Prueba libre de Geografía para obtención título Bachillerato - 2024
4 conducta animal y consucta humana
1. CONDUCTA ANIMAL Y CONDUCTA HUMANA
La Conducta es una cualidad propia de los seres vivos. Se trata de una
operación vital gracias a la cual se desenvuelven activamente en su medio. La
conducta no es una respuesta pasiva del organismo al medio, es una respuesta
con un propósito vital, una respuesta que también es propuesta. El ser vivo no
responde al estímulo de forma mecánica, sino de forma intencional.
Desarrollar una conducta es conducirse, llevarse a alguna parte, no a
cualquier parte, sino a aquella exigida por los fines del organismo en
compenetración con las posibilidades que ofrece su medio. Por modesta que
sea, toda conducta consiste en el desarrollo de un plan cuyo objetivo es anterior
a su ejecución. Un plan del que el animal no es consciente, y que requiere por
ello la existencia de estructuras de la conducta prefijadas por la herencia.
La conducta animal es siempre la respuesta a los datos captados del
mundo circundante. Para cada especie, un conjunto bien determinado de
sensaciones actúan como estímulos que desencadenan una conducta similar en
todos los individuos. Es decir, la conducta agresiva, sexual o alimenticia se
pone en marcha ante la presencia de situaciones biológicamente
desencadenantes. Tales desencadenadores son fijos y están determinados
genéticamente. La adecuación estímulo respuesta es lo que constituye la
especialización animal. A esa conducta innata, estable y automática se la
denomina instinto.
Alimentarse y reproducirse son los fines de todo animal. Pero esos fines
no se los da el animal a sí mismo, sino que le vienen dados o programados de
antemano por el instinto. Y la función del conocimiento animal no es alterar
estos fines, sino alcanzarlos del mejor modo posible.
En el hombre, en cambio, el conocimiento se autoprograma y establece sus
propias finalidades. A un conocimiento que tiene esas características se le llama
espíritu, y al sujeto que lo posee, persona.
Gracias a esa capacidad de autoprogramarse, el hombre es el único animal
«capaz de hacer promesas» (Nietzsche), «fin para sí mismo» (Kant), que «elige
sus propios fines» (Tomás de Aquino), «medida de todas las cosas» (Protágo-
ras): definiciones que enuncian, con diferencias de matiz, la misma tesis.
2. A diferencia del animal, el interés del hombre por su entorno trasciende
por completo los intereses biológicos, y no está desencadenado por ellos. Todo
en la conducta animal está orientado, a la supervivencia. En cambio, el hombre
es capaz de considerar los objetos en sí mismos, tengan o no tengan relación
con su propia supervivencia. El animal vive incrustado en su ambiente y
determinado por sus estados orgánicos, mientras que el hombre es autónomo
frente al ambiente y a la presión de lo orgánico.
Si Protágoras pudo afirmar que el hombre es la medida de todas las
cosas, ello es porque puede objetivarlo todo. Dos son las condiciones de esa
posibilidad de apertura universal: la inteligencia y la libertad.
Algunas experiencias han demostrado que el chimpancé es capaz de usar o
adaptar un objeto a modo de instrumento. Puede utilizar un palo para acercar un
plátano que no alcanza con la mano, e incluso romper una tabla ancha para que
pase entre los barrotes y alcance el plátano. Pero lo que ya no sabe hacer, si la
madera es demasiado dura para romperla con la mano, es utilizar un hacha o
una sierra para fabricar un palo a partir de una tabla. El simio ve la relación
palo-alimento, pero no ve la relación tabla-hacha-palo porque, en realidad, no
puede verse sino entenderse.
Es muy conocido otro ingenioso experimento que manifiesta la
incapacidad animal de abstraer la esencia. Paulov coloca a un simio en una gran
balsa que flota en el centro de un lago. Entre el lugar donde se sitúa el simio y
aquél donde se le proporciona el alimento, hay un aparato que produce fuego.
Pero también hay un depósito de agua y un cubo. Al ¡ mono se le enseña a sacar
agua del depósito con el cubo, apagar el fuego y llegar a la comida. Por lo
demás, el mono sabe refrescarse en el lago cuando hace calor. Pero un buen día
se quita el agua del depósito. El simio, desconcertado, sigue metiendo el cubo
en el depósito vacío sin pensar que puede llenarlo con el agua del lago. ¿Por
qué? Ésta es la respuesta de Paulov: porque «no tiene una idea general, abs-
tracta, del agua como tal; en el nivel en que se sitúan los antropoides no se
produce aún la abstracción de las propiedades específicas de los objetos».
3. El animal siempre verá en el agua una sustancia capaz de saciar su sed, o
el peligro de ahogarse, o la posibilidad de encontrar alimento: siempre algo en
relación con su propia supervivencia. El hombre, al contrario, percibe el agua
como realidad objetiva, y gracias al estudió de sus propiedades aprende a
encauzarla o a navegar sobre ella, la evapora o la congela, la usa para regar sus
campos o para mover turbinas. Todo ello, porque sabe, en alguna medida, lo
que el agua es. Y eso es la inteligencia: conocer lo que las cosas son de suyo. El
hombre es un animal biológicamente deficitario e inviable, pero sobrevive,
supera y domina a los seres vivos gracias a la inteligencia, un recurso
suprabiológico que le permite entender la realidad e instrumentalizarla para sus
fines. En este sentido la técnica es una demostración definitiva de la inteligencia
humana y de la no inteligencia animal, pues la conversión de un objeto en
instrumento requiere haber entendido qué es y qué propiedades tiene.
Al principio, el hombre descubre que con una rama desnuda puede golpear
más fuerte que con el puño, pero también advierte que el palo no hace daño a
los animales grandes. El animal grande es vulnerable si se atraviesa la protec-
ción de su espesa piel y se le hiere en su interior. La rama y el garrote son
mudos y nada entienden sobre esto, pero el hombre descubre en ellos la
posibilidad de afilarlos y convertirlos en lanza.
Con la lanza puede enfrentarse el hombre al elefante o al mamut. Pero los
pájaros no se pueden lancear. Para cazar pájaros no sirven las lanzas. Sería
preciso disminuir su peso y aumentar el impulso: así se inventa la conexión
entre el instrumento-flecha y el instrumento-arco. Sería un error pensar, observa
L. Polo, que el hombre inventa la flecha porque tiene necesidad de comer
pájaros. También el gato tiene esa misma necesidad y no inventa nada. El
hombre inventa la flecha porque su inteligencia descubre la oportunidad que le
ofrece la rama. El hambre sólo impulsa a comer, no a fabricar flechas: son dos
cosas muy diferentes. Por eso no es correcto explicar al hombre desde sus
necesidades. El hombre no necesita la inteligencia, simplemente la tiene. Y
gracias a ella no es un animal más. Gracias a ella consigue de la realidad,
exprimiéndola inteligentemente, lo que ningún animal puede conseguir.