1. El monstruo de mi espejo
Vivimos en una civilización llena de estereotipos donde se busca la perfección olvidando
completamente que los seres humanos somos imperfectos. Tenemos virtudes y defectos al igual que
esa chica que despierta tantas envidias en la portada de la revista. Los problemas empiezan a llegar
cuando te obsesionas por ser como esa chica y empiezas a llenarte de complejos, complejos que
siguen creciendo por la importancia que les das.
Esta es la historia de Mara, una chica que usaba los ojos para juzgarse a sí misma en vez de
utilizarlos para ver. Hoy en mi espejo no me veo reflejada, en mi lugar se ha puesto una sombra que
lleva la cara tapada por complejos y miedo y que pide a gritos que no se los quite para que así no
podamos juzgarlo. Para cubrirse el cuerpo utiliza sus mejores ropas que le sirven de armadura. Le
pido que se vaya y que no tape mi reflejo pero no quiere. Enfadada le exijo que por lo menos se
eche a un lado, que en el espejo hay sitio para las dos y necesito arreglarme, pero no se mueve.
Agotada por la discusión decido dejarlo por hoy suponiendo que mañana se cansará y se irá,
pero van pasando los días y no sólo sigue en el espejo del baño, sino que ahora está en todos. Por su
culpa no me veo y tengo miedo de olvidarme de mi rostro. He esperado suficiente a que se vaya por
su cuenta de una forma pacífica pero no ha querido.
Llena de rabia me dirijo al espejo del baño donde apareció por primera vez sabiendo que allí
estaba esperándome. Situando mi cara a un palmo del espejo le hago saber todo lo que pienso
haciéndole entender que no lo quiero cerca de mí. Al acabar de hablar, sonrío esperando convencida
de que lo siguiente que haría sería irse sin replicar.
Clavó la mirada en mí, dejando un largo silencio que al cabo de un rato rompió diciendo:
2. - ¿Monstruo? Yo no he elegido ser así, tú me has convertido en esto con tus continuos desprecios
hacia ti misma, odiándote y creándote constantemente nuevos complejos. Yo no tapo tu reflejo, yo
soy el reflejo que tú has decidido crear y del que ahora sales huyendo.
Ahora es él quien me mira sonriente y yo la que llora observando callada. Entre lágrimas me
doy cuenta que los complejos y miedos que le tapan la cara son míos y la ropa que lleva puesta
como armadura es la que uso yo.
Al darme cuenta de esto decido que no quiero seguir viéndome así, que no merece la pena.
Comprendo que no me tienen que aceptar por lo que soy sino por cómo soy. Levanto las manos y
me seco las lágrimas. Levanto la vista y veo en el espejo como se despide de mí. En su lugar
aparece esa chica que decidí tapar porque no supe valorar lo preciosa que era.
Violeta Galdós, 2.º ESO C