Este documento discute el papel del tiempo y el espacio en los textos narrativos. Explica que el tiempo de la historia (los eventos) y el tiempo del relato (el orden de presentación) pueden ser diferentes, y analiza cómo el orden cronológico y la duración de los eventos afectan la comprensión del lector. También describe cómo el espacio se construye a través de descripciones y cómo diferentes tipos de espacios pueden tener significados culturalmente codificados.
1. 5. El tiempo, el espacio
a) El tiempo
Las observaciones hechas sobre el relato, la historia, la narración, el narrador y la
focalización nos llevan a considerar los aspectos temporales del texto narrativo. El
tiempo desempeña en efecto un papel clave en las relaciones de esas dimensiones, y
precisamente entre la historia y el relato.
Contar es organizar el tiempo a partir de la época en la que uno está contando.
Cuidado con los dos usos del vocablo « tiempo ». Existe el « tiempo » que representa
el tiempo histórico, o sea el tiempo en el que se desarrollan los acontecimientos
sucesivos, y el tiempo en su acepción lingüística, o sea las formas (tiempos verbales)
que expresan una determinada temporalidad (pasado, imperfecto, presente, futuro, plus
quam perfecto, etc.).
Cuando nos referimos a la historia, tomamos en cuenta los acontecimientos que se
suceden en un orden cronológico, o sea la cronología de la historia. El relato (texto
escrito, cinematográfico, etc) puede adecuarse o no a la cronología. Pero es verd ad que
de forma general, no lo hace. Resulta pues interesante analizar la elección del orden de
presentación de los acontecimientos, el orden del relato. Y para apreciarlo, hay que
compararlo con la cronología de la historia, que, en suma, procede de él. N o se puede
reconstruir el tempo de la historia en su cronología y su duración sino porque se
inscriben en el relato. Si seguimos la manera como se inscribe, se pueden sacar
distintos efectos de significado.
En la organización del tiempo, hay pues que considerar dos aspectos: la sucesión de
los acontecimientos y la impresión de duración, o sea el ritmo o el “tempo” narrativo.
Respecto a la sucesión de los acontecimientos, existen dos posibilidades :
· Una consiste en seguir el orden en el que se suceden los acontecimientos. En
literatura, esta práctica da lugar a textos llamados, por ejemplo crónicas, biografías,
novelas históricas. Es poco frecuente en una novela de aventuras, menos todavía en
la policíaca en la que se suele empezar primero por el crimen y lu ego remontar el
tiempo para llegar a las causas de éste.
En el caso de las crónicas, biografías, novelas históricas, el tiempo de la historia y el
del relato son idénticos pues siguen el orden cronológico. Y el texto está en perfecta
adecuación con la cronología de la historia. Se trata de un relato lineal.
· La 2a posibilidad consiste en adoptar un orden diferente de aquel en el que
sucedieron los acontecimientos. Recordemos que el relato se desarrolla de la 1a a la
última página y presenta los acontecimientos de la historia según una cronología
determinada. No hay que confundir este orden con el tiempo efectivo de la lectura,
tanto más cuanto que uno puede empezar un libro por el final, volver al principio,
saltarse páginas, etc. Cuando se habla del orden del relato, uno se refiere a la
misma naturaleza del texto que presenta las páginas, partes, capítulos unos después
de otros.
Ya no es una adecuación la que se produce sino una inadecuación, distorsión. Y esta
inadecuación entre cronología de la historia y orden del relato puede ser total (en la
2. novela policíaca por ejemplo) o parcial. En este caso, el relato opera por anticipación,
regreso para atrás. Se interrumpe para producir un episodio posterior o anterior.
La distorsiones producen un efecto en el lector, al nivel por ejemplo de la
comprensión. El orden del relato puede pues manipular una sucesión cronológica de
acontecimientos narrados y entonces darles un determinado valor y significado. No es
lo mismo dar a conocer primero el estatuto social actual de un personaje, y eso antes
de saber lo que fue antes. En todo caso es necesario, para un análisis del tiempo, la
temporalidad en el texto narrativo, delimitar la distorsión, identificarla, describirla y
valorar su significado.
Además de la sucesión de los acontecimientos, hay que hablar de la impresión de
duración, o sea el ritmo, el “tempo” narrativo.
Está claro que no hay relación estricta entre una duración de acontecimientos narrada
(que puede ser unas horas a años enteros, por ejemplo) y un determinado número de
páginas. A no ser que se tome como acontecimiento “una hora de la vida de un
personaje” y se cuente exactamente en una hora, hay que decir que sería un caso
extremo y no suele ser así. Una hora de la vida un personaje puede ocupar 50, 100
páginas y un año sólo una línea. La única forma narrativa en la que puede suponerse
una cierta coincidencia es la del discurso directo, de las palabras transmitidas de los
personajes. Aunque nada sea tan sistemático, ni siquiera en este caso, ya que el relato
tiene que dar cuenta, en la convención gráfica del texto, de los silencios, por ejemplo,
mediante puntos suspensivos, o introducir las fórmulas declarativas que indican quién
habla, contesta, pregunta, etc.
Además del diálogo en el que el relato parece calcar la historia (lo que se llama
« mimesis »), se encuentran casi siempre variaciones sobre la relación entre la
duración de la historia y la duración del relato.
· Primero, puede encontrarse una pausa en la historia. Por ejemplo mediante la
descripción, que constituye una pausa narrativa, en la que se interrumpe el relato de
la sucesión de acontecimientos para fijar un marco espacial, temporal o describir
un personaje. Esto no quiere decir que estas pausas no estén relacionadas con el
mismo desarrollo de los acontecimientos.
Paralelamente, puede producirse un vacío en el tiempo : se salta de un punto temporal
a otro, señalándolo, y eso de forma explícita, sin comentar nada sobre lo que pasó
entre los dos puntos; hasta a veces de forma implícita y, en este caso , nada indica en el
texto que ya pasó tiempo, y le toca al lector encontrar indicios de esta ruptura
temporal. Este juego con la temporalidad, que consiste en contar un acontecimiento,
retener informaciones, se llama elipsis o laguna narrativa. Le toca al lector reconstruir
una duración de la historia con la que juega el relato. Hay que tomar en cuenta claro
estas ausencias informativas, estos silencios que siempre son muy significantes.
· Luego, puede encontrarse un resumen que, en pocas líneas indique lo qu e pasó en
un periodo de la historia más o menos largo. Se resume pues lo que pudo durar
varios días, meses, o a veces ni se sabe cuanto tiempo. Este mismo acontecimiento
(o estos mismos acontecimientos podrían ser desarrollados en varias páginas, de
forma más pormenorizada. Este tipo de resumen (que Genette llama « sumario »
3. sirve muchas veces de transición entre dos momentos de la historia, momentos que
quedarán privilegiados y narrados en un relato pormenorizado. Cuando hay un
resumen en el relato, éste produce una impresión de aceleración temporal.
El ritmo o « tempo » narrativo juega con la organización de los acontecimientos para
configurar el modo de lectura que propone el texto a su destinatario. Analizar un texto
narrativo implica la toma de conciencia y la observación del conjunto de estos
elementos.
Además de la duración hay que hablar de la frecuencia. Según Genette : « Très
schématiquement, on peut dire qu’un récit quel qu’il soit, peut raconter une fois ce qui
s’est passé une fois, n fois ce qui s’est passé n fois, n fois ce qui s’est passé une fois,
une fois ce qui s’est passé n fois. »
· 1 solo acontecimiento contado una sola vez : se trata por ejemplo de una
circunstancia particular, enunciada una sola vez. Igual si se trata de
acontecimientos múltiples o repetidos contados cada vez que se producen.
· 1 solo acontecimiento contado repetidamente : el relato puede retomar y repetir de
forma idéntica o diferente el mismo acontecimiento. Esta repetición puede
duplicarse de una diferencia de punto de vista sobre el acontecimiento (el mismo
acontecimiento interpretado de distintas formas).
· 1 acontecimiento repetido y contado una sola vez, como por ejemplo « cada
noche » , « los domingos ».
· 1 acontecimiento repetido y contado repetidamente : este caso puede servir de
trasfondo para un acontecimiento singular que zanjará con una costumbre (por
ejemplo : « cada día... pero ese día... »). Puede servir también, al contrario, para
amplificarlo, desarrollarlo y formar lo esencial de la historia. (cf. novela Une si
bruyante solitude)
Tiempo y narración
Importa también distinguir las formas verbales (presente o pasado) cuando, en una
misma unidad textual, se inscriben a la vez en el enunciado (o la historia) y en la
enunciación (la narración). Su valor no es el mismo en función del nivel al que se
refieren.
Los tiempos verbales poco tienen que ver con el tiempo entendido como cronología o
duración. Pero resultan importantes en los textos narrativos y forman parte de los
elementos estructurales esenciales de estos textos. En la ficción, la elección del
pasado, presente o futuro depende de la postura de la instancia narradora ; es una
elección y no una necesidad interna de los acontecimientos que hace que se relatan
más bien en pasado y no en presente, y dentro del mism o pasado más bien en pretérito
perfecto simple que en pretérito imperfecto.
Analicemos un poco el valor de los tiempos verbales. El tiempo llamado pretérito
perfecto simple sitúa el acontecimiento en el pasado cortándolo del momento de la
enunciación, cual sea la distancia temporal que los separa (o sea el número de horas,
días o años). Paralelamente al pretérito perfecto simple está el pretérito perfecto
compuesto. Con este tiempo la postura del locutor ante el acontecimiento cambia
4. respecto al otro pretérito perfecto. El decir en castellano : « Llegamos ayer » y
« Hemos llegado ayer », modifica la postura emocional del locutor. Hay en la forma
compuesta la expresión de los sentimientos implicados, de lo que afecta, mientras que
el pretérito perfecto simple acentúa el carácter caduco y la ausencia de relación con el
momento presente. La distancia temporal es idéntica, no la postura del locutor ante el
acontecimiento.
Además, el emplear el pretérito perfecto simple o el pretérito imperfecto en un relato
no tiene nada que ver con la naturaleza y la duración de los hechos relatados. El decir
que el pretérito perfecto simple relata acciones puntuales y el pretérito imperfecto
acciones que duran es incorrecto por suponer que la lengua castellana calcase la
realidad. ¿ Hay gran diferencia entre una acción que dura 5 minutos y otra 1 hora ?
La noción de « duración » es efectivamente uno de los efectos de significado del
pretérito imperfecto, pero no es el único. Este tiempo supone una perspectiva interna al
acontecimiento y pues una parte cumplida y otra no cumplida dentro del mismo hecho.
Mientras que el pretérito perfecto simple da una visión global del hecho y puede
producir un efecto de significado de instantaneidad. El pretérito imperfecto se presenta
como el tiempo del trasfondo, como un decorado, mientras que el pretérito perfecto
simple como el tiempo del 1er plano que llama la atención. No hay que confundir el
segundo plano con lo secundario. Como ya se mencionó en la sección sobre la
descripción, el pretérito imperfecto sirve para hacer una pausa, para anclar al lector en
un momento determinado del que no salimos, mientras que el pretérito perfecto simple
puede, en efecto , al igual que el plus quam perfecto, hacernos avanzar de un punto a
otro. El imperfecto puede causar un efecto de significado como la pérdida del relato
lineal que avanzaba y privilegiar una pausa, por ejemplo.
b) El espacio
El espacio suele ser estudiado con relación al tiempo : juntos, representan dos
componentes esenciales del relato. El texto narrativo propone un espacio como marco
de la historia narrada. Este espacio se construye con palabras y dichas palabras
representan nuestra única fuente de información. El texto que se lee representa
también un espacio organizado. Tiene en efecto sus propias dimensiones, o sea partes,
capítulos, párrafos, sub-secciones, unas secuencias acompañadas por sus espacios
blancos o tipográficos.
El espacio referencial
Lo que se llama espacio en el texto narrativo es precisamente una representación de
dicho espacio al que uno tiene acceso a través de la lengua, gracias a los elementos
léxicos. Este espacio, o espacio referencial, se refiere ya a un espacio que existe
realmente, ya a un espacio de carácter no realista o fantástico. De forma general, el
relato afirma situarse en un lugar conocido (o toponimia) : en una ciudad, un país, etc.
Resulta de ello un efecto de verosimilitud y, por otra parte, de familiaridad o
comunicación con el destinatario quien encuentra referencias a lugares que él conoce o
cree conocer. Además de la toponimia, cualquier mención de algún paisaje o lugar
público o espacio social como un parque, un bar, un teatro desempeñan el mismo
papel.
5. El espacio se construye pues a partir de un sistema de rasgos específicos, que se
pueden clasificar en dos categorías opuestas. Se determinarán paradigmas espaciales.
· Puede tratarse por ejemplo de un espacio cerrado vs abierto, interior vs exterior,
oscuro vs luminoso, variopinto vs monocromo, accesible vs inaccesible, desierto vs
poblado, con o sin nombre, etc. También puede tratarse de un espacio urbano
opuesto a otro rural, un espacio terrestre vs acuático, etc.
· Los espacios de transición son también muy interesantes como frontera entre dos
espacios (o dos universos) : pueden materializarse mediante puertas, ventanas,
cristales, calles, etc. Son lugares fronterizos que orientan o modifican el
comportamiento de los personajes.
Es evidente que la presencia de una categoría de espacios no implica obligatoriamente
la de la categoría opuesta. En este caso, la presencia de un solo aspecto determinado
puede resultar significante.
Este sistema de rasgos específicos suele ser definido por unos valores codificados que
conviene tener en cuenta. Por ejemplo, para muchos lectores, según los códigos
culturales que conocen, un espacio abierto sugiere a menudo un espacio de libertad,
mientras que uno cerrado y oscuro ha de remitir a nociones y a imágenes de
frustración y sufrimiento. La lista de estos espacios de valores codificados podría ser
larga (e inútil). A la inversa, estos espacios de valores axiológicos pueden sufrir
algunas modificaciones en cuanto están insertos en el texto que puede, en efecto,
construirse proponiendo unos espacios con valores distintos o contrarios a los
habituales. Por ejemplo, el espacio de una cárcel que se volvería espacio de libertad,
de desarrollo y plenitud resultaría contrario al acostumbrado, y esta inversión de
valores le otorgaría al relato caracteres no realistas, hasta fantásticos por ejemplo.
El espacio forma parte plenamente de la historia narrada. Participa en su
funcionamiento. Primero puede estar vinculado a un personaje más específico (o a
varios) con lo cual habrá que estudiar lo que les relaciona. Luego un espacio puede ir
asociado con un tipo de acción importante. Puede referirse a un lugar de memoria, un
lugar placentero, puede ser regido por las solas normas de un grupo social
determinado, normas que se imponen hasta a aquellos que las desconocen.
La identificación o caracterización de los espacios, así como el examen de las
múltiples relaciones que mantienen unos con otros es la primera etapa que hay que
realizar cuando se analiza la representación espacial en un texto narrativo. Superada
esta etapa, hay que pasar a la lectura simbólica, a los valores simbólicos de dichos
espacios. Los espacios pueden estar codificados de entrada. Los diccionarios de los
símbolos o de la mitología mencionan esos espacios dotados de una larga tradición de
valores simbólicos. Por ejemplo el jardín que está asociado simbólicamente a un lugar
paradisíaco, a un Edén. Un cruce es símbolo de elecciones, de destino, etc. Estas
concepciones tienen su peso claro en la recepción del relato que, a su vez, puede jugar
con ellas, admitiéndolas o transgrediéndolas.
Además de esta codificación impuesta, el espacio puede reunir, gracias a los elementos
del texto, rasgos dotados de un profundo valor simbólico, valor que el lector tendrá
que construir mediante la información proporcionada por la historia.
6. El espacio representado no sólo tiene pues una función referencial (que evoca un
espacio extra-textual) sino que constituye también el marco de una historia y por eso
contribuye a su significado. Hacer una lectura simbólica de un espacio no significa
tomar un elemento de este espacio y atribuirle un significado codificado, sino tratar de
ver cuáles son los significados simbólicos posibles de dicho espacio los que
corresponden a sus características dentro del texto y a su relaciones con otros
elementos de dicho texto.
Espacio e instancia narradora
La instancia narradora, sea cual sea su forma, puede o no presentarse en asociación
con un espacio determinado. Puede en cambio remitir a un conocimiento preciso de la
toponimia de una ciudad, un país, etc, como si se tratase de su propio espacio. Y
cuando esta instancia narradora está presente en un espacio, puede ser ajena a este
universo espacial, y a sus normas. En los dos casos, la mirada sobre los
acontecimientos y su valoración resultan diferentes.
Por último, hace falta hablar del espacio del texto, ajeno al referencial claro. Al igual
que existe un ritmo y un tempo narrativo (respecto al tiempo), puede notarse un
espacio material del texto narrativo que puede, al igual que el tiempo, influir en la
transmisión y la lectura de dicho texto.
La distribución en unidades (partes, capítulos, párrafos, etc) así como las fronteras
entre estas unidades señaladas por rupturas o encajamientos y sus blancos tipográficos,
la dimensión de cada unidad dibujan un espacio textual cuya significación forma parte
del conjunto de la lectura del texto. A tal o cual relato puede corresponderle un espacio
más o menos importante, según el acontecimiento narrado, según una descripción. Esta
espacialización del texto está en estrecha relación con el tempo o el ritmo narrativo.
Juntos, pueden por ejemplo proporcionar al texto una relación entre su disposición y
un tema o la historia. Un texto compacto o un texto deshilachado debe leerse como tal.
Para concluir, resulta enriquecedor observar y analizar los polos esenciales y el
sistema global de los espacios en un relato pues configuran muchas veces el mapa de
los puntos esenciales de acción, de oposición, de poder, etc... El sistema de valores
atribuido a cada polo espacial da muchas informaciones por ejemplo sobre la
perspectiva adoptada en la narración. Además, la construcción de un espacio ficticio
solicita la imaginación del lector y esencialmente una imaginación visual. Constituye
un factor de adhesión o de identificación.
Dice CHARAUDEAU (Les langues modernes), «tout acte de communication se fait
dans un certain cadre spatio-temporel. Il implique, entre autres choses, un locuteur et
un auditeur (quelle que soit sa forme de présence)…[et] le fait de situer par rapport à
soi… ce qui se trouve dans le domaine spatial, dans le domaine temporel ou dans le
domaine notionnel (n. spatial et n. temporel) » remite precisamente al sistema deíctico.
Los deícticos.
El interés de un estudio de los deícticos, sobre todo en castellano, para la comprensión
de un texto narrativo se justifica por su misma definición. Este idioma presenta
especificidades distintas del francés. Según Michel CAMPRUBI (Etudes
fonctionnelles de grammaire espagnole) :
7. Les déictiques sont ces mots ‘démonstratifs’ (comme on les appelle) inhérents à la situation (la
‘déixis’) dans les domaines spatial, temporel et notionnel, mots impliquant comme point de
référence fondamentale, le locuteur (le lieu, le moment où il se sait être). Ce sont :
· Este, ese, aquel
· Aquí, ahí, allí/(acá, allá)
· Ahora, entonces
· Así.
Si los términos « espacial » y « temporal » no plantean problema alguno, el término
nocional puede resultar dificultoso. Lo nocional no es ni espacial ni temporal. Y
resulta ser el ámbito más importante ya que puede « suponerse a los ámbitos espacial y
temporal ».
Por ejemplo : me siento bien en casa (E), 6 horas después del trabajo (T), sin hacer nada
(N).
En castellano, estos signos tiene como función referirse siempre al sujeto del discurso:
· E Aquí Ahí Allí
· T Ahora Entonces
· N Yo Tú Él
El punto de referencia fundamental es pues el locutor. Los deícticos presentan algún
interés cuando se plantea entonces la cuestión de saber quién habla. Hay que buscar
desde dónde se cuenta la historia, desde qué tiempo, qué espacio, qué universo de
referencia.
Si se considera el primer deíctico « este», que remite a una proximidad, tendremos
como locutor aquel que corresponde a la 1ª persona « yo » ; como espacio uno cercano
; y como tiempo, el presente. Para « ese », que remite a una situación intermediaria,
será la 2ª persona, un espacio distante, un pasado o futuro poco alejado. Para « aquel »,
que remite a un alejamiento, se tratará de la 3ª persona, un espacio lejano, un pasado o
un futuro alejados.
Hace falta conocer bien estos empleos y estas posibilidades, observar de qué zona se
trata, de qué instancia y de que distancia se trata. El punto de referencia fundamental
es el conjunto « YO, AQUÍ, AHORA », a partir del cual se establecen referencias en el
tiempo (pasado o futuro más o menos cercanos), en el espacio (cercano, distante,
lejano), en los juicios (lo nocional : el más cercano o lo distante). Su presencia remite
siempre a la situación del locutor. Y en el texto narrativo, de ficción, la perspectiva
puede variar según el juego que incluye siempre al destinatario, el narratario, ya que
éste debe adoptar respecto al objeto presentado, la postura (distancia o proximidad en
el tiempo, espacio, y lo emocional o el juicio) que le está indicada por los deícticos
empleados.
Respecto a los efectos de significado de distanciamiento, CHARAUDEAU precisa que
:
· la ‘traditionnelle’ valeur péjorative de ‘Ese’ n’est pas une valeur fondamentale, mais une
exploitation en discours des possibilités qu’offre le système pour créer une distance ;
· en conséquence, ‘Ese’ peut également avoir une valeur affective et même un peu des deux à
la fois…
8. · ‘Aquel’ entre également dans ce phénomène, et de la même façon que ‘Ese’…
· ‘Este… entraîne une vision de précision dans le domaine notionnel…
· ‘Ese’, en revanche, entraîne une vision de globalité…
« Ese » es a menudo el más interesante por la cantidad de informaciones que aporta y,
por eso, el más delicado a manipular y traducir para los francófonos.
Respecto a la situación en el tiempo, existen muchos recursos lingüísticos (adverbios,
demostrativos) que sirven para situar un acontecimiento:
· Sea a partir del momento en el que uno habla (el tiempo de la enunciación)
· Sea a partir de una referencia temporal distinta de la del tiempo de la enunciación
· En relación con el momento con el que se habla (tiempo de la enunciación)
Puede haber coincidencia de un acontecimiento con el tiempo de la enunciación, lo
cual se expresa con el adverbio « ahora ». Notar que « ahora » puede representar una
duración tan grande como se quiera. Este depende de la elección del locutor (puedo
decir : « ahora estamos en los años de la modernidad »).
Puede haber anterioridad de un acontecimiento respecto al momento de la enunciación,
gracias a los siguientes adverbios y demostrativos : « antes », « pasado », « antaño », «
antiguamente », « en otros tiempos », « aquel ».
Puede haber posterioridad de una acontecimiento respecto al momento de la
enunciación gracias a los adverbios : « luego », « después », « a continuación ».
Hay vocablos específicos para remitir a la situación relacionada con el día en que se
habla : « hoy », « ayer », « anteayer » o « antes de ayer », « mañana », « pasado
mañana ». También pueden designarse todos los días con un término especial y medir
esta distancia tanto en el pasado (« hace 2/3 días ») como en el futuro (« dentro de 2/3
días »).
· Con respecto a una referencia temporal pasada o futura
Puede haber coincidencia del acontecimiento relatado respecto con el momento pasado
o futuro, y esto se expresa mediante el adverbio y los demostrativos « entonces », « en
ese/aquel momento ». Notar que « este » nunca conviene en este caso.
Puede haber anterioridad del acontecimiento relatado respecto con el momento pasado
o futuro, y esto se expresa mediante los adverbios y adjetivo : « antes », «
anteriormente », « anterior ».
Puede haber posterioridad del acontecimiento relatado con el momento pasado o
futuro, y esto se expresa mediante los adverbios : « luego », « después », «
posteriormente ».
También hay términos específicos para designar la situación de un acontecimiento en
relación con un día que sirve de referencia (distinto de aquel de la enunciación) :
· Para el día de referencia : « ese / aquel día » (ex : el 30 de julio me vine a La
Reunión, y tú ese día te quedaste a trabajar)
9. · Para el día anterior : « El día antes », « el día anterio r », « la víspera ». Pueden
remontarse los días anteriores de la siguiente manera : « 2/3 días antes »
· Para el día siguiente : « al día siguiente », « al otro día »
· Para el día posterior : « a los 2/3 días », « 2/3 días después », « al mes siguiente »