1. No han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre! (Rm 8, 15) P e n t e c o s t é s Juan 20,19-23. Autora: Mariasun Gutiérrez.
2. Juan 20,19-23. Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: -¡La paz esté con ustedes! Todos los evangelios hablan del temor que sintieron quienes habían seguido a Jesús, después de su ejecución en la cruz. El cuarto evangelista en particular nos dice que el temor es lo contrario a la fe. El miedo impide vivir una fe que transforme la vida. En toda situación, Jesús se acerca y nos ofrece su paz. La que libera del miedo, de la vieja condición de “encerrados” y prepara para asumir nuevos desafíos. El Espíritu de Jesús recrea a las personas , transforma una comunidad cobarde y cerrada en una comunidad valiente, con las puertas y ventanas abiertas.
3. Y les mostró las manos y el costado Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús les dijo de nuevo: -¡La paz esté con ustedes! El encuentro con Jesús es fuente de la mayor alegría. Paz es la primera palabra, el primer deseo de Jesús resucitado. Jesús nos ofrece su paz: integridad de vida, búsqueda de la justicia, confianza, armonía personal y social. Renueva el don de la paz para subrayar que ha comenzado un tiempo nuevo. El tiempo del Espíritu.
4. Y añadió: Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes . El Enviado por excelencia, nos envía a todos. El Espíritu llena por dentro y lanza hacia fuera. El soplo del Espíritu genera un nuevo modo de ser humanos, con una misión en la vida. Nos encarga llevar la libertad a las personas angustiadas, la alegría a las desencantadas, la Buena Noticia a todos. Para que seamos la forma externa de la presencia, acogida y compañía de Dios. Para lograrlo es necesario dejarnos conducir por Él, superar nuestros miedos, salir de la rutina y afrontar los retos de un mundo siempre en cambio,siempre nuevo.
5. Sopló sobre ellos y añadió: -Reciban el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es la autodonación de Dios. Por el Espíritu, los discípulos allí reunidos, hombres y mujeres, con María, se sienten libres y liberadores. Buena ocasión para preguntarnos por “nuestro espíritu”. ¿Qué experiencia tengo de su acción en mi vida? ¿En qué se nota la acción del Espíritu de Jesús en la comunidad de creyentes? ¿Muestro un cristianismo apagado, SIN ESPÍRITU, basado más sobre temores, normas y miedos que sobre la alegría y la fuerza de la Vida Nueva? ¡No apaguéis el Espíritu! (1 Tes 5, 19)
6. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan. Junto al Espíritu nos da una recomendación: vivir perdonando y perdonándonos. Todos necesitamos el perdón, y todos estamos llamados a ser de múltiples maneras signo y fuente del perdón/compañía/acogida que es Dios. Quien escucha el Evangelio, descubre la revolución social del perdón. ¿Qué hago para concretar en mi vida personal la misión de reconciliación universal?
7. Si Tú no vienes, nuestra mirada será ciega ante tus rastros, la poca fe dominará lo cotidiano, si no nos donas el ser más sabios. Si Tú no vienes y no sacudes con tu viento nuestra casa y con tu sello de profeta nos consagras, tendremos miedo si no nos cambias. Pero si vienes y en el silencio del alma escribes renglones nuevos, entre nosotros se irá tejiendo la historia cierta del Nuevo Reino. Por eso ven. Espíritu Santo, ven