer en tu vida, sobre todo al día siguiente.
Yo creo que, con el paso del tiempo, sobre todo si empiezas a enrolarte
en un trabajo que tiene responsabilidades, lo que decía ella y tal, yo creo
que esta balanza se vuelve mucho más selectiva, más estricta, afinas
más. Yo, por ejemplo, ahora me planteo si quiero salir un fin de semana
de fiesta-fiestón, pues, el viernes: tengo dos días por delante. Y aún así,
me lo planteo una semana que el lunes no tenga algo importante que
hacer, porque si ese lunes tengo que estar al 100% a las nueve de la
mañana, ya sé que va a repercutir el haber salido de fiesta el viernes.”
(Barcelona3)
7.3 Estrategias para evitar problemas.
Las estrategias para evitar -o mitigar- problemas relacionados con el consumo de drogas,
ha sido una de las fuentes de trabajo más importante desde el paradigma de la reducción de
daños y riesgos. Los consumidores, en mayor o menor medida, regulan sus consumos
mediante diferentes rituales de regulación (Grund et al, 1992), es decir, establecen pautas
64. 63
de consumo para evitar mayores problemas. Pat O’Hare et al. (1992) nos presentan una
serie de factores a tener en cuenta a la hora de evitar riesgos y daños derivados del
consumo de drogas:
La manera en que se accede a la sustancia.
La preparación y cuidados que se hacen antes y después del consumo (utilizar
boquillas, descansar tras una noche de marcha, comer antes de beber…)
La propia forma en que se consume.
La combinación con otras sustancias.
Las razones por las que se consume.
Aspectos relacionados con el contexto: dónde, cuándo y con quién.
Aunque estas estrategias fueron pensadas para los consumidores de heroína, los
consumidores de drogas recreativas también utilizan estas y otras estrategias para mitigar
los consumos a corto, medio y largo plazo. Entre las diferentes estrategias para evitar
problemas destacadas por los consumidores presentamos las siguientes.
Intentar analizar las sustancias:
Para los consumidores, especialmente entre los más iniciados, la adulteración de las
sustancias en un problema con el que hay que convivir en el mercado negro de las drogas.
65. La normalización social del consumo de drogas en España
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No obstante, intentar hacer un testado de la sustancia puede dar al consumidor más
seguridad a la hora de consumir.
“M. Fuimos con nuestro MD que por favor nos lo analizara. Y nos dijo “es el mejor
del mercado, ¡podéis estar tranquilas!, ni pastillas para el corazón ni nada”. Y
dijimos: ¡¡fantástico!! ¡y nos pusimos hasta las trancas!. Y lo recuerdo como decir:
‘osti, ojalá estuviera esto en todos los sitios’ ¿sabes?, y pudieras decir ‘¿me lo
puedes mirar, por favor?’
E: ¿Qué me estoy metiendo?
M: En serio, no, no, no, es que lo encuentro básico, o sea, básico, básico, básico.
Ya no te digo la legalización, porque es como imposible, pero al menos la no
adulteración, el control de lo que te metes, yo creo que tendría que ser, ¡vamos! Y
que todos estos padres que ponen baches a sus hijos, pues en un momento dado
que fichen más por laboratorios de análisis itinerantes que al menos saben que sus
hijos, a no ser que resulte ser alérgico a cosas y tal, que eso te lo puedes mirar
con las pruebecitas éstas, o sea, no tienen por qué hacerte daño, ya te digo.”
(Barcelona2)
66. 65
Comprar a conocidos para evitar adulteraciones:
Otra estrategia en relación a la adulteración de las sustancias es comprar a personas
conocidas. En principio, un conocido y más si se le compra habitualmente, intentará “cuidar”
a la personas conocidas que le compran, tanto para evitarse problemas como para
asegurarse los “clientes”.
“M. No, de farlopa siempre he comprado al mismo, siempre, y si no es al mismo es
a gente de confianza que conozco y que sé que me va a dar algo bueno, que es lo
que él consume, que le conozca y que me fíe de él. Lo que sí que he comprado
por ahí es speed pero con la farla siempre...” (Vitoria)
No compartir los rulos
Esnifar con el mismo instrumento (rulo) puede ser una vía de infección. Para evitar las
posibles infecciones los consumidores pueden optar por no compartir estos instrumentos.
“M. O sea, algo como... como un poco novatillas, pero a mí me molaba
estar con mis colegas comprando dosificadores y rulos, ¡que lo compré
este año! Luego ya, pues mira, pajitas, papeles limpios, que esto cada
vez vas más concienciado, eres más consciente del riesgo. Y yo, vamos,
lo intento hacer si no todas, casi todas las veces que puedo, porque ahí
67. La normalización social del consumo de drogas en España
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sí que hay un riesgo y lo sabemos todos ¿no?” (Pamplona)
Espaciar los consumos:
La frecuencia con la que se consume, tal vez es el factor más importante para explicar la
aparición de los problemas. Una frecuencia de consumo alta, como podría ser todos los
fines de semana, y más si esta unida a una intensidad de consumo elevada, está
relacionada, en gran medida, con la aparición de problemas. Es este sentido, los
consumidores conocen la relación entre la frecuencia de los consumos y los problemas, por
eso intentar espaciar aquellos para reducir éstos.
“H. Pero su potencial adictivo... esto es curioso también, porque realmente
consumidores somos muchos pero... claro que hay muchísima gente con
problemas, yo creo hoy en día, serios de adicción. Pero unos los tenemos y otros
no ¿sabes? O sea, yo consumo ahora desde hace algunos años, claro que he
tenido épocas que incluso me he llegado a preocupar un poco, pero creo que de
alguna manera siempre he controlado ¿no? ¿Pero qué me hace a mí distinta a
mi amiga que consume a diario?” (Madrid1)
Disminuir la frecuencia de consumo:
Cuando durante un periodo de tiempo se ha consumido frecuentemente y, en ocasiones,
aparecen ciertas disfunciones, los consumidores pueden optar por disminuir la frecuencia
68. 67
del consumo para evitar problemas.
“H. Yo ahora no veo tampoco ningún peligro ni ningún problema... yo, desde mi
punto de vista. He visto, hace unos años con mis amigas... yo no pero igual otras
que igual de todo... ketamina, pastillas... yo con mis amigas he visto todo y antes
era exagerado, era todos los fines de semana pero era ¡uf! Y ahora como
tampoco es consumir y agarrarte la de Dios... es que ahora es consumir pero
no... normalmente poco y no siempre, entonces lo veo diferente...” (Madrid1)
Consumir en contextos adecuados.
No todos los contextos son idóneos para consumir sustancias. En algunas ocasiones, los
efectos de las drogas pueden ser incompatibles con el contexto. Por ejemplo, los
estimulantes pueden causar efectos indeseados en contextos tranquilos, como pueden ser
las casas.
“M. Sí, a mí también me pasa un poco lo mismo. Cuando lo disfruto más es
cuando salgo, cuando bailo. Yo si es como una encerrona en una casa, como
que no quemas la droga, me queda una sensación como que no... que me
cuesta más dormir, entonces a lo mejor... pienso más, le doy más vueltas a la
cabeza...”(Barcelona2)
69. La normalización social del consumo de drogas en España
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Controlar los efectos:
Los efectos de las sustancias, en ocasiones, pueden provocar situaciones desagradables
para los consumidores, como puede ser desfasarse en una fiesta, que puede desencadenar
problemas de tipo relacional a tenor del desfase u otra consecuencia negativa producto de
los efectos.
“M. Sí, claro. Yo es que soy un poco miedosa para estas cosas, les tengo mucho
respeto. Entonces sí que ha habido momentos que he dicho ‘creo que me estoy
pasando’ y, como he dicho antes, soy muy exigente y a la mínima que veo que
puedo tener un problema, soy la primera que paro los pies, intento ver qué está
pasando, intento poner una solución ¿no?” (Vitoria)
Consumir en pequeñas dosis:
“M. Y veo, yo soy responsable, si veo que alguna de ellas está ya bastante, que
ya está puesta bastante pues ya luego cuando vamos al baño le digo ¡venga, tú
una más chiquitita! Y de hecho alguna vez lo he dicho yo ‘yo la mitad que
vosotras porque ya estoy bastante bien, yo la mitad que vosotras.’” (Vitoria)
Marcarse límites:
Proponerse unos límites de consumo ayudan a no realizar consumos intensivos.
“M. Sí yo me ponía normas porque paso de hacer el degenerado y yo creo que
70. 69
todo el mundo sabe que con una raya vas que chutas y si luego te entra el
sueño, te largas... pero claro, eso no lo sueles cumplir... luego llega un momento
en que te la suda todo y... llega un momento en que la misma conciencia... yo
nunca me he metido en una noche un gramo sola, además soy una persona que
pesa poco ¡me muero ahí!” (Vitoria)
“H. Y muchas veces me he puesto retos de voy a poner a todos mis amigos una
raya y yo no me la voy a poner, a ver si aguantas esta noche así, y son retos que
me voy poniendo por eso porque sí que ha habido momentos que he visto que
igual he consumido más de lo normal, o me estoy pasando, y antes de tener un
problema ¡para los pies! y digo ¡hasta aquí y se acabó!” (Barcelona1)
Controlar el gasto:
No gastar más dinero del que se puede permitir en consumos ayuda a evitar problemas.
“H. Con la pasta, ponerte un tope porque sí que es verdad que puedes, sin darte
cuenta, fundirte el sueldo entero. Yo sí que intento tener cuidado, si yo un mes
me gastara 200 euros en cocaína ya sería preocupante... pero como eso uno
tiende a olvidarlo cuando se lo está pasando bien... para mí es mucho física y
mentalmente, si no me siento bien... ahí le veo mucho peligro, sobre todo
mentalmente... pero hasta que no tienes una reacción negativa físicamente
71. La normalización social del consumo de drogas en España
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tampoco sueles...” (Pamplona)
Consumir sin la presión de grupo:
El grupo, en ocasiones, ejerce presión para consumir. Saber decidir cuándo se quiere
consumir sin la presión grupal ayuda a no realizar consumos intensivos.
“M. Yo prefiero ir poco a poco y vas ahí cogiendo ritmillo y ¡guay! pero no soy de
las que me pongo mucho…¿no? además, que yo cuando me meto no me meto
las rayas que se mete todo el mundo acostumbrado a consumir porque si no me
volvería loca, porque me afecta bastante, como no tengo mucha costumbre... la
gente que salgo yo pues se pone bastante más que yo y yo no puedo seguir el
ritmo de los demás y eso yo lo tengo.” (Vitoria)
Hidratarse y comer:
Las salidas nocturnas y los consumos implican estar bastantes horas sin comer ni beber
bebidas no alcohólicas. Dejar de beber y comer puede acentuar el bajón producido por los
estimulantes.
“M. Tomo siempre alguna bebida de éstas, como aquarius o... minerales...
mucha fruta, mucha agua, tomo mucha agua cuando consumo o té o alguna
infusión y sí que intento no mezclarlo con el alcohol porque me vuelvo loca.”
(Madrid1)
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“M. Pues al día siguiente intento comer bien, sobre todo. Beber bastante líquido.
Pero esto lo he aprendido con los años. Después de bastantes años.” (Vitoria)
Saber retirarse de la fiesta a tiempo:
Continuar la fiesta y los consumos durante el día siguiente puede provocar más efectos
indeseados que deseados, como por ejemplo, acentuar los bajones, tener discusiones,
entre otros.
“H. Otra cosa muy importante, si estás ya muy pendiente del lunes ¡vete a casa!
‘Ostia, tío, que el lunes curro y tal... pero no me quiero ir porque me lo estoy
pasando bien pero es que tío tengo que currar y tal...’ ‘tío, vete!’ ‘no, no, tío que
estoy muy bien y no quiero cortar el rollo’ ‘pues no cortes el rollo ¿quieres que te
acompañe? Venga, va, que sí, hombre, es que no ves que vas a estar así todo el
rato...’ ‘que no, que no...’ a la media hora... ‘ostia tío que me tengo que ir y tal...’
‘¡es la segunda vez!’ ‘no te pongas así..’ ‘no, no, para que te des cuenta, venga,
vamos a casa... te acompaño’ ‘te vas ya, no te quedas...’ ‘que se va, no me
peguéis caña...’ y coges y te lo llevas... es decir que estás relajado en el
momento y cuando empiezas a preocuparte es el momento de empezar a
prepararte.” (Gótico)