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En este mundo muchas veces nos
enfrentamos a la falta de cupo, a no tener
lugar. En el cielo, en el seguro puerto, hay
sitio para ti y para mí, para todos.
Entonces nuestra débil naturaleza
humana, anclará y para siempre
estaremos seguros.
En el mundo actual hay una
obsesión por la velocidad en la
comunicación, nos damos cuenta de
tantas cosas, hay tantos acontecimientos
que captan nuestra atención, que nos
parece que los días transcurren más
rápido. Resultamos estar tan entretenidos
que muchas veces olvidamos la reflexión.
La reflexión, piedra fundamental de la
sabiduría, la reflexión, piedra fundamental
10 Predicación Dlnómlca
de la salud mental, la reflexión. piedra
fundamental de una vida eristiana
victoriosa. En el campo de la r ~flexión
meditar en tomo a la crucifixión d ~ Cristo
es el poder transformador más grande del
universo.
El egoísmo es la raíz de tedos los
males que enfrentamos todos los
humanos. El egoísmo fue la raí l de la
rebelión en el cielo. El egoísmo e la raíz
de pleitos, divisiones y disgustos.
Pero la ruta hacia el calvario dio un
golpe de muerte al egoísmo le d o en la
cabeza y todo aquel que ¡:articipe
continuamente de estas escefü s será
elevado a niveles de paz intnior, a
niveles de satisfacción íntima que ada en
este mundo le puede proporcionar.
LA RUTA HACIA EL CALV RIO
"Yo caminé la ruta del cahario, en
realidad no escogí hacerlo, me ot ligaron,
pero lo que en un princi¡:io fue
vergonzoso y en cierto modo ridículo, fue
cambiando. Yo no vivía en Jerusalén;
Alejandro y Rufo, mis hijos, me
escribieron a Cirene. Cirene f ra una
ciudad griega que estaba en Libia al norte
de África, había sido fundada en el siglo
VII antes de Cristo.
Durante el período de dominaciór: griega,
muchos Judíos asentaron en la ciu.iad, allí
habían venido mis antepasados, al í nací y
me crié, por supuesto en to fas las
costumbres Judías, en las que siempre
fuimos muy celósos. Las visitas q ie antes
había hecho a Jerusalén fuer n muy
especiales, por eso acepté que nis dos
hijos fueran a vivir allí, era mi deseo que
OBLIGADOS A LLEVAR SU CRUZ.
ellos profundizaran en nuestras
costumbres y en el conocimiento de la
ley. Pero yo no quería, no quise nunca
dejar Cirene, tal vez por eso me conocen
como Simón el de Cirene.
Les dije hace un momento, que mis
hijos me escribieron, más bien diría me
urgieron a venir a Jerusalén. Estaban tan
entusiasmados, por lo menos así lo
percibí, con un maestro de Nazaret que
despertaron mi curiosidad. ¡Tal ve pensé!,
¡tal vez, sea el Mesías!, ¡ojalá!.
Debo decirles que más bien me
desilusioné cuando lo conocí, no había en
él ninguna hermosura, no había ninguna
relación significativa con los dirigentes de
mi pueblo en quienes había confiado
desde pequeño, ni siquiera tenía una casa
para vivir, ni una oficina, y vestía como el
común de la gente.
Lo que sí me di cuenta es que las
cosas se iban poniendo cada vez más
dificiles para Jesús y para mis hijos. sobre
todo después del alboroto que armaron,
después de que miles querían proclamarlo
rey.
La mañana que siguió a ese
domingo fue la más que bien recuerdo los
rostros de Alejandro y Rufo.
Entre sollozos me contaron que
habían tomado preso a Jesús y que para
ellos todo había terminado, ya no vale la
pena vivir papá; como pude los animé y
les dije que se acercaba el día en que el
verdadero Cristo nacería.
Yo también les abrí mi corazón; les
dije que me sentía mal por mi religión tan
formalista, que además sentía el oprobio
de ser dominados por los romanos y que
sin duda, muy pronto nacería el 1esías,
muy pronto hijos, les dije, muy pro 1to.
Sentí pena por ellos, pero pensé
que muy pronto se les iba a pasar Como
se le pasa a todos los jóvenes, Como se le
pasa a toda la gente.
Nos dormimos, y tempra 10 me
levanté sin imaginarme lo qt e me
aguardaba ese día; me salí de la casa y
antes de salir de la ciudad, escuché
rumores de que a Jesús, lo habían
condenado a muerte; a mí me pare ~ió una
decisión exagerada y lo sentí pJr mis
hijos. Pasé el día en el campo, pero no
estuve a gusto, tal vez por mis hijos,
acaso por la insatisfacción qt e me
producía mi religión; no sé, pero al á en el
campo, comencé a ,simpatizar coi Jesús
de Nazaret. Me regresé al medio día y
cuando entré a la ciudad me enteré de que
a Jesús lo crucificarían? no es para tanto,
me dije, y comencé a temer por Alejandro
y_por Rufo.
J1e encaminé con pasos
apresurados hacia el palacio donde estaba
el gobernador. Las calles estaban
atestadas, pero no veía por ningún ugar a
mis hijos. Tampoco vi a ningún di ~cípulo
de Jesús que había conocido. Me abrí
paso rápidamente entre la gente, y de
repente me encontré frente al nismo
Jesús, su espalda descubierta sangraba, lo
azotaron, pensé, su frente ta nbién
sangraba, así que me fijé muy ben, le
habían puesto una corona con las espinas
más grandes que yo haya visto jamás.
Estaba pálido y parecía muy ébil.
De repente cayó desmayado bajo la
carga. Volví para todos lados buscando a
Predicación Dlnómlca 11
OBLIGADOS A . LLEVAR SU CRUZ
mis hijos pero no los vi. Lo que sí oí fue
toda clase de palabras, Jesús se levantó
otra vez y dije que no erajusto
Comenzaron a forzar a algunos
para que ayudaran con la cruz, pero no
querían; uno que estaba a mi lado dijo que
yo simpatizaba con el prisionero y apenas
volví a verlo y sentí unas pesadas manos
sobre mi espalda, luego otro me tomó de
los brazos, inmediatamente sentí sobre
mis hombros la pesada cruz. Miré a
Cristo y él me estaba mirando Ni siquiera
atiné a decirle que yo era papá de
Alejandro y Rufo sus seguidores.
Apenas Jesús se levantó escuche
las primeras muestras de compasión, unas
mujeres lloraban y expresaban su
simpatía. ¡Maestro! Usted sanó a mi hija y
le estaré eternamente agradecida. Señor,
yo fui quien tocó su manto por detrás y le
estaré eternamente agradecida por mi
salud. Yo no estoy contra usted, maestro,
yo le llevé a mis hijos para que los
bendijera, y usted los bendijo. Otra
expresaba gratitud por su hijo resucitado,
era de Naín la señora.
Cuando las escuchó, Jesús se
levantó y habló como profeta: ¡Hijas de
Jerusalén! dijo, no me lloréis a mí, mas
llorad por vosotras y por vuestros hijos.
Pensé este hombre no tiene nada de
egoísmo, no se valió de las mujeres para
clamar por justicia, no las usó como
testigos para probar su inocencia, para
demostrar que no merecía ese trato, que
no merecía ser condenado que no merecía
la cn1z, me pareció que era un hombre de
bien, me pareció que estaba por encima
de lo que hacían con él; como siempre le
12 Predicación Dlnómlca
interesaban más los otros que é mismo.
Me pareció que vivía en otra esfe a, como
que hablaba en otra frecuencia.
Cuando llegamos a la cm 1bre del
monte, al lugar de la ejecución, cejé caer
la cruz, pero me quedé allí. 1'.o podía
irme, solo unos momentos de estar junto a
él ya comenzaba a quererlo. Dos
prisioneros que también nos acmrpañaban
fueron atados a los elementos de tortura y
mientras los ataban se revolvía 1 en las
manos de los que los ataban, que los
ponían sobre la cruz, cómo ¡ eleaban,
tiraban puñetazos mientras lo ponían
sobre la cn1z, Pero Jesús no presentó
resistencia alguna. Pero pen ,é; éste
hombre está en otra cosa, le Í1 teresaba
. más yo. No podía creer, cuando vi que se
acercaban con martillos y clavos. Menos
cuando vi que estos se hundfr n en la
tien1a carne, Jesús no dejó oír un solo
munnullo de queja, su rostro pe 1naneció
sereno.
OBLIGADOS A LLEVAR SU CRUZ
Casi caí de rodillas cuando lo
escuché decir " Padre, perdónalos porque
no saben lo que hacen" ¿cómo puede ser
posible?, pensé, no, éste, no es un hombre
común y corriente, debe proceder de
Dios, porque de Dios procede el amor, de
Dios procede el perdón, de Dios procede
el buen trato con sus enemigos, Dios se
opone al egoísmo.
Cuando las tres cn1ces fueron
alzadas. Vi que los tres colgados
conversaban y me acerqué todo lo que
pude y escuché, el más joven le dijo,
"Acuérdate de mí cuando vinieres en tu
reino". ¿tu reino? ¿oí bien?, ¿de dónde
sacaron que éste es rey?. Prestamente
llegó la respuesta; el tono era suave y
melodioso, y las palabras llenas de amor,
comprensión y poder. "De cierto te digo
hoy, estarás conmigo en el paraíso"
¿paraíso? ¿escuché bien?. Este no es un
hombre pensé una vez más, pero ni modo
que sea Dios, ¿acaso será Dios? y
comencé a creer, vinieron unos momentos
de oscuridad, y luego el sol resplandeció.
Pero la cruz quedó rodeada de tinieblas
de repente la lobreguez se apartó de la
cruz y en tonos claros como de trompeta
que parecían repercutir por toda la
creación Jesús exclamó:
"Consumado es, Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu." Una luz inundó
la cruz, y el rostro del Salvador brilló con
una gloria cómo · la del sol. Inclinó
entonces la cabeza sobre el pecho, se
produjo entonces un violento terremoto
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surgió la más frenética confusión y
consternación. En las montafias
"Yo fuí forzado a llevar la
cruz...
Pero cuando el sol se puso
aquella tarde,
mi corazón rebosaba
de gratitud y gozo por tan
extraordinario... privilegio"
circundantes se partieron las rocas que
bajaron con fragor a las llanuras, par~cían
estremecerse hasta los átomos. Príncipes,
soldados, verdugos, y pueblo y tcían
postrados en el suelo.
Escuché entonces al centurión decir
"Verdaderamente, Hijo de Dios era este".
Yo también pensé lo mismo, y has a lo
dije en voz alta y así cómo lo pen .;aba,
rápidamente fui a buscar a mis 1ijos;
pasé el sábado con ellos, estuvimos muy
tristes, me contaron muchas cosa.~ de
Jesús que antes no quise escucha . El
domingo también yo supe de la
resurrección fui a buscar a Jesús y lo
escuché hablar antes que ascendiera,
estuve en pentecostés y fui fundador Je la
iglesia de Antioquía.
Yo fui forzado a llevar la cruz, me
obligaron. Pero cuando el sol se ;mso
aquella tarde mi corazón rebosabr de
gratitud y gozo por tan extraordinai io y
hennoso privilegio.
Un hennoso testimonio de Simón
de Cirene.
Predicación Dlnómlca 13
OBLIGADOS A LLEVAR SU CRUZ
Hermanos, la cn1z de Cristo una
vez más está vacante, y el recorrido al
calvario está abierto cada día para ir a
través de su palabra, una vez más les
quiero proponer que al iniciar el afío
tomemos los evangelios, bebamos de esa
fuente de inspiración, profundicemos en la
extraordinaria y rica personalidad de
Cristo, especialmente en las escenas
finales de su vida.
La semilla del egoísmo no puede
germinar a la luz que procede del
calvario, es imposible. Porque la carga de
la cn1z y el camino al calvario es el único
antídoto.
Puede ser que alguno de ustedes
sienta que lo están forzando, que lo hayan
obligado a venir acá. Si te sientes forzado,
y sientas que te es vergonzoso y ridículo,
te puedo asegurar, que al ponerse el sol
de h1 vida estarás eternamente agradecido
porque escucharás las mismas palabras
que Jesús dijo en la crnz "Estarás
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sangre del Cordero. A través de a diaria
reflexión de su palabra, y la entrega total
de nuestra vida. ¡Una gran comp iñía, de
t~do linaje, y tribus y pueblos y lenguas!.
Una gran compafiía, unas muje es que
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Simón Cireneo, ojalá tú y yo.
iDeleite! iEmoción!
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AMIGO FIEL. Es editada trimes+ almente
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de la Iglesia Adventista del Sé¡:::tlmo Dfa
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Obligados a llevar su cruz

  • 1. 111111111 z En este mundo muchas veces nos enfrentamos a la falta de cupo, a no tener lugar. En el cielo, en el seguro puerto, hay sitio para ti y para mí, para todos. Entonces nuestra débil naturaleza humana, anclará y para siempre estaremos seguros. En el mundo actual hay una obsesión por la velocidad en la comunicación, nos damos cuenta de tantas cosas, hay tantos acontecimientos que captan nuestra atención, que nos parece que los días transcurren más rápido. Resultamos estar tan entretenidos que muchas veces olvidamos la reflexión. La reflexión, piedra fundamental de la sabiduría, la reflexión, piedra fundamental 10 Predicación Dlnómlca de la salud mental, la reflexión. piedra fundamental de una vida eristiana victoriosa. En el campo de la r ~flexión meditar en tomo a la crucifixión d ~ Cristo es el poder transformador más grande del universo. El egoísmo es la raíz de tedos los males que enfrentamos todos los humanos. El egoísmo fue la raí l de la rebelión en el cielo. El egoísmo e la raíz de pleitos, divisiones y disgustos. Pero la ruta hacia el calvario dio un golpe de muerte al egoísmo le d o en la cabeza y todo aquel que ¡:articipe continuamente de estas escefü s será elevado a niveles de paz intnior, a niveles de satisfacción íntima que ada en este mundo le puede proporcionar. LA RUTA HACIA EL CALV RIO "Yo caminé la ruta del cahario, en realidad no escogí hacerlo, me ot ligaron, pero lo que en un princi¡:io fue vergonzoso y en cierto modo ridículo, fue cambiando. Yo no vivía en Jerusalén; Alejandro y Rufo, mis hijos, me escribieron a Cirene. Cirene f ra una ciudad griega que estaba en Libia al norte de África, había sido fundada en el siglo VII antes de Cristo. Durante el período de dominaciór: griega, muchos Judíos asentaron en la ciu.iad, allí habían venido mis antepasados, al í nací y me crié, por supuesto en to fas las costumbres Judías, en las que siempre fuimos muy celósos. Las visitas q ie antes había hecho a Jerusalén fuer n muy especiales, por eso acepté que nis dos hijos fueran a vivir allí, era mi deseo que
  • 2. OBLIGADOS A LLEVAR SU CRUZ. ellos profundizaran en nuestras costumbres y en el conocimiento de la ley. Pero yo no quería, no quise nunca dejar Cirene, tal vez por eso me conocen como Simón el de Cirene. Les dije hace un momento, que mis hijos me escribieron, más bien diría me urgieron a venir a Jerusalén. Estaban tan entusiasmados, por lo menos así lo percibí, con un maestro de Nazaret que despertaron mi curiosidad. ¡Tal ve pensé!, ¡tal vez, sea el Mesías!, ¡ojalá!. Debo decirles que más bien me desilusioné cuando lo conocí, no había en él ninguna hermosura, no había ninguna relación significativa con los dirigentes de mi pueblo en quienes había confiado desde pequeño, ni siquiera tenía una casa para vivir, ni una oficina, y vestía como el común de la gente. Lo que sí me di cuenta es que las cosas se iban poniendo cada vez más dificiles para Jesús y para mis hijos. sobre todo después del alboroto que armaron, después de que miles querían proclamarlo rey. La mañana que siguió a ese domingo fue la más que bien recuerdo los rostros de Alejandro y Rufo. Entre sollozos me contaron que habían tomado preso a Jesús y que para ellos todo había terminado, ya no vale la pena vivir papá; como pude los animé y les dije que se acercaba el día en que el verdadero Cristo nacería. Yo también les abrí mi corazón; les dije que me sentía mal por mi religión tan formalista, que además sentía el oprobio de ser dominados por los romanos y que sin duda, muy pronto nacería el 1esías, muy pronto hijos, les dije, muy pro 1to. Sentí pena por ellos, pero pensé que muy pronto se les iba a pasar Como se le pasa a todos los jóvenes, Como se le pasa a toda la gente. Nos dormimos, y tempra 10 me levanté sin imaginarme lo qt e me aguardaba ese día; me salí de la casa y antes de salir de la ciudad, escuché rumores de que a Jesús, lo habían condenado a muerte; a mí me pare ~ió una decisión exagerada y lo sentí pJr mis hijos. Pasé el día en el campo, pero no estuve a gusto, tal vez por mis hijos, acaso por la insatisfacción qt e me producía mi religión; no sé, pero al á en el campo, comencé a ,simpatizar coi Jesús de Nazaret. Me regresé al medio día y cuando entré a la ciudad me enteré de que a Jesús lo crucificarían? no es para tanto, me dije, y comencé a temer por Alejandro y_por Rufo. J1e encaminé con pasos apresurados hacia el palacio donde estaba el gobernador. Las calles estaban atestadas, pero no veía por ningún ugar a mis hijos. Tampoco vi a ningún di ~cípulo de Jesús que había conocido. Me abrí paso rápidamente entre la gente, y de repente me encontré frente al nismo Jesús, su espalda descubierta sangraba, lo azotaron, pensé, su frente ta nbién sangraba, así que me fijé muy ben, le habían puesto una corona con las espinas más grandes que yo haya visto jamás. Estaba pálido y parecía muy ébil. De repente cayó desmayado bajo la carga. Volví para todos lados buscando a Predicación Dlnómlca 11
  • 3. OBLIGADOS A . LLEVAR SU CRUZ mis hijos pero no los vi. Lo que sí oí fue toda clase de palabras, Jesús se levantó otra vez y dije que no erajusto Comenzaron a forzar a algunos para que ayudaran con la cruz, pero no querían; uno que estaba a mi lado dijo que yo simpatizaba con el prisionero y apenas volví a verlo y sentí unas pesadas manos sobre mi espalda, luego otro me tomó de los brazos, inmediatamente sentí sobre mis hombros la pesada cruz. Miré a Cristo y él me estaba mirando Ni siquiera atiné a decirle que yo era papá de Alejandro y Rufo sus seguidores. Apenas Jesús se levantó escuche las primeras muestras de compasión, unas mujeres lloraban y expresaban su simpatía. ¡Maestro! Usted sanó a mi hija y le estaré eternamente agradecida. Señor, yo fui quien tocó su manto por detrás y le estaré eternamente agradecida por mi salud. Yo no estoy contra usted, maestro, yo le llevé a mis hijos para que los bendijera, y usted los bendijo. Otra expresaba gratitud por su hijo resucitado, era de Naín la señora. Cuando las escuchó, Jesús se levantó y habló como profeta: ¡Hijas de Jerusalén! dijo, no me lloréis a mí, mas llorad por vosotras y por vuestros hijos. Pensé este hombre no tiene nada de egoísmo, no se valió de las mujeres para clamar por justicia, no las usó como testigos para probar su inocencia, para demostrar que no merecía ese trato, que no merecía ser condenado que no merecía la cn1z, me pareció que era un hombre de bien, me pareció que estaba por encima de lo que hacían con él; como siempre le 12 Predicación Dlnómlca interesaban más los otros que é mismo. Me pareció que vivía en otra esfe a, como que hablaba en otra frecuencia. Cuando llegamos a la cm 1bre del monte, al lugar de la ejecución, cejé caer la cruz, pero me quedé allí. 1'.o podía irme, solo unos momentos de estar junto a él ya comenzaba a quererlo. Dos prisioneros que también nos acmrpañaban fueron atados a los elementos de tortura y mientras los ataban se revolvía 1 en las manos de los que los ataban, que los ponían sobre la cruz, cómo ¡ eleaban, tiraban puñetazos mientras lo ponían sobre la cn1z, Pero Jesús no presentó resistencia alguna. Pero pen ,é; éste hombre está en otra cosa, le Í1 teresaba . más yo. No podía creer, cuando vi que se acercaban con martillos y clavos. Menos cuando vi que estos se hundfr n en la tien1a carne, Jesús no dejó oír un solo munnullo de queja, su rostro pe 1naneció sereno.
  • 4. OBLIGADOS A LLEVAR SU CRUZ Casi caí de rodillas cuando lo escuché decir " Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" ¿cómo puede ser posible?, pensé, no, éste, no es un hombre común y corriente, debe proceder de Dios, porque de Dios procede el amor, de Dios procede el perdón, de Dios procede el buen trato con sus enemigos, Dios se opone al egoísmo. Cuando las tres cn1ces fueron alzadas. Vi que los tres colgados conversaban y me acerqué todo lo que pude y escuché, el más joven le dijo, "Acuérdate de mí cuando vinieres en tu reino". ¿tu reino? ¿oí bien?, ¿de dónde sacaron que éste es rey?. Prestamente llegó la respuesta; el tono era suave y melodioso, y las palabras llenas de amor, comprensión y poder. "De cierto te digo hoy, estarás conmigo en el paraíso" ¿paraíso? ¿escuché bien?. Este no es un hombre pensé una vez más, pero ni modo que sea Dios, ¿acaso será Dios? y comencé a creer, vinieron unos momentos de oscuridad, y luego el sol resplandeció. Pero la cruz quedó rodeada de tinieblas de repente la lobreguez se apartó de la cruz y en tonos claros como de trompeta que parecían repercutir por toda la creación Jesús exclamó: "Consumado es, Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu." Una luz inundó la cruz, y el rostro del Salvador brilló con una gloria cómo · la del sol. Inclinó entonces la cabeza sobre el pecho, se produjo entonces un violento terremoto que hizo caer a la gente por racimos, surgió la más frenética confusión y consternación. En las montafias "Yo fuí forzado a llevar la cruz... Pero cuando el sol se puso aquella tarde, mi corazón rebosaba de gratitud y gozo por tan extraordinario... privilegio" circundantes se partieron las rocas que bajaron con fragor a las llanuras, par~cían estremecerse hasta los átomos. Príncipes, soldados, verdugos, y pueblo y tcían postrados en el suelo. Escuché entonces al centurión decir "Verdaderamente, Hijo de Dios era este". Yo también pensé lo mismo, y has a lo dije en voz alta y así cómo lo pen .;aba, rápidamente fui a buscar a mis 1ijos; pasé el sábado con ellos, estuvimos muy tristes, me contaron muchas cosa.~ de Jesús que antes no quise escucha . El domingo también yo supe de la resurrección fui a buscar a Jesús y lo escuché hablar antes que ascendiera, estuve en pentecostés y fui fundador Je la iglesia de Antioquía. Yo fui forzado a llevar la cruz, me obligaron. Pero cuando el sol se ;mso aquella tarde mi corazón rebosabr de gratitud y gozo por tan extraordinai io y hennoso privilegio. Un hennoso testimonio de Simón de Cirene. Predicación Dlnómlca 13
  • 5. OBLIGADOS A LLEVAR SU CRUZ Hermanos, la cn1z de Cristo una vez más está vacante, y el recorrido al calvario está abierto cada día para ir a través de su palabra, una vez más les quiero proponer que al iniciar el afío tomemos los evangelios, bebamos de esa fuente de inspiración, profundicemos en la extraordinaria y rica personalidad de Cristo, especialmente en las escenas finales de su vida. La semilla del egoísmo no puede germinar a la luz que procede del calvario, es imposible. Porque la carga de la cn1z y el camino al calvario es el único antídoto. Puede ser que alguno de ustedes sienta que lo están forzando, que lo hayan obligado a venir acá. Si te sientes forzado, y sientas que te es vergonzoso y ridículo, te puedo asegurar, que al ponerse el sol de h1 vida estarás eternamente agradecido porque escucharás las mismas palabras que Jesús dijo en la crnz "Estarás conmigo en el paraíso" "¡Estarás conmigo en el pan íso!". Apocalipsis 7:9 14 Dice: "Después de esto miré, y he aquí 1 na gran compañía, la cual nadie podía co 1tar, de todas naciones, y tribus y puC'blos y lenguas que estaban delante del treno y en la presencia del Cordero, vestldos de ropas blancas y con palmas en sus manos; ..... Estos son los que han salid.) de la gran tribulación, y han lavado sus opas, y las han emblanquecido en la sa1 gre del Cordero". ¡Qué hermoso, Una gran compañía!. Es nuestro privilegio lavar y blanquear nuestras ropas cada d1a en la sangre del Cordero. A través de a diaria reflexión de su palabra, y la entrega total de nuestra vida. ¡Una gran comp iñía, de t~do linaje, y tribus y pueblos y lenguas!. Una gran compafiía, unas muje es que lloraban aquel día estarán con st s hijos, un joven ex-ladrón, un centurión omano, Simón Cireneo, ojalá tú y yo. iDeleite! iEmoción! iJuegos! iCantos! iManualidades! AMIGO FIEL. Es editada trimes+ almente e Impresa por el Centro de Prc>ducclón de la Iglesia Adventista del Sé¡:::tlmo Dfa A.R., con el propósito de transriltlr a los niños y menores, la seguridad de una vida plena y feliz, al lado de los altos va- lores morales, fisicos y espiritualEs que se encuentran en la Sagrada Biblicl . Con los niños y menores de todos los épocos 14 Predicación Dinámica iExperimentos! iDiversión! y mucho mas.... Centro de Producciór Iglesia Adventista del Séptimo l>ia A.R Unión Mexicana del N0tte