El documento describe una salida motera primaveral de un grupo de 11 motociclistas. Se reunieron en una gasolinera y recorrieron varias carreteras catalanas haciendo paradas para comer y beber cerveza. A lo largo del día se dividieron en grupos más pequeños y tuvieron algunos percances menores con otros vehículos. Al final del día se despidieron en otra gasolinera después de haber disfrutado del paisaje y la compañía durante la excursión.
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Salida primaveral
Sábado 01 de junio de 2013
Se acabaron los forros y guantes de invierno, menudo alivio. El tiempo pronosticado era de sol
y mucho calor. Y calor es lo que realmente tuvimos.
El día en Barcelona amaneció con nubes y claro y un poco fresco, cosa normal a esas horas de
la mañana. Puntual como un auténtico reloj suizo llegué al primer punto de encuentro. Y Jordi
apareció cinco minutos antes de que fuesen las ocho y media, la hora acordada. Nos
saludamos estrechándonos las manos, y sin mediar más palabras nos pusimos en marcha en
busca del siguiente punto de encuentro, la gasolinera de Pajellà. El trayecto por la A-2 fue de
pura contemplación, como mucho alcanzábamos los 95 km/h y eso me dio pie para ver que
por el cauce del Llobregat aún bajaban unas tímidas aguas de dudosa salubridad y color.
También me fijé cómo nos adelantaba el Ave con dirección a los madriles de forma tranquila
pero mucho más rápido que nosotros. Tomamos la salida hacia la nacional N-340 y el desvío a
Pajellà. Dimos la vuelta en la solitaria rotonda y entramos en la gasolinera.
En la gasolinera había dos grupos bien diferenciados, nuestros amigos del foro BMW que
tenían sus motos perfectamente alineadas cual formación prusiana y otro grupo más
anárquico que estaba cerca del edificio de la gasolinera, algunos de ellos llenando sus
depósitos.
Estación de servicio de Pajellà poco antes de ponernos en marcha
Jordi y yo detuvimos nuestras motos junto a las ya existentes, creo que serían unas seis o siete
motos y cuando nos quitamos los cascos y guantes fuimos a saludar al resto del grupo que
estaban charlando tranquilamente. Mientras nos saludábamos iban llegando el resto del grupo
hasta formar un auténtico equipo de fútbol y sus once componentes. Empezaré por los que
son nuevos para mí y que no conocía de otras salidas, como son Yayomoto, Enric de Girona,
Javier, Andreas y Jaume, con quien tuve el placer de montar en moto hace más de diez años,
cuando él llevaba una YAMAHA Fazer y yo una HONDA CBR, ninguno de los dos teníamos canas
por aquel entonces. Paradojas de la vida. Y luego nombraré a los que ya conocía del duro
invierno, del frío de la ruta, de un montón de butifarras degustadas, cientos de kilómetros
juntos y miles de anécdotas y risas, como son Rethane, Primario, Fede y Astur.
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Detalle del auténtico road-book, imposible perderse
Esperamos los cinco minutos de rigor por si alguien se había retrasado mientras algunos
comprobaban que en el foro nadie se había apuntado a última hora y sin mediar palabra los
once caballeros montamos en nuestros caballos de acero y con una parsimonia rayando los
ritos religiosos de antaño nos pusimos en procesión motera. Dejamos la estación de servicio y
uno a uno fuimos alcanzando la rotonda que da acceso a la A-2. Jordi, el organizador de la ruta,
al que desde aquí felicito ya que no era fácil sustituir al añorado y hasta cierto punto
“envidiado motoristicamente hablando” Doc , quien disfrutaba merecidamente de las curvas
de los pirineos navarricos, iba en cabeza abriendo la gran fila. Desde mi tercera posición
apenas podía vislumbrar por el retrovisor el fin del grupo. Todos manteniendo la misma
velocidad tranquila y la distancia de seguridad.
A la altura del Pont del Diable Jordi adelantó a un lento vehículo, Javier hizo lo propio y yo
cometí el error de hacer lo mismo por inercia y no me di cuenta de que le había cortado el
paso a una furgoneta. Le pedía disculpas pero el agraviado no las aceptó y me comió el trasero
literalmente hablando y me hizo señales con los faros. Cuando Jordi y Javier terminaron de
realizar las maniobras de adelantamiento no me dejaron espacio para volver al carril de la
derecha siguiendo la formación, así que tuve que adelantar el pelotón de cabeza para que se
tranquilizara el conductor de la furgoneta y me dejara tranquilo y pudiese saborear una bonita
jornada motera. Una vez perdido y olvidado el de la furgoneta, dejé pasar a Jordi, quien volvía
a comandar la ruta (luego en una parada le pedí disculpas a Javier porque le había usurpado el
segundo puesto, pero caballerosamente me dijo que no importaba y que no me preocupase,
cosa que agradecí). En nada tomamos la salida de Abrera y cogimos los once hacia una de las
carreteras que dan acceso al universo del universo de SEAT. La dejamos atrás y entre rotondas
y enlaces llegamos a Masquefa por la parte alta del pueblo. Lo cierto es que por ser la hora que
era nos encontramos bastante circulación en sentido contrario.
Hasta llegar a Piera pillamos a una lenta caravana que iba pisando huevos y no había quién se
atreviese a adelantarle en prohibido ni con el flujo de vehículos en sentido contrario. En uno
de los semáforos me acerqué hasta Jordi y le dije que me iba a adelantar un poco para realizar
algún plano de video estático. Adelanté en un semáforo a la caravana y comencé a buscar un
buen sitio para grabar al grupo. Después de una segunda o tercera rotonda me detuve al lado
de la entrada de una empresa y me bajé de la moto. Me dispuse a grabar cuando vi a la
cansina caravana y a la fila de motos tras ella.
-“Mierda”, pensé, están demasiado cerca de la furgoneta… Bueno, algo haré…
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Y mientras grababa comencé a contar y conté un grupo de seis motos. “Mierda”, otra vez,
hemos perdido a la mitad del grupo y eso que aún no hemos empezado lo bueno…
Mis matemáticas no fallan, el grupo se ha dividido y no hay rastro del resto de componentes
Esperé un buen rato pero allí no aparecía nadie. Volví a la moto y sin dejar de mirar el
retrovisor fui en busca del primer grupo, que aunque seguían detrás de la furgoneta ya
estaban saliendo de la población. Unas cuantas curvas y llegamos a la siguiente población,
Vallbona de Anoia. Volví a acercarme hasta Jordi y le informé de que habíamos perdido al
resto de la expedición. Jordi detuvo el primer grupo y todos menos él nos quedamos
esperando a que el resto del grupo apareciese mientras Jordi iba en su búsqueda. Dos minutos
más tarde aparecía el resto del grupo y Jordi segundos más tarde. Sin que estos se detuviesen
los que estábamos esperando nos unimos a la formación volviendo a ser un grupo
homogéneo.
Poco antes de Capellades llegamos a la C-15, la carretera de va de Igualada a Vilanova, y para
no perder la costumbre de equivocarnos con las rotondas, pasamos dos veces los once
apóstoles, porque en nuestro grupo no cabía Judas alguno, por la misma rotonda hasta que
Jordi dio con la salida acertada, cruzando el río Anoia. Subimos por una carretera revirada y
llena de abundante vegetación, se notaba que estamos en primavera.
Poco antes de llegar a Carme la larga comitiva dejaba la carretera comarcal y se adentraba en
un camino de tierra, estábamos llegando a nuestro refugio de culto culinario. En una gran
explanada fuimos colocando nuestras motos y observamos como el paraje era idílico. Había
espacio suficiente, luz, calma, un corral con caballos y un agradable paisaje de color verde.
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Lo primero que comentamos todos es que aún no nos habíamos ganado el almuerzo, nuestros
motores aún estaban casi fríos. Posiblemente era la primera vez que comíamos antes de
cansarnos un poco encima de nuestras monturas.
Y por fin llegaron las butifarras y lo que no son butifarras… Las agradables conversaciones
giraron desde doctas lecciones de mecánica por parte de Fede y Enric, así como de los viajes
realizados por Javier y Andrea por los Alpes, sus futuros viajes ya programados a Croacia y
Marruecos, entre otras. Mientras que del otro lado de la mesa poca información pude
obtener. Pero doy fe de lo animados y distendidos que estaban mientras almorzaban y
sonreían a la vez. Lo que sí recuerdo es la sonora carcajada que retumbó en el local cuando se
me ocurrió preguntarle a Jordi, Primario y Retane si el camarero… Pero no tuve tiempo de
terminar la frase, entre risas y comentarios alguien recordó a nuestro querido amigo el
cubano, un clásico en nuestras conversaciones de mesa.
Así que propusimos realizar dos tablas Excel, una en la que vamos a catalogar las excelencias
de las butifarras que comemos. Tamaños, sabores, calidad, punto de cocción, exotismo, etc… y
una segunda tabla en donde catalogaremos a los singulares camareros que nos vamos
encontrando, como, de momento, son el famoso cubano y el jovencillo de la camiseta
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ajustada… En lugar de estrellas Michelín, pondremos otro tipo de estrellas (se aceptan
propuestas).
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Y una vez satisfecha la cuenta de la masía nos dirigimos a nuestras motos para volver a la ruta
y disfrutar recorriendo el negro asfalto por una carretera endiabladamente revirada. Al
principio el grupo iba en una larga fila india, pero pronto el grupo se dividió en dos y
finalmente nos quedamos rezagados Jaume, Yayomoto y yo. Con la butifarra aún a medio
digerir, mi cuerpo me pedía largas rectas y no tanta curva. Y hubo un momento en que
realmente estaba mareado y aquella carretera no se acaba nunca. Como estaba grabando con
la cámara y estaba medio mareado adelanté a mis dos compañeros y aceleré un poco para que
me diera tiempo para apagar la cámara y no frenar el grupo. Y así lo hice y cuando pasaron mis
dos compañeros vi que llevaban en cola una megascoter. Me uní a ellos y cuando les alcancé la
megascoter me dejó pasar y nos seguía a una distancia prudencial pero sin llegar a formar un
cuarteto.
Poco antes de llegar al Port de Armentera, Rethane nos esperaba en una rotonda y las curvas
se terminaron y comenzamos a avivar el ritmo, pero entonces empezó a soplar un viento del
carajo, como dirían los gallegos, pero aunque era viento fuerte tampoco llegaba a molestar.
La carretera era mucho más ancha y la visibilidad perfecta. Rethane volvió a esperarnos en una
gran rotonda en la que teníamos que coger el último ramal antes de cambiar de sentido y
cuando recorrimos un par de kilómetros nos cruzamos con Jordi, que al parecer había vuelto a
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salir en nuestra búsqueda, y el resto del grupo estaba detenido en el arcén charlando
tranquilamente.
Ultima parada para reagruparnos y poco antes de llegar a nuestro destino, Montferri
Cuando regresó Jordi nos pusimos los once en camino y pronto cogimos un desvío hasta
Montferri, nuestra segunda parada planeada. Entramos en el tranquilo pueblo y cuando
llegamos a una estrecha y larga calle la tranquilidad se había esfumado. Un grupo de Harleys
había llegado antes que nosotros y ya estaban degustando las cervezas en la misma calle.
Como pudimos fuimos colocando nuestras motos a lo largo de la calle y nos fuimos reuniendo
los once frente a la cervecería artesanal La Clandestina. Aunque una chica de unos ojos muy
bonitos me dijo que había que hacer cola me hice el guiri, que para eso lo soy, y al ver a Jordi y
alguno más que estaban dentro de un local minúsculo y abarrotado. Le dije a la chica que
ahora se lo iba a decir a mis amigos y entré por el morro en el local y, como buen chico, se lo
dije a Jordi, quien sonrío y se encogió de hombros. Y fue entonces como nos hicimos los suecos
y nos colamos en el interior del local.
En la cervecería clandestina un chico que nos recordó a Josep Guardiola nos dio una auténtica
lección de cómo fabricaban su cerveza artesanal. Charla entera que grabó Rethane con su
móvil y más paciencia que el alcoyano.
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Después de la charla algunos degustaron diferentes tipos de cervezas, pero en su mayoría no
pasaron nuestro exquisito paladar. Hay gustos para todos. El sol estaba en toda su plenitud y el
calor comenzaba a presagiar temperaturas más cálidas y más normales que lo que hemos
tenido hasta ahora. Momento en que Jaume y Enric se despidieron del grupo pues tenían
compromisos y debían iniciar el regreso. El resto nos acercamos a ver una obra de Gaudí de la
cual no tenía la más mínima referencia. Después, buscando por internet supe que no era de
Gaudí, sino de un discípulo suyo
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Visitamos la basílica por fuera y nos hicimos una foto del grupo como fin de fiestas. Al recoger
las motos, Yayomoto se despidió de nosotros y puso rumbo a Barcelona. El resto le seguimos
un par de minutos más tarde. La vuelta la hicimos por la Bisbal hasta Vilafranca del Penedés.
Poco antes de llegar a ésta tuvimos un ligero percance con un mastodóntico mercedes que
salía, con dos cojones y sin mirar, de una explanada al otro lado de la calzada y poco antes de
una curva. Por suerte miró en el último momento y detuvo el coche, otra vez con dos cojones,
en el centro del carril contrario y Jordi pasó el primero del grupo, seguido del resto. Hasta que
no reaccionó el del mercedes y retiró el coche del carril contrario más de uno podía habérselo
comido si hubiese venido alguien en sentido contrario. Pero no pasó a mayores, por suerte.
Pasado y cruzado Vilafranca, nos detuvimos en la primera gasolinera que hay en la nacional
340. Algunos teníamos que visitar urgentemente los servicios y aprovechamos para
despedirnos todos. Primario, Javier y Andreas, los tres off-roads, querían evitar a toda costa
Vallirana y pensaban desviarse antes del Ordal. Yo tenía que apretar un poco porque tenía
partido de mi hijo y aunque no me guste el deporte es obligación de padre, y el resto seguirían
por el Ordal hasta Barcelona, exceptuando a Rethane que debía buscar la Ap-7.
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Los que quedamos nos despedimos hasta la próxima salida.
Y así terminó una estupenda jornada motera auténticamente primaveral en donde once
aguerridos y curtidos moteros disfrutaron con sus motos, charlaron amigablemente como
siempre, degustaron mejores butifarras, visitaron una cervecería artesanal y se culturizaron un
poco con una obra de un discípulo del magnífico Gaudí. Un total de 220 km en mi caso
particular.