El documento resume diferentes perspectivas sobre la singularidad humana según tres tradiciones: la judeocristiana, la griega y la del Renacimiento. La tradición judeocristiana ve al ser humano como dominador de la creación dado por Dios. La griega destaca la capacidad técnica y dominio sobre la naturaleza. La renacentista explica que el ser humano se define por sus carencias e indefinición, debiendo modelarse a sí mismo.