Recuperando el Rumbo Hasta la Transformación Parte #3.pptx
Aportes para la fe y la misericordia
1. Aportes - 1
fin, alcanza salvación, porque la vida cristiana
es un constante morir al hombre viejo para
resucitar con Cristo a la vida nueva, hasta
que Dios nos llame a la vida eterna, y ese día,
cuando estemos para siempre en sus manos,
nos felicitaremos de haber perseverado en la
fe de nuestros padres. Así pues, si por puro
amor gracioso de Dios nacimos a la vida y a
la fe, es cuestión de procurar que esa fe se
arraigue firme en nuestra razón inteligente:
Creo y vivo esa fe porque sé muy bien en qué
se fundamenta mi creencia. Cuando era niño
creía porque lo decían mis mayores, pero
ahora razono, creo, palpito y obro porque estoy
plenamente convencido y quiero ser coherente
conmigo mismo, delante del Señor y también
con los que me rodean y a los que me debo.
Y, así como procuramos madurar en la fe
de nuestros padres, también debemos trasmi-
tirla a los hijos. Y esto no es pasatiempo, sino
mandato formal del Señor, del que deberemos
dar cuenta, ¡nuestro diario apostolado!, tam-
bién con los vecinos y amigos, los compañeros
de estudio o trabajo, que quizá nada saben de
todo esto y un día nos apurarán: Tenías fe,
¿me la trasmitiste o te la guardaste?
Tomás quería ver y tocar para creer, y Je-
sús le hizo ver más allá de lo que podía tocar
porque, proclamar ¡Señor y Dios mío!, como
él, no nace de ver y palpar sino de la ilumina-
ción divina misma que también nosotros reci-
bimos en el Bautismo, cuando nuestros padres
y padrinos, al compás del canto: Esta es la
luz de Cristo, ¡yo la haré brillar!, encendieron
la vela en el Cirio Pascual, símbolo de Jesús
¡Felices los que crean
sin haber visto!
Hech 5, 12-16; Sal 117, 2-4.
22-27; Apoc 1, 9-13. 17-19;
Jn 20, 19-31
En la antigüedad, los bautizados en Pas-
cua vestían túnicas blancas hasta el domingo
siguiente.También nosotros fuimos bautizados
y vestidos de blanco, símbolo de la santidad
que da el Sacramento. Hoy en día, un buen
examen de conciencia nos cambia el color
blanco por el morado de la penitencia. Pero
bien sabe Dios las exigencias que adquirimos
y nos comprometemos con el bautismo, y por
eso sigue a nuestro lado repitiéndonos: ¡Feli-
ces los que perseveren hasta el fin!
Hoy vemos a Jesús resucitado levantando
el ánimo a los suyos y dando al incrédulo To-
más el gusto de ver y tocar, para creer. Ahora
bien, se trata de tener fe, creer, y eso significa
hacer lo posible por mantener la blancura
bautismal.Significa remar contra corriente sin
desanimarnos por vernos casi siempre en el
mismo lugar, luchando por no dejarnos arras-
trar por la correntada hacia el abismo. Jesús
no pide éxitos, sino perseverar hasta el fin.
Pedir piedad al Señor es reconocer fide-
lidad, aunque nos equivoquemos; es creer
sin ver ni tocar, crecer en santidad a pesar
de cuanto mancha la blancura del bautismo,
dejando lo que avergüenza y humilla. El
domingo pasado cantábamos ¡Aleluya!, no
dejemos de hacerlo, porque el que asegura
la bienaventuranza: Felices los que creen sin
ver, también asegura:Quien persevere hasta el (Continúa en la p. 4).
Aportes para la homilía
Aportes
Celebración
2º domingo de Pascua o de la Divina Misericordia 3 de abril de 2016
Ciclo C. Color: Blanco Año XX - Nº 1134
Aportes
Celebración
para la
Homilía y guión para la Santa Misa
2. Aportes - 2
1) Introducción
Hermanos y hermanas: Cristo, el
rostro de la misericordia del Padre,
ha resucitado.En su muerte y resu-
rrección Dios ha hecho evidente su
amor y nosotros, agradecidos por tal don,
nos reunimos para celebrar, bendecir y
glorificar al Dios de la vida. Cantemos…
2) Saludo de bienvenida
Hermanos, hoy la muerte ha sido
vencida y el odio que esclavizaba
al hombre ha sucumbido ante la
vida que Dios nos da en Cristo.
Bendito sea Dios, que en su gran
misericordia nos hizo renacer por la re-
surrección de Jesucristo;que su gracia
salvadora esté siempre con ustedes.
3) Acto penitencial
Hermanos, la misericordia de Dios
es más fuerte que el pecado, por
ello reconozcamos su grandeza y
alabemos su obrar.
– Tú, que resucitaste lleno de gloria
para nunca más morir: Señor, ten
piedad.
– Tú, que nos haces hermanos, hijos
amados de tu Padre: Señor, ten
piedad.
– Tú, que nos haces Iglesia, unida
como cuerpo en el Espíritu Santo:
Señor, ten piedad.
Dios todopoderoso tenga mise-
ricordia de nosotros, perdone
nuestros pecados y nos lleve a la
vida eterna. Amén.
4) Liturgia de la Palabra
Primera lectura (Hech 5, 12-16): Las
primeras comunidades cristianas, im-
pulsadas por el Espíritu Santo, podían
ser signo profético de la venida
del Reino. Hoy, nosotros, estamos
llamados a continuar esa misión.
Salmo responsorial (Sal 117, 2-4.
22-27): La experiencia de la misericordia
divina nos invita a cantar y a alabar el
actuar de Dios en nuestra historia perso-
nal y comunitaria. Respondemos con el
salmista: R. ¡Den gracias al Señor porque
es bueno, porque es eterno su amor!
Segunda lectura (Apoc 1, 9-13,
17-19): La esperanza se plasma en las
palabras del autor del Apocalipsis, quien
hoy nos anima a poner nuestros ojos en
Cristo, la vida verdadera.
Lectura del Evangelio (Jn 20, 19-
31): La presencia de Cristo resucitado en
medio de los suyos los libera de temores
y confirma en la fe: ¡Bienaventurados los
que creen sin ver!
5) Oraciones de los fieles
Llenos de júbilo por la entrañable
misericordia de nuestro Dios, ele-
vamos nuestra oración confiada a
aquel que es el Autor de la vida.
Ten misericordia de nosotros,
Señor.
4 Por nuestra Madre Iglesia; para
que en este año de la Misericordia
que vivimos, pueda llevar el mensaje
de Cristo a los más lejanos. Oremos.
4 Por las naciones del mundo; para que
puedan caminar hacia una verdadera
reconciliación, que se realice en ini-
ciativas en pos del bien común y el
cuidado de la casa común. Oremos.
4 Por los que sufren a causa del odio,
de la opresión y de las discordias;para
que puedan experimentar el consuelo
de Dios, concretizado en la ayuda
solidaria. Oremos.
Guión para la Santa Misa
3. Aportes - 3
4 Por los que se encuentran alejados de
Dios;para que escuchando la voz inte-
rior del amor puedan retornar a casa, y
así, gozar de la misericordia de Dios y
de la alegría de la vida nueva.Oremos.
4 Por nosotros, que tenemos la gracia de
vivir este año jubilar; para que todo lo
que en él venimos celebrando pueda
dar fruto en nuestras vidas. Oremos.
Atiende, Padre bueno, las súplicas
que tus hijos te presentan y, ya que
nos permites asombrarnos por lo
que obras en favor nuestro, que todo
ello redunde también en beneficio de
los hermanos que nos das. Por Jesu-
cristo, nuestro Señor.
6) Presentación de las ofrendas
Tomás, al ver a Jesús resucitado
le ofreció su fe: ¡Señor mío y Dios
mío! Nosotros, felices por creer sin
ver, ofrezcamos el pan y el vino que
han de convertirse en su Cuerpo y en su
Sangre. Cantemos…
7) Comunión
La santidad de Dios viene en
nuestro auxilio, para levantarnos
y darnos fuerzas; es por ello que
al comulgar, se nos renueva la
confianza y la fe. Renovemos nosotros el
compromiso de ser compasivos y miseri-
cordiosos con nuestro prójimo.
8) Despedida y bendición final
Monición: Que en nuestro ca-
minar por este Año de gracia
sintamos también la presencia de
María, nuestra Madre y junto a ella glori-
fiquemos a Dios, nuestra alegría.
Bendición final
Envío: Anuncien a todos la alegría del
Resucitado, pueden ir en paz. ¡Aleluya!
¡Aleluya!
VIVÍ PLENAMENTE LA LUZ PASCUAL
30 Días de luz
Meditaciones para ser
colmado por la luz de Dios
Gustavo E. Jamut
Por medio de los textos bí-
blicos, el autor nos guía pau-
latinamente, hacia un encuentro creciente
con Dios. En este recorrido, el Señor nos irá
iluminando para descubrir el poder de la “lectio
divina”, de la meditación y de la contemplación.
Llevar la paz a quienes la necesitan
Gustavo E. Jamut
Cada cristiano tiene el sagrado
deber de llevar la paz y la felici-
dad por los caminos del mundo,
y no puede permitir que nada
ni nadie contamine o seque esa
paz y esa alegría nacida el día
de la Pascua del Señor.
PARA CULTIVAR LA MISERICORDIA
EN TU VIDA
Icono de la misericordia
Vida de la Hermana M.
Faustina Kowalska
María Winowska
En esta obra, María Winowska
trata de esbozar los temas
más importantes de la vida de
la Hna. Faustina, y nos pro-
pone los medios para trasmitir
su mensaje en el mundo actual.
30 Días de Misericordia
con Jesús Misericordioso
y santa Faustina
Gustavo E. Jamut
En esta obra, el autor propone
tomarnos 30 días para meditar
en la misericordia del Señor,
recorriendo un camino de transformación,
sanación y fortalecimiento.
4. Aportes - 4
(Viene de la p. 1).
resucitado y la conservaron por nosotros.Pero
hoy caminamos con nuestros propios pies,
repitiendo convencidos: Creo en Dios Padre,
en su Hijo Jesús, nuestro Señor, en el Espíritu
Santo… Días atrás, al renovar las promesas
del Bautismo, cantábamos: ¡Yo la haré brillar!
¿Qué me dice eso? Los demás, ¿notan que
somos cristianos? ¿En qué?
¡Señor Jesús resucitado!, tu Padre, por
su amor infinito, te envió a mostrarnos cómo
crecer y madurar “a tu imagen y semejanza” y
así, comprometido en “las cosas de tu Padre”,
te entregaste sin reservas, muriendo y resu-
citando para que entendamos cuánto él nos
ama, a tal punto que es capaz de cualquier
cosa por nuestro mayor bien y felicidad. Así
como reconocemos el amor del Padre, tam-
bién palpamos lo terrible del pecado, capaz
de asesinar al mismo Dios de la manera más
Aportes para la Celebración es un subsidio litúrgico preparado por el equipo de redacción de El Domingo, periódico religioso de
la editorial SAN PABLO, propiedad de SOCIEDAD DE SAN PABLO (PAULINOS). Riobamba 230, C1025ABF Buenos Aires,Argentina.
Teléfono: (011) 5555-2416/17/21/24. Fax: (011) 5555-2439. E-mail: director.eldomingo@sanpablo.com.ar - www.sanpablo.com.ar -
Impreso por G. S. Gráfica s.r.l., Cnel. Charlone 958, B1868DZF Piñeyro,Avellaneda (Bs.As.),Argentina.
En el Uruguay:
San Pablo: Colonia 1591 (11200) Montevideo, tel.: 24018332, cels.: 094943071/095728681, Mail: libreria@san-pablo.com.uy
ignominiosa, que es lo que te sucedió cuando
te clavaron en la cruz.
Habiendo vencido el pecado y muerte,
te presentas hoy como el “hombre nuevo”,
invitándonos a caminar sobre tus huellas,
cargando con valentía nuestras cruces,
avanzando con fe y esperanza, unidos to-
dos en el amor de tu Espíritu, como reza el
canto: “Hombres nuevos, creadores de la
historia, constructores de nueva humanidad;
hombres nuevos, luchando en esperanza,
caminantes sedientos de verdad; hombres
nuevos, amando sin fronteras, por encima
de razas y lugar; hombres nuevos al lado de
los pobres, compartiendo con ellos techo y
pan”. Tu Espíritu fortalezca nuestra fe, por la
que sigues construyendo con nuestras manos
un mundo nuevo. Esta fe pascual nos haga
mirar la vida eterna, cuando Dios sea TODO
en todos y hagamos posible ese reino de
justicia y amor. Amén.
LA FUERZA DE LA MISERICORDIA
La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción
pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en
su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibili-
dad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo. La Iglesia
“vive un deseo inagotable de brindar misericordia”. Tal vez por mucho tiempo nos hemos
olvidado de indicar y de andar por la vía de la misericordia. Por una parte, la tentación
de pretender siempre y solamente justicia ha hecho olvidar que ella es el primer paso,
necesario e indispensable; la Iglesia no obstante necesita ir más lejos para alcanzar una
meta más alta y más significativa. Por otra parte, es triste constatar cómo la experiencia
del perdón en nuestra cultura se desvanece cada vez más. Incluso la palabra misma en
algunos momentos parece evaporarse. Sin el testimonio del perdón, sin embargo, queda
solo una vida infecunda y estéril, como si se viviese en un desierto desolado. Ha llegado de
nuevo para la Iglesia el tiempo de encargarse del anuncio alegre del perdón. Es el tiempo
de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros
hermanos. El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para
mirar el futuro con esperanza.
Papa Francisco (Misericordiae vultus, 10).