VOLUMEN 1 COLECCION PRODUCCION BOVINA . SERIE SANIDAD ANIMAL
Las creencias y el éxito
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DEFINICIÓN DE CREENCIA
Antes de entrar de lleno a analizar el término creencia que nos ocupa, debemos
determinar su origen etimológico. En este sentido, tendríamos que establecer que
procede del latín, y más concretamente de lo que sería la suma del verbo credere, que
puede traducirse como “creer”, y del sufijo –entia, que es equivalente a “cualidad de un
agente”.
La Real Academia Española (RAE) define a la creencia como el firme asentimiento y
conformidad con algo. La creencia es la idea que se considera verdadera y a la que
se da completo crédito como cierta. Por ejemplo: “La creencia de los investigadores es
que la chica está viva en algún lugar del país”, “Nadie puede discutir la creencia de una
madre, pero lo cierto es que las pruebas indican lo contrario”, “En los momentos más
difíciles, me sostengo en mis creencias”.
Puede considerarse que una creencia es un paradigma que se basa en la fe, ya que no
existe demostración absoluta, fundamento racional o justificación empírica que lo
compruebe. Por eso la creencia está asociada a la religión, la doctrina o el dogma: “De
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acuerdo a la creencia de mi pueblo, los seres humanos tenemos infinidad de vidas que se
suceden unas a otras según el karma”, “No puedo apoyar una iniciativa que resulta
contraria a mis creencias cristianas”, “Tenemos que respetar a quienes tienen creencias
diferentes a las nuestras”.
La conformación de una creencia nace desde el interior de una persona (se desarrolla a
partir de las propias convicciones y los valores morales), aunque también es influenciada
por factores externos y el entorno social (la presión familiar, los grupos dominantes, etc.).
A la hora de hablar de creencias, tendríamos que subrayar la existencia de una gran
variedad de ellas. Así, por ejemplo, nos encontramos con las conocidas como creencias
globales, que son aquellas ideas que tenemos acerca de aspectos tales como la vida, el
ser humano o el mundo. No obstante, también están las creencias sobre el origen de algo,
sobre las causas o sobre el significado.:
Es importante además tener en cuenta que, por regla general, las creencias pueden ser
limitantes o potenciadoras. Las primeras se identifican por ser aquellas que lo que
consiguen es que se nos incapacite para poder pensar o actuar de determinada
manera ante una situación concreta.
Las segundas, por su parte, lo que logran es mejorar nuestra autoestima y nuestra
confianza ya que básicamente de lo que se encargan es de ayudar a potenciar
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nuestras capacidades. De esta manera, nos otorgan seguridad e iniciativa para
poder llevar a cabo determinadas actuaciones ante hechos concretos que surjan.
Es posible distinguir entre las creencias abiertas (que admiten discusión a partir de un
análisis lógico y racional) y las creencias cerradas (sólo pueden ser discutidas por
una autoridad). En el primer grupo pueden mencionarse a las creencias científicas ya
que cualquiera capaz de demostrar lo contrario está en condiciones de refutar una
creencia. Entre las creencias cerradas, las más comunes son las creencias
religiosas (que emanan de una divinidad y son administradas por unos pocos
elegidos).
Es importante establecer además que la Iglesia Católica sustenta todo el conjunto de
pilares y creencias en la figura del Dios Padre, en la existencia de La Trinidad, en el
Espíritu Santo…
Creencias potenciadoras y limitantes
Enseguida enfoquemos nuestra atención en estos dos tipos de creencias, veamos sus
diferencias y utilicémoslas a nuestro favor.
Todos nos marcamos objetivos pero para conseguirlos no sólo es necesario un plan,
también debemos conocer cómo y cuáles son nuestras creencias: esas opiniones que
tenemos de nosotros mismos que pueden ayudarnos a alcanzar nuestro propósito sin
levantar barreras, o por el contrario también pueden lanzar piedras contra nuestro propio
tejado.
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Imaginemos el siguiente caso: “Yo no soy buena hablando en público, nunca se me ha
dado bien, me pongo muy nerviosa.”
Podría preguntarme cuántas veces lo he hecho (hablar en público). Mi respuesta me
enfoca a la exposición de un trabajo que hice en la facultad y que me salió muy mal”
¿Después? ” No lo he vuelto a hacer, es que me di cuenta que lo mío no era hablar en
público”… Aquí tenemos un ejemplo de creencia limitadora.
¿Cuántas creencias limitadoras tenemos? No sólo es necesario saber el número de
creencias limitadoras que tenemos, también hay que averiguar de dónde nacen, dónde se
crean, etc. Muchas suelen venir de nuestra infancia: “mira que es torpe este niño” o “es
que no sirve para las matemáticas, no es de ciencias”. Todo esto lo hemos ido
asumiendo como propio, cuando quizás no lo sea; y el ser torpe o el no servir para las
matemáticas viene de nuestro entorno, profesores o amigos… que nos vieron caer en
algún momento o no supieron explicarnos adecuadamente la materia.
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Los científicos expertos han descubierto que nuestro cerebro aprende a saber qué
esperar de cada momento; es decir, si esperamos que en la próxima reunión de trabajo
apenas vaya a hablar porque no se me da bien hacerlo en público, lo que ocurrirá será
eso mismo, que apenas abriré la boca. ¿Y si transformamos esas creencias limitadoras
en potenciadoras? Muchas veces damos por verdad algo que no lo es. Simplemente lo
que ha ocurrido es que nos hemos aprendido que no podíamos hacer algo, bien por una
mala experiencia, o bien porque nos lo han repetido tantas veces, que al final lo hemos
creído. Sigamos con el ejemplo de hablar en público: del hecho que al presentar un
trabajo en la facultad y que no nos saliera tan bien como esperábamos, nos hemos
formado esa creencia limitante; sin habernos dado otra posibilidad. Asumimos y
nos creímos que no servíamos para hablar en público.
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Pero pongamos otro ejemplo: un niño de 1 año que comienza a andar. La primera vez
probablemente se caiga, y la segunda, y la tercera; pero lo seguirá intentando hasta que
corretee por toda la casa sin parar. Podía haberse rendido en el primer golpe, o en el
décimo. Pero lo siguió intentando, y en él era cierto que no sabía andar, pero también era
cierto que no formó una creencia limitadora. ¿Por qué no nos convertimos un poco en
bebés y reseteamos todas nuestras creencias limitadoras?
Una norma muy útil que se puede usar en el proceso de ser mejor es “convertir en
temporal cualquier creencia negativa y convertir en permanente cualquier creencia
positiva.
”El siguiente vídeo es el ejemplo de una creencia negativa (limitadora) que se
convirtió en una creencia positiva (potenciadora).
https://www.youtube.com/watch?v=3tnKXmQ1vzM
El discurso del rey
La verdadera e inspiradora historia de la lucha que representó para el rey Jorge VI
superar su tartamudeo. El rey Jorge VI había sido tartamudo desde los ocho años. Esto
hacía que le resultara difícil hablar y que hablar en público fuese una verdadera
humillación. Su tartamudeo y su inherente timidez afectaron la relación con su padre y
casi le costaron la pérdida de su futura esposa. Su problema lo hacía querer esconderse
del mundo pero, como rey, esto era imposible. Jorge VI fue apodado "el rey que no quería
ser rey". Heredó el trono sólo porque su hermano mayor renunció a él. Eduardo VIII
abdicó después de apenas 327 días, y Jorge pasaría el resto de su vida en el trono y bajo
la lupa de la opinión pública. Su ascensión al trono llegó en un momento en donde
chocaron la tecnología y la historia. Jorge VI fue el primer rey de la época de las
comunicaciones masivas, podía hablar por ondas que se transmitían por el aire a
millones, en vivo, y en sus propias casas. Por primera vez en la historia, un rey no sólo
debía lograr tener aspecto de rey, sino poder hablar como un rey. El rey representa y
define a su país, en tiempos de paz y, en el caso de Jorge VI, en tiempos de guerra. Pero
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¿cómo podría tener éxito este hombre tan físicamente impedido que sus súbditos
dudaban de su capacidad? "El verdadero discurso del Rey" examinará los discursos
pronunciados por el rey Jorge VI utilizando el discurso que dio para la inauguración de la
Exposición Colonial de 1938 en el estadio de Ibrox, el discurso de coronación y el que dio
al imperio ese mismo día. Otros discursos incluidos serán los pronunciados al comenzar
la Segunda Guerra Mundial y el del Día de la Victoria.
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Decía Einstein que “hay una fuerza motriz más poderosa que la electricidad y la
energía atómica: la voluntad“.
Cuando utilizamos esta fuerza en favor de nuestros objetivos aumentamos la
posibilidad de conseguir lo que queremos. Pero hay otra fuerza que nos mueve a
actuar y es el miedo. Son dos polos opuestos a la hora de perseguir objetivos: las
personas que se rigen por la fuerza de la voluntad siguen lo que en psicología se llama
una estrategia de acercamiento, frente a la estrategia de alejamiento que emplean los que
se rigen por el miedo a la hora de actuar o tomar decisiones.
Las consecuencias de las estrategias de alejamiento motivadas por el miedo es que
a menudo nos conducen a aquello que queríamos evitar, porque normalmente lo
que más condiciona los resultados que obtenemos y lo que nos vamos
encontrando es nuestra atención, es decir, dónde ponemos el foco. Por ejemplo, si
tienes una presentación importante la semana que viene, es probable que en tus ratos
sueltos tu mente piense sobre ello, y entonces hay dos fuerzas internas que se te pueden
activar, dos emociones: la voluntad o el miedo. Si piensas en lo que no quieres,
empezarás a formular frases como “no quiero meter la pata” o “no quiero que se aburran”,
pero si te enfocas en positivo puedes formular los objetivos con frases como “quiero
triunfar”, “quiero que les encante y les sea útil”.
Por eso, te propongo como herramienta que cojas una hoja de papel o un cuaderno y
traces en medio una línea para separarla en dos partes iguales. En la parte de arriba
escribe un OBJETIVO. Lleva contigo el cuaderno, y cuando durante el día tengas
pensamientos acerca de la presentación que vas a hacer, elige una u otra parte del papel
para anotarlas: en la parte de arriba escribe las cosas que quieres con respecto a dicho
objetivo. En la parte de debajo escribe lo que no quieres, y después trata de transformarlo
en positivo.
Lo mejor de las creencias es que nosotros mismos las podemos transformar y
crear nuevas en el momento que lo decidamos. Si tú una creencia negativa por una
positiva anhelas cambiar sigue los siguientes pasos:
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Las 10 ideas irracionales más comunes de los seres
humanos
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Existe la tradición de confeccionar, en cada momento histórico, listas de las creencias
irracionales más habituales. Albert Ellis, uno de los principales psicólogos cognitivos de
la historia, hizo su propia lista de «las diez principales» en los años cincuenta del siglo
pasado. Entre ellas se podían encontrar los siguientes pensamientos: El ser humano
necesita apremiantemente ser amado, que las personas malas deben ser severamente
castigadas por ello, o que es terrible que las cosas no salgan como las planeamos.
Siguiendo esta tradición, el psicólogo Rafael Santandreu, autor de «El arte de no
amargarse la vida», ha elaborado la lista de las que, a su juicio, son las diez creencias
irracionales favoritas. «Son ideas equivocadas que producen malestar y que nos
proporcionan una mala filosofía de la vida». Eso sí, matiza, «esta es solo una lista de
las muchas que puede haber». En todo caso, añade, «estas son las que yo me encuentro
con más frecuencia».
Según explica Santandreu, todas y cada una de las aseveraciones que aparecen aquí
reflejadas son creencias que origina malestar neurótico o irracional. «Nadie necesita
ninguna de las cosas que aparecen en esta lista para ser indispensablemente felices. Se
trata de preferencias y objetivos legítimos, pero jamás condiciones indispensables para la
felicidad». Además, prosigue, «el hecho de que muchísima gente, compartan algunos de
los puntos mencionados en esta lista no significa que sean válidos. La cuestión es que
estos pensamientos están muy extendidos porque se transmiten por influencia social. Y
desde mi experiencia puedo asegurar que son responsables del actual aumento de
problemas emocionales entre la población», concluye.
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Ésta es, según este psicólogo, la lista de las diez creencias generadoras de malestar
que afectan a las personas.
1. Necesito tener a mi lado a alguien que me ame; de lo contrario, ¡qué vida más triste!
2. Tengo que ser alguien en la vida, aprovechar bien mis cualidades y virtudes. De lo
contrario, me sentiría un fracasado.
3. No puedo tolerar que la gente me menosprecie en público. Debo saber responder y
defender mi imagen.
4. Debo tener un piso en propiedad. De lo contrario, soy un maldito fracasado muerto
de hambre.
5. Tener buena salud es fundamental para ser feliz. Y lo más deseable es vivir mucho
tiempo; cuanto más, mejor: ¡incluso cien años o más!
6. Tengo que ayudar a mis familiares: padres, abuelos, hijos... Mi ayuda es fundamental
para su felicidad.
7. Si mi pareja me pone «los cuernos», no puedo continuar con esa relación. La
infidelidad es una cosa terrible que me destroza por dentro.
8. Tengo que tener una vida emocionante. De lo contrario, mi vida es un aburrimiento y,
de alguna forma, un desperdicio.
9. Más es siempre mejor. El progreso es bueno y consiste en tener más cosas, más
oportunidades, más inteligencia...; esto es obvio en el caso de desear cada vez más y
más cosas buenas como paz y alegría.
10. La soledad es muy mala. Los seres humanos necesitan tener a alguien cerca porque
si no, son unos desgraciados.
Elefante encadenado
Cuando yo era chico me encantaban los circos y lo que más me gustaba de los circos
eran los animales. También a mí, como a otros, después me enteré que me llamaba la
atención el elefante.
Durante la función la enorme bestia hacia despliegue de su peso tamaño y fuerza
descomunal...pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario
el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a
una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos
centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que
ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad
arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes.
Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre o a algún tío por el misterio del
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elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba
amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia :
Si está amaestrado ¿Por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna
respuesta coherente.
Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca...y sólo lo recordaba cuando
me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio
como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado
atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de
soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte
para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar y también al
otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal
aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que
vemos en el circo, no escapa porque cree - pobre - que NO PUEDE.
El tiene el registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco
después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese
registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez.
Vivimos creyendo que un montón de cosas "no podemos" simplemente porque alguna
vez, antes, cuando éramos chiquitos, alguna vez probamos y no pudimos. Hicimos
entonces, lo del elefante: grabamos en nuestro recuerdo: NO PUEDO... NO PUEDO Y
NUNCA PODRE. Hemos crecido portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros
mismos y nunca más lo volvimos a intentar.
Cuando mucho, de vez en cuando sentimos los grilletes, hacemos sonar las cadenas o
miramos de reojo la estaca y confirmamos el estigma: " NO PUEDO Y NUNCA PODRE "
Vivimos condicionados por el recuerdo de otros, que ya no somos y no pudieron.
Tu única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento todo tu corazón...
TODO TU CORAZON".