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NOMBRE: CÉSAR AUGUSTO QUINTERO BURITICÁ.
PROGRAMA: FILOSOFÍA. CÓDIGO: 201319573.
MECANICISMO CARTESIANO Y DUALISMO CUERPO-ALMA EN LA
FORMACIÓN DEL FETO.
El presente trabajo pretende abordar dos conceptos propios del sistema filosófico
cartesiano: la concepción del cuerpo como una máquina y la unión de este con el alma.
Pero pretende hacerlo desde un enfoque particular, el de la formación del feto. Para ello,
se tomará como punto de partida los estudios embriológicos desarrollados por Descartes
en su Traitté de la formation dv foetvs. La finalidad consiste en dilucidar la manera
como Descartes logra entender la ontogenia humana desde los modelos mecánicos y la
manera cómo aborda el problema de la unión del embrión humano con el alma, como
también exponer las deficiencias explicativas y las implicaciones que resultan de este
modelo cartesiano.
Ya en la Sexta Meditación Metafísica, Descartes sostiene que tanto el alma como
el cuerpo, la res cogitans y la res extensa, son entidades independientes entre sí. Como
lo señala, “hay una gran diferencia entre la mente y el cuerpo, ya que el cuerpo por su
naturaleza es siempre divisible, mientras que la mente es por completo indivisible”
(Descartes, 2009, p. 189). El reconocimiento de esta distinción es crucial, ya que como
dice Jean Paul Margot, “la conclusión de la Sexta Meditación –que la materia existe y es
extensión- le proporciona así a Descartes el primer principio de una concepción
puramente geométrica y mecánica del universo” (Margot, 2003, p. 86). La divisibilidad
del cuerpo armoniza con la concepción mecanicista, ya que el cuerpo no es más que la
suma de sus partes, “los movimientos de los órganos se mandan los unos a los otros
como engranajes” (Suárez, 2000, p. 152), una máquina que siguiendo leyes mecánicas y
termodinámicas, hace posible las funciones corporales. El cuerpo debe ser concebido
como una entidad que funciona independientemente del alma, solo así puede haber
dualismo. Como agrega Suárez, “la ocurrencia de las funciones humanas es el resultado
determinado de un cierto arreglo de sus partes, por lo que tales funciones no involucran
ningún pensamiento” (Ibídem). Pero dadas las naturalezas contrarias del alma y del
cuerpo, ¿cómo es posible su unión e interacción?
El dualismo cuerpo-alma sostiene que hay reciprocidad, tanto el alma mediante
sus acciones interviene en el cuerpo, como el cuerpo lo hace mediante las pasiones y las
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percepciones sensoriales. La explicación a las interacciones cuerpo-alma las da
Descartes en su Tratado del hombre con su idea de los espíritus animales. Como diría
Cottingham:
“Descartes logra suministrar una serie de mecanismos para que los movimientos,
una vez iniciados en la glándula pineal1
, pueden ser transferidos a otras partes del
cerebro y el cuerpo, pero él no parece abordar la cuestión central de cómo un alma
incorpórea puede iniciar estos movimientos en primer lugar” (Cottingham, 1993, p.
127).
Se pone de manifiesto la insuficiencia del dualismo cartesiano de entender la
comunicación entre las sustancias materiales y las inmateriales. Cottingham puntualiza,
“[Descartes] no explica cómo los eventos cerebrales simples, por compleja que sea su
génesis fisiológica, podrían tener el poder de hacer surgir los acontecimientos en el
ámbito mental” (Ibídem). Dada la precisión elaborada, Descartes en correspondencia
con Isabel de Bohemia, sostiene que es incorrecto buscar explicar los acontecimientos
propios del alma, empleando categorías y principios mecánicos. Recurre a la noción
primitiva de unión para solventar su déficit argumentativo:
“la causa principal de nuestros errores reside en que solemos pretender recurrir a
esas nociones para explicar cosas a las que no corresponden, como sucede cuando
queremos (…) concebir la forma en que el alma mueve el cuerpo remitiéndonos a
la forma como un cuerpo mueve a otro”. (Descartes, 1999, p. 29).
Estos antecedentes del sistema filosófico cartesiano son claves para comprender
las implicaciones de un modelo explicativo del cuerpo a través de leyes mecánicas,
como también los problemas que suscita el dualismo en términos filosóficos. Pero, ¿por
qué la formación del feto? Especialmente, la formación del cuerpo humano puede
permitir dilucidar la naturaleza de la unión cuerpo-alma, ¿Descartes propone una
manera de entender el dualismo o, por el contrario, cede ante la falta de evidencia? Se
procederá entonces a relacionar el desarrollo ontogénico del feto humano con los
conceptos de la mecánica cartesiana. Posteriormente, se expondrá si existe alguna
relación entre una etapa de formación embriológica determinada y la unión del cuerpo
con el alma.
Descartes explica que el primer paso en la formación del feto, es el desarrollo del
sistema circulatorio, especialmente el desarrollo del corazón. A diferencia de William
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Descartes concibe que la glándula pineal es “la principal sede del alma y el lugar en que se producen
nuestros pensamientos. A través de la misma se recibirá la información y se comunicarán las órdenes”
(Descartes, 1990, p. 34).
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Harvey, quien propone en Motu Cordis que la sangre viaja a través del sistema
circulatorio impulsada por el bombeo de las contracciones musculares de las paredes del
corazón, Descartes considera en cambio que la circulación está dada por la naturaleza
termo-mecánica del corazón. Como el mismo lo dice, “el fuego existente en el interior
del corazón (…) solo sirve para provocar la dilatación, vaporización y sutilización de la
sangre” (Descartes, 1990, p. 26). Pero, esta misma capacidad de rarificar la sangre es la
que permite la formación del cerebro y de las grandes arterias en el feto. La propiedad
termo-mecánica del corazón permite la formación de los espíritus animales, las
sustancias más sutiles y veloces separadas de la sangre por acción del calor. Estos
espíritus se distinguen de las sustancias más gruesas o groseras. La importancia en el
desarrollo fetal es clara:
“es necesario pensar que, mientras las partes más groseras de la sangre que sale del
corazón, van en primer lugar y en línea recta hasta el punto de la semilla donde se
forman después las partes inferiores de la cabeza, las más sutiles, las que
componen los espíritus, avanzan un poco más y se ponen en el lugar que debe ser
después el cerebro” (Descartes, 1987, p. 122).
La formación del sistema circulatorio permite el desarrollo de las demás regiones
embrionarias. Es la hemodinámica, es decir el empuje y la fuerza ejercida por el avance
de la sangre, la que dispone los tejidos de cierta manera para que se abra paso a la
organogénesis. La señalización que generan los espíritus animales, permite la formación
de los nervios que emanan de la Espina Dorsal, la cual se ha podido formar gracias a los
surcos trazados en la semilla por la circulación sanguínea. El ascenso de la sangre por la
gran arteria (Aorta) empuja las partículas que conforman la semilla, dicho paso aumenta
la irrigación cerebral y rodean la formación del Conarium o glándula pineal. Aunque en
el respectivo pasaje no se explica lo concerniente al momento en el que el alma se aloja
en la glándula, la descripción morfológica elaborada por Descartes guarda mucha
relación con el papel que los espíritus animales desempeñan en la función comunicativa
del cerebro con el resto del cuerpo.
La relación entre el mecanicismo y el esbozo de la embriología cartesiana es
clave, aunque no se pueda atisbar con igual claridad su relación con el dualismo, la
formación del feto busca explicarse como un avance paulatino de la maquinaria corporal
que puede ser explicada mediante leyes naturales:
“siguiendo los diversos caminos de las materias fluidas y sutiles que los rodean, y
adaptándose a la forma de los sitios en que se encuentran, si se conociese bien
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cuáles son todas las partes de la semilla de alguna especie animal en particular, se
podría deducir de solo esto, por razones enteramente matemáticas y ciertas, toda la
figura y conformación de cada uno de sus miembros” (Ibídem, p. 152).
El Traitté de la formation dv foetvs concluye con la formación del pericardio, es
decir el pliego membranoso que cubre el corazón, y su relación con el proceso de
condensación que los pulmones hacen de la sangre rarificada según Descartes. Aunque
el tratado fue publicado póstumamente, Descartes logró mantener la coherencia en
relación a las nociones primitivas que le sugería mantener en correspondencia con
Isabel de Bohemia. Es decir, Descartes no procuró recurrir a explicaciones mecánicas
para detallar la unión substancial entre cuerpo y alma. Como dice Suárez, “Descartes
compara a los organismos con un tipo especial de máquina: el autómata, en el cual no
es evidente la fuente de energía que genera su movimiento” (Suárez, 2000, p. 149). Pese
a que la embriología cartesiana inicia con la formación del corazón y la circulación
como condición necesaria para la formación de los demás órganos, no queda claro cómo
se liga el alma al cuerpo. Dado que nacemos humanos, Descartes sugiere que es Dios, el
artífice, el ingeniero encargado de planificar y elaborar la maquinaria corporal, el
precursor de la unión substancial. Como el mismo Descartes lo sostiene:
“el cuerpo no es otra cosa que una estatua o máquina de tierra a la que Dios forma
con el propósito de hacerla tan semejante a nosotros como sea posible, de modo
que no sólo confiere al exterior de la misma el color y la forma de todos nuestros
miembros, sino que también dispone en su interior todas las piezas requeridas para
lograr que se mueva, coma, respire y, en resumen, imite todas las funciones que
nos son propias, así como cuantas podemos imaginar que tienen su origen en la
materia y sólo dependen de la disposición de los órganos” (Descartes, 1990, p. 22).
No obstante, queda la pregunta: ¿qué implicaciones se derivan una contraposición
del mecanicismo cartesiano y el dualismo cuerpo-alma? En primer lugar, son nociones
con niveles epistemológicos distintos, lo cual implica que cada una tiene una manera de
explicarse diferente. Pero, las consecuencias que se derivan son metódicas. Descartes
con su Discurso del Método propone que no hay verdad sin evidencia, ¿cómo
comprobar entonces que en efecto hay una unión entre el cuerpo y el alma? Sin duda se
puede recurrir al argumento de Dios, cuya existencia quedó comprobada por el principio
de causalidad eficiente en las Meditaciones Metafísicas. Como diría Sánchez haciendo
una lectura de las nociones primitivas cartesianas: “las nociones de extensión,
pensamiento y unión son nociones primitivas y, por tanto, corresponden a las nociones
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puestas por Dios en nosotros” (Sánchez, 2008, p. 56). Aparentemente una respuesta
insatisfactoria pero respaldada por el sistema del pensamiento cartesiano. En efecto, si
la unión cuerpo-alma se encuentra en otro plano de comprensión, es imposible
dilucidarla mediante la causalidad mecánica. Incluso, un estudio de los orígenes de la
corporeidad del ser humano es insuficiente para dar cuenta del dualismo.
Las críticas contra la postura mecanicista no se hicieron esperar. Los vitalistas le
cuestionaban al mecanicismo su falta de explicación de la reproducción de los seres
vivos. Aunque el tratado embriológico de Descartes no haya sido terminado, sus
apreciaciones permitieron entender que el cuerpo funciona integrado como un todo,
aunque solo puedo explicarlo a nivel macroscópico, actualmente contamos con
evidencia histológica y molecular que respaldan la integración de las funciones y las
estructuras corporales. Pero, como diría Le Mettrie, “el hombre es una máquina tan
compleja, que en un principio es imposible hacerse una idea clara de ella” (Descartes,
1987, p. 18). La postura de un dualismo cuerpo-alma ha venido siendo reemplazada por
la concepción biológico-funcionalista de que la mente puede ser explicada mediante el
funcionamiento de las estructuras cerebrales. Inclusive, las concepciones mecanicistas
son consideradas reduccionistas dada la complejidad de los procesos biológicos.
Revisando los tratados de embriología contemporáneos, las apreciaciones
cartesianas no son del todo erróneas. La participación de los espíritus animales puede
compararse a la regulación hormonal y genética de la formación fetal y la preeminencia
del desarrollo del sistema circulatorio según Descartes puede compararse al desarrollo
vascular mediante vasculogénesis y angiogénesis, es decir la formación de venas y
arterias (Sadler, 2007, p. 186).
Remitiéndonos al propósito inicial del trabajo, en primer lugar, el modelo
explicativo cartesiano procede en entender la formación del feto desde concepciones
mecanicistas, valiéndose de concepciones de fuerzas mecánicas, neumáticas,
termodinámicas e hidráulicas para dar cuenta de la formación de los organismos. De ahí
la importancia del corazón como centro de calor, la difusión de los espíritus animales
altamente volatizados, el desarrollo del sistema circulatorio y los despliegues tisulares
como consecuencia del movimiento sanguíneo.
En segundo lugar, el Traitté de la formation dv foetvs reconoce la noción
primitiva de unión, por lo cual no procede a explicar en términos mecánicos la unión del
alma con el embrión humano. Seguramente, las implicaciones de haber hecho lo
contrario hubieran generado contradicciones internas dentro del sistema filosófico
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cartesiano. No obstante, las contribuciones médicas de Descartes son muy valiosas,
porque permiten atestiguar la aplicación del método cartesiano a las ciencias, dando
paso a una concepción de la ciencia más experimental y detallada, la cual permitiría la
concreción del proyecto de la modernidad.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
Cottingham, John. (1993). A Descartes dictionary. Cambridge: Blackwell
Reference.
Descartes, René. (1999). Correspondencia con Isabel de Bohemia y otras cartas.
España: Alba Editorial.
Descartes, René. (1990). El Tratado del Hombre. Madrid: Alianza Editorial.
Descartes, René. (1987). L’Homme et un Traitté de la formation dv foetvs.
Zaragoza: Prensas Universitarias.
Descartes, René. (2009). Meditaciones acerca de la filosofía primera. Seguidas
de las objeciones y respuestas. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia,
Facultad de ciencias humanas.
Margot, Jean Paul. (2003). Estudios cartesianos. México D.F.: Instituto de
investigaciones filosóficas. UNAM.
Sadler, T. W. (2007). Langman. Embriología médica con orientación clínica.
Buenos Aires: Editorial Médica Panamericana.
Sánchez Ramón, Ramón. (2008). Descartes esencial. No hay verdad sin
evidencia. España: Montesinos esencial.
Suárez, Edna. (2000). El organismo como máquina: Descartes y las
explicaciones biológicas. En Álvarez, Carlos & Martínez, Rafael
(compiladores). Descartes y la ciencia del siglo XVII (pp. 138-159). Ciudad de
México: Siglo veintiuno editores.