1. MUJERES E INDEPENDENCIA. LA DIFÍCIL RUTA DE LA LIBERTAD.
Por: Diofanto Arce Tovar
RESUMEN
El proceso emancipatorio vivido por las antiguas colonias castellanas a comienzos del siglo XIX
manifestó la complejidad de la joven sociedad neogranadina. En él, la disputa por el
reconocimiento político de las élites masculinas criollas se entrecruzó con intereses de otros
grupos sociales que en este momento histórico revelaron su importancia como sujetos de poder.
El presente ensayo destaca la figura de la mujer como género que consolidó durante este período
de tiempo una lucha construida a lo largo de los siglos, que le permitió visibilizarse como pilar de la
nueva sociedad y que a pesar de las dificultades manifiestas en la estructura de pensamiento
colonial y republicano ha alimentado su aspiración de equidad y emancipación. El camino del
presente texto recorre los orígenes de las dinámicas de vida femeninas en Colombia, pasando por
el papel de las mujeres en el proceso que va de la Rebelión Comunera a la Independencia hasta
cuestionarnos sobre el languidecimiento de la emancipación de la mujer hasta bien entrado el siglo
XX, cimiento de nuevas luchas y nuevos discursos en pos de una Colombia incluyente.
PALABRAS CLAVE: emancipación, género, heroínas, independencia, masculinización.
La historia, ese complejo análisis de las sociedades humanas en el tiempo, ha entronizado al
nivel de dioses a aquellos próceres que con sus gestas o con sus símbolos incentivaron la lucha
emancipadora. Ella ha servido para sostener un imaginario colectivo que vincula a las nuevas
generaciones de los diferentes siglos con el moderno concepto de estado-nación. Fin este, de
2. varios sectores ilustrados del mundo decimonónico y de no pocas generaciones de los siglos
posteriores.
Pero esta visión que ha configurado un paisaje ideológico y una ruta de entendimiento de lo que se
podrían llamar los valores nacionales ha dejado en los márgenes de su interés a sectores sociales
poderosos, dueños de una creatividad aún en ciernes que reclaman lenta, pero seguramente su
papel en la historia.
Uno de ellos, el de las mujeres, renace durante este año del bicentenario para exigir de los brazos
de Cronos un sitial que les ha sido esquivo por la misma configuración de los pilares de lo que hoy
llamamos Colombia. Es el momento de reivindicar a aquellas que con su femineidad aún hoy
trascurren el curso de los tiempos, en la lucha denodada por su libertad que a la par es la libertad
de toda una nación.
Los doscientos años del grito de independencia pueden generar erróneamente una visión
restringida de lo que es la emancipación. Si fuéramos exactos la emancipación o independencia
lograda del estado español se refiere explícitamente a los sectores sociales conformados por los
descendientes de españoles que lograron por medio de la lucha política y en algunos casos militar
ejercer su proclamado derecho al poder público. Como muy bien lo explica dentro de su
1
maravilloso texto Fernando Guillén Martínez , son las élites comerciales y terratenientes del Nuevo
Reino de Granada, las que jalonaron la revuelta que llevaría a la consolidación de la Junta
Autónoma de Gobierno, en julio de 1810.
La movilización popular que acompañó los intereses de los líderes políticos criollos del momento
no avanzó a las estructuras sociales que intrincadas en las relaciones construidas desde la
conquista y la colonia aún hoy realizan el viaje por la emancipación. El caso de las mujeres que en
los albores del siglo XIX vivenciaron la gesta emancipadora es diciente. Ellas fueron parte activa
1
GUILLÉN, Martínez Fernando. El poder político en Colombia. Bogotá, Colombia. Planeta Editorial. 1996. P.
247-249.
3. de la ruptura social y política que se desarrollaba en el Virreinato, aunque su lucha, la particular, la
que debía romper con la agobiante carga de la masculinidad sobre sus vidas y sus cuerpos aún
estaría pendiente de realizarse.
Conquista y colonia. La mirada masculina de una sociedad.
¿Cuántas páginas deben los historiadores a las mujeres? ¿Cuántos lienzos no fueron pintados
con los rostros vivos de miles de mujeres que desde sus roles sociales construyeron en buena
parte lo que fue la sociedad neogranadina? Probablemente las gestas de los varones ilustres de
Indias tendrían que reescribirse en homenaje a todas aquellas que sus letras omiten. Busquemos
dar voz a las mujeres indias, mestizas, blancas que estuvieron en lo que hoy llamamos Colombia,
creando, viviendo, trabajando.
El territorio de lo que luego se llamó Nueva Granada, como en general toda la América
europeizada vivió el arribo en el siglo XV de una campaña masculina de conquista. Dentro de
esta visión la violencia y en especial la sexual, irrumpieron como dinámica de guerra,
2
implementada como lo refiere María Himelda Ramírez con un importante perfil estratégico, ya que
amilanaba la moral de los nativos, así como garantizaba la reproducción de una mano de obra
necesaria para la campaña ofensiva castellana. Siguiendo a la autora cabe destacar que no
todas las mujeres fueron victimizadas. En zonas de los grandes imperios indígenas algunas
alcanzaron algún nivel de inclusión junto al conquistador en “calidad de mediadoras de dos fuerzas
3
en conflicto que se orientaban por códigos diferentes” , la lectura que de estas últimas se hace se
pierde entre el resentimiento o la admiración. Obras como Azteca del norteamericano Gary
4
Jennings muestra a la Malinche de Cortés como una mujer fría y calculadora que entrega su
2
RAMÍREZ, María Himelda. Las diferencias sociales y el género en la asistencia social de la capital del Nuevo
Reino de Granada, siglos XVII y XVIII, Barcelona. 1998. 430 p. Trabajo de grado (Doctorado en Historia de
América). Universidad de Barcelona. Departamento de Antropología Social e Historia de América y África.
3
Ibid., p.34.
4
JENNINGS, Gary. Azteca, Madrid, Editorial Planeta España, 2003, p.865.
4. pueblo como respuesta a su propia codicia. Autores de corte histórico rescatan en las acciones de
conexión con el castellano el interés por mantener la esencia de lo nativo y de adaptarse rápida y
prácticamente a una nueva realidad que se presentaba como irreversible.
Sin embargo, no podemos perder de vista que la conquista androcentrica del castellano ocultó a
aquellas indígenas que cumplían papeles esenciales en las dinámicas sociales y religiosas de los
pueblos amerindios y promovieron una relación utilitarista sexual de la mujer nativa, la cual fue
convertida en muchos casos en concubina, generando desde el mismo momento del encuentro
elementos de exclusión que retumban aún en las comunidades de nuestras poblaciones.
5
La doctora María Himelda Ramírez en su trabajo doctoral nos refiere como esta situación no
socavo la voluntad de resistencia de nuestras mujeres indígenas y afro, quienes por medio de su
folclore, sus costumbres y sus prácticas cotidianas generaron estrategias que boicotearon la
avanzada masculinizante castellana, permitiendo que la esencia de la mujer indígena y negra se
transfigurara en vestuario, rituales, cantos, infusiones, todos estos elementos fuerza viva de un
pasado distinto al conquistador, que ocultaba en sus colores, sus palabras, sus letanías, esa fuerza
vibracional distintiva de las mujeres.
La práctica de la violencia de género y la delegación a la nativa y la afrodescendiente como
concubinas del blanco español se conjugan en una confusa amalgama cuando llega la mujer
blanca. Los asentamientos castellanos exigían el ejercicio del papel de la mujer en los términos de
las tradiciones emanadas desde el clero y la sociedad española, ya no la mujer compañera sexual,
6
la amancebada, la violada que era vista desde “la lente del exotismo y la suspicacia” , sino la
madre de familia, la organizadora del hogar, la educadora. Las mujeres blancas llegaban a
ejercitar su rol social estabilizador, la implantación de la sociedad castellana iba de la mano de la
implantación de las costumbres europeas que la mujer blanca transmitiría sin duda en América.
5
RAMÍREZ, Op. Cit., p. 77
6
Ibid., p.16.
5. Este momento que no es uno sino varios y paulatino en el continente, en el país, comenzará a
gestar una identidad doble en las relaciones entre los géneros en el continente y en las mismas
enunciaciones hacía las mujeres. De una parte, se encuentra en el altar del hogar, la mujer ama
de casa, dueña de las virtudes y talentos que la iglesia, la sociedad, los ritos, la herencia le han
brindado y que se convierte en el bastión de la nueva comunidad criolla. Por el otro lado, con un
halito de prohibición, misterio, temor, odio, la mestiza, la india, la mulata, la negra, dueñas en su
conjunto de lo inenarrable, de lo oculto, lo místico, lo voluptuoso que terminan siendo bautizadas
con denominaciones peyorativas que a la par manifiestan el atractivo que sobre la sociedad
masculina ofrecían, en forma de pecado, en formas de Eva.
7
Esta distinción entre Evas y Marías es narrada detalladamente por Isabel Cristina Bermúdez ,
quien desarrolla en su ensayo “Las representaciones de mujer: La imagen de María santa y
doncella y la imagen de Eva pecadora y maliciosa”, un hermoso recorrido por la concepciones
ideológicas y las realidades prácticas que hilvanaban esta dualidad aún hoy en puja en el mundo
de la vida de unos hombres ávidos del placer de la Eva pecadora y prometedora y de la estabilidad
de una María, madre y guía de hijos y esposos. El varón criollo dictamina al fin y al cabo la
prevalencia de su mirada, de sus enunciados sobre las mujeres. Evas o Marías son bautizadas
por ellos, elegidas, juzgadas, desterradas, desheredadas. Sus funciones están claras, su realidad
también. Los vástagos de unas y otras cumplirán su parte. Serán la luz de la colonia o la mano de
obra que reemplazará al alicaído indígena sometido a las mitas, encomiendas y resguardos, solos
y desplazados, sin sus mujeres, sin sus tradiciones. Cualquier irregularidad del plan masculino de
dominación será castigado, ocultado, eliminado. La emancipación, la independencia esta para
ellas aún más lejos.
7
BERMUDEZ, Isabel Cristina. Las representaciones de mujer: La imagen de María santa y doncella
y la imagen de Eva pecadora y maliciosa. En: Historia Hoy: Castas, mujeres y sociedad en la independencia.
Bogotá. 2009; 45-47.
6. La mujer colonial.
La llegada de la mujer blanca castellana representó la estabilización del sistema de vida español
en las tierras americanas. La función emanada desde el Estado y el clero para la mujer de figura
ordenadora social se manifiesta abiertamente en lo que posteriormente sería el Virreinato de la
Nueva Granada. Con la mujer se gesta un orden familiar y comunal que a través del discurso
religioso y la educación que van a recibir de mano de la misma iglesia se sostendrá en el tiempo,
delimitando paralelamente el marco de su propia opresión.
El período colonial ratifica el papel asignado por el poder establecido a las mujeres, delimitando
además de manera decidida el propio territorio físico. Mientras los planificadores urbanos trazaban
las cuadriculas de los barrios y generaban el centro de las poblaciones dirigiéndose religiosamente
hacia la catedral, los varones marcaban el espacio simbólico de los hogares para las damas, “las
reinas de los hogares” estaban circunscriptas a un espacio interior cerrado en donde cumplirían a
cabalidad su rol. Mientras tanto las fronteras del varón se expandían imperialmente a la plaza, a
los edificios públicos, al mercado, a la calle. El mundo plano y cuadrado estaba trazado, el
sostenimiento del modelo asegurado.
8
Sociólogos como Bourdieu analizan como aún en la actualidad, el diseño masculino de sociedad
se refleja en el territorio, con una carga de sometimiento poderosa que restringe, constriñe,
empequeñece. Menciona en sus reflexiones como “las mujeres permanecen encerradas en una
especie de cercado invisible que limita el territorio dejado a los movimientos y a los
desplazamientos de su cuerpo (mientras que los hombres ocupan más espacio con su cuerpo,
9
sobre todo en los lugares públicos).” Las faldas pueden haber subido los centímetros de su talle,
pero aún impiden que ellas corran libremente por el mundo.
8
BOURDIEU, Pierre. La dominación masculina. Barcelona: Editorial Anagrama, 2000. P. 31
9
Ibid., p. 43.
7. Es claro que el proceso de colonización castellano se potenció en su momento con el influjo
ideológico que la Iglesia Católica detentaba y había desarrollado en la España de la Reconquista,
fortaleciendo con él un imaginario sobre la mujer que en nada había avanzado en términos de
derechos y visiones frente al desarrollado en la conquista en siglos anteriores. La mujer estaba
restringida a “la obediencia y al estricto seguimiento de sus consejos (los del confesor)” para así
10
poder “llegar a ser mujeres virtuosas, aptas para el matrimonio” . En el cumplimiento de la
doctrina de la fe, en la sumisión al marido, en la restricción a la individualidad y a la manifestación
corporal de necesidades estaba el ideal femenino de la época. Serán estas las mujeres valoradas
como esenciales para la reproducción de los principios de vida colonial en sus respectivas proles.
Son ellas los peldaños hacia la virtud de una sociedad que paralelamente construía un nuevo
mundo con adobes del pasado.
Reitera en su análisis Isabel Cristina Bermúdez que la dualidad que ha impregnado nuestra
construcción volitiva estaba de la mano de los discursos de la época y la mujer es centro claro de
recepción de la misma. En tono amenazante la opción de vida para las mujeres podía ser el
camino de la dignidad o el infierno del deshonor y la exclusión: “si quiere ser aceptada socialmente
se cuidará de representar los símbolos de la santidad y el honor: o es monja o es esposa; si quiere
representar los símbolos del pecado y la malicia, será mujer de tratos camales no santificados,
adúltera, amancebada, concubina, prostituta, mujer de ámbitos públicos alejada del ambiente que
11
por naturaleza le tocaba”.
Las mujeres de la colonia, en especial, las de las élites económicas y políticas estaban
supeditadas a la imagen mariana de virtud, cualquier falta en este sentido, cualquier paso por fuera
del pórtico de su hogar la desistituia del rol para el cual estaba concebida. El espacio público, que
10
BERMUDEZ, Op. Cit., p.46
11
Ibíd., p. 46.
8. como tal es el del pecado no estaba habilitado para estas doncellas que al llegar a entrar en
contacto con él podrían literalmente caer en desgracia.
Este panorama que parece herméticamente concebido nos sugiere pensar sobre qué espacios
físicos y sociales comienzan a activarse aquellas mujeres que tendrán gran influencia en la
emancipación social de la colonia y en el espíritu de un país aún en construcción.
La respuesta no es fácil y abarca varias esferas, que se potencian dentro de la misma dinámica
social masculinizante que se había gestado desde el Descubrimiento. Abarca elementos de clase,
intereses económicos y dinámicas sociales que se desarrollan en los estamentos configurados
para sostener la inmovilidad de las mujeres, ejemplo claro de esto son los conventos y las casas de
caridad.
Al concebir el dominio de lo público y del espacio exterior como “el reino de lo masculino”, mientras
el hogar se entendía como “el reino de lo femenino” se comenzó a dar un curioso tejido de
relaciones que permitieron mayor visibilidad femenina en agendas que iban más allá de lo
domestico. Al ser algunas damas ilustres, esposas de comerciantes o hacendados de gran fortuna
su papel activo en el espacio económico en términos como la administración supera la inercia
inicial del ideal mariano. Estas mujeres coadyuvan en la regencia de las actividades familiares,
comenzando a destacarse como “las doñas” de sus respectivos intereses. Los hombres mientras
tanto, seguían aspirando a la expansión de las labores de su abolengo en la política y lo que
podríamos denominar la gran economía colonial.
Pero, es definitivamente en los sectores populares en donde la figura de la mujer adquiere
notoriedad y una visibilizacion mayor, debido principalmente a que el pesado corsé ideológico
delineado por los agentes del poder era cada vez más flexible mientras más bajo de la escala
social se estaba. Esto es fácilmente explicable al recordar que la base social colonial estaba
constituida por aquellos mestizos resultados de todas las mezclas, de todos los orígenes, de los
blancos sin fortuna y de los nativos y negros que aunque rechazados dentro del estatus clasista ya
9. detentaban formulas de resistencia a la postura totalizante de los blancos españoles y sus hijos
americanos con fortuna.
Las mujeres que no pertenecían a la élite colonial adquirieron notoriedad en espacios que aunque
con un sesgo antisocial eran importantes para el mismo equilibrio de estas comunidades. Las
chicherías santafereñas son un buen ejemplo de lugares manejados por mujeres, en donde al
fragor del maíz fermentado estas entraban en dinámicas comunicacionales diferentes a las de las
damas encerradas en sus aposentos o jardines. La fuerza de estos espacios para las mujeres, de
su participación en los mercados públicos, las dulcerías y panaderías radica en que el encierro
para el cual estaban destinadas por su género se rompe con la dinámica económica que tiene un
fuerte influjo emancipador tanto en el lenguaje como en el pensamiento. Sin embargo, es
importante recalcar que el sesgo masculino de la sociedad se mantenía con todo su rigor, pero la
concepción monolítica y hegemónica comienza a apreciar brechas que estallarán decididamente a
en el proceso independentista.
La ruptura con el esquema social que estas mujeres sin abolengo, las indígenas, las mestizas, las
afrodescendientes realizan pervive en los siglos de la historia libre de Colombia en las figuras de
heroicas mujeres que en cada época han denunciado la tirania y la opresión. Los gritos de las
pequeñas comerciantes, las chicheras, las artesanas ante la desmedida tributación implementada
en las Reformas Borbónicas están vinculados por el hilar del tiempo con esas obreras que en
Bello, Antioquia durante las primeras décadas del siglo XX se negaron a trabajar si se les seguía
impidiendo ingresar calzadas al lugar de labores. La simiente de la emancipación de género y
política debe reivindicar la figura de la mujer humilde que con su difícil situación de vida, irrumpe
decididamente en los escenarios menos fecundos a la libertad y la equidad.
La mujer de la independencia.
Recientemente la televisión privada nacional promocionó el inicio de una nueva serie titulada “La
Pola”, centrando su trama en el acontecer de la primera fase del siglo XIX, cuando la figura mítica
10. de Policarpa Salavarrieta grito a una sociedad temerosa verdades que aún retumban en el viaje de
nuestros tiempos.
La presentación televisiva de la tragedia de nuestra heroína, puede hacernos perder una visión
global de las múltiples independencias que mujeres como Policarpa antes o después de ella
encarnaron. Podemos caer convidados por esa gran pantalla por la que trascurren todo tipo de
eventos en la creencia de que la sociedad colonial estaba conformada por buenos y malos,
evitando así reconocer los múltiples matices que coloreaban este momento histórico, puede la
visión televisiva llevarnos a condenar a mujeres blancas criollas e hispanas que no gritaron lo que
sus espíritus empequeñecidos por el peso de la tradición tal vez nunca reflexionaron, o no valorar a
las sin voz, que como lo hemos desarrollado en este ensayo han determinado estructuras
esenciales para ser hoy distintos a los otros, para ser colombianos. Policarpa fue una, un símbolo,
una ruta, pero no la única. A continuación, reflexionaremos sobre esas mujeres que de una u otra
forma pensaron que la emancipación, la independencia también representaría su libertad, el cincel
perfecto para romper con las cadenas que impedían su tránsito libre por el mundo.
12
Los estudios historiográficos como lo postula Oswaldo Díaz Díaz han dividido a las mujeres de la
independencia en dos grupos; de un lado, las voluntarias y del otro, las heroínas. El primer grupo
está conformado por todas aquellas mujeres que formaron parte de la movilización popular que
quebró el orden social establecido y exigió la autonomía de gobierno de la mano de los líderes de
la insurrección del veinte de julio. Por su parte, las heroínas, forman parte en muchos de los casos
de las élites criollas y su incidencia es mayor en cuanto la relación directa con los próceres y los
centros de poder económico y político de la época. Sin embargo, el propio Díaz Díaz nos convoca
a no olvidar a todas aquellas que en su rol socialmente aceptado generaban rupturas contundentes
contra el sistema. Un ejemplo de estas mujeres lo presenta el mejicano Pablo Rodríguez
12
DIAZ, Díaz Oswaldo. La Pola. En: Historia Hoy: Castas, mujeres y sociedad en la independencia. Bogotá.
2009; 57.
11. 13
Jiménez cuando expone un conocido relato de la época en que una madre le postula a su hijo:
““Ve tú a morir con los hombres mientras que nosotras (hablando con las demás mujeres)
avanzamos a la Artillería y recibimos la primera descarga, y entonces vosotros los hombres
pasaréis por encima de nuestros cadáveres, cogeréis la artillería y salvaréis la patria”.
Los tres grupos de mujeres confluyeron como toda la sociedad colonial en el rechazo a la relación
que se había constituido entre el centro imperial y sus colonias. Las reformas borbónicas de
Carlos III finalizando el siglo XVII habían tenido un fuerte influjo en la mentalidad de los criollos y
nativos, en especial, en aquellos dueños y responsables de una actividad económica autónoma
que se vieron fuertemente impactados con la centralización y la exigencia de un esfuerzo tributario
mayor tal y como lo solicitaba la administración castellana. No es ajeno al proceso emancipador el
valeroso acto de Manuela Beltrán en el Socorro, Santander, cuando evita que la muchedumbre se
disipe ante la insistencia de la élite criolla liderada en este poblado por Salvador Plata de menguar
en las pretensiones, ante el miedo que la plebe asumiera roles para los que sus planes de protesta
no contaban. Esta mujer santandereana, representa claramente el doble rol de exclusión que
hemos descrito en este escrito sobre el género femenino. Pobreza y género rompían con sus
manos el odioso edicto que afectaba básicamente las relaciones económicas de la zona, pero que
como es bien sabido por toda la humanidad ¿qué actividad económica, qué rol productivo, qué
situación que afecte los ingresos, no tiene que ver en realidad con el mundo de la vida, con las
emociones, los sentimientos? La mujer comunera representada épicamente por Beltrán grita como
oprimida económica y también como excluida social, el estrecho margen de acción obligaba a gritar
14
a rebelarse .
13
RODRÍGUEZ, Jiménez Pablo. Mujeres en la independencia de Colombia. En: Revista Credencial.
Bogotá. No. 10 Serie bicentenario. 2010.
http://www.revistacredencial.com/credencial_historia/libros/Bicentenario/mujeres.html (Acceso:
Septiembre 6, 2010)
14
LIÉVANO, Aguirre Indalecio. Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia. Bogotá,
1996. Documento digitalizado por Biblioteca Virtual del Banco de la República 2005.Registro: 1198481.
12. Sin lugar a dudas el ejercicio comunero indicaba como las fuerzas coloniales estaban configurando
una reacción mayor contra la corona. Expresaba además, la complejidad social del virreinato y los
intereses que cada uno de los sectores sociales criollos. El debate de la élite criolla y su relación
con el pueblo, con los mestizos, los indios y los afroamericanos; además, de la difícil elección entre
la ruptura con el Imperio o una tibia exigencia de derechos básicamente civiles a una España que
se sumía en una de sus épocas más oscuras. Todas las dinámicas que en el movimiento
comunero se evidenciaron van a encontrarse o dilucidadas o complejizadas en 1810 y dentro de
ellas la relación de las mujeres consigo mismas y con su entorno social.
Anteriormente se presentó una clasificación de la acción de las mujeres durante el proceso
emancipador en tres grupos: las heroínas, las voluntarias y lo que sin ser peyorativos podríamos
llamar como la masa. Visualicemos el papel de unas y otras a partir de la condición de clase,
elemento que jalona paralelamente visiones particulares de mundo y formas de valorar la gesta
emancipadora. Entendamos la posición de las damas de la élite, las mujeres del pueblo y nuestras
heroínas.
Mujeres de la élite. Destino de casta, esperanza de libertad.
Dentro de la élite criolla la situación de la mujer no había avanzado casi nada en los años que
siguieron al descubrimiento en términos como su independencia económica y el acceso a los
espacios asignados a los hombres; sin embargo, como se ha podido revisar anteriormente,
algunas de las restricciones emanadas desde el orden social se resquebrajaban en la praxis de la
vida. Además, el acceso restringido pero sin embargo posible, de algunas damas de la alta
sociedad al conocimiento tanto el formulado por la iglesia, como el ilustrado, que era digerido y
discutido por sus hombres les doto de insumos para que su papel en la lucha de sus esposos por
la autonomía política y el ejercicio del poder económico fuera clave.
13. 15
En su ensayo para la revista Credencial, el mejicano Pablo Rodríguez Jiménez
recolecta nombres y acciones de ilustres damas de la élite santafereña durante el proceso de
emancipación. Relata por ejemplo como las esposas de los próceres como Francisca Prieto de
Ricaurte, compañera de vida de Camilo Torres, organizaban veladas literarias en donde circulaban
además de las ideas de la ilustración, la simiente de la sublevación.
Muchas de estas damas, habían sido educadas en los conventos y colegios para señoritas de la
capital, otras, vivían confinadas por no cumplir con la normatividad moral de la época. Estos sitios
que pueden intuirse como reproductores del sistema ideológico y de la organización social
castellana bajo el esquema de “reproductores de Marías”, jugaron un papel importante, ya que allí
se pudieron ver las mujeres como una cofradía, ampliar los temas de sus charlas y flexibilizar sus
actos a pesar de la observancia religiosa de la que eran objeto aprovechando el no contar con el
ojo amenazante de los hombres que se cernía sobre ellas por temas como la herencia y la
administración de bienes principalmente los conyugales. En estos espacios las mujeres
visualizaron el servicio de los desvalidos como una posibilidad de vida diferente a la de ser ornatos
en las salas de las casas más importantes de la colonia.
La emancipación se estaba escribiendo con letras de opresión hacía las mujeres, a pesar de esto,
las palabras de libertad y justicia inundaban todos los espíritus, recorrían todas las clases sociales
y seducían sin reparo a la gran mayoría de la población de la Nueva Granada. Sin embargo no era
fácil vivenciar de lleno el deseo de emancipación, de ruptura con las cadenas. Las mujeres de
alcurnia al igual que sus maridos no podían romper fácilmente con el concepto de fidelidad a la
corona. A pesar, de apoyar la gesta emancipadora, de sentir la necesidad de la ilustración, no
aceptaban el ejercicio popular de la resistencia y la fuerza hacía sus pares de la élite castellana. El
15
RODRÍGUEZ, Op. Cit., p 1
14. mismo día de la independencia encontramos la dicotomía que nace de una ambivalencia sembrada
en sus propios espíritus, los de la hermandad de sangre que solo estaba separado por el Gran
Océano y el deseo de ser dueños de lo que por trabajo y justicia ellos consideraban propio.
De nuevo Rodríguez Jiménez relata esta situación: “(el 13 de agosto de 1810) un grupo de mujeres
que alcanzaba, tal vez 600, arremetió contra el convento de La Enseñanza, donde se encontraba
la virreina. Tras sacarla de allí, la condujeron a la cárcel del Divorcio, mientras le gritaban
improperios, le rasgaban el vestido y lanzaban escupitajos. Este hecho llenó de indignación a las
autoridades y a la gente de la alta sociedad, que veían con escándalo cómo se había sometido a
los virreyes a un trato tan bajo y se los había recluido en cárceles. A la mañana siguiente la
nobleza local, la jerarquía eclesiástica y distintas damas rescataron a la virreina de la cárcel y la
llevaron de nuevo al Palacio. Se dice que entre éstas estuvieron Francisca Prieto de Torres,
Magdalena Ortega de Nariño, Rafaela Isasi de Lozano, Mariana Mendoza de Sanz de Santamaría
y la marquesa de San Jorge. Este comportamiento fue censurado por los líderes del movimiento
16
emancipador como propio de la plebe” . Esta duda, el temor de arremeter contra la hermandad de
casta, será sello distintivo de la élite criolla, de sus hombres y sus mujeres que veían más
amenazas en la base popular que evito el fracaso del movimiento autonomista del 20 de julio, que
de sus antiguos “amos castellanos”.
Las mujeres de la élite criolla, evidencian contradicciones que compartían con su casta, con sus
hombres, en este momento de la historia su condición de mujer iba de la mano de su estatus social
y su rol como damas dirigentes de la potencial nueva sociedad que sus hombres y su apoyo
estaban construyendo. No había tiempo para romper las cadenas jurídicas, históricas y
espirituales de su género. Aún no era su tiempo.
16
Ibid., p. 1
15. Mujeres del pueblo. Decisión y fortaleza para un destino pendiente.
Las mujeres de las otras clases sociales, tenían socialmente menos que perder, su condición de
mujer, trabajadora sin abolengo no restringía su accionar, sus ropajes eran holgados y no tenían
ese objetivo claro de deleitar la mirada del hombre restringiendo con el corsé sus propios cuerpos.
Eran dueñas de negocios, chicherías, dulcerías, puestos en el mercado, su acción económica las
hacía participes de un espacio externo diferente al palacio-cárcel en el que vivían muchas damas
de la alta sociedad. Su rol en la independencia va a ser por lo mismo mucho más radical, con
menos debates frente al resultado final de sus actos, más esperanzador, menos ambivalente.
Al igual que las mujeres de la élite santafereña, estas mujeres participaron activamente en la
insurrección y en los días posteriores al veinte de julio junto con sus hombres, defendiendo los
intereses que como núcleos familiares debían proteger. Rodríguez Jiménez expone como cientos
de mujeres de los mercados y los negocios alrededor de la plaza mayor, salieron a las calles a
protestar y exigir el cabildo abierto. Esta acción que tuvo dos fases, la una durante la jornada de
labor del día de mercado, la otra incentivada por José María Carbonell ante la amenaza de fracaso
para la jornada debe ser observada como un momento realmente clave en el reconocimiento de las
propias mujeres sobre su potencial de acción.
En la plaza mayor, las arengas no tenían diferencia de género, las voces se entremezclaban
exigiendo justicia y libertad, límites al “chapetón”, derechos para todos. En la sección anterior
Rodríguez enfatizaba como las mujeres de élite y las del pueblo tuvieron un enfrentamiento en
cuanto a las acciones y la clase social. Las mujeres de la plaza buscaban exigir justicia en la figura
de la virreina, figura poderosa de la sociedad virreinal que detentaba un poder directo que afectaba
la labor de las comerciantes, pues se le consideraba la dueña de varios de los expendios de
víveres de Santa Fe. Las mujeres del pueblo entendían que el monopolio castellano afectaba su
16. posibilidad de posicionamiento social, de salir de la condición de casta inferior. Esta mujer debía
pagar con creces el sufrimiento propio y el de la prole, debía acallar con su vida la sensación de
exclusión, de paría. Sin embargo, como lo enunciamos anteriormente las damas de sociedad
protegieron a la virreina y condenaron públicamente a la plebe.
Muchas de las mujeres del pueblo, arremetieron sin temor contra el estamento castellano, algunas
disfrazadas de hombres y rompiendo la ley que les impedía tomar las armas fueron parte de la
soldadesca que soportó la Reconquista y luego junto a Bolívar y Santander infringieron la derrota
definitiva al Imperio. Pero su heroísmo, su importancia radica precisamente en su posibilidad
como mujer. Las mujeres del pueblo soportaron como lo dictaba la tradición y sus convicciones el
peso de las familias, muchas de ellas divididas por la guerra, huérfanos en una época masculina
del hombre proveedor. Jalonaron la economía familiar que a la par está directamente relacionada
con la del Estado, crecieron dentro de los límites que ellas mismas comenzaron a trazar para
obtener libertad. Sin embargo, al finalizar el cénit de la independencia, su lucha quedó pendiente,
su valor ocultado y la labor que por décadas, sino siglos había desarrollado quedo pendiente de
obtener voz y concreción total en el futuro.
17
“¿La piedra que yo lancé, no hará tanto efecto como sus golpes? Inquirió una mujer a los
hombres que amotinados el veinte de julio atacaban los negocios y propiedades castellanas, la
respuesta se la dio el tiempo, su golpe valioso y heroico como el que más fue ocultado y bebido
con las mieles del triunfo, su rol como el de los afrodescendientes archivado en pocas crónicas que
han tenido que esperar siglos para obtener voz.
17
Ibid., p.2.
17. Heroínas. Baluartes para una nación que olvida.
Hablar de la independencia y del papel de las mujeres en ella, sin referirse a las heroínas que la
historia tradicional destacó sería un exabrupto, el espíritu de las mujeres colombianas debe nutrirse
de su hálito de libertad, ese espíritu a ellas las insufló heredado de antiguas resistencias, como la
de la famosa Gaitana que con soberbia y fiereza se opuso al invasor castellano, al asesinato de su
hijo, al dominio de lo masculino sobre la tierra, sobre lo femenino.
Sin duda, Policarpa Salavarrieta es la figura casi mítica que abarca el espacio de las heroínas de la
independencia, su mirada fiera y sus gritos ocultados por españoles y criollos son escuchados por
muchos y muchas que hoy quieren oír y rescatar en sus palabras cimientos para las gestas que
hoy nuestra sociedad, en especial las mujeres deben desarrollar.
¿Por qué la Pola trasciende la historia de próceres hombres y se sitúa altiva en el panteón de
nuestros héroes? La respuesta es sencilla, Policarpa Salavarrieta logró tener voz, ser interpretada,
superó con sus actos las restricciones sociales de las cuales las mujeres eran sujeto y escupió a
los rostros de la hipocresía, de la ambigüedad tradicional de nuestras tierras una verdad diáfana,
aun hoy vigente y presta todavía a servir a los intereses de la justicia, la equidad y la libertad.
La proclama más reconocida de Gregoria Policarpa Salavarrieta Ríos: “Pueblo indolente: cuan
diversa sería vuestra suerte si conocieseis el precio de la libertad. Ved que aunque mujer y joven
me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes mas. No olvidéis este ejemplo. Pueblo miserable,
18
yo os os compadezco, algún día tendréis más dignidad” , presenta una crudeza tal que nos obliga
a pensar en todos los años posteriores que nuestra nación ha vivido como pueblo soberano, en los
18
VARGAS, Isaac. Heroínas de la Independencia. En: http://www.ejercito.mil.co/?idcategoria=218697
(Acceso 20 de septiembre, 2010).
18. mártires de todo tipo hombres y mujeres que la nación a elevado al patíbulo para sacrificios
indolentes que no han removido totalmente las taras que como cultura poseemos. Plantea “La
Pola” tareas vigentes para todos, romper con el miedo, principal verdugo de nuestra Colombia,
revivir y conectar a la juventud a las vicisitudes de la comunidad nacional, repensar nuestros
principios en pos de la altivez y dignidad que debemos detentar y que mujeres como Salavarrieta
poseyeron y flamearon con desparpajo.
Es por esto que “La Pola” es heroína, porque era diferente y rompió como mujer la estructura
mediocre de un estado decadente y de una nueva nación que aparecía disminuida bajo los ropajes
y discursos de una élite que desconfiaba de sus conciudadanos; porque sus gritos, vulneraban a
todos los que agacharon la cabeza o a los que cobardemente permitieron que fuera fusilada,
ilustres miembros de nuestra sociedad republicana, que tan solo escribieron en papel lo que sus
acciones fueron incapaces de realizar.
Policarpa no fue la única de su especie; muy al contrario simboliza a muchas que renegaron de la
opresión y que al igual que ella fueron fusiladas o ahorcadas bajo el manto del silencio y del temor.
El país les debe mucho, nuestras acciones les adeudan un todo. Lo refería Emil Ludwing en su
biografía del Libertador: “Con las mujeres próceres, tiene Colombia una deuda de eterna gratitud,
para hablar de ellas, es preciso ponerse de pie y con un sagrado respeto, debe llegarse al Alta de
la Patria, como abriendo en un homenaje de cordial pleitesía al retablo de los más importantes
recuerdos”. Para Colombia debe ser claro que los nombres de Salavarrieta, Antonia Santos, Justa
Estepa, Anselma Leyton, Presentación Buenahora, Juana Ramírez, Dolores Torralba, Eulalia
Buroz, Bibiana Talero, Carlota Armero tienen una trascendencia como madres de la patria que no
hemos reconocido y que adeudamos. En el saldar esta acreencia con sus hijas e hijos está la paz
de nuestra tierra.
19. Después de la independencia. Nuevos dueños. Nuevas Luchas
La visibilización lograda por la mujer en el proceso emancipador, que se inició públicamente con
Manuela Beltrán en los eventos del Socorro, prosiguió con los acontecimientos de veinte de julio,
tiene su momento de clímax en la trágica muerte de Policarpa Salavarrieta y otras heroínas,
finalizando con las infinitas colaboraciones económicas, físicas, materiales y espirituales de todas
las mujeres que acompañaron la gesta bolivariana, determina el poder de las costumbres la psique
colectiva. Después de la independencia todo volvió a su sitio en términos sociales. El
establecimiento de la Nueva Granada y posteriormente de Colombia fue obra de hombres que con
su férrea impronta ocultaron a estas heroínas que han continuado librando una lucha denodada por
la equidad. Los temas de propiedad, herencia, violencia física dentro del matrimonio, figuración
política y jurídica se exploraron tibiamente en especial, durante el gobierno liberal radical. Sin
embargo, la condición de la mujer como ser humano de segunda clase se instituyó en la
República, sumándole a esta situación la herencia cultural, el ideal mariano, el temor a la alteridad
de lo femenino fortaleciendo así la opresión, la exclusión y la violencia como elementos
relacionales hacía las mujeres.
El recorrido por la condición jurídica y social de la mujer de la república que realiza Magdala
19
Velásquez Toro para la Nueva Historia de Colombia presenta vivamente las dificultades a las que
fueron sometidas hasta bien entrado el siglo XX. Inequidad jurídica, subvaloración social son las
categorías que permiten leer la situación de las mujeres.
Ellas tenían un manejo limitado de sus propiedades, las cuales pasaban a ser administradas por
sus maridos en el momento del matrimonio. Su condición jurídica y social se debilitaba en caso de
19
VELÁSQUEZ, Magdala. Condición jurídica y social de la mujer. En: Nueva Historia de Colombia. Bogotá,
Vol. IV ,1989. Editorial Planeta; pp 9-57.
20. adulterio, entendido este como una relación sexual extramatrimonial, mientras que para los
hombres solo se les era juzgados en caso de convivencia verificable con otra compañera. La
20
potestad marital anulaba sus intenciones de autonomía como sujetos de razón, se anulaba con
ella además, un potencial alegato por los hijos, los cuales sin ninguna duda pasaban a ser también
propiedad de los hombres.
La mujer no era dueña de su cuerpo, su intimidad era vulnerada, su trabajo desconocido,su espíritu
socavado. Al igual que otros sectores de la sociedad colombiana y con la evolución del
pensamiento moderno occidental comenzó un arduo camino por los derechos. Los partidos
21
socialista y liberal se comprometieron comenzando la segunda década del siglo XX a trabajar
por mayores garantías para las mujeres, ellas mismas exigieron durante la hegemonía liberal
derechos antes nunca imaginados en el contexto nacional como la potestad de sus bienes que al
fin reconocía una identidad jurídica esencial para los posteriores logros que se darían, en especial
el voto en la era de Rojas Pinilla.
Aún hoy, la lucha de las mujeres colombianas es denodada, como Policarpa gritan equidad y
exigen una sociedad más receptiva a sus realidades, una posibilidad de sintonizarse con
situaciones como la violencia intrafamiliar, la inequidad en trabajo, las bajas remuneraciones
salariales, la explotación doméstica. Como todos los colombianos comparte la sensación de que
algo falta en Colombia, que la emancipación y la libertad son más que conmemoraciones vacías
de espíritu y que por el contrario son materias en construcción en el día a día, que debe implicar a
todos con miras a un mejor presente y un futuro de prosperidad.
20
Ibíd., p.12.
21
Ibid., p.23
21. A manera de conclusión.
La ruta de la libertad no es un camino plegado de flores, como podría verse tras las coloridas
conmemoraciones que la emancipación de América y en particular de nuestra ancestral Nueva
Granada han dado origen. El camino de los héroes tanto históricos como anónimos ha sido
fecundo de momentos álgidos, de entrega, de sangre, sudor y lágrimas como lo pregonará
Churchill a los londinenses tras los ataques de la aviación nazi durante la II Guerra Mundial. La
libertad no es una tarea fácil, ni se consigue en la marcha de la soldadesca, muy al contrario, se
consolida en el lento trascurrir del día a día, en cada una de las acciones que realizamos todos
aquellos que hemos sido beneficiados por una causa, por una lucha tan vibrante e importante
como la Independencia.
Pero esta certeza es aún mayor para las mujeres. Su importante papel en el quehacer de la
emancipación las convierte en adalides y verdaderas protagonistas de la ruptura del paradigma
masculinizante castellano frente al libertario americano. Su valentía, que aún hoy sonroja a
muchos de “los bravos hombres” que son incapaces de hablar, irrigó con la humedad de lo
femenino, la tierra, símbolo sagrado de nuestra esencia para que esta se convirtiera en terreno
fértil para un futuro mejor que el de la esclavitud y la sumisión.
La emancipación abrió en medio de las ideologías de la ilustración y el enciclopedismo, un espacio
para todas aquellas que nunca leyeron a Montesquieu, Voltaire, Diderot, Paine, y que con actos los
interpretaron mejor que ningún otro, porque sus acciones eran vida, simiente de una nueva
República que no ha sabido corresponder al heroísmo que no se gesta en odas sino en la plaza de
mercado, en la calle, en la chichería o en el cuarto principal de un hogar.
22. La lucha por la independencia, permitió que las damas educadas en la más férrea tradición
cristiana sintieran que el evangelio les exigía un sacrificio mayor que la caridad, un servicio devoto
a una causa superior, casi divina, que les implicaba mirar de manera diferente el mundo que les
rodeaba. Para algunas fue una tarea imposible, para otras su devoción aunque oculta en las
letras, se visibiliza en el trascurrir de una nación que busca mejores oportunidades en este incierto
planeta azul.
Los libros de historia, en especial, aquellos ya amarillentos con los que la administración nacional
imponía una visión heroica del pasado rescataron muy a nuestro favor a las grandes heroínas,
mujeres que a pesar de las difíciles condiciones que para ellas se estructuraban en los siglos XVIII
y XIX, salieron a la calle, con rostro y cuerpo a defender lo que era justo. Estas mujeres a carta
cabal, colombianas las llamaríamos hoy, encontraron libertad en el amor, en el amar una causa,
muchas causas, la propia, la de su familia, la de un nuevo país. Pero este amor casi épico cumplía
22
con los requisitos del verdadero amor expuestos por Fromm y retomados por Bauman , es decir
con “verdadera humildad, coraje, fe, disciplina” por eso trascendió, por eso esta vigente hoy,
esperando a recibir de nosotros esa misma capacidad de entregarse.
Este año, el año de la conmemoración del grito de Independencia, nos convoca a venerar a las
mujeres que la historia nos ha recuperado y a acompañar como sociedad a las de carne y hueso
que construyen sin fatiga un país mejor para sus hijos, sus esposos, sus hermanos, sus padres.
Los doscientos años de la emancipación son una excelente oportunidad para que como sociedad
nos levantemos y digamos gracias mujeres, también, para que demos rostro y voz a las que no
pueden tenerlas, demos cuerpo a las que la maldad ha mutilado, demos justicia para las que han
sido acalladas, golpeadas o violadas, demos salarios justos para las que todo el tiempo trabajan,
22
BAUMAN, Zygmunt. Amor Líquido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2009. P. 22.
23. demos dignidad a las que agachan la cabeza, demos comida a las hambrientas, para así en
conjunto hombres y mujeres de esta joven patria sentir, vivir lo que realmente es la libertad.
24. BIBLIOGRAFÍA
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VELÁSQUEZ, Magdala. Condición jurídica y social de la mujer. En: Nueva Historia de Colombia.
Bogotá, Vol. IV ,1989. Editorial Planeta; pp. 9-57.
26. MUJERES E INDEPENDENCIA. LA DIFÍCIL RUTA DE LA LIBERTAD.
DIOFANTO ARCE TOVAR
Ensayo
FUNDACIÓN EDUCATIVA DE MONTELÍBANO
FUNDACIÓN SANTILLANA-COLOMBIA
15 de octubre de 2010