Segunda semana de Cuaresma: la Transfiguración y el perdón (Mc 9,2-10; Lc 6,36-38
1. SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA
(Ciclo B)
DOMINGO
Lecturas bíblicas:
a.- Gen. 22, 1-2. 9-13.15-18: El sacrificio de Isaac.
La primera lectura nos narra el gesto heroico de Abraham, que no
dudó en entregar a su hijo Isaac en sacrificio a Yahvé porque se lo
pedía en holocausto. Toda la estructura del relato es un anuncio de la
pasión de Cristo Jesús: subir al monte, llevar los instrumentos para el
sacrificio, la leña, y la víctima está dispuesta. El mandato de Yahvé es
claro: Abraham debe sacrificar a su hijo Isaac (vv. 1-2). La obediencia
de Abraham es admirable, confía tanto en Dios, que sabe que lo que
pida el Señor, será lo mejor para él. La obediencia quedó plasmada
cuando Isaac se acuesta sobre la piedra y la leña; el ángel del Señor
detiene la mano del padre y se oye la voz divina: “Entonces le llamó el
Ángel de Yahveh desde los cielos diciendo: ¡Abraham, Abraham! Él
dijo: «Heme aquí.» Dijo el Ángel: «No alargues tu mano contra el niño,
ni le hagas nada, que ahora ya sé que tú eres temeroso de Dios, ya
que no me has negado tu hijo, tu único.» Levantó Abraham los ojos,
miró y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue
Abraham, tomó el carnero, y lo sacrificó en holocausto en lugar de su
hijo.” (vv. 11-13). Concluido el sacrificio, Dios le promete multiplicar su
descendencia por haber sumisamente obedecido. El autor sagrado,
2. quiere resaltar cómo ese hijo tan amado, tan deseado, en quien se
habían de cumplir las promesas mesiánicas se le manda sacrificarlo
para probar su obediencia. Será premiado en la vida de Abraham el
temor que demuestra ante Yahvé, dejando con vida a Isaac. Este fue
salvado, del sacrifico y de la muerte, Cristo conoció el sacrifico de la
vida y la muerte pero fue rescatado de la muerte eterna.
b.- Rom. 8, 31-34: Dios no perdonó a su propio Hijo. Himno al
amor de Dios.
El apóstol San Pablo, luego de dar las certezas de la esperanza
cristiana, eleva su cántico o himno al amor de Dios. Fruto de su fe en
Cristo Jesús, y su misterio pascual, desahoga su espíritu
proclamando, que las tribulaciones no deben provocar miedo a los
poderes del mundo, puesto que nada, ni nadie, nos puede separar del
amor que Dios ha manifestado en Cristo Jesús (v. 39). Al hablar a los
elegidos de Dios, el apóstol, menciona una razón fundamental el amor
de Dios por los cristianos, les recuerda que nos dio a su propio Hijo,
cómo dudar, entonces, ahora que Dios no nos dará todo lo que
necesitemos para alcanzar la glorificación final (v.32; cfr. Gál.3,12;
Tit.1,1). Al mencionar la justificación se entiende que los que están en
Cristo Jesús no conocerán la condenación, es decir, que si ÉL murió y
resucitó por nosotros, es nuestro abogado ante el Padre. Esta
confianza, se extiende también al Juicio final. Finalmente, el apóstol
enumera una serie de obstáculos o dificultades que el mundo, la
sociedad en general, pondrá al cristiano con el fin de apartarlo de
Dios, y del amor del amor de Dios en Cristo (v.39). Hay que destacar
que el apóstol quiere mostrar que el Padre nos ama en Cristo, no
aisladamente, es decir, unidos a nuestra Cabeza, nuestro Redentor,
como hermanos. Los términos usados por el apóstol, tribulación,
angustia, potestades, ángeles, espíritus malignos, principados,
parecen aludir a los espíritus contrarios a Cristo, lo mismo la altura y
profundidad, fuerzas misteriosas del cosmos, fuerzas hostiles al
hombre según la mentalidad de la época (cfr. 1Cor.15, 24; Ef. 6,12;
Col. 2, 15). Pablo con este mensaje de júbilo, quiere señalar al
cristiano, que todas las persecuciones que puedan venir en el futuro,
3. no influirán para que Dios deje de amarnos, como puede suceder con
los seres humanos, sino que nos unirá más a ÉL, al vernos oprimidos,
convirtiendo todo ello en ocasión de victoria, gracias a Aquel que nos
ha amado (v.37). Aquí encontramos las raíces de la esperanza
cristiana, el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús; de parte de
Dios nada podrá faltar para nuestra salvación, quizás de parte nuestra
pueda faltar algo, no así de parte de ÉL.
c.- Mc. 9,2-10: La Transfiguración. Este es mi Hijo amado,
escuchadle.
Marcos, coloca la Transfiguración entre el primer y el segundo anuncio
de la pasión y resurrección de Jesús (cfr. Mc. 8, 31-33; 9, 30-32). Es la
voz del Padre, quien da sentido a todo el texto (v.7). Le acompañan:
Pedro, Santiago y Juan, que serán testigos de esta teofanía, los
mismos, que en el Huerto de los Olivos, vivirán la versión dolorosa de
este misterio (cfr. Mc.14, 32-42). La Montaña, es lugar del encuentro
de Dios y del hombre, convocado a dialogar con Dios (cfr. Ex. 19,20).
En el hecho de la Transfiguración, está el germen de la Pascua. A
ellos, Jesús quiere hacerles comprender el misterio de la Cruz, que les
acaba de anunciar, confirmar su autoridad por la voz del Padre, que
les manda escuchar a su Hijo. Sólo a ÉL hay que escuchar, porque es
constituido en único Maestro para ellos. Seguirlo a la gloria pasa
necesariamente por la cruz, de ahí la importancia que da el
evangelista a los signos de la trascendencia: la luz, la blancura de sus
vestiduras, la nube, la voz del Padre (cfr. Ex.24,16; 34, 29-35). Al
anuncio de la humillación y el anonadamiento, la Resurrección querida
por el Padre, convierte la Transfiguración en gozoso anuncio de su
glorioso triunfo sobre la muerte. La presencia de Elías y Moisés,
dotados de gran autoridad ante Dios y los hombres, y como la ley judía
exigía que se comprobara un hecho mediante el testimonio de dos
testigos, esta es la primera razón que justifica su presencia en este
hecho (cfr. Dt. 19,15) Son los máximos representantes del AT., la ley y
los profetas, precursores y testigos de la Antigua Alianza (cfr. Dt.18,15;
Mal.3,23). Ellos testifican que han llegado los tiempos del Mesías;
ambos hablan con Jesús (cfr. 1Re.19,14ss). Ahora Yahvé se
4. manifiesta en Jesús, el Padre se dirige a los discípulos, con lo que se
quiere dar a entender, que desde ahora el AT., ya no les hablará, sino
a través de Jesús de Nazaret. Las palabras de Pedro, pretenden
detener el tiempo, olvida el sentido de la cruz, piensa sólo en sí cfr.
Mc.8, 32). La Transfiguración es un hecho divino y sólo el Padre da la
clave para leerlo: escuchar al Hijo. Sólo después de escucharle, se
puede dar una respuesta a Dios. Envueltos en la nube entran en la
manifestación de su gloria y de su presencia (cfr. Ex. 24,15-18), toda
una disposición para escuchar la voz divina, que como en el bautismo,
proclama a Jesús su Hijo amado, pero que ahora añade: “Escuchadle”
(v.7; Mc.1,11). Jesús, es el profeta a quien todos deben ahora
escuchar (cfr. Dt.18, 15), el Hijo amado, mayor que Moisés y Elías. El
mandato del Padre revela que la ley y las profecías hablaban de su
Hijo, el AT, llevaba en sus entrañas al Hijo, que es su Palabra, hacia la
que están orientadas, todas las palabras dichas antes por Yahvé y los
profetas. EL Padre se dirige aquí su voz va dirigida a los apóstoles,
cumplimiento de las antiguas profecías (cfr. Dt. 18,15.19). El Padre se
complace en su Hijo, lo que habla de su estrecha relación, como Hijo
único, el Amado por excelencia (cfr. Sal. 2, 7; Is. 42,1). Finalmente,
todo desaparece y queda Jesús sólo, lo único importante, lo que
cuenta, entra en la vía del dolor y del sacrificio que conocerá en
Jerusalén. Sólo de Él viene la salvación para sus discípulos y todos los
hombres, como proclamará más tarde Pedro ante el Sanedrín (cfr.
Hch. 4,12). La experiencia de la montaña les habló a ellos y a
nosotros a las claras de quien es Jesús, como camino para alcanzar la
gloria, pasando por el Calvario, y de cómo la Transfiguración es
germen de resurrección. Sólo después de las apariciones pascuales, y
que sean enviados, los discípulos hablarán de la Transfiguración del
Señor Jesús, como acontecimiento salvífico.
Santa Teresa de Jesús, “De ver a Cristo me quedó imprimida su
grandísima hermosura, y la tengo hoy día, porque para esto bastaba
sola una vez, ¡cuánto más tantas como el Señor me hace esta
merced!” (V 37,4).
5. LUNES
Lecturas bíblicas
a.- Dn. 9, 4-10: Hemos pecado cometiendo iniquidad.
La plegaria de Daniel, es una verdadera oración cultual. Está hecha de
mucho realismo por destacar la culpa y las consecuencias dolorosas
que han provocado en el pueblo de Israel. Pero también se vislumbra
la maldad y perversidad de los opresores. La oración comprende el
reconocimiento de la culpa y la confesión de la misma, la súplica
confiada en la misericordia de Dios, y el anhelo de restaurar Jerusalén,
lugar donde se manifestará el Nombre y la gloria de Yahvé. En el
fondo, esta oración de Daniel refleja la piedad judía, pero también ser
responsable de la culpa personal y social de todas las generaciones,
pero confiando en que es propio de Yahvé perdonar y ser
misericordioso.
b.- Lc. 6, 36-38: Perdonad y seréis perdonados.
Este evangelio, nos presenta una serie de sentencias de Jesús que
nos invita a ser: compasivos (v. 36), no juzgar (v. 37-38), perdonar (v.
37), y a compartir (v. 38). Misericordioso es aquel que se deja afectar
por la miseria del hombre pobre, enfermo, necesitado, etc. La
misericordia del Padre llega a los hombres por medio de Jesús de
Nazaret, por el anuncio del reino de Dios, tiempo de gracia porque los
pecadores se convierten y vuelven a ÉL (cfr. Lc. 5, 11-32; 7, 36-47; 15,
4-10; 18, 10-14; 19, 1-10). El discípulo deberá aprender de Dios a
imitarlo siendo misericordioso y clemente, viste al desnudo y visita al
enfermo en Jesús como lo es el Padre (cfr. Gn. 3,2; 18,1). El amor se
comprueba por el amor al prójimo que nace del propio corazón y la
misericordia del Padre. El discípulo es hijo del Altísimo, hecho a su
imagen y semejanza, Jesús redescubre la imagen de Dios en el
hombre, iniciando en los corazones el reinado de Dios en la sociedad.
No juzguéis (v.37). Si se ama al prójimo, no se puede constituir
también, en su juez. Quien mide si merece amor y misericordia el
hermano, está faltando al precepto del amor. Jesús no quiere que
6. juzguemos, ni condenemos con el pensamiento, ni con la palabra.
Quien juzga, provoca el juicio de Dios sobre sí mismo. Como nos
comportemos con el prójimo se comportará Dios con nosotros. El amor
al prójimo, es quizás uno de los temas centrales de la enseñanza de
Jesús. Aquí se trata de entregar la propia vida por los demás. Dios
Padre ama a la humanidad que les entrega lo más querido: su propio
Hijo, con el deseo de salvar a los hombres del pecado. Amar al
prójimo es lo que distingue al cristiano, sólo cuando se da sin esperar
recompensa, cuando se ama sin que el otro lo merezca, quiere decir
que se ha llegado a vivir el amor que Jesucristo nos ofrece y propone
como estilo de vida. Perdonar para ser perdonados (v.37), y ser
caritativo, son dos formas de romper los muros con quien tiene una
culpa contra nosotros. Cuando se abre el hombre al perdón, caen las
barreras entre los hermanos, se trate de crear puentes de
reconciliación. Dios asemejará su juicio a nuestro comportamiento con
el prójimo. Viene el día de la paga, de la cosecha, para quien fue
generoso, la recompensa será abundantísima. Dios es el mejor
pagador, es decir, su recompensa es fruto de su generosidad, por eso
se debe estar alegres, porque la recompensa será grande en el cielo
(cfr. Mt. 5,12). La infinita misericordia de Dios, no quita que tenga
condiciones: a quien mucho perdonó, recibirá el don y el perdón, sin
embargo, a quien no dio, ni perdonó, no espere nada de parte de Dios.
Se le pagará, según la medida, que se usó en esta vida.
Teresa de Jesús invita a que el orante, perdone las ofensas recibidas.
Enseña: “Puede ser que al principio, cuando el Señor hace estas
mercedes, no luego el alma quede con esta fortaleza; mas digo que si
las continúa a hacer, que en breve tiempo se hace con fortaleza, y ya
que no la tenga en otras virtudes, en esto de perdonar, sí. No puedo
yo creer que alma que tan junto llega de la misma misericordia adonde
conoce la que es y lo mucho que le ha perdonado Dios, deje de
perdonar luego con toda facilidad y queda allanada en quedar muy
bien con quien la injurió; porque tiene presente el regalo y merced que
le ha hecho, adonde vio señales de grande amor, y alégrase se le
ofrezca en qué le mostrar alguno.” (CV 36,12).
7. MARTES
Lecturas bíblicas
a.- Is.1, 10. 16-20: Contra la hipocresía.
Isaías, nos presenta la situación religiosa e histórica de su pueblo y los
invita a juzgarla objetivamente. Se reconocen pecadores y el culto que
brindan a Dios es mera exterioridad, tanto que el mismo Dios aborrece
tales sacrificios. Pero será el mis Yahvé quien les recuerde lo que
deben hacer (vv. 16-20). La invitación “si aceptáis” es un acto de fe
abandono en la voluntad de Dios que se le pide a los hombres, y
disfrutarán de los bienes de la tierra, lo contrario será sufrir una derrota
respecto de los asirios que acechan el territorio y una clara rebelión
contra Dios. Si obran el bien los bienes de la tierra serán suyos, si no
lo hacen, la espada será el castigo a su comportamiento. Cada parte
debe situarse desde la sinceridad frente a la alianza, Yahvé conserva
su fidelidad, ahora le corresponde al pueblo dar su respuesta.
b.- Mt.23, 1-12: Hipocresía de los escribas y fariseos.
Este evangelio, es un ataque durísimo de Jesucristo contra los
escribas y fariseos en que Mateo, recoge todas las recriminaciones
que tiene contra ellos. Los escribas eran los intérpretes oficiales de la
Ley de Moisés, encargados de enseñarla, doctores de la Ley.
Hombres de enorme influencia en el pueblo pues conducían el actuar
moral y religioso de los israelitas. Los fariseos eran hombres que
consideraban la Ley de Moisés como el motor que guiaba la vida civil y
religiosa de Israel y ellos se consideraban los puros, los separados,
que cumplían hasta los detalles de la norma. La crítica de Jesús a
unos y otros, es por la opresión que ejercían en el pueblo aplicando el
peso de la Ley, y los fariseos por su puritanismo exclusivista, que
olvidada lo humano de la Ley y las necesidades del prójimo. Esas
actitudes Jesús las considera hipocresía religiosa, porque lo que
enseñaban, no lo cumplían ni siquiera ellos en sus vidas; hacen de la
Ley un yugo insoportable (vv.3-4; cfr. Hc. 15, 10), para los demás.
8. Como especialistas en ella, encontraban resquicios para no
observarla. Además, vivían la religión para ser vistos y alabados sin
principios sólidos que nacieran de lo interior, una actitud frente a Dios
y al prójimo honrada y auténtica. Les gustaba ser llamados Rabbí,
Maestro, Jesús lo prohíbe porque en los tiempos del mesías todos
serán enseñados por Dios como había anunciado el profeta (vv.5-7;
cfr. Jr. 31,34). Dios es el único Padre, y por lo mismo, todos hermanos;
los discípulos de Jesús son hermanos, porque hijos de Dios (v.9). Los
judíos llamaban padre a los profetas, desde ahora sólo a Dios se le
puede llamar así con la revelación de la paternidad de Dios y nuestra
filiación. El único dirigente o Instructor es Cristo, entendido como
camino hacia Dios Padre (v.10). La máxima señal de dignidad entre
los discípulos de Jesús será el servicio. “El mayor entre vosotros será
vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se
humille, será ensalzado.” (vv. 11-12). Será la humildad, la que el
discípulo deberá cultivar, para entrar en el Reino de los Cielos.
Santa Teresa, mujer cuya entereza moral y espiritual se funda en la fe
cristiana, une admirablemente la vida de oración con vivir en la verdad
que es Cristo. “Quienes de veras aman a Dios, todo lo bueno aman,
todo lo bueno quieren, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno loan,
con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden; no
aman sino verdades y cosa que sea digna de amar. ¿Pensáis que es
posible, quien muy de veras ama a Dios, amar vanidades? Ni puede,
ni riquezas, ni cosas del mundo, de deleites, ni honras, ni tiene
contiendas, ni envidias; todo porque no pretende otra cosa sino
contentar al Amado.” (CV 40,3).
MIERCOLES
a.- Jer. 18,18-20: Complot contra el profeta Jeremías.
El texto del profeta, narra la conspiración contra él, es el enemigo en
acción. Es su predicación, la que provoca esta situación (cfr. Jr. 11,
18-23). ¿Quienes le acusan? Las instituciones de Israel: sacerdocio,
sabios y profetas, por su mensaje, por su palabra. Jeremías, como
Jesucristo más tarde, es el ejemplo del profeta y justo doliente (cfr. Mt.
9. 12, 13). Su predicación, era una blasfemia contra la enseñanza
tradicional, confirmada por Isaías y la historia: la inviolabilidad de Sión
y el Templo. Jeremías amenazaba con la destrucción y el destierro, y
por esto, se forma la conjura, la opinión pública condena al profeta.
Jeremías se ve sólo, indefenso, su refugio es Yahvé. Sabe que las
instituciones son expresión de la voluntad de Dios, Jeremías no las
ataca, pero sí su desempeño. Sólo Dios sabe cómo ha orado por ellos,
ha suplicado alejar de ellos la inminente ira divina, y así y todo, es
acusado de traidor y sacrílego. Es la tragedia íntima de Jeremías, que
tiene que anunciar una palabra que nadie quiere escuchar, porque hay
intereses creados de personas e instituciones.
b.- Mt. 20,17-28: El cáliz que yo he de beber.
El evangelio nos presenta, el tercer anuncio que hace Jesús de su
pasión (vv.17-19), acoge la petición de la madre de los Zebedeos y la
enseñanza de Jesús, sobre el servicio de los que son autoridades
(vv.24-28). Jesús sube a Jerusalén, su Hora se aproxima, mientras
tanto, prepara a sus discípulos y les anuncia su pasión y el escándalo
de la cruz que tendrán que vivir. Este tercer anuncio, es mucho más
preciso que los precedentes, no sólo dice que será entregado a los
sumos sacerdotes y escribas, sino que será crucificado (v.19). En su
anuncio, se vislumbra el Rostro del Mesías Sufriente de Isaías. Los
discípulos, parecieran no sentirse parte del anuncio, ya que están
pensando en tener las primeras responsabilidades en el futuro Reino
de Dios, cuya manifestación pareciera inminente. En un segundo
momentos tenemos la petición de la madre de los Zebedeos. Jesús
responde con dos preguntas, que debiera iluminarlos, abrirles la
mente, del compromiso que están asumiendo, pero su respuesta está
orientada por un pensamiento mundano, piensan en Jesús como un
mesías político; están imbuidos de nacionalismo judío, quieren poder
para su Maestro y para ellos (v. 22). No comprenden el anuncio de la
pasión. La misión de Jesús en la tierra no consiste en dar premios,
sino que sufrir para salvarlos (cfr. Jn.3, 17; 12,47). Lo curioso, es que
los otros discípulos se enfadan con estos dos, lo que manifiesta la
ambición de todos ellos. Como buen Maestro les da una nueva
10. doctrina, antes de sufrir la pasión. Si quieren seguirle, deberán
aprender, un modo de ser totalmente diferente a lo que propone el
mundo. Los grandes señores, los jefes, oprimen con su poder, la
dominación romana, en concreto, por el contrario, para sus discípulos,
mandar significará, servir con humildad, ahí encontrarán su grandeza,
no en el poder. La verdadera humildad se encuentra en la entrega, no
en el dominio despótico (cfr. Lc. 22, 25). El Hijo del Hombre, ha venido
como Siervo sufriente, para redimir a la humanidad, ofrece su vida en
favor de todos, expiar los pecados de los hombres. Su doctrina es su
experiencia cuyas huellas hay que seguir (cfr. Jn.13, 15; 1Pe. 2, 21).
Contemplemos a Jesús, como sigue sirviendo a sus hermanos, en
cada Eucaristía donde nos habla por su evangelio y nos prepara el
Banquete eucarístico, su Cuerpo y Sangre, para nuestro alimento.
Beber el cáliz, en cada celebración Eucaristía, es decir, comulgar con
su muerte y resurrección gloriosa para la salvación del mundo y
nuestra, para luego servir a los hermanos y alcanzar así la palma de
la victoria y sentarnos a su derecha en el Reino de los cielos.
Santa Teresa nos invita a tener ánimo para superar los trabajos que
supone ser discípulo de Cristo. “Tengo para mí que quiere el Señor
dar muchas veces al principio, y otras a la postre, estos tormentos y
otras muchas tentaciones que se ofrecen, para probar a sus
amadores, y saber si podrán beber el cáliz y ayudarle a llevar la cruz,
antes que ponga en ellos grandes tesoros. Y para bien nuestro creo
nos quiere Su Majestad llevar por aquí, para que entendamos bien lo
poco que somos; porque son de tan gran dignidad las mercedes de
después, que quiere por experiencia veamos antes nuestra miseria,
primero que nos las dé, porque no nos acaezca lo que a Lucifer.” (V
11,11).
JUEVES
Lecturas bíblicas
a.- Jer. 17,5-10: Bendito quien confía en el Señor.
11. Si bien este pasaje es nuevo en Jeremías, no lo es por su contenido
sino por su estilo sapiencial, trabajo de algún discípulo del profeta que
en forma tardía dio forma a sentencias y aforismos de su maestro. Se
habla de la verdadera justicia, pero también de la aparente
desproporción entre fidelidad y felicidad. Se presentan el paralelismo
antitético, es decir, el contraste de una verdad y su contrario. Lo
contrario, aquí es la excesiva confianza en la carne, es la debilidad del
hombre, su contingencia e impotencia. Maldito lo llama el profeta
(vv.5-6). La imagen del árbol raquítico del desierto, sirve al profeta
para hablar del hombre abandonado a sus propias fuerzas. Lo
positivo, es el hombre puesto en las manos de Dios, que como árbol
plantado junto al arroyo, está frondoso y fecundo, no teme el estío, ni
la sequía (vv.7-8). El agua, es siempre símbolo de vida y fecundidad.
La intención del profeta, es crear los cimientos espirituales, de una
verdadera participación de Israel en la vida de Dios, como los
sarmientos en la vid. El contrapunto es la política exterior de Israel
hecha de alianzas con Egipto y Asiria, como el fracaso de la reforma
emprendida por Josías. Israel debe saber que Dios es su única
fuerza, la participación en la verdadera religión, la gratuidad del
espíritu es la esencia de la misma. ¿Por qué, entonces prospera el
impío, mientras el justo sufre? Jeremías se remonta a los juicios
divinos y a la malicia del hombre. El mal del hombre radica en su
corazón, sólo Dios sondea lo interior del hombre, y puede dar lo que a
cada uno le corresponde, lo que merece, aunque el hombre no logre
comprenderlo. De ahí que el profeta destaque la interior como fuente
perenne del conocimiento de Dios y del hombre en su misterio.
b.- Lc. 16,19-31: El rico malo y el pobre Lázaro.
El evangelio, propio de Lucas, nos habla de la riqueza y la pobreza, el
destino del rico y del pobre Lázaro en la vida eterna. Nos presenta la
vida que ambos tienen en este mundo, luego su situación después de
la muerte, y finalmente el diálogo entre Abraham y el rico. Vemos
como el rico pertenece a la clase alta judía, viste de púrpura,
banqueteaba cada día. El contraste lo pone un pobre que yacía a su
puerta, cubierto de llagas, que lamían los perros, que lo convertían en
12. impuro respecto a la Ley. Primero muere el pobre, llevado por los
ángeles al seno de Abraham, luego murió el rico, y sólo se señala que
fue sepultado en el Hades (cfr. Gn. 15,15; 49, 33). La petición del rico
para aliviar su suerte, la eleva a Abraham a quien llama Padre, porque
se considera heredero de la promesa (v.24; cfr. Lc. 3,8). Sigue viendo
a Lázaro como un servidor, si conocía su nombre, era porque sabía de
su existencia antes de morir ambos, lo que agrava su culpa. El fuego y
la sed son la angustia interior de haber obrado mal (cfr. Mc. 9,48; Is.
65,13; 66,24), si bien Abraham no accede, lo trata como hijo, si sufre
ahora es por haber sido egoísta y haber mal usado sus bienes en su
vida terrena. Su condena no es por haber sido rico, sino por no
compartir (v.25; cfr. Lc. 16,9; 12, 33-34; 14,12-13; 18,22). El rico se
condena por no temer a Dios, a quien no necesita y lo más grave se
negó a compartir lo suyo con un hambriento. Como en vida, el rico
seguirá separado de Dios, sólo que ahora es consciente de ello. Un
abismo los separa, nada se puede hacer. Entonces el rico ruega a
Abraham, por sus hermanos: que vaya Lázaro a avisarles, si ven un
muerto, cambiarán de vida, y aumentará su generosidad (cfr. 1Sam.
28, 7-20; Is. 8, 9). La respuesta del Patriarca es categórica: sólo la
Torá y los profetas pueden abrir los corazones de los hombres. El
problema es más hondo, son corazones endurecidos, cerrados para
Dios, que no escuchan la Torá, aunque resucite un muerto, seguirán
en su increencia (cfr. Lc.11, 29-32; Dt. 30,11). Clara alusión a la
resurrección de Jesús, en la que sólo creyeron los apóstoles, lo que
aumentó su fe en Cristo Jesús.
Santa Teresa tiene una máxima que le define, su famosa letrilla, que
termina diciendo: “Sólo Dios basta”. En el libro de la Vida canta la
riqueza de haber optado por Dios en la vida religiosa: “¡Qué rico se
hallará el que todas las riquezas dejó por Cristo! ¡Qué honrado el que
no quiso honra por El, sino que gustaba de verse muy abatido! ¡Qué
sabio el que se holgó de que le tuviesen por loco, pues lo llamaron a la
misma Sabiduría! ¡Ya, ya parece se acabaron los que las gentes
tenían por locos, de verlos hacer obras heroicas de verdaderos
13. amadores de Cristo! ¡Oh mundo, mundo, cómo vas ganando honra en
haber pocos que te conozcan!” (V 27,13-14).
VIERNES
Lecturas bíblicas
a.- Gén. 37, 3-4. 12-13. 17-28: José es vendido por sus hermanos.
La vida de José, es una de las más bellas historias que nos presenta
la Biblia. Vendido como esclavo por sus hermanos, envidiosos a causa
de sus sueños, pero Dios que es quien guía la historia de la salvación,
lo constituye en primer ministro de Egipto, salvador de sus hermanos.
Encontramos la idea de superioridad de José, a causa de sus sueños,
sobre sus hermanos, por una parte y por otra, la preferencia de Dios
por el menor (Abél sobre Caín, Jacob sobre Esaú). José, es el hijo
predilecto de Jacob, lo que provoca la ira de sus hermanos y deciden
deshacerse de él. La idea de matarlo, cede a la de venderlo como
esclavo, y así es conducido a Egipto. Ser hijo de Raquel, la esposa
preferida de Jacob, la más amada, crea conflictos; sus sueños lo
hacen superior en clave de promesas hechas a los patriarcas de tierra
fértil y dominios, lo que se cumplirán en sus hijos Efraín y Manases,
respecto de las otras tribus en el futuro. Hay claras reminiscencias de
la historia de Abel, que muere a manos de su hermano Caín, con la
diferencia que el proyecto homicida se lleva a cabo por intervención de
Rubén, José es vendido como esclavo, una muerte sin derramamiento
de sangre, pero queda la esperanza de redimirse por parte de José.
b.- Mt. 21, 33-43.45-46: Parábola de los viñadores homicidas.
La parábola de los viñadores homicidas, que matan al hijo del dueño
de la viña, es figura de Cristo en su pasión. Esta parábola se presenta
como una amplia confrontación de Cristo, con las autoridades
religiosas de Jerusalén. Tiene como trasfondo el cántico de Isaías, la
figura de la viña, que representa a Israel, aunque la intención de Jesús
va en otro sentido (cfr. Is. 5, 2-4). Israel es la viña, no ha dado frutos,
14. Yahvé es su dueño, mientras tanto ha llegado el tiempo del Juicio.
Aquí la viña ya no es Israel, sino el Reino de Dios (v.43), el Reino se
ha confiado a nuevos arrendatarios. La parábola se abre con una
alusión a la viña de Isaías (5,1-7), donde se recuerda la infidelidad de
Israel y el amor solícito de Dios en invitarles a la conversión y la
reconciliación (cfr. Jr. 7,24ss; 9,13ss). Luego de enviarles sus profetas,
el propietario, les envía a su propio Hijo, pero también es rechazado y
muerto fuera de la viña (v.39). ¿Qué hará el propietario con los
arrendatarios? La sentencia es trágica: el propietario los matará y
arrendará la viña a otros viñadores (vv.40-41). La aplicación a Israel es
evidente: no han escuchado, ni obedecido a los profetas, ahora
tampoco escuchan al Hijo de Dios, más aún, la malicia se concentra
especialmente contra ÉL, lo matan fuera de la viña, como antes a los
profetas. Pero su malicia, caerá sobre ellos mismos (cfr. Jer.7, 24-26;
Lc. 23, 34-36; Lc. 27, 25). La viña fue entregada a los nuevos
arrendatarios, al pueblo, para que produzca los frutos en la vida. Los
frutos son los del Reino de Dios, la viña tiene nuevos arrendatarios
que no frustrará el querer de Dios. El asesinato del Hijo es la mayor
rechazo de Israel, pero precisamente, el nuevo pueblo, se funda en la
alianza hecha con la sangre de Jesús (cfr. Mt. 26, 28). La piedra
desechada resulta que es ahora la piedra angular del edificio (cfr.
Sal.118). La Iglesia comprendió este significado con la luz de la
Resurrección de Jesús, enaltecido como Señor (cfr. Hch.2,36). Los
frutos que Dios espera de la humanidad redimida, su plan de
salvación, no se ve impedido por el veto de Israel, porque el Espíritu
(cfr. Gál. 5,22), es el que guía y acompaña a este nuevo pueblo de
Dios.
La Santa Madre Teresa, nos habla de cómo Dios sube un alma de la
simple oración mental a alta contemplación, fruto de su deseo de
unirla a Sí. Dios visita su viña es decir el alma para regocijarse en el
jardín de las virtudes, que el alma al sol de la gracia, hace geminar por
doquier. “Cuando no nos damos a Su Majestad con la determinación
que Él se da a nosotros, harto hace de dejarnos en oración mental y
visitarnos de cuando en cuando, como a criados que están en su viña;
15. mas estos son hijos regalados, ni los querría quitar de cabe sí, ni los
quita, porque ya ellos no se quieren quitar; siéntalos a su mesa, dales
de lo que come hasta quitar el bocado de la boca para dársele. (CV
16, 4-5).
SABADO
Lecturas bíblicas
a.- Miq. 7, 14-15. 18-20: Dios no perdona el pecado.
El final del libro de Miqueas, es una oración contra las naciones y una
llamada al perdón. Es el salmo de un pueblo pobre que ha regresado
del exilio y está en Jerusalén. Encuentran problemas, para asentarse
en la tierra de sus antepasados, miran al horizonte esperando que
Dios cumpla sus promesas, y sus anhelos, muy humanos se hagan
realidad. El Mesías se identifica con el pastor de Israel, porque regirá
con su cayado, como lo hace Yahvé. Su pastoreo, en esta oración es
oración y profecía mesiánica, de un pueblo que busca rehacer su vida
y su historia. Se saben heredad de Yahvé, su propiedad que se
escogió de entre muchos pueblos. Como exiliados, quieren recuperar
las tierras del Carmelo, de Bassán y Galaad, porque son fértiles, y de
buenos pastos para sus rebaños. Así como había actuado en Egipto
con brazo poderoso y mano extendida, también hoy se necesita una
intervención parecida, en este nuevo éxodo de su pueblo. Dios les
recuerda que sólo ÉL perdona los pecados y los arroja en el mar, no
porque el pueblo lo merezca sino por su fidelidad a Jacob y Abraham.
El pueblo confía en la misericordia divina. El profeta ve en el pecado,
la causa de separación de su pueblo con Dios; no habrá amistad sin
borrar el pecado de la sociedad. Cristo Jesús, quitó el pecado del
mundo en la Cruz, donde dio muerte a la misma muerte, al pecado y al
poder de Satanás sobre el hombre que impedía la comunión perfecta
entre Dios y el hombre.
b.- Lc. 15, 1-3. 11-32: Parábola del hijo pródigo.
16. La parábola del hijo pródigo, nos presenta a un hijo menor que pide a
su padre lo que le corresponde de la herencia, que recibiría a la
muerte de su padre, se marcha (cfr. Dt. 21,17; Sir. 30,20-24). Llama la
atención que no dé razones de su ida ni el padre se las pida. Vivió
como un libertino, malgastó su capital, vino la recesión económica en
el lugar y comenzó a pasar hambre. Acepta como empleo cuidar
cerdos, animales impuros (cfr. Dt. 14,8; 1Mc.1, 47; Is. 65,4), lo que
supone que trabajaba para gentiles; quería comer las algarrobas de
los cerdos pero eran amargas, incomibles. Hambre y soledad hacen
más amarga su existencia; de la abundancia a la pobreza, del cariño
de su familia a la indiferencia. De lo externo, pasamos a la reflexión
por parte de joven, a su mundo interior. En casa estaba mejor, si bien
no tenía la libertad que quería, no pasaba hambre; olvida su condición
de hijo, para compararse con los jornaleros de casa que contaban con
pan, se atreve a contarse entre ellos. Concibe un plan: volver a casa,
confesar su pecado contra el cielo y su padre, no honrar a sus padres
dilapidando la herencia que podía ayudarles en su ancianidad. El
verdadero pecado del hijo fue querer ser libre más que hijo, más
dueño de su destino que hijo de Dios. Se siente indigno, por ello,
quiere que le acepten como jornalero, más que como hijo. La reacción
del padre al verlo regresar, es correr y abrazarlo con efusión, olvida su
ancianidad y dignidad (cfr. Gn. 33,1-4; Eclo. 19,30). La atención de la
parábola se desplaza del hijo menor al padre. Con semejante
recibimiento, pronuncia las primeras palabras de su confesión, pero
omite ser jornalero en casa de su padre. El hijo recupera sus
privilegios: vestir la túnica, el añillo, y las sandalias, los signos de
poder y dignidad (cfr. Gn. 41, 40-42; 1Mac. 6,14-15; Est. 6,8). El
reencuentro merece una gran celebración familiar, como matar el
novillo cebado, porque este hijo mío había muerto, y ha vuelto a la
vida; estaba perdido y ha sido hallado (v.24). La ausencia del hijo para
el padre, significó no tener vida, su hijo ha regresado, es lo único que
importa, a vivir como su hijo amado. El motivo de la celebración es lo
que irrita al hijo mayor: el regreso de su hermano. El padre le suplica
que regrese a casa, no le importan humillarse, con tal de recuperar la
unidad familiar. El hijo mayor expresa lo que siente, pensando no en
17. su hermano sino en sí mismo, reprocha a su padre que premie la vida
disoluta de su hermano y no honra la vida honesta que él ha llevado
(cfr.Prov.29,3), con lo que se siente postergado. Jamás le ha
organizado una fiesta para sus amigos. No asistirá a la fiesta, con lo
que se resiente el honor debido a su padre, es más, las relaciones con
su padre, no están presididas por el amor, sino por el deber. Subyace
la envidia entre hermanos por el cariño de los padres y la preferencia
por el menor (cfr. Gn. 27, 5-30; 1Sam.16,4-13); donde se exalta la
humildad del menor y la arrogancia del mayor, el que estaba fuera
ahora celebra en casa, el que siempre estuvo permanece fuera. El
padre argumenta, que si bien ha permanecido siempre con él, en
casa, no ha sabido ser generoso, debería alegrarse por el regreso de
su hermano. El propósito final de la parábola, es llevar a los justos a
alegrarse del regreso de los pecadores, que no perdieron su dignidad
de hijos y hoy se hace fiesta porque han regresado a la casa del
Padre.
Santa Teresa de Jesús nos pide que si rezamos el Padre Nuestro
consideremos lo mucho que nos da el Señor Jesús en sus primeras
palabras. Une oración y conversión a Dios y a los hermanos: “¡Oh Hijo
de Dios y Señor mío!, ¿cómo dais tanto junto a la primera palabra? Ya
que os humilláis a Vos con extremo tan grande en juntaros con
nosotros al pedir y haceros hermano de cosa tan baja y miserable,
¿cómo nos dais en nombre de vuestro Padre todo lo que se puede
dar, pues queréis que nos tenga por hijos, que vuestra palabra no
puede faltar? Obligáisle a que la cumpla, que no es pequeña carga,
pues en siendo Padre nos ha de sufrir por graves que sean las
ofensas. Si nos tornamos a Él, como al hijo pródigo hanos de
perdonar, hanos de consolar en nuestros trabajos, hanos de sustentar
como lo ha de hacer un tal Padre, que forzado ha de ser mejor que
todos los padres del mundo, porque en El no puede haber sino todo
bien cumplido; y después de todo esto hacernos participantes y
herederos con Vos.” (CV 27,2).