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Toma de 
decisiones 
30 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012
Focalizado 
Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 31 
34 
44 
52 
62 
66 
70 
Dirigir: ¿Intuición o método? 
Pablo Regent 
El método científico de toma de decisiones 
José Ma. Rodríguez 
Diez principios fundamentales para decidir con eficacia 
Miguel Á. Ariño 
El desarrollo de ideas creativas 
Aaron Sabbagh y Matías Mackinlay 
¿Importan los resultados? 
Pablo Regent 
Cuestiones de decisión para la acción directiva 
Luis Manuel Calleja 
Trampas en la toma de decisiones 
Peter Drucker, Howard Raiffa y otros 
60
En pocas 
palabras 
La toma de decisiones es la tarea más importante de 
un directivo. Es también la más difícil y la más arries-gada. 
Las malas decisiones pueden perjudicar, a ve-ces 
de forma irreparable, a la empresa y a la carrera 
profesional. Se deben tener en cuenta seis trampas 
que minan el campo de la toma de decisiones: la 
trampa del ancla, la de la situación creada, la de los 
costos irrecuperables, la de la prueba de confirma-ción, 
la de la expresión y la de las estimaciones y las 
previsiones. (Drucker, Raiffa y otros) 
Las técnicas para al proceso de toma de decisiones 
proceden principalmente de dos campos científicos: 
la Psicología y las Matemáticas. Algunas de estas téc-nicas 
solo son útiles para resolver determinados tipos 
de problemas; este es el caso de la investigación ope-rativa, 
la teoría de los juegos de estrategia, etc. Otras 
son de aplicación general a todos los problemas deci-sorios. 
Este es el caso del método científico de toma 
de decisiones. Conviene aclarar que el método cien-tífico 
de toma de decisiones contiene dos actividades 
o procesos de naturaleza distinta: La “resolución de 
problemas” y la “decisión”. En un sentido riguroso, 
se entiende por resolución de problemas un proceso 
intelectual que partiendo de una información termi-na 
en la formulación de una o más alternativas de 
acción. Por decisión debemos entender el acto de 
elegir una alternativa. La resolución de problemas es 
constitutivamente un razonamiento, mientras que la 
decisión es una elección. (Rodríguez) 
La decisión es un proceso solo en parte racional; lo 
emocional e intuitivo influyen decisivamente, por 
32 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
eso conviene objetivar lo más posible con el con-curso 
de otras personas. La indecisión incapacita 
para dirigir. Debe procurarse lo razonable, no lo 
óptimo, pues esto, si falla, suele conducir a lo pé-simo. 
Es preciso decidir en el momento oportuno 
e iniciar la acción cuando sea necesario. La indeci-sión, 
el retardo o la precipitación tienen difícil re-versión 
pues se hace confusa la corrección. La de-cisión 
suele ser cosa de una persona, más o menos 
ayudada o aconsejada; el resto del proceso puede 
hacerse más participativamente. Entrenarse a per-der 
el miedo al error, al fracaso, al ridículo. Hay que 
tomar aquellas decisiones que le competen a uno, 
dejando el resto a quien sea; por distinta naturale-za, 
responsabilidad o nivel. No hay que prejuzgar 
su dificultad de implementación; esta consideración 
será posterior. Una decisión es buena si se toma 
responsable, fundamentada y documentadamente 
con los datos disponibles, incluso si el resultado fi-nal 
no fuera bueno. (Calleja) 
En el mundo de la empresa es posible distinguir 
a los directivos que se apoyan en su intuición de 
aquellos otros que se basan en metodologías for-males. 
Los primeros suelen hacerse notar debido a 
que toman decisiones sin entretenerse demasiado 
en análisis de ningún tipo. Son los que la “tienen 
clara”. Los “que la ven”. Los segundos se destacan 
por tomarse su tiempo para recabar información 
y pedir análisis que sustenten sus procesos deci-sorios. 
No acostumbran decidir antes de ejecutar 
una serie de pasos que les asegura que no han de-jado 
nada por el camino. Aunque pueda parecer
Focalizado 
Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 33 
contradictorio, los intuitivos suelen llevan ventaja 
cuando se encuentran en entornos estables. Se-guramente 
han dedicado un tiempo importante a 
trabajar en un sector particular y han contado con 
la fortuna de no sufrir alteraciones en las reglas 
de juego más significativas. Por el contrario, los 
metódicos logran una mejor performance cuando 
es necesario decidir en entornos poco conocidos 
o sujetos a cambios en una o más de las variables 
relevantes. (Regent) 
Decidir bien no es lo mismo que acertar. A veces 
uno decide bien, pero circunstancias imprevisibles 
hacen que las cosas nos salgan mal. Se puede de-cidir 
bien y no acertar. Podemos decir que las de-cisiones 
pueden ser correctas o incorrectas en fun-ción 
de cómo se decidió y que pueden ser favora-bles 
o desfavorables en función de los resultados. 
(Ariño y Maella) 
Afirmar que una decisión ha sido acertada no de-pende 
necesariamente de que haya solucionado el 
problema que se deseaba resolver. Obviamente una 
condición necesaria para que la decisión merezca 
el adjetivo de “acertada” es precisamente que el 
problema se resuelva. Pero solo es una condición 
necesaria, nunca suficiente. Para que también sea 
suficiente debe cumplirse que tal decisión no “haya 
plantado la semilla de problemas futuros”; dicho de 
otra forma, una decisión, además de solucionar el 
problema inmediato, debe facilitar menos problemas 
en el futuro, o al menos no traer como consecuen-cia 
no deseada la aparición de nuevos problemas. 
La afirmación anterior pone énfasis en que es muy 
complicado juzgar si una decisión ha sido buena so-lo 
por observar sus resultados. En todo caso, podría 
afirmarse que a partir de la observación a lo largo 
del tiempo de las decisiones de una persona y del 
conjunto de consecuencias que se van acumulando 
en ese mismo período, sería posible realizar un jui-cio 
de valor más o menos general acerca de la apa-rente 
eficiencia de ese decisor. Pero no mucho más 
que eso. Los resultados de lo que sea suelen estar 
influenciados por muchas variables, entre las que 
no son menos importantes las exógenas a la acción 
del decisor. (Regent) 
La suerte (buena y mala) es el conjunto de factores 
impredecibles e incontrolables que intervienen en 
una situación. Es frecuente que los directivos que 
han tomado alguna decisión incorrecta, aunque 
hayan podido tener suerte y los resultados de esa 
decisión hayan sido favorables, atribuyan insensata-mente 
el éxito a su capacidad directiva, y sigan de-cidiendo 
defectuosamente una y otra vez. Se cuel-gan 
medallas y no atienden a quienes sugieren otros 
modos más sensatos de decidir. El tiempo juega en 
contra de estos directivos. A medio plazo las con-secuencias 
negativas de sus defectuosos modos de 
decidir acaban saliendo a la luz. Si se decide mal, 
aunque se haya acertado puntualmente, acabarán 
por llegar a malos resultados. Uno puede lamentar-se 
de que no supo decidir bien, cuando en realidad 
tomó la mejor decisión posible teniendo en cuenta 
la información que tenía en ese momento. (Ariño 
y Maella)
Dirigir: ¿Intuición o método? 
Por Pablo Regent, profesor del IEEM 
La toma de decisiones es la tarea 
más importante de un directivo; 
las malas decisiones pueden 
perjudicar, a veces de forma 
irreparable, a la empresa y a la 
carrera profesional. (pág. 70) 
Directivo metódico y directivo intuitivo, para la tarea directiva es im-portante 
34 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
que se den ambas características. Pero primero conviene em-plear 
el método y luego la intuición. 
En el mundo de la empresa es posible distinguir a los directivos que se 
apoyan en su intuición de aquellos otros que se basan en metodologías 
formales. Los primeros suelen hacerse notar debido a que toman deci-siones 
sin entretenerse demasiado en análisis de ningún tipo. Son los 
que la “tienen clara”. Los “que la ven”. Los segundos se destacan por to-marse 
su tiempo para recabar información y pedir análisis que sustenten 
sus procesos decisorios. No acostumbran decidir antes de ejecutar una 
serie de pasos que les asegura que no han dejado nada por el camino. 
Aunque pueda parecer contradictorio, los intuitivos suelen llevar ven-taja 
cuando se encuentran en entornos estables. Seguramente han 
dedicado un tiempo importante a trabajar en un sector particular y 
han contado con la fortuna de no sufrir alteraciones en las reglas de 
juego más significativas. Por el contrario, los metódicos logran una 
mejor performance cuando es necesario decidir en entornos poco co-nocidos 
o sujetos a cambios en una o más de las variables relevantes. 
En los hechos, todo directivo es algo intuitivo y un poco metódico 
a la vez. Sin embargo, no se trata de ser un poco de cada cosa así 
como así. En este artículo argumentaremos que, aunque ambas ca-racterísticas 
son fundamentales para lograr buen suceso en la tarea 
directiva, es muy relevante el orden en que se presentan estas dos 
actitudes llegado el momento de decidir. La tesis es que en las cues-tiones 
de criterio –no en las técnicas– la aproximación a través de 
un modelo de análisis es previa al uso de lo que en general se cono-ce 
como intuición. A su vez la tesis conlleva un corolario, si el orden 
es inverso, si en forma sistemática primero se da paso a la intuición 
y luego al método, solo el azar o la fortuna pueden llevar a una 
gestión directiva adecuada. 
A continuación se describe un análisis aplicado a una situación 
algo heterodoxa para el mundo de la empresa. Posteriormente, 
una vez agotado lo que puede dar, se pasan a realizar algunas re-flexiones 
acerca del manejo “intuitivo” de las decisiones políticas,
Focalizado 
utilizando una anécdota con un cierto ribete histórico. Cierra el artículo 
un apartado de conclusiones con algunas recomendaciones. 
Un aporte desde la hípica 
¿Ha ido usted alguna vez al hipódromo? ¿Es un habitué del depor-te 
de los reyes? Como muy probablemente la mayoría de los lectores 
contesten que no, adaptaré para mí la actitud de Oliver Williamson: 
si al menos un lector no entiende de caballos de carrera, consideraré 
a todos en su misma situación. 
Los metódicos logran una mejor per-formance 
cuando es necesario deci-dir 
en entornos poco conocidos o su-jetos 
a cambios en una o más de las 
variables relevantes. 
[ continúa ] 
Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 35 
Suponga que a usted le preguntan si acertar en las 
carreras es fácil. Su respuesta será que no. Corren 
muchos caballos, un día gana uno, otro día otro, las 
fijas nunca llegan primero y todos conocemos algún 
caso mas o menos cercano que se arruinó jugando 
en la calle Guerra. Para mejor, si algo entiende de 
tango, recordará el cierre del famoso Por una cabe-za, 
en el que el intérprete más notable que ha visto nacer Tacuarembó 
–me refiero a Gardel obviamente– nos narra cómo la frustración de la 
derrota por una cabeza de un noble potrillo, que justo en la raya aflo-ja 
al llegar, se cierra con una respuesta imaginaria del cabizbajo corcel 
que le dice al apostador, resignado, vos sabés hermano, acordate, no 
hay que jugar. Pero más allá del Mago, la prudencia y la sana aver-sión 
al juego, acertar en las carreras no es solo cuestión de puro azar. 
Vamos a situarnos en una tarde soleada en el palco maroñense. Un 
amigo lo ha invitado por primera vez a las carreras y usted está deslum-brado 
con el colorido del espectáculo. Su anfitrión, carrerista hecho y 
derecho, le suelta un sermón acerca de a quién habrá de apostar. Le 
hablará de linajes, tabuladas e infinidad de cuestiones que usted no 
entiende ni tampoco le interesan. Por el contrario, a usted le gusta el 
8, ya que es su número de la suerte y además los colores que lleva el 
jockey le recuerdan al cuadro de sus amores. En fin, que siguiendo es-tas 
reglas tan originales usted le juega al que se le antoja y… acierta. 
Alegría, sensación de triunfo “¡Que fácil que es esto!, ¡mucho estudio 
pero yo vengo acá y acierto de entrada!”, palmadas en la espalda y 
enseguida llega la próxima carrera, otra vez elige por lo simpático del 
nombre, por el número de la suerte o simplemente debido a que uno
de los participantes tiene una mirada que le recuerda a su suegra. Su 
amigo, el experto, le aconseja que mejor no le juegue, que tiene muy 
poca chance, pero usted ya está envalentonado, va a la ventanilla y 
con voz de quien sabe en serio dice, dame 100 ganadores al 5… y el 
5 llega último, con estilo pero último. 
Lo cierto es que es complicado. En cada carrera corren una docena de 
caballos, lo que hace que acertar por intuición obligue a tomar una 
chance en doce, ni siquiera un 10% de probabilidad de éxito. Sin em-bargo, 
A corto plazo puedes tener resultados positivos habiendo 
decidido mal o resultados negativos habiendo decidido bien. 
Pero a largo plazo si decides bien acabarás obteniendo los 
resultados pretendidos. 
Fuente: Iceberg a la vista, M. A. Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 2009. 
36 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
algunas personas que van seguido al hipódromo no concuerdan 
con este cálculo. En su forma de razonar ellos reconocen que acertar 
uno en doce es muy complicado, casi temerario. Mas las cosas cam-bian 
si el universo de doce se logra reducir. Veamos cómo puede su-ceder 
tal cosa. Nuestro amigo experto nos dice que en la carrera en 
cuestión hay dos caballos, el 5 y el 9, que están fuera de categoría. 
Su chance de ganar es mínima pues se enfrentan a animales de una 
categoría netamente superior, por lo que se reduce el lote de aspi-rantes 
al triunfo a diez. También eliminan al 1 y al 8. Los han visto en 
las mañana de ensayo y los tiempos cronometrados no son nada ha-lagüeños. 
El universo ha bajado a ocho. Por otra parte, un viejo cono-cido, 
propietario de un participante, le ha comentado que su caballo 
no está del todo bien y que lo corre para probarlo en carrera pero sin 
ninguna aspiración de ganar. Ya solo van quedando siete. En cuanto 
a los jockeys, al número 2 lo monta uno que no se caracteriza por su 
destreza. En realidad, la grey burrera asume casi por unanimidad que 
si le dan la conducción a él es debido a que no hay mucho entusias-mo 
por llegar primero al disco. Así hemos llegado a apenas seis parti-cipantes. 
Nuestro experto aún se anima a reducir el lote a cinco pues 
ha observado con ojo clínico que durante el canter preliminar –el pa-seo 
que previo a la carrera realizan todos los competidores para así 
mostrarse a los apostadores– el número 12 presenta un estado físico 
muy poco adecuado para la exi-gencia 
de una carrera como la 
que le espera. 
Obviamente llegado este punto 
el entusiasmo es tal que si uno 
es lego en la materia estará muy 
animado esperando argumen-tos 
adicionales para reducir aún 
más el lote, en lo posible hasta 
que esté formado por un solo competidor. Pero tal cosa no sucede. 
Nuestro amigo, el experto, nos dice que entre los cinco que quedan 
no hay forma de eliminar a ninguno. Según su criterio, entre ellos 
estará el ganador. Le gusta uno más que otro pero no lo suficiente
Focalizado 
como para eliminar a cualquiera de ellos. ¿Y ahora qué hacemos?, 
pregunta el inexperto. Ahora arriesgamos, será la respuesta. Ahora 
hay que optar por uno de los cinco. Uno es el que tiene el mejor his-torial, 
Cuando estamos en la empresa pode-mos 
enfrentar el proceso de toma de 
decisiones por intuición o siguiendo 
un procedimiento; en el primer caso 
se parece a quien va a las carreras y 
apuesta por feeling. 
[ continúa ] 
Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 37 
aquel presenta el mejor estado físico pero 
acostumbra ser muy irregular, un tercero corre con 
la ventaja de llevar encima al mejor jockey del mo-mento, 
la mejor posición en los partidores mecáni-cos 
–las gateras para los que peinan canas– le da 
ventaja a otro mientras que la pista fangosa por la 
lluvia de la mañana incrementa la posibilidades del 
restante. Hay que elegir, hay que jugarse o decir 
paso, que también es decidir. Un carrerista experto 
sabe que no es necesario ni conveniente apostar 
en todas las pruebas. El análisis a veces aconseja 
abstenerse; pero el análisis no es decisión, ha llegado el momento 
del juicio, de la acción. Bastante ha hecho ya el análisis metódico, ha 
terminado el tiempo de los “técnicos”. Se hace presente la informa-ción 
escasa, la incertidumbre, las asimetrías informativas1. Es tiempo 
de cambiar el enfoque. 
Combatir la incertidumbre 
Cuando estamos en la empresa podemos enfrentar el proceso de to-ma 
de decisiones por intuición o siguiendo un procedimiento. En el 
primer caso se parece a quien va a las carreras y apuesta por feeling. 
Me gusta el 8, me gusta el nombre del 4 o “la veo clara”, gana el 11. 
Y quizás acierte, pero el problema es que no alcanza con acertar una 
vez, ni tampoco dos. Hay que acertar la mayor cantidad posible de 
veces. Ahí comienzan los problemas. Por contrapartida, se puede se-guir 
un procedimiento, más o menos sofisticado pero como mínimo 
uno que incluya los pasos básicos: identificación de hechos relevantes, 
definición de problema, identificación de alternativas, elección de cri-terios, 
decisión y plan de acción. Lo que se busca es reducir la incer-tidumbre 
asociada a la decisión y así incrementar la probabilidad de 
decidir en forma acertada. 
Con los caballos se trata de lograr pasar de doce alternativas a la 
menor cantidad posible. De esta forma habremos reducido la incer-tidumbre 
eliminando aquellas alternativas que no tienen que dis-traernos. 
Si en el proceso de descarte cometemos errores técnicos 
o nos manejamos con información errónea, nuestro análisis se con-vierte 
en una plataforma de lanzamiento hacia el fracaso. Ni hablar 
de mejorar el proceso decisorio, político por naturaleza, si aún man-tenemos 
carencias técnicas. Es como querer hacer poesía sin saber 
las reglas básicas de ortografía. Saber del negocio o dominar la téc-nica 
relevante va de suyo. 
1. Los análisis de probabilidades, las técnicas 
estadísticas, los análisis de sensibilidad o los 
horizontes contingentes son todos caminos 
formales de aplicar análisis riguroso a situa-ciones 
con incertidumbre. Más allá de esto, 
y reconociendo que existen situaciones muy 
particulares en que el análisis puede llegar a 
sustituir el juicio, lo más habitual es que esto 
no suceda y que la aproximación final a la 
solución exija un juicio de valor.
Ahora bien, de la misma forma que cuando quedan cinco caba-llos 
empresarial es igual. En un caso particular supongamos que el 
análisis profesional muestra sin duda que es necesario bajar el 
precio, también que no hay que hacerlo mas allá del diez por cien-to, 
pero se duda acerca de cómo reaccionará la competencia y los 
clientes ante las alternativas que van del uno al nueve por ciento. Allí 
ya no hay método –siempre hay un momento en que el método se 
termina–. En los hechos algunos eligen reducir el precio un cinco por 
ciento y aciertan. Mientras que otros elegirían hacerlo un porcentaje 
diferente y tendrían un resultado no tan bueno. Igual que dos turfmen, 
que al enfrentarse al mismo universo escogido de competidores, uno 
tiende a elegir siempre el competidor que pierde mientras el otro al 
que gana. Hay quien a esto le llama suerte, otros hablan de intuición. 
Mas la suerte puede existir, en la vida se ve que es así. En realidad el 
azar tiene que ver con los sucesos aislados, no con los que se dan en 
forma sistemática. En las carreras, hay personas que en general eli-gen 
el caballo equivocado mientras que otras, luego del mismo análi-sis 
eligen el caballo correcto. Lo mismo pasa en las empresas, hay al-gunos 
mientras que otros hacen el mismo análisis o al menos similar y… casi 
siempre aciertan. Pero no es suerte. Nuevamente vamos a evitar la 
explicación teórica e intentaremos justificar esta afirmación con una 
anécdota. Vayamos 200 años atrás, a una anécdota que historiadores 
no muy serios –pero si amenos– le adjudican a Napoleón Bonaparte. 
Los métodos del Emperador 
Según cronistas apócrifos, en una ocasión en que las tropas imperia-les 
estaban listas para iniciar una campaña de conquista, se suscitó 
el siguiente diálogo entre Napoleón y sus oficiales de Estado Mayor. 
"Sire, es necesario nombrar a un mariscal al frente de nuestro ejército, 
recomendamos al mariscal Labraguette"2 –a continuación los oficiales 
presentaron un listado interminable de méritos por los cuales el elegi-do 
merecía el puesto, entre los cuales no era menor la manifiesta devo-ción 
al Emperador, lo cual muestra que en los regímenes personalistas 
los caminos para hacer carrera no han cambiado demasiado a lo largo 
de los siglos–. Napoleón asintió con gesto inexpresivo mientras mante-nía 
su mano derecha semi oculta entre el segundo y tercer botón de su 
guerrera; luego de unos segundos de silencio, preguntó: "¿Cómo le ha 
ido a Labraguette en los negocios? ¿Ha hecho fortuna?". El decano 
de los oficiales, algo sorprendido por la pregunta, respondió que no 
muy bien. Según dijo, el botín que Labraguette había obtenido en su 
carrera militar lo había invertido en viñedos en unas tierras cercanas a 
los Pirineos. Justamente las mismas tierras que poco tiempo después 
Afirmar que una decisión ha 
sido acertada no depende 
necesariamente de que haya 
solucionado el problema que 
se deseaba resolver. (pág. 62) 
38 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
y no se pueden seguir descartando más chances, en la vida 
directivos que hacen brillantes análisis y… suelen equivocarse, 
[ continúa ] 
2. Por más datos del mariscal Labraguette, 
ver la novela de ficción A la sombra del 
águila, de Arturo Pérez Reverte.
habían sido elegidas como lugar de paso para las tropas que invadieron 
España. En síntesis, Labraguette no había podido cosechar ni una uva. 
El oficial insistió con los méritos militares del candidato, valiente como 
pocos, primero en su promoción en Saint Cyr además de reflexionar 
que no había forma de que alguien supiera que por esas tierras mar-charía 
40 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
un ejército unos meses después; simplemente había sido mala 
suerte. El Emperador lo volvió a interrumpir. En esta ocasión preguntó 
por su vida amorosa, por la de Labraguette obviamente. Los oficiales 
intercambiaron miradas nerviosas. Todos sabían que Mme. Labraguette 
no había mantenido una conducta ejemplar durante las largas estadías 
de su marido en el frente. La incomodidad de la situación se generaba 
en que Napoleón era especialmente sensible a estos 
asuntos desde que había descubierto cómo se entre-tenía 
Josefina cuando él mismo estaba en campaña. 
En fin, que con mucho tacto le hicieron saber que el 
matrimonio de Labraguette no había sido lo mejor 
que a este le había sucedido a la vez que con actitud 
condescendiente le restaban importancia al inciden-te. 
Napoleón, luego de asentir con un claro gesto de 
dolida comprensión inquirió: "¿Y en el juego, cómo 
le va?". Sabido es que en aquella época en que no 
había radio, televisión ni internet, los soldados mata-ban 
el tiempo jugando a los naipes. Nuevamente la respuesta fue que le 
iba mal. Ligaba tan poco que cada vez que Labraguette se sentaba en 
una mesa de juego había cola para jugar contra él. Entonces Napoleón, 
con voz grave dijo: "Gran soldado Labraguette, lo recuerdo bien, pero 
mejor no lo pongan al frente de mi ejército, los oficiales protestaron, es 
un gran soldado, el problema es que no tiene suerte". Mas Napoleón ya 
había tomado una decisión, "tiene demasiada mala 
suerte, ¡c´est ça le problème!". 
Cuando alguien sistemáticamente encuentra que 
sus decisiones han tenido consecuencias negativas 
es lo mismo que cuando en las carreras elegimos 
una vez si y otra también el caballo equivocado. No 
podemos achacarle la culpa del fracaso a la mala 
suerte. Allí sí entra en juego la intuición, eso que la 
experiencia nos ha permitido asimilar y que aunque 
no lo sabemos explicar, lo tenemos aprehendido. 
Esa intuición que nos permite cubrir el último cuar-to 
de milla es, ni más ni menos, sabiduría directiva. 
Es muy diferente de la intuición del irreflexivo o del 
temerario. Esa no es intuición, es simple pereza, 
o en algunos casos ignorancia irresponsable, que 
sabiendo que no sabe igual decide actuar como si 
No podemos achacarle la culpa del 
fracaso a la mala suerte; allí sí entra 
en juego la intuición, eso que la ex-periencia 
nos ha permitido asimilar y 
que aunque no lo sabemos explicar, 
lo tenemos aprehendido.
Focalizado 
el conocimiento no importara. Napoleón se da cuenta de que algo 
hay en el candidato que no es suerte, será en la vida personal, pero 
es sistemático y eso le asusta. No sabe bien la causa pero sí ve los 
síntomas. Será por poco reflexivo, quizás por falta de paciencia o 
incluso por carecer de la personalidad necesaria. Lo cierto es que al 
bueno de Labraguette –bueno como técnico, es un gran soldado– 
en los asuntos de criterio le suele ir mal y seguro que hay un común 
denominador. Napoleón no ignora que eventualmente está siendo 
injusto con el mariscal, pero la suya es una decisión política y como 
buen político sabe que estas decisiones conllevan un cierto grado de 
incertidumbre. Ya le han facilitado todo el análisis que las circuns-tancias 
permitían, ahora ha de decidir ayudado por su intuición, ahí 
Cuando se embarque en una em-presa 
en la que los que dirigen lo 
hacen en el orden inverso, escape 
en cuanto pueda, solo el azar lo 
puede ayudar, y el azar vale en los 
juegos de tiro único. La ley de los 
grandes números no perdona a 
los irreflexivos. Menos aún a los 
ignorantes. 
Eres responsable de cómo 
tomas las decisiones, no de 
sus resultados. No tengas 
un injustificado sentido de 
la responsabilidad. 
Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 41 
los grandes hacen la diferencia. 
Conclusión 
En primer lugar, no una conclusión pero al menos un consejo, no se 
tome las carreras más que como un pasatiempo. No dan para más que 
eso. Una ocasión para divertirse entre amigos y hasta para pasar una 
tarde en familia. Tanto estudio y análisis mejor dedicarlo a cuestiones 
más serias y provechosas. Por otra parte, lo lindo de las carreras es 
ponerle un toque de irreflexión, en caso contrario se vuelve muy abu-rrido. 
Ahora pasemos a lo medular de estas líneas. 
Cuando hay que usar el criterio –lo propio de la función directiva– 
primero el método y luego eso que el común de la gente llama intui-ción. 
Siempre que enfrente un problema, aplique todos los análisis 
técnicos a su alcance para delimitar el universo posible, una vez que 
estos no den más de sí, no siga buscando análisis alternativos, asuma 
que ha llegado el momento de decidir, el tiempo político. Si usted es 
una persona bien formada, con experiencia en el sector, con un buen 
aprendizaje acerca de las claves del negocio, su “intuición” le llevará 
las más de las veces a una decisión al menos aceptable. 
Artículo publicado en Revista de Antiguos 
Alumnos del IEEM, febrero 2008, n°33. 
Fuente: Iceberg a la vista, M. 
A. Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 
2009.
42 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012
El método científico de toma 
de decisiones 
Por José Ma. Rodríguez, profesor del IESE 
Una de las manifestaciones más significativas de la profesionalización 
de la dirección de empresas es la incorporación de técnicas rigurosas 
al proceso de toma de decisiones. 
Las técnicas para al proceso de toma de decisiones proceden princi-palmente 
Se entiende por resolución de pro-blemas 
un proceso intelectual que 
partiendo de una información termi-na 
en la formulación de una o más 
alternativas de acción. 
44 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
de dos campos científicos: la Psicología y las Matemáticas. 
Algunas de estas técnicas solo son útiles para resolver determinados 
tipos de problemas; este es el caso de la investigación operativa, la 
teoría de los juegos de estrategia, etc. Otras son de aplicación general 
a todos los problemas decisorios. Este es el caso del método científico 
de toma de decisiones. 
Antes de proseguir, conviene aclarar que el método científico de to-ma 
de decisiones contiene dos actividades o procesos de naturaleza 
distinta: La "resolución de problemas" y la "decisión". En un sentido ri-guroso, 
se entiende por resolución de problemas un proceso intelec-tual 
que partiendo de una información termina en la formulación de 
una o más alternativas de acción. Por decisión debemos entender el 
acto de elegir una alternativa. La resolución de problemas es constitu-tivamente 
un razonamiento, mientras que la decisión es una elección. 
El método científico de toma de decisiones es, en 
cierto modo, una versión del camino seguido por 
un investigador riguroso en sus investigaciones. Lo 
encontramos también presente, aunque no de un 
modo tan explícito, en muchas actividades profesio-nales. 
En el caso de la profesión médica es singular-mente 
patente. El médico, ante el enfermo, empieza 
por hacer una explicación minuciosa (recogida y aná-lisis 
de los hechos), que le sirve de base para formular un diagnóstico 
(definición del problema) y, finalmente, recomienda un tratamiento 
(formulación de alternativas y decisión). 
La exposición que se hace a continuación es necesariamente abrevia-da, 
ya que no pretende justificar el método sino orientar su aplicación 
a la toma de decisiones en la empresa.
Focalizado 
El método consiste básicamente en seguir una serie de etapas (ver fi-gura 
en p. 51). Sin embargo, estas etapas deberán tomarse, más que 
como una secuencia rígida, como una serie de requisitos lógicos que, 
en algún momento y en cierto grado, hemos de respetar. Por otro 
lado, hay que tener en cuenta que solo podemos 
"programar" nuestro pensamiento dentro de ciertos 
límites, más allá de los cuales sería antinatural y da-ñaría 
Sentir un problema implica percibir 
una desviación de los acontecimien-tos 
de cara a un objetivo; si no te-nemos 
objetivos no hay problemas. 
La creatividad adquiere una 
importancia relevante en el 
proceso de toma de decisio-nes 
en la medida en que nos 
permitirá generar alternati-vas. 
(pág. 52) 
[ continúa ] 
Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 45 
nuestro trabajo decisorio, que exige una equi-librada 
combinación de espontaneidad y de rigor. 
Las etapas de este método son entre sí estrechamen-te 
interdependientes, no solamente en el sentido de 
que cada una depende de las precedentes, sino también en el sentido 
contrario, esto es, algunas etapas anteriores se apoyan en "actividades 
mentales" que corresponden a etapas posteriores; así, por ejemplo, la 
"recogida de información" supone alguna clase de "hipótesis" sobre la 
naturaleza del problema, ya que si no "sintiésemos" que hay un pro-blema 
y que este es de una determinada clase no haríamos ningún 
esfuerzo por resolverlo. 
Asimismo, cada una de estas etapas requiere una "postura mental" 
diferente. En algunas de ellas, conviene adoptar una postura mental 
espontánea, semejante a la que se adopta en un brainstorming; esta 
parece ser la postura apropiada en la etapa de "recogida de informa-ción" 
y de "formulación de alternativas". Se trata, entonces, de anotar 
todos los hechos y todas las alternativas que vengan a la mente del 
sujeto o del grupo. Este tono de espontaneidad es, por supuesto, más 
patente y más relevante cuando el trabajo se realiza en un grupo. En 
otras etapas, la postura mental debe ser más bien rigurosa, concen-trada 
y lógica. Este es el caso de la subetapa de "clasificación de infor-mación" 
y de las etapas de "formulación de criterios de valoración" y 
de "valoración de alternativas". 
Finalmente, por las razones que hemos indicado anteriormente, 
las conclusiones obtenidas al término de una etapa pueden 
aconsejarnos retornar a una etapa anterior, incluso al pun-to 
de partida. 
Predefinición 
Veíamos anteriormente que no es concebible un esfuerzo 
dirigido a resolver un problema si no "sentimos" previa-mente 
que –valga la repetición– hay un problema. Y para 
que sintamos que algo es un problema hace falta, a su vez, 
que veamos que una determinada meta está en peligro de no 
lograrse. Con otras palabras, sentir un problema implica percibir
una desviación de los acontecimientos de cara a un objetivo. Si no 
tenemos objetivos –entiendo el término en su sentido más amplio– 
Si quieres aprender analiza tus decisiones en función de cómo 
las has tomado, y no solo de los resultados obtenidos. 
46 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
no hay problemas. Por otra razón, un determinado 
acontecimiento que es un problema para el Sr. o la 
empresa A puede no serlo para el Sr. o la empresa 
B, porque sus objetivos son distintos. 
Si queremos ser rigurosos –y de esto trata el méto-do 
que estamos exponiendo– hemos de procurar 
no dar esta definición como definitiva, sino de con-siderarla 
como lo que, en el lenguaje científico, se 
llama hipótesis. Para ello, anotemos esta definición 
preliminar considerándola como una "predefinición" y dejémosla en 
suspenso, hasta que los hechos nos la confirmen o nos la desconfir-men. 
Si adoptamos esta precaución, evitaremos el riesgo de caer en 
lo que se ha denominado "diagnóstico sintomático", consistente en 
considerar como problema lo que es un mero síntoma. 
Recogida de información 
En esta etapa se trata, básicamente, de obtener la información re-levante 
sobre el problema en cuestión. Sin embargo, al abordarla 
hemos de ser conscientes de que la recogida de información puede 
alargarse indefinidamente y de que hemos de tomar una resolución 
sobre la amplitud de nuestra búsqueda, pues a nadie se le oculta que 
la determinación de que disponemos en este momento, o bien desa-rrollar 
un estudio exhaustivo (por ejemplo, una encuesta, si se trata 
de un problema de personal, o un estudio de mercado, si se trata de 
un problema comercial, etc.). Aquí intervienen factores muy diversos: 
costo, tiempo disponible, preferencias personales, etc. Esta etapa re-quiere 
espontaneidad. Como adelantaba antes, la postura mental es 
buscar a fondo y anotar todo lo que parezca inicialmente relevante, 
sin preocuparse, ni por el orden, ni por el grado de importancia. 
Al recoger la información es de la mayor importancia cuidar de dis-tinguir 
lo que es un hecho (esto es, algo que nos consta por propia 
observación o por un testimonio fidedigno) de lo que es una mera 
opinión (esto es, un dictamen, concepto o apreciación personal sobre 
una cosa). 
Esta etapa tiene una subetapa, 
en la que la información recogida 
deberá clasificarse, de tal modo 
que pueda ser manejada. Así, por 
ejemplo, si se está estudiando la 
situación actual de una empresa, 
[ continúa ] 
Muchos problemas no llegan a resol-verse 
porque nos resistimos a definir-los 
tal como son, quizás porque intui-mos 
las dificultades que trae consigo 
la alternativa a que nos conduce su 
definición apropiada. 
Fuente: Iceberg a la vista, M. A. Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 2009.
esta información podría clasificarse por áreas funcionales: Comercial, 
Finanzas, Producción, etc. Esto exige rigor lógico. 
A nadie se le oculta que traducir los 
objetivos en criterios de valoración 
no es tarea fácil; sin embargo solo 
si los hacemos explícitos podremos 
tener una cierta seguridad de que la 
alternativa elegida apunta a nues-tros 
objetivos. 
Muchas veces tomamos decisiones esperando –ingenuamente– que a pesar de ello vamos 
a acertar, y nos abandonamos a la suerte. 
48 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
Definición del problema 
La etapa siguiente tiene por objetivo definir el pro-blema 
y distinguir sus aspectos o subproblemas. 
Partiendo de la información debidamente clasifi-cada 
en la etapa anterior, ahora se ha de realizar 
el esfuerzo de analizar rigurosamente y de ver la 
relación existente entre los hechos identificados 
(síntomas) a fin de llegar a una síntesis final; aquí 
hemos de evitar el caer en suposiciones gratuitas, 
entendiendo por tales el asignar un efecto a una 
causa meramente posible. 
Esta etapa es crucial en el proceso de toma de decisiones, hasta tal 
punto que podemos decir que un problema bien definido es un pro-blema 
parcialmente resuelto. Muchos problemas no llegan a resol-verse 
porque nos resistimos a definirlos tal como son, quizás porque 
intuimos las dificultades que trae consigo la alternativa a que nos 
conduce su definición apropiada. Frecuentemente, nos bloquea la 
búsqueda de una "buena solución", cuando lo único viable es una 
"solución menos mala". 
La definición del problema está estrechamente ligada a la formula-ción 
de criterios de valoración, hasta tal punto que, en cierto mo-do, 
ambas etapas forman una unidad. Efectivamente, como sugería 
anteriormente, un acontecimiento se constituye en problema para 
nosotros solamente en el grado en que es un obstáculo para el lo-gro 
de nuestros objetivos. (Todos tenemos un "sistema de preferen-cias" 
que guía nuestras elecciones; sin "sistema de preferencias" no 
es concebible que haya problemas para el sujeto decisor). Ahora 
bien, nuestros objetivos han de concentrarse en cada situación, ya 
que, por su propia naturaleza, no son plenamente formalizables. Por 
ejemplo, el sistema de preferencias de una sociedad se concreta de 
un modo distinto según que haya abundancia o escasez de recursos 
Fuente: Iceberg a la vista, M. A. Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 2009.
Focalizado 
energéticos; la actual crisis energética está modificando, en cierto 
modo, nuestras preferencias y, consiguientemente, nuestro modo 
de definir los problemas. 
Formulación de criterios de valoración 
El método que estamos examinando apunta a que realicemos el 
esfuerzo de hacer explícitos los criterios que nos van a guiar para 
evaluar las alternativas, ya que muchas decisiones se toman por 
corazonada o por un impulso súbito, casi sin mirar sus consecuen-cias, 
ni considerar el objetivo final. Observe el lector cómo los cri-terios 
de valoración son una consecuencia lógica de los objetivos 
que nos propongamos o, utilizando un lenguaje formal, del "siste-ma 
Cuando nos concentramos en buscar 
una solución para un problema ten-demos 
a coger una especie de "carril 
mental", que nos aparta de otras po-sibles 
Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 49 
de objetivos y políticas" de la organización. 
A nadie se le oculta que traducir los objetivos en 
criterios de valoración no es tarea fácil; sin em-bargo 
solo si los hacemos explícitos podremos 
tener una cierta seguridad de que la alternativa 
elegida apunta a nuestros objetivos. Esta etapa, 
pues, exige también por parte del sujeto un no-table 
rigor lógico. 
Formulación de alternativas 
En contraste con la etapa anterior, esta exige una postura mental es-pontánea. 
Se trata, ahora, de anotar todas las alternativas que nos 
vengan a la cabeza, sin preocupamos de su factibilidad. Esta esponta-neidad 
es aconsejable porque, como ha puesto de relieve la Psicología 
del Pensamiento, cuando nos concentramos en buscar una solución 
para un problema tendemos a coger una especie de "carril mental", 
que nos aparta de otras posibles vías de solución. La espontaneidad 
nos permite, en cierto modo, evitar esta trampa. 
Valoración de alternativas 
Ahora nos encontramos nuevamente con una etapa que requiere 
una postura mental rigurosa. Se trata, en primer lugar, de ver 
el grado en que las alternativas formuladas se ajustan a 
los criterios anteriormente formulados y, en segundo 
lugar, de examinar su factibilidad: riesgos que se 
corren, costos, etc. Cuando hay mucha diversidad 
de alternativas y de criterios puede ser útil cons-truir 
una "matriz", situando las alternativas en las 
columnas y los criterios en las filas o viceversa. 
Al final de esta etapa, el terreno está preparado para 
que elijamos entre las alternativas debidamente elabo-radas 
y valoradas. Ha llegado el momento de la decisión. 
[ continúa ] 
vías de solución. 
Hay que estar atentos a 
salirse de lo convencional, 
observar las evidencias y no 
desechar “hipótesis imposi-bles”. 
(pág. 60)
No juzgues tus decisiones pasadas con la información de la que dispones en el presente: es 
autodestructivo. 
50 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
El caso especial de la resolución de 
problemas y la decisión en grupo 
Cuando el trabajo de resolver un problema recae 
sobre un grupo, sea o no un comité formal, el mé-todo 
que estamos examinando adquiere especial 
importancia, por varias razones. En primer lugar, 
desde el ángulo de la resolución de problemas, 
un grupo es "un conjunto de cabezas pensantes", 
cuya actividad intelectual debe ser de algún modo 
"coordinada"; ahora bien, el modo más fácil de lo-grar 
esta coordinación –y sincronización– es invitar 
a los participantes a realizar en cada momento y 
todos simultáneamente una misma "actividad in-telectual", 
ya sea reunir información o formular 
alternativas, etc.... A este fin, el método descrito puede ser un instru-mento 
muy útil, si se usa con la agilidad requerida. 
En segundo lugar, un grupo no tiene más memoria que la de cada 
uno de sus miembros, de ahí la importancia de que disponga de una 
"memoria externa" o "de grupo"; el modo más fácil y operativo de pro-porcionarle 
esta "memoria de grupo" es procurar que uno de sus miem-bros 
anote en una pizarra o en un rotafolio las aportaciones de los 
participantes en forma resumida. De este modo, las ideas y las conclu-siones 
del grupo están continuamente a la vista de todos; al propio 
tiempo, si el "secretario" señala las etapas claramente en la pizarra, los 
participantes pueden conocer la etapa en que están trabajando. Por 
lo demás, estas anotaciones pueden servir de base para redactar la 
memoria de la reunión. 
Fuente: Iceberg a la vista, M. A. Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 2009.
Deténgase. 
Lea 
atentamente. 
Piense. 
"El mundo 
entero se 
aparta cuando 
ve pasar 
a un hombre 
que sabe 
adónde va". 
Antoine de Saint-Exupery 
[ continúa ] 
(1) Con esta flecha se quiere indicar que las conclusiones obtenidas al tér-mino 
de una etapa pueden aconsejar la vuelta a una etapa anterior.
Diez principios fundamentales 
para decidir con eficacia 
A andar se aprende andando. A nadar de aprende nadando. Pero a tomar decisiones no se aprende solo 
tomando decisiones. Se aprende a decidir cuando se interiorizan determinados principios básicos. 
1.Preocupate por decidir bien más que por acertar 
Decidir bien no es lo mismo que acertar. A veces uno decide bien, pe-ro 
circunstancias imprevisibles hacen que las cosas nos salgan mal. Se 
puede decidir bien y no acertar. Podemos decir que las decisiones pue-den 
ser correctas o incorrectas en función de cómo se decidió y que 
pueden ser favorables o desfavorables en función de los resultados. 
La suerte (buena y mala) es el conjunto de factores impredecibles e 
incontrolables que intervienen en una situación. Es frecuente que los 
directivos que han tomado alguna decisión incorrecta, aunque hayan 
podido tener suerte y los resultados de esa decisión hayan sido favo-rables, 
atribuyan insensatamente el éxito a su capacidad directiva, y 
sigan decidiendo defectuosamente una y otra vez. Se cuelgan meda-llas 
y no atienden a quienes sugieren otros modos más sensatos de 
decidir. El tiempo juega en contra de estos directivos. A medio plazo 
las consecuencias negativas de sus defectuosos modos de decidir aca-ban 
saliendo a la luz. Si se decide mal, aunque se haya acertado pun-tualmente, 
acabarán por llegar a malos resultados. 
Uno puede lamentarse de que no supo decidir bien, cuando en reali-dad 
tomó la mejor decisión posible teniendo en cuenta la información 
que tenía en ese momento. 
Tomamos decisiones para resolver asuntos que van surgiendo o que 
vamos provocando con el objetivo de mejorar nuestra situación, y so-lemos 
pensar que se ha decidido bien cuando el asunto se ha resuelto 
y en caso contrario, si no se ha resuelto pensamos que hemos decidi-do 
mal. Este es un error frecuente que cometemos cuando tomamos 
decisiones. 
2. Identifica claramente tus objetivos 
Antes de tomar una decisión lo fundamental es identificar previa-mente 
qué se quiere conseguir. Acostumbramos a dar por supues-to 
que sabemos lo que queremos, pero muchas veces no es así, 
nos falta reflexión para conocer nuestros verdaderos objetivos, y 
52 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
a veces presentamos como pro-blemas 
cuestiones que no lo son 
realmente. 
La reflexión sobre lo que son 
nuestros verdaderos objetivos 
es lo que nos permitirá definirlos 
claramente. Cuanto más reflexio-nemos 
sobre ellos, más cerca es-taremos 
de darles respuesta con 
una decisión adecuada. ¿Y qué 
significa reflexionar sobre los ob-jetivos? 
En primer lugar implica 
hacerse una simple pregunta: 
“¿Qué quiero/necesito lograr?”, 
y responderla por escrito. ¿Por 
qué por escrito? Porque al anotar 
sobre el papel nuestros objetivos 
evitamos perder la atención so-bre 
ellos con el paso del tiempo. 
Por otra parte, si los objetivos que 
nos marcamos son ambiciosos, las 
decisiones que tomaremos para 
alcanzarlos también serán ambi-ciosas, 
y al contrario. Por ello, si 
nos ponemos metas ambiciosas, 
Extractos del libro Iceberg a la vis-ta. 
Principios para tomar decisio-nes 
sin hundirse, Miguel Á. Ariño 
y Pablo Maella, Ediciones Urano, 
Barcelona, 2009.
Focalizado 
tendremos más posibilidades de obtener resultados impactantes que 
si optamos por objetivos más mediocres. 
Aparte de saber exactamente qué es lo que queremos conseguir, 
también tenemos que establecer y clarificar los criterios que nos ha-rán 
tomar una decisión u otra. Los criterios son los elementos o las 
condiciones que le pedimos a una decisión, es decir, si para una per-sona 
la simplicidad es un criterio fundamental, entonces la decisión 
Cuando hay que usar el criterio 
–lo propio de la función directiva– 
primero el método y luego eso 
que el común de la gente llama 
intuición. (pág. 34) 
[ continúa ] 
Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 53 
que tome deberá ser simple. 
Lo recomendable es escribir los criterios y otorgar-les 
un orden de importancia, es decir, priorizarlos 
porque a algunos criterios les daremos más rele-vancia 
para tomar nuestras decisiones que a otros; 
por ello es importante tenerlos claros y ordenados, 
para que no acabemos tomando decisiones que no 
satisfagan nuestros objetivos. 
3. Plantea tus problemas en forma realista 
Un mismo problema se puede plantear desde muy diferentes pun-tos 
de vista y la decisión que tomemos dependerá de cómo lo hemos 
planteado. 
Planear un problema de forma realista consiste básicamente en cen-trarse 
en las causas principales del mismo, es decir, preguntarse por 
las causas últimas que lo provocan. 
Una forma frecuente de no plantear adecuadamente los problemas 
es definirlos en términos de soluciones, es decir, poner en el enuncia-do 
del problema una posible solución. Cuando en el mismo enuncia-do 
del problema incluimos una solución, nos estamos limitando para 
hacer el análisis de otras posibles soluciones. 
Plantearse los problemas de forma ventajosa también impide ha-cerlo 
con realismo. En la medida en que nuestro planteamiento 
sea más realista tendremos más posibilidades de tomar una 
decisión correcta. La dificultad estriba en que la realidad 
se percibe de forma subjetiva, es decir, se ve según el 
color de los ojos con los que la miramos. Dado el ses-go 
subjetivo con que enfocamos la realidad, plantear 
los problemas de forma realista también implica que di-ferenciemos 
entre hechos y opiniones o juicios de valor. 
Una cosa son las realidades (hechos) y otra las percepcio-nes 
subjetivas de esa realidad a la que uno puede otorgar el 
estatus de “realidad”. 
Un mismo problema se puede plan-tear 
desde muy diferentes puntos 
de vista y la decisión que tomemos 
dependerá de cómo lo hemos plan-teado.
Si nos atenemos a los hechos, es decir, a lo que acaece en la realidad 
y es comprobable, entonces podremos plantear los problemas de una 
forma más realista y evitar los sesgos personales. Para plantear un pro-blema 
que ha pasado y no en las opiniones o interpretaciones de los hechos. 
Si optamos por una alternativa, he-mos 
de buscar todos los argumentos 
que pudieran mostrar que esa opción 
no es la más conveniente. 
optamos por una de ellas por razones emocionales o porque tenemos 
una intuición de que esta es la mejor. En ese momento un error muy 
frecuente es cerrarse a considerarse otras posibilidades. 
Cuando hemos tomado una decisión, nos cuesta cambiarla aunque 
existan razones de peso para hacerlo. El modo más inteligente de 
abordar una situación de este tipo es la de hacer de abogado del 
diablo de la alternativa que nos parece más adecuada. Si optamos 
por una alternativa, hemos de buscar todos los argumentos que pu-dieran 
desmontados todos esos argumentos, deberemos buscar las razo-nes 
por las que una alternativa distinta pudiera ser mejor. Y una vez 
que se hayan desmontado también esas razones, y solo entonces, 
podremos empezar a pensar que nuestra alternativa inicial es la más 
conveniente. 
Este modo de proceder asegura que se estudian todos los pros y los 
contras de las distintas alternativas que se tienen ante una decisión; 
se garantiza que se han examinado diversas posibilidades, que se ha 
estudiado el asunto desde distintos puntos de vista. 
Si uno se encuentra en una situación desagradable debe intentar salir 
de ella. Para ello debe buscar alternativas y analizar sus consecuen-cias; 
comparar cada alternativa con su situación actual, y solo cuando 
considere que hay una opción mejor que la actual, debe tomarse la 
decisión de cambiar. Pero realizar un cambio porque mi posición ac-tual 
54 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
y tomar una decisión hay que centrarse en los hechos, en lo 
4. No te autoengañes, es muy fácil 
hacerlo 
La mejor manera de evitar el autoengaño es tenien-do 
claro a qué no puedes renunciar, porque si no, 
acabarás haciéndolo. Muchas veces el tomar deci-siones, 
antes de analizar las distintas alternativas y 
razonar abiertamente cuál es la más conveniente, 
mostrar que esa opción no es la más conveniente. Una vez 
[ continúa ] 
es mala es algo muy arriesgado. 
5. Atiende solo la información relevante 
Filtramos la información que nos llega para adecuarla a nuestros inte-reses, 
y ello nos dificulta el tomar decisiones ajustadas a la realidad. 
Sin procesos claros ni canales de comunicación establecidos es muy
difícil que toda la información relevante para la toma de una decisión 
llegue al decisor. Cuando no comunicamos adecuadamente las reac-ciones 
Antes de buscar información hay que 
cerciorarse de que vaya a ser de uti-lidad, 
y que el costo no sea superior 
al valor que aporta. 
Antes de tomar una de-cisión 
identifica realmen-te 
qué es lo que quieres 
conseguir. 
56 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
de los demás tampoco son adecuadas. 
Los directivos tienen que tomar decisiones en relación con la informa-ción 
de que disponen. Cuanta mayor información poseen, menos incer-tidumbre 
tendrán y más se pueden asegurar los resultados satisfactorios 
de sus decisiones. Es por eso que los directivos sue-len 
buscar siempre más información para decidir, y 
cuanta más, mejor. Por tanto, la información puede 
tener valor, pero también tiene un costo. Antes de 
buscar información hay que cerciorarse de que vaya 
a ser de utilidad, y que el costo no sea superior al va-lor 
que aporta. 
Otro error que se comete al utilizar información en la toma de decisio-nes 
es que habitualmente se hace sobre la base de la información dispo-nible 
en vez de utilizar la información que es relevante en esa situación. 
6. Reconoce la incertidumbre y gestiónala 
Mantener el escepticismo sobre las propias suposiciones nos permite en 
todo momento replantearnos una situación y tomar mejores decisiones. 
Una decisión casi siempre implica una incertidumbre, y quien quiere evitarla 
acaba anulando su propia capacidad de tomar decisiones. Quien teme en 
exceso de la incertidumbre dificulta la posibilidad de tomar una decisión. 
Ante una situación futura incierta lo primero que hacemos es suponer 
cuál es el escenario más razonable. Esta situación está muy bien como 
punto de partida, pero a continuación puede venir el error. Nos cree-mos 
que ese escenario es el que realmente va a haber y actuamos en 
consecuencia olvidando que las cosas pueden darse de modo diferen-te 
a como hemos supuesto. 
¿No sería más razonable reconocer la incertidumbre de antemano 
y pensar en posibles escenarios diferentes, unos más probables que 
otros? Sí, es más razonable, pero también es más complicado y no sa-bemos 
cómo actuar ante distintos futuros posibles. 
Las suposiciones que hacemos sobre una situación a veces nos pare-cen 
tan elementales que ni siquiera nos las cuestionamos. En general, 
cuando una persona dice estar segura de algo, normalmente el nivel 
de seguridad real que tiene es de entre el 80 % y el 90 %. 
Habitualmente le tenemos miedo a la incertidumbre. No sabemos cómo 
tratarla. Pero es precisamente en la incertidumbre donde se producen 
Fuente: Iceberg a la vista, M. 
A. Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 
2009.
Focalizado 
Boicoteamos nuestra creatividad con 
nuestra actitud de evaluar las alter-nativas 
[ continúa ] 
las oportunidades. Anticipemos la incertidumbre e incorporémosla a 
nuestra vida. Reconocer la incertidumbre implica arriesgar. Quien no 
esté dispuesto a arriesgar, ni siquiera un poco, no podrá tomar deci-siones 
de calidad, o las que tome serán muy poco innovadoras. 
7. Sé creativo y genera alternativas 
Para poder decidir tenemos que tener alternativas. Sin ellas no hay 
elección posible. Por consiguiente, cuantas más alternativas haya, ma-yores 
posibilidades de elección tendremos para tomar una decisión. 
La creatividad adquiere una importancia relevante en el proceso de 
toma de decisiones en la medida en que nos permitirá generar alter-nativas. 
Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 57 
El principal problema para el desarrollo de 
nuestra creatividad acostumbramos a ser nosotros 
mismos. La desconfianza en uno mismo no solo ha-ce 
que no seamos creativos, sino que provoca que 
siempre nos estemos excusando ante nosotros mis-mos 
para no tomar decisiones que pensamos que 
sería bueno tomar. 
Por otro lado, boicoteamos nuestra creatividad con nuestra actitud de 
evaluar las alternativas a medida que las vamos generando. Muchas 
personas hacen esto, es decir, realizan al mismo tiempo el proceso de 
generación de ideas y el de evaluación. El resultado es que ellos mis-mos 
abortan sus alternativas al mismo tiempo que las están creando. 
Para evitarlo hay que separar el proceso de creación de alternativas 
del de su evaluación, es decir, primero hemos de hacer aflorar todas 
las ideas que se nos ocurran, y luego, y solo luego, irlas evaluando una 
a una. De este modo conseguiremos generar más ideas, así como no 
descartar de antemano algunas ciertamente válidas. 
El entorno empresarial tampoco acostumbra a ser muy propicio para 
el desarrollo de la creatividad. Frecuentemente se acostumbra a re-chazar 
las nuevas propuestas para seguir los patrones más o menos 
estructurados que gobiernan en una empresa. Las excusas son siem-pre 
las mismas: “No tenemos presupuesto”, "Ya se probó algo 
similar y no funcionó”. 
Tanto los frenos que provienen de nosotros mismos como 
los que vienen del exterior los tenemos que superar para 
ser más creativos, porque no hay ninguna razón para su-poner 
que la primera alternativa que se nos ocurre ante 
un problema es la mejor, por tanto, si queremos tomar de-cisiones 
de calidad tenemos que continuar generando alterna-tivas. 
La cantidad es hermana de la creatividad, y la creatividad de 
a medida que las vamos ge-nerando. 
El método científico de toma 
de decisiones contiene dos 
actividades o procesos de na-turaleza 
distinta: La "resolución 
de problemas" y la "decisión". 
(pág. 44)
la toma de decisiones correcta. Las personas que solo tienen una opción 
se ven obligadas a seguirla y a defenderla cueste lo que cueste. No 
hay nada más peligroso que una idea cuando es la única que se tiene. 
8. Ten en cuenta que tus decisiones tienen consecuencias 
Antes de decidir es fundamental analizar las implicaciones que nues-tras 
decisiones puedan tener. Si no lo hacemos así corremos el peligro 
de que las consecuencias negativas de nuestras decisiones superen a 
los beneficios que pretendíamos alcanzar, y todo por no analizar las 
posibles consecuencias de nuestras decisiones. 
A la hora de tomar decisiones, uno de los condicionantes mentales de 
los que tenemos que ser conscientes e intentar evitar es que solemos 
dar un peso excesivo a las consecuencias que se van a producir en un 
futuro inmediato y concedemos poca importancia a las consecuencias 
futuras más distantes en el tiempo. 
En concreto cuando tomamos una decisión tenemos que prestar aten-ción 
a tres cosas: ¿se va a solucionar con esta decisión el problema 
que tenemos?, ¿qué impacto tiene esta decisión en las personas a las 
que afecta?, ¿qué impacto tiene esta decisión en mí? 
9. Lo que decidas ponlo a la práctica 
Tomar una decisión es un elemento fundamental pero implementarla, 
es decir, hacer que se ponga en práctica lo es aún más. Para conse-guir 
efectividad, a la decisión le tiene que seguir la acción. Podemos 
haber dado con la mejor de las soluciones posibles, pero si luego no 
actuamos el impacto es nulo. Invertir tiempo en tomar una decisión 
es inútil si no se va a poder aplicar. Ninguna decisión es buena hasta 
que alguien hace algo con ella. Por tanto, uno de los criterios a la ho-ra 
de tomar una decisión debe ser su aplicabilidad. 
La mayor parte de las decisiones que tomamos en el ámbito em-presarial 
son del tipo de las que para que se puedan aplicar ten-dremos 
que convencer a terceras personas, ya sean clientes, jefes, 
proveedores, colegas o colaboradores. A veces necesitaremos que 
nos autoricen un presupuesto para implantar nuestra decisión, o 
que nos faciliten determinados recursos, o que nos liberen de otras 
cosas. En estos casos antes de tomar la decisión tenemos que anali-zar 
si va a ser posible contar con los apoyos que necesitamos para 
poder llevarla a la práctica. 
Antes de tomar la decisión, entonces, es conveniente realizar un análi-sis 
para gestionar la implantación. Para realizarlo podemos preguntar-nos 
quién tendrá que apoyarme para poder llevarla a la práctica, luego 
58 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
identificar cómo les va a afectar 
lo que les propongo y, finalmen-te, 
profundizar en los beneficios 
que podrán obtener en caso de 
apoyarme. Si tenemos esta infor-mación 
nos será más fácil gestio-nar 
la adhesión de los demás a 
nuestras decisiones. 
10. Sé consciente de que 
no todo es racionalidad 
Teóricamente decidir de un mo-do 
racional es lo más adecuado. 
Pero el ser humano no solo es ra-cional. 
Incluso cuando intentamos 
ser racionales, los impulsos emo-cionales 
emergen. Por eso, con 
frecuencia, tomamos decisiones 
que no están estrictamente ba-sadas 
en la razón. Y este hecho 
no es bueno o malo en sí mismo, 
simplemente es. 
Para tomar decisiones correcta-mente 
lo fundamental es cono-cernos 
bien a nosotros mismos: 
cuáles son nuestros puntos débi-les 
y fuertes a la hora de decidir. 
Al conocer bien cómo pensamos, 
cómo decidimos, evitaremos los 
errores que pueden ser evitados 
y, sobre todo, podremos ir apren-diendo 
de los errores cometidos. 
Al final decidir bien consiste en una 
combinación adecuada de razón 
e intuición. La intuición es muy útil 
si va acompañada de la razón. La 
intuición es algo que trabaja a ni-vel 
del subconsciente. Intuimos 
que algo es bueno y no sabemos 
dar las razones de por qué, pero 
tenemos esa sensación. Si supié-ramos 
decir el porqué, ya no sería 
intuición, sería razonamiento.
El desarrollo de ideas creativas 
La toma de decisiones muchas veces va de la mano de la generación 
de nuevas ideas y de soluciones innovadoras para situaciones diarias o 
excepcionales. Veamos algunas recomendaciones para obtener ideas 
creativas. 
Las personas que aportan ideas creativas, útiles e implementables en 
la organización hacen uso de técnicas de pensamiento creativo. Sin 
estas técnicas, las personas con amplio conocimiento de campo y gran 
motivación corren el riesgo de buscar soluciones dentro de los mismos 
patrones, rutinas y procedimientos de siempre. Precisamente, las téc-nicas 
60 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
permiten dirigir la atención hacia lo desconocido e inexplorado. 
Las técnicas de pensamiento creativo son acciones pautadas y sistemá-ticas 
que las personas y grupos pueden ejecutar deliberadamente con 
el objetivo de dirigir la atención hacia la identificación y superación de 
los patrones habituales de pensamiento y de conducta, estimulando la 
generación de ideas y abordajes novedosos, útiles e implementables. 
Primero: la creatividad requiere de la generación de las condiciones 
adecuadas en términos de motivación o clima grupal, tiempo, reglas 
de juego, elección de lugar, facilitador y otras que serán discutidas 
más adelante en este capítulo. 
Segundo: todas las técnicas sirven para identificar los patrones 
con los cuales habitualmente se aborda el desafío en cuestión. Es-ta 
identificación requiere una reflexión de segundo orden. No solo 
debemos reflexionar sobre nuestro comportamiento (reflexión de 
primer orden), sino también sobre los supuestos que guían dicho 
comportamiento. 
Tercero: salir de lo habitual requiere la capacidad de suspender el jui-cio 
y separar el momento de generación de ideas del momento de 
su evaluación. Sin información previa y a simple vista, no sabemos si 
un brote se convertirá en flor o en yuyo. Para saberlo, debemos dejar 
que crezca. Juzgar una idea antes de tiempo es como pisar un brote, 
y, tal vez, esa idea se habría convertido en revolucionaria. 
Finalmente: toda técnica de pensamiento creativo implica la introduc-ción 
intencional de un elemento disruptivo que desvía nuestra aten-ción 
de los patrones habituales. 
Extractos de las págs. 67-68, capítulo 
Creatividad, la idea. Libro a la venta 
en el IEEM.
Focalizado 
Video recomendado 
www.ieem.edu.uy/socrates 
Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 61 
Áreas Prensa Videos Autores Revistas 
El método del caso 
El método del caso 
El aprendizaje por el método del caso, una 
forma práctica y muy atractiva de acercarse 
a la realidad empresarial, fue desarrollado 
en Harvard. Hoy es, sin duda, uno de los 
puntos clave de los programas del IEEM y 
del IESE, la escuela nº 1 en formación de 
directivos (Financial Times 2012). 
Sócrates 
Inspiración para mejores directivos 
Por Revista de Negocios 
Viernes 19, octubre 2012 
Conozca en este video qué es un caso y 
para qué sirve. Testimonios de profesores 
y participantes de programas del IESE nos 
cuentan cómo funciona esta metodología 
y los beneficios que aporta a la formación 
directiva.
¿Importan los resultados? 
Por Pablo Regent, profesor del IEEM 
Afirmar que una decisión ha sido acertada no depende necesariamente 
de que haya solucionado el problema que se deseaba resolver. Obvia-mente 
62 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
una condición necesaria para que la decisión merezca el adjetivo 
de “acertada” es precisamente que el problema se resuelva. Pero solo 
es una condición necesaria, nunca suficiente. Para que también sea 
suficiente debe cumplirse que tal decisión no “haya plantado la semi-lla 
de problemas futuros”; dicho de otra forma, una decisión, además 
de solucionar el problema inmediato, debe facilitar menos problemas 
en el futuro, o al menos no traer como consecuencia no deseada la 
aparición de nuevos problemas. La afirmación anterior pone énfasis en 
que es muy complicado juzgar si una decisión ha sido buena solo por 
observar sus resultados. En todo caso, podría afirmarse que a partir de 
la observación a lo largo del tiempo de las decisiones de una persona y 
del conjunto de consecuencias que se van acumulando en ese mismo 
período, sería posible realizar un juicio de valor más o menos general 
acerca de la aparente eficiencia de ese decisor. Pero no mucho más 
que eso. Los resultados de lo que sea suelen estar influenciados por 
muchas variables, entre las que no son menos importantes las exóge-nas 
a la acción del decisor. 
La anécdota del Gran Ciclón (ver recuadro Un emprendimiento en el 
Atlántico Sur) puede ser un buen ejemplo de lo que aquí se afirma. 
¿Qué tal les fue a Juan y su compañero?, ¿fue buena su decisión? 
En realidad no salieron mal de su aventura. Salieron sin deudas y con 
una cierta ganancia en efectivo. Más aún, como dijo Juan en aquella 
misma sesión: “Imaginen que durante mi estadía en el Sur hubie-ra 
conocido a una chica del lugar, unos meses después me 
casaba con ella, y poco tiempo después sus padres su-frían 
un lamentable accidente y ella se convertía en 
la única heredera de diez mil hectáreas. ¿Debería-mos 
considerar esta consecuencia en mi situación 
patrimonial originada en aquella decisión empren-dedora 
que me llevó a vivir en el Sur?”. Obviamen-te 
se trata de una pregunta retórica. A nadie se 
le ocurrió en aquel momento, y no se le ocurriría 
a ningún lector ahora, afirmar que la bondad de la 
decisión de emprender pudiera evaluarse por la situa-ción 
patrimonial derivada de su casamiento. Sin embargo, 
En los hechos, todo directivo es 
algo intuitivo y un poco metó-dico 
a la vez. Sin embargo, no 
se trata de ser un poco de cada 
cosa así como así. (pág. 34)
Focalizado 
es muy común que las personas se limiten a evaluar la calidad de una 
decisión por sus resultados, incurriendo así en un error muy grave por 
sus consecuencias en futuras decisiones. 
Como dice Miguel Ángel Ariño1: "Dirigir bien consiste no solo en re-solver 
los problemas actuales, sino en poder resolver también los pro-blemas 
futuros… las evaluaciones de los resultados de una decisión 
se hacen a priori, antes de tomarla y, sin embargo, los resultados se 
producen a posteriori, después de que la misma se ha puesto en prác-tica… 
puede pensarse que una decisión va a ser eficaz cuando real-mente, 
una vez puesta en práctica, lo es menos. Sin embargo, esto 
Si te propones metas ambiciosas podrás 
obtener resultados de impacto. 
Fuente: Iceberg a la vista, M. A. Ariño, P. Maella, 
Ed. Urano, 2009. 
Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 63 
no es lo más importante. Lo realmente importante, 
lo que puede producir aprendizaje negativo, es que 
la evaluación sea incompleta. Si la evaluación de los 
resultados es acertada, uno puede aprender de ese 
error. Pero si se dejan de considerar algunos resul-tados 
(no inmediatos), estos no van a dejar de pro-ducirse, 
y, sin embargo, por no tenerlos en cuenta, 
harán que sea imposible aprender de ellos". 
La decisión del Gran Ciclón tuvo errores a priori, quizás el más impor-tante 
fue no considerar la reacción de los competidores instalados en 
la zona. ¿Hubiera sido tan difícil considerar a priori que tal reacción 
hostil podría llegar a presentarse? Si lo hubieran considerado, ¿no hu-bieran 
podido desarrollar un plan de contingencia? Aunque esto fue 
un claro error del proceso decisorio, podría no haber habido tal acción 
de los competidores. Aunque así hubiera sido, la decisión merecería 
una nota negativa por no haberlo tenido en cuenta. 
La situación desgraciada a la que se enfrentaron los emprendedores 
se vio favorecida por la fortuna de la devaluación. Pero también se 
favorecieron por haber construido un buen buque, que les abrió po-sibilidades 
de venta, a la vez que también ayudó que el crédito que 
consiguieron había sido en moneda local. En estas dos características 
se puede afirmar que la decisión a priori fue acertada. Pues por haber 
construido un barco de calidad y decidir acertadamente en la estruc-tura 
financiera, en lugar de crearse más problemas, se encontraron 
en mejores condiciones de resolver los problemas que inopinadamen-te 
se le presentaron. 
Lo que es seguro es que Juan y su amigo aprendieron mucho de su 
experiencia. Así se percibió cuando lo explicaron con lujo de detalles. 
El resultado no fue tan malo, hasta se podría catalogar de bueno, pe-ro 
la ganancia mayor que obtuvieron fue aprender a decidir mejor, 
algo que los iba a acompañar en el resto de su vida emprendedora. 
1. Ariño, Miguel Ángel, Toma de decisiones 
y gobierno de las organizaciones, Deusto, 
2005, pp. 29.
Un emprendimiento en el Atlántico Sur 
Hace ya veinticinco años, durante una sesión del curso de NAVES2 que tomé co-mo 
participante del MBA, escuché la siguiente anécdota de parte de un antiguo 
alumno que había sido invitado para contarnos su experiencia emprendedora: 
“Unos años atrás, durante este mismo curso, junto con Juan decidimos desarrollar 
un plan de negocio no solo para aprobar el curso sino para llevarlo a la práctica. 
Juan era biólogo marino y yo había estudiado ingeniería naval. Decidimos aprove-char 
una oportunidad que parecía muy prometedora. Juan sabía que la pesca que 
se llevaba a cabo en el Atlántico Sur de una especie muy cotizada presentaba gra-ves 
dificultades que encarecían el proceso. Los barcos que se utilizaban no eran 
muy adecuados y exigían trabajar en condiciones poco eficientes. Dado que yo era 
ingeniero naval, Juan creía que si se diseñaba un barco con unas características 
innovadoras se podría multiplicar por dos la eficiencia de los pescadores tradicio-nales. 
Luego de un intenso tiempo de estudio y diseño, concretamos el proyecto. 
Ayudados por un crédito a largo plazo, un año y medio después desembarcamos 
en uno de los puertos más al sur de América, y ante la incredulidad de los pescado-res 
locales, que no hacían más que reírse de nuestro pesquero con aspecto futuris-ta, 
comenzamos nuestras expediciones. Pocas semanas después las risas se habían 
convertido en caras serias. La eficiencia del Gran Ciclón (así se llamaba la nave, en 
honor al equipo del que tanto Juan como yo éramos simpatizantes) superaba has-ta 
nuestras propias expectativas. Para mejor, los precios de la especie que pescá-bamos 
estaban por las nubes, por lo que el negocio marchaba a las mil maravillas. 
Un día recibimos un sobre de la agencia estatal que emitía los permisos de pesca. 
En forma breve y sucinta se nos informaba que debíamos suspender la actividad 
de pesca pues nuestro permiso de pesca había sido cancelado. Las gestiones que 
realizamos durante casi cuatro meses no tuvieron ninguna eficacia. Según una nue-va 
interpretación de la autoridad correspondiente, la forma en que el Gran Ciclón 
realizaba la pesca afectaba la sustentabilidad de la especie. De nada valió explicar 
que eso no era así y presentar informes de especialistas nacionales y extranjeros. 
El único camino que nos quedaba era iniciar una acción administrativa y, si esta no 
prosperaba, seguir en la vía judicial. Según se nos dijo por parte de nuestros aseso-res 
legales, nunca habría una resolución antes de uno o dos años. 
A esas alturas nuestra empresa estaba al borde de la quiebra. Las cuotas de la 
financiación se habían llevado nuestros ahorros. Esperar uno o dos años era im-pensable. 
Cuando estábamos al borde de la desesperación, Argentina nos regaló 
una devaluación violenta. Nuestro crédito había sido tomado en moneda nacio-nal, 
lo que hacía que si conseguíamos hacernos de dólares, podríamos cancelar 
el crédito en forma ventajosa. Mis contactos en la industria me permitieron en-contrar 
un comprador en Noruega, que se sintió atraído por una nave de última 
generación a un precio de ganga. Con esos dólares cancelamos el crédito e inclu-so 
sobró una pequeña cifra para repartirnos". 
2. NAVES: Nuevas 
Aventuras Empre-sariales, 
denomina-ción 
de los cursos 
sobre emprender, 
que suele utilizarse 
en las Escuelas de 
Negocio asociadas 
al IESE. 
64 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012
Cuestiones de decisión 
para la acción directiva 
Por Luis Manuel Calleja, profesor del IESE 
¿Qué pasos se deben seguir para resolver problemas? A continuación 
presentamos una serie de aclaraciones sobre el procedimiento clásico 
de siete pasos para la resolución de problemas de acción. 
Se trata de pasar de una cuestión de diagnóstico a una cuestión de 
decisión y finalmente convertirlo en una cuestión de acción. Su lectura 
es útil en la medida que se practique con el método del caso. 
Los pasos son: 
1. Definición del problema 
2. Establecimiento de criterios 
3. Búsqueda de alternativas 
4. Valoración de alternativas 
5. Toma de decisión 
6. Elaboración del plan de acción 
7. Follow up 
1. Sobre la definición del problema 
• Un problema puede definirse como un conjunto de hechos o circuns-tancias 
Es habitual estar de acuerdo en los 
principios más elevados pero diferir 
en las aplicaciones concretas. 
66 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
de solución dudosa que dificulta la consecución de algún fin. 
O una diferencia entre lo que pasa y lo que debiera suceder. 
• En cualquier organización siempre coexisten varios problemas, pe-ro 
alguno de ellos será el más crucial, o el más urgente, o el más fá-cil 
de resolver. 
• Partiendo de los hechos, datos y opiniones, según el 
modo de ver de quien haya de decidir, se podrá elegir 
“el problema” para resolver. Tal problema sería la cau-sa 
principal o resultado del diagnóstico de la situación. 
• Hay que estar atentos a salirse de lo convencional, observar las evi-dencias 
y no desechar “hipótesis imposibles”. 
• Unas veces el problema está explícito y claro; otras hay que escudriñar 
y analizar para identificarlo. Es propio de las personas con capacidades
Focalizado 
y responsabilidades directivas el detectar los problemas que aún no 
se han manifestado explícitamente. 
• Los problemas necesitan dos tipos de soluciones relacionadas: la téc-nica, 
que resuelve puntualmente la cuestión, y la “solución de fondo” 
o aspecto directivo, que ayudará a que no se repita el problema por 
atajar la causa de fondo. 
• Los problemas técnicos implican objetos materiales menos com-plejos 
e inciertos que los problemas directivos, pues estos implican a 
Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 67 
personas libres. 
2. Sobre el establecimiento de criterios de solución 
• Los criterios son condiciones, límites, restricciones, guías o detalles 
sobre cómo se habrían de hacer las cosas. Se refieren principalmente 
a los medios, a los “cómos” se han de realizar las cosas, pero dejan 
margen interpretativo. 
• Los criterios suelen aplicarse juzgando la situación concreta de modo 
que no son “recetas” y se exige buen juicio prudencial de los gestores. 
• Ciertamente si hubiera varios objetivos o problemas que resolver si-multáneamente, 
cada uno de ellos sería condición del resto, es decir, 
sería un criterio adicional. Los criterios límite discriminan. 
• Hay criterios de muchas naturalezas: según todas y cada una de las 
áreas funcionales (criterios comerciales, financieros, logísticos, éticos, 
operativos, de factor humano, medioambientales, etc.) y cada empre-sa 
suele tener los suyos, de modo que ante un mismo problema puede 
ser razonable distinta alternativa y distinta manera de llevarla a cabo. 
• Los criterios éticos tienen una naturaleza diferente de los demás; 
son criterios deseables, de orden, de modo que ayudan a las priori-dades: 
jerarquizan. 
• Hay criterios cuantitativos y cualitativos. En todos se debe establecer 
un orden de prioridades y de “prelación”, es decir, un orden de aplica-ción 
prioritaria (si pasa el primero, aplicar el segundo, etc.). 
• Cualquiera de esos criterios mencionados puede formularse positiva-mente 
(siempre hacer tal cosa), negativamente (nunca hacer tal otra), 
excepcionalmente (si pasara tal cosa consultar a la alta dirección). 
• Los criterios si se aplican persistentemente se convierten y denomi-nan 
“políticas”. 
• Pero a veces por políticas tam-bién 
se entienden modos de ha-cer 
habituales que responden a 
unos criterios (políticas medioam-bientales 
de un gobierno: son me-didas, 
leyes, proyectos… y tam-bién 
criterios que se emplean). 
• Los criterios puede tener distin-to 
rango de importancia. Tienen 
máximo rango los corporativos 
o institucionales, menor los fun-cionales 
o directivos y el mínimo, 
los operativos. La importancia se 
dice en términos de amplitud de 
aspectos que afecta y a su dura-ción 
en el tiempo. 
• Es habitual estar de acuerdo en 
los principios más elevados pero 
diferir en las aplicaciones concre-tas. 
Sin este acuerdo de principio 
no se llegaría a nada en las discu-siones 
sobre aplicación. 
3. Sobre la búsqueda de 
alternativas u opciones 
de solución 
• Una alternativa es una opción de 
solución posible a algún problema 
que suele ser excluyente de otras. 
Cada una suele tener criterios di-ferenciales. 
• No hay que dejar ninguna sin 
considerar, no debe haber “hi-pótesis 
imposibles”, incluso se 
debe considerar la de no hacer 
nada o seguir igual, a fin de pon-derar 
sus efectos primarios y se-cundarios. 
• No solo hay que considerar las 
alternativas excluyentes –dile-mas– 
sino también las intermedias 
[ continúa ]
mezcladas que sean posibles. El método del caso ayuda a ampliar el 
abanico de posibles soluciones. 
• Cada alternativa exige un plan de acción que detalle –en orden a la 
realización– cómo se va a llevar a cabo. 
• Cada alternativa implica una familia de medidas y acciones subsiguien-tes, 
alguna de las cuales puede ser común a todas las demás alternativas. 
La decisión suele ser cosa de una per-sona, 
más o menos ayudada o acon-sejada; 
el resto del proceso puede 
68 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
• Las alternativas más condicionantes son las corpo-rativas 
y las de negocio. En función de estas se “ar-ma” 
cada una con las organizativas, sistemas, etc. 
4. Sobre la evaluación de cada alternati-va 
según los criterios 
• La “solución” del problema sería aquella alternativa que mejor cum-pliera 
los criterios o mejor se amoldara en lo posible a ellos. 
• Con frecuencia la que mejor cumple “sobre el papel” no nos con-vence 
totalmente. En estas circunstancias suelen generarse nuevos 
criterios de solución o se nos ocurren nuevas alternativas… e incluso 
se redefine mejor el problema. La discusión de casos ayuda a concre-tar 
las diversas intuiciones. 
• Es más aparentemente “objetiva” la evaluación numérico-cuanti-tativa, 
ya que solo tiene en cuenta los aspectos “medibles numérica-mente”, 
o correlaciones estadísticas, de modo que desconsidera casi 
todos los aspectos personales o conceptuales profundos. Se precisa la 
ponderación prudencial: antecedentes, relaciones de causa-efecto, etc. 
5. Sobre la toma de decisión 
• La decisión es un proceso solo en parte racional; lo emocional e 
intuitivo influyen decisivamente, por eso conviene objetivar lo más 
posible con el concurso de otras personas. La indecisión incapacita 
para dirigir. 
• Debe procurarse lo razonable, no lo óptimo, pues es-to, 
si falla, suele conducir a lo pésimo. Huir de los ex-tremos 
con el fin de poder acudir a un plan “B” en 
caso de error. 
• Es preciso decidir en el momento oportuno e ini-ciar 
la acción cuando sea necesario. La indecisión, el 
retardo o la precipitación tienen difícil reversión pues 
se hace confusa la corrección. 
hacerse más participativamente. 
Aparte de saber exactamen-te 
qué es lo que queremos 
conseguir, también tenemos 
que establecer y clarificar los 
criterios que nos harán tomar 
una decisión u otra. (pág. 52)
Focalizado 
• La decisión suele ser cosa de una persona, más o menos ayudada 
o aconsejada; el resto del proceso puede hacerse más participativa-mente. 
Entrenarse a perder el miedo al error, al fracaso, al ridículo. 
• Hay que tomar aquellas decisiones que le competen a uno, dejando 
el resto a quien sea; por distinta naturaleza, responsabilidad o nivel. 
• No hay que prejuzgar su dificultad de implementación; esta consi-deración 
sucedan como se planeó y reali-zar 
modificaciones. 
• Es un proceso de medir –no 
simplemente contar– averiguan-do 
qué pasa y por qué, así como 
analizar las desviaciones con el fin 
de reaccionar si se salen de lo or-dinario 
(de la desviación típica). 
• En esta fase se ejerce la direc-ción, 
el impulso, la corrección, el 
“hacer-hacer” sin entrar en el de-talle 
del plan salvo emergencias 
o situaciones susceptibles de em-peorar 
con consecuencias serias. 
• Durante la implementación del 
plan, el problema puede evolu-cionar 
a mejor o a peor, o a otro 
muy distinto… quizás haya que 
reiniciar todo el proceso desde 
el primer paso. 
La prudencia es la principal capa-cidad 
operativa o virtud de la per-sona 
que dirige. Esta no es una 
cuestión intelectual sino práctica, 
que se adquiere por repetición de 
actos. La sucesiva aplicación del 
proceso genera la pericia necesa-ria 
para gobernar. 
Piensa bien qué objetivos 
quieres lograr porque se-gún 
sean unos u otros te lle-varán 
a una decisión u otra. 
Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 69 
será posterior. 
• Una decisión es buena si se toma responsable, fundamentada y 
documentadamente con los datos disponibles, incluso si el resultado 
final no fuera bueno. 
6. Sobre el plan de acción 
• El plan de acción es la descripción somera de la secuencia de accio-nes 
para realizar, junto al programa, los procedimientos estándares 
y los procesos elementales para ello. La concreción en cuanto a los 
medios y recursos es crítica. 
• La principal característica de un plan de acción es su realismo: que se 
pueda llevar a cabo con los medios disponibles. Hay que huir del “síndro-me 
del consultor” que tiende a soluciones perfectas pero inaplicables. 
• Implica seleccionar a las personas para ello. Conviene involucrar a 
quienes lo tienen que ejecutar, dejándoles autonomía para elegir los 
modos siempre que razonablemente se resuelva el problema dentro 
de los criterios establecidos. 
• Si tiene cierta envergadura y singularidad podría denominarse 
“proyecto”. Su grado de innovación tecnológica, de impacto sobre 
el negocio o la organización, su complejidad o urgencia caracteri-zará 
su ejecución. 
• Si el plan es complicado puede que en la solución radique el verdadero 
problema. Se trata de “No resolver un problema con otro problema peor”. 
• Si se viera que la alternativa elegida como idónea dejara de serlo 
a causa de la dificultad del plan de acción habría que escoger otra 
alternativa no tan “óptima”. Con frecuencia se desarrollan nuevos 
criterios, alternativas, e incluso redefiniciones del problema inicial. 
7. Sobre el seguimiento del plan o follow-up 
• Se trata de tener un procedimiento para seguir el desarrollo del 
plan de acción y poder intervenir a tiempo. Hacer que las cosas 
Fuente: Iceberg a la vista, M. A. 
Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 2009.
Trampas en la toma 
de decisiones 
La toma de decisiones es la tarea más importante de un directivo. Es tam-bién 
la más difícil y la más arriesgada. Las malas decisiones pueden perju-dicar, 
a veces de forma irreparable, a la empresa y a la carrera profesional. 
Presentamos seis trampas que minan el campo de la toma de decisiones. 
La trampa del ancla. Cuando estamos recapacitando sobre una deci-sión, 
la mente concede un peso desproporcionado a la primera informa-ción 
que recibe. Las impresiones, estimaciones o datos iniciales sujetan 
los pensamientos y juicios posteriores. 
La trampa de la situación creada. A todos nos gusta creer que adop-tamos 
las decisiones con lógica y objetividad. No obstante, lo cierto es 
que todos estamos cargados de predisposiciones, y esas predisposiciones 
afectan a las decisiones que adoptamos. La ruptura con la situación creada 
significa llevar a cabo una acción, y cuando realizamos una acción asumi-mos 
responsabilidades, exponiéndonos a recibir críticas y a arrepentirnos. 
La trampa de los costos irrecuperables. Otra de las predisposiciones 
que solemos tener muy arraigada es la de adoptar las decisiones que 
justifiquen elecciones anteriores, aunque las elecciones anteriores ya no 
resulten válidas. 
La trampa de la prueba de confirmación. Este perjuicio nos empuja a 
buscar información que ratifique la opinión o el instinto que tenemos y 
al mismo tiempo a evitar la información que puede contradecirlo. 
La trampa de la expresión. El primer paso para adoptar una decisión 
consiste en expresar la cuestión. Es también uno de los pasos más deli-cados. 
La forma en que se exprese el problema puede afectar en gran 
medida a las decisiones que adoptemos. 
Las trampas de las estimaciones y las previsiones. Mediante la prác-tica 
diaria, nuestra mente calibra cada vez mejor. No obstante, hacer es-timaciones 
70 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 
o previsiones sobre acontecimientos inciertos es una cosa muy 
distinta. A pesar de que los directivos realizan constantemente este tipo 
de estimaciones y previsiones, rara vez consiguen información clara so-bre 
su exactitud. 
Extractos de Toma de decisiones, 
P.Drucker, J. Hammond, R. Keeney, H. 
Raiffa, A. Etzioni, C. Argyris, P. Stryker 
y A. Hayashi. HBS, Deusto, 2004.
Focalizado toma  de decisiones

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Focalizado toma de decisiones

  • 1. Toma de decisiones 30 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012
  • 2. Focalizado Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 31 34 44 52 62 66 70 Dirigir: ¿Intuición o método? Pablo Regent El método científico de toma de decisiones José Ma. Rodríguez Diez principios fundamentales para decidir con eficacia Miguel Á. Ariño El desarrollo de ideas creativas Aaron Sabbagh y Matías Mackinlay ¿Importan los resultados? Pablo Regent Cuestiones de decisión para la acción directiva Luis Manuel Calleja Trampas en la toma de decisiones Peter Drucker, Howard Raiffa y otros 60
  • 3. En pocas palabras La toma de decisiones es la tarea más importante de un directivo. Es también la más difícil y la más arries-gada. Las malas decisiones pueden perjudicar, a ve-ces de forma irreparable, a la empresa y a la carrera profesional. Se deben tener en cuenta seis trampas que minan el campo de la toma de decisiones: la trampa del ancla, la de la situación creada, la de los costos irrecuperables, la de la prueba de confirma-ción, la de la expresión y la de las estimaciones y las previsiones. (Drucker, Raiffa y otros) Las técnicas para al proceso de toma de decisiones proceden principalmente de dos campos científicos: la Psicología y las Matemáticas. Algunas de estas téc-nicas solo son útiles para resolver determinados tipos de problemas; este es el caso de la investigación ope-rativa, la teoría de los juegos de estrategia, etc. Otras son de aplicación general a todos los problemas deci-sorios. Este es el caso del método científico de toma de decisiones. Conviene aclarar que el método cien-tífico de toma de decisiones contiene dos actividades o procesos de naturaleza distinta: La “resolución de problemas” y la “decisión”. En un sentido riguroso, se entiende por resolución de problemas un proceso intelectual que partiendo de una información termi-na en la formulación de una o más alternativas de acción. Por decisión debemos entender el acto de elegir una alternativa. La resolución de problemas es constitutivamente un razonamiento, mientras que la decisión es una elección. (Rodríguez) La decisión es un proceso solo en parte racional; lo emocional e intuitivo influyen decisivamente, por 32 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 eso conviene objetivar lo más posible con el con-curso de otras personas. La indecisión incapacita para dirigir. Debe procurarse lo razonable, no lo óptimo, pues esto, si falla, suele conducir a lo pé-simo. Es preciso decidir en el momento oportuno e iniciar la acción cuando sea necesario. La indeci-sión, el retardo o la precipitación tienen difícil re-versión pues se hace confusa la corrección. La de-cisión suele ser cosa de una persona, más o menos ayudada o aconsejada; el resto del proceso puede hacerse más participativamente. Entrenarse a per-der el miedo al error, al fracaso, al ridículo. Hay que tomar aquellas decisiones que le competen a uno, dejando el resto a quien sea; por distinta naturale-za, responsabilidad o nivel. No hay que prejuzgar su dificultad de implementación; esta consideración será posterior. Una decisión es buena si se toma responsable, fundamentada y documentadamente con los datos disponibles, incluso si el resultado fi-nal no fuera bueno. (Calleja) En el mundo de la empresa es posible distinguir a los directivos que se apoyan en su intuición de aquellos otros que se basan en metodologías for-males. Los primeros suelen hacerse notar debido a que toman decisiones sin entretenerse demasiado en análisis de ningún tipo. Son los que la “tienen clara”. Los “que la ven”. Los segundos se destacan por tomarse su tiempo para recabar información y pedir análisis que sustenten sus procesos deci-sorios. No acostumbran decidir antes de ejecutar una serie de pasos que les asegura que no han de-jado nada por el camino. Aunque pueda parecer
  • 4. Focalizado Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 33 contradictorio, los intuitivos suelen llevan ventaja cuando se encuentran en entornos estables. Se-guramente han dedicado un tiempo importante a trabajar en un sector particular y han contado con la fortuna de no sufrir alteraciones en las reglas de juego más significativas. Por el contrario, los metódicos logran una mejor performance cuando es necesario decidir en entornos poco conocidos o sujetos a cambios en una o más de las variables relevantes. (Regent) Decidir bien no es lo mismo que acertar. A veces uno decide bien, pero circunstancias imprevisibles hacen que las cosas nos salgan mal. Se puede de-cidir bien y no acertar. Podemos decir que las de-cisiones pueden ser correctas o incorrectas en fun-ción de cómo se decidió y que pueden ser favora-bles o desfavorables en función de los resultados. (Ariño y Maella) Afirmar que una decisión ha sido acertada no de-pende necesariamente de que haya solucionado el problema que se deseaba resolver. Obviamente una condición necesaria para que la decisión merezca el adjetivo de “acertada” es precisamente que el problema se resuelva. Pero solo es una condición necesaria, nunca suficiente. Para que también sea suficiente debe cumplirse que tal decisión no “haya plantado la semilla de problemas futuros”; dicho de otra forma, una decisión, además de solucionar el problema inmediato, debe facilitar menos problemas en el futuro, o al menos no traer como consecuen-cia no deseada la aparición de nuevos problemas. La afirmación anterior pone énfasis en que es muy complicado juzgar si una decisión ha sido buena so-lo por observar sus resultados. En todo caso, podría afirmarse que a partir de la observación a lo largo del tiempo de las decisiones de una persona y del conjunto de consecuencias que se van acumulando en ese mismo período, sería posible realizar un jui-cio de valor más o menos general acerca de la apa-rente eficiencia de ese decisor. Pero no mucho más que eso. Los resultados de lo que sea suelen estar influenciados por muchas variables, entre las que no son menos importantes las exógenas a la acción del decisor. (Regent) La suerte (buena y mala) es el conjunto de factores impredecibles e incontrolables que intervienen en una situación. Es frecuente que los directivos que han tomado alguna decisión incorrecta, aunque hayan podido tener suerte y los resultados de esa decisión hayan sido favorables, atribuyan insensata-mente el éxito a su capacidad directiva, y sigan de-cidiendo defectuosamente una y otra vez. Se cuel-gan medallas y no atienden a quienes sugieren otros modos más sensatos de decidir. El tiempo juega en contra de estos directivos. A medio plazo las con-secuencias negativas de sus defectuosos modos de decidir acaban saliendo a la luz. Si se decide mal, aunque se haya acertado puntualmente, acabarán por llegar a malos resultados. Uno puede lamentar-se de que no supo decidir bien, cuando en realidad tomó la mejor decisión posible teniendo en cuenta la información que tenía en ese momento. (Ariño y Maella)
  • 5. Dirigir: ¿Intuición o método? Por Pablo Regent, profesor del IEEM La toma de decisiones es la tarea más importante de un directivo; las malas decisiones pueden perjudicar, a veces de forma irreparable, a la empresa y a la carrera profesional. (pág. 70) Directivo metódico y directivo intuitivo, para la tarea directiva es im-portante 34 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 que se den ambas características. Pero primero conviene em-plear el método y luego la intuición. En el mundo de la empresa es posible distinguir a los directivos que se apoyan en su intuición de aquellos otros que se basan en metodologías formales. Los primeros suelen hacerse notar debido a que toman deci-siones sin entretenerse demasiado en análisis de ningún tipo. Son los que la “tienen clara”. Los “que la ven”. Los segundos se destacan por to-marse su tiempo para recabar información y pedir análisis que sustenten sus procesos decisorios. No acostumbran decidir antes de ejecutar una serie de pasos que les asegura que no han dejado nada por el camino. Aunque pueda parecer contradictorio, los intuitivos suelen llevar ven-taja cuando se encuentran en entornos estables. Seguramente han dedicado un tiempo importante a trabajar en un sector particular y han contado con la fortuna de no sufrir alteraciones en las reglas de juego más significativas. Por el contrario, los metódicos logran una mejor performance cuando es necesario decidir en entornos poco co-nocidos o sujetos a cambios en una o más de las variables relevantes. En los hechos, todo directivo es algo intuitivo y un poco metódico a la vez. Sin embargo, no se trata de ser un poco de cada cosa así como así. En este artículo argumentaremos que, aunque ambas ca-racterísticas son fundamentales para lograr buen suceso en la tarea directiva, es muy relevante el orden en que se presentan estas dos actitudes llegado el momento de decidir. La tesis es que en las cues-tiones de criterio –no en las técnicas– la aproximación a través de un modelo de análisis es previa al uso de lo que en general se cono-ce como intuición. A su vez la tesis conlleva un corolario, si el orden es inverso, si en forma sistemática primero se da paso a la intuición y luego al método, solo el azar o la fortuna pueden llevar a una gestión directiva adecuada. A continuación se describe un análisis aplicado a una situación algo heterodoxa para el mundo de la empresa. Posteriormente, una vez agotado lo que puede dar, se pasan a realizar algunas re-flexiones acerca del manejo “intuitivo” de las decisiones políticas,
  • 6. Focalizado utilizando una anécdota con un cierto ribete histórico. Cierra el artículo un apartado de conclusiones con algunas recomendaciones. Un aporte desde la hípica ¿Ha ido usted alguna vez al hipódromo? ¿Es un habitué del depor-te de los reyes? Como muy probablemente la mayoría de los lectores contesten que no, adaptaré para mí la actitud de Oliver Williamson: si al menos un lector no entiende de caballos de carrera, consideraré a todos en su misma situación. Los metódicos logran una mejor per-formance cuando es necesario deci-dir en entornos poco conocidos o su-jetos a cambios en una o más de las variables relevantes. [ continúa ] Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 35 Suponga que a usted le preguntan si acertar en las carreras es fácil. Su respuesta será que no. Corren muchos caballos, un día gana uno, otro día otro, las fijas nunca llegan primero y todos conocemos algún caso mas o menos cercano que se arruinó jugando en la calle Guerra. Para mejor, si algo entiende de tango, recordará el cierre del famoso Por una cabe-za, en el que el intérprete más notable que ha visto nacer Tacuarembó –me refiero a Gardel obviamente– nos narra cómo la frustración de la derrota por una cabeza de un noble potrillo, que justo en la raya aflo-ja al llegar, se cierra con una respuesta imaginaria del cabizbajo corcel que le dice al apostador, resignado, vos sabés hermano, acordate, no hay que jugar. Pero más allá del Mago, la prudencia y la sana aver-sión al juego, acertar en las carreras no es solo cuestión de puro azar. Vamos a situarnos en una tarde soleada en el palco maroñense. Un amigo lo ha invitado por primera vez a las carreras y usted está deslum-brado con el colorido del espectáculo. Su anfitrión, carrerista hecho y derecho, le suelta un sermón acerca de a quién habrá de apostar. Le hablará de linajes, tabuladas e infinidad de cuestiones que usted no entiende ni tampoco le interesan. Por el contrario, a usted le gusta el 8, ya que es su número de la suerte y además los colores que lleva el jockey le recuerdan al cuadro de sus amores. En fin, que siguiendo es-tas reglas tan originales usted le juega al que se le antoja y… acierta. Alegría, sensación de triunfo “¡Que fácil que es esto!, ¡mucho estudio pero yo vengo acá y acierto de entrada!”, palmadas en la espalda y enseguida llega la próxima carrera, otra vez elige por lo simpático del nombre, por el número de la suerte o simplemente debido a que uno
  • 7. de los participantes tiene una mirada que le recuerda a su suegra. Su amigo, el experto, le aconseja que mejor no le juegue, que tiene muy poca chance, pero usted ya está envalentonado, va a la ventanilla y con voz de quien sabe en serio dice, dame 100 ganadores al 5… y el 5 llega último, con estilo pero último. Lo cierto es que es complicado. En cada carrera corren una docena de caballos, lo que hace que acertar por intuición obligue a tomar una chance en doce, ni siquiera un 10% de probabilidad de éxito. Sin em-bargo, A corto plazo puedes tener resultados positivos habiendo decidido mal o resultados negativos habiendo decidido bien. Pero a largo plazo si decides bien acabarás obteniendo los resultados pretendidos. Fuente: Iceberg a la vista, M. A. Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 2009. 36 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 algunas personas que van seguido al hipódromo no concuerdan con este cálculo. En su forma de razonar ellos reconocen que acertar uno en doce es muy complicado, casi temerario. Mas las cosas cam-bian si el universo de doce se logra reducir. Veamos cómo puede su-ceder tal cosa. Nuestro amigo experto nos dice que en la carrera en cuestión hay dos caballos, el 5 y el 9, que están fuera de categoría. Su chance de ganar es mínima pues se enfrentan a animales de una categoría netamente superior, por lo que se reduce el lote de aspi-rantes al triunfo a diez. También eliminan al 1 y al 8. Los han visto en las mañana de ensayo y los tiempos cronometrados no son nada ha-lagüeños. El universo ha bajado a ocho. Por otra parte, un viejo cono-cido, propietario de un participante, le ha comentado que su caballo no está del todo bien y que lo corre para probarlo en carrera pero sin ninguna aspiración de ganar. Ya solo van quedando siete. En cuanto a los jockeys, al número 2 lo monta uno que no se caracteriza por su destreza. En realidad, la grey burrera asume casi por unanimidad que si le dan la conducción a él es debido a que no hay mucho entusias-mo por llegar primero al disco. Así hemos llegado a apenas seis parti-cipantes. Nuestro experto aún se anima a reducir el lote a cinco pues ha observado con ojo clínico que durante el canter preliminar –el pa-seo que previo a la carrera realizan todos los competidores para así mostrarse a los apostadores– el número 12 presenta un estado físico muy poco adecuado para la exi-gencia de una carrera como la que le espera. Obviamente llegado este punto el entusiasmo es tal que si uno es lego en la materia estará muy animado esperando argumen-tos adicionales para reducir aún más el lote, en lo posible hasta que esté formado por un solo competidor. Pero tal cosa no sucede. Nuestro amigo, el experto, nos dice que entre los cinco que quedan no hay forma de eliminar a ninguno. Según su criterio, entre ellos estará el ganador. Le gusta uno más que otro pero no lo suficiente
  • 8. Focalizado como para eliminar a cualquiera de ellos. ¿Y ahora qué hacemos?, pregunta el inexperto. Ahora arriesgamos, será la respuesta. Ahora hay que optar por uno de los cinco. Uno es el que tiene el mejor his-torial, Cuando estamos en la empresa pode-mos enfrentar el proceso de toma de decisiones por intuición o siguiendo un procedimiento; en el primer caso se parece a quien va a las carreras y apuesta por feeling. [ continúa ] Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 37 aquel presenta el mejor estado físico pero acostumbra ser muy irregular, un tercero corre con la ventaja de llevar encima al mejor jockey del mo-mento, la mejor posición en los partidores mecáni-cos –las gateras para los que peinan canas– le da ventaja a otro mientras que la pista fangosa por la lluvia de la mañana incrementa la posibilidades del restante. Hay que elegir, hay que jugarse o decir paso, que también es decidir. Un carrerista experto sabe que no es necesario ni conveniente apostar en todas las pruebas. El análisis a veces aconseja abstenerse; pero el análisis no es decisión, ha llegado el momento del juicio, de la acción. Bastante ha hecho ya el análisis metódico, ha terminado el tiempo de los “técnicos”. Se hace presente la informa-ción escasa, la incertidumbre, las asimetrías informativas1. Es tiempo de cambiar el enfoque. Combatir la incertidumbre Cuando estamos en la empresa podemos enfrentar el proceso de to-ma de decisiones por intuición o siguiendo un procedimiento. En el primer caso se parece a quien va a las carreras y apuesta por feeling. Me gusta el 8, me gusta el nombre del 4 o “la veo clara”, gana el 11. Y quizás acierte, pero el problema es que no alcanza con acertar una vez, ni tampoco dos. Hay que acertar la mayor cantidad posible de veces. Ahí comienzan los problemas. Por contrapartida, se puede se-guir un procedimiento, más o menos sofisticado pero como mínimo uno que incluya los pasos básicos: identificación de hechos relevantes, definición de problema, identificación de alternativas, elección de cri-terios, decisión y plan de acción. Lo que se busca es reducir la incer-tidumbre asociada a la decisión y así incrementar la probabilidad de decidir en forma acertada. Con los caballos se trata de lograr pasar de doce alternativas a la menor cantidad posible. De esta forma habremos reducido la incer-tidumbre eliminando aquellas alternativas que no tienen que dis-traernos. Si en el proceso de descarte cometemos errores técnicos o nos manejamos con información errónea, nuestro análisis se con-vierte en una plataforma de lanzamiento hacia el fracaso. Ni hablar de mejorar el proceso decisorio, político por naturaleza, si aún man-tenemos carencias técnicas. Es como querer hacer poesía sin saber las reglas básicas de ortografía. Saber del negocio o dominar la téc-nica relevante va de suyo. 1. Los análisis de probabilidades, las técnicas estadísticas, los análisis de sensibilidad o los horizontes contingentes son todos caminos formales de aplicar análisis riguroso a situa-ciones con incertidumbre. Más allá de esto, y reconociendo que existen situaciones muy particulares en que el análisis puede llegar a sustituir el juicio, lo más habitual es que esto no suceda y que la aproximación final a la solución exija un juicio de valor.
  • 9. Ahora bien, de la misma forma que cuando quedan cinco caba-llos empresarial es igual. En un caso particular supongamos que el análisis profesional muestra sin duda que es necesario bajar el precio, también que no hay que hacerlo mas allá del diez por cien-to, pero se duda acerca de cómo reaccionará la competencia y los clientes ante las alternativas que van del uno al nueve por ciento. Allí ya no hay método –siempre hay un momento en que el método se termina–. En los hechos algunos eligen reducir el precio un cinco por ciento y aciertan. Mientras que otros elegirían hacerlo un porcentaje diferente y tendrían un resultado no tan bueno. Igual que dos turfmen, que al enfrentarse al mismo universo escogido de competidores, uno tiende a elegir siempre el competidor que pierde mientras el otro al que gana. Hay quien a esto le llama suerte, otros hablan de intuición. Mas la suerte puede existir, en la vida se ve que es así. En realidad el azar tiene que ver con los sucesos aislados, no con los que se dan en forma sistemática. En las carreras, hay personas que en general eli-gen el caballo equivocado mientras que otras, luego del mismo análi-sis eligen el caballo correcto. Lo mismo pasa en las empresas, hay al-gunos mientras que otros hacen el mismo análisis o al menos similar y… casi siempre aciertan. Pero no es suerte. Nuevamente vamos a evitar la explicación teórica e intentaremos justificar esta afirmación con una anécdota. Vayamos 200 años atrás, a una anécdota que historiadores no muy serios –pero si amenos– le adjudican a Napoleón Bonaparte. Los métodos del Emperador Según cronistas apócrifos, en una ocasión en que las tropas imperia-les estaban listas para iniciar una campaña de conquista, se suscitó el siguiente diálogo entre Napoleón y sus oficiales de Estado Mayor. "Sire, es necesario nombrar a un mariscal al frente de nuestro ejército, recomendamos al mariscal Labraguette"2 –a continuación los oficiales presentaron un listado interminable de méritos por los cuales el elegi-do merecía el puesto, entre los cuales no era menor la manifiesta devo-ción al Emperador, lo cual muestra que en los regímenes personalistas los caminos para hacer carrera no han cambiado demasiado a lo largo de los siglos–. Napoleón asintió con gesto inexpresivo mientras mante-nía su mano derecha semi oculta entre el segundo y tercer botón de su guerrera; luego de unos segundos de silencio, preguntó: "¿Cómo le ha ido a Labraguette en los negocios? ¿Ha hecho fortuna?". El decano de los oficiales, algo sorprendido por la pregunta, respondió que no muy bien. Según dijo, el botín que Labraguette había obtenido en su carrera militar lo había invertido en viñedos en unas tierras cercanas a los Pirineos. Justamente las mismas tierras que poco tiempo después Afirmar que una decisión ha sido acertada no depende necesariamente de que haya solucionado el problema que se deseaba resolver. (pág. 62) 38 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 y no se pueden seguir descartando más chances, en la vida directivos que hacen brillantes análisis y… suelen equivocarse, [ continúa ] 2. Por más datos del mariscal Labraguette, ver la novela de ficción A la sombra del águila, de Arturo Pérez Reverte.
  • 10. habían sido elegidas como lugar de paso para las tropas que invadieron España. En síntesis, Labraguette no había podido cosechar ni una uva. El oficial insistió con los méritos militares del candidato, valiente como pocos, primero en su promoción en Saint Cyr además de reflexionar que no había forma de que alguien supiera que por esas tierras mar-charía 40 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 un ejército unos meses después; simplemente había sido mala suerte. El Emperador lo volvió a interrumpir. En esta ocasión preguntó por su vida amorosa, por la de Labraguette obviamente. Los oficiales intercambiaron miradas nerviosas. Todos sabían que Mme. Labraguette no había mantenido una conducta ejemplar durante las largas estadías de su marido en el frente. La incomodidad de la situación se generaba en que Napoleón era especialmente sensible a estos asuntos desde que había descubierto cómo se entre-tenía Josefina cuando él mismo estaba en campaña. En fin, que con mucho tacto le hicieron saber que el matrimonio de Labraguette no había sido lo mejor que a este le había sucedido a la vez que con actitud condescendiente le restaban importancia al inciden-te. Napoleón, luego de asentir con un claro gesto de dolida comprensión inquirió: "¿Y en el juego, cómo le va?". Sabido es que en aquella época en que no había radio, televisión ni internet, los soldados mata-ban el tiempo jugando a los naipes. Nuevamente la respuesta fue que le iba mal. Ligaba tan poco que cada vez que Labraguette se sentaba en una mesa de juego había cola para jugar contra él. Entonces Napoleón, con voz grave dijo: "Gran soldado Labraguette, lo recuerdo bien, pero mejor no lo pongan al frente de mi ejército, los oficiales protestaron, es un gran soldado, el problema es que no tiene suerte". Mas Napoleón ya había tomado una decisión, "tiene demasiada mala suerte, ¡c´est ça le problème!". Cuando alguien sistemáticamente encuentra que sus decisiones han tenido consecuencias negativas es lo mismo que cuando en las carreras elegimos una vez si y otra también el caballo equivocado. No podemos achacarle la culpa del fracaso a la mala suerte. Allí sí entra en juego la intuición, eso que la experiencia nos ha permitido asimilar y que aunque no lo sabemos explicar, lo tenemos aprehendido. Esa intuición que nos permite cubrir el último cuar-to de milla es, ni más ni menos, sabiduría directiva. Es muy diferente de la intuición del irreflexivo o del temerario. Esa no es intuición, es simple pereza, o en algunos casos ignorancia irresponsable, que sabiendo que no sabe igual decide actuar como si No podemos achacarle la culpa del fracaso a la mala suerte; allí sí entra en juego la intuición, eso que la ex-periencia nos ha permitido asimilar y que aunque no lo sabemos explicar, lo tenemos aprehendido.
  • 11. Focalizado el conocimiento no importara. Napoleón se da cuenta de que algo hay en el candidato que no es suerte, será en la vida personal, pero es sistemático y eso le asusta. No sabe bien la causa pero sí ve los síntomas. Será por poco reflexivo, quizás por falta de paciencia o incluso por carecer de la personalidad necesaria. Lo cierto es que al bueno de Labraguette –bueno como técnico, es un gran soldado– en los asuntos de criterio le suele ir mal y seguro que hay un común denominador. Napoleón no ignora que eventualmente está siendo injusto con el mariscal, pero la suya es una decisión política y como buen político sabe que estas decisiones conllevan un cierto grado de incertidumbre. Ya le han facilitado todo el análisis que las circuns-tancias permitían, ahora ha de decidir ayudado por su intuición, ahí Cuando se embarque en una em-presa en la que los que dirigen lo hacen en el orden inverso, escape en cuanto pueda, solo el azar lo puede ayudar, y el azar vale en los juegos de tiro único. La ley de los grandes números no perdona a los irreflexivos. Menos aún a los ignorantes. Eres responsable de cómo tomas las decisiones, no de sus resultados. No tengas un injustificado sentido de la responsabilidad. Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 41 los grandes hacen la diferencia. Conclusión En primer lugar, no una conclusión pero al menos un consejo, no se tome las carreras más que como un pasatiempo. No dan para más que eso. Una ocasión para divertirse entre amigos y hasta para pasar una tarde en familia. Tanto estudio y análisis mejor dedicarlo a cuestiones más serias y provechosas. Por otra parte, lo lindo de las carreras es ponerle un toque de irreflexión, en caso contrario se vuelve muy abu-rrido. Ahora pasemos a lo medular de estas líneas. Cuando hay que usar el criterio –lo propio de la función directiva– primero el método y luego eso que el común de la gente llama intui-ción. Siempre que enfrente un problema, aplique todos los análisis técnicos a su alcance para delimitar el universo posible, una vez que estos no den más de sí, no siga buscando análisis alternativos, asuma que ha llegado el momento de decidir, el tiempo político. Si usted es una persona bien formada, con experiencia en el sector, con un buen aprendizaje acerca de las claves del negocio, su “intuición” le llevará las más de las veces a una decisión al menos aceptable. Artículo publicado en Revista de Antiguos Alumnos del IEEM, febrero 2008, n°33. Fuente: Iceberg a la vista, M. A. Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 2009.
  • 12. 42 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012
  • 13.
  • 14. El método científico de toma de decisiones Por José Ma. Rodríguez, profesor del IESE Una de las manifestaciones más significativas de la profesionalización de la dirección de empresas es la incorporación de técnicas rigurosas al proceso de toma de decisiones. Las técnicas para al proceso de toma de decisiones proceden princi-palmente Se entiende por resolución de pro-blemas un proceso intelectual que partiendo de una información termi-na en la formulación de una o más alternativas de acción. 44 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 de dos campos científicos: la Psicología y las Matemáticas. Algunas de estas técnicas solo son útiles para resolver determinados tipos de problemas; este es el caso de la investigación operativa, la teoría de los juegos de estrategia, etc. Otras son de aplicación general a todos los problemas decisorios. Este es el caso del método científico de toma de decisiones. Antes de proseguir, conviene aclarar que el método científico de to-ma de decisiones contiene dos actividades o procesos de naturaleza distinta: La "resolución de problemas" y la "decisión". En un sentido ri-guroso, se entiende por resolución de problemas un proceso intelec-tual que partiendo de una información termina en la formulación de una o más alternativas de acción. Por decisión debemos entender el acto de elegir una alternativa. La resolución de problemas es constitu-tivamente un razonamiento, mientras que la decisión es una elección. El método científico de toma de decisiones es, en cierto modo, una versión del camino seguido por un investigador riguroso en sus investigaciones. Lo encontramos también presente, aunque no de un modo tan explícito, en muchas actividades profesio-nales. En el caso de la profesión médica es singular-mente patente. El médico, ante el enfermo, empieza por hacer una explicación minuciosa (recogida y aná-lisis de los hechos), que le sirve de base para formular un diagnóstico (definición del problema) y, finalmente, recomienda un tratamiento (formulación de alternativas y decisión). La exposición que se hace a continuación es necesariamente abrevia-da, ya que no pretende justificar el método sino orientar su aplicación a la toma de decisiones en la empresa.
  • 15. Focalizado El método consiste básicamente en seguir una serie de etapas (ver fi-gura en p. 51). Sin embargo, estas etapas deberán tomarse, más que como una secuencia rígida, como una serie de requisitos lógicos que, en algún momento y en cierto grado, hemos de respetar. Por otro lado, hay que tener en cuenta que solo podemos "programar" nuestro pensamiento dentro de ciertos límites, más allá de los cuales sería antinatural y da-ñaría Sentir un problema implica percibir una desviación de los acontecimien-tos de cara a un objetivo; si no te-nemos objetivos no hay problemas. La creatividad adquiere una importancia relevante en el proceso de toma de decisio-nes en la medida en que nos permitirá generar alternati-vas. (pág. 52) [ continúa ] Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 45 nuestro trabajo decisorio, que exige una equi-librada combinación de espontaneidad y de rigor. Las etapas de este método son entre sí estrechamen-te interdependientes, no solamente en el sentido de que cada una depende de las precedentes, sino también en el sentido contrario, esto es, algunas etapas anteriores se apoyan en "actividades mentales" que corresponden a etapas posteriores; así, por ejemplo, la "recogida de información" supone alguna clase de "hipótesis" sobre la naturaleza del problema, ya que si no "sintiésemos" que hay un pro-blema y que este es de una determinada clase no haríamos ningún esfuerzo por resolverlo. Asimismo, cada una de estas etapas requiere una "postura mental" diferente. En algunas de ellas, conviene adoptar una postura mental espontánea, semejante a la que se adopta en un brainstorming; esta parece ser la postura apropiada en la etapa de "recogida de informa-ción" y de "formulación de alternativas". Se trata, entonces, de anotar todos los hechos y todas las alternativas que vengan a la mente del sujeto o del grupo. Este tono de espontaneidad es, por supuesto, más patente y más relevante cuando el trabajo se realiza en un grupo. En otras etapas, la postura mental debe ser más bien rigurosa, concen-trada y lógica. Este es el caso de la subetapa de "clasificación de infor-mación" y de las etapas de "formulación de criterios de valoración" y de "valoración de alternativas". Finalmente, por las razones que hemos indicado anteriormente, las conclusiones obtenidas al término de una etapa pueden aconsejarnos retornar a una etapa anterior, incluso al pun-to de partida. Predefinición Veíamos anteriormente que no es concebible un esfuerzo dirigido a resolver un problema si no "sentimos" previa-mente que –valga la repetición– hay un problema. Y para que sintamos que algo es un problema hace falta, a su vez, que veamos que una determinada meta está en peligro de no lograrse. Con otras palabras, sentir un problema implica percibir
  • 16. una desviación de los acontecimientos de cara a un objetivo. Si no tenemos objetivos –entiendo el término en su sentido más amplio– Si quieres aprender analiza tus decisiones en función de cómo las has tomado, y no solo de los resultados obtenidos. 46 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 no hay problemas. Por otra razón, un determinado acontecimiento que es un problema para el Sr. o la empresa A puede no serlo para el Sr. o la empresa B, porque sus objetivos son distintos. Si queremos ser rigurosos –y de esto trata el méto-do que estamos exponiendo– hemos de procurar no dar esta definición como definitiva, sino de con-siderarla como lo que, en el lenguaje científico, se llama hipótesis. Para ello, anotemos esta definición preliminar considerándola como una "predefinición" y dejémosla en suspenso, hasta que los hechos nos la confirmen o nos la desconfir-men. Si adoptamos esta precaución, evitaremos el riesgo de caer en lo que se ha denominado "diagnóstico sintomático", consistente en considerar como problema lo que es un mero síntoma. Recogida de información En esta etapa se trata, básicamente, de obtener la información re-levante sobre el problema en cuestión. Sin embargo, al abordarla hemos de ser conscientes de que la recogida de información puede alargarse indefinidamente y de que hemos de tomar una resolución sobre la amplitud de nuestra búsqueda, pues a nadie se le oculta que la determinación de que disponemos en este momento, o bien desa-rrollar un estudio exhaustivo (por ejemplo, una encuesta, si se trata de un problema de personal, o un estudio de mercado, si se trata de un problema comercial, etc.). Aquí intervienen factores muy diversos: costo, tiempo disponible, preferencias personales, etc. Esta etapa re-quiere espontaneidad. Como adelantaba antes, la postura mental es buscar a fondo y anotar todo lo que parezca inicialmente relevante, sin preocuparse, ni por el orden, ni por el grado de importancia. Al recoger la información es de la mayor importancia cuidar de dis-tinguir lo que es un hecho (esto es, algo que nos consta por propia observación o por un testimonio fidedigno) de lo que es una mera opinión (esto es, un dictamen, concepto o apreciación personal sobre una cosa). Esta etapa tiene una subetapa, en la que la información recogida deberá clasificarse, de tal modo que pueda ser manejada. Así, por ejemplo, si se está estudiando la situación actual de una empresa, [ continúa ] Muchos problemas no llegan a resol-verse porque nos resistimos a definir-los tal como son, quizás porque intui-mos las dificultades que trae consigo la alternativa a que nos conduce su definición apropiada. Fuente: Iceberg a la vista, M. A. Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 2009.
  • 17. esta información podría clasificarse por áreas funcionales: Comercial, Finanzas, Producción, etc. Esto exige rigor lógico. A nadie se le oculta que traducir los objetivos en criterios de valoración no es tarea fácil; sin embargo solo si los hacemos explícitos podremos tener una cierta seguridad de que la alternativa elegida apunta a nues-tros objetivos. Muchas veces tomamos decisiones esperando –ingenuamente– que a pesar de ello vamos a acertar, y nos abandonamos a la suerte. 48 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 Definición del problema La etapa siguiente tiene por objetivo definir el pro-blema y distinguir sus aspectos o subproblemas. Partiendo de la información debidamente clasifi-cada en la etapa anterior, ahora se ha de realizar el esfuerzo de analizar rigurosamente y de ver la relación existente entre los hechos identificados (síntomas) a fin de llegar a una síntesis final; aquí hemos de evitar el caer en suposiciones gratuitas, entendiendo por tales el asignar un efecto a una causa meramente posible. Esta etapa es crucial en el proceso de toma de decisiones, hasta tal punto que podemos decir que un problema bien definido es un pro-blema parcialmente resuelto. Muchos problemas no llegan a resol-verse porque nos resistimos a definirlos tal como son, quizás porque intuimos las dificultades que trae consigo la alternativa a que nos conduce su definición apropiada. Frecuentemente, nos bloquea la búsqueda de una "buena solución", cuando lo único viable es una "solución menos mala". La definición del problema está estrechamente ligada a la formula-ción de criterios de valoración, hasta tal punto que, en cierto mo-do, ambas etapas forman una unidad. Efectivamente, como sugería anteriormente, un acontecimiento se constituye en problema para nosotros solamente en el grado en que es un obstáculo para el lo-gro de nuestros objetivos. (Todos tenemos un "sistema de preferen-cias" que guía nuestras elecciones; sin "sistema de preferencias" no es concebible que haya problemas para el sujeto decisor). Ahora bien, nuestros objetivos han de concentrarse en cada situación, ya que, por su propia naturaleza, no son plenamente formalizables. Por ejemplo, el sistema de preferencias de una sociedad se concreta de un modo distinto según que haya abundancia o escasez de recursos Fuente: Iceberg a la vista, M. A. Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 2009.
  • 18. Focalizado energéticos; la actual crisis energética está modificando, en cierto modo, nuestras preferencias y, consiguientemente, nuestro modo de definir los problemas. Formulación de criterios de valoración El método que estamos examinando apunta a que realicemos el esfuerzo de hacer explícitos los criterios que nos van a guiar para evaluar las alternativas, ya que muchas decisiones se toman por corazonada o por un impulso súbito, casi sin mirar sus consecuen-cias, ni considerar el objetivo final. Observe el lector cómo los cri-terios de valoración son una consecuencia lógica de los objetivos que nos propongamos o, utilizando un lenguaje formal, del "siste-ma Cuando nos concentramos en buscar una solución para un problema ten-demos a coger una especie de "carril mental", que nos aparta de otras po-sibles Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 49 de objetivos y políticas" de la organización. A nadie se le oculta que traducir los objetivos en criterios de valoración no es tarea fácil; sin em-bargo solo si los hacemos explícitos podremos tener una cierta seguridad de que la alternativa elegida apunta a nuestros objetivos. Esta etapa, pues, exige también por parte del sujeto un no-table rigor lógico. Formulación de alternativas En contraste con la etapa anterior, esta exige una postura mental es-pontánea. Se trata, ahora, de anotar todas las alternativas que nos vengan a la cabeza, sin preocupamos de su factibilidad. Esta esponta-neidad es aconsejable porque, como ha puesto de relieve la Psicología del Pensamiento, cuando nos concentramos en buscar una solución para un problema tendemos a coger una especie de "carril mental", que nos aparta de otras posibles vías de solución. La espontaneidad nos permite, en cierto modo, evitar esta trampa. Valoración de alternativas Ahora nos encontramos nuevamente con una etapa que requiere una postura mental rigurosa. Se trata, en primer lugar, de ver el grado en que las alternativas formuladas se ajustan a los criterios anteriormente formulados y, en segundo lugar, de examinar su factibilidad: riesgos que se corren, costos, etc. Cuando hay mucha diversidad de alternativas y de criterios puede ser útil cons-truir una "matriz", situando las alternativas en las columnas y los criterios en las filas o viceversa. Al final de esta etapa, el terreno está preparado para que elijamos entre las alternativas debidamente elabo-radas y valoradas. Ha llegado el momento de la decisión. [ continúa ] vías de solución. Hay que estar atentos a salirse de lo convencional, observar las evidencias y no desechar “hipótesis imposi-bles”. (pág. 60)
  • 19. No juzgues tus decisiones pasadas con la información de la que dispones en el presente: es autodestructivo. 50 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 El caso especial de la resolución de problemas y la decisión en grupo Cuando el trabajo de resolver un problema recae sobre un grupo, sea o no un comité formal, el mé-todo que estamos examinando adquiere especial importancia, por varias razones. En primer lugar, desde el ángulo de la resolución de problemas, un grupo es "un conjunto de cabezas pensantes", cuya actividad intelectual debe ser de algún modo "coordinada"; ahora bien, el modo más fácil de lo-grar esta coordinación –y sincronización– es invitar a los participantes a realizar en cada momento y todos simultáneamente una misma "actividad in-telectual", ya sea reunir información o formular alternativas, etc.... A este fin, el método descrito puede ser un instru-mento muy útil, si se usa con la agilidad requerida. En segundo lugar, un grupo no tiene más memoria que la de cada uno de sus miembros, de ahí la importancia de que disponga de una "memoria externa" o "de grupo"; el modo más fácil y operativo de pro-porcionarle esta "memoria de grupo" es procurar que uno de sus miem-bros anote en una pizarra o en un rotafolio las aportaciones de los participantes en forma resumida. De este modo, las ideas y las conclu-siones del grupo están continuamente a la vista de todos; al propio tiempo, si el "secretario" señala las etapas claramente en la pizarra, los participantes pueden conocer la etapa en que están trabajando. Por lo demás, estas anotaciones pueden servir de base para redactar la memoria de la reunión. Fuente: Iceberg a la vista, M. A. Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 2009.
  • 20. Deténgase. Lea atentamente. Piense. "El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe adónde va". Antoine de Saint-Exupery [ continúa ] (1) Con esta flecha se quiere indicar que las conclusiones obtenidas al tér-mino de una etapa pueden aconsejar la vuelta a una etapa anterior.
  • 21. Diez principios fundamentales para decidir con eficacia A andar se aprende andando. A nadar de aprende nadando. Pero a tomar decisiones no se aprende solo tomando decisiones. Se aprende a decidir cuando se interiorizan determinados principios básicos. 1.Preocupate por decidir bien más que por acertar Decidir bien no es lo mismo que acertar. A veces uno decide bien, pe-ro circunstancias imprevisibles hacen que las cosas nos salgan mal. Se puede decidir bien y no acertar. Podemos decir que las decisiones pue-den ser correctas o incorrectas en función de cómo se decidió y que pueden ser favorables o desfavorables en función de los resultados. La suerte (buena y mala) es el conjunto de factores impredecibles e incontrolables que intervienen en una situación. Es frecuente que los directivos que han tomado alguna decisión incorrecta, aunque hayan podido tener suerte y los resultados de esa decisión hayan sido favo-rables, atribuyan insensatamente el éxito a su capacidad directiva, y sigan decidiendo defectuosamente una y otra vez. Se cuelgan meda-llas y no atienden a quienes sugieren otros modos más sensatos de decidir. El tiempo juega en contra de estos directivos. A medio plazo las consecuencias negativas de sus defectuosos modos de decidir aca-ban saliendo a la luz. Si se decide mal, aunque se haya acertado pun-tualmente, acabarán por llegar a malos resultados. Uno puede lamentarse de que no supo decidir bien, cuando en reali-dad tomó la mejor decisión posible teniendo en cuenta la información que tenía en ese momento. Tomamos decisiones para resolver asuntos que van surgiendo o que vamos provocando con el objetivo de mejorar nuestra situación, y so-lemos pensar que se ha decidido bien cuando el asunto se ha resuelto y en caso contrario, si no se ha resuelto pensamos que hemos decidi-do mal. Este es un error frecuente que cometemos cuando tomamos decisiones. 2. Identifica claramente tus objetivos Antes de tomar una decisión lo fundamental es identificar previa-mente qué se quiere conseguir. Acostumbramos a dar por supues-to que sabemos lo que queremos, pero muchas veces no es así, nos falta reflexión para conocer nuestros verdaderos objetivos, y 52 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 a veces presentamos como pro-blemas cuestiones que no lo son realmente. La reflexión sobre lo que son nuestros verdaderos objetivos es lo que nos permitirá definirlos claramente. Cuanto más reflexio-nemos sobre ellos, más cerca es-taremos de darles respuesta con una decisión adecuada. ¿Y qué significa reflexionar sobre los ob-jetivos? En primer lugar implica hacerse una simple pregunta: “¿Qué quiero/necesito lograr?”, y responderla por escrito. ¿Por qué por escrito? Porque al anotar sobre el papel nuestros objetivos evitamos perder la atención so-bre ellos con el paso del tiempo. Por otra parte, si los objetivos que nos marcamos son ambiciosos, las decisiones que tomaremos para alcanzarlos también serán ambi-ciosas, y al contrario. Por ello, si nos ponemos metas ambiciosas, Extractos del libro Iceberg a la vis-ta. Principios para tomar decisio-nes sin hundirse, Miguel Á. Ariño y Pablo Maella, Ediciones Urano, Barcelona, 2009.
  • 22. Focalizado tendremos más posibilidades de obtener resultados impactantes que si optamos por objetivos más mediocres. Aparte de saber exactamente qué es lo que queremos conseguir, también tenemos que establecer y clarificar los criterios que nos ha-rán tomar una decisión u otra. Los criterios son los elementos o las condiciones que le pedimos a una decisión, es decir, si para una per-sona la simplicidad es un criterio fundamental, entonces la decisión Cuando hay que usar el criterio –lo propio de la función directiva– primero el método y luego eso que el común de la gente llama intuición. (pág. 34) [ continúa ] Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 53 que tome deberá ser simple. Lo recomendable es escribir los criterios y otorgar-les un orden de importancia, es decir, priorizarlos porque a algunos criterios les daremos más rele-vancia para tomar nuestras decisiones que a otros; por ello es importante tenerlos claros y ordenados, para que no acabemos tomando decisiones que no satisfagan nuestros objetivos. 3. Plantea tus problemas en forma realista Un mismo problema se puede plantear desde muy diferentes pun-tos de vista y la decisión que tomemos dependerá de cómo lo hemos planteado. Planear un problema de forma realista consiste básicamente en cen-trarse en las causas principales del mismo, es decir, preguntarse por las causas últimas que lo provocan. Una forma frecuente de no plantear adecuadamente los problemas es definirlos en términos de soluciones, es decir, poner en el enuncia-do del problema una posible solución. Cuando en el mismo enuncia-do del problema incluimos una solución, nos estamos limitando para hacer el análisis de otras posibles soluciones. Plantearse los problemas de forma ventajosa también impide ha-cerlo con realismo. En la medida en que nuestro planteamiento sea más realista tendremos más posibilidades de tomar una decisión correcta. La dificultad estriba en que la realidad se percibe de forma subjetiva, es decir, se ve según el color de los ojos con los que la miramos. Dado el ses-go subjetivo con que enfocamos la realidad, plantear los problemas de forma realista también implica que di-ferenciemos entre hechos y opiniones o juicios de valor. Una cosa son las realidades (hechos) y otra las percepcio-nes subjetivas de esa realidad a la que uno puede otorgar el estatus de “realidad”. Un mismo problema se puede plan-tear desde muy diferentes puntos de vista y la decisión que tomemos dependerá de cómo lo hemos plan-teado.
  • 23. Si nos atenemos a los hechos, es decir, a lo que acaece en la realidad y es comprobable, entonces podremos plantear los problemas de una forma más realista y evitar los sesgos personales. Para plantear un pro-blema que ha pasado y no en las opiniones o interpretaciones de los hechos. Si optamos por una alternativa, he-mos de buscar todos los argumentos que pudieran mostrar que esa opción no es la más conveniente. optamos por una de ellas por razones emocionales o porque tenemos una intuición de que esta es la mejor. En ese momento un error muy frecuente es cerrarse a considerarse otras posibilidades. Cuando hemos tomado una decisión, nos cuesta cambiarla aunque existan razones de peso para hacerlo. El modo más inteligente de abordar una situación de este tipo es la de hacer de abogado del diablo de la alternativa que nos parece más adecuada. Si optamos por una alternativa, hemos de buscar todos los argumentos que pu-dieran desmontados todos esos argumentos, deberemos buscar las razo-nes por las que una alternativa distinta pudiera ser mejor. Y una vez que se hayan desmontado también esas razones, y solo entonces, podremos empezar a pensar que nuestra alternativa inicial es la más conveniente. Este modo de proceder asegura que se estudian todos los pros y los contras de las distintas alternativas que se tienen ante una decisión; se garantiza que se han examinado diversas posibilidades, que se ha estudiado el asunto desde distintos puntos de vista. Si uno se encuentra en una situación desagradable debe intentar salir de ella. Para ello debe buscar alternativas y analizar sus consecuen-cias; comparar cada alternativa con su situación actual, y solo cuando considere que hay una opción mejor que la actual, debe tomarse la decisión de cambiar. Pero realizar un cambio porque mi posición ac-tual 54 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 y tomar una decisión hay que centrarse en los hechos, en lo 4. No te autoengañes, es muy fácil hacerlo La mejor manera de evitar el autoengaño es tenien-do claro a qué no puedes renunciar, porque si no, acabarás haciéndolo. Muchas veces el tomar deci-siones, antes de analizar las distintas alternativas y razonar abiertamente cuál es la más conveniente, mostrar que esa opción no es la más conveniente. Una vez [ continúa ] es mala es algo muy arriesgado. 5. Atiende solo la información relevante Filtramos la información que nos llega para adecuarla a nuestros inte-reses, y ello nos dificulta el tomar decisiones ajustadas a la realidad. Sin procesos claros ni canales de comunicación establecidos es muy
  • 24. difícil que toda la información relevante para la toma de una decisión llegue al decisor. Cuando no comunicamos adecuadamente las reac-ciones Antes de buscar información hay que cerciorarse de que vaya a ser de uti-lidad, y que el costo no sea superior al valor que aporta. Antes de tomar una de-cisión identifica realmen-te qué es lo que quieres conseguir. 56 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 de los demás tampoco son adecuadas. Los directivos tienen que tomar decisiones en relación con la informa-ción de que disponen. Cuanta mayor información poseen, menos incer-tidumbre tendrán y más se pueden asegurar los resultados satisfactorios de sus decisiones. Es por eso que los directivos sue-len buscar siempre más información para decidir, y cuanta más, mejor. Por tanto, la información puede tener valor, pero también tiene un costo. Antes de buscar información hay que cerciorarse de que vaya a ser de utilidad, y que el costo no sea superior al va-lor que aporta. Otro error que se comete al utilizar información en la toma de decisio-nes es que habitualmente se hace sobre la base de la información dispo-nible en vez de utilizar la información que es relevante en esa situación. 6. Reconoce la incertidumbre y gestiónala Mantener el escepticismo sobre las propias suposiciones nos permite en todo momento replantearnos una situación y tomar mejores decisiones. Una decisión casi siempre implica una incertidumbre, y quien quiere evitarla acaba anulando su propia capacidad de tomar decisiones. Quien teme en exceso de la incertidumbre dificulta la posibilidad de tomar una decisión. Ante una situación futura incierta lo primero que hacemos es suponer cuál es el escenario más razonable. Esta situación está muy bien como punto de partida, pero a continuación puede venir el error. Nos cree-mos que ese escenario es el que realmente va a haber y actuamos en consecuencia olvidando que las cosas pueden darse de modo diferen-te a como hemos supuesto. ¿No sería más razonable reconocer la incertidumbre de antemano y pensar en posibles escenarios diferentes, unos más probables que otros? Sí, es más razonable, pero también es más complicado y no sa-bemos cómo actuar ante distintos futuros posibles. Las suposiciones que hacemos sobre una situación a veces nos pare-cen tan elementales que ni siquiera nos las cuestionamos. En general, cuando una persona dice estar segura de algo, normalmente el nivel de seguridad real que tiene es de entre el 80 % y el 90 %. Habitualmente le tenemos miedo a la incertidumbre. No sabemos cómo tratarla. Pero es precisamente en la incertidumbre donde se producen Fuente: Iceberg a la vista, M. A. Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 2009.
  • 25. Focalizado Boicoteamos nuestra creatividad con nuestra actitud de evaluar las alter-nativas [ continúa ] las oportunidades. Anticipemos la incertidumbre e incorporémosla a nuestra vida. Reconocer la incertidumbre implica arriesgar. Quien no esté dispuesto a arriesgar, ni siquiera un poco, no podrá tomar deci-siones de calidad, o las que tome serán muy poco innovadoras. 7. Sé creativo y genera alternativas Para poder decidir tenemos que tener alternativas. Sin ellas no hay elección posible. Por consiguiente, cuantas más alternativas haya, ma-yores posibilidades de elección tendremos para tomar una decisión. La creatividad adquiere una importancia relevante en el proceso de toma de decisiones en la medida en que nos permitirá generar alter-nativas. Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 57 El principal problema para el desarrollo de nuestra creatividad acostumbramos a ser nosotros mismos. La desconfianza en uno mismo no solo ha-ce que no seamos creativos, sino que provoca que siempre nos estemos excusando ante nosotros mis-mos para no tomar decisiones que pensamos que sería bueno tomar. Por otro lado, boicoteamos nuestra creatividad con nuestra actitud de evaluar las alternativas a medida que las vamos generando. Muchas personas hacen esto, es decir, realizan al mismo tiempo el proceso de generación de ideas y el de evaluación. El resultado es que ellos mis-mos abortan sus alternativas al mismo tiempo que las están creando. Para evitarlo hay que separar el proceso de creación de alternativas del de su evaluación, es decir, primero hemos de hacer aflorar todas las ideas que se nos ocurran, y luego, y solo luego, irlas evaluando una a una. De este modo conseguiremos generar más ideas, así como no descartar de antemano algunas ciertamente válidas. El entorno empresarial tampoco acostumbra a ser muy propicio para el desarrollo de la creatividad. Frecuentemente se acostumbra a re-chazar las nuevas propuestas para seguir los patrones más o menos estructurados que gobiernan en una empresa. Las excusas son siem-pre las mismas: “No tenemos presupuesto”, "Ya se probó algo similar y no funcionó”. Tanto los frenos que provienen de nosotros mismos como los que vienen del exterior los tenemos que superar para ser más creativos, porque no hay ninguna razón para su-poner que la primera alternativa que se nos ocurre ante un problema es la mejor, por tanto, si queremos tomar de-cisiones de calidad tenemos que continuar generando alterna-tivas. La cantidad es hermana de la creatividad, y la creatividad de a medida que las vamos ge-nerando. El método científico de toma de decisiones contiene dos actividades o procesos de na-turaleza distinta: La "resolución de problemas" y la "decisión". (pág. 44)
  • 26. la toma de decisiones correcta. Las personas que solo tienen una opción se ven obligadas a seguirla y a defenderla cueste lo que cueste. No hay nada más peligroso que una idea cuando es la única que se tiene. 8. Ten en cuenta que tus decisiones tienen consecuencias Antes de decidir es fundamental analizar las implicaciones que nues-tras decisiones puedan tener. Si no lo hacemos así corremos el peligro de que las consecuencias negativas de nuestras decisiones superen a los beneficios que pretendíamos alcanzar, y todo por no analizar las posibles consecuencias de nuestras decisiones. A la hora de tomar decisiones, uno de los condicionantes mentales de los que tenemos que ser conscientes e intentar evitar es que solemos dar un peso excesivo a las consecuencias que se van a producir en un futuro inmediato y concedemos poca importancia a las consecuencias futuras más distantes en el tiempo. En concreto cuando tomamos una decisión tenemos que prestar aten-ción a tres cosas: ¿se va a solucionar con esta decisión el problema que tenemos?, ¿qué impacto tiene esta decisión en las personas a las que afecta?, ¿qué impacto tiene esta decisión en mí? 9. Lo que decidas ponlo a la práctica Tomar una decisión es un elemento fundamental pero implementarla, es decir, hacer que se ponga en práctica lo es aún más. Para conse-guir efectividad, a la decisión le tiene que seguir la acción. Podemos haber dado con la mejor de las soluciones posibles, pero si luego no actuamos el impacto es nulo. Invertir tiempo en tomar una decisión es inútil si no se va a poder aplicar. Ninguna decisión es buena hasta que alguien hace algo con ella. Por tanto, uno de los criterios a la ho-ra de tomar una decisión debe ser su aplicabilidad. La mayor parte de las decisiones que tomamos en el ámbito em-presarial son del tipo de las que para que se puedan aplicar ten-dremos que convencer a terceras personas, ya sean clientes, jefes, proveedores, colegas o colaboradores. A veces necesitaremos que nos autoricen un presupuesto para implantar nuestra decisión, o que nos faciliten determinados recursos, o que nos liberen de otras cosas. En estos casos antes de tomar la decisión tenemos que anali-zar si va a ser posible contar con los apoyos que necesitamos para poder llevarla a la práctica. Antes de tomar la decisión, entonces, es conveniente realizar un análi-sis para gestionar la implantación. Para realizarlo podemos preguntar-nos quién tendrá que apoyarme para poder llevarla a la práctica, luego 58 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 identificar cómo les va a afectar lo que les propongo y, finalmen-te, profundizar en los beneficios que podrán obtener en caso de apoyarme. Si tenemos esta infor-mación nos será más fácil gestio-nar la adhesión de los demás a nuestras decisiones. 10. Sé consciente de que no todo es racionalidad Teóricamente decidir de un mo-do racional es lo más adecuado. Pero el ser humano no solo es ra-cional. Incluso cuando intentamos ser racionales, los impulsos emo-cionales emergen. Por eso, con frecuencia, tomamos decisiones que no están estrictamente ba-sadas en la razón. Y este hecho no es bueno o malo en sí mismo, simplemente es. Para tomar decisiones correcta-mente lo fundamental es cono-cernos bien a nosotros mismos: cuáles son nuestros puntos débi-les y fuertes a la hora de decidir. Al conocer bien cómo pensamos, cómo decidimos, evitaremos los errores que pueden ser evitados y, sobre todo, podremos ir apren-diendo de los errores cometidos. Al final decidir bien consiste en una combinación adecuada de razón e intuición. La intuición es muy útil si va acompañada de la razón. La intuición es algo que trabaja a ni-vel del subconsciente. Intuimos que algo es bueno y no sabemos dar las razones de por qué, pero tenemos esa sensación. Si supié-ramos decir el porqué, ya no sería intuición, sería razonamiento.
  • 27. El desarrollo de ideas creativas La toma de decisiones muchas veces va de la mano de la generación de nuevas ideas y de soluciones innovadoras para situaciones diarias o excepcionales. Veamos algunas recomendaciones para obtener ideas creativas. Las personas que aportan ideas creativas, útiles e implementables en la organización hacen uso de técnicas de pensamiento creativo. Sin estas técnicas, las personas con amplio conocimiento de campo y gran motivación corren el riesgo de buscar soluciones dentro de los mismos patrones, rutinas y procedimientos de siempre. Precisamente, las téc-nicas 60 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 permiten dirigir la atención hacia lo desconocido e inexplorado. Las técnicas de pensamiento creativo son acciones pautadas y sistemá-ticas que las personas y grupos pueden ejecutar deliberadamente con el objetivo de dirigir la atención hacia la identificación y superación de los patrones habituales de pensamiento y de conducta, estimulando la generación de ideas y abordajes novedosos, útiles e implementables. Primero: la creatividad requiere de la generación de las condiciones adecuadas en términos de motivación o clima grupal, tiempo, reglas de juego, elección de lugar, facilitador y otras que serán discutidas más adelante en este capítulo. Segundo: todas las técnicas sirven para identificar los patrones con los cuales habitualmente se aborda el desafío en cuestión. Es-ta identificación requiere una reflexión de segundo orden. No solo debemos reflexionar sobre nuestro comportamiento (reflexión de primer orden), sino también sobre los supuestos que guían dicho comportamiento. Tercero: salir de lo habitual requiere la capacidad de suspender el jui-cio y separar el momento de generación de ideas del momento de su evaluación. Sin información previa y a simple vista, no sabemos si un brote se convertirá en flor o en yuyo. Para saberlo, debemos dejar que crezca. Juzgar una idea antes de tiempo es como pisar un brote, y, tal vez, esa idea se habría convertido en revolucionaria. Finalmente: toda técnica de pensamiento creativo implica la introduc-ción intencional de un elemento disruptivo que desvía nuestra aten-ción de los patrones habituales. Extractos de las págs. 67-68, capítulo Creatividad, la idea. Libro a la venta en el IEEM.
  • 28. Focalizado Video recomendado www.ieem.edu.uy/socrates Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 61 Áreas Prensa Videos Autores Revistas El método del caso El método del caso El aprendizaje por el método del caso, una forma práctica y muy atractiva de acercarse a la realidad empresarial, fue desarrollado en Harvard. Hoy es, sin duda, uno de los puntos clave de los programas del IEEM y del IESE, la escuela nº 1 en formación de directivos (Financial Times 2012). Sócrates Inspiración para mejores directivos Por Revista de Negocios Viernes 19, octubre 2012 Conozca en este video qué es un caso y para qué sirve. Testimonios de profesores y participantes de programas del IESE nos cuentan cómo funciona esta metodología y los beneficios que aporta a la formación directiva.
  • 29. ¿Importan los resultados? Por Pablo Regent, profesor del IEEM Afirmar que una decisión ha sido acertada no depende necesariamente de que haya solucionado el problema que se deseaba resolver. Obvia-mente 62 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 una condición necesaria para que la decisión merezca el adjetivo de “acertada” es precisamente que el problema se resuelva. Pero solo es una condición necesaria, nunca suficiente. Para que también sea suficiente debe cumplirse que tal decisión no “haya plantado la semi-lla de problemas futuros”; dicho de otra forma, una decisión, además de solucionar el problema inmediato, debe facilitar menos problemas en el futuro, o al menos no traer como consecuencia no deseada la aparición de nuevos problemas. La afirmación anterior pone énfasis en que es muy complicado juzgar si una decisión ha sido buena solo por observar sus resultados. En todo caso, podría afirmarse que a partir de la observación a lo largo del tiempo de las decisiones de una persona y del conjunto de consecuencias que se van acumulando en ese mismo período, sería posible realizar un juicio de valor más o menos general acerca de la aparente eficiencia de ese decisor. Pero no mucho más que eso. Los resultados de lo que sea suelen estar influenciados por muchas variables, entre las que no son menos importantes las exóge-nas a la acción del decisor. La anécdota del Gran Ciclón (ver recuadro Un emprendimiento en el Atlántico Sur) puede ser un buen ejemplo de lo que aquí se afirma. ¿Qué tal les fue a Juan y su compañero?, ¿fue buena su decisión? En realidad no salieron mal de su aventura. Salieron sin deudas y con una cierta ganancia en efectivo. Más aún, como dijo Juan en aquella misma sesión: “Imaginen que durante mi estadía en el Sur hubie-ra conocido a una chica del lugar, unos meses después me casaba con ella, y poco tiempo después sus padres su-frían un lamentable accidente y ella se convertía en la única heredera de diez mil hectáreas. ¿Debería-mos considerar esta consecuencia en mi situación patrimonial originada en aquella decisión empren-dedora que me llevó a vivir en el Sur?”. Obviamen-te se trata de una pregunta retórica. A nadie se le ocurrió en aquel momento, y no se le ocurriría a ningún lector ahora, afirmar que la bondad de la decisión de emprender pudiera evaluarse por la situa-ción patrimonial derivada de su casamiento. Sin embargo, En los hechos, todo directivo es algo intuitivo y un poco metó-dico a la vez. Sin embargo, no se trata de ser un poco de cada cosa así como así. (pág. 34)
  • 30. Focalizado es muy común que las personas se limiten a evaluar la calidad de una decisión por sus resultados, incurriendo así en un error muy grave por sus consecuencias en futuras decisiones. Como dice Miguel Ángel Ariño1: "Dirigir bien consiste no solo en re-solver los problemas actuales, sino en poder resolver también los pro-blemas futuros… las evaluaciones de los resultados de una decisión se hacen a priori, antes de tomarla y, sin embargo, los resultados se producen a posteriori, después de que la misma se ha puesto en prác-tica… puede pensarse que una decisión va a ser eficaz cuando real-mente, una vez puesta en práctica, lo es menos. Sin embargo, esto Si te propones metas ambiciosas podrás obtener resultados de impacto. Fuente: Iceberg a la vista, M. A. Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 2009. Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 63 no es lo más importante. Lo realmente importante, lo que puede producir aprendizaje negativo, es que la evaluación sea incompleta. Si la evaluación de los resultados es acertada, uno puede aprender de ese error. Pero si se dejan de considerar algunos resul-tados (no inmediatos), estos no van a dejar de pro-ducirse, y, sin embargo, por no tenerlos en cuenta, harán que sea imposible aprender de ellos". La decisión del Gran Ciclón tuvo errores a priori, quizás el más impor-tante fue no considerar la reacción de los competidores instalados en la zona. ¿Hubiera sido tan difícil considerar a priori que tal reacción hostil podría llegar a presentarse? Si lo hubieran considerado, ¿no hu-bieran podido desarrollar un plan de contingencia? Aunque esto fue un claro error del proceso decisorio, podría no haber habido tal acción de los competidores. Aunque así hubiera sido, la decisión merecería una nota negativa por no haberlo tenido en cuenta. La situación desgraciada a la que se enfrentaron los emprendedores se vio favorecida por la fortuna de la devaluación. Pero también se favorecieron por haber construido un buen buque, que les abrió po-sibilidades de venta, a la vez que también ayudó que el crédito que consiguieron había sido en moneda local. En estas dos características se puede afirmar que la decisión a priori fue acertada. Pues por haber construido un barco de calidad y decidir acertadamente en la estruc-tura financiera, en lugar de crearse más problemas, se encontraron en mejores condiciones de resolver los problemas que inopinadamen-te se le presentaron. Lo que es seguro es que Juan y su amigo aprendieron mucho de su experiencia. Así se percibió cuando lo explicaron con lujo de detalles. El resultado no fue tan malo, hasta se podría catalogar de bueno, pe-ro la ganancia mayor que obtuvieron fue aprender a decidir mejor, algo que los iba a acompañar en el resto de su vida emprendedora. 1. Ariño, Miguel Ángel, Toma de decisiones y gobierno de las organizaciones, Deusto, 2005, pp. 29.
  • 31. Un emprendimiento en el Atlántico Sur Hace ya veinticinco años, durante una sesión del curso de NAVES2 que tomé co-mo participante del MBA, escuché la siguiente anécdota de parte de un antiguo alumno que había sido invitado para contarnos su experiencia emprendedora: “Unos años atrás, durante este mismo curso, junto con Juan decidimos desarrollar un plan de negocio no solo para aprobar el curso sino para llevarlo a la práctica. Juan era biólogo marino y yo había estudiado ingeniería naval. Decidimos aprove-char una oportunidad que parecía muy prometedora. Juan sabía que la pesca que se llevaba a cabo en el Atlántico Sur de una especie muy cotizada presentaba gra-ves dificultades que encarecían el proceso. Los barcos que se utilizaban no eran muy adecuados y exigían trabajar en condiciones poco eficientes. Dado que yo era ingeniero naval, Juan creía que si se diseñaba un barco con unas características innovadoras se podría multiplicar por dos la eficiencia de los pescadores tradicio-nales. Luego de un intenso tiempo de estudio y diseño, concretamos el proyecto. Ayudados por un crédito a largo plazo, un año y medio después desembarcamos en uno de los puertos más al sur de América, y ante la incredulidad de los pescado-res locales, que no hacían más que reírse de nuestro pesquero con aspecto futuris-ta, comenzamos nuestras expediciones. Pocas semanas después las risas se habían convertido en caras serias. La eficiencia del Gran Ciclón (así se llamaba la nave, en honor al equipo del que tanto Juan como yo éramos simpatizantes) superaba has-ta nuestras propias expectativas. Para mejor, los precios de la especie que pescá-bamos estaban por las nubes, por lo que el negocio marchaba a las mil maravillas. Un día recibimos un sobre de la agencia estatal que emitía los permisos de pesca. En forma breve y sucinta se nos informaba que debíamos suspender la actividad de pesca pues nuestro permiso de pesca había sido cancelado. Las gestiones que realizamos durante casi cuatro meses no tuvieron ninguna eficacia. Según una nue-va interpretación de la autoridad correspondiente, la forma en que el Gran Ciclón realizaba la pesca afectaba la sustentabilidad de la especie. De nada valió explicar que eso no era así y presentar informes de especialistas nacionales y extranjeros. El único camino que nos quedaba era iniciar una acción administrativa y, si esta no prosperaba, seguir en la vía judicial. Según se nos dijo por parte de nuestros aseso-res legales, nunca habría una resolución antes de uno o dos años. A esas alturas nuestra empresa estaba al borde de la quiebra. Las cuotas de la financiación se habían llevado nuestros ahorros. Esperar uno o dos años era im-pensable. Cuando estábamos al borde de la desesperación, Argentina nos regaló una devaluación violenta. Nuestro crédito había sido tomado en moneda nacio-nal, lo que hacía que si conseguíamos hacernos de dólares, podríamos cancelar el crédito en forma ventajosa. Mis contactos en la industria me permitieron en-contrar un comprador en Noruega, que se sintió atraído por una nave de última generación a un precio de ganga. Con esos dólares cancelamos el crédito e inclu-so sobró una pequeña cifra para repartirnos". 2. NAVES: Nuevas Aventuras Empre-sariales, denomina-ción de los cursos sobre emprender, que suele utilizarse en las Escuelas de Negocio asociadas al IESE. 64 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012
  • 32. Cuestiones de decisión para la acción directiva Por Luis Manuel Calleja, profesor del IESE ¿Qué pasos se deben seguir para resolver problemas? A continuación presentamos una serie de aclaraciones sobre el procedimiento clásico de siete pasos para la resolución de problemas de acción. Se trata de pasar de una cuestión de diagnóstico a una cuestión de decisión y finalmente convertirlo en una cuestión de acción. Su lectura es útil en la medida que se practique con el método del caso. Los pasos son: 1. Definición del problema 2. Establecimiento de criterios 3. Búsqueda de alternativas 4. Valoración de alternativas 5. Toma de decisión 6. Elaboración del plan de acción 7. Follow up 1. Sobre la definición del problema • Un problema puede definirse como un conjunto de hechos o circuns-tancias Es habitual estar de acuerdo en los principios más elevados pero diferir en las aplicaciones concretas. 66 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 de solución dudosa que dificulta la consecución de algún fin. O una diferencia entre lo que pasa y lo que debiera suceder. • En cualquier organización siempre coexisten varios problemas, pe-ro alguno de ellos será el más crucial, o el más urgente, o el más fá-cil de resolver. • Partiendo de los hechos, datos y opiniones, según el modo de ver de quien haya de decidir, se podrá elegir “el problema” para resolver. Tal problema sería la cau-sa principal o resultado del diagnóstico de la situación. • Hay que estar atentos a salirse de lo convencional, observar las evi-dencias y no desechar “hipótesis imposibles”. • Unas veces el problema está explícito y claro; otras hay que escudriñar y analizar para identificarlo. Es propio de las personas con capacidades
  • 33. Focalizado y responsabilidades directivas el detectar los problemas que aún no se han manifestado explícitamente. • Los problemas necesitan dos tipos de soluciones relacionadas: la téc-nica, que resuelve puntualmente la cuestión, y la “solución de fondo” o aspecto directivo, que ayudará a que no se repita el problema por atajar la causa de fondo. • Los problemas técnicos implican objetos materiales menos com-plejos e inciertos que los problemas directivos, pues estos implican a Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 67 personas libres. 2. Sobre el establecimiento de criterios de solución • Los criterios son condiciones, límites, restricciones, guías o detalles sobre cómo se habrían de hacer las cosas. Se refieren principalmente a los medios, a los “cómos” se han de realizar las cosas, pero dejan margen interpretativo. • Los criterios suelen aplicarse juzgando la situación concreta de modo que no son “recetas” y se exige buen juicio prudencial de los gestores. • Ciertamente si hubiera varios objetivos o problemas que resolver si-multáneamente, cada uno de ellos sería condición del resto, es decir, sería un criterio adicional. Los criterios límite discriminan. • Hay criterios de muchas naturalezas: según todas y cada una de las áreas funcionales (criterios comerciales, financieros, logísticos, éticos, operativos, de factor humano, medioambientales, etc.) y cada empre-sa suele tener los suyos, de modo que ante un mismo problema puede ser razonable distinta alternativa y distinta manera de llevarla a cabo. • Los criterios éticos tienen una naturaleza diferente de los demás; son criterios deseables, de orden, de modo que ayudan a las priori-dades: jerarquizan. • Hay criterios cuantitativos y cualitativos. En todos se debe establecer un orden de prioridades y de “prelación”, es decir, un orden de aplica-ción prioritaria (si pasa el primero, aplicar el segundo, etc.). • Cualquiera de esos criterios mencionados puede formularse positiva-mente (siempre hacer tal cosa), negativamente (nunca hacer tal otra), excepcionalmente (si pasara tal cosa consultar a la alta dirección). • Los criterios si se aplican persistentemente se convierten y denomi-nan “políticas”. • Pero a veces por políticas tam-bién se entienden modos de ha-cer habituales que responden a unos criterios (políticas medioam-bientales de un gobierno: son me-didas, leyes, proyectos… y tam-bién criterios que se emplean). • Los criterios puede tener distin-to rango de importancia. Tienen máximo rango los corporativos o institucionales, menor los fun-cionales o directivos y el mínimo, los operativos. La importancia se dice en términos de amplitud de aspectos que afecta y a su dura-ción en el tiempo. • Es habitual estar de acuerdo en los principios más elevados pero diferir en las aplicaciones concre-tas. Sin este acuerdo de principio no se llegaría a nada en las discu-siones sobre aplicación. 3. Sobre la búsqueda de alternativas u opciones de solución • Una alternativa es una opción de solución posible a algún problema que suele ser excluyente de otras. Cada una suele tener criterios di-ferenciales. • No hay que dejar ninguna sin considerar, no debe haber “hi-pótesis imposibles”, incluso se debe considerar la de no hacer nada o seguir igual, a fin de pon-derar sus efectos primarios y se-cundarios. • No solo hay que considerar las alternativas excluyentes –dile-mas– sino también las intermedias [ continúa ]
  • 34. mezcladas que sean posibles. El método del caso ayuda a ampliar el abanico de posibles soluciones. • Cada alternativa exige un plan de acción que detalle –en orden a la realización– cómo se va a llevar a cabo. • Cada alternativa implica una familia de medidas y acciones subsiguien-tes, alguna de las cuales puede ser común a todas las demás alternativas. La decisión suele ser cosa de una per-sona, más o menos ayudada o acon-sejada; el resto del proceso puede 68 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 • Las alternativas más condicionantes son las corpo-rativas y las de negocio. En función de estas se “ar-ma” cada una con las organizativas, sistemas, etc. 4. Sobre la evaluación de cada alternati-va según los criterios • La “solución” del problema sería aquella alternativa que mejor cum-pliera los criterios o mejor se amoldara en lo posible a ellos. • Con frecuencia la que mejor cumple “sobre el papel” no nos con-vence totalmente. En estas circunstancias suelen generarse nuevos criterios de solución o se nos ocurren nuevas alternativas… e incluso se redefine mejor el problema. La discusión de casos ayuda a concre-tar las diversas intuiciones. • Es más aparentemente “objetiva” la evaluación numérico-cuanti-tativa, ya que solo tiene en cuenta los aspectos “medibles numérica-mente”, o correlaciones estadísticas, de modo que desconsidera casi todos los aspectos personales o conceptuales profundos. Se precisa la ponderación prudencial: antecedentes, relaciones de causa-efecto, etc. 5. Sobre la toma de decisión • La decisión es un proceso solo en parte racional; lo emocional e intuitivo influyen decisivamente, por eso conviene objetivar lo más posible con el concurso de otras personas. La indecisión incapacita para dirigir. • Debe procurarse lo razonable, no lo óptimo, pues es-to, si falla, suele conducir a lo pésimo. Huir de los ex-tremos con el fin de poder acudir a un plan “B” en caso de error. • Es preciso decidir en el momento oportuno e ini-ciar la acción cuando sea necesario. La indecisión, el retardo o la precipitación tienen difícil reversión pues se hace confusa la corrección. hacerse más participativamente. Aparte de saber exactamen-te qué es lo que queremos conseguir, también tenemos que establecer y clarificar los criterios que nos harán tomar una decisión u otra. (pág. 52)
  • 35. Focalizado • La decisión suele ser cosa de una persona, más o menos ayudada o aconsejada; el resto del proceso puede hacerse más participativa-mente. Entrenarse a perder el miedo al error, al fracaso, al ridículo. • Hay que tomar aquellas decisiones que le competen a uno, dejando el resto a quien sea; por distinta naturaleza, responsabilidad o nivel. • No hay que prejuzgar su dificultad de implementación; esta consi-deración sucedan como se planeó y reali-zar modificaciones. • Es un proceso de medir –no simplemente contar– averiguan-do qué pasa y por qué, así como analizar las desviaciones con el fin de reaccionar si se salen de lo or-dinario (de la desviación típica). • En esta fase se ejerce la direc-ción, el impulso, la corrección, el “hacer-hacer” sin entrar en el de-talle del plan salvo emergencias o situaciones susceptibles de em-peorar con consecuencias serias. • Durante la implementación del plan, el problema puede evolu-cionar a mejor o a peor, o a otro muy distinto… quizás haya que reiniciar todo el proceso desde el primer paso. La prudencia es la principal capa-cidad operativa o virtud de la per-sona que dirige. Esta no es una cuestión intelectual sino práctica, que se adquiere por repetición de actos. La sucesiva aplicación del proceso genera la pericia necesa-ria para gobernar. Piensa bien qué objetivos quieres lograr porque se-gún sean unos u otros te lle-varán a una decisión u otra. Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 69 será posterior. • Una decisión es buena si se toma responsable, fundamentada y documentadamente con los datos disponibles, incluso si el resultado final no fuera bueno. 6. Sobre el plan de acción • El plan de acción es la descripción somera de la secuencia de accio-nes para realizar, junto al programa, los procedimientos estándares y los procesos elementales para ello. La concreción en cuanto a los medios y recursos es crítica. • La principal característica de un plan de acción es su realismo: que se pueda llevar a cabo con los medios disponibles. Hay que huir del “síndro-me del consultor” que tiende a soluciones perfectas pero inaplicables. • Implica seleccionar a las personas para ello. Conviene involucrar a quienes lo tienen que ejecutar, dejándoles autonomía para elegir los modos siempre que razonablemente se resuelva el problema dentro de los criterios establecidos. • Si tiene cierta envergadura y singularidad podría denominarse “proyecto”. Su grado de innovación tecnológica, de impacto sobre el negocio o la organización, su complejidad o urgencia caracteri-zará su ejecución. • Si el plan es complicado puede que en la solución radique el verdadero problema. Se trata de “No resolver un problema con otro problema peor”. • Si se viera que la alternativa elegida como idónea dejara de serlo a causa de la dificultad del plan de acción habría que escoger otra alternativa no tan “óptima”. Con frecuencia se desarrollan nuevos criterios, alternativas, e incluso redefiniciones del problema inicial. 7. Sobre el seguimiento del plan o follow-up • Se trata de tener un procedimiento para seguir el desarrollo del plan de acción y poder intervenir a tiempo. Hacer que las cosas Fuente: Iceberg a la vista, M. A. Ariño, P. Maella, Ed. Urano, 2009.
  • 36. Trampas en la toma de decisiones La toma de decisiones es la tarea más importante de un directivo. Es tam-bién la más difícil y la más arriesgada. Las malas decisiones pueden perju-dicar, a veces de forma irreparable, a la empresa y a la carrera profesional. Presentamos seis trampas que minan el campo de la toma de decisiones. La trampa del ancla. Cuando estamos recapacitando sobre una deci-sión, la mente concede un peso desproporcionado a la primera informa-ción que recibe. Las impresiones, estimaciones o datos iniciales sujetan los pensamientos y juicios posteriores. La trampa de la situación creada. A todos nos gusta creer que adop-tamos las decisiones con lógica y objetividad. No obstante, lo cierto es que todos estamos cargados de predisposiciones, y esas predisposiciones afectan a las decisiones que adoptamos. La ruptura con la situación creada significa llevar a cabo una acción, y cuando realizamos una acción asumi-mos responsabilidades, exponiéndonos a recibir críticas y a arrepentirnos. La trampa de los costos irrecuperables. Otra de las predisposiciones que solemos tener muy arraigada es la de adoptar las decisiones que justifiquen elecciones anteriores, aunque las elecciones anteriores ya no resulten válidas. La trampa de la prueba de confirmación. Este perjuicio nos empuja a buscar información que ratifique la opinión o el instinto que tenemos y al mismo tiempo a evitar la información que puede contradecirlo. La trampa de la expresión. El primer paso para adoptar una decisión consiste en expresar la cuestión. Es también uno de los pasos más deli-cados. La forma en que se exprese el problema puede afectar en gran medida a las decisiones que adoptemos. Las trampas de las estimaciones y las previsiones. Mediante la prác-tica diaria, nuestra mente calibra cada vez mejor. No obstante, hacer es-timaciones 70 Revista de Negocios del IEEM | Octubre 2012 o previsiones sobre acontecimientos inciertos es una cosa muy distinta. A pesar de que los directivos realizan constantemente este tipo de estimaciones y previsiones, rara vez consiguen información clara so-bre su exactitud. Extractos de Toma de decisiones, P.Drucker, J. Hammond, R. Keeney, H. Raiffa, A. Etzioni, C. Argyris, P. Stryker y A. Hayashi. HBS, Deusto, 2004.