1. MORENA AYER Y HOY
quot;El fútbol sufre un descenso moralquot;
Muchos años después de sus goles de oro, Fernando Morena dice seguir
luchando por el deporte de sus amores, pero quot;desde adentroquot;. Lo hace a
pesar de los duros conceptos que vierte sobre el fútbol uruguayo:
representantes que no representan, amiguismos, desorganización de
base y dinero desaparecido.
CARINA NOVARESE
Fernando Morena nació en Punta Gorda, el mismo barrio en el que, 53 años
después sigue viviendo. Nació en su propia casa, en un día de febrero de
infernal calor y con la ayuda de una vecina, porque el tiempo no dio ni para que
llegara la partera. Y con cinco kilos de peso.
En 1957 la familia ya vivía en Punta Carretas, el barrio en el que el futuro
goleador pasaría buena parte de su infancia y adolescencia. La opción para su
educación fue el colegio San Francisco de Salles, porque sus padres querían
que fuera a una escuela quot;de curasquot; apta para quot;traviesosquot;, como se define ahora
el técnico de Peñarol. Allí fue un estudiante quot;más o menosquot;, un concepto que
se torna mucho mas positivo cuando a Morena se le pregunta por sus primeros
pasos en el fútbol. quot;Jugué al fútbol toda la vida y donde podíaquot;, dice. En la
calle, pero sobre todo en un campito que más que eso era una cancha de
baldosas del club de básquetbol El Faro a la que, con el tiempo, se le
agregaron unos arcos.
Sin ningún tipo de herencia quot;genéticaquot; futbolera —quot;mi padre lo único que sabía
era trabajarquot;—, Morena se largó a jugar porque sí, porque le gustaba. quot;En
aquella época para conocer de fútbol había que ir a verlo a la cancha. No es
como ahora, que prendés la televisión y tenés el partido que quierasquot;. Por eso
él iba a la cancha de Defensor, la que le quedaba más cerca aunque por esos
años era hincha de Nacional, siguiendo el parecer de su padre y en contra de
casi todos los vecinos aurinegros del barrio.
—¿Era fanático de Nacional?
—No, era hincha. Nunca fui fanático de nada ni de nadie. El que es fanático
pierde el nivel, en lo que sea.
—¿En ese momento ya sabía lo que iba a hacer en el futuro?
—No pensaba en nada. Y además no tenía que pensar, tenía una vida muy
pacífica. Iba al colegio de mañana y de tarde, estaban los amigos del barrio, el
verano en la playa, ir a ver los partidos a El Faro y alguna cosa más.
—¿El fútbol no era, como ahora para tantos niños y sus familias, la
promesa de un futuro millonario?
2. —No. Y además los dineros que se manejaban entonces, aún en Europa, ni
por asomo se acercaban a los de hoy en día. Entonces hablar de 100.000
dólares por año era una fortuna. Ahora hay tantos jugadores que ganan
100.000 dólares por mes. Es que el fútbol cambió aquí, pero también en todo el
mundo. La televisión fue fundamental en este cambio.
—¿Cuándo comenzó a ser para usted una profesión?
—Cuando uno jugaba en la Quinta división, que en ese momento era la última,
llegar a Primera era una utopía. Los planteles se formaban con gente adulta
con altos promedios de edad, entre 26 y 27 años. Cuando debuté en Primera
división, a los 17 años, lo hice —más allá de las condiciones que pudiera haber
tenido—porque en ese plantel había ausencias importantes. Con el tiempo el
fútbol se industrializó. En la década del 60 todavía había cierta bonanza en el
país. Mi padre trabajaba entonces en la Caja de Jubilaciones y en mi casa no
faltaba nada, aunque no había lujos, claro. Cuando las cosas no anduvieron tan
bien, el fútbol pasó a ocupar otro lugar. Y en el mundo entero, pasó a ser una
de las industrias que maneja más dinero, luego de la de hacer la guerra.
REPRESENTADOS
—¿En sus primeros años, alguien manejaba su carrera?
—Noooo. La carrera no me la manejaron ni cuando estaba a punto de
retirarme.
—¿Por qué? ¿Por qué así se hacían las cosas en esa época o por
decisión propia?
—Más que nada porque uno es de cierta manera. Capaz que hoy yo
necesitaría un representante. Un representante que me representara, pero no
que me dijera qué es lo que tengo que hacer. Eso es inaceptable. Una cosa es
establecer una relación a partir de mi pensamiento y otra a partir del
pensamiento del representante.
—¿Cómo son los actuales representantes en el fútbol uruguayo?
—No representan. Son los dueños de los jugadores. Eso no es lo correcto,
pero es así. El problema es de los que lo aceptan.
—¿No es un fenómeno que, como la industrialización del fútbol,
trasciende fronteras?
—No. En el mundo lo que hace el representante es pasarle las ofertas al
jugador. quot;Tengo esta oferta de tal ladoquot;, dice. Y el jugador puede contestarle:
quot;esa oferta no me interesaquot;. Y se terminó.
—¿Los jugadores en Uruguay no tienen la potestad de decir lo mismo?
—Tienen el derecho de decir que no. Y en la vida se dice que si o se dice que
3. no, algo que me enseño mi papá. Es un tema personal
PEnAROL Y DAMIANI
De la cancha del club El Faro, Morena pasó a jugar en el baby fútbol. Aunque
el fútbol de aquellos días, repite, no era tan industrial como el de ahora, a los
12 años, cuando viajó a Buenos Aires con su club, Vélez Sarsfield lo quiso
comprar. La oferta era clara: tenía que mudarse a Buenos Aires, le pagaban el
colegio y vivía en el club. quot;Yo no tenía idea de si quería irme o no, pero a mi
viejo ni se le cruzó por la cabeza dejarme irquot;. Es que, dice Morena, su padre
nunca pensó que se convertiría en futbolista profesional. quot;Para ellos no era una
metaquot;, recuerda Morena. En cuarto de liceo había comenzado a jugar en la
Quinta de Racing, gracias a un compañero de clase que era de ese cuadro. En
los dos años siguientes, mientras que pasaba de Racing a River, turnó su
tiempo entre el colegio, los entrenamientos y los largos viajes en ómnibus que
atravesaban toda la ciudad. ¿En esa época le empezaron a pagar? quot;Noooooo,
qué me iban a pagar! Sólo los grandes cobrabanquot;.
Cuando por fin pasó a la Primera de River, un Morena de 17 años comenzó a
practicar con gente de 30. Poco después, en enero de 1973, ingresó a Peñarol,
el cuadro de sus amores desde ese momento y en el que se mantuvo, en ese
primer período, durante seis años y medio.
—¿Cuándo se hizo hincha de Peñarol?
—A los tres días de mi pase al cuadro. El tema es que yo elegí a Peñarol. Lo
elegí por la propuesta deportiva que me hizo: jugar de nueve. La propuesta
deportiva de Nacional era para que jugara de puntero izquierdo. En esa época
era mejor irse a Nacional que a Peñarol, porque Nacional estaba en mejor
posición y llevaba cuatro campeonatos uruguayos al hilo. Pero mi opción fue
Peñarol. Cuando llegué al cuadro viajé con Damiani a un torneo de verano que
se llamaba Copa del Atlántico. Llegué a Porto Alegre como a las 11 de la noche
y el aeropuerto estaba desierto. De repente veo que entra todo el plantel de
Peñarol que me estaba esperando. Tenía 20 años y no me olvido de esas
sensaciones que te marcan. Peñarol estaba establecido en mi destino.
—¿Quién era Damiani en esa época y cómo era su relación con él?
—Entonces la gran figura era Cataldi, aunque Damiani comenzaba a serlo.
Peñarol siempre tuvo grandes presidentes, como lo fue Cataldi o Guelfi. A
Damiani lo conocía de vista por el Sporting de la década del 60, que era un
gran club en ese momento.
—¿Cómo evolucionó en estos años la relación?
—Lo que pasa es que yo no me relaciono con los dirigentes. Tengo relación de
trabajo pero no me relaciono socialmente. Si no estoy en el club no tengo
contacto con los dirigentes y eso es de toda la vida. Además, como seguí
vinculado profesionalmente al fútbol y no sólo como hincha, entonces seguí con
esa filosofía. Si un día echaban al entrenador de tal equipo, no me podían venir
4. a decir quot;te vimos comiendo con tal dirigentequot;. Soy y lo aparento.
—Cuando usted aceptó el cargo de técnico en Peñarol, en diciembre, se
habló nuevamente de la relación complicada que había tenido con
Damiani. ¿Qué diferencias tuvieron?
—Lo que hubo fue mala información mía, pero no importa. Yo no voy al palco
desde hace más de 20 años, simplemente porque no me gusta.
—¿No le gusta porque ahí están todos los dirigentes?
-Si....Porque no me gusta, no lo siento. Voy a la tribuna. Bueno, ahora voy al
banco de suplentes. Son formas de ser. Yo no hago lobby, aunque reconozco
que eso me trae problemas.
—¿Habría sido entrenador de Peñarol antes si hubiera hecho lobby?
—Sin duda.
LOS PROBLEMAS
Igual que Morena recuerda la whisquería -quot;de esas que ya no hayquot;- en la que
trabajaba su padre en Punta Gorda, o la cancha de baldosas del club El Faro
en la que comenzó a pegarle a la pelota apenas dio sus primeros pasos, ahora,
al frente de Peñarol y con toda una historia personal derivada en buena parte
del deporte, dice que el quot;fútbol perdió la moralquot;. A lo largo de dos horas de
entrevista, Morena repite el concepto de una y mil maneras diferentes. Y
recuerda aquella vez en que fue a darle una charla y supo los números de los
jugadores más jóvenes: siete de cada 10 juveniles no cursaban el liceo. quot;¿Y
quién dijo que estaba asegurado que iban a ser futbolistas?quot;, se pregunta
Morena. Todo se resume en una frase: quot;no es hacer plata. Es buscar la plata a
través del fútbolquot;.
-¿Luego de una carrera exitosa en el fútbol, dirigir Peñarol no es una
complicación innecesaria para usted?
—Lo más maravilloso que me puede estar pasando es estar dirigiendo Peñarol,
con todos los problemas que hay, con todos los problemas que se conocen y
los que no. Una cosa es ser entrenador de un equipo y otra cosa es ser el
entrenador de un equipo al que uno quiere, de un equipo del que los hijos son
enfermos.
—¿En diciembre, ya se veía venir los problemas que luego efectivamente
se produjeron, incluyendo los enfrentamientos entre Damiani y Casal y
las declaraciones de rebeldía?
—Cabía la posibilidad, porque ya había sucedido. Esos son los problemas que
tienen los entrenadores en cualquier equipo.
—¿Entonces estas declaraciones de rebeldía no afectaron la
5. conformación del equipo?
—El problema no es para mí, es para Peñarol. Pero claro que mi problema es
resolver y hay que buscar alternativas.
—¿Los jugadores no le pidieron consejo en el momento de decidir la
rebeldía?
—Tienen sus representantes. En esos casos yo no me meto, porque puedo
llegar a crear un enfrentamiento que es algo que no me interesa. Cuando
alguien o no tiene representante o se maneja de otra manera, yo me acerco a
conversar y a enterarme de la situación. Porque es claro que a mí me preocupa
la vida personal de los futbolistas
DESCENSO MORAL
—Mirado desde afuera siempre se ve el enfrentamiento simplificado en
dos grandes fuerzas: Casal y los cuadros, Casal y Damiani. ¿Es tan lineal
como se lo quiere hacer ver?
—Hay una situación muy incómoda.
—¿Generada por Casal, por los dirigentes o por quién?
—Generada por el fútbol, que permitió una cantidad terrible de cosas.
Maravillosos dirigentes del fútbol se cansaron y se fueron. No aparecieron más.
El fútbol entró en un descenso moral gravísimo. Y eso es lo intolerable. Cuando
hay falta de capacidad o de inteligencia, es tolerable. Si un jugador mío se
equivoca tirando un centro o errando un gol, es tolerable. Ahora, si no tiene
ganas de jugar, eso no.
—En vista de este diagnóstico negro que usted hace, ¿por qué sigue
dentro del sistema?
—Hay que pelear desde adentro. Yo adoro el fútbol. Y el que más quiero es el
mío, el uruguayo. Quien es hincha de un equipo, si juega bien o mal seguirá
siendo hincha.
—En ese sistema que usted define, ¿seguirá siendo técnico si a Peñarol
le va muy mal este año?
-No sé. No pienso en eso. Pero hay que tener dignidad en la vida, más allá de
la tentación de estar mejor. Y hay que hacer las cosas que uno tiene que hacer:
el bien para mí y el bien para el resto. El responsable del equipo soy yo.
—¿Cómo le parece que le va a ir Peñarol este año?
—Es un año muy difícil en todos los aspectos.
6. —No lo veo muy optimista...
—Optimista soy, si no ni estaría acá. La primera parte del año va a ser más
dura que la segunda. Me siento muy respaldado pero no es fácil.
—Si Damiani finalmente se retira, como anunció, ¿qué pasará en Peñarol?
—Es un año muy duro, lo dije, hay que estar muy atento y con los ojos muy
abiertos. Pero no me molesta estar en un año tan duro, incluso lo sabía de
antes.
—¿Dejaría Peñarol sólo si se lo pidieran o por voluntad propia?
—Yo ya estuve y me fui, en 1988. Nadie tiene que pedirme que me vaya,
porque nadie más que yo quiere que Peñarol gane. Me gustaría que gane
conmigo, pero si no lo hace conmigo que gane con otro.