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Page 1<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Tesis de Licenciatura<br />Carrera de Filosofía<br />Facultad de Filosofía y Letras<br />Universidad de Buenos Aires<br />Alumno: Milton B. Laufer<br />LU: 27.711.684<br />Director: Federico Penelas<br />2008 <br />Page 2<br />In memoriam P.B.<br />Agradecimientos<br />Muchas son las personas a las cuales debo agradecer el que este trabajo haya sido<br />concretado. Sin pretensión de agotar a todos los involucrados, tanto directa como<br />indirectamente, debo mencionar, en primer lugar, a aquellos que han leído y discutido<br />algunos trabajos previos en el marco de mi proyecto de investigación sobre el Tractatus<br />Logico-Philosophicus de Wittgenstein como adscripto a la Cátedra de Filosofía del<br />Lenguaje de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA: el Mg. Horacio Banega, Ramiro<br />Caso, Lucas Bucci, Patricia Marechal, Ignacio Mastroleo, el Lic. Federico Pailos, Rocío<br />Pichon Rivière, Florencia Rimoldi y la Lic. Glenda Satne. En segundo lugar, no puedo<br />dejar de señalar el aporte realizado por el Grupo de Acción Filosófica (GAF), sin cuyo<br />estímulo constante nada de lo aquí realizado hubiera sido posible; en particular, a sus<br />miembros coordinadores: la Dra. Eleonora Orlando, el Dr. Eduardo Barrio y el Lic.<br />Federico Penelas. <br />A Rafael Galanternik, por su confianza y apoyo este último año.<br />Asimismo, quiero agradecer a la Lic. Gabriela Balcarce. Su afecto y diálogo filosófico<br />han sido imprescindibles en los meses de elaboración de este trabajo.<br />Por último, doble mención merece el Lic. Federico Penelas, no sólo por su dirección, sino<br />también por su amistad. <br />Page 3<br />Índice<br />Introducción ……………………………………………............…………............………… 2<br />Capítulo 1: Aspectos generales del Tractatus<br />1 La estructura de la obra ……………………………………………............<br />15<br />1.1 El sistema de numeración ………………………………………………... 16<br />1.2 El contenido de las proposiciones principales del Tractatus …………... 20<br />1.2.1 Ontología ................................................................................................... 23<br />1.2.2 Epistemología …………………………………………………………... 27<br />1.2.2.1 La teoría figurativa …………………………………………………... 27<br />1.2.2.2 Pensamiento y proposiciones ………………………………………... 31<br />1.2.3 Filosofía del lenguaje …………………………………………………... 36<br />1.2.3.1 Funciones lingüísticas ………………………………………………... 36<br />1.2.3.2 Verdad, falsedad y absurdos ………………………………………… 38<br />1.2.3.3 Símbolo y signo ……………………………………………………….. 39<br />1.2.3.4 La doctrina del mostrar …………………………………………….... 42<br />1.2.3.5 La forma general de la proposición …………………………………. 45<br />1.2.3.6 La lógica ………………………………………………………………. 49<br />1.3 La labor de la filosofía …………………………………………………… 51<br />Capítulo 2: El problema de lo inexpresable<br />2 La escalera tractariana …………………………………………………….. 55<br />2.1 Lecturas terapéuticas …………………………………………………….. 59<br />2.1.1 Arrojando la escalera ………………………………………………….. 61<br />2.1.1.1 La concepción austera del absurdo y la concepción sustancial …… 62<br />2.1.1.2 Frege y el absurdo sustancial . ………………………………………. 63<br />2.1.1.3 Wittgenstein y la concepción austera del absurdo …………………. 67<br />2.1.2 El ascenso tractariano ………………………………………………….. 70<br />2.2 ¿Es posible ascender una escalera cuyos escalones son ilusorios? ……. 75<br />2.2.1 Críticas externas a las lecturas terapéuticas …………………………. 75<br />2.2.2 Críticas internas a las lecturas terapéuticas ………………………….. 78<br />2.2.2.1 Evidencia textual tractariana ………………………………………... 79<br />2.2.2.2 Inconsistencias de la lectura terapéutica ……………………………<br />80<br />2.3 McGinn y una extraña posición intermedia ……………………………. 84<br />Capítulo 3: El método del Tractatus<br />3 El estatus de las proposiciones tractarianas ……………………………… 89<br />3.1 Absurdo sustancial y símil ………………………………………………. 90<br />3.2 Lo antepredicativo ……………………………………………………….. 95<br />3.3 El uso del lenguaje ……………………………………………………….. 99<br />Conclusión …………………………………………………………………………………... 105<br />Bibliografía ………………………………………………………………………………….. 109 <br />Page 4<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />1<br />Y todavía existe otro defecto en los<br />discursos de algunas personas, que puede<br />ser enumerado entre las especies de<br />locura: nos referimos al abuso de palabras<br />de que anteriormente he hablado […] bajo<br />la denominación de absurdas. Tal ocurre<br />cuando los hombres expresan palabras que<br />reunidas unas con otras carecen de<br />significación, no obstante lo cual las<br />gentes, sin comprender sus términos, las<br />repiten de modo rutinario, y son usadas<br />por otros con la intención de engañar<br />mediante la oscuridad que hay en ellas.<br />Ocurre esto solamente a aquellos que<br />conversan sobre temas incomprensibles,<br />como los escolásticos, o sobre cuestiones<br />de abstrusa filosofía. El común de las<br />gentes raramente dice palabras sin<br />sentido, y esta es la razón de que esas<br />otras egregias personas las tengan por<br />idiotas.<br />Thomas Hobbes, Leviatán, Cap. VIII<br />Observación. He decidido, en lo referente a las notas, usar la siguiente convención: aquellas relativas a<br />comentarios o aclaraciones sobre lo dicho en el cuerpo principal del texto, se encuentran en números arábigos<br />y aparecen al pie de cada página. Las notas que únicamente tratan acerca de referencias bibliográficas, se<br />indican en números romanos y se encuentran al final de cada sección; esta convención pretende aliviar al<br />lector de distracciones respecto del texto principal, excepto en aquellos lugares donde cierta intervención me<br />pareció pertinente. Las referencias al Tractatus Logico-Philosophicus (preeminentemente, la traducción de<br />Jacobo Muñoz e Isidoro Reguera), se realizan en el cuerpo del texto, entre paréntesis o corchetes, señalando el<br />número de proposición. Asimismo, eventualmente se abrevia a dicha obra con la sigla TLP. <br />Page 5<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />2<br />Introducción<br />Corría el mes de marzo del año 1919 cuando el ya por entonces reconocido filósofo<br />Bertrand Russell recibió una carta de su viejo alumno Ludwig Wittgenstein, en la cual éste<br />le informaba lo siguiente:<br />[h]e escrito un libro titulado Logisch-Philosophische Abhandlung [Tractatus Logico-<br />Philosophicus], que contiene todo mi trabajo de los últimos seis años. Creo que he solucionado<br />definitivamente nuestros problemas. Puede que esto suene arrogante, pero me resulta imposible<br />no creerlo… De hecho, no lo entenderás sin una explicación previa, ya que está escrito en<br />forma de observaciones harto cortas. (Esto significa, por supuesto, que nadie lo comprenderá; a<br />pesar de que creo que todo él es claro como el cristal. […]) Lo publicaré tan pronto como<br />regrese a casai.<br />Así, Russell tomaba noticia del surgimiento de una obra que, desde su primera<br />publicación en 1921, habría de convertirse, dentro el ámbito filosófico, en un tópico<br />constante de admiración y rechazo en iguales proporciones. Meses más tarde, escribe<br />nuevamente a Russell: <br />[e]l punto fundamental es la teoría de lo que puede ser expresado mediante proposiciones –esto<br />es, mediante el lenguaje- (y, lo que es lo mismo, lo que puede ser pensado) y lo que no puede<br />ser expresado mediante proposiciones, sino sólo mostrado; creo que esto es el problema<br />cardinal de la filosofíaii.<br />Ambas citas, como intentaré mostrar en el desarrollo de este trabajo, proporcionan<br />el marco fundamental para entender la problemática que presenta el Tractatus Logico-<br />Philosophicus (como se lo conoció desde su publicación en inglés). En la primera de ellas,<br />vemos la conciencia que tenía su autor de lo difícil que resultaría su comprensión; allí,<br />como en el Prefacio que escribió luego a la obra, parece conceder un alto porcentaje de<br />responsabilidad respecto de esta dificultad: su estilo, intencionalmente o no, de ningún<br />modo alivia la tarea de interpretarlo. Por otra parte, la segunda de las citas nos lleva<br />directamente al problema que el presente trabajo busca desarrollar: qué es, según el<br />Tractatus, aquello que puede ser expresado en el lenguaje y qué cae fuera de este límite.<br />Como indica en su carta a Russell, éste parece ser el punto fundamental de su “teoría”, la <br />Page 6<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />3<br />cual da lugar a numerosas perplejidades sobre las que intentaré ahondar en las siguientes<br />páginas.<br />Para poder abocarme a dicha tarea, es imprescindible remitir antes, por lo menos de<br />un modo muy superficial, a las obras de Russell y de Gottlob Frege, a los cuales, según las<br />propias palabras de Wittgenstein, éste debía “buena parte de la incitación” a sus<br />pensamientos.<br />Contexto histórico<br />Si bien la publicación del artículo de Frege “Sobre sentido y referencia”<br />iii<br />en el año<br />1892 no tuvo una repercusión inmediata en el medio filosófico, en un hecho constatado que<br />la distinción que allí instituye entre ambos conceptos ha sido de cardinal importancia para<br />toda la filosofía analítica del lenguaje que se desarrolló a lo largo de siglo XX, aunque<br />incluso ha sido retomada y discutida por autores pertenecientes a otras tradiciones como<br />Edmund Husserl, con quien mantenía intercambios epistolares, así como también Paul<br />Ricoeur en La metáfora viva<br />iv<br />o Gilles Deleuze en la Lógica del sentido<br />v<br />.<br />Como es sabido, la distinción surge de sus reflexiones respecto del signo de<br />igualdad. Si la igualdad fuera una relación entre objetos, entonces proposiciones distintas<br />como <br />i) a=b <br />y <br />ii) a=a <br />no diferirían en absoluto. Sin embargo, una apreciación superficial nos indica que la<br />segunda es trivial y la primera no lo es. Por supuesto, podemos identificar la diferencia<br />entre ambas señalando que en la primera se nos informa de cierta estipulación arbitraria, <br />Page 7<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />4<br />según la cual usamos el signo ‘a’ para referir (bedeuten) al mismo objeto al que referimos<br />cuando usamos el signo ‘b’. Pero en este caso, en palabras de Frege, “no expresaríamos con<br />ella un conocimiento genuino”<br />vi<br />. Sólo surge una distinción interesante si la diferencia entre<br />ambos signos supone una heterogeneidad en los “modos de presentación” de los objetos. Es<br />justamente este “modo de presentación” aquello que Frege denominó sentido (Sinn),<br />estableciendo la división del significado de los términos del lenguaje en este componente,<br />por un lado, y la referencia (Bedeutung), el objeto presentado, por el otro. Así, a un mismo<br />referente podrán corresponder diversos modos de presentárselo, señalando de esta manera<br />dos características fundamentales en esta doble funcionalidad de los signos lingüísticos:<br />1) Múltiples sentidos pueden corresponder a una única referencia.<br />2) La referencia, por su parte, es determinada por el sentido. <br />Sin embargo, Frege negó que estos “modos de presentación” de los objetos que<br />representan los sentido fueran entidades psicológicas, tales como las imágenes mentales<br />que cada hablante asocia a los términos en cuestión. El sentido, a diferencia de estas<br />últimas, puede ser “propiedad común de muchos” y, de este modo, ser asociada con una<br />esfera conceptual, objetiva, esencialmente distinta del universo subjetivo y psicológico de<br />las “imágenes”.<br />La distinción entre sentido y referencia no se agota en los términos individuales,<br />sino que se aplica tanto a los términos generales del lenguaje como a las proposiciones<br />enteras (a las cuales Frege denominó “nombres compuestos”). Tanto el sentido como la<br />referencia de estas últimas son funciones de sus partes constituyentes. Así, el sentido de una<br />proposición es el “pensamiento” que ésta expresa; la referencia de la proposición, por su<br />parte, es asociada por este autor con dos entidades lógicas, a las cuales llamó “Lo<br />Verdadero” y “Lo Falso”. <br />Page 8<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />5<br />Por otra parte, especial mención merece, en el contexto de presente trabajo, la<br />división fregeana entre dos categorías lógicas que él encuentra en las proposiciones<br />significativas: aquella entre lo que denominó objeto y lo que denominó concepto<br />vii<br />. Sin que<br />lo que siga pretenda ser una definición, objeto es la referencia de un sujeto gramatical –en<br />voz activa- y concepto es la referencia de su correspondiente predicado gramatical (por<br />supuesto, esto no se cumple en varios casos, entre los que cabe destacar aquel en el cual el<br />predicado en cuestión sucede al verbo ser en función de identidad, como “Darth Vader es tu<br />padre”, caso en el cual ambos componentes son objetos). Lo que definiría a los objetos,<br />según Frege, es su carácter saturado, completo, en contraposición al carácter insaturado<br />propio de los conceptos, gracias a lo cual pueden cumplir su función predicativa. Sin entrar<br />en mayor detalle, pues dicha división se desarrollará más ampliamente en el apartado<br />2.1.1.2, podemos ilustrar el carácter insaturado a partir del siguiente ejemplo. Si tomamos<br />la oración<br />o) La filosofía es agotadora<br />y en ella separamos sus componentes en “la filosofía” y “es agotadora”, veremos<br />que a esta segunda forma le corresponde un “hueco”: “…es agotadora”, mientras que la<br />primera parece ser en sí misma una entidad completa, aunque –por supuesto- no puede ella<br />sola conformar una proposición. Esta oquedad propia de los conceptos es, precisamente, el<br />carácter de insaturación indicado anteriormente.<br />Asimismo, Frege fue uno de los pioneros respecto del programa de investigación<br />que se conoce con el nombre de logicismo. El rasgo fundamental de esta corriente es la de<br />haber pretendido reducir toda la matemática a la lógica. En este sentido, tanto su<br />Conceptografía (Begriffsschrift), obra en la cual desarrolló lo que hoy en día se conoce con <br />Page 9<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />6<br />el nombre de lógica de predicados, como sus Fundamentos de la Aritmética (Die<br />Grundgesetze der Arithmetik) y los dos tomos de sus Leyes fundamentales de la Aritmética<br />(Die Grundlagen der Arithmetik) pertenecen a los hitos fundamentales de dicho<br />movimiento.<br />Russell<br />viii<br />, quien fue el primero en retomar, elaborar y discutir seriamente las doctrinas<br />fregeanas tanto respecto del sentido y la referencia como del logicismo, aparece en escena<br />como aquel que hirió seriamente el proyecto fregeano logicista, por lo menos en los<br />términos en que éste lo había desarrollado. La definición de número, según Frege, consistía<br />en la clase<br />1<br />de todas las clases que tuvieran igual cardinalidad –esto, para no ser circular,<br />requiere que se entienda a la igualdad de cardinalidad como un concepto primitivo respecto<br />del contar. Así, Frege definía el cero como la clase con tantos miembros como la clase de<br />los objetos que no son idénticos a sí mismos. Asimismo, el uno se definía como la clase<br />cuyo único miembro era la clase anterior, y así sucesivamente, recorriendo de este modo<br />toda la serie de los números naturales sin usar nociones que no fueran lógicas –o, más<br />exactamente, nociones que en aquel momento eran consideradas lógicas- como la igualdad,<br />la pertenencia a una clase y la equivalencia entre clases. El problema de esta definición es<br />que la misma se basa en cierta liberalidad respecto de la formación de clases, recogida en el<br />así llamado “axioma de comprensión” (Ley V de Frege); según este último, dada cualquier<br />propiedad, existe el conjunto de objetos que caen bajo dicha propiedad. Como hemos visto,<br />la definición de número fregeana permitía que se formaran clases cuyos miembros eran<br />clases. Existe, entonces, la posibilidad de que ciertas clases se tengan por miembros a sí<br />mismas: la clase de todas las clases es un caso de este tipo. Ahora bien, a partir de esta<br />1 Hoy en día se tiende a usar el término clase restringido a ciertas colecciones particulares: las que no son<br />miembros de otras colecciones; también se las denomina “clases propias”. Estas se diferencian de los<br />conjuntos, que sí pueden ser miembros de otras colecciones. Usaré el término en un sentido laxo. <br />Page 10<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />7<br />posibilidad Russell propuso pensar en otra clase, la clase de todas las clases que no son<br />miembros de sí mismas. Esta clase, es sabido, resulta paradójica, pues si es miembro de sí<br />misma entonces no puede ser miembro de sí misma, pero si no lo es, entonces debe ser<br />miembro de sí misma. La postulación de esta clase, una vez aceptado el mencionado<br />axioma de comprensión que garantiza su existencia, da lugar a una contradicción del<br />sistema fregeano, conocida con el nombre de Paradoja de Russell. En la edición del<br />segundo tomo de sus Leyes fundamentales de la Aritmética, Frege publicó la carta de<br />Russell donde éste le informaba de la paradoja, indicando también que ignoraba de qué<br />modo la misma podía ser solucionada.<br />La propuesta de Russell, en coautoría con Whitehead, fue la de restringir la creación<br />de clases mediante una estratificación categorial según lo que denominó “tipos lógicos”.<br />Así, las clases sólo pueden tener miembros de un tipo lógico inmediatamente “inferior”,<br />impidiendo de esta manera la circularidad que daba lugar a la paradoja. Esto fue<br />denominado la Teoría de Tipos. A diferencia de lo que sucedía en el sistema fregeano, para<br />poder probar la existencia de infinitos números naturales fue necesaria la introducción del<br />llamado “axioma de infinitud” que postula que en el universo existen infinitos objetos. Esta<br />hipótesis, que Russell consideraba altamente probable, maculaba la pureza lógica que se<br />pretendía del logicismo y fue duramente criticada por Wittgenstein. Asimismo, como<br />veremos, la propia Teoría de Tipos fue blanco de numerosas críticas por parte de este autor.<br />En lo relativo a las nociones de sentido y referencia anteriormente mencionadas,<br />Russell abandonó la distinción y tomó como significado únicamente la referencia. En su<br />caso esto estuvo fuertemente ligado a sus concepciones epistemológicas, según las cuales<br />existen determinados objetos de “conocimiento directo” (acquaintance), entre los que se<br />encuentran los universales, los datos de los sentidos y las formas lógicas, los cuales <br />Page 11<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />8<br />representan así las referencias de los términos involucrados en las proposiciones. Sin<br />embargo, no todo constituyente de una proposición representa un caso de conocimiento de<br />este tipo. Así, por ejemplo, las descripciones definidas –sintagmas del tipo “el hombre de la<br />esquina rosada”- no tienen referencia, como indicaba Frege, sino que son “símbolos<br />incompletos”. Mediante el uso del aparato cuantificacional fregeano, Russell analizó estas<br />descripciones descubriendo lo que él denominó su “forma lógica real”, en la cual la<br />descripción desaparecía y dejaban su lugar a variables ligadas y términos universales –los<br />cuales sí estaban en relación de conocimiento directo con el sujeto. De este modo, “El<br />jugador numero 10 de Boca sufrió una lesión” es interpretado como “existe un x tal que x es<br />el jugador numero 10 de Boca y para todo y si y es el jugador número 10 de Boca entonces<br />y es igual a x y x sufrió una lesión”. Como se ve, no quedan rastros de un término singular,<br />como postulaba Frege, y en su lugar la descripción cumple la función de un predicado; la<br />segunda cláusula indica unicidad y, la tercera, la predicación en cuestión. Esta clase de<br />análisis surge, entre otros motivos, como una respuesta a la posición fregeana según la cual<br />las proposiciones en las cuales alguno de sus términos no tienen referencia, carecían de<br />valor de verdad; su significatividad, de cualquier manera, estaba resguardada en el<br />expediente del sentido, que –siempre según Frege- toda proposición correctamente<br />construida poseería.<br />En este contexto histórico, el joven Wittgenstein, llevado por un creciente interés<br />por la filosofía de la lógica y la fundamentación de la matemática, partió en 1911 –<br />aconsejado por Frege- hacia Cambridge para estudiar con Russell. La anécdota de este<br />encuentro ha sido ampliamente relatada: Russell se encontró de inmediato fascinado por su<br />joven alumno, con el cual trabaron una intensa amistad. En un hecho rara vez acontecido en<br />la historia de la filosofía, el alumno ejerció una inmensa influencia hacia su maestro, al <br />Page 12<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />9<br />punto tal que éste suspendió la publicación de un libro sobre teoría del conocimiento, luego<br />de las críticas que Wittgenstein le realizó, e incluso modifico aspectos relevantes de sus<br />doctrinas. <br />El Tractatus, un libro mayormente redactado durante la participación de<br />Wittgenstein en la Primera Guerra Mundial, fue el resultado de las reflexiones de este autor<br />sobre los temas que preocupaban a la incipiente tradición filosófica de Frege y Russell,<br />algunos de los cuales se han tratado de bosquejar en esta introducción. El libro fue<br />terminado en 1918 y, luego de varios intentos frustrados, fue publicado por primera vez en<br />alemán en 1921 y en inglés, con traducción de Charles Odgen, en 1922, en ambos casos<br />con una introducción de Russell.<br />Acerca de este trabajo<br />El presente trabajo se inscribe en el marco de una discusión actual respecto del<br />estatuto de las la obra wittgensteiniana. De este modo, como primera indicación, el<br />propósito aquí buscado es puramente exegético. El problema que es objeto de la<br />mencionada discusión responde a cierta complejidad respecto del modo en el cual debe<br />entenderse que el texto tractariano logra su objetivo de comunicar las doctrinas sobre el<br />lenguaje que pretende comunicar. La dificultad, a grandes rasgos, es la siguiente: el libro<br />busca, como lo indica en el Prefacio su propio autor, determinar qué es lo que estamos<br />habilitados a denominar discurso significativo; o, puesto en otros términos, busca trazar<br />cuáles son los límites del sentido. Sin embargo, a partir de los propios estándares para el<br />discurso significativo que la misma obra va señalando en su desarrollo, al final de la misma<br />advertimos que todos los pronunciamentos del Tractatus caen fuera de los límites que ella<br />misma ha trazado. <br />Page 13<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />10<br />Tradicionalmente, se resolvió el problema apelando a una distinción que la obra<br />misma traza entre lo que el lenguaje muestra y lo que el lenguaje dice (distinción en la cual<br />no podré ahondar ahora), indicando luego que si bien la obra no era capaz de decir algo<br />significativo, lo mostraba. Esta solución padece de ciertas dificultades, que se señalarán en<br />el capítulo 2, no obstante ha sido –y todavía sigue siendo- sostenida por varios de los más<br />reconocidos expertos sobre el texto wittgensteiniano. <br />En este contexto, un grupo de filósofos ha propuesto una lectura distinta a la que<br />siempre se había sostenido, lectura según la cual el propósito de la obra no sería en realidad<br />comunicarnos en absoluto ninguna indicación respecto del lenguaje, sino que su fin<br />consiste en última instancia en algo del orden de lo que podríamos denominar<br />“terapéutico”: la obra buscaría, de este modo, aliviarnos de ciertas pretensiones<br />inconducentes a las que somos propensos, en particular en el ámbito de la filosofía. <br />Adelantándome al desarrollo del trabajo, señalaré que en el mismo me muestro en<br />desacuerdo con tales interpretaciones. Sostendré, por mi parte, que el Tractatus sí pretende<br />comunicarnos –el término no es del todo exacto, como se verá- ciertas propiedades del<br />lenguaje. La razones que presentaré a favor de esta posición, algunas de las cuales<br />desarrollaré a partir de las respuestas de otros críticos a esta nueva corriente interpretativa,<br />se centrarán en dos aspectos: los primeros, de orden histórico-exegético y que se presentan<br />aquí como “externos”, según los cuales –considerando elementos epistolares, conferencias<br />y otras manifestaciones de la opinión del autor de Tractatus- no parece ser posible adscribir<br />al primer Wittgenstein la posición que estos nuevos intérpretes buscan adjudicarle. Los<br />otros aspectos estarán relacionados con la estructura interna tanto del Tractatus como de<br />las lecturas que esta nueva corriente sostiene. La pretensión allí será indicar que, incluso<br />ignorando todo el material externo a esta obra wittgensteiniana, en la misma aparecen <br />Page 14<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />11<br />pronunciamientos difíciles de conciliar con lo que los defensores de la posición terapéutica<br />sostienen. Asimismo, sostendré que existen inconsistencias, tanto metodológicas como<br />sistemáticas, en la propuesta misma de la nueva lectura que se busca para la obra.<br />Sin embargo, considero que la discusión nos habrá permitido, en primera instancia,<br />centrar el foco en un problema exegético que no había recibido la suficiente atención por<br />parte de la tradición interpretativa. Además, por otra parte, en el curso de esta sucesión de<br />argumentos y contraargumentos a favor y en contra de las nuevas lecturas, encontraremos<br />elementos de análisis que podrían brindarnos la posibilidad de articular una nueva solución<br />al problema en cuestión, tarea a la cual intentaré abocarme en el final de este texto.<br />La estructura de este trabajo<br />El estudio que aquí se propone se articulará de la siguiente manera. En primera<br />instancia, a lo largo del capítulo 1, buscaré proporcionar las herramientas básicas para la<br />comprensión y desarrollo del problema que aquí nos ocupa. Allí me centraré en<br />determinados aspectos ontológicos del sistema postulado en la obra y luego indicaré la<br />vinculación entre éstos y la teoría de la representación que en ella se desarrolla, para<br />finalmente señalar el impacto que estas consideraciones tienen en la filosofía del lenguaje<br />tractariana. Los contenidos que se expresan en este capítulo, así como su desarrollo, son<br />compartidos por la amplia mayoría de las interpretaciones del texto tractariano. Las<br />diferencias surgen, como se señalará, en la valoración respecto de estatus que estos<br />contenidos tienen y, por ende, también su función. <br />Es importante destacar aquí algunos de los problemas, vinculados con los temas<br />expuestos en la primera parte de esta introducción, a los cuales el Tractatus pretende dar<br />una respuesta; a modo de mera indicación, los problemas son: ¿cómo puede una oración ser <br />Page 15<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />12<br />falsa y ser significativa? Lo cual es pasible de ser planteado como un problema aun más<br />general, esto es, ¿cómo puede una oración ser significativa? ¿Cuáles son las distintas<br />funciones lingüísticas? Además, si una oración es asignificativa, ¿podemos juzgarla?<br />¿Podemos, siquiera, pensarla? ¿Es lo mismo el absurdo –la asignificatividad- que la<br />falsedad? Por último, pero –como se verá- en íntima relación con lo anterior, ¿cómo se<br />soluciona la Paradoja de Russell? ¿Es lícita la Teoría de Tipos como respuesta a la misma?<br />Considero que es necesario tener estos interrogantes en mente a la hora de juzgar las<br />doctrinas tractarianas como respuestas a los mismos.<br />En el capítulo 2, por otra parte, me centraré en el desarrollo del problema ya<br />mencionado anteriormente. Presentaré allí las razones que los defensores de la nueva<br />lectura sobre la obra wittgensteiniana aducen a su favor, presentación en la cual, además, se<br />dará algún desarrollo más detallado de lo ya expuesto en el capítulo 1 respecto de las<br />posiciones sostenidas en el Tractatus. Luego, expondré las críticas que ya he mencionado a<br />las mismas, en el intento de señalar las causas por las cuales considero que estas nuevas<br />lecturas no pueden ser plausiblemente mantenidas.<br />En el capítulo 3, finalmente, intentaré desarrollar una línea de lectura que solucione<br />los atendibles problemas que las nuevas corrientes interpretativas han señalado respecto de<br />las lecturas tradicionales. Como mero adelanto, indico que esta lectura se valdrá de tres<br />elementos. En primer lugar, una noción que es posible extraer de la “Conferencia sobre<br />ética” que Wittgenstein dictó a fines de 1929, la de “símil”, a partir de la cual considero que<br />es posible indicar el modo en el cual las proposiciones tractarianas operarían. Luego,<br />expondré un concepto no wittgensteiniano, el de lo antepredicativo –que tomo de la<br />Metafísica de Aristóteles-, el cual, a pesar de su carácter extraño para el autor que nos<br />ocupa, parece ser útil para explicar ciertas dificultades que aparecen ligadas a la noción de <br />Page 16<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />13<br />“verdades inefables”, que los críticos de la interpretación tradicional señalaban –<br />correctamente en mi opinión- como problemático. En último término, haré ciertas<br />indicaciones respecto del papel que el uso del lenguaje juega en el Tractatus y, a partir de<br />ellas, intentaré precisar de qué modo se podrían combinar los otros dos elementos recién<br />mencionados para brindar una posible lectura de la obra wittgensteiniana que se vea<br />aliviada de la problemática que se desarrolló en el curso del presente trabajo.<br />i TLP, p. 8, estudio preliminar.<br />ii TLP, p. 15, estudio preliminar.<br />iii Frege (1892), con el nombre “Sobre el sentido y la denotación”. He preferido “referencia”, con el cual<br />también se lo conoce, para homogeneizar la terminología de este trabajo.<br />iv Ricoeur (2001).<br />v Deleuze (2005).<br />vi Frege (1892: 4).<br />vii Desarrolladas tanto en Frege (1998a) como en Frege (1998b)<br />viii Para un resumen de las posiciones filosóficas de Russell, ver Russell (1918). <br />Page 17<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />14<br />CAPÍTULO I: Aspectos generales del Tractatus <br />Page 18<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />15<br />1 La estructura de la obra<br />En lo que sigue, intentaré dar un bosquejo de las líneas teóricas fundamentales del<br />Tractatus. Como es sabido, ésta no es una tarea fácil, más aun considerando la existencia de<br />numerosas secciones de dicha obra respecto de la cual no hay siquiera un mínimo consenso;<br />a modo de mero señalamiento, podríamos ejemplificar esto último haciendo referencia a las<br />afirmaciones según las cuales lo que el solipsismo “entiende es plenamente correcto” (5.62)<br />y que, por lo tanto, “el solipsismo [aquí algunos intérpretes señalan que la palabra correcta<br />sería ‘idealismo’] coincide con el puro realismo” (5.64)<br />2<br />. El estilo lacónico y epigramático<br />de esta breve obra, de apenas algo más que 80 páginas en su versión castellana, la falta de<br />una división en capítulos temáticos, la ausencia de referencias explícitas a los autores con<br />los cuales se muestra en desacuerdo respecto de numerosas cuestiones, la inexistencia de<br />argumentos en la mayoría de los casos y la oscuridad misma de ciertos temas abordados,<br />son apenas algunas de las causas de la problemática exegética. Además, como ha sido<br />señalado por diversos autores, es probable que la estructura superficial de la obra sea ella<br />misma engañosa, razón por la cual se afirma que cualquier vía de acceso al texto podría ser<br />considerado igualmente válido.<br />Tuve, por lo tanto, que realizar alguna determinación arbitraria a este respecto. De<br />este modo, para comenzar la exposición, me pareció relevante analizar alguna de las<br />muchas problemáticas exegéticas que la obra presenta; me detuve, así, en el sistema de<br />numeración de las proposiciones. Este análisis tiene por objeto tanto explicitar cuál es el<br />sentido de los números que constantemente acompañarán a las referencias al texto<br />tractariano –sentido que no se reduce, como en la Investigaciones Filosóficas, a una<br />coordenada para ubicar el pasaje-, como ilustrar a la vez de qué modo este método de<br />2 Para una interpretación de este pasaje, ver Hintikka (1958). <br />Page 19<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />16<br />ordenación temático no debe ser tomado en un sentido riguroso, como indicaré en lo que<br />sigue.<br />1.1 El sistema de numeración<br />Dejando de lado lo anecdótico respecto de la creación del Tractatus, una obra<br />construida en fragmentos que luego fueron ordenándose paulatinamente<br />3<br />, el primer<br />elemento estructurante que se indica es el conocido sistema de numeración. Según éste,<br />cada proposición está ordenada por su “peso lógico”; así, las proposiciones “n.1, n.2, n.3,<br />etc., son observaciones a la proposición número n; las proposiciones n.m1, n.m2, n.m3,<br />etc., son observaciones a la proposición número n.m; y así sucesivamente”<br />ix<br />. Sin embargo,<br />como indica Erik Stenius<br />x<br />, este sistema –si bien de gran ayuda considerando la dificultad<br />que supondría su carencia- no es respetado en varios aspectos. En primer lugar, en la<br />lectura de la obra uno se encuentra con proposiciones del tipo 2.01 (o incluso 3.001); si la<br />indicación citada debiera ser entendida en forma rigurosa, esto supondría la existencia de la<br />proposición 2.0. Sin embargo, como ya se adivina, tal proposición no existe. Así, debemos<br />reponer que esta clase de numeraciones son comentarios a la proposición 2 y que su “peso<br />lógico” es inferior al de proposiciones como 2.1. Pero no hay ninguna indicación explícita<br />sobre esta suposición exegética. Asimismo, tomando seriamente la metáfora del “peso<br />lógico”, debería entenderse que la importancia de las proposiciones es inversamente<br />proporcional al número de dígitos que la numeran. Nuevamente, esto no parece cumplirse:<br />por ejemplo, si tomamos la proposición <br />1 El mundo es todo lo que es el caso<br />3 Incluso, existe una ordenación del Tractatus que difiere de la pública, editada con el nombre de<br />Prototractatus: Wittgenstein (1971). <br />Page 20<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />17<br />en relación con la proposición que la comenta<br />1.1 El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas.<br />resulta por lo menos discutible que debamos entender que el <br />“peso lógico” de la segunda sea inferior al de la primera, pues es claro que la información<br />brindada por la segunda parece ser más relevante que el que se expresa en la anterior.<br />Puede suponerse, como sugiere Stenius, que las proposiciones con menor cantidad de<br />dígitos son en realidad indicaciones más generales que luego serán precisadas en sus<br />respectivas observaciones. Pero éste tampoco es el caso, pues la generalidad de las<br />proposiciones aparece distribuida sin mayor orden entre las de escasos dígitos y las de<br />muchos. Para ejemplificar, si tomamos la proposición <br />2.03 En el estado de cosas los objetos se comportan unos con otros de un modo y manera<br />determinados.<br />no es claro entonces que dicha proposición sea más general que ésta que la comenta<br />2.033 La forma es la posibilidad de la estructura<br />proposición en la cual se establece una definición, la de la noción de forma, de<br />radical importancia para toda la obra y no sólo para lo afirmado en 2.03.<br />Asimismo, otra dificultad surge relacionada con este sistema numérico: no siempre<br />parece respetarse la indicación de que los números n.1, por ejemplo, sean comentarios a la<br />proposición de número n. Esto se manifiesta en un doble aspecto. En primer lugar, tenemos<br />proposiciones como <br />Page 21<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />18<br />2.025 Es forma y contenido.<br />la cual, según el sistema, debería ser un comentario a la proposición <br />2.02 El objeto es simple.<br />sin embargo, la interpretación más plausible de 2.025 es que en realidad continúa lo<br />afirmado en 2.024<br />2.024 La sustancia del mundo es lo que persiste independientemente de lo que es el caso.<br />indicando de este modo que “la sustancia del mundo” es “forma y contenido”<br />(ignoraremos en este apartado la interpretación de los textos citados). <br />Por otra parte<br />xi<br />, la otra manifestación de trasgresiones al sistema numérico viene<br />dada en un modo más estructural: si bien proposiciones de la clase 2.0n, 20nm, etc., pueden<br />ser consideradas como “observaciones” a la proposición 2 (aunque no, como se indico<br />anteriormente, a la inexistente proposición 2.0), las proposiciones de la clase 2.n, 2.m y<br />siguientes parecen en realidad más vinculadas con la proposición 3 que con la proposición<br />2 en sí misma. Para ejemplificar,<br />2 Lo que es el caso, el hecho, es el darse efectivo de estados de cosas.<br />sí encuentra relación con las proposiciones 2.0n:<br />2.01 El estado de cosas es una conexión de objetos (cosas).<br />2.02 El objeto es simple.<br />2.03 En el estado de cosas los objetos están unidos entre sí como los eslabones de una cadena.<br />Pero, en cambio, las proposiciones<br />2.1 Nos hacemos figuras de los hechos.<br />ó <br />Page 22<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />19<br />2.2 La figura tiene en común con lo figurado la forma lógica de la figuración.<br />encuentran sin embargo menor hermandad con la citada proposición 2 que con la<br />proposición <br />3 La figura lógica de los hechos es el pensamiento.<br />siendo así que es posible considerar a aquéllas como comentarios preparatorios para<br />esta última.<br />Observaciones análogas pueden realizarse para las proposiciones 3.00n y 3.0n<br />respecto de las proposiciones 3.n; aquéllas resultan más cercanas temáticamente a la<br />proposición 4 que a la proposición 3. Ahora, como indica Stenius, podría esperarse que esta<br />regla continuara luego entre 4.0n hacia la proposición 4 y en 4.m respecto de 5. Sin<br />embargo, esto no sucede. Así, la proposición <br />4 El pensamiento es la proposición con sentido.<br />es sucedida por las proposiciones 4.00n y 4.0m que pueden considerarse<br />observaciones a 4, pero además por <br />4.1 La proposición representa el darse y no darse efectivo de estados de cosas.<br />la cual, cito a Stenius, “aparentemente pertenece a la misma esfera que 4”<br />xii<br />. <br />De cualquier modo, a partir las imprecisiones o faltas de rigurosidad mencionadas<br />no debe interpretarse que el sistema estructural en cuestión no sea de ninguna utilidad para<br />el acercamiento a la exégesis del texto wittgensteiniano. Como se indicó al comienzo de<br />este apartado, su ausencia supondría una enorme dificultad para la comprensión de un texto <br />Page 23<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />20<br />que ya de por sí es extremadamente complejo y oscuro, cuando no inconsistente. Lo que<br />antecedió fue, por un lado, cierto desarrollo de la estructura explícita que la obra predica de<br />sí misma pero, por el otro, una indicación de que dicha estructura no debe ser tomada al pie<br />de la letra. Podemos, nuevamente con Stenius, considerar a este sistema como un intento de<br />vertebrar la exposición a partir del señalamiento de determinados lugares fortes, rodeados<br />por crecendos y decrecendos, al modo de una pieza musical.<br />1.2 El contenido de las proposiciones principales del Tractatus<br />Como es sabido, la obra consta de siete proposiciones “principales”. Estas son:<br />1 El mundo es todo lo que es el caso.<br />2 Lo que es el caso, el hecho, es el darse efectivo de estados de cosas.<br />3 La figura lógica de los hechos es el pensamiento.<br />4 El pensamiento es la proposición con sentido.<br />5 La proposición es una función veritativa de las proposiciones elementales.<br />(La proposición elemental es una función veritativa de sí misma.)<br />6 La forma general de la función veritativa es: [p, ξ, N(ξ)]<br />Esta es la forma general de la proposición.<br />7 De lo que no se puede hablar hay que callar.<br />A modo de acercamiento a estas proposiciones, considero útil establecer ciertas<br />apreciaciones intuitivas. Un primer vistazo a las mismas parece indicar lo siguiente: las<br />primeras dos tratan sobre ontología, las dos siguientes (tercera y cuarta) sobre lo que –por<br />usar algún término medianamente adecuado- llamaré “epistemología”<br />4<br />y las siguientes dos<br />(quinta y sexta) sobre la naturaleza de la proposición. (Ignoraré la proposición séptima.)<br />Así, la primera aproximación a la estructura general de la obra nos sugiere que el libro parte<br />de la explicitación de ciertos rasgos característicos del mundo, establece de algún modo un<br />4 No se tratará a lo largo de este trabajo la posición del primer Wittgenstein respecto de la epistemología, pero<br />puedo sin embargo destacar aquí que en este período de su producción él no creía que la epistemología fuera<br />realmente una disciplina filosófica –de hecho, no existiría, según su posición, ninguna disciplina estrictamente<br />filosófica (con excepción, quizás, de la lógica). Puede leerse en TLP 4.1121 “La teoría del conocimiento es la<br />filosofía de la psicología”; para entender este pasaje hay que tener en cuenta, como se indicará más adelante,<br />que aquí “filosofía” debe interpretarse como “clarificación lógica de los pensamientos” y no como un cuerpo<br />teórico sistemático. <br />Page 24<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />21<br />vínculo entre tales rasgos ontológicos y los pensamientos, para concluir de ahí<br />determinadas clase de tesis respecto de la lógica y la filosofía del lenguaje. <br />Las nociones que concatenan y articulan las proposiciones entre sí parecen ser las<br />siguientes: <br />a) De 1 a 2: acaecimiento.<br />b) De 2 a 3: hecho.<br />c) De 3 a 4: pensamiento.<br />d) De 4 a 5: proposición.<br />e) De 5 a 6: función veritativa (junto con, nuevamente, proposición).<br />Asimismo, vemos surgir elementos nuevos entre proposiciones, los cuales –es de<br />suponerse- deben de encontrar su desarrollo justamente en el intervalo entre las mismas:<br />éste es el caso, por ejemplo, de las denominadas proposiciones “preparatorias” que indiqué<br />en el apartado anterior. Dichas nociones nuevas son:<br />a) Entre 1 y 2: cosa<br />5<br />(u objeto); estados de cosas.<br />b) Entre 2 y 3: figura lógica (y, por lo tanto, también figura a secas).<br />c) Entre 3 y 4: proposición con sentido.<br />d) Entre 4 y 5: función veritativa y proposición elemental.<br />e) Entre 5 y 6: forma general (noción que entenderemos asociado al de “variable”).<br />Como es previsible, todas estas nociones son de radical importancia para la<br />comprensión del tratado y cada una de ellas encuentra una específica significación técnica<br />5 Puede suponerse que la noción de “cosa” u “objeto” no aparece entre 1 y 2, pues la expresión “estado de<br />cosas” traduce el término alemán Sachverhalt, y que, por lo tanto, en realidad la concatenación entre estas<br />expresiones no surge hasta la proposición 2.01, que afirma “El estado de cosas es una conexión de objetos<br />(cosas)”. Sin embargo, como indica Anscombe (1971: 29), a pesar de que “[l]iterally this word simply means<br />‘situation’”, “[e]timologically it suggests ‘hold of things’-i.e. a way things stand in relation to one another”.<br />Así, creo que no es incorrecto permitirme esta licencia terminológica. <br />Page 25<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />22<br />en el mismo. Recapitulando lo indicado hasta ahora, podemos distribuirlas entre los grupos<br />temáticos sugeridos anteriormente:<br />1) Ontología: acaecimiento, hecho, objeto, estados de cosas.<br />2) Epistemología: figura lógica, pensamiento, proposición con sentido.<br />3) Filosofía del lenguaje: proposición elemental, función veritativa, forma general<br />de la proposición (o, como se indicó, “variable” proposicional<br />6<br />).<br />En lo que sigue, utilizaré estos conceptos y las mencionadas divisiones temáticas<br />para desarrollar el contenido del Tractatus. Como ya se prevé, esta modalidad expositiva es<br />discutible: por ejemplo, David Pears<br />xiii<br />afirma que las conclusiones ontológicas del<br />Tractatus son todas producto de sus tesis sobre el lenguaje; en la misma línea se pronuncia<br />Anthony Kenny, “[l]as tesis acerca del mundo siguen –tanto histórica como lógicamente- a<br />las tesis acerca del lenguaje; pero su dependencia está enmascarada por la aparición de<br />aquéllas al comienzo del libro”<br />xiv<br />. En ambos autores, como en Elizabeth Anscombe<br />xv<br />y en<br />James Griffin<br />xvi<br />, esto repercute en que expongan las tesis relativas al lenguaje en primera<br />instancia, para luego indicar de qué modo éstas impactan en la concepción ontológica. Sin<br />embargo, tanto Stenius<br />xvii<br />como H.O. Mounce<br />xviii<br />respetan el orden de presentación propio<br />del libro –sin que esto en sí mismo suponga una negación de la tesis respecto de la<br />dependencia lógica; con estos autores, considero que, para los fines presentes, esta<br />modalidad es más adecuada y útil.<br />6 No debe entenderse esto del mismo modo en el cual las letras que inician el alfabeto, en mayúscula, son<br />usadas como variables proposicionales en metalógica. El significado preciso de esta expresión, así como lo<br />que la motiva, serán explicados oportunamente. <br />Page 26<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />23<br />1.2.1 Ontología<br />La primera afirmación tractariana, ya citada, indica que el mundo es todo lo que es<br />el caso. Inmediatamente, se observa que el mundo es la totalidad de los hechos, no de las<br />cosas (1.1). Algo más adelante, se define esta noción de hecho: un hecho es el darse<br />efectivo de estados de cosas (TLP 2); un estado de cosas, por su parte, es una concatenación<br />de objetos, de cosas (2.01)<br />7<br />. En este punto, vale hacer cierta digresión terminológica. El<br />término alemán Sachverhalt (que hasta aquí he tomado por “estado de cosas”) es traducido<br />de diversas maneras. Anscombe, al igual que Enrique Tierno Galván en su versión<br />castellana, reivindica la primera traducción del Tractatus al inglés, realizada por Ogden, en<br />la cual esta palabra se reemplaza por “atomic factquot;
 (“hecho atómico” en Tierno Galván).<br />Stenius, por su parte, elige “estado de cosas atómico” (“atomic state of affairs”), para<br />distinguirlo tanto de “hecho” (Tatsache) como de la noción de “estado de cosas” -atómico o<br />no- correspondiente, en su opinión, a Sachlage; la versión castellana de Muñoz y Reguera<br />conserva algo de esta posición, pero usa indistintamente “estado de cosas” para Sachverhalt<br />y para Sachlage<br />8<br />. Las razones expuestas por Stenius son atendibles: si un hecho (Tatsache)<br />es el “darse [Bestehende] de Sachverhalt” (TLP 2), es realmente extraño preferir la<br />traducción según la cual un hecho es “el darse de hechos atómicos”. Así, se establece la<br />siguiente terminología:<br />7 Las interpretaciones respecto de qué sean los “objetos” tractarianos es todavía controversial. Wittgenstein da<br />ejemplos que hacen pensar en datos de los sentidos y también ejemplos en los cuales pareciera que se trata de<br />objetos físicos. Carpintero (1996) apoya la primera interpretación, Griffin (1964) la segunda y Keyt (1963 y<br />1965) indica que la intención de Wittgenstein era que su posición fuera lo suficientemente amplia como para<br />recoger cualquiera de ambas posibilidades. <br />8 Aunque indican que éste último posee “cierto matiz de generalidad y composición […]: como si un<br />Sachlage se compusiera, a su vez, de Sachverhalten” (nota al pie, p. 24). <br />Page 27<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />24<br />Sachverhalt: “estado de cosas atómico”<br />9<br />; esto es, la posibilidad de cierta<br />configuración de objetos, independiente de si ésta se actualiza o no.<br />Sachlage: “estado de cosas” (en general).<br />Tatsache: “hecho” (esto es, el darse –existir- de “estados de cosas”).<br />Por su parte, la reivindicación de Anscombe<br />xix<br />para traducir Sachverhalt por “hecho<br />atómico” no me resulta convincente: argumenta, por un lado, que si bien puede parecer raro<br />que se hable de hechos no existentes, el propio Wittgenstein –en su opinión- lo hace en<br />2.06: “el darse y no darse efectivo de [Sachverhalten] es la realidad. (Llamamos [Tatsache]<br />positivo al darse efectivo de [Sachverhalt]; al no darse efectivo, [Tatsache] negativo)”; sin<br />embargo, en este caso él habla de hechos (Tatsachen) positivos y negativos, y justamente<br />llama de ese modo a la existencia y no existencia, respectivamente, de Sachverhalten: esto<br />es, no usa la expresión “hechos no existentes”<br />10<br />. Asimismo, Anscombe indica que la noción<br />de posibilidad que Stenius encuentra en Sachverhalten está en realidad recogida en la<br />noción de Sachlage: así, Stenius se equivocaría al afirmar que un Sachverhalt es un hecho<br />posible, pues “[i]n German, a ‘possible fact’ (mögliche Tatsache) would be something that<br />is perhaps a fact –i.e. for all we know to the contrary” y, para cualquier intérprete del<br />Tractatus, es evidente que no es esto lo que se pretende recoger mediante el término<br />Sachverhalt. Pero este modo de entender la propuesta de Stenius parece ser equivocada. Si<br />bien es cierto que en todo el Tractatus no se usa la expresión “mögliche Tatsache”, es claro<br />que 1) se ha indicado que un hecho (Tatsache) es el darse de Sachverhalten y 2) que no<br />todo Sachverhalt es un Tatsache. De 1) y 2) se sigue que los Sachverhalten son Tatsachen<br />9 Sin embargo, como señalé, Muñoz y Reguera no hacen esta aclaración respecto de la atomicidad. En la<br />sucesivas citas de este trabajo usaré, a pesar de todo, dicha traducción, e indicaré –si es relevante- que se<br />habla de estados de cosas atómicos.<br />10 Este error de Anscombe es realmente llamativo. Quizás se valió de la traducción inglesa de Odgen sin<br />revisar el original alemán, en la cual –como se señaló- se traduce Sachverhalt por “atomic factquot;
. Como fuere,<br />no deja de ser sorprendente. <br />Page 28<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />25<br />en potencia. Esto es todo lo que se quiere decir al afirmar que los Sachverhalten son<br />posibles hechos<br />11<br />.<br />Aceptada esta terminología, podemos volver al texto tractariano. Hasta aquí, es<br />posible creer que todo lo que se ha establecido es una mera sucesión de definiciones; así,<br />“mundo” se entenderá como “la totalidad de los hechos”, “hecho” como “estados de cosas<br />existente”, etc. Sin embargo, la propuesta wittgensteiniana no es ésta. Lo que se pretende<br />con estas proposiciones es, en cambio, presentar tesis sustantivas<br />12<br />respecto de la estructura<br />del mundo. En particular, se afirma que la unidad de individuación ontológica es la de<br />hecho y no, como es más usual interpretar, la de cosa u objeto<br />13<br />. Stenius, para explicar esta<br />propuesta, se vale de analogías con la psicología de la Gestalt: así como, según ésta, lo<br />primero es el campo de percepción en el cual luego se reconocen objetos en determinadas<br />relaciones, en el mundo la noción fundamental es la de hecho; será en el análisis donde<br />surgirán sus elementos componentes. Para esta posición, hablar de objetos aislados carece<br />de sentido: los objetos se tornan reconocibles sólo en la situación concreta de encontrarse<br />en estados de cosas, esto es, en determinadas configuraciones con otros objetos (esto es<br />“esencial a la cosa”, 2.011). Es más, luego se afirmará que conocer un objeto es sólo<br />conocer su posibilidad de ocurrencia en estados de cosas (2.0123): los objetos, de este<br />modo, se definen por el rango de combinabilidad con otros objetos de manera tal que se<br />conformen estados de cosas:<br />11 La tercera razón que aduce Anscombe a favor de su interpretación es que el propio Wittgenstein aceptó la<br />traducción de “atomic factquot;
. No parece ser relevante, pero incluso si lo fuera, podría replicársele que también<br />existen indicaciones referidas a que este autor jamás se sintió satisfecho con la versión inglesa de su libro.<br />12 Como se verá, la mera presentación de tesis sustantivas no garantizaría que el autor se comprometiera con<br />ellas. Parte de esto corresponde a la discusión central de este trabajo.<br />13 Por supuesto, existen otras propuestas respecto de la individuación ontológica, en particular la de la noción<br />de evento. Por ejemplo, Davidson (1994). <br />Page 29<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />26<br />2.0121 […] Al igual que no podemos en absoluto representarnos objetos espaciales fuera del<br />espacio, ni temporales fuera del tiempo, tampoco podemos representarnos objeto alguno fuera<br />de la posibilidad de conexión con otros […].<br />De este modo, se observa que la noción de estado de cosas es primaria respecto de<br />la de objeto: el concepto objeto es definido en función del de estado de cosas; esta<br />combinación de los objetos, por otra parte, se realiza sin la ayuda de ninguna relación extra:<br />“[e]n el estado de cosas los objetos están unidos entre sí como los eslabones de una cadena”<br />(2.03)<br />14<br />.<br />La posibilidad de ocurrencia de los objetos en estados de cosas se denomina su<br />“forma” (2.0141); en 2.02331 se la llama también “forma lógica”. Asimismo, dado que los<br />objetos se caracterizan por dicha “forma”, que determina todos los posibles estados de<br />cosas en los cuales puede entrar, puede concluirse que los objetos “contienen la posibilidad<br />de todos los estados de cosas” (2.014). De un modo más general, en 2.033, se afirma que<br />“la forma es la posibilidad de la estructura” (de objetos, de estados de cosas). Dicha<br />indicación es de radical importancia para el texto, como se verá en apartados posteriores.<br />Además, es importante recalcar aquí que de esto se sigue la existencia de dos clases de<br />propiedades, que Wittgenstein llama internas y externas (2.01231; 2.0233): las internas son<br />justamente aquellas que son esenciales a la cosa, i.e.: su forma, y las externas son la<br />contingencia de, de facto, encontrarse en tal o cual relación con otros objetos. Puede<br />observarse que el primer tipo de propiedades supone un conjunto de posibilidades (las de<br />combinación) mientras que el segundo tipo de propiedades se asocia con el conjunto actual<br />de relaciones de un objeto.<br />Asimismo, con este material podemos ya indicar qué es un estado de cosas<br />“atómico” (Sachverhalt): tal estado de cosas es aquel en el cual sólo hay objetos. Se<br />14 Este es el modo mediante el cual Wittgenstein intenta resolver el problema de la regresión de Bradley en su<br />argumento contra las relaciones; ver (Simpson: 41). <br />Page 30<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />27<br />distingue de la noción más general de “estado de cosas” (Sachlage) en que esta última<br />puede referir a la combinación de múltiples estados de cosas atómicos. <br />En lo relativo al concepto de estados de cosas, caben dos aclaraciones más: se<br />afirma, en primer lugar, que los estados de cosas atómicos son todos independientes entre sí<br />(1.21, 2.06, 2.061, 2.062), esto es, que del darse o no darse de un estado de cosas atómico<br />no puede deducirse el darse o no darse de ningún otro estado de cosas atómico; en segundo<br />lugar, se nos dice que el objeto es simple<br />xx<br />(2.02): no pueden distinguirse partes en él; por<br />esto es que el único modo de individuarlo es advertir su “forma” (i.e.: sus posibilidades de<br />ocurrencia en estados de cosas): en los objetos así concebidos no existen las propiedades<br />que usualmente predicamos de las cosas mundanas (“los objetos son incoloros”, 2.0232,<br />afirmación que Copi<br />xxi<br />interpreta del modo recién indicado). Asociado a este carácter de<br />simpleza, se indica también que los mismos son inalterables. De estas afirmaciones,<br />podemos concluir que lo mutable en la estructura del mundo es lo relativo al modo de<br />configuración de los objetos (determinando de esta manera diversos estados de cosas<br />atómicos) y lo fijo son los objetos (2.0272), cuyo conjunto –dicho sea de paso- se denomina<br />sustancia (2.021).<br />1.2.2 Epistemología <br />1.2.2.1 La teoría figurativa<br />Como he indicado anteriormente, puede considerarse que las proposiciones 2.1 y<br />2.2, así como sus observaciones, obedecen a la temática correspondiente (en el esquema<br />expuesto en el apartado 1.2 de este trabajo) a la proposición 3. Así, de las afirmaciones<br />ontológicas revisadas en lo precedente, la proposición 2.1 pareciera suponer un salto de la<br />ontología a la epistemología: <br />Page 31<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />28<br />2.1 Nos hacemos figuras de los hechos.<br />En efecto, a partir de esta observación, cabe preguntarse qué relación hay entre lo<br />anterior y esto que aquí se afirma. La clave para responder a esta pregunta está en la<br />proposición 2.141, según la cual “la figura es un hecho”. Veamos cuál es la interpretación<br />de esto último: como anteriormente se indicó, un hecho es un estado de cosas existente. A<br />su vez, un estado de cosas es una concatenación de objetos en determinadas relaciones. La<br />pretensión de las proposiciones 2.1 y 2.2 es bosquejar una teoría general de la<br />representación, conocida como la “teoría figurativa (o pictórica) del significado”; en la<br />misma, lo primero que se afirma es que una figura –esto es, un elemento representativo- es,<br />justamente, un estado de cosas. Ahora bien, dada la ontología del Tractatus, el mundo se<br />conforma de estados de cosas; así, aquello que será representado -dada la teoría de la<br />representación en cuestión- será necesariamente un estado de cosas (pues no existe nada<br />más en el mundo). Pero, por otra parte, que la figura también sea un estado de cosas supone<br />que la misma posea una estructura en la cual sus componentes se relacionen de un modo y<br />manera determinados, y esto permite lo siguiente:<br />2.15 Que los elementos de la figura se comporten unos con otros de un modo y manera<br />determinados, representa que las cosas [del estado de cosas a representar] se comportan así unas<br />con otras.<br />Esto es, dado que “[a] los objetos [del estado de cosas a representar] corresponden<br />en la figura los elementos de la misma” (2.13), la estructura de la figura –es decir, la<br />estructura del particular estado de cosas que estamos llamando figura- representa que los<br />elementos del estado de cosas representado también se comportan de este modo. <br />Page 32<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />29<br />El caso más simple de esta teoría de la representación es el de un isomorfismo<br />absoluto: por ejemplo, tenemos un estado de cosas C1 y un estado de cosas C2. Ambos<br />están constituidos por 3 elementos, tal que:<br />C1={a, b, c}<br />C2={d, e, f}<br />Esto todavía no permite hablar de la posibilidad de figuración, pues no hemos dicho<br />nada sobre la estructura. Ahora bien, si C1 estuviera inscrito en espacio unidimensional y C2<br />en uno tridimensional, no sería posible usar al primero para representar correctamente al<br />segundo (aunque sí a la inversa); esto es así, dado que las combinaciones posibles de los<br />objetos de C1 no podrían recoger las posibilidades de articulación de C2. Ahora bien, si en<br />cambio tomáramos como única noción relevante la de orden y lo que sigue fuera el caso:<br />C1=<a, b, c><br />C2=<d, e, f><br />es evidente entonces que podemos utilizar a C1 para representar a C2 (o viceversa,<br />pero no nos detendremos en esto ahora). Nótese que al usar esta representación, asociamos<br />cada elemento del primer conjunto a uno y sólo uno de los elementos del segundo conjunto.<br />Una vez fijada esta convención (según la cual ‘a’ representa a d, ‘b’ a e y ‘c’ a f), podemos<br />también reordenar los elementos de C1, de modo que<br />C3=<b, c, a><br />cuyo resultado, según la convención fijada, es una figura incorrecta del estado de<br />cosas C2. Lo importante aquí es sabemos qué sería el caso si C3 fuera una figura correcta de<br />C2, esto es<br />C2”=<b, f, e> <br />Page 33<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />30<br />De estas simples observaciones, podemos extraer algunas indicaciones respecto del<br />Tractatus: <br />a)<br />La relación de figuración se da entre entidades ontológicamente<br />homogéneas: estados de cosas.<br />b)<br />La estructura del estado de cosas figurativo (la combinación de sus<br />elementos) es lo que en Tractatus se denomina “forma de figuración” que<br />indica “la posibilidad de que las cosas [del estado de cosas a representar]<br />se interrelacionen entre sí como los elementos de la figura” (2.151).<br />Nótese que esto se diferencia de la estructura propia del elemento<br />figurativo -en tanto estado de cosas-, pues incluye un elemento extra:<br />aquello que en Tractatus se denomina “la relación figurativa”, consistente<br />en “la coordinación entre los elementos de la figura y los de las cosas<br />15<br />”<br />(2.1514), coordinación que, precisamente, convierte al primer estado de<br />cosas en figura (2.1513)<br />16<br />.<br />c)<br />Asimismo, algo debe haber en común entre la figura y lo figurado para<br />que una pueda ser figura de la otra. Recuérdese los dos casos dados<br />anteriormente en los cuales la relación figurativa era imposible: aquel en<br />el cual los estados de cosas carecían de estructura<br />17<br />y aquel en el cual la<br />estructura de uno difería de tal modo respecto del otro que era imposible<br />establecer una coordinación. Por supuesto, en el caso positivo aquello<br />15 Aquí pareciera haber un error (idéntico en el texto alemán), pues es claro –por lo dicho respecto de la<br />simpleza de los objetos en 2.02- que “las cosas” no tienen elementos a ser coordinados. No parece ser<br />problemático e intuitivamente es lo más sensato entender que aquí se refiere a los elementos de los “estados<br />de cosas” a representar.<br />16 Stenius (1960: 93 y ss) denomina a esta correlación “key of isomorphism” y “key of interpretation”,<br />indicando una diferencia entre “keys” adecuadas e inadecuadas. No me detendré en estas dificultades. <br />17 En rigor, esto no es algo que sea posible según la posición sostenida en el Tractatus. <br />Page 34<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />31<br />común entre los elementos figurativo y figurado era una estructura<br />idéntica (como se verá más adelante, esto no es lo usual). En el Tractatus,<br />se denomina a este mínimo común denominador entre el elemento<br />figurativo y el figurado con la expresión “forma lógica”. <br />d)<br />Una vez establecidas las correlaciones, una figura no depende más –para<br />ser representativa- del estado de cosas representado. La figura –una vez<br />determinada una relación figurativa- representa entonces un estado de<br />cosas posible (2.201, 2.202, 2.203): a tal estado de cosas se lo denominará<br />el “sentido” de la figura (2.221). Sin embargo, la figura sigue dependiendo<br />de la existencia de los elementos del estado de cosas. Estas dos relaciones<br />de dependencia e independencia, como veremos más adelante,<br />determinarán dos funciones lingüísticas heterogéneas.<br />e)<br />La corrección o incorrección de la representación jamás puede<br />determinarse por la mera figura: “[n]o existe una figura verdadera a<br />priori” (2.225), sino sólo en la comparación entre la figura y el estado de<br />cosas representado.<br />1.2.2.2 Pensamiento y proposiciones<br />Luego de estas observaciones generales sobre la representación, Wittgenstein realiza<br />otra afirmación que, por lo menos en primera instancia, puede sonar algo vertiginosa:<br />3 La figura lógica18 de los hechos es el pensamiento.<br />18 Sobre el concepto de figura lógica, simplemente indicaré que según el texto tractariano “[c]ualquier figura<br />es también una figura lógica”. Stenius (1960: 102-108) discute críticamente esta afirmación del Tractatus,<br />pero no me detendré en esta dificultad. <br />Page 35<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />32<br />De lo dicho anteriormente, en conjunción con esta última proposición, debemos<br />concluir que, para el Tractatus, el pensamiento consiste en estados de cosas figurativos.<br />Esta afirmación sorprendió a Russell, como puede verse en el siguiente parágrafo de Kenny<br />que transcribo:<br />Puesto que una pintura [figura, en nuestra terminología] es una combinación de elementos, se<br />plantea la siguiente cuestión: ¿cuáles son los elementos de una pintura lógica, de un<br />pensamiento? Este problema se lo planteó Russell a Wittgenstein y recibió una respuesta más<br />bien brusca. Puesto que un pensamiento es un hecho, Russell preguntó: ‘¿Cuáles son sus<br />constituyentes y componentes y cuál es su relación con los del hecho pintado?’ ‘No sé cuáles<br />son los constituyentes de un pensamiento’, replicó Wittgenstein, ‘pero sé que debe haber tales<br />constituyentes que corresponden a las palabras del lenguaje. El tipo de relación que haya entre<br />los constituyentes del pensamiento y los del hecho pintado también es irrelevante. Averiguarlo<br />sería asunto de la psicología’ ‘¿Consta un pensamiento de palabras?’, insistió Russell. ‘No, sino<br />de constituyentes psíquicos que tienen con la realidad el mismo tipo de relación que las<br />palabras. Qué son esos constituyentes es algo que ignoro’.<br />xxii<br />El intercambio epistolar no parece dejar lugar a dudas: el pensamiento, para el<br />Wittgenstein del Tractatus, consiste en la combinación de elementos psíquicos<br />(¿neuronales?) de modo tal que los mismos conformen estados de cosas que mantienen con<br />el hecho representado relaciones figurativas como las descriptas en los párrafos<br />precedentes, aunque presumiblemente de una complejidad mucho mayor. <br />Para ilustrar esta cuestión, veamos lo siguiente. La teoría tractariana respecto de la<br />estructura del pensamiento tiene un impacto interesante en el análisis de las oraciones<br />subordinadas luego de verbos de actitudes proposicionales (como “cree”, “dice”, etc.). En<br />el marco de su argumentación a favor de que las oraciones son todas funciones de verdad<br />de otras oraciones más simples (lo cual se explicará más adelante), Wittgenstein afirma que<br />existen casos –ya analizados por Frege y Russell- donde esto no parece cumplirse: tal<br />parece ser la situación de las oraciones con verbos de actitud proposicional mencionadas.<br />Al respecto, afirma:<br />5.541 A primera vista parece como si una proposición pudiera ocurrir en otra también de otro<br />modo. Especialmente en ciertas formas proposicionales de la psicología como “A cree que p es<br />el caso”, o “A piensa p”, etc. <br />Page 36<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />33<br />Aquí, a una mirada superficial puede parecer, ciertamente, como si la proposición p estuviera<br />con un objeto A en una clase de relación. <br />(Y en la moderna teoría del conocimiento (Russell, Moore, etc.), dichas proposiciones han sido<br />concebidas así.)<br />5.542 Pero está claro que “A cree que p”, “A piensa que p”, “A dice p” son de la forma “‘p’<br />dice p”, y aquí no se trata de la coordinación de un hecho y un objeto, sino de la coordinación<br />de hechos mediante la coordinación de sus objetos.<br />Según la interpretación de estos pasajes realizada por Anscombe<br />xxiii<br />, hay que<br />descartar dos tipos de lecturas que han sido sostenidas –si bien esta autora no nos indica<br />quiénes ni dónde las sostuvieron-: la primera, aquella que supone imposible tener un<br />pensamiento sin decir una oración correspondiente y, la segunda, aquellas que postula que<br />debe analizarse a la persona como un complejo (que entraría en determinada relación con la<br />oración). En realidad, según Anscombe, lo que se señala en estos pasajes es que tener un<br />pensamiento es poseer determinados elementos (“psíquicos”) en cierta relación unos con<br />otros y que estos elementos estén en relación figurativa (esto es “coordinados”) con los<br />elementos del hecho pensado. Así, en el análisis de “A piensa que p”, ‘A’ desaparece<br />19<br />y<br />sólo queda la coordinación de ciertos elementos –los constituyentes psíquicos que<br />componen una estructura similar a la correspondiente a la oración-hecho ‘p’- que se<br />enlazan con el hecho de que p, esto es, con el estado de cosas correspondiente a tal<br />oración.<br />xxiv<br />Retomando el análisis, inmediatamente luego de la proposición que establece que el<br />pensamiento es una figura lógica de los hechos, se llega a la noción de proposición:<br />3.1 En la proposición se expresa sensoperceptivamente el pensamiento.<br />3.11 Usamos el signo sensoperceptible (signo sonoro o escrito, etc.) de la proposición como<br />proyección del estado de cosas posible. <br />El método de proyección es el pensar el sentido de la proposición.<br />3.12 Al signo mediante el que expresamos el pensamiento le llamo el signo proposicional. Y la<br />proposición es el signo proposicional en su relación proyectiva con el mundo.<br />19 De esta desaparición en el análisis de dichas oraciones, Wittgenstein extrae consecuencias metafísicas:<br />“[e]sto muestra también que el alma –el sujeto, etc.-, tal como es concebida en la actual psicología superficial,<br />es una quimera” (5.5421). <br />Page 37<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />34<br />En las proposiciones citadas aparecen varias nociones vitales para la comprensión<br />del Tractatus, la cuales son:<br />a) Signo: entidad del lenguaje perceptible por los sentidos.<br />b) Proyección: “método” consistente en pensar el sentido de la proposición. Como<br />hemos visto, el sentido de una proposición es el estado de cosas que representa,<br />el hecho que le correspondería en caso de ser verdadera. Proyectar una<br />proposición es, entonces, pensar qué sería el caso si ésta fuera verdadera.<br />c) Signo proposicional: signo mediante el cual se expresa una proposición (en una<br />terminología más actual, podríamos llamar a esto oración). Más adelante<br />agregará dos notas de gran relevancia respecto del signo proposicional:<br />“El signo proposicional consiste en que sus elementos, las palabras, se<br />comportan en él unos con otros de un modo y manera determinados<br />El signo proposicional es un hecho” (3.14). Esto es, todo lo que<br />anteriormente se predicó de la relación figurativa se aplica, de algún modo<br />que todavía resta indicar, a las oraciones del lenguaje. Por otra parte, los<br />elementos del signo proposicional –las cosas del estado de cosas que este<br />signo es- son las palabras.<br />d) Proposición: consistente en la “relación proyectiva” del signo proposicional con<br />el mundo. Esto, por lo visto hasta ahora, parece significar lo siguiente: es el uso<br />del signo proposicional a partir del cual el sujeto piensa el estado de cosas que<br />sería el caso según lo afirmado por dicho signo. <br />Por supuesto, esta asociación de las proposiciones con la figuración tal como se la<br />describió anteriormente es una de las grandes apuestas del Tractatus (sino la gran apuesta). <br />Page 38<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />35<br />Es por eso que inmediatamente se adelanta a la obvia objeción de que, prima facie, las<br />oraciones no parecen figuras de los hechos del mundo:<br />3.143 Que el signo proposicional es un hecho es algo que viene velado por la forma expresiva<br />corriente de la escritura o de la imprenta.<br />Sin embargo, afirma -en observación a esta proposición:<br />3.1431 Muy clara resulta la esencia del signo proposicional cuando, en lugar de imaginárnoslo<br />compuesto de signos escritos, nos lo imaginamos compuesto de objetos espaciales (como, por<br />ejemplo, mesas, sillas, libros). <br />La recíproca relación espacial de estas cosas expresa entonces el sentido de la proposición. <br />Dejando de lado lo “clara” que pueda resultar esta “esencia”, es evidente que su<br />posición postula el símil entre las figuras y las proposiciones en un sentido fuerte: la<br />imagen que el texto nos invita a realizar es directamente la de una pintura en forma literal.<br />Ahora bien, en defensa de esta posición, se vale de las siguientes afirmaciones<br />a)<br />Primero hace uso de algunas analogías: así, aunque la proposición escrita<br />no parece una “figura”, “tampoco la notación musical parece ser a primera<br />vista figura alguna de la música, ni nuestra escritura fonética (el alfabeto),<br />figura alguna de nuestro lenguaje hablado. Y, sin embargo, estos lenguajes<br />se revelan también en el sentido corriente como figuras de lo que<br />representan” (4.011). Además, tanto una partitura como “[e]l disco<br />gramofónico, el pensamiento musical [recuérdese la definición de<br />pensamiento dada], las ondas sonoras, están todos entre sí en esa relación<br />interna figurativa que se da entre lenguaje y mundo” (4.014). <br />b)<br />Ahora bien, el pensamiento es disfrazado en el lenguaje (4.002); esto<br />significa que lo que parece tener cierta forma lógica en una proposición<br />no necesariamente debe ser de ese modo. Es mérito de Russell (en su <br />Page 39<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />36<br />teoría de las descripciones) haber mostrado que la forma aparente de una<br />proposición no tiene porque ser su forma real (4.0031). <br />c)<br />La “forma de figuración” –tal como se la definió anteriormente- de las<br />proposiciones (“las convenciones tácitas para la comprensión del lenguaje<br />ordinario”) son “enormemente complicadas” (4.002). Esto es, la relación<br />figurativa entre los elementos de la proposición y los elementos del estado<br />de cosas no es aprehensible de forma inmediata. <br />d)<br />Sin embargo, puede “analizarse” esta proposición de modo tal que “a los<br />objetos del pensamiento correspondan elementos del signo proposicional”<br />(3.2). Estos elementos del signo proposicional serán llamados “signos<br />simples” (“nombres”) y a la proposición resultante “completamente<br />analizada” (3.201, 3.202).<br />e)<br />La proposición resultante de tal análisis se la denominará “proposición<br />elemental” y su correlato es un estado de cosas atómico (un Sachverhalt).<br />1.2.3 Filosofía del lenguaje<br />1.2.3.1 Funciones lingüísticas<br />Hemos mencionado anteriormente que en la figura, una vez determinadas las<br />correlaciones entre los objetos de éstas y los objetos del estado de cosas, aparecen dos<br />funciones lingüísticas heterogéneas: una en la cual existía independencia respecto del<br />mundo para la significación y otra en la cual esto no era así. Con los elementos indicados<br />recientemente en el punto d), podemos ahora dar cuenta de dichas funciones:<br />a)<br />Nombrar: el nombre –signo simple- significa (bedeutet) el objeto –éste es<br />su referencia (3.203). “A los objetos sólo puedo nombrarlos” (3.221). Esta <br />Page 40<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />37<br />relación es dependiente de la permanencia del objeto nombrado<br />(permanencia que vendría garantizada por su simpleza, que posibilita –en<br />opinión de este autor- que los objetos sean inalterables [2.026]).<br />b)<br />Describir: la combinación de los elementos de la figura –una vez<br />establecidas las correlaciones- describe el estado de cosas. Éste es, como<br />se indicó, su sentido (Sinn). Así, si bien la proposición describe el estado<br />de cosas, no necesita para hacerlo que el estado de cosas se dé: en este<br />aspecto, la función lingüística de describir es independiente del estado de<br />cosas descrito.<br />Nótese que se conserva la distinción fregeana entre sentido (Sinn) y referencia<br />(Bedeutung), pero con la diferencia de que en este caso cada uno de estos términos señala<br />una función lingüística distinta privativa de dos clases de signos distintos (el signo simple y<br />el signo proposicional); así, donde Frege afirmaba que todo elemento lingüístico tiene<br />sentido y referencia, siendo el primero el “modo de acceso” al segundo, Wittgenstein<br />afirma que sólo los nombres tienen referencia y sólo las oraciones sentido. El estado de<br />cosas descrito por una oración es su sentido, pero no su referencia: a los complejos no<br />puede nombrárselos, únicamente describírselos (3.144). La supuesta “confusión” fregeana<br />surgiría del hecho de que “en la proposición impresa, por ejemplo, el signo proposicional<br />no aparece como esencialmente distinto de la palabra. (Así fue posible que Frege llamara a<br />la proposición un nombre compuesto.)” (3.143). Si el signo proposicional fuera un nombre<br />compuesto, según Wittgenstein, entonces tendría referencia. Pero esto no es el caso: la<br />función propia de la proposición está dada por la articulación de sus elementos (3.142), por<br />lo cual, si bien tanto Frege como Russell entienden a la proposición como una “función de<br />las expresiones contenidas en ella” (3.318), Wittgenstein se diferencia de ellos al afirmar <br />Page 41<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />38<br />que este carácter de “ser una función” respecto de las expresiones contenidas en la<br />proposición consiste en la mostración que es propia de la estructuración de sus elementos<br />componentes.<br />1.2.3.2 Verdad, falsedad y absurdos<br />Lo señalado en el apartado precedente nos permite introducir los conceptos<br />centrales en semántica de verdad y falsedad. Una proposición es verdadera si en el estado<br />de cosas sus elementos están estructurados del modo en el cual la proposición articula sus<br />signos. Complementariamente, si éste no fuera el caso, la oración sería falsa (4.25)<br />20<br />.<br />Asimismo, allí donde Frege determinaba que una oración en la cual uno de sus<br />componentes no poseyera referencia carecería de valor de verdad, en el Tractatus esto se<br />desglosa en dos posibles situaciones:<br />1) Si el componente designa un complejo, cosa que es posible realizando una<br />definición del signo<br />21<br />(3.24) y éste complejo no existe (lo cual significa: sus<br />elementos no se comportan del modo indicado), entonces la proposición no será<br />absurda, si no tan sólo falsa (3.24). Como puede observarse, esto está con<br />consonancia con la Teoría de las Descripciones de Russell, en la cual –cuando una<br />descripción definida no se cumple de ningún objeto o se cumple de más de uno- la<br />oración es también falsa.<br />20 Por supuesto, esta posición determina una teoría correspondentista de la verdad. Para un análisis de las<br />problemáticas de estas teorías, así como la presentación de una teoría distinta del tipo denominado<br />deflacionista, véase Barrio (1998).<br />21 Esto es, indicando que determinado signo –palabra- es en realidad una abreviación de otro signo cuya<br />estructura es la propia de un signo proposicional. Por ejemplo, si se afirma: aRb.q, podría creerse que q<br />designa un simple (sabemos que esto no es así, pues nuestra convención es que esas letras designan<br />proposiciones). Ahora bien, si anteriormente se ha estipulado que q=def. Pa., entonces podemos afirmar que si<br />es el caso que aRb pero no es el caso de Pa, la oración será falsa. <br />Page 42<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />39<br />2) Si el componente refiere, en cambio, a un elemento simple y éste no existe, la<br />oración será –en cambio- absurda (o un sinsentido, “unsinnig”<br />22<br />).<br />1.2.3.3 Símbolo y signo<br />A partir de lo expuesto, podemos ahora introducir otra distinción cardinal para el<br />Tractatus: la que se estipula entre signo y símbolo<br />23<br />. Símbolo es una parte de la proposición<br />esencial para que la misma pueda expresar su sentido –esto es, recordemos, dar cuenta de<br />un estado de cosas posible (3.31); en el caso límite, si dos signos proposicionales<br />comunican un mismo sentido, comparten el símbolo (por ejemplo, en Rab y aRb). El signo,<br />por su parte, es lo que puede percibirse sensorialmente del símbolo (3.32); el signo es el<br />objeto integrante del estado de cosas figurativo (en el caso límite, nuevamente, es el signo<br />proposicional entero). Nótese que, por lo expuesto, el símbolo es una entidad más abstracta<br />que el signo. Además, un símbolo determina una clase de signos: todos aquellos que<br />pueden ser usados para comunicar el mismo sentido. Así, si a=def.b, entonces a y b son<br />distintos signos que comparten el símbolo. De este modo, podemos retomar la noción de<br />absurdo (o sinsentido) que se usó recientemente: un signo proposicional es un absurdo a<br />partir de fallas en la simbolización, las cuales pueden ser:<br />a) No se ha simbolizado un signo: no se ha indicado su correlación con un<br />objeto del mundo (6.53).<br />22 A lo largo de este trabajo, preferiré la traducción de “absurdo” para unsinnig y “carente de sentido” para<br />Sinnlos, pues la usual distinción entre “sinsentidos” y “carecer de sentido” produce confusión.<br />23 La palabra alemana es Symbol y es homologada con Ausdruck (“expresión”). Lo cierto es que Wittgenstein<br />no es extremadamente cuidadoso con esta terminología y existen casos donde usa el término símbolo en<br />contextos donde claramente se refiere a signos. Stenius (1960: 188) discute esta terminología y adopta, en su<br />explicación del texto, una propia de Carnap. <br />Page 43<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />40<br />b) No se ha simbolizado un signo para un uso particular: así, la proposición<br />“Sócrates es idéntico” es absurda no porque “idéntico” no haya sido<br />simbolizada, sino porque no ha sido simbolizada como adjetivo (5.473). <br />c) Dos símbolos comparten el mismo signo: paradigmáticamente, esto es<br />ejemplificado con el caso del signo “es”, que cumple función de cópula,<br />de signo de igualdad y expresión de existencia (3.323). Todas estas<br />funciones corresponden a símbolos distintos y su confusión puede dar<br />lugar a absurdos. Wittgenstein afirma que la “filosofía entera” está<br />plagada de errores de este tipo (3.324).<br />d) Dos signos comparten el mismo símbolo: si bien no es claro qué<br />problema podría representar esto, Wittgenstein afirma que la igualdad de<br />símbolo debe ser representada –en una conceptografía correcta- mediante<br />la igualdad de signo (5.53).<br />Más adelante discutiremos si estas diferentes causas pueden ser unificadas o no.<br />Retomemos por ahora la noción de símbolo: hemos dicho que un símbolo determina una<br />clase de signos. Es claro que los signos deben tener algo en común si es que han de poder<br />expresar el mismo sentido. Esto común es, como puede preverse, la forma lógica; lo cual<br />significa que las combinaciones posibles de los signos –según la convención prefijada-<br />deben ser similares a las del hecho a representar. Tomemos por caso una partitura y un rollo<br />de pianola. Una corchea en la partitura comparte el símbolo con un agujero en el rollo de<br />pianola. Esto significa que ambos deben poseer la misma capacidad de: 1) determinar una<br />única nota en el piano, 2) determinar la duración de esa nota (ignoraré otras variables como<br />el volumen, etc.). Estos son los rasgos característicos que determinan la forma lógica de<br />estos objetos (el objeto dibujo-corchea en la partitura y el objeto agujero en el rollo de <br />Page 44<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />41<br />pianola). Nótese también que ni el dibujo propio de la corchea ni un mero agujero son<br />signos –aunque sí son posibles signos-; sólo lo son en el marco de un sistema convencional.<br />Ahora bien, dentro de determinado sistema convencional, el símbolo común tanto al<br />agujero en el rollo de pianola como a la corchea en la partitura caracteriza una forma lógica<br />(determinada por ciertos rasgos como el de indicar una única nota, precisar un momento<br />temporal en una sucesión, el largo de este momento, etc.). Estos rasgos pueden ser<br />expresados, según Wittgenstein, mediante una variable. Así, por ejemplo, si lo que se busca<br />es expresar el símbolo propio de un nombre a, esto puede realizarse afirmando a, esto es,<br />la clase de todas la proposiciones significativas que toman a a como valor (Pa, Rab, Rba,<br />etc., lo cual define que el significado de a se agota en “Px y Rxb y Rbx y ….”; esto es, a es<br />el objeto que puede ocupar todos esos lugares argumentales de modo tal que la proposición<br />tenga sentido). Este es precisamente el modo en el cual –según el Tractatus- puede<br />explicarse el significado de los nombres: a este procedimiento –que, como se verá, es de<br />radical importancia para el sistema- se lo denomina Erläuterungen (traducido como<br />“aclaraciones” o “elucidaciones”). Para entender correctamente esto es necesario recordar,<br />en primer lugar, que la “forma” es definida como las posibilidades combinatorias de un<br />objeto y, en segundo, que un objeto se define totalmente por su forma. Así, la forma<br />explicitada de un signo a partir de la variable proposicional que recorre el rango de todas<br />sus apariciones significativas (esto es: todas sus posibilidades combinatorias) define<br />completamente el símbolo correspondiente a dicho signo. A esta forma también se la<br />denomina “figura primitiva” (Urbild).<br />Veamos, para ejemplificar, el análisis que Wittgenstein, con estos elementos, hace<br />de la Paradoja de Russell: <br />Page 45<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />42<br />3.333 Una función no puede ser su propio argumento debido a que el signo funcional contiene<br />ya la figura primitiva de su argumento y no puede contenerse a sí mismo.<br />Supongamos, por ejemplo, que la función F(x)24 pudiera ser su propio argumento; habría,<br />entonces, una proposición: “F(F(x))” y en ella la función externa F y la función interna F<br />debería tener significados diferentes, dado que la interna tiene la forma (x), la externa ((x)).<br />Común a ambas funciones es sólo la letra “F”, que, sin embargo, sola nada designa.<br />Lo que se afirma en este pasaje es que ambas “F” no pueden obedecer al mismo<br />símbolo, pues su forma es diferente y un símbolo implica –como hemos visto- identidad de<br />forma. Así, la mera circunstancia poco feliz de usar un mismo signo (la “F”) para designar<br />ambos símbolos no produce una paradoja: en una notación correcta se usarían dos signos<br />diferentes y la paradoja –cualquier paradoja que implique autopredicación- desaparecería.<br />De este modo, la primera crítica que Wittgenstein realiza a Russell es que la Teoría de<br />Tipos es superflua: un correcto lenguaje sígnico excluye la circularidad que la Teoría<br />russelliana prohíbe –prohibición en la cual, según Wittgenstein, “consiste toda la ‘Theory<br />of Types’” (3.332).<br />1.2.3.4 La doctrina del mostrar<br />xxv<br />Íntimamente vinculada con la crítica que acaba de exponerse, se encuentra la –así<br />llamada por Griffin- doctrina del mostrar. Como se ha visto, en la Teoría de Tipos se<br />prohíbe la circularidad que –en el sistema de Frege- permitía la introducción de la Paradoja<br />de Russell. Esta restricción se determina estableciendo una estructura jerárquica en la cual<br />cada función de un estrato n de la jerarquía sólo puede tomar como argumentos objetos del<br />estrato n-1 de la jerarquía y, a la vez, sólo ser argumento de funciones de estrato n+1. El<br />segundo componente que Wittgenstein nunca aceptó de la Teoría de Tipos russelliana es<br />que para poder establecer la jerarquía –postularla-, Russell tuvo que usar nocion
Tesis de wittgenstein
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  • 1. Page 1<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Tesis de Licenciatura<br />Carrera de Filosofía<br />Facultad de Filosofía y Letras<br />Universidad de Buenos Aires<br />Alumno: Milton B. Laufer<br />LU: 27.711.684<br />Director: Federico Penelas<br />2008 <br />Page 2<br />In memoriam P.B.<br />Agradecimientos<br />Muchas son las personas a las cuales debo agradecer el que este trabajo haya sido<br />concretado. Sin pretensión de agotar a todos los involucrados, tanto directa como<br />indirectamente, debo mencionar, en primer lugar, a aquellos que han leído y discutido<br />algunos trabajos previos en el marco de mi proyecto de investigación sobre el Tractatus<br />Logico-Philosophicus de Wittgenstein como adscripto a la Cátedra de Filosofía del<br />Lenguaje de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA: el Mg. Horacio Banega, Ramiro<br />Caso, Lucas Bucci, Patricia Marechal, Ignacio Mastroleo, el Lic. Federico Pailos, Rocío<br />Pichon Rivière, Florencia Rimoldi y la Lic. Glenda Satne. En segundo lugar, no puedo<br />dejar de señalar el aporte realizado por el Grupo de Acción Filosófica (GAF), sin cuyo<br />estímulo constante nada de lo aquí realizado hubiera sido posible; en particular, a sus<br />miembros coordinadores: la Dra. Eleonora Orlando, el Dr. Eduardo Barrio y el Lic.<br />Federico Penelas. <br />A Rafael Galanternik, por su confianza y apoyo este último año.<br />Asimismo, quiero agradecer a la Lic. Gabriela Balcarce. Su afecto y diálogo filosófico<br />han sido imprescindibles en los meses de elaboración de este trabajo.<br />Por último, doble mención merece el Lic. Federico Penelas, no sólo por su dirección, sino<br />también por su amistad. <br />Page 3<br />Índice<br />Introducción ……………………………………………............…………............………… 2<br />Capítulo 1: Aspectos generales del Tractatus<br />1 La estructura de la obra ……………………………………………............<br />15<br />1.1 El sistema de numeración ………………………………………………... 16<br />1.2 El contenido de las proposiciones principales del Tractatus …………... 20<br />1.2.1 Ontología ................................................................................................... 23<br />1.2.2 Epistemología …………………………………………………………... 27<br />1.2.2.1 La teoría figurativa …………………………………………………... 27<br />1.2.2.2 Pensamiento y proposiciones ………………………………………... 31<br />1.2.3 Filosofía del lenguaje …………………………………………………... 36<br />1.2.3.1 Funciones lingüísticas ………………………………………………... 36<br />1.2.3.2 Verdad, falsedad y absurdos ………………………………………… 38<br />1.2.3.3 Símbolo y signo ……………………………………………………….. 39<br />1.2.3.4 La doctrina del mostrar …………………………………………….... 42<br />1.2.3.5 La forma general de la proposición …………………………………. 45<br />1.2.3.6 La lógica ………………………………………………………………. 49<br />1.3 La labor de la filosofía …………………………………………………… 51<br />Capítulo 2: El problema de lo inexpresable<br />2 La escalera tractariana …………………………………………………….. 55<br />2.1 Lecturas terapéuticas …………………………………………………….. 59<br />2.1.1 Arrojando la escalera ………………………………………………….. 61<br />2.1.1.1 La concepción austera del absurdo y la concepción sustancial …… 62<br />2.1.1.2 Frege y el absurdo sustancial . ………………………………………. 63<br />2.1.1.3 Wittgenstein y la concepción austera del absurdo …………………. 67<br />2.1.2 El ascenso tractariano ………………………………………………….. 70<br />2.2 ¿Es posible ascender una escalera cuyos escalones son ilusorios? ……. 75<br />2.2.1 Críticas externas a las lecturas terapéuticas …………………………. 75<br />2.2.2 Críticas internas a las lecturas terapéuticas ………………………….. 78<br />2.2.2.1 Evidencia textual tractariana ………………………………………... 79<br />2.2.2.2 Inconsistencias de la lectura terapéutica ……………………………<br />80<br />2.3 McGinn y una extraña posición intermedia ……………………………. 84<br />Capítulo 3: El método del Tractatus<br />3 El estatus de las proposiciones tractarianas ……………………………… 89<br />3.1 Absurdo sustancial y símil ………………………………………………. 90<br />3.2 Lo antepredicativo ……………………………………………………….. 95<br />3.3 El uso del lenguaje ……………………………………………………….. 99<br />Conclusión …………………………………………………………………………………... 105<br />Bibliografía ………………………………………………………………………………….. 109 <br />Page 4<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />1<br />Y todavía existe otro defecto en los<br />discursos de algunas personas, que puede<br />ser enumerado entre las especies de<br />locura: nos referimos al abuso de palabras<br />de que anteriormente he hablado […] bajo<br />la denominación de absurdas. Tal ocurre<br />cuando los hombres expresan palabras que<br />reunidas unas con otras carecen de<br />significación, no obstante lo cual las<br />gentes, sin comprender sus términos, las<br />repiten de modo rutinario, y son usadas<br />por otros con la intención de engañar<br />mediante la oscuridad que hay en ellas.<br />Ocurre esto solamente a aquellos que<br />conversan sobre temas incomprensibles,<br />como los escolásticos, o sobre cuestiones<br />de abstrusa filosofía. El común de las<br />gentes raramente dice palabras sin<br />sentido, y esta es la razón de que esas<br />otras egregias personas las tengan por<br />idiotas.<br />Thomas Hobbes, Leviatán, Cap. VIII<br />Observación. He decidido, en lo referente a las notas, usar la siguiente convención: aquellas relativas a<br />comentarios o aclaraciones sobre lo dicho en el cuerpo principal del texto, se encuentran en números arábigos<br />y aparecen al pie de cada página. Las notas que únicamente tratan acerca de referencias bibliográficas, se<br />indican en números romanos y se encuentran al final de cada sección; esta convención pretende aliviar al<br />lector de distracciones respecto del texto principal, excepto en aquellos lugares donde cierta intervención me<br />pareció pertinente. Las referencias al Tractatus Logico-Philosophicus (preeminentemente, la traducción de<br />Jacobo Muñoz e Isidoro Reguera), se realizan en el cuerpo del texto, entre paréntesis o corchetes, señalando el<br />número de proposición. Asimismo, eventualmente se abrevia a dicha obra con la sigla TLP. <br />Page 5<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />2<br />Introducción<br />Corría el mes de marzo del año 1919 cuando el ya por entonces reconocido filósofo<br />Bertrand Russell recibió una carta de su viejo alumno Ludwig Wittgenstein, en la cual éste<br />le informaba lo siguiente:<br />[h]e escrito un libro titulado Logisch-Philosophische Abhandlung [Tractatus Logico-<br />Philosophicus], que contiene todo mi trabajo de los últimos seis años. Creo que he solucionado<br />definitivamente nuestros problemas. Puede que esto suene arrogante, pero me resulta imposible<br />no creerlo… De hecho, no lo entenderás sin una explicación previa, ya que está escrito en<br />forma de observaciones harto cortas. (Esto significa, por supuesto, que nadie lo comprenderá; a<br />pesar de que creo que todo él es claro como el cristal. […]) Lo publicaré tan pronto como<br />regrese a casai.<br />Así, Russell tomaba noticia del surgimiento de una obra que, desde su primera<br />publicación en 1921, habría de convertirse, dentro el ámbito filosófico, en un tópico<br />constante de admiración y rechazo en iguales proporciones. Meses más tarde, escribe<br />nuevamente a Russell: <br />[e]l punto fundamental es la teoría de lo que puede ser expresado mediante proposiciones –esto<br />es, mediante el lenguaje- (y, lo que es lo mismo, lo que puede ser pensado) y lo que no puede<br />ser expresado mediante proposiciones, sino sólo mostrado; creo que esto es el problema<br />cardinal de la filosofíaii.<br />Ambas citas, como intentaré mostrar en el desarrollo de este trabajo, proporcionan<br />el marco fundamental para entender la problemática que presenta el Tractatus Logico-<br />Philosophicus (como se lo conoció desde su publicación en inglés). En la primera de ellas,<br />vemos la conciencia que tenía su autor de lo difícil que resultaría su comprensión; allí,<br />como en el Prefacio que escribió luego a la obra, parece conceder un alto porcentaje de<br />responsabilidad respecto de esta dificultad: su estilo, intencionalmente o no, de ningún<br />modo alivia la tarea de interpretarlo. Por otra parte, la segunda de las citas nos lleva<br />directamente al problema que el presente trabajo busca desarrollar: qué es, según el<br />Tractatus, aquello que puede ser expresado en el lenguaje y qué cae fuera de este límite.<br />Como indica en su carta a Russell, éste parece ser el punto fundamental de su “teoría”, la <br />Page 6<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />3<br />cual da lugar a numerosas perplejidades sobre las que intentaré ahondar en las siguientes<br />páginas.<br />Para poder abocarme a dicha tarea, es imprescindible remitir antes, por lo menos de<br />un modo muy superficial, a las obras de Russell y de Gottlob Frege, a los cuales, según las<br />propias palabras de Wittgenstein, éste debía “buena parte de la incitación” a sus<br />pensamientos.<br />Contexto histórico<br />Si bien la publicación del artículo de Frege “Sobre sentido y referencia”<br />iii<br />en el año<br />1892 no tuvo una repercusión inmediata en el medio filosófico, en un hecho constatado que<br />la distinción que allí instituye entre ambos conceptos ha sido de cardinal importancia para<br />toda la filosofía analítica del lenguaje que se desarrolló a lo largo de siglo XX, aunque<br />incluso ha sido retomada y discutida por autores pertenecientes a otras tradiciones como<br />Edmund Husserl, con quien mantenía intercambios epistolares, así como también Paul<br />Ricoeur en La metáfora viva<br />iv<br />o Gilles Deleuze en la Lógica del sentido<br />v<br />.<br />Como es sabido, la distinción surge de sus reflexiones respecto del signo de<br />igualdad. Si la igualdad fuera una relación entre objetos, entonces proposiciones distintas<br />como <br />i) a=b <br />y <br />ii) a=a <br />no diferirían en absoluto. Sin embargo, una apreciación superficial nos indica que la<br />segunda es trivial y la primera no lo es. Por supuesto, podemos identificar la diferencia<br />entre ambas señalando que en la primera se nos informa de cierta estipulación arbitraria, <br />Page 7<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />4<br />según la cual usamos el signo ‘a’ para referir (bedeuten) al mismo objeto al que referimos<br />cuando usamos el signo ‘b’. Pero en este caso, en palabras de Frege, “no expresaríamos con<br />ella un conocimiento genuino”<br />vi<br />. Sólo surge una distinción interesante si la diferencia entre<br />ambos signos supone una heterogeneidad en los “modos de presentación” de los objetos. Es<br />justamente este “modo de presentación” aquello que Frege denominó sentido (Sinn),<br />estableciendo la división del significado de los términos del lenguaje en este componente,<br />por un lado, y la referencia (Bedeutung), el objeto presentado, por el otro. Así, a un mismo<br />referente podrán corresponder diversos modos de presentárselo, señalando de esta manera<br />dos características fundamentales en esta doble funcionalidad de los signos lingüísticos:<br />1) Múltiples sentidos pueden corresponder a una única referencia.<br />2) La referencia, por su parte, es determinada por el sentido. <br />Sin embargo, Frege negó que estos “modos de presentación” de los objetos que<br />representan los sentido fueran entidades psicológicas, tales como las imágenes mentales<br />que cada hablante asocia a los términos en cuestión. El sentido, a diferencia de estas<br />últimas, puede ser “propiedad común de muchos” y, de este modo, ser asociada con una<br />esfera conceptual, objetiva, esencialmente distinta del universo subjetivo y psicológico de<br />las “imágenes”.<br />La distinción entre sentido y referencia no se agota en los términos individuales,<br />sino que se aplica tanto a los términos generales del lenguaje como a las proposiciones<br />enteras (a las cuales Frege denominó “nombres compuestos”). Tanto el sentido como la<br />referencia de estas últimas son funciones de sus partes constituyentes. Así, el sentido de una<br />proposición es el “pensamiento” que ésta expresa; la referencia de la proposición, por su<br />parte, es asociada por este autor con dos entidades lógicas, a las cuales llamó “Lo<br />Verdadero” y “Lo Falso”. <br />Page 8<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />5<br />Por otra parte, especial mención merece, en el contexto de presente trabajo, la<br />división fregeana entre dos categorías lógicas que él encuentra en las proposiciones<br />significativas: aquella entre lo que denominó objeto y lo que denominó concepto<br />vii<br />. Sin que<br />lo que siga pretenda ser una definición, objeto es la referencia de un sujeto gramatical –en<br />voz activa- y concepto es la referencia de su correspondiente predicado gramatical (por<br />supuesto, esto no se cumple en varios casos, entre los que cabe destacar aquel en el cual el<br />predicado en cuestión sucede al verbo ser en función de identidad, como “Darth Vader es tu<br />padre”, caso en el cual ambos componentes son objetos). Lo que definiría a los objetos,<br />según Frege, es su carácter saturado, completo, en contraposición al carácter insaturado<br />propio de los conceptos, gracias a lo cual pueden cumplir su función predicativa. Sin entrar<br />en mayor detalle, pues dicha división se desarrollará más ampliamente en el apartado<br />2.1.1.2, podemos ilustrar el carácter insaturado a partir del siguiente ejemplo. Si tomamos<br />la oración<br />o) La filosofía es agotadora<br />y en ella separamos sus componentes en “la filosofía” y “es agotadora”, veremos<br />que a esta segunda forma le corresponde un “hueco”: “…es agotadora”, mientras que la<br />primera parece ser en sí misma una entidad completa, aunque –por supuesto- no puede ella<br />sola conformar una proposición. Esta oquedad propia de los conceptos es, precisamente, el<br />carácter de insaturación indicado anteriormente.<br />Asimismo, Frege fue uno de los pioneros respecto del programa de investigación<br />que se conoce con el nombre de logicismo. El rasgo fundamental de esta corriente es la de<br />haber pretendido reducir toda la matemática a la lógica. En este sentido, tanto su<br />Conceptografía (Begriffsschrift), obra en la cual desarrolló lo que hoy en día se conoce con <br />Page 9<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />6<br />el nombre de lógica de predicados, como sus Fundamentos de la Aritmética (Die<br />Grundgesetze der Arithmetik) y los dos tomos de sus Leyes fundamentales de la Aritmética<br />(Die Grundlagen der Arithmetik) pertenecen a los hitos fundamentales de dicho<br />movimiento.<br />Russell<br />viii<br />, quien fue el primero en retomar, elaborar y discutir seriamente las doctrinas<br />fregeanas tanto respecto del sentido y la referencia como del logicismo, aparece en escena<br />como aquel que hirió seriamente el proyecto fregeano logicista, por lo menos en los<br />términos en que éste lo había desarrollado. La definición de número, según Frege, consistía<br />en la clase<br />1<br />de todas las clases que tuvieran igual cardinalidad –esto, para no ser circular,<br />requiere que se entienda a la igualdad de cardinalidad como un concepto primitivo respecto<br />del contar. Así, Frege definía el cero como la clase con tantos miembros como la clase de<br />los objetos que no son idénticos a sí mismos. Asimismo, el uno se definía como la clase<br />cuyo único miembro era la clase anterior, y así sucesivamente, recorriendo de este modo<br />toda la serie de los números naturales sin usar nociones que no fueran lógicas –o, más<br />exactamente, nociones que en aquel momento eran consideradas lógicas- como la igualdad,<br />la pertenencia a una clase y la equivalencia entre clases. El problema de esta definición es<br />que la misma se basa en cierta liberalidad respecto de la formación de clases, recogida en el<br />así llamado “axioma de comprensión” (Ley V de Frege); según este último, dada cualquier<br />propiedad, existe el conjunto de objetos que caen bajo dicha propiedad. Como hemos visto,<br />la definición de número fregeana permitía que se formaran clases cuyos miembros eran<br />clases. Existe, entonces, la posibilidad de que ciertas clases se tengan por miembros a sí<br />mismas: la clase de todas las clases es un caso de este tipo. Ahora bien, a partir de esta<br />1 Hoy en día se tiende a usar el término clase restringido a ciertas colecciones particulares: las que no son<br />miembros de otras colecciones; también se las denomina “clases propias”. Estas se diferencian de los<br />conjuntos, que sí pueden ser miembros de otras colecciones. Usaré el término en un sentido laxo. <br />Page 10<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />7<br />posibilidad Russell propuso pensar en otra clase, la clase de todas las clases que no son<br />miembros de sí mismas. Esta clase, es sabido, resulta paradójica, pues si es miembro de sí<br />misma entonces no puede ser miembro de sí misma, pero si no lo es, entonces debe ser<br />miembro de sí misma. La postulación de esta clase, una vez aceptado el mencionado<br />axioma de comprensión que garantiza su existencia, da lugar a una contradicción del<br />sistema fregeano, conocida con el nombre de Paradoja de Russell. En la edición del<br />segundo tomo de sus Leyes fundamentales de la Aritmética, Frege publicó la carta de<br />Russell donde éste le informaba de la paradoja, indicando también que ignoraba de qué<br />modo la misma podía ser solucionada.<br />La propuesta de Russell, en coautoría con Whitehead, fue la de restringir la creación<br />de clases mediante una estratificación categorial según lo que denominó “tipos lógicos”.<br />Así, las clases sólo pueden tener miembros de un tipo lógico inmediatamente “inferior”,<br />impidiendo de esta manera la circularidad que daba lugar a la paradoja. Esto fue<br />denominado la Teoría de Tipos. A diferencia de lo que sucedía en el sistema fregeano, para<br />poder probar la existencia de infinitos números naturales fue necesaria la introducción del<br />llamado “axioma de infinitud” que postula que en el universo existen infinitos objetos. Esta<br />hipótesis, que Russell consideraba altamente probable, maculaba la pureza lógica que se<br />pretendía del logicismo y fue duramente criticada por Wittgenstein. Asimismo, como<br />veremos, la propia Teoría de Tipos fue blanco de numerosas críticas por parte de este autor.<br />En lo relativo a las nociones de sentido y referencia anteriormente mencionadas,<br />Russell abandonó la distinción y tomó como significado únicamente la referencia. En su<br />caso esto estuvo fuertemente ligado a sus concepciones epistemológicas, según las cuales<br />existen determinados objetos de “conocimiento directo” (acquaintance), entre los que se<br />encuentran los universales, los datos de los sentidos y las formas lógicas, los cuales <br />Page 11<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />8<br />representan así las referencias de los términos involucrados en las proposiciones. Sin<br />embargo, no todo constituyente de una proposición representa un caso de conocimiento de<br />este tipo. Así, por ejemplo, las descripciones definidas –sintagmas del tipo “el hombre de la<br />esquina rosada”- no tienen referencia, como indicaba Frege, sino que son “símbolos<br />incompletos”. Mediante el uso del aparato cuantificacional fregeano, Russell analizó estas<br />descripciones descubriendo lo que él denominó su “forma lógica real”, en la cual la<br />descripción desaparecía y dejaban su lugar a variables ligadas y términos universales –los<br />cuales sí estaban en relación de conocimiento directo con el sujeto. De este modo, “El<br />jugador numero 10 de Boca sufrió una lesión” es interpretado como “existe un x tal que x es<br />el jugador numero 10 de Boca y para todo y si y es el jugador número 10 de Boca entonces<br />y es igual a x y x sufrió una lesión”. Como se ve, no quedan rastros de un término singular,<br />como postulaba Frege, y en su lugar la descripción cumple la función de un predicado; la<br />segunda cláusula indica unicidad y, la tercera, la predicación en cuestión. Esta clase de<br />análisis surge, entre otros motivos, como una respuesta a la posición fregeana según la cual<br />las proposiciones en las cuales alguno de sus términos no tienen referencia, carecían de<br />valor de verdad; su significatividad, de cualquier manera, estaba resguardada en el<br />expediente del sentido, que –siempre según Frege- toda proposición correctamente<br />construida poseería.<br />En este contexto histórico, el joven Wittgenstein, llevado por un creciente interés<br />por la filosofía de la lógica y la fundamentación de la matemática, partió en 1911 –<br />aconsejado por Frege- hacia Cambridge para estudiar con Russell. La anécdota de este<br />encuentro ha sido ampliamente relatada: Russell se encontró de inmediato fascinado por su<br />joven alumno, con el cual trabaron una intensa amistad. En un hecho rara vez acontecido en<br />la historia de la filosofía, el alumno ejerció una inmensa influencia hacia su maestro, al <br />Page 12<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />9<br />punto tal que éste suspendió la publicación de un libro sobre teoría del conocimiento, luego<br />de las críticas que Wittgenstein le realizó, e incluso modifico aspectos relevantes de sus<br />doctrinas. <br />El Tractatus, un libro mayormente redactado durante la participación de<br />Wittgenstein en la Primera Guerra Mundial, fue el resultado de las reflexiones de este autor<br />sobre los temas que preocupaban a la incipiente tradición filosófica de Frege y Russell,<br />algunos de los cuales se han tratado de bosquejar en esta introducción. El libro fue<br />terminado en 1918 y, luego de varios intentos frustrados, fue publicado por primera vez en<br />alemán en 1921 y en inglés, con traducción de Charles Odgen, en 1922, en ambos casos<br />con una introducción de Russell.<br />Acerca de este trabajo<br />El presente trabajo se inscribe en el marco de una discusión actual respecto del<br />estatuto de las la obra wittgensteiniana. De este modo, como primera indicación, el<br />propósito aquí buscado es puramente exegético. El problema que es objeto de la<br />mencionada discusión responde a cierta complejidad respecto del modo en el cual debe<br />entenderse que el texto tractariano logra su objetivo de comunicar las doctrinas sobre el<br />lenguaje que pretende comunicar. La dificultad, a grandes rasgos, es la siguiente: el libro<br />busca, como lo indica en el Prefacio su propio autor, determinar qué es lo que estamos<br />habilitados a denominar discurso significativo; o, puesto en otros términos, busca trazar<br />cuáles son los límites del sentido. Sin embargo, a partir de los propios estándares para el<br />discurso significativo que la misma obra va señalando en su desarrollo, al final de la misma<br />advertimos que todos los pronunciamentos del Tractatus caen fuera de los límites que ella<br />misma ha trazado. <br />Page 13<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />10<br />Tradicionalmente, se resolvió el problema apelando a una distinción que la obra<br />misma traza entre lo que el lenguaje muestra y lo que el lenguaje dice (distinción en la cual<br />no podré ahondar ahora), indicando luego que si bien la obra no era capaz de decir algo<br />significativo, lo mostraba. Esta solución padece de ciertas dificultades, que se señalarán en<br />el capítulo 2, no obstante ha sido –y todavía sigue siendo- sostenida por varios de los más<br />reconocidos expertos sobre el texto wittgensteiniano. <br />En este contexto, un grupo de filósofos ha propuesto una lectura distinta a la que<br />siempre se había sostenido, lectura según la cual el propósito de la obra no sería en realidad<br />comunicarnos en absoluto ninguna indicación respecto del lenguaje, sino que su fin<br />consiste en última instancia en algo del orden de lo que podríamos denominar<br />“terapéutico”: la obra buscaría, de este modo, aliviarnos de ciertas pretensiones<br />inconducentes a las que somos propensos, en particular en el ámbito de la filosofía. <br />Adelantándome al desarrollo del trabajo, señalaré que en el mismo me muestro en<br />desacuerdo con tales interpretaciones. Sostendré, por mi parte, que el Tractatus sí pretende<br />comunicarnos –el término no es del todo exacto, como se verá- ciertas propiedades del<br />lenguaje. La razones que presentaré a favor de esta posición, algunas de las cuales<br />desarrollaré a partir de las respuestas de otros críticos a esta nueva corriente interpretativa,<br />se centrarán en dos aspectos: los primeros, de orden histórico-exegético y que se presentan<br />aquí como “externos”, según los cuales –considerando elementos epistolares, conferencias<br />y otras manifestaciones de la opinión del autor de Tractatus- no parece ser posible adscribir<br />al primer Wittgenstein la posición que estos nuevos intérpretes buscan adjudicarle. Los<br />otros aspectos estarán relacionados con la estructura interna tanto del Tractatus como de<br />las lecturas que esta nueva corriente sostiene. La pretensión allí será indicar que, incluso<br />ignorando todo el material externo a esta obra wittgensteiniana, en la misma aparecen <br />Page 14<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />11<br />pronunciamientos difíciles de conciliar con lo que los defensores de la posición terapéutica<br />sostienen. Asimismo, sostendré que existen inconsistencias, tanto metodológicas como<br />sistemáticas, en la propuesta misma de la nueva lectura que se busca para la obra.<br />Sin embargo, considero que la discusión nos habrá permitido, en primera instancia,<br />centrar el foco en un problema exegético que no había recibido la suficiente atención por<br />parte de la tradición interpretativa. Además, por otra parte, en el curso de esta sucesión de<br />argumentos y contraargumentos a favor y en contra de las nuevas lecturas, encontraremos<br />elementos de análisis que podrían brindarnos la posibilidad de articular una nueva solución<br />al problema en cuestión, tarea a la cual intentaré abocarme en el final de este texto.<br />La estructura de este trabajo<br />El estudio que aquí se propone se articulará de la siguiente manera. En primera<br />instancia, a lo largo del capítulo 1, buscaré proporcionar las herramientas básicas para la<br />comprensión y desarrollo del problema que aquí nos ocupa. Allí me centraré en<br />determinados aspectos ontológicos del sistema postulado en la obra y luego indicaré la<br />vinculación entre éstos y la teoría de la representación que en ella se desarrolla, para<br />finalmente señalar el impacto que estas consideraciones tienen en la filosofía del lenguaje<br />tractariana. Los contenidos que se expresan en este capítulo, así como su desarrollo, son<br />compartidos por la amplia mayoría de las interpretaciones del texto tractariano. Las<br />diferencias surgen, como se señalará, en la valoración respecto de estatus que estos<br />contenidos tienen y, por ende, también su función. <br />Es importante destacar aquí algunos de los problemas, vinculados con los temas<br />expuestos en la primera parte de esta introducción, a los cuales el Tractatus pretende dar<br />una respuesta; a modo de mera indicación, los problemas son: ¿cómo puede una oración ser <br />Page 15<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />12<br />falsa y ser significativa? Lo cual es pasible de ser planteado como un problema aun más<br />general, esto es, ¿cómo puede una oración ser significativa? ¿Cuáles son las distintas<br />funciones lingüísticas? Además, si una oración es asignificativa, ¿podemos juzgarla?<br />¿Podemos, siquiera, pensarla? ¿Es lo mismo el absurdo –la asignificatividad- que la<br />falsedad? Por último, pero –como se verá- en íntima relación con lo anterior, ¿cómo se<br />soluciona la Paradoja de Russell? ¿Es lícita la Teoría de Tipos como respuesta a la misma?<br />Considero que es necesario tener estos interrogantes en mente a la hora de juzgar las<br />doctrinas tractarianas como respuestas a los mismos.<br />En el capítulo 2, por otra parte, me centraré en el desarrollo del problema ya<br />mencionado anteriormente. Presentaré allí las razones que los defensores de la nueva<br />lectura sobre la obra wittgensteiniana aducen a su favor, presentación en la cual, además, se<br />dará algún desarrollo más detallado de lo ya expuesto en el capítulo 1 respecto de las<br />posiciones sostenidas en el Tractatus. Luego, expondré las críticas que ya he mencionado a<br />las mismas, en el intento de señalar las causas por las cuales considero que estas nuevas<br />lecturas no pueden ser plausiblemente mantenidas.<br />En el capítulo 3, finalmente, intentaré desarrollar una línea de lectura que solucione<br />los atendibles problemas que las nuevas corrientes interpretativas han señalado respecto de<br />las lecturas tradicionales. Como mero adelanto, indico que esta lectura se valdrá de tres<br />elementos. En primer lugar, una noción que es posible extraer de la “Conferencia sobre<br />ética” que Wittgenstein dictó a fines de 1929, la de “símil”, a partir de la cual considero que<br />es posible indicar el modo en el cual las proposiciones tractarianas operarían. Luego,<br />expondré un concepto no wittgensteiniano, el de lo antepredicativo –que tomo de la<br />Metafísica de Aristóteles-, el cual, a pesar de su carácter extraño para el autor que nos<br />ocupa, parece ser útil para explicar ciertas dificultades que aparecen ligadas a la noción de <br />Page 16<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />13<br />“verdades inefables”, que los críticos de la interpretación tradicional señalaban –<br />correctamente en mi opinión- como problemático. En último término, haré ciertas<br />indicaciones respecto del papel que el uso del lenguaje juega en el Tractatus y, a partir de<br />ellas, intentaré precisar de qué modo se podrían combinar los otros dos elementos recién<br />mencionados para brindar una posible lectura de la obra wittgensteiniana que se vea<br />aliviada de la problemática que se desarrolló en el curso del presente trabajo.<br />i TLP, p. 8, estudio preliminar.<br />ii TLP, p. 15, estudio preliminar.<br />iii Frege (1892), con el nombre “Sobre el sentido y la denotación”. He preferido “referencia”, con el cual<br />también se lo conoce, para homogeneizar la terminología de este trabajo.<br />iv Ricoeur (2001).<br />v Deleuze (2005).<br />vi Frege (1892: 4).<br />vii Desarrolladas tanto en Frege (1998a) como en Frege (1998b)<br />viii Para un resumen de las posiciones filosóficas de Russell, ver Russell (1918). <br />Page 17<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />14<br />CAPÍTULO I: Aspectos generales del Tractatus <br />Page 18<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />15<br />1 La estructura de la obra<br />En lo que sigue, intentaré dar un bosquejo de las líneas teóricas fundamentales del<br />Tractatus. Como es sabido, ésta no es una tarea fácil, más aun considerando la existencia de<br />numerosas secciones de dicha obra respecto de la cual no hay siquiera un mínimo consenso;<br />a modo de mero señalamiento, podríamos ejemplificar esto último haciendo referencia a las<br />afirmaciones según las cuales lo que el solipsismo “entiende es plenamente correcto” (5.62)<br />y que, por lo tanto, “el solipsismo [aquí algunos intérpretes señalan que la palabra correcta<br />sería ‘idealismo’] coincide con el puro realismo” (5.64)<br />2<br />. El estilo lacónico y epigramático<br />de esta breve obra, de apenas algo más que 80 páginas en su versión castellana, la falta de<br />una división en capítulos temáticos, la ausencia de referencias explícitas a los autores con<br />los cuales se muestra en desacuerdo respecto de numerosas cuestiones, la inexistencia de<br />argumentos en la mayoría de los casos y la oscuridad misma de ciertos temas abordados,<br />son apenas algunas de las causas de la problemática exegética. Además, como ha sido<br />señalado por diversos autores, es probable que la estructura superficial de la obra sea ella<br />misma engañosa, razón por la cual se afirma que cualquier vía de acceso al texto podría ser<br />considerado igualmente válido.<br />Tuve, por lo tanto, que realizar alguna determinación arbitraria a este respecto. De<br />este modo, para comenzar la exposición, me pareció relevante analizar alguna de las<br />muchas problemáticas exegéticas que la obra presenta; me detuve, así, en el sistema de<br />numeración de las proposiciones. Este análisis tiene por objeto tanto explicitar cuál es el<br />sentido de los números que constantemente acompañarán a las referencias al texto<br />tractariano –sentido que no se reduce, como en la Investigaciones Filosóficas, a una<br />coordenada para ubicar el pasaje-, como ilustrar a la vez de qué modo este método de<br />2 Para una interpretación de este pasaje, ver Hintikka (1958). <br />Page 19<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />16<br />ordenación temático no debe ser tomado en un sentido riguroso, como indicaré en lo que<br />sigue.<br />1.1 El sistema de numeración<br />Dejando de lado lo anecdótico respecto de la creación del Tractatus, una obra<br />construida en fragmentos que luego fueron ordenándose paulatinamente<br />3<br />, el primer<br />elemento estructurante que se indica es el conocido sistema de numeración. Según éste,<br />cada proposición está ordenada por su “peso lógico”; así, las proposiciones “n.1, n.2, n.3,<br />etc., son observaciones a la proposición número n; las proposiciones n.m1, n.m2, n.m3,<br />etc., son observaciones a la proposición número n.m; y así sucesivamente”<br />ix<br />. Sin embargo,<br />como indica Erik Stenius<br />x<br />, este sistema –si bien de gran ayuda considerando la dificultad<br />que supondría su carencia- no es respetado en varios aspectos. En primer lugar, en la<br />lectura de la obra uno se encuentra con proposiciones del tipo 2.01 (o incluso 3.001); si la<br />indicación citada debiera ser entendida en forma rigurosa, esto supondría la existencia de la<br />proposición 2.0. Sin embargo, como ya se adivina, tal proposición no existe. Así, debemos<br />reponer que esta clase de numeraciones son comentarios a la proposición 2 y que su “peso<br />lógico” es inferior al de proposiciones como 2.1. Pero no hay ninguna indicación explícita<br />sobre esta suposición exegética. Asimismo, tomando seriamente la metáfora del “peso<br />lógico”, debería entenderse que la importancia de las proposiciones es inversamente<br />proporcional al número de dígitos que la numeran. Nuevamente, esto no parece cumplirse:<br />por ejemplo, si tomamos la proposición <br />1 El mundo es todo lo que es el caso<br />3 Incluso, existe una ordenación del Tractatus que difiere de la pública, editada con el nombre de<br />Prototractatus: Wittgenstein (1971). <br />Page 20<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />17<br />en relación con la proposición que la comenta<br />1.1 El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas.<br />resulta por lo menos discutible que debamos entender que el <br />“peso lógico” de la segunda sea inferior al de la primera, pues es claro que la información<br />brindada por la segunda parece ser más relevante que el que se expresa en la anterior.<br />Puede suponerse, como sugiere Stenius, que las proposiciones con menor cantidad de<br />dígitos son en realidad indicaciones más generales que luego serán precisadas en sus<br />respectivas observaciones. Pero éste tampoco es el caso, pues la generalidad de las<br />proposiciones aparece distribuida sin mayor orden entre las de escasos dígitos y las de<br />muchos. Para ejemplificar, si tomamos la proposición <br />2.03 En el estado de cosas los objetos se comportan unos con otros de un modo y manera<br />determinados.<br />no es claro entonces que dicha proposición sea más general que ésta que la comenta<br />2.033 La forma es la posibilidad de la estructura<br />proposición en la cual se establece una definición, la de la noción de forma, de<br />radical importancia para toda la obra y no sólo para lo afirmado en 2.03.<br />Asimismo, otra dificultad surge relacionada con este sistema numérico: no siempre<br />parece respetarse la indicación de que los números n.1, por ejemplo, sean comentarios a la<br />proposición de número n. Esto se manifiesta en un doble aspecto. En primer lugar, tenemos<br />proposiciones como <br />Page 21<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />18<br />2.025 Es forma y contenido.<br />la cual, según el sistema, debería ser un comentario a la proposición <br />2.02 El objeto es simple.<br />sin embargo, la interpretación más plausible de 2.025 es que en realidad continúa lo<br />afirmado en 2.024<br />2.024 La sustancia del mundo es lo que persiste independientemente de lo que es el caso.<br />indicando de este modo que “la sustancia del mundo” es “forma y contenido”<br />(ignoraremos en este apartado la interpretación de los textos citados). <br />Por otra parte<br />xi<br />, la otra manifestación de trasgresiones al sistema numérico viene<br />dada en un modo más estructural: si bien proposiciones de la clase 2.0n, 20nm, etc., pueden<br />ser consideradas como “observaciones” a la proposición 2 (aunque no, como se indico<br />anteriormente, a la inexistente proposición 2.0), las proposiciones de la clase 2.n, 2.m y<br />siguientes parecen en realidad más vinculadas con la proposición 3 que con la proposición<br />2 en sí misma. Para ejemplificar,<br />2 Lo que es el caso, el hecho, es el darse efectivo de estados de cosas.<br />sí encuentra relación con las proposiciones 2.0n:<br />2.01 El estado de cosas es una conexión de objetos (cosas).<br />2.02 El objeto es simple.<br />2.03 En el estado de cosas los objetos están unidos entre sí como los eslabones de una cadena.<br />Pero, en cambio, las proposiciones<br />2.1 Nos hacemos figuras de los hechos.<br />ó <br />Page 22<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />19<br />2.2 La figura tiene en común con lo figurado la forma lógica de la figuración.<br />encuentran sin embargo menor hermandad con la citada proposición 2 que con la<br />proposición <br />3 La figura lógica de los hechos es el pensamiento.<br />siendo así que es posible considerar a aquéllas como comentarios preparatorios para<br />esta última.<br />Observaciones análogas pueden realizarse para las proposiciones 3.00n y 3.0n<br />respecto de las proposiciones 3.n; aquéllas resultan más cercanas temáticamente a la<br />proposición 4 que a la proposición 3. Ahora, como indica Stenius, podría esperarse que esta<br />regla continuara luego entre 4.0n hacia la proposición 4 y en 4.m respecto de 5. Sin<br />embargo, esto no sucede. Así, la proposición <br />4 El pensamiento es la proposición con sentido.<br />es sucedida por las proposiciones 4.00n y 4.0m que pueden considerarse<br />observaciones a 4, pero además por <br />4.1 La proposición representa el darse y no darse efectivo de estados de cosas.<br />la cual, cito a Stenius, “aparentemente pertenece a la misma esfera que 4”<br />xii<br />. <br />De cualquier modo, a partir las imprecisiones o faltas de rigurosidad mencionadas<br />no debe interpretarse que el sistema estructural en cuestión no sea de ninguna utilidad para<br />el acercamiento a la exégesis del texto wittgensteiniano. Como se indicó al comienzo de<br />este apartado, su ausencia supondría una enorme dificultad para la comprensión de un texto <br />Page 23<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />20<br />que ya de por sí es extremadamente complejo y oscuro, cuando no inconsistente. Lo que<br />antecedió fue, por un lado, cierto desarrollo de la estructura explícita que la obra predica de<br />sí misma pero, por el otro, una indicación de que dicha estructura no debe ser tomada al pie<br />de la letra. Podemos, nuevamente con Stenius, considerar a este sistema como un intento de<br />vertebrar la exposición a partir del señalamiento de determinados lugares fortes, rodeados<br />por crecendos y decrecendos, al modo de una pieza musical.<br />1.2 El contenido de las proposiciones principales del Tractatus<br />Como es sabido, la obra consta de siete proposiciones “principales”. Estas son:<br />1 El mundo es todo lo que es el caso.<br />2 Lo que es el caso, el hecho, es el darse efectivo de estados de cosas.<br />3 La figura lógica de los hechos es el pensamiento.<br />4 El pensamiento es la proposición con sentido.<br />5 La proposición es una función veritativa de las proposiciones elementales.<br />(La proposición elemental es una función veritativa de sí misma.)<br />6 La forma general de la función veritativa es: [p, ξ, N(ξ)]<br />Esta es la forma general de la proposición.<br />7 De lo que no se puede hablar hay que callar.<br />A modo de acercamiento a estas proposiciones, considero útil establecer ciertas<br />apreciaciones intuitivas. Un primer vistazo a las mismas parece indicar lo siguiente: las<br />primeras dos tratan sobre ontología, las dos siguientes (tercera y cuarta) sobre lo que –por<br />usar algún término medianamente adecuado- llamaré “epistemología”<br />4<br />y las siguientes dos<br />(quinta y sexta) sobre la naturaleza de la proposición. (Ignoraré la proposición séptima.)<br />Así, la primera aproximación a la estructura general de la obra nos sugiere que el libro parte<br />de la explicitación de ciertos rasgos característicos del mundo, establece de algún modo un<br />4 No se tratará a lo largo de este trabajo la posición del primer Wittgenstein respecto de la epistemología, pero<br />puedo sin embargo destacar aquí que en este período de su producción él no creía que la epistemología fuera<br />realmente una disciplina filosófica –de hecho, no existiría, según su posición, ninguna disciplina estrictamente<br />filosófica (con excepción, quizás, de la lógica). Puede leerse en TLP 4.1121 “La teoría del conocimiento es la<br />filosofía de la psicología”; para entender este pasaje hay que tener en cuenta, como se indicará más adelante,<br />que aquí “filosofía” debe interpretarse como “clarificación lógica de los pensamientos” y no como un cuerpo<br />teórico sistemático. <br />Page 24<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />21<br />vínculo entre tales rasgos ontológicos y los pensamientos, para concluir de ahí<br />determinadas clase de tesis respecto de la lógica y la filosofía del lenguaje. <br />Las nociones que concatenan y articulan las proposiciones entre sí parecen ser las<br />siguientes: <br />a) De 1 a 2: acaecimiento.<br />b) De 2 a 3: hecho.<br />c) De 3 a 4: pensamiento.<br />d) De 4 a 5: proposición.<br />e) De 5 a 6: función veritativa (junto con, nuevamente, proposición).<br />Asimismo, vemos surgir elementos nuevos entre proposiciones, los cuales –es de<br />suponerse- deben de encontrar su desarrollo justamente en el intervalo entre las mismas:<br />éste es el caso, por ejemplo, de las denominadas proposiciones “preparatorias” que indiqué<br />en el apartado anterior. Dichas nociones nuevas son:<br />a) Entre 1 y 2: cosa<br />5<br />(u objeto); estados de cosas.<br />b) Entre 2 y 3: figura lógica (y, por lo tanto, también figura a secas).<br />c) Entre 3 y 4: proposición con sentido.<br />d) Entre 4 y 5: función veritativa y proposición elemental.<br />e) Entre 5 y 6: forma general (noción que entenderemos asociado al de “variable”).<br />Como es previsible, todas estas nociones son de radical importancia para la<br />comprensión del tratado y cada una de ellas encuentra una específica significación técnica<br />5 Puede suponerse que la noción de “cosa” u “objeto” no aparece entre 1 y 2, pues la expresión “estado de<br />cosas” traduce el término alemán Sachverhalt, y que, por lo tanto, en realidad la concatenación entre estas<br />expresiones no surge hasta la proposición 2.01, que afirma “El estado de cosas es una conexión de objetos<br />(cosas)”. Sin embargo, como indica Anscombe (1971: 29), a pesar de que “[l]iterally this word simply means<br />‘situation’”, “[e]timologically it suggests ‘hold of things’-i.e. a way things stand in relation to one another”.<br />Así, creo que no es incorrecto permitirme esta licencia terminológica. <br />Page 25<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />22<br />en el mismo. Recapitulando lo indicado hasta ahora, podemos distribuirlas entre los grupos<br />temáticos sugeridos anteriormente:<br />1) Ontología: acaecimiento, hecho, objeto, estados de cosas.<br />2) Epistemología: figura lógica, pensamiento, proposición con sentido.<br />3) Filosofía del lenguaje: proposición elemental, función veritativa, forma general<br />de la proposición (o, como se indicó, “variable” proposicional<br />6<br />).<br />En lo que sigue, utilizaré estos conceptos y las mencionadas divisiones temáticas<br />para desarrollar el contenido del Tractatus. Como ya se prevé, esta modalidad expositiva es<br />discutible: por ejemplo, David Pears<br />xiii<br />afirma que las conclusiones ontológicas del<br />Tractatus son todas producto de sus tesis sobre el lenguaje; en la misma línea se pronuncia<br />Anthony Kenny, “[l]as tesis acerca del mundo siguen –tanto histórica como lógicamente- a<br />las tesis acerca del lenguaje; pero su dependencia está enmascarada por la aparición de<br />aquéllas al comienzo del libro”<br />xiv<br />. En ambos autores, como en Elizabeth Anscombe<br />xv<br />y en<br />James Griffin<br />xvi<br />, esto repercute en que expongan las tesis relativas al lenguaje en primera<br />instancia, para luego indicar de qué modo éstas impactan en la concepción ontológica. Sin<br />embargo, tanto Stenius<br />xvii<br />como H.O. Mounce<br />xviii<br />respetan el orden de presentación propio<br />del libro –sin que esto en sí mismo suponga una negación de la tesis respecto de la<br />dependencia lógica; con estos autores, considero que, para los fines presentes, esta<br />modalidad es más adecuada y útil.<br />6 No debe entenderse esto del mismo modo en el cual las letras que inician el alfabeto, en mayúscula, son<br />usadas como variables proposicionales en metalógica. El significado preciso de esta expresión, así como lo<br />que la motiva, serán explicados oportunamente. <br />Page 26<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />23<br />1.2.1 Ontología<br />La primera afirmación tractariana, ya citada, indica que el mundo es todo lo que es<br />el caso. Inmediatamente, se observa que el mundo es la totalidad de los hechos, no de las<br />cosas (1.1). Algo más adelante, se define esta noción de hecho: un hecho es el darse<br />efectivo de estados de cosas (TLP 2); un estado de cosas, por su parte, es una concatenación<br />de objetos, de cosas (2.01)<br />7<br />. En este punto, vale hacer cierta digresión terminológica. El<br />término alemán Sachverhalt (que hasta aquí he tomado por “estado de cosas”) es traducido<br />de diversas maneras. Anscombe, al igual que Enrique Tierno Galván en su versión<br />castellana, reivindica la primera traducción del Tractatus al inglés, realizada por Ogden, en<br />la cual esta palabra se reemplaza por “atomic factquot; (“hecho atómico” en Tierno Galván).<br />Stenius, por su parte, elige “estado de cosas atómico” (“atomic state of affairs”), para<br />distinguirlo tanto de “hecho” (Tatsache) como de la noción de “estado de cosas” -atómico o<br />no- correspondiente, en su opinión, a Sachlage; la versión castellana de Muñoz y Reguera<br />conserva algo de esta posición, pero usa indistintamente “estado de cosas” para Sachverhalt<br />y para Sachlage<br />8<br />. Las razones expuestas por Stenius son atendibles: si un hecho (Tatsache)<br />es el “darse [Bestehende] de Sachverhalt” (TLP 2), es realmente extraño preferir la<br />traducción según la cual un hecho es “el darse de hechos atómicos”. Así, se establece la<br />siguiente terminología:<br />7 Las interpretaciones respecto de qué sean los “objetos” tractarianos es todavía controversial. Wittgenstein da<br />ejemplos que hacen pensar en datos de los sentidos y también ejemplos en los cuales pareciera que se trata de<br />objetos físicos. Carpintero (1996) apoya la primera interpretación, Griffin (1964) la segunda y Keyt (1963 y<br />1965) indica que la intención de Wittgenstein era que su posición fuera lo suficientemente amplia como para<br />recoger cualquiera de ambas posibilidades. <br />8 Aunque indican que éste último posee “cierto matiz de generalidad y composición […]: como si un<br />Sachlage se compusiera, a su vez, de Sachverhalten” (nota al pie, p. 24). <br />Page 27<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />24<br />Sachverhalt: “estado de cosas atómico”<br />9<br />; esto es, la posibilidad de cierta<br />configuración de objetos, independiente de si ésta se actualiza o no.<br />Sachlage: “estado de cosas” (en general).<br />Tatsache: “hecho” (esto es, el darse –existir- de “estados de cosas”).<br />Por su parte, la reivindicación de Anscombe<br />xix<br />para traducir Sachverhalt por “hecho<br />atómico” no me resulta convincente: argumenta, por un lado, que si bien puede parecer raro<br />que se hable de hechos no existentes, el propio Wittgenstein –en su opinión- lo hace en<br />2.06: “el darse y no darse efectivo de [Sachverhalten] es la realidad. (Llamamos [Tatsache]<br />positivo al darse efectivo de [Sachverhalt]; al no darse efectivo, [Tatsache] negativo)”; sin<br />embargo, en este caso él habla de hechos (Tatsachen) positivos y negativos, y justamente<br />llama de ese modo a la existencia y no existencia, respectivamente, de Sachverhalten: esto<br />es, no usa la expresión “hechos no existentes”<br />10<br />. Asimismo, Anscombe indica que la noción<br />de posibilidad que Stenius encuentra en Sachverhalten está en realidad recogida en la<br />noción de Sachlage: así, Stenius se equivocaría al afirmar que un Sachverhalt es un hecho<br />posible, pues “[i]n German, a ‘possible fact’ (mögliche Tatsache) would be something that<br />is perhaps a fact –i.e. for all we know to the contrary” y, para cualquier intérprete del<br />Tractatus, es evidente que no es esto lo que se pretende recoger mediante el término<br />Sachverhalt. Pero este modo de entender la propuesta de Stenius parece ser equivocada. Si<br />bien es cierto que en todo el Tractatus no se usa la expresión “mögliche Tatsache”, es claro<br />que 1) se ha indicado que un hecho (Tatsache) es el darse de Sachverhalten y 2) que no<br />todo Sachverhalt es un Tatsache. De 1) y 2) se sigue que los Sachverhalten son Tatsachen<br />9 Sin embargo, como señalé, Muñoz y Reguera no hacen esta aclaración respecto de la atomicidad. En la<br />sucesivas citas de este trabajo usaré, a pesar de todo, dicha traducción, e indicaré –si es relevante- que se<br />habla de estados de cosas atómicos.<br />10 Este error de Anscombe es realmente llamativo. Quizás se valió de la traducción inglesa de Odgen sin<br />revisar el original alemán, en la cual –como se señaló- se traduce Sachverhalt por “atomic factquot; . Como fuere,<br />no deja de ser sorprendente. <br />Page 28<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />25<br />en potencia. Esto es todo lo que se quiere decir al afirmar que los Sachverhalten son<br />posibles hechos<br />11<br />.<br />Aceptada esta terminología, podemos volver al texto tractariano. Hasta aquí, es<br />posible creer que todo lo que se ha establecido es una mera sucesión de definiciones; así,<br />“mundo” se entenderá como “la totalidad de los hechos”, “hecho” como “estados de cosas<br />existente”, etc. Sin embargo, la propuesta wittgensteiniana no es ésta. Lo que se pretende<br />con estas proposiciones es, en cambio, presentar tesis sustantivas<br />12<br />respecto de la estructura<br />del mundo. En particular, se afirma que la unidad de individuación ontológica es la de<br />hecho y no, como es más usual interpretar, la de cosa u objeto<br />13<br />. Stenius, para explicar esta<br />propuesta, se vale de analogías con la psicología de la Gestalt: así como, según ésta, lo<br />primero es el campo de percepción en el cual luego se reconocen objetos en determinadas<br />relaciones, en el mundo la noción fundamental es la de hecho; será en el análisis donde<br />surgirán sus elementos componentes. Para esta posición, hablar de objetos aislados carece<br />de sentido: los objetos se tornan reconocibles sólo en la situación concreta de encontrarse<br />en estados de cosas, esto es, en determinadas configuraciones con otros objetos (esto es<br />“esencial a la cosa”, 2.011). Es más, luego se afirmará que conocer un objeto es sólo<br />conocer su posibilidad de ocurrencia en estados de cosas (2.0123): los objetos, de este<br />modo, se definen por el rango de combinabilidad con otros objetos de manera tal que se<br />conformen estados de cosas:<br />11 La tercera razón que aduce Anscombe a favor de su interpretación es que el propio Wittgenstein aceptó la<br />traducción de “atomic factquot; . No parece ser relevante, pero incluso si lo fuera, podría replicársele que también<br />existen indicaciones referidas a que este autor jamás se sintió satisfecho con la versión inglesa de su libro.<br />12 Como se verá, la mera presentación de tesis sustantivas no garantizaría que el autor se comprometiera con<br />ellas. Parte de esto corresponde a la discusión central de este trabajo.<br />13 Por supuesto, existen otras propuestas respecto de la individuación ontológica, en particular la de la noción<br />de evento. Por ejemplo, Davidson (1994). <br />Page 29<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />26<br />2.0121 […] Al igual que no podemos en absoluto representarnos objetos espaciales fuera del<br />espacio, ni temporales fuera del tiempo, tampoco podemos representarnos objeto alguno fuera<br />de la posibilidad de conexión con otros […].<br />De este modo, se observa que la noción de estado de cosas es primaria respecto de<br />la de objeto: el concepto objeto es definido en función del de estado de cosas; esta<br />combinación de los objetos, por otra parte, se realiza sin la ayuda de ninguna relación extra:<br />“[e]n el estado de cosas los objetos están unidos entre sí como los eslabones de una cadena”<br />(2.03)<br />14<br />.<br />La posibilidad de ocurrencia de los objetos en estados de cosas se denomina su<br />“forma” (2.0141); en 2.02331 se la llama también “forma lógica”. Asimismo, dado que los<br />objetos se caracterizan por dicha “forma”, que determina todos los posibles estados de<br />cosas en los cuales puede entrar, puede concluirse que los objetos “contienen la posibilidad<br />de todos los estados de cosas” (2.014). De un modo más general, en 2.033, se afirma que<br />“la forma es la posibilidad de la estructura” (de objetos, de estados de cosas). Dicha<br />indicación es de radical importancia para el texto, como se verá en apartados posteriores.<br />Además, es importante recalcar aquí que de esto se sigue la existencia de dos clases de<br />propiedades, que Wittgenstein llama internas y externas (2.01231; 2.0233): las internas son<br />justamente aquellas que son esenciales a la cosa, i.e.: su forma, y las externas son la<br />contingencia de, de facto, encontrarse en tal o cual relación con otros objetos. Puede<br />observarse que el primer tipo de propiedades supone un conjunto de posibilidades (las de<br />combinación) mientras que el segundo tipo de propiedades se asocia con el conjunto actual<br />de relaciones de un objeto.<br />Asimismo, con este material podemos ya indicar qué es un estado de cosas<br />“atómico” (Sachverhalt): tal estado de cosas es aquel en el cual sólo hay objetos. Se<br />14 Este es el modo mediante el cual Wittgenstein intenta resolver el problema de la regresión de Bradley en su<br />argumento contra las relaciones; ver (Simpson: 41). <br />Page 30<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />27<br />distingue de la noción más general de “estado de cosas” (Sachlage) en que esta última<br />puede referir a la combinación de múltiples estados de cosas atómicos. <br />En lo relativo al concepto de estados de cosas, caben dos aclaraciones más: se<br />afirma, en primer lugar, que los estados de cosas atómicos son todos independientes entre sí<br />(1.21, 2.06, 2.061, 2.062), esto es, que del darse o no darse de un estado de cosas atómico<br />no puede deducirse el darse o no darse de ningún otro estado de cosas atómico; en segundo<br />lugar, se nos dice que el objeto es simple<br />xx<br />(2.02): no pueden distinguirse partes en él; por<br />esto es que el único modo de individuarlo es advertir su “forma” (i.e.: sus posibilidades de<br />ocurrencia en estados de cosas): en los objetos así concebidos no existen las propiedades<br />que usualmente predicamos de las cosas mundanas (“los objetos son incoloros”, 2.0232,<br />afirmación que Copi<br />xxi<br />interpreta del modo recién indicado). Asociado a este carácter de<br />simpleza, se indica también que los mismos son inalterables. De estas afirmaciones,<br />podemos concluir que lo mutable en la estructura del mundo es lo relativo al modo de<br />configuración de los objetos (determinando de esta manera diversos estados de cosas<br />atómicos) y lo fijo son los objetos (2.0272), cuyo conjunto –dicho sea de paso- se denomina<br />sustancia (2.021).<br />1.2.2 Epistemología <br />1.2.2.1 La teoría figurativa<br />Como he indicado anteriormente, puede considerarse que las proposiciones 2.1 y<br />2.2, así como sus observaciones, obedecen a la temática correspondiente (en el esquema<br />expuesto en el apartado 1.2 de este trabajo) a la proposición 3. Así, de las afirmaciones<br />ontológicas revisadas en lo precedente, la proposición 2.1 pareciera suponer un salto de la<br />ontología a la epistemología: <br />Page 31<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />28<br />2.1 Nos hacemos figuras de los hechos.<br />En efecto, a partir de esta observación, cabe preguntarse qué relación hay entre lo<br />anterior y esto que aquí se afirma. La clave para responder a esta pregunta está en la<br />proposición 2.141, según la cual “la figura es un hecho”. Veamos cuál es la interpretación<br />de esto último: como anteriormente se indicó, un hecho es un estado de cosas existente. A<br />su vez, un estado de cosas es una concatenación de objetos en determinadas relaciones. La<br />pretensión de las proposiciones 2.1 y 2.2 es bosquejar una teoría general de la<br />representación, conocida como la “teoría figurativa (o pictórica) del significado”; en la<br />misma, lo primero que se afirma es que una figura –esto es, un elemento representativo- es,<br />justamente, un estado de cosas. Ahora bien, dada la ontología del Tractatus, el mundo se<br />conforma de estados de cosas; así, aquello que será representado -dada la teoría de la<br />representación en cuestión- será necesariamente un estado de cosas (pues no existe nada<br />más en el mundo). Pero, por otra parte, que la figura también sea un estado de cosas supone<br />que la misma posea una estructura en la cual sus componentes se relacionen de un modo y<br />manera determinados, y esto permite lo siguiente:<br />2.15 Que los elementos de la figura se comporten unos con otros de un modo y manera<br />determinados, representa que las cosas [del estado de cosas a representar] se comportan así unas<br />con otras.<br />Esto es, dado que “[a] los objetos [del estado de cosas a representar] corresponden<br />en la figura los elementos de la misma” (2.13), la estructura de la figura –es decir, la<br />estructura del particular estado de cosas que estamos llamando figura- representa que los<br />elementos del estado de cosas representado también se comportan de este modo. <br />Page 32<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />29<br />El caso más simple de esta teoría de la representación es el de un isomorfismo<br />absoluto: por ejemplo, tenemos un estado de cosas C1 y un estado de cosas C2. Ambos<br />están constituidos por 3 elementos, tal que:<br />C1={a, b, c}<br />C2={d, e, f}<br />Esto todavía no permite hablar de la posibilidad de figuración, pues no hemos dicho<br />nada sobre la estructura. Ahora bien, si C1 estuviera inscrito en espacio unidimensional y C2<br />en uno tridimensional, no sería posible usar al primero para representar correctamente al<br />segundo (aunque sí a la inversa); esto es así, dado que las combinaciones posibles de los<br />objetos de C1 no podrían recoger las posibilidades de articulación de C2. Ahora bien, si en<br />cambio tomáramos como única noción relevante la de orden y lo que sigue fuera el caso:<br />C1=<a, b, c><br />C2=<d, e, f><br />es evidente entonces que podemos utilizar a C1 para representar a C2 (o viceversa,<br />pero no nos detendremos en esto ahora). Nótese que al usar esta representación, asociamos<br />cada elemento del primer conjunto a uno y sólo uno de los elementos del segundo conjunto.<br />Una vez fijada esta convención (según la cual ‘a’ representa a d, ‘b’ a e y ‘c’ a f), podemos<br />también reordenar los elementos de C1, de modo que<br />C3=<b, c, a><br />cuyo resultado, según la convención fijada, es una figura incorrecta del estado de<br />cosas C2. Lo importante aquí es sabemos qué sería el caso si C3 fuera una figura correcta de<br />C2, esto es<br />C2”=<b, f, e> <br />Page 33<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />30<br />De estas simples observaciones, podemos extraer algunas indicaciones respecto del<br />Tractatus: <br />a)<br />La relación de figuración se da entre entidades ontológicamente<br />homogéneas: estados de cosas.<br />b)<br />La estructura del estado de cosas figurativo (la combinación de sus<br />elementos) es lo que en Tractatus se denomina “forma de figuración” que<br />indica “la posibilidad de que las cosas [del estado de cosas a representar]<br />se interrelacionen entre sí como los elementos de la figura” (2.151).<br />Nótese que esto se diferencia de la estructura propia del elemento<br />figurativo -en tanto estado de cosas-, pues incluye un elemento extra:<br />aquello que en Tractatus se denomina “la relación figurativa”, consistente<br />en “la coordinación entre los elementos de la figura y los de las cosas<br />15<br />”<br />(2.1514), coordinación que, precisamente, convierte al primer estado de<br />cosas en figura (2.1513)<br />16<br />.<br />c)<br />Asimismo, algo debe haber en común entre la figura y lo figurado para<br />que una pueda ser figura de la otra. Recuérdese los dos casos dados<br />anteriormente en los cuales la relación figurativa era imposible: aquel en<br />el cual los estados de cosas carecían de estructura<br />17<br />y aquel en el cual la<br />estructura de uno difería de tal modo respecto del otro que era imposible<br />establecer una coordinación. Por supuesto, en el caso positivo aquello<br />15 Aquí pareciera haber un error (idéntico en el texto alemán), pues es claro –por lo dicho respecto de la<br />simpleza de los objetos en 2.02- que “las cosas” no tienen elementos a ser coordinados. No parece ser<br />problemático e intuitivamente es lo más sensato entender que aquí se refiere a los elementos de los “estados<br />de cosas” a representar.<br />16 Stenius (1960: 93 y ss) denomina a esta correlación “key of isomorphism” y “key of interpretation”,<br />indicando una diferencia entre “keys” adecuadas e inadecuadas. No me detendré en estas dificultades. <br />17 En rigor, esto no es algo que sea posible según la posición sostenida en el Tractatus. <br />Page 34<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />31<br />común entre los elementos figurativo y figurado era una estructura<br />idéntica (como se verá más adelante, esto no es lo usual). En el Tractatus,<br />se denomina a este mínimo común denominador entre el elemento<br />figurativo y el figurado con la expresión “forma lógica”. <br />d)<br />Una vez establecidas las correlaciones, una figura no depende más –para<br />ser representativa- del estado de cosas representado. La figura –una vez<br />determinada una relación figurativa- representa entonces un estado de<br />cosas posible (2.201, 2.202, 2.203): a tal estado de cosas se lo denominará<br />el “sentido” de la figura (2.221). Sin embargo, la figura sigue dependiendo<br />de la existencia de los elementos del estado de cosas. Estas dos relaciones<br />de dependencia e independencia, como veremos más adelante,<br />determinarán dos funciones lingüísticas heterogéneas.<br />e)<br />La corrección o incorrección de la representación jamás puede<br />determinarse por la mera figura: “[n]o existe una figura verdadera a<br />priori” (2.225), sino sólo en la comparación entre la figura y el estado de<br />cosas representado.<br />1.2.2.2 Pensamiento y proposiciones<br />Luego de estas observaciones generales sobre la representación, Wittgenstein realiza<br />otra afirmación que, por lo menos en primera instancia, puede sonar algo vertiginosa:<br />3 La figura lógica18 de los hechos es el pensamiento.<br />18 Sobre el concepto de figura lógica, simplemente indicaré que según el texto tractariano “[c]ualquier figura<br />es también una figura lógica”. Stenius (1960: 102-108) discute críticamente esta afirmación del Tractatus,<br />pero no me detendré en esta dificultad. <br />Page 35<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />32<br />De lo dicho anteriormente, en conjunción con esta última proposición, debemos<br />concluir que, para el Tractatus, el pensamiento consiste en estados de cosas figurativos.<br />Esta afirmación sorprendió a Russell, como puede verse en el siguiente parágrafo de Kenny<br />que transcribo:<br />Puesto que una pintura [figura, en nuestra terminología] es una combinación de elementos, se<br />plantea la siguiente cuestión: ¿cuáles son los elementos de una pintura lógica, de un<br />pensamiento? Este problema se lo planteó Russell a Wittgenstein y recibió una respuesta más<br />bien brusca. Puesto que un pensamiento es un hecho, Russell preguntó: ‘¿Cuáles son sus<br />constituyentes y componentes y cuál es su relación con los del hecho pintado?’ ‘No sé cuáles<br />son los constituyentes de un pensamiento’, replicó Wittgenstein, ‘pero sé que debe haber tales<br />constituyentes que corresponden a las palabras del lenguaje. El tipo de relación que haya entre<br />los constituyentes del pensamiento y los del hecho pintado también es irrelevante. Averiguarlo<br />sería asunto de la psicología’ ‘¿Consta un pensamiento de palabras?’, insistió Russell. ‘No, sino<br />de constituyentes psíquicos que tienen con la realidad el mismo tipo de relación que las<br />palabras. Qué son esos constituyentes es algo que ignoro’.<br />xxii<br />El intercambio epistolar no parece dejar lugar a dudas: el pensamiento, para el<br />Wittgenstein del Tractatus, consiste en la combinación de elementos psíquicos<br />(¿neuronales?) de modo tal que los mismos conformen estados de cosas que mantienen con<br />el hecho representado relaciones figurativas como las descriptas en los párrafos<br />precedentes, aunque presumiblemente de una complejidad mucho mayor. <br />Para ilustrar esta cuestión, veamos lo siguiente. La teoría tractariana respecto de la<br />estructura del pensamiento tiene un impacto interesante en el análisis de las oraciones<br />subordinadas luego de verbos de actitudes proposicionales (como “cree”, “dice”, etc.). En<br />el marco de su argumentación a favor de que las oraciones son todas funciones de verdad<br />de otras oraciones más simples (lo cual se explicará más adelante), Wittgenstein afirma que<br />existen casos –ya analizados por Frege y Russell- donde esto no parece cumplirse: tal<br />parece ser la situación de las oraciones con verbos de actitud proposicional mencionadas.<br />Al respecto, afirma:<br />5.541 A primera vista parece como si una proposición pudiera ocurrir en otra también de otro<br />modo. Especialmente en ciertas formas proposicionales de la psicología como “A cree que p es<br />el caso”, o “A piensa p”, etc. <br />Page 36<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />33<br />Aquí, a una mirada superficial puede parecer, ciertamente, como si la proposición p estuviera<br />con un objeto A en una clase de relación. <br />(Y en la moderna teoría del conocimiento (Russell, Moore, etc.), dichas proposiciones han sido<br />concebidas así.)<br />5.542 Pero está claro que “A cree que p”, “A piensa que p”, “A dice p” son de la forma “‘p’<br />dice p”, y aquí no se trata de la coordinación de un hecho y un objeto, sino de la coordinación<br />de hechos mediante la coordinación de sus objetos.<br />Según la interpretación de estos pasajes realizada por Anscombe<br />xxiii<br />, hay que<br />descartar dos tipos de lecturas que han sido sostenidas –si bien esta autora no nos indica<br />quiénes ni dónde las sostuvieron-: la primera, aquella que supone imposible tener un<br />pensamiento sin decir una oración correspondiente y, la segunda, aquellas que postula que<br />debe analizarse a la persona como un complejo (que entraría en determinada relación con la<br />oración). En realidad, según Anscombe, lo que se señala en estos pasajes es que tener un<br />pensamiento es poseer determinados elementos (“psíquicos”) en cierta relación unos con<br />otros y que estos elementos estén en relación figurativa (esto es “coordinados”) con los<br />elementos del hecho pensado. Así, en el análisis de “A piensa que p”, ‘A’ desaparece<br />19<br />y<br />sólo queda la coordinación de ciertos elementos –los constituyentes psíquicos que<br />componen una estructura similar a la correspondiente a la oración-hecho ‘p’- que se<br />enlazan con el hecho de que p, esto es, con el estado de cosas correspondiente a tal<br />oración.<br />xxiv<br />Retomando el análisis, inmediatamente luego de la proposición que establece que el<br />pensamiento es una figura lógica de los hechos, se llega a la noción de proposición:<br />3.1 En la proposición se expresa sensoperceptivamente el pensamiento.<br />3.11 Usamos el signo sensoperceptible (signo sonoro o escrito, etc.) de la proposición como<br />proyección del estado de cosas posible. <br />El método de proyección es el pensar el sentido de la proposición.<br />3.12 Al signo mediante el que expresamos el pensamiento le llamo el signo proposicional. Y la<br />proposición es el signo proposicional en su relación proyectiva con el mundo.<br />19 De esta desaparición en el análisis de dichas oraciones, Wittgenstein extrae consecuencias metafísicas:<br />“[e]sto muestra también que el alma –el sujeto, etc.-, tal como es concebida en la actual psicología superficial,<br />es una quimera” (5.5421). <br />Page 37<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />34<br />En las proposiciones citadas aparecen varias nociones vitales para la comprensión<br />del Tractatus, la cuales son:<br />a) Signo: entidad del lenguaje perceptible por los sentidos.<br />b) Proyección: “método” consistente en pensar el sentido de la proposición. Como<br />hemos visto, el sentido de una proposición es el estado de cosas que representa,<br />el hecho que le correspondería en caso de ser verdadera. Proyectar una<br />proposición es, entonces, pensar qué sería el caso si ésta fuera verdadera.<br />c) Signo proposicional: signo mediante el cual se expresa una proposición (en una<br />terminología más actual, podríamos llamar a esto oración). Más adelante<br />agregará dos notas de gran relevancia respecto del signo proposicional:<br />“El signo proposicional consiste en que sus elementos, las palabras, se<br />comportan en él unos con otros de un modo y manera determinados<br />El signo proposicional es un hecho” (3.14). Esto es, todo lo que<br />anteriormente se predicó de la relación figurativa se aplica, de algún modo<br />que todavía resta indicar, a las oraciones del lenguaje. Por otra parte, los<br />elementos del signo proposicional –las cosas del estado de cosas que este<br />signo es- son las palabras.<br />d) Proposición: consistente en la “relación proyectiva” del signo proposicional con<br />el mundo. Esto, por lo visto hasta ahora, parece significar lo siguiente: es el uso<br />del signo proposicional a partir del cual el sujeto piensa el estado de cosas que<br />sería el caso según lo afirmado por dicho signo. <br />Por supuesto, esta asociación de las proposiciones con la figuración tal como se la<br />describió anteriormente es una de las grandes apuestas del Tractatus (sino la gran apuesta). <br />Page 38<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />35<br />Es por eso que inmediatamente se adelanta a la obvia objeción de que, prima facie, las<br />oraciones no parecen figuras de los hechos del mundo:<br />3.143 Que el signo proposicional es un hecho es algo que viene velado por la forma expresiva<br />corriente de la escritura o de la imprenta.<br />Sin embargo, afirma -en observación a esta proposición:<br />3.1431 Muy clara resulta la esencia del signo proposicional cuando, en lugar de imaginárnoslo<br />compuesto de signos escritos, nos lo imaginamos compuesto de objetos espaciales (como, por<br />ejemplo, mesas, sillas, libros). <br />La recíproca relación espacial de estas cosas expresa entonces el sentido de la proposición. <br />Dejando de lado lo “clara” que pueda resultar esta “esencia”, es evidente que su<br />posición postula el símil entre las figuras y las proposiciones en un sentido fuerte: la<br />imagen que el texto nos invita a realizar es directamente la de una pintura en forma literal.<br />Ahora bien, en defensa de esta posición, se vale de las siguientes afirmaciones<br />a)<br />Primero hace uso de algunas analogías: así, aunque la proposición escrita<br />no parece una “figura”, “tampoco la notación musical parece ser a primera<br />vista figura alguna de la música, ni nuestra escritura fonética (el alfabeto),<br />figura alguna de nuestro lenguaje hablado. Y, sin embargo, estos lenguajes<br />se revelan también en el sentido corriente como figuras de lo que<br />representan” (4.011). Además, tanto una partitura como “[e]l disco<br />gramofónico, el pensamiento musical [recuérdese la definición de<br />pensamiento dada], las ondas sonoras, están todos entre sí en esa relación<br />interna figurativa que se da entre lenguaje y mundo” (4.014). <br />b)<br />Ahora bien, el pensamiento es disfrazado en el lenguaje (4.002); esto<br />significa que lo que parece tener cierta forma lógica en una proposición<br />no necesariamente debe ser de ese modo. Es mérito de Russell (en su <br />Page 39<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />36<br />teoría de las descripciones) haber mostrado que la forma aparente de una<br />proposición no tiene porque ser su forma real (4.0031). <br />c)<br />La “forma de figuración” –tal como se la definió anteriormente- de las<br />proposiciones (“las convenciones tácitas para la comprensión del lenguaje<br />ordinario”) son “enormemente complicadas” (4.002). Esto es, la relación<br />figurativa entre los elementos de la proposición y los elementos del estado<br />de cosas no es aprehensible de forma inmediata. <br />d)<br />Sin embargo, puede “analizarse” esta proposición de modo tal que “a los<br />objetos del pensamiento correspondan elementos del signo proposicional”<br />(3.2). Estos elementos del signo proposicional serán llamados “signos<br />simples” (“nombres”) y a la proposición resultante “completamente<br />analizada” (3.201, 3.202).<br />e)<br />La proposición resultante de tal análisis se la denominará “proposición<br />elemental” y su correlato es un estado de cosas atómico (un Sachverhalt).<br />1.2.3 Filosofía del lenguaje<br />1.2.3.1 Funciones lingüísticas<br />Hemos mencionado anteriormente que en la figura, una vez determinadas las<br />correlaciones entre los objetos de éstas y los objetos del estado de cosas, aparecen dos<br />funciones lingüísticas heterogéneas: una en la cual existía independencia respecto del<br />mundo para la significación y otra en la cual esto no era así. Con los elementos indicados<br />recientemente en el punto d), podemos ahora dar cuenta de dichas funciones:<br />a)<br />Nombrar: el nombre –signo simple- significa (bedeutet) el objeto –éste es<br />su referencia (3.203). “A los objetos sólo puedo nombrarlos” (3.221). Esta <br />Page 40<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />37<br />relación es dependiente de la permanencia del objeto nombrado<br />(permanencia que vendría garantizada por su simpleza, que posibilita –en<br />opinión de este autor- que los objetos sean inalterables [2.026]).<br />b)<br />Describir: la combinación de los elementos de la figura –una vez<br />establecidas las correlaciones- describe el estado de cosas. Éste es, como<br />se indicó, su sentido (Sinn). Así, si bien la proposición describe el estado<br />de cosas, no necesita para hacerlo que el estado de cosas se dé: en este<br />aspecto, la función lingüística de describir es independiente del estado de<br />cosas descrito.<br />Nótese que se conserva la distinción fregeana entre sentido (Sinn) y referencia<br />(Bedeutung), pero con la diferencia de que en este caso cada uno de estos términos señala<br />una función lingüística distinta privativa de dos clases de signos distintos (el signo simple y<br />el signo proposicional); así, donde Frege afirmaba que todo elemento lingüístico tiene<br />sentido y referencia, siendo el primero el “modo de acceso” al segundo, Wittgenstein<br />afirma que sólo los nombres tienen referencia y sólo las oraciones sentido. El estado de<br />cosas descrito por una oración es su sentido, pero no su referencia: a los complejos no<br />puede nombrárselos, únicamente describírselos (3.144). La supuesta “confusión” fregeana<br />surgiría del hecho de que “en la proposición impresa, por ejemplo, el signo proposicional<br />no aparece como esencialmente distinto de la palabra. (Así fue posible que Frege llamara a<br />la proposición un nombre compuesto.)” (3.143). Si el signo proposicional fuera un nombre<br />compuesto, según Wittgenstein, entonces tendría referencia. Pero esto no es el caso: la<br />función propia de la proposición está dada por la articulación de sus elementos (3.142), por<br />lo cual, si bien tanto Frege como Russell entienden a la proposición como una “función de<br />las expresiones contenidas en ella” (3.318), Wittgenstein se diferencia de ellos al afirmar <br />Page 41<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />38<br />que este carácter de “ser una función” respecto de las expresiones contenidas en la<br />proposición consiste en la mostración que es propia de la estructuración de sus elementos<br />componentes.<br />1.2.3.2 Verdad, falsedad y absurdos<br />Lo señalado en el apartado precedente nos permite introducir los conceptos<br />centrales en semántica de verdad y falsedad. Una proposición es verdadera si en el estado<br />de cosas sus elementos están estructurados del modo en el cual la proposición articula sus<br />signos. Complementariamente, si éste no fuera el caso, la oración sería falsa (4.25)<br />20<br />.<br />Asimismo, allí donde Frege determinaba que una oración en la cual uno de sus<br />componentes no poseyera referencia carecería de valor de verdad, en el Tractatus esto se<br />desglosa en dos posibles situaciones:<br />1) Si el componente designa un complejo, cosa que es posible realizando una<br />definición del signo<br />21<br />(3.24) y éste complejo no existe (lo cual significa: sus<br />elementos no se comportan del modo indicado), entonces la proposición no será<br />absurda, si no tan sólo falsa (3.24). Como puede observarse, esto está con<br />consonancia con la Teoría de las Descripciones de Russell, en la cual –cuando una<br />descripción definida no se cumple de ningún objeto o se cumple de más de uno- la<br />oración es también falsa.<br />20 Por supuesto, esta posición determina una teoría correspondentista de la verdad. Para un análisis de las<br />problemáticas de estas teorías, así como la presentación de una teoría distinta del tipo denominado<br />deflacionista, véase Barrio (1998).<br />21 Esto es, indicando que determinado signo –palabra- es en realidad una abreviación de otro signo cuya<br />estructura es la propia de un signo proposicional. Por ejemplo, si se afirma: aRb.q, podría creerse que q<br />designa un simple (sabemos que esto no es así, pues nuestra convención es que esas letras designan<br />proposiciones). Ahora bien, si anteriormente se ha estipulado que q=def. Pa., entonces podemos afirmar que si<br />es el caso que aRb pero no es el caso de Pa, la oración será falsa. <br />Page 42<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />39<br />2) Si el componente refiere, en cambio, a un elemento simple y éste no existe, la<br />oración será –en cambio- absurda (o un sinsentido, “unsinnig”<br />22<br />).<br />1.2.3.3 Símbolo y signo<br />A partir de lo expuesto, podemos ahora introducir otra distinción cardinal para el<br />Tractatus: la que se estipula entre signo y símbolo<br />23<br />. Símbolo es una parte de la proposición<br />esencial para que la misma pueda expresar su sentido –esto es, recordemos, dar cuenta de<br />un estado de cosas posible (3.31); en el caso límite, si dos signos proposicionales<br />comunican un mismo sentido, comparten el símbolo (por ejemplo, en Rab y aRb). El signo,<br />por su parte, es lo que puede percibirse sensorialmente del símbolo (3.32); el signo es el<br />objeto integrante del estado de cosas figurativo (en el caso límite, nuevamente, es el signo<br />proposicional entero). Nótese que, por lo expuesto, el símbolo es una entidad más abstracta<br />que el signo. Además, un símbolo determina una clase de signos: todos aquellos que<br />pueden ser usados para comunicar el mismo sentido. Así, si a=def.b, entonces a y b son<br />distintos signos que comparten el símbolo. De este modo, podemos retomar la noción de<br />absurdo (o sinsentido) que se usó recientemente: un signo proposicional es un absurdo a<br />partir de fallas en la simbolización, las cuales pueden ser:<br />a) No se ha simbolizado un signo: no se ha indicado su correlación con un<br />objeto del mundo (6.53).<br />22 A lo largo de este trabajo, preferiré la traducción de “absurdo” para unsinnig y “carente de sentido” para<br />Sinnlos, pues la usual distinción entre “sinsentidos” y “carecer de sentido” produce confusión.<br />23 La palabra alemana es Symbol y es homologada con Ausdruck (“expresión”). Lo cierto es que Wittgenstein<br />no es extremadamente cuidadoso con esta terminología y existen casos donde usa el término símbolo en<br />contextos donde claramente se refiere a signos. Stenius (1960: 188) discute esta terminología y adopta, en su<br />explicación del texto, una propia de Carnap. <br />Page 43<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />40<br />b) No se ha simbolizado un signo para un uso particular: así, la proposición<br />“Sócrates es idéntico” es absurda no porque “idéntico” no haya sido<br />simbolizada, sino porque no ha sido simbolizada como adjetivo (5.473). <br />c) Dos símbolos comparten el mismo signo: paradigmáticamente, esto es<br />ejemplificado con el caso del signo “es”, que cumple función de cópula,<br />de signo de igualdad y expresión de existencia (3.323). Todas estas<br />funciones corresponden a símbolos distintos y su confusión puede dar<br />lugar a absurdos. Wittgenstein afirma que la “filosofía entera” está<br />plagada de errores de este tipo (3.324).<br />d) Dos signos comparten el mismo símbolo: si bien no es claro qué<br />problema podría representar esto, Wittgenstein afirma que la igualdad de<br />símbolo debe ser representada –en una conceptografía correcta- mediante<br />la igualdad de signo (5.53).<br />Más adelante discutiremos si estas diferentes causas pueden ser unificadas o no.<br />Retomemos por ahora la noción de símbolo: hemos dicho que un símbolo determina una<br />clase de signos. Es claro que los signos deben tener algo en común si es que han de poder<br />expresar el mismo sentido. Esto común es, como puede preverse, la forma lógica; lo cual<br />significa que las combinaciones posibles de los signos –según la convención prefijada-<br />deben ser similares a las del hecho a representar. Tomemos por caso una partitura y un rollo<br />de pianola. Una corchea en la partitura comparte el símbolo con un agujero en el rollo de<br />pianola. Esto significa que ambos deben poseer la misma capacidad de: 1) determinar una<br />única nota en el piano, 2) determinar la duración de esa nota (ignoraré otras variables como<br />el volumen, etc.). Estos son los rasgos característicos que determinan la forma lógica de<br />estos objetos (el objeto dibujo-corchea en la partitura y el objeto agujero en el rollo de <br />Page 44<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />41<br />pianola). Nótese también que ni el dibujo propio de la corchea ni un mero agujero son<br />signos –aunque sí son posibles signos-; sólo lo son en el marco de un sistema convencional.<br />Ahora bien, dentro de determinado sistema convencional, el símbolo común tanto al<br />agujero en el rollo de pianola como a la corchea en la partitura caracteriza una forma lógica<br />(determinada por ciertos rasgos como el de indicar una única nota, precisar un momento<br />temporal en una sucesión, el largo de este momento, etc.). Estos rasgos pueden ser<br />expresados, según Wittgenstein, mediante una variable. Así, por ejemplo, si lo que se busca<br />es expresar el símbolo propio de un nombre a, esto puede realizarse afirmando a, esto es,<br />la clase de todas la proposiciones significativas que toman a a como valor (Pa, Rab, Rba,<br />etc., lo cual define que el significado de a se agota en “Px y Rxb y Rbx y ….”; esto es, a es<br />el objeto que puede ocupar todos esos lugares argumentales de modo tal que la proposición<br />tenga sentido). Este es precisamente el modo en el cual –según el Tractatus- puede<br />explicarse el significado de los nombres: a este procedimiento –que, como se verá, es de<br />radical importancia para el sistema- se lo denomina Erläuterungen (traducido como<br />“aclaraciones” o “elucidaciones”). Para entender correctamente esto es necesario recordar,<br />en primer lugar, que la “forma” es definida como las posibilidades combinatorias de un<br />objeto y, en segundo, que un objeto se define totalmente por su forma. Así, la forma<br />explicitada de un signo a partir de la variable proposicional que recorre el rango de todas<br />sus apariciones significativas (esto es: todas sus posibilidades combinatorias) define<br />completamente el símbolo correspondiente a dicho signo. A esta forma también se la<br />denomina “figura primitiva” (Urbild).<br />Veamos, para ejemplificar, el análisis que Wittgenstein, con estos elementos, hace<br />de la Paradoja de Russell: <br />Page 45<br />El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable<br />Milton Laufer<br />42<br />3.333 Una función no puede ser su propio argumento debido a que el signo funcional contiene<br />ya la figura primitiva de su argumento y no puede contenerse a sí mismo.<br />Supongamos, por ejemplo, que la función F(x)24 pudiera ser su propio argumento; habría,<br />entonces, una proposición: “F(F(x))” y en ella la función externa F y la función interna F<br />debería tener significados diferentes, dado que la interna tiene la forma (x), la externa ((x)).<br />Común a ambas funciones es sólo la letra “F”, que, sin embargo, sola nada designa.<br />Lo que se afirma en este pasaje es que ambas “F” no pueden obedecer al mismo<br />símbolo, pues su forma es diferente y un símbolo implica –como hemos visto- identidad de<br />forma. Así, la mera circunstancia poco feliz de usar un mismo signo (la “F”) para designar<br />ambos símbolos no produce una paradoja: en una notación correcta se usarían dos signos<br />diferentes y la paradoja –cualquier paradoja que implique autopredicación- desaparecería.<br />De este modo, la primera crítica que Wittgenstein realiza a Russell es que la Teoría de<br />Tipos es superflua: un correcto lenguaje sígnico excluye la circularidad que la Teoría<br />russelliana prohíbe –prohibición en la cual, según Wittgenstein, “consiste toda la ‘Theory<br />of Types’” (3.332).<br />1.2.3.4 La doctrina del mostrar<br />xxv<br />Íntimamente vinculada con la crítica que acaba de exponerse, se encuentra la –así<br />llamada por Griffin- doctrina del mostrar. Como se ha visto, en la Teoría de Tipos se<br />prohíbe la circularidad que –en el sistema de Frege- permitía la introducción de la Paradoja<br />de Russell. Esta restricción se determina estableciendo una estructura jerárquica en la cual<br />cada función de un estrato n de la jerarquía sólo puede tomar como argumentos objetos del<br />estrato n-1 de la jerarquía y, a la vez, sólo ser argumento de funciones de estrato n+1. El<br />segundo componente que Wittgenstein nunca aceptó de la Teoría de Tipos russelliana es<br />que para poder establecer la jerarquía –postularla-, Russell tuvo que usar nocion